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CUANDO LAS COSAS NO SALEN BIEN

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INFORME CENTRAL

Francisco Luna

Cuando las cosas no salen bien

El fracaso es parte de cualquier ocupación sin importar la naturaleza del trabajo. El actual capitán del equipo de fútbol de la Universidad Católica de Chile lo experimentó por la mala racha de su club: «Siempre es difícil estar en estas situaciones. El cuerpo técnico tiene muchas ganas de sacar esto arriba y nosotros estamos ayudando. No nos ha salido nada este semestre, pero esperamos salir de la tormenta… Hemos tenido un bajón y si quieren llamarlo como fracaso, es fracaso.» El ministerio juvenil no es la excepción, los pastores y líderes también pueden experimentar el fracaso.

¿Cómo medimos el fracaso? El diccionario define fracaso como «resultado adverso en una cosa que se esperaba sucediese bien». Por consiguiente, éxito es el «resultado, en especial feliz, de una empresa o acción emprendida, o de un suceso». Un factor decisivo en la definición de fracaso es la apreciación de lo que se percibe como éxito. Algunos miden el éxito en términos cuantificables, otros lo miden a partir de la capacidad de desarrollar conexiones sociales positivas entre el líder y el conjunto. Para unos depende de una estructura funcional eficaz, para otros de la afirmación que reciben de los demás, etc. Pero, si el éxito se puede volver tan relativo, ¿cómo se puede saber con mayor seguridad qué es fracaso o éxito en el ministerio? Un paso importante que el líder debe dar es definir lo que en realidad significa desde la perspectiva de Dios el fracaso. Esto le dará parámetros sólidos.

¿Cómo mide el fracaso Dios? Si el líder está rodeado de un sinfín de criterios que se imponen en su percepción, entonces, lo mejor que puede hacer es desarrollar su propia filosofía de lo que llamará fracaso o éxito en el ministerio. Aunque en la Biblia pueden encontrarse más de un criterio, en esta ocasión se abordan dos aspectos que pueden servir de parámetros para medir la realidad.

1El coraje para permanecer fiel Dios espera que los hombres y mujeres a quienes llama para cualquier labor ministerial desarrollen el coraje necesario para permanecer fieles a Él a pesar de la adversidad. Todo ministerio trae consigo oportunidades que ponen a prueba el nivel de valentía del líder, son ocasiones en las que confiar en las promesas de Dios requiere de mucho coraje. Los doce espías que envió Moisés a reconocer la tierra prometida ilustran este aspecto. La labor ministerial de estos doce hombres la determinó el Señor diciendo «Envía algunos hombres para que exploren la tierra de Canaán, la cual voy a dar a los hijos de Israel. De cada tribu de sus antepasados enviarán uno de sus hombres más importantes.» (Nm 13:2 RVC).

El líder necesitará siempre de una buena dosis de coraje para permanecer fiel.

El informe de la mayoría de aquellos hombres fue realmente pesimista, ellos dijeron «No podemos atacar a ese pueblo, porque ellos son más fuertes que nosotros.» (Nm 13:31). Este informe desmoralizó a todo el pueblo y alimentó sentimientos de rebelión contra el liderazgo de Moisés (Nm 14:1-3). Este es un auténtico fracaso en la historia del pueblo de Dios tal y como queda evidenciado en las palabras del Señor: «¿Hasta cuándo este pueblo me va a seguir rechazando? ¿Hasta cuándo no van a creerme, a pesar de todas las señales que he hecho en medio de ellos?» (Nm 14:11).

El líder necesitará siempre de una buena dosis de coraje para permanecer fiel. Josué y Caleb se destacan por este aspecto, ellos eran de los doce que fueron enviados a reconocer la tierra pero su discurso está en las antípodas con relación al del resto. De acuerdo a ambos, «Si el Señor se agrada de nosotros, él mismo nos introducirá a esta tierra y nos la entregará;… Así que no se rebelen contra el Señor, ni tengan miedo de la gente de esa tierra. ¡Nosotros nos los comeremos como si fueran pan! No les tengan miedo, que el dios que los protege se ha apartado de ellos, y con nosotros está el Señor.»» (Nm 14:8-9).

Tanto Josué como Caleb observaron la misma realidad de aquel territorio juntamente con los otros diez que fueron enviados, sin embargo, la mayoría de ellos, exceptuando los dos primeros, fracasaron al no permanecer fieles a las palabras del Señor quien les había prometido regalarles aquel territorio.

El líder siempre tendrá dos alternativas ante la adversidad, la más fácil es echarse para atrás ante una potencial amenaza olvidando el llamado y las promesas del Señor. La otra alternativa es la más difícil, permanecer fieles a las palabras del Señor a pesar de las altas dificultades de la misión. El fracaso o el éxito en el ministerio dependerán de la decisión que tome el líder.

