ISNN 1390-5309
Credito: CortesĂa de Jorge Molina/Frida Kahlo Vol 3, No. 1. (Sept/Dic 2008)
• •
Introducción General / Este Número Colaboradores de este número
“Las alharacas mujeriles, esas no pueden intimidar jamás a varón prudente. ¡Triste del que se somete, a ciegas, a tan caprichoso y voluble tribunal! . . . Una criada, ¿no fue la que hizo que San Pedro negara a Jesucristo? Una
ancilla. Esclava y esclava del Pontífice, ¿no sería gente devota?. . .”
Federico González Suárez,
Defensa de mi criterio histórico.
Libertinaje
Crédito: Martina León
Amar, Procrear, Trascender El papel social de las mujeres y el control de su sexualidad Angélica Ordóñez Charpentier editora invitada El derecho al aborto en Ecuador Michelle Wagner La vida de las mujeres María Cuvi ¿Por qué se penaliza el aborto? Angélica Ordóñez Charpentier “Una sociedad que no puede distinguir el vicio de la tragedia purificadora”: La literatura ecuatoriana del infanticidio y del aborto. Alvaro Alemán Para mentirme menos Beatriz León Sor Juana Inés de la Cruz y su Respuesta Clary Loisel
Radicales Libres
“El Rincón del Relato es radical enrola al rapaz en un rito y le reencaucha el respeto”
Introducción Alvaro Alemán ¿Puede explicar esto? Andrew Quitmeyer Ideas para una defensa aprensiva de que lo que se dice vale lo mismo que ver llover Antonio Villarruel Oviedo Videos
Introducci贸n General Alvaro Alem谩n
LiberArte lanza su quinto número con un segmento—Libertinaje—dedicado al creciente debate sobre el control de la sexualidad femenina y la participación social de la mujer. El Ecuador vivió un intenso proceso político en el 2008 en torno de la elaboración y luego la aprobación de un nuevo documento Constitucional. La socialización de los debates y discusiones que se hicieron públicos durante meses en torno de los más variados temas tomó distintos caminos. Los medios masivos de comunicación, por su parte, adoptaron una estrategia decisiva al momento de divulgar los resultados (en proceso) de la Asamblea Constituyente: estructurar la torrente informativa en torno de la temática más polémica y polar a su alcance: el aborto. Durante meses, los servicios informativos del país convirtieron los espacios noticiosos en foros para la presentación y consolidación de posturas conservadoras, religiosas y hostiles a la complejidad argumentativa. En la práctica, aunque de manera casi exclusivamente intolerante, el control de la sexualidad se convirtió en la temática de preferencia de los mass media y los cuerpos de hombres y mujeres se convirtieron, brevemente, en territorios en disputa para aquellos que María Cuvi, en este número, podría llamar el último bastión del patriarcado. El hecho es que la sociedad ecuatoriana, por primera vez en su historia, puso sobre la palestra pública una realidad--a la vez oculta y lacerante—la del aborto, que manifiesta, como figura, más influencia y vitalidad en la vida cultural de nuestro país que cualquier otra. El aborto captura la imaginación y a la vez, horroriza, su inmenso atractivo radica en una casi ilimitada capacidad de unir lo mundano con lo transcendental, la ética con la política, la libertad con la obligación, la masculinidad con la feminidad, lo público con lo privado. Y lo local con lo internacional. Lynn M. Morgan, por ejemplo[i], señala que los debates sobre el aborto en el Ecuador, sobre todo a partir de la introducción de tecnologías de visualización del embarazo (ultrasonido, desde 1996), junto con la introducción de una agenda pro-vida financiada en parte por instituciones estadounidenses, progresivamente adoptan un marco retórico—los derechos del feto—que abandona la ambigüedad y tolerancia ante la complejidad ética del aborto que acompaña el pensamiento ecuatoriano hasta hace poco para remplazarlo por un discurso moral absolutista. Para Morgan, la sociedad ecuatoriana—en contraste con la estadounidense—―tolera un rango mucho más amplio de inseguridades, ambigüedades e inconsistencias cándidas con relación a los fetos e infantes en tanto forman parte de las prácticas sociales de personería incipiente‖. El hecho es que ante la complejidad del dilema no existe claridad ni un consenso cultural y en su lugar, Morgan encuentra un vasto repertorio de interpretaciones y estrategias, movilizadas a partir de ideologías religiosas, populares, cívicas, legales y médicas para manejar el asunto de abortos, pérdidas espontáneas, fetos enfermos y recién nacidos. El presente número de Libertinaje presume desplegar esa ambigüedad productiva, aproximarse, como es su costumbre, desde un marco disciplinario diverso, a un escenario pletórico de significados y deseos. El tema monográfico (Libertinaje) excede el ámbito específico del aborto, aunque acude a él con frecuencia, aparecen así textos que piensan el control de la sexualidad
desde la jurisprudencia, la sociología, la literatura y la medicina. Los métodos y discursos varían, aunque resulta interesante anotar el valor especial que los aportes otorgan al testimonio personal, a la anécdota y la historia de vida. Los textos que forman parte de este número asumen así una condición participativa en los debates y se resisten a constituirse en documentos con claras aspiraciones de ―objetividad‖. Esto no es decir que los textos se abandonan a un relativismo impenitente sino al contrario, que asumen plenamente la necesidad de constituirse en posturas. En este movimiento, la conciencia plena de la existencia de miles de hombres y mujeres que padecen los debates ―teóricos‖, informa plenamente nuestros discursos. LiberArte se constituye como un espacio de reflexión que nunca se aleja en demasía del problema sobre la educación, nuestras contribuciones, directa o indirectamente preguntan sobre la posibilidad de una educación que incorpore la complejidad y el sufrimiento humano como parte de su agenda. En ese espíritu, el presente número pliega a una de las estrategias educativas más venerables: no la presentación de respuestas definitivas sino la generación de preguntas que inicien la búsqueda de conocimiento(s) y que promuevan una actitud de alerta y de escucha cuidadosa ante lo sorprendente. [i] ―Ambiguities Lost: Fashioning the Fetus into a Child in Ecuador and the United States‖ en:Small Wars: The Cultural Politics of Childhood, University of California Press: Los Angeles, 1998.
Colaboradores de este número Alvaro Alemán. (Montevideo 1963) Ph.D. en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Florida. Crítico ecuatoriano, editor general de LiberArte y profesor y director del área de literatura en la Universidad San Francisco de Quito.
Michelle Wagner Estadounidense. Estudiante de intercambio en la USFQ. Es activista en la lucha contra el abuso sexual. Ha realizado trabajo voluntario en la Maternidad Isidro Ayora de Quito, con adolescentes embarazadas. Es su primera contribución con Liberarte. mdw9r@virginia.edu
Angélica Ordóñez Quiteña. Magister y estudios de Doctorado en Ciencias Sociales. Es docente de la USFQ en las ramas de Antropología y Sociología. Es feminista. Contribuye por primera vez con Liberarte.
angelicao@usfq.edu.ec María Cuvi Sánchez (Quito, 1946) socióloga con posgrados en literatura y edición. Trabaja como investigadora independiente en el campo de los estudios de género y como editora; también dicta cursos y conferencias en universidades y escribe ensayos. marcuvi@uio.satnet.net
Andrew Quitmeyer Ingeniero en medios, ex estudiante de la Universidad de Illinois en Urbana, fundador y director delStorytelling Studio, Rincón del Relato y del Estudio Narrativo Chino, aprendiz de mago, educador. Andrew se encuentra en Yantian, en la provincia de Shenzhen, China, terminando una pasantía en una escuela de lengua y desarrollando proyectos de desarrollo de destrezas mediáticas para niñ@s. Andrew ha dirigido varios proyectos, entre ellos un documental y un video de rap, ambos se pueden encontrar en youtube en
http://es.youtube.com/watch?v=MXrCfPo0I_I http://es.youtube.com/watch?v=umqJraViQTQ&feature=related Su correo electrónico es andrew.quitmeyer@gmail.com Antonio Villarruel Oviedo (1983) narrador y ensayista, investigador de Flacso y profesor universitario. Ha publicado en diversos medios locales. Actualmente prepara su ensayo sobre Walter Benjamin y la memoria en la literatura, así como su primer libro de relatos.
Martina León Ecuatoriana. Fotógrafa independiente y profesora de fotografía desde 1996. Ha exhibido sus fotos individual y colectivamente en Quito y ha hecho talleres de fotografía en Ecuador y México. Ha realizado fotografía documental para distintas ONG´s como Unicef, Fundecol, Cedhu. Miembro del colectivo de fotografía documental La imagen cuenta. Socia de OJOzurdo Estudio Fotográfico. Actualmente está trabajando en un proyecto sobre el vacío en la clase media quiteña. Estudiante de cuarto año de Artes Contemporáneas de la USFQ.
brocoli444@hotmail.com www.laimagencuenta.blogspot.com Beatríz León Médica, Pediatra e Inmunológa. Profesora en la Facultad de Ciencias de la Vida de la Universidad San Francisco de Quito
beatrizl@usfq.edu.ec Clary Loisel Clary Loisel recibió su doctorado de la Universidad de Florida en 1996. Es profesor de Español y de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Montana en Missoula desde 1997. Esta es su primera contribución a LiberArte. clary.loisel@mso.umt.edu
Amar, Procrear, Trascender El papel social de las mujeres y el control de su sexualidad Angélica Ordóñez Charpentier Para este número de Liberarte, hemos pensado juntar varias inquietudes coyunturales con un tema de relevancia permanente: El rol de la mujer como reproductora (social y biológica) de la sociedad, y el vínculo de este rol con el control de su sexualidad por parte de diversas instituciones. En el último proceso electoral, gran parte de la discusión mediática giró en torno a la familia, (tipos de familia), la sexualidad (diversidad sexual), la mujer y sus derechos sexuales (específicamente acerca del aborto). Continuamente los medios, respaldados de instituciones como la Iglesia, hacían referencia a la corrupción social que promoverían ciertos cambios constitucionales. Concretamente, se hacía alusión a una constitución abortista, con tipos de familia abyectos, con la promoción de una sexualidad ambigua y promiscua. Más allá de discutir la acción desinformativa y el sensacionalismo de este tipo de declaraciones, este número de Liberarte pretende enmarcar estas discusiones desde el ámbito de las Artes Liberales. Las preguntas centrales, entre otras, serían:
¿Cuál es el proceso interno que sufren las mujeres que deciden abortar en el Ecuador?; ¿Cuáles son las bases, prácticas y vigencia de la familia patriarcal en Quito, respecto a la idea de la mujer como procreadora? ¿Cómo ha visto la literatura ecuatoriana el tema del aborto?; ¿Cuál es la relación entre una adolescente embarazada en el Ecuador y la penalización del aborto?; ¿Qué está en juego cuando existe la prohibición del aborto en nuestra sociedad?;
El ensayo ―Para mentirme menos‖, de Beatriz León, abre la discusión acerca del aborto y sus implicaciones para la salud pública. A través del recuento de la historia de tres mujeres distintas en el año de la constituyente, surge una ineludible reflexión sobre la forma de aprender sobre sexualidad en Quito y las consecuencias del abandono e improvisación en la educación de todas. El ensayo recorre el espectro de circunstancias que marcan las decisiones de tres mujeres, mientras el discurso político se vuelve cada día menos terrenal y moralista. La vida de cada mujer enfrentada con el dilema de un embarazo imposible aterriza descorazonadamente en los pocos que escuchan y ofrecen ayuda en su desesperación. El texto expone descarnadamente la disyuntiva ante la cual se ven enfrentadas todas: la pobreza, la desesperanza, la pérdida de la fe, la violencia y hasta la mala suerte, en medio de una búsqueda de paz en la complejidad de sus vidas y decisiones. Siguiendo con las historias de vida, el texto ―La vida de las mujeres‖ de María Cuvi muestra la experiencia de mujeres de familias aristocráticas quiteñas, nacidas en la primera treintena del siglo XX. A través de una metáfora paralela entre los saberes culinarios y el placer narrativo, Cuvi va hilvanando la historia personal femenina de sus entrevistadas con las estructuras de una institución social aún presente: la familia patriarcal. Cuvi sugiere el espacio familiar como aquel donde se organiza la vivencia, la sexualidad y la procreación. Es en el espacio doméstico donde se negocian y construyen las relaciones entre padres, madres, hijos e hijas. Es el lugar donde se van moldeando hábitos y costumbres. El patriarca, el jefe de familia, ejercita su poder sin vigilancia y sin censura. La madre y esposa, satisface las necesidades domésticas, sexuales y afectivas del jefe de hogar. El artículo nos deja con una gran incógnita: en vista de los resultados del último proceso electoral, en el que las mujeres votaron mayoritariamente en contra de la nueva constitución, ¿se podría hablar de un declive o de una persistencia de la familia patriarcal? Cuvi concluye: los logros de las mujeres en cuanto a su liberación efectiva y mayor alcance respecto a derechos, no están garantizados en una sociedad donde prevalece el miedo y la mala memoria. Desde el análisis de la ficción, el ensayo ―Sangre en las Manos: la literatura ecuatoriana del aborto‖ de Álvaro Alemán, explora el ―engendro‖ discursivo producto de los esfuerzos de la literatura ecuatoriana por abordar la temática del aborto. La literatura ecuatoriana del aborto se constituye como un aborto literario ecuatoriano. En efecto, el aborto como temática captura a la perfección la estética del cubismo, y consiste en la exteriorización (novelada, dramatizada) de la intimidad, en la conceptualización tridimensional de una realidad, tanto pública como privada, capaz de poner en riesgo la integridad misma de la literatura como discurso y la ―solidez‖ jurídica de la prohibición del aborto. La ―monstruosidad‖ de este producto escolta a textos importantes que se extienden desde el propio Federico González Suárez, pasando por Humberto Salvador y César Dávila Andrade, hasta la máxima expresión de la temática: la novela Sangre en las Manos de Laura Pérez de Oleas Zambrano, publicada en 1959.
Michelle Wagner, en su artículo ―El derecho al aborto en Ecuador‖, expone de manera personal su experiencia como voluntaria en la maternidad Isidro Ayora, de la ciudad de Quito. Desde sus primeros días trabajando en un país ajeno a su cultura, a su idioma, a sus ideas sobre relaciones de género, Wagner debe enfrentarse con la triste realidad del embarazo adolescente en Ecuador. El artículo compara de manera acertada, los índices sobre embarazo adolescente en Ecuador, con los índices en Estados Unidos. Adicionalmente, Wagner nos muestra los numerosos casos de estas adolescentes embarazadas por efecto de una violación. ¿Deberían tener estas jóvenes el derecho a abortar? Poniéndose en un lugar de empatía Wagner analiza cómo sería la experiencia de dar a luz a un bebé no deseado, producto de la peor violencia de todas, en las circunstancias personales y sociales más desfavorables. ¿Quién decide sobre el futuro de estas jóvenes? ¿Es una ley justa, legítima, apropiada, eficaz? Poco a poco Wagner va desentrañando la falacia de la legalización del aborto como un aliciente para que cada vez más mujeres opten por abortar. Finalmente, Angélica Ordóñez, desde la sociología del derecho, investiga cuáles son las raíces de la ley que penaliza el aborto en el Ecuador. Recabando escritos que analizan el derecho penal del siglo XIX, se vislumbran las razones por las que ha surgido un control de la sexualidad femenina: las mujeres han sido vistas como inferiores mentalmente, tan solo como vehículos de los hijos del patriarca. El afán ha sido normalizar el comportamiento femenino, a través de sistemas formales, como la ley e informales (como la familia, la medicina, la sociedad en general). El papel de procreación de la mujer, así como su rol de reproductora de las reglas sociales, es enfatizado y protegido con la emisión de las leyes que norman su comportamiento. El artículo propone que este tema sea discutido de forma democrática, objetiva, sin posibilidad de argumentos inapelables en nombre de creencias o dogmas. En suma, este número de Liberarte pretende explorar el papel de la mujer como un ser destinado a amar y procrear para poder trascender como sujeto. En ese escenario, el control de la sexualidad y la reproducción de estos ideales se vuelven fundamentales para la vigencia de estas ideologías en la sociedad. Esperamos, con estos ensayos, contribuir a la discusión acerca del rol naturalizado de la mujer únicamente como procreadora, y de toda la problemática social generada alrededor de esta creencia. Bienvenid@s
liberarte@usfq.edu.ec
El derecho al aborto en Ecuador Michelle Wagner Llegué al Ecuador sin pensar en lo que iba a encontrar. Por eso, me chocó cuando después de algunas semanas aquí, empecé a trabajar en la sala para adolescentes embarazadas de la maternidad pública en el centro histórico. Cuando entré por primera vez al hospital, no se parecía a ningún hospital que había visto antes. Las paredes se desmoronaban y algunas baldosas no estaban en el piso; no olía ni a los antisépticos ni a la esterilidad que caracterizan los hospitales de los Estados Unidos, sino a vómito de bebés y a sudor de gente hacinada en un lugar pequeño. No había una sala de espera con sofás que hagan juego con los colores de las paredes sino un pasillo largo en el cual niñas embarazadas, madres jóvenes-- y sus hijos—llorando sin cesar, estaban sentados en los pocos asientos de plástico existentes, en el piso mismo, o parados bloqueando el acceso a la estación de enfermería en donde yo iba a trabajar. En la entrada a la oficina no había un escritorio con una recepcionista sentada atrás de una computadora para hacer citas sino una cola larga y una ventana en donde una licenciada escribía las citas a mano en dos cuadernos. Cuando entré por primera vez, la licenciada me informó que mi trabajo consistía en hacer las entrevistas para las nuevas pacientes. Al principio, era un relajo. En primer lugar, no conocía las palabras técnicas necesarias para ser eficiente. En segundo lugar, los acentos de algunas de las chicas eran tan difíciles de entender para una extranjera que me costaba un enorme esfuerzo entender lo que estaban diciendo. Justo por estar concentrada en mis intentos de encontrar sentido a sus palabras, yo era como una máquina que escribía sin reaccionar lo que me decían las chicas. Creo que fue por eso que, cuando entrevisté a una niña de catorce años y ella me dijo que estaba embarazada como resultado de una violación en grupo (por cinco hombres), no pude expresar en mi rostro el horror que sentía, ni ofrecer palabras de consuelo. Ella me dijo, ―No quiero tener este
bebé.‖ Añadió que había tomado pastillas para úlcera con el fin de abortar a su bebé. Después de tomarlas, dejó de percibir los movimientos de su bebé dentro de ella. Ahora, estaba preocupada puesto que no sangraba ni veía indicaciones del aborto. La chica empezó a hacerme preguntas sobre su embarazo y a darme detalles de los cambios que había experimentado desde que intentó a abortar para ver si yo podía decirle si su bebé seguía vivo. --―Tengo miedo porque no había mucha sangre. No creo que falleció el bebé.‖ Lo único que pude decirle era --―Yo no puedo decirle nada a usted porque yo no soy doctora, pero cuando entre en la oficina del doctor, él le dirá.‖ --―Pero si mi bebe siguiera viviendo, yo no lo querría.‖ Ella tenía miedo de que su bebé todavía estaba vivo, y que, de ser así, que ella le había hecho un daño irreparable. Quería decirle, ―Hay muchos lugares en que puedes abortar seguramente, por favor, hazlo, no debes ser forzada a tener este hijo como resulta de una experiencia tan mala como la que viviste. No debes tener un recuerdo por el resto de tu vida de una experiencia en la que toda tu dignidad, toda tu fuerza, todo tu derecho de tomar decisiones, toda tus opciones, fueron arrancadas de ti de forma violenta. No debes vivir con este peso, no debes mirar a esta criatura en la cara cada mañana cuando te despiertes y darle las buenas noches antes de dormir.‖ Pero no pude. Le dije, ―Según la ley, en Ecuador no se puede abortar, y como este hospital es público, no se aborta aquí. El doctor puede hablar con usted de otras opciones si no quiere cuidar de su bebé después de que nazca.‖ Ella salió de la oficina. Yo no podía respirar. La siguiente chica entró en seguida, y por poco me atraganté con sollozos en mi garganta al preguntarle su dirección. Me torturaba la idea de tener un ser humano en mi vientre sin saber si estaba muerto o vivo, vivir con la idea que había intentado a matar a algo dentro de mí, y que además, si naciera vivo, que tendría un hijo que quise matar. No me di cuenta hasta después de esta experiencia de la magnitud de lo que me esta joven me había dicho. Asumí la conducta de una máquina, caminé a mi casa sin ver mis alrededores, entré en mi casa agotada y desilusionada, quería llorar pero estaba tan frustrada conmigo misma por no hacer algo para ayudar, por no ser capaz de hacer más de lo que hice, por mi castellano que no me servía en situaciones delicadas, por la carencia de esperanza que experimentaban las adolescentes en el hospital, que me entregué al abandono. Mi único recurso era repetir ―Lo siento, lo siento mucho‖: mi pobre manejo del castellano fue en parte responsable de mi incapacidad de expresar una calidad más elevada de compasión. Pensé en mi país, en donde una chica violada puede irse a una agencia especializada como Planned Parenthood u otro lugar parecido y pedir un aborto , en donde no es necesario hacer algo ilegal y peligroso para quitarse el fruto de una experiencia dolorosa que niega el derecho más íntimo que de una persona. Nunca había pensado mucho en este tema antes, aunque en mi experiencia universitaria en los EEUU había tenido debates largos (y abstractos) sobre el derecho
al aborto en mi país. Cada votación, distintos grupos de mi país ponderan el asunto, pero para mi, antes de hablar con esta chica, nunca se me había presentado la urgencia , ni la impotencia, de que alguien no pudiera escoger abortar. Por primera vez me di cuenta de que el hecho de que el aborto exista como opción es algo que da mucho poder a una mujer sobre su propio cuerpo, especialmente en casos en que el acto sexual no fue consensual. Es difícil encontrar datos fidedignos sobre la violación en Ecuador puesto que, como en todas partes, muchas veces, no se denuncia ante las autoridades. El estigma contra la violación hace que muchas víctimas se queden calladas; es difícil probar el delito y, cuando las mujeres se deciden a hablar, con frecuencia son acusadas de mentirosas. En las (relativamente) pocas horas que trabajé en el hospital, hubo incontables ocasiones en las cuales, al realizar la pregunta obligatoria: ―¿Este embarazo fue planeado?‖ recibí como respuesta : ―Lo que pasó es que fui violada.‖ De la misma manera en que los datos sobre la violación son poco confiables, los datos sobre el aborto tampoco son totalmente fiables; sin embargo, el índice del aborto reportado en Ecuador da una idea del alcance de la práctica en este país. El índice del aborto en América Latina es estimado en 37 por cada 1000 mujeres, el más alto de todo el mundo con la excepción de Europa Oriental. Se estima que 4 millones de abortos ocurren cada año en América Latina, y tantas como 5000 mujeres mueren anualmente a causa de complicaciones de los abortos. En Ecuador, las cifras de aborto dependen mucho de la fuente, pero parecen ser similares a los números de América Latina en general. Las cifras oscilan entre 31 y 39 por cada 1000 mujeres. En los Estados Unidos, el número de abortos por cada 1000 mujeres es de 20. En América Latina, el aborto es ilegal en todos los países excepto Cuba y su incidencia es casi el doble que en Estados Unidos, en donde el aborto es legal y seguro. Además, la existencia de más abortos en Ecuador indica que la legalización del aborto en los Estados Unidos no lo promueve, y la prohibición del aborto en el Ecuador, no previene a las mujeres de hacerlo. Según la nueva Constitución del Ecuador, el estado garantiza ―el derecho a tomar decisiones libres, responsables, e informadas sobre su salud y vida reproductiva y a decidir cuándo y cuántas hijas e hijos tener.‖ El derecho de decidir cuántos hijas e hijos quiere tener una persona es negado en el caso de violación: el acto mismo no es elegido por la madre sino forzado en ella por otra persona. Ella pierde el control y la responsabilidad sobre su salud y vida reproductiva en este caso. Además, la constitución garantiza ―el derecho a tomar decisiones libres, informadas, voluntarias y responsables sobre su sexualidad, su vida y orientación sexual. El estado promoverá el acceso a los medios necesarios para que estas decisiones se den en condiciones seguras.‖ La libertad de la decisión sobre la vida reproductiva es arrebatada de alguien que es violada; no es una ―decisión libre…sobre su salud y vida reproductiva.‖ Así como en el artículo antedicho, este artículo enfatiza la libertad de las decisiones sexuales y menciona explícitamente que las decisiones sexuales no deben ser forzadas sino voluntarias. Enfatiza que estas decisiones deben tomarse en condiciones
seguras. Huelga decir que la violación no es una condición segura en que una mujer puede tomar decisiones sobre su sexualidad. Aunque hay muchos hechos que me indican que el aborto, por lo menos en casos de violación, debe ser permitido aquí en Ecuador, tengo temor de imponer mi punto de vista de que debe existir como opción en un país que todavía no conozco bien. Sin embargo, si yo estuviera embarazada a causa de ser violada en cualquier lugar del mundo, no querría dar a luz al hijo de mi violador y tomaría cualquier paso para evitar la posibilidad de tener su bebé. Ser violada es algo muy difícil de superar, incluso sin el peso de un embarazo no deseado por medio. Ya que es la responsabilidad del estado castigar al violador según la ley, el estado debe ser responsable de asegurar que el proceso de recuperación de la víctima se maneje de la mejor manera posible. Si esto incluye proveer la pastilla del día después a mujeres violadas y permitir el aborto en casos de violación, debe hacerlo. La culpabilidad de una violación no debe recaer en la mujer violada; por lo tanto, seguir con el embarazo después del acto más terrible que existe en el mundo, criar a un hijo que, además de requerir las atenciones de cualquier hijo (incluida la intolerancia que existe contra las madres solteras), sería un recuerdo constante de su violación, en suma, obligar a la madre a este destino, no parece justo. Si interrumpir el embarazo, de manera informada, es el sendero que la mujer quiere escoger, ella debería tener la posibilidad de decidirlo.
