Polemika 03

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ENIGMAS DEL LIDERAZGO, CAUDILLOS Y POPULISMO Juan Andrés Cartwright Fabián Corral Carlos Freile Juan Pablo Grijalva Xavier Lasso Franklin López Pablo Lucio-Paredes Giuseppe Marzano Fernando Navarro Santiago Nieto Juan Paz y Miño Wilson Pérez Juan Manuel Rodriguez Elsa Romoleroux de Mena Lourdes Tibán Gaitan Villavicencio Jorje Zalles

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ENIGMAS del LIDERAZGO, los CAUDILLOS y el POPULISMO Xavier Bonilla, “Bonil” Juan Andrés Cartwright Fabián Corral Carlos Freile Juan Pablo Grijalva Xavier Lasso Franklin López Pablo Lucio-Paredes Giuseppe Marzano Fernando Navarro Santiago Nieto Juan Paz y Miño Wilson Pérez Juan Manuel Rodríguez Elsa Romoleroux de Mena Lourdes Tibán Gaitán Villavicencio Jorje Zalles

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ENIGMAS del LIDERAZGO, los CAUDILLOS Y el POPULISMO

Revista Polémika Director: Pablo Lucio-Paredes Consejo Editorial: Carlos Espinosa Carmen Fernandez Salvador Pablo Lucio-Paredes Giuseppe Marzano Javier Robalino Juan Manuel Rodríguez Diseño: GyR / USFQ POLEMIKA es una publicación cuatrimestral del Instituto de Economía de la USFQ

Por favor enviar sus comentarios a: pabloluc@uio.satnet.net ISBN:

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El fenómeno levadura Juan Manuel Rodríguez

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esde diferentes perspectivas, en esta “Polémika” nuestros colaboradores debaten acerca de los líderes y el liderazgo. Seguramente esta reflexión está circunstanciada por una coyuntura política. Hay una realidad consentida, discutida, envidiada y patrocinada por intelectuales, tecnócratas e ideólogos, y es ésta: cómo y por qué unos desconocidos acceden al poder en apenas pocos años, sin resistencia y con tan tremenda influencia. Las respuestas a este hecho político y cultural son variadas, desde la ausencia de líderes opositores hasta el carisma político, desde la estupidez de un pueblo hasta el engaño mediático, desde la necesidad de nueva ruta hasta el advenimiento de unos salvadores andinos. Ninguna de ellas convence, pero son posibles hipótesis para explicar el nuevo cacicazgo. A este crecimiento rápido y contagioso de ciertas personas para instalarse en el poder y ejercerlo en cualquier sistema es a lo que he denominado “el fenómeno levadura”. Suele aparecer en política cuando el pueblo, perdida la esperanza de conseguir sus demandas por las vías racionales de las leyes y la justicia, encarna ese deseo colectivizado en la persona de un caudillo. Para efectuar la transición hacia el populismo o un fascismo de izquierda-derecha, el jefe rehace el pacto con su pueblo. Para ello anulará los viejos vínculos y elaborará un modelo de constitución con tres fines fundamentales: mantenerse en el poder (interés personal por sentirse imprescindible y ganar tiempo), satisfacer los deseos puntuales de los adoradores (recompensar la credulidad del pueblo con el señuelo de la felicidad o el buen vivir), legalizar el mito de su tarea mesiánica acaparando todos los poderes para enfrentar el miedo de una probable destitución. Algu-

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nas democracias poseen constituciones tan elásticas y confusas que cualquier sistema político tiene cabida. En cualquier campo, el fenómeno levadura se asocia con el de la masa y el líder (panadero), quien en el espacio de su tahona amasa y hornea la harina para unos clientes que exigen soluciones rápidas y creen que en barriga llena hay corazón contento. El alimento sano da energía, pero el viento de la levadura hincha y provoca tempestades y ruidos mentales y estomacales. Un gran riesgo, basta un simple pinchazo para que toda esa estructura se desinfle y vuelva a su origen: nada. El fenómeno levadura se expresa a través de una ideología dominante que es aceptada por una multitud de fanáticos creyentes, que se ritualiza a través de unos símbolos adaptados en forma de banderitas y canciones, que se conserva mediante largas y tediosas exposiciones en los medios masivos, que se refuerza con la prepotencia de los mandamases, que unifica a la multitud señalando a un enemigo común y descalificándolo, que indigesta con su posesión de la verdad, que acalla a los críticos con la intolerancia y el hostigamiento, que propone una tarea global identificada como salvación y cura de todos los males sociales y, finalmente, que hincha como globo tanto a los seguidores, a su credo y a su aureolado cacique. El fenómeno levadura recoge la idea de Carlos Marx cuando afirmó que las ideologías y prácticas dominantes en una sociedad son las que imponen los dominadores. Los líderes y cabecillas son los ejecutores del fenómeno levadura. Se hinchan, acaparan poder, ganan prosélitos, engullen y absorben adeptos hasta formar sectas, movi-


mientos, empresas y discípulos. De tanto inflarse, tienen más superficie que substancia, pero ejercen influencias con su persuasión demoledora, sus promesas utópicas, su mesianismo, su ignominioso descaro. Muchos de ellos son vendedores de aire, tiznan con el hollín de su incansable verborrea, y su duración es como la de la humareda que se desvanece con una pequeña brisa. Sin embargo, su efecto para bien o mal de las sociedades parece trascendental y hasta necesario. Si existen tantos líderes en el mundo, ¿cómo y por qué el estado de los pueblos sigue siendo injusto y calamitoso? Habrá que poner en duda la guía de los líderes, la mayoría de las veces arribistas que viven predicando esperanzas huecas y engañando con credos utópicos. El fenómeno levadura afecta también a la tarea o misión, a las circunstancias y a los dependientes. Se materializa en el uso epidémico del vocablo líder tanto en los medios de información como en el habla coloquial para reemplazar a jefe, cabecilla, autoridad, gerente, administrador, prominente y muchos otros mandamases. Por el contenido elusivo del concepto “líder” y la banalización de vocablos como carisma y masa, estas palabras tienen levadura. Su uso crece exponencialmente en la misma forma como va disminuyendo la imprecisión del significado en su aplicación. De esta vaguedad del término líder y de la generalización del uso ya nos advirtió F. Lázaro Carreter allá por el año 1994 cuando con su erudita socarronería nos indicaba que muy pronto “los soldados del pelotón llamarán líder al sargento, los fieles a su párroco y los músicos de la banda al director.”1 Algo de música hay también en la entrevista que este número dedica a una di1 F. Lázaro Carreter, El dardo en la palabra, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2001, p. 657.

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rectora de una sinfónica, quizá sugerida por el capítulo “El director de orquesta” de Elías Canetti (Masa y poder), tal vez como tributo a la memoria de un premio Nóbel. Para aclarar la música del concepto líder, recurro al Diccionario de la Real Academia Española. La denotación aparece fijada en tres usos: 1. persona a la que un grupo sigue reconociéndola como jefe u orientadora; 2. persona o equipo que va a la cabeza de una competición deportiva; 3. construido en aposición (o sea, dos sustantivos juntos), indica que lo designado va en cabeza entre los de su clase. Según esas acepciones, líder se puede aplicar indistintamente a personas o cosas siempre y cuando designe al “primero”, categoría ordinal que indica una situación. El “alumno líder” es el primero de su clase; el “producto líder” o el “jabón líder” se refieren a su primacía dentro de una jerarquía ordinal, el primero en ventas o el mejor posicionado en el mercado. Cuando se aplica a personas, el Diccionario señala ciertos rasgos característicos: seguimiento de un grupo, reconocimiento del rol de jefe como orientador o guía. Ahora bien, una persona puede ser el alumno líder (primero) de una clase y no tener liderato según la acepción primera, es decir, ni ser jefe, ni orientar al grupo, ni tener seguidores. Como la primera acepción del diccionario carece de denotación ética, de la misma manera serían líderes A. Hitler o Ghandi, el presidente Hugo Chávez o la madre Teresa de Calcuta. Es obvio que el primero entre los medianos y el primero entre los últimos también serían líderes por tener la primacía en uno de esos conjuntos. Además, como predica el Evan-


gelio, si “los últimos serán los primeros”, entonces los últimos serían indiscutiblemente los líderes verdaderos. En definitiva nadie es líder, luego todos somos masa; o nadie es masa, luego todos somos líderes. En el primer sentido, el Diccionario responde a la pregunta qué o quiénes son líderes, no a la esencia de lo que en sí es el concepto. Es como si para dar la idea de belleza, nos refiriéramos a las entidades que pueden poseer esa cualidad sin determinar la propiedad de lo bello. En sentido estricto, “líder” es una medida sociométrica que se utiliza en la teoría de grupos para representar las funciones de comunicación, de jerarquía y estado emocional de los integrantes. De ello hablan la psicología social, la comunicación organizacional, la administración empresarial, la sociología de las organizaciones y la ciencia política. Con el término líder se mide el número de relaciones que establecen los integrantes de un grupo, sus afectos y compromisos. De esta manera la función líder tiene que ver con las interacciones y vínculos que recibe y comparte cada individuo dentro de la organización. La cabeza de esa función será la persona que recibe y emite mayor número de mensajes informativos y emotivos. Cuando los grupos se integran en conjuntos más grandes, entonces aparecen las sociedades de líderes que Wright Mills denominó la “elite de poder.” Está noción para el estudio de los grupos parece fácil: líder es la medida de la cantidad de relaciones entre difusión y absorción de mensajes producida por un individuo dentro de un grupo. Sin embargo, se debe estimar que dentro de las relaciones grupales existen variables de influencia y composición como la personalidad del grupo, tamaño, tarea,

cohesión, carisma, empatía, compatibilidad, estructura, circunstancias e influjos externos de otras mediaciones. Si para cada variable señalamos una incógnita, se comprenderá la dificultad de esta cuantificación. En realidad, muchos de los proclamados líderes son realidades virtuales, cabezas parlantes producidas y divulgadas por los medios masivos, parte del imaginario social, personas con más tiempo libre, desilusionados que llenan el vacío de amor con el abrazo y los besitos de sus seguidores, justificando así una misión que, aunque mínima, la convierten en cometido esencial, quijotes del absurdo. Para salir de este desconcierto, recurro a la enorme intuición del poeta César Vallejo, tan perspicaz y hombre adentro. En su poema “Masa”, escribe:

Al fin de la batalla, y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre y le dijo: “No mueras, te amo tanto!” Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Se le acercaron dos y repitiéronle: “¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!” Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil, clamando: “¡Tanto amor y no poder nada con la muerte!” Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Le rodearon millones de individuos, con un ruego común: “¡Quédate hermano!” Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

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Entonces, todos los hombres de la tierra le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado; incorporándose lentamente, abrazó al primer hombre; echóse a andar… Esta alegoría pretende borrar el sentido despectivo del concepto “masa” (gente descalificada y sin voluntad según Ortega y Gasset) y a la vez crear un nuevo significado para líder. En forma gradual y por acumulación cuantitativa se produce el sentido. Los cuatro elementos del proceso de liderazgo están presentes: 1. situación: un hombre está agonizando después de una batalla; 2. tarea: salvar al moribundo; 3. líder: intento infructuoso cuando se acercan uno, dos, miles, millones de hombres; 4. multitud: totalidad de los hombres de la Tierra para lograr la sanación. Vallejo nos dice que no son los caudillos, ni los cabecillas, ni las elites, ni los jerarcas los que nos salvan, sino la humanidad entera (redarquía) que dirige sus esfuerzos a realizar el bien en un proyecto de hogar universal, comunitario, vinculante, participativo y solidario.

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Para vencer el hambre, injusticia, explotación, guerra y delitos ecológicos, no hay que reclutar líderes sino a la humanidad en una tarea que se hace por amor al prójimo (“te amo tanto”). Vallejo une el carácter cuantitativo (todos) al cualitativo (hombres cualificados por su integridad), mostrándonos que la salvación humana no es labor de unos pocos elegidos, sino de la solidaridad de todas las personas. No se necesitan revoluciones ciudadanas, que discriminan a los moradores de pueblos y recintos, sino una conciencia de humanidad, de hermandad, sin distinción entre líder y masa, majestad y plebe. El líder político es un usurpador. Cuando el sufrimiento y la pobreza han desgastado la esperanza y la fe, se aprovecha de la circunstancia para arrebatarnos la tarea que es compromiso de todas las personas y nos utiliza para cumplir sus propios intereses. En la nueva sociedad, la unidad de todos los hombres proporcionará la fuerza. La calidad de las personas aportará el valor necesario para crecer en hermandad e instaurar una familia, no de líderes y masa, sí de humanos.


Las ilustraciones de la presente publicación son obra y propiedad de Carlos Villarreal Kwasek, las imágenes que aparecen entre la página 11 y la 107, corresponden al relato gráfico “El Cóndor Ciego”, adaptación libre del texto homónimo de César Dávila Andrade: ilustración Carlos Villarreal Kwasek, adaptación Alvaro Alemán. El texto completo se puede encontrar en línea en http://www.carlosvk.info/ downloads/CondorCiego.pdf

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HISTORIA Y CONCEPTOS ALREDEDOR DE LOS LÍDERES

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Xavier Bonilla “Bonil” ¿Se está riendo de mí?

18Juan Andrés Cartwright

La Izquierda del ‘Outsider’ y la Ausencia de Opositores en la Política Ecuatoriana

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Fabián Corral Caudillos, Crédulos y Cortesanos

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Carlos Freile Los líderes de 1809

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Franklin López Embuste, manipulación y realismo mágico en el liderazgo político

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Santiago Nieto ¿Los electores votan por líderes?

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Wilson Pérez Entre libres y abusones

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Juan Manuel Rodríguez Luciérnagas en la noche -De cómo la oscuridad favorece a los líderes políticos-

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Juan Paz y Miño Caudillos y populismos en el Ecuador

Jorje Zalles El gran desafío del liderazgo: rechazar las respuestas fáciles, reducir la dependencia y estimular la libertad responsable

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Gaitán Villavicencio Liderazgos y líderes en la costa ecuatoriana: diversidad cultural y homogenización política

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EXPERIENCIAS, INDIVIDUALES Y COLECTIVAS, DE LIDERAZGO

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Juan Pablo Grijalva Liderazgo empresarial

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Xavier Lasso Comunicación, periodismo, interés general y estrellas políticas

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Pablo Lucio-Paredes Homenaje a Millôr Fernandes

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Giuseppe Marzano De niña tímida a líder de orquesta: historia de una mirada inspiradora - Entrevista a Andrea Vela – Directora de Orquesta

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Elsa Romoleroux de Mena Liderazgo y éxito organizacional

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Fernando Navarro La organización barrial como centro de reencuentro social

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Lourdes Tibán El liderazgo indígena, una construcción colectiva

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HISTORIA Y CONCEPTOS ALREDEDOR DE LOS Lテ好ERES

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Xavier Bonilla “Bonil”

¿Se está riendo de mí? (¿Por qué me dibuja con esa narizota?)

El temor al ridículo nació con la Humanidad. Cuando Adán se negó a comer la manzana, Eva le convenció con un reproche: “¡No seas ridículo, no va a pasar nada!”. Pero pasó: Jehová sintió que se rieron de Él, y el desenlace lo conocemos todos… La risa, el humor, han sido estudiados, diseccionados desde hace tanto tiempo y generalmente con resultados que no dan ninguna risa, pues las teorías en gran parte la han relacionado con liberación de agresividad o con la sanción social. La caricatura, por ejemplo, especialmente la caricatura política, es percibida como un recurso de crítica política, de sanción o reivindicación grupal. Sí, es verdad que el humor también tiene que ver con la diversión y el placer, indudablemente, pero en general se lo ha visto como el placer de la revancha simbólica. Más aún, según la disciplina desde la que decidamos analizar este maravilloso fenómeno del humor, llegaremos a descripciones diferentes. Pero si bien hay un gran abanico de interpretaciones, es curioso que muchas teorías explicativas de la risa, lo cómico o el humor, en general hablan de la incongruencia, la contradicción o el elemento sorpresa como factor determinante. Kant, por ejemplo decía que “la risa es una emoción que surge por la súbita transformación de una expectación esforzada, en nada”. Hobbes hablaba de una “gloria súbita surgida de una también súbita concepción de alguna eminencia o distinción en nosotros mismos…”. Y así muchos más.

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Pero no se preocupen, no vamos a recapitular y abundar en un recuento ocioso de teorías sobre el humor, la risa o lo cómico. Insistimos en la coincidencia porque, teniendo todas esas teorías mucho de verdad, fue Julien Greimas quien –desde una perspectiva semiótica-, logró una comprensión más ordenada para brindarnos una visión mayormente sistemática y precisa. Este semiólogo habla de una estructura en la que el humor se produce cuando en un relato que se supone homogéneo se descubren dos isotopías diferentes. ¡Qué? Sí… es verdad, más se le entendía a Kant, y yo sé que nadie entiende esto a la primera, salvo los inteligentísimos semiólogos. Pero dicho de otra forma, estaríamos hablando de campos semánticos o “unidades de sentido”, que producen humor porque coexisten en la narración al mismo tiempo que resultan, aparentemente, incongruentes. Es decir lo incongruente resulta aceptable y convive con la isotopía propuesta al inicio de una narración, la cual cobra pleno sentido (uno nuevo). En el chiste del amigo que pregunta a otro

- ¿Tienes una foto de tu mujer desnuda? - ¡Qué te pasa! ¡Claro que no!

humorístico, porque la estructura y la organización de la narración que él identifica se halla presente en cualquier relato humorístico: gráfico, escrito o gestual. Ya que nuestro propósito es analizar a la caricatura como un género en particular, de entrada convengamos en hablar de “dibujo humorístico” o dibujo de humor en lugar de caricatura, porque si bien este último es el término que más se emplea en Ecuador y otros países, es más conveniente usar el primero pues abarca de mejor forma tanto la caricatura en estricto sentido (1) como otros mensajes humorísticos. Decíamos que la visión de Greimas nos serviría para entender cómo se crea el humor. Y en nuestro caso nos sirve para cimentar la comprensión del dibujo humorístico. De hecho es Violette Morin (1970) quien parte de la propuesta de Greimas -que hablaba de relato, presentación y diálogo- y desarrolla el estudio cuando analiza l´histoire drôle (la “historia chistosa” según nuestra traducción) y el “dibujo humorístico”, subsiguientemente. De manera similar a Greimas, para esta autora el dibujo humorístico se erige sobre tres funciones: a) Normalización (presenta los personajes, la situación, el tema), b) Armado (que plantea un problema, interrogante, o sirve de pretexto para la ruptura del orden), y c) Disyunción (que resuelve el problema gracias a una respuesta o elemento disyuntor).

- entonces…te vendo Lo normal es que nadie pregunte intimidades respecto a la mujer de nadie. La respuesta airada del esposo también entra en la “regla” y con eso podría terminar el relato, pero aparece la propuesta final sorpresiva que es la que bifurca el sentido de la historia. La primera isotopía sería: un hombre pregunta a otro algo inapropiado y lógicamente causa una indignada respuesta por el atrevimiento. La segunda nos indica que si el amigo no tiene algo que podría ser valioso, que es escaso, o que nadie tiene, es “lógico” y “coherente” que el otro se lo ofrezca en venta. Calza perfectamente en la mente del lector que en situaciones como esas es “correcto”, esperable, que se lo ofrezca en venta, y que también dentro del inmenso mar de posibilidades verosímiles está que efectivamente el sujeto haya logrado una fotografía de la mujer. Es decir que ese desenlace también es posible de suceder, pero que es totalmente anormal, inusual, loco, nuevo, sorpresivo y aparentemente incongruente. A nosotros nos parece que la interpretación de Greimas es fundamental para entender cualquier fenómeno o discurso

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En la figura 1, dibujo de ROQUE(2), vemos que la función de normalización podría ser “un escultor se dispone a crear una obra, para cual debe disponer de una piedra en la cual esculpir”. Inmediatamente surge la interrogante o problema (anclaje o armado): ¡la piedra está suspendida en el aire! ¿Cómo es que un objeto tan pesado como la piedra del escultor está sin piso? Dirigimos entonces la mirada hacia un elemento pequeño, menos visible, que está esperándonos, y que nos lleva a la conclusión inesperada: el modelo a esculpir es un avión, de manera que la gran piedra “lógicamente” debe estar suspendida en el aire para así lograr un mayor parecido (disyuntor). La primera isotopía nos dice que los escultores generalmente buscan plasmar en la piedra el máximo parecido con el modelo. La segunda isotopía nos estaría diciendo que si lo que el escultor va a reproducir es un avión, el máximo parecido debería incluir su capacidad (la de la piedra) de mantenerse en el aire. En la figura 2 vemos a un líder conduciendo a la masa con coraje y decisión (normalización). Repentinamente el dirigente se detiene. El espectador supone que se ha presentado algún problema, quizá una amenaza, de la cual el cabecilla, valientemente toma la resolución de enfrentarla


solo, para proteger a sus conducidos, por lo que les pide que volteen a mirar a otra parte (anclaje). La conclusión esperada, normal, sería que el dirigente se enfrente a esta amenaza anónima y quizás hasta con resultados victoriosos acordes con el ímpetu y firmeza demostradas desde el inicio de la narración. Pero, acto seguido, descubrimos que la razón urgente para que el pueblo mire a otra parte

es bastante menos heroica que el papel salvador del líder: hacer unas agüitas en medio de la calle. El desenlace, al mismo tiempo que es incongruente, engancha plenamente con el discurso narrativo porque es “normal” y tiene sentido también que alguien quiera que nadie le vea al momento de hacer sus necesidades biológicas, que pueden aparecer repentinamente.

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La figura 3 a través de su título nos muestra una galería de sobresalientes presidentes del Ecuador, representados también por lo más sobresaliente de ellos. Quienes conocen la historia política de este país identificarán fácilmente estas características de los mandatarios graficados. Ahora bien, el relato humorístico planteado podría ser el siguiente: hay una galería destinada a inmortalizar a presidentes ecuatorianos y vamos a verlos representados físicamente (normalización). Los presidentes no están pintados como lo que estamos acostumbrados a reconocerlos, es decir un rostro, sus facciones, un cuerpo, etc. (anclaje o problema). En lugar de ello encontramos partes corporales, “anomalías gráficas” que, sin embargo, nos permiten identificarlos (disyuntor). Los presidentes normalmente son homenajeados o inmortalizados en una placa, un busto o una representación. Es la regla. Lo inesperado es que las placas conmemorativas puedan fácilmente convertirse al mismo tiempo en placas de trofeos, en parte gracias al parecido físico. Igualmente es inesperado que los cuerpos de los presidentes, su imagen socialmente reconocida, pueda ser identificada a partir de sus partes corporales. Por ejemplo, Rafael Correa no tiene corporalmente la forma de una lengua gigante. Pero si el espectador identifica a este presidente como castigador verbal, que su palabra latiguea, encontrará sentido en definir a Correa como una lengua gigante. Esta “anomalía gráfica”, como diría V. Morin, es de por sí un cambio de sentido en la narración pues esperamos ver al señor Rafael Correa, pero en lugar de eso vemos, no a una persona, sino a una lengua como su equivalente.

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Hasta aquí hemos visualizado brevemente cómo está estructurada una caricatura o dibujo humorístico. Pero ¿qué relación puede tener esta estructura con el temor al ridículo que señalábamos inicialmente? En otras palabras ¿por qué esta estructura, que genera humor podría ser eventualmente temida o podría resultar incómoda o no humorística para alguien?

En otras palabras: si el receptor es un ferviente admirador de alguno de los presidentes de la galería sobresaliente, a más de tener comprometido su sistema afectivo, le parecerá que es forzado, tirado de los pelos y sin sentido la nueva identificación. Y si es correista, probablemente no le causen ninguna gracia las caricaturas que le hagan a su presidente.

Como hemos visto, la estructura del humor o del dibujo humorístico, nos permite entender que en cierta forma el humor implica poner en riesgo la solidez de algo. De un concepto, de un individuo, de un relato, de una verdad. El humor implica entonces romper sentidos. Unos de poca monta y otros de mayor connotación social, pues no es lo mismo jugar con los sentidos de las palabras y hacer retruécanos que hacer caricaturas de Mahoma… porque las cargas valorativas son mayores. Bergson ya se dio cuenta de que “la risa no tiene mayor enemigo que la emoción”, con lo que quiso decir que para que se produzca el humor (él dice lo cómico) debe haber ausencia de sentimiento: el corazón se anestesia momentáneamente y se activa el “llamado a la inteligencia pura y simple”.

A lo que se refiere el asunto, en definitiva, es a que solo el distanciamiento emocional es el que permitiría reír, humorizar (si cabe el neologismo), o perder el miedo al ridículo. Por ello quienes se sienten poderosos e infalibles son intolerantes al humor… a menos que se trate de burlarse de otros. Y entonces en lugar de preguntar “¿Por qué me dibuja con esa narizota?” directa y prepotentemente interpelarán “¿Se está riendo de mí?” como ocurrió el 9 de junio de 1937 cuando clausuraron diario EL UNIVERSO por publicar esta caricatura.

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Llevaba por título “La última cena” y al pie decía “Uno de ustedes me traicionará”. Se ve al dictador Federico Páez rodeado de militares, quienes consideraron nada graciosa la caricatura, por lo que acudieron en escuadra a las instalaciones del periódico, aparentemente con la intención de corroborar la observación de Bergson y… a notificar la sanción. Aquella fue la primera clausura de EL UNIVERSO. Y esperemos que la última…

1 Recordemos brevemente que la caricatura, nació como un divertimento de los talleres del Renacimiento que se basaba en la deformación de rostros o exageración de sus rasgos para acercarlos a la fealdad y el ridículo. Pero posteriormente siguió un curso similar, aunque siempre relacionado con la representación de un personaje determinado e identificable –por lo general las élites políticas-, hasta que desde mediados del siglo 20 este arte tomó rumbos más amplios y nombres distintos como “dibujo de humor”, lo cual le enriqueció y potenció muchísimo 2 DESENFOQUE, Roque Maldonado, Quito, 1998

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Juan Andrés Cartwright Profesor, USFQ

La Izquierda del ‘Outsider’ y la Ausencia de Opositores en la Política Ecuatoriana Es un hecho conocido por los ecuatorianos que la actividad política en los últimos tres años se ha caracterizado por una aparente inmunidad de Rafael Correa. Inmunidad frente a la oposición política, tanto en términos plebiscitarios, como en términos de la gobernanza en el día a día de la actividad política. A partir de este hecho surgen dos preguntas: ¿A que se debe esta preeminencia política de Rafael Correa? ¿Cuánto más puede durar esta preeminencia? Este artículo pretende entender el fenómeno Correa y consiguientemente responder a estas preguntas. 18


La actividad política de los últimos tres años en el Ecuador se ha caracterizado por una aparente inmunidad de Rafael Correa frente a los varios escándalos políticos que han saltado a la vista de la ciudadanía1, y por una sorprendente incapacidad de la oposición para capitalizar políticamente estas situaciones. Lo cierto es que la hegemonía de Rafael Correa en la arena política no ha sido amenazada de manera trascendente desde que se posesionó como Presidente2. Esta notable preeminencia de Correa tanto en términos plebiscitarios como de la gobernanza en el día a día de la actividad política, debe ser analizada como el resultado de la dinámica entre, por un lado, la manera como las restricciones institucionales formales e informales influyen sobre los actores y en consecuencia los desenlaces políticos en el Ecuador; y por otro lado, la agencia (no necesariamente racional) de estos actores que constituyen y pueden cambiar estas instituciones. Esto porque el individuo y sus intereses e identidades son invariablemente parte de una compleja red de relaciones de poder. Por un lado, el poder y los marcos institucionales que lo sustentan son constitutivos de lo social, porque lo social no podría existir sin las relaciones de poder a través de las cuales toma forma. Pero por otro lado, el discurso y sus significantes sociales son los constitutivos fundamentales del marco institucional. En base a esto, para comprender al caso ecuatoriano, nuestro primer paso debe ser comprender las restricciones institucionales del periodo de sedimentación de la, ahora llamada, ‘revolución ciudadana’. Como se probará a lo largo de este escrito, esta sedimentación ha conducido a la coyuntura que ha permitido que Rafael Correa hegemonice el campo discursivo, capitalice la agencia de los actores políticos para reformar la arquitectura institucional a su favor, y consiguientemente debilite a la oposición.

Contexto histórico: hacia la crisis de representacion en el Ecuador Desde la transición hacia la democracia en 1979, se establece una institucionalidad que producirá una espiral de deterioro continuo y conducirá a la crisis reciente de representación. Los arreglos institucionales electorales y de partidos que se 1 Las denuncias de corrupción relacionadas a Fabricio Correa y las suposiciones de que existían vínculos entre las FARC y personajes del círculo íntimo de Correa, son solo dos ejemplos. 2 Prueba de ello es que la oposición en general no ha podido frenar las iniciativas o reformas políticas propuestas por Correa. Las pocas excepciones en las que se ha frenado una iniciativa (i.e. Ley de Comunicaciones), se lo ha hecho más que por presión de la oposición, por desacuerdos internos del Movimiento País y porque se hace evidente la disconformidad con esa iniciativa, de un segmento significativo de la población. También se hace evidente este fenómeno en lo Plebiscitario. Sea que uno tome como referencia: 1) el 81,72% con el que se aprobó convocar una Asamblea Constituyente plenipotenciaria en la consulta popular del 2007; 2) el 63,93% con el que se aprobó la Nueva Constitución Política en el referéndum del 2008; o 3) el 51,99% con el que ganó las elecciones presidenciales del 2009 en primera vuelta; la hegemonía plebiscitaria de Correa es evidente. (Ver www.cne.gov.ec)

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… Comprender las restricciones institucionales del periodo de sedimentación de la, ahora llamada, ‘revolución ciudadana’ … que ha conducido a la coyuntura que ha permitido que Rafael Correa hegemonice el campo discursivo, capitalice la agencia de los actores políticos para reformar la arquitectura institucional a su favor, y consiguientemente debilite a la oposición.


establecen en aquel momento y sus desde entonces variadas reformas, establecen reglas del juego que conducen inevitablemente a la fragmentación de la representación política y a la destrucción de las capacidades del Estado para hacer frente a crecientes demandas y conflictos sociales. Estos arreglos institucionales tienen que ver con regulaciones como por ejemplo, la obligación de todos los partidos de competir a nivel nacional, la prohibición de alianzas electorales entre partidos3, la introducción del sistema electoral de listas abiertas y de la segunda vuelta para la elección presidencial, y el reconocimiento de candidatos independientes en las elecciones4. La degradación del sistema se produce porque la obligación de competir a nivel nacional y la prohibición de alianzas electorales no solo fragmenta el sistema de partidos, sino que también obliga a muchos de los partidos a hacer alianzas con caudillos locales que les proveen de los votos necesarios para sobrevivir. Por otro lado, la fragmentación del sistema se intensifica por el reconocimiento de candidatos independientes y las mayores probabilidades de ganar que la introducción de la segunda vuelta provee a los partidos pequeños. Esta mayor fragmentación, y la poca lealtad y disciplina de estos caudillos hacia cada partido (que se ve exacerbada por el sistema de listas abiertas), conducen a una provincialización del sistema de representación (Pachano 2006).

… La independencia parcial de los representantes políticos, característica de la democracia representativa, se vuelve menos practicable, y la habilidad de agregar los distintos intereses sociales y construir propuestas para resolverlos disminuye. Los partidos gobernantes terminan afligidos por la presión de representar a aquellos que los eligieron más que al interés general del país.

Esta provincialización obliga a los partidos a optar por una lógica de acción política de corto plazo, vinculada intrínsecamente a los intereses particulares de los grupos locales representados por cada caudillo. La actividad política del Ecuador termina apoyándose de manera importante en prácticas clientelares y corporativistas, y en ofertas de resultados inmediatos para sus electores. De esta manera, la independencia parcial de los representantes políticos característica de la democracia representativa, se vuelve menos practicable, y la habilidad de agregar los distintos intereses sociales y construir propuestas para resolverlos disminuye. Los partidos gobernantes terminan afligidos por la presión de representar a aquellos que los eligieron más que al interés general del país. Abandonar estas prácticas resultaba difícil, ya que los desincentivos resultaban significativos al depender la supervivencia de los partidos de estos electorados particulares. Esta dinámica en la que se vio atrapado el sistema político ecuatoriano de las últimas décadas, condujo a una confusión generalizada de la ciudadanía, entre la obligación de llevar a cabo mandatos vinculantes y una representación política adecuada. Esto a su vez conduce a una lógica política insostenible que lleva necesariamente a la degradación total del sistema. Como los distintos ciudadanos nunca van a tener exactamente los mismos intereses y los 3 Vigente hasta 1996. Desde entonces las alianzas electorales entre partidos fueron permitidas aunque con una serie de restricciones. 4 Vigente desde 1994.

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recursos del Estado siempre son limitados, el disgusto de los ciudadanos por una situación en la que sienten que los partidos representan ‘intereses especiales’ pero no ‘sus intereses especiales’ resulta inevitable. La consiguiente insatisfacción de la población conduce a que el sistema político no pueda fungir como aquel que integra simbólicamente a la sociedad y consolide reglas del juego de carácter vinculante de aceptación general. Por el contrario, en las últimas décadas “la acción política ha sido la que ha determinado al marco normativo, que por consiguiente [también] ha pasado a depender directamente de las necesidades coyunturales” (Pachano 2007, 106)

El populismo de Correa ‘el outsider’ y la ausencia de opositores Esta degradación y la creciente convicción de los ciudadanos de no poder resolver sus diferencias manteniendo una unidad política expresada en un marco normativo estable, se acelera durante la década pasada. Es así como la democracia ecuatoriana se ve atravesada por varias crisis presidenciales, tres golpes de Estado5, múltiples reformas electorales y legislativas y una altísima inestabilidad de los gabinetes. Para el 2006 los partidos políticos estaban casi totalmente desgastados y la población buscaba con ansiedad una alternativa al sistema imperante. De hecho, “tanto Rafael Correa… como León Roldós… y el partido Izquierda Democrática (ID)… hicieron de la reforma política su principal campo de enfrentamiento [en la campaña electoral del 2006]… El escenario que generaron se asemejaba a un ring en el cual todos los actores políticos competían por aparecer como actores ‘puros’ de cualquier connotación política” (Echeverría 2007, 29). Este escenario anti-político despeja el campo para la emergencia del populismo, que frente a la deslegitimación casi total de los canales institucionales para resolver demandas sociales y el consiguiente vacío de unidad social y política, apela a una reconfiguración del espacio público legitimado en la totalidad de la sociedad como pueblo homogéneo. Para entender las razones por las que Correa logra hegemonizar el campo discursivo, ganar las elecciones y casi anular a la oposición, es necesario entender a grandes rasgos la lógica del populismo6.

5 A pesar de que las abruptas salidas del poder de Bucaram, Mahuad y Gutiérrez fueron catalogadas en la historia como Constitucionales, es evidente que fueron golpes de de estado maquillados a través de la tergiversación de la Ley. 6 La categoría de Populismo es enormemente controversial en la teoría política contemporánea. El fenómeno ha sido estudiado a partir de una serie de enfoques, que en muchos sentidos se contradicen unos con otros. Por esto vale la pena hacer explícito que en este escrito nos adscribiremos a aquellos estudios que tratan al populismo como una lógica política, en vez de preocuparse de delimitar la categoría en relación a elementos como la ideología. Gran parte del enfoque utilizado proviene de Ernesto Laclau.

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La Lógica del Populismo Es necesario, primero, comprender que el populismo es posible porque cualquier estructura social concebida como una totalidad (i.e. sistema democrático) es el efecto de una construcción discursiva en el tejido de la vida social y política, y puede por tanto ser deslegitimada y de-construida. En contextos en los cuales la institucionalidad está devaluada, no existen canales legítimos a través de los cuales resolver los antagonismos sociales de forma agonística, por lo que los ‘discursos particulares’ no pueden crear un consenso racional. Así, los distintos órdenes normativos e institucionales pueden ser concebidos como una hegemonización discursiva específica, que puede fácilmente ser deslegitimada. Como se hace evidente en el caso ecuatoriano, cuando hay momentos en los que las demandas sociales que supuestamente deben ser absorbidas por el sistema no pueden ser resueltas y la cohesión provista por la democracia como sistema político se ve deslegitimada, los ‘discursos particulares’ deben encontrar una nueva forma de cohesión. Para aquello, cuando el discurso de la institucionalidad imperante está en crisis, se produce una apertura de espacios donde los sujetos políticos se pueden identificar con nuevos discursos. Entre los individuos con demandas insatisfechas se establece una relación de solidaridad e, impelidos por su dimensión afectiva, estos construyen inconscientemente una equivalencia discursiva, que viabiliza una identidad popular dada por el sentimiento común de insatisfacción con el sistema institucional existente. De esta manera, se reestructura lo social a través de la hegemonía de un nuevo universal simbólico que se constituye en contraposición frontal al régimen existente. Ahora, un nuevo discurso puede ser articulado únicamente a través de un vacío de significación. Esto porque la intención de racionalmente establecer una lógica universal, resulta en un fallido intento de establecer una verdad subjetiva como ‘la verdad’, porque un consenso racional ‘universalmente vinculante’ es imposible. En consecuencia, hay que pensar en lo social como siempre necesitado de que “un grupo particular con sus símbolos, ocupe la función de representación universal dentro del sistema de diferencia entendido como un todo” (Gasché 2008, 44). Por esto, el campo político debe manejar el antagonismo inherente a la sociedad a través de lo que Ernesto Laclau llama una lógica de lucha por la hegemonía discursiva. Esto es, siempre debe existir un discurso que desplace al resto y se constituya como el universal, a través de construir y contingentemente estabilizar sistemas de sentido. Estas hegemonías de sistemas de sentido son construidas por cadenas significantes, que fungen de universales sim-


… La intención de racionalmente establecer una lógica universal, resulta en un fallido intento de establecer una verdad subjetiva como ‘la verdad’, porque un consenso racional ‘universalmente vinculante’ es imposible. En consecuencia, hay que pensar en lo social como siempre necesitado de que “un grupo particular con sus símbolos, ocupe la función de representación universal dentro del sistema de diferencia entendido como un todo”.

bólicos de la cadena de significación constitutiva de una sociedad. Se da, de esta manera, una dicotomización del espacio social, en la cual los actores políticos se ven a sí mismos como parte de uno de dos campos antagónicos. La equivalencia entre demandas insatisfechas construidas y la identidad popular consiguiente, se cristaliza en base a ciertos símbolos comunes, que fungen de universal simbólico y posibilitan el surgimiento de un líder que encarna este proceso de identificación popular. En el Ecuador, frente a la deslegitimación del sistema político imperante, Correa logra posicionarse en este lugar a través de un discurso en el que desacredita al status-quo desde una posición de ‘outsider’. Su característica de ‘outsider’ le permite a Correa diferenciarse del sistema político y culpar a la clase política y a las élites económicas de todos los problemas que enfrentaba el país. Su discurso dirigido hacia el ‘cambio’ y al descrédito de la ‘partidocracia’ que, además de rechazar radicalmente al sistema de partidos existente, promueve la idea de que los partidos como organizaciones son perniciosos e inútiles, es una construcción semántica que hace de articulación desde la infelicidad hacia una aparente redención que él encarna. Así, constituye un nuevo imaginario social en el que “los grupos que han mantenido secuestrada a la patria” son estigmatizados como ‘el otro’ y la ‘revolución ciudadana’ se erige como la solución.

El Populismo y la oposición La cohesión de la sociedad en base a estos símbolos comunes conduce a que la democracia representativa se debilite aún más, y eventualmente tal vez deje de subsistir. Si pensamos al modelo democrático como una combinación de dos tradiciones de pensamiento, por un lado, la tradición liberal que tiene que ver con la institucionalización de un sistema de mecanismos de protección de los ciudadanos individuales y sus libertades ‘pre-políticas’ contra las decisiones colectivas y el posible abuso del poder; y, por otro lado, la tradición democrática que consiste esencialmente en la obtención de la soberanía política por el pueblo y el ejercicio del poder por los ciudadanos; podemos concluir que el populismo conduce a la supresión de la tradición liberal y a la exacerbación de la tradición democrática. Al cohesionarse la sociedad en base a la noción de un ‘pueblo homogéneo’ contrapuesto al sistema político imperante, la identidad popular construida toma el lugar de este sistema político en la sociedad. Si bien esto no significa que el aparato institucional se descompone totalmente, sí significa que las instituciones representativas dejan de fungir de elemento cohesivo. En consecuencia, se vuelven inocuas las reglas institucionales que permiten que el lu-

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gar del poder sea limitado por la separación de poderes y la rendición de cuentas. En otras palabras, el populismo de la anti-política posiciona al ‘pueblo’ en el lugar de soberanía que tiene el Estado en la democracia constitucional representativa. Esto inevitablemente conduce a que el lugar del poder ya no este vacío. En la democracia representativa los políticos ocupan el lugar del poder solamente de manera controlada y temporal, pero en el populismo este lugar se ve acaparado por el líder que encarna el proceso de identificación popular.Este fenómeno tiene repercusiones importantes para la dinámica entre el grupo gobernante y sus opositores. Inscritos en la lógica del populismo la competencia por el poder adquiere una nueva dinámica. En la democracia representativa, los conflictos entre partidos ocurren en una arena política que provee un espacio simbólico legitimado común para el antagonismo, en el que los distintos partidos son adversarios políticos que compiten legítimamente por el poder. En este espacio, por distintas que sean las opiniones de los adversarios políticos, estos se reconocen mutuamente como tales. La lógica del populismo en cambio, implica fundamentalmente la deslegitimación del oponente político. Como el ‘pueblo’ está posicionado en el lugar de soberano y no el Estado, se torna imposible que los oponentes políticos a aquel líder que encarna el proceso de identificación popular sean representantes políticos legítimos de este ‘pueblo’7. En realidad, se vuelven el ‘otro’ que intenta impedir que los deseos del ‘pueblo’ sean llevados a cabo. Una debilidad de la oposición es una consecuencia lógica de esta dinámica. La oposición, en la situación actual, no puede ya darse de la misma manera, no puede ser legitimada dentro de reglas institucionales. Mientras Rafael Correa siga siendo el líder que encarna un proceso de identificación popular legitimado, la oposición seguirá teniendo pocos espacios. La lógica del populismo explica entonces la debilidad de la oposición en términos electorales. El poder plebiscitario le ha permitido no solo ganar elecciones, sino también tomar una serie de decisiones que la población sabía que estaban por fuera de las reglas del juego político imperante. Además, también es cierto que los mecanismos plebiscitarios se han utilizado como herramienta política más frecuentemente desde que Correa se posesiona como presidente. Sin embargo, las decisiones referentes a la gobernanza en el día a día no pueden definirse plebiscitariamente. La debilidad de la oposición, en este estilo de decisiones, se explica por el hecho de que Correa hizo con la Asamblea Constituyente una serie de reformas en la arquitectura institucional que le favorecen.

7 Es importante aclarar que cuando decimos ‘pueblo’ no nos referimos a la totalidad de los individuos que constituyen una sociedad, sino a aquellos inscritos en la identidad popular de reivindicación encarnada por Rafael Correa, y opuesta a esos ‘otros’ ciudadanos que no se inscriben en ella.

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Su característica de ‘outsider’ le permite a Correa diferenciarse del sistema político y culpar a la clase política y a las élites económicas de todos los problemas que enfrentaba el país. Su discurso dirigido hacia el ‘cambio’ y al descrédito de la ‘partidocracia’ que, además de rechazar radicalmente al sistema de partidos existente, promueve la idea de que los partidos como organizaciones son perniciosos e inútiles, es una construcción semántica que hace de articulación desde la infelicidad hacia una aparente redención que él encarna. Así, constituye un nuevo imaginario social en el que “los grupos que han mantenido secuestrada a la patria” son estigmatizados como ‘el otro’ y la ‘revolución ciudadana’ se erige como la solución.

… Podemos concluir que el populismo conduce a la supresión de la tradición liberal y a la exacerbación de la tradición democrática … se vuelven inocuas las reglas institucionales que permiten que el lugar del poder sea limitado por la separación de poderes y la rendición de cuentas … en la democracia representativa los políticos ocupan el lugar del poder solamente de manera controlada y temporal, pero en el populismo este lugar se ve acaparado por el líder que encarna el proceso de identificación popular.


La Reforma de la Arquitectura Institucional como instrumento de concentración de Poder y degradación de los mecanismo de Rendición de Cuentas

No es sorprendente que la lógica populista de la anti-política proponga cambios institucionales que le permitan acaparar poder y reduzcan los controles al ejecutivo porque, como se especificó anteriormente, esta lógica tiende a degradar las restricciones institucionales liberales al poder del ‘pueblo’.

La dinámica establecida por las restricciones institucionales inherentes a las reformas que se producen con la Constitución del 2008, le permiten concentrar más poder a Correa y degradan los mecanismos que controlan sus acciones. El espacio limitado de este artículo no nos permite analizar en detalle todas las reformas, pero haremos una revisión de los efectos de la Constitución del 2008 en la relación entre el poder ejecutivo y el poder legislativo. Esta es una buena elección, porque el Ejecutivo y las instituciones que controla llevan a cabo la mayoría de la gobernanza, y la mayor parte de los mecanismos de rendición de cuentas al Ejecutivo operan a través de la Legislatura. Entender los cambios en la relación ejecutivo – legislativo proveerá al lector de una noción sobre el estilo de reformas que se hicieron y las razones por las que le favorecen a Correa en la disputa de poder en la gobernanza del día a día. Es importante entender las reglas institucionales del juego en la relación entre ejecutivo y legislativo porque, si bien Movimiento País tiene con sus aliados una mayoría en el Legislativo, las fracciones internas dentro de este movimiento y las diferencias con sus aliados podrían haber conducido a que en ciertos momentos este organismo sea un mayor obstáculo del que actualmente es para Correa. No es sorprendente que la lógica populista de la anti-política proponga cambios institucionales que le permitan acaparar poder y reduzcan los controles al ejecutivo porque, como se especificó anteriormente, esta lógica tiende a degradar las restricciones institucionales liberales al poder del ‘pueblo’. Esta es una de las contradicciones inherentes a esta lógica. Sin una rendición de cuentas adecuada, es muy difícil impedir que los funcionarios de gobierno abusen de su poder. Esto porque para que este abuso de poder deje de ocurrir, los funcionarios y sus acciones tienen que estar controlados. Así, la anti-política que está sedimentada en parte en reclamos por la corrupción, termina degradando más aquello que puede controlarla. Para que exista una rendición de cuentas adecuada, y en consecuencia exista un contrapeso de la oposición al poder del Ejecutivo (Correa), es necesario saber con exactitud lo que ‘los representantes del ‘pueblo’ hacen y no hacen, y tener la posibilidad de reaccionar a esta información adecuadamente. Esto es, la rendición de cuentas debe consistir de tres elementos. Por un lado, los funcionarios en cuestión deben estar obligados a ejercer su poder transparentemente, esto significa que debe existir una institucionalidad que provea de la información necesaria a aquellos a los que los funcionarios deben rendir cuentas. Por otro lado, estos deben estar obligados a responder preguntas

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para justificar sus actos, incluso cuando no quieran hacerlo. Finalmente, si bien los hechos transparentes y la evidencia en general son necesarios, estos no son necesariamente suficientes. Aunque existen contextos en los que “el simple hecho de ser forzado a develar una acción impropia es suficiente para que la persona en cuestión se arrepienta y busque reparar el daño sin tener que recurrir a sanciones formales” (Mulgan 2003, 9), esto no ocurre frecuentemente. La forma más evidente de ejercer la ‘rendición de cuentas’ es la que O’Donnell llamaría vertical. Los funcionarios de gobierno le rinden cuentas directamente a la ciudadanía. Este estilo de rendición de cuentas es evidentemente incluso más manifiesto en la lógica del populismo de la actualidad ecuatoriana que en la de la democracia representativa. Lamentablemente, la rendición de cuentas vertical no es tan efectiva como se quisiera. El impacto de las denuncias en medios de comunicación y otras organizaciones de la sociedad civil dependerá de que aquellas instituciones con el poder para sancionar la mala conducta de funcionarios lo hagan. Por otro lado, la eficacia de la dimensión electoral de rendición de cuentas vertical por sí sola para controlar los actos de funcionarios de gobierno es dudosa. Esto se debe a que hay elecciones solo periódicamente y es poco claro si el voto tiene que ver con las acciones pasadas o los ofrecimientos de los candidatos para el futuro.

nombramiento de los funcionarios de los ministerios y de otras instituciones controladas por el Ejecutivo; y 3) El Congreso debería poder sancionar a los funcionarios del Ejecutivo (incluido el Presidente) que han abusado de su poder. Esto debería incluir la posible destitución por determinadas causales. La clave para que exista una rendición de cuentas del ejecutivo adecuada es que el balance de poder sea tal que cada institución pueda en la realidad exigir información y ejercer sanciones por actos impropios.

Rendición de Cuentas en la Relación Ejecutivo – Legislativo Desde el retorno a la democracia en 1978 el sistema presidencial ecuatoriano mostró problemas. Se podría decir que la ‘legitimidad democrática dual’8, la ‘rigidez del sistema presidencial’9, y una excesiva fragmentación de la representación política llevaron a un estancamiento entre el Ejecutivo y el Legislativo. Esto se hace evidente por la constante pugna de poderes que existió, que no pudo procesarse dentro del sistema institucional sino que se expandió a la sociedad. De hecho, lejos de crearse un diálogo entre el Ejecutivo y el Legislativo que permita solucionar los problemas sociales, estas dos instituciones entraban constantemente en conflictos sin salida que provocaban paralizaciones permanentes al ejercicio del gobierno.

Esta insuficiencia y el hecho de que el gobierno tiene extensos poderes coercitivos y en consecuencia es difícil de controlar solo a través del voto, conducen a la convicción de que para que exista una rendición de cuentas adecuada, se debe recurrir a lo que O’Donnell llama mecanismos de rendición de cuentas horizontales. Estos mecanismos buscan primordialmente tres cuestiones: 1) Facultar a las instituciones para que exista información confiable y constante sobre la actividad gubernamental; 2) permitir que las ramas del Estado sean independientes unas de otras; y 3) Distribuir el poder entre ramas del Estado de tal forma que exista una red de pesos y contrapesos eficientes. Así, además de habilitar al gobierno para que controle a los gobernados, se le obliga “a este a controlarse a si mismo” (Schedler 1999, 13).

En consecuencia, la reforma política de 1998 “interpretó la pugna de poderes como la consecuencia de un congreso con excesivos poderes fiscalizadores sobre el ejecutivo. [En consecuencia]… el poder del Congreso fue debilitado en su capacidad de fiscalizar al Ejecutivo a través de los juicios políticos… con ello el ejercicio de oposición parlamentaria quedó restringido con el propósito de dar continuidad a las políticas públicas diseñadas y puestas en práctica por el Ejecutivo” (Burbano de Lara 1999, 6). De esta manera, la Asamblea Constituyente de 1998, con el afán de establecer los medios para procesar los conflictos entre Ejecutivo y Legislativo, disminuyó la posibilidad de que existan pesos y contrapesos eficientes entre estas entidades “fortaleciendo a una de estas ramas (Ejecutivo) en detrimento de la otra” (Pachano 2007, 107).

Específicamente en lo que se refiere a la relación ejecutivo – legislativo, los mecanismos a través de los cuales el Legislativo puede hacer que el Ejecutivo rinda cuentas pueden ser clasificados en tres categorías: 1) El Congreso debe ejercer un rol importante en la demanda de información confiable y constante. “Todas las agencias y los oficiales de gobierno que son parte del Ejecutivo [deberían] estar obligadas a reportar anualmente sobre su rendimiento general” (Mulgan 2003, 47) y cualquier otro tema que les concierna que les interese a los miembros de la rama Legislativa; 2) El Congreso debería ejercer un papel en el

El diseño institucional que establece la Constitución actualmente vigente en el Ecuador intensifica el desbalance,

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8 Legitimidad democrática dual: Tanto el legislativo como el presidente derivan su poder de elecciones populares, lo cual lleva a que “en ausencia de todo principio lógico para definir quién realmente tiene legitimidad democrática, [sea] tentador usar formulaciones ideológicas para legitimar el componente presidencial del sistema y deslegitimar a los que se oponen a él, transformando lo que es un conflicto institucional en conflictos sociales y políticos graves” (Linz 1997, 36) 9 Rigidez del sistema presidencial: El periodo para el que son elegidos tanto el legislativo como el presidente es fijo, por lo que están “excluidos los tipos de cambio que producen crisis de gobierno y la sustitución de un ejecutivo por otro. Esto supone una rigidez en el proceso político que hace todo reajuste en situaciones cambiantes extremadamente difícil.” (Linz 1997, 39)


que ya existía entre los poderes del Ejecutivo y el Legislativo, porque provee al Ejecutivo de más y al Legislativo de menos atribuciones de las que tenían con la Constitución de 1998.

Rendición de Cuentas del Ejecutivo Demanda de Información No hubo cambios entre la Constitución de 1998 y la actual Constitución en relación a la posibilidad de fiscalizar a miembros del Ejecutivo y a convocarlos a que informen a la asamblea. Existe sin embargo, un cambio importante en lo que se refiere a recabar información para transparentar el ejercicio de Gobierno. La “…autonomía técnica y administrativa…” (Constitución de 1998, Art. 261) del Banco Central se suprimió en la Constitución del 2008, por lo que existe la posibilidad de que la información sobre los resultados económicos de la gobernanza del Ejecutivo sea menos confiable.

Nombramiento de Funcionarios En lo que se refiere al nombramiento de funcionarios existe un cambio importante. En la Constitución de 1998, el Legislativo nombraba “al Procurador General del Estado, al Ministro Fiscal General, al Defensor del Pueblo, a los Superintendentes, a los vocales del Tribunal Constitucional y el TSE, a los miembros del directorio del Banco Central… y elegía por mayoría de las dos terceras partes de sus integrantes la terna para la designación del Contralor General del Estado” (Constitución de 1998, Art. 130, literal 11 y 12). En la Constitución actual en cambio, el Legislativo casi no nombra funcionarios, ya que ahora el ‘Consejo Nacional de Participación Ciudadana y Control Social’ nombra a la mayor parte de estos.10 La única institución en la que la rama Legislativa forma parte del nombramiento es la Corte Constitucional, en la que tiene un tercio de los votos en su conformación (el ejecutivo y este consejo tienen los otros dos tercios). Para el resto de cargos, el Legislativo ahora se limita a posesionar a los funcionarios (Constitución del 2008, Art. 120, literal 11).

10 Existe preocupación que debido a la estructura de esta institución participativa (demasiada distancia entre los dirigentes participativos y sus bases), esta sea muy probablemente cooptada. Mucho más así en una dinámica populista como la recién delineada. Además, debido al proceso que se instituyó en el régimen transitorio, para su institución, es posible que sea cooptada por la misma fuerza política que controla al Ejecutivo (Alianza País). En consecuencia lo más probable es que esta función tienda a favorecer los deseos del Ejecutivo (Correa).

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Sanción de Funcionarios Aparte de al Presidente y Vicepresidente de la República, el Legislativo sigue en capacidad de enjuiciar políticamente “a los ministros del Estado, al Contralor General y Procurador del Estado, al Defensor del Pueblo, al Ministro Fiscal General, y a los superintendentes” (Constitución de 1998, Art. 130; 2008, Art. 131). Hay ciertos cambios en la posibilidad de enjuiciar políticamente a otros funcionarios, pero estos se deben únicamente a la adición de nuevas ramas de gobierno que implementa la nueva Constitución. Una diferencia substancial en la posibilidad de sanción tiene que ver con la proporción de asambleístas necesaria para la destitución de ciertos funcionarios. En la Constitución de 1998 se podía censurar y destituir a cualquier funcionario “en el caso de declaratoria de culpabilidad por mayoría de sus integrantes” (Constitución de 1998, Art. 130, literal 9). En la Constitución del 2008 en cambio se requiere la declaratoria de culpabilidad de dos terceras partes de la Asamblea para la censura y destitución de “los ministros de Estado, los miembros de la Función Electoral y del Consejo de la Judicatura” (Constitución de 2008, Art. 131). La diferencia más importante en este sentido sin embargo, es la manera en la que esta constituido el dispositivo de muerte cruzada. Se delinearán los detalles de esto en la siguiente sección.

Rendición de Cuentas del Legislativo Veto Proyectos de Ley El Ejecutivo tiene la posibilidad, en ambas Constituciones, de vetar total o parcialmente los proyectos de ley. En el primer caso el Congreso podrá volver a considerarlos solamente después de un año contado a partir de la fecha de la objeción, y en el segundo podrá aprobarlos solo con las dos terceras partes de sus miembros. “Si se toma en cuenta que la fragmentación partidaria ha dificultado la conformación de coaliciones mayoritarias en el Congreso, es remota la posibilidad de lograr una mayoría calificada para superar un veto presidencial. Bajo el arreglo institucional existente en Ecuador, los poderes de veto (parcial y total) han aumentado los poderes del ejecutivo, dentro del proceso de formación de leyes” (Mejía 2002, 155).

Destitución del Congreso “La Presidenta o Presidente de la República podrá disolver la Asamblea Nacional cuando, a su juicio, ésta se hubiera arrogado funciones que no le competan constitucionalmente, previo dictamen favorable de la Corte Constitucional; o si de forma reiterada e injustificada obstruye la ejecución del Plan Nacional de Desarrollo, o por grave crisis

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política y conmoción interna” (Constitución del 2008, Art. 148). Como es evidente las causales por las cuales puede destituirse al legislativo son excesivamente subjetivas, y pueden llevar a un uso irresponsable de esta atribución. Las causales por las cuales el legislativo puede disolver al ejecutivo son más difíciles de ejecutar que las recién expuestas. “La Asamblea Nacional podrá destituir a la Presidenta o Presidente de la República en los siguientes casos: 1. Por arrogarse funciones que no le competan constitucionalmente, previo dictamen favorable de la Corte Constitucional. 2. Por grave crisis política y conmoción interna… Para proceder a la destitución se requerirá el voto favorable de las dos terceras partes de los miembros de la Asamblea Nacional” (Constitución del 2008, Art. 130). Esto hace que la destitución del ejecutivo por el legislativo sea bastante más remota que la del legislativo por el ejecutivo. También es importante mencionar que si el presidente llega a disolver al legislativo, este puede previo dictamen favorable de la Corte Constitucional, expedir decretos-ley de urgencia económica. El problema en este caso es que habrá algunos meses en los que el presidente podrá gobernar con decretos ley que serán revisados por el legislativo solamente cuando este se constituya nuevamente. En lo que se refiere a las atribuciones del legislativo, existen reformas en relación a la posible censura de miembros del Ejecutivo. Ahora se requiere que para el enjuiciamiento político del Presidente y el Vice-presidente se haga la solicitud con ya no una cuarta sino una tercera parte de los miembros del Legislativo, y se requerirá el dictamen de admisibilidad de la Corte Constitucional antes de enjuiciar políticamente al Presidente o el Vice-Presidente. También existe un cambio importante en lo que se refiere al nombramiento de funcionarios.

La inestabilidad de la preeminencia política de Correa Ni el poder plebiscitario amasado a través de la lógica populista delineada, ni la degradación de los mecanismos de rendición de cuentas y la consiguiente concentración de poder le hacen intocable a Rafael Correa. La confusión generalizada provocada en la población ecuatoriana por las restricciones institucionales de los sistemas de partidos y electoral establecidos en la transición a la democracia parece seguir vigente. La obligación de llevar a cabo mandatos vinculantes sigue siendo confundida con una representación política adecuada. En consecuencia, Correa inevitable pero paulatinamente irá perdiendo la preeminencia política que ostenta en la actualidad. El proceso de deslegitimación que conducirá a esta perdida de poder, se ha visto entorpecido por la erosión de los mecanismo de rendición de cuentas y una coyuntura económica favorable que ha permitido un gasto público clientelista exacerbado. Esto no significa sin embargo, que la degradación de la legitimidad de Correa no ocurrirá. Esto porque frente a los recursos limitados a su disposición y la consiguiente incapacidad de satisfacer los deseos de todos los ciudadanos, es insostenible su posicionamiento como aquel que encarna el proceso de redención ‘popular’. Lo que hay que comprender es que por las razones mencionadas, además de la oposición que se lleva a cabo actualmente en las instancias del poder, se debe hacer oposición al gobierno actual con más fuerza incluso en el campo discursivo a través del cual Correa está legitimado.

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Fabián Corral B.

Decano de Jurisprudencia, USFQ

Caudillos, crédulos y cortesanos La democracia en América Latina gira en torno al populismo, que se caracteriza por la personalización de la autoridad y en consecuencia la conversión de leyes e instituciones en actos de voluntad del líder. Ese populismo se sustenta en una trilogía constituida por el líder, la masa y los cortesanos, pero además por un conjunto de creencias e ilusiones de los ciudadanos que se basan en las emociones, la adicción y adhesión, la coacción y la magia. En este marco, el ciudadano pierde su sentido de ciudadanía porque no tiene realmente el poder de escoger libremente, sino que se cae en la democracia del carisma, el clientelismo, los plebiscitos y la imagen. Nada más alejado de la democracia clásica en que el ciudadano realmente escogía legítimamente a sus representantes. 30


Las marcas del populismo El populismo en las sociedades de masas y, especialmente en América Latina, se caracteriza, al menos, por lo siguiente: (i) una tendencia consistente hacia la personalización de la autoridad en un ser carismático con capacidades mágicas, de modo que la gente llega al convencimiento, casi dogmático, de que la autoridad no es una institución que viene de la Constitución y de la Ley, sino una persona concreta que encarna el poder, manda, da discursos, entrega fondos y firma decretos; (ii) el constante deterioro de las instituciones, entendidas solamente como espacios o escritorios del líder; (iii) la identificación de la “ley” con los actos de voluntad del líder; (iv) la disolución de la legitimidad, esto es, el derecho moral a mandar, en los actos de voluntad, y la consiguiente confusión de la legitimidad con la fuerza de una persona con poder. Hay la idea muy extendida en el pueblo del concepto de la “mano fuerte” y de que quien gana tiene “derecho” a mandar según su arbitrio. (v) el “sentimiento” de que la ley estorba y si estorba, hay que acomodarla a la voluntad dominante.

