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Carta Editorial
Amanece. Después de la noche obscura aparece la luz. Espantamos quimeras y nos reintegramos a la vida. Los combates terminan. La zozobra cesa. Aprendemos y nos hacemos más fuertes. Enterramos a nuestros muertos y sabemos que permanecerán en el corazón y la memoria. Incorporamos aprendizajes a una nueva era.
Quedan cicatrices. Formulamos nuevas formas de trabajar, interactuar y continuar. También de aprender y amar.
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Las prioridades cambian, la familia se revalora, las expectativas ahora son otras. Largos confinamientos nos enseñan poderes inusitados de la meditación y oración, de la consciencia del momento.

Hacemos construcciones felices. Volvemos la mirada a nuestros jóvenes y niños, que sienten una inmensa soledad. ¿Cómo la vamos a paliar?
En ese proceso de renovación aún subsisten rémoras, como la discriminación, esa percepción errónea de desigualdad y exclusión. Aún nos falta avanzar en un concepto de integridad como raza humana e incorporar a nuestra valorización a todos los seres sintientes.
Teletrabajo y digitalización, que se volvieron comunes no dejan de lado problemas nuevos como las guerras digitales, donde se pelea un bien preciado y altamente codiciado, la reputación, emblema actual del poder político y social.
Incorporarse a la nueva normalidad es experimentar nuevas formas de amar, como cuidar, habitar y persistir…artes absolutos e ignorados que ahora, desde el fondo de la consciencia retomamos.
La vida es otra. Y de nosotros depende si todo continúa como antes de que la pandemia apareciera o si develamos que sólo el amor y el trabajo le darán sentido a nuestros dones y vida.
Es el principio de la era de la luz.
Ivette Estrada
www.ivette-estrada.org