La vida de las mujeres María Cuvi S.
marcuvi@uio.satnet.net Agradezco a Pilar Troya Fernández, joven feminista, porque sus comentarios ayudaron a precisar algunas ideas pensando en las mujeres de su generación y no solo de la mía.
Hace poco la política entró de golpe en la alcoba, la invadió intempestiva, estrepitosamente poniendo en peligro ciertos derechos ya conquistados por las mujeres, esos que resguardan nuestras vidas, el cuidado de nuestros cuerpos y nuestras libertades sexuales. El aborto estuvo en el centro del debate entre la cúpula de la iglesia oficial católica y el movimiento de mujeres. Presidida por Monseñor Arregui, presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, miembro activo del Opus Dei y Arzobispo de Guayaquil, esa cúpula conformada por hombres célibes defendió ―el derecho a la vida desde la concepción sin excepciones‖, con lo cual se sentenciaba a muerte a miles de mujeres. Esa facción de la iglesia católica, la más conservadora y elitista, se involucró de lleno en el proceso electoral; a través de campañas hechas desde el púlpito, en medios de comunicación social e inclusive en la plaza pública, llamó a sus feligreses a votar por el no, es decir a reprobar la reforma constitucional propuesta por la Asamblea Constituyente de Montecristi, y que fue sometida a escrutinio popular en septiembre de 2008. Dos lemas usados por las feministas jóvenes durante el proceso electoral grafican el repudio de las mujeres a la ingerencia de la iglesia: ―Saquen sus rosarios de nuestros ovarios‖ y ―En mi cuerpo mando yo.‖ Los colectivos de mujeres organizadas en torno a sus derechos lograron, a través de una constante presencia y presión en Montecristi, que la nueva Carta Política del Ecuador recogiera muchos planteamientos que constan en la Agenda de las Mujeres, en cuya elaboración trabajaron, horas de horas durante meses, diversas organizaciones populares y no gubernamentales de mujeres junto con el Consejo Nacional de las Mujeres (Conamu) y en la cual ―se plasman sus propuestas y visiones en torno a un Estado democrático, laico, incluyente, respetuoso de las diversidades y que garantiza la participación ciudadana y femenina de manera igualitaria y paritaria.‖ Así fue como la defensa de la vida de las mujeres y su libre elección sexual, que por cierto ya constan en la Constitución de 1998, han sido ratificadas y ampliadas. Varias cosas estuvieron en juego en esa disputa político-legal, entre ellas un modelo tradicional de familia, es decir el modelo el patriarcal. Defendido por la iglesia católica oficial y la iglesia evangélica, este modelo se cimienta en el control de la sexualidad de las mujeres. Consiste en obligarnos a que nuestros cuerpos sirvan únicamente de receptáculos para la reproducción de la especie y a cualquier costo. En cambio, los tipos de familia que constan en la nueva Constitución son más cercanos a nuestras prácticas, intereses y necesidades cotidianas; han sido elaborados a partir de nuestras experiencias y de nuestro derecho al placer. Entre otras cosas se reconoce los hogares monoparentales (generalmente encabezados por mujeres). No me sumo a las corrientes feministas, principalmente la liberal, que solo le apuestan al poder que ejercen los cambios legales y materiales sobre las relaciones de género (aunque mucho ayudan, ciertamente). Adscribo a las corrientes feministas pos-estructuralistas y posmodernas, principalmente aquellas que se preocupan de los aspectos culturales y simbólicos. Tampoco suelo valerme de las cifras estadísticas para sostener mis argumentos; sí las aprovecho para acompañarlos e ilustrarlos. Las de las últimas elecciones son inquietantes. De las 533.684
personas que votaron por el No, el 56,4% fueron mujeres. Asimismo, el porcentaje de mujeres que votaron por el sí (61,74%) es menor que el de hombres (66,24%) y hubo un porcentaje altísimo de votos por el No en el área urbana del municipio de Sanborondón al que pertenecen las lujosas ciudadelas donde residen algunas familias guayaquileñas de las elites. Esas cifras no permiten afirmar que todas las personas que votaron por el No hayan acogido el llamado de las iglesias católica y evangélica y de los grupos que se autodenominan ―pro-vida‖, pero sí suponer que alguna relación existe. También plantear preguntas y, por qué no, asociarlos con el tema central de este artículo: la familia patriarcal. ¿Por qué en una coyuntura política como la descrita, donde estuvieron en juego poderes que favorecían o perjudicaban a las mujeres, un significativo número de mujeres prefirieron respaldar las propuestas más sexistas y tradicionales y no las contenidas en la Agenda de las Mujeres? ¿Para qué mujeres trabajamos las feministas? Fugazmente pasaron por mi retina esas miradas suspicaces de algunas estudiantes jóvenes, cuando en ciertos espacios académicos me reconozco feminista. Recordé también una frase que de tanto en tanto leo en entrevistas hechas a jóvenes artistas e intelectuales ecuatorianas: Yo no soy feminista, declaración cuyo sentido todavía no logro descifrar. Las experiencias de las mujeres Mientras ese bullicio electoral congestionaba nuestras vidas cotidianas, me encontraba puliendo seis narraciones sobre la vida de Quito casa adentro contada por seis mujeres que nacieron en esta ciudad, entre 1913 y 1927, una investigación que me mantuvo ocupada durante 2007. Elegí como narradoras a quiteñas con fama de buenas cocineras, para que el tema principal de las conversaciones fuera la cocina. Y elegí este tema porque quería conversar sobre asuntos de los que ellas disfrutan cuando hablan, ya que los conocen y se sienten seguras. En efecto, estuvieron muy cómodas y contentas mientras me contaban sobre sus inventos culinarios, sus recetas, sus accidentados experimentos. Venciendo el miedo al qué dirán y al ridículo ―que disuelve los prestigios a carcajadas,‖ porque todas nacieron en el seno de familias conocidas de la capital, dejaron escapar algunos secretos de la vida casa adentro. Aflojando sus pudores, poco a poco, con mucho cuidado fueron abriéndonos las puertas de un mundo escasamente explorado en los estudios sobre la historia de mujeres en el Ecuador, o en las investigaciones hechas desde perspectivas feministas y de género, presumo que porque los estudios de la Mujer, los de género, los feministas, las políticas y la planificación de género, así como el activismo se han concentrado en el mundo público. Mi intención al haber elegido el espacio privado, las familias conocidas y la vida cotidiana es justamente difractar ―una cierta forma de entender el fenómeno investigado,‖ difractar las formas conocidas y reconocidas de interpretar las relaciones de género en el Ecuador, escapar de esa suerte de ―populismo‖ en el que
han sido atrapados los estudios de género, no solo en el Ecuador sino en la mayoría de países de América Latina. Elegí la memoria como método para acercarme a las experiencias de esas mujeres, y a sus formas particulares de sumisión y rebeldía ejercitadas en un lugar particular y en una época: Quito en el siglo XX. En esas narraciones está recogida parte de la vida privada de un grupo social y de un género, material que ayudará a construir los rápidos cambios experimentados por tres generaciones de mujeres durante el siglo XX en esta ciudad. Las narraciones ilustran las diferencias y continuidades entre las experiencias de sus madres, las suyas y las de sus hijas, nacidas en la segunda mitad del siglo XX. Las narraciones rozan la textura del tiempo, su puede oler el interior de esas casonas donde transcurrió su infancia, el de los tradicionales platos de la cocina quiteña. También palpar esa rígida separación entre lo público masculino y lo privado femenino, propio de funcionamiento de las familias quiteñas hasta hace poco, cuando el modelo patriarcal reinaba sin sombras. Fue esa separación, en la que se sustenta dicho modelo, la que les impidió trabajar fuera de casa y recibir por ello una remuneración, como les habría gustado. Añoran no haber asistido a la universidad, no haber obtenido una profesión y haberla practicado, tal como sus padres, sus hermanos y sus maridos. Una habría querido ser médica, otra ingeniera, otra pintora; la que más lejos llegó, por haber vivido en el extranjero, se arrepiente de no haber terminado sus estudios universitarios en E.U. No estamos hablando de la prehistoria sino una época muy cercana a la nuestra, estamos hablando de la vida nuestras madres y abuelas, la que transcurrió en el Quito del siglo XX bajo un modelo familiar que las sometió a la dependencia económica, intelectual y amorosa, que les negó la libertad para tomar sus propias decisiones. Lo que silencian esas narraciones es el tema de la sexualidad, terreno en el que ninguna entró; tampoco yo me animé a empujar esa puerta, la de la castidad y del deseo, tema vedado en esa generación de mujeres, porque como apunta Carlos Monsiváis ―¿Cómo decirle a alguien que no sea el confesor los sucesos de la alcoba (que es el estuche del alma)?‖. Dejé que la narración cobrara su propio ritmo y dirección, que ellas trazaran el sendero sin presiones. Hablaron de acontecimientos de otra época, de los lugares de diversión, ocio y encuentros, de costumbres desaparecidas, de viajes hacia otros lugares, de sus viajes interiores, de sus pesares y sufrimientos. Hablaron de sus madres y padres, de sus hermanas y hermanos, de sus amigas, vecinos, maridos, hijos, hijas, nietos, nietas y hasta bisnietos. Elegí solo a mujeres porque me interesa iluminar esos rincones propios, esos pequeños reinos donde ha transcurrido la vida de muchas ecuatorianas hasta hace poco. Las elegí para que narren las relaciones de género dentro de la familia cuidando de que sus voces sobresalgan, de que el tejido de esas narraciones no fuera hilado solo con la vida de los otros (marido, hijos, hijas, hermanos, hermanas), para que las hebras no procedieran solo de los demás ni se extendieran
solo hacia ellos y ellas, como suele suceder entre mujeres demasiado acostumbradas a practicar el altruismo. En las narraciones tramé esas experiencias con la mía buscando comprenderme, descubrir más elementos de mi propia condición, la de mujer, feminista, heterosexual, mestiza quiteña, e intelectual a principios del siglo XXI. Traté de conectarme con mi pasado, con mis raíces buscando huellas que me conduzcan hacia otras facetas de nuestra misteriosa subjetividad, que de tanto en tanto nos trampea. Compartimos lo que nos asemeja, lo que nos acerca por el hecho de haber vivido en una misma ciudad, pertenecer a un mismo grupo social y haber sido socializadas bajo un mismo modelo de familia: nuestra condición de madres y abuelas, el amor por las plantas y animales, por el tejido, el bordado y la costura, el gusto por la buena comida, los viajes, la vida en pareja, los parientes, la gente amiga y conocida. La experiencia es un concepto clave en los estudios de género y feministas, porque es aquello con lo que se construye la subjetividad, aquello que hace de alguien lo que es, dice Merleau Ponty. No es que exista, como sostuvieron, en los años setenta del siglo XXI, aquellas feministas que inauguraron la corriente denominada ginocrítica, una continuidad entre la experiencia y el texto, pues de hecho no hay una relación directa entre las palabras y las cosas. Más bien la experiencia narrada por una persona es, de por sí, una interpretación, a la vez que algo que debe ser interpretado. Tampoco es real, como lo hizo la ginocrítica, universalizar la experiencia de las mujeres, asumir que somos idénticas por el hecho de ser mujeres. Resulta que las mujeres no tenemos un pasado común que nos identifique a todas, porque nuestras experiencias están moldeadas por la clase social a la que pertenecemos, la generación, la etnia, el lugar, la raza, la religión, la orientación sexual y algunas cosas más que a veces nos distancian más de lo que nuestro género nos acerca. Es en este territorio diverso donde nos construimos como sujetas. Me he valido del término ―conocidas‖ para ubicar socialmente a las familias de las narradoras. Con ello quiero resaltar que sin formar parte de la aristocracia, llamada así porque sus apellidos corresponden a los de los grandes propietarios de haciendas y plantaciones (sustentan su abolengo en la propiedad de la tierra), comparten sus estilos de vida. Es el consumo de determinados bienes materiales y culturales lo que las acerca a las familias de la aristocracia quiteña blanco-mestiza, que desde principios del siglo XX adoptó una serie de patrones estéticos, culturales y materiales, europeos sobre todo, para distinguirse del resto de la población de la ciudad marcando su propio estilo. Y es que el gusto, siguiendo a Bourdieu, no es algo innato, natural, sino una disposición adquirida que permite marcar diferencias mediante una operación de distinción. Quien protege despoja
Me sumergí en la familia quiteña, no para homenajear sus concepciones y prácticas, como suele hacerse en algunas investigaciones históricas sobre la ciudad, sino para rastrear las huellas de la subjetividad femenina en un espacio tradicional, regido por un modelo patriarcal, como el que predominó tanto en las familias donde nacieron las narradoras, como en las que ellas formaron. Elegí la familia para poner al descubierto el funcionamiento de las relaciones de género en la vida cotidiana de la ciudad, desde el punto de vista de las mujeres que las experimentaron (nuestras madres y abuelas), porque esa institución social es la que organiza la convivencia, la sexualidad y la procreación, es el espacio donde aprendemos a construir nuestros afectos, valores, hábitos, costumbres, actitudes, etc. En la familia convergen nuestra biografía personal y la historia social de un lugar y de una época. Así, reflexionar sobre la experiencia de las mujeres dentro de familias tan cercanas a las nuestras, significa reflexionar sobre una porción importante de nuestra experiencia personal y de nuestra subjetividad. En la familia es donde se llevan a cabo las tareas de cuidado y protección, donde existe una intimidad compartida, donde se establecen las responsabilidades que otras instituciones sociales, como la escuela, la iglesia y el Estado controlan y sancionan, sostiene la investigadora feminista argentina Elizabeth Jelin. Y agrega que la familia es también un lugar de consumo de los bienes y servicios que produce una sociedad, lo cual requiere que sus miembros inviertan trabajo y tiempo en comprarlos y consumirlos. Buena parte de las actividades domésticas corresponden a esas tareas, que en sociedades como la ecuatoriana han estado, hasta hace poco, principalmente a cargo de mujeres: las amas de casa y las empleadas domésticas. Dentro de la familia se negocian, disputan o imponen las relaciones entre marido y mujer, entre padre/hijos/hijas; entre madre/hijos/hijas; entre hermanos y hermanas y con el resto de la parentela que suele compartir ese espacio. En las narraciones ellas rememoran, a través de costumbres, de anécdotas, de acontecimientos de la vida cotidiana, el lugar que hemos ocupado las mujeres, hasta hace poco, en los espacios públicos y privados de la ciudad. Al mismo tiempo ponen al descubierto el terso funcionamiento del poder patriarcal, de esa autoridad ejercitada por el hombre, jefe del hogar y padre de familia, así como el deber de la esposa de atender las necesidades domésticas, sexuales y afectivas de su marido. La familia patriarcal es el espacio en el cual el padre y jefe de familia ha podido ejercitar su poder sin vigilancia y con poca censura. Los primeros en desafiar la autoridad patriarcal entre las elites latinoamericanas, principalmente en ciudades como Buenos Aires, México, Río de Janeiro, Sao Paulo, Santiago de Chile fueron los hijos, adoptando estilos de vida diferentes, otras opciones profesionales, diferentes formas de consumo y de ejercicio de la sexualidad. La autonomía de las hijas y de las esposas es mucho más tardía y reciente; ha sido posible desde que las mujeres comenzaron a trabajar fuera de sus hogares, y desde que las feministas y mujeres organizadas en torno a un movimientos, cuestionamos, en toda América Latina, el trabajo doméstico gratuito; las tareas de crianza gratuitas; la organización social basada en la reproducción; la división entre lo
público y lo privado; la violencia contra las mujeres dentro de los hogares, todos estos pilares en los que sustenta el modelo patriarcal de familia. También a demandar que nuestros derechos sean reconocidos en las leyes. Así, constituciones como la recientemente aprobada en el Ecuador dejan sin piso a dicho modelo. Como dije al inicio, la información estadística sobre el comportamiento político-electoral de las mujeres arroja señales tanto de la persistencia, como del cambio de ciertos valores asociados con la familia patriarcal. Ecuador, cierto es, cuenta con una Constitución en la que se recogen las actuales prácticas, situaciones y experiencias de las mujeres, en la que se respetan y reconocen algunos derechos sexuales y reproductivos. No obstante, a través del No, si bien minoritario, emergen valores sexistas que, me atrevo a suponer, se incuban en el seno de familias patriarcales, sin duda las más idóneas para alojar la propuesta de la iglesia católica oficial y la evangélica. Estas señales me obligan a revisar lo que asumí con un exceso de optimismo, en julio de 2008, cuando concluí el análisis sobre las familias patriarcales quiteñas, que enmarca las seis narraciones. Entonces sostuve, siguiendo muy de cerca de Jelin, que ―ese modelo pertenece, cada vez más al pasado, desde que las mujeres comenzaron a soltarse de las amarras que las mantenían firmemente sujetas al espacio privado y a la autoridad del padre de familia.‖ Sin duda lo hice pensando en todos los cambios que, efectivamente, están ocurriendo dentro de la institución familiar. Ahora no es tan clara esa tajante división entre el hombre proveedor y la mujer/esposa/madre, ama de casa, ya que muchas son profesionales, trabajan fuera del hogar, aportan a la economía familiar y, en no pocos casos, son las jefas de hogares monoparentales. Los jóvenes reclaman cada vez más su derecho a la paternidad, el matrimonio heterosexual y monogámico está perdiendo terreno, la procreación y cuidado de hijos e hijas no ocurren siempre bajo el mismo techo (madres solteras, parejas separadas, padres y madres migrantes, etc.). No obstante, una de las principales lecciones que deja el último proceso electoral es que no todo lo ganado por las mujeres está asegurado. Dos instituciones sociales, la iglesia y la familia, ambas atravesadas por valores patriarcales, todavía siguen ejerciendo su poder sobre ciertas minorías, un poder orientado a controlar la sexualidad y a preservar la sumisión de las mujeres. El miedo, el desconocimiento y la mala memoria son sus mejores aliados. Quito, 26 de noviembre, 2008
Sobre la muerte de mujeres escribí un breve artículo que apareció en El Telégrafo (Guayaquil, mayo 15, 2008, p.10), diario que dedicó su sección Opinión y Debate al tema del aborto.
(Revista electrónica María María de septiembre, 2008 (www.unifemandina.org/un_archives/mm11editorial.pdf), visitada el 12 de noviembre, 2008. He recuperado esta hermosa imagen usada por Carlos Monsiváis para ilustrar los pudores de la gente latinoamericana de la primera mitad del siglo XX, época a la que ellas pertenecen. Carlos Monsiváis. 2000. Aires de familia. Cultura y sociedad en América Latina. Barcelona: Anagrama, p. 238. Marcel Balasch et at. 2005. Investigación Crítica: Desafíos y Posibilidades. Athenea Digital no. 8, p.136. Visitada en marzo de 2008. Monsiváis, op.cit. Eduardo Kingman. 2006. La ciudad y los otros. Quito 1860-1940.Quito: Flacso Sede Ecuador, Universidad Rovira e Virgili. Pierre Bourdieu. 2000. La distinción. Criterios y bases sociales del gusto. 2da edición. Madrid: Taurus. Elizabeth Jelin. 2006. Pan y afectos. La transformación de las familias. 3ra. reimpresión. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica de Argentina. Sostiene Jelin (p. 26) que ―En el modelo de la familia patriarcal, el principio básico de organización interna es jerárquico… Los hijos se hallan subordinados a su padre, y la mujer a su marido, a quien otorgan respeto y obediencia…Y que el presente y el futuro de los hijos e hijas –su educación y sus tareas cotidianas, la amplitud de su espacio de movimiento, el disciplinamiento y sus opciones futuras- están, en última instancia, en manos del padre‖. María Cuvi Sánchez. 2008. Voces narrativas en construcción. Feminismos y literatura. Tesis de Maestría. Quito: Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
¿Por qué se penaliza el aborto? Angélica Ordóñez Charpentier
Los cambios surgidos con la nueva constitución respecto a las mujeres, están ligados a hacer realidad un estado laico, que garantice y promueva la progresividad de los derechos humanos. Dentro de la nueva constitución, se han reformulado y añadido varios artículos en todos los ámbitos del derecho. Sin embargo, durante la época de campaña electoral para la aprobación del referéndum se hizo énfasis en el tema del aborto como el tema fundamental dentro de los ―valores morales‖ de los ecuatorianos. Se especuló acerca de este tema, causando confusiones, en ocasiones de manera mal intencionada. Se dijo que la constitución era ―abortista‖. En la Constitución aprobada en el referéndum, capítulo 6, Derechos de libertad, artículo 66, numeral 9, se establece que: ―Se reconoce y se garantizará a las personas: El derecho a tomar decisiones libres, informadas, voluntarias y responsables sobre su sexualidad, y su vida y orientación sexual. El Estado promoverá el acceso a los medios necesarios para que estas decisiones se den en condiciones seguras‖ En el numeral 10 se añade acerca de: ―El derecho a tomar decisiones libres, responsables e informadas sobre su salud y vida reproductiva y a decidir cuándo y cuántas hijas e hijos tener‖. La pregunta que surge inmediatamente, es: ¿por qué el tema del aborto puede suscitar en la sociedad ecuatoriana un debate tan apasionado? ¿Por qué este tema fue idóneo para polarizar opiniones y generar dudas acerca de la validez de todo el texto constitucional? En este artículo, propongo que pensemos la penalización del aborto, desde la sociología del derecho, es decir, desde el análisis del contexto ideológico que promovió y promueve la existencia de estas leyes. En síntesis, sostengo que estas leyes imponen y defienden un modelo de feminidad ligado absolutamente a la maternidad y que ha derivado en múltiples formas de discriminación hacia las mujeres. Desde el comienzo del siglo XIX, cuando aparentemente habían desaparecido las diferencias ligadas al sexo en las distintas legislaciones, resurge la idea de una desviación femenina, que generaría una legislación especial para las mujeres. La razón argumentada por los juristas, era fisiológica: la médula espinal es más débil y delicada; por tanto, la naturaleza y sus llamados se imponen en las mujeres. Como consecuencia, la imputación del delito debía ser menor.