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El populismo se caracteriza, al menos, por lo siguiente: (i) una tendencia consistente hacia la personalización de la autoridad; (ii) el constante deterioro de las instituciones, entendidas como escritorios del líder; (iii) la identificación de la “ley” con los actos de voluntad del líder; (iv) el derecho moral a mandar, (v) el “sentimiento” de que la ley estorba.


El caudillismo viejo, y el populismo de ahora, son una trinidad política constituida por (i) el líder, (ii) la masa –algunos la llaman “pueblo”- y (iii) los cortesanos, personajes claves y escasos, pero ubicuos y difusos

La trinidad del poder populista Tanto en la literatura como en la sociología, en la historia y en los estudios políticos, los líderes populistas aparecen como personajes solitarios, profetas sin compañía, estampas de dominación que destacan y predominan de tal modo que, tras ellos, no existe sino el difuso horizonte de una sociedad que parece más paisaje y complemento que actor. Sin embargo, se trata de un fenómeno que no es posible sin la presencia y la función de los crédulos, que son la mayoría, y de los cortesanos, ínfima pero eficaz minoría que explota en su beneficio el carisma y la influencia del hombre fuerte. Pese a la iconografía usual -que subraya y enfatiza la imagen portentosa del mesias laico- es evidente que los caudillos no están solos. Nunca lo han estado. El caudillismo viejo, y el populismo de ahora, son una trinidad política constituida por (i) el líder, (ii) la masa –algunos la llaman “pueblo”- y (iii) los cortesanos, personajes claves y escasos, pero ubicuos y difusos, cuya función es esencial en la estructuración del discurso, en la vinculación con la gente, en la interpretación de su sensibilidad, en la manipulación del poder y, por tanto, en la modulación de las políticas, los gestos, los actos y los estilos, que se pautan y calibran a través de lo que actualmente es instrumento fundamental para afianzar ese sistema de poder: los sondeos y las encuestas, la propaganda y todos los recursos mediáticos, en especial la pantalla de televisión, que reemplazaron al tradicional balcón, que en el pasado fue púlpito y altar donde se cumplían los ritos y se decían los sermones de esa misa política al estilo de Velasco Ibarra, en que confluían la fe en la redención y la esperanza en la salvación del infierno de la pobreza, o la superación de la frustración nacional.

A esa trilogía de caudillo hay que agregar el vínculo con el pueblo, que no es posible sin un sistema de creencias que anidan en la gente … anula toda capacidad crítica … no obra solamente la magia o el carisma, ni solo la coacción. Opera, además, la ilusión y la adhesión irracional a las ideas fuerza que constituyen la “ideología” del caudillismo

Sobre los cortesanos y súbditos o crédulos, parte fundamental de la trinidad populista, Max Weber dice “…los secuaces o discípulos se convierten en comensales del señor, distinguidos con derechos especiales…y luego en funcionarios del Estado y del Partido, oficiales, secretarios, redactores y editores que quieren vivir del movimiento carismático…Por otro lado, los dominados carismáticamente se convierten en “súbditos” regularmente tributarios,, en miembros de… sectas, partidos o asociaciones…o en “ciudadanos” fieles a las leyes”1 La comprensión cabal del fenómeno implica, por tanto, poner en primer plano tanto al líder como a sus cortesanos y a los crédulos, y explorar los nexos que les unen, los intereses, los cálculos y los sentimientos que les animan. La fotografía completa incluye: el líder en el balcón o en la pantalla, haciendo el discurso de la ilusión y reiterando su 1 Weber, Max, Economía y Sociedad, p. 857. Fondo de Cultura Económica, México. 2005.

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arenga; los crédulos en la plaza pública o en la sala de su casa, aclamando animados por su fe, enganchados por la ilusión; y, los cortesanos tras los bastidores, monitoreando los sondeos, afinando la estrategia y moviendo los hilos de la escena. La magia del poder opera así.

Creencias e ilusiones, fértil tierra para el populismo A esa trilogía de caudillo, masa de crédulos o súbditos y círculo de cortesanos, hay que agregar el vínculo con el pueblo, que no es posible sin un sistema de creencias2 que anidan en la gente, y que explican el fenómeno de la obediencia política, de la subordinación incondicional a las más absurdas hipótesis y a los más descabellados discursos. Ese tipo de subordinación, basada en la “fe del carbonero”, anula toda capacidad crítica, y por tanto, menoscaba o, al menos, condiciona fuertemente la posibilidad de resistencia. En ese nexo de subordinación psicológica no obra solamente la magia o el carisma, ni solo la coacción. Opera, además, la ilusión y la adhesión irracional a las ideas fuerza que constituyen la “ideología” del caudillismo: por ejemplo, el cambio, la revolución, la justicia social, la nación, la patria, etc. No es necesario, por supuesto, que esas tesis tengan racionalidad o probabilidad de realización, ni que sean comprendidas y asumidas intelectualmente por la gente. No. Su función se agota en “enganchar” afectivamente al pueblo, en articular sus frustraciones, en asegurar adhesión como un sui géneris deber cívico. En crear una “ilusión movilizadora” que entabla un puente entre la población y el caudillo, entre los apetitos del público y el encanto que genera el carisma3. Precisemos que, por sí solas, ninguna de esas ilusiones repetidas en el discurso del caudillo son suficientes para asegurar una relación permanente entre el poder y la obediencia de las masas, para darle estabilidad a lo que podría llamarse el “pacto de salvación”. Además, hace falta que en la masa exista la creencia incondicional, a veces marcada por el fanatismo, en las capacidades del dirigente carismático. Lo importante es el aval político y social de carácter afectivo que la gente asigna al líder, cuya presencia copa la vida pública.4 Este tipo de dominación personaliza la autoridad y destruye las instituciones. El mando se concreta y se centra en un individuo dotado de don de

2 Empleo el concepto de “creencias” en línea con lo que propuso José Ortega y Gasset. Las creencias no son ideas. (Ortega, en Ideas y Creencias). No son conceptos racionales debatibles. Son supuestos que no se piensan, que se dan por hecho, que se asumen, y en las cuales, según Ortega, la gente está sólidamente instalada. Las ideas se piensan. En cambio, en las creencias el sujeto se instala, milita por ellas, reza según ellas, nunca las pone en duda. En mi opinión, las redes de creencias políticas, y ocasionalmente de fe religiosa, son una de las explicaciones de los fundamentalismos, y están en la base de los dogmas que usualmente los caudillos construyen, o usan en su beneficio. 4 Esos son precisamente “los crédulos”.

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gracia. El Estado es él. El poder es él. La soberanía es él.5 El vínculo se articula entre los crédulos y el portador de la gracia carismática, que prospera y se difunde gracias a la capacidad de creencia de la gente en las virtudes casi mágicas del personaje dominante. Y modernamente, por cierto, en la manipulación mediática de esa “magia”, y a la acción pronta y eficaz de los cortesanos.

La cultura política del “pueblo” El fenómeno populista opera, y es muy funcional, para el caudillo y para la gente, cuando lo que se llama el “pueblo”, que en realidad es una ficción doctrinaria y no una entidad concreta, ancla su participación política en la pura emotividad, en el sentimiento que genera el líder, en las esperanzas que suscita, en las venganzas que despierta. En ese comportamiento hay poca racionalidad y casi ningún sentido de capacidad crítica y analítica, gracias a la cual el votante o militante, remontando el entusiasmo ante la oferta y la dádiva, sea capaz de estudiar los temas y su conveniencia, con mínima información objetiva, y no solamente inducido por la propaganda. En el caso del Ecuador, esa “democracia de racionalidades” es una utopía, porque lo que rige es la “democracia de emociones”, de desfiles, concentraciones y discursos. Siempre ha sido así, solo que al balcón de Velasco Ibarra le reemplazó la pantalla de televisión, el micrófono y los demás medios audiovisuales, solo que en los últimos tiempos el “marketing” es mucho más sofisticado y sabe atacar mejor el subconsciente y los sentimientos primarios de la gente. El poder, hoy, es una construcción mediática, que aprovecha los contenidos mágicos del carisma. Por supuesto que a la mayoría de la población, por sus condiciones precarias de vida y su limitada educación, no se le puede pedir ilustración política alguna que le permita juzgar objetivamente los temas. Pedirle opiniones de abstracción académica notable al pueblo es caer en una evidente falsificación de la democracia participativa. De allí que el populismo prospere, con raras excepciones, en países con precaria o nula cultura política.

El carisma según Weber Buena parte de la literatura sobre caudillismo y populismo se ha centrado en el estudio de las tesis de Max Weber sobre el concepto y funciones del carisma, entendido como una forma de dominación que irradia de la personalidad del líder. Sin embargo, las tesis de Weber quedarían in5 Augusto Roa Bastos tituló una de sus mejores novelas del poder que se hayan escrito en América Latina, “Yo, el Supremo”, sobre Gaspar Rodríguez de Francia, el casi eterno dictador del Paraguay.


Los súbditos le rodean al caudillo de un halo de “santidad política”, que le exonera automáticamente de responsabilidad en los descalabros morales o económicos del régimen que preside. Esos descalabros, los crédulos transfieren a los cortesanos o miembros del séquito esa responsabilidad.

completas si se prescinde del examen que el mismo pensador enunció de los sujetos políticos sobre los cuales el carisma opera. Pese a que Weber se ocupó ampliamente del tema, sin embargo, después de él, poco se ha dicho sobre los sistemas de creencias que tienen los “encantados por el carisma”, lo que en este texto llamo “los crédulos”. No es posible la magia, no será eficaz para entablar lazos de ilusión y subordinación, si la masa no tiene una sui géneris predisposición para creer sin reserva y para asumir que el líder tiene virtudes milagrosas.6 Y no solamente eso, sino que la credulidad es de tal naturaleza y profundidad que al hombre carismático la gente le asigna, sin análisis alguno, y solamente por la intuición propia del fenómeno, virtudes incuestionables, que conducen a creer que el líder tiene “razón” siempre, y tiene esa razón le da “derecho” a mandar. Los súbditos le rodean al caudillo de un halo de “santidad política”, que le exonera automáticamente de responsabilidad en los descalabros morales o económicos del régimen que preside. Esos descalabros, los crédulos transfieren a los cortesanos o miembros del séquito esa responsabilidad. Los reiterados gobiernos de José María Velasco Ibarra, singular personaje de la política ecuatoriana que dominó la escena pública entre los años treinta y setenta del siglo pasado, son evidencia de lo anterior. La “chusma velasquista” –los crédulos- nunca imputó responsabilidad al doctor Velasco, que personalmente era honrado, en las frecuentes denuncias y escándalos que marcaron sus regímenes. El pueblo la transfirió a sus cercanos colaboradores. En otros casos, lo que hacen los crédulos es justificar los actos de corrupción y soslayar las consideraciones morales en beneficio de otras virtudes del líder.

El deber de creer y el derecho a mandar El líder carismático no extrae de los súbditos el “derecho a gobernar”, como ocurre en la teoría democrática. Al contrario, exige de ellos el “deber de sujeción”, de modo que resulta extremadamente complejo, en esta clase de estructuras de poder, hablar con rigor y propiedad de “ciudadanía”, es decir, de conjunto de personas libres y críticas, portadoras de derechos políticos de las que nace la provisional legitimidad del gobierno. En la subordinación al caudillo no hay nada de eso, hay sometimiento, hay deber

El líder carismático no extrae de los súbditos el “derecho a gobernar”, como ocurre en la teoría democrática, al contrario, exige de ellos el “deber de sujeción”

6 “Creemos, pues, que la obediencia tiene una buena dosis de creencia y de crédito. El Poder puede haberse establecido únicamente por la fuerza, apoyarse solo en el hábito, pero solo puede incrementarse por el crédito, que lógicamente no fue inútil ni a su creación ni a su mantenimiento, y que en la mayoría de los casos no les ha sido históricamente ajeno. Sin pretender definirlo aquí, podemos ya describirlo como un cuerpo social permanente, al cual se tiene el hábito de obedecer, que tiene los medios materiales para imponerse, y que está sostenido por la opinión que se tiene de su fuerza, la creencia en su derecho a mandar (su legitimidad) y la esperanza que se pone en su acción bienhechora”. De Jouvenel, Bertrand. El Poder, Historia natural de su crecimiento. p 73. 2008. (Las negrillas en el texto son mías).

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de obedecer. Hay una especie de abdicación de ciudadanía en bien de los poderes personales del líder.7 Max Weber dice que “los súbditos pueden dar un “asentimiento” más activo o más pasivo a la misión personal del jefe carismático. Su poder se funda en ese asentimiento puramente fáctico y procede de una devota fidelidad. Se trata de una devoción a lo prodigioso y desconocido, a lo que es extraño a toda norma y tradición, y a lo que por tanto se asimila a lo divino. Es un fervor surgido de las penurias y del entusiasmo.”8 La masa de los crédulos no se plantea temas de legitimidad democrática, de constitucionalidad o legalidad de los actos del poder. Esos temas no preocupan. Lo que importa e interesa es que las decisiones de gobierno provengan del líder, que gocen de su prestigio y de su marca. Eso explica por qué las violaciones al Estado de Derecho se justifican sistemáticamente por una sociedad que ha superado los escrúpulos, que ha borrado las limitaciones, ha “derogado” en la práctica la Constitución, asignando a los actos de poder un blindaje emotivo, dogmático, incuestionable. La base emotiva e irracional de la adhesión populista, el carisma mismo, la personalización del poder, dificultan la vigencia real del Estado de Derecho, que es un sistema basado en normas, en presupuestos abstractos, en instituciones, en órganos cuya legitimidad no proviene de la persona que ejerce la autoridad. Así pues, la convivencia del poder carismático con el poder legal es ciertamente difícil, casi imposible, lo que explica la pronta migración de los mandatarios con inclinaciones populistas que acceden al gobierno por la vía democrático-institucional, hacia opciones de hecho, hacia puros sistemas donde predomina la voluntad sobre las reglas. Esa migración del poder legal hacia el ejercicio de la dominación carismática o seudo carismática, con frecuencia, se traduce en el “acomodo” de las reglas a la voluntad caudillista dominante. Ese es el caso de reformas constitucionales y legales que afianzan el presidencialismo en detrimento de las facultades legislativas, o en menoscabo de la independencia judicial. Ocurre también que ese tránsito hacia el autoritarismo -que es el estado natural de los líderes populistas- se hace fortaleciendo la dependencia de organismos de control respecto del mandatario, articulando sistemas de planificación en instituciones que concentran facultades presidenciales, etc.9 ���������������������������������������������������������������������������������������� “El depositario del carisma ejerce la función apta para él y exige obediencia y un con� junto de seguidores, en aras de su misión. Lograr seguidores depende de su éxito. Sus prerrogativas carismáticas se frustran si su misión no es reconocida por aquellos a quienes se considera enviado. Si lo reconocen, se convierte en su jefe, pero no extrae su “derecho” de la voluntad de aquéllos, como sucede en una elección. Al contrario, reconocerlo como jefe con calificación es el deber de aquellos a quienes está destinada su misión” Weber, M. Estructuras de Poder, p. 75. La Pléyade. Bs.As. 1977. 8 Weber, Max. Estructuras de Poder, p. 80. La Pléyade. Bs. As. 1977. �������������������������������������������������������������������������������������� Un ejemplo ilustrativo es el de la conformación de la Asamblea Constituyente del Ecua� dor, la Constitución expedida por la Asamblea de Montecristi y el posterior proceso de transformación legal entre el 2007, 2008 y 2009. El Estado Presidencial que se va cuajan�

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La tendencia autoritaria de los caudillos identifica a la oposición, usualmente muy débil mientras está en plenitud la dominación carismática, con el enemigo. No hay posibilidad de disenso, de discrepancia. El deber de creer y el derecho a mandar se conjugan de modo tal que el sistema exige unanimidad, y la unanimidad supone eliminación mediática y política de los otros, para eso están la propaganda y el concepto de las mayorías legislativas como instrumentos formales para acallar a los disidentes, no para escucharlos. El derecho a mandar se vuelve excluyente, intransigente. La autoridad se hace vertical. Lo que el caudillo exige no es la adhesión racional de cada ciudadano libre. Al contrario, lo que busca es la “aclamación”10 del pueblo entendido como masa que elimina la personalidad de sus integrantes y que, por tanto, absorbe la capacidad crítica y la conciencia democrática de cada persona, es decir, masifica a los aclamadores, los uniforma. “El pueblo como cuerpo orgánico no es un verdadero sujeto decidor. Quien decide es precisamente aquel que mira al pueblo desde lo alto –podríamos decir desde el balcón del poder- y plasma sus opiniones, o bien son los individuos contados uno por uno. La decisión colectiva del “pueblo” suele ser solamente la suma de las decisiones individuales, es decir, de las opiniones de aprobación o de desaprobación singularmente expresadas por cada uno. El único caso en el cual una decisión “del pueblo” podría ser interpretada como decisión de un cuerpo unitario es el de la aclamación. Pero la aclamación no es en absoluto una decisión “democrática”: en la muchedumbre de los aclamadores los eventuales disidentes no cuentan para nada. No pueden ni siquiera ser contados”.11

La vocación latinoamericana Los latinoamericanos tienen notable disposición para la magia política. Creen en los hombres fuertes, en las soluciones inmediatas, en las afirmaciones rotundas. Las sociedades nacidas a la democracia formal a inicios de la república, ya giraban en torno a un hombre afirmativo, y casi doscientos años después, muchos países aún centran la política en el eje personalista. En el Siglo XIX, Argentina por ejemplo, estuvo profundamente marcada por la guerra civil de los caudillos y por los gobiernos autoritarios que ellos ejercieron, como Juan Manuel de Rosas. El siglo XX argentino no se puede entender sin Perón y el peronismo. En el siglo XXI, el referente que aún influye en el subconsciente colectivo es el recuerdo de Juan Domingo Perón, la nostalgia de Evita, y los estilos y gobiernos siguen la ruta del populismo, aunque ahora menos rutilante y mucho más mediocre, ciertamente.12 do es un testimonio del proceso de personalización de la autoridad y del fortalecimiento de la voluntad de poder sobre los límites de las reglas jurídicas. Obsérvese que la Asamblea tuvo el cuidado de eliminar de la Constitución la denominación de “Estado de Derecho”. ������������������������������������� Bovero Michelangelo, op cit. p. 17. �������������������������������������������������������������������������������������� Bovero Michelangelo, Una Gramática para la Democracia. P. 17. Edit. Trotta. Madrid, 2002. ������������������������������������������������������������������������������������ La pareja Krichner es una versión mucho más modesta y empobrecida que el peronis� mo, aunque más recursiva en otros ámbitos.


Los latinoamericanos tienen notable disposición para la magia política. Creen en los hombres fuertes, en las soluciones inmediatas, en las afirmaciones rotundas … En ese contexto, la democracia deja de ser fuente del derecho a gobernar y se transforma en un instrumento para afianzar el perfil de seres providenciales

Por otra parte, ningún caudillo o líder populista ha sido hombre de derecho, ni militante disciplinado de un partido político. Todos han sido hombres de poder que han remontado la Constitución y la Ley. Han sido seres autoritarios. Su influencia política está vinculada con su capacidad de mandar, de imponerse y correlativamente con el deber que genera la calificación carismática, según Weber. Todos han sido, a su turno, hombres fuertes que encontraron en su sociedad tierra fértil para esa tendencia. Desde los días de la Independencia de España, prospera en buena parte pueblos de América Latina el encanto por lo autoritario. La tradición de los jefes, hombres fuertes y manos duras encarna en países sometidos por mucho tiempo a la servidumbre. El asunto tiene raíces coloniales y se alimenta de las secretas nostalgias que alienta mucha gente por la obediencia a un caudillo, y en la que opera la oculta memoria del cacique. El tema está en el hecho de que pueblo llano y las clases medias viven aún entre la magia de los carismas y la vocación por los “machos”. La imagen del “macho” coincide con frecuencia con el perfil militar. El coronel Hugo Chávez no ha dejado el uniforme y la boina de paracaidista. Sus estilos aluden a lo militar, es un coronel del ejército venezolano y es amigo de las concepciones excluyentes del poder político. El ejército es parte esencial de su Estado bolivariano. Ha inaugurado una “democracia plebiscitaria” y vertical, basada en un carisma que funciona con actitudes paternalistas y generosidades inusuales, que solo son posibles gracias a los ingentes recursos petroleros, sin embargo, la economía parece naufragar, porque además al caudillo en general y al latinoamericano en particular, le tiene sin cuidado el manejo riguroso y racional. “El carisma rechaza como indigna toda ganancia racional sistemática, y en general, toda economía racional”13

Hay una vinculación imposible de romper entre el populismo, las tradiciones paternalistas y el clientelismo. El Estado se transforma en dispensador de subsidios y ventajas concretas … La masa entonces es de “creyentes-clientes”. Esto funciona mientras el poder cuenta con recursos.

Si el caudillo encarna la autoridad personalizada, por su parte, los crédulos, que son su base electoral y su núcleo de movilización, son gente que se allana a los actos de poder, que se entusiasman por ellos, que considera natural, y hasta necesaria, la orden que proviene del hombre dominante, y que no valora la Ley ni asume en su imaginario la trascendencia y la función de las instituciones, y menos aún, de las limitaciones al ejercicio del poder. “Lo mejor en el mundo es una orden”, decía Carl Schmitt, el jurista e ideólogo del nacional socialismo alemán.14 La obediencia emotiva e interesada es fuente importante en el fenómeno de la adhesión al líder. Los crédulos viven un encanto que les blinda de toda crítica que ponga en cuestión al “hombre”. Los crédulos se instalan en una ����������������������������������������� Weber, Max. Economía y Sociedad. P. 849. ������������������������������������������������������������������������������������� Schmitt, Carl, Teólogo de la Política, p. 264, Fondo de Cultura Económica, México 2004.

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especie de infantilismo político, de vínculo paternal, que se fortalece con las políticas populistas de subsidios, expropiaciones reivindicatorias, actos de masas y de proyección mediática del nacionalismo. En ese contexto, la democracia deja de ser fuente del derecho a gobernar y se transforma en un instrumento para afianzar el perfil de seres providenciales, cuya legitimidad no radica en la racionalidad de la norma constitucional, sino en el voluntarismo de quien se levantó con el poder o articuló el régimen electoral en beneficio de su carisma y su discurso. En tales casos, la autoridad deja de ser el “poder autorizado por la ley” y se reduce a la fuerza primaria del jefe y su grupo. El nexo con el pueblo está hecho de emoción, de gestos y símbolos que le permiten al hombre llano sentirse reflejado en el mandón y consolarse así de frustraciones e impotencias. Está hecho, además de prebendas y reparto de recursos, de subsidios, de exoneraciones, de regalos a los súbditos. El nexo está hecho además de la magia carismática, y del deber de sometimiento al caudillo, que se confunde interesadamente con el “patriotismo.” La ineficacia de una democracia formal, reducida con frecuencia a pura estafa electoral, está entre las explicaciones de tan paradójica conducta. La inseguridad clama con frecuencia por la dictadura, pero, históricamente puede ser verdad también que la memoria colectiva de lejanos caciques constituya la razón por la que en el mundo andino se vote por caudillos y patriarcas con quienes el pueblo se siente ligado. Es indudable que el nexo entre líder y masas tiene relación con una especie de nostalgia de mando, de apetito de sujeción a la jefatura que ronda en sociedades habituadas a vivir entre caudillos y dictaduras, y en cuyas bases populares sigue gozando de prestigio el uniforme, o al menos, la visión vertical del poder.

Populismo, paternalismo y clientelismo Entre el líder populista y la masa de los crédulos se produce un pacto de intereses mutuos: la búsqueda constante, casi cotidiana, de adhesión por el líder, que advierte que la estabilidad del régimen depende de la credibilidad alimentada de los súbditos, y de éstos que se habitúan a recibir elogios, a escuchar discursos, a potenciar resentimientos y frustraciones, a afianzar su fe en la propaganda y, especialmente, a recibir constantes ventajas económicas, aunque ellas sean contrarias a una administración económica prudente que apunte el desarrollo en el largo plazo. En el implícito pacto de intereses mutuos opera el proceso de monitoreo e identificación de percepciones de los creyentes: el sondeo y la exploración constante y muy técnica ciertamente del “sentir ciudadano”. Más que una ideología,

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a este tipo de gobiernos pragmáticos les guía la ciencia del mercadeo político, una visión fundada en el cómo le ve la gente al líder, en qué más debe hacerse y darse para afianzar la estabilidad del poder y qué debe fortalecerse en el discurso. Hay una vinculación imposible de romper entre el populismo, las tradiciones paternalistas y el clientelismo. El Estado se transforma en dispensador de subsidios y ventajas concretas. Los crédulos, militantes de la ilusión vacía, pronto se transforman en clientes de una persona con poder que reparte bienes, que ignora los rigores de la economía, que sacrifica el ahorro nacional en beneficio de la adhesión basada ya no solo en el carisma, sino también en el interés. La masa entonces es de “creyentes-clientes”. Esto funciona mientras el poder cuenta con recursos. “Los líderes de opinión, con sus discursos populistas y sus prácticas clientelares…contribuyen a afianzar el paternalismo y otras inconvenientes conductas políticas y económicas de los ecuatorianos. La ausencia del imperio de la Ley no permite que las instituciones funcionen y el paternalismo impide que el pueblo asuma su responsabilidad en la construcción del destino individual y colectivo”.15

Populismo y democracia plebiscitaria Si el populismo vive del nexo con los crédulos, y si allí está la fuente de su poder, la adhesión constante de los súbditos es esencia y el testimonio de ella, fundamental. Por eso, debe reiterarse, medirse, explotarse sin pausa, casi cotidianamente. En esa necesidad testimonial operan las encuestas y sondeos y, por cierto, como mecanismo político importante, el plebiscito, la consulta al pueblo. La democracia plebiscitaria concuerda con el populismo, porque afianza los vínculos de relación directa con el pueblo, potencia al carisma. Se elimina la intermediación de los legisladores y de los partidos. La gente, consultada en forma reiterativa, adquiere la sensación de ejercicio directo del poder por el voto. Se sienten soberanos los crédulos actores, aunque el sistemático referéndum entrañe una trampa. Aunque la sustancial mayoría de los votantes no sepa sobre qué votan. O aunque voten por el carisma del caudillo, y no por el contenido de preguntas abstractas e incomprensibles para la población. El referéndum se convierte, en los regímenes dominados por caudillos, en una “utopía funcional”, un mecanismo utilitario, no solo para lograr la aprobación de concretas reformas legales o constitucionales, sobre la cuales la opinión de los consultados es nula o sumamente precaria, sino también –y esto último es quizá lo más importante ����������������������������������������������������������������������� Hurtado, Osvaldo. Los Costos del Populismo. p 166. CORDES 2006. Quito


… Y la lluvia de micro-plebiscitos –una verdadera tempestad electrónica- que es la llamada “democracia de las encuestas” es una caricatura de la democracia

para afianzar la adhesión y transformarla en una vía autoritaria. Es interesante e ilustrativo el triunfalismo caudillista que sigue al referéndum. El triunfalismo revela, en verdad, una afirmación de poder personal, en la cual ya no importa la materia sobre la que se votó –una reforma constitucional, por ejemplo-, sino el hecho del poder concedido, del poder confirmado, del poder nuevamente consagrado. Importa la derrota de los otros, de los enemigos, que si no existen, es preciso inventarlos, porque estos fenómenos se alimentan de la lógica del “amigo-enemigo”, el maniqueísmo permanente. El discurso necesita retroalimentación emotiva que adquiere plenitud tras el triunfo en el plebiscito o referéndum promovido desde el poder, ese discurso que puede perpetuarse y adquirir vigencia cotidiana a través de la radio y la televisión. Y, por supuesto, con el uso de la propaganda. “En muchos casos la llamada directa a la “voluntad del pueblo” esconde peligros antidemocráticos. El verdadero poder no es del pueblo que escoge, sino de quien plantea la alternativa entre la cual se escoge. No debería olvidarse nunca que muchos regímenes autoritarios se fundan en el plebiscito…Y la lluvia de micro-plebiscitos –una verdadera tempestad electrónica- que es la llamada “democracia de las encuestas” es una caricatura de la democracia y, en la medida en que sea contrapuesta a los procedimientos institucionales de la decisión democrática, o, peor, esté encaminada a sustituirlos, se transforma en un engaño colosal: una manipulación continua, un intento sistemático y constante para estupidizar a los ciudadanos –mientras se finge el reconocerles autonomía de juicio- presentando los problemas en términos burdamente simplificados…”16 Puede decirse que en todo sistema de delegación del poder es necesaria la adhesión. Esto es verdad en el acto originario de designación, no es requisito esencial para el ejercicio habitual del poder delegado, que tiende a independizarse relativamente de sus núcleos electorales. Pero, cuando hay un líder populista, la reiteración cotidiana de esa adhesión emotiva es fundamental; cuando la racionalidad se evapora, el aplauso, la aclamación, la vinculación emocional son mucho más importantes. Y a eso debe asociarse el sistema de prestaciones económicas inmediatas, que asegura el respaldo popular.

¿Son legítimas, es decir, tienen validez moral las leyes nacidas de “encargos de simpatía”, nacidas no en razón de una decisión reflexiva de la gente, sino de la discrecionalidad del legislador o de la percepción del sondeo, del enganche del “carisma”?

El carisma tiene como contrapartida esencial la credulidad afirmativa, reiterada de los súbditos. Ese es su aval de sobre vivencia, porque el poder carismático no está en las instituciones. Está en una persona que suplanta a las instituciones, que las absorbe. Y esa persona necesita de la “legitimidad del aplauso”, del respaldo que se refleja en la concentración, en la marcha, en la movilización, en la ���������������������������������������������������������������������������������� Bovero, Michelangelo. Una Gramática de la Democracia (contra el gobierno de los peores).p. 43. Edit. Trotta. Madrid 2002

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convicción primaria de las bondades del líder. La personalización de la autoridad, la función del carisma sobre los crédulos elimina, además, todo sistema de intermediación entre el líder y el pueblo. La intermediación política y sus expresiones doctrinarias, los partidos, son el enemigo principal del populismo. La condena de los populistas a los paridos en América Latina es unánime, más aún si ellos surgen en tiempos de decadencia y crisis de los partidos. En “La Borrachera Democrática”, Alain Minc dice “Para el populismo no existe forma alguna de mediación posible, lo que encaja a la perfección con su odio abierto hacia la democracia anglosajona y hacia sus poderes y contrapoderes, que constituyen otros tantos frenos a la supuesta omnipotencia popular. El pueblo no necesita mediadores. Lo único que hacen estos es adivinar su voluntad, o, lo que es peor, aprovecharla para su propio beneficio.”17

La legalidad autoritaria Virtud teórica de la democracia es que los ciudadanos pueden darse a sí mismo las reglas en ejercicio de su libertad de elección. En los sistemas representativos, la autoregulación ciudadana se logra por vía de la “delegación”, es decir, a través del mandato político a legisladores o asambleístas que, se supone, son portadores leales de la voluntad mayoritaria de los asociados. La legitimidad de estos sistemas radica, por tanto, en la efectiva y veraz representación de la legislatura, que debería, por tanto, ser la expresión de la “voluntad general” y su fiel intérprete. ¿Cuánta exactitud hay en los niveles de fidelidad política? La cuestión que surge de la experiencia concreta de países como el Ecuador es si los representantes del pueblo, en realidad, expresan aquello por lo que la gente votó. Más aún, la duda va por saber si la gente votó alguna vez por contenidos concretos, por proyectos específicos, por un diseño de Estado, o si simplemente eligió a personas, se decidió por ilusiones vacías, por simpatías coyunturales que solo acreditan para los representantes un cheque en blanco, un mandato abstracto, una especie de autorización nebulosa nacida de esa especie de “pacto populista” que hay entre algunos sectores de masas –los crédulos- y los líderes que saben cómo interpretar sus tendencias y necesidades para obtener poder. ¿Son legítimas, es decir, tienen validez moral las leyes nacidas de “encargos de simpatía”, nacidas no en razón de una decisión reflexiva de la gente, sino de la discrecionalidad del legislador o de la percepción del sondeo, del enganche del “carisma”?

17 Minc, Alain. Op. cit. p. 193. Gallimard, 1995, Madrid

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La mayoría de las constituciones del Ecuador tienen la marca de los caudillos u hombres fuertes que las inspiraron, Flores, García Moreno, Alfaro, Velasco Ibarra. Son el resultado de sus ideas, compromisos o visiones. Las asambleas constituyentes, los congresos, fueron escenarios en que las decisiones autoritarias, los mandatos del carismático se vistieron de “formas” republicanas. La lectura de la historia indica cuál ha sido la precaria función de los constituyentes y legisladores, afanosos en articular en textos legales las ideas de líder político dominante y hasta sus estilos de gobierno, y cómo las visiones y los pactos coyunturales determinaron los textos constitucionales y las estructuras legales. En otras ocasiones, las constituciones fueron el resultado de golpes de estado o de decisiones de dictaduras militares, que influyeron fuertemente en sus textos. Casi nunca las cartas políticas han sido producto de deliberaciones libres y realmente participativas de la sociedad civil. Con las excepciones de rigor, los legisladores y los congresos y asambleas han sido, apenas, fieles intérpretes de la voluntad del caudillo y de las tesis de sus cortesanos, celosos en el afán de lograr que el tiempo del caudillaje perdure, se afiance y adquiera formas institucionales, que prolonguen la vigencia del régimen más allá de la generación caudillista. Característica de algunas constituciones ecuatorianas es que son reacciones a dictaduras concluidas, a sistemas de dominación que se quebraron, pero siempre con fuerte inspiración del caudillo o de la dictadura que desplazó al poder anterior. Las constituciones garcianas y las alfaristas de 1897 y 1906, son ejemplos de cómo influyó fuertemente el líder dominante y de cómo su vigencia fue precaria, determinada por las coyunturas políticas. La inestabilidad institucional y la precaria vigencia de las constituciones se deben, en buena medida, a la excesiva influencia de los líderes dominantes sobre sus conceptos y sus textos. Terminada la época de predominio del dirigente político y su grupo, la Constitución hecha a la medida de sus estilos e ideología, pierde vigencia política real, decae y es abolida por el nuevo grupo dominante. Esta es la historia del Ecuador, nada institucional y demasiado personalista. Es simple resultado del sube y baja de personalidades, y de legisladores que actúan en consecuencia. Si las Constituciones han sido inspiración de dirigentes o de dictaduras que ejercieron lo que podría llamarse “estado de poder” y no el “estado de derecho”, cabe, entonces, preguntarse si la “democracia representativa” ha sido un vehículo para la expresión de la voluntad general de la gente, o el instrumento de determinaciones con evidentes cargas autoritarias? ¿Somos un país democrático, construimos las reglas de convivencia concordando con los demás, o imponiendo tesis sobre los “otros”?


Carisma y televisión “La televisión imposibilita el carisma como don de gracia. Cuando apenas se veía a los gobernantes o a los políticos en general, era posible atribuirles todo tipo de virtudes y talentos. Sin embargo, la exposición permanente a través de los medios de comunicación... impide que eso ocurra. La televisión elimina el carisma como don de gracia, pero crea uno nuevo, adaptado al medio que lo muestra.”18 La afirmación de la profesora española explica lo que ocurre con la política actual. Las carreras electorales de los candidatos, su fuerza de persuasión y, por cierto, los fracasos, provienen del artificioso proceso de construcción y destrucción de “carismas” que vemos cotidianamente. La televisión determina el porvenir de los países a partir de la imagen, es decir, de la apariencia. En esa medida, la política ha sufrido en los últimos tiempos una modificación esencial: las virtualidades de los caudillos, antes atributos personales y talentos discursivos propios pasaron a ser mercancías prestadas por los medios audiovisuales, vestuarios que se adoptan y adaptan al marketing, maquillajes que lucen en el momento culminante de la acción política: la entrevista. Allí se gana o se pierde, se transmite carisma construido mediáticamente, o se genera fama de aburrido.

Para Alain Minc “La emoción representa el resorte clave del populismo, como la razón es de la política representativa clásica. Un hombre público no tiene que convencer ni educar, ni razonar, ni canalizar las pulsiones del pueblo. Es decir, no tiene que hacer nada de lo que tradicionalmente forma parte de su hoja de servicios, sino todo lo contrario. ¿Por qué convencer, si es él el que debe controlar y encauzar los instintos primario de la opinión pública? (…) De esta forma se impone un extraño culto a lo inmediato, que entra evidentemente en sintonía con el totalitarismo de la instantaneidad que practica con toda naturalidad la televisión: hay que captar los deseos de la opinión e inclinarse ante ellos en cada instante y en cada situación”19

Velasco Ibarra es un ejemplo del líder antiguo. Su oratoria, su personalísima capacidad de convocatoria le hicieron cinco veces presidente del Ecuador. La maquinaria electoral se construyó en torno a él y dependiente de él. Necesitaba solamente un balcón, o a lo mucho, un micrófono para tronar filosofías, encantar al pueblo, fustigar a sus adversarios y triunfar. El carisma, la magia que le rodeaba, provenían de su discurso y de su gesto, sin otro auxilio que sus propias habilidades. Velasco tenía talento carismático que desbordaba los referentes que le intentaban poner los medios. En contraste, los políticos de los últimos tiempos necesitan, como recurso esencial, del auxilio de los medios, especialmente de la televisión, para construir un curioso “carisma dependiente”, prestado, sin el cual nada son, o a lo mucho, son personajes sin capacidad de convocatoria propia. La democracia mediática no tiene la legitimidad popular que pensaron los teóricos liberales del siglo XVIII. Su “legitimidad”, si así se la puede llamar, nace de la gestión de una industria -la de elegir y mantener el poder a gobernantes- que está asociada con la “ideología de la imagen”, es decir, con la suplantación de las ideas por el espectáculo trasmitido en vivo, por los espacios políticos contratados, por los spots, y por todo ese mercadeo de la libertad de elección que constituye la médula de las campañas y de la gestión de los regímenes populistas. 18

Lourdes Martín Salgado. El Marketing Político

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Op. cit. p. 194


Maestr铆a en Administraci贸n de Empresas

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Carlos Freile

Doctor en Filosofía, Profesor de Historia USFQ

Los líderes de 1809 Desde los preámbulos del 10 de agosto de 1809, es posible detectar dos tipos de líderes en el proceso de búsqueda de la libertad. Los líderes naturales como los nobles y los sacerdotes, aceptados dentro de la división estamental siempre que cumplieran también su compromiso con el pueblo. Y después estaban quienes se habían ganado el liderazgo a pulso, con su conducta, sus acciones y sus palabras, no pertenecían ni a la nobleza de sangre ni al clero, pero supieron ganarse la confianza de todos con sus acciones y sus ideas, fueron las cabezas más claras y pensantes de la revolución. También están los líderes que no han pasado a la historia y sus nombres se desconocen: las muchísimas personas, por ejemplo, que atacaron a las tropas de los pardos limeños con palos y piedras, siguiendo a sus líderes, el mismo día de la masacre del 2 de agosto de 1810. Todos bajo el lema de Eugenio Espejo: “Libres seremos bajo la cruz salvadora, después de haber alcanzado el propósito santo de gloria y felicidad”. 42


Desde los preámbulos del 10 de agosto de 1809 es posible detectar dos tipos de líderes en el proceso de búsqueda de la libertad. Estaban los que podríamos llamar los líderes naturales, cuya autoridad moral nadie discutía y se enraizaba en las viejas estructuras estamentales y en las también antiguas creencias religiosas: me refiero a los nobles y a los sacerdotes. En la América Española en general, y en Quito en particular, los estamentos se habían diferenciado con claridad en el siglo XVIII. El consenso social, además del color de la piel y de la fortuna, colocaba a la persona en un nivel dado. Quienes estaban en el estrato más alto recibían un espaldarazo si el Rey les concedía un título de nobleza, que no se conseguía tan solo por compra sino con la demostración de un linaje limpio, de una conducta sin manchas y de una aceptación social reconocida y constante. Los nobles quiteños solían alternar modales refinados con talantes campechanos que los acercaban al pueblo: ni el marqués de Selvalegre ni el conde de Selvaflorida tenían problemas para congeniar con los plebeyos, alternar con ellos y ellas, lo que no se debe descuidar. Casi todos aceptaban la división estamental de la sociedad y al mismo tiempo aplaudían a los nobles que no desdeñaban participar en un fandango popular. Por ello cuando se trató de elegir representantes de los barrios de Quito a la Junta Soberana, fueron elegidos sin discusión varios nobles que habitaban en la ciudad. Pero no vayamos demasiado rápido: no bastaba la simple nobleza, porque nobles hubo que no merecieron el apoyo popular y en consecuencia no fueron puestos en ningún sitio de mando o dirigencia. El pueblo exigía algo más que “sangre azul”. Por lo demás siempre envidiada o deseada,

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En la América Española en general, y en Quito en particular, los estamentos se habían diferenciado con claridad en el siglo XVIII. El consenso social, además del color de la piel y de la fortuna, colocaba a la persona en un nivel dado … Casi todos aceptaban la división estamental de la sociedad y al mismo tiempo aplaudían a los nobles que no desdeñaban participar en un fandango popular


… nadie duda del liderazgo y procerato de su hijo Carlos Montúfar, el Comisionado Regio, cuya llegada alarmó a los sanchistas y a los realistas que lo acusaron de bonapartista. Ésto significó el empuje para la formación de la Segunda Junta, acontecimiento decisivo en la evolución de los hechos libertarios, pues Carlos Montúfar reunió las fuerzas dispersas, fortaleció los ánimos, luego de ser recibido en apoteosis por el pueblo quiteño

Los sacerdotes también pueden ser mirados como líderes naturales en los años de la Independencia: no solo representaban los valores espirituales y acercaban a los hombres a Dios con la prédica sagrada y el perdón sacramental, sino que constituían el grupo intelectual más cohesionado y homogéneo, ya sea por la similitud de los estudios como por la igualdad de los deberes. Pero también, en este caso, no bastaba ese liderazgo natural, hacía falta un compromiso del clérigo o religioso con el pueblo

ansiaba ver en sus dirigentes un compromiso real con los intereses de las mayorías, una actuación concreta frente a los enemigos comunes. Esta realidad se comprueba fácilmente por la aparición de varias tendencias dentro de las filas patriotas, lo que demuestra que la gente no se dejaba llevar simplemente de la nariz como bueyes, pero también que ejercía la crítica frente a sus líderes. Por eso surgieron los dos bandos entre las filas patriotas: montufaristas y sanchistas, división que fue un factor, aunque no el más importante, del fracaso de las Juntas de 1809 y 1811. Sin lugar a dudas también jugaban su partido los intereses privados y grupales, como sucede en todo conglomerado político. Por otra parte, la aparición de dos partidos mueve a la sospecha de que el liderazgo que al principio se impuso, no fue capaz de aglutinar a todos ni de vencer los conatos de división, tema que requeriría otro acercamiento a más del presente. Con el riesgo de olvidar a alguno de los más connotados próceres, en este grupo de líderes de 1809 y los años sucesivos habría que nombrar a Juan Pío Montúfar, a su hijo Carlos, a Juan Larrea, a Jacinto Sánchez de Orellana. Mucho se ha discutido sobre el verdadero papel de Juan Pío Montúfar y se ha puesto muy en duda su liderazgo independentista. Sin embargo, fue uno de los personajes más amados y seguidos en esos días de lucha, de dudas, de traiciones y de lealtades heroicas: dirigió la Junta, envió comunicaciones a diferentes ciudades del Reino de Quito y de América. A pesar de las dudas, y esto debemos tenerlo en cuenta, las autoridades españolas lo identificaron como uno de los más connotados e influyentes cabecillas de la insurrección, tan es así que el Fiscal del Real Consejo de Indias enumeró dieciséis razones por las cuales debía ser condenado. Al final no se logró una condena a muerte, pero sí la de destierro. Por eso murió en Alcalá del Guadaira, cerca de Sevilla, pocos años después, en 1818. En cambio, nadie duda del liderazgo y procerato de su hijo Carlos, el Comisionado Regio, cuya llegada alarmó a los sanchistas y a los realistas que lo acusaron de bonapartista. Ésto significó el empuje para la formación de la Segunda Junta, acontecimiento decisivo en la evolución de los hechos libertarios, pues Carlos Montúfar reunió las fuerzas dispersas, fortaleció los ánimos, luego de ser recibido en apoteosis por el pueblo quiteño. Las crónicas cuentan que en las primeras noches, para evitar que sus enemigos aprovecharan las sombras para algún aleve atentado, doña María Larraín, bella, noble y aguerrrida, organizó una guardia con otras jóvenes damas para defenderlo de cualquier ataque, movidas por la gallardía del Comisionado y por su liderazgo más allá de lo bélico y político. Todos veían en el joven militar el conductor nato del movimiento libertario, pero le faltaron ayudantes a la altura del momento. Quienes habrían podido serlo habían fallecido bajo el sable asesino de los pardos limeños el 2 de agosto de 1810. Carlos Montúfar fracasó por las divisiones internas y por

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los ataques externos, pero no desmayó. Luego de varias peripecias, se unió a las fuerzas patriotas de la región payanesa, fue derrotado y fusilado el 3 de septiembre de 1816. Juan Larrea y Villavicencio encarnaba varios valores que lo hicieron muy amado de la plebe tanto en su ciudad natal, Riobamba, como en Quito: de sangre noble, empeñado en el progreso material de su Patria, desinteresado, estudioso e investigador y, sobre todo, buen guitarrista y poeta jocoso, dicharachero y mordaz, nos ha dejado una pequeña colección de poesías referidas a la Independencia con un dejo de frustración. Sus talentos movieron a los quiteños a nombrarlo Ministro de Hacienda de la primera Junta Soberana. Entre sus versos agridulces figuran éstos en los que paladea la angustia de ver que los propósitos de libertad se veían ya tergiversados o saboteados:

Ya no quiero insurrección Pues he visto lo que pasa: Yo juzgué que era melón Y había sido calabaza. Juzgué que con reflexión Amor a la Patria había; pero solo hay picardía, Ya no quiero insurrección. Cada uno para su casa Todas las líneas tiraba. No me engaño, me engañaba Pues he visto lo que pasa. De lejos, sin atención Vi la flor, las hojas vi; Como bien no conocí, Yo juzgué que era melón. Me acerqué más, vi la traza De la planta y el color, Probé el fruto, busqué olor Y había sido calabaza. Los sacerdotes también pueden ser mirados como líderes naturales en los años de la Independencia: no solo representaban los valores espirituales y acercaban a los hombres a Dios con la prédica sagrada y el perdón sacramental, sino que constituían el grupo intelectual más cohesionado y homogéneo, ya sea por la similitud de los estudios como

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por la igualdad de los deberes. Pero también en este caso, no bastaba ese liderazgo natural, hacía falta un compromiso del clérigo o religioso con el pueblo. Los eclesiásticos se ganaban a pulso ese liderazgo con su vida dedicada al servicio de Dios y de los fieles, con la cercanía en la caridad y la certeza de la oración. No se crea que quienes se codeaban con los seglares en la búsquedas del placer desordenado por cantinas y barrios bajos gozaban de la popularidad que concede la hermandad en los desarreglos entre los desaprensivos o inmaduros, no, la gente, aun la de vida poco cercana al incienso, rechazaba a quienes no sabían vivir como debían. Todavía no se conocía en nuestro medio la democracia del vicio. Decenas de sacerdotes fungieron de líderes antes, durante y después del 10 de agosto de 1809, porque sus feligreses veían en ellos a personas coherentes, fieles a la palabra dada y no proclives al cambio artero y deshonroso. Los eclesiásticos estuvieron a la vanguardia del pueblo patriota de varias maneras: alguno escribió textos políticos, otro dirigió el Estado, el de más allá narró las experiencias libertarias y decenas de ellos organizaron grupos de colaboradores para el envío de mensajes, la recolección de alimentos y vituallas, la fabricación de pertrechos, sin que faltaran quienes levantaran, entrenaran y dirigieran tropas para defender la sagrada causa de la libertad contra los enemigos enviados por las autoridades realistas desde los cuatro puntos cardinales. Los más populares de estos líderes fueron sin duda Juan Pablo Espejo, José Manuel Caicedo, Miguel Antonio Rodríguez y José Antonio Correa. Juan Pablo Espejo, hermano de Eugenio, mantuvo siempre encendida la antorcha del entusiasmo libertario: dirigió un grupo de mestizos y blancos pobres que marcharon al sur para defender a la Junta, se distinguió en el combate de Mocha. Cayó preso, pero pudo escapar el día anterior a la masacre del 2 de agosto; considerado uno de los eclesiásticos más influyentes en el pueblo no solo de la ciudad de Quito sino de varios pueblos en donde había servido como cura. Fue condenado al destierro a Cuzco “con veinticinco libras de hierro en los pies”. Nunca cejó en sus proyectos. Ya anciano, colaboró con Sucre en los preparativos de la batalla de Pichincha junto con sus feligreses de la parroquia de Chillogallo. José Manuel Caicedo, fungía de Provisor del Obispado, vale decir Procurador. En los días posteriores al 10 de agosto, según cuenta un testigo tan digno de crédito como fray Vicente Solano, prendía sobre su sotana charreteras, se sujetaba los correajes de capitán, empuñaba una espada y dirigía el entrenamiento de un batallón de mestizos e indígenas que marchaban por las calles de Quito con todo el aire marcial de que eran capaces. Luego los condujo al combate en defensa de Quito. Años más tarde, al regreso de un largo exilio en Filipinas, motivo por lo cual la gente de Cali le llamaba “el padre Manila”, escribió un “Viaje Imaginario” que es su visión de los acontecimientos de 1809.


Con esto los promotores hacían ver que todos los elementos de la sociedad debían luchar por la libertad: hombres y mujeres, criollos, mestizos e indígenas.

Manuel Rodríguez de Quiroga, en el “Alegato” en nombre de la Junta apeló a esta tesis y a la tradición española y concluyó: “En otras palabras, la soberanía reside en el pueblo, que la encarga al monarca; si éste no cumple, el pueblo tiene derecho a recuperar sus legítimas atribuciones y a cambiar de autoridad”.

… desde 1809 hasta 1813, quiteños de toda condición social se vieron impelidos a dirigir a las masas a costa de todos los sacrificios y privaciones, con el fin de cumplir el viejo anhelo de Eugenio Espejo

Miguel Antonio Rodríguez fue sin lugar a dudas uno de los más influyentes y sesudos líderes del movimiento patriota. Estudioso a tiempo completo fue profesor y Rector de la Universidad, contribuyó de diversas maneras a la causa patriota, pero todas vinculadas con el intelecto: tradujo la “Declaración de los Derechos del Hombre”, pronunció la “Oración Fúnebre” por los muertos del 2 de agosto, redactó el “Pacto Solemne de Amistad y Unión entre las Provincias que forman el Estado de Quito”, aprobado por los diputados del Congreso Constituyente de 1812, con la excepción de los sanchistas, pues Rodríguez fue la mano derecha de Carlos Montúfar. Fue desterrado a Manila y a su regreso, al poco tiempo de desembarcar en Guayaquil, murió, se dijo que envenenado por algún antiguo enemigo. José Antonio Correa desempeñaba el cargo de cura de San Roque, el barrio más bravo de Quito. Asistió a las reuniones de los patriotas desde 1808, estuvo presente en la conjura del 10 de agosto, y dirigió un grupo de soldados improvisados en la campaña del sur en defensa de la Junta. Después del la masacre del 2 de agosto, convencido de que el culpable último había sido el Conde Ruiz de Castilla, organizó junto con otros criollos una partida de indios para asesinar al “viejo felón”, como lo llamaron. Luego arrastraron el cadáver hasta la Pátag de Guápulo y allí lo abandonaron. El padre Correa fue condenado a muerte pero escapó a Barbacoas, luego cayó preso y le enviaron a Panamá. Al final vivió en prisión en Quito hasta 1822. Después estaban quienes se habían ganado el liderazgo a pulso, con su conducta, sus acciones y sus palabras. No pertenecían ni a la nobleza de sangre ni al clero, pero supieron ganarse la confianza de las personas de toda condición social con sus acciones y sus ideas. En sus obras demostraron creatividad e iniciativa. Innovaron, inventaron, sin desdeñar los aportes del pasado y se arriesgaron a aprovechar con rapidez circunstancias imprevistas. Fueron valientes sin temeridad, prudentes sin cobardía. En sus pensamientos mostraron claridad y llaneza, sentido común, adecuación a las circunstancias auténticas del Reino de Quito. Sin lugar a dudas fueron las cabezas más claras y pensantes de la revolución: Juan de Dios Morales y Manuel Rodríguez de Quiroga, el primero maestro y guía del segundo, según propia confesión en su defensa a raíz del fracaso de 1808: “Yo veo entre ellos a aquel mismo Dr. Dn. Juan de Dios Morales que, en mis estudios previos al ingreso del foro, me instruye en las nociones de la jurisprudencia práctica y me conduce por la mano hasta el templo inmortal de la justicia, para sostener allí los preciosos derechos de mis conciudadanos”. Su capacidad de liderazgo y de captar la oportunidad en los eventos fortuitos se puso de manifiesto en los festejos llevados a cabo con motivo de la llegada a Quito del nuevo Presidente don Manuel Urriez, Conde Ruiz de Castilla: entre los festejos se acostumbraba representar obras teatrales. Morales y Quiroga aprovecharon y pusieron sobre las tablas cuatro tragedias,

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todas ellas con un ingrediente importante de defensa de la libertad y de lucha contra los tiranos. “Catón de Utica” de Joseph Addison, “Andrómaca” de Eurípides, “Zoraida” de Nicasio Alvarez de Cienfuegos y “La Araucana” de Lope de Vega. El conjunto de estas piezas dramáticas tiene otra peculiaridad: dos de sus protagonistas, luchadores contra la opresión, son hombres, y dos son mujeres, además uno es indígena, Caupolicán. Con esto los promotores hacían ver que todos los elementos de la sociedad debían luchar por la libertad: hombres y mujeres, criollos, mestizos e indígenas. Sería muy largo continuar en detalle con la narración de todos los hechos de Morales y Quiroga, se puede afirmar, sin temor a la exageración, que se ocuparon de las más diversas actividades, desde preparar y copiar los nombramientos para los diputados de los barrios antes del 10 de agosto (en absoluto secreto) hasta redactar proclamas y manifiestos. Precisamente en estos documentos se captan los verdaderos ideales y propósitos de los patriotas. Los próceres muestran con toda claridad una influencia de la modernidad católica de Salamanca y de las enseñanzas del filósofo jesuita Francisco Suárez quien escribió que el poder proviene de Dios y es Dios quien lo entrega al pueblo. El sabio jesuita afirmaba en el “De Principatus politicus” traducido como “La soberanía popular”, publicado a inicios del siglo XVII: “El poder, considerado en abstracto, en cuanto procede del Autor de la naturaleza … no reside en una sola persona ni en un grupo particular de aristócratas o de ciudadanos del pueblo. Pues este poder solo se encuentra en la comunidad en cuanto es necesario para su conservación y en cuanto puede demostrarse por medio de la razón natural. Ahora bien, la razón natural solo dice que el poder público está necesariamente en toda la comunidad, y no en una persona o senado. Luego, en cuanto procedente de Dios inmediatamente, se entiende que solamente reside en toda la comunidad y no en una parte de ella … Ningún rey o monarca recibe o ha recibido el poder político directamente de Dios o por institución divina, sino solamente mediante la voluntad del pueblo”. Manuel Rodríguez de Quiroga, en el “Alegato” en nombre de la Junta apeló a esta tesis y a la tradición española y concluyó: “En otras palabras, la soberanía reside en el pueblo, que la encarga al monarca; si éste no cumple, el pueblo tiene derecho a recuperar sus legítimas atribuciones y a cambiar de autoridad”. Ese “si éste no cumple” no tiene desperdicio, pues en la teología política católica el ejercicio de la soberanía se halla unido sin fisuras a la responsabilidad personal. Esta responsabilidad va unida a la rendición de cuentas, privilegiada por los próceres tanto en la justificación de sus acciones cuanto en los proyectos de constitución de 1812. En febrero de 1809, a raíz del fracaso de la conjura de la Navidad anterior, Quiroga había escrito en su primer “Alegato” un resumen valiosísimo

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de las ideas rectoras del pensamiento de los próceres y de sus seguidores: “”… el alma que inspira a ese plan y a ese prospecto, es este sentimiento general, o este voto conforme de toda la América: constancia y fidelidad hasta el último extremo con el Sr. Fernando VII; y si por desgracia falta éste y no hay sucesor legítimo, independencia de la América, cualquiera que sea su gobierno. ¿A quién se ofende, pues en esto? A nadie; porque en semejante caso cesaron los vínculos y cesaron las obligaciones, y los pueblos, como dice el Sr. Ceballos, reasumen entonces el derecho de escoger la mejor forma de gobierno que les acomode. “Aunque todavía no se habla directamente de independencia y tan solo se habla de ella bajo ciertas condiciones, ya se plantea el derecho de los pueblos de América a escoger la forma de gobierno que ellos escojan. Varios meses después Juan de Dios Morales puso el dedo en la llaga cuando en su defensa posterior a los hechos del 10 de agosto de 1809 expresó: “Aquí entra la cuestión de si el pueblo puede o no reasumir el Poder Soberano”, esencia verdadera del pensamiento y accionar de los patriotas del año nueve. El pueblo de Quito siguió a sus líderes con entereza cada vez mayor. Solo este hecho explica por qué el mismo día de la masacre del 2 de agosto de 1810, en que fallecieron Morales y Quiroga, muchísimas personas atacaron a las tropas de los pardos limeños con palos y piedras. Los líderes de estas acciones no han pasado a la historia, sus nombres se desconocen, tan solo sabemos que detrás de las barricadas construidas al apuro en algunas calles de la ciudad se refugiaron mujeres y niños, quienes enfrentaron con esas armas simplísimas a los sables y a los fusiles de los pardos. Es más, muchos hombres salieron del caso urbano y bajo la guía de otros líderes ignotos se dedicaron a hostigar a las fuerzas españolas en una guerra de guerrillas que duró hasta 1813, como consta de documentos de la época. Mucho queda por decir de los líderes de los primeros años de la lucha por la libertad. En este corto espacio he hilvanado algunas ideas sobre los más evidentes y que mayor huella han dejado en nuestro imaginario nacional; hace falta profundizar más en otros aspectos. Sin embargo, de lo dicho podemos ya llegar a una conclusión, que no es patriotera ni sentimental: desde 1809 hasta 1813 quiteños de toda condición social se vieron impelidos a dirigir a las masas a costa de todos los sacrificios y privaciones con el fin de cumplir el viejo anhelo que Eugenio Espejo había expresado en las banderitas de tafetán colorado colocadas en las cruces de Quito en 1794: “Libres seremos bajo la cruz salvadora, después de haber alcanzado el propósito santo de gloria y felicidad”.


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Franklin López Buenaño

Profesor jubilado de la Universidad de Tulane.

Embuste, manipulación y realismo mágico en el liderazgo político No llama la atención que mucha gente coincida en que la mayoría de los líderes1 políticos son embusteros. Sin embargo, si alguien sostuviera que todos los líderes políticos son embusteros lo natural sería descartar la afirmación por exagerada. Este ensayo1 se propone evidenciar la veracidad de esta premisa afirmando que todos los líderes políticos2, sin excepción, cualquiera que sea su inclinación ideológica, su origen nacional o cultural, en cualquier tiempo o espacio, unos más que otros, todos se ven obligados a manipular a sus seguidores para persuadirles de la validez de su comportamiento, a veces hasta ocultando sus acciones. En otras palabras, necesariamente deben recurrir a la decepción y al engaño.

Agradezco los comentarios y la revisión hecha por Pedro Romero y Adelaida Martínez. Los errores que quedan son de mi exclusiva responsabilidad.

1 Advertencia. La palabra líder puede ser masculina o femenina. A lo largo del texto usamos la acepción masculina por simplicidad no porque la malicia de los líderes sea necesariamente una característica masculina. 2 Se debe entender que nos referimos a los líderes políticos, es decir, aquellos que pretenden o ejercen poder gubernamental. Por facilidad dejamos fuera el adjetivo político.