A veces los resultados del ministerio juvenil son desalentadores, a veces, los desafíos se ven más grandes que las capacidades del líder. Muchas veces el líder intentará ser optimista mientras que todos los demás se comportan de forma pesimista; son esos los momentos precisos para confiar en Dios, para permanecer fieles a sus promesas y al llamado. Es utópico esperar que las tareas a las que llama el Señor serán de poca envergadura, servir en el ministerio siempre será un desafío de altos quilates, el fracaso o el éxito depende de qué tan fiel sea el líder.

El alinearse con la agenda de Dios El líder también necesita alinearse con la agenda de Dios. Uno de los dilemas que más enfrenta el líder del ministerio juvenil es qué estrategias ejecutar para tener un ministerio efectivo. Lo más esencial de cualquier programa ministerial es que éstos estén supeditados a la agenda de Dios. El rey Saúl enfrentó este dilema y fracasó en su tarea ministerial por no alinearse con la agenda de Dios. En 1 Samuel 9:17 dice que «En cuanto Samuel vio a Saúl, el Señor le dijo: “Éste es el hombre de quien te hablé. Éste es el que va a gobernar a mi pueblo. ”» Sin embargo, en el mismo libro también dice «Pero el Señor le dijo a Samuel: “Estoy muy disgustado por haber hecho rey de Israel a Saúl, pues se ha apartado de mí y no ha cumplido con lo que le ordené hacer”…» (1 Sm 15:10-11).

Saúl debía seguir la agenda de Dios en cuanto a las operaciones militares contra los amalecitas (1 Sm 15:1-3). Como parte de esa agenda debía aniquilar a todo el pueblo juntamente con sus pertenencias. Sin embargo, «Saúl lanzó todo su ejército sobre los amalecitas, y los derrotó;…, y mató a filo de espada a todo el pueblo, aunque dejó con vida a Agag, el rey de Amalec. Además de perdonar a Agag, Saúl y su gente también se quedaron con lo mejor de sus animales: ovejas, toros, becerros engordados y carneros; lo de poco valor lo destruyeron» (1 Sm 15:7-9).

El líder jamás debe apartarse de la agenda que Dios tiene para su pueblo. Samuel se lo explicó a Saúl de esta forma: «El Señor te dio una misión, cuando te dijo: «Ve y destruye por completo a los amalecitas. Combátelos, hasta acabar con todos ellos.» (1 Sm 15:18). Saúl se justificó culpando al pueblo por preservar lo mejor de las

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ovejas y vacas y también justificó al pueblo al decir que lo habían hecho así para ofrecer sacrificios al Señor. (1 Sm 15:20-21). Pero la respuesta de Samuel es contundente «¿Y crees que al Señor le gustan tus holocaustos y ofrendas más que la obediencia a sus palabras? Entiende que obedecer al Señor es mejor que ofrecerle sacrificios, y que escucharlo con atención es mejor que ofrecerle la grasa de los carneros.» (1 Sm 15:22 RVC).

Al final, Saúl se apartó de la agenda de Dios, por esa razón Samuel le dijo: «Puesto que tú no tomaste en cuenta lo que el Señor te ordenó, tampoco él te toma en cuenta como rey de Israel.» (1 Sm 15:23b RVC). Este es el punto de quiebre en el ministerio de Saúl, aquí se origina el fracaso matriz de Saúl. El líder jamás debe seguir su propia agenda ni la agenda de los demás, más bien debe aprender a escuchar a Dios con atención para obedecer sus directrices. No importa cuánto haga el líder ni cuánto logre impresionar al mundo entero con sus logros ministeriales, si no está alineado con la agenda de Dios ha fracasado y su esfuerzo será inútil ante los ojos del Señor.

En el ministerio no todo lo que funciona o da resultados impresionantes es agradable a Dios. Es común que muchos líderes sueñen y hagan planes para el ministerio; esto es muy bueno, sin embargo, todo sueño y todo plan debe desarrollarse en el marco de aquello para lo cual el líder ha sido llamado. El ministerio debe desarrollarse aprendiendo a consultarle a Dios cuál es la agenda que Él tiene para un grupo de jóvenes en particular. El ministerio juvenil no se trata de las ambiciones o capacidades del líder, consiste en que las ambiciones del Señor se lleven a cabo en las fuerzas y capacidades del Señor mismo.

Superando el fracaso Los sentimientos juegan un rol preponderante en la sensación de fracaso. A veces, a pesar de que el líder permanezca fiel o de que esté siguiendo la agenda de Dios puede llegar a sentirse como en medio de un fracaso. El profeta Elías experimentó una situación similar. Elías «Se internó en el desierto y, después de caminar todo un día, se sentó a descansar debajo de un enebro. Con deseos de morirse, exclamó: «Señor, ¡ya no puedo más! ¡Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados!»» (1 Re 19:4).

Cualquier líder contemporáneo se sentiría como un siervo exitoso si fuera capaz de predecir una sequía (1 Re 17:1), y si, además, después de un tiempo ora pidiendo lluvia y Dios envía la lluvia que termina con la sequía. Entonces su sensación de éxito seguramente aumentaría. Y si entre el tiempo de la sequía y el de la lluvia, lidera un acto asombroso y sobrenatural en el cual Dios envía fuego del cielo que consume el holocausto, la leña, las piedras, el polvo y el agua como parte de un desafío a los profetas paganos (1 Re 18:20-40); entonces la sensación de éxito de cualquier líder de hoy se elevaría hasta las nubes.