Dentro de las teorizaciones de la escuela positiva del derecho penal (s. XIX) respecto al estatus de las mujeres, se enfocaron dos aspectos: 1) El control de la esfera de la sexualidad femenina en la definición y construcción de los delitos de adulterio, aborto, estupro, seducción o infanticidio; 2) La necesidad de colocar un límite al castigo penal inflingido al cuerpo femenino (Graziosi 2000: 138). Mientras existía una igualdad frente a la ley promovida por las primeras declaraciones de derechos, la doctrina penal evocó al antiguo principio de infirmitas sexus para justificar la desigualdad de los sexos y sus consecuencias prácticas. La escuela positiva del derecho penal partía de asumir la inferioridad de la mujer, catalogada como infirmitas sexus (la perpetua minusvalía de las mujeres), conectada directamente con su biología y fisiología. Es decir, se cuestionaba las consecuencias emocionales que generaban las diferencias fisiológicas, al tiempo que se analizaba la influencia de la biología en la capacidad de raciocinio de las mujeres (Ídem: 139-140). Se preguntaban: ¿Son las mujeres iguales a los hombres en su capacidad de delinquir? ¿O son más bien parecidas a los niños, viejos o locos? Asumiendo la mayor sensibilidad y complejidad del ánimo femenino ¿son las mujeres delincuentes menos culpables? ¿Qué tipo de delitos son ―típicos‖ del sexo femenino? (Ídem: 140) Para algunos juristas, debía existir una igualdad jurídica entre hombres y mujeres. Esto significaba mantener las diferencias de sexos en el plano civil, como universalmente justas. Otros juristas argumentaban que las mujeres tenían una imputabilidad menor. Esta idea derivaba en el control sobre las acciones de las mujeres (prohibición para ocupar cargos públicos, de ser jueces, de asumir tutelas -pues ellas debían ser objeto de tutelaje, de ejercer la abogacía, de denunciar o acusar por algunos tipos de delitos). Una postura intermedia proponía una atenuación de las penas para las mujeres (Graziosi 2000: 140). El argumento de la escasa racionalidad de las mujeres, sustentado en el paradigma jurídico y científico positivista- va a incidir en la construcción de un modelo determinado de mujer. Ante este modelo será necesario adaptarse para ser considerada normal, o de lo contrario, apartarse sería un signo patológico. Dentro de ese modelo de lo femenino del siglo XIX se atribuye a las mujeres un perenne primitivismo. Las mujeres, se supondría, vivían en un mundo inmutable, marcado por eventos naturales idénticos, ajenos a los cambios históricos. En contraste, se encuentran los hombres liderando el progreso, abriendo vías hacia la modernidad. Lo femenino se encontraría, entonces, anclado en el pasado, fuera de lo ―moderno‖, siempre ligadas a lo biológico (Graziosi 2000: 141). La fundamentación ―científica‖ explica que las mujeres gastan gran parte de su energía (incluida la fuerza intelectual y la racionalidad) en los procesos de sus órganos de maternidad. Las mujeres que no son madres también tienen una disminución, ya que si los órganos de reproducción permanecen inactivos, se producen ―estancamientos‖ que pueden repercutir sobre la capacidad de raciocinio de las mujeres (Graziosi 2000: 141-2).
De ahí que, ―el modelo de feminidad que se supone normal según la teoría penal, exige que las mujeres se conformen, antes que nada a un modelo maternal: en realidad, la mujer es madre antes de todo, y en la maternidad se expresa y se realiza gran parte del destino femenino‖ (Graziosi 2000:141). Vemos así que el ámbito asignado a las mujeres es el privado, el espacio reproductivo. El espacio masculino es el público, el espacio productivo. Esta noción básica de los diferentes roles de género y de la división del trabajo, ha moldeado las nociones de feminidad y de masculinidad en la sociedad. Y estas mismas nociones han marcado a las ciencias sociales, como es la criminología. El sistema penal actúa en el esfera pública, como mecanismo complementario con otros sistemas de la misma esfera, como educación, política o economía. Mientras que unas esferas normalizan en el ámbito laboral, profesional, educativo, el sistema penal tratará de encauzar un comportamiento desviado. Es un sistema de control formal, en la mayor parte de casos, dirigido a los varones . (Baratta 2000: 61). La cárcel para las mujeres integraría el control formal e informal de la población femenina. Constituye un ―sistema de control …, específicamente dirigido a las mujeres, en cuanto poseedoras de roles en el ámbito (privado) de la reproducción natural‖. La detención era menos frecuente que en el caso de los hombres y, de todas formas, la justicia criminal tenía en mente limitar su interferencia sobre el rol conferido a las mujeres en la esfera de la reproducción. Las cárceles no educan a las mujeres para una vida autónoma, sino que las reducen a esposas y trabajadoras fieles. Se utiliza la prisión para mujeres con el fin de reproducir papeles femeninos socialmente construidos (Baratta 2000: 61; 64). Lo que el sistema penal castiga, juzga o busca reestablecer en el caso de las mujeres es: la capacidad de reproducción (su comportamiento acorde con el matrimonio y la maternidad), su dependencia del sustento que provee el marido y, por último, un acceso limitado a los órganos de control social (ellas deben subordinarse más al patriarca privado que al Estado, pues es el primero quien ejerce el dominio particular de varones sobre mujeres) (Baratta 2000: 64). Mientras que en ciertos delitos, como el robo, las mujeres encuentran inmunidad o benevolencia en el ámbito penal, en el caso en que las infracciones se producen en el contexto de vida diferente del que se impone a los papeles femeninos (no tienen una familia tradicional, o las abandonaron, o su conducta sexual es distinta a la establecida), las mujeres son tratadas con mayor severidad que los varones (Baratta 2000: 65). El Código Penal tiende a calificar como objeto de tutela penal a la mujer ―honesta‖, término que no es usado cuando se trata de delitos comunes, (aquellos que pueden ser cometidos por personas
de cualquier sexo). La honestidad se define como el mantenimiento de relaciones sexuales dentro del matrimonio y solo se atribuye esta condición a las mujeres.
Vemos dos roles de la mujer en las disposiciones del Código Penal: 1) Rol de madre (en ese sentido es objeto de tutela y represión); 2) Rol sexual (no se tutela su libertad sexual sino su ―honestidad‖). (Larrandart 2000: 100) De ahí que, si la mujer consiente el aborto, de acuerdo al código penal vigente, ésta es sancionada con una pena de uno a cinco años. Si espera a que el bebé nazca y lo mata, tiene una pena entre tres y seis años. Pero resulta más conveniente tener el hijo y luego abandonarlo, pues la pena máxima es de dos años. O sea: es más grave decidir no ser madre que serlo y matar o abandonar al niño (también cfr. Larrandart 2000). ¿Para qué sirve la penalización del aborto? Según autores de la corriente crítica del derecho, la criminalización del aborto sirve para 1) Representar simbólicamente el papel conferido a la mujer en la esfera (privada) de la reproducción natural. 2) A través de su función en la esfera reproductiva, imponerle un papel subordinado en el régimen de transmisión de la propiedad y en la formación de los patrimonios. 3) Asegurar el dominio patriarcal sobre la mujer . (Baratta 2000: 63) Existen varias propuestas respecto a los cambios que deben realizarse en el Código Penal respecto a la criminalización del aborto (incluso existe la propuesta de abolirlo o de corresponsabilizar al Estado). Una de ellas establece que el aborto debe ser regulado para que su realización se de en condiciones que protejan la vida y la salud de la mujer. (Larrandart 2000: 100) Otra vía podría ser la ampliación de las causas que permiten su realización, que contemplara, por lo menos, el aborto terapéutico, el sentimental, el eugenésico y aquel debido a causas económicas. (Larrandart 2000: 100) El aborto por causas económicas debería proteger la integridad y la vida de las mujeres provenientes de los sectores humildes. Debe regularse su realización en un hospital público para asegurar las condiciones médicas y de asepsia que protejan la vida de la mujer. Por otra parte, en
ésta como en otras figuras, debe aparecer la responsabilidad del hombre que engendró al feto, se trate o no del marido de la mujer. (Larrandart 2000: 101) Debe eliminarse toda referencia al hecho de que la mujer practique la prostitución como una causa que elimine su protección o que influya en las atenuantes o en la consideración de su conducta. No se conoce, en ningún código, ninguna referencia al hombre ―promiscuo‖. Se debe prohibir que para tipificar un delito sea necesaria la investigación de la conducta sexual anterior. (Larrandart 2000: 105). Reflexiones La dimensión de la moral sexual contenida en los códigos penales y reflejada en las prácticas judiciales es uno de los ejemplos más claros de la vinculación del derecho penal con la ideología patriarcal. Estas normas ejercen un control de la sexualidad femenina a partir de definiciones sobre los bienes jurídicos que se han de tutelar (la honestidad, o la honra familiar por ejemplo) o sobre quiénes son las personas merecedoras de protección (mujeres honestas, casadas, etc.). Según estas normas la mujer es valorada en su papel de madre y, como tal, portadora del titular del bien jurídico protegido. Por otra parte, las mujeres son contempladas con desconfianza por el sistema penal y su moralidad es sometida a examen para determinar si se trata de víctimas apropiadas La penalización del aborto no ha limitado su práctica, sino que trajo como consecuencia un 43,4% de muertes maternas causadas por abortos clandestinos (en Argentina). La evidencia ha demostrado ampliamente que el aumento de las penas no evita ni reduce ningún delito (Birgin 2000: 13) DATO ECUADOR Las diferentes figuras del aborto han sido incluidas entre los delitos contra la vida, en la consideración de que protegen la vida del feto en gestación. Tal supuesto nos lleva a inferir que la vida del feto es valorada de manera independiente de la vida de la madre desde el punto de vista legal y sin tomar en cuenta su capacidad biológica de vida autónoma. De acuerdo con ello, la mujer embarazada es un tercero en relación con la vida del feto, tanto como cualquier otra persona. La mujer sería un vehículo de quien la ley busca proteger: el potencial vástago del patriarca (Cfr. Baratta 2000) Finalmente, decir que el tema de los derechos sexuales y reproductivos es un tema irrelevante frente a temas de gran importancia como la extrema pobreza y la marginación, está ocultando que muchos de esos problemas sociales podrían solucionarse con una política de prevención respecto a la vida sexual de las personas. El descuido de las políticas públicas respecto a la sexualidad es
una muestra flagrante de que la cultura sexual se la deja en manos de un tutelaje clerical (en donde está explícita una jerarquía de género y la misoginia) . (Nugent 2005: 31). Para salir de esta pugna ideológica se requiere existan garantías institucionales que aseguren que las opiniones cuando son dichas en público puedan ser escuchadas y respondidas en un clima de mutuo respeto, lo cual quiere decir que las afirmaciones que se presentan como inapelables no tienen mayor razón de ser en un foro de de ate democrático y que las emociones más individualizadoras, como aquellas vinculadas de manera explícita a la sexualidad, puedan ser o jeto de una opinión ela orada. ugent
Graziosi, Marina. ―Infirmitas sexus. La mujer en el imaginario penal‖, en Ruiz, Alicia (compiladora),Identidad femenina y discurso jurídico, Buenos Aires, Biblos, 2000, pp. 135-177. En esa época la ciencia propone avances en fisiología y anatomía que darían cuenta de esta diferencia biológica entre hombres y mujeres, y de su impacto en el raciocinio de ambos. Sin embargo, los juristas de la época también recurren a la tradición romana y a la sabiduría antigua (los padres de la Iglesia, por ejemplo), para fundamentar esta separación de criterios jurídicos de acuerdo al sexo (Graziosi 2000: 142). Baratta, Alessandro. ―El paradigma del género. De la cuestión criminal a la cuestión humana‖, en Birgin, Haydée (compiladora), Las trampas del poder punitivo, Buenos Aires, Biblos, 2000, pp. 39-83 Larrandart, Lucila. ―Control social, derecho penal y género‖, en Birgin, Haydée (compiladora), Las trampas del poder punitivo, Buenos Aires, Biblos, 2000, pp. 85-109 Patriarcado entendido como una forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres, del marido sobre la esposa, del padre sobre la madre e hijos, de los viejos sobre los jóvenes, y de la línea de descendencia paterna sobre la maternal (Varela, Nuria,Feminismo para principiantes, Madrid, Ediciones B, 2005, pp. 177) Birgin, Haydée, ―Prólogo‖, en Birgin, Haydée (compiladora), Las trampas del poder punitivo, Buenos Aires, Biblos, 2000, pp. 9-16 Nugent Guillermo, ―El orden tutelar. Para entender el conflicto entre sexualidad y políticas públicas en América Latina‖, en La trampa de la moral única, argumentos para una democracia laica, Lima, UNIFEM, 2005
―Una sociedad que no puede distinguir el vicio de la tragedia purificadora‖: La literatura ecuatoriana del infanticidio y del aborto. Alvaro Alemán
En un ensayo de 1967, el crítico norteamericano Lionel Trilling (―Sobre el elemento moderno en la literatura moderna‖) decide escribir sobre la incomodidad que siente al impartir una cátedra ―Literatura Moderna‖ en la Universidad de Columbia. ―Ninguna literatura en la historia—señala Trilling—ha sido tan alarmantemente personal como la nuestra—inquiere sobre todo aquello que queda prohibido en la sociedad distinguida. Inquiere si estamos contentos en nuestros matrimonios, con nuestras vidas en familia, con nuestras vidas profesionales, si somos salvos o condenados‖. ¿Cómo entonces ―enseñar‖ tal literatura? Después de un primer abordaje técnico, que asume las particularidades retóricas del texto, sus aspectos lingüísticos de índole técnico, el instructor debe afrontar la necesidad de ofrecer su testimonio personal, ―debe utilizar cualquier autoridad que tenga a su alcance para decir si una obra es o no verdadera y si no, por qué no lo es, y si lo es, por qué lo es‖(164-165, la traducción es mía). La obra de Federico González Suarez, en el contexto de la literatura ecuatoriana, ofrece indicios tempranos de la confusión discursiva y la zozobra temática que despierta el control de la sexualidad femenina—en este caso—en la incipiente historiografía del Ecuador. De hecho, la obra histórica de González Suárez requiere de un suplemento tanto teórico como ético, en la forma de su Defensa de mi criterio histórico para legitimar su toma de posición. Así, la primera gran polémica en las letras del Ecuador se desata gracias a la decisión de este religioso, de incluir en su Historia General de la República del Ecuador, una serie de episodios, provenientes de la Colonia, que registran el omnímodo control de los cuerpos de mujeres (religiosas), que llevan adelante los frailes de Quito. Un extracto del famoso tomo IV de la Historia General: ―Hacía más de veinte años se había fundado el monasterio de Santa Catalina de Sena, cuyas religiosas estaban sujetas a los frailes de Santo Domingo: el número de monjas se había aumentado considerablemente; pero, por desgracia, la observancia de la vida regular había padecido espantoso quebranto; pues, algunas de las doncellas que se habían encerrado en el convento, con el propósito de santificarse mediante la guarda de los votos monásticos, habían tenidos la desventura de perder esas mismas preciosas virtudes, para cuya conservación habían buscado la soledad del claustro: sus directores espirituales, sus guías en el camino de la salvación eterna, las habían arrastrado de ignominia en ignominia hasta el abismo de la perdición; y lo que es más triste, no sólo les habían arrebatado la flor de su virginidad, sino que aun les habían adormecido los remordimientos de la conciencia, imbuyéndoles máximas erradas contra la moral cristiana.—Uno de estos frailes era el Provincial de los dominicos y el otro el Prior del convento de Quito: abusando de su autoridad, violaban la clausura de las monjas cuantas veces se les antojaba y Dios Nuestro Señor era gravísimamente ofendido en el mismo lugar que se había destinado para darle gloria y por los mismos que habían jurado consagrarse toda la vida a su servicio.‖ González Suarez continua y narra los escandalosos eventos que decantaron primero en la expulsión del provincial de los dominicos y luego en su consagración y elevación a una dignidad eclesiástica mayor, todo esto ante la atónita mirada tanto de la sociedad de la época como,
presumiblemente, del lector de estos documentos. González Suárez, en los convulsionados años del primer liberalismo, opera como un comodín ideológico, ya como muestra ejemplar de una iglesia progresista (y nacional) y capaz de entender la nueva coyuntura, ya como enemigo acérrimo del poder eclesiástico en retirada. El propio González Suárez busca distanciarse de ambas interpretaciones y su Defensa se convierte así en una suerte de manual de resistencia ante los requerimientos tanto de conservadores como liberales. La objetividad se convierte así en el caballo de batalla del arzobispo de Quito, la superación ética, a nombre de la nación verdadera, de los pormenores peligrosos del pasado. Por eso resulta decidor que hacia el final de su Defensa de mi criterio histórico, el historiador decida sexualizar el escándalo (que incluso elevó la polémica hasta elVvaticano), dice el sacerdote: ―Las alharacas mujeriles, esas no pueden intimidar jamás a varón prudente. ¡Triste del que se somete, a ciegas, a tan caprichoso y voluble tribunal! . . . Una criada, ¿no fue la que hizo que San Pedro negara a Jesucristo? Una ancilla. Esclava y esclava del Pontífice, ¿no sería gente devota?...‖ El control de la sexualidad femenina, en las letras del Ecuador entonces, aparece tanto como contenido (en las problemáticas páginas de GS) como en la forma de repudio de ciertas prácticas discursivas ―mujeriles‖: la alharaca, el capricho, la volubilidad. González Suárez identifica el peligro como la sublevación expresa de una criada, una ancilla. Y la salvación (histórica), por ende, en la forma de cualidades varoniles: la prudencia, el no sometimiento, la afirmación. De aquí que el modelo de una escritura viril y directa, de una masculinidad literaria, se extienda a lo largo y ancho del siglo XIX y que la aparición de un registro discursivo hospitalario con la ambigüedad, caprichoso y voluble (¿podríamos pensar en el momento de la vanguardia en este sentido?) requiera de ajustes tanto perceptivos como socio culturales en nuestra literatura. El hecho es que el control de la sexualidad se conecta con el control de (la forma de la) literatura, la crítica en general, requiere de un enorme esfuerzo para procesar escrituras fugaces y exteriores a la normativa imperante. El asunto de género—sexual, literario—complica aun más el panorama, como veremos, dos obras significativas de la historia literaria ecuatoriana, ―ataúd de cartón‖ de César Dávila Andrade y Sangre en las manos de Laura Pérez de Oleas Zambrano, presentarán dificultades formales de distinto orden. La prosa poética de Dávila Andrade La obra de este autor ha sido abordada desde el ámbito formal y biográfico, su obra narrativa, en particular, pese a la frecuente práctica de colmarla de elogios, permanece rodeada de enigmas. Lo que hace a la narrativa de CDA elusiva consiste precisamente en su persistente acercamiento al terreno de la complejidad moral.