La tesis aquí propuesta consiste de dos partes. En la primera se pretende demostrar que el liderazgo político, por su propia naturaleza, contamina a quien lo ejerce, de tal manera que ningún líder puede sobrevivir como tal sin engañar o manipular a otros (tanto a sus seguidores como a sus opositores) y esto lo hace deliberadamente. Liderazgo político y picardía van de la mano en todo tiempo y en todo lugar o, como diría el periodista ecuatoriano Diego Oquendo (2009): “todos los políticos son igualitos. Eche una mirada al pasado y verá que casi, casi, no hay diferencia”. La segunda parte sostiene que el liderazgo radica en el ámbito de las emociones, de la fe, “del corazón que tiene razones que la razón no conoce”. Todo es cuestión de imagen, de fantasía, de mito. Por eso hay mucho espacio tanto para líderes “santos” como para líderes “villanos”, cada cual con su gran séquito de seguidores. Seguimiento que fácilmente se torna sometimiento ciego

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El concepto de liderazgo y de líder es nebuloso. ¿El liderazgo es arte o ciencia? ¿Los líderes nacen o se hacen? Son preguntas comunes sin respuestas inequívocas. ¿Un líder es alguien que tiene mucha influencia? Hay “ilustres desconocidos” que ejercen gran influencia en las decisiones que toman gobernantes o dirigentes, pero no se los identificaría como líderes. Entonces, ¿en qué consiste ser líder? ¿Es líder alguien que tiene muchos seguidores? Tal vez. Así podría decirse que individuos como Pablo Escobar o Adolfo Hitler fueron líderes. No obstante, Ronald Heifetz (1997), uno de los autores más conocidos y prominentes en cuestiones de liderazgo niega que se pueda llamar líder a nadie por el simple hecho de tener bastantes seguidores. Para él, un líder es alguien que trasciende la cultura existente y lleva a sus seguidores a un nivel moral más alto. Trascender la cultura implica manifestarse por encima y a diferencia de los valores y creencias de sus seguidores, mientras que llevarlos a niveles morales más altos significa ir más allá de las necesidades básicas de supervivencia y seguridad arrastrándoles hacia la solidaridad, el afecto, el bien común o el servicio a los demás. De tal manera que verdaderos líderes son quienes ejercen una autoridad legítima y movilizan a sus seguidores para la obtención de resultados socialmente útiles y deseables. Este concepto de liderazgo demuestra el dilema que aqueja a todo líder. Por un lado el líder no sólo tiene que preservar el sistema moral de su colectividad sino también elevarlo. Pero, contrariamente y al mismo tiempo, tiene que moverse en un mundo real en el que en ciertas circunstancias el éxito depende de cuán bien manipule y tergiverse esos mismos valores morales. Dicho de otra manera, el líder tiene que “tener estómago” para ejercer la autoridad (legítima o no). Por ello muchas personas de alta categoría

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moral desdeñan la participación gubernamental. No hay campo más apropiado para ejercer el poder que el ámbito político. Es también el más idóneo para que se cumpla lo observado por Lord Acton: ¡el poder corrompe! Un examen minucioso de las actuaciones de Wiston Churchill, Charles de Gaulle, Nelson Mandela, John F. Kennedy o Ronald Reagan, considerados por muchos como “buenos” o “grandes” líderes, descubre frecuentes manifestaciones de manipulación y engaño. En la tesis aquí presentada no se pretende juzgar la virtud o falta de ella en un líder reconocido como tal sino demostrar que, para ser efectivo, éste inevitablemente termina recurriendo a actos contrarios a la ética. En el supuesto de que la tesis fuera cierta, obligadamente surgen algunos interrogantes. Por ejemplo, ¿por qué se insiste en afirmar que la causa de una desazón social es la “falta” de líderes si los líderes no están exentos de vileza? Si la falsedad de los líderes fuese aceptada por la totalidad de la población, ¿no llevaría esto a una negación de toda institucionalidad o eliminación de toda autoridad política? Pero, observamos que, a pesar de la insatisfacción de una sociedad con sus líderes, no desaparece el anhelo de encontrar uno o varios “mesías”. Se busca a alguien con poder de decisión, fuerza, valentía y visión de futuro, alguien que sepa a dónde ir y a dónde llevar a sus conciudadanos, en resumen, alguien que simplifique problemas difíciles, como si el conflicto no radicara en la naturaleza del liderazgo sino en la calidad de los líderes. ¿Es que, quizá el hombre vive una fantasía y despojarse de ella le es extremadamente traumático? O ¿es que se les otorga un carácter taumatúrgico esperando que los líderes realicen “milagros”, más allá de cualquier explicación lógica? La falta de “racionalidad” de la mente humana bien podría servir de explicación para la búsque-


da de líderes mesiánicos pues correspondería al deseo de encontrar soluciones fáciles en un mundo complejo, sujeto a inesperados y espontáneos desenlaces. Según el psicólogo social Esteban Laso (2009), el cerebro humano se compone de módulos que simulan el mundo físico. Los objetos siguen trayectorias rectas y lineales, sin curvas ni ángulos abruptos. Así como en el ajedrez, en el que el movimiento del caballo es más complejo y por lo tanto más difícil de entender y predecir que el de la torre o el del alfil, en el mundo social los módulos que lo impulsan corresponden a la “intencionalidad”, es decir, se supone que las causas de los fenómenos sociales son agentes activos con propósitos definidos. No es fácil comprender que el “orden” no siempre es resultado de la acción intencionada de alguien sino que muchas veces es “espontáneo”. Rectificar el cálculo de la intención detrás de la acción requiere de mayor escrutinio, como ocurre cuando nos enfrentamos a los movimientos del caballo del ajedrez. Esto invita al líder a ofrecer soluciones lineales, simples, con claras especificaciones de causa y efecto (aunque sean falaces o sofísticas). Otra explicación sobre la aceptación generalizada de la picardía innata al liderazgo, tal vez radique en que los hombres están dispuestos a dejar pasar los “pecadillos” de sus líderes, siempre y cuando los resultados de sus actuaciones sean evaluados en alguna balanza inefable de un valor neto positivo. Muy probablemente, la respuesta a todas estas interrogantes sea una combinación de éstas y otras explicaciones.

La naturaleza del liderazgo Liderazgo es una actividad que consiste en (1) ganar y mantener seguidores y (2) usar a los seguidores para lograr determinadas metas. Ambos objetivos son necesarios en el ejercicio del liderazgo. Uno puede realizar grandes obras — escribir una novela, componer una sinfonía o curar un cáncer — sin ser un líder. También uno puede tener un gran séquito de discípulos y no lograr mucho. Liderazgo es la capacidad de ciertas personas para movilizar un gran número de individuos para lograr fines socialmente deseados, aunque no sean morales o éticos. Movilizar significa motivar, organizar, orientar y dirigir. La necesidad o el deseo de acelerar el proceso pueden conllevar muchas tentaciones en las que los líderes caen fácilmente. Veamos una de ellas. Vivimos en un mundo complicado y cuando aparece un desasosiego social la solución puede requerir medidas complejas. No obstante, nos gustaría encontrar soluciones rápidas, simples, honestas, lógicas, razonadas y transparentes. Consecuentemente, cualquier simplificación que se logre va a ser producto de una negociación entre varios intereses, a menudo hecha clandestinamente (“debajo de la mesa”), con decisiones tomadas

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bajo presión que, además, deben ser “retocadas” (“dorar la píldora”) para hacerlas apetecibles y expeditas; o decisiones mercadeadas a base de retórica, sofisterías o tergiversaciones. En consecuencia, el liderazgo no es más que una forma de cultivar la ignorancia para minimizar las dudas o acallar los interrogantes.

El arte de movilizar a los seguidores Es una perogrullada afirmar que sin seguidores no hay líderes, no obstante, un líder primero debe ganar partidarios y luego mantenerlos, es decir, debe dominarlos o influirlos para conservar su respaldo y conducirlos en la dirección deseada. Es un arte porque se requiere talento y habilidad para lograr el apoyo y la subordinación de sus seguidores. Esta habilidad depende (1) de la predisposición psicológica de los seguidores, (2) de sus valores y creencias y (3) del marco institucional en el que se sustenta. Estas tres variables son los recursos al alcance de un líder. No obstante, también son restricciones. Así por ejemplo, podría disponer de la autoridad conferida por una constitución pero que a la vez limita su autoridad.

Estilos de liderazgo El liderazgo no es más que una de las formas de ejercer poder sobre otras personas. La dominación es la capacidad de hacer que otra persona actúe de una forma particular, quiera o no quiera, esté o no consciente de que está dominado. El liderazgo es un tipo de sometimiento pues consiste en movilizar a otros para fines ajenos. Hay tres estilos de movilización que pueden combinarse entre sí:

Mesiánico El líder proyecta cualidades sobrehumanas, inspira devoción y hasta adoración. En los ojos de sus seguidores es una figura extraordinaria, infalible, remota, superior, de tal manera que se lo sigue con una fe ciega, inexplicable a los ojos de la razón. Muchos dirían que un ejemplo de este tipo de liderazgo lo ejerce el actual Presidente de los Estados Unidos, Barak Obama.

Paternalista El líder se proyecta como un buen padre o buen hermano mayor. Sus seguidores confían en él porque admiran sus cualidades morales. Se le sigue porque inspira confianza en que va a dar de sí, con entrega, sacrificio y benevolencia. Da y quita con justicia. Galo Plaza Lasso, Isidro Ayora son ejemplos de este estilo.

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Conflictivo Aunque parece una anomalía por la diferencia con los dos estilos anteriores, el líder conflictivo busca la confrontación, busca romper con el orden existente para moldearlo de una manera diferente. Con este estilo se proclama por encima de los demás (como el mesiánico) pero a la vez promete cambios que beneficiarán a la sociedad (como el paternalista). Ejemplos de este tipo bien pueden ser el de Hugo Chávez o el de Rafael Correa. Es importante anotar que los líderes movilizan a sus seguidores por devoción a la persona y no a una causa o institución. Los seguidores están ligados intrínsecamente al líder, es decir, no lo siguen únicamente porque esperan ser recompensados o porque quieren evitar ser penalizados, ni porque obedecen a la autoridad otorgada por una institución u organización, ni por la magnificencia que emite una posición gubernamental. Lo siguen porque se identifican con sus pensamientos, sus sentimientos y sus deseos. En otras palabras, en seguirle está su propia compensación. Esta distinción es importante porque, a diferencia del experto que influye por sus conocimientos que inspiran respeto, el líder lo hace porque despierta emoción, admiración o devoción, y por eso puede ir más allá de las limitaciones éticas que rigen en una sociedad.

La predisposición psicológica de los seguidores Hay dos clases de seguidores, los individuos cercanos al líder a quienes éste conoce con nombre y apellido y las masas anónimas que votan por él, pagan impuestos y sólo conocen la imagen que él proyecta. El control de las masas se puede hacer a base de “pan y circo”, policía o carisma, aunque para los que están cerca del líder el carisma cuenta poco. La habilidad del líder para movilizar a sus seguidores depende no sólo de sus cualidades personales sino también de la predisposición de los individuos a seguirle. Los seguidores se puede clasificar de acuerdo a la predisposición en un continuo que va desde el místico o asceta que se aísla de la sociedad hasta el anárquico individualista, completamente autosuficiente, de tal manera que ninguno de los dos está dispuesto a seguir, son no-seguidores natos. Dentro de este continuo se puede categorizar la predisposición a seguir de la siguiente manera:

La predisposición apática Los apáticos son los que operan sin autoconfianza o amor propio, se sienten víctimas, están desmoralizados o resignados a su “mala suerte.” Aplastados por la desidia o el


pesimismo esperan que llegue alguna fuerza inefable en la cual encontrar alguna esperanza. Son los que Marx llamó el lumpenproletariat. Un líder tiene graves problemas para movilizar a este tipo de seguidores. Puede lograrlo invocando un “sí se puede”, es decir apelando a la tenacidad de los individuos para que “aguanten” hasta que él los redima. También puede implantar un sentido de pertenencia a un grupo minoritario, como un partido político postergado anteriormente importante, aunque en casos así el líder corre el peligro de que la lealtad sea al grupo o a los ideales del grupo y no a él mismo. Por ello, la tercera estrategia es asociarlos como parte de un grupo al que se ha explotado y que no deben “aguantar” más.

realística de lo que el líder y las instituciones sociales pueden lograr. A diferencia del reglamentado, el seguidor maduro quiere saber el porqué, el cómo, el dónde, el cuándo y el costo. En última instancia, el seguidor maduro puede actuar sin líderes pero apoya al líder hasta dónde cree que se lo merece, siempre y cuando los beneficios superen a los costos de lo propuesto por el líder.

La predisposición apática fácilmente lleva al líder a caer en el autoritarismo o despotismo. Cuando impera la desidia el líder personifica la sabiduría infalible que puede extraer a sus seguidores de la desesperanza. El estilo de liderazgo más apropiado en este caso es el conflictivo. La confrontación tiene el aspecto de “circo romano” que puede sacudir la indolencia y hacer disfrutar de la lidia.

La predisposición anárquica

La predisposición reglada Los reglamentados son los que obedecen órdenes sin esperar explicaciones, es decir, no necesitan comprender una orden sino seguirla como se sigue un reglamento. También están descontentos aunque en menor grado que los apáticos. Su aislamiento se debe a insatisfacción con las instituciones públicas la cual les lleva a ceder su responsabilidad a un poder “superior”, en este caso el líder. El estilo mesiánico es el más adecuado para movilizar a este tipo de seguidores. Cuando cunde la predisposición reglamentada el líder moviliza: (1) utilizando la propaganda, la retórica y las promesas de cambio. Recuerda a menudo cómo eran las cosas antes de que él llegara. (2) Con frecuencia encuentra enemigos externos o chivos expiatorios. Menciona a menudo la amenaza que representa la oligarquía o partidocracia, grupos anónimos que son fácil presa de la imaginación. (3) En última instancia, fanatiza a sus seguidores imposibilitando todo razonamiento o capacidad de discernimiento. Los convierte en fieles seguidores, obedientes y devotos del protector.

La predisposición madura En este caso los seguidores confían en sí mismos, en los demás o en el sistema social en el que viven. Siguen pero no obedecen ciegamente, su participación se basa en un cálculo razonado de las ventajas y costos de su seguimiento, entienden que los beneficios deben ir más allá de sus intereses personales y familiares extendiéndose también a los comunitarios, nacionales globales y hasta universales. Cuando impera la predisposición madura hay una visión

El liderazgo es más fácil cuando prevalece la predisposición madura. Los seguidores llenan los vacíos de los que puede sufrir el líder. Además, cómo éste sabe que algún día podrá ser juzgado por sus seguidores de hoy, tiende a obrar con mayor prudencia.

Los anárquicos rehúsan entregar su obediencia a cualquier autoridad. Se saben, o se creen, autosuficientes y rebeldes, algo así como los legendarios hombres-de-la-frontera del Oeste norteamericano. Hay anárquicos que operan en las esquinas oscuras de las reglas como los contrabandistas o los informales. Pero la predisposición anárquica también puede surgir de una complacencia con el sistema. El status quo es suficientemente bueno como para despreocuparse del mismo. Es esta predisposición la que está al alcance de un líder. La habilidad del líder para movilizar a los anárquicos es de difícil predicción. Los rebeldes o informales son por naturaleza no-seguidores, pero los satisfechos con el status quo pueden ser movilizados si se logra que maduren. En una colectividad existen las cuatro categorías de seguidores y la mezcla no es estable. Hay un continuo que va de los apáticos a los anárquicos y que cambia según las circunstancias. El líder que busca controlar a sus seguidores debe suponer que la predisposición psicológica es maleable y que, siguiendo el camino apropiado, puede sacarle provecho. La existencia de cuatro categorías es un desafío para cualquier líder. Si logra subyugar a los autárquicos o reglamentar a los apáticos puede pasar a la historia. No obstante, el desafío moral y el objetivo de un verdadero líder que se acople a la definición de liderazgo de Heifetz radica en educar a los reglamentados y transformarlos de “borregos” en ciudadanos responsables. Las estrategias a seguir dependen de cuál de las cuatro disposiciones predomina en una sociedad. Cuando impera la predisposición madura o anárquica el carisma pierde importancia, pero como las otras clases de seguidores siguen existiendo, siempre hay quienes deploran la falta de líderes. Estos clamores y las estrategias a seguirse también dependen — como dijimos anteriormente — de la cultura y de las instituciones en las que opera el líder.

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Liderazgo, valores y creencias Los valores, las creencias, la visión cósmica, las costumbres y tradiciones de un pueblo se conocen como cultura. ¿Hasta qué punto el estilo de liderazgo es producto de la cultura? Si los valores y las creencias determinan la efectividad de un líder, ¿hasta qué punto puede éste modificar o trascender la cultura? La tesis formulada en este ensayo radica en la premisa de que no existe una cultura unitaria sino una diversidad de valores y creencias que le permite maniobrar a un líder. También se puede decir que en una sociedad hay elementos contradictorios de tal manera que los individuos tienen a su disposición una variedad de subculturas donde escoger. Aunque exista una cultura predominante, siempre hay otras subterráneas o marginales, pues nunca faltan los anárquicos o que-me-importistas in extremis.

¿Prisionero de la cultura o forjador de destinos? Así como la predisposición psicológica de los seguidores es un continuo, la cultura — en materia de liderazgo — es también un continuo que va desde sociedades anárquicas como la de los Nuers (E.E. Evans-Pritchard, 1940) del Sudán hasta las jerárquicas como la clasista hindú.

Culturas anárquicas Son las que sienten un gran desdén por la autoridad pues la igualdad de sus miembros es suprema: nadie está por encima de nadie. Son hostiles hacia cualquiera que se precie de superior y todo intento de dominio acarrea insubordinación.

Culturas jerárquicas En éstas, la “desigualdad” es natural, la selección se hace por casta o por linaje. El origen divino de los monarcas justificaba que unos estuvieran por encima de otros. Los últimos de la escala social no pueden hacer nada sin un patrón o padrino. En estas culturas es común que quienes poseen la autoridad sean remotos, infalibles y estén por encima del común de los meros mortales. La autoridad emana de la divinidad y sus poseedores son guardianes del orden. El liderazgo que ejercen no es carismático, la veneración no es a la persona sino al cargo que ocupan. Entre las culturas apáticas y anárquicas hay un sinnúmero de variaciones. Lo importante es anotar que el carácter anárquico de los Nuers (Evans-Pritchard, 1940: op.cit) no impidió que se subordinaran a unos líderes. De igual manera, la cultura jerárquica de los hindúes sugeriría que seguirían sido eternos sujetos de déspotas benévolos, pero el liderazgo de Gandhi trascendió la cultura clasista y llevó a la India a convertirse en una democracia pujante.

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En resumen, los valores y las creencias pueden llevar a que ciertos estilos de liderazgo predominen y se vuelvan habituales, pero eso no significa que el líder deba convertirse en prisionero de la cultura porque, por un lado, puede explotar las posibilidades latentes en ella y, por otro, las circunstancias pueden cambiar invalidando los valores y las creencias existentes. Estas condiciones permiten que los líderes transciendan los valores culturales de su entorno y puedan manipular a sus seguidores para lograr sus propósitos.

El papel de las causas La pluralidad de culturas y de valores dentro de las mismas posibilita una variedad de acciones entre las cuales el líder debe optar. En la medida en que necesita actuar, jerarquiza los cursos de acción a seguir. Esto implica que no le queda más remedio que simplificar las situaciones tanto para la masa de seguidores como para los de su séquito cercano. Y lo hace de varias maneras, dependiendo del tamaño de los grupos que lo siguen. Mientras más grande es el grupo, mayor la necesidad de simplificación, pero la simplificación es importante hasta entre sus colaboradores más allegados para impedir que se fracturen sus propuestas. Una de las maneras de evitar ambigüedades y reducir alternativas es presentarse como redentor, alguien con quien la masa puede identificarse. Eso se logra encontrando causas comunes como ganar una guerra (Churchill), restaurar la grandeza de un país (de Gaulle), derrotar el comunismo (Reagan), acabar con el capitalismo (Lenín) o algo más específico como eliminar las corridas de toros, el aborto o el fumar. Lo importante es que haya que actuar — “hay que hacer algo” — para lograr el éxito de la causa común. Y eso es lo que promete el líder. Los valores culturales y la ideología predominante facilitan en mayor o menor grado el uso de causas para movilizar a la población. Otros criterios importantes son: •

La presentación de la causa debe ser normativa. Tiene que ser buena y justa, pero también simple y muy general porque la especificidad invita al debate y al desacuerdo así como a la fragmentación de la lealtad. Mientras mayor es el número de seguidores mayor es la posibilidad de fragmentación.

Toda causa debe reconocer la pluralidad de valores y sus contradicciones. En otras palabras, cada causa debe tener opositores para poder identificarlos y confrontarlos. Sin embargo, la retórica, el arte del buen decir, de embellecer la expresión de los conceptos y de dar al lenguaje suficiente eficacia para deleitar, persuadir o conmover, se usa para estandarizar y re-


glamentar a los simpatizantes hasta convertirles en seguidores ciegos sin capacidad de crítica. •

Como dijimos anteriormente, la reglamentación, no debe consistir en transformar a los partidarios en autómatas sino en seguidores entusiastas, con deseos de servir y, si es posible, llegar hasta el sacrificio.

La mayoría de las causas no es creación de una sola persona ni de unos pocos dirigentes, aunque toda autobiografía proclame lo contrario. No existe líder que no haya sostenido que en su vida personal tuvo que enfrentar y superar enormes retos y que esa determinación no sólo le permitió cambiar su destino sino el de todo un pueblo. Lo que pasa casi siempre es que los líderes logran identificarse estrecha e inequívocamente con las causas que la mayoría de una sociedad cree y apoya1.Aunque la existencia de causas facilita el liderazgo, también es posible que, al tratar de movilizar la población utilizando esas causas, surjan problemas. Causas generales amorfas, como “paz y amor en la tierra” difícilmente movilizan a la gente. Causas muy específicas, como un ataque a las corridas de toros, pueden ser insuficientes para conseguir una movilización masiva. Otro peligro que corren los líderes es la posibilidad de que los fanáticos tomen control de la situación y les obliguen a adoptar la posición contraria a la suya propia. Hemos visto que los valores y las creencias son recursos pero también limitaciones que el líder debe superar para poder ser efectivo en sus actividades. ¿Hasta qué punto el poder de conseguir sus objetivos emana de la posición o de las cualidades personales del líder?

El origen del poder: ¿Del cargo o de la persona? Alegamos en la sección anterior que la cultura permite el surgimiento de ciertas formas de liderazgo, pero los valores y las creencias también son limitaciones. La habilidad de los líderes para modificar o transcender la cultura podría suele ser el resultado del origen del poder o autoridad. Se puede distinguir claramente la diferencia entre los dos extremos.

El poder que proviene de la posición Es el poder que ejercen los aristócratas. Más que líderes son jefes. Normalmente el cargo es hereditario o se llega a él por usurpación. Su poder tiene implicaciones místicas (bendecidos por los dioses) o simbólicas (son dios 1 Según Jeffrey Rogers Hummel (2001:531) la ideología es el ingrediente que explica la duración de líderes despóticos, pues por muy antidemocráticos que sean, nadie puede gobernar sólo a base de fuerza bruta. Debe existir una masa crítica dispuesta a aceptar el abuso del poder.

mismo). Solo aquellos que tienen la alcurnia apropiada pueden competir por el cargo. Los aristócratas pueden ser déspotas benévolos o tiranos malévolos. No obstante, su tiranía tiene límites pues pueden provocar una revuelta (cambio de tirano) o una revolución (cambio de sistema). La cultura les permite gobernar con mano dura “hasta cierto punto”. Si se extralimitan pierden poder.

El poder que emana de la persona En el otro extremo del origen del poder están los autócratas. En este caso el poder se origina en las cualidades personales del líder, como su oratoria para movilizar a la gente o en los recursos que puede utilizar como regalos a sus seguidores o el auspicio o participación en entidades filantrópicas, sociales, inclusive deportivas; aunque se debe advertir que no existe un manual que especifique claramente cómo se puede llegar a tener este tipo de poder. Los autócratas, como los aristócratas, pueden terminar siendo déspotas benévolos o tiranos malévolos. Sin embargo, parecería que el poder de los autócratas es más precario. Las razones para su destitución es la misma: extralimitación del poder. Aunque los aristócratas y los autócratas aparentemente operan en contextos distintos, la naturaleza bribona del liderazgo borra las diferencias. Los aristócratas pueden servir a la colectividad, incluso llegando a los altares por su dedicación al cargo que ejercen, pero alguien tiene que pagar por sus servicios y aunque se puede minimizar el poder de los recursos económicos, todos sabemos que “poderoso caballero es don dinero”. Cuando el dinero está de por medio en el ejercicio del poder se produce lo que Karl Polanyi llamó “la gran transformación”. En esta situación, el jefe deja de servir a la comunidad para servirse a sí mismo. La aristocracia y los soberanos pasaron a la historia porque tuvieron que recurrir al envilecimiento del dinero, a la deuda pública cada vez más exagerada y a la tributación onerosa. Se convirtieron de benefactores en explotadores. El caso de los autócratas no es muy diferente. Podría pensarse que el autócrata es alguien que utiliza sus cualidades personales para servir a los demás; de manera no muy distinta a un emprendedor que inventa un producto o servicio para satisfacer los deseos de otros. Hasta se puede pensar que su actitud benévola surge de la competencia y rivalidad que debe enfrentar, como lo tiene que hacer el emprendedor. El líder político moderno se cree sensible a las necesidades de la comunidad, altruista y servicial, sabio y ecuánime en sus juicios, digno de ser emulado. Esto es un mito. La realidad es que su generosidad es limitada, no puede dar y dar y dar porque sus propios recursos son limitados y si utiliza los fondos públicos no es generosidad. Por lo tanto, para llegar al poder necesita recursos económicos

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y debe persuadir a otros que contribuyan a su elección. Muchos de los seguidores que lo apoyan financieramente pueden considerar su contribución como una inversión, es decir, como algo que deberá producir réditos cuando el líder llegue al poder. Finalmente, aunque logre ser elegido por una mayoría de pequeños contribuyentes que se fían de su carácter, deberá proporcionar suficientes bienes públicos o programas gubernamentales que deberán ser pagados con impuestos para poder mantener su popularidad; llega un punto en que la distinción entre inversiones, impuestos y contribuciones se vuelve borrosa2. Al igual que el aristócrata, el autócrata termina sirviendo sus intereses personales y explotando a los demás. Margaret Thatcher lo entendía muy bien cuando decía algo así como: “cuando se les acaba la plata de otros termina su poder” Hemos descrito los extremos y es evidente que hay muchos estados intermedios pero debe quedar claro que en cualquier caso los políticos deben maniobrar con habilidad para evitar el fracaso. A pesar de posibles limitaciones, un líder llega al éxito mediante su capacidad de adaptación y desarrollando la suficiente intuición para no extralimitarse, para cambiar de tácticas o estrategias y saber colocarse en un nivel entre altruista-servicial y explotador. El liderazgo efectivo debe poseer estas características, si no el éxito no es posible.

Instituciones: recursos y limitaciones Se define como instituciones a las reglas artificiales que restringen el comportamiento humano potencialmente arbitrario y oportunista (Wolgan Kasper y Manfred Streit, 1999:28). La regla fundamental de una sociedad moderna se encuentra en la constitución, de la cual emanan las demás reglas, y las organizaciones para implementarlas. Las constituciones también van desde el extremo libertario — como la de los Estados Unidos — hasta extremadamente intervencionista como la expedida en Montecristi, Ecuador, en 2008. Decía James Madison, el autor intelectual de la Constitución de los Estados Unidos, que si los hombres fuéramos ángeles no habría necesidad de gobierno. La premisa es clara, si fuéramos ángeles no habría fraude, ni abusos, ni discriminación, ni explotación. Pero como no lo somos, se hace necesaria una autoridad — llámese gobierno — que regule el comportamiento humano y lo encauce de tal manera que beneficie a todos. El problema es ˆ, ¿quién su2 La escuela de la opción pública explica que los grupos logran concentrar su poder porque enfrentan el problema del polizón (pasajero gratis) en menor grado que la generalidad de la población. Es por ello que la clase política -- compuesta de oligarcas mercantilistas en coalición con líderes, burócratas y tecnócratas-- bajo la tutela del poder monopólico del gobierno explota siempre y en todo lugar a la generalidad de la población.

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pervisa a los supervisores? Según Madison, si no somos ángeles — ni en lo privado, peor en lo público — entonces, se precisa de instrumentos y mecanismos para limitar el poder de los gobernantes. De ahí la necesidad de una constitución. En el otro extremo está la Constitución ecuatoriana que parece fundamentarse en el supuesto de que todos los gobernantes son honestos, desinteresados a los cuales se les puede confiar el poder. El resultado es una institucionalidad que les otorga grandes atribuciones y extenso campo de acción. Por supuesto, hay muchas constituciones intermedias y no conviene emitir juicios de valor ni afirmar cuál tipo de institucionalidad es la mejor. Lo que sí nos incumbe es explicar que la constitución nunca ha sido una verdadera barrera a la expansión de la intervención estatal. Andrew Napolitano (2006) relata cómo, a lo largo de los años, los gobernantes han manipulado la Constitución de los Estados Unidos para agrandar su poder. Basta un ejemplo, desde principios del siglo XX, los presidentes han nombrado zares3 (el mero nombre evoca el poder omnímodo de los soberanos rusos) para agilitar la gestión del Ejecutivo y de esta manera circunvalar la confirmación a la que están sujetos los ministros de estado por parte del Senado. A la fecha presente existen no menos de 35 posiciones de este tipo, con una gran gama de responsabilidades y poder de gestión. Entonces, no llama la atención que, en el Ecuador, los 18 ministerios que existían en el 2006 se hayan incrementado hasta los 38 de la actualidad. Lo curioso es que, pese al poco éxito de su gestión, hayan seguido aumentando4. Cabe anotar que los líderes pueden adulterar los resultados obtenidos socavando las limitaciones impuestas por las instituciones.

Resumen de la primera parte La naturaleza misma del liderazgo conduce al líder a simplificar, engañar, manipular para lograr la movilización de sus seguidores. Si la predisposición psicológica de éstos tiende a la apatía, recurre al estilo conflictivo, al autoritarismo, a los eslóganes para “despertarlos” de su desidia. Pero si la mayoría son reglamentados, recurre al paternalismo o a la emotividad y hasta al sentimentalismo. La retórica, las promesas de cambio, emocionan y nublan el racionamiento. Inclusive, puede ganar adeptos de quienes poseen una predisposición madura o de los anárquicos 3 Supuestamente Theodore Roosevelt fue el primero en recurrir a este tipo de estratagema. 4 “There’ve been so many czars over last 50 years, and they’ve all been failures,” said Paul Light, an expert on government at New York University. “ Wall Street Journal. Diciembre 15, 2008. “Ha habido muchos zares en los últimos 50 años y todos han sido un fracaso” (traducción del autor).

complacidos con el status quo, invocando ideologías altruistas o reformas socio-económicas (siempre habrá descontentos con el manejo de la economía). El poder del líder puede emanar de los valores y creencias de la población, pero como la cultura no es unitaria ni homogénea, el líder debe maniobrar y explotar las posibilidades latentes en la diversidad de sus valores. Para ello, utiliza las causas comunes, demostrando que son justas y buenas. Su reto consiste en identificarse clara y contundentemente con los anhelos de la población, simplificándolas para no entrar en contradicciones y generalizándolas sin anularlas ni fragmentarlas. En este caso las cualidades personales del líder, inefabilidad, carisma, oratoria, son importantes para su triunfo. Lamentablemente, los líderes no pueden traicionar a los que contribuyeron a llevarles al poder, sucumben ante la influencia de las dádivas y el dinero ajeno que, irremediablemente, los transforman de benefactores en explotadores. Finalmente, los líderes recurren también al cambio de reglas para lograr sus fines. Aunque el proceso del cambio institucional sea lento5, los líderes más efectivos han sido aquellos que lograron “burlar” las reglas, modificándolas, para lograr sus objetivos. En este sentido, las limitaciones institucionales han sido inefectivas a lo largo de la historia y han contribuido a que el poder de los líderes políticos vaya en aumento.

El realismo mágico del liderazgo Este pasaje de la Biblia intriga porque ilustra que, desde tiempos inmemoriales, mucha gente busca en los líderes la solución a los problemas sociales, desde la protección individual y de la nación hasta la igualdad de ingreso y de riqueza o rectificaciones a lo que los economistas llaman “fracasos del mercado”. Lo curioso es que, como amonesta Samuel, los líderes no resuelven estos problemas sino que más bien son fuente de oprobio y dominación. Muchísimos desean un cambio, como el que piden los israelitas con la aparición de un rey e igual que en aquella ocasión, “se darán con la piedra en la boca”. El fenómeno merece un análisis científico y para ello recurrimos a la antropología. Jerry Fodor y Steven Pinker (1983) sugieren que el cerebro humano está compuesto de módulos, con ámbitos específicos, especializados innatamente y que operan independientemente de otros sectores. Así, el lenguaje, el reconocimiento de rostros, han surgido en el proceso evolutivo. De estos estudios Laso (2008) concluye que existen rasgos como la tolerancia a la ambigüedad, creer que la sociedad 5 Sobre esto ver Douglas North (2005).

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opera como un reloj, el desdén hacia la política y la tendencia a aceptar escenarios conspiratorios. Pero la explicación se queda corta, pues así como se puede aprender a mover el caballo del ajedrez, también se podría educar a una masa crítica de la población hasta que llegue a un cierto grado de madurez en su predisposición, pero el problema no es deficiencia ni falta de información, pues no se trata de un problema de lógica sino de los ámbitos inexplicables en que a veces nos movemos como son la magia, el encantamiento, la superstición.

Explicaciones antropológicas La persistencia de líderes, sobretodo de los carismáticos y mesiánicos, podría deberse a una racionalización moderna del papel de los chamanes6 en las sociedades primitivas. Los chamanes justifican su existencia y consolidan su poder mediante el uso de símbolos, ritos, promocionando envidias, temores a amenazas externas, santificación del uso del poder. De la misma manera, los líderes políticos logran perpetuar el paradigma del gobierno inevitable y su propia grandeza. La magia que ejercen, no por ser magia, deja de ser real. La fantasía se impone y, como dice Bernardo Acosta (Abril 2009): “Macondo está lleno de paradojas. ¼pese a la necesidad del pragmatismo¼ los chamanes hacen su agosto y la imaginación sigue al mando”. Los chamanes tienen dos maneras de consolidar su poder: ilusionar y amedrentar. Por un lado, ofrecen curas milagrosas y hasta recompensas después de la muerte; por otro, castigos y penas temporales y eternas. Con estas dos motivaciones logran una enorme lealtad y quienes osan desafiarlos son estigmatizados y alienados de la sociedad. Pero el poder del chamán puede correr peligro si sus remedios o castigos resultan ser inefectivos. Es por ello que debe recurrir a una serie de “trucos” que vayan más allá de su existencia temporal y la perpetúen en instituciones. Douglas North (2005) reconoce la poderosa influencia de mitos, supersticiones y religiones para establecer un orden en la conformación de sociedades primitivas. En este ensayo sostengo que los líderes tienen gran similitud con los chamanes y ello explica por qué permanecen en el poder déspotas corruptos y totalitarios. Es más, argumento que los gobernantes, incluyendo aquellos de los de países democráticos, supuestamente eficaces, se mantienen y prosperan porque logran vivir de la ilusión y del miedo de sus conciudadanos, aunque se hayan olvidado de las recompensas y castigos sobrenaturales. Mientras en muchas de las sociedades modernas, la magia y las supersticiones se han sustituido por la razón y la ciencia en la esfera políti6 Se define como chamán a los líderes espirituales de un clan o tribu, intermediarios entre el mundo natural y sobrenatural, que ejecutan curas mágicas o hechizos, interpretan sueños, pronostican el futuro y lideran el grupo en situaciones difíciles.

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“No agradó a Samuel esta palabra que dijeron: ‘Danos un rey que nos juzgue’.[Y dijo:] “Así hará el rey que reinará sobre vosotros: tomará vuestros hijos, y los pondrá en sus carros y en su gente de a caballo, para que corran delante de su carro; y nombrará para sí jefes de miles y jefes de cincuentenas; los pondrá asimismo a que aren sus campos y sieguen sus mieses, y a que hagan sus armas de guerra y los pertrechos de sus carros. Tomará también a vuestras hijas para que sean perfumadoras, cocineras y amasadoras. Asimismo tomará lo mejor de vuestras tierras, de vuestras viñas y de vuestros olivares, y los dará a sus siervos. Diezmará vuestro grano y vuestras viñas, para dar a sus oficiales y a sus siervos.Tomará vuestros siervos y vuestras siervas, vuestros mejores jóvenes, y vuestros asnos, y con ellos hará sus obras. Diezmará también vuestros rebaños, y seréis sus siervos. Y aquel día clamaréis a causa de vuestro rey que os habréis elegido, mas Jehová no os responderá en aquel día.’ Pero el pueblo no quiso oír la voz de Samuel, y dijo: ‘No, sino que habrá rey sobre nosotros; y nosotros seremos también como todas las naciones, y nuestro rey nos gobernará, y saldrá delante de nosotros, y hará nuestras guerras”. (Samuel, 8:6)


ca no se ha dado tal sustitución. Los cambios han sido simplemente semánticos y eufemísticos. Los gobernantes continúan mandando y sojuzgando mediante magia, mitos, símbolos, promesas y miedos. En el siguiente análisis utilizamos los estudios antropológicos de sociedades primitivas para compararlas con lo que sucede en las sociedades modernas.

El papel de los símbolos, ritos y enemigos externos Según Diego Quiroga (2007), los chamanes de los Andes utilizan diversos tipos de prácticas curativas. Unas basadas en los métodos tradicionales de los indígenas del altiplano y de la Amazonía, otras en supersticiones como los milagros” atribuidos a la “santería” y también en prácticas orientales (acupuntura) y heterodoxas como la medicina alopática. Hay que apreciar el papel de los símbolos y ritos para entender por qué estos métodos curativos funcionan. El proceso, según Quiroga, se fundamenta en gran medida en la capacidad de los símbolos para concentrar fuertes fuentes cognitivas y emotivas. Muchas de las sensaciones de bienestar tienen un profundo efecto biológico real que genera condiciones necesarias para la activación de mecanismos de curación. El efecto placebo es conocido y reconocido en la práctica de la medicina moderna. Parece que los símbolos y los ritos inician procesos internos, tales como la secreción de endomorfinas y otras sustancias, que permiten a las personas recuperar la salud al estimular el sistema inmunológico, la reducción del dolor, y otros procesos que todavía no se han explicado muy bien. Procesos similares se dan en el plano político. Consideremos, por ejemplo, que la bandera, el himno nacional, o el equipo preferido de fútbol, despiertan emociones y sacan lágrimas a los ojos. De esto a distorsionar los libros de historia no hay mucha distancia. Los símbolos nacionales, el patriotismo de ciertas canciones infantiles, o el saludo nazi, pueden servir, entonces, como mecanismos con los cuales el chamán (el líder) puede despertar emociones. También los ritos son importantes para motivar y crear predisposiciones. En el mundo del chamán, los ritos (la limpia con hierbas, por ejemplo) proveen una estructura y un marco para que la gente enferma pueda enfrentarse a sus miedos y ansiedades. Los ritos del chamán funcionan porque utilizan acciones y frases que prácticamente hipnotizan al paciente haciéndole sentirse mejor y más cómodo. No necesariamente eliminan la causa de la enfermedad, simplemente hacen más llevadero el sufrimiento. De igual manera, los ritos de las elecciones dan a los ciudadanos una sensación de comodidad, conformidad y seguridad. Participar de la “fiesta de la democracia” hip-

notiza al votante, le permite sentirse que es “soberano” y dueño de su destino; es más, el proceso electoral también ofrece la oportunidad de expiar y corregir errores pasados, aun cuando el votante esté consciente de que su grado de influencia es infinitesimal. Lo importante es sentirse bien al cumplir con el supuesto deber cívico. Otros ritos como los desfiles cívico-militares, las fiestas patrias, la diaria promesa de lealtad a la bandera estadounidense o el juramento anual en otros países, cumplen la misma función que los ritos de la brujería: proporcionar una sensación de bienestar producto de endomorfinas que hacen derramar lágrimas cuando “en un bosque de banderas faltó la que amó toda su vida” (Víctor Domingo Silva, 1935). Daniel Klein (Summer 2005) sostiene que los gobiernos persisten y sobreviven porque “crean un marco de referencia común y oficial, un grupo de puntos focales, un sentido de unidad y experiencia comunal”, al cual llama “el romance del pueblo”. Si Klein tiene razón en lo que postula, las endomorfinas estarían en la raíz del romance. Los sentimientos de pertenecer a un todo, la sensación agradable del patriotismo, la validación de ser miembro de un grupo, son simplemente resultados de la magia de los símbolos y los ritos. Bien podríamos explicar entonces por qué los judíos pidieron tan ahincadamente que Samuel les buscara un rey. Cuando los símbolos y ritos comienzan a debilitarse, no hay mejor manera que buscar enemigos externos o chivos expiatorios para continuar en el poder. Hummel (2001:op.cit) y Higgs (2007) describen convincentemente cómo los líderes justifican la expansión de su poder en nombre de la defensa y soberanía nacional.

La santificación del poder distributivo, la envidia y el uso de enemigos externos Para algunos antropólogos como George Foster (1971), el cambio social genera procesos que están dirigidos a preservar el sistema de producción y la diferenciación social existentes. En un sistema de escasez consuetudinaria la magia sirve para conservar la igualdad social. Foster sostiene que en algunas culturas se mantiene muy clara la idea de que la cantidad de bienes es limitada y, en consecuencia, el enriquecimiento de unos conlleva el empobrecimiento de otros. Por lo tanto, la acumulación de riqueza se atribuye al uso de encantamientos o brujerías. Se llega a acusar a los enriquecidos de pactar con el demonio. En estas culturas se niega la posibilidad de crear riqueza con lo cual se propician la envidia y los mecanismos para redistribuir los bienes ya existentes. El chamán se aprovecha de estas creencias declarándose el único en contacto con lo sobrenatural, el único encargado de redistribuir la riqueza. (Claro que el chamán puede caer en tentación, de allí el refrán “el que parte y reparte se queda con la mejor parte”).

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El mito de la redistribución se lleva a cabo mediante sortilegios, supersticiones, encantamientos, mecanismos muy parecidos a los utilizados por los gobiernos en las loterías estatales.

El papel del carisma El carisma es esa cualidad inefable que poseen los líderes. El diccionario Larousse lo define como: “la cualidad o don que tiene una persona para atraer a los demás por su presencia o su forma de hablar”. Normalmente se considera carismático al individuo que posee poderes de persuasión extraordinarios. Es verdad que ciertas personas tienen “don de gentes”, son simpáticos o tienen “sangre liviana”, pero eso no es carisma. Una persona puede ser un “santo” y no ser carismático, aunque tenga cierto poder de persuasión. La característica fundamental del carismático radica en la imagen que proyecta. Que sea santo o no, no importa. Que sea simpático o no, tampoco importa. Importa lo que la gente se imagina que esa persona es. En otras palabras imagen y carisma son la misma cosa. La imagen de los políticos y, por ende el carisma, son manufacturados, se los moldea para que la gente confíe y crea en el líder. Inclusive los defectos se pueden alterar si son “defectillos”, y si son monumentales se los oculta. La imagen del líder que se proyecta tiene que dar la impresión de capacidad para lograr objetivos, pues no se trata de dar a conocer su verdadera personalidad (sus defectos y virtudes) sino su efectividad. Una vez conseguida la imagen deseada es fácil despertar la devoción de los seguidores. En otras palabras, se reviste al líder de una cierta mística, se le atribuye integridad moral, honestidad, convicciones firmes y hasta conocimientos académicos extraordinarios. Parte del carisma también radica en una conveniente identificación con sus seguidores: un día puede ser chabacano, otro intelectual; un día resulta capitalista pro-empresa y otro defensor acérrimo de la justicia social; un día suena a agnóstico y otro más papista que el papa. La facultad de mimetismo ante la audiencia le llevó a José María Velasco Ibarra a ser presidente del Ecuador en cinco ocasiones; no por nada ha sido uno de los líderes más “carismáticos” que ha tenido el país. Es que la imagen (carisma) es inefable, la imagen no es realidad, la imagen está en los ojos y en la mente de sus seguidores.

El papel de los paradigmas Los antropólogos también estudian el papel de la magia y de las manifestaciones mágicas en los procesos de cambio social7. La idea de un paradigma, como la describiera Thomas Kuhn, es un proceso por el cual la gente intenta 7 Ver Carlos Reynoso (1987) sobre este tópico.

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comprender el mundo que le rodea. Por un lado, los paradigmas nos ayudan a organizar nuestra realidad y, por otro, tienden a ocultar ciertos aspectos de la misma. La magia, por lo tanto, es una explicación para comprender la realidad. La magia explica sucesos que en muchos casos no pueden ser explicados por la ciencia. Por ejemplo, Evans-Prichard (1940: op.cit.) explica que en el caso de los Nuer, no hay accidentes, la gente explica que la muerte de una persona debido a la caída de un rama no es mala suerte (como lo consideraría un europeo contemporáneo) sino que es el resultado de algún demonio contratado por un enemigo. Entonces, arreglos sociales espontáneos tales como el dinero, las bolsas de valores, las leyes corporativas, incluso el internet son apariciones diseñadas por alguien y por ello no se las puede dejar solas. Hay que regularlas para hacerlas más “eficientes” o “socialmente responsables”. Por ello proliferan las teorías conspirativas y pocos se satisfacen con explicaciones simples como la del asesino solitario de Kennedy o la invasión de los papparazi en la vida de la princesa Diana. Así como los paradigmas de las ciencias o de las ciencias sociales se resisten al cambio, las explicaciones mágicas también. La gente no está dispuesta a aceptar modelos nuevos a pesar de sus defectos aparentes. Si el chamán no puede curar al enfermo, la razón no radica en la magia sino que el mago no fue suficientemente bueno o el procedimiento fue equivocado. Dice Alcides Montilla (Septiembre, 2009): “el mito es una fe creada por los políticos que nunca lo hacen realidad porque pierden el poder.” La semejanza entre los paradigmas de la magia y los del liderazgo es extraordinaria. No importa que la magia no funcione, pero el chamán no puede equivocarse porque, de hacerlo, toda la casa de naipes se viene abajo. Así se proclama que sin gobierno (es decir, sin políticos, guardias de palacio, burócratas y demás servidores públicos) no habría civilización.

Resumen del realismo mágico Habíamos dicho que el líder no sólo debe conseguir y mantener a sus seguidores, debe también lograr ciertos propósitos. Para conseguirlos, sean buenos o malos, es decir para tener éxito, debe utilizar el poder. Si no es efectivo deja de ser líder y esto nos trae al mundo de la ficción. Vimos cómo los símbolos, los ritos, la envidia, los enemigos externos y el carisma perpetúan la ficción del paradigma: se necesitan líderes para que nos lleven a días mejores. En el realismo mágico del liderazgo ningún político admite que busca el poder por el poder. Nunca. Todo líder proclama que busca el poder para enderezar entuertos, para servir; que el ejercicio del poder es un deber, un sacrificio,


una carga. Por eso prometen aún a sabiendas de que no podrán cumplir; necesitan distorsionar y sobre simplificar para ser aceptados sin un examen detenido. Si los medios que utilizan no son éticos los ocultan y los manipulan para ser efectivos. Es que en última instancia, para los líderes el fin termina justificando los medios.

uno de los mecanismos más efectivos para limitar el poder. (2) No hay mejor mecanismo que la competencia. Ya lo dijo Lord Acton: el poder absoluto corrompe absolutamente. Aunque los otros líderes sufran de los mismos defectos, la rivalidad y las amenazas de reducción o pérdida de poder suelen inducir a conductas más transparentes y menos mágicas. Si no hay oposición de líderes fuertes, mal se puede exigir mejor comportamiento a los líderes que gozan del poder.

Conclusiones y recomendaciones Aunque tenemos la sensación que la humanidad ha ido abandonando el mundo de la superstición hacia una mayor racionalidad y realidad científica, en el ámbito político todavía queda mucho por hacer. En este ensayo hemos querido demostrar que el liderazgo no opera en la esfera de la racionalidad sino en la del realismo mágico.

(3) Mantener un cierto grado de cinismo es saludable. Higgs (Winter, 1997) concluye que, aunque quienes postulan que la Escuela de la Opción Pública propician el cinismo político, sobre todo hacia los líderes públicos, nunca es tanto como el que ellos se merecen.

Entendemos por racionalidad las acciones que tienen en cuenta no sólo los fines sino los medios. Cuando alguien se concentra sólo en los fines cae en el mundo de la superstición y de la magia: quiero ganarme la lotería y por eso froto la giba de un jorobado. El líder mantiene los fines en el punto de mira: redistribución de la riqueza, reducción de la inflación o el desempleo, defensa de la soberanía, eliminación del analfabetismo y así por el estilo, sin clarificar ni especificar los medios que utilizará. El hacerlo obstaculiza seriamente su efectividad. Por otro lado, su discurso debe ser transmitido a una gran variedad de personas con distintas predisposiciones psicológicas, culturales e institucionales. Entonces al líder no le queda más remedio que recurrir a la simplificación para llegar al “mínimo común denominador” y cae irremediablemente en distorsiones de la realidad. Los hechos le pueden contradecir y por eso tiene que apelar a las imágenes, a los símbolos, a los ritos. Consecuentemente, no opera en el mundo objetivo, científico sino en el de la magia y el encanto. Esto implica que los líderes son efectivos cuando sus seguidores confían en él por razones de fe. Mientras más ciega es la fe de sus seguidores, mayor es su poder y, a más poder, mayor efectividad. Se debe advertir que no todos los líderes son malévolos, déspotas, megalómanos o narcisistas, pero absolutamente todos comparten, en mayor o menor grado, estas cualidades.

(4) La predisposición madura claramente fomenta una mejor clase de líderes. Por ello es importante la relevancia de la racionalidad, es decir, hay que saber el porqué, el cómo, el dónde, el cuándo y el costo. Sobre todo aquellos que se precian de cultivar la objetividad y la imparcialidad, como maestros o educadores, deben inculcar el pensamiento crítico en sus discípulos para no ser deslumbrados con la magia del carisma o caer fácil presa de la oratoria brillante. (5) Los forjadores de opinión, columnistas, analistas y comentaristas, harían bien en examinar con lupa no sólo las promesas y las acciones de los políticos, sino dudar de afirmaciones como “faltan líderes”, sin examinar a fondo el historial y sobre todo las ideas de los que se autoproclaman formadores de una patria nueva. El canto de sirenas se lleva a cabo con mercadotecnia, la seducción se da mediante espejismos. Bien harían, antes de proclamarlos redentores, en estudiar detenidamente cómo fue concebida, manufacturada, pulida y vendida (tanto figurativa como literalmente) la imagen que proyectan los aspirantes a líderes. (6) Finalmente, corresponde a los académicos e intelectuales, a los estudiosos de las ciencias sociales y políticas cuestionar los paradigmas del liderazgo, debatir y poner en tela de juicio los manuales sobre liderazgo. No vaya a resultar que en esas enseñanzas se estén preparando gánsteres super-educados. Ese es el espíritu que mueve este ensayo y que cabe dentro de la misión de esta revista: polemizar para pensar.

Lecciones No queremos concluir con una nota de total desesperanza ni tampoco resignarnos con la excusa de que “nadie puede hacer nada al respecto”. Se pueden extraer algunas lecciones: (1) Hay que tener mecanismos para que los líderes deban rendir cuentas sin permitir promesas incumplidas, descaros ni sinvergüencería. Es por eso que una prensa libre, honesta, independiente y profesional es

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Santiago Nieto

Director de “Informe de Confidencial”

¿Los electores votan por líderes?

La gente busca líderes que, en las campañas, actúen no como los intelectuales piensan que se debe actuar, sino como es el sentimiento popular. Poco importan las ideologías, la estructuras de los partidos políticos, los programas de gobierno, la prensa, las vallas y manifestaciones o el dinero. Son una pequeña porción de las razones por las cuales la gente vota. El elector realmente vota en función de tres aspectos “físicos” muy marcados: corazón, hígado y estómago. A lo que se suman los sueños, la credibilidad y el respeto que siente por parte de los candidatos. Así se construyen los líderes que quieren ganar elecciones. 62


Después de haber participado en campañas electorales por más de dos décadas, en algunas de las ciudades más grandes de América Latina, en otras muy pequeñas, en circunscripciones con un electorado indígena, en otras con electorado totalmente “blanco”, en países con partidos muy sólidos y en otros con partidos que aparecen y desaparecen como fuegos de artificio, nos quedan muchas interrogantes. Los consultores políticos nos preguntamos permanentemente: ¿por qué votan en realidad los electores? ¿Cuáles son los mecanismos que nos permiten llegar con nuestro mensaje para que se muevan en la dirección que buscamos? ¿Sirven para algo las canciones, las concentraciones, los afiches, los discursos, etc.? Para los consultores que hemos participado, de alguna manera, en centenares de campañas, no hay respuestas mecánicas, ni fáciles. No hay normas generales. Cada campaña es un nuevo reto en el que se aprende más, para empezar de nuevo a aprender y acumular experiencia en la siguiente campaña. Hagamos un brevísimo recuento de algunas de las explicaciones de porqué vota el elector latinoamericano, para exponer después, de manera simple nuestras hipótesis, fruto de la experiencia práctica y el sentido común.

1. Algunas hipótesis comunes acerca de por qué vota el elector. a. El elector vota por ideologías. Los latinoamericanos, somos parte de la cultura occidental. Aunque está de moda decirse “únicos” y miembros de culturas ancestrales, los electores no son demasiado distintos dentro de América, incluidos los países sajones y lusitanos. Nuestra democracia no nace como en Europa, de la lucha de los burgueses de las ciudades en contra de los terratenientes y de la Iglesia. Nunca tuvimos Reyes. En algunos países como Ecuador, Perú y Guatemala, algunos se han sentido “aristócratas”, pero más allá de sus sueños de emparentarse con las casas reales europeas han sido mestizos descendientes de prófugos y aventureros que escaparon del viejo mundo hace siglos. Hemos tenido una aristocracia falsa, que ha promovido un conservadorismo falso. En Europa, con excepciones extrañas como la de Don Pedro de Braganza Emperador del Brasil, que dejó Portugal escapando a la invasión napoleónica1, ningún noble o personaje afortunado que estuviera en sus cabales fue capaz 1 Don Pedro de Braganza, hijo del Rey Juan VI de Portugal, escapó de la invasión napoleónica hacia el Brasil en 1807, en donde se estableció. En 1822 fue proclamado Emperador de un Brasil independiente. En 1826 se negó a coronarse Rey del Portugal a la muerte de su padre. En 1826, viéndose obligado a abdicar en favor de su hija Doña María de Portugal y Pedro I del Brasil es un caso único de un Monarca Europeo que pasó el océano y se instaló en tierra americana.

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Hace algunas décadas, en casi todos nuestros países, era de buen gusto hablar francés y conocer París. Nuestras élites sentían por Norteamérica un desprecio cultural por una sociedad de “gente común”, que comía hamburguesas, tomaba Coca Cola, y tenía monumentos de plástico.


…cuando hemos preguntado si el elector quiere que su futuro Presidente sea de izquierda o de derecha, la respuesta es la misma: cerca de un 10% quiere que sea de izquierda, un 10% de derecha y cerca del 80% no tiene ningún interés en el tema. La excepción son Uruguay y Chile…

de cambiar sus comodidades para migrar a América y establecerse en un sitio que parecía estar cerca del infierno. A partir de la Revolución Norteamericana de 1776, en un período de cincuenta años se formaron democracias presidencialistas, fuertemente elitistas, que dieron origen a nuestros sistemas políticos contemporáneos. La democracia fue la norma de la América independiente. Nuestras élites sin embargo, tuvieron su vista puesta en Europa hasta muy avanzado el siglo XX. Hemos sido americanos que soñábamos con ser europeos. Hace algunas décadas, en casi todos nuestros países era de buen gusto hablar francés y conocer París. Nuestras élites sentían por Norteamérica un desprecio cultural por una sociedad de “gente común”, que comía hamburguesas, tomaba Coca Cola, y tenía monumentos de plástico. Parecía más elegante un conjunto de países en el que había una tradición con Reyes, dinastías, castillos, museos, autores que escribían una literatura compleja, pensadores profundos. En la política, tuvimos la misma tendencia. Nuestras elites quisieron ser ideológicas. Les parecía más elegante tomar como modelo a las sociedades europeas, que en muchos casos llegaron a la democracia hace poco, bastante después que los países latinoamericanos2. En el Viejo Continente, Conservadores, Liberales y Socialistas representaron a terratenientes, burgueses y obreros en distintas etapas de la evolución de esas sociedades hacia la democracia. En América Latina tuvimos las mismas corrientes sin que existieran las bases sociales que dieron sentido a esas ideologías en otras tierras. En muchos de nuestros países tuvimos socialistas antes de que aparezca la primera fábrica y la interpretación de la política se hizo usando esquemas importados mecánicamente, que en muchos casos ayudaron más a confundir que a interpretar la realidad de una manera más racional. La mayoría de los estudios que se hacen en la región, de los escritos en los periódicos, del lenguaje de los dirigentes políticos, usa esa terminología y supone que por allí está la interpretación “correcta” del acontecer político. Hay que comprender la política desde la oposición izquierda vs. derecha.

Los votantes norteamericanos han votado, hasta la década de 1980, con gran fidelidad por sus partidos, el votante toma en cuenta temas que le movilizan para pronunciarse por uno u otro candidato … En América Latina, en países en los que mantienen vigencia los partidos, se han ido vaciando de sus contenidos ideológicos.

Desde el punto de vista de los electores, ese tema es mucho menos importante. Entre el 60% y el 80% de los latinoamericanos están cansados de los partidos, de las ideologías y de los viejos liderazgos. En reiteradas encuestas realizadas en México, Argentina, Paraguay, Ecuador, Guatemala y otros países de la región, cuando hemos preguntado si el elector quiere que su futuro Presidente sea de izquierda o de derecha, la respuesta es la misma: cerca de un 10% quiere que sea de izquierda, un 10% de derecha y 2 Grecia se libró de los Coroneles, España del Caudillo por la Gracia de Dios, Portugal de Oliveira Salazar y toda la Europa del Este de las dictaduras comunistas, cuando la mayoría de nuestros países estaban viviendo plenamente la etapa democrática actual.

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cerca del 80% no tiene ningún interés en el tema. La excepción son Uruguay y Chile, dos países en los que el discurso de la Guerra Fría sigue vigente para la mayoría. Suponer que las elecciones se resuelven por razones ideológicas no se compadece con la realidad. Cuando los consultores profesionales tenemos un cliente que se enfrenta a alguien que está asesorado por “cientistas políticos” o sociólogos, que trabajan con este paradigma, nos alegramos mucho. Tenemos bastante a nuestro favor. En la medida en que la otra candidatura planifique sus acciones a partir de estos conceptos abstractos, podremos ganarles fácilmente la elección. b. El elector vota por partidos políticos. La explicación del voto por la lealtad de los ciudadanos a los partidos políticos, ha sido otra de las tesis populares en el ámbito académico. En el caso de los votantes europeos, esto tiene especial fuerza por la historia de los partidos de ese continente y porque la mayoría de las elecciones se realizan de manera indirecta: el pueblo elige legisladores que eligen a los miembros del poder ejecutivo. En los Estados Unidos ha existido gran lealtad de los electores a los dos grandes partidos: el Republicano y el Demócrata. La relación de esos partidos con posturas ideológicas en términos europeos, ha sido baja. El partido Demócrata es el más antiguo, fue fundado por Thomas Jefferson en 1792. Originalmente fue una coalición de pequeños agricultores, comerciantes, artesanos y dueños de plantaciones sureñas que usaban esclavos en sus propiedades. Sus dirigentes, especialmente del Sur, fueron fervientes defensores de la segregación racial. Entre 1860 y 1932, exceptuando 16 años, la Casa Blanca estuvo en poder de los Republicanos, que mantuvieron tesis más progresistas. El partido Republicano se estableció en 1840 y en 1860, con Abraham Lincoln como Presidente de la nación que abolió la esclavitud. A comienzos de los años 30, la exitosa carrera del Partido Republicano llegó a su fin. En 1932 el Demócrata Franklin Delano Roosevelt (FDR) fue elegido Presidente para enfrentar la Gran Depresión. FDR era un liberal quien se describía como “un poco a la izquierda del centro”. FDR agrupó una nueva coalición de conservadores sureños, liberales del norte y, por primera vez, logró atraer a un gran número de afro-americanos quienes decidieron apoyar su programa del “New Deal”. Pero FDR, quien creía en los derechos civiles, evitó un mayor progreso en esta área, según dicen, porque no estaba interesado en perder el apoyo de los conservadores blancos del Sur; un importante bloque Demócrata y parte fundamental de la coalición. El partido Demócrata atrajo a las minorías étnicas como

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los afro-americanos y se situó en las últimas décadas en posiciones “progresistas”. No es extraño sin embargo, que con esa historia, un Gobierno como el de George W Bush, de extrema derecha desde algunos ángulos, haya nombrado al primer afro-americano Powell, como Secretario de Estado y a una mujer afro-americana, Condoleezza Riese como su sucesora. Estas son posiciones “progresistas” dentro de los temas que se discuten en las elecciones de los Estados Unidos. Los votantes norteamericanos han votado, hasta la década de 1980 con gran fidelidad por sus partidos. En un país en el que el voto no solo es voluntario sino que supone algunos trámites, el votante toma en cuenta temas que le movilizan para pronunciarse por uno u otro candidato. Son los “issues” cuya discusión está en el eje de la estrategia de las campañas de ese país. En América Latina, en países en los que mantienen vigencia los partidos, se han ido vaciando de sus contenidos ideológicos. En México los votantes, en especial los más rurales, son fieles a los partidos que mantuvieron vigencia a lo largo del siglo XX, el PRI y el PAN. No puede decirse sin embargo que el PRI de Enrique Peña Nieto es el mismo de Enrique Elías Calles. Ha cambiado de manera radical. En realidad los partidos mexicanos son enormes aparatos que permiten que en un país enorme, las campañas electorales sean eficientes. Otro tanto ocurre en Argentina, país en el que el Justicialismo ha sido por mucho tiempo el eje de la política. Los votantes son ante todo Peronistas o Gorilas y después se definen por otro tipo de temas. El peronismo sin embargo, no es tampoco algo homogéneo. En términos de la ciencia política, la Candidatura de Carlos Menem y la de Néstor Kirchner representaron en la elección presidencial del 2002 a la derecha y a la “izquierda”, aunque ambas eran peronistas. En Perú y Venezuela, países en los que hubo partidos muy fuertes, queda poco de la AD y el COPEI, el APRA y AP se han disuelto, en una política copada totalmente por los llamados “out siders”. Incluso el nuevo APRISMO de Allan García tiene más que ver con las concepciones post modernas de la política que con el APRA de Víctor Raúl Haya de la Torre. La lealtad a los partidos, es habitualmente mayor mientras más rurales y de más edad son los electores. Las nuevas generaciones, en especial en las zonas urbanas, manifiestan un cansancio enorme frente a los partidos. La explicación de por qué votan los electores basada en la lealtad partidista, tiene algún sentido en pocos países del continente y tiende a debilitarse según son más urbanos y jóve-


En especial en los países de voto obligatorio, los votantes indecisos, que son quienes deciden la elección, son los que huyen de este tipo de discusión … Los pocos que leen programas de gobierno, lo hacen para reafirmar su idea previa de que su candidato es muy bueno y el opositor un inútil.

