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Educación: “Los nuevos retos de la edu cación
Los nuevos retos de la educación.
Por Teófilo Benítez Granados, Rector del Centro de Estudios Superiores en Ciencias Jurídicas y Criminológicas (CESCIJUC).
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La contingencia del COVID-19 evidenció que la educación debe modificarse radicalmente. No basta la incursión a plataformas digitales y los programas en línea. Las asignaturas y grados escolares deben empatarse con los requerimientos del mercado laboral, propiciar el involucramiento e interacción de los estudiantes y al mismo tiempo ser “entretenidos”.
No es utopía. La educación debe revestir gran actualidad y objetivos profesionales y sociales. Al dades como experiencia de vida. Es decir, no se trata de obtener cono
cimientos “tradicionales” sino que tengan aplicaciones inmediatas tanto en el ámbito profesional como social. Aún más: romper las fronteras de la soledad generada por la interconexión en redes sociales y, al mismo tiempo, ser fuente de disfrute y divertimento.
Aunque este cambio no es inopinado, la actual contingencia estableció mismo tiempo, maximizar sus bon
una prioridad: la metamorfosis radical de los planes y prácticas académicas o la desaparición de matrículas.
¿Cómo generar grados académicos o asignaturas que cumplan todo lo enunciado?

Los centros de estudio que tienen acuerdos previos de colaboración con otras instituciones educativas nacionales y extranjeras, alianzas estratégicas con Iniciativa Privada y Organizaciones No Gubernamentales, por ejemplo, ya tienen un largo camino recorrido en la actualización de los planes y programas de estudio.
El objetivo de la vinculación universidadempresa incide en un enfoque pragmático en cada área de estudio. Pero esto no basta. Se requiere impulsar competencias esenciales en los entornos de gran volatilidad e incertidumbre. Es necesario catapultar en los estudiantes competencias como la habilidad de trabajar en equipo y generar acuerdos.
Cada área de conocimiento o asignatura, además de buscar nuevas ideas y soluciones a problemáticas reales en la sociedad, también debe vincularse al disfrute. Es decir, no basta generar metodologías pedagógicas en las que se desarrollen conocimientos y competencias pragmáticas y susceptibles de aplicarse a determinados entornos, sino que logren la implicación/compromiso personal de cada estudiante, que logren que el futuro profesionista se vea como un agente de cambio.


Para ello, las asignaturas deben construirse en forma de módulos o proyectos en equipos que no sólo vinculen sus ideas a problemas concretos, sino que potencialicen la creatividad e ingenio de grupos con heterogeneidad de creencias e ingenio.
Es fundamental que las clases se vuelvan laboratorios de creación y se premien iniciativas emprendedoras, contribuciones de nuevos puntos de vista y acciones solidarias en cada proyecto.
Las escuelas y universidades deben asumir que no enseñan conocimientos para obtener un grado o cumplir los programas predeterminados para una materia, sino que educan y preparan para todos los ámbitos de la vida.
Resulta poco ortodoxo decir que cada curso debe ser divertido. Desmitifiquemos la palabra: no se trata de algo insustancial y pueril. Todo reviste de un gran interés cuando hallamos en ello soluciones y retos que nos impulsen a crecer más y también a aportar.
En este momento, más que nunca, las escuelas y universidades tienen un rol social insoslayable, enseñar a cada persona a rencontrarse con su potencial y habilidades de desarrollo únicas, pero no sólo eso: deben ser capaces de aportar siempre.
La soledad de los “Z”.
Una primavera gris no es una paradoja triste. Es la representación de la soledad actual.
Durante mucho tiempo creímos que morirían solitarios los ancianos, los desempleados o enfermos. Asumimos que el final de la vida era caer en obscuridad sin nadie a quien escuchar o tocar. En Japón, por ejemplo, se popularizo la palabra kodokushi para designar la muerte solitaria. Sin embargo, la realidad rebasó esa imagen: vivimos en soledad. Y los principales afectados no son los marginados ni los seniles, sino los hombres menores de 24 años, la generación Z que vive en las urbes y en sociedades altamente individualistas.
Un estudio global en el que participaron 46.000 personas de 237 países de 16 a 99 años de edad, el llamado Experimento de Soledad de la años son los que se sienten más solos.
Una explicación plausible es que la soledad se deriva de la sensación de que las conexiones sociales no son tan buenas como se desea.

Es decir, entre los jóvenes impera más idealismo respecto a cómo deben ser nuestras interacciones con otros, se demanda más compromiso y mayor implicación. Tal patrón parece mantenerse en muchos países y culturas.
Ahora, aunque hombres y mujeres experimentan soledad, en ellos tal sentimiento se recrudece al estigmatizarse. La cultura puede afectar las interacciones sociales reales y deseadas en direcciones opuestas y BBC, mostró que los varones menores de 24
en las grandes urbes se espera que las personas sean autosuficientes y autónomas, que no dependan de otras.
Tal estudio se contrapone a la “lógica”: Aunque es cierto que las personas más jóvenes pueden usar mejor la tecnología para acceder a las relaciones sociales, también se sabe que