Uno de los relatos de CDA, ―ataúd de cartón‖, en particular, hace referencia específica al control corporal y reproductivo de la mujer. En el relato, un narrador indeterminado, que funge como vigilante nocturno, es testigo, en un cruce de líneas telefónicas, de una extraordinaria conversación entre un hombre y una mujer. En ella, la mujer informa a su amante de haber seguido sus instrucciones al ahogar a su hijo recién nacido. Su interlocutor entonces pide que ubique el pequeño cadáver en una caja de cartón y lo lleve a un parque público el día siguiente, para entregárselo. El anónimo escucha resuelve asistir a la cita y presenciar la escena. Observa desde un sitio privilegiado el encuentro y luego la marcha dolorosa hacia las afueras del parque, donde la joven se desvanece y cae al suelo. Su acompañante se esconde y espera auxilio de agencias externas que, luego de constatar una abundante hemorragia, llevan a la mujer, se presume, en busca de asistencia médica. El narrador entonces sigue al hombre con la caja de cartón a través del transporte público y luego por los arrabales hasta un lugar remoto donde, en una cloaca, se deshace de la caja y de sus contenidos. La persecución persiste hasta que el sujeto seguido entra en una cantina, junto con el narrador, que luego prosigue a tomar aguardiente en compañía del hombre y de varios comensales. El texto es macabro y sórdido en extremo, el narrador se extrema en describir la inmundicia del lugar en que el hombre se despoja de su carga, lo grotesco de los escenarios, la precariedad y fragmentación de la comunicación entre los personajes, la pobreza lingüística y material de los partícipes en el drama, la deformación física y moral de todos los involucrados, junto con la fascinación del narrador/pesquisa. Luego de una confesión impromptu de parte del perseguido, hecha a la luz de la bebida, el narrador concluye el relato así: ―Volvió a reír y escupió otra vez hacia un lado. Pero como ya era el amanecer, el escupitajo cayó sobre el nuevo día‖. El relato resulta asombroso e impactante en extremo, en buena medida, evoca un antecedente previo, el relato de Ernest Hemingway, ―Hills like White Elephants‖ (―Colinas como elefantes blancos‖) escrito en 1939 y traducido al castellano ya en los 40. El texto de Hemingway evoca una conversación entre dos amantes sobre la posibilidad de interrumpir el embarazo de ella, el relato se constituye como un intercambio ―sencillo‖ de observaciones que—leídos a la luz de una decisión oculta—revela, poco a poco, el dilema insondable de una mujer atormentada por la indecisión. Un texto afín, escrito por el autor argentino Juan José Saer, ―Esquina de febrero‖, y publicado en los sesenta, presenta un escenario similar. El relato de Hemingway sin duda constituye un modelo para Saer y juntos, ambos textos plantean un modelo específico ante el tabú de la representación del aborto: su ausencia. Ambos autores presentan la temática precisamente al evitar mencionarla directamente. Hemingway a través de su conocida técnica de la ―punta del iceberg‖, Saer por medio de una evocación elíptica del tema.[i] Dávila Andrade no escribe, por supuesto, sobre el aborto, sino sobre el infanticidio[ii], aunque los tres textos invocados se ubiquen firmemente en el ámbito de las repercusiones morales (y físicas) puestas en el camino de las partes involucradas. El texto de DA ocupa un territorio familiar en su
narrativa, trata sobre la progresiva corrupción moral de sus protagonistas. En el caso de ―Ataúd de cartón‖, la corrupción toca de cerca tanto a observados como a observador, en oposición a los dos primeros cuentos de su colección Cabeza de Gallo, ―cabeza de gallo‖ y ―primeras palabras‖ en donde la corrupción toca a los protagonistas en el momento en que reciben la mirada del Otro (un gallo enterrado, en espera de ser sacrificado, una figura quemada de Cristo, una niña abandonada por su padre a cambio de unas monedas). DA reparte la culpa del infanticidio por medio del recurso (tecnológico) de una comunicación fallida: primero un ―número equivocado‖, hacia el final, el equívoco de la mirada, entretanto, las ―letras equivocadas‖ que constituyen el relato en su totalidad. La equivocación es entonces la clave, una vocación por la equidad, un error equitativo puesto que ―Ataúd de cartón‖ no hace referencia exclusiva a la precaria envoltura que aloja el cadáver descartado en el relato, también marca el lugar de la literatura, el libro. El texto de DA opera así como un juego de manos, la transferencia culposa de un objeto del que los participantes abominan. El cuerpo del niño, entregado a un hombre que luego dispone de él como basura: un significante—el deshecho humano de una sociedad—que hiere mor(t)almente (¿) a quien lo tiene, primero su madre, luego su padre, finalmente, al/la lector/a. Al igual que los textos de Hemingway y Saer, DA no interfiere ( o se abstiene en la medida de lo posible) en la tarea de evaluar los actos de sus personajes. Hacia el final del relato, dos enterradores, trabajadores del cementerio, comparten con el protagonista y el hombre de la caja, una ronda de aguardiente. Precisamente en el momento posterior a la confesión parcial del hombre de la caja, uno de los enterradores irrumpe, dice: ―--Se perdió mi carreta—gritó uno de los viejos, interviniendo y echándonos los brazos encima, por sobre los hombros‖. Páginas antes, mientras el narrador sigue al hombre de la caja entre escombros y basura, hace este comentario: ―Sobre todo, quedaron profundamente grabados en mi animo dos detalles de aquel cuadro perturbador. En una de esas nauseabundas pilas de corrupción, vi una vieja carretilla clavada de punta, con los brazos al aire, y a su lado, clavada asimismo, una pala de albañil, cuyo cabo veíase adornado de cintas como el brazo de una guitarra).‖ La puesta de las manos del enterrador en los hombros del narrador y del hombre de la caja vincula a los tres personajes, la figura es precisamente la de la carretilla atrapada en la inmundicia. Los tres hombres hacen de sepultureros: el uno de oficio, el otro de su hijo, el último de su propia dignidad. Una vez asegurada la destrucción mutua de los personajes, el relato prosigue a extender la culpa hacia el mundo externo: ―Volvió a reír y escupió otra vez hacia un lado. Pero como ya era el amanecer, el escupitajo cayó sobre el nuevo día‖. ―Ataúd de cartón‖ no concentra ni disuelve la culpa y la corrupción moral que provoca el infanticidio, ubica la sordidez plenamente en la realidad de la pobreza y, lejos de abandonar la temática en la nitidez de la explicación económica, transfiere la responsabilidad y la culpa hacia el voyerista
lector, convertido simbólicamente en el portador incómodo, en la forma del libro que transporta, de un cadáver insepulto y en tránsito perpetuo hacia el basural de su conciencia. En todo esto, el género de este relato incomoda, se trata de prosa, ciertamente, pero de un tipo y de una dimensión extrañamente poética (si por poesía entendemos un lenguaje que llama la atención sobre sí mismo). Los diálogos de DA parecen más simulaciones discursivas que verdaderos actos de comunicación, sus descripciones y metáforas más direcciones escénicas de montaje que elementos vitales al argumento. Casi es posible pensar en todo el relato como un gran preludio al enunciado sentencioso de la última oración del texto, un cuento que existe en relación ancilar con la poesía y a la vez una poesía en deuda atroz con la realidad. ¿Cómo enseñar esta literatura? La pregunta demanda y requiere de la aflicción, de la participación incómoda y dolorosa en una realidad desconocida voluntaria y personalmente por la mayoría. Y es más, la pregunta exige una respuesta pública a esa demanda. ¿Cuál es el costo (académico, personal, institucional) de buscar esa respuesta, de importar esa pregunta al interior de un salón de clases? ¿Y cuál el costo de no hacerlo? La literatura del aborto y del infanticidio, de la violencia y de la corrupción, la narrativa que aborda la complejidad moral y humana de una decisión imposible, y que requiere la flexibilidad de admitir ambigüedades contradicciones y falencias, de no sobrevivir el tránsito hacia el diálogo educativo se convierte, con facilidad, en su contrario, en el aborto de la literatura. Sangre en las manos de Laura Pérez de Oleas Zambrano Sangre en las manos es, sin duda, el documento más importante que existe en la literatura ecuatoriana sobre la temática del aborto. La obra, que se publica en 1951? Y que resulta contemporánea de la de DA, ofrece un recuento novelado de eventos ocurridos en Quito casi 15 años antes cuando la policía capturó y recluyó en el penal García Moreno a Carmela Granja, una partera conocida que realizaba abortos clandestinos en Quito y que fue condenada por la muerte de una joven quiteña de posición acomodada. El suceso provocó revuelo y escándalo en Quito comparable a los eventos escandalosos cubiertos por González Suárez, casi medio siglo antes, en su Historia General de la República. La obra de Pérez de Oleas Zambrano opera al interior de un extraordinario registro discursivo, su propia condición novelesca es puesta en duda debido al mecanismo de enmarcación que la envuelve. La obra consta de un prólogo, una oblación, un proemio, ocho ―escenografías‖ y un Coro Admonitivo. Adicionalmente, cada segmento está precedido por un epígrafe alternante, primero del moralista francés Le Rochefoucauld y después del existencialista francés Jean Paul Sartre. Así, la obra se emparenta directamente con la tradición dramática clásica y en particular, lo que podríamos llamar en el Ecuador, el teatro cubista.
El cubismo forma parte integral de las primeras fases de la vanguardia histórica en Europa. Inicialmente aplicable al ámbito de la plástica en manos de Picasso y Braque, sus interrupciones de la linealidad narrativa y de la simetría afectan la representación clásica y la seguridad hermenéutica. A la vez, el cubismo llama la atención sobre la importancia de la fisiología en la representación, a las particularidades refractivas del aparato ocular. De alguna manera, el reemplazo de la perspectiva por una ocularidad contestada (en el llamado cubismo analítico, no en su antecesor, el sintético) alude a una postura crítica escindida e irónica. La década de los años veinte en el Ecuador (En Quito en particular) es una época de inmensa agitación en torno a la actividad dramática. Llegan al país varias compañías itinerantes y se fundan en la Capital varios grupos. Las carreras literarias de dos figuras claves para la literatura ecuatoriana: Jorge Icaza y Humberto Salvador inician en las tablas precisamente en un momento en que la vanguardia histórica se expresa en la narrativa de otra de las figuras decisivas de la literatura del Ecuador: Pablo Palacio. Palacio enuncia una de las primeras proclamas de aproximación del cubismo hacia el ámbito de la literatura ecuatoriana[iii]: ―Ocurre que los hombres, una vez terminado el día, suelen despedirse de parientes y amigos y, aislándose en grandes cubos ad-hoc, después de hacer las tinieblas se desnudan, se estiran sobre sus propias espaldas, se cubren con mantas de colores y se quedan ahí sin pensamiento, inmóviles, ciegos, sordos y mudos‖ (Son las primeras líneas de la novela). La formulación de Palacio recoge elementos ―existencialistas‖ avant la lettre y ciertamente expone las limitaciones perceptivas y representacionales de una sola perspectiva[iv]. La clave aquí consiste en el paralelismo existente entre la ―desacreditación de la realidad‖ como estrategia literaria y su disección analítica, en la forma de pequeñas viñetas diseñadas para su exhibición pública. Vista así, la naturaleza teatral de la obra novelesca de palacio (Vida del ahorcado, Débora) se vuelve accesible. La idea cubista consiste en la utilización de puntos de ingreso múltiples o contrastantes a una realidad enajenante; en manos de Palacio, mediante el recurso alegórico, presenciamos, bajo una lupa, la comedia/tragedia de la vida capitalina[v]. Se trata así, de pasar de la tridimensionalidad de la perspectiva (el llamado ilusionismo) al plano de una representación ocularizada y dilatada (abierta hacia otra(s) realidad(es). Flagelo de Jorge Icaza Este es el caso—más explícito—de Jorge Icaza, en su obra dramática Flagelo en la que se muestra la imposibilidad de una perspectiva única. Flagelo consiste en una serie de viñetas en donde el público registra la degradación de los indígenas sólo para comprobar, en la escena final, que los verdaderos agentes de la representación sólo existen tras bastidores; son el cura, el teniente
político y el hacendado que fungen, en una obra puntuada por un látigo invisible y sus chasquidos, respectivamente, como traspunte, apuntador y flagelante. Esta obra, clave en el canon icaciano por la transición que expresa entre el registro experimental y la expresión realista, entre su teatro y narrativa, se encuentra nuevamente, permeada por el cubismo[vi]. La realidad agraria ecuatoriana, sugiere Icaza, es inasible por medio de una percepción ingenua, requiere ser aprehendida de manera estructural (¿geométrica?), las fuerzas que la moldean se ocultan y existen en los límites de la representación, hasta el mismo autor se alinea directamente con esas influencias ocultas y disputa con ellas el monopolio de la interpretación. Pensemos, junto con la aparición hacia el final de Flagelo, en el escenario, del triunvirato de la explotación (cura, teniente político, hacendado, a esto, Icaza le añade, enHuasipungo, una cuarta figura, la del empresario transnacional) en la presencia del autor, cómplice, junto con estos otros personajes, de la formulación de la ―realidad‖ ofrecida al público. Esta familiaridad refractiva ―cubista‖[vii] permite comprender el falso dilema entre vanguardia y realismo que la historia literaria ecuatoriana registra como un conflicto que destierra el experimentalismo formal a nombre del realismo facsimilar. El experimentalismo, lejos de extinguirse, adopta formas de distorsión de la realidad aparentemente menos hostiles a la mimesis, una de ellas, el grotesco, porta, como caballo de Troya, los impulsos refractivos propios de la vanguardia. A la vez, el acercamiento ―sociológico‖ del llamado realismo social a la realidad ecuatoriana asume como herramientas expresivas el estilo analítico característico del cubismo, su disposición permanente a separar y escudriñar la realidad (grotesca) en una multitud de pequeñas facetas, para su (dramático) re ensamblaje posterior en la mente de los lectores. La desaparición de una tradición teatral en los años treinta, que coincide con la ―desaparición‖ de los experimentalismos formales en la narrativa, contribuye a la impresión de que el discurso antimimético se extingue. De hecho, ambos se camuflan, la representación teatral en la novelística, la dimensión experimental en el llamado realismo. El cubismo es así un signo invisible que marca lo que algunos creen ser una intensificación del registro naturalista: el llamado ―realismo social ―que expresa su inseguridad por medio de una enunciación excesiva e innecesaria (un realismo al cuadrado), en la literatura ecuatoriana opera un realismo al cubo, o un realismo3. Paralelogramo de Gonzalo Escudero Tal es el caso de Gonzalo Escudero, que en 1935 publica su obra dramática Paralelogramo[viii].Se trata de una obra altamente experimental en la que aparecen dos hombres y dos mujeres, designados únicamente por un numeral, en una serie de cuadros y escenarios: una universidad, una cárcel, un hospital psiquiátrico, una morgue, un vagón de ferrocarril y una oficina policial Paralelogramo es una meditación en torno a la espacialidad del poder represivo en la modernidad. En el informe policial, en el último cuadro, se informa-- desde una estación de policía-- sobre la
huida de ―cuatro universitarios, cuatro presos, cuatro locos y cuatro muertos‖. La obra se ocupa de la evasión, que en el contexto estético ecuatoriano, tiene resonancias poéticas específicas en nuestro modernismo (Escudero fue, ante todo, poeta). Si podemos hablar de teatro cubista entre nosotros, ciertamente que el texto de Escudero sería una de sus principales muestras (Podríamos indagar sobre una circunstancia similar para algo del teatro de Icaza y el de Raúl Andrade, sobretodo en Suburbio) . Tal como yo lo entiendo, esta fórmula intentaría, en el caso de Paralelogramo (letras paralelas), generar un texto en donde todo sería visible desde todo ángulo, a la vez. Esto ya lo captó Maria del Carmen Fernández en su texto sobre Paralelogramo, recientemente reeditado en el último volumen de Re/incidencias del Centro Cultural Benjamín Carrión. Fernández señala que el personaje del Quinto Cuadro, ―el ajusticiado‖ es una suerte de síntesis de todos los personajes que lo preceden, una suerte de panóptico humano, un ente que representa la simultaneidad de planos y perspectivas. De hecho la asincronía y el anacronismo de la obra producen (deberían producir) risa. Es ese el aporte principal de la literatura de Palacio y de Humberto Salvador para citar dos ejemplos de autores ―cubistas‖ que incorporan el humor como algo en sí mismo, que conciben a la literatura como un juego y que, por lo tanto, rechazan las actitudes ―poéticas‖ y sentimentales. Se trata de un orden simbólico, pace Foucault, en donde la simultaneidad de circunstancias punibles se sobrelapan, al igual que los personajes, para develar un trasfondo desolador y sólido a la vez, una de/generación (una confusión genérica) en donde tragedia y comedia, masculino y femenino, represión y libertad, se entremezclan y revelan confundibles. Crítica cubista El lituano Algirdas Greimas desarrolla una mecanismo de análisis de las estructuras narrativas en forma de paralelogramo, el llamado cuadrado semiótico. Greimas (1979: 96-99 y 1986: 63-69) sostiene que existe una estructura elemental de la significación, susceptible de ser reproducida visualmente en forma de cuadrado, y que se basa en la combinación de dos oposiciones binarias entre dos términos opuestos y sus respectivos complementarios, de manera que todo sistema semiótico queda definido como una jerarquía en la que sus términos se agrupan por pares, ―los cuales mantienen entre sí relaciones de contradicción, contrariedad o complementariedad a oscilar" (1981: 39). Afirma, además, que los textos culturales manifiestan distintas representaciones de la conciencia ideológica en la cual surgieron, como hubiera suscrito Lukács, pero, yendo un paso más allá que el filósofo húngaro, entiende que esta representación afecta no sólo a lo dicho propiamente en el texto, sino también a lo no dicho, lo reprimido o desplazado. Pensar la clausura semántica desde el cuadrado greimasiano, permite la reconstrucción de lo ausente en el texto, por su relación con lo específicamente expuesto.
En este sentido, Paralelogramo , al igual que cualquier otra manifestación cultural, es una expresión que intenta encontrar una solución, abiertamente simbólica, a una contradicción determinada que el autor percibe. A mi manera de ver, esa contradicción (la más evidente), dados los años aciagos de enfrentamiento entre experimentalismo formal y realismo social en las letras ecuatorianas, no puede ser otra que Política vs poética La vanguardia se presenta al surrealismo como una solución en este momento, la vanguardia poética (la voluntad antimimética del arte radical) es simultáneamente una vanguardia política, alineada con la izquierda, y ya desde los años veinte, con la revolución rusa. Esa voluntad resolutiva seguirá intentando, desde los veinte en adelante, lograr la llamada ―gran síntesis‖, el equivalente en el mundo del pensamiento humanista, de la teoría de la unificación en la física: la hibridación de Marx y Freud. En el Ecuador de mediados de los 30 la batalla se había decidido hacia el realismo social, hacia un arte representacional y hacia la teoría del reflejo. En esas circunstancias, Escudero intenta aclarar un espacio para una poética distinta y multiperspectiva. Un diagrama greimasiano de esto se podría representar así como el enfrentamiento entre la oposición binaria: móvil--------------------------------------estático Esto es así porque Escudero quiere representar una realidad (política y estética) a la vez dinámica y quieta. Una sociedad conservadora y liberal, otra en la que hace su aparición el socialismo. Un arte burgués y otro de gran audacia. Su texto intenta resolver esta dificultad a nivel de forma, de tiempo y de espacio a través de distintas configuraciones (resoluciones) narrativas. Así tenemos: Móvil------------------------------------------estático No estático-------------------------------------no móvil La síntesis entre lo estático y lo no móvil, aquello que no se mueve pero que a la vez es más que inmóvil (que no se mueve de otra forma), en la obra, es la morgue, en donde experimentamos la imposible conversación de los muertos. Una solución narrativa empleada con amplio éxito, años más tarde, por Juan Rulfo en su Pedro Páramo. La síntesis entre lo no móvil y lo no estático (es decir, entre aquello que no está quieto y aquello que no está en movimiento) es el ajusticiado mismo, aquella figura que contiene a 16 distintas
perspectivas, que es móvil en tanto registra el dinamismo monstruoso de la incorporación de muchos otros a la vez que esa compresión se registra de manera interna, bajo la apariencia de la inmovilidad. La síntesis entre lo móvil y lo no estático tal vez sea la más difícil, puesto que no está en el texto sino como potencialidad, en la forma latente de un montaje futuro. En el caso de este Paralelogramo, aquel estrenado en el Sucre el 24 de abril del 2008, a las 8 y 30 de la noche, en lluvia, la síntesis es la estructura metálica que los actores manipulan a lo largo de la obra, convirtiéndola, simultáneamente, en hospital, vagón de tren, campus universitario, refugio, escondite, cárcel y alberca. Esa estructura, la concreción simbólica de la movilidad proteica de la modernidad, consiste, para Escudero, en un problema diferido a futuro y retomado por la compañía de teatro a cargo del montaje de la obra. Por último tenemos al síntesis de lo móvil y estático a la vez, que no puede sino ser el tren que transporta a los personajes, el artefacto mecánico privilegiado de la forma de la nación ecuatoriana, aquel mecanismo que salva la distancia ideológica insondable que existe entre García Moreno y Alfaro y que finalmente ―une a la nación‖. El tren provee a la obra de una solución formal importante, al igual que el comentario de Jerry Seinfeld sobre el automóvil, es un lugar en donde ―uno puede estar, simultáneamente, adentro y afuera‖ La resolución final del cuadrado semiótico entonces se vería así:
El tren
Móvil ----------------------------------- estático
El escenario
la morgue
No estático ------------------------------ no móvil
El ajusticiado
Paralelogramo así, más allá de plantearse en abstracto como un escenario onírico e impreciso, logra, en palabras de Frederic Jameson una ―solución imaginaria de las contradicciones objetivas a las que constituye así una respuesta activa" (1981: 95). Concebido de esta manera,Paralelogramo pasa a ser una forma de la praxis social, una "solución simbólica de una situación histórica concreta". Resta entonces cerrar rechazando las ambigüedades con las que se hace referencia a esta obra con la muletilla de ser ―poética‖ o surrealista. El surrealismo no es una fuga de la realidad hacia el valetodo interpretativo, es una dimensión concreta que adviene a la manipulación artística y mediática de la realidad, por eso no resulta contradictorio observar por ejemplo, el surrealismo de los reality que abundan entre nosotros. El absurdo en Paralelogramo no consiste en un vago acto referencial hacia un existencialismo universal y ahistórico, se alimenta del proceso constituyente en el que participó Escudero pocos años antes de escribir esta obra y en el que se otorgó formalmente el derecho al voto a la mujer (un elemento clave), de la Guerra De Los Cuatro Días, que se vivió en esta ciudad meses antes cuando ―Los combates se dan en la plaza de Santo Domingo, estos grupos entran en acción participando también civiles, 150 carchenses. Quito, sigue sin luz, ni tiendas, solo hay balas. Los que atacan por la avenida 24 de Mayo encuentran una terrible resistencia resolviendo entonces atacar casa por casa: la angustia en la ciudad aumenta, resulta duro abrirse paso: una ametralladora abre fuego desde la torre de la Iglesia de Santo Domingo; los cañones atruenan el ambiente, disparan desde cuatro puntos, Panecillo y Alpahuasi. Los defensores se retiran poco a poco, ceden al fin pero tras dura lucha, en el Arco de la Reina, luego se ubica en el mercado de la Rocafuerte. También en el norte de Quito, prosigue la lucha, igual en muchos barrios, numerosos compactados se han ubicado en la zona "para defender la calle Bolívar". Caen varios pero hay otros dispuestos a seguir disparando.‖ [ix] Sangre en las manos
Y así llegamos a la novela de Laura Pérez de Oleas Zambrano, Sangre en las manos. La obra aparece, a primera vista, como un cuerpo literario extraño, un ensamble de géneros (el narrativo, el dramático, y dentro de ellos de subclases: el cuento de hada, la novela gótica, el ensayo) y de registros expresivos (el modernismo, el romanticismo, el realismo y un experimentalismo llamativo por su ausencia) que operan al interior de la única novela ecuatoriana escrita sobre la temática del aborto. La novela se publica en 1959, en un momento menguante de las fortunas del llamado realismo social latinoamericano y opera al interior de un episodio histórico ocurrido en Quito treinta años antes. Pérez de Oleas Zambrano parece querer minar la fórmula exitosa del ―realismo‖ en el Ecuador y escribir una obra capaz de denunciar la abyección que acompaña al aborto, de presentar una defensa espirituosa de quienes no tienen voz (campesinos, indígenas, negros, proletarios) en el panorama fracturado de la sociedad ecuatoriana de la época. El problema en parte tiene que ver con el sujeto silenciado, con la inconmensurabilidad existente entre etnia o clase social y género. Porque lo que resulta claro en esta novela es que Pérez de Oleas Zambrano escribe de mujeres y no de fetos, que decide explorar la profundidad dramática de su personaje central, Estenia Germán, a la vez que desintegra, progresivamente, su credibilidad. Por ejemplo: ―Para Estenia Germán era la fiesta de su doctorado. Con la operación abortadora hecha con tan buen éxito a Sabina Ocaña, quedaba consagrada su profesión de comadrona clandestina. Desde entonces principia su ―apostolado‖ a favor de la mujer quiteña; pero de la frágil y criminal que necesite de su auxilio. Estaba puesto el cimiento de su gran obra ―redentora‖. Había escalado el primer peldaño de su trono hecho de matrices sangrantes y niños degollados. Empezaba la trágica monarquía de la Reina del Hampa Quiteña‖ (p 83) El comentario moralista, de índole editorial, se desliza entre la descripción y el exceso metafórico. El titubeo entre estas orientaciones se observa con claridad en el uso (una constante en toda la obra) de comillas, Pérez de Oleas Zambrano se ve obligada a emplear una ironía que requiere de visibilidad ( y que por lo tanto pone en duda su sinceridad como ironía) . Se trata así de una suerte de actuación, a nivel ortográfico, pública, de una performance que absuelve a la autora de responsabilidad sobre su propia ambivalencia. Una nueva evocación del personaje: ―¡Bruja!. . .¡Sí!. . . El epíteto lanzado esa mañana lapidó su orgullo de mujer. Pero si la boca de esta ―bruja‖ se abriera para delatar a sus cómplices, se necesitaría un celuloide de larguísimo metraje para proyectar en la pantalla de la vida quiteña, la innúmera procesión de delincuentes que, en junta de ella, deberían llenar los presidios. Por su burdel de prostituta; por su clínica mortífera, por su casa de tolerancia, por su laboratorio de confeccionar doncellas y por su arca de usurera al ciento por ciento, pasaron en esotérica ronda todas las clases sociales de la bella y tranquila ciudad de San Francisco de Quito. El mismo conglomerado que ahora tocaba su trompeta de alarma para defender la ética amenazada por una sola mujer. Por esa mujer que fue la salpicada de su limo podrido; la que recibió el oro que el pecado iba a depositar suplicante en sus arcas y que llorando se arrastraba a sus pies para que esgrimiera el estilete infanticida.