…la tesis de que los medios manipulan la mente de los electores es falsa. Los medios son uno de los actores del juego electoral, que tiene su influencia, pero no tienen el control de la voluntad de los electores. … Abdalá Bucaram y Hugo Chávez fueron elegidos en Ecuador y Venezuela con el rechazo militante de casi todos los medios de comunicación.

Sobre las manifestaciones masivas, concentraciones y caravanas, las cosas están más claras. Casi nunca sirven para atraer votos y en muchos casos los ahuyentan. Fueron útiles en la época anterior a la televisión, pero actualmente, los electores indecisos tienen cosas mucho más interesantes que hacer. Pueden ver dibujos animados en la televisión, participan de cientos de actividades, viven en sociedades erotizadas. La entrada de un candidato que antes paralizaba a una ciudad, ahora es un hecho sin importancia.

nes los electores. c. El elector vota por programas de gobierno. En casi todos los países de América Latina, la prensa pone énfasis en los programas de Gobierno y los debates. Nuestra experiencia dice que los electores no votan por que les convence un programa. No lo hicieron nunca y menos hoy en que las palabras están devaluadas. Otro tanto pasa con la discusión de esos programas en debates y otros eventos, que normalmente solo sirven para fortalecer simpatías y antipatías previas. Quienes leen programas y ven debates son los electores más politizados que ya tienen hecha su decisión de cómo votar. En especial en los países de voto obligatorio, los votantes indecisos, que son quienes deciden la elección, son los que huyen de este tipo de discusión. Es poco probable que exista en uno de nuestros países un número importante de electores que lea concientemente los programas de todos los candidatos, para tomar después una decisión racional y votar por uno de ellos. Los pocos que leen programas de gobierno lo hacen para reafirmar su idea previa de que su candidato es muy bueno y el opositor un inútil. La inquietud de los candidatos por proponer un programa coherente de ideas es inútil en términos electorales. Estamos viendo las cosas desde el hecho pragmático de atraer votos. Esto no quita, que sea bueno para la democracia exigir que los candidatos tengan programas y que los debates sean un ejercicio que la consolida. Los programas y los debates son muy buenos, pero no mueven votos. d. El elector vota manipulado por los medios de comunicación. Los voceros de partidos minoritarios, que están acostumbrados a perder en los procesos electorales, suelen atribuir su suerte a que los medios de comunicación “manipulan” la mente de los votantes y sueñan con que si tuviesen acceso a ellos ganarían. Esta es también una tesis con pocos fundamentos. Si esto fuera así, ochenta años de monopolio total de los medios de comunicación y de la educación en los antiguos países socialistas, debió convertir a todos sus habitantes comunistas entusiastas. En cuanto se celebró la primera elección rechazaron abrumadoramente el comunismo y, en general, no hay países europeos más anti-comunistas que los que vivieron esos procesos. En América Latina, en Colombia existe desde hace mucho tiempo un acceso igualitario a la televisión para todos los

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candidatos que se inscriben en la elección presidencial. Eso no ha impedido que los dos partidos tradicionales el Liberal y el Conservador, hayan sumado más del 90% de las preferencias en todos los procesos presidenciales últimos. Algunos vendedores de Biblias y personajes como la Bruja de Torrijos han aprovechado de esos espacios para publicitar sus productos, pero el efecto electoral ha sido nulo. Abdalá Bucaram y Hugo Chávez fueron elegidos en Ecuador y Venezuela con el rechazo militante de casi todos los medios de comunicación. Esto no significa que los medios de comunicación no tienen ninguna influencia. Pueden tenerla, especialmente en el mediano plazo y a condición de no perder credibilidad por parcializarse demasiado, pero en una sociedad democrática los medios están limitados por el mercado. No pueden tergiversar mucho la realidad porque pierden rating y ventas. En definitiva la tesis de que los medios manipulan la mente de los electores es falsa. Los medios son uno de los actores del juego electoral, que tiene su influencia, pero no tienen el control de la voluntad de los electores. e. El elector vota manipulado por el dinero del candidato. Otro tanto ocurre con el dinero. Algunos dicen que la democracia es un sistema en el que los que tienen dinero pueden hacer cualquier cosa y que muchos estadistas no son elegidos porque carecen de dinero. Esto es tan relativo como el poder de la prensa. El dinero ayuda a las campañas electorales, pero no puede comprar al elector. Si en las elecciones presidenciales del Ecuador del año 2002 y 2006, Álvaro Noboa hubiese tenido menos dinero para publicitar tantas piezas de comunicación equivocadas, tal vez habría ganado las elecciones. La hazaña de perder la Presidencia habiendo iniciado la contienda con cerca del 50% de las preferencias electorales, solo fue posible gracias a una inversión multimillonaria. Este es un caso paradigmático en el que la falta de dinero hizo bien a un candidato, y su abundancia hizo daño. Pero no han sido esas las únicas campañas en que pasó algo semejante. Hemos participado en muchas elecciones con clientes con poco dinero que han vencido a candidatos muy ricos. El dinero ayuda en las campañas, pero no es lo decisivo. g. El elector vota motivado por las manifestaciones, concentraciones, vallas, carteles. Después de cada campaña muchas ciudades latinoamericanas terminan inundadas de propaganda. Pinturas, carte-

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les, guindolas de plástico, folletos, fotos, se convierten de un día a otro en un montón de basura sin sentido, como los periódicos, que una vez leídos se transforman en un poco de papel sin importancia. La pregunta que uno se hace siempre es ¿esto fue necesario para ganar las elecciones? Durante las campañas electorales se entablan verdaderas guerras en las que los partidos destruyen la propaganda del adversario y ponen la suya. Se hacen complejos operativos, se movilizan gentes para mantener esa “presencia en las calles” que para algunos es fundamental. No hay suficiente investigación sobre el tema para saber si en realidad estos elementos mueven o no a los electores indecisos. Estas actividades son más bien parte de la herencia del ceremonial de las antiguas campañas electorales. Hemos participado en campañas en las que los candidatos han obtenido triunfos amplios en las urnas, después de haber perdido ampliamente la guerra de los carteles. Algunos partidos de minorías movilizadas, logran cubrir las ciudades con su propaganda, sin que esto les permita llegar a un porcentaje importante de votos. Sobre las manifestaciones masivas, concentraciones y caravanas, las cosas están más claras. Casi nunca sirven para atraer votos y en muchos casos los ahuyentan. Fueron útiles en la época anterior a la televisión, cuando la vida de la gente era enormemente aburrida, la gente no tenía nada que hacer y concurría a esos eventos. Actualmente, los electores indecisos tienen cosas mucho más interesantes que hacer, que oír discursos en demostraciones públicas. Pueden ver dibujos animados en la televisión, participan de cientos de actividades, viven en sociedades erotizadas en las que el sexo tiene más espacio que en la antigüedad. Las ciudades han crecido vertiginosamente. La entrada de un candidato que antes paralizaba a una ciudad, ahora es un hecho sin importancia.

2. Lo que mueve al elector Este es el tema que más polémica provoca en los medios políticos y académicos. No hay una sola explicación para el voto. Logramos mover a los electores gracias a una serie de elementos sobre los que hemos escrito varios textos, entre los que sobresale la elaboración de una estrategia correcta, basada en una investigación sistemática de la opinión pública y de la coyuntura electoral. Las elecciones no son concursos de merecimientos. En muchas ocasiones, pierden las elecciones candidatos que son evidentemente más capaces, más correctos y más eficientes que otros. Esto es difícil de entender desde la racionalidad. Los occidentales desde el Renacimiento pretendemos que somos racionales y que todos los seres humanos deberían operar con


una lógica cartesiana, pero la verdad es otra: somos mucho más irracionales de lo que suponemos y nos movemos más por los sentimientos y las emociones que por las razones. El elector es un ser humano enormemente razonable que sin embargo no toma las decisiones más importantes de su vida usando la razón. Ama a sus hijos y a su pareja, siente fastidio por quienes la agreden de alguna manera, cree o no en Dios, no por razonamientos sino movido por pasiones. Por eso cuando vota no toma en cuenta solo su bienestar y la eficiencia del mandatario sino que lo hace orientado por otros sentimientos que ahora queremos desarrollar. Este análisis suele contrariar a lo que defienden los teóricos, periodistas y políticos del viejo cuño que quisieran que los votantes tengan opciones racionalistas. Los viejos liderazgos ya no mueven votos. El carisma de Velasco Ibarra sería ahora un desastre. Los electores, en especial los jóvenes, se ríen del poder y la comunicación tradicional, aburrida, con banderitas, señores con caras adustas, programas aburridos, frases grandilocuentes. Todas estas cosas ahuyentan votos. Ahora los candidatos bailan, lloran, tocan la guitarra, hacen cosas graciosas que nunca habrían sido imaginables en los viejos caudillos. Los votantes indecisos no votan por ideas. No suelen entenderlas, ni les interesa hacer un esfuerzo para eso. Quienes dicen que votan con la cabeza son los editorialistas, militantes y electores decididos, que usan su mente para confirmar sus prejuicios. Su voto tampoco se mueve por las ideas. Racionalizan pasiones y posiciones ya adoptadas ante la vida. Las propuestas de los candidatos contemporáneos son básicamente las mismas. No hay casi nada original y, cuando aparece algo, es inmediatamente plagiado por todo el mundo en un mundo en el que todos estamos conectados a La Red. a. El corazón El votante indeciso elige orientado por el corazón. Siente antipatía o simpatía por el candidato. Le cae bien o mal. Le parece que es una persona en la que se puede creer o que es un mentiroso. Tiene sentimientos hacia el candidato y estos sentimientos, positivos o negativos le mueven a votar de determinada manera. En muchos casos hemos visto a personas que asisten a un focus group decir que un líder es bueno, honesto, eficiente, pero nunca votaría por él. La razón es simple: “me cae mal”. Los votantes que actúan de esa forma contrarían todas las teorías de los que defienden que el programa de gobierno es el determinante de la campaña, pero esa es la realidad. Si alguien odia a

un candidato, no va a votar por él escuchando argumentos racionales. La opción electoral es un problema de sentimientos y los profesionales de la consultoría política saben cómo enfrentar este tipo de problemas. Es por eso que en la investigación cualitativa y cuantitativa, damos tanta importancia a la imagen de la persona del candidato, sus opositores, sus apoyos y detractores y los sentimientos que suscitan en la gente. La imagen del candidato tiene una serie de elementos que se estudian en detalle y que los expertos saben manejar. Mencionemos solamente uno que es central: la credibilidad. Si la gente no cree en el candidato hay muy pocas posibilidades de que vote por él. Los programas finalmente son los mismos en todos los países: “lucharemos por el empleo”, “mejoraremos la salud”, “lucharemos en contra de la inseguridad”, “lucharemos en contra de la corrupción” y otra serie de cosas semejantes. Los programas suelen ser parecidos. En la era de la Internet y de Windows, si a alguien se le ocurre algo muy original los demás se lo copian en cuestión de horas. Lo importante es “quien lo dice”. Hay candidatos que hacen de este su punto fuerte: ser personas estimables, confiables, buenas. La decisión de poner aquí el punto de gravedad de la campaña es una decisión estratégica que depende de lo que dice la investigación y del diseño que hace el estratega profesional de la campaña. Si el candidato es alguien que ha construido su poder sobre el temor y la persecución, no puede usar este eje como definitorio de su campaña. b. El hígado Pero en América Latina muchos votos tienen una raíz negativa. La gente vota por el resentimiento. Vota con el hígado. Vota en contra de alguien o de algo. Es por eso que estudiamos de tantas maneras la profundidad negativa del candidato y de sus adversarios. Para saber cuantos votos pueden moverse por esos elementos negativos. Los expertos en investigación política saben cómo identificar los elementos de esas negatividades, como desmenuzarlos, como entenderlos en un conjunto. Los estrategas saben cómo enfrentar esos negativos. Los expertos en comunicación política cómo deshacerlas con piezas de comunicación. Aquí está un eje de la campaña que no pueden manejar los encuestadores comerciales y las empresas de publicidad. Las hamburguesas no se venden por este tipo de elementos. Pero los votos negativos no se consignan solamente en contra del candidato. Hay mucha gente que está en contra de lo establecido, económicamente o en las múltiples

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dimensiones en que experimentamos. Algunos votan en contra de candidatos ricos porque se sienten pobres y les fastidia ver que otros se movilizan en un Mercedes Benz, mientras ellos hacen la cola para tomar un bus en medio del aguacero. Todo eso es parte de la vida y de la opción electoral. Pero el problema es más complejo. También actúan así los segregados por cualquier causa. Aquellos que siendo ricos no tienen reconocimiento social. Aquellos que tienen cara de idiotas y son depreciados por sus pares. Los lisiados, muchos homosexuales, muchos cuya tez morena les impide entrar a ciertos círculos, etc. También los que no tienen acceso a los círculos de poder y temen que les atropellen, los que creen que la justicia está manipulada por unos pocos poderosos para ejercer sus venganzas personales. Por último, votan así quienes aplauden la obra del Alcalde o del Gobernador pero se sienten despreciados por su benefactor. Hemos visto perder las elecciones a buenos alcaldes que hicieron una gran obra, pero no supieron comunicar sentimientos de solidaridad con la gente. Los electores no eligen gerentes, sino líderes que les expresan sentimientos.

El elector es un ser humano enormemente razonable que sin embargo no toma las decisiones más importantes de su vida usando la razón … El votante indeciso elige orientado por el corazón. Hemos visto a personas que asisten a un focus group decir que un líder es bueno, honesto, eficiente, pero nunca votaría por él. La razón es simple: “me cae mal”

c. El estómago El elector vota, también, por candidatos que pueden satisfacer sus necesidades. Tienen sus propias necesidades. Aquí se requiere cumplir con las promesas. Aprecian al candidato que ha hecho obra y votan por él si creen que va a hacer algo más por ellos. Las necesidades son insaciables. Mientras más tienen, más necesitan y demandan. Si tienen alcantarillado, quieren luz, si tienen ambas cosas, quieren parques, si tienen las tres cosas, quieren una universidad en el barrio. La pobreza es la ambición de tener lo que no se tiene, y siempre se puede querer algo que no se tiene. Los mandatarios deben atender esas necesidades y satisfacerlas con un plan y una agenda. Si quieren ganar las elecciones, los candidatos deben comunicar que pueden satisfacerlas, deben darse cuenta de que los actuales pobres no son los de hace treinta años, no tienen gratitud por las autoridades sino exigencias. Hay un sentimiento contradictorio de utilitarismo y creciente demanda. Las necesidades vistas desde el mundo del elector, no son necesariamente las que suponen los planificadores urbanos y los economistas. Lo lúdico y el juego tienen un papel central. La gente quiere divertirse, pasear con sus hijos por sitios bonitos, vivir una vida que sea placentera. Muchas veces prefiere tener un buen equipo de sonido que hacerse ver con el médico. La búsqueda del placer es el eje de la vida de los latinoamericanos contemporáneos.Hacen demandas que no son solo físicas y mecánicas. Necesitan ce-

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Los electores no eligen gerentes, sino líderes que les expresan sentimientos. El elector vota, también, por candidatos que pueden satisfacer sus necesidades. Tienen sus propias necesidades … que son insaciables. Mientras más tienen, más necesitan y demandan … Las necesidades vistas desde el mundo del elector, no son necesariamente las que suponen los planificadores. Lo lúdico y el juego tienen un papel central. La gente quiere divertirse … La búsqueda del placer es el eje de la vida de los latinoamericanos contemporáneos.


lular, ropa nueva, música del conjunto de moda. Necesitan ir a espectáculos, y muchas cosas que están más allá de la obra tradicional. d. Los sueños y los insomnios Finalmente, las intensidades de los tres elementos que hemos enumerado, tienen que ver con el sueño. Mueven más votos los sentimientos, resentimientos o necesidades que han quitado el sueño al elector los últimos meses, y los que le han permitido soñar en un futuro diferente. Todo lo que investigamos en las campañas y orienta a la estrategia electoral gira en torno a estos elementos, para ver sus compatibilidades con la imagen de nuestros candidatos y de sus adversarios en la mente de los electores indecisos. Parece fácil, pero es un trabajo complejo que supone mucha experiencia y una mente abierta. Supone oír al elector con los focus y las encuestas, comprender el mundo desde sus sensaciones y planificar desde allí la campaña electoral. RESPETAR AL ELECTOR, NO MANIPULARLO Algunas personas creen que los consultores políticos pretendemos manipular la mente de los electores. La acusación surge sobre todo de periodistas y cientistas sociales que están encerrados en el viejo paradigma de la ciencia política. Los consultores no vivimos en el mundo del deber ser, sino que tratamos de comprender a los electores y sabemos que lo más importante para el éxito es respetar a los ciudadanos comunes, compartir sus gustos, sus alegrías y sus angustias. En la visión tradicional de la política se suele decir que un candidato le gana las elecciones a otro candidato. En la terminología usual en los Estados Unidos cuando se refieren a las encuestas hablan de “la carrera de caballos”. Los procesos electorales son vistos como competencias entre seres excepcionales uno de los cuales le gana la pelea a otro. En esta visión lo que importa es lo que hacen los candidatos, lo que opinan los editorialistas, las actitudes de la élites. Los problemas que se discuten son los que interesan a esas mismas élites. Se analizan las campañas electorales como un espectáculo de teatro en el que solamente se mueven y hablan los actores, mientras el público debe permanecer silencioso. Cuando se maneja una campaña electoral de esta manera se dedica el tiempo a contestar a editorialistas, a discutir en foros de alto nivel, a participar en programas de opinión. Nada de eso consigue votos. Los ojos del candidato están puestos en los demás candidatos, en sus principales seguidores y en los hombres y mujeres informados de la

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sociedad. Hay un detalle que se les escapa: se están dirigiendo a personas que tienen su voto completamente decidido y los esfuerzos que realizan son una pérdida de tiempo desde un punto de vista pragmático. Cuando la campaña es más primitiva, el propio candidato interviene en la producción de los spots de televisión, y actúa de acuerdo a lo que le dicen cualquier pariente o amigo que aparece por el local de la campaña. El resultado es una comunicación orientada por el gusto de sus votantes más duros, a quienes les parece bien la propaganda que sube el ego del candidato, con gente aplaudiendo y agitando banderitas, y el discurso que ataca violentamente a los adversarios que ellos también detestan. Pero los electores se han vuelto autónomos. No quieren votar por lo que otros que se creen más inteligentes y preparados, les ordenan. Si queremos tener éxito en una campaña electoral contemporánea debemos ser concientes de que el centro de la comunicación política es el ciudadano común. El voto de alguien que nunca lee política tiene el mismo peso que el voto de un editorialista, pero ellos son muchos más. La estrategia correcta para una campaña ganadora se estructura a partir de un profundo respeto por el elector común, por su vida cotidiana, pensando con interés acerca de sus problemas y de sus ambiciones. … Así es como los líderes ganadores, ganan elecciones.

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Juan J. Paz y Miño Cepeda Doctor en Historia. Profesor de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.

Caudillos y populismos en el Ecuador Las figuras personales han concentrado la atención en la historia y la ciencia social. Se han expresado como caudillos y como líderes populistas. Pero el estudio a partir de estas dos categorías se queda en el plano de los fenómenos políticos, a los que falta el contenido histórico. Por ello, es necesario acudir al examen de las condiciones bajo las cuales actuaron caudillos y populistas, así como al análisis de las fuerzas y sectores sociales a los que representaron en cada caso concreto, para comprender a fondo las confrontaciones por el poder. Como puede comprobarse a lo largo de toda la historia del Ecuador republicano, las personalidades encarnan intereses sociales específicos. 72


El enfoque analítico sobre las personalidades individuales y su papel en la historia latinoamericana, en general, y ecuatoriana, en particular, es muy tradicional. Sin duda, tiene que ver con la indudable preeminencia de las figuras personales en la historia de los países latinoamericanos. Éstas han ocupado a la historiografía y a la ciencia social sobre la región, particularmente cuando se trata el período de las repúblicas, desde el nacimiento de los Estados. El “personalismo” se ha traducido en la historia de caudillos y líderes que se impusieron, en distintos momentos históricos, sobre las propias instituciones estatales y aún sobre las leyes. Ese enfoque es singularmente visible cuando se trata la historia del siglo XIX. Así, en el Ecuador, una arraigada tradición analítica estudia al siglo XIX a partir de la preeminencia de distintos y sucesivos presidentes. En consecuencia, se habla de período “floreano” por Juan José Flores, “urvinista” por José María Urvina, “garciano” por Gabriel García Moreno, “veintemillista” por Ignacio de Veintemilla, “alfarista” por Eloy Alfaro y “placista” por Leonidas Plaza. En el siglo XX en algo cambia la apreciación tradicional, pero aún así se habla del “velasquismo” como si se tratara de un mismo fenómeno en las cinco presidencias de José María Velasco Ibarra. Más restringida y difícil se vuelve la apreciación personalista para el análisis de la fase constitucional más larga que ha tenido el Ecuador, a partir de 1979. Aunque en la prensa y en las confrontaciones políticas se escribe o se habla de “roldosismo”, la alusión, más que hacer mención a Jaime Roldós Aguilera, se refiere, en realidad, al Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE), que supuestamente se basa en la “ideología” del ex - presidente Roldós, pero que, en los hechos, es una organización política que se desarrolló en torno a la figura de Abdalá Bucaram. Hablar de “bucaramismo” es hacerlo en iguales términos y en torno a la misma figura. De igual modo, cuando se utilizan calificativos como “febrescorderismo”, por León Febres Cordero, “borjismo”, por Rodrigo Borja, o “correísmo”, por Rafael Correa, hay que comprender que se trata de términos nacidos en medio de las confrontaciones políticas, pero que no son categorías de análisis científico, en el campo académico de las ciencias sociales. De esta manera, los calificativos personalistas tienen más sentido durante el siglo XIX que en el XX. En el siglo XXI, continuar analizando la vida política, social o económica de las sociedades latinoamericanas y naturalmente del Ecuador a través de las figuras personales, es anacrónico. La ciencia social ha avanzado lo suficiente como para comprender que las figuras personales lo único que hacen es representar y reflejar cierto tipo de intereses sociales. Los caudillos y los líderes no son figuras simplemente persona-

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De esta manera, los calificativos personalistas tienen más sentido durante el siglo XIX que en el XX. En el siglo XXI, continuar analizando la vida política, social o económica de las sociedades latinoamericanas y naturalmente del Ecuador a través de las figuras personales, es anacrónico


les que se imponen en el sistema, sino que lo hacen precisamente por imponer un tipo de intereses a los que representan. Sin embargo, también cabe dar alguna explicación al hecho de la preeminencia de las figuras personales y su importancia en América Latina y obviamente en Ecuador. Es ampliamente difundido el hecho de que a partir del siglo XVIII se consolidó en Ecuador el sistema hacienda de la Sierra y que en el XIX despegó el régimen terrateniente-oligárquico de la Costa. En manos de las poderosas e influyentes clases terratenientes serranas y costeñas, las haciendas no solo fueron centros de explotación humana sobre las poblaciones campesinas, indígenas, montubias y cholas, sino espacios locales de poder directo, sobre los que no pudieron actuar las instituciones estatales. En tales espacios se impusieron los amos-patrones, exactamente como figuras personales de mando, orden, dirección y tradición. Además, la clase terrateniente en su conjunto estuvo conformada por una elite de familias endogámicas y concentradoras del poder y la riqueza. La reproducción de la vida familiar en estos núcleos humanos giró en torno a la figura del padre, el mayor del hogar, eje de la familia y señor de su propia casa, todo lo cual tuvo que ver con la cultura agraria derivada de la época colonial. En esas circunstancias, la figura de algún hacendado preeminente, cuando incursionaba en la vida política, también se imponía como jerarca que podía hacer del país el espacio de conducción superior, su “gran hacienda”, a quien los otros hacendados del círculo próximo apoyaban como figura clave en la protección o promoción de sus intereses. Juan José Flores, por ejemplo, representó este tipo de hacendado-señor del país.

Desde otra perspectiva, el personalismo político también se explica por la ausencia de un Estado Nacional consolidado. La construcción del Estado-Nación ecuatoriano no ocurrió de una sola vez, sino que ha sido el resultado de un largo, complejo y hasta contradictorio proceso, que dura hasta nuestros días … El presidencialismo también sirvió para reforzar el papel de las figuras personales y para potenciar a los “caudillos”

En otros casos, como es el del mismo Flores, pero también con Urvina, Veintemilla, con Alfaro o con Plaza, la preeminencia personal se basó en el prestigio alcanzado en la carrera militar, otra de las vías del siglo decimonónico para acceder a posiciones de influencia social, sustentada en la fuerza de las armas o la victoria revolucionaria. Con Vicente Rocafuerte o García Moreno, la preeminencia personal responde a otras condiciones: Rocafuerte fue también un rico hacendado guayaquileño, pero resultó superior su prestigio individual como ilustrado, patriota y liberal; García Moreno, también vinculado con el régimen terrateniente, igualmente destacó por su posición cultural y por su fanatismo religioso, que en la Sierra conquistó el apoyo directo de la Iglesia Católica. Es más difícil y aventurado incursionar en el examen absolutamente subjetivo que deriva de tratar de analizar a las figuras nombradas desde una serie de supuestos que se han repetido en forma tradicional: el vigor y la fuerza personal del caudillo, su temple, su capacidad organizativa, el

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don de mando, e incluso el “abuso” en el poder, si fuera del caso, o la “corrupción” con la que alguno de los nombrados se rodeó y hasta alentó. Desde otra perspectiva, el personalismo político también se explica por la ausencia de un Estado Nacional consolidado. La construcción del Estado-Nación ecuatoriano no ocurrió de una sola vez, sino que ha sido el resultado de un largo, complejo y hasta contradictorio proceso, que dura hasta nuestros días. En el siglo XIX las propias funciones del Estado (Ejecutivo, Legislativo, Judicial) eran débiles. También lo era el Ejército, pese al poder de las armas para imponer a sus propios “caudillos”. La sucesión de Constituciones -once entre 1830 y 1906-, demuestra los vaivenes institucionales del país. Las leyes garantizaban el poder oligárquico-terrateniente. Hasta 1884, hubo requisitos económicos para ser presidente, vicepresidente, senador o diputado. Tanto las Constituciones como las leyes excluyeron de la democracia a las grandes mayorías nacionales, pues los requisitos para ser ciudadano y elector excluyeron a los analfabetos (hasta la Constitución de 1979 que reconoció el voto para ellos) y a quienes no poseían una renta mínima (hasta la Constitución de 1862). A todo ello se suma el hecho de que Ecuador, desde su nacimiento como república en 1830, adoptó el presidencialismo como forma de gobierno. El presidencialismo sirvió para reforzar el papel de las figuras personales y para potenciar a los “caudillos”, pues otorga a una figura individual las competencias fundamentales para el gobierno del país. En consecuencia, durante el siglo XIX el sistema de hacienda, el poder de una elite oligárquico-terrateniente, la jefatura militar, la debilidad institucional del Estado y el presidencialismo fueron causas estructurales que explican el personalismo de la política ecuatoriana y la vigencia del caudillismo como fenómeno. Ese cúmulo de factores centrales anotados, sin embargo, no explican las razones de fondo del fenómeno caudillista. O dicho de otro modo: quedarse en el análisis de la figura del caudillo es hacerlo todavía en el plano de la expresión externa y “visual” de una personalidad que, en determinado momento, tomó preeminencia en la historia del país. Ese enfoque descuida el análisis más importante que consiste en ubicar a la figura personal en el entramado de las condiciones del país y especialmente en el de su composición social. Entonces la comprensión de la historia nacional comienza a aclararse. Juan José Flores, caudillo que influyó en la vida ecuatoriana durante quince años (1830-1845), fue el representante de los intereses del militarismo naciente, al mismo tiempo

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que de los poderosos terratenientes hacendados de la Sierra centro-norte. Ese fue el elemento sustancial que define sus gobiernos. La hegemonía de esos intereses no excluyó el hecho de que con él también sean representados los hacendados agro-exportadores y comerciantes costeños, e incluso los todavía débiles propietarios y comerciantes de la Sierra sur. En este cuadro político se vinculaba a los tres ejes del poder regional que en aquella época prevalecían en Ecuador en torno a las familias más poderosas de Quito, Guayaquil y Cuenca. El “floreanismo” era serrano y conservador. A diferencia de Flores, el caudillo Vicente Rocafuerte (18351839) representó el primer esfuerzo de las elites del poder guayaquileño por alcanzar la hegemonía en el Estado, algo que se retoma en 1845 con la “Revolución Marcista” que expulsó al “militarismo extranjero” representado por Flores y que permitió enseguida la instauración del “militarismo nacional” con los generales José María Urvina y Francisco Robles, entre 1852-1859. A su vez, los quince años de “garcianismo”, entre 1860-1875, mantuvieron la hegemonía de los hacendados de la Sierra centro-norte, aunque en estrecha alianza con las oligarquías costeñas y con el nuevo sector de la burguesía comercial y financiera que apareció con la fundación de los primeros bancos ecuatorianos a partir de 1860. Por ello García Moreno, habiendo ejecutado un programa ideológicamente conservador, ligado a la Iglesia católica y dogmáticamente concentrado en la religión como fórmula de identidad de un país que hasta esos momentos carecía de elementos sólidos que le unifiquen en una conciencia nacional, también fue el caudillo modernizador del país. Con él despegó tanto la agro-exportación como el comercio importador y los negocios bancarios. Su autoritarismo y verticalismo se explican en función de este proyecto al servicio de las capas más poderosas del país. Un caudillo como Ignacio de Veintemilla (1876-1883) respondió aleatoriamente a la Sierra y a la Costa, así como al militarismo serrano, en un gobierno que podría decirse que expresó un incipiente “populismo”, caracterizado por el aprovechamiento a conveniencia de las alianzas coyunturales con los liberales, los conservadores y la Iglesia. Por las investigaciones en el campo de la historia renovada del Ecuador, está claro que el caudillo liberal y radical Eloy Alfaro, que influyó en la vida nacional entre 1895-1912, expresó, ante todo, los intereses costeños y sin duda los de sus poderosas oligarquías regionales. Pero, al mismo tiempo, su proyecto radical se asentó en el apoyo de los pequeños y medianos propietarios agrícolas y procuró la mejora de las condiciones de vida del campesinado y particularmente de los indígenas. Además, el “alfarismo” intentó la organización y la movilización de los primeros núcleos de trabajadores obreros y semi-proletarios. El fondo radical del alfarismo chocó con los intereses hegemónicos de los


Desde entonces, el discurso antiestatista ha caracterizado a los grupos del poder: terratenientes, comerciantes, banqueros y manufactureros e industriales. Y tiene su lógica, pues durante el siglo XIX el Estado nunca intervino en la economía, como lo haría a partir de los gobiernos julianos y en oleadas sucesivas con el “desarrollismo” inaugurado por Galo Plaza (1948-1952), desplegado ampliamente en la década de los sesenta a partir de la Junta Militar (1963-1966) y consolidado, como nunca antes y gracias al petróleo, con las dictaduras militares sucedidas entre 1972-1979.

hacendados serranos, los agroexportadoras costeños y las oligarquías comerciales y financieras. Por eso su reacción final contra Alfaro y la muerte de él y de sus principales lugartenientes en la “hoguera bárbara”, según la frase consagrada por el historiador Alfredo Pareja Diezcanseco. El “placismo” abandonó toda radicalidad y el dominio de los grupos de poder regionales fue garantizado. Y mucho más todavía con los presidentes no-caudillistas que se sucedieron entre 1916 y 1925, abiertamente identificados con la hegemonía de la “plutocracia”, es decir, de los banqueros. Fue la Revolución Juliana de 1925 y los gobiernos del período juliano: dos juntas provisionales e inmediatamente el dictador-presidente Isidro Ayora (1926-1931), los que acabaron con el dominio de la “plutocracia” y, por primera vez en la historia ecuatoriana, otorgaron al Estado un papel inicial en la regulación de la economía e institucionalizaron la preocupación estatal por las clases trabajadoras del país. Durante el siglo XX el Estado fortaleció instituciones y progresivamente incursionó como instrumento dinamizador, regulador y promotor de la economía. Desde entonces, el discurso antiestatista ha caracterizado a los grupos del poder: terratenientes, comerciantes, banqueros y manufactureros e industriales. Y tiene su lógica, pues durante el siglo XIX el Estado nunca intervino en la economía, como lo haría a partir de los gobiernos julianos y en oleadas sucesivas con el “desarrollismo” inaugurado por Galo Plaza (1948-1952), desplegado ampliamente en la década de los sesenta a partir de la Junta Militar (19631966) y consolidado, como nunca antes y gracias al petróleo, con las dictaduras militares sucedidas entre 1972-1979.

Bajo tales condiciones también se fue modificando la política en el Ecuador, pues frente al bipartidismo tradicional, típico del siglo XIX, caracterizado por las confrontaciones entre liberales y conservadores frecuentemente a través de las figuras personales, aparecieron en el nuevo siglo otros partidos políticos y los movimientos organizados y ascendentes de las nuevas clases sociales que la modernización y el progreso económico inevitablemente provocaron.

El Estado ha estorbado a los grupos del poder tradicional en el Ecuador, pues ellos habrían preferido la “libertad” de sus intereses, sin regulaciones, impuestos, ni obligaciones sociales. Por otra parte, es en el siglo XX cuando también en forma progresiva aparecen nuevas clases sociales, como la de los obreros industriales, una amplia gama de trabajadores asalariados, los dependientes del comercio y la banca, y el creciente número de oficinistas y burócratas. Al mismo tiempo, los campesinos, los montubios y los indígenas empiezan a organizarse para la conquista de sus propios derechos, se amplían las capas medias de la población, se diversifican los sectores del poder con el aparecimiento de modernos grupos empresariales, etc. Bajo tales condiciones también se fue modificando la política en el Ecuador, pues frente al bipartidismo tradicional, típico del siglo XIX, caracterizado por las confrontaciones

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entre liberales y conservadores frecuentemente a través de las figuras personales, aparecieron en el nuevo siglo otros partidos políticos y los movimientos organizados y ascendentes de las nuevas clases sociales que la modernización y el progreso económico inevitablemente provocaron. En esas condiciones cambiantes del Ecuador debe comprenderse la figura de José María Velasco Ibarra, influyente entre 1934 y 1979, cuyo “personalismo” ha cautivado a la sociedad y a una serie de investigadores. Nuevamente, como ha ocurrido con los análisis de los caudillos del siglo XIX, el privilegio analítico sobre la figura personal de Velasco Ibarra concentra la atención sobre los rasgos de su personalidad y no sobre lo de fondo, que consiste en esclarecer al personaje en el contexto de las realidades de su tiempo y en el juego de fuerzas sociales existentes. Se ha hablado entonces del “carisma” velasquista y de su capacidad políticamente hipnótica para las masas, de su retórica discursiva y de su proyección mesiánica. Conjugado todo ello con la movilización de las masas y sus actuaciones en el gobierno, el “velasquismo” ha quedado retratado como el primer “populismo” en Ecuador, comparable con el de Juan Domingo Perón en la Argentina o el de Getulio Vargas en Brasil. También se ha sostenido que Velasco Ibarra acabó con los partidos y que afirmó su “populismo” en el voto de las masas. En realidad, los únicos partidos actuantes en la vida nacional hasta que apareció Velasco Ibarra fueron: Liberal, Conservador, Socialista y Comunista. Los dos primeros ya se hallaban en crisis histórica. Es decir, habían sido superados por el aparecimiento del movimiento de los trabajadores del campo y la ciudad (las “masas”), así como por un cierto desarrollo capitalista frente al agrarismo terrateniente y hacendario tradicional. Ni uno ni otro tenían respuestas para las nuevas realidades del país. A su vez, el Partido Socialista (1926) y el Partido Comunista (1931) eran demasiado pequeños y apenas despegaban. Lo que sí habían logrado es que sus consignas de revolución y cambio, centradas en el “hombre proletario” y el “partido de la clase trabajadora”, así como sus propuestas a favor de una nueva sociedad, provoquen la alineación de liberales y conservadores en la derecha política. Es que solo desde entonces es posible hablar de un escenario en el que aparece la izquierda, se define la derecha y entra en vigor el “populismo” velasquista. De otra parte, Velasco Ibarra inauguró un estilo inédito de hacer la política: un discurso vibrante, que reivindicó al pueblo ecuatoriano y que confrontaba a las oligarquías (la “retórica” populista, según los autores encantados con este fenómeno), unido a su presencia y trato directo con las “masas” en amplias movilizaciones y concentraciones en parques o plazas, a los que acudía la gente con banderas, afiches y pancartas para vivar al candidato. Bajo este

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El “velasquismo” inauguró los primeros métodos populistas


Así es que visto desde su conjunto, el “populismo” no es sino una forma de hacer la política, en la que se mezclan una serie de elementos simbólicos y prácticos: la presencia del líder, la retórica del discurso que apela a las masas, al pueblo, la denuncia y los ataques a los ricos y a las oligarquías …

nuevo estilo, los sectores populares convocados, reunidos y además actuando como electores, asumían ser partícipes de la democracia y de la soberanía. Mientras los partidos de la izquierda marxista se preocupaban de la organización “clasista” de los trabajadores, y los liberales y conservadores quedaron reducidos a los círculos de sus partidarios y adherentes, Velasco movilizó y atrajo a grandes capas de pobladores. El “velasquismo” inauguró los primeros métodos populistas. Pero fue Concentración de Fuerzas Populares (CFP) fundado en 1949 por Carlos Guevara Moreno, el “capitán del pueblo”, el partido que institucionalizó los métodos populistas. CFP organizó a las masas populares de Guayaquil, donde nació, en comités barriales, convocó a movilizaciones y concentraciones donde los seguidores acudían con banderas y uniformes, consignas, pancartas, megáfonos y afiches. Además, creó un sistema de reclutamiento y captación de recursos y de dirigentes, a través del “sucre cefepista” y múltiples formas de enrolamiento partidista y beneficios basados en el intercambio de prebendas por votos, lo que la socióloga Amparo Menéndez estudió y definió como “clientelismo”. Así es que visto desde su conjunto, el “populismo” no es sino una forma de hacer la política, en la que se mezclan una serie de elementos simbólicos y prácticos: la presencia del líder, la retórica del discurso que apela a las masas, al pueblo, la denuncia y los ataques a los ricos y a las oligarquías, la organización en comités o células de partidarios, la movilización y concentración de los más diversos grupos populares, el reclutamiento de líderes y dirigentes y el empleo de cualquier otra fórmula que permita captar adhesiones, especialmente dirigidas al triunfo electoral. Se puede extender la lista de acuerdo a cada subjetividad con la que se lo aprecie. Hay que distinguir el populismo electoral del populismo gubernamental, también inaugurado por Velasco para el siglo XX y manifestado en la persistencia de la retórica, el clientelismo desde el Estado y la movilización conveniente de las masas, sin tener, al mismo tiempo, un programa o proyecto definido, capaz de transformar a la sociedad. Sin embargo, si se examina con mayor profundidad, el populismo y el clientelismo dan cuenta de fenómenos y métodos del quehacer político. Detenerse en su análisis y creer que con ello se explican las acciones y reacciones de la lucha por el poder en la sociedad ecuatoriana es quedarse todavía en la esfera de los fenómenos de la superficie política. No es posible hablar del “velasquismo” como si fuera una sola y la misma expresión de la política en torno a la fi-

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gura de Velasco Ibarra. Es más importante comenzar por reconocer que cada uno de los cinco velasquismos fue diferente. Cada uno representó distintas condiciones históricas aprovechadas por diferentes sectores o estamentos de los mismos grupos dominantes del país. Cabe hacer igual esfuerzo al considerar la trayectoria de CFP, un partido que en sus inicios incluso llegó a plantear la posibilidad de la lucha armada y que, en cambio, cuando se inició la moderna fase constitucional del Ecuador en 1979, pasó a cumplir un papel de oposición al gobierno de Jaime Roldós y de componenda con los partidos de la derecha en el congreso. Creados, institucionalizados y perfeccionados los métodos populistas, no ha habido partido político que de una u otra manera deje de utilizarlos. Y desde 1979, con el desarrollo del marketing político, el aparecimiento de las encuestas y el aprovechamiento de los medios de comunicación ampliamente desarrollados, todos los partidos y movimientos políticos –sean éstos de centro, de derecha o de izquierda— han acudido, de una u otra forma, al populismo. Puede tomarse como ejemplos la campaña del “Frente de Reconstrucción Nacional” en apoyo a León Febres Cordero en 1984, o la del PRE en apoyo a su candidato Abdalá Bucaram en 1996, o incluso el “populismo” oligárquico de Jamil Mahuad (1998-2000) para salvar con fondos públicos a los banqueros corruptos y quebrados de la época, y así con cualquier otro candidato o político. La posibilidad de que el populismo se haya convertido en un recurso político se asienta, finalmente, en una doble condición de la sociedad ecuatoriana: de una parte, el “subdesarrollo”, con sus distintos niveles de pobreza, inequidad, subocupación, carencias de todo tipo para amplias capas de población, que les vuelve proclives a cualquier mesías, caudillo o líder populista capaz de despertar su interés y atención; de otra, la existencia de fuertes lazos ancestrales y culturales de reciprocidad que también facilita los vínculos clientelares en una relación de “dar, para recibir”. Y es tal la carga emocional –y superficial- del análisis de las “personalidades” para encontrar en ellas rasgos caudillistas, clientelares o populistas que, como se ha visto en el Ecuador del presente, durante la primera y segunda vueltas electorales del año 2006, en las que inicialmente participaron trece candidatos, hasta quedar en las dos opciones finalistas entre Rafael Correa y Álvaro Noboa, una serie de editoriales, análisis y revistas de “vanguardia”, acudían a sostener que en uno u otro caso lo que fallaba estuvo en la “mala” propaganda, en el pésimo “marketing”, en las debilidades del candidato y aún, haciendo gala de modernismo, mediante la aplicación del método FODA, tan empleado en el sector empresarial, se llegó a realizar comparaciones personales entre candidatos según las “fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas”. ¡Qué desperdicio de energías!

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¡Qué desperdicio de energías! … Habría sido mejor observar que Noboa y Correa encarnaban el año 2006 dos proyectos políticos diferentes no por sus distintas personalidades, sino por los opuestos intereses a los que representaban.


Habría sido mejor observar que Noboa y Correa encarnaban el año 2006 dos proyectos políticos diferentes no por sus distintas personalidades, sino por los opuestos intereses a los que representaban. Era bien claro, en el proceso electoral de 2006, que Álvaro Noboa representaba los intereses del alto empresariado, las oligarquías ecuatorianas y el capital transnacional. Y que Correa logró expresar, en forma prioritaria, una amplia gama de intereses populares y de las clases medias.

Y que, además, por encima de los personalismos, lo que interesa a la ciencia social es el examen y el esclarecimiento de las luchas concretas por el poder, entre los distintos grupos de interés que conforman la sociedad ecuatoriana.

Por último, sobre el tema de los personalismos encarnados en caudillos y populistas, bien cabría acudir al desarrollo de la ciencia social ecuatoriana para no perderse en el camino. Cuando el positivismo despertaba, Alfredo Espinosa Tamayo escribió una obra titulada Psicología y sociología del pueblo ecuatoriano (1918), en la que, a pesar de la vigencia de los personalismos, se explicó al país, así como a la lucha política entre liberales y conservadores, como un asunto de fuerzas sociales diferenciadas, con objetivos e inspiraciones ideológicas diversas. No se acudió al “caudillismo”. De manera que el análisis de Espinosa es un ejemplo de lucidez, que bien valdría retomar en la actualidad. Otro libro pionero, el de George I. Blanksten Ecuador: Constitutions and caudillos (1951) se cuidó de entender a las personalidades en el contexto histórico en el que cada una se situó. Correspondió al célebre Agustín Cueva, con El proceso de dominación política en el Ecuador (1968) realizar el análisis sociológico del velasquismo. Inauguró así los debates sobre el populismo ecuatoriano, cultivado en años posteriores por un selecto grupo de investigadores. Amparo Menéndez-Carrión, con La conquista del voto (1986) llamó la atención sobre el fenómeno del clientelismo. A su vez, Rafael Quintero, con El mito del populismo (1980) fue uno de los primeros en advertir los límites del análisis sobre el populismo. Después la problemática ha continuado con interesantes trabajos propuestos por Felipe Burbano de Lara y sobre todo por Carlos de la Torre Espinosa, un especialista en el velasquismo. Para Osvaldo Hurtado (2005) el populismo es uno de los ocho problemas de gobernabilidad que afectan a la democracia ecuatoriana, y según él, no hay otro país en América Latina con una cultura populista tan arraigada como Ecuador. En línea similar a la propuesta de Quintero, el libro El fantasma del populismo. Aproximación a un tema (siempre) actual”(1998) de Aníbal Quijano y José Sánchez Parga, insiste en superar el reduccionismo analítico del populismo, para atender los intereses sociales en juego. Por lo que se ha avanzado en los estudios sobre el populismo, también debiera quedar en claro que el populismo no es un sistema, ni un punto de transición entre la sociedad oligárquica y la capitalista, ni un modelo de sociedad.

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BIBLIOGRAFÍA

Blanksten, George I., 1951 Ecuador: Constitutions and caudillos, University of California Press, Berkeley and Los Angeles. Burbano de Lara, Felipe, 1998 El fantasma del populismo. Aproximación a un tema (siempre) actual, ILDIS, FLACSO, Caracas, Editorial Nueva Sociedad. Cueva, Agustín (1968) 1973 El proceso de dominación política en Ecuador, Quito, Ediciones Crítica. Duverger, Maurice, 1957 Los Partidos Políticos, México, Fondo de Cultura Económica. Espinosa Tamayo, Alfredo, (1918) 1979 Psicología y Sociología del Pueblo Ecuatoriano, Quito, Biblioteca Básica del Pensamiento Ecuatoriano, Banco Central del Ecuador, No. 2. Hurtado, Osvaldo, 2005 Problemas de gobernabilidad de la democracia ecuatoriana, Quito, CORDES. 2006 Los costos del populismo, Quito, CORDES. Menéndez-Carrión, Amparo, 1986 La conquista del voto. De Velasco a Roldós, Quito, Corporación Editora Nacional. Paz y Miño, Juan, 1992 “Los mesías del subdesarrollo”. Prólogo. Varios autores, Populismo, Quito, ILDIS, El Duende, Abya Yala. Quintero, Rafael, 1980 El mito del populismo en el Ecuador, Quito, FLACSO, 1980.

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Wilson Pérez

Profesor de Economía USFQ

Entre libres y abusones

El hombre prefiere la seguridad y la busca, embebiéndose en una multitud, una “comunión de respeto” frente a una autoridad incontestable. “No hay, te repito, un afán más vivo en el hombre que encontrar en quien delegar la libertad de que nace dotada tan miserable criatura” escucha Cristo de labios del Inquisidor

¿Qué tan natural es para el ser humano ceder su responsabilidad y su libertad a una autoridad superior? Mucho, contestan grandes literatos como Dostoyevsky o García Marquez, o pensadores diversos como Fromm y Nietzche. Pero el poder y la sumisión tienen dos caras: el sometido y el que somete. Hay tantos ejemplos, en particular en nuestra Latinoamérica, de políticos, dictadores, reyezuelos y aprendices. Empiezan en muchos vértices, sea por necesidad de ser amados o con un real deseo de ayudar. Pero (casi) todos terminan en el mismo punto: la manipulación, la incomunicación, creyendo su propia mentira, rodeados de los serviles que adulan y aprovechan. Para superarlo solo hay una manera sutil y compleja: vivir nuestra libertad. 82


Fedor Dostoyevsky en “El Gran Inquisidor”, fabula que Cristo aparece en la Sevilla del siglo XVI. Y lo hace en el mismo lugar en donde hace pocas horas ha desplegado y reafirmado su poder la Inquisición Católica con la quema de cien herejes, en frente de los más altos dignatarios del reino y de las más encantadoras damas de la corte, para escarmiento de los osados cismáticos, advertencia a los dubitativos y aliento a los fieles. La multitud reconoce a Cristo y se agolpa a su alrededor, hasta que llega el Gran Inquisidor: “— ¡Prendedle!— les ordena a sus esbirros, señalando a Cristo. Y es tal su poder, tal la medrosa sumisión del pueblo ante él, que la multitud se aparta al punto, silenciosa, y los esbirros prenden a Cristo y se lo llevan”. Cristo, ya preso, escucha el monólogo auto justificativo del Gran Inquisidor: la descripción del alma humana como vil, viciosa, débil y sobre todo temerosa de la libertad. Una interpretación de este hermoso texto de Dostoyevsky sugiere que la gente estaría aterrorizada por los requerimientos del ejercicio de la libertad, tales como tomar decisiones y responsabilizarse de las consecuencias, y tomar conciencia y control de su individualidad y soledad frente al mundo. El hombre prefiere la seguridad y la busca, embebiéndose en una multitud, una “comunión de respeto” frente a una autoridad incontestable. “No hay, te repito, un afán más vivo en el hombre que encontrar en quien delegar la libertad de que nace dotada tan miserable criatura” escucha Cristo de labios del Inquisidor. Nietzsche lo plantea a su modo: “Dado que, desde que hay hombres, ha habido también en todos los tiempos rebaños humanos […] y que siempre los que han obedecido han sido muchísimos en relación con el pequeño número de los que han mandado […] es lícito presuponer en justicia que, hablando en general, cada uno

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lleva ahora innata en sí la necesidad de obedecer […]” Erich Fromm aborda el tema en “El miedo a la libertad,” libro publicado en el escenario terrible que ofrecían países enteros dominados por el fascismo y nazismo. Este autor señala que no solo las necesidades fisiológicamente condicionadas son imperativas en el ser humano, también lo es la necesidad de evitar el aislamiento. Dice: “A menos que pertenezca a algo, a menos que su vida posea algún significado y dirección, se sentirá como una partícula de polvo y se verá aplastado por la insignificancia de su individualidad” (p. 41). Pero pertenecer a un grupo también significa diferenciarse de otros, afirmar la identidad colectiva frente al otro. Probablemente el mejor método que se ha inventado para asegurar la fidelidad de los miembros de un grupo es presentarles un enemigo, real o ficticio, distinto por raza o ideología, por cultura o clase social, a quien hacer responsable de todos los males incluyendo las equivocaciones propias. En la aplicación de lo que en propaganda política se conoce como “la regla de simplificación y enemigo único”, el “otro” no es solo diferente o piensa distinto, es el traidor, el vende-patria, el terrorista, sobre el cual no se debe escatimar ningún mecanismo para reducirlo, vencerlo, dominarlo, en defensa del “bien común”. No importa que estudios analíticos como el teorema de la imposibilidad de Arrow (premio Nobel de Economía) demuestren que el “bien común” no existe, que solo existen intereses particulares o de grupos concretos en situaciones concretas, el guía siempre interpreta los intereses del pueblo o la nación, los personifica en su relación directa o plebiscitaria con la multitud y es crucial, por tanto, en la definición de la identidad del grupo.


No importa que estudios analíticos como el teorema de la imposibilidad de Arrow demuestren que el “bien común” no existe, que solo existen intereses particulares o de grupos concretos en situaciones concretas, el guía siempre interpreta los intereses del pueblo o la nación … y es crucial, por tanto, en la definición de la identidad del grupo.

“Dos puntas tiene el mal, el hombre que pisa al otro, y el que se deja pisar” decía Facundo Cabral. Si en un extremo está el hombre que busca desesperadamente el guía a quien delegar su libertad, quien le dirá que pensar y a quien odiar, en otro extremo está el mismo hombre, pero adoptando el reverso de la sumisión –la búsqueda del poder– en su cualidad dual, cara y cruz de la misma moneda. Fromm se pregunta: “¿Qué es lo que origina en el hombre un insaciable apetito de poder? ¿Es el impulso de su energía vital, o es una debilidad fundamental y la incapacidad de experimentar la vida de una manera espontánea y amable?” (p. 28 ) Gabriel García Márquez responde desde su perspectiva literaria “Pienso que la incapacidad para el amor es lo que los impulsa a buscar el consuelo del poder” (El Olor de la Guayaba, p. 115). Elabora ampliamente esta idea en sus novelas, en especial en “El Otoño del Patriarca” en donde el dictador, “el único ser mitológico que ha producido Latinoamérica”, es reconstruido en base a retazos recopiladas por el Nobel Colombiano de las decenas de tiranos que han marcado la historia de nuestro continente. Por ejemplo, los encuentra con una “intuición tan extraordinaria que más parecía una facultad de adivinación” como Juan Vicente Gómez (Venezuela), o paranoicos delirantes como “Papa Doc” (Haití), quien “Hizo exterminar todos los perros negros que había en el país porque uno de sus enemigos, para no ser detenido y asesinado, se había convertido en perro. Un perro negro”. O con extraños rasgos comunes “[…] eran en cierto modo, desde siempre, huérfanos de padre” (El Olor de la Guayaba, p. 86).

… el ser humano no es como lo asume la economía neoclásica, es decir, un agente que conoce sus preferencias y tiene un alto grado de conocimiento objetivo de la realidad que constituye su conjunto de elecciones factibles. Denzau y North lo exponen así “[…] el desarrollo diverso de las economías y sistemas políticos, tanto histórica como contemporáneamente, argumenta en contra del concepto de individuos que realmente conocen su interés propio y actúan consecuentemente. Mas bien, la gente actúa en parte en base a mitos, dogmas, ideologías y teorías semi-procesadas”.

Otro autor que se ha ocupado del dictador latinoamericano es Mario Vargas Llosa, en “La fiesta del Chivo,” un retrato novelado del “César del Caribe”, Rafael Trujillo. En la realidad, este militar que gobernó 31 años a República Dominicana, recibía adulos y muestras de sumisión por doquier, como aquella del esbirro que mandó colocar en el techo de su casa un letrero luminoso “Dios y Trujillo”, o del otro que ideó una divisa luego muy popular en ciertos hogares de ese país, que decía “En esta casa manda Trujillo”. En la ficción, Vargas Llosa recrea al dictador rodeado de su solícita corte, que se disputa el honor de su palabra, calcula el peso y las consecuencias políticas de la sonrisa al uno o del ceño fruncido al otro, extrapola e interpreta las consecuencias que sobre la distribución de las migajas del poder tendrá un gesto, una palabra, una mirada del jefe. Pero la corte de su majestad, como todo en este juego de espejos dobles, cumple más de un rol. También son los beneficiarios en constante y sonante del manejo del estado, la “Patria Contratista” de la Argentina, la bolivoburguesía de la Venezuela de Chávez, la élite sandinista de “La Piñata” en Nicaragua, la multitud de parientes (políticos) que manejan los contratos del estado, la explotación de sus

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recursos, los monopolios y las aduanas del Patriarca del Otoño. No solo eso, son los que forman círculos coloridos alrededor del líder y que filtran y generan la información que le llega. García Márquez hablando de la soledad del poder y de la fama: “La estrategia para conservar el poder, como para defenderse de la fama, terminan por parecerse. Esto es en parte la causa de la soledad en ambos casos. Pero hay más: la incomunicación del poder y la incomunicación de la fama agravan el problema. Es, en última instancia, un problema de información que termina por aislar a ambos de la realidad evasiva y cambiante. La gran pregunta en el poder y en la fama, sería entonces la misma: ¿A quién creerle?”. Porque los tiranos terminan creyendo su propia mentira, aderezada en las imágenes grandiosas similares a las del film propagandístico “El triunfo de la Voluntad” donde Leni Riefenstahl reporta el congreso del Partido Nazi en Nuremberg en 1934, creando los trucos visuales que desde entonces forman parte de las herramientas que han usado todos los Secretarios de la Comunicación de este mundo. En la importancia de la propaganda política han coincidido líderes ideológicamente tan disímiles como Lenin “Lo principal es la agitación y la propaganda en todas las capas del pueblo” o Hitler “La propaganda nos permitió conservar el poder y nos dará la posibilidad de conquistar el mundo” (Citados por Domenach, p. 5 ). Y es que el ser humano no es como lo asume la economía neoclásica, es decir, un agente que conoce sus preferencias y, por decirlo de este modo, tiene un alto grado de conocimiento objetivo de la realidad que constituye su conjunto de elecciones factibles. Denzau y Douglas North (p. 3) lo exponen así “[…] el desarrollo diverso de las economías y sistemas políticos, tanto histórica como contemporáneamente, argumenta en contra del concepto de individuos que realmente conocen su interés propio y actúan consecuentemente. Mas bien, la gente actúa en parte en base a mitos, dogmas, ideologías y teorías semi-procesadas”. Añadamos que la dificultad del “conocimiento objetivo” proviene del costo de adquirir información y de procesarla, de la complejidad del sistema social que impide identificar claramente causa-efecto puesto que las casualidades no son lineales ni biunívocas, sino circulares y múltiples. Estas teorías “semi-procesadas” que sustentan las decisiones de los ciudadanos pueden sorprender. Aldous Huxley, el autor de la anti-utopía “Un mundo feliz,” analiza en “Nueva visita al Mundo feliz” la propaganda de los regímenes totalitarios y encuentra en el manejo de los sentimientos obscuros de la población un elemento clave para el éxito de una campaña propagandística: “Hállese algún difundido temor o ansiedad inconsciente; imagínese algún modo de relacionar este miedo con el producto que se quiere vender” (p. 59). El bailarín y cantante que invitaba

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a “rayar un Mercedes” votando por él, no fue el primero ni el último en apelar al resentimiento del ecuatoriano como estrategia de propaganda política. Pero la libertad de expresión será siempre una amenaza para la verdad del líder supremo y debe coartarse. Ya sea por voluntad propia y razones ideológicas de los grandes medios, como en el Ecuador del inicio del Febres-corderato, en los Estados Unidos de Bush II, o en la Colombia de Uribe, que se prestan así a “fabricar el consenso” como diría Noam Chomsky proyectando solo una parte de la realidad y ocultando olímpicamente lo que no les conviene. Pero esta voluntaria sumisión o convergencia de intereses no siempre sucede. Es cuando aparecen personajes siniestros como Vladimiro Montesinos, en Perú, quien como oficial de inteligencia demostró cómo la amenaza y la coima servían para concentrar el poder más allá de la formal y republicana separación de funciones. Como se sabe, Montesinos tenía la costumbre de grabar la entrega de sobornos a jueces, propietarios de medios, etc., información que ha servido entre otras cosas para que dos economistas, MacMillan y Zodio, calcularan el valor que para el gobierno de Fujimori tenía el controlar la prensa en relación a controlar el sistema judicial, por ejemplo. Sus conclusiones son claras “Montesinos pagó a los dueños de canales de televisión alrededor de cien veces lo que pagaba a jueces y políticos. La coima a uno solo de los canales de televisión fue cuatro veces más grande que el total de las coimas pagadas a los políticos de oposición. Por preferencia revelada, el control más fuerte sobre el poder gubernamental fueron los medios noticiosos”. Si esta tampoco es una herramienta a la mano o no funciona, queda expedir una ley, que bajo el pretexto de democratizar la información (o algún otro) permita suplantar la mentira o media verdad de los otros por la mentira propia, y hacerla única. Pero, controlada ya la conciencia de los hombres y mujeres, habrá aún una tarea pendiente “Pues, ¿quién debe reinar sobre los hombres sino el que es dueño de sus conciencias y tiene su pan en las manos?” le pregunta el Gran Inquisidor a Cristo, y dice además: “No se les ocultará que el pan —obtenido con su propio trabajo, sin milagro alguno —que reciben de nosotros se lo tomamos antes nosotros a ellos para repartírselo”. En ningún lugar esto es más claro que en un país que padece la “maldición de los recursos naturales,” en donde una élite minoritaria controla la riqueza natural de un país, nominalmente propiedad de todos y todas, y la usa para apuntalar su poder político. Manuel Castels, hablando de países africanos como Nigeria y Congo-Zaire –muy ricos en recursos naturales– y sus “estados vampiros” afirma (p. 99) “[…] el apoyo político se construye alrededor de redes clientelares que conectan a los poderosos con segmentos de la población. Debido a que la gran mayoría de la riqueza en el país está en manos de la elite político-militar y de la burocracia estatal,


“Pues, ¿quién debe reinar sobre los hombres sino el que es dueño de sus conciencias y tiene su pan en las manos?” le pregunta el Gran Inquisidor a Cristo, y dice además: “No se les ocultará que el pan —obtenido con su propio trabajo, sin milagro alguno —que reciben de nosotros se lo tomamos antes nosotros a ellos para repartírselo”

“El viejo líder insustituible de siempre. El iluminado que sabe lo que un país necesita. Una idea no precisamente de izquierda, que viene desde el oscuro fondo de la historia de América Latina, del profundo abismo de la sociedad patriarcal, cuando el terrateniente se convirtió en líder militar, y luego en presidente perpetuo. No hay ninguna novedad en la propuesta. Lo único es que se disfraza con virulenta retórica de izquierda”.

el pueblo debe demostrar lealtad a la cadena de patronos para ser incluida en la distribución de trabajos, servicios y favores en todos los niveles del estado”. El resultado es una estructura social que, basada en un clientelismo de raíces políticas económicas y culturales, genera desigualdad en vez de igualdad, favores en lugar de derechos, un autoritarismo negociado en vez de democracia y, finalmente, relaciones basadas en lazos personales (patrón-cliente) en lugar de reglas formales explícitas (Taylor, 2004). Como consecuencia de este esquema socio-económico la elites gobernantes requieren incrementar continuamente la extracción de recursos naturales, base de su sustento político, mientras la actividad privada languidece por el deterioro que estas redes clientelares originan en la institucionalidad formal, por el riesgo de expropiación por parte de un estado ávido, y por el desvío del talento humano y recursos hacia la búsqueda de rentas políticas. ¿Son este tipo de resultados consecuencia de la lógica y dinámica interna del poder? Debemos coincidir con “El Oráculo” de “The Matrix,” quien razona “¿Qué quiere la gente con poder?...Más poder”. ¿Es esto inevitable a pesar de que tantos empiezan la lucha política llenos de ideales? El coronel Aureliano Buendía, dice Sergio Ramírez Mercado, “Se subleva contra la crueldad, la injusticia y la corrupción. Se alza por la humanidad, no por ideología. Pero luego, mientras se hunde en el tremedal de la guerra, va a seguir peleando por la soberbia del poder […]” (p. 542). La madre del coronel, Úrsula Iguarán, nota la metamorfosis “Ahora parece un hombre capaz de todo” (Cien Años de Soledad, p.183) y su amigo más fiel, el coronel Gerineldo Márquez le advierte “Cuídate el corazón, Aureliano. Te estás pudriendo vivo” (Ibid, p. 193). Ramírez Mercado destaca el papel del contexto latinoamericano, y encuentra una contradicción aún viva entre el pasado rural y patriarcal y la modernidad racionalista, también en el contexto del “viraje a la izquierda” que ha experimentado últimamente nuestro continente: “El viejo líder insustituible de siempre. El iluminado que sabe lo que un país necesita. Una idea no precisamente de izquierda, que viene desde el oscuro fondo de la historia de América Latina, del profundo abismo de la sociedad patriarcal, cuando el terrateniente se convirtió en líder militar, y luego en presidente perpetuo. No hay ninguna novedad en la propuesta. Lo único es que se disfraza con virulenta retórica de izquierda”. ¿Es este resultado inevitable? ¿Es imposible domar el poder? La respuesta es no; no es inevitable, y de hecho hay sociedades que evolucionan hacia un manejo colectivo, democrático del poder y que han creado mecanismos para evitar su abuso. Si en la raíz del problema está el miedo a la libertad, o incluso la pereza social, o una carga cultural rural-patriarcal que nos impulsa a delegar en otros u otro lo que debería ser una responsabilidad colectiva, entonces la solución empieza por asumir esa responsabilidad.