Elías a pesar de que realizó todo lo anterior se sintió desanimado o desmoralizado, se sintió solo (1 Re 19:10, 14) a pesar de que «el poder del Señor estuvo con Elías» (1 Re 18:46ª). Todo líder debe aprender a hacer la diferencia entre el sentimiento de fracaso y el fracaso real. Una cosa es que el líder sienta como que Dios no está con él y otra cosa es la realidad de que Dios siempre estará con él aunque el líder se sienta solo. Esos sentimientos de abandono no deben gobernar la vida ni las decisiones del líder; él debe estar siendo gobernado por la verdad de lo que la Palabra de Dios revela.

El líder jamás debe seguir su propia agenda ni la agenda de los demás, más bien debe aprender a escuchar a Dios con atención para obedecer sus directrices.

A continuación quiero dar dos consejos básicos para salir de una situación de fracaso.

Identificar su naturaleza y origen para erradicar la causa Habiendo definido que se trata de un fracaso real y no de un sentimiento infundado, el primer consejo es identificar la naturaleza y origen del fracaso. Algunas veces las cosas no salen bien en el ministerio debido a un fracaso originado en la falta de madurez espiritual por parte del líder. La falta de madurez espiritual produce actitudes que alimentan acciones en cadena con potencial de estropear el esfuerzo ministerial. A veces, las cosas no salen bien debido a que el líder eligió una estrategia ministerial disfuncional. Una estrategia equivocada puede llevar al fracaso, y sus resultados pueden alimentar el desaliento en el líder. Otras veces, las cosas no salen bien debido a los intentos de resistencia maliciosa que algunas personas emprenden en contra de un líder sin justificación alguna o movidos en reacción por alguna mala actitud del liderazgo. Cualquiera que sea la causa, para salir del fracaso es necesario identificar su naturaleza y origen para comenzar a dar pasos concretos que faciliten la salida. Este principio es, en cierto sentido, ilustrado con el trabajo de un médico; antes de recetar la medicina, éste debe descubrir con qué clase de enfermedad está tratando para ayudar al paciente a recuperar su estado saludable. ¡Existe una medicina apropiada para cada enfermedad!

El fracaso es una oportunidad para experimentar la gracia del Señor y para comprobar en la práctica que Dios es un Dios de nuevas oportunidades.

Determinar la actitud ganadora Es urgente determinar cuál es la mejor actitud para enfrentar el fracaso en cada situación particular. Algunos líderes tienen mayor tenacidad que otros pero todos deben ser sabios en elegir la actitud apropiada. Actitudes sustentadas en el orgullo hundirán en el fracaso al líder por lo que la humildad es mejor consejera. La actitud apropiada ayudará al líder a reconocer cuáles son sus errores, le ayudará a amar a los demás cuando los otros hayan fallado. Una actitud ganadora le guiará a buscar la fortaleza en el Señor. Una actitud apropiada le servirá para poder buscar el consejo y la ayuda externa en los momentos oportunos. Por el contrario, una mala actitud puede llevarle a cuestionamientos o enfrentamientos improductivos que le alejarán más de la mejor salida. Muchas veces Dios permite el fracaso en el ministerio para que el líder aprenda la suficiencia en Cristo. El fracaso le recuerda al líder que en sus fuerzas es incapaz de superar los desafíos del ministerio, le recuerda que sigue siendo tan vulnerable como cualquier otro mortal. Le recuerda que debe estar siempre descansando en las fuerzas del Señor; pero, sobre todo, el fracaso es una oportunidad para experimentar la gracia del Señor y para comprobar en la práctica que Dios es un Dios de segundas oportunidades.

Conclusión

Lo mejor de un fracaso son las lecciones de aprendizaje, las cuales al aprovecharse bien pueden marcar positivamente la vida del líder. Lo peor del fracaso es no aprovechar esas lecciones de tal manera que el líder siga siendo transformado de acuerdo a la calidad de siervo que el Señor quiere que tome. En cada fracaso el líder no debe olvidar jamás la verdad animadora de que el Señor es un Señor de segundas oportunidades. Pedro saboreó esta verdad después de haber negado al Señor (Mt 26:69-75). La trayectoria de Pedro no terminó en fracaso porque el Señor le dio una otra oportunidad. Cuando el Señor se reencuentra con él (Jn 21:15-19), después de todo el diálogo que sostienen queda evidenciado que el Señor no lo desechó a pesar de su traición. Siempre habrá ovejas que pastorear para el líder que fracasa toda vez que acepte la restauración que el Señor opera y, además, busque la nueva oportunidad que Cristo regala en su gracia. ¡Después de todo el fracaso al igual que el éxito en el ministerio depende únicamente de la gracia del Señor!

Francisco estudió una Maestría en Liderazgo Pastoral del Seminario Teológico Centroamericano, institución donde actualmente sirve como Maestro y Pastor de Formación Espiritual.

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