Apoyada en el castra la Germán protestaba con su lloro de la injusta agresión del pueblo quiteño. Preparaba su defensa que sería delatoria para los que le recluyeron en la cárcel. Y pensaba que ella no fue más que la ejecutora de los delitos que otros premeditaron. Hipócritamente, los mismos, le ponían ahora sobre su frente el ―inri‖ del oprobio y le encerraban como a una bestia peligrosa. Mientras ellos seguirían , en otras clínicas y burdeles, la misma obra indecente e igualmente criminal y destructora. (p 128) En esta segunda instancia vemos un tono diferente, un acento distinto, un acercamiento más comprensivo y analítico a la temática de la asignación de culpa en el aborto. La novela despersonaliza el tema y reasigna responsabilidades, Estenia Germán aparece ahora como un símbolo más que como un personaje. Apenas once páginas más tarde, la novela se inclina por un movimiento pendular de regreso al psicologismo: ―gran atenuante de la amoralidad de la partera Germán es su absoluta falta de comprensión para separar el bien del mal. Por eso Estenia no entendió el porqué de su encarcelamiento. ―Ella se ganaba la vida trabajando, pero la justicia humana la condenaba sin ir al fondo de su alma, que era buena, que todo lo hizo por el bien de los otros, que se inclinó ante la súplica de mujeres llorosas y desgraciadas, por las cuales tuvo muchas horas de desvelo. ¿Tenía ella la culpa de poseer esta habilidad y que hombres y mujeres de toda la escala social buscaran sus servicios?. . .‖‖ (P139) Nuevamente, las comillas hacen su aparición, esta vez a favor de un monólogo interior que rompe con el didactismo paternalista y jurídico de inicios de la cita, las comillas buscan exteriorizar el pensamiento de Estenia Germán, de tal manera que su discurso no tenga posibilidad alguna de confundirse con la fluctuante severidad del narrador. ―Casos como el de Clarita quedan para siempre en el secreto. Se repiten con aterradora frecuencia las tragedias ocasionadas por el delito del aborto. Pero las familias tienen buen cuidado de ocultar su dolor y vergüenza. Mas no culpemos a una sola mujer como la causa de esta llaga purulenta que se va extendiendo as cada día en todas las clases sociales‖ 208 Lo que parece progresión, desde una caracterización naturalista hacia el inicio de la novela hacia una evaluación prudentemente objetiva de la vida de este personaje con el pasar de las páginas, en realidad evidencia una constante oscilación, nunca lejana a la condena ni a la caricaturización. Otro ejemplo: ―¡Libre!. . .Juro que las calaveras de niños seguirán hacinándose en mi Solio hecho de matrices sangrantes e infantes degollados!. . .!Ja¡. . .!Ja¡. . .!Ja¡. . . Aun no termina la obra de la Reina del Hampa Quiteña. . .Mi reinado será eterno porque me sucederán en el Trono otras Estenias que seguirán remendando y parchando honras con cadáveres de nonatos. . . 421
Estenia Germán se constituye así como un ser imposible, elaborado a partir de perspectivas contradictorias: el psicologismo, el naturalismo determinista, la caricatura, el análisis social. Como la criatura elaborada en la famosa novela de Mary Shelley a partir de fragmentos de cadáveres exhumados, la novela de Pérez de Oleas Zambrano canibaliza discursos y registros expresivos para constituir una textualidad monstruosa, junto con un personaje in-creíble. De hecho, varias interpretaciones sobre la novela de Shelley señalan que la novela puede leerse como un tratado sobre la maternidad interrumpida de esta autora, que sufrió varias pérdidas en los meses previos a su elaboración del manuscrito de Frankenstein y que sintió en su propia existencia la monstruosidad al haber provocado, durante el parto, la muerte de su propia madre. El monstruo constituye así la abominación de un ser nonato, llevado a la vida por medio de las maquinaciones perversas de un hombre y de una literatura. Pero a la vez, la obra de Pérez de Oleas Zambrano expresa la lógica delirante del cubismo sintético: menos un fracaso estético que una composición ideológica, ética y discursivamente contradictoria. Lo macabro resulta imprescindible en esta tarea, la distorsión grotesca de la realidad, su descomposición estética: ―Esta fuerte dualidad. Esta voluntad y energía que obraban en ella que le hacían ―poder‖ lo que ―quería‖ eran tan estupendas que dejaban absorto a Fernández. Era además, una sedienta destructora de vidas. Para ella la vida no tenía más significado que el de un ato de membranas encarcelado en una matriz. Y gozaba de una extraña borrachera cuando podía desbaratar una vida con la magia de sus pinzas. Y matando y destruyendo iba encontrando en las vísceras el secreto de la Vida. Que su mal es la lujuria y que su energía es el furor sexual. Que el instinto reproductor no es delito. Y supo además, que el amor es dulce bienhechor y que fue el hombre el que creo el pecado, haciendo un reptil que se esconde en la penumbra, de astro que brilla en lo infinito‖ ( p 9192) Vemos aquí la necesidad de construir un suplemento al registro del realismo dominante de la narrativa ecuatoriana de los cincuenta. El texto presenta a Estenia Germán al interior de un discurso que la constituye como científica, como exploradora de vanguardia que persigue ―el secreto de la Vida‖ en el aparato reproductivo de la mujer. La protagonista se nos presenta desde adentro, desde una omnisciencia capaz de penetrar a su fuero más íntimo, como una mujer obsesionada (como el mismo Victor Frankenstein) con el conocimiento y dispuesta a toda transgresión para alcanzarlo. Aunque ese conocimiento se vea ―contaminado‖ por descubrimientos de otra naturaleza, que politizan esos hallazgos: ― Que el instinto reproductor no es delito. . .que fue el hombre el que creó el pecado‖. La aporía que expresa la novela, el dilema moral del aborto, se presenta como una oscilación constante entre representaciones relativamente benignas de Estenia Germán, hasta elogiosas en algún grado y representaciones como esta:
― (La Germán) Añoraba con tristeza de proscrito los vientres combados de mujeres grávidas. El correr de la sangre. El ¡ay¡ doloroso que precedía a la triunfal extracción del feto, que gesticulaba como un payaso en el extremo del gancho‖ (187) La protagonista de la novela aparece aquí, como en muchas otras partes de la novela, retratada bajo la figura sanguinaria del homicida, Pérez de Oleas Zambrano por momentos asigna a Estenia Germán una malignidad sobrenatural, con frecuencia hace referencia a ella con el nombre de ―bruja‖, y alterna esta designación con ―maga‖, ―artista‖, ―hada‖. La oscilación en que pende este personaje, desde una caracterización extrema a otra, refrenda la vocación cubista de la novela. El cubismo dramático de Sangre en las manos, de manera similar a las manifestaciones previas de esta tendencia, ofrece representaciones de un personaje (Estenia Germán) y de una circunstancia (el aborto) que renuncian a la totalidad, que distorsionan y refractan una ―realidad‖ constituida a partir de múltiples perspectivas, algunas de ellas, insoportables. Los personajes que pueblan las páginas de la novela, desde la vida personal de Estenia, criada en la pobreza y determinada a mejorar su condición económica e intelectual, luego presa del chantaje afectivo de sus amantes, finalmente llevada al extremo emocional mediante la muerte trágica de su hija, hasta las historias de Rosa Blanca, Clarita, Soledad, Mariela y , Gracia son abiertamente sujetos de melodrama. El carácter experimental del melodrama con frecuencia pasa desapercibido, se trata de un modo narrativo específico, repudiado con frecuencia por la crítica masculina, que connota una historia doméstica irreal y patética, con personajes estereotipados (la mayoría de veces femeninos) y que se dirige a un público de mujeres[x]. Es como si Pérez de Oleas Zambrano dudara de su capacidad de sostener la forma de la novela (de hecho es una de las primeras y pocas novelistas del Ecuador) y buscara suplir su emergente dominio de la forma a través de recursos probados exitosamente por los novelistas que la preceden (el grotesco, el realismo, la denuncia social) pero que encuentra que su temática la desborda y que excede el alcance de esos recursos. El suplemento de la novela entonces se vuelve el drama, y el suplemento del realismo, el cubismo. Esta misma tensión se aprecia en la alternancia de epígrafes, de Sartre, seguido de La Rochefoucauld y de nuevo la misma sucesión. El moralismo didáctico de La Rochefoucauld, que escolta el imperativo costumbrista de la sociedad Quiteña, de condenar irrevocablemente, de la mano de la doctrina católica, la práctica del aborto, seguido del voluntarismo ético existencialista, aliado a un cuestionamiento sísmico de la familia patriarcal (en el que se siente la influencia de De Beauvoir) , que favorece un acercamiento más pausado hacia la temática del aborto: ―Comprendemos la necesidad del aborto. Es hasta un deber en determinados casos morales y en otros que la medicina señala como necesarios para la vida o salud de la madre. Lo que se debe condenar es el abuso. Que se haya hecho de la ciencia una cloaca de escape para la corrupción,
que es explotada muchas veces, por mujeres o profesionales que no son especialistas en esta rama de la cirugía. Lo criminal que hay en el aborto provocado no reside solamente en la muerte del embrión humano. Es el peligro de muerte que tiene la madre cuando la mano del cirujano no es experta en esta clase de maniobras. Esto en cuanto a lo físico. Y en lo que respecta a la ética social este abuso resulta nefasto, porque crea en las almas juveniles un falso concepto de la maternidad, viendo en el hijo tan solo la consecuencia del placer; consecuencia de fácil desaparición y que motiva la ruptura del freno moral tan necesario a la mujer joven. Más amor al hijo. Más ética profesional. Mas responsabilidad paternal. Más conciencia en el acto sexual hacen falta para que disminuya el exceso de abortos que va en mengua de la población ecuatoriana. Las bases de la educación juvenil deben ser de solida moral y completo conocimiento de sus deberes. El muchacho desde los bancos del aula necesita saber que la circunstancia que le hizo nacer macho no le da derecho a canalladas. La sociedad no hace alto en sus deslices amorosos; pero esto no le autoriza a abandonar a una mujer que va a ser madre. Ni a ser inhumano y desnaturalizado con quien se le entrego amorosa y con el hijo que emergió de su sangre. No se imagine que solo la hembra debe llevar las consecuencias de un acto que lo hicieron en común. No es ella sola la responsable. Sufre, a veces, el engaño y la perfidia de un hombre que la poseyó con palabras de miel y promesas que jamás llegaron a cumplirse.‖ (209-210) Estas palabras abandonan la estructura narrativa de la novela e incluso las convenciones dramatúrgicas, adoptan una postura crítica-analítica que añade una faceta adicional a la obra, una dimensión distinta. Hacia el final de la obra, Pérez de Oleas Zambrano, dentro de la convención formal de lo que llama el Coro Admonitivo, señala: ―Salve, mujeres fecundas. Salve, madres. Salve, madre ilegítima. . .Tu doliente Calvario se transfigurará en llamaradas de Tabor, cuando los besos de tu hijo borren de tu frente las rojas gotas que brotaron de los pinchos de la dolorosa corona, que incrustó en tus sienes una sociedad que no puede distinguir el vicio de la tragedia purificadora. No estás señera en tu martirio. En la tarde de tu crucifixión tienes a tu vera en el Calvario al hijo de tu dolor. No importa que el engendrador huyera cobarde, que te dejara abandonada en los eriales de la vida, que los dos caminéis solos bajo el sol implacable de un destino. No importa. Nube milagrera israelitica—que os dará sombra o luz en el paso por vuestro desierto espiritual—será el amor materno. Llegareis, un día, fatigados, pero exultantes, a la tierra promisoria de un afecto que no sabe de olvidos ni de falacias. ¡Madre ilegitima. Salud!‖ (426)
El coro griego, en la dramaturgia clásica servía para comentar sobre los temas expuestos, para mostrar y anticipar en el escenario, las reacciones de la población en su conjunto pero, también, en muchas obras, el coro expresa lo que los personajes no pueden decir. El coro es, adicionalmente, admonitorio, advierte, en un final evocador del exhorto final de Huasipungo, la más famosa novela de la literatura del Ecuador, sobre un futuro de solidaridad de género alcanzado después de la adversidad. Sorprende el tono mesiánico del fragmento, envuelto en la parafernalia verbal tanto de la diáspora como de la escena final del evangelio. En la reescenificación de Pérez de Oleas Zambrano, una mujer, una madre ilegítima (¿ilegítima por haber abortado, o por haber alumbrado al margen del consentimiento patriarcal?) toma el lugar de Cristo y es el varón ―cobarde‖, el Padre, quien resulta finalmente desterrado de la tierra promisoria, de ―un afecto que no sabe de olvido ni de falacias‖. Se trata de una Utopía feminista, a la par del famoso texto de Charlotte Perkins Gilman Herland (1915) que describe una sociedad compuesta exclusivamente de mujeres que se reproducen via partenogénesis y que producen un orden social ideal, libre de guerras y dominación. La admonición consistiría así en soñar esa alternativa y registrarla. Hacia el final de Sangre en las manos migra la intención de la obra hacia una especie de consenso relativo al aborto. Cuatrocientas páginas después del inicio de una novela atrapada en su indecisión ética, Pérez de Oleas Zambrano emite una fórmula que concilia (temporalmente) la indeclinable indeterminación en que la literatura ecuatoriana de los cincuenta representa al aborto:tragedia purificadora.
[i] Ambos textos se pueden encontrar en versión electrónica en
http://libertadnoduerme.blogspot.com/2008/03/dossier-cuentos-para-romina-literatura.html [ii] El infanticidio también es un antecedente notable en la obra de Pablo Palacio, fundamentalmente en su Vida del Ahorcado [iii] El cubismo se ubica en la obra de Pablo Palacio, entre otras cosas, a través de la impronta de la ilustración de su novela Débora (1927), tanto en la exquisita portada de Guillermo Latorre como en el exlibris del mismo texto, realizado por Kanela (Carlos Andrade). [iv] Confrontar, por ejemplo con ―El muro‖ de Sartre o Huis Clos [v] Un antecedente interesante en este sentido consiste en la literatura ―costumbrista‖ de Juan León Mera, a su vez, pintor y novelista ecuatoriano del siglo XIX. El doble registro artístico posiblemente registre algún impacto en asuntos de ―visión‖ , recordemos la carrera de escultor del hermano de Pablo Palacio.
[vi] El estatuto cronológico de Flagelo es asunto que requiere esclarecimiento, algunas noticias lo sitúan como un texto posterior a la publicación de Huasipungo, otras precisamente en el límite de la producción teatral de Icaza, en el momento previo a su incursión hacia la narrativa. La naturaleza fantasmática de la obra de teatro así se constituye en uno de los problemas claves de la historia literaria. Ver mi ―Jorge Icaza y la dramatización de la vanguardia‖ en Re/incidencias.Anuario del Centro Cultural Benjamín Carrión no. 4. Quito: CCBC, 2007. [vii] Que adicionalmente puede apreciarse en la importancia del número tres, de los tres actores ―invisibles‖, opresores al cubo. [viii] Pese a que la obra fue publicada en 1935, nunca fue puesta en escena, esto ocurrió en Quito 73 años más tarde. Para más referencias véase ―Paralelogramo en el Sucre‖ El apuntador no 33, Junio, 2008. [ix] Tomado de http://www.explored.com.ec/ecuador/guedra.htm [x] El melodrama, etimológicamente derivado de la inclusión de contenido musical en la escena literaria (melos, canción) acompaña otros textos cubistas en la literatura del Ecuador, confrontar por ejemplo, la partitura que da inicio a En la ciudad he perdido una novela de Humberto Salvador a la vez que el extenso registro de poesía modernista musicalizada en la forma de pasillos: el melodrama de la nación.
Para mentirme menos Beatriz Le贸n
PAUSA De vez en cuando hay que hacer Una pausa Contemplarse a s铆 mismo Sin la fruici贸n cotidiana Examinar el pasado Rubro por rubro Etapa por etapa Baldosa por baldosa Y no llorarse las mentiras Sino cantarse las verdades Mario Benedetti
Aprendí a ser mujer desde chiquita cuando tenía anteojos grandes y por eso parecía inteligente más que deportista o bella. Fui creciendo dentro del cariño de mi familia de clase media y en los dos primeros barrios en los que por suerte viví por más de 10 y 5 años, el primero cerca del parque Rodó en Montevideo y luego en el barrio de Iñaquito. A partir de entonces cambiábamos de casa cada 2 años cuando terminaba el contrato de arrendamiento. En el colegio resulté ser rebelde y no tan mala deportista y por eso conocí mucha gente, muchas mujeres. Mi adolescencia corrió en un colegio mixto, de la élite económica quiteña, alternaba mis entrenamientos con las visitas a un orfelinato de niñas, el cáncer de mi tía y la colaboración en el hospital de niños. Seguramente así creció mi afán por hacerme médica pediatra algunos años después. Me enamoré en el camino de esos años de un tímido poeta feminista, ahora amo también como madre a dos lindas adolescentes que cada día enrostran las diferencias de mi país: crecer en mi casa es diametralmente opuesto a estar fuera, a ser una de las miles que no tienen siquiera conocimiento de la violencia en que viven. Este año que termina Ecuador sufrió la campaña publicitaria más feroz contra las mujeres, pasó como que fuera una campaña política más pero por primera vez abrió los ojos de algunas y algunos a la combinación de machismo, conservadurismo y falso cristianismo que devela (ojalá con rebeldía) la violencia contra la mujer en nuestro país. Relato tres de las diez historias que, en el transcurso del 2008, formaron parte de mi vida, cada historia es una mujer de carne y hueso, no de aquellas enunciadas desde púlpitos o micrófonos con el propósito moralista del ejemplo. Son historias de mujeres que fueron violentadas y victimizadas al no tener acceso justo y limpio a sus derechos. Para mí resulta doloroso que las mujeres en mi país no puedan tener los hijos que quieran, cuando quieran y con quien quieran. Desde esa bronca escribo este artículo con la esperanza de modificar la percepción de quienes aspiran a pensar con franqueza en temas que se resisten al simplismo del dogma doctrinal. Una María Angélica tiene casi 14 años, trae a su hija Stacey de 3 meses, viene con la patrona de su mamá porque aquella está trabajando. Han escuchado que yo puedo ayudarles con una fundación a solucionar el problema de Stacey. La bebé tiene labio leporino y paladar hendido, no ha crecido casi nada y se mueve muy poco. En el transcurso de esa semana mientras con exámenes y citas diagnosticamos un defecto en el corazón y otro en el cerebro de esta bebita, aprendo sobre la relación de Stacey con su madre y con su abuela. Trato de decirle a la abuela que es imposible que María Angélica sea la mamá aunque la haya procreado. Me mira condescendientemente la señora Pilatunga probablemente con ánimo de decirme mucho más que las cortas frases que transcribo: -Sí doctorita, eso lo supe antes de que naciera Stacey -¿Por qué dice eso? -Mi hija nunca tuvo menstruaciones, fue “usada” muchas veces por un tío mío que es vecino y toma mucho. Supimos que estaba embarazada al llevarle al hospital donde le hicieron un ultrasonido porque vomitaba
todos los días y pensaron que tenía mal la vesícula. Mi guagua sólo ahí me contó lo que le hacía este mal hombre. Yo creo que hasta el día que la operaron de la cesárea porque era muy chiquita y no iba a poder parir ella no entendía bien que estaba embarazada. -¿Qué hizo usted cuando se enteró? -Una enfermera me dio dos datos: el de la comisaría de la mujer para demandar al tío y el de un doctor que hace abortos, es que el médico del hospital nos dijo que era muy riesgoso el embarazo de mi guagua pero que él no podía hacer nada porque la ley dice que todas las mujeres deben parir los hijos. -¿Qué pasó luego? -Ese día dejé a mi hija en la casa y llegué llorando al trabajo. La patrona me dio permiso para ir a la comisaría pero me dijo que el aborto era un crimen y que además podíamos ir presas. Ha sido muy buena porque me ha dado los permisos para ayudar a mi guagua con el embarazo y ahora me trae donde usted. Mi hija es muy chiquita, es mentira que ella maduraría con el parto. Sigue siendo muy guagüita y por eso ahora yo mismo cargo con la Stacey hasta que viene de la escuela la María Angélica. El problema es que ya no me avanzo así que creo que va a tener que encargarse ella misma y aunque sea unos dos añitos no ir a la escuela. Como es buena alumna no se ha de atrasar mucho y ya terminó la primaria que es lo importante, yo tuve mi primer hijo a los 15, solo tengo hasta el tercer grado y creo que mi hija sí se ha de graduar un día, por ahora me alegro que sobrevivió el embarazo. Stacey será querida como casi toda criatura que crece, tendrá muchas cirugías en los próximos años para reparar sus defectos de la cara, su problema cardíaco es menor por ahora, sin embargo puede necesitar reparación a los 4 años para evitar complicaciones a futuro, justamente si se embaraza. De la malformación cerebral solo el tiempo y la estimulación que reciba dirá el grado de discapacidad que desarrolle. María Angélica no recibe apoyo psicológico por falta de recursos. El violador está preso, inicialmente negó ser el progenitor pero con las pruebas genéticas positivas cambió la historia a una supuesta seducción que no pudo resistir, ha mencionado querer tener contacto con Stacey. La historia sigue, como tantas otras que viven nuestras adolescentes y niñas. La estadística fría por lo cruel del número dice que casi el 20% de las niños nacidos vivos en el 2005 fueron de adolescentes menores de 19 años, esto implica que estas jóvenes quedaron embarazadas y dieron a luz durante sus estudios primarios o secundarios con la consiguiente disminución de calidad, tiempo de estudio y niveles finales de graduación, es decir con una clara desventaja en oportunidades de desarrollo y la evidente merma en sus derechos humanos. Pero si por cada niño nacido hubieron otras dos jóvenes que no llegaron a parto, en nuestro país casi un tercio de las adolescentes se embarazan por lo menos una vez. En Ecuador el 80% de la población general no tiene aseguramiento en salud, peor las jóvenes que no pertenecen al 7.5% de la población que reciben cobertura en el seguro social. Es decir que casi la totalidad de jóvenes embarazadas--si llegan a dar a luz-- lo harán en sus casas o en el sistema público. No todas dan a luz, es probable que uno de cada tres embarazos termine en aborto, la mayoría provocado clandestinamente. Pero para hacer más monstruosa la cifra de embarazos juveniles, pensemos en cuántos son fruto sino
de un plan al menos de una relación con amor. Las tasas de violencia contra la mujer no son oficiales, varían y son escasas, recojo las realizadas en el período 99-04 por el CEPAR en la Encuesta Demográfica Materno Infantil (ENDEMAIN 2004). Según la encuesta, en el Ecuador, el 27.7% de las mujeres entre 15 y 49 años reportaron haber recibido maltrato físico antes de los 15 años; a menor nivel de instrucción mayor reporte de maltrato llegando hasta el 41.4% en Chimborazo. El 43% de mujeres que fueron agredidas sexualmente lo padecieron antes de los 15 años. Las mujeres violadas conocen en el 86% de los casos a sus agresores; es más, la cuarta parte de los violadores eran sus parejas. Por eso es frío el número, porque refleja el poco amor que tenemos como sociedad a las mujeres y desde que éstas son bien jóvenes. Si María Angélica hubiera nacido en otro barrio, tal vez en el de la patrona, algunas cosas serían distintas. Ella no estaría sola para que el tío la viole y amenace. Tal vez su madre podría llevarle a un hospital donde se justifique médicamente la interrupción del embarazo, no porque es peligroso para su cuerpo sino para su vida. La vida de María Angélica, que es mucho más que su cuerpo. Un médico con más recursos encontraría las justificaciones legales y económicas para provocar médicamente el aborto o mejor aún dar la medicación que por derecho toda persona debe recibir luego de un acto sexual sin consentimiento y no protegido. Esta niña probablemente recibiría apoyo psicológico para superar el trauma de la violación y su conciencia difícilmente registraría el embarazo, mucho menos su interrupción. Quienes defendemos el derecho a interrumpir el embarazo lo hacemos, entre otras razones, para que disminuyan los abortos. Me admira escuchar en las discusiones políticas de todo el abanico ideológico que el problema del Ecuador es la educación. Parece que en esa máxima desde hace un par de décadas todos estamos de acuerdo. Parece también que la mayoría piensa que es un problema de solución fácil, rápida y barata. La educación sexual que tan pacatamente se divide en discusión de anatomía y enumeración de peligros generalmente cuando se la ofrece es después de los 15 años y en la forma más descriptiva y aburrida posible. Casi parecería un complot para que sean las dos horas más perdidas del currículo escolar. Muchos académicos saben desde hace años que la educación sexual empieza en la infancia y que debe ser mucho más que educación genital. En mi país los niños y adolescentes tienen más frescura para explorar; tristemente, con los años van reprimiendo la curiosidad y matando su alegría. Cómo será de difícil la educación sexual que cuando en Ecuador se propone hablar de gozar, de derecho al placer, desde lo alto del poder mediático, estatal y hasta académico salen cientos de hombres a escandalizarse por estas ―novelerías‖, ni qué decir de hablar, discutir de aquello. La mofa de periodistas y políticos durante la Asamblea Constituyente solo puede explicarse por el miedo, machismo, sexismo y la ignorancia de la casi totalidad de nuestra nación con respecto a temas elementales de sexualidad humana, es iluso pensar que esos adultos darán algún día espacio a la creación de programas que ayuden a concebir al placer mucho más allá de la genitalidad y sexualidad.