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Esto significa que debe haber un esfuerzo individual y colectivo por entender el funcionamiento de la sociedad, adentrarse en sus complejidades, aún sabiendo que una comprensión completa es imposible y que los modelos o teorías que nos sirven para su estudio son solo provisionales y no tienen otro destino que el ser superados; y sabiendo también que el impacto individual en la acción colectiva en la gran mayoría de los casos es completamente marginal. La protección del ciudadano frente al poder son las instituciones. Pero estas no se crean en el papel, pues tienen base política, y la distribución del poder político depende en buena medida de la capacidad de acción colectiva de grupos sociales, conformados por agentes con racionalidad acotada y conectados mediante redes sociales de limitada capacidad de transmisión de la información. Entonces el diseño institucional debe tomar en cuenta esta realidad, identificando además los actores sociales y políticos que tendrán intereses específicos en la institucionalidad democrática y el origen del poder político de estos actores, así como sus formas de acción. La capacidad política de estos agentes sociales debe ser fortalecida, haciendo sus redes sociales más densas y mejor preparadas para transmitir información, lo cual no puede estar más lejos del deseo de controlar su flujo. No se trata, entonces, de elegir al mejor para que sea objeto de la delegación de nuestra libertad, pues no existe ser humano que pueda asumir esa inmensa carga, debemos vivir nuestra libertad, liberando al oprimido y liberando al opresor.

Bibliografía Castells, M. (2000). “End of millennium” (2nd ed.). New York: Blackwell Publishers. Denzau, Arthur and Douglass North (1994) “Shared Mental Models: Ideologies and Institutions,” Kyklos, 47 (1): 3-31. Domenach, J.M. (s/f) “La Propaganda Política”, Ediciones El Faro. Dostoievski, F. “El Gran Inquisidor,” en: http://www.literatura.us/idiomas/ fd_elgran.html Fromm, E. (1942) “El Miedo a la Libertad,” Paidós. García Marquez, G. (2007) “Cien Años de Soledad,” Edición Conmemorativa, Alfaguara. García Marquez, G. (1975) “El Otoño del Patriarca,” Club Bruguera. García Marquez, G. (1982) “El olor de la Guayaba,” Editorial Diana. Huxley, A. (s/f) “Nueva visita al Mundo feliz,” Editorial Anaya. McMillan, J. y Pablo Zoido (2004) “How to Subvert Democracy: Montesinos in Peru,”CESifo Working Paper Series No. 1173. Taylor, L. (2004) “Client-ship and Citizenship in Latin America,” Bulletin of Latin American Research, 23(2), 213-227. Ramírez Mercado, S. en: http://www.elboomeran.com/blog/7/sergio-ramirez/ Nietzsche, F. (1886) “Más Allá del Bien y del Mal,” Trad. Andrés Sánchez Pascual. Alianza Editorial.

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Juan Manuel Rodríguez Profesor de Comunicación y Filosofía, USFQ

Luciérnagas en la noche De cómo la oscuridad favorece a los líderes políticos Una élite se defiende y hace valer sus derechos en nombre de símbolos del destino común. Tales símbolos son la “ideología” del orden establecido o la “utopía” de las contraelites. Utilizando palabras y gestos sancionados, la élite obtiene de las masas sangre, trabajo, impuestos, aplauso.*

Según Correa, la visión es una degeneración producida, en la especie, por la podredumbre. Según Núñez, los ciegos son inferiores y fácilmente podrían ser amaestrados. Correa quiere que todos sean ciegos, Núñez quiere gobernarlos porque son ciegos. Dos perspectivas y dos diferentes propósitos: cambiar lo que no se entiende, aprovecharse de las circunstancias para dominar.

*Harold D. Lasswell, La política como reparto de influencias, Madrid, Aguilar, 1974, p. 31.

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A comienzos del siglo veinte, el novelista inglés H. G. Wells situó en Ecuador un relato acerca de unos hombres que eran completamente ciegos. La obra El País de los Ciegos (The Country of the Blind) comienza precisamente con la descripción del lugar donde habita esa rara especie humana: “A más de trescientas millas del Chimborazo y a cien de las nieves del Cotopaxi, en el territorio más inhóspito de los Andes ecuatoriales, se encuentra un misterioso valle de montaña, el País de los Ciegos, aislado del resto de los hombres.”1 Las referencias posteriores a Quito y Guayaquil obligan a pensar que en forma deliberada el autor escogió, por alguna razón que ignoro, este terruño andino para su narración. Conocer los motivos e intenciones de Wells podría ser revelador. Esta comunidad se formó gracias a que en ese paraje se asentaron “una o dos familias de mestizos peruanos que huían de la codicia y de la tiranía de un malvado gobernante español.” Años después sobrevino una terrible erupción que aisló a los descendientes de esos primeros habitantes. Un sobreviviente escapó del desastre y extendió la leyenda del lugar. En sus charlas con la gente se refería con admiración a este paraje maravilloso del Ecuador: “El valle poseía 1 H. G. Wells, El País de los Ciegos, www.librosgratis.com Existen copias impresas como la de la editorial Acantilado, pero usamos la de la web y las citas se refieren a esa edición.

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todo cuanto pudiera desear el corazón del hombre: agua dulce, pastos y un clima benigno, laderas de tierra fértil y rica con marañas de arbustos que producían un fruto excelente, y de uno de los costados colgaban vastos pinares que frenaban las avalanchas en lo alto.” Para sus habitantes el bienestar era completo, pero ocurrió una desgracia: “una extraña enfermedad se había abatido sobre ellos haciendo que no sólo todos los niños nacidos allí, sino también muchos de los otros niños mayores, fueran atacados por la ceguera.” “Y en medio de la escasa población de aquel valle ahora aislado y olvidado, la enfermedad siguió su curso”. Muchos años transcurrieron hasta que un guía de montaña, oriundo de algún pueblo cercano a Quito y llamado Núñez, cayó en una barranca y perdió a sus compañeros y la ruta. Recuperado el conocimiento, reinició su andanza para regresar a la civilización. Durante su viaje para buscar ayuda, casualmente descubrió unas casas mal pintadas y, a lo lejos, a tres invidentes. El montañero advirtió que había llegado al valle escondido donde habitaban los ciegos de la leyenda. “Todas las viejas historias del valle perdido y del País de los Ciegos se agolpaban de nuevo en su mente y entre sus pensamientos destacó este antiguo refrán, como un estribillo: ``En el País de los Ciegos el Tuerto es el Rey.´´”


En la oscuridad latinoamericana pululan los líderes, pequeñas lamparillas que iluminan o brillan gracias a la densa oscuridad que nos rodea. Muchos líderes son como el bombillo más grande dentro de los adornos navideños, pero simplemente adorno. La oscuridad es esencial para que surjan los líderes con sus linternas. Cuando el pueblo tenga claros los caminos, podrá haber organizadores y gestores, no líderes.

Mientras Núñez tramaba hacerse monarca de la región por tener vista, uno de los ciegos denominado Correa tocó el pelo al extranjero y dijo: “Es tan áspero como las rocas que lo engendran… tal vez se refine.” Sin dejar de manosearlo, el mismo Correa, cegato solemne y perspicaz, señaló una explicación para el portento: “Nuestros padres nos contaron que los hombres podían ser criados por las fuerzas de la Naturaleza. Por el calor de las cosas, la humedad y la podredumbre..., la podredumbre”. Los ciegos convinieron en presentar al forastero ante los ancianos para que ellos explicaran la prodigiosa aparición. Correa advirtió a uno de sus compañeros: “Grita primero, no sea que los niños se asusten. Éste es un acontecimiento extraordinario” . Con empellones condujeron al andinista por un sendero. Núñez se quejó y les indicó que él podía ver. Al oír esa palabra desconocida, Correa preguntó en voz alta a sus acompañantes: “¿Ver?” Para Correa la palabra carecía de sentido. No entendía por qué el forastero había tropezado cuando ellos no lo hacían, por ello comentó con asombro: “Ha tropezado, ha tropezado dos veces mientras veníamos aquí. Conducidle ante los ancianos.” Desde este momento comienzan las peripecias de Núñez para lograr convertirse en Rey, y, por otro lado, las maquinaciones de los ciegos para asimilar al extranjero a una existencia sin visión. Del final de la obra hay al menos dos versiones y no las resumo para dejar la ciruela en la boca.

Patria, país y paisaje En el relato de Wells, el eje del conflicto se produce por el choque de fuerzas contrarias: imposición versus asimilación. Por una parte se representan los planes de Núñez para doblegar al grupo porque él es un ser especial (carismático): ve. Por otra, la propuesta comunitaria de los ciegos es cegar al andinista, hacerlo semejante a ellos. Según Correa, la visión es una degeneración producida en la especie por la podredumbre. Según Núñez, los ciegos son inferiores y fácilmente podrían ser amaestrados. Correa quiere que todos sean ciegos, Núñez quiere gobernarlos porque son ciegos. Dos perspectivas y dos diferentes propósitos: cambiar lo que no se entiende, aprovecharse de las circunstancias para dominar. Los mensajes literarios no son ingenuos sino intencionales. Las obras retratan la vida de una época tal como lo hizo H. de Balzac en su Comedia humana, o Wells mediante alusiones y alegorías. Aunque la homologación entre vida ficticia y vida real es complicada porque ambas realidades funcionan en diferentes planos (imaginario y real), el isomorfismo (semejanza o similitud) entre esos mundos puede servir para interpretar acontecimientos acaecidos usando la ficción, y también es viable analizar la ficción desde la realidad. Así, se puede inferir que los ciegos del relato

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no tendrían fotografías ni televisión y que habrían desarrollado otras destrezas por ausencia del sentido de la vista. Si extrapolamos algunas ideas del relato, se advierte que éstas son aplicables a la realidad. Primeramente, el significado del subtítulo de este artículo se representa en la ambición de Núñez al querer aprovecharse de la situación de los ciegos: la oscuridad de unos puede ser causa de la opresión de otros. Núñez, a quien en el relato se le denomina indistintamente con el apodo “Bogotá”, procura tomar el mando porque cree que es un superhombre carismático por tener el don de la visión. A su vez, Correa no admite la posibilidad de un humano con vista y, porque el forastero anda a tropezones, supone que es un ser inferior. Correa niega la probable visión del forastero, inadmisible en su sistema de creencias. En cambio, Núñez quiere aprovecharse de la situación y gobernar a los ciegos, suponiendo que son seres imperfectos. La claridad de la luz desenmascara a los líderes de igual manera como los rayos solares deshacen el resplandor del faro y de las luciérnagas. Los líderes son producto de la oscuridad. Sus destellos son vistos porque hay contraste con las sombras. Cuando el mundo anda en el atardecer, aparecen las linternas de los líderes señalando un camino de rosas, un precipicio o el abismo. Es fácil brillar en la oscuridad. Dependiendo del espacio, se puede resplandecer con un fósforo o con una vela. Hasta una pequeña luciérnaga destaca en la negrura de la noche. Más complicado es sobresalir en un espacio bien iluminado. En la oscuridad latinoamericana pululan los líderes, pequeñas lamparillas que iluminan o brillan gracias a la densa oscuridad que nos rodea. Muchos líderes son como el bombillo más grande dentro de los adornos navideños, pero simplemente adorno.La oscuridad es esencial para que surjan los líderes con sus linternas. Cuando el pueblo tiene claros los caminos, podrá haber organizadores y gestores, no líderes. En esta fábula de Wells, quien también nos entregó la historia del hombre invisible y la de la guerra de los mundos, la ceguera es una metáfora para explicar la carencia de educación, la ausencia de metas, el estado de una sociedad confundida y ciega a otras posibilidades porque la mente aborrece la complejidad, y el dogma es fácil y asimilable. La ceguera se produciría por la atrofia de los ojos, del cerebro o de las ideas. También la invidencia ocurriría cuando lo percibido carece de contraste (léase crítica y pluralidad de opiniones), de tal modo que solamente vemos en verde lechuga, blanco o rojo. Al no haber contraste, no se divisan las formas, lo que los ojos depositan en el cerebro es una masa informe. El cerebro es una caja a oscuras, requiere de los estímulos exteriores llevados por los sentidos y nervios para elucubrar y formalizar el conocimiento. Finalmente hay aquellos que no ven porque cierran los ojos, prefieren la oscuridad y la esclavitud a la iluminación,

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éstos son ciegos por voluntad propia, porque les da la gana o tienen intereses para proseguir en sus tinieblas, adictos a la servidumbre. El tsunami social que ha provocado la avalancha de líderes en el mundo está condicionado por algunas circunstancias del siglo veintiuno como pereza a tener un pensamiento propio y acomodo sin esfuerzo en el ajeno, mayor exposición de ciertos personajes y paradigmas a través de los medios masivos, confusión ideológica y sectarismo promovido por un deseo de pertenencia a un grupo para desterrar la soledad. El dilema es someterse al sistema o fabricar uno propio. Después de leer el relato, uno reflexiona que el Ecuador es ese lugar rico y fértil descrito por el novelista, pero agobiado por la pobreza, y que, de forma parecida a los personajes de Wells, sus habitantes parecen sufrir de ceguera para contemplar ciertas realidades.

Poder y liderazgo Algunas personas pueden trabajar por sus prójimos de manera desinteresada y libre, sin ejercer dominación, pero en la mayoría de los casos esa disposición está contaminada por intereses particulares y el deseo de sobresalir. Lo que uno representa a los ojos de los demás, el aplauso, o la repulsa, es motivo de felicidad o tristeza para el que los recibe. “Nuestra existencia en opinión de los demás, a consecuencia de una debilidad particular de nuestra naturaleza, es generalmente demasiado apreciada, aunque la más ligera reflexión nos diga que eso no tiene en sí mismo ninguna importancia para la felicidad.”2. “Este desvarío ofrece, sobre todo a aquellos que están llamados a gobernar a los hombres o a guiarlos tan sólo, un cómodo recurso.”3 Insultar es una táctica para algunos líderes porque suponen que, menospreciando la dignidad, rango y fama de los otros, ellos obtienen el fervor de la gente. El deseo de sobresalir sobre los demás, que Cioran denominó “ansia de primar”, es uno de los motivos para que surjan los líderes. “Lo importante es mandar: a ello aspira la casi totalidad de los hombres.” “Nos codeamos con sátrapas por todas partes: cada uno –según sus medios– se busca una multitud de esclavos o se contenta con uno solo. Nadie se basta a sí mismo: el más modesto encontrará siempre un amigo o una compañera para hacer valer su sueño de autoridad.”4 “El ansia de poder permite a la Historia renovarse y permanecer sin embargo fundamentalmente igual.” En conclusión, la gran paradoja del cambio social es que siempre seguimos igual, solamente se turnan los protagonistas, los influyentes y poderosos, sin embargo, tenemos una agra2 A. Schopenhauer, Aforismos sobre la sabiduría de la vida, Buenos Aires, Aguilar, 1970, p. 87. 3 Ídem, p. 91. 4 E. M. Cioran, Breviario de podredumbre, Madrid, Taurus, 1981, p. 124 y 125.


“Es característico de toda estructura específica de poder, y por tanto de toda formación política, el deseo de prestigio, aparte de los mencionados intereses económicos directos que, por cierto, se dan allí donde existen sectores que viven del ejercicio del poder político”

El líder carismático no extrae de los súbditos el “derecho a gobernar”, como ocurre en la teoría democrática, al contrario, exige de ellos el “deber de sujeción”

dable ilusión de que hay cambio y nos movemos, el efecto de la brisa.

Engendrar un líder es oficio de dependientes y siervos. Éstos preparan el advenimiento proyectando sus ilusiones en una quimera. Luego, un hombre común empieza a elaborar una renovada identidad desde su “Yo dañado” (S. Freud, Psicología de las masas y análisis del Yo) y aprovecha su fuerza de sugestión sobre la multitud cautivada por su energía vital (Eros). A partir de entonces comienza a crecer en la placenta de la sociedad el feto del líder. Después se desarrolla, es parido: ¡nos ha nacido un líder! Nunca sabremos si por la fuerza de su poder, por la debilidad de los opositores, o por la dimensión emocional de los esperanzados. Las nodrizas lo cuidan y miman hasta que esté listo para aparecer en la televisión y las tarimas. Se amará al conductor porque agrada, o quizá por temor a caer en otro peor. El pueblo se resigna y espera porque es frecuente que el magnetismo sea de corta duración. También es frecuente, lo enseña la Historia, que arrastre a los creyentes al Tanatos (muerte) como hizo el Führer (líder) Adolfo Hitler. Desde que el gobernante inicia su viaje contemplando desde lo alto el horizonte de su proyecto político, emerge el prestigio que lo infla (fenómeno levadura). “Es característico de toda estructura específica de poder, y por tanto de toda formación política, el deseo de prestigio, aparte de los mencionados intereses económicos directos que, por cierto, se dan allí donde existen sectores que viven del ejercicio del poder político”.5 El sociólogo Max Weber lo tiene claro: prestigio y estatus socioeconómico dinamizan el sueño de cualquier pretendiente a conductor de multitudes. ¿Y la oposición? En el mismo texto, Weber añade: “Lo común a todas las formaciones políticas es el empleo de la fuerza; lo que las diferencia es el modo y el grado en que usan y amenazan usar dicha fuerza contra las demás organizaciones políticas.” Con los tres ingredientes asegurados o previstos (prestigio, enriquecimiento y fuerza), el candidato a líder comienza a fabricar el camino y desarrollará alguna mutación carismática, el don. Si el propósito del liderazgo es el cambio de conductas, actitudes, procesos, estructuras e ideología, el líder activará su poder, autoridad y persuasión para lograr esa transformación que le parece esencial, aunque sea una quimera. Su misión trascendente será llenarse los bolsillos, cautivará a los seguidores, alcanzará gloria (fenómeno levadura), amasará súbditos y autoridad, y empleará el garrote. El capricho de los líderes también es energía persuasiva. Poder es una relación de influencia para conseguir un probable cambio en el grupo, organización y sociedad. El 5 M. Weber, Las estructuras de poder, Buenos Aires, La Pléyade, 1977, p. 11.

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poder se hace tangible a través de órdenes manifiestas6 de gobierno que son obedecidas por amenaza o coacción (castigar a los desobedientes), por recompensa (premiar a los obedientes), por legitimidad (autoridad legal del cargo), por conocimiento (habilidad y experiencia del experto), por carisma o poder de referencia (atracción). En la práctica, los ejercicios del poder pueden usar las cinco formas. En estas acciones el fin es el mismo: que la voluntad individual se someta a otro, ya sea obedeciéndole por miedo, interés, respeto, creencia y adoración, ya sea con regalos que se entregan dispendiosamente. La libertad se cambia por un plato de comida, así la miseria tiene un uso político. Con estas tácticas de dominación se compra la obediencia del pueblo y se obtiene popularidad. Aunque ésta no es sinónimo de liderazgo –Barrabás tuvo ante la plebe mayor popularidad que Cristo– el líder político tiene menos poder si no la posee. Por lo tanto, medir la popularidad es manía de los gobiernos para conocer el grado de aceptación 6 J. �������������������������������������������������������������������������������������� R. French y B. Raven, “Bases del poder social”, en D. Cartwright y A. Zander edi� tores, Dinámica de grupos, México, Trillas, 1971. También M. Burgoon y M. D. Millar, “Comunicación persuasiva”, en C. Fernández Collado y G. L. Dahnke editores, La comunicación humana, ciencia social, México, McGraw-Hill, 1992, pp. 232-235.

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del gobernante. Cualquier proyecto u obra que menoscabe la aprobación pública tendrá que ser analizada antes de ponerse en práctica. Comúnmente los “altos intereses de la patria” dependen del efecto popular o impopular en las masas. ¿Cuántos proyectos sociales se han estancado para no dañar la imagen y popularidad del líder? Cautela. La experiencia enseña que es habitual el liderazgo pasajero, bien lo saben Tony Blair (Primer Ministro de Inglaterra) y Jamil Mahuad (ex-Presidente de Ecuador), y lo supo en su tiempo W. Churchill después de la Segunda Guerra Mundial a pesar de ganar la contienda. El juego del poder conlleva siempre intereses particulares y colectivos. El objetivo del poder es alguna especie de dominación justificada con cualquier pretexto, y los seguidores aceptan sumisamente esa condición. Los motivos más celebrados son las guerras, el bienestar, el orden, la justicia, la igualdad y, actualmente, la salvación del planeta. Los intereses pueden ser explícitos o estar encubiertos. Cuando los intereses no son éticos, se escamotean las intenciones y se recurre a la manipulación para lograr el movimiento de las multitudes. En otras ocasiones hay que convencer a los rebeldes e indiferentes, para ello se señala a un enemigo común que aglutine al pueblo. En otros ca-


… siempre pueden existir desobedientes y rebeldes, por ello el gobernante se rodea de colaboradores de menor perfil y utilizará el espionaje y la intriga para custodiar su “sueño” y su “desinteresado” proyecto … el gobernante no estará libre de la maquinación y la tentación de sus allegados que también esperan su oportunidad. Los posibles complots exagerarán la seguridad y desconfianza

sos no extremos, cuando no dan resultados los cabildeos y la persuasión, se acudirá a tácticas de negociación, acuerdos, concesiones, compra de conciencias, chantaje, mediación y otras componendas.

Poder y carisma Desde los comienzos de la reflexión política, los conceptos de líder y carisma (poder persuasivo), aunque con otros términos, estuvieron presentes tanto en oriente como en occidente. Ya en el siglo IV a. C. los consejos del chino Sun Tzu en su Arte de la guerra consideraron de vital importancia la capacidad de mando, fama y carácter de los generales para obtener la victoria. Todo liderazgo político implica alguna forma de poder, un ejercicio del mismo, unos intereses, unas metas u objetivos, unos súbditos, una repartición del botín y de los cargos, unas cualidades del poderoso, unos colaboradores, una comunidad civil, un sistema de Estado y además unos conflictos. Sin embargo, si bien el liderazgo conlleva algún tipo de dominación, no todo poder lo exige. Un juez tiene el poder de condenar o absolver al acusado, pero tal vez no posea liderato.

La concepción de la dominación carismática como cabeza de la sociedad tiene su raíz en la visión arcaica de la sociedad, cuando se comparaba el orden social y el orden de la Iglesia con el cuerpo humano. La sociedad es como un cuerpo, en la cabeza está el gobernante, en los miembros y órganos, los súbditos, cada uno encargado de un oficio. El carisma es meta-racional, extraordinario. Tal vez por esta irracionalidad algunos mortales no lo comprendamos.

Uno de los grandes teóricos del poder como es Max Weber explica que “debe entenderse por dominación la probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado para mandatos específicos (o para toda clase de mandatos).”7 La obediencia es una probabilidad, no hay completa semejanza entre causa y efecto, porque siempre pueden existir desobedientes y rebeldes, por ello el gobernante se rodea de colaboradores de menor perfil y utilizará el espionaje y la intriga para custodiar su “sueño” y su “desinteresado” proyecto. Esto significa que cuánto mayor es el poder acumulado, existirá más probabilidad de ser obedecido. Sin embargo el gobernante no estará libre de la maquinación y la tentación (labilidad) de sus allegados que también esperan su oportunidad. Los posibles complots exagerarán la seguridad y desconfianza. Por tanto, el gobernante se rodeará de fuerzas de choque y guardaespaldas, usará chaleco antibalas para que no le abaleen el carisma y espiará a través de sus leales el movimiento de los supuestos sucesores. En la misma obra, Weber clasificó los tipos de dominación legítima8 en tres clases: 1. la racional, que se basa en la creencia de la legalidad de las instituciones, 2. la tradicional, fundamentada en las costumbres de la vida cotidiana y la historia de los pueblos, 3. la carismática, que se funda 7 M. Weber, Economía y sociedad: esbozo de sociología comprensiva, México, Fondo de Cultura Económica, 1964, pp. 170 y ss. 8 M. Weber, Economía y sociedad: esbozo de sociología comprensiva, México, Fondo de Cultura Económica, 1964, pp. 172 y ss.

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en el don extraordinario del heroísmo individual, ejemplaridad (ethos) de la persona dotada de alguna gracia que parece sobrenatural. Por el tema de este trabajo nos fijamos en la dominación legítima carismática. Weber convierte una cualidad en agente del poder con la particularidad de que ésta tiene un carácter sobrenatural. El sociólogo asume que hay personas para mandar y otras para obedecer, y que la diferencia estriba en el don de carisma. ¿Puede existir un líder sin carisma, y un hombre carismático sin poder ni liderazgo? Parece que sí. ¿Por qué el carisma posee un carácter emotivo (pathos) y semi-divino? ¿Si el carisma tiene origen divino por qué se diluye hasta perderse? Es posible que el guía revele y agrande su carisma en la medida que se deja seducir por el poder y el ansia de lograrlo. Cualquier teoría acerca del liderazgo y del carisma sigue siendo constantemente revisada debido a las formas en que éstos se manifiestan y a las dudas que plantea el choque entre realidad y explicación racional. En la antigüedad, este don era un término con denotación religiosa. Después de una larga etapa de secularización en la que el término perdió su sentido eminentemente religioso, se ha llegado a la época de la trivialización en el uso de la palabra. Cualquier famoso, atractivo y connotado supone y cree que es carismático. En el siglo veintiuno el sentido adquiere manifestaciones sorprendentes y asombrosas. La modelo tiene carisma cuando es fotogénica, y el futbolista lo posee para meter un gol. Estas aberraciones son cotidianas. El carisma, como don sobrenatural, concede al líder el derecho a la anomia, es decir, puede transgredir la ley o colocarse fuera de ella. Situado más allá de la ley, hace y deshace según le dicte su conciencia o sus caprichos: “París bien vale una misa,” exclamó un Rey francés para simular ser católico ante su pueblo. Así las cosas, el líder elaborará un nuevo código de leyes que se ajuste, en la medida de lo posible, a lo que él considere justo e injusto. Si a pesar de las leyes tiene conflictos con el canon legal, entonces procurará crear irregularidades y estados de emergencia donde el juego se hace bajo otras reglas. “La ley es para todos y nadie está por encima de ella”, se anuncia, pero la excepción la hace el gobernante carismático, haciendo prevalecer sus deseos determinará lo que le dé la regalada gana. El carisma produce en los crédulos, por la vía del líder, la catálisis. Esta transformación opera como una metanoia que permite la conversión de la multitud a través de la obediencia y la creencia; la fe salva. El mandatario ofrece una visión

distinta para eliminar errores pasados y lograr la felicidad futura. Su poder absuelve cuando los seguidores se convierten al nuevo designio. Quienes aceptan entrar en el redil de la creencia se congregan ante él porque les entrega el perdón de los errores y la promesa de un mundo mejorado. De este modo la bendición del líder carismático encuentra acogida en los mansos borregos cuando les lava los errores y promete el antídoto del cambio. ¿Hacia dónde? La concepción de la dominación carismática como cabeza de la sociedad tiene su raíz en la visión arcaica de la sociedad, cuando se comparaba el orden social y el orden de la Iglesia con el cuerpo humano. La sociedad es como un cuerpo, en la cabeza está el gobernante, en los miembros y órganos, los súbditos, cada uno encargado de un oficio. El carisma es meta-racional, extraordinario. Tal vez por esta irracionalidad algunos mortales no lo comprendamos. Por la profunda invasión e influencia de los medios masivos, Giner ha sugerido el concepto “manufactura del carisma.”9 El carisma real se desvanece y el virtual se percibe en la imagen del personaje proyectada por la televisión, el cartel retocado y el maquillaje. Este carisma de ficción concede el dominio. El don ya no proviene de Dios, es un producto creado por los técnicos en efectos, diseñadores de imagen, camarógrafos, iluminadores, fotógrafos, directores de campaña, estilistas, sastres, libretistas, entrevistadores contratados para el efecto sugestivo y, claro, también para producir el placer escópico y resaltar la inteligencia. El director de cine F. Capra representó esta construcción de carismas en la película “Conoce a John Doe”. Un vagabundo (Juan Pueblo) se convierte en el hombre más carismático de USA a través de su exposición en los medios masivos. La construcción social de la realidad está manipulada por los estímulos que producen los medios masivos de información y paralización. Profanado y banalizado por los medios masivos, el carisma envuelve productos y a personas. Hay el perfume que concede carisma y glamour, y el desodorante para la atracción fatal. En la sociedad persuasora se divulgan rumores y nuevos mitos, se fabrican santos y líderes políticos. Es cuestión de mercadeo y éste utiliza técnicas parecidas a las de la publicidad. Repetición de consignas, ideas simplistas acerca de la sociedad y sus conflictos, exageración de las virtudes del gobernante, símbolos de felicidad, desarrollo maquillado, motivaciones emocionales, bombardeo con las obras realizadas por el dirigente político, son algunas de ellas. “El control político, que necesariamente es medio coactivo y medio persuasivo porque se apoya en la fuerza tanto como en la convicción, se somete al poder técnico y semántico de la actividad 9 Salvador Giner, “La manufactura del carisma político”, en Carlos Castilla del Pino com� pilador, Teoría del personaje, Madrid, Alianza, 1989.

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La importancia de la organización prepara al líder director, al estadista, al vidente que puede observar el futuro porque estima que lo organizado es predecible

comunicadora de masas.”10 Así el mandamás carismático resulta ser una farsa real y mediática. Su imagen es una construcción de los medios y de los fanáticos que proyectan en él sus esperanzas frecuentemente burladas. Con esa imagen aureolada, con símbolos y rituales, el mandatario se yergue como un ser superior.

Las falsas revoluciones sustituyen el amor hacia los otros por odio y resentimiento; lo que se debía hacer en bien del prójimo, termina siendo un arma de opresión: buenos versus malos, ricos y pobres, fieles contra infieles. La labor constructora del espíritu humano se vuelve destructiva. Algunas veces creemos ver una luz entre las tinieblas, pero hemos perdido un tiempo precioso avanzando entre las sombras. Parece que la justicia y la libertad deben ser pagadas con algún tipo de opresión. Los que reclaman la falta de líderes en la sociedad están mostrando una tendencia hacia la dependencia y jerarquías. Los líderes políticos no son de derecha o de izquierda, son de ellos mismos.

La organización como morada del líder Las ataduras preparan el advenimiento de la cuerda. La era industrial y el trabajo en serie, la eficiencia y los movimientos sociales favorecieron la llegada de las organizaciones. A su vez, éstas anunciaron la invasión de un nuevo actor social: el líder. A mediados del siglo veinte, la teoría de la “revolución directorial”, de James Burnham, auspiciaba el cambio de mentalidad voceando el advenimiento de la colectivización, de la organización como el motor de la sociedad. La organización requería de directores, una nueva elite que ya no sería de aristócratas y enriquecidos burgueses. El Estado se convierte en propiedad de los directores. El director es el tecnócrata aspirante a líder. “Estamos ahora en situación de establecer de una manera preliminar la teoría de la revolución directorial… El grupo social que actualmente se esfuerza en alcanzar la clase dirigente es el de los directores”11.

Los medios de expresión de las personas son los gestos, las representaciones simbólicas a través de los lenguajes y las obras. El líder sobrevive por sus gestos y discursos, pero da cuenta de su liderato con las obras.

La base de la organización de una clase dirigente de directores es la especialización. El arma del especialista es la educación y el conocimiento de una parcela del saber. Cada experto es una pieza o engranaje de un todo en la gran máquina de la organización. El lema “sin organización no hay progreso” produce el cambio hacia un derecho de todos los humanos a organizarse; implica que cualquier avance humano supone una organización de los individuos. Las organizaciones son el reparto de influencias en células 10 Miguel Roiz, La sociedad persuasora, Barcelona, Paidós, 2002, p.223. 11 James Burnham, “La teoría de la revolución directorial”, tomado de su libro La era de los organizadores, en Panorama de las ideas contemporáneas, Madrid, Guadarrama, 1965, p. 348.

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menores de elites dirigentes que propenden un fin partidista, empresarial, institucional. El alma de estos líderes (directores) es la organización no por clases sociales sino por especialidades. La ONU, la OTAN, y la proliferación de las ONG que pueblan el planeta son ejemplo de ello. La organización es lo contrario del caos, supone combatir el desorden de los esfuerzos individuales –la unión hace la fuerza– si éstos se dirigen hacia un fin predeterminado.

La importancia de la organización prepara al líder director, al estadista, al vidente que puede observar el futuro porque estima que lo organizado es predecible; se olvida que la desorganización y el azar también forman parte de la vida. El especialista técnico piensa que si se puede programar el lugar de caída de un proyectil adelantándose a su trayectoria matemáticamente calculada, la organización de la empresa y del Estado seguirá igualmente un camino planificado. Con la planificación exhaustiva de ciertas variables, se alcanzarán los objetivos, es la creencia de moda. La comunicación organizacional, la psicología de las organizaciones y los comportamientos de los grupos organizados por directores excluirían el fracaso. La organización sería la clave del éxito. La organización se aplica al trabajo, a la administración y alta gerencia, se hacen proyecciones y se estiman pérdidas y ganancias. El líder es un organizador de las metas del grupo. Si no se alcanzan los objetivos, la culpa es de la organización, del plan, de una previsión del futuro mal elaborada. Pero el futuro es siempre imprevisto porque solamente aprehendemos el instante y cualquier avatar puede ocurrir en un tiempo que no ha llegado, lo único exacto y absoluto es la muerte, indudable, imprevista y eficaz. La creencia moderna es que la unión de habilidades debe ser controlada para alcanzar la eficacia. Reglas, modelos, estructuras, sistemas son parte de la visión organizativa de la mente que se expresará en la organización de la ciencia. El programa dirige a la organización, y la organización es dirigida por el líder, y ahí asienta éste su morada. Dentro de la institución el mandatario adquiere un nuevo resplandor y los súbditos se sienten protegidos por el orden, la clasificación, la disciplina, las metas y los presupuestos. Posiblemente el caos ha sido desterrado. El cronómetro es exacto, y los actos son medidos por nuevas variables: eficacia, eficiencia, evaluación, orden, y éxito. Un nuevo estilo de liderato ha nacido. Cualquier libertad está cautiva dentro de la organización.

Fanáticos y acólitos Los fanáticos son los monosabios de los líderes, sus esbi-

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rros. Un fanático puede ser activo o pasivo dentro de una sociedad. Los pasivos aclaman y aplauden, en cambio los activos mueven a los indecisos y convierten a los temerosos. Dentro de un líder late el corazón ardiente de un fanático activo. Para iniciarse, el fanático debe poseer una creencia que considera verdadera y una meta, justa o injusta, clara o dispersa. El fanático se apasiona del significado de una idea y la encarna hasta vivir y morir por ella. El indiferente, el cínico son lo contrario. El amor del cínico es indeterminado; el del fanático es fijo, obsesivo, demencial. Los fanáticos son los soldados del líder, su ejército de choque. El fanático no elige una verdad sino una creencia. Decide que lo falso sea lo verdadero, o viceversa. El discurso del líder político es, para los fanáticos, la voz de dios. Lo idolatran como si fuera el mismo Dios y de esta adoración nace el sentido de la vida. Para ellos es insustancial lo sustantivo del líder, lo importante es lo adjetivo de su ídolo: locuacidad, prepotencia, promesas, energía y seducción. El fanático no duda, es creyente en dudosas certezas, tampoco critica porque su líder está por encima de cualquier defecto. Su admiración por el gobernante borra el asombro de la duda, por ello no interroga, cree con la vehemencia de un toro atrapado en el engaño del capote. La mirada del fanático está educada para ver solamente en una dimensión y sin perspectiva. No importan los éxitos o fracasos, lo primordial es la reverencia porque vivir es someterse al ideario de un jefe. Líder y fanáticos se complementan, se ajustan e identifican. Cuando la idea se convierte en una creencia, no es la razón motivo de aceptación o rechazo, sino la voluntad que elige sin considerar el contenido de las ideas. El error es aceptado cuando no se razona pero se lo elige. Y si se endiosa a la razón, como lo hacen algunos filósofos y científicos, entonces también se cree y se fanatiza el objeto de la ciencia y la filosofía. Por ello, la medida de la verdad es la incredulidad, la duda, o al menos la sospecha de que el engaño puede presentarse en cualquiera de nuestros conocimientos. Los líderes, sin embargo, son maestros en convicciones, tienen respuestas para todo, hasta para las contradicciones. Su lucha de contrarios es un credo, lo más alejado de la dialéctica. Por ello, acuden a la retórica, porque lo importante es persuadir con aparentes absolutos. El juego de la libertad acaba con la elección obligada (Erich Fromm, El miedo a la libertad). Nuestra desgracia es que estamos condenados a elegir dentro de ciertas posibilidades. El fanático no tiene este problema, su destino está programado por el gobernante al que hay que besar como si fuera la efigie de un santo, la reliquia de un ángel. Sin embargo, se cree independiente, libre de impurezas, anclado en lo absoluto. Apenas vislumbra que la duda puede ser el germen de la esperanza. Postrado en su incondicional creencia tiene paz, como la de los muertos.


¿Cómo escapar? Solamente sin camino, haciendo camino al andar, poetizaba Antonio Machado. Pero tampoco. Andar el no camino es imposible. El paso que daremos está anticipado en la mente antes de iniciarlo, de lo contrario caeríamos en el vacío del abismo. Creemos en la tierra firme, avanzamos en el camino trazado antes de que sea abierto por el pie.

Las obras Los medios de expresión de las personas son los gestos, las representaciones simbólicas a través de los lenguajes y las obras. El líder sobrevive por sus gestos y discursos, pero da cuenta de su liderato con las obras. Pero el gobernante no hace obras, las encarga. Dirige y ordena, utiliza dinero ajeno, otros trabajan, pero las obras se exhiben como suyas y se jacta de ellas. Ésta es la mejor forma de usurpar la labor de albañiles, carpinteros, ingenieros, calculistas, arquitectos y peones en general y de despojar a los obreros la marca de su identidad para usarla en provecho propio. Por ello, aunque la obra sea bien intencionada, desde su nacimiento está viciada por el cálculo electoral, la exposición de su inmenso esfuerzo, la propaganda del partido. En este sentido, la obra carece de la sana intención de mejorar la vida del pueblo y se vuelve panfleto y pasquín para resaltar un modelo de desarrollo, una ideología, el esfuerzo del mandamás. La ideología del partido aparece en las marcas: Eco-país es una de ellas. La obra de una gasolina, hecha con el deseo de mejorar el ambiente, se convierte en propaganda. El gobernante se apropia la sentencia de Cristo “por sus obras los conocerán” y se transforma en el fanático de la construcción. Pero cuántas de estas obras son en verdad necesarias, cuál es el servicio que prestan, quiénes se benefician, por cuánto tiempo, cuál ha sido su costo, qué otras alternativas hubieran podido hacerse, qué intención existió para llevarlas a efecto, a quiénes se está beneficiando y perjudicando con ellas. Las obras no son neutras ni santas, están cargadas de ideología, de símbolos, de rituales (como las inauguraciones y primeras piedras). Y son discutibles si son promesas de campaña, es decir, obras prometidas con la finalidad de obtener votos. La necesidad ajena es rentable al líder, le concede el motivo aparente para su tarea salvadora. La tendencia es hacer la obra visible, la que se mide en metros cuadrados de edificación, en kilómetros de carretera, ¿pero dónde está la obra del espíritu humano? ¿Dónde, la alegría de los niños fallecidos por anemia, el conocimiento de los adolescentes sin estudio, la dignidad de los trabajadores desocupados, el respeto de las mujeres que se venden, el buen vivir de las madres maltratadas por el compañero?

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¿Y los “grandes hombres” de la Historia? Los conocidos como “grandes hombres” de la Historia humana no han trascendido por ser líderes sino por destacarse en ciencia, artes, pensamiento, sacrificio y bondad. Y no fueron grandes por tener liderazgo, sino por su honestidad, fuerza de voluntad, creatividad, innovación, amor al prójimo, solidaridad, espíritu de bien, trabajo constante e integridad. Estos grandes hombres imprimieron su huella en la sociedad y son reconocidos, no por ser líderes sino por su labor fecunda. Ellos y ellas tuvieron el coraje de ser líderes de sí mismos, férrea voluntad para crecer como personas dentro de un proyecto vital. Junto a ellos estuvieron pequeños grandes hombres, desconocidos y anónimos. Estos ignorados personajes tuvieron quizá la misma talla que los otros, poseyeron muchas de las cualidades mencionadas pero no sobresalieron y quedaron olvidados. La Historia solamente destaca lo que recuerda y suele ser algo amnésica. Bastantes de nuestros prójimos de la vida cotidiana tienen las características humanas que he citado, pero carecen de voz o deseo de notoriedad. En el pueblo llano se encuentran grandes hombres y mujeres en todas las profesiones y gracias a ellos funciona la sociedad. El orden social no es justo. La jerarquía, orden impuesto desde arriba, obliga a que haya superiores e inferiores, gobernantes y gobernados, influyentes e influidos. La jerarquía lleva el germen de la dominación y la dependencia, del egoísmo, del ansia de poder para conservarse en la cima. El nuevo orden es la redarquía. Con el neologismo “redarquía” se define una relación de abajo hacia arriba. El orden es regulado por la colaboración en la tarea, algo parecido a los caballeros de la mesa redonda. Esta estructura social no se basa en el poder y la sumisión, sino en las relaciones de participación de todos los iguales como intuyó el poeta peruano Vallejo en su poema “Masa”. La influencia de las personas se realiza en línea horizontal no en vertical. En vez de un sistema piramidal (de arriba abajo) se establece un orden circular, como un corro de niños que se toman las manos y todos son líderes (dueños de sí mismos). El contacto, la honestidad y confianza, el estar al mismo nivel incide en una mayor participación y comunicación sin filtros. Las decisiones no provienen del líder carismático sino del grupo. Por tanto existe más compromiso y responsabilidad, despejando así el deseo de prestigio de algún aprovechado. Los vínculos multi-direccionales del círculo impiden los personalismos, el nacimiento de caciques, la arbitrariedad del poder, el totalitarismo. Las redes sociales por la Web como Kiva,12 que funciona distribuyendo préstamos de pequeños capitales a personas pobres de todo el 12 www.kiva.org

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mundo, son un ejemplo de esa redarquía. Es posible que, en el futuro, la redarquía suplante a la jerarquía y el motor de ese cambio provenga de los mayores contactos entre iguales gracias a las redes patrocinadas por las modernas tecnologías de información. El orden redárquico transparenta las cualidades y habilidades de cada individuo y las pone en acción para bien del grupo. En este sentido el término “líder” adquiere su verdadero valor como medida de los vínculos entre los miembros y en función de las interacciones directas. Así, toda persona que tiene poder sobre sí misma, voluntad de ser, de hacerse y crecer es un “gran hombre o mujer”, si es líder o no, qué importa. La honestidad y espíritu de colaboración se visibilizan y conocen de la misma manera como sucede en un grupo de amigos. En este tipo de organización, las relaciones son más espontáneas y carismáticas, se parecen a las interacciones de los individuos en la tribu, donde todos sus miembros son responsables del bienestar. En este modelo cada uno es una “gran persona” y no existen líderes de dominación. En la raíz de los problemas sociales la variable “calidad de personas” debería ser una de las funciones fundamentales. De lo contrario, en la jungla política, en la oscuridad de la noche seguiremos siendo cazadores de luciérnagas, buscadores de líderes, quejándonos de ellos, copiando consignas y modelos de desarrollo. Seguiremos perteneciendo a la sociedad del País de los Ciegos que el novelista Wells, ignoro por qué, situó en Ecuador. Ser de otra manera nunca es un sueño, es la tarea.

El nuevo orden es la redarquía. Con el neologismo “redarquía” se define una relación de abajo hacia arriba. El orden es regulado por la colaboración en la tarea, algo parecido a los caballeros de la mesa redonda


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Jorje H. Zalles

Profesor y Coordinador del Área de Resolución de Conflictos y Teorías de Liderazgo de la Universidad San Francisco de Quito.

El gran desafío del liderazgo: rechazar las respuestas fáciles, reducir la dependencia y estimular la libertad responsable Desde la antigüedad hasta el Siglo XXI, tenemos múltiples evidencias en toda la tradición intelectual de Occidente de la continuada presencia y fuerza de un mismo paradigma que, expresado en diversos términos y con ciertos matices, recoge la esencia de aquello que hoy en día es expresado por la mayoría de personas con los anglicismos “líder” y “liderazgo”, que se centra en la prominencia, la influencia y el poder. Dicho paradigma ha sido desafiado por Ronald A. Heifetz, con una luminosa nueva propuesta que sugiere entender el liderazgo más bien como una actividad, que cualquiera de nosotros puede realizar, tendiente a movilizar la voluntad y la capacidad de las personas para enfrentar sus propios desafíos y no esperar que estos sean enfrentados por figuras de autoridad en las cúspides de las pirámides sociales. 100


Introducción En la larga tradición intelectual de Occidente, pocos paradigmas dominantes han perdurado como aquel que, bajo diferentes conceptos y términos, ha buscado recoger la esencia de aquello que la mayoría describe en la actualidad con el anglicismo “liderazgo”, evidentemente derivado de lead y de leader en inglés. 1 En la primera parte de este ensayo se presenta la esencia de aquello que la mayoría describe hoy en día como “líder” y “liderazgo”. En la segunda parte, se presenta un esbozo de la evolución de este paradigma en la historia intelectual de Occidente, a base del cual puede afirmarse que, no obstante el desarrollo de ciertas vertientes y de ciertos matices diferenciables, el paradigma ha mantenido una esencia constante desde Platón hasta nuestros días. Como veremos en la tercera parte, ese paradigma tradicional contribuye, de manera tanto individual como socialmente malsana, y en muchas sociedades incluidas las nuestras de América Latina, a la inmadurez y a la dependencia y, en consecuencia, a altos niveles de irresponsabilidad moral y social. Afortunadamente, ese paradigma tradicional del liderazgo ha sido desafiado. El más importante desafío contemporáneo proviene del Prof. Ronald A. Heifetz, Director de Estudios de Liderazgo en la Escuela John F. Kennedy de Administración Pública de la Universidad de Harvard, cuya propuesta de cómo entender el liderazgo se presenta en la cuarta parte del ensayo. 2 Por último, en la quinta parte se examinan las principales implicaciones de la propuesta teórica de Heifetz, las cuales resultan altamente alentadoras para quienes pensamos que las soluciones a muchos sino a todos los problemas de las sociedades contemporáneas no pasa por la elección (o, peor, la auto-elección) de nuevos mesías, portadores, en frase de Heifetz, de “respuestas fáciles”.

El paradigma tradicional Los dos distintivos esenciales de cómo se entiende “líder” bajo aquel que denomino el “paradigma tradicional” son: (i) la prominencia de la persona dentro del grupo, dada por una posición –rey, príncipe, presidente, primer ministro, general, sumo sacerdote, patrón, padre de familia, gerente, rector- muy alta en la pirámide social; y (ii) su poder y/o influencia sobre el grupo, que se derivan por un lado del 1

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De acuerdo con el Appleton’s New Cuyas Dictionary Tomo Inglés-Español, p. 333,”lead” significa: I, sustantivo: primacía, primer lugar, dirección, mando, delantera; II, verbo: guiar, dirigir, mandar, acaudillar, encabezar, ir a la cabeza, enseñar, amaestrar, adiestrar, Heifetz, Ronald A., ���������������������������������������������������������������� Liderazgo sin respuestas fáciles, Barcelona. ������������������� Paidós������������� , 1997. Original en ingles: Leadership without easy answers, 1994, Harvard University Press, Cambridge.

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alto valor que es asignado socialmente a esa prominente posición y, por otro, de la sumisión y obediencia de los demás frente a esas figuras exaltadas. Bajo este esquema paradigmático, que todavía es el dominante en Occidente, “líder” es alguien prominente e influyente que, en consecuencia de esas condiciones, formula visiones, guía, orienta, da direcciones, establece objetivos, protege, brinda respuestas. Como grupo, los “líderes” son los “hombres más enérgicos” o “individuos superiores” de Ortega y Gasset 3, o aquellos a quienes Robert Dahl describe como “tutores, custodios o guardianes de la sociedad”. 4 El paradigma tradicional, aún dominante, reconoce la presencia de “líderes” en todos los niveles de organización social. La familia tiene a su “líder” natural en el padre o, faltando éste, en la madre o en el mayor de los hijos. Un grupo de compañeros de escuela eleva a mayor jerarquía, de manera natural y espontánea, a uno o más “líderes” que definen, entre otras cosas de enorme importancia para el grupo, qué juego van a jugar, quién puede o no participar, y quién es o no aceptado como miembro del grupo. Los partidos políticos tienen “líderes” que nombran candidatos, definen los idearios del partido e imponen disciplinas ideológicas sobre diputados, senadores, alcaldes y prefectos. En iglesias, tropas de boy scouts, equipos deportivos, clubes sociales, asociaciones gremiales y cualquier otro colectivo social que podamos identificar o imaginar, hasta e inclusive el Estado Nación en su conjunto, la mayoría de personas entiende que es natural y hasta necesario que se establezca una jerarquía, en la cúspide de la cual se ubica un “líder” o un grupo de “guardianes de la sociedad”. En consecuencia, oímos continuamente hablar de “líderes” mundiales, nacionales, políticos, religiosos, deportivos, barriales, comunitarios, educativos, empresariales, sindicales, de opinión, de la moda, etc., etc. y etc. Bajo este paradigma tradicional, todavía dominante en las sociedades occidentales, (pero no, aclaro, bajo la propuesta teórica de Heifetz que más adelante se presenta) Adolf Hitler fue, incuestionablemente, un “líder”: al margen de la aceptación de la que gocen o el rechazo del que sean objeto sus ideas y las acciones que llevó a cabo o dirigió, es indudable que formuló una visión, guió a una gran mayoría de su pueblo bajo ella, y llegó a tener millones de fervientes seguidores, tal vez el más evidente indicador del éxito de un “líder” bajo esta concepción de “liderazgo”. Mientras escribía este artículo, se dio una patente demostración de la continuada vigencia de este tradicional paradigma: el 25 de diciembre de 2009, luego del fallido intento terrorista abordo de un avión de pasajeros que volaba de 3 Ortega y Gasset, José, El tema de nuestro tiempo, Madrid, Revista de Occidente, 1961, p.6. 4 Dahl, Robert , La democracia y sus críticos, Buenos Aires, Paidós, 1992, pp. 67-82.


Ámsterdam a Detroit, un “líder” de la oposición republicana en los Estados Unidos se quejó de que el Presidente Barack Obama no hubiese tomado control personal de las investigaciones y de la respuesta oficial al incidente, y acusó al Presidente de “no brindar un adecuado liderazgo, una sensación de fuerza y de protección al pueblo norteamericano que, como todo pueblo, necesita ese firme liderazgo cuando se siente amenazado.” 5

Expresiones teóricas del paradigma tradicional Este tradicional paradigma ha tenido muchísimas expresiones teóricas a través del tiempo. Una de las primeras, que obviamente no utilizaba la palabra ¨líder” pero pone claramente de manifiesto el concepto que esa palabra hoy recoge, es la propuesta de Platón, en La República, de que las sociedades humanas deben ser regidas por filósofosreyes, “guardianes del Estado” educados expresamente para ejercer como tales. 6 Dice Sócrates, “cuanto más importante es el cargo de estos guardianes del Estado, tanto mayores deben ser el cuidado, el estudio y el tiempo que a ellos se consagre.” 7 Y plantea concederles privilegios ilimitados, al punto que “solo a los magistrados supremos pertenece el poder mentir, a fin de engañar al enemigo o a los ciudadanos para bien de la república,” 8 mientras que “si el magistrado coge en mentira a algún ciudadano (…) le castigará severamente, como a quien introduce en el Estado, lo mismo que en la nave, un mal que puede trastornarle y perderle.” 9

…un “líder” de la oposición republicana en los Estados Unidos se quejó de que el Presidente Barack Obama no hubiese tomado control personal de las investigaciones y de la respuesta oficial al incidente, y acusó al Presidente de “no brindar un adecuado liderazgo, una sensación de fuerza y de protección al pueblo norteamericano que, como todo pueblo, necesita ese firme liderazgo cuando se siente amenazado”.

Cinco siglos más tarde, aún en la antigüedad, Plutarco escribió sus Vidas Paralelas, biografías de quienes describió como “hombres ilustres”, tanto griegos como romanos, buscando desentrañar las características que, precisamente, les había hecho ilustres. 10 En el Renacimiento, Maquiavelo publicó El Príncipe, 11 exponiendo con absoluta claridad la idea esencial del paradigma tradicional de que es natural y necesario que en la cúspide de las sociedades humanas se sitúen hombres “superiores”, de gran visión y fuerza. Dedicó el libro “al Magnífico Lorenzo de Medicis”, con palabras que expresan, una vez más, la esencia del paradigma: Deseando yo presentarme ante Vuestra Magnificencia con algún testimonio de mi obediencia y fidelidad, no he encontrado cosa en mí que me sea más cara 5

Declaraciones del Representante a la Cámara Baja John C. Knight, Republicano del Estado de Nueva York, recogidas por CNN el 26 de diciembre de 2009. 6 Platón, La Repúblca, Madrid, Espasa-Calpe, 1982, p. 84. 7 Ibid.. 8 Ibid., p. 97. 9 Ibid. 10 Plutarco, Vidas Paralelas, Madrid, Espasa-Calpe, 1952. 11 Maquiavelo, El Príncipe, Barcelona, Ediciones Orbis, 1985.

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o estimada que el conocimiento de las acciones de los grandes hombres (…) teniendo en cuenta que no es posible haceros mayor don que proporcionaros los medios del poder. 12 Nuevamente, tres siglos más tarde, en 1840, el paradigma tradicional fue propuesto por Thomas Carlyle en una obra cuyo solo título pone claramente de manifiesto su esencia: De los héroes, el culto de los héroes y lo heroico en la historia. 13 Dice Carlyle: El hombre grande, con su libre fuerza y guiado directamente por la propia mano del Supremo Ser , es el rayo verdadero; su voz es palabra redentora en que pueden creer todos. Al son de su vigoroso acento, enciéndese el hacinado y corrupto combustible, todo es conflagración en torno suyo …, ¡y luego dicen que los secos leños amontonados fueron la causa! Verdad que les hacía gran falta el rayo ¡Pero atraerle …!

muchísimos paradigmas durante los dos mil quinientos años de evolución de la civilización occidental, éste, referido a lo que hoy se denomina “liderazgo”, ha sobrevivido esencialmente intacto. 17 Los autores mencionados, y muchos, muchos otros, enfatizaron el rol histórico de los “grandes hombres”, hoy descritos comúnmente como “líderes”, en la vida, el desarrollo, el florecimiento y/o la caída de las sociedades humanas. Este enfoque se manifiesta claramente en el hecho que mucha de la historia occidental, desde Tucídides 18 en adelante, ha sido narrada en términos, precisamente, de las vidas de esos “grandes hombres”. Como lo planteó Carlyle, en clarísima expresión de esta visión, “la historia del mundo es la biografía de los grandes hombres.”

Es clara la evidencia de que, frente al derrumbamiento de

Es alrededor de esta “teoría de los grandes hombres” que pueden detectarse ciertas variaciones y matices dentro del paradigma tradicional. Una de estas variaciones, que se introdujo de manera prominente a inicios del siglo XX, responde al clásico debate de si los “grandes hombres” nacen o se hacen. La respuesta generalmente aceptada durante muchos siglos fue que los “grandes hombres” nacen, que aquellas características que tanto les interesó dilucidar a Plutarco y, dos mil años más tarde, a Bennis y asociados, son esencialmente innatas, lo cual explica la idea, largamente sostenida y aun no abandonada por muchos, y que es la base de los sistemas socio-políticos aristocráticos y monárquicos, de que una persona vale más o menos, moral y socialmente, de acuerdo con su linaje, la familia a la que pertenece y la sangre que corre por sus venas. La variante denominada “situacionalista” propuso, al contrario, que es la situación particular, el contexto social y político del momento, lo que lleva a determinados hombres a la cúspide de la pirámide social. Los proponentes contemporáneos de esta línea de pensamiento encuentran un interesante ejemplo en el caso de Winston Churchill, a quien la historia contemporánea reconoce como uno de los más grandes entre los “grandes hombres”. Aunque nació nieto del Duque de Marlborough y pertenecía, en consecuencia, a la más alta aristocracia británica, es probable que habría pasado al olvido político e histórico de no haberse dado dos ‘situaciones’: por un lado, el propio Churchill comenzó a advertir del peligro que representaba Hitler, desde principios de la década de 1930; y, por otro lado, los alemanes atacaron a Polonia en septiembre de 1939 y a Bélgica y Francia en mayo de 1940, haciendo inevitable el ascenso de Churchill, luego de muchos años de ocaso político, a la posición de Primer Ministro y a la conducción del pueblo británico en su heroica lucha contra Hitler. 19

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¡Cuán corta vista la de esos críticos que propalan y creen que los leños son el origen del fuego! No hay prueba más triste de la pequeñez de un hombre, que su carencia de fe en los grandes hombres. No hay síntoma más desconsolador en una generación, que su general ceguera para la luz espiritual y profesando tan solo fe hacia escombros amontonados. Es el postrer límite de la incredulidad. En todas las épocas de la historia, veremos que el hombre verdaderamente grande es el salvador indispensable de su época, el rayo sin cuya chispa jamás hubiera ardido el combustible, La historia del mundo, lo hemos dicho ya, es la biografía de los grandes hombres. 14 Y a fines del Siglo XX, dos siglos y medio luego de que publicara Carlyle, y casi dos mil años luego de que lo hiciera Plutarco, resulta notable encontrarse frente a exactamente el mismo propósito que persiguió este último -desentrañar el carácter de los hombres ilustres- por parte de Warren Bennis y sus coautores en Líderes: Las cuatro claves del liderazgo eficaz 15 y Las Claves del Liderazgo. 16

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Ibid., p. 25. Carlyle, Thomas, De los héroes, el culto de los héroes y lo heroico en la historia, México, DF, Editorial Océano de México, 1999. Ibid., p. 21. Bennis, Warren & Nanus, Burt, Líderes: las cuatro claves del liderazgo eficaz, Bogotá, Editorial NORMA, 1985. Bennis Warren, Spreitzer, Gretchen M. & Cummings, Thomas G., Las Claves del Liderazgo, Barcelona, Deusto, 2006.

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Sobre el tema de paradigmas y su permanencia o cambio, véase en especial Kuhn, Thomas S., La estructura de las revoluciones científicas, México, Fondo de Cultura Económica, 1971. Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, Madrid, Editorial Alianza, 1989, la primera obra de historia en la tradición intelectual de Occidente. Una muestra interesante de cómo había decaído la imagen pública de Churchill antes de que volviese a ser visto como un “gran hombre” puede encontrarse en un


Reconocidas estas variaciones sobre la “teoría de los grandes hombres”, no dejan de ser eso –variaciones- alrededor de una misma concepción esencial que, como quedó planteado más arriba, prioriza la prominencia, la influencia y el poder de aquella persona que hoy es descrita con el término “líder”.

