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EDITORIAL

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METROPLEX

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Howard Andruejol

EDITOR EJECUTIVO @hac4j

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Negativo pero posible positivo

L VER ATRÁS, ¡CUÁNTAS COSAS NOS HAN SALIDO MAL!

Por nuestra culpa o por circunstancias ajenas a nuestra voluntad, el recorrido de la vida está marcado por logros y fracasos. Trato de ser consciente de los errores que he cometido. Sé que no los he reconocido todos –a veces somos tan miopes o tan sinceramente equivocados- pero tengo muy presentes varios de ellos.

De hecho, hace un tiempo decidí compartir algunos de mis fracasos en un corto podcast semanal. Lo titulé «Errar es de líderes», y partí de la premisa que es de inteligentes aprender de los errores, y más inteligente es aprender de los errores de los demás. Así que, pensé, si puedo compartir algunos de mis desatinos, quizás esto ayude a algunos cuantos. La mala noticia, es que abandoné el proyecto –no por falta de contenido, tengo anotado suficiente para muchos episodios más, sino por falta de disciplina.

Procuro aprender de mis errores. Trato de ver hacia atrás, para encontrar una mejor manera de haber lidiado con esas situaciones. No siempre lo logro, es difícil, por lo que me enriquezco muchísimo de aquellos que tengo cerca, que me aman y cuidan, y me dan luz al respecto –con cariño y firmeza. No estamos solos, hay otros que nos pueden ayudar (ver Gálatas 6:1).

Fracasar es parte de nuestra misma naturaleza caída. Nacemos contaminados por el pecado, y tenemos esa inclinación a caer cortos, a errar el blanco.

Algunos solemos ser muy duros con nosotros mismos a la hora de equivocarnos. Entiendo la frustración cuando algo salió mal o tomamos una decisión poco acertada. Sin embargo, no olvidemos que esto sucede y seguirá sucediendo. Debemos aprender a lidiar con ello saludablemente.

Otros, son muy duros con quien falla. Prestos a tirar la primera piedra, y la segunda, y cuantas tengan a su alcance. Poca empatía, poca misericordia. Tal vez no han cometido errores o pecados tan grandes que olvidan cuán difícil es para algunos de nosotros. Todos tenemos tentaciones diferentes; lo que para alguien es fácil de superar, para otro puede parecer un gigante invencible. Es necesario tener siempre presente el perdón inmerecido de nuestros pecados, para poder auxiliar a quien necesita nuestro apoyo (Efesios 4:32).

Por otro lado, encuentro que algunas personas se acomodan con el fracaso. Se rindieron, dejaron de soñar, dejaron de intentar. Es parte de su estilo de vida. Sin embargo, es lamentable que su apatía en verdad no sea ni un buen testimonio ni una conducta honrosa delante de Dios. Debemos animarles a cambiar (1 Tesalonicenses 5:14).

Recientemente leía a Anjaly Sastri y Kara Penn, quienes presentan su libro «Fail better» (Fracasar mejor) de la siguiente manera: «Nuestro punto de partida es la idea de que el tipo correcto de fracaso –en escala menor, reversible, informativo, conectado a metas más amplias, y diseñado para iluminar asuntos clave- pavimenta el camino al éxito. El tipo incorrecto implica desperdicio, desánimo, pensamiento rígido, y daño en la reputación. Por cada fracaso potencialmente bueno, el mundo nos presenta con muchas más formas de fallar terriblemente.»

En nuestro caso, estamos rodeados de oportunidades para fallar a diario. Nuestros roles de liderazgo nos exponen a tanta vulnerabilidad, en nuestro corazón y en nuestras relaciones. También corremos el riesgo de tomar malas decisiones o que las cosas salgan mal en el ámbito organizacional del ministerio. El espacio es muy corto acá para hacer una lista de los posibles fracasos. Sin embargo, estoy seguro que has de estar lidiando con más de uno. Deseo que puedas aprender del mismo, que saques provecho de la experiencia. Recuerda que lo que nosotros no podemos cambiar, es lo que Dios puede usar. En otras palabras, ¡hay esperanza!

También aprovecho para animarte a considerar a los adolescentes y jóvenes con quiénes trabajas. Ellos también fracasarán. ¿Estás listo(a) para amarlos incondicionalmente? ¿Vas a ser su zona segura para que ellos puedan aprender de sus errores? Deseo que Dios pueda usarte como instructor(a) de la nueva generación, como pastor que sana a las ovejas heridas, como mentor(a) que les escucha y aconseja con paciencia. ¡Por favor llévalos al Dios de las nuevas oportunidades!

La forma de lidiar con el fracaso demuestra de qué está hecho nuestro carácter y refleja en quién está puesta nuestra esperanza.

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