La primera manera de evitar embarazos adolescentes es formándolos en educación, prevención y respeto. La segunda forma es ofreciendo en forma gratuita y accesible acorde a su edad métodos de prevención de embarazo y de enfermedades de transmisión sexual. Un ejemplo sería dejar gratuitamente condones en baños de colegios de modo que no tengan problema en obtenerlos y ofrecer en colegios métodos anticonceptivos para los jóvenes que los requieran sin necesidad de contacto con padres ni retórica de abstinencia fuera de tiempo y circunstancia. La tercera es ofreciendo medicación inmediata a la falla de protección sea esta incidental o por violencia para en forma emergente prevenir el embarazo no deseado; es decir, métodos que lo previenen luego de penetración sexual. Ninguna de las tres alternativas constituye una opción real de salud y educación en Ecuador, los dos últimos están contaminados por la ignorancia de líderes gubernamentales y de opinión que contribuyen a aumentar los embarazos juveniles en lugar de prevenirlos. Mayor información puesta al alcance de niños, jóvenes y población general no aumenta la promiscuidad sexual, al contrario, la previene. Los métodos medicamentosos, especialmente la píldora del día después, están probados por más de 10 años de ser efectivas para prevenir el embarazo si se usan en tiempo y forma adecuada. Adicionalmente, no son abortíferas, simplemente impiden la fertilización . Mientras nuestros hijos crezcan aprendiendo que la sexualidad es algo sucio o peligroso, seguiremos criando líderes que prefieren burlarse de las mujeres que piden acceso al gozo o al placer. Seguiremos teniendo adolescentes embarazadas más de una vez por miedo a pedir que sus parejas usen condones y en muchas personas, como en el caso de María Angélica, los móviles del embarazo serán la violencia, la pobreza y el abandono social. DOS La Señora Fernanda tiene dos hijos de seis y diez años respectivamente. Su matrimonio de dieciséis años ha sido bueno, dice ella. En el último año, el marido ha empezado una empresa propia que casi no le da tiempo porque económicamente les ha costado más de lo que rinde. Ambos tienen la esperanza de que, como además son empleados públicos, van a poder salir adelante en un par de años. Son muy católicos y habían decidido no tener más hijos porque ―la parejita que ya tienen les completa su dicha‖. Fernanda usaba inyecciones hormonales que habían impedido su embarazo por varios años, algo falló. Por su edad le recomendaron exámenes de sangre especiales, éstos dan una posibilidad de malformación severa del embrión. Tiene nueve semanas y sabe esto por dos. Su matrimonio estaba en problemas antes del embarazo, probablemente por la tensión económica que han sufrido el último año. Ella ha llorado todos los días desde que supo del embarazo, me cuenta a mí porque dice no tener con quién hablar. Me pregunta si debe o no hacer la amniocentesis que confirmará la malformación. Le informo que en nuestro país es ilegal interrumpir el embarazo por malformación. Ella me pregunta por qué el
ginecólogo le empuja a hacer el procedimiento. Le digo que es probablemente para que tenga más tiempo para procesar lo que significa tener un hijo con problemas congénitos, que es mejor estar preparados. Ella me pregunta qué más se puede hacer. Yo no sé bien por qué me pregunta a mí, soy pediatra de sus hijos. Pero también soy mujer. Creo que ella quiere hablar conmigo de muchas cosas, su hijo pequeño está jugando en la sala de espera y sé que el breve tiempo que podamos conversar solo aumentará su angustia, pero ella quiere hablar. Lle digo que estoy dispuesta a escucharla y ella llora, quiere llorar, no quiere pensar. Recuerdo haber leído a Naomi Wolf decir que cuando hay dudas lo mejor es escuchar a las mujeres. Le pregunto a quién más le ha contado del embarazo. -Solo a mi papá, dice. El es un hombre a quien admiro mucho, mi madre murió cuando mi hermano y yo éramos pequeños, nos crió con dulzura pero firmeza. Me pregunta si tengo pacientes con síndromes y le digo que sí, que son muy queridos por sus madres, que son bellas criaturas y que demandan la atención de todos, más que un niño normal. Ella llora y solloza y repite que no sabe qué hacer. Al poco tiempo me dice que su matrimonio no resistirá un hijo más y peor uno que tenga ―problemas‖. Ella es católica, y en este año electoral parecería que el ser católica significa ser madre por sobre todas las cosas. Escucho cómo su padre le ha sugerido interrumpir el embarazo, él que la ha criado católica y que la quiere tanto. Yo le cuento que hay católicas por el derecho a decidir. Le hablo de que en Uruguay tuve clases de catequismo con una joven que me enseñaba sobre Jesús mientras vendía sacos en un centro comercial. Me dice, confiesa tal vez, que cree que el aborto es un pecado contra Dios, le pregunto si el divorcio es un pecado tendiéndole una trampa con la ilusión de ayudarle a sufrir menos. Pero ella me dice que está desesperada y que hay más de un pecado que siente puede cometer. Yo trato de contarle de mis propias dudas e inseguridades, le digo de mi largo trajinar hacia el alejamiento de la iglesia católica pero del profundo respeto hacia el hombre que seguramente fue Cristo y de cómo en ese camino he leído y releído el cristianismo. Con ánimo de curandera le cuento que aprendí que el pecado es aquello que una después de examinar su hacer, su decir y sentir encuentra en conciencia moralmente inapropiado; es decir, que la propia iglesia nos enseña que es nuestra conciencia la suprema guía de la persona. En el caso de usted Fernanda, le digo, son todas las circunstancias de su vida: sus dos hijos que cambiarán totalmente la vida y atención a partir del nacimiento del nuevo miembro familiar, su esposo que tal vez no se quede como más del sesenta porciento de padres que abandonan el hogar luego de enfrentar una circunstancia parecida, su trabajo, que no podrá mantener cuando deba cuidar del hijo enfermo, los recursos económicos que ya son escasos ahora y solo empeorarán después, los recursos psicológicos suyos y del resto de familiares, la energía que hoy siente escasa, y un largo etcétera que no puede jamás medir las consecuencias y justificar los miedos. Pero Fernanda al final de los sollozos me pregunta si ella es mala por pensar en todo lo que existe y ama hoy y que sabe que va a ser distinto luego, que no quiere perder lo que ha creado en tantos años…qué puedo yo saber de quién es buena. Ella me interroga varias veces sobre cuándo empieza la vida, qué es vida, qué es persona, yo apenas alcancé a decirle que estaba
escuchándola a ella, a la persona que es Fernanda, la madre, la católica que hoy duda. Podía tal vez darle números, estadísticas y decirle que es ella quien decide si está pecando o no y que en su religión el arrepentimiento es la absolución, la reconciliación lograda vía confesión. Al final será ella quien decida, decidirá incluso si ha pecado y acaso si necesita arrepentirse… Durante la campaña electoral se repitió incesantemente que más del 90% de los ecuatorianos son católicos y si bien a momentos la disputa de porcentajes era con evangélicos y otros grupos religiosos, increíblemente la campaña política tuvo un frente unido en las iglesias para desde el púlpito reducir la discusión de la interrupción de embarazo al principio de no matar. No hubo ni discusión, ni debate, mucho menos deliberación y en la superficialidad de tachar de buenas y malas ecuatorianas a la población femenina se enmascaró la necesidad de aprender, escuchar y empezar a buscar vías de solución al problema de la ignorancia en sexualidad en nuestro país. Empezaba a intuir que no sólo se trata de un problema de salud física sino también un asunto de salud mental. Si tomáramos como cierto que la mayoría de ecuatorianas son católicas y que han interrumpido el embarazo en este año al menos el mismo número que en el 2005 , diríamos entonces que más de 27 mil mujeres que llegaron a hospitales públicos con abortos en curso estaban pecando. Así, casi podríamos decir que el trabajo de catecismo es tan malo en nuestro país que, lejos de lograr adherencia a su doctrina, produce el resultado opuesto al esperado. De hecho los estudios realizados sobre mujeres católicas que abortan en países donde es legal y accesible la interrupción del embarazo revelan que lo hacen en número similar al resto de la población de distinta religión o ateas. Las preguntas pero sobretodo las oportunidades para pensar sobre los derechos a la sexualidad y a la reproducción controlada son incontables. De las preguntas de Fernanda me queda el retumbar de cuándo empieza la vida, qué es la persona, y el valor que damos o no a las mujeres convertidas en recipientes que llevan a humanos, personas, vidas, embriones y fetos convertidos en algo igual a la mujer que lo contiene. ¿La vida es absoluta?, tiene aparentemente valor equivalente para la jerarquía de las iglesias. Hablan de genocidio por las ―vidas asesinadas antes de nacer‖, paradójicamente, a más de 15 días del ataque Israelí en la franja de Gaza no hay una sola voz de las Iglesias protestando en Ecuador contra esos niños, mujeres y hombres muriendo. El valor de la vida es distinto, como distinto es también el derecho a la vida de cada uno. En el momento en que una mujer acepta llevar a término su embarazo, está aceptando la vida que engendra y la persona que un día nacerá. Ese es un valor que tiene evidente legitimidad independientemente de si fue o no un embarazo planeado y deseado. Esa misma persona que en circunstancias adversas considerará la fertilización de su óvulo, la anidación en su útero, la evolución de un embrión pasajero en su abdomen o hasta de un feto como una situación incompatible con la vida de ella también es legítima y es un valor a ser igualmente respetado.
El pensar que las preguntas que me hacía Fernanda se pueden responder simple y rápidamente es casi tan ingenuo como querer contestarlas en abstracto. Por eso, en tiempos electorales, salen los medios y los líderes que tienen espacio en ellos a dar respuestas imposibles. Tan fatuos fueron los intereses políticos de esos tiempos constituyentes que apenas aprobada la nueva constitución han sido olvidados, seguramente esperando la próxima oportunidad electoral para la desacreditación de quienes defienden con su trabajo intelectual, manual u organizacional a mujeres que viven cada día en silencio esas realidades y decisiones imposibles. TRES Helen es una estadounidense de 22 años que vino de intercambio universitario. Ella estudia turismo y por eso escogió Ecuador, le pareció un sitio exótico. No investigó mucho sobre las condiciones políticas ni sociales antes de su viaje, porque, como me contó el día en que llegó a mi oficina a pedir ayuda, ella nunca había salido de Wisconsin y le alcanzaba con los miedos y la aprehensión de sus padres ante lo desconocido. Ella quería una aventura que además impulsara su carrera. En Quito conoció mucha gente en las salidas con su familia adoptiva, especialmente con su nuevo hermano que, a diferencia de ella, estaba muy interesado en las injusticias de su país. En una fiesta conoció a Marlon y empezó a jugar básquet con el equipo que él entrenaba en el barrio de Carapungo en el norte de Quito. Una de las chicas del equipo dejó de jugar porque ―estaba indispuesta‖. Cuando faltó a dos partidos adicionales, Helen preguntó qué pasaba con su compañera. Le dijeron que seguramente estaría jugando en una o máximo 2 semanas porque ya iban a arreglar su problema. Ante más preguntas y genuino interés Helen fue incluida en lo que sería la experiencia más dura y triste de su visita a Ecuador. Isabel tenía 21 años, vivía con su marido de dos años y su hermano menor de 4. Su madre la tuvo a ella de adolescente y murió en el posparto de su hermano menor. Su padre la crío junto a sus dos hermanos, uno de 15 y el más pequeño. Cuando ella se casó el padre encargaba con la vecina al más pequeño y fue por eso que ella pidió hacerse cargo hasta que el fuera más grande. Su padre le enseñó antes que nadie de sexualidad porque siempre quiso que ella fuera madre cuando estuviera lista. Por ser la abanderada de su colegio estaba becada en una universidad privada y estudiaba para ser abogada. Quedó embarazada a pesar de tener un dispositivo intrauterino, se dio cuenta a las seis semanas y buscó por cuatro semanas un sitio seguro donde interrumpir el embarazo. El dinero no le alcanzaba y junto con su marido y Helen fueron a una casa para que un señor boticario le ayudara pagando solo cincuenta dólares. Ese hombre les dijo que cuando empezara a sangrar esperaran hasta que le doliera mucho para ir a cualquier clínica y que indicaran que estaba abortando espontáneamente para que le terminaran el legrado. Los dolores empezaron desde que el hombre le introdujo objetos para provocar el aborto. Ella trató de aguantar pero a las seis horas decidieron ir al hospital. No había camas, buscaron en diferentes centros de atención pública durante la noche y a la madrugada llegaron a una clínica donde les aceptaron los 200 dólares que Helen pudo sacar con su tarjeta. Solo alcanzó para hacerle unos exámenes, ponerle un suero y para que el doctor de turno les dijera que tenían que llevarla a un hospital de urgencia porque
necesitaba una operación para sacarle el útero y parar el sangrado. El no podía transferirla porque se notaba que era un aborto provocado y no quería problemas. La amiga de Helen murió en una camioneta arrendada mientras buscaban un hospital que los aceptara. Helen quería demandar a todos los hombres que habían contribuido a la muerte de su amiga, mientras que los hombres que la querían, su marido, padre y hermanos, le dijeron que no iba a pasar nada y que ellos eran pobres para pelear contra la injusticia de sanciones elaboradas en contra de quienes tuvieran el atrevimiento de intentar planear sus vidas. Todos se sentían culpables porque fue la pobreza la que desencadenó esta muerte, y siendo cristianos, creen que es su deber asumir esa culpa. Helen inició una causa penal contra la clínica privada con la ayuda de la universidad donde está de intercambio. Cuando lloraba por la vida de su amiga no dejaba de agradecer que en su país la corte suprema desde 1973 despenalizó el aborto; sin embargo, por primera vez en su vida, comenzó a sentir que no hay certezas en lo que los hombres deciden o juzgan y que incluso en su país aquello por lo que su generación nunca luchó no solo que sufre una clara amenaza sino que en la práctica son pocos los sitios donde la mayoría de mujeres pueden acceder a abortos seguros. Hay entonces formas veladas de escatimar los derechos de las mujeres, incluso en países supuestamente desarrollados. Helen empezó un recorrido por la historia de la desigualdad contra la mujer y la injusticia social por la desgracia de una amiga y por su inserción en una familia ecuatoriana, decidió que cambiaría su carrera para poder ayudar a cambiar a su vez el mundo que recién empezaba a conocer. Las mujeres que deciden interrumpir sus embarazos tienes muchas razones y dolores para hacerlo. Casi siempre piensan en ello todo el tiempo antes y mucho tiempo después del acto. Tienen muchos jueces, por eso generalmente nadie más que una amiga, a veces sus parejas y quien realiza el procedimiento saben de ellas. Ellas como personas, ya no en plural, sino como ella. Aquella que ha pensado casi todo el tiempo en que debe abortar, ella que tiene miedo. Mucho miedo, muchos miedos. Pero los jueces las critican en la radio y en la televisión, en la iglesia, en la escuela, en la casa, en todas partes y con tanto juez cada día hay menos solidaridad y ayuda. El aborto le suena a ella como algo monstruoso que hace una mala persona, no, una mala mujer. Pocos pueden entender los valores de cada una, la valentía para tomar decisiones a pesar de tanto ruido y para padecer los dolores de la clandestinidad que además ponen su vida en riesgo. El riesgo de morir por un aborto clandestino depende en Ecuador de varios factores. Los sobresalientes son: La capacidad socioeconómica que establece que cuanto más pobre es la mujer más alto es el riesgo debido a que esta acude a métodos poco seguros de terminación de embarazo. La accesibilidad que pueda tener a centros de salud que sean capaces de resolver la interrupción del embarazo y en caso
de necesidad las complicaciones que de éste deriven. El Instituto Alan Guttmacher (AGI por sus siglas en inglés) al publicar información sobre el descenso de 35 a 29 abortos por cada mil mujeres entre 1995 y 2003, establece que la noticia positiva se debe a la legalización del aborto y mejor acceso a métodos anticonceptivos en muchos países del mundo. Ecuador sin embargo, está entre los países latinoamericanos que al mantener la ilegalidad de la práctica también perpetúa anualmente la inseguridad de al menos 33 mujeres por cada mil en edad reproductiva con las consecuencias de muerte, lesiones físicas serias, infertilidad posterior, mutilaciones, problemas psicológicos, suicidios y por supuesto aumento de costos de salud para las mujeres, sobre todo las pobres. El reporte realizado en conjunto con la Organización Mundial de la Salud vuelve a repetir la conclusión de que las consecuencias de salud son generalmente seguras donde es legal el aborto y muy peligrosas donde es legalmente restringido. Repite la Dra. Sharon Camp presidenta del AGI que ―…. El primer y crucial paso en hacer el aborto seguro es legalizando el procedimiento, asegurándose que es realizado por proveedores con habilidades suficientes y en las mejores condiciones posibles….‖ La amiga de Helen ilustra la desatención del país hacia las mujeres en general y hacia los pobres en particular. Es evidente que el costo de la terminación del embarazo va en directa relación con quien lo realiza y la seguridad que aquello implica. Mientras una mujer con recursos puede viajar a un centro médico en el extranjero, una mujer pobre pagará entre 400 y 50 dólares a un proveedor de salud con capacitación médica (médicos y obstetras o estudiantes de esas carreras) bajando luego a 10 ó 3 dólares por medicamentos o yerbas. También pueden manipularse ellas o ser sometidas a golpes por sus parejas o acudir a empíricos con variados métodos como la introducción de objetos, sondas, yerbas, soluciones salinas concentradas, cáusticas, detergentes, lejía, etc. El estudio de IGA sobre el aborto clandestino en Latinoamérica dice que entre 50 y 60% de mujeres que se auto provocaron el aborto o fueron tratadas por personas no calificadas sufrirán alguna complicación. El riesgo baja a 20-30% para las atendidas por obstetriz y 7 a 14% si son atendidas por un médico. Otro dato ilustrativo de la desigualdad de nuestro continente es el que muestra que 5 de cada 10 mujeres rurales y 4 de cada10 urbanas pobres tiene complicaciones frente a 1 de cada 10 mujeres urbanas de clase media o alta. Todo esto se traduce a la alta tasa de mortalidad materna que el Ecuador persistentemente mantiene por encima de la mayoría de los países de la región. El parto es en realidad más peligroso que un aborto en condiciones adecuadas. Pero además son madres las que deciden abortar con mayor frecuencia; es decir, sus hijos corren el riesgo de la orfandad por la despreocupación social y por ende estatal. Si bien hay muchas niñas y adolescentes teniendo hijos, ellas son 1 de cada 4 de las más de 100 mil anuales que abortan en Ecuador. Este tema de por sí debería abrir la discusión sobre los mitos de la maternidad y el falso culto a la madre que tanto despliegue causa en un solo día del año mientras las abandona los otros 364.
Algunas mujeres que buscan interrumpir su embarazo relatan que son sus ginecólogos quienes les indican a donde ir, muchas veces alegando que el procedimiento médico va contra sus principios católicos a pesar de haber sido entrenados para ello durante sus estudios. Estos profesionales saben que es más seguro un aborto en un centro de salud realizado por un médico. Paradojas de los ―hombres de principios católicos‖ que pueden justificar a un soldado que dispara y mata a una persona por órdenes de otro o que pueden justificar sus actos si las circunstancias son apremiantes como en una conocida que paga alto por el aborto. Es difícil admitir que, entre nosotros, si un médico envía a una paciente a un lugar menos seguro para realizar un procedimiento, si esa mujer muere, este no se siente responsable por los resultados. Al predicar no abortarás ¿se está evitando el aborto? No creo que sea posible saber cuántos abortos se previnieron por la agresividad de los discursos de la campaña política. Es importante recordar que la tasa de abortos inducidos en países donde es legal es prácticamente la misma (cerca de 30 por mil en países no desarrollados) que en aquellos donde el aborto inducido es ilegal. Lo que varía brutalmente son las complicaciones de salud como explicamos anteriormente. Lo que podemos afirmar con bastante seguridad es que la campaña política contribuyó a aislar en la soledad de sus circunstancias y decisiones a muchas más mujeres que en años anteriores. También es probable que muchas mujeres fueron lastimadas física y psíquicamente por los procedimientos inseguros y solitarios que recibieron, algunas murieron. ¿No hay culpa en quiénes siendo católicos, pudiendo evitar el daño de esas mujeres no lo hicieron? Es de esperar sin embargo, que también muchas personas hayan empezado a discutir los temas de sexualidad, derechos, y laicismo en Ecuador. Los temas que atañen específicamente a las mujeres son múltiples y van desde la maternidad como obligación y sacrificio, el rol de la mujer en la sociedad, la abnegación y no trabajo fuera del hogar, la separación entre el comportamiento sexual, su ejercicio y la procreación, la dificultad de competir con hombres ante la disyuntiva del embarazo, la jefatura femenina de hogar, en fin tantos temas que dividen a hombres y mujeres y no se resuelven solamente con argumentaciones filosóficas y abstractas. Un reciente artículo de UNFPA y AGI habla sobre la relación directa entre acceso a anticoncepción segura, derechos y salud. La recuperación que el Estado puede obtener en servicios de anticoncepción es al menos de cuatro veces al reducir las necesidades de gasto en salud, educación y otros servicios sociales. En el estudio se afirma que la tasa de embarazos no deseados bajó en Latinoamérica de 96 a 81 entre los años de 1995 a 2008, el número de embarazos no planeados sin embargo se mantiene alto cerca de 45 por cada mil mujeres por año. Aproximadamente tantas mujeres con embarazos no deseados obtiene abortos inducidos cuanto dan a luz un hijo que no habían planeado tener: en países en vías de desarrollo se hicieron 29 millones de abortos y 28 millones de nacimientos no planeados, los demás embarazos terminaron
en abortos espontáneos. En el 2003 los abortos inseguros mataron a más de 66 mil mujeres y dejaron a millones con complicaciones de salud. El Inec dice hoy que somos 13.869.688 de ecuatorian@s. Cada 2 minutos y 40 segundos nace un ecuatoriano , cada día en el Ecuador más de 200 mujeres tiene un aborto . Un cuarto son espontáneos pero con mucha estigmatización de cualquier forma y casi sin apoyo psicológico o social. No disminuyen los abortos por su legalidad, son todos los esfuerzos sociales y estatales que anticipan su necesidad los que determinan la disminución. El hacer tema constitucional a la concepción y por tanto a la interrupción del embarazo fue un error que debió transformarse en información, educación y deliberación. Debemos esforzarnos por lograr esa deliberación y con ella la despenalización así como el libre y oportuno acceso a la anticoncepción. Es un tema de mujeres, que nos afecta a todos los ecuatorianos. Es bueno tener presente que las cicatrices que tantas mujeres deben sanar son solo de ellas, los hombres jamás las deberán soportar, y sin embargo son no sólo quienes contribuyen a causarlas sino quienes impiden su curación. Tal vez un día escuchemos a una mujer de 21 años contando cómo aprendió del amor y el placer desde chiquita en su escuela y casa, que fue por eso que escogió cuándo, con quién y por qué hacía el amor. Que sepa además la historia de sus abuelas, de cómo aprendían que el sexo traía enfermedades o hijos cuando no machismo y violencia y que todo estaba acompañado de estigmas y miedos, que para ellas disfrutar significaba culpa y miedo. Pero que finalmente llegó una revolución contra esas taras y que empezó en el 2009, cuando una resistencia contra la destrucción de las vidas y los valores de las mujeres generada desde múltiples frentes fue logrando el respeto al carácter concreto de cada decisión tomada en la encrucijada de la conciencia y la necesidad.