Otra de las variantes sobre la teoría de los “grandes hombres” es la llamada teoría del “liderazgo transformador”, de la cual un importante expositor en el siglo XIX fue Ralph Waldo Emerson 20 y el proponente moderno más prominente es el historiador norteamericano James MacGregor Burns. 21 Esta corriente del paradigma tradicional asigna a los “grandes hombres” una responsabilidad moral por tratar de “mejorar” a sus semejantes a través de la formulación de ideales y objetivos “superiores” y, en especial en la propuesta de Emerson, de proporcionar ejemplos dignos de ser seguidos e imitados. Un interesante ejemplo en la tradición occidental de este denominado “liderazgo transformador” es el de Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, cuyo expreso propósito fue, precisamente, inducir a una “transformación” en las actitudes y los comportamientos de sus semejantes. Finalmente, bajo la guía del fundador de la sicología social, Kurt Lewin, surgió en la década de 1930 el denominado “contextualismo” que plantea que las figuras de autoridad o “líderes” pueden y deben ejercer su autoridad de manera autocrática o democrática, no por alguna predisposición en dirección a una u otra opción, sino de acuerdo a lo conveniente en el contexto específico de su accionar. 22 Reconocidas estas variaciones sobre la “teoría de los grandes hombres”, no dejan de ser eso –variaciones- alrededor de una misma concepción esencial que, como quedó planteado más arriba, prioriza la prominencia, la influencia y el poder de aquella persona que hoy es descrita con el término “líder”. Los situacionalistas simplemente plantean otra manera, diferente de la herencia biológica, a través de la cual el “gran hombre” llega a serlo; los proponentes del liderazgo transformador plantean un tipo de obligación especial para los “grandes hombres”, y los contextualistas introducen un elemento pragmático en el ejercicio de la condición del “gran hombre”, pero ninguna de estas variantes se aleja de la premisa esencial, que coloca en la cúspide de todo grupo humano, y reconoce como necesarias, a una o más figuras “superiores”.

Consecuencias del paradigma tradicional Bajo este esquema paradigmático tradicional, que todavía es el dominante en Occidente: ”líder” es alguien prominente e influyente que, en consecuencia de esas condiciones, formula visiones, guía, orienta, da direcciones, establece objetivos, protege, brinda respuestas

El paradigma tradicional tiene una serie de consecuencias sicológicas y socio-sicológicas negativas que en los términos de Thomas

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artículo acerca de la abdicación del Rey Eduardo VIII publicado en la revista TIME en diciembre de 1936: según dicho artículo, uno de los pocos que apoyaban al monarca durante la crisis que generó su decisión de abdicar fue “el oportunista político Winston Churchill.” Emerson, Ralph Waldo, De los héroes: Hombres representativos, México, Edit. Océano, 1999. Burns, James MacGregor, Leadership, New York, Harper Colophon, 1978. Lewin, Kurt, & Lippitt, Ronald,” An Experimental Approach to the Study of Autocracy and Democracy: A Preliminary Note”, Sociometry, Vol. 1, 1938, pp. 292-300.


Kuhn23 justifican cuestionarlo. Entre dichas consecuencias negativas, las más serias son el desestímulo al desarrollo de altos niveles de madurez y la consecuente generación de relaciones poco saludables de dependencia respecto de figuras de autoridad como padres y madres, profesores, sacerdotes, autoridades políticas, empleadores, etc.

sumisión, recogidas de manera dramática por el título de Fromm, El miedo a la libertad que es típica de seres inseguros de sus propias capacidades y virtudes y temerosos frente a los desafíos de la vida. Con referencia a los sistemas autoritarios que se establecieron en Italia a partir de 1923 y en Alemania a partir de 1933, dice Fromm, en este importantísimo libro:

El paradigma tradicional, hoy típicamente expresado con los términos “líder” y “liderazgo”, tiene una serie de consecuencias sicológicas y socio-sicológicas negativas que en los términos de Thomas Kuhn 24 justifican cuestionar dicho paradigma y abrirse a la perspectiva de encontrar uno mejor. Entre dichas consecuencias negativas, las más serias son el desestímulo al desarrollo de altos niveles de madurez y la consecuente generación de relaciones poco saludables de dependencia respecto de figuras de autoridad como padres y madres, profesores, sacerdotes, autoridades políticas, empleadores, etc. Para explicar estas consecuencias, es necesario primero establecer en qué consiste la madurez humana. La visión generalmente aceptada durante varias décadas a partir de mediados del Siglo XX fue que una persona ‘madura’ es una persona sicológicamente independiente, capaz de formular sus propios juicios y de reestablecer sus propios equilibrios interiores. Entre los más importantes proponentes de esta visión se encuentran Erich Fromm 25 y Eric Erikson 26. Sin menospreciar la importancia de la independencia sicológica, en 1988 Carol Gilligan agregó un segundo elemento, la apertura hacia y el respeto por los demás. 27 Combinando las propuestas de Fromm y Erikson, de un lado, y de Gilligan del otro, llegamos a la visión, cada vez más generalmente aceptada, de que la madurez humana consiste en la presencia simultánea de ambos elementos: fuerza e independencia sicológica y apertura hacia y reconocimiento de ‘el otro’. El paradigma tradicional que venimos examinando respecto de aquello que hoy típicamente es expresado con los términos “líder” y “liderazgo” no ofrece estímulos adecuados al desarrollo de una mayor madurez, entendida en los términos de Fromm, Ericsson y Gilligan. Al contrario, al enfatizar la importancia y hasta la necesidad de aquellos seres “superiores” a los que, según Carlyle, los demás debemos someternos, esta concepción tradicional tiende a generar actitudes de dependencia y, en el extremo, de 23 24 25 26 27

Favor ver la Nota 14. Favor ver la Nota 14.

Fromm, Erich, El arte de amar, Barcelona, Paidós, 1980, y El miedo a la libertad, Barcelona, Paidós, 1989. Erikson, Erik H., Adulthood, New York, W.W. Norton & Company, 1978. Gilligan, Carol, “Adolescent Development Reconsidered”, en Carol Gilligan, Janie Victoria Ward & Jill McLean Taylor, eds. Mapping the Moral Domain, Cambridge, Harvard University Press, 1988, pp. vii a xxxix.

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En un principio, muchos hallaban algún aliento en la creencia de que la victoria del sistema autoritario se debía a la locura de unos cuantos individuos y que, a su debido tiempo, esa locura los conduciría al derrumbe. Otros se satisfacían con pensar que al pueblo italiano, a al alemán, les faltaba una práctica suficiente de la democracia, y que, por lo tanto, se podía esperar sin ninguna preocupación el momento en que esos pueblos alcanzaran la madurez política de las democracias occidentales. Otra ilusión común, quizá la más peligrosa de todas, era el considerar que hombres como Hitler habían logrado apoderarse del vasto aparato del Estado solo con astucias y engaños; que ellos y sus satélites gobernaban únicamente por la fuerza desnuda y que el conjunto de la población oficiaba de víctima involuntaria de la traición y del terror. En los años que han transcurrido desde entonces, el error de estos argumentos se ha vuelto evidente. Hemos debido reconocer que millones de personas, en Alemania, estaban tan ansiosas de entregar su libertad como sus padres lo estuvieron de combatir por ella; que en lugar de desear la libertad buscaban caminos para rehuirla; que otros millones de individuos permanecían indiferentes y no creían que valiera la pena luchar o morir en su defensa. También reconocemos que la crisis de la democracia no es un problema peculiar de Italia o Alemania, sino que se plantea en todo Estado moderno. Bien poco interesan los símbolos bajo los cuales se cobijan los enemigos de la libertad humana: ella no está menos amenazada si se la ataca en nombre de antifascismo o en el del fascismo más descarado. Esta verdad ha sido formulada con tanta eficacia por John Dewey, que quiero expresarla con sus mismas palabras: ‘La amenaza más seria para nuestra democracia –afirma- no es la existencia de los Estados totalitarios extranjeros. Es la existencia en nuestras propias actitudes personales y en nuestras propias institucio-


nes de aquellos mismos factores que en esos países han otorgado la victoria a la autoridad exterior y estructurado la disciplina, la uniformidad y la dependencia respecto de El Líder. Por lo tanto, el campo de batalla está también aquí: en nosotros mismos y en nuestras instituciones.’ 28 La tendencia a generar un menor antes que un mayor desarrollo sicológico de las personas conlleva dos consecuencias directas: primero, una mermada capacidad en esas personas para encontrar bienestar sicológico y emocional, tanto interior como en sus relaciones de amor y de amistad, tema que Fromm analiza brillantemente en su obra El arte de amar; y segundo, una apertura casi ilimitada de oportunidades para el “líder” social o político que, como lo plantea Heifetz, ofrece “respuestas fáciles” y engatusa a grandes masas inmaduras y dependientes con falsas promesas de redención, horizontes amplios y solución a todos sus problemas. De esta penosa consecuencia se han visto aquejadas en el pasado, y se ven aquejadas aún hoy, muchas sociedades en el mundo entero, incluidas varias en nuestra propia América Latina. Claramente, la una consecuencia es factible solamente en cuanto lo es la otra, y ambas nacen de una misma realidad esencial: el subdesarrollo sicológico y emocional de una masa crítica de miembros de una sociedad que, en consecuencia de ese subdesarrollo, permanecen en incapacidad para liberarse tanto de sus propias angustias y limitaciones como de la tentación de entregarse a falsos mesías.

El nuevo paradigma que propone Ronald Heifetz Frente al tradicional paradigma, que enfatiza la prominencia, la influencia y el poder del “líder” y tiende a generar rebaños de seguidores débiles y dependientes, Ronald A. Heifetz ha propuesto una luminosa alternativa. 29 Esta propuesta teórica de Heifetz parte de una distinción conceptual de enorme significación, entre dos tipos de situaciones: (i) los que denomina “problemas técnicos”, que constituyen motivos de desequilibrio personal o social cuyas causas son bien conocidas, para las cuales existen soluciones también conocidas y ya aplicadas muchas veces, las cuales constituyen trabajo técnico que puede ser realizado por expertos ajenos al problema en sí; versus (ii) los que Heifetz denomina “desafíos adaptativos” que, exactamente al contrario, constituyen motivos de desequilibrio personal o social cuyas causas son poco conocidas o, incluso, no son conocidas, para las cua28 Fromm, Erich, El miedo a la libertad, Barcelona, Paidós, 1947, pp. 26-27. La cita de John Dewey viene de Freedom and Culture, Londres, Allen & Unwin, 1940, traducción castellana Libertad y Cultura, Rosario, Ed. Rosario, 1946. 29 Heifetz, op. cit.

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les tampoco existen soluciones conocidas, y ante las cuales no es factible buscar que algún “experto” ajeno al problema en sí lleve a cabo algún tipo de trabajo técnico. Un buen ejemplo de un “problema técnico” es la fractura de un hueso. Es un problema que ha sucedido cientos de millones de veces en el pasado, que puede ser diagnosticado con gran precisión, en todos sus detalles, a través de radiografías y otros exámenes, para el cual existe un repertorio de posibles soluciones también aplicadas cientos de millones de veces en el pasado, y –lo que probablemente es más importante- pueden ser aplicadas, en cada caso específico, por un experto a quien la persona que sufre del problema se lo entrega para que esa otra persona experta le encuentre o brinde una solución. Un buen ejemplo del segundo tipo de situación, que Heifetz denomina un “desafío adaptativo” es lo que llamamos un “corazón roto”. ¿Quién de nosotros no ha pasado por esa experiencia? Y, en consecuencia, ¿quién de nosotros no tiene claro que, cuando se la enfrenta, no se tiene claro el problema, no se tiene claro ningún repertorio de posibles “soluciones” o “respuestas fáciles” y, peor aún, que no existe ningún “experto” a quien pudiésemos encomendar ese corazón roto para que lo cure por nosotros?

Resulta útil entender el liderazgo como (…) una actividad, la actividad de un ciudadano de cualquier condición, que moviliza a personas para que hagan algo (…) socialmente útil, que es (…) movilizar trabajo adaptativo. 31

“Movilizar trabajo adaptativo”: así es cómo Heifetz propone que debe concebirse el rol del “líder”. No dar respuestas, brindar soluciones o señalar el camino, sino estimular, “motivar, organizar, orientar y focalizar la atención” 32, apoyando a quienes enfrentan un desafío adaptativo, generador de desequilibrio, a buscar la resolución de los conflictos internos y relacionales que éste conlleva y, en consecuencia, reestablecer su propio equilibrio, no prescindiendo del apoyo que pueden brindar las figuras de autoridad (los líderes o “movilizadotes”), pero tampoco cayendo en la servil y desmoralizadora dependencia que tan fácilmente resulta de la aplicación del paradigma tradicional. Este medular concepto de “movilizar trabajo adaptativo” puede ser mejor entendido con un ejemplo del propio Heifetz: En esta concepción, lograr que la gente clarifique qué temas importan más, en qué equilibrio, con qué intercambios, pasa a ser una tarea central. En el caso, por ejemplo, de una industria local que contamina el río, la gente quiere agua pura, pero también puestos de trabajo. Los intereses de la comunidad y de la empresa (…) se superponen y colisionan. (…) El liderazgo exige que se orquesten estos conflictos entre y dentro de las partes interesadas (…). Una cuestión estratégica crítica en sí misma (…) es la de quiénes deben participar en las deliberaciones. La estrategia se inicia con el interrogante de qué interesados tienen que adaptar ciertos modos de actuar para que se progrese hacia la solución, ¿Cómo se pueden ordenar en el tiempo los asuntos en disputa, o fortalecer los vínculos que mantienen juntos a los implicados, como una comunidad de intereses, de modo que soporten el estrés de la resolución del problema?

Frente a los problemas técnicos, Heifetz plantea que es totalmente válido buscar “expertos” técnicos que propongan y proporcionen las soluciones más apropiadas. Si un vehículo no arranca, se busca a un mecánico que lo repare. Si la luz no enciende, se busca a un electricista que la arregle. Si nos rompemos un hueso, nos ponemos en manos de un traumatólogo para que nos cure. Pero frente a los desafíos adaptativos Heifetz plantea que el reestablecimiento del equilibrio personal y/o social solo puede ser logrado a través de lo que él denomina “trabajo adaptativo”, que describe así: El trabajo adaptativo es el aprendizaje requerido para abordar los conflictos entre los valores de las personas, o para reducir la brecha entre los valores postulados y la realidad que se enfrenta. El trabajo adaptativo requiere un cambio de valores, creencias o conductas. La exposición y orquestación del conflicto –de las contradicciones internas– en los individuos y en los grupos potencian la movilización de las personas para que aprendan nuevos modos de actuar. 30

Para clarificar una situación compleja de este tipo, se necesitan muchos puntos de vista, cada uno de los cuales ha de añadir una pieza al rompecabezas. Para clarificar una visión hay que realizar un examen de la realidad,

Sobre la base conceptual recién enunciada, Heifetz coloca la esencia de su propuesta teórica:

30

31 32

Ibid., p. 49.

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Ibid., pp. 47-49. Ibid., p. 45.


pero ese examen no es un proceso exento de valores. Los valores se conforman y perfilan en la fricción con problemas reales, y las personas interpretan sus problemas en función de los valores que sustentan. Diferentes valores arrojan luz sobre distintas oportunidades y facetas de una situación. La consecuencia es importante: la inclusión de perspectivas axiológicas competitivas puede ser esencial para el éxito adaptativo. A largo plazo, un contaminador industrial fracasará si desatiende los intereses de su comunidad. (…) A la inversa, la comunidad puede perder su base económica si pasa por alto los intereses de su industria. Lo importante en este caso es proporcionar una guía para la elaboración de metas y estrategias. Al elegir el trabajo adaptativo como guía, no consideramos solo los valores que la meta representa, sino también la capacidad de esta meta para movilizar a las personas de modo que enfrenten y no eviten la cruda realidad y los conflictos. La tarea más difícil y valiosa del liderazgo puede ser la de diseñar una estrategia que promueva el trabajo adaptativo. 33 La última frase de esta larga cita merece ser repetida: “La tarea más difícil y valiosa del liderazgo puede ser la de diseñar una estrategia que promueva el trabajo adaptativo”. ¿En qué puede consistir “una estrategia que promueva el trabajo adaptativo”? Nuevamente, citemos al propio autor: Si definimos los problemas por la disparidad entre los valores y las circunstancias, un desafío adaptativo es un tipo particular de problema en el que la brecha no se puede cerrar mediante la aplicación del conocimiento operativo corriente a la conducta de rutina. Para progresar, no solo es necesario que la invención y la acción cambien las circunstancias a fin de armonizar la realidad con los valores, sino que quizá los valores mismos tendrán que cambiar. El liderazgo no consiste en respuestas o visiones seguras sino en actuar para clarificar los valores. Plantea preguntas como las siguientes: ¿Qué nos falta aquí? ¿Hay valores en conflicto que suprimimos en lugar de aplicarlos a nuestra comprensión del problema que tenemos entre manos? ¿Hay valores 33

Ibid., pp. 50-51.

compartidos que permitirán el intercambio entre opiniones enfrentadas? Una capacidad adaptativa permeable requiere una mezcla rica de valores y en evolución que de forma al proceso social de examen de la realidad. Requiere un liderazgo que encienda y contenga las fuerzas de la invención y el cambio, y que impulse el paso siguiente. 34

En la segunda parte del libro que venimos citando, Heifetz presenta un imaginativo conjunto de principios metodológicos a través de los cuales propone ejercer ese “liderazgo que encienda y contenga las fuerzas de la invención y el cambio”, que incluyen: la construcción y el mantenimiento de una relación de confianza y de trabajo conjunto entre líder y liderado, que describe como un “ambiente contenedor” 35 (término prestado de la sicoterapia), relación que destierra por completo el concepto de “seguidores”; la regulación de los niveles de malestar 36 a partir del reconocimiento de que si éste es muy bajo no se va a dar trabajo adaptativo, pero si se eleva a niveles demasiado altos, tampoco se va dar, y puede más bien provocarse una “huída hacia la autoridad”; 37 el acceso a y el manejo adecuado de flujos de información; 38 la dirección de la atención hacia aquellos temas que las personas están dispuestas a afrontar antes que a evitar; 39 la denominada “orquestación” de los conflictos; 40 , la “protección de las voces de liderazgo en la comunidad” 41, que con frecuencia son voces disidentes que la autoridad tradicional trata de silenciar, y la “modulación de las provocaciones”, 42 todo ello enmarcado dentro de un principio esencial, que Heifetz describe como “volver a poner el trabajo en manos de la gente”. 43 Un análisis pormenorizado de este brillante conjunto de propuestas metodológicas rebasaría los límites de este ensayo, pero es fundamental reconocer que Heifetz no se limita al mero planteamiento de una nueva visión paradigmática del liderazgo, sino que, además, ofrece muy valiosas contribuciones para quien decida asumir el enorme pero luminoso desafío de abandonar el tradicional camino de pretender dar respuestas fáciles e intente, más bien, movilizar el trabajo adaptativo de otros.

Las implicaciones del nuevo paradigma 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43

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Ibid., pp. 65-66. Ibid., pp. 151-162 Ibid., pp. 178 y 192-194. Ibid., pp. 106-109. Ibid., pp. 151 y 167-170. Ibid., pp. 151 y 162-163. Ibid., pp. 152 y 167-170. Ibid., pp. 198-199. Ibid., pp. 275-301. Ibid., pp. 178 y 196-198.


Comento las implicaciones de la propuesta de Heifetz desde cuatro perspectivas diferentes: (i) la sicológica individual desde el punto de vista de quienes enfrentan desafíos adaptativos; (ii) la sicológica individual desde el punto de vista de quien tiene alguna forma de autoridad; (iii) la socio-sicológica, socio-política y de ética social y (iv) una cuarta que he denominado de coherencia paradigmática. Desde una perspectiva sicológica individual, primero desde el punto de vista de quienes enfrentamos desafíos adaptativos, la propuesta de Heifetz es profundamente atractiva porque plantea, de manera evidente, la generación de aquella mayor independencia sicológica y, a partir de ésta, aquella mayor apertura hacia ‘el otro’ que, como vimos más arriba, constituyen la esencia de la madurez humana. Todo el énfasis de Heifetz en que las figuras de autoridad estimulen, motiven y apoyen a las personas a que enfrenten, y las personas, a su vez, asuman sus propios desafíos adaptativos, en lugar de la perspectiva de respuestas y soluciones de parte de las figuras de autoridad, según el paradigma tradicional, es evidentemente coherente con el empoderamiento, la independización y la maduración de esas personas. Pero, podrá preguntar alguien, ¿Qué tiene de importante o positiva la madurez? Como plantea Fromm, 44 ésta es positiva, para la persona individual porque, si la logra en alguna sustancial medida, surte dos efectos: primero, libera a la persona de las angustias y de los sufrimientos que resultan del sentido de insuficiencia sicológica y de consecuente inseguridad; y, segundo, le hace capaz de amar. Verse libre del sentido de insuficiencia y de inseguridades personales es verse libre de las causas principales por las que, precisamente, se busca seguridad en relaciones malsanas y destructivas de dominio y sumisión. Y ser capaz de amar (no necesitar ser amado o amada, sino ser capaz de dar amor y de establecer relaciones mutuas de amor) es la base esencial para lograr la mayor fuente de satisfacción y de bienestar emocional que puede alcanzar un ser humano. Desde la perspectiva sicológica personal, pero ahora desde el punto de vista no de los “liderados” sino el de los prospectivos “líderes”, la propuesta de Heifetz es también profundamente atractiva porque plantea un ejercicio mucho más constructivo de la autoridad y de la influencia que el que está implícito en el paradigma tradicional. Este último tienta a toda persona que adquiere autoridad, sea formal o informal, como padre o madre, profesor, empleador, médico, policía, sicoterapeuta, a que ejerza esa autoridad de manera que aumente su prominencia, influencia y poder. El nuevo paradigma que propone Heifetz invita a quien tiene autoridad a resistir la tentación de “dar respuestas fáciles” y a actuar bajo la premisa de que, al contrario, “Las 44

La fuente más clara de este argumento de Fromm es El arte de amar, op. cit., sin perjuicio de que pueden encontrarse elaboraciones sobre el mismo en diversas otras obras del mismo autor.

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respuestas están en ti”, que es igualmente válida para un padre frente a un hijo adolescente, una profesora frente a una estudiante, o un sicoterapeuta frente a un paciente. Tercero, desde una perspectiva socio-sicológica, sociopolítica y de ética social, la propuesta de Heifetz es también extremadamente atractiva por dos motivos. Primero, libera al liderazgo de su secuestro tradicional en solo las cúpulas de las estructuras sociales. Definido el liderazgo como “una actividad, la actividad de un ciudadano de cualquier condición”, 45 adquiere especial interés el siguiente comentario del propio Heifetz: En lugar de definir el liderazgo como una condición de autoridad en una estructura social o como un conjunto personal de características, quizá nos resulte mucho más útil definirlo como una actividad. 46 Esto permite entender el liderazgo en múltiples posiciones de la estructura social. Se puede liderar tanto siendo presidente como empleado de oficina. De este modo también se permite el empleo de una variedad de aptitudes, en virtud de las demandas de la cultura y la situación. Las aptitudes personales son recursos para el liderazgo que se aplican de distinto modo en diferentes contextos. 47 No es, plantea Heifetz, solo desde los ápices de las pirámides sociales, desde las posiciones de prominencia características de las élites o los “guardianes de la sociedad” que se puede realizar “la movilización de las personas para que aprendan nuevos modos de actuar.” Al contrario, es una actividad que puede ejercer cualquiera de nosotros, sin que necesariamente medie una jerarquía organizacional o social. Frente a todo el cúmulo de agobiantes desafíos adaptativos que enfrentan todas las sociedades humanas, resulta fuente de especial optimismo la posibilidad de que seamos miles, millones, cientos de millones de nosotros, cada quien en su ámbito y dentro de los límites que coloquen las circunstancias, quienes movilicemos el trabajo adaptativo necesario. El segundo motivo por el cual es atractiva la propuesta de Heifetz desde la perspectiva de la ética social es que su aplicación favorecerá la posibilidad de que los miembros del grupo dentro del cual se aplique asuman, por convicción y propia iniciativa, antes que por obligación impuesta por otros, las responsabilidades y los respectos que maximizan la funcionalidad de la sociedad. La movilización del trabajo adaptativo, con su alto contenido de reflexión y de 45 46 47

Favor ver la Nota 31. El énfasis se encuentra en el original. Heifetz, op. cit., pp. 45-46.


aprendizaje, constituye un camino claramente más efectivo hacia que los grupos humanos estén compuestos de personas altamente responsables y respetuosas que el paradigma tradicional. Por último, por “coherencia paradigmática” me refiere al mayor o menor grado en el cual una persona, un grupo o toda una sociedad viven bajo paradigmas dominantes que son coherentes entre sí. Planteo, primero, que un mayo nivel de coherencia paradigmática es más sano, tanto en términos sicológicos individuales como en términos socio-sicológicos que la “incoherencia paradigmática”, pues la primera permite la integración de valores, objetivos y acciones, tanto en el nivel personal como en el social, mientras la segunda dificulta esa integración, generando tensiones de muy difícil manejo. Dicho esto, creo también que puede argumentarse razonablemente que la propuesta teórica de Heifetz y su corolario son mucho más coherentes que el paradigma tradicional con los “principios de liberalismo económico, democracia política, autonomía religiosa e individualismo en la vida personal” 48 que han sido y son centrales al desarrollo intelectual e institucional de Occidente en los últimos tres siglos. En tal virtud, puede también defenderse el argumento de que la adopción consciente del paradigma propuesto por Heifetz y el consecuente abandono del paradigma tradicional contribuirán a un mayor nivel de coherencia paradigmática, y a los beneficios sicológicos y socio-sicológicos que ésta trae, en aquellas sociedades, incluidas las de América Latina, en las que ya están establecidos como paradigmas dominantes los derechos del individuo, la democracia política, la autonomía religiosa y el liberalismo económico.

también tiene que sobrellevar los riesgos, los costos y los frutos de la responsabilidad compartida y la participación cívica. 49 Y ante la posibilidad de que estos desafíos resulten demasiado grandes, Heifetz nos dice que: No solo aprendemos, sino que también podemos dirigir nuestro aprendizaje. Creamos ricas culturas que transmiten lo que sabemos y también enseñan a adquirir nuevos conocimientos. Podemos dar a los otros lecciones de todo tipo que no están en nuestros genes. La naturaleza nos ha dotado con la capacidad de reflexionar sobre nuestros problemas y cambiar nuestras respuestas a ellos. (…) Tenemos nuevas aspiraciones que generan nuevos conjuntos de oportunidades y problemas. No solo tenemos visión, sino también capacidad para analizar lo que vemos. Podemos incluso moderar nuestras visiones. 50

La adopción consciente de este nuevo paradigma constituye, en sí, un fascinante desafío adaptativo. Para citar una vez más a Heifetz: La transformación de una relación de dominio o de autoridad habitual en un contrato social no es un acontecimiento nimio, sino revolucionario. Incluso la idea misma de que esa transformación puede lograrse supuso un importante desarrollo intelectual. (…) Es posible que el concepto del contrato social sea una piedra angular de la democracia, pero la democracia no se logra tan fácilmente en vista de nuestra inclinación a volvernos a la autoridad con ojos expectantes. En parte, la democracia requiere que el ciudadano medio tome consciencia de que él es en realidad el líder, y aquellos a los cuales él otorga poder son sus agentes. El ciudadano medio 48

Fromm, El miedo a la libertad, op. cit., p.25.

49 Heifetz, op. cit., pp. 100-101 50 Ibid., p. 59.

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Liderazgo y líderes en la costa ecuatoriana: diversidad cultural y homogenización política.

Gaitán Villavicencio

Profesor de la Universidad de Guayaquil y Universidad Católica Santiago de Guayaquil; y, Consultor/Investigador de la Corporación de Estudios RegionalesGuayaquil-CER-G.

“ ...por desgracia, si hay algo que la experiencia histórica les ha enseñado a los historiadores es que, al parecer, nadie aprende nunca nada de ella. Sin embargo, debemos seguir intentándolo” Eric Hobsbawm

La preocupación medular de los estudios sobre élites es la de conocer y explicar la composición y funcionamiento del poder en una sociedad específica y en una época determinada. Este trabajo de investigación apunta a presentar un esbozo, sobre cómo se han conformado y funcionado las élites de la costa ecuatoriana del último medio siglo, cómo construyeron su hegemonía e identidad, cómo han expresado su función social de domonación sobre el resto de grupos y clases sociales y manejado el poder en general. Se rescatan las historias regional-locales y sus contextualizaciones, de las cuatro provincias, pero solamente en su dimensión-función política, pero de gran importancia y protagonismo en un continente tempranamente urbanizadodo como el nuestro, inclusive hasta en la actualidad por sus manejos clientelares y comportamientos autoritarios. 112


I.

A manera de introducción.

En la historia política y social de la formación social ecuatoriana, no sólo desde la perspectiva de la historiografía la cual siempre ha actuado como ideología y falsa conciencia- sino también desde la historia, tomada como ciencia y reflexión sobre el pasado para el presente-aprendiendo a aprender de la experiencia histórica-, en la dimensión de la Escuela de los Anales con Fernand Braudel y del siempre recordado Marc Bloch, encontramos referentes teóricos y metodológicos importantes como información y pautas para los estudios sobre las élites y el poder. En este sentido, la preocupación medular de los estudios sobre las élites es la de conocer y explicar la composición y funcionamiento del poder en una sociedad específica y en una época determinada. Desde la historia oficial, se identifica a las élites a partir de consideraciones racistas o morales; o desde el “Olimpo” de los héroes que nos han traído “a los de abajo”, el pueblo llano, el progreso y la libertad. Pero también desde otros imaginarios sociales se las percibe por su posición de superioridad indiscutible y por una áurea de predestinación social. Estas visiones, lamentablemente, son subjetivas, erradas y falaces, ya que parten de pensamientos casi prelógicos y, porque no calificarlos, de prejuicios ya que se han construidos sin tener en cuenta los datos concretos de la realidad y los procesos históricos y políticos, que se han producido territorial y temporalmente en una sociedad concreta. En esta perspectiva, Leonor Ludlow, profesora de la UNAM, resumidamente destaca que la élite (o las élites) como minoría en una sociedad histórica establece unas relaciones asimétricas con las clases subalternas, ya que goza de un prestigio y de privilegios especiales que tienen un valor y un reconocimiento socialmente aceptados. Su dominación deriva de la función que desempeñan, por eso la diferencia de papeles o roles que asumen en su momento histórico. Las élites se definen a partir de su postura de privilegio, imbricación de intereses y de dominio social en el contexto nacional o en las dimensiones regional-locales. Este trabajo de investigación apunta a presentar una suerte de fresco renacentista, por su elaboración y detalles, sobre cómo se han conformado y funcionado las élites de la costa ecuatoriana del último medio siglo (1950 a 2009), cómo construyeron su hegemonía e identidad, cómo han expresado su función social de dominación sobre el resto de los grupos y clases sociales y manejado el poder en general. Para lo cual rescataremos las historias regional-locales y sus contextualizaciones, de las cuatro provincias tradicionales, pero solamente en su dimensión-función política. La extensión fijada para este trabajo no nos permite es-

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…. presentar el accionar de los líderes políticos costeños en lo relacionado a la caracterización de sus visiones y formas del ejercicio del poder; y, la diferenciación y homogenización política de éstos en referencia al sistema político vigente y al ejercicio cotidiano del poder del Estado, para que nos ayuden a “comprender el presente por el pasado” y, correlativamente, “comprender el pasado por el presente” como lo resalta Marc Bloch.


El reino político no es un reino de santos. Un político ha de abrazar la ética del fin último y la de la responsabilidad, y debe sentir pasión por su advocación y ser capaz de distanciarse él mismo de la materia de sus esfuerzos (los gobernados).

tudiar otras características y fracciones de la clase dominante, que pensamos en algún momento se deberá hacerlo, como es el caso de las élites económicas, militares, intelectuales-profesionales liberales y de los productores de información y de los medios de comunicación, élites de gran importancia y protagonismo en un continente tan tempranamente urbanizado como el nuestro. En este trabajo investigativo, y para el debate académico y político, queremos desde la observación y el análisis histórico ir al retorno del sujeto, pero más allá del individuo y su prosapia forjada por la historiografía oficial, recuperando al sujeto social e histórico que nos permita recobrar las memorias colectiva e histórica en la acepción de Maurice Halbwachs, para presentar lo que los alemanes denominan el ZEITGEIST cuya traducción al español es “el espíritu de la época”, en particular destacando los modos de vivir y pensar de la política y lo político (como lo define Nicos Poulantzas) que desde la praxis han impulsado las élites políticas de la costa en el último medio siglo. Por ello intentamos centrar este estudio de la sociedad ecuatoriana en uno de sus aspectos particulares, como es dentro de la estructura de la clase dominante presentar el accionar de los líderes políticos costeños en lo relacionado a la caracterización de sus visiones y formas del ejercicio del poder; y, la diferenciación y homogenización política de éstos en referencia al sistema político vigente y al ejercicio cotidiano del poder del Estado, para que nos ayuden a “comprender el presente por el pasado” y, correlativamente, “comprender el pasado por el presente” como lo resalta Marc Bloch.

II.

Precisión de algunos elementos teóricos y metodológicos para estudiar los liderazgos y líderes regionales y locales costeños.

Según Ricardo Feliu Martínez, “A lo largo de la historia de las ciencias sociales se ha intentado responder a las preguntas de cómo, por qué y quiénes ocupan las posiciones dominantes en la sociedad. Las respuestas han dado lugar a conceptos como clase dominante, clase dirigente, la élite de poder, clase capitalista, etc. Tal variedad no impide que nos centremos en lo que aquí nos interesa: el estudio de aquellas situaciones de máxima ventaja en la distribución social del poder. Sin embargo, conviene tener en cuenta que dichos conceptos no son neutros, ya que cada uno de ellos posee sus propias connotaciones y está vinculado a unos análisis y a un trasfondo teórico propios y particulares que conviene siempre tener presentes”. José Luis de Imaz, destacado sociólogo argentino autor de la conocida obra “Los que mandan”, realizó este estudio sociológico sobre los grupos dirigentes argentinos, que

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comprende el período desde 1936 hasta 1965. Para los miembros de la clase dominante, analiza los antecedentes, origen familiar, nivel económico social, tipo de educación recibida y carreras que han realizado las personas que, por estar al frente de las máximas instituciones representativas de cada sector, han tenido la responsabilidad de la conducción en las distintas actividades del país. A través del mismo, y sobre la base de una muestra estadísticamente representativa del grupo de dirigentes, de Imaz examina las diversas modalidades que ha tenido la selección de esos dirigentes. Luego de ese trabajo paciente, estrictamente técnico y metodológicamente depurado, el autor llega a la conclusión de que no existe una clase dirigente en la Argentina, único juicio de valor que, conscientemente, introduce en la obra al señalar que “No hay una clase dirigente auténtica, aunque haya muchos que mandan individual y aisladamente, cuando no de un modo excluyente y contrapuesto”. La sociología del poder y la dominación, que la impulsa decididamente de Imaz, se articula a la tradición teórica desarrollada, inicialmente, por Max Weber, Vilfredo Pareto, Robert Michels, Gaetano Mosca y Antonio Gramsci, y, posteriormente, por los sociólogos norteamericanos contestatarios y radicales como Thorstein Veblen, David Reisman y Charles Wright Mills. Todos ellos relacionan de manera explícita y manifiesta las relaciones entre los políticos, militares y élites económicas, conformando una comunidad de intereses por encima de la heterogeneidad real que las caracteriza, tanto en la identidad de pertenencia, procesos de socialización, formas de intercambio social como a lo relacionado a la cultura patrimonialista y vinculaciones corporativas. Aunque no existe una acepción unívoca sobre el concepto de “élite”, como lo destacan muchos autores, puede decirse que éste conlleva siempre las nociones de minoría y de superioridad. Como lo ha observado Juan Linz, “Todas las definiciones de élite implican la idea de una minoría, de pequeños números, de gente distinguida de los grandes números de una sociedad sobre la base de tener una distinta cantidad y/o cualidad de características”. En este sentido, el término élite significaría únicamente que los individuos a los grupos están dispuestos jerárquicamente en una escala, con determinadas posiciones vértices, y su empleo adoptaría una forma rigurosamente “neutral”; esto es, una significación puramente descriptiva de un referente empírico sujeto a observación y medida. Lo cual no compartimos, ya que al respecto siempre se producirán juicios de valor y expresiones de posturas políticas, ya que se hace referencia explícita a la construcción social del poder y, a la contrapartida, que son las clases subordinadas.

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Según Wikipedia, dentro de la sociología de las políticas y gobierno, el ensayo más significativo de Max Weber es probablemente La política como vocación. En él, Weber revela la definición de estado que se ha convertido tan importante en el pensamiento social occidental: el estado es la entidad que posee el monopolio sobre el legítimo uso de la fuerza física. La política se debe entender como cualquier actividad a la que puede dedicarse el estado para influir sobre la distribución relativa de fuerza. La política, por tanto, se deriva del poder. Un político no debe ser un hombre de la ética cristiana verdadera, entendida por Weber como la ética del Sermón de la Montaña, es decir, la de ofrecer la otra mejilla. Alguien partidario de tal ética debería ser considerado como un santo, ya que son únicamente los santos, según Weber, los que la siguen apropiadamente. El reino político no es un reino de santos. Un político ha de abrazar la ética del fin último y la de la responsabilidad, y debe sentir pasión por su advocación y ser capaz de distanciarse él mismo de la materia de sus esfuerzos (los gobernados). Weber distinguía tres tipos puros de liderazgo político, dominación y autoridad: dominación carismática (familiar y religiosa), dominación tradicional (patriarcas, patrimonialismo, feudalismo), y dominación legal (ley y estado moderno, burocracia). Según su punto de vista, cada relación histórica entre gobernantes y gobernados contiene elementos que pueden ser analizados en base a esta distinción tripartita. Además, afirma que la inestabilidad de la autoridad carismática inevitablemente lleva a la fuerza a rutinizarse en una forma más estructurada de autoridad. Del mismo modo, asegura que en un tipo puro de regla tradicional, una resistencia al maestro suficiente puede llevar a una revolución tradicional. Por ello, alude a un movimiento inevitable hacia una estructura racional-legal de la autoridad, utilizando una estructura burocrática. Así, esta teoría puede ser vista en ocasiones como una parte de la teoría social evolucionista. Ésta enlaza con su concepto más amplio de racionalización sugiriendo la inevitabilidad de un movimiento en esta dirección. Max Weber formuló una teoría de tres componentes de estratificación, cuyos componentes conceptuales son una clase social, un estatus y un partido político. La clase social se basa en la relación con el mercado determinada económicamente (nivel económico). El estatus se basa en cualidades no económicas, como el honor, el prestigio o la creencia religiosa. El partido hace referencia a las afiliaciones de carácter político. Estas tres dimensiones tienen consecuencias en lo que Weber denominó oportunidades vitales. Sucintamente debemos recordar, que para Vilfredo Pareto las masas son incapaces de autogobernarse. Siempre, en la historia, han gobernado las “minorías selectas” (escuela


Robert Michels … Las masas necesitan liderazgo y están contentas de que otros se ocupen de sus asuntos. Además, son políticamente incompetentes e indiferentes y es fácil embaucarlas y engañarlas. El pueblo como colectividad nunca podrá gobernarse a sí mismo.

del elitismo político). Plantea a las élites desde una doble acepción, por un lado desde la sociedad, ya que está definida y constituida por los mejores elementos de la misma; por otro lado desde el Estado, en el sentido de quienes gobiernan. Confunde la élite del poder con las funcionales. Propone el carácter inevitable de la desigualdad social y de la dominación de la masa por una minoría selecta. Pone en entredicho el papel del “Estado social de derecho” en la resolución de la cuestión social, propuestas que el fascismo acogió como principios programáticos y políticos. Así mismo, definió la ley de circulación de las élites o minorías gobernantes, a partir de los siguientes principios: •

Existe un incesante movimiento de circulación de las élites, siempre aparecen y desaparecen elites que se turnan en el gobierno de las naciones. No siempre es hereditaria.

Los miembros de las elites surgen de las clases inferiores, ascienden a estratos superiores y luego decaen, son aniquilados o desaparecen.

La Historia de la humanidad es la Historia de la circulación y transformación de las elites (“La Historia es la tumba de las aristocracias”, decía). Plantea la existencia de un determinismo social.

Mientras que el alemán Robert Michels propone la Ley de Hierro de las Oligarquías (de la oligarquía), a partir de la tesis de la Imposibilidad de la democracia, en base a la existencia de autoritarismo en los partidos políticos que defienden la democracia socialista. Afirmaba que “tanto en autocracia como en democracia siempre gobernará una minoría”. Según Michels, cuando se habla de organización se habla de OLIGARQUÍAS (gobierno de los pocos y MEJORES). El aumento de poder de los líderes es directamente proporcional a la extensión de la organización (y cuanto más grande, más poder). Las masas necesitan liderazgo y están contentas de que otros se ocupen de sus asuntos. Además, son políticamente incompetentes e indiferentes y es fácil embaucarlas y engañarlas. El pueblo como colectividad nunca podrá gobernarse a sí mismo.

Tanto la derecha como la izquierda tienden a ser autoritarias cuando se trata de apoyar a gobiernos con los que simpatizan, pero invocan el respeto a las garantías democráticas cuando tratan de oponerse a fuerzas que pueden avasallar sus intereses

Ley de Hierro de las Organizaciones: los delegados de los partidos representan a las masas y actúan para que su voluntad se materialice en la vida social. Esto exige un poder oligárquico de minorías activas y selectas. Poco a poco, estos delegados se profesionalizan y se distancian de las masas a las que representan. Quien dice organización dice tendencia a la oligarquización.

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Para Gaetano Mosca, la élite es una clase social política organizada, que la hace destacar de las masas. Esta clase monopoliza el poder político y controla el acceso al mismo de manera burocrática. Afirma que aunque cambie el sistema político, la élite dominante sigue existiendo. Señala que la democracia es el mejor medio para seleccionar a las élites.

pero invocan el respeto a las garantías democráticas cuando tratan de oponerse a fuerzas que pueden avasallar sus intereses. Sí la democracia como régimen ha tenido una importante continuidad en los últimos años en nuestros países ha sido más por presiones externas que por fuerzas internas; consolidar la democracia requiere de élites más “maduras”, por así decirlo”.

Mientras que para Antonio Gramsci, la hegemonía y la conformación del bloque hegemónico hay que analizarlo en la historia en acto, es decir en la vida social misma. Lo que significa verla en los procesos históricos sociales y teniendo en cuenta a las clases subordinadas, con lo que rompe con la tradición impuesta por el trío de pensadores italianos arriba mencionados, que enriquecieron el pensamiento político del fascismo. Inclusive, se enriquece el debate sobre la hegemonía gramsciana al introducirse otros referentes como son la cultura, el territorio y la ideología, constituida por instituciones, mentalidades, doctrinas y creencias de una sociedad.

En este último siglo, en América Latina y Ecuador se han realizado investigaciones y ensayos sobre la temática de este artículo, que iremos mencionando en el desarrollo del mismo desde el enfoque sociológico. Resumidamente registramos en la región a José Carlos Mariátegui, André Gunder Frank, Alain Touraine, Ruy Mauro Marini, Vania Bambirra, Theotonio Dos Santos, Fernando Henrique Cardoso, Enzo Faletto, entre otros. Mientras en el Ecuador encontramos a Agustín Cueva, Gonzalo Abad, Rafael Quintero-Erika Silva, Alejandro Moreano, Manuel Chiriboga, Julio Echeverría y otros.

Señala Gramsci que, “En todo hombre está presente una conciencia impuesta por el ambiente en que vive y en la cual, por lo tanto, concurren influencias diversas y contradictorias”[…]Y agrega, que “la conciencia del hombre no es otra cosa que el resultado de una relación social (…), es decir, la conciencia como resultado de un proceso social”. Así mismo, destaca como aparatos represivos e ideológicos del Estado y reproductor de la hegemonía al sistema escolar, la religión, el servicio militar, los medios de comunicación y al folklore; todos éstos ayudan a que se conforme lo que en alemán se denomina el WELTANSCHAUUNG, que se traduce por “concepción del mundo”. En el libro The Power Elite, el sociólogo C. Wright Mills describe a estos individuos poderosos de la siguiente manera: “La élite en el poder se compone de individuos cuyas posiciones les permiten trascender el ambiente de la gente ordinaria, están en situaciones de tomar decisiones que tienen importantes consecuencias, pues están al mando de las principales jerarquías y organizaciones de la sociedad moderna. Gobiernan las grandes corporaciones. Conducen la maquinaria del Estado y tienen sus prerrogativas. Dirigen el poder militar. Ocupan los puestos de mando estratégicos de la estructura social, donde ahora se concentran los medios efectivos del poder y la riqueza y la celebridad que disfrutan”. El hecho de que nuestras élites privilegian sus agendas e intereses particulares y subordinan la importancia de las reglas de competencia democrática está en el centro del análisis de Eduardo Dargent en su libro Demócratas precarios. Élites y debilidad democrática en el Perú y América Latina. “Tanto la derecha como la izquierda tienden a ser autoritarias cuando se trata de apoyar a gobiernos con los que simpatizan,

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Pero esta propuesta teórica no estará completa, mientras no se la relacione con otros referentes provenientes de la sociología, de la historia o de la ciencia política, algunos ya mencionados, como. Recuperemos a Maurice Halbwachs, en su obra “Los cuadros sociales de la memoria”, cuando señala que los recuerdos son colectivos y nos son traídos a la conciencia por otras personas, aún cuando se trate de hechos que nos han ocurrido sólo a nosotros y de objetos que únicamente nosotros hemos visto. Y es que en realidad nunca estamos solos. No hace falta que otros hombres estén presentes, que se distingan materialmente de nosotros: siempre llevamos en nosotros y con nosotros un cierto número de personas inconfundibles. Y agregamos lo refernte a la memoria colectiva, que se diferencia de la historia al menos respecto a dos tipos de relación. Es una corriente de pensamiento continuo, de una continuidad que no tiene nada de artificial dado que retiene del pasado aquello que se encuentra vivo o capaz de vivir en la conciencia del grupo que la cultiva. Por definición ella no rebasa los límites de este grupo. Cuando un periodo histórico pierde interés para el periodo que sigue, no es un mismo grupo el que olvida un fragmento de su pasado: existen en realidad dos grupos que se suceden. Los conjuntos de hombres que constituyen un mismo grupo en dos periodos sucesivos son como dos tramos que se encuentran en contacto en sus extremidades opuestas y que, sin embargo, no se unen y no forman un mismo cuerpo. Existen múltiples memorias colectivas. Es el segundo rasgo en que se diferencia de la historia, es que la historia es una y se puede decir que no hay más que una historia. Todos los movimientos de un grupo pueden traducirse en términos espaciales, y el lugar ocupado por este grupo no es más que la reunión de todos los términos. Cada as-


Si bien Guayaquil y Quito, Guayas y Pichincha, continúan siendo los escenarios políticos privilegiados, por el gran número de votantes que albergan y por la totalidad de partidos políticos existentes en el régimen político ecuatoriano, no es menos cierto que el resto del espacio nacional ha sido refuncionalizado en la mecánica electoral y política como elemento decisorio

pecto, cada detalle del espacio sólo es inteligible para los miembros del grupo, porque todos los elementos del espacio que ha ocupado corresponden a diferentes aspectos de la estructura y de la vida de la sociedad, por lo menos en su dimensión más estable. Los sucesos excepcionales, en realidad, se ubican en un contexto espacial; esto ocurre porque el grupo toma conciencia de su existencia con más intensidad y es, en ese momento, cuando los vínculos que lo unen al lugar aparecen con mayor claridad frente al momento en que parecerían romperse La obra de Halbwachs nos ayuda a situar los hechos personales de la memoria, la sucesión de eventos individuales, los que resultan de las relaciones que nosotros establecemos con los grupos en que nos movemos y las relaciones que se crean entre dichos grupos, formándose así una distinción, como enseguida veremos. La Memoria histórica supone la reconstrucción de los datos proporcionados por el presente de la vida social y proyectada sobre el pasado reinventado o recuperado. La Memoria colectiva es la que recompone mágicamente el pasado, y cuyos recuerdos se remiten a la experiencia que una comunidad o un grupo puede legar a un individuo o grupo de individuos. Dentro de estas dos direcciones de la conciencia colectiva e individual se desarrollan, de acuerdo a Halbwachs, las diversas formas de memoria. La Memoria individual, en tanto que se opone (enfrenta) a la memoria colectiva, es una condición necesaria y suficiente para llamar al reconocimiento de los recuerdos. Nuestra memoria se ayuda de otras, pero no es suficiente que ellas nos aporten testimonios. Creemos que la memoria colectiva, la memoria individual y la memoria histórica, se construyen desde la experiencia. En este sentido nos apoyamos en la noción de experiencia, a partir de la tradición y la costumbre.

III.

Así podemos concluir que existe una gran fragmentación del poder local, lo cual está en relación directa al nivel de complejidad de la economía y de su área de influencia así como también a la diversificación y dinamismo de su hinterland agrícola

Caracterización de sus visiones y de sus formas del ejercicio del poder.

A las cuatro provincias y ciudades de la costa seleccionadas en este breve ensayo, las vamos a estudiar como escenarios urbanos políticos, y también en lo relacionado a las adhesiones electorales para con sus líderes locales, en los diferentes momentos que solicitaron éstos el favor ciudadano y cómo los mismos manejaron el poder. Resaltando que salvo Guayas y Guayaquil que poseen algunos reductos industriales y del terciario superior, en general las otras provincias son predominantemente vinculadas al sector primario de la economía nacional, situación que las va condicionar en sus desenvolvimientos socio-institucionales y políticos, así como en lo relacionado a la insurgencia de diferentes formas de liderazgos y a los líderes políticos en este último medio siglo.

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Al respecto queremos estudiar el desarrollo y desenvolvimiento de los siguientes líderes costeños que tuvieron un gran protagonismo en sus ciudades y provincias en las últimas cinco décadas. En Esmeraldas, el Coronel Julio Plaza Monzón y, su hijo, Dr. Julio Plaza Ledesma. En Manabí, los hermanos Marín Barreiro en Bahía de Caraquez- Sucre, Emilio Bowen Roggeiro en Manta; Homero Andrade Alcívar en Chone; y, Dr. Luis Morán Lucio en Jipijapa. En Los Ríos, Efrén Ycaza Moreno y Clemente Baquerizo en Babahoyo, hermanos Ponce Luque en Babahoyo-Quevedo y los hermanos Andrade Fajardo en Mocache-Quevedo. En Guayas, en Milagro con los hermanos Centanaro Gando. Vale señalar que estos “ Caciques” ocuparon la mayoría de las dignidades en sus gobiernos seccionales respectivos, llegaron al Congreso Nacional y en algunos casos fueron hasta ministros de estado. Realmente han constituido la “élite del poder” en sus localidades. La totalidad de los dirigentes políticos mencionados desarrollaron sus actividades durante el largo período de liderazgo político nacional del cinco veces presidente de la república, desde 1934 a 1972, José María Velasco Ibarra, con un gran liderazgo carismático como lo definía Weber, al cual la mayoría de éstos apoyaron electoral y políticamente, ya que éste les decía siempre “Dadme un balcón en cada pueblo y seré presidente”, aunque algunos han durado hasta este último período constitucional. Así mismo, la mayoría de los mismos fueron afectados también por las dos últimas dictaduras institucionales de las Fuerzas Armadas, la de 1963 y particularmente por la de 1972 que ha sido la más larga de nuestra vida republicana. Pero a nuestro criterio, fueron relevados por nuevos liderazgos locales y tiendas partidarias, que actúan de una manera diferente pero siempre de forma clientelar, a partir de la nueva etapa constitucional que se estrenó en 1979 y dura hasta la fecha. Esto permite entender también la simbiosis que siempre se ha dado entre el líder nacional-partido político, en Carondelet o en el poder, y los líderes locales en sus ciudades y provincias, inclusive en las circunstancias actuales. Si bien Guayaquil y Quito, Guayas y Pichincha, continúan siendo los escenarios políticos privilegiados, por el gran número de votantes que albergan, por la totalidad de partidos políticos existentes en el régimen político ecuatoriano, no es menos cierto que el resto del espacio nacional ha sido refuncionalizado en la mecánica electoral y política como elemento decisorio, especialmente en ciertas provincias y ciudades ya que coadyuvan a dar la victoria de ciertas candidaturas, lo cual ha hecho que se configuren diferentes estrategias de liderazgos que han permitido la conformación de varios liderazgos, que han tenido una gran gravitación tanto en las vidas de sus localidades y provincias como en el país.

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La localización en la región litoral de la producción agropecuaria de exportación, condicionada casi siempre al impulso de la demanda externa, ha hecho que se consolide una red de ciudades muy vinculadas a las actividades primarias y con limitadas funciones urbanas y estructuras ocupacionales, en su mayor parte semiurbanas, altamente dependientes del sector primario. Además, por ser centros urbanos mayores de 50 mil habitantes son grandes receptores de mano de obra, especialmente provenientes de las zonas rurales y asentamientos menores de 10 mil habitantes de las provincias circunvecinas, es el caso de Machala donde llegan migrantes principalmente originarios de Loja y Azuay; mientras a Babahoyo va gente oriunda de Bolívar, etc. Esta urbanización tardía pero creciente de estas ciudades costeñas ha hecho que en las mismas se generen toda una serie de instituciones que conforman el poder local. Entre éstas se distinguen del lado del Estado: la Municipalidad, la Prefectura Provincial, y, actualmente, las juntas parroquiales rurales; también los aparatos especializados del Estado existentes en una capital de Provincia o cabecera provincial según el caso; mientras que la sociedad civil está representada por los Centros Agrícolas, Artesanales, Colegios Profesionales, partidos políticos, comités barriales, organizaciones proviviendas, cooperativas, asociaciones de empleados y sindicales, Cámara de Comercio, asociaciones de comercios y servicios, asociación de Choferes y transportistas, asociación de estudiantes, etc. Así podemos concluir que existe una gran fragmentación del poder local, lo cual está en relación directa al nivel de complejidad de la economía y de su área de influencia, así como también a la diversificación y dinamismo de su hinterland agrícola. A lo que se agrega, el poco desarrollo del capital social en estos territorios, en la acepción dada por Robert Dahl, lo que incide en la gran debilidad organizativa de los sectores subalternos, salvo en las áreas donde la existencia de conflictos agrarios permitió el desarrollo de organizaciones campesinas que estuvieron conformadas por militantes de los partidos Socialista o Comunista. Debemos recordar, que durante el quinto velasquismo se promulgó la ley de abolición del trabajo precario y de intervención prioritaria en las áreas arroceras debido a la alta conflictividad social existente en el sector rural costeño, como consecuencia de las tomas de tierras por los campesinos organizados, y a los cotidianos enfrentamientos entre los terratenientes y sus bandas de matones con las organizaciones sociales lo que provocó un incremento de la violencia social y pérdida de legitimidad de los caudillos locales políticos, ya que se puso de manifiesto su agenda privada y alineación clasista. Las zonas más conflictivas fueron la de la Cuenca Baja del Guayas y la provincia de Manabí. De ahí que el Estado tuviera que darles una


“El espacio costeño nació, y continúa, fraccionado, atomizado, lo que reproduce regionalmente un orden jerárquico no solo de formas urbanas sino de la propia estructura del poder y de grupos de presión local”.

atención clientelar especial con la conformación de organismos de desarrollo regional como son CEDEGE y CRM. A excepción de Guayaquil, en las cuatro ciudades en estudios se dan estructuras ocupacionales predominantemente semi-urbanas y sus economías urbanas tienen un bajo nivel de desarrollo industrial, encontrando en algunos casos solamente ciertas agroindustrias –Milagro, Manta, etc,-; lo cual permite comprender que lo predominante son actividades de artesanías así como servicios y comercios. De ahí que en éstas se registren altas tasas de desempleo estacional y de subempleo. Por otra parte es importante destacar que la ocupación histórica del territorio costeño ha estado muy relacionada con los diferentes momentos de inserción al mercado internacional, lo cual ha hecho que por medio de la expansión de la frontera agrícola se conforme una constelación de pequeñas y medianas propiedades agrarias, con pocas grandes propiedades. Siendo las primeras que desde la explotación bananera a la fecha han sostenido la economía de agroexportación, correlativamente también existe una gran masa de asalariados agrícolas y campesinos sin tierra. Es necesario señalar la existencia de éstos ya que son actores centrales en los procesos políticos electorales y del clientelismo de los caudillos de estas ciudades agropecuarias. En esta estructura urbano-agrícola se ha ido desarrollando una heterogénea red de centros urbanos, entre los cuales podemos distinguir: a) algunos de carácter regional, que han podido adquirir una cierta autonomía relativa de Guayaquil y desarrollar sus propios circuitos de acumulación, caso de Machala y Manta; los cuales van a tener una preeminencia específica en los procesos políticos y electorales, b) otras ciudades que tienen su crecimiento urbano y económico muy vinculado a Guayaquil, como “macrocefalía regional”, haciendo que su desarrollo sea exógeno, aún inclusive ciertos comportamientos políticos colectivos; además muchas de éstas ciudades por las diferentes coyunturas de crisis del modelo agroexportador no han podido completar una serie de mutaciones urbanas, por lo que todavía mantienen características agropecuarias pero, articulando unas relaciones asimétricas entre el campo y la ciudad. “El espacio costeño nació, y continúa, fraccionado, atomizado, lo que reproduce regionalmente un orden jerárquico no solo de formas urbanas sino de la propia estructura del poder y de grupos de presión local”. Por último, en el prolongado y recurrente contexto de crisis económica y social del país, debemos indicar resumidamente las características fundamentales y el patrón de funcionamiento de los gobiernos locales existentes en cada una de las urbes en estudio, para poder apreciar mejor las estrategias diseñadas y los enfrentamientos políticos y electorales que se dan, tanto entre los grupos citadinos

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como entre las fracciones sociales que se constituyen al interior de cada aparato de los gobiernos locales. Los gobiernos locales (Juntas Parroquiales-MunicipioPrefectura), en tanto que copartícipes de las formas particulares que asumen las relaciones Estado-Sociedad, se manifiestan de diferentes formas y situaciones en las ciudades en estudio lo cual es imputable a una amplia gama de factores, tanto históricos como políticos y económicos, que configuran la personalidad de cada administración local. En la región costera existen en la actualidad 62 Municipios, los cuales gozan de una “autonomía sin independencia”, es decir son dependientes de las rentas que les transfiere el gobierno central, hasta en e1 65% de sus presupuestos; esta situación, entre otras causas, configura las limitaciones financieras, técnicas, administrativas y políticas de estas instituciones. Es importante mencionar que los mismos vicios y errores son imputables a la mayoría de los municipios entre los cuales se destacan: 1. La pérdida paulatina de sus funciones específicas, las cuales se limitan o recortan, hasta que se hagan responsables exclusivamente de las “externalidades” del desarrollo -instancia administrativa dispensadora de servicios- pero no del desarrollo mismo de la Ciudad, que hace que se los defina y oriente en función clientelar. Por regla general estas funciones que se les disminuyen son asumidas por el Estado central. 2. Lo anterior hace que en la gestión urbana se presente una situación de atomización tanto en términos instituciona1es como legales, lo cual en la mayoría de casos producen trabas y bloqueos a las actividades de los gobiernos locales. 3. En estas ciudades es mucho más marcada la carencia de cuadros técnicos en las administraciones respectivas por la falta de una idónea conciencia política en los gobernantes locales, que los hace funcionar permanentemente en actitudes electorales a paternalistas-clientelares. 4. La existencia de varias instancias de poderes locales como los niveles administrativos regionales, provinciales y locales propiamente dicho, presenta frecuentemente una serie de conflictos políticos e institucionales, que en el fondo no son otra cosa que la manifestación de las contradicciones entre fracciones del bloque en los poderes locales. En este escenario descrito, los líderes políticos locales costeños han asumido y desarrollado una misma matriz de socialización, como lo reseña Gramsci, que les ha condicionado. Por un lado, la internalización y prácticas de unos modos de vivir y de pensar, tanto en lo privado como en lo público, de una manera que reproduce las formas de dominación y autoritarismo que caracterizan a estas sociedades tradicionales y predominantemente agropecuarias. A lo que se agregan, una mentalidad patrimonialista, dada por la procedencia social y riqueza amasada y a la existencia de la agenda propia, y el auto percibirse desde un mesianis-

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mo insostenible como consecuencia de las relaciones políticas desarrolladas con los otros niveles territoriales de distribución del poder del Estado, con los cuales negocia apoyos políticos y económicos de doble vía, para impulsar las empresas electorales y fortalecer las tiendas políticas como las denomina Amparo Menéndez-Carrión.

IV.

Diferenciación y homogenización política de los líderes costeños. Recordemos que en el período de 1860-1920 el cacao representó entre el 60% y 70% de las exportaciones totales del país. Además, seguramente, el 80% de la producción estaba manejada por lo que se consideró el núcleo más fuerte de la burguesía agroexportadora que controlaba igualmente más del 70% de todas las tierras productivas. Núcleo constituido básicamente por quince familias, estrechamente ligadas entre sí, tanto por intereses económicos como familiares.