1. INEC. Anuario de estadísticas vitales-Nacimientos y defunciones, 2005. 2. un número estadístico conservador por el escaso acceso a métodos anticonceptivos y la alta probabilidad de aborto espontáneo en este grupo etáreo
3.
Según ENDEMAIN 2004: ―… casi el 10 por ciento de las mujeres de 15 a 49 años de edad reportó que en el transcurso de su vida había experimentado alguna forma de violencia sexual, el 7 por ciento que fue forzado sexualmente (con penetración) y el 4 por ciento alguna situación de abuso sexual (sin penetración). El 1.3 por ciento de las mujeres reportó que había sido víctima de ambos tipos de violencia sexual‖.
4. Fuente CEPAR: Centro de Estudios y Desarrollo Socaial en http://www.cepar.org.ec/
5. En marzo 2008 la asambleísta Soledad Vela intentó comenzar la discusión sobre el derecho al placer y goce sexual a pretexto de la construcción de capítulos sobre derechos de mujeres, equidad, acceso y educación sexual. En un increíble ejercicio de trivialización la mayoría de periodistas hombres de inmediato iniciaron una campaña contra Vela y otras mujeres de la Asamblea Nacional que variaban desde la poca necesidad de ―hablar de esas cosas‖ hasta ―la imposibilidad de juzgar o castigar a los incapaces de dar orgasmos a sus esposas‖. De más está decir que discusiones serias o al menos espacios adecuados en los mismos medios para exponer las razones para iniciar este debate nunca se dieron y que a lo sumo existió un profundo desconocimiento y miedo a hablar de sexualidad y de violencia contra la mujer. En lo personal me queda la sensación de muchos hombres aterrados al encontrar su virilidad amenazada o descubierta como ausente y por tanto el sarcasmo y la burla fueron sus refugios contra la probable exposición. Revise el lector lo dicho con una simple búsqueda en internet: derecho al goce sexual Ecuador, sin duda Freud disfrutaría escribiendo sobre los miedos de tantos machos ecuatorianos del siglo XXI
6. (una persona que solicita anticonceptivos ya pasó el punto de la abstinencia y el intento de persuasión solo alejará la posibilidad de prevención de embarazo y enfermedades de transmisión sexual).
7.
Llamados erróneamente ―píldora del día después, o anticoncepción de la mañana siguiente‖ . Esta medicación se puede utilizar inmediatamente hasta 5 días después de la actividad sexual de riesgo reduciendo en casi 90% la probabilidad de embarazo. Es cierto sin embargo que la efectividad se reduce linealmente despue´ses de la demora de 12 horas en su toma. No es un método anticonceptivo de rutina, los mejores métodos en ese sentidos son los usados antes y o durante el acto sexual. La introducción de un dispositivo intrauterino reduce en 99% el riego y es un método bueno para quienes están en relación monogámica prolongada, evidentemente no era el caso de Ma Angélica.
8.
La Academia Americana de Pediatría en el 2005 al publicar la Política declaratoria de anticoncepción de emergencia enfatiza que: ― ..la preocupación de que el uso general de la anticoncepción de emergencia va a estimular la práctica de actividad sexual no protegido en adolescentes no tiene apoyo científico en la literatura Similar declaración realiza el mismo año (y ambas siguen vigentes) el Colegio Americano de Gineco-obstetricia. Con mucha mala fe personas con agendas religiosas y políticas de derecha que rayan en la misoginia han distorsionado y mentido sobre el método de acción de la anticoncepción de emergencia. El estudio y evidencia científica publicada al respecto con claridad indican que los mecanismos de anticoncepción de los métodos hormonales de anticoncepción de emergencia interfieren con la migración de espermatozoides, previene ovulación o hacen que los óvulos producidos sean resistentes a la fertilización. Todos estos mecanismos previenen la fertilización por tanto no inducen abortos. Un excelente artículo escrito por dos
de los miembros del comité de la FDA que aceptó la venta sin necesidad de prescripción del levonorgestrel como método de emergencia para prevenir el embarazo publicaron en JAMA. 2006;296:1775-1778 un excelente artículo que resume los mecanismos de acción de la medicación señalada así como la absurda y siniestra manipulación de datos y temores para evitar el uso de evidencia científica apropiada para la política pública de salud y educación. El artículo se titula Plan B and the Politics of Doubt y está escrito porFrank Davidoff, MD; James Trussell, PhD Abundante información científica sobre estos dos puntos puede el lector encontrar en la página web de la Organización Mundial de la Salud OMS: www.who.int
9. Ministerio Salud Pública citado en el Telégrafo viernes 9 de enero 2009. Pg 8 que solo en hospitales públicos 26923 mujeres fueron atendidas por abortos solo en hospitales públicos, si ha eso se agregan los centro de salud privada y clandestinos el numero con facilidad supera los 100 mil.
10. Información tomada de web: católicas por el derecho a decidir, CPDD. : Las mujeres, incluyendo a las mujeres católicas, toman decisiones tanto a favor como en contra del aborto. En realidad, estudios recientes muestran que las mujeres católicas tienen abortos en un promedio comparable al resto de las mujeres en la población en general. (1994-1995, The Alan Guttmacher Institute)
11. http://www.guttmacher.org/media/nr/2007/10/11/index.html 12. Alan Guttmacher Institue, 1994. Aborto Clandestino: una realidad latinoamericana (New York:The Alan Guttmacher Institute
13. Un aborto quirúrgico tiene riesgo de muerte 1 en un millón si se lo realiza hasta el día 63 de gestación, el valor baja a 1 en 100 mil si es aborto espontáneo, mientras que un parto a término tiene un riesgo de 1 en 10 mil. Fuente MedGenMed v.8(2), 2006 MifepristoneMisoprostol Medical Abortion Mortality Mitchell Crinin, MD, Paul Blumenthal MD and Lee Shulman MD
14. La OMS define el aborto inseguro como “ un procedimiento …llevado a cabo por personas que carecen de habilidades y preparación adecuada o en un ambiente que no tiene los mínimos estándares médicos, o ambos. La OMS estima que hay alrededor de 40 millones de abortos inducidos anuales y que 20 mil resultan en la muerte de la mujer. En latinamerica 25% de la mortalidad materna es causada por aborto inseguro.
15. La calidad de vida de las mujeres en comparación a la de hombres fueron expuestas en la Encuesta de Uso de Tiempo realizada para el Municipio de Quito en el 2005. El promedio de tiempo dedicado a trabajo extradoméstico y al no remunerado es de 18 horas semanales más que los hombres. La distinta calidad de vida entre hombres y mujeres parte también de qué hacen y cuando lo hacen cada uno.
16. AGI Contraception: An Investment in Lives, Health and Development December 2008
17. OMS Unsafe abortion:Global and regional estimates of incidence of unsafe abortion and associated Mortality in 2003 5th ed, Genva WHO, 2007
18. http://www.ecuadorencifras.com/cifras-inec/main.html 19. Si son 30 por cada mil mujeres en edad fértil en realidad el número es mayor, por eso tomamos un dato conservador en base a estadísticas del 2005 citadas previamente.
Sor Juana Inés de la Cruz y su Respuesta Clary Loisel
Sor Juana Inés de la Cruz ha gozado siempre de mucha fama como poeta, pero en los últimos años muchos críticos han dedicado sus investigaciones a su producción prosista. Hoy, se considera que su obra La respuesta a sor Filotea es tan famosa como su obra poética. Se la ha llamado el primer manifiesto feminista y no cabe duda que lo es. Pero existe más de una
manifestación dentro de ella. Creo que además de exigir que las mujeres tengan el derecho a estudiar, ella mostraba sutilmente como podía llegar al centro del dominio patriarcal, pero tuvo que aceptar su rol como peón en un partido de ajedrez entre unos obispos de altas filas. Como sabemos del ajedrez, los peones son las piezas más prescindibles y parece que sor Juana desempeñó este mismo papel entre los clérigos de su época. En esta ponencia pienso mostrar cómo ella se trasladó desde la periferia hasta el centro. Para lograr tal meta quisiera enfocarme en la Respuesta. Será necesario revisar la historia del texto; examinaré los núcleos de significación y finalmente quiero concluir enfocándome en la marginalidad de sor Juana y como le afectó a ella y su obra. Como muchas obras del período colonial, la Respuesta es difícil de ubicar dentro de la división de géneros literarios. Algunos ejemplos incluyen el Diario de Colón y La verdadera historia de la conquista de Bernal Díaz de Castillo. La Respuesta es sin duda una carta, pero dentro de tal carta vemos una autobiografía. Se ha escrito que la carta es como una subespecie del género autobiográfico, junto al diario y también a la autobiografía formal. Y hay que recordar que es un género preferido por la mujer y a la vez, un género devaluado en relación al canon. Al examinar la Respuesta es necesario contextualizarla; no se la puede entender sin hacerlo. Por ejemplo, hay que saber por qué la escribió, quién fue el receptor de ella y la relación de subordinación de sor Juana con éste. A finales de noviembre de 1690 se publicó en la ciudad de Puebla un folleto de ―lóbrego título:Carta atenagórica de la madre Juana Inés de la Cruz, religiosa profesa de velo y coro en el muy religioso convento de San Jerónico…Que imprime y dedica a la misma sor Philotea de la Cruz, su estudiosa aficionada en el convento de la Santísmia Trinidad de la Puebla de los Ángeles .‖ La palabra ―atenagórica‖ significa digna de la sabiduría de Atenea. Esta carta de sor Juana es una crítica a un sermón del Mandato del jesuita portugués Antonio de Vieyra. Se llama sermón del Mandato al que se predica el Jueves Santo en la ceremonia del lavatorio. Los sermones y las cartas de Vieyra fueron publicados en español varias veces, pero el que criticó sor Juana había sido pronunciado cuarenta años antes. Y como dice Octavio Paz: ―No es menos extraordianario que su autor, desterrado en Brasil, no se haya enterado nunca de la crítica de sor Juana‖ (Paz 511). Había una disquisición filosófica acerca de las finezas de Cristo y se discute cuál fue la mayor de ellas y sor Juana rebate a Vieyra. Según Paz, esta obra está escrita en un lenguaje claro y directo; las frases no se alargan demasiado. Es una carta polémica y teológica. Está dirigida a un destinatario desconocido aunque, a juzgar por la forma respetuosa y deferente con que lo trata, de alto rango (512). Sor Filotea admira tanto la crítica de sor Juana al sermón de Vieyra, que la publica a su costo. Al mismo tiempo le amonesta su dedicación a las letras profanas y la reprende por no consagrarse a los ―asuntos sagrados‖, o sea, a la teología. Sor Juana escribe por mando la crítca y con la condición de que no se le dé publicidad; no obstante, acepta que se publique e incluso más tarde,
en la Respuesta dice ―que no sabe agradecerle tan sin medida de dar a la prensa mis borrones‖ (440). Todo esto nos hace volver a algunas de las preguntas iniciales: ¿quién era el destinatario de la Carta de sor Juana y luego de la Respuesta? Sor Filotea y el receptor de la Carta y de la Respuesta eran una sola y única persona, el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz. Él también fue el autor de la Aprobación del escrito. Sólo el destinatario que tenía el alto rango del obispo podía publicarla. La amistad entre sor Juana y el obispo era antigua. Ellos (y otros intelectuales y clérigos) formaban un grupo ligado por la amistad e intereses comunes. En esa época se nombró Francisco Aguiar y Seijas como arzobispo de México cuyas intemperancias debían haber irritado al obispo de Puebla y a sus amigos. El nombramiento de Aguiar y Seijas había sido obra de la Compañía de Jesús. En México los jesuitas no sólo dominaban la educación superior sino que, a través de este arzobispo misógino ejercían una influencia muy profunda en la Iglesia y el Estado. También, hay que recordar que Aguiar y Seijas era uno de los grandes admiradores de Vieyra. Según Paz, su amistad era tal que en 1675 y en 1678 se publicaron en Madrid dos volúmenes de traducciones de sermones de Vieyra, ambos dedicados a Aguiar y Seijas. No parece difícil deducir de todo esto que el personaje que podía sentirse afectado por la crítica de sor Juana no era Vieyra, ausente y ajeno a todo, sino el arzobispo Aguiar y Seijas. Atacar a Vieyra era una crítica indirecta a Aguiar (525). Para entender lo que queda del asunto hay que examinar la rivalidad entre Fernández de Santa Cruz y Aguiar y Seijas. El primero había llegado antes a México. El obispado de Puebla era el más importante de Nueva España, después del de México y era natural que, a la salida de fray Payo, el obispo Fernández de Santa Cruz aspirase a ese puesto y también al de virrey. El otro aspirante al arzobispado de México era Aguiar y Seijas, en aquel entonces obispo de Michoacán. Paz nota que Santa Cruz ―tenía mayor popularidad en Nueva España, su experiencia era más rica, de temperamento más moderado…‖ (525). Aguiar gozaba del apoyo de los jesuitas y de otras autoridades del clero metropolitano, tenía fama de sostener severos principios y gozaba de prestigio intelectual, como lo muestra la dedicatoria de Vieyra. De acuerdo con el libro de Paz, se nombró a Fernández de Santa Cruz el arzobispo, ―pero hubo alguna poderosa interferencia que hizo cambiar finalmente la decisión de Madrid a favor de Aguiar y Seijas‖ (526). Al repasar, la Carta atenagórica se advierte que más que una crítica a Vieyra era una verdadera crítica hacia Aguiar. Peor todavía, la hace una mujer porque, según los historiadores, Aguiar odiaba y despreciaba a las mujeres. La Carta fue publicada por el obispo de Puebla quien escribe además un prólogo (bajo el seudónimo de sor Filotea). Pero al escribir ese prólogo tan ambivalente, en el que, por un lado, la alaba y por otro, la amonesta, Santa Cruz se transforma en el enemigo de ella. Es probable que en un principio haya entrado en el juego del obispo, contestando a un arzobispo totalmente misógino, con sus argumentos (―los de una mujer‖), lo cual resulta bastante arriesgado. Así, la reacción de sor Juana fue su escritoRespuesta a sor Filotea en marzo de 1691, la cual es su autodefensa.
La Respuesta puede organizarse de acuerdo con varios núcleos de significación: la omnipresencia de la Inquisición, una defensa de letras profanas, un aparato erudito, su autobiografía, y las mujeres, la mujer, yo mujer. Sor Juana declara que acercarse a la sabiduría fue acercarse al fuego de la persecución: ―Una vez lo consiguieron con una prelada muy santa y muy cándida que creyó que el estudio era cosa de la Inquisición y me mandó que no estudiase‖ (458). Pero ella encuentra otra manera de estudiar—la observación. Su propia defensa tiene un tono de alegato que es también la justificación de por qué no se dedica a los asuntos sagrados: ―Si el crimen está en la Carta Atenagórica… Llevar una opinión contraria de Vieyra fue en mi atrevimiento, y no lo fue en su Paternidad llevarla contra los tres Santos Padres de la Iglesia?‖(468). Ella concluye diciendo que la libertad intelectual es la posibilidad de disentir con las opiniones del otro (469). El lenguaje de la Respuesta muestra la erudición de sor Juana. Aunque se considera su uso y tal vez abuso de la erudición como un gesto natural de la época, ella la utiliza como confirmación ante los demás de que sí, ella sabe. Ella ha estudiado las obras clásicas; muestra su sabiduría del latín. A continuación, sus referencias a las mujeres que habían demostrado sus habilidades intelectuales intentan hacer una justificación para ella. Resumiendo con la Respuesta, sor Juana presenta un aparato erudito que utiliza para apoyar o justificar cada una de sus afirmaciones y que puede verse como núcleo independiente, porque repite en otro registro, lo mismo que la carta narra. Además de que la carta de por sí la ubicaría dentro de la autobiografía, hay dentro de ella una autobiografía voluntaria; es decir ella está leyéndose a sí misma dentro del mundo, o sea, realiza una autobiografía intelectual. Es anecdótica. Vemos que aprendió a leer a los tres años, que ella se prohibe comer queso porque decían que quitaba la inteligencia, que quiso vestirse de hombre para ir a la universidad, se cortaba el cabello y se imponía la disciplina de aprender tal o cual cosa (como latín) hasta que creciera tanto como se había cortado (445-6). El estudio está relacionado con su autobiografía. Sor Juana dice que quiere estudiar teología pero lo niega al decir que antes tiene que estudiar las disciplinas auxiliares. (447). ¿Cuándo llegaría a la teología? Según ella, nunca. El tipo de saber que busca sor Juana es humanista: quiere estudiar y dedicarse a disciplinas engarzadas unas con otras: Y en fin, como el Libro que comprende todos los libros, y la Ciencia en que se incluyen todas las ciencias, para cuya inteligencia todas sirven; y después de saberlas todas (que ya se ve que no es fácil, ni aun posible) pide otra circunstancia más que todo lo dicho, que es una continua oración y pureza de la vida, para impetrar de Dios aquella purgación de ánimo e iluminción de mente que es menester para la inteligencia de cosas tan altas; y si eso falta, nada sirve de lo demás. (449)
Finalmente, Sor Juana dice que ella está dentro del dominio privado, que es una pobre mujer que tanto lee como mira freír un huevo, pero con esta actitud está cuestionando, atacando y amenazando uno de los puntales de la sociedad patriarcal (449-50). Esta declaración nos introduce en un punto clave de la literatura escrita por la mujer: hacer que lo privado sea lo público. La sociedad patriarcal delimita los campos de la mujer: lo privado es para la mujer y no puede salir de esto y lo público es para el hombre y la mujer no puede entrar. Además, sor Juana discute la afirmación de San Pablo Apóstol: ―Mulieres en Ecclesius taceant‖ (―que callen las mujeres en las iglesias‖). Sor Juana escribe lo que ella piensa que él quería decir (467). Marginalidad: Algo que aparece reiteradamente en la literatura escrita por mujeres es esa lucha entre el centro y el margen; centro y periferia, algo que no es exclusivamente femenino sino que aparece en la literatura que no se escribe desde los centros del poder. En Sor Juana el enfrentamiento del margen versus centro se complejiza en varios sentidos. Primero, ella escribe desde la colonia (o sea Hispanoamérica—la periferia). Aunque logra fama en España (la metrópoli), su obra se sitúa en esa tensión entre colonia y metrópoli. En 1680 se publicó el primer tomo de sus obras completas en España. Si muchas de sus afirmaciones se refieren al tópico de la falsa modestia es porque su obra ha conseguido lo que pocos: ser conocida y respetada en España. Ella lo sabe y juega con esto. Segundo, la pugna entre el saber intelectual, científico (que tiene antecedentes del renacimiento) y el saber teológico. El predominio de la compañía de Jesús y su política antireformista hace más importante la aceptación del saber teológico que promueve la Iglesia más que la experimentación. Y finalmente, ser mujer cuando lo que está en el centro es la sociedad patriarcal. Esto es algo que ella rebate acudiendo a ―la treta‖ de lo doméstico, de lo privado. Está entre la aceptación el desafío. Josefina Ludmer escribe que ―La treta…consiste en que, desde el lugar asignado y aceptado, se cambian no sólo el sentido de ese lugar sino el sentido mismo de lo que se instaura en él. Como si una madre o ama de casa dijera: acepto mi lugar pero hago política o ciencia en tanto madre o ama de casa‖ (53). Al principio Ludmer nota que hay varias marcas de la marginalidad en sor Juana, o sea desplazamientos hacia al centro: transgresiones, silencio final, triunfo del orden establecido; la devuelven a la situación periférica. La Respuesta es importante porque se sitúa en el momento de agudización de todos estos conflictos y en el momento en que su pluma había alcanzado madurez y fuerza. No vemos aquí un problema señalado como recurrente en la mujer que escribe que se incluyen las preguntas: ¿Cómo apropriarse del discurso racional? o ¿cómo entrar en el mundo racional dominado por el hombre, en el ―palacio del discurso racional?‖ de Gubar y Gilbert. El problema de sor Juana es que lo dejan permanecer en él; ella reclama para sí el mundo racional como esfera propia con lo cual introduce una cuña, un desacomodamiento dentro de las concepciones biologistas acerca de la mujer (es decir, la mujer tiene que permanecer en el mundo de los instintos). La obra de sor Juana y especialmente esta carta, aún hoy sigue en lucha con el canon con una crítica literaria condescendiente o reduccionista.
Después de escribir la Respuesta, sor Juana tuvo que enfrentarse a las consecuencias. Ellas incluyeron un silencio total del obispo de Santa Cruz; evidentemente esperaba un mayor acatamiento y sumisión por parte de sor Juana y cuando no los recibió, no le volvió a hablar. Además de esto, su confesor, el jesuita Antonio Núñez de Miranda, le retira sus servicios; se niega a verla. Ella abandona las letras, entrega todos sus libros, instrumentos musicales y de ciencia al arzobisop Aguiar y Seijas para que los venda y con el dinero haga limosnas. Ella decide llamar a su antiguo confesor lo cual equivalía a una retracción. Se convierte en una penitente y muere a los 46 años durante una peste mientras cuida a sus hermanas. Paz ha escrito que ―el acto de sor Juana fue considerado por sus contemporáneos y después por muchos críticos como sublime. A mí me parece el gesto de una mujer aterrada, que pretende conjurar a la adversidad con el sacrificio de los que más ama. La entrega de la biblioteca y de la colección de instrumentos y objetos fue una verdadera proposición destinada a aplicar con el poder enemigo: Aguiar y Seijas‖ (555). Quizás, Jean Franco lo resumió muy bien al decir: ―Potencially a threat to clerical power, the mystical nuns of New Spain ceded discursive space and did not trespass on male preserves such as the pulpit, the body politic, and publication. Sor Juana Inés de la Cruz, on the other hand, not only trespasses, at least symbolically, on clerical terrain but directly defied the clergy’s feminization of ignorance‖ (23). Sor Juana es, sin duda, una de las mujeres más importantes del movimiento feminista del mundo occidental. Por lo general, los críticos interpretan los años finales de sor Juana como una derrota, como una evidencia de que finalmente calló. Claro está que la lucha para poder estudiar se acabó para y con ella.
Después de la Respuesta no apareció ninguna “voz” tan alta como la suya en todo el mundo hispánico. Hubo que esperar hasta el siglo XIX para encontrar otras como ella (Flores 17). Pero las resonancias de sus palabras permanecen aún más en la lucha de hoy
1. Obras completas. ed. De Alfonso Méndez Plancarte y Alberto G. Salceda. México D.F.: Fondo de Cutura. 1951-1957. Todas las citas en este artículo respecto a la paginación se refieren a esta edición.