La vinculación de los intereses de los plantadores con intereses de otros sectores como el bancario y el comercial, era tal que prácticamente se concentraba en un sólo grupo de intereses. Los plantadores eran los principales accionistas de los más importantes bancos o mantenían casas de exportación. Las investigaciones realizadas sobre esa época demuestran, de una u otra forma, que la estructura agraria antes y después del boom y luego de la crisis del cacao no sufre cambios significativos, y menos aún estructurales en el sentido de que los medios de producción pasen de manos de los grandes propietarios a los jornaleros. Más aún, se ve como en esta época la mayor parte de la tierra continúa en manos de los herederos de antiguos terratenientes. Grandes propietarios que a través de transacciones comerciales y financieras cerrarán el círculo de relación y dependencia productiva así como de comercialización con otros grupos sociales; círculo en el que serán incluidos miembros de sectores medios, quienes, a su a vez, serán asimilados a través de múltiples mecanismos a los intereses de los grupos dominantes exportadores-banqueros, como lo han investigado Manuel Chiriboga y Andrés Guerrero.

Téngase además en cuenta que la pugna, que en el período posterior (1925-1947), se dio entre terratenientes y agroexportadores - financieros se amortigua en esta época, ya que disminuyen los conflictos y se define una alianza en torno a la distribución del excedente, que daba lugar a la rehabilitación del sector primario-exportador. Al deprimirse la produc-


ción y exportación de cacao, por baja de los precios internacionales, en la década de los veinte, y posteriormente por el arrasamiento de los cultivos por la monilla y la escoba de la bruja, la región se replantea el esquema productivo lográndose una aparente diversificación de la producción agrícola especialmente en productos tales como el caucho, tagua café, tabaco y paja toquilla, diversificación que se produce entre 1925-1950; período en el que la misma se especializó también en la producción para el consumo interno con el arroz, algodón y azúcar.

tivas economías, o de la conformación de puntuales corredores urbanos.

A partir de 1948 se abre un nuevo ciclo económico en base del banano, cuya expansión culminó a mediados de la década de 1950. Durante el período 1950 -1960 la región y áreas aledañas ajustaron un nuevo molde al patrón de acumulación agroexportador a través de la producción y la exportación de banano.

La estructura de producción del banano se asentaba en pequeñas y medianas propiedades. Fenómeno que resulta de la expansión inicial de la producción y que abrió amplias perspectivas a los grupos sociales emergentes. Producción que se realizaba fundamentalmente en tierras de ampliación de la frontera agrícola y en las estribaciones de la cordillera occidental. Producción que ofreció una gran oportunidad para que colonos y agricultores medios capten una cuota de poder político en la región. Captación del poder formal numéricamente significativo, pero absorbido o neutralizado en sus contenidos e intereses por la asimilación de buena parte de los sectores medios a los intereses de las micro oligarquías tradicionales.

Una de las principales características de la producción bananera fue que ésta se realizaba en medianas y pequeñas propiedades; las haciendas aportaban con apenas el 20% de la exportación nacional de banano. Sin embargo, estas operaciones fundamentales de las grandes haciendas, plantaciones y compañías extranjeras controlaban casi el 100% de la comercialización de este producto.

Con esta mayor integración del país a la economía mundial por el banano, se produjo una serie de flujos migratorios multidireccionales, que apuntó hacia las nuevas áreas de producción (ampliación de la frontera agrícola de manera semi dirigida o espontánea); y a sus centros poblados de apoyo o a los puntos de acopio y realización de la producción, lo cual conformó una nueva red de centros urbanos especialmente en la costa, gracias a la inversión del Estado, principalmente, en una gran red vial carrozable que, además, permitió integrar mejor a la nación y expandir colateralmente el mercado interno y amplió y consolidó los circuitos de la acumulación local, regional y nacional.

Las alteraciones e innovaciones que se dan en el sistema productivo bananero no producen, como podría haberse esperado, cambios significativos en los contenidos de las estructuras de poder económico y político, manteniendo en lo esencial el poder en las mismas manos, en la de sus herederos o asimilados.

Estas migraciones internas, de sierra a costa y urbano-rurales, provocadas por las necesidades de la acumulación capitalista, generaron una red urbana con tipos de ciudades con marcadas características:

Como se ve, durante esta época se produjo una expansión y relativa distribución económica hacia sectores medios; pero hasta allí no más, pues el resto, es decir los principales medios de producción, acumulación y circulación continuaron en manos de los mismos, las oligarquías tradicionales; por ello este proceso “expansivo” y “democratizante” de la producción bananera en la Cuenca deI Guayas no llevará consigo alteraciones significativas en la estructura de poder. Aquí se generan, concentran y expresan lo que, actualmente, se denominan los poderes fácticos.

1. Las ciudades de servicios y de apoyo a la producción bananera, es el caso de Esmeraldas, Quevedo, Machala y Santo Domingo; que después de la crisis del oro verde reconvirtieron o diversificaron la producción de sus entornos agrícolas, caso de la oleaginosas, camaroneras, frutales, etc. ; y 2. Aquellas otras ciudades que por su localización (especialmente las establecidas a lo largo de los ejes ruteros primarios o cerca de los lugares de producción) o funciones urbanas específicas, caso de las capitales de provincia como Babahoyo, Portoviejo, Manta y Guayaquil, tuvieron, y tienen, un gran crecimiento poblacional derivado de esta coyuntura de auge económico y de la reconversión de sus respec-

Lamentablemente, los cambios ocurridos en la década de los 70 y posteriormente, con la modernización agropecuaria, en el agro tampoco afectaron substancialmente las relaciones económicas y

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políticas de la región. Lo que nos plantea la relación entre mentalidades, cultura y cultura política en nuestras localidades costeñas, como lo destaca Xavier Andrade.

“Recordando también que en los escenarios locales de poder, antes del cacao y después con el banano, (re)apareció un nuevo actor al que se le atribuirá un papel protagónico en la opresión étnica-social: el gamonal. Término que pasaba a designar a un mediano propietario que ejercía el poder local en términos reales, independientemente de que disponga o no de un cargo público. El gamonal era, entonces, el poderoso que gozaba de una autonomía parroquial, aunque subordinado políticamente a las aristocracias regionales; era un producto del ascenso social, donde lo político se expresaba directamente relacionado con los mecanismos de funcionamiento económico, que daban la vinculación entre la mediana propiedad rural y ciertas formas del capital comercial. Al respecto debemos resaltar que todos los líderes locales costeños estudiados son propietarios territoriales rurales y están íntimamente vinculados a los grupos sociales terratenientes, los cuales casi siempre colaboran en sus empresas electorales o hacen partes de sus tiendas políticas”. El enfrentamiento entre los “viejos” partidos, así como la facilidad con que decaen y se fortalecen los nuevos en una suerte de fatalismo político y de inestabilidad institucional, nos da unas pautas de adhesión de la clientela electoral, facilitadas por el entorno legal y cultura política vigentes que hemos heredado del clientelismo ejercido por los caudillos locales y nacionales, históricamente. Debemos recalcar, que la actividad políticas de estas élites locales está estrechamente relacionada, preferentemente, a partidos políticos nacionales, así tenemos que desde el segundo velasquismo en 1944, ya habían 7 partidos entre los que destacamos al Liberal, Conservador, Socialista, Comunista, Alianza Política Ecuatoriana-ADE antecedente de la CFP, Frente Democrático Ecuatoriano antecesor del PSC, Vanguardia Socialista Revolucionaria y, obviamente, el Movimiento Velasquista.

Tanto las viejas como las nuevas tiendas partidarias con el pragmatismo que les caracteriza a sus empresas electorales, hasta la actualidad, aplicando esa lógica perversa, elemental y primitiva de que “en la guerra, el amor y la política todo está permitido” , continúan con los baratillos de oferta por toda la geografía regional cooptando adherentes y votos con el fin de triunfar, sin tener en cuenta las demandas sociales o un mínimo plan programático, inclusive los partidos que se auto califican de ideológicos han tenido que recurrir a esta artimaña para ser beneficiado con el voto popular.

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Como se ve, durante esta época se produjo una expansión y relativa distribución económica hacia sectores medios; pero hasta allí no más, pues el resto, es decir los principales medios de producción, acumulación y circulación continuaron en manos de los mismos, las oligarquías tradicionales; por ello este proceso “expansivo” y “democratizante” de la producción bananera en la Cuenca deI Guayas no llevará consigo alteraciones significativas en la estructura de poder. Aquí se generan, concentran y expresan lo que, actualmente, se denominan los poderes fácticos.


Los elementos anteriores nos sugieren que los mecanismos de reclutamiento electoral y de adhesiones se hacen siguiendo un esquema extra-político, y por ende no partidario, la mayoría de los casos los mecanismos de articulación del apoyo electoral se da a través del compadrazgo, amistades, vinculaciones familiares y laborales y hasta por uniones afectivas-maritales. Pero también se recurre a la compra de los votos a través del reparto de fundas de alimento, reuniones bailables y espectáculos artísticos, amedrentamiento y violencia manifiesta de guardaespaldas o “destajeros”.

Los elementos anteriores nos sugieren que los mecanismos de reclutamiento electoral y de adhesiones se hacen siguiendo un esquema extra-político, y por ende no partidario, la mayoría de los casos los mecanismos de articulación del apoyo electoral se da a través del compadrazgo, amistades, vinculaciones familiares y laborales y hasta por uniones afectivas-maritales. Pero también se recurre a la compra de los votos a través del reparto de fundas de alimento, reuniones bailables y espectáculos artísticos, amedrentamiento y violencia manifiesta de guardaespaldas o “destajeros”.

En el momento en que entramos a constatar los nombres y apellidos de los líderes políticos locales, encontramos, en primer lugar, que muchos de éstos se alternan y generalmente aparecen participando en diferentes partidos al inicial, situación que nos permite entender la proliferación de “camisetazos” y cómo se cooptan los dirigentes. Y en segundo lugar, resaltamos que generalmente estos líderes son candidatizados en Guayaquil, que es la matriz política regional, y son ellos, como individuos, los que conforman localmente las listas para los puestos locales, lo que hace que automáticamente “el Partido sean ellos como personas en sus localidades”.

Un rasgo interesante a destacarse es la gran movilidad en la ocupación de las dignidades locales que existen entre la dirigencia política de estas ciudades, lo cuales se alternan como Concejales, Diputados, Alcaldes o Prefectos como un mecanismo que les permita perpetuarse en la estructura del poder local o provincial, y estar vinculadas al Estado Central con cualquiera que fuese el régimen de turno.

Es importante destacar las diferencias que se plantean entre candidaturas de individuos y/o de listas. Generalmente las candidaturas unipersonales, según lo observado y los informantes calificados, se basan principalmente en los atributos del postulante que la encabeza y secundariamente en el aparato partidario; lo que hace que en estos casos las adhesiones políticas se hacen a 1a persona antes que a su ideología o plan de acción. Además esta situación se confirma cuando se cruzan los resultados obtenidos por una candidatura unipersonal con los obtenidos por la lista pluripersonal en una provincia o en un cantón dado. Que, a su vez, nos devela la existencia de una estructura de estratificación social entre las élites políticas del cantón, la cabecera cantonal y el centro primado regional.

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V.

PERSPECTIVAS

BIBLIOGRAFÍA

Creemos necesario indicar que lo que hemos planteado y descrito son algunos elementos generales sobre el funcionamiento de una parte de los sistemas sociales y políticos en las provincias y ciudades costeñas, relacionados a las élites políticas locales y a los comportamientos políticos y electorales de los ciudadanos que traducen la existencia de escenarios en los cuales se tejen formas de dominación y hegemonía política, así como también de estructuras partidistas clientelares y alianzas inéditas y “contra natura”, mecanismos de reclutamiento disímiles como también prácticas de control social violentistas-represivas y actitudes autoritarias y anti democráticas de los líderes y sus secuaces.

Pensamos que en estas ciudades las crisis económica del país hacen que se sobredimensione la crisis social e institucional más que en otro tipo de asentamientos o, aglomeración, como consecuencia de la escasa presencia del Estado y del mimetismo político de las élites, lo que ha hecho que todos los partidos sin excepciones hayan empleado mecanismos de articulación de apoyo electoral de tipo eminentemente clientelares, impidiendo la madurez política del electorado y profundizando el foso entre sociedad civil y sociedad política, bloqueando cualquier posibilidad de instaurar un nuevo estilo político, democrático y deliberativo en la conducción de la administración local o en la elección de los candidatos nacionales.

El modelo político imperante, con todos los cambios que han ocurrido en estos últimos 30 años, sigue basándose en el clientelismo como principio central de la acción política impidiendo con ello la vigencia de sólidos partidos políticos y de liderazgos realmente comprometidos con el cambio social, a lo que se agrega el escaso desarrollo y difusión de una cultura política por parte de los actores implicados.

Finalmente, las élites políticas locales han mutado en este último medio siglo en la costa ecuatoriana, pero no lo suficiente para convertirse en verdaderos constructores de un nuevo y sólido sistema de partidos políticos que apunte a profundizar la democracia, dar participación y formación a sus adherentes y servir de correa de transmisión de las demandas sociales con el Estado. Por ello hasta la fecha, a inicio del siglo XXI continúa la “realidad del Sísifo político” en la región y el país.

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EXPERIENCIAS, INDIVIDUALES Y COLECTIVAS, DE LIDERAZGO

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Liderazgo empresarial

Juan Pablo Grijalva Gerente General de la Asociación de

Ganaderos de la Sierra y Oriente AGSO y de la Sociedad Industrial Ganadera El Ordeño S.A.

Ecuador, empresarios creativos y capaces El nuevo escenario mundial, en el que la distancia y el tiempo son cada vez menores ya que debido a los grandes avances tecnológicos en comunicación la información se encuentra casi al instante a nuestro alcance, hace que las posibilidades empresariales sean cada vez más variadas y, sobre todo, que las probabilidades de éxito sean mayores, a pesar de la gran competencia que la globalización genera, más aún en países como el nuestro en el que tantas actividades están por ser implementadas, al mismo tiempo que cuenta con personas de elevada creatividad y perseverancia. El ciudadano ecuatoriano es una persona con una gran capacidad de adaptación, lo cual da al Ecuador y a sus empresas, si son bien dirigidas, una muy buena posibilidad de éxito. La capacidad empresarial en Ecuador es alta, como muestra de ello están muchas empresas grandes, medianas o pequeñas que se han formado, mantenido e inclusive crecido a pesar de todos los cambios que se han dado. Cambios marcados por la inestabilidad política, económica y social, y en los que las tendencias políticas de derecha, de izquierda o de centro han determinado en su tiempo el establecimiento de modelos económicos con componentes de apertura de mercados a protección de los mismos, los que han generado en muchas ocasiones distorsiones económicas y debacles financieras; sin embargo las empresas se han adaptado, sostenido, crecido y se han constituido en uno de los motores más importante de la economía.

La empresa tiene la responsabilidad, no solo de dar un gran servicio y obtener beneficio por ello, sino que hoy en día debe liderar un cambio y revalorizar su papel en el desarrollo, para lo cual los líderes y promotores de las empresas deben comprender este nuevo rol que les toca asumir.

Siendo la empresa en Ecuador un elemento determinante para el desarrollo, debemos pensar en la importancia que tiene su capacidad de liderazgo, entendiéndose por ello la capacidad que tiene la misma empresa, el sector empresarial y sus líderes, de influir positivamente en los ecuatorianos para la construcción de redes virtuosas que permitan atender adecuadamente, brindando bienes o servicios variados, en primera instancia a los propios ecuatorianos y luego proyectándonos al mundo.

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Le empresa, generadora de un cambio La empresa tiene la responsabilidad, no solo de dar un gran servicio y obtener beneficio por ello, sino que hoy en día debe liderar un cambio y revalorizar su papel en el desarrollo, para lo cual los líderes y promotores de las empresas deben comprender este nuevo rol que les toca asumir. Al iniciar una empresa, independientemente del tamaño, se asume una gran responsabilidad con todos los involucrados, sean ellos accionistas, colaboradores, ejecutivos, usuarios, instituciones financieras, comunidades aledañas, el estado, y con la sociedad en general así como con la naturaleza Bajo esta responsabilidad las empresas deben tener un espectro sumamente amplio, y esto nos lleva a reflexionar sobre algunos temas : 1. ¿Cual es la visión que tiene la empresa, o la visión por la cual se formará? 2. ¿Cuáles son sus principios básicos, filosofía y valores? 3. ¿Qué influencia tiene sobre su entorno? ¿Su accionar es o será generador de un beneficio general? ¿Su actividad tiene efectos negativos en algún lugar? ¿Cuáles son estos efectos? ¿Su actividad es amigable con el medio ambiente? 4. ¿Cuál es la motivación de su establecimiento, es primordial y prioritario generar dinero? ¿Es rentabilidad la principal motivación de sus líderes? 5. ¿Cómo está, o cómo quiere que sea, el desarrollo de su gente? ¿La empresa beneficia a sus trabajadores solo ofreciéndoles el trabajo y su salario? ¿O los capacita y les da la posibilidad de desarrollo personal? Las respuestas nos permitirán plantear o replantear claramente lo que queremos, nos hará visualizar nuestra labor en el futuro y el beneficio colectivo real que podamos brindar y para el cual invertimos nuestro tiempo, nuestro esfuerzo y toda nuestra creatividad.

El empresario, motor del desarrollo Me he referido a la empresa y a la importancia de valorarla en su verdadera dimensión, esto es como un medio sumamente importante del desarrollo, que tiene una responsabilidad gigantesca con el país y su gente; pero es importante también referirnos a la gran responsabilidad que tienen sus dirigentes. Los empresarios son el motor de las mismas, y su responsabilidad es darse cuenta que el mundo es un todo con recursos naturales en el cual debemos convivir plantas, animales y personas. Nuestros actos se alejan de los instintos y se convierten en decisiones, las cuales tienen un impacto en los diferentes ámbitos en los

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que nos desenvolvemos. Tenemos que darnos cuenta que cada decisión o acción que tomemos tiene un efecto en algún momento, en algún lugar, en alguna circunstancia o en alguna persona. El empresario tiene la gran responsabilidad de mantener el equilibrio en los diferentes recursos que le rodean, y usar los componentes de tal forma que su uso ordenado no violente la lógica natural con la que el mundo y el entorno se desarrolla, y para que este recurso tenga como resultado el beneficio general, sea éste en el campo natural o espiritual. El empresario actual debe tener presente que los recursos naturales en el mundo se hacen más limitados cada día, primero porque crecemos en número y por tanto en necesidades, segundo porque no siempre hacemos un uso eficiente de ellos, y tercero porque no los cuidamos. Esto implica que el empresario debe guiar a su empresa con una visión a largo plazo, en la sustentabilidad y el equilibrio de siglos futuros. El mundo entero está conformado por empresas de varios tipos, pero en la práctica el trabajo real y coordinado de ellas es el que regirá su desarrollo. Con esto quiero decir que el mundo como tal es una empresa y nosotros somos parte de ella, y nuestra responsabilidad va mucho más allá que la búsqueda de beneficios momentáneos. El empresario debe tener liderazgo, entendido como la capacidad de influir de manera positiva en los demás para que sus acciones, sean estas individuales o colectivas, coadyuven y produzcan beneficio para una idea, una causa o un plan. El empresario, debe ser perseverante, escuchar, aceptar críticas, reconocer errores y tener la capacidad de enmendarlos.

La empresa como responsabilidad social Los líderes empresariales actuales debemos tener mucho cuidado en que la motivación primordial de las empresas no sea el rendimiento económico, sino más bien que éste sea la consecuencia de la generación de bienestar por medio del servicio que presten. Si la empresa se acopla al entorno adecuadamente, con una visión correcta, unos valores claros y con sistemas eficientes, los beneficios económicos y no económicos vendrán por añadidura y permitirán satisfacer adecuadamente las necesidades de quienes conforman la empresa, y además permitirán la innovación y el crecimiento. Los líderes empresariales actuales conformamos empresas en su mayoría para dar servicio a personas, comunidades y conglomerados humanos, los cuales para que la empresa


...que la motivación primordial de las empresas no sea el rendimiento económico, sino más bien que éste sea la consecuencia de la generación de bienestar por medio del servicio que presten. Si la empresa se acopla al entorno adecuadamente, con una visión correcta, unos valores claros y con sistemas eficientes, los beneficios económicos y no económicos vendrán por añadidura…

crezca deben obtener beneficios claros y sentirse satisfechos de dichos beneficios, pero debemos tener muy claro que quienes conforman la empresa y son parte de su grupo laboral deben sentir satisfacción de lo que hacen, y deben ser cuidadas y motivadas, no solo para que rindan mejor en su trabajo, sino para que sientan satisfacción en todos los aspectos de su vida. Hay que tener muy claro que ese trabajador es también un consumidor de bienes y servicios de otras empresas que tienen los mismos principios, valores y responsabilidades que la empresa que dirigen. Por lo tanto, ese trabajador debe ser cuidado y respetado tanto como el cliente de la empresa. Solo así se podrá generar un círculo virtuoso de beneficios, y los recursos que utilicemos tendrán un uso eficiente. La empresa líder debe tener como objetivo final el logro de una sociedad mejor, en la cual todas las personas se sientan seguras de que pueden confiar en las acciones que ésta cumpla, puedan saber que lo que ofrece se ajusta a sus necesidades y que esa empresa estará velando por el bienestar de toda la sociedad.

El ser humano, principal componente de la empresa Si bien la empresa y el empresario no están directamente relacionados ni tienen responsabilidad directa con el plano familiar de sus miembros y colaboradores, es importante la capacitación y la educación, el compartir valores que ayuden a las personas a tener una conciencia de sus prioridades a nivel personal y familiar. Una empresa se podrá considerar exitosa solamente cuando las personas que trabajan en ella tengan vidas exitosas. Por otro lado es importante que tengamos muy en cuenta que existe una gran variedad de tecnología, que ésta debe servir para mejorar los procesos, pero en ningún caso sustituir a las personas, ya que por más avanzada que sea no tiene la capacidad intuitiva ni la inteligencia ni el sentimiento de entrega, mística o compromiso que tiene el ser humano debidamente motivado.

….la empresa, por tanto, debe tener claro que la tecnología es muy importante, que es una herramienta para mantener controlados los procesos para crecer eficazmente, pero que en ningún caso sustituye a las personas ni a su capacidad de discernimiento…

Interiormente la empresa, debe tener claro que la tecnología es muy importante, que es una herramienta para mantener controlados los procesos para crecer eficazmente, pero que en ningún caso sustituye a las personas ni a su capacidad de discernimiento, por lo tanto hay que poner mucho énfasis en el desarrollo humano, en desarrollar sus capacidades, sus habilidades, apoyar a que supere sus defectos, dar herramientas técnicas por medio de la capacitación permanente, así como darle oportunidades de mejora tanto a nivel jerárquico como personal y familiar. Debemos recordar que las personas que están involucradas en la empresa, tienen familia y más relaciones, lo cual les convierte

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fuera de la empresa también en empresarios que deben liderar su entorno, con una responsabilidad gigantesca ya que su actitud y entrega influenciará en gran medida en el futuro de muchos.

La empresa en el mundo globalizado El empresario actual debe mantenerse siempre atento a lo que pasa en el mundo, actualizado y atento a los cambios. Esa será la única forma de mantener una estabilidad y equilibrio en las decisiones que se tomen en un mundo abierto y cambiante. Permanentemente debe regresar a ver los principios con los cuales se formó la empresa, si bien es cierto la actividad de la empresa puede ir cambiando, los principios básicos y su filosofía si son correctos no variarán, y sobre todo en momentos de turbulencia o cambios en el escenario, estos principios serán los que ayuden a una toma de decisiones adecuada.

El tamaño de las empresas Se generan muchos emprendimientos pero no todos prosperan, seguramente porque no han sido suficientemente estudiados, porque se querían realizar acciones innecesarias, o porque distorsionaban el sentido lógico de las cosas, poniendo una traba o un costo adicional a una actividad que ya funcionaba y no requería de esta acción o que su desarrollo buscaba el beneficio de pocos. Los emprendimientos que subsisten son los que generan un valor, para el grupo objetivo, y que no distorsionan las actividades normales sino que, al contrario, las facilitan. Muchas veces pensamos como sinónimo de empresa a una organización grande con mucha gente, máquinas y tecnología de punta, y minimizamos a empresas pequeñas. Debemos recordar que toda empresa grande que hoy en día vemos como hito de éxito, comenzó algún momento como empresa pequeña, con una idea innovadora desarrollada por alguien que vio en su momento una necesidad que podía satisfacer, quien desarrolló un producto o servicio, un sistema, una cultura, unos principios éticos y morales básicos, y que consiguió incorporarse en la comunidad adecuadamente brindando satisfacción, gracias a lo cual logró crecer y adaptarse a los cambios que durante décadas han existido en el mundo. No necesariamente la empresa pequeña va a crecer, así como no necesariamente la empresa grande se va a sostener, todo va a depender de la capacidad que tengan de adaptarse al medio. Puede ser que una empresa brinde un servicio muy adecuado, genere satisfacción de sus clientes y los líderes se aseguren que su servicio sea el adecuado

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pero no quieran crecer, y desarrollan una cultura familiar tradicional que pasa a través del tiempo. Estas empresas son necesarias y prestan un servicio o producto perfectamente claro y definido que, seguramente, no requiere de mayor innovación para mantener la satisfacción de sus clientes; se podría decir que este tipo de empresas carecen de ambición. Por otro lado la empresa grande no tiene asegurado su crecimiento ni su permanencia en el tiempo, ya que puede haber generado desequilibrios en sus principios básicos, ocasionando problemas entre sus miembros, o generando daños al medio ambiente o, en el afán de mantener su crecimiento y estatus, dé demasiado énfasis a la rentabilidad y pierda de vista a sus colaboradores o al consumidor o, en otros casos, pierda de vista que vive en una comunidad en donde debe coexistir con empresas más pequeñas y con su afán de crecimiento las haya dañado y no haya permitido otros emprendimientos. Este tipo de empresas podría decirse que tuvo demasiada ambición. Por lo tanto el liderazgo empresarial debe ser equilibrado y todos debemos trabajar en la dirección de objetivos sociales y claros para que se pueda mantener un equilibrio lógico con todos los aspectos relacionados con su desarrollo.

Los valores, pilares fundamentales en los que se debe asentar toda empresa Algo muy importante para ser un líder empresarial, es la filosofía con la que se maneje el inicio de la empresa, los principios sólidos que la sostengan y los ideales claros que se tengan. Esa filosofía deberá estar compuesta de mucha mística y entrega a los objetivos que se establezcan en los ideales; deberá tener políticas bien definidas que permitan que el camino a seguir sea claro con el propósito de que todos sus miembros las comprendan y las hagan suyas; el entusiasmo transmitido por quienes guíen a todos, debe lograr que las personas se involucren y participen activa e intensamente en la consecución de los objetivos; es de vital importancia dar seguridad y confianza, lo cual se consigue con la sinceridad y transparencia en todos los actos. La empresa puede ser el semillero de valores cristianos para sus miembros. De hecho estos valores éticos iluminan y estimulan el comportamiento de los hombres en la empresa y sus objetivos. Los valores se basan en el reconocimiento y respeto de la dignidad del hombre, un ser individual dotado de razón y voluntad libre . El respeto a sus derechos implica el reconocimiento de su igualdad esencial, por encima de sus diferencias de nivel social, nacionalidad, origen, religión, sexo o raza. La empresa está para servir a los hombres que, dentro y fuera de ella, se relacionan pero especialmente para ser-


Hay empresas pequeñas que no quieren crecer y quizás carecen de ambición, pero también hay empresas grandes que dañan su entorno laboral, social o ambiental al crecer y probablemente tienen demasiada ambición

vir a quienes le aportan su trabajo o sus recursos y a sus clientes a quienes proporciona bienes o servicios. Pero la empresa también entra en contacto con otros hombres que de algún modo contribuyen a su operación y a sus resultados: proveedores, banqueros, competidores, vecinos, gobernantes, a quienes debe reconocer, respetar y servir, dada la condición de seres humanos, que esperan del empresario su solidaridad y ayuda. Este papel del empresario debe entrañar una actitud positiva, con una disposición de escuchar para poder entender, seguida de un esfuerzo de discernimiento y finalmente de la acción necesaria que es su responsabilidad para cumplir su fin. Esta visión de la empresa como una célula vital, única e irrepetible de la sociedad moderna, debe darnos a los empresarios no sólo la inspiración y la fuerza para defenderla sino también para explicarla y promoverla en la sociedad en la que nos desenvolvamos. Por lo dicho es preciso afirmar que su fecundidad y fortaleza se deberán al soporte de valores, a entender el bien común como base de su desarrollo, basado en la honradez, la veracidad, la prudencia, la dedicación, el esfuerzo, la confianza, la austeridad, la cooperación y la ayuda mutua, que hacen posible la comunidad de trabajo y las actividades de producción e intercambio.

Empresas líderes guiadas por seres humanos íntegros Las personas muchas veces nos acostumbramos a sobrevivir debido a las presiones de la vida diaria, y no siempre nos damos el tiempo para vivir plenamente ni para reflexionar, pero si queremos que el mundo sea cada vez mejor, debemos partir de cada uno de nosotros, cada uno debe querer siempre mejorar su existencia, y al hacerlo, lograr que quienes viven a nuestro alrededor también lo hagan. Nuestro ejemplo logrará ser como una cadena, para que nuestros hijos y sus hijos sigan por el camino de buscar la perfección para conseguir un mundo mejor.

Para poder liderar, lo primero es entonces la búsqueda del mejoramiento y perfección individual, lo segundo es tener la capacidad de transmitir esos valores e ideales y lo tercero, aplicar todo lo bueno y positivo en la empresa, obteniendo resultados motivadores que permitan que se dirija hacia el objetivo final que siempre será de bien colectivo.

La confianza en uno mismo, es un punto también que hay que tomar en cuenta puesto que muchas veces es preciso lanzarse y tomar decisiones cerrando los ojos a los miedos, a los prejuicios y a los cambios. Cada uno de nosotros puede ver las situaciones que se presentan de una manera diferente. Con una actitud positiva se pueden tornar las crisis en oportunidades, las situaciones difíciles en ocasiones de reflexión, los pensamientos negativos en acciones positivas. La seguridad en lo que se quiere y se ha visualizado, la transmisión clara de ideales y valores a los miembros de la empresa lograrán metas muy importantes, porque todos estarán luchando por el mismo objetivo y con la misma filosofía de buscar siempre el bien común. Para poder lide-

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rar una empresa, lo primero es entonces la búsqueda del mejoramiento y perfección individual; lo segundo es tener la capacidad de transmitir esos valores e ideales a sus seres cercanos para que puedan irradiar con positivismo esas ideas y convertirlas en acciones; y lo tercero, aplicar todo lo bueno y positivo en la empresa, obteniendo resultados motivadores que permitan que se dirija hacia el objetivo final que siempre será de bien colectivo. El empresario es el guía y maestro de hombres, para su bienestar, progreso y superación humana, debe tener siempre presente que la empresa es para el hombre y no el hombre para la empresa. El empresario, como líder de hombres, deberá tener una conducta que constituye indudablemente un modelo para sus colaboradores de todos los niveles. Su ejemplo inspirará a sus subordinados a dar lo mejor de sí mismos, integridad, trabajo, iniciativa, entusiasmo.

Empresa y familia La familia es la empresa más importante, ya que tiene todo tipo de retos, de relaciones. Comienza con la conformación de un hogar, en el cual se unen dos mundos desconocidos en lo profundo, y deben coordinar todas las acciones, relaciones y recursos, para dotarles a sus hijos de herramientas que les permitan desarrollarse adecuadamente, formar otras familias y formar o ser parte de otras empresas. El liderazgo en la empresa Familia, es quizás el más importante de todos, porque es el que más influencia tiene en el desarrollo y actitud futura del talento humano. Cuando cada uno de nosotros ha conseguido reflexionar en las acciones que realizará para lograr sus metas, va a ser mucho más fácil lograr que quienes le rodean se contagien de su propio entusiasmo. Cuando se ha logrado sembrar los principios éticos en sus seres cercanos, se podrá tener la tranquilidad de saber que sus empeños se convertirán en realidades. Todo lo que se hace con honestidad tiene sus frutos, sin eso, las cosas no tienen ningún valor. En esa confianza, los primeros en emprender nuevos retos pueden ser los miembros de su familia. Si todos en la familia tienen la misma visión y la unión de sueños, alcanzarán las metas que se propongan. Un empresario que es el líder de su familia y que consigue que cada uno de los miembros de su familia sean líderes de su vida y de sus propias familias, es un líder exitoso. Cada persona, con su actitud positiva y sus ideas claras, logrará las metas que se ha propuesto. Es muy importante comprender que para cada uno en la empresa y en la familia, cada logro de uno es triunfo para todos, al igual que cada fracaso es un fracaso de todos. Se podría afirmar que la familia es una empresa a la que se van sumando nuevos miembros. La familia es un cimiento para el líder.

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Xavier Lasso

Comunicador: ECTV y Radio Pública de Ecuador.

Comunicación, periodismo, interés general y estrellas políticas La cámara ha sido colocada en algún sitio alto, muy alto, la toma es en picada, pero por la altura la gente luce deformada, las piernas sobre todo no guardan proporcionalidad con el resto del cuerpo. Todo para sorprender a los transeúntes que no respetan la “ley de tránsito” que manda a cruzar las calles por el paso cebra. Luego el reportero o la reportera entrarán en escena, el plano ya es otro, es medio y el justiciero de la televisión, el reportero, le desarraja la pregunta. ¿Por qué no cruzó por la esquina? Estaba apresurado, no me di cuenta, no he sabido, son algunas de las múltiples respuestas que atinan, o mejor, no atinan, a responder los nerviosos ciudadanos. 126


La cámara, un arma Cuando se intentó penalizar al peatón, empezar por el eslabón más frágil de la cadena de movilidad en la ciudad, todo un absurdo, la televisión hizo alarde de su política editorial, esa que no pueden confesar, articular, solo porque no han reflexionado sobre ella, que, entre otras cosas, hace de la cámara un instrumento de agresión. Vi, atónito, indignado, como era sometida la gente hasta la humillación, incluso no era respetada cuando pedía que no se le haga toma alguna. El equipo televisivo no entiende de eso, no sabe que cuando una persona rechaza a la cámara, es su derecho pedirlo, la cámara debe ser apagada inmediatamente, salvo que lo que registre desvele el cometimiento de un crimen, cualquiera sea su naturaleza. Todos los días, en los noticieros, asistimos a esas prácticas sin que nada, ni nadie, hayan podido detener estos abusos. La televisión, a pesar de la enorme cantidad de años que tiene en nuestros hogares, machaconamente, tampoco ha podido, o no ha querido, reflexionar sobre esto. La televisión ha dado por sentado que esto no violenta nada,

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que a nadie agrede, que no se menoscaban derechos. A veces pienso que no toma en cuenta quién está del otro lado, como que si hablara para si misma, sin reparar en la existencia del receptor o la receptora. Estas prácticas tenían que ser discutidas, por eso ha sido buena la irrupción de una ley de comunicación. Algo tenía que ocurrir para que ese tablero anacrónico, gastado, repleto de abusos, se modificara, entrara en una etapa de reparaciones. Y nos abocamos, entonces, a la primera gran falacia que ha pretendido negar la importancia de una “aggiornada” ley de comunicación: la mejor ley es aquella que no existe.

La noticia como drama Fundidos, música, muchas veces como en Psicosis de Hitchcock, repeticiones, cámara lenta, son algunos de los recursos que utilizan sin cansancio, y sin escrúpulos, los medios televisivos en el afán de conmover, aún más, como si la noticia no conmoviera “per se”, a las audiencias.


Debería regularse esto también, porque al informar no se está haciendo cine. La noticia pura y dura basta. Pero el contenido exacerbado en lo comercial impone estas prácticas. El famosos “rating” ha sido endiosado y todo es válido en su homenaje. Segundo lugar común: los medios sabemos lo que hacemos y no se necesita regulación externa.

La noticia editorializada No estamos ante robots, es cierto, los “anchor” también tiene emociones a pesar de que es un “pronter” quien les fija, casi sin margen de improvisación, su discurso. Pero los reiterados arqueos de cejas, los movimientos de cabeza, hasta ciertos chasquidos, son formas que han dejado de ser sutiles y desvelan los prejuicios del presentador, el ancla. Pero hay formas más descaradas y mediocres de editorializar: los reporteros que no informan, que cuentan desde sus miedos, temores, intereses, consignas, órdenes, la noticia. Nos trampean todos los días, haciendo inútil esos alardes metafóricos, empobrecida forma de decir una cosa por otra, que se repiten sin cansancio. Me he llegado a preguntar: ¿Qué no hay dirección de noticias que ponga las cosas en su lugar? O acaso esa es precisamente la intención: desacredita, confunde, vela. Mejor sería que el comentario sea parte de una política confesada del medio y así todos sabemos a qué atenernos. Tercera precisión.

La objetividad Todo lo que se dice, y como se lo hace, es en nombre del interés de la gente. Así nos lo han querido vender siempre. Hacerlo y decirlo a su manera demanda una libertad de expresión que ellos diseñan, controlan, administran, que no necesariamente coincide con el interés público. Y no es de interés general porque los filtros que ellos mismos han impuesto, y usan a rajatabla, hacen que esa libertad no sea de todos, es básicamente la de ellos.

Dicen que basta con dar espacios a las posiciones contrapuestas y que normalmente dos parecerían suficientes. Pero ¿dónde queda el contexto?. Eso es muy largo, no encaja en el vértigo de la noticia, en el tiempo del noticiero. Como eso no se trabaja, ha devenido inútil la tan mentada objetividad, no existe, no se la busca, no se corre tras ella, no es utopía, eso que buscamos aun sabiéndola inalcanzable. Entonces la televisión vuelve a parapetarse en esa práctica vertiginosa que ha empobrecido, empezando por el lenguaje mismo, mucho de lo que hace. Como lo que digo y hago va muy rápido, no queda otro remedio que el empobrecimiento, el lugar común, las cuatro palabras, la fórmula de siempre.

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Se ha venido usando como fuente a partes interesadas, todos los días asistimos, sin que podamos revertir esa tendencia, al espectáculo montado desde el escándalo. No se nos advierte de quién se trata, cuáles sus intereses, todos tenemos derecho a ellos, solo que siempre será bueno saber desde dónde se habla, porque siempre el punto desde donde uno está parado explica nuestra perspectiva. No hay ni siquiera vergüenza, con la noticia se destapan las pasiones del que informa, sus odios, sus prejuicios, sus revanchas. ¿Quién pone, o debe poner, freno? Darle algún sustento a lo que se afirma sí nos ayudaría a tener rigor. Vamos avanzando, esta es la cuarta necesidad.

Precisiones sobre la comunicación *

Falacia: la mejor ley es aquella que no existe

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Lugar común: los medios sabemos lo que hacemos y no se necesita regulación externa

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Precisión: mejor sería que los comentarios sea parte de una política confesada del medio

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Necesidad: darle algún sustento a lo que se afirma, sí nos ayudaría a tener más rigor

César Montufar lo extrapola; los mecanismos de control no son, es verdad, democráticos y se corre el riesgo de entregar a un solo poder demasiadas atribuciones. En realidad la sociedad debería encontrar en sus periodistas el camino a la democratización de los medios. Panchana, a pesar de su experiencia, o precisamente por eso, no ha sido muy escrupuloso en eso. Saldríamos de un problema para entrar en otro. De esos fallos o debilidades se puede mucho hablar, no hay que callar, pero de ahí a negar la necesidad de una ley, o descalificarla, reducirla, hay un enorme trecho que no tenemos por qué hacerlo, no debemos agotarnos en recorridos inútiles. La ley es clave, debemos apostarle a una verdadera democratización de los medios que tiendan a respetar al ciudadano, que busque abatir los abusos, que la información no sea vista solo como negocio, y que la responsabilidad social y democrática de quien informa o comunica, persona natural o jurídica, sea real, no una declaración sin sustento, cínica, rancio pan de todos los días. No hay por dónde perderse: creo en la necesidad de una ley de comunicación que responda a las realidades del siglo XXI, tan lleno de tecnología.

La experiencia personal

El interés general Todo lo que se dice, y como se lo hace, es en nombre del interés de la gente. Así nos lo han querido vender siempre. Hacerlo y decirlo a su manera demanda una libertad de expresión que ellos diseñan, controlan, administran, que no necesariamente coincide con el interés público. Y no es de interés general porque los filtros que ellos mismos han impuesto, y usan a rajatabla, hacen que esa libertad no sea de todos, es básicamente la de ellos. Por eso es bueno el debate abierto al calor de los proyectos de ley de comunicación que han venido circulando por la Asamblea Nacional, y que no todo el mundo ha podido leer, haciendo fácilmente vulnerable nuestras frágiles ideas. Vamos tomando, más nítidamente, partido.

Los proyectos No son buenos necesariamente. Me temo que hablan mucho de medios antes que de comunicación. Algunos son confusos, recuperan conceptos abstractos, propios de otros contextos, el estándar de la real malicia por ejemplo,

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¿Tiene valor universal nuestra propia vivencia? Sí, siempre y cuando seamos capaces de darle esa trascendencia. Es además otra forma, no será solo la academia, de acercarse a los temas que nos preocupan e interesan. El recorrido individual sin tinte sensacional, libre de adjetivos, hay que hacer siempre ese esfuerzo, puede darnos pistas de los acontecimientos que nos rodean y nos condicionan. Un diario, al que le entregué 15 años de leales esfuerzos, un día se cansó: me puso de patitas en la calle sin explicación alguna. Es que era inexplicable, o al menos poco presentable, su razón: el medio no comulgaba para nada con los postulados de la “revolución ciudadana” y exigía, cada vez más, un fuerte rechazo a todo lo que podía sonar a “correismo”. Bien, me dije yo, puede plantearse así la cuestión, pero debe compartirlo con la gente, debe una bien elaborada guía editorial advertírselo a sus lectores, hombres y mujeres, para que se sepan, cuando recorren sus páginas, que ese medio le apuesta a tal o cual proyecto de poder.


Otra de las tragedias, según la cansina repetición mediática, es la práctica política. El medio, los medios, han creado estrellas políticas mediáticas, pero también las han devorado. En medio de la profunda inestabilidad que ha caracterizado los recientes 15 años de la vida institucional de nuestro país, no se hizo trabajo de contextualización, nunca los hechos se presentaron con antecedentes y un desarrollo que intente explicarlos.

Por eso me ha resultado siempre muy poco creíble la muy mentada imparcialidad. Desde las prácticas cotidianas esta no existe y no reconocerlo deviene falta de respeto a la gente. Los receptores no regalan nunca sus intereses, aunque no los puedan expresar, siempre les queda el espacio de lo íntimo en donde ejercerlo. “Perder” una columna no es fin del mundo, pero en carne propia he vivido lo de la censura, las condiciones y el mandato editorial, en este caso, de la dueña del medio. Son prácticas repetidas durante años, secretas, crípticas y la sociedad tampoco ha tenido posibilidad de tomar conciencia de esta realidad. Hoy, al menos, estas anécdotas han empezado a circular. Mejor sería que el compromiso del medio se exprese en un trabajo bien elaborado, sagaz. Es fácil, o mucho más fácil, destacar lo evidente: los restos del avión accidentado, las llamas del edificio que lo consume el fuego, el llanto del niño que ha perdido a su madre, la devastación del terremoto. La tragedia llega a nosotros, se nos impone con su brutal realidad, no hemos salido en busca de ella, nadie la desea, y uno supone que el periodista tampoco. Lo que oculta lo evidente sería el mejor escenario para el verdadero periodista. Al fondo de esas imágenes, que además se repiten indefinidamente como si nunca saliéramos de lo que nos agobia, probablemente existen historias que recuperarían los contenidos humanos, y lo humano no niega la esperanza. Otra de las tragedias, según la cansina repetición mediática, es la práctica política. El medio, los medios, han creado estrellas políticas mediáticas, pero también las han devorado. En medio de la profunda inestabilidad que ha caracterizado los recientes 15 años de la vida institucional de nuestro país, no se hizo trabajo de contextualización, nunca los hechos se presentaron con antecedentes y un desarrollo que intente explicarlos. Quizá eso habría permitido separar trigo de cizaña, malas prácticas y otras que se desarrollaron en medio de las complicaciones típicas de esta actividad. Todo fue malo, repleto de corrupción, no hubo escape, no hubo salida. Como en la pasarela los actores desfilaron, pasaron, no hubo lugar, no hubo encuentro. Si la política tiene vicios, quién puede negarlo, los medios solo estuvieron listos para atestiguarlos. No se pide que asuman una cierta complicidad, hay que desvelar las cosas, pero no es bueno trabajar solo con lo evidente: esas prácticas políticas se asomaron como una devastadora peste, hacer la foto es fácil. ¿Qué las explica? Si no empezamos a construir “lugares” donde encontrarnos, aun en medio de nuestras diferencias, solo nos acostumbraremos a negar al otro, a no reconocerlo. El periodismo está repleto de lugares comunes, prejuicios, miedos y estereotipos. La farándula y sus cánones han devenido rectora de buena parte del periodismo. Empezar a tomar conciencia de esa

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deformación nos hará bien: existen marcados territorios que deben ser respetados y la política se mueve dentro de lo público, los espacios íntimos, por lo general, deben ser respetados.

Final Entre estas reflexiones, al calor de los recientes debates de las propuestas de ley de comunicación, y la experiencia de trabajador en determinados medios, me ha llevado a la conclusión de que la amenaza a la libertad de expresión no proviene, solamente, del Estado. Los medios, y ciertas inconfesables prácticas, son también amenaza a esa libertad. Esto siempre será bueno que lo podamos debatir. Pero tampoco vamos a simplificar demasiado las cosas ahora que, por fin aunque tardíamente aún para el contexto de nuestra región, tenemos medios públicos, a los cuales estoy vinculado, al menos hasta el día que escribo estas letras, y decir que la cuestión cambiará para bien porque hemos llegado los buenos. No, esos medios tienen todavía que probar que están en el camino correcto: ser medios públicos, es decir, trabajar entre esos dos poderes que más nítidamente marcan a una sociedad: el Estado y los poderes reales, entre esos dos extremos se mueve la ciudadanía, ahí se debería situar, sin posibilidad de duda, el trabajo de los medios públicos. A esa ciudadanía hay que servir. También mencioné a los periodistas, ahora hay que remarcar que los verdaderos cambios en los medios, el verdadero respeto a la libertad de expresión se ha dado cuando sus trabajadores, los periodistas, han comprendido que su independencia, su dignidad, su coraje, ha impulsado la democratización. Una ley debería proteger su estabilidad, debería impedir el maltrato de la empresa porque la recuperación de la confianza, sobre el trabajo de los medios y de la política, tan venida a menos, está también, comprendiendo sus limitaciones, en manos de los periodistas. Muchas veces se nos compara con otras realidades: que en este otro país no existe ley de comunicación, que las regulaciones son imposibles por peligrosas. Es verdad, toda regulación puede devenir censura, se dice en los mismos debates de la Naciones Unidas que señala a la libertad de información como unos de los derechos humanos fundamentales. Pero entonces deberíamos conocer también que, en Noruega por ejemplo, existen poderosos sindicatos de periodistas que los protegen de las órdenes interesadas de los gerentes. En la BBC de Londres jamás un ministro de Estado puede siquiera insinuarle algo a sus periodistas, sería fatal para el despistado político cometer semejante error. No hemos creado esos valores en nuestra sociedad y ¿de quién ha dependido? Se podría contestar

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que del conjunto, pero eso puede resultar trampa, como en Fuente Ovejuna. Más claramente: los responsables mayores son los propios medios que en tantos años no fueron capaces de crear los valores, el respeto, le lealtad, el rigor que hoy harían inútil la nueva Ley de comunicación.


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Xavier Lasso

Comunicador: ECTV y Radio Pública de Ecuador.

Comunicación, periodismo, interés general y estrellas políticas La cámara ha sido colocada en algún sitio alto, muy alto, la toma es en picada, pero por la altura la gente luce deformada, las piernas sobre todo no guardan proporcionalidad con el resto del cuerpo. Todo para sorprender a los transeúntes que no respetan la “ley de tránsito” que manda a cruzar las calles por el paso cebra. Luego el reportero o la reportera entrarán en escena, el plano ya es otro, es medio y el justiciero de la televisión, el reportero, le desarraja la pregunta. ¿Por qué no cruzó por la esquina? Estaba apresurado, no me di cuenta, no he sabido, son algunas de las múltiples respuestas que atinan, o mejor, no atinan, a responder los nerviosos ciudadanos. 134


La cámara, un arma Cuando se intentó penalizar al peatón, empezar por el eslabón más frágil de la cadena de movilidad en la ciudad, todo un absurdo, la televisión hizo alarde de su política editorial, esa que no pueden confesar, articular, solo porque no han reflexionado sobre ella, que, entre otras cosas, hace de la cámara un instrumento de agresión. Vi, atónito, indignado, como era sometida la gente hasta la humillación, incluso no era respetada cuando pedía que no se le haga toma alguna. El equipo televisivo no entiende de eso, no sabe que cuando una persona rechaza a la cámara, es su derecho pedirlo, la cámara debe ser apagada inmediatamente, salvo que lo que registre desvele el cometimiento de un crimen, cualquiera sea su naturaleza. Todos los días, en los noticieros, asistimos a esas prácticas sin que nada, ni nadie, hayan podido detener estos abusos. La televisión, a pesar de la enorme cantidad de años que tiene en nuestros hogares, machaconamente, tampoco ha podido, o no ha querido, reflexionar sobre esto. La televisión ha dado por sentado que esto no violenta nada,

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que a nadie agrede, que no se menoscaban derechos. A veces pienso que no toma en cuenta quién está del otro lado, como que si hablara para si misma, sin reparar en la existencia del receptor o la receptora. Estas prácticas tenían que ser discutidas, por eso ha sido buena la irrupción de una ley de comunicación. Algo tenía que ocurrir para que ese tablero anacrónico, gastado, repleto de abusos, se modificara, entrara en una etapa de reparaciones. Y nos abocamos, entonces, a la primera gran falacia que ha pretendido negar la importancia de una “aggiornada” ley de comunicación: la mejor ley es aquella que no existe.

La noticia como drama Fundidos, música, muchas veces como en Psicosis de Hitchcock, repeticiones, cámara lenta, son algunos de los recursos que utilizan sin cansancio, y sin escrúpulos, los medios televisivos en el afán de conmover, aún más, como si la noticia no conmoviera “per se”, a las audiencias.


Debería regularse esto también, porque al informar no se está haciendo cine. La noticia pura y dura basta. Pero el contenido exacerbado en lo comercial impone estas prácticas. El famosos “rating” ha sido endiosado y todo es válido en su homenaje. Segundo lugar común: los medios sabemos lo que hacemos y no se necesita regulación externa.

La noticia editorializada No estamos ante robots, es cierto, los “anchor” también tiene emociones a pesar de que es un “pronter” quien les fija, casi sin margen de improvisación, su discurso. Pero los reiterados arqueos de cejas, los movimientos de cabeza, hasta ciertos chasquidos, son formas que han dejado de ser sutiles y desvelan los prejuicios del presentador, el ancla. Pero hay formas más descaradas y mediocres de editorializar: los reporteros que no informan, que cuentan desde sus miedos, temores, intereses, consignas, órdenes, la noticia. Nos trampean todos los días, haciendo inútil esos alardes metafóricos, empobrecida forma de decir una cosa por otra, que se repiten sin cansancio. Me he llegado a preguntar: ¿Qué no hay dirección de noticias que ponga las cosas en su lugar? O acaso esa es precisamente la intención: desacredita, confunde, vela. Mejor sería que el comentario sea parte de una política confesada del medio y así todos sabemos a qué atenernos. Tercera precisión.

La objetividad Todo lo que se dice, y como se lo hace, es en nombre del interés de la gente. Así nos lo han querido vender siempre. Hacerlo y decirlo a su manera demanda una libertad de expresión que ellos diseñan, controlan, administran, que no necesariamente coincide con el interés público. Y no es de interés general porque los filtros que ellos mismos han impuesto, y usan a rajatabla, hacen que esa libertad no sea de todos, es básicamente la de ellos.

Dicen que basta con dar espacios a las posiciones contrapuestas y que normalmente dos parecerían suficientes. Pero ¿dónde queda el contexto?. Eso es muy largo, no encaja en el vértigo de la noticia, en el tiempo del noticiero. Como eso no se trabaja, ha devenido inútil la tan mentada objetividad, no existe, no se la busca, no se corre tras ella, no es utopía, eso que buscamos aun sabiéndola inalcanzable. Entonces la televisión vuelve a parapetarse en esa práctica vertiginosa que ha empobrecido, empezando por el lenguaje mismo, mucho de lo que hace. Como lo que digo y hago va muy rápido, no queda otro remedio que el empobrecimiento, el lugar común, las cuatro palabras, la fórmula de siempre.

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Se ha venido usando como fuente a partes interesadas, todos los días asistimos, sin que podamos revertir esa tendencia, al espectáculo montado desde el escándalo. No se nos advierte de quién se trata, cuáles sus intereses, todos tenemos derecho a ellos, solo que siempre será bueno saber desde dónde se habla, porque siempre el punto desde donde uno está parado explica nuestra perspectiva. No hay ni siquiera vergüenza, con la noticia se destapan las pasiones del que informa, sus odios, sus prejuicios, sus revanchas. ¿Quién pone, o debe poner, freno? Darle algún sustento a lo que se afirma sí nos ayudaría a tener rigor. Vamos avanzando, esta es la cuarta necesidad.

Precisiones sobre la comunicación *

Falacia: la mejor ley es aquella que no existe

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Lugar común: los medios sabemos lo que hacemos y no se necesita regulación externa

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Precisión: mejor sería que los comentarios sea parte de una política confesada del medio

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Necesidad: darle algún sustento a lo que se afirma, sí nos ayudaría a tener más rigor

César Montufar lo extrapola; los mecanismos de control no son, es verdad, democráticos y se corre el riesgo de entregar a un solo poder demasiadas atribuciones. En realidad la sociedad debería encontrar en sus periodistas el camino a la democratización de los medios. Panchana, a pesar de su experiencia, o precisamente por eso, no ha sido muy escrupuloso en eso. Saldríamos de un problema para entrar en otro. De esos fallos o debilidades se puede mucho hablar, no hay que callar, pero de ahí a negar la necesidad de una ley, o descalificarla, reducirla, hay un enorme trecho que no tenemos por qué hacerlo, no debemos agotarnos en recorridos inútiles. La ley es clave, debemos apostarle a una verdadera democratización de los medios que tiendan a respetar al ciudadano, que busque abatir los abusos, que la información no sea vista solo como negocio, y que la responsabilidad social y democrática de quien informa o comunica, persona natural o jurídica, sea real, no una declaración sin sustento, cínica, rancio pan de todos los días. No hay por dónde perderse: creo en la necesidad de una ley de comunicación que responda a las realidades del siglo XXI, tan lleno de tecnología.

La experiencia personal

El interés general Todo lo que se dice, y como se lo hace, es en nombre del interés de la gente. Así nos lo han querido vender siempre. Hacerlo y decirlo a su manera demanda una libertad de expresión que ellos diseñan, controlan, administran, que no necesariamente coincide con el interés público. Y no es de interés general porque los filtros que ellos mismos han impuesto, y usan a rajatabla, hacen que esa libertad no sea de todos, es básicamente la de ellos. Por eso es bueno el debate abierto al calor de los proyectos de ley de comunicación que han venido circulando por la Asamblea Nacional, y que no todo el mundo ha podido leer, haciendo fácilmente vulnerable nuestras frágiles ideas. Vamos tomando, más nítidamente, partido.

Los proyectos No son buenos necesariamente. Me temo que hablan mucho de medios antes que de comunicación. Algunos son confusos, recuperan conceptos abstractos, propios de otros contextos, el estándar de la real malicia por ejemplo,

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¿Tiene valor universal nuestra propia vivencia? Sí, siempre y cuando seamos capaces de darle esa trascendencia. Es además otra forma, no será solo la academia, de acercarse a los temas que nos preocupan e interesan. El recorrido individual sin tinte sensacional, libre de adjetivos, hay que hacer siempre ese esfuerzo, puede darnos pistas de los acontecimientos que nos rodean y nos condicionan. Un diario, al que le entregué 15 años de leales esfuerzos, un día se cansó: me puso de patitas en la calle sin explicación alguna. Es que era inexplicable, o al menos poco presentable, su razón: el medio no comulgaba para nada con los postulados de la “revolución ciudadana” y exigía, cada vez más, un fuerte rechazo a todo lo que podía sonar a “correismo”. Bien, me dije yo, puede plantearse así la cuestión, pero debe compartirlo con la gente, debe una bien elaborada guía editorial advertírselo a sus lectores, hombres y mujeres, para que se sepan, cuando recorren sus páginas, que ese medio le apuesta a tal o cual proyecto de poder.


Otra de las tragedias, según la cansina repetición mediática, es la práctica política. El medio, los medios, han creado estrellas políticas mediáticas, pero también las han devorado. En medio de la profunda inestabilidad que ha caracterizado los recientes 15 años de la vida institucional de nuestro país, no se hizo trabajo de contextualización, nunca los hechos se presentaron con antecedentes y un desarrollo que intente explicarlos.

Por eso me ha resultado siempre muy poco creíble la muy mentada imparcialidad. Desde las prácticas cotidianas esta no existe y no reconocerlo deviene falta de respeto a la gente. Los receptores no regalan nunca sus intereses, aunque no los puedan expresar, siempre les queda el espacio de lo íntimo en donde ejercerlo. “Perder” una columna no es fin del mundo, pero en carne propia he vivido lo de la censura, las condiciones y el mandato editorial, en este caso, de la dueña del medio. Son prácticas repetidas durante años, secretas, crípticas y la sociedad tampoco ha tenido posibilidad de tomar conciencia de esta realidad. Hoy, al menos, estas anécdotas han empezado a circular. Mejor sería que el compromiso del medio se exprese en un trabajo bien elaborado, sagaz. Es fácil, o mucho más fácil, destacar lo evidente: los restos del avión accidentado, las llamas del edificio que lo consume el fuego, el llanto del niño que ha perdido a su madre, la devastación del terremoto. La tragedia llega a nosotros, se nos impone con su brutal realidad, no hemos salido en busca de ella, nadie la desea, y uno supone que el periodista tampoco. Lo que oculta lo evidente sería el mejor escenario para el verdadero periodista. Al fondo de esas imágenes, que además se repiten indefinidamente como si nunca saliéramos de lo que nos agobia, probablemente existen historias que recuperarían los contenidos humanos, y lo humano no niega la esperanza. Otra de las tragedias, según la cansina repetición mediática, es la práctica política. El medio, los medios, han creado estrellas políticas mediáticas, pero también las han devorado. En medio de la profunda inestabilidad que ha caracterizado los recientes 15 años de la vida institucional de nuestro país, no se hizo trabajo de contextualización, nunca los hechos se presentaron con antecedentes y un desarrollo que intente explicarlos. Quizá eso habría permitido separar trigo de cizaña, malas prácticas y otras que se desarrollaron en medio de las complicaciones típicas de esta actividad. Todo fue malo, repleto de corrupción, no hubo escape, no hubo salida. Como en la pasarela los actores desfilaron, pasaron, no hubo lugar, no hubo encuentro. Si la política tiene vicios, quién puede negarlo, los medios solo estuvieron listos para atestiguarlos. No se pide que asuman una cierta complicidad, hay que desvelar las cosas, pero no es bueno trabajar solo con lo evidente: esas prácticas políticas se asomaron como una devastadora peste, hacer la foto es fácil. ¿Qué las explica? Si no empezamos a construir “lugares” donde encontrarnos, aun en medio de nuestras diferencias, solo nos acostumbraremos a negar al otro, a no reconocerlo. El periodismo está repleto de lugares comunes, prejuicios, miedos y estereotipos. La farándula y sus cánones han devenido rectora de buena parte del periodismo. Empezar a tomar conciencia de esa

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deformación nos hará bien: existen marcados territorios que deben ser respetados y la política se mueve dentro de lo público, los espacios íntimos, por lo general, deben ser respetados.

Final Entre estas reflexiones, al calor de los recientes debates de las propuestas de ley de comunicación, y la experiencia de trabajador en determinados medios, me ha llevado a la conclusión de que la amenaza a la libertad de expresión no proviene, solamente, del Estado. Los medios, y ciertas inconfesables prácticas, son también amenaza a esa libertad. Esto siempre será bueno que lo podamos debatir. Pero tampoco vamos a simplificar demasiado las cosas ahora que, por fin aunque tardíamente aún para el contexto de nuestra región, tenemos medios públicos, a los cuales estoy vinculado, al menos hasta el día que escribo estas letras, y decir que la cuestión cambiará para bien porque hemos llegado los buenos. No, esos medios tienen todavía que probar que están en el camino correcto: ser medios públicos, es decir, trabajar entre esos dos poderes que más nítidamente marcan a una sociedad: el Estado y los poderes reales, entre esos dos extremos se mueve la ciudadanía, ahí se debería situar, sin posibilidad de duda, el trabajo de los medios públicos. A esa ciudadanía hay que servir. También mencioné a los periodistas, ahora hay que remarcar que los verdaderos cambios en los medios, el verdadero respeto a la libertad de expresión se ha dado cuando sus trabajadores, los periodistas, han comprendido que su independencia, su dignidad, su coraje, ha impulsado la democratización. Una ley debería proteger su estabilidad, debería impedir el maltrato de la empresa porque la recuperación de la confianza, sobre el trabajo de los medios y de la política, tan venida a menos, está también, comprendiendo sus limitaciones, en manos de los periodistas. Muchas veces se nos compara con otras realidades: que en este otro país no existe ley de comunicación, que las regulaciones son imposibles por peligrosas. Es verdad, toda regulación puede devenir censura, se dice en los mismos debates de la Naciones Unidas que señala a la libertad de información como unos de los derechos humanos fundamentales. Pero entonces deberíamos conocer también que, en Noruega por ejemplo, existen poderosos sindicatos de periodistas que los protegen de las órdenes interesadas de los gerentes. En la BBC de Londres jamás un ministro de Estado puede siquiera insinuarle algo a sus periodistas, sería fatal para el despistado político cometer semejante error. No hemos creado esos valores en nuestra sociedad y ¿de quién ha dependido? Se podría contestar

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que del conjunto, pero eso puede resultar trampa, como en Fuente Ovejuna. Más claramente: los responsables mayores son los propios medios que en tantos años no fueron capaces de crear los valores, el respeto, le lealtad, el rigor que hoy harían inútil la nueva Ley de comunicación.


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Pablo Lucio-Paredes

Director del Instituto de Economía de la USFQ.

Millôr Fernandes es un filósofo-humorista brasilero. Brillante. En sus obras, frases, ensayos y caricaturas, late lo que muchos pensamos y escondemos, o lo que tenemos escondido sin saber que lo pensamos. Además es mi tío, y quiero rendirle un homenaje con algunas de sus frases sobre líderes, liderazgos, economía y política. Para leer, disfrutar, escandalizarse o aprobar. Nunca quedar indiferentes. Son tomadas de sus obras Libro Vermelho dos pensamentos de Millôr, Trinta años de mim mesmo, Millôr definitivo: A Biblia do Caos. Un abrazo de admiración a la distancia. 140


Homenaje a Millôr Fernandes Libro Vermelho dos pensamentos de Millôr

El último refugio del oprimido es la ironía y ningún tirano, por más violento que sea, escapa a ella. El tirano puede evitar una fotografía. No puede impedir una caricatura. La mordaza aumenta la mordacidad. No tanto como un medio de vida, o una actividad de interés público, la práctica política es un alucinógeno.

Por primera vez veo un país, Chile, experimentando en la práctica una vieja propuesta mía, que considero la mejor solución a los problemas sociales: un capitalismo dirigido por un socialista. O viceversa. Candidatícese. Por más tonto que Ud. sea siempre habrá un número suficiente de más tontos para probar que Ud. no lo es.

En todos los momentos de la historia quedó probado que un país que necesita de un salvador no merece ser salvado. El nazismo alemán, el fascismo italiano, la monarquía Abisinia, la dictadura del proletariado stalinista encontraron un medio fácil y eficiente de acabar con la pobreza: acabaron con los pobres.

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El concepto de Estado nació como un concepto de contención de la actividad individual. Cuando la primera ama de casa Cromagnon se quejó del humo de la fogata de la gruta vecina, había creado el principio de que el derecho de cada uno termina donde comienza el derecho ajeno y reivindicado la necesidad de la Ley y el Orden. De ahí a las restricciones a favor del propio ejercicio del poder hubo apenas un paso. Aparecieron los líderes, los guías providenciales, los salvadores, los padres de la patria, los libertadores. Y la libertad propiamente dicha pasó a ser considerada apenas una lamentable negligencia de las autoridades. Quien confunde libertad de pensamiento con libertad es porque nunca pensó en nada.

Todo Estado es administrado por un grupo de criminales que, al tomar el poder, establece una legislación poniendo a todos los otros ciudadanos más o menos fuera de la Ley. Dénme mil actos de absoluta moralidad y construiré un burdel.

En una democracia todos son (presumiblemente) iguales ante la Ley. En una dictadura todos son iguales ante la policía.

Trinta años de mim mesmo Para una perfecta libertad de expresión en un Régimen Dictatorial: a) No piense b) Si piensa, no hable c) Si por si acaso fuera obligado a expresar su pensamiento, evite escribirlo d) Si escribe su pensamiento, no deje que lo publiquen e) Si lo publicaran, rehúse firmarlo f) Si su pensamiento aparece firmado en cualquier lugar, corra a casa inmediatamente y escriba un desmentido.

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Advertencia! Quien avisa, amigo es: si el gobierno continúa dejando que ciertos periodistas hablen en elecciones, si el gobierno continúa dejando que determinados periódicos pongan objeciones a su política financiera, si el gobierno continúa dejando que algunos políticos perseveren en mantener sus candidaturas, si el gobierno continúa dejando que algunas personas piensen por sí mismas; y, sobretodo si el gobierno continúa dejando que circule esta revista, con toda su irreverencia y crítica, en breve estaremos cayendo en una democracia.

Millôr definitivo: A Biblia do Caos Autoridad El hecho de que una persona sea una gran autoridad en algún asunto no elimina la posibilidad de que acierte de vez en cuando.

Autoritario Autoritario es un sujeto que te da respuestas sin que hayas hecho preguntas.

Burócrata Burócrata es un conservador que domina la izquierda y la derecha.

Burócrata es una persona que ve un sujeto asesinado con una navaja suiza y solo se interesa por saber cómo el asesino consiguió la guía de importación.

Ciudadanía Ciudadano no deje de votar. La corrupción necesita de Ud.

Competencia Un gobernante que se rodea de asesores más competentes que él es más competente que ellos.

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Composición Todo gobernante se compone de 3% de Lincoln y 97% de Pinochet.

Constitución La constitución es la Carta Magna, la ley más sagrada del país – soberana, inviolable e incomprensible.

Corrupción Una característica curiosa del corrupto se observa en los restaurantes. El corrupto siempre está en otra mesa.

Decisión Llámase decisión rápida nuestra capacidad de hacer estupideces inmediatamente.

Democracia La democracia comienza a la hora de votar. Y termina a la hora de contar. Democracia es la creencia que una multitud de tontos juntos pueden resolver problemas mejor que un cretino solitario.

Desigualdad Los hombres nunca fueron iguales, pero no eran muy desiguales. Entonces vino la civilización y algunos se convirtieron en reyes.

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Economista Para el hombre común economía es guardar dinero. Para el economista, economía es gastar el dinero del hombre común.

Estadista Nacer estadista en un país subdesarrollado es como nacer con un tremendo talento de violinista en una tribu que solo conoce la percusión.

Estatismo Nuestros corruptos son tan incompetentes que solo consiguen robar del gobierno. Si fuesen ladrones en la empresa privada morirían de hambre.

Gobierno Las principales formas de gobierno son las malas y las mucho peores. Toda la búsqueda de civilización durante mil años resultó apenas en la creación de sistemas de gobierno a través de los cuales 5 billones de personas son entregadas en las manos de cinco centenares de déspotas vanidosos y primarios.

Ideología Cada ideología tiene la Inquisición que merece. Ahora que todas las ideologías han fallado solo nos queda la cirugía plástica. Las ideologías son insaciables: cada vez exigen más sacrificios humanos.

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Igualdad Absolutamente justas todas las reivindicaciones femeninas y feministas. Al final en la campaña que hacen, las mujeres han probado exhaustivamente que son tan incapaces como los hombres. Todos los hombres nacen iguales frente a la ley; esto es débiles, tontos, y dispuestos a ser usados por el poder vigente (cualquiera sea el Poder o cualquiera que sea el Vigente)

Libertad de prensa Solo los periódicos mentirosos, escandalosos, corruptos y calumniadores nos dan la medida exacta de la libertad de prensa.

Líder Líder: un sujeto que sigue a la mayoría.

Liderazgo Liderar no es nada difícil. Las preguntas están todas en el presente. Las respuestas están todas en el futuro

Planificación Planificador económico es un técnico incapaz de resolver un problema, pero genial en organizar la próxima confusión Economía planeada es aquella en la que nunca falta pan cuando falta circo, y viceversa.

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Poder De equivocación en equivocación la gente llega al poder.

Política En política, basta tener condiciones de repetir mucho una mentira para ella se vuelva verdad.

Presidente Nuestros presidentes entran siempre por la puerta monumental de la esperanza, se sientan en el trono tornasolado de la decepción, y salen por la puerta sucia de la corrupción.

Redistribución Todo líder incompetente quiere acabar con la riqueza hereditaria. Los competentes (?) se preocupan solo de la miseria hereditaria.

Sabiduría Sabio es el hombre que consigue ascender de la estupidez de la popularidad a la sabiduría del anonimato.

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Giuseppe Marzano,

Decano de Administración para el Desarrollo USFQ.

De niña tímida a líder de orquesta: historia de una mirada inspiradora ENTREVISTA a Andrea Vela, realizada por G. Marzano.

Andrea Vela es la directora de orquesta ecuatoriana más joven en convertirse en Directora Adjunta de la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador y en Directora Titular de la Orquesta Sinfónica del Conservatorio Nacional de Música. Nació en Quito, Ecuador. Estudió violín en el Conservatorio Nacional de Música de Quito, en el Peabody Conservatory y en la Universidad de Louisville, donde realizó la Licenciatura en Violín. En 1998 continuó con sus estudios de dirección de orquesta en la Hartt School of Music y en 2004, la República Popular China le concedió la Beca de Estudiantes Extranjeros Sobresalientes para estudiar dirección de orquesta en el prestigioso Conservatorio de Música de Shanghai, donde obtuvo la Maestría en Dirección de Orquesta.

El violín es el instrumento que, por lo general, lleva el canto melódico dentro de una orquesta. Su versatilidad de timbres, amplio registro y bella figura, sin duda cautivaron mi interés.

Andrea Vela fue directora titular de la Banda Sinfónica Metropolitana de Quito y directora adjunta de la Louisville University Opera y de la Suzhou Youth Orchestra en China. Ha participado como directora invitada con la Jewish Orchestra of Louisville, orquestas de EEUU, TelAviv y Varna, las orquestas sinfónicas de Guayaquil, Loja y Cuenca, la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador, entre otras. Ha dirigido los estrenos mundiales de obras contemporáneas en Ecuador, China y EEUU. Ganó el Primer Lugar en los concursos de dirección de orquesta organizados por el Municipio de Quito y por la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador.

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GM: ¿Cómo ocurrió tu relación con la música? AV: Desde muy niña estuve expuesta a la música. Mi familia me ha llevado siempre por ese lado artístico. Desde que tenía cinco años iba con mi papá al Teatro Sucre a los conciertos de la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador. Recuerdo que, en el intermedio, una vez finalizada la primera parte del concierto, la gente salía del teatro y yo me quedaba inmóvil en el asiento esperando la segunda parte. Mi afición por la música se hizo evidente desde entonces. A los 7 años de edad, di las pruebas de ingreso en el Conservatorio Nacional de Música y fui aceptada. Sin embargo, me informaron que no habría violines disponibles y que tendría que estudiar únicamente clases teóricas durante todo el primer año y, sin perder la ilusión, así lo hice. Cuando finalmente me entregaron mi violín, abrí la caja y dije emocionada: “por fin tengo un violín en persona” y así comenzó todo. GM: Y ¿por qué el violín? AV: El violín es el instrumento que, por lo general, lleva el canto melódico dentro de una orquesta. Su versatilidad de timbres, amplio registro y bella figura, sin duda cautivaron mi interés. GM: Alguien me dijo que tu eres la mejor violinista que Ecuador ha tenido en la historia. ¿Para qué dejar el atril y moverte hacia el podio? AV: No fui ni seré la mejor violinista del Ecuador, simplemente fui siempre una persona muy entregada al trabajo. Amaba el violín, aún lo amo, pero de una manera distinta. Recuerdo cuando integraba la orquesta, sentía una inmensa curiosidad por saber acerca del quehacer de los demás instrumentos de la orquesta. Quería comprender lo que pasaba atrás, a mis lados, al frente con el director. La labor del director siempre llamó mi atención, su lenguaje corporal, su comunicación con los músicos me pareció de gran interés. Sin darme cuenta, poco a poco me fui acercando al podio. GM: Pero para tener el objetivo de escalar el podio debes haber tenido mucha confianza en ti…. AV: Creo que mi mente artística es global. Mi intuición musical es firme y profunda. Al escuchar o trabajar en una pieza musical tengo la certeza de saber cómo ésta debe ser interpretada, sentida o percibida. La confianza en uno mismo es fundamental. Confianza, trabajo y carisma son elementos que le mantendrán a un director en el podio. Cualidades de todo líder.

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GM: Carácter fuerte…. AV: Sin duda, carácter fuerte, decidido y testarudo, han permitido que alcance mis metas y, de algún modo, me han afianzado en el podio. GM: ¿Quién es Andrea Vela? ¿Un carácter fuerte detrás de un cuerpo aparentemente frágil? AV: Aparentemente frágil. Quien me conoce no me describiría como frágil. Frente a la orquesta, frente a una partitura, hay gran fortaleza. Recuerdo que en el colegio era una persona callada y tímida, no me gustaba conversar con nadie. Me asustaba ir al colegio, no por las clases, no por el aprender, sino por el relacionarme con gente. Sin embargo, mi vida en el conservatorio era totalmente distinta. Estaba en mi ambiente y me manifestaba con cierto liderazgo. GM: ¿Y cómo la niña tímida llegó a ser a líder de la orquesta? AV: Quizás el liderazgo nació del quehacer mismo de un ensayo. La necesidad de lograr, en un tiempo limitado, metas musicales conjuntamente con una orquesta, fue un factor determinante para pulir en mí cualidades de líder. Recuerdo que, cuando tocaba el violín, no era una seguidora. Y eso independientemente de donde estaba sentada en la orquesta. La orquesta, consciente o inconscientemente, aprecia y se inclina por un líder firme y decidido. La duda e inseguridad, frente a un grupo de gente, solo crea confusión y desorden. Además, se pierde credibilidad. GM: ¿Pero a veces las cosas no salen como se han programado? AV: Hay ensayos difíciles. Días en que la orquesta está cansada, distraída, indisciplinada. Hay que improvisar y aplicar distintas metodologías de ensayo para cambiar el ambiente. Volverlo más ameno y liviano. Me molesta la indisciplina, pues considero que el trabajo que se está haciendo es sagrado. La indisciplina retrasa el proceso de trabajo y no puedo ser paciente frente a eso. Mi deseo por alcanzar las metas diarias musicales me llenan de la energía, decisión y fuerza necesaria para afrontar cualquier contrariedad.

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GM: Tú has estado al frente de diferentes orquestas, en diferentes países, no solo has liderado, diferentes hombres y mujeres, sino que lo has hecho en diferentes culturas…. ¿hay diferencias, hay analogías, hay problemas en hacerlo? AV: Sí hay diferencias, cada país tiene sus costumbres y tradiciones, sus distintos niveles frente a la ética de trabajo. Hay orquestas que no podrían sentarse en un ensayo sin primero haber estudiado sus partes individuales. Asimismo, hay músicos que esperan que el director utilice o malgaste su tiempo de ensayo, para revisar el trabajo personal. Es importante adaptarse y ser flexible frente a los distintos medios, sin embargo, inculcar en los músicos la importancia del estudio en casa. Esto es fundamental; de lo contrario el proceso de ensamblaje se vuelve lento y tedioso, sobre todo para quienes están preparados. En EEUU hay más costumbre de tener a mujeres directoras en el podio, quizás, esto facilita el impacto inicial frente a una orquesta nueva. En Ecuador una mujer directora necesita tener mucha más credibilidad que es algo que solo se logra con mucho trabajo. GM: ¿Me estás diciendo que en Ecuador los músicos son difíciles, para decirlo de una manera elegante? AV: Los músicos no son difíciles, simplemente, el medio no tiene costumbre. Creo que, para ser mujer, joven y ecuatoriana, he tenido mucha suerte en el Ecuador. Quien es buen músico, acepta un buen trabajo, independientemente de dónde venga y de quién sea.

como resultado un trabajo artesanal, sin mensaje propio ni artístico. Se puede encontrar cientos de interpretaciones distintas sobre una misma obra. Cada director tiene “su favorito”, mi conexión con Brahms es muy particular, pienso que sé comprenderlo e interpretarlo bien. GM: ¿Brahms es “tu amigo” entonces? AV: Brahms es un compositor de gran madurez artística. Se estudia Brahms en los últimos años de escuela de dirección de orquesta. Para comprender un lenguaje como el suyo, no solo se requiere del conocimiento global de la partitura, sino también del diario vivir, sentir, sufrir, reír. Enfrentar a Brahms no es fácil. Como decía mi profesor chino, quien quiere acercarse a Brahms, necesitará primero experimentar una buena dosis de sufrimiento y madurez. GM: ¿Y cómo se lleva Brahms a la orquesta? AV: Quizás la mejor manera de llevar a un compositor a la orquesta es con trabajo y autenticidad. Podría decir que, esa es también la forma más efectiva de presentarse, como director, frente a una orquesta. Cada director tiene su forma de ser. Hay directores tímidos, extrovertidos, profundos, introvertidos. No importa si el director se encuentra en una fase madura o inmadura de su vida, simplemente debe ser auténtico. Pienso que un mensaje artístico sincero y verdadero, únicamente se puede transmitir con transparencia y naturalidad. GM: ¿Y es por eso que la orquesta te sigue y te cree?

GM: ¿ Malas experiencias? AV: He logrado manejar eso bien, es decir, malas experiencias con la orquesta no he tenido. Pero todo ha sido gracias a un trabajo firme y sistemático. Ganarse a una orquesta puede no ser tan difícil. Mantener la credibilidad y autoridad puede ser complicado. Así como se puede ganar a la orquesta con un excelente trabajo, asimismo y por un pequeño error, se la puede perder para siempre. La relación director-orquesta es una de las más complejas. GM: Para un oído profano como el mío, cualquier pieza musical suena lo mismo. Dicen que la personalidad del director hace la pieza. ¿Cómo se transmite esa personalidad a la orquesta? AV: Todo director debe ser capaz de dejar su marca sobre un trabajo musical. Si el director reúne todas las cualidades de un buen músico, logrará, sin duda, imponer su sello artístico en una obra determinada y alcanzará una interpretación musicalmente coherente, podrá transmitir a los músicos y al público el verdadero sentir de la obra musical. Un director sin la debida preparación, podría obtener

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AV: Es simplemente una cuestión de preparación profesional, de sinceridad y transparencia. GM: ¿Y eso aplica también para los directores jóvenes? AV: Ahí está el problema. Por eso es importante madurar en esta profesión. Los directores, en sus primeros años de estudio, imitan a sus maestros. Esto es parte del proceso natural de desarrollo, sin embargo, al copiar formas de comunicación o gestos, están alejándose de sí mismos, convirtiéndose en una penosa caricatura de sus maestros. La orquesta es sensible y percibe que algo no anda bien. Entonces entran en juego la credibilidad y confianza del joven director frente a los músicos. Lo ideal sería encontrarse como persona lo más pronto posible. GM: Pero también se aprende de los maestros… AV: Un joven director, que al comienzo imita, debe después encontrarse y desarrollar su propio ser. Un director hecho y derecho no tiene necesidad de imitar a nadie. El ya sabe


qué lenguaje es el más adecuado para comunicarse con la orquesta, qué gestos son los más eficaces para transmitir un pensamiento determinado. Es importante, ser auténtico, encontrarse a uno mismo y, como uno mismo, presentarse a la orquesta. GM: ¿Tú te has encontrado ya? AV: Es difícil, a mi edad, decir que me he encontrado, pero, sin duda, voy por buen camino. No tengo temor de manifestarme frente a la orquesta tal y como soy. La música dicta mis gestos, mis miradas. Me da confianza pensar en que, todo lo que venga de ella, es noble y honesto. Alguna vez lloré en medio de un concierto y pienso que esto no ha generado burlas, sino todo lo contrario. Del mismo modo, he sonreído ampliamente. Solo pienso que el director también siente hambre y cansancio, también se enferma, se conmueve, se aflige, sufre. El director es un ser humano como todos los demás y es ese ser humano quien llevará el mensaje artístico a los demás. Hay escuelas rigurosas, como la de Toscanini, quien consistentemente se mostraba casi como un tirano, invencible frente a la orquesta. GM: ¿Estamos polemizando con Toscanini? AV: Simplemente hago énfasis en el lado humano del director. Pienso que soy natural. El ser yo misma, el no tener temor a sentir, me ha dado buenos resultados. Es importante ser firme, pero respetuoso y gentil con los músicos. Los directores tiranos ya no son bien vistos en las orquestas de este siglo. Además, es más que sabido que, las manifestaciones extremas de agresividad o tiranía, por ejemplo, son símbolo de inseguridad. Ser transparente y humana son cualidades que me han ayudado a enfrentar a la orquesta. GM: Hay gente en la orquesta sinfónica nacional que probablemente están en la orquesta desde que tú no habías nacido. Tú estás al frente de ellos ahora y eres muy joven. ¿Cómo manejas los conflictos entre tú y ellos? AV: Cada conflicto tiene su particularidad. Es difícil. Hay diferentes tipos de problemas. A veces hay comentarios que no son procedentes dentro de un ensayo y es importante saber escudarlos para discutirlos personalmente con los músicos implicados. Es esencial evitar llegar a discusiones largas y espinosas que se robarán el tiempo del ensayo y que crearán división entre los músicos. GM: ¿Y tú qué haces en esos casos? AV: Lo mejor es alejar los problemas del momento del ensayo. Dejarlos para mas tarde, sin descuidarlos. Puede ser delicado, cada pregunta, cada respuesta debe manejarse con mucho tino, educación y respeto.

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GM: ¿Es tu ego el que te ha llevado a estar en el podio, a tener la batuta en la mano? AV: Se dice que los mejores directores son los que nunca han querido serlo. Yo nunca pensé en la dirección orquestal como opción. En mi caso, el ego no juega ningún rol, simplemente deseaba hacer música y me di cuenta de que la mejor manera de expresar mi intuición musical, mi conocimiento es a través de una batuta, enseñando a los músicos y compartiendo con ellos el sentir de un compositor. No pensé en las palabras “director”, “jefe”, “líder”, simplemente pensé en “hacer música”. GM: Tremendo ego entonces… AV: El director de orquesta es para mí como un entrenador de fútbol, es parte del equipo, está más arriba, en el podio, simplemente para que lo vean mejor. Es más, yo dirijo sobre tres podios pues soy de baja estatura, pero es solamente una cuestión práctica. Considero fundamental el trabajo en equipo. El director no es un todopoderoso. Mientras más arriba se sienta, más lejano estará de los músicos, del público y del verdadero mensaje de la música. En cuanto a mi decisión de ser directora, pienso que la vida misma me llevó a serlo, de una manera casi impredecible. GM: ¿En qué eres diferente de otros directores que has conocido? AV: En que soy yo misma y me presento frente a la orquesta sin poses. Tampoco quiero decir que todos los directores tengan una actitud arrogante y antipática, pero si hay cierta tendencia. GM:¿ Eres amiga de los músicos, eres una colega o eres una jefa? AV: Ninguna de las tres. El director no puede ser amigo. El momento en el que se es amigo, se pierde objetividad. El director debe ser imparcial y justo. Se dice que a los jefes se los sigue por temor, al verdadero líder, se lo sigue por respeto, por entusiasmo y convicción. GM: Déjame decirlo de otra manera. ¿Eres líder?

GMP: Alguien dice que por llegar a la perfección en una cierta materia hay que haber estudiado o practicado una materia por lo menos diez mil horas. ¿Tú ya tienes tus diez mil horas? AV: Nunca voy a tener mis diez mil horas completas. En esta profesión hay mucho más que 10.000 horas. Se puede estudiar una partitura durante una semana, presentarla en concierto y luego volver a revisarla y seguir encontrando detalles que quedaron sueltos, sin hacer… eso es precisamente lo bello de todo esto. GM: Recuerdo que una vez que me contaste que paraste a dos pianistas chinas, solo con la mirada porque estaban haciendo algo que tú no les habías mandado. ¿Tú diriges con la batuta? ¿Con la mirada? ¿Con el cuerpo? ¿Cómo lo haces? AV: Gracias a la práctica y estudio, he logrado alcanzar una técnica de batuta bastante versátil y clara. A parte de la técnica, la música misma dicta los movimientos corporales y los gestos. Pienso que la mirada es una herramienta de comunicación vital en el trabajo de un director. Me han dicho que tengo una mirada fuerte y que lleva un mensaje. Con una simple mirada, el director puede lograr algo muy sutil como un diminuendo, también es posible conducir la obra a momentos de temor, ternura, intensidad. GM: ¿ Ojos y batuta entonces? AV: A veces no hace falta mostrar con la batuta o decir “esto es tierno”. La batuta es una herramienta que, a través de un buen manejo, puede facilitar notablemente la tarea de ensamblaje y lograr precisión en varios pasajes, pero los ojos tienen la capacidad de transmitir el corazón de la obra. GM: A veces los ojos te hacen enamorar, a veces te hacen tener miedo. ¿Hay músicos que tienen miedo de tus ojos? AV: Eso yo no sé. Pero sí sé que cuando mis ojos están sobre un músico hay una reacción involuntaria de atención, de tensión y de comprensión frente a la misión musical. La mirada firme me ha dado siempre buenos resultados. GM: ¿Cómo ves tu futuro y cuando te veré de directora principal de la OSNE?

AV: Eso sí, soy líder de un equipo artístico, pienso que, como líder, soy capaz de transmitir, con autoridad, carisma y respeto, un mensaje artístico. Los músicos pueden percibir además, el aprecio y respeto que siento por ellos. Es importante que la comunicación entre director y orquesta sea eficaz y transparente.

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AV: ¿Mi futuro? Deseo tener un futuro tranquilo, de gran satisfacción personal y profesional. Me he preparado para ser directora de orquesta, amo esta profesión. Quiero y respeto a mi país y a su gente. Pienso que mi lugar, como ecuatoriana luchadora, está en el podio como titular de la Orquesta Sinfónica Nacional. Nadie es profeta en su tierra dicen y yo diría, sin dudar un minuto: el ecuatoriano no es profeta en el Ecuador, sin embargo, es hora de cambiar la


historia. Es hora de que aprendamos a valorar y dar crédito a lo nuestro. De lo contrario, viviremos para siempre con esa actitud de colonizados. GM: ¿Y la dirección de la OSNE? AV: El Ecuador es un país que da fácil bienvenida a los extranjeros. Por alguna razón pensamos que el extranjero está mejor capacitado. Aún cuando el ecuatoriano ha demostrado verdadera solvencia en su trabajo, es la segunda opción frente a un extranjero. Me encanta el cuento de los cangrejos: ¿Por qué los cangrejos del ecuatoriano no se salen de la canasta? Porque cuando uno quiere salir el otro le jala para adentro. Como lo dije antes, mi lugar está frente a nuestra Sinfónica y estoy preparada para asumir el reto, la pregunta es, ¿será que nuestro país está preparado para tener a una mujer en la titularidad? GM: Mi última pregunta: ¿En tu casa, con tus afectos, con la gente que quieres usas la batuta? ¿Eres directora también ahí? AV: En mi casa busco la democracia, en el podio no. Me gusta cuando la familia toma la iniciativa, ya que siempre ando distraída en proyectos musicales. Prefiero dejar la batuta a quien tenga el mejor plan familiar. En casa soy callada, sin embargo, mis cualidades como líder siempre se escapan y puedo ser demasiado honesta, demasiado firme, algo que puede malinterpretarse con el ser demasiado dura. Sinceramente, prefiero guardar la batuta para el momento del ensayo. Muchas gracias.

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-Certificado de Economía y Políticas de Desarrollo-

14 de junio - 28 de julio 2010 Programa de actualización con profesores Internacionales. Dirigido a profesionales y consultores con conocimientos intermedios de economía Módulos: Métodos Cuantitativos / Organización Industrial / Macroeconomía Heterodoxa / Nueva Economía del Comercio Internacional

Más información: Bernardo Creamer, profesor de la USFQ jbernardoc@gmail.com

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Liderazgo y éxito organizacional

Elsa Romoleroux de Mena Ex Directora del SRI

Liderazgo y éxito organizacional – mis inicios en la CFN Consecuente, y coincidiendo plenamente con aquel pensamiento clásico que afirma que no hay mejor teoría que una buena práctica, el presente artículo no es sino una apretada narración de las principales experiencias personales en mi vida pública, que evidencian las ventajas e impactos positivos del liderazgo y lo que puede hacer y perpetuar un líder en su paso por las organizaciones.

Transmitir con claridad las características del proyecto y estimular la comprensión de las exigencias personales que demandaba su éxito, en base al aporte de todos, representaba la gestión incluyente de un líder que trabaja en equipo con sus colaboradores, delegando paulatinamente responsabilidades, al tiempo que satisface los intereses y aspiraciones personales en el plano humano y estimula alcanzar las metas individuales y corporativas.

Tuve el privilegio de iniciar el ejercicio profesional bajo la dirección del Dr. Luis Ayora Arellano, fundador y primer gerente de la Corporación Financiera Nacional - CFN, y de su mano ir descubriendo las capacidades y cualidades que debe reunir un líder. Sutileza y delicadeza, y al mismo tiempo firmeza derivada de sus profundas convicciones éticas y de su conocimiento, fueron sus principales fortalezas. Su mejor estrategia, el trabajo en equipo a partir de una rigurosa selección de sus colaboradores. Estas constituyeron las bases para transformar una incipiente “Casa de Valores” en la Institución de mayor prestigio en el ámbito financiero del país en aquella época. Su disposición a escuchar y debatir con seriedad los problemas, la práctica de principios y valores que se plasmaron en un Código de Conducta que sirvió de guía para consolidar el comportamiento de los funcionarios y sustentar la cultura organizacional, marcó la diferencia entre las entidades del Sector Público de esos años. Concentrado en un proyecto nuevo que debía dar vida al mercado de valores y fomentar el desarrollo industrial del país con la provisión de líneas de crédito de largo plazo, tuvo que luchar contracorriente, frente a la novedad e in-

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comprensión de sus objetivos. Las circunstancias de trabajar con un equipo de jóvenes profesionales, de excelente formación pero aún inexpertos, determinó que las decisiones, en definitiva, dependieran fundamentalmente de la capacidad de dirección y organización que evidenciaba el Dr. Ayora. Transmitir con claridad las características del proyecto y estimular la comprensión de las exigencias personales que demandaba su éxito, en base al aporte de todos, representaba la gestión incluyente de un líder que trabaja en equipo con sus colaboradores, delegando paulatinamente responsabilidades, al tiempo que satisface los intereses y aspiraciones personales en el plano humano y estimula alcanzar las metas individuales y corporativas. Demás está decir que la inexperiencia de profesionales jóvenes, exigía una interrelación permanente con el Dr. Luis Ayora, para satisfacer preocupaciones, y solucionar los temores propios de lo desconocido. Este gran líder, siempre encontraba tiempo para hablar con su equipo y satisfacer sus expectaciones, de manera que sus inquietudes no se prolonguen demasiado tiempo y afecten la productividad de la administración. A pesar de nuestra juventud nuestras ideas siempre fueron consideradas. Quizá desde el umbral de su experiencia, cual visionario, estaba mirando hacia el futuro, y comprendía la necesidad de sembrar semillas y auspiciar gestores del desarrollo. Toda idea era bienvenida, discutida, mejorada o enmendada, jamás rechazada. Todos nos sentimos involucrados, fuimos capacitados, adquirimos responsabilidades y respondimos a ellas. Aprendimos que con integridad, mística y esfuerzo se pueden enfrentar las presiones políticas que distorsionan la naturaleza y el papel de las instituciones. Que con firmeza y tenacidad se construyen los sueños que en sus albores parecen siempre imposibles, que los cambios son factibles con trabajo, honestidad y arresto, y que el tiempo y paciencia son indispensables. La dirección del Dr. Luis Ayora caracterizada por su firmeza y rectitud chocaba con las ambiciones políticas de quienes pretendían lucrar del poder público utilizando la banca del estado al más puro estilo mercantilista, pretendiendo que se permitiera un delictuoso tráfico de influencias para obtener créditos sin ajustarse a las condiciones que la técnica y la prudencia aconsejan para el manejo de los recursos del Estado. La concesión del financiamiento como resultado de estudios estrictamente técnicos de evaluación de proyectos, fue sin duda un sustento para el crecimiento del sector industrial; se aplicaron criterios diferentes, en lo pertinente, para la pequeña y la gran industria, pero sin auspiciar en ningún caso, subsidios y prebendas a favor de grupos de presión o de particulares intereses. Loable

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actuación de un funcionario público que impidió que la corrupción haga presa de la Institución, que jamás supuso que el liderazgo debe sustituir a la institucionalidad. Este tipo de liderazgo potencia habilidades, permite que afloren las actitudes positivas, ese lado humano que demuestra compromiso y colaboración para asumir retos en equipo y para alcanzar objetivos predeterminados, pero fundamentalmente crea institucionalidad. Al amparo de un Decreto de la Dictadura que ordenaba cesar en sus funciones a los empleados públicos a los 65 años de edad, se lo separó de la Gerencia General al Dr. Luis Ayora. Su estatura moral y eficacia en los resultados de su gestión, los intimidó para pedirle la renuncia. Demás está decir que semejante arbitrio inconstitucional, luego de cumplir su cometido fue dejado sin efecto. Su sucesor, Dr. Alberto Quevedo Toro, debió afrontar las mismas presiones que pretendían el financiamiento de proyectos inconvenientes, ante lo cual el equipo de funcionarios demostró la firmeza aprendida del ejemplo y se mantuvo en sus recomendaciones, demostrando con argumentos técnicos y profesionales el despropósito de asignar injustificada e indiscriminadamente los recursos públicos. Con este ejemplo de vida con el que tuve la suerte de iniciar mi desempeño profesional, continué en la Corporación algunos años más, en los que el estándar técnico y la institucionalidad de la Entidad eran indudables.

El desafío de la EMAAP-Q Una segunda experiencia de liderazgo administrativo fue la vivida en la empresa de Agua Potable de Quito, empresa que enfrentaba acuciantes problemas debido a los precarios servicios que ofrecía a la ciudad. Se me pidió colaborar inicialmente como Gerente Financiera, pero luego de analizar la situación de la Empresa, observé que el desafío era mucho mayor. Para tener éxito debía transformarse totalmente la institución en una organización moderna, siendo necesario acometer en cambios importantes en todas las áreas al mismo tiempo y con urgencia, puesto que a la época, Quito disponía de apenas un 45% de cobertura de agua potable en red, y de un menor porcentaje en alcantarillado, servicios que además eran atendidos por dos empresas distintas. Con una visión clara del Gerente General, Ing. Patricio Rivadeneira asumí el reto de acompañarle en el proyecto de reorganización institucional. El objetivo era, no solo el de proveer de servicio de agua potable a la ciudad, sino asegurar hacia el futuro una organización confiable, bien estructurada, y sostenible en el tiempo. Con este fin acep-


té la asesoría de la gerencia para atacar todos los campos que permitieran a la empresa avanzar rápidamente hacia un estándar de eficiencia. Esto le facilitaba a la Gerencia General concentrarse en la realización de los grandes proyectos de ingeniería que la Capital demandaba.

… jamás supuso que el liderazgo debe sustituir a la institucionalidad

La capacidad de gestión de la entidad era verdaderamente frágil y las condiciones de trabajo absolutamente desfavorables por la ausencia de criterios gerenciales, falta de coordinación y procesos mal enfocados. Se había perdido el sentido económico que debe caracterizar a una empresa, al punto que para su funcionamiento, dependía totalmente del apoyo del Gobierno Central, y de la buena voluntad de los funcionarios del Ministerio de Finanzas, aún para el pago de sueldos y salarios. Un crédito obtenido en el gobierno del Presidente Hurtado (1982) no había sido utilizado y su período de compromiso estaba por fenecer (1989) por falta de cumplimiento de varias condiciones, algunas de ellas tan elementales como la presentación de estados financieros y de un presupuesto adecuadamente estructurado. En efecto la contabilidad había sido totalmente abandonada, ante el esfuerzo que representaba realizar sus registros sin un soporte informático; por lo tanto la empresa no contaba con un sistema de medición de resultados. La falta de tecnología no permitía el control operativo, tal parecía que se había diseñado el caos a propósito, para que nadie supiera lo que estaba sucediendo. Por más de diez años las tarifas de los usuarios en red no habían sido modificadas, no cubrían los costos de operación ni el costo implícito de oportunidad del servicio, constituyéndose en un verdadero subsidio que obstaculizaba a la empresa la generación de ingresos apropiados, en detrimento de aquella población marginal que se veía obligada a abastecerse a través de tanqueros, a la vez que manifestaba la absoluta falta de sensibilidad social ante la marginación de gran parte de la comunidad.

… la capacidad conflictiva de los diversos sindicatos, dando cabida a un esquema de amenazas para la “negociación” de canonjías, y en un ambiente muy poco transparente.

En suma, todo estaba por hacerse, pero primordialmente trabajar con personal no acostumbrado a la conducción de un líder que permitiera cambiar su visión de la gestión pública y la responsabilidad implícita con el ciudadano. El abuso de autoridad y la coexistencia de micropoderes sumados a una red informal que medraba de los recursos públicos en beneficio personal, era la tónica. La falta de honestidad en la administración había potenciado la capacidad conflictiva de los diversos sindicatos, dando cabida a un esquema de amenazas para la “negociación” de canonjías, y en un ambiente muy poco transparente. Cuando existe una actitud positiva, característica esencial de un líder, es posible pasar por alto el lado obscuro de la

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organización y descubrir sus fortalezas. Con el respaldo del Gerente General, fundamental para todo proceso de transformación organizacional, se logró identificar talentos, que habían permanecido ocultos y temerosos dado el ambiente poco propicio para una gestión técnica y transparente. Cinco personas talvez, fueron suficientes para organizar un equipo inicial y realizar un estudio de tarifas con las técnicas estadísticas que sustentan el grado de concentración del mercado, sustituyendo por primera vez al famoso “pliego tarifario”, tan utilizado para cubrir a discreción las necesidades de ingresos. La conformación y dirección de un reducido equipo de trabajo hizo posible también la implantación de un sistema de contabilidad empresarial con soporte informático y como consecuencia la posibilidad de disponer de indicadores para la medición de resultados y de la gestión social, como corresponde a toda empresa pública de servicios; identificar centros de costos de operación y los costos de fabricación de obras, para compararlos con los estándares del mercado; y en general evaluar la gestión operativa como medio para lograr eficiencia. Con la disponibilidad de información se pudo atacar los problemas (jamás las personas). Desde luego las evidencias fueron contundentes para contagiar a toda la organización con la necesidad del cambio, para encontrar acuerdos y trabajar con objetivos comunes. El estudio detallado del giro del negocio me permitió advertir la hegemonía mantenida por los ingenieros, en el plano laboral y profesional. Era pues necesario rescatar la importancia del área administrativa y financiera y lograr un equilibrio de funciones, para alcanzar comprensión y respeto a sus difíciles y postergadas tareas. Una clara identificación de objetivos para la provisión de los servicios básicos, el rediseño de procesos y una importante labor de comunicación y participación contribuyó a calmar las comprensibles inquietudes que en el ambiente laboral conlleva una reorganización. Fueron importantes sin duda las conferencias que se dieron a todo el personal para transmitir conocimientos acerca de las circunstancias del entorno, la marcha de la economía, las exigencias de la sociedad, los retos de la modernización, los avances alcanzados, los obstáculos por vencer, pero siempre mirando un horizonte promisorio al que debíamos acercarnos con gran esfuerzo y tenacidad. De esta forma todos fueron involucrados, el proyecto lo asumieron como propio, las ideas bullían y los aportes no se hicieron esperar. Se aumentó paulatinamente el número de adeptos, una vez alineados con los propósitos del cambio, volviéndose invaluable su contribución. La incorporación de tecnología constituyó un factor determinante, que inclusive logró elevar la autoestima del personal al ver que su nivel profesional estaba acreditándose

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en el mercado. Como relatan las primeras investigaciones de la “administración científica” se pudo comprobar que la mayor motivación para un trabajador constituye “ser tomado en cuenta”. Así, fue posible el compromiso por el cambio y el éxito de un proyecto social de incalculable trascendencia. Concomitantemente se mejoraban en forma significativa las condiciones salariales de los obreros y profesionales en función de su rendimiento y se proyectaba una nueva imagen corporativa, que incluía el desarrollo de la infraestructura física, bastante desmejorada hasta esa época. La “visión de ciudadano” fue el nuevo elemento que se introdujo en la concepción de la empresa pública, equivalente a la visión del cliente en la privada, en consideración a que su nivel de satisfacción constituye el principio y fin de un objetivo empresarial. Bajo este enfoque se sustituyeron las largas colas de ciudadanos que por varias cuadras se enfilaban para solicitar el servicio o realizar el pago correspondiente, por salas de atención al público, con las comodidades necesarias para hacer agradables las esperas requeridas Todo esto se llevaba a cabo mientras el Gerente General y un equipo de ingenieros y contratistas realizaban los grandes proyectos para el abastecimiento de agua potable que transformaría la vida de los habitantes del Distrito Metropolitano de Quito. Se estaba perforando la cordillera para pasar el agua de ríos del Oriente hacia la Capital, se construía al mismo tiempo una central hidroeléctrica, dos plantas de tratamiento, las líneas de conducción y las redes de distribución para la asignación del agua potable a los diferentes barrios. La gestión del cambio fue excelente. De acuerdo a la evaluación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) correspondiente al año 1997, los principales logros fueron: transformar a los ingenieros en “gerentes”, a los constructores y operadores en “gestores”, aumentar del 45 al 98% la cobertura del servicio de agua potable en red, unificar las empresas de agua potable y alcantarillado que por muchos años había sido una aspiración irrealizable; acortar significativamente la brecha entre los dos servicios, controlar gran parte de las escorrerías del Pichincha protegiendo de inundaciones y deslaves a la ciudad, y la programación de inversiones con proyección hasta el año 2005. Cabe destacar que el cambio se llevó a cabo con la misma gente, sin embargo como en todo proceso de esta naturaleza, siempre habrá desertores e inconformes, y en la Empresa de Agua Potable no fue la excepción. El tratamiento de estas situaciones demanda un gran sentido de comprensión, alta sensibilidad y delicadeza; y absoluto apego


Producir un cambio trascendente bajo estas condiciones no solo demanda la fijación de objetivos claros, el diseño de un modelo de gestión, la selección apropiada del personal, recursos económicos, etc., sino esencialmente visión, honestidad, firmeza, tenacidad, seriedad, clara concepción del significado de recurso público, permanente esfuerzo, casi al borde del sacrificio; y, estricto apego a la norma.

a la ley. Una buena parte del personal que se alejó de la empresa frente a la rigurosidad del proceso, se convirtió luego en contratista, que bajo un enfoque empresarial, ofreció sus servicios a la EMAAP. Al mismo tiempo hubo necesidad de algunas incorporaciones que actuaron como efecto demostración, aspecto muy importante para realizar los ajustes requeridos en la cultura organizacional. La experiencia de haber liderado este proceso probablemente ha sido la más estimulante de mi vida profesional, por haber palpado en forma directa la satisfacción de personas y comunidades, por el cambio operado en su nivel de vida, al disponer de agua potable y alcantarillado.

‘Crear’ el SRI Una tercera y la más reciente experiencia de liderazgo deviene del proceso de construcción del Servicio de Rentas Internas (SRI) a partir de septiembre de 1998, luego de haber sido designada Directora General de esta importante entidad. En medio de la más acuciante crisis económica del país, y con la responsabilidad de organizar una nueva Administración Tributaria, asumí la conducción de este proceso de cambio, con el propósito de suplir los ingresos del petróleo y ayudar a superar la crisis fiscal a través de la recaudación de impuestos. Dos fueron las fortalezas con las que se contó para iniciar el cambio: la ley de creación del SRI que permitía seleccionar personal nuevo y liquidar al de la ex - Dirección General de Rentas (DGR) y el respaldo financiero y técnico de un proyecto específico del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ejecutado por el Centro Interamericano de Administraciones Tributarias (CIAT). Debo rescatar también el seguimiento y apertura de USAID a los requerimientos de la Administración. En la siguiente exclamación de uno de mis colaboradores se puede resumir el estado en que se encontraba la organización que debía ser transformada: “sólo escombros es lo que nos han dejado”. Muy largo sería describir la precaria situación encontrada en términos de recursos, infraestructura física, información, equipamiento, comunicaciones, procesos y procedimientos, etc.; es decir, en prácticamente todos los aspectos que atañen a una organización, agravada por la injerencia política, la ausencia de cultura tributaria y la percepción negativa de la sociedad respecto de la entidad administradora de los impuestos. Producir un cambio trascendente bajo estas condiciones no solo demanda la fijación de objetivos claros, el diseño de un modelo de gestión, la selección apropiada del perso-

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nal, recursos económicos, etc., sino esencialmente visión, honestidad, firmeza, tenacidad, seriedad, clara concepción del significado de recurso público, permanente esfuerzo, casi al borde del sacrificio; y, estricto apego a la norma. Si estas cualidades son las que debe reunir un líder, entonces esta podría ser una buena aproximación conceptual de liderazgo aplicado a la realidad. La concepción de gestión pública, basada en una visión de servicio y de respeto a los derechos del contribuyente, fue permeando en la sociedad. Bajo una firme voluntad de recuperar la dignidad de la Administración Tributaria que había perdido su imagen envuelta en escándalos de corrupción e ineficacia, resultaba prioritario transformar, un esquema de trabajo al servicio de intereses particulares y políticos, por un enfoque técnico, que asigne legitimidad a la gestión tributaria, como lo era también, sustituir la agresión por la mesura, bajo el lema: “ni un centavo de perjuicio al fisco, ni un centavo en detrimento del contribuyente”. Era necesario fomentar esta delicada línea demarcatoria para cimentar a la nueva Administración Tributaria. Definidos los objetivos se trazó la ruta del nuevo proyecto. Una institución basada en principios y valores, sustentada en tecnología, debía surgir como el modelo a seguir en las instituciones del Estado. Una nueva concepción de gerencia pública encaminada a dar resultados inmediatos a la gestión fiscal y a colaborar estrechamente con el Ministerio de Finanzas. El principio de desconcentración operativa, dio origen a un tratamiento igual para todas las regiones del país y estimuló el esfuerzo y la responsabilidad por cumplir los objetivos trazados. Un esquema ordenado de administración, exigía a su vez una centralización normativa y en términos informáticos, con el fin de garantizar uniformidad de la gestión e iguales estándares de atención al ciudadano. La selección de personal, fundada en el profesionalismo y capacidad de los aspirantes, fue quizá el mayor aporte a la institucionalidad al conferir credibilidad, solvencia y absoluta neutralidad política a la Administración Tributaria. Si bien la preparación de los aspirantes garantizaba su solvencia profesional, un programa de capacitación en destrezas específicas de la gestión tributaria estuvo previsto, para complementar la formación profesional de los funcionarios del SRI. La transparencia, uno de los valores institucionales, se manifestaba en la representatividad del salario, cuyo valor total eliminaba los emolumentos adicionales de la remuneración de los funcionarios del sector público. Además los procedimientos en el plano operativo, debían ser conocidos por todo el personal, pero también por los contribuyentes, para que no fueran sorprendidos por eventuales malas prácticas.

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El respeto a los recursos públicos fue otro sustento importante de actuación de los funcionarios en todos los ámbitos. Desde la utilización de los bienes de la institución, hasta la comprensión clara de que todas las inversiones a realizarse debían tener un fundamento en la satisfacción del ciudadano. Fueron remodeladas las oficinas en el ámbito nacional bajo el criterio de imagen corporativa hasta lograr una importante infraestructura física para albergar al ciudadano y atender sus requerimientos con dignidad, y a la vez contar con oficinas funcionales para el personal, con espacios abiertos que faciliten el trabajo y el control, al tiempo de disponer de ambientes agradables para una actividad con frecuencia tensionante. El diseño del negocio y la delineación de los trámites en procesos que debían tomar en cuenta las exigencias de una actividad reglada de acuerdo a la Ley y demás normativa adicional que rige la gestión tributaria, fue el sustento para el uso de la tecnología, que a su vez facilitó el control, eliminando las apreciaciones subjetivas propias de la evaluación de las personas. El uso intensivo de tecnología fue una de las estrategias básicas, que impactó en el nivel de control y servicio, y que sorprendió a los ciudadanos. La agilidad y exactitud con que el SRI respondió a los requerimientos de los contribuyentes sirvió para que se reconozca el talento de la organización, pero al mismo tiempo, aumentó la percepción de riesgo en los contribuyentes lo cual contribuyó a fomentar el cumplimiento voluntario y a reducir de manera importante la brecha de evasión. Un novedoso sistema de facturación, incorporando a las imprentas en el proceso a través de Internet y facilitándoles el acceso a la base de datos del SRI para verificar el estado de los contribuyentes respecto del cumplimiento de sus obligaciones con la Administración, y la incorporación del concepto de “lista blanca”, fueron medidas oportunas que demostraban los efectos del cambio. Basados en la confianza y otorgándoles a las imprentas la responsabilidad de la emisión de facturas, la relación funcionó eficazmente, sin que haya mediado contrato alguno entre las partes, pero desde luego bajo reglas claras de operación y un marco de legalidad que otorga responsabilidades y sanciones en caso de incumplimiento. Este fue un proyecto que facilitó enormemente la gestión de la Administración, pero que al mismo tiempo, allanó las dificultades de trámites tortuosos a los contribuyentes. Con este proyecto el SRI inició un proceso de e-goverment. No cabe duda que la Administración Tributaria genera situaciones de conflicto en las que los ciudadanos acuden al proceso de reclamo administrativo y luego en el ámbito judicial en defensa de sus derechos. Lo propio hace la Administración en defensa de los intereses del Estado. Ya


… “ni un centavo de perjuicio al fisco, ni un centavo en detrimento del contribuyente”

con alguna experiencia, comprendí que el documentar los procesos judiciales en un sistema de control de juicios permitiría el seguimiento de los mismos, de las diferentes instancias en que se encontraban, de los abogados defensores, etc; pero fundamentalmente evaluar las estrategias seguidas en su defensa y los resultados alcanzados. Se propició una base de datos de experiencias valiosas y un acopio de evidencias, donde la ponderación aporta positivamente y los excesos conducen a improductivos procesos que afectan la imagen de legalidad. En el año 2002 y debido a la condición de Directora General del SRI, en cumplimiento de norma expresa, asumí el reto de Presidir el Directorio de la Corporación Aduanera Ecuatoriana (CAE). Muchas expectativas se crearon pensando que era posible una reforma institucional exitosa como la del SRI. Lamentablemente, pocas personas comprendieron que desde el Directorio de la Entidad solo se puede emitir políticas que deben ejecutarse por la Administración. La reforma de la CAE, aún hoy pendiente de cumplimiento, demanda un plan muy extenso de acciones que debe partir desde la comprensión de la naturaleza, contenido y alcance del comercio exterior, las buenas prácticas internacionales, el diseño de procesos, personal capacitado, sistemas y tecnología, y sobre todo el esquema de unidad con el SRI para manejar la información y realizar conjuntamente, o mediante delegación, el control necesario. De acuerdo al mandato legal lideré la estructuración de la Base de Datos de Comercio Exterior, para lo cual fue necesario desarrollar el Sistema Interactivo de Comercio Exterior (SICE), bajo la dirección de expertos informáticos del SRI, en asociación con expertos en Comercio Exterior y haciendo acopio de las mejores prácticas en materia aduanera en otros países.

.. el liderazgo organizacional aplicado principalmente exige: objetivos claros, compromiso incondicional con un proyecto, conocimiento del giro del negocio, inagotable capacidad de trabajo, honestidad a toda prueba, vocación de servicio. Permitir que afloren los sentimientos y las actitudes positivas, descubrir y potenciar capacidades muchas veces ocultas y saberlos canalizar hacia la consecución de los fines de una organización.

El desarrollo del SICE representó un aporte tecnológico importante al comercio exterior, la posibilidad de un sistema de control de riesgo que permitiera incluir parámetros de medición que focalice las acciones de control en los agentes bajo sospecha, y facilite el trámite de salida y entrada de mercadería de los agentes permanentes de comercio, permitió reducir los requerimientos de aforo y aportó en gran medida a la agilidad, que es un objetivo fundamental del comercio exterior. Con las transacciones de comercio exterior en línea, se completó el esfuerzo que en el plano informático realizó el SRI, y permitió que el país cuente con información de todos los agentes económicos en sus diferentes campos de actividad. La Administración Tributaria es el ejemplo de tecnología más destacado en el país, puede cruzar información, determinar las brechas de cumplimiento tanto en el ámbito de obligaciones formales como en el campo de la morosidad en el pago de impuestos y en la evasión, pero fundamentalmente disponer de información relevante para proyectarse hacia el futuro.

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El Sistema de Comercio Exterior, fue el segundo paso importante en la ruta del e-goverment, pues se permitió el acceso de todos los agentes de comercio exterior al sistema, determinando claramente sus responsabilidades y capacitándoles para asumir con eficiencia sus tareas. Transmitir a las instituciones públicas la necesidad de una operación transparente y ágil, la necesidad del uso de la tecnología para tal propósito y a los agentes privados, los requerimientos de equipos, sistemas de acceso y nuevos procedimientos, fue una tarea que demandó tenacidad y mucho tino, sobre todo para el caso de las instituciones públicas, que obviamente no tenían subordinación con relación al SRI. Los resultados para el país han sido evidentes. A partir del establecimiento del SRI, el Ministerio de Finanzas contó con los recursos necesarios para su gestión presupuestaria, se eliminaron huelgas de funcionarios públicos por atrasos y falta de pago de sueldos y salarios. El gasto social pudo incrementarse sensiblemente y la infraestructura vial ha mejorado. Los Municipios avanzaron en programas para mejorar el nivel de vida de los ciudadanos, y el Ecuador es uno de los países más destacados en materia de regeneración urbana y mantenimiento de sus centros históricos. Tengo la satisfacción de haber respondido satisfactoriamente a esta oportunidad que me dieron diferentes Presidentes de la República para servir a mi país, al institucionalizar la Administración Tributaria, sustentada en principios y valores y no en personalismos vanos; apoyada en tecnología, para darle transparencia a la gestión, y en gente seleccionada en orden a su capacidad y sin preferencias de ninguna consideración política, lo que a la postre confirió un motivo de orgullo a los funcionarios. Las precarias instalaciones donde funcionaba la Institución, fueron transformadas en oficinas decentes y agradables sitios de trabajo, pero sobre todo en infraestructura de atención digna al ciudadano. La austeridad en el gasto, fue una característica valorada al interior de la Organización y también por el Ministerio de Finanzas, que jamás vio abuso en el ejercicio presupuestario. Las técnicas de la gestión privada fueron introducidas en la administración de los recursos de la Entidad, se eliminaron los inventarios improductivos, y fueron sustituidos por contratos de abastecimiento “justo a tiempo” eliminando desperdicios y bodegas improductivas. De este breve relato de experiencias personales vinculadas con el liderazgo organizacional aplicado, creo que éste principalmente exige: objetivos claros, compromiso incondicional con un proyecto, conocimiento del giro del negocio, inagotable capacidad de trabajo, honestidad a toda prueba, vocación de servicio. Permitir que afloren los sentimientos y las actitudes positivas, descubrir y potenciar

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capacidades muchas veces ocultas y saberlos canalizar hacia la consecución de los fines de una organización. A veces también hay que soñar, por qué no, imposible es solo aquello que no puede materializarse hoy. Nada se consigue sin esfuerzo. Aprovechar las oportunidades, no dejarlas pasar, y tener paciencia porque los cambios se dan, pero toman tiempo. Finalmente y sin la menor duda aseguro que el mejor liderazgo es el que se ejerce con el ejemplo.


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Fernando Navarro S. Empresario

La organización barrial como centro de reencuentro social

Esto es típico de la naturaleza humana, y no entenderlo así es cometer un error primitivo pero común en nuestros días, en que se invocan erradamente los principios “revolucionarios” como el manantial que ha de satisfacer la sed de bienestar de los pueblos. He aquí la primera inflexión a la tradición. Es más fácil mover a un hombre hacia la ambición de poseer una fuente de riqueza y bienestar con calidad de vida, que al sacrificio incondicional en la búsqueda del bien común, mediante cánticos y sones revolucionarios

En el estricto sentido de la palabra, barrio, parroquia, aldea, caserío o recinto (término usado en la costa) no es sino un pequeño conglomerado humano que vive compartiendo los pequeños espacios que la marginalidad les ofrece, en conjunción de sus recursos, trabajo y facilidades sociales públicas y privadas. No existe un orden jerárquico preestablecido, ni una jefatura designada a dedo, más bien se establecen preferencias hacia los liderazgos que se destacan por su participación activa en los asuntos de la vida comunitaria y una prelación hacia ellos en las designaciones, ya sea para las elecciones democráticas, o las designaciones por encargo de tal o cual tarea. La autoridad religiosa copa todavía, en gran medida, las actividades de la comunidad relativas a la práctica de los ritos dogmáticos y de sus áreas coledañas, tales como la catequesis y las fiestas del santoral etc. La autoridad civil, de nominación democrática como la Junta Parroquial o la de nominación política como el Teniente Político, conviven en una forzada armonía, producto de la estructura jurídica obsoleta y que se origina en su concepción en la vieja práctica del reparto de privilegios, que le vuelve anacrónica a sus existencias. Nacer al interior de estas realidades, se convierte en una extraordinaria fuente de aprendizaje y reflexión. No existe mejor lugar para el contacto directo, con el “país real”, que la convivencia con la base de las grandes mayorías que coincidentemente habita en la zona rural del Ecuador. El censo poblacional del 2.000, determinó que allí viven nada menos y nada más que 4’720.000 ecuatorianos, lo que representa aproximadamente el 33% de la población total. No es casual entonces, que la voluntad rural se manifieste

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en el ambiente político, como una fuerza decisiva en los eventos electorales y no es menos conocida la presencia política del movimiento indígena en el Ecuador rural, que en las últimas dos décadas han marcado el paso a la organización política partidista. Pues bien, con este rápido preámbulo, vemos en la organización popular rural, un motor de desarrollo de inimaginable energía, que a diferencia de los grupos poblacionales citadinos, no sufren de la contaminación cultural que produce todo conglomerado humano denso. Más bien, su entorno refleja una calidad de vida mucho mejor dotada, de un medio ambiente más integro, aunque con un notorio déficit de infraestructura urbana básica. Se dice de la vida rural, que si no fuese por la falta de obra pública básica como alcantarillado, electricidad, agua potable, sellamientos asfálticos y teléfonos, a más de la ausencia de instituciones educativas de calidad y servicios médicos con tecnología de punta, no existiría la migración en los niveles que se conocen. Este aspecto es de orden axiomático. Los jóvenes que optaron en su mayoría por migrar, lo hicieron en búsqueda desesperada del estándar de vida que sus propios ojos habían constatado en las grandes urbes de su propio país pero en el que no tenían espacio para vivir, por ende para trabajar. Súmese a esta reflexión, el impacto que causa el medio moderno de comunicación, que lleva a cualquier rincón ideas e imágenes tentadoras, aunque sean solamente el maquillaje mágico que el cine y la propaganda construyen para vender utopías. Se vuelve entonces irresistible el deseo de cambio, que no es sino la búsqueda intrépida de un futuro, una posesión o un bien de consumo simple o suntuario. Esto es típico de la naturaleza humana, y no entenderlo así es cometer un error primitivo pero común en nuestros días en que se invocan erradamente los principios “revolucionarios” como el manantial que ha de satisfacer la sed de bienestar de los pueblos. He aquí la primera inflexión a la tradición. Es más fácil mover a un hombre hacia la ambición de poseer una fuente de riqueza y bienestar con calidad de vida, que al sacrificio incondicional en la búsqueda del bien común, mediante cánticos y sones revolucionarios e imágenes etéreas de Patria, justicia social y lucha de clases. Recordemos a Maquiavelo, “… el arte de gobernar radica en el conocimiento de la naturaleza humana”. Pero lo primero no se opone a lo segundo, se complementan. ¿Cómo iniciar una corriente colectiva de deseo hacia la obtención de una mejora que impacte en la vida de los individuos de una comunidad? ¿Cómo proclamar el derecho a la propiedad individual de ciertos bienes, tales como casa, vehículo o servicios básicos? ¿Cómo obtener una fuente de ingresos permanente y a perpetuidad, que me permita obtener lo anterior sin migrar? Son las preguntas que nos obligan a ensayar una respuesta y es así como comenzó la historia que a continuación me permito relatar.

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¿Qué dirán los organismos multilaterales de crédito, cuando sepan que las alcantarillas hechas por autogestión, se comparan uno a siete en costos con las financiadas por ellos…?

…. los barrios organizados en esa década pudieron construir más de 250 km. de alcantarillas, con diámetros que variaban entre los 30 y 40 cm, sin que las mismas hayan significado un solo céntimo de egreso al patrimonio municipal

En la década de los 90’ viviendo ya en San Antonio de Pichincha, recibí a una delegación de moradores que me solicitaron dar mi nombre para presidir la Junta Parroquial. Me pareció sensato aceptar y luego de unas semanas se realizó una especie de elección democrática, y digo una especie, porque aceptar o no el resultado de la misma era privativo del alcalde de turno. Pues bien, fui electo y graciosamente ungido por el alcalde para desempeñar esa función. Lo primero que atrajo mi atención, fue la urgente necesidad de promover una ley que sancione la existencia jurídica de las parroquias, las mismas que habían sido eliminadas de la división política del estado ecuatoriano, mediante un decreto supremo de Velasco Ibarra, que tenía por objeto sacar del reparto presupuestario a esta suerte de tribus impertinentes para, a lo sumo, tenerlas como pueblos tributarios a lo largo y ancho del país. Fue solamente en 1999 con la Asamblea Constituyente y con el invalorable apoyo del ex presidente Oswaldo Hurtado, que se logró introducir la reforma que daba vida jurídica a la célula más pequeña de la división política del estado Ecuatoriano, la Junta Parroquial. Mucho antes de la reforma constitucional, ya se habían comenzado a movilizar a los barrios de San Antonio para, mediante autogestión, comenzar a construir la red de alcantarillas, las mismas que están en servicio hasta hoy y que se iniciaron contra la voluntad de la Empresa de Agua Potable de Quito, depositaria oficial de ese monopolio. Como se lo hice notar al gerente de aquel entonces, ese