2. Paz, Octavio. Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe. México D.F.: Fondo de Cultura. 1982. Este libro examina muchas de las obras de sor Juana. Contiene mucha información histórica para que se pueda contexturalizar la obra.
3. En este pasaje de la obra sor Juana también quiere justificar el hecho de que ella no estaba de acuerdo con Vieyra ni tampoco tenía que concordar con él en todo.
4. De su parte sor Juana acepta que las mujeres no hablen en los púlpitos y en lecturas públicas, pero defiende la enseñanza y el estudio privado.
5. Obras citadas Flores, Angel and Kate Flores. The Defiant Muse. New York: The Feminist Press, 1986. Flyn, G. Sor Juana Inés de la Cruz. New York: Twayne Publishers, 1971. Franco, Jean. Plotting Women. New York: Columbia Press, 1989. Ludmer, Josefina. ―Tretas del débil.‖ La sartén por el mango. Ed. Patricia González. San Juan: Ediciones Huracán, 1984. (47-62). Paz, Octavio. Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. México D.F.: Fondo de Cultura, 1982.
6. Sor Juana Inés de la Cruz. Obras completas. Eds. Alfonso Méndez Plancarte y Alberto G. Salcedo. México D.F.: Fondo de Cultura, 1951-1957.
Introducción Alvaro Alemán
El presente número de Radicales Libres aborda la producción narrativa de varios niños y niñas quiteños enrolados en un programa de refuerzo educativo para jóvenes que participan en el mundo del trabajo, organizado por la Federación de Barrios del Noroccidente de Pichincha y enrolados en un proyecto de aprendizaje en medios. El proyecto generó los documentos visuales que LiberArte pone aquí a consideración del público y aspira, junto con los textos que los escoltan (uno de ellos, una meditación sobre la marginalidad literaria, el otro, un testimonio de uno de los participantes del proyecto) a contribuir a generar materiales para pensar los relatos juveniles aquí propuestos.
Andrew Quitmeyer se pregunta si es posible abordar estos textos desde la plataforma hermenéutica de la alegoría. De hecho, los relatos son tan ricos y variados, tan frescos y distintos, que el reflejo de quienes entran en contacto con ellos se dirige hacia la posibilidad de verlos como indicios de algo más. La tendencia a ver en la expresión artística juvenil un realismo insuficiente con frecuencia se manifiesta en lecturas paternalistas. El recurso a la alegoría intenta eludir la trampa de una interpretación autosuficiente. El hecho es que la alegoría considera las complejidades y los desajustes en que incurre todo ejercicio de este tipo. La palabra deriva del griego allos + agoreuein, ―el otro + expresar‖ y de hecho estos textos hablan, o expresan, o indican, al otro: niño/a, trabajador/a. Aunque la alegoría consiste, también en hallar, bajo el velo ornamental de su discurso, los rastros de un significado adicional. La alegoría es así tanto decoración como decoro, el placer de la ornamentación y el recato de la prudencia. La alegoría expresa la interrelación que existe entre mundos pequeños y grandes. El hecho es que nos vemos en la presente instancia, ante la dificultad de pronunciarnos sobre un modo discursivo emergente: literario hasta cierto grado, pero insuflado de intensidades expresivas distintas: la ilustración, la animación, la incorporación sobretodo, del/la autor/a, a nivel físico, dentro del relato visual. Se trata así de un registro bio-gráfico, derivado de los llamados géneros de la realidad, que se inserta con comodidad, en el plano imaginativo. Son niños que se escriben, se pintan, se citan, se ilustran, se decoran y se muestran. El impulso del proyecto del Rincón del Relato fue, desde el inicio, generar una dinámica y una producción centrada en el sujeto. La idea fue/era, facilitar las historias de los mismos protagonistas y contribuir a su generación. De esa forma, aunque las intervenciones editoriales existan, el relato se construye abiertamente en cooperación con los deseos de los actores (literalmente). No queríamos conocer de las vidas de estos jóvenes sino lo que ellos nos querían mostrar y lo que querían comunicar, en todos los casos, pasaba por la ilustración de su rica vida interior. Todo esto nos regresa al problema de la interpretación, o del aprendizaje de nuevas formas de lectura en las que la alegoría juega un papel crítico. No queremos doblegar estos textos a los patrones hermenéuticos de una textualidad discreta y no cooperativa, queremos generar otras vías de ingreso. El problema histórico de la literatura juvenil consiste en el trastrocamiento de claves expresivas juveniles por las del mundo adulto, a nombre de la corrección gramatical o el decoro estético. Creemos que no hay razón alguna para suponer que estos relatos deban dejar a un lado su pasión por decorarse ni para creer que nuestros hábitos de lectura deban dejar a un lado el decoro, aunque aspiramos a una clave de acercamiento a estos textos (y a muchos otros por venir) que
reconozca la afinidad entre ambos momentos. El hecho es que vivimos un momento de aceleramiento de procesos alegóricos, para el que difícilmente nos vemos preparados, posiblemente estos textos faciliten nuestra transición. Una nota final para la asignación de créditos: Andrew Quitmeyer fue quien diseñó el proyecto y lo implementó desde el frente tecnológico, Cecilia Castelnuovo ofreció su expertise educativo y clínico, Gabriela Alemán contribuyó con conocimientos narrativos y Luis Robles e Inés Chiluiza fueron instrumentales en proveernos de cariño, entusiasmo, logística y conocimiento. Un agradecimiento especial hacia Ligia Salvador, Alex Cansignia y Alexis Quishpe por su apoyo y voluntad y otro a la familia de Luis Humberto Salgado, tal vez el más grande músico que ha producido el Ecuador, por permitirnos el uso de su ―Sinfonía a Atahualpa‖ en la elaboración del relato de Vicky Chugá. Felicitaciones y agradecimientos sobre todo a todos los participantes en el proyecto y ante todo a los/las niños/as.
¿Puede explicar esto? Andrew Quitmeyer Traducción Alvaro Alemán
El año pasado, durante el día de navidad, me senté, en una productora de animación, con un grupo de entusiastas ejecutivos, en Shenzhen, China. El propósito de la reunión era causar la admiración de estas personas con una serie de ideas destinadas tanto a transformar su reputación en los medios de China como a ofrecer servicios educativos en la región. Pese a su entusiasmo, los directores desestimaron cada una de mis ideas, apenas estas salían de mi boca, debido a un desfinanciamiento general de la productora.
Un pequeño tramo de mi presentación, sin embargo, se rehusaba a desaparecer de la discusióndebido en su mayor parte, me parece, a que causaba en ellos perplejidad. ―¿Puede explicar esto?‖ me preguntaba con insistencia el jefe de la organización, respecto a un corto animado que trataba sobre dos dragones con aliento de fuego que perseguían a un mago malévolo (el mago mostraba un gran parecido con mi persona). Les conté entonces sobre el origen de estos cortos, hechos en un taller de narrativa multimedia, sin fines de lucro, con niños, con el objetivo de enseñarles a generar sus propios relatos. Expliqué entonces que mi idea era elaborar talleres similares en distintas partes de la ciudad para después poner los cortos de los niños al aire, entre la programación televisiva existente, con el doble propósito de ofrecer un servicio a la comunidad y de lograr que los niños desarrollen su aprecio por el trabajo de sus pares. Esto nos llevó a una larga deliberación china entre los concurrentes que duró hasta que el traductor dijo, ―nos gusta mucho la idea pero, qué quiere decir ―sin fines de lucro‖‖? --―Significa que no producimos utilidades directamente de los talleres‖. --―No entendemos‖. --―Pues que los talleres se realizan de manera gratuita miǎnfèi” . -- “ Eso no tiene sentido” . Era de esperarse que el grupo no encontrara sentido en esa parte de la propuesta, se trataba después de todo, de un negocio y el objetivo de todo negocio es generar dinero. No importa cuán noble la propuesta, la realidad final se mantenía igual: tendríamos que encontrar una manera de generar fondos. Yo estaba satisfecho trabajando con el estudio, aunque desilusionado porque los únicos que se beneficiarían directamente de estos talleres serían los hijos del privilegio, puesto que tendrían que producir las sumas importantes de dinero que el estudio exigía. Esto me llevó a rememorar mi experiencia en el Ecuador y el hecho de que, de alguna forma, pudimos eludir las restricciones del provecho, la ganancia y empezar a ayudar directamente a aquellas personas que más lo necesitan. Llegué a Quito en mayo del 2008 con equipo de producción y con muchas ganas de ponerlo a trabajar. Ya que había estado produciendo talleres de producción animada en los EEUU por un par de años se me había ocurrido que sería posible que alguien se interesara en producir una versión en miniatura de mis talleres con algunos niños ecuatorianos. Hacia el final del primer día, sin embargo, me encontré atónito debido a la convocatoria que mi contacto en Ecuador, Alvaro, había logrado. Mientras que en los EEUU, para iniciar una sesión, yo debía exprimir a la comunidad durante mucho tiempo para lograr voluntarios e interesados, me encontré con un grupo estupendo de catorce estudiantes y un número casi igual de voluntarios, todos, ansiosos de iniciar la experiencia. Nunca antes había tenido el lujo de una sesión con un número tan grande de voluntarios fervorosos. Esto no es para decir que las cosas funcionaron más fácilmente en el Ecuador. La pobreza de mi manejo del castellano facilitaba la constante aparición de inconvenientes, incluso al margen de la
buena voluntad de los voluntarios. Casi siempre, durante las dos semanas que pasamos juntos, se presentaba una inestabilidad dentro de la obra mayor que a veces amenazaba con hacernos zozobrar. Por ejemplo, el segundo día del taller, Alvaro y yo llegamos al lugar de encuentro y hallamos un salón vacío debido a que surgieron problemas de transporte con los participantes. Algunas autoridades escolares decidieron retirar su colaboración del proyecto aduciendo que los estudiantes perdían valiosas horas de instrucción y que no podían prescindir de ellas. El grupo del taller: que incluía miembros y voluntarios asociados a la Federación de Barrios del Noroccidente de Pichincha, tomó la determinación de no aceptar la decisión y utilizando el poder de un gringo grande (yo) y de una cámara de video, invadimos cada una de las unidades educativas hasta alcanzar la buena voluntad de las autoridades y los permisos necesarios para seguir adelante. A veces, hasta los asuntos más simples se presentaban con dificultades. Durante el cuarto día de trabajo alguien olvidó la llave del candado del aula que la Sede de la Federación nos había amablemente cedido. Todos nos dedicamos entonces a hacer de improvisados cerrajeros y a buscar formas de ingresar a nuestro ―sitio de trabajo‖. . . Con el paso del tiempo aprendí a apreciar la volatilidad del clima cultural que me acogía, tenía la ventaja de mantenerme despierto y de obligarme a improvisar y hacer cambios en un proceso de animación que típicamente se presenta como rígido. Muchas de estas revisiones han sido ahora, integradas permanentemente como mejoras en el manual de implementación del taller. Por supuesto que el proyecto en sí habría sido enteramente superfluo sin los niños. Sus actitudes fueron asombrosas. En un taller convencional, he observado que los niños atraviesan una serie definida de fases. Durante los primeros cinco minutos su entusiasmo se eleva con bosquejos de sus dibujos animados preferidos. Luego, esta alegría inicial se triza súbitamente una vez que los niños comprenden la cantidad considerable de pensamiento y escritura necesarios para la creación hasta de las animaciones más simples. Algunos de los niños se comportan como si prefirieran que les sacara dientes a que yo los guíe por los pasos necesarios de pre-producción y que resultan indispensables antes de llegar a la diversión de disfrazarse o de participar animando sus dibujos en una computadora. Finalmente, para cuando los niños se encontraban ya lo suficientemente motivados como para lanzarse a realizar más animaciones, el taller terminaba. Los niños que formaron parte del Rincón del Relato, por otro lado, me asombraron con su fortaleza. Desde un inicio, trabajaron tesoneramente y mantuvieron ese entusiasmo y determinación durante la duración de un taller tremendamente exigente. Y considérese que estamos hablando de niños que además de su tarea escolar deben asumir las dificultades de su inserción al mundo del trabajo. Algunos de ellos debían levantarse con el amanecer para reunir cartones para el reciclaje, pasar el día temerosos de sus profesores y luego trabajar en las calles vendiendo helados, chicle o soplando fuego en la intersección de una avenida antes de volver a sus hogares a hacerse cargo de sus hermanos menores. Pese a ello, al enfrentarse con la tarea formidable de escribir, dibujar, grabar y animar sus propias creaciones, no se quejaron en lo mínimo
Al principio se comportaron con algo de timidez, temerosos de encontrar en nosotros personas con exigencias desconocidas. En esa coyuntura, Alvaro, Cecilia y Luis, entre otros, me fascinaban al señalar algún pequeño gesto, una clave que me mostraba cómo los niños se entregaban al proyecto y nos mostraban confianza. Garabatos elaborados en los márgenes de sus ilustraciones y nanayes minúsculos como la puntuación en la letra ―i‖ del nombre de Victoria, en forma de corazón, parecían mostrar que los niños se sentían a salvo y protegidos y por lo tanto, dispuestos a divertirse. La diferencia más sobresaliente entre el Rincón del Relato y cualquier otro taller que he realizado apareció en la forma de la temática de las historias. Aparentemente, el deseo de la mayor parte de los niños norteamericanos con los que trabajé era elaborar su propia caricatura, de manera que ellos podrían ―ser‖ exactamente iguales a sus personajes favoritos (Batman o el Avatar, por ejemplo). Sin embargo, inicialmente, los niños ecuatorianos parecían no entender el objetivo de elaborar una caricatura. Poco a poco, me parecía que la idea de refugiarse en la fantasía prendía en sus mentes y luego, cuando desarrollaban sus ideas narrativas, creí entender que esas mismas historias servirían como una cortina leve, puesta sobre la ventana de sus vidas cotidianas. Un día, después de nuestra sesión inaugural, mientras esperaba un aventón, vi a Cecilia, una psicóloga infantil que trabajó con nosotros, recogiendo vidrios rotos del suelo del área de juegos en que hicimos nuestro trabajo. Junto a ella se sentaban dos hermanos, Jorge y Johan, ―fogoneros‖ o sopladores de fuego en las esquinas del norte de Quito, que ganaban dinero de esa forma para suplementar los ingresos familiares. Entre agachadas, Cecilia pausaba, veía las caras cicatrizadas de los hermanos y les pedía que dejen esa peligrosa ocupación. Cecilia estaba tan preocupada –y era tan directa—que, aunque la barrera del lenguaje típicamente detenía mi entendimiento, de alguna manera logré procesar este episodio como una falsa memoria en la que la conversación ocurrió en inglés. ―Por favor, no pueden seguir soplando fuego‖, recuerdo que decía (en inglés por supuesto). ―La gasolina les va enfermar. . .pueden tener lesiones en la boca y la garganta. . . la calle no es segura, les pueden robar o les puede pisar un carro. . .no importa qué diga su padre, deben parar, hay muchos otros trabajos que hacer‖. A medida que el taller avanzaba, Cecilia me tenía al tanto de su análisis de las historias de los niños, en particular, aquellas de Jorge y de Johan. Ambos relatos eran casi idénticos: un día, mientras trabajaban en la calle soplando fuego, se hizo la tragedia. Cecilia señaló que el aspecto más interesante de las historias de los dos hermanos, de hecho venía de una comparación de las diferencias entre ambas. Jorge, el hermano mayor, se proyectaba como un dragón poderoso que
fue atacado por un brujo malvado y que utilizó sus poderes de fuego para destruir a la amenaza. El relato de Johan, por otro lado, se da de manera distinta: es él el único protagonista que cuenta un accidente de la vida real en el que su vestimenta se prendió de fuego. Su hermano lo salvó al verlo en flamas frente a transeúntes despreocupados. Aparentemente, la interpretación de Cecilia era que Jorge tuvo la capacidad de ocultar las dificultades de su vida con una fantasía que le permitía superar las incidencias peligrosas que ponen su vida en riesgo a diario. Johan, sin embargo, al ser más joven, todavía no había desarrollado este mecanismo de defensa y no podía simbolizar la dura realidad cotidiana el momento de realizar su corto animado. Finalmente llegó el día en que, para filmar un segmento de su relato, Jorge trajo una botella de gaseosa de dos litros con Diesel. El objetivo era soplar bolas de fuego frente a la pantalla verde que nos sirvió para elaborar su corto. Fue una experiencia asombrosa (absolutamente inédita en relación a cualquier suceso similar que pudiera ocurrir en Norteamérica) y Jorge y Johan parecían estar contentos. Sus habilidades evidentemente los diferenciaba, les confería un poder abierto sobre los demás niños y hasta sobre los adultos presentes. Después de su presentación, su fachada autosuficiente se cayó en tanto se dedicaron a escupir y lavar los restos del diesel de boca y garganta. El dolor en sus ojos, mientras peleaban contra su propio reflujo y hacían gárgaras con el agua de la llave me aterrorizó. Me sentía disgustado con mi mismo por haberlos instado a realizar la demostración aunque tenía la esperanza de que, de alguna manera, al haber capturado su acto, esto podría contribuir a que abandonen esa actividad. En momentos como ese, mi confusión afloraba y empezaba a preguntarme sobre el propósito del tiempo compartido con los niños. ¿Por qué hacer algo tan frívolo como realizar animaciones cuando estos niños enfrentan peligros reales a diario? Luis, Cecilia, Alvaro y los demás voluntarios me recordaban, sin embargo, que lo que realmente importaba era que pudimos mostrar a estos niños que ellos eran importantes y que sus opiniones y vidas eran valiosas. Yo añadía a esa reflexión con el recuerdo de que el objetivo del proyecto nunca fue, de hecho, producir una nueva clase de animadores de calidad internacional sino, posiblemente, interrumpir el ciclo de pobreza al mostrar una de muchas posibles vidas distintas y cultivar la decreciente chispa de esperanza al interior de cada niño.
Ideas para una defensa aprensiva de que lo que se dice vale lo mismo que ver llover Antonio Villarruel Oviedo
Liminar. (del lat. liminaris). adj. Liminal. Liminal. (de liminar). Relativo al limen. Limen (del lat. limen). m. poét. Umbral. Diccionario Universal Sopena Me gusta leer los ensayos de Pavese e intuir, como ya lo intuyó Italo Calvino y luego lo revelaría Pascale Casanova, que la literatura trasciende el ámbito de lo nacional/mercantil y llega a instalarse en un universo con sus propias reglas y normas. Como diría la propia Casanova, este universo tiene sus meridianos, sus guías básicas: ahora me imagino que Proust, Canetti, Borges, Joyce, los ecos de Shakespeare y Montaigne también, cuyo libro de ensayos compré y no me he animado aún a empezar. Todos aquellos autores que se leen como canónicos y que uno, como un lector pequeño –en el sentido que Kafka le dio a la palabra pequeño en sus diarios; es decir, liminar, marginal- se apresta a leer como si tuviera que escalar la torre la Pisa con soga y sin rappel. Para escapar del vértigo de los grandes textos que, tarde o temprano le esperan a un lector, uno se construye sus líneas de base, señales propias a las que remitirse cuando esté perdido. Yo tengo las mías, y tal vez ahora valga la pena que las mencione, aunque me ruborice cuando ustedes las lean y aunque no siempre sea literatura, pero haga las veces de tal –en su acepción más generosa, al menos-. O que, más aún, funcione como una biografía intelectual o la trama secreta de una novela de aprendizaje: el cine pequeño de Carlos Sorín, las canciones de Pedro Guerra, las crónicas tempranas de Lemebel, la poesía de Gelman, las líneas de Héroes, de Ray Loriga, con las que intenté acercarme a quien hoy es mi pareja, cualquier cosa que haya publicado Javier Cercas, Deconstructing Harry, la figura enorme de Piglia –su agudeza, podría precisar-, siempre los versos de Quevedo, Funes el memorioso, Blood on the tracks, de Dylan, cualquier canción de cualquier disco de Ryan Adams –no Bryan-, los pasillos tristísimos que oían mis abuelos, Domodossola, esa pequeña ciudad italiana al norte, la voz de Eddie Vedder, cualquier línea que haya escrito W.G. Sebald, Estrella Distante de Bolaño, Nocturno de Chile, de Bolaño, y que a mí se me antoja su obra maestra, Carlos Wieder, un personaje de novelas que, me parece, podría estar escondido en alguno de los pueblos centrales de Chile que conocí cuando pasé allá una temporada. Safran Foer, Sandro Veronesi, Arno Geiger. No me pondré cansino, pero creo que podríamos llenar folios con esas representaciones que constituyen nuestro propio canon, y que van mudando a medida que uno crece y ha leído más, ha visto más, pero ha dejado de sorprenderse con facilidad. El caso es que desde ese imaginario uno mira lo demás. Con los andamios que las películas, los textos, los poemas y los lugares han ensamblado en uno y que se constituyen en la base de su experiencia. Toda experiencia está penetrada por el tiempo, dice Benjamin y lo cita Buck-Morss,
pero a veces parece que todo tiempo, toda época, se percibe desde lo que uno leyó y sintió entonces. En eso aparece la idea de las literaturas. Pequeñas y grandes, diría Kafka; fundacionales, diría Doris Summer. Pienso en lo que escribió Pascale Casanova, influenciada por Valéry Larbaud, sobre esa tensión que existe entre las literaturas grandes y aquéllas pequeñas, insulares, que buscan ascender y solo lo logran a partir de una ―gran reforma‖ o propuesta estética, que conmueve los cimientos del canon mayor. Me parece una tesis insuficiente, pero interesante. Y me interesan los relatos liminares o pequeños porque encuentro en ellos esos fragmentos, como diría Benjamin, que pueden generar nuevas posibilidades de lecturas históricas, sociales y estéticas. Me gusta esta discusión, este debate. Me gusta Bloom, su arrogante defensa del credo literario y de la estética porque sí. Me gusta que la literatura no tenga que responder a correcciones políticas ni a afanes costumbristas. Una literatura cuyo núcleo está en el placer de leer un buen libro, que remite a otro buen libro y que remite, finalmente, a la idea de la metáfora, de la representación, del teatro. Me gusta, también y mucho más, que la literatura pueda cruzar disciplinas, leerse como Historia con mayúsculas, ser tomada en serio como testimonio de una época y que las letras de las canciones, las ciudades caminadas y percibidas puedan también ser textos, como lo escribió Martín Kohan: una literatura que sea posible de ser leída como un documento de una civilización, un texto a descifrar. Millones de piedras de Rosetta. Debo decir que no he tomado parte del todo por ninguna de las dos posturas. Ni la de la literatura solamente restringida a las posibilidades estéticas occidentales –que es, en buena medida, como se ha leído e interpretado la producción literaria iberoamericana- y que responda únicamente a los cánones de belleza que han evolucionado en aquello que, extraña coincidencia, tanto Bloom como Said llaman Occidente; ni la de la literatura como texto sociológico o histórico a secas. No descarto la posibilidad de encontrar mi propia respuesta a la mitad del camino entre estas dos tensiones. Eso sí, el recorrido se me antoja apasionante. También y desde acá, la posibilidad de leer los textos de este lugar y de cada lugar. Con el mismo afán con que lo hace Rodrigo Fresán con los textos de Cheever, Muñoz Molina –que es español- con los textos de Saul Bellow, o Borges con las novelas de Faulkner. La literatura nunca es demasiado inocente ni demasiado banal como para no tomarla en serio –esto lo podrían aseverar Salman Rushdie, Roberto Saviano o Juan Gelman-, sobre todo porque es el espacio del margen, del límite, de la experiencia silenciada a golpes. La ficción da para esa seriedad, y un estudio sobre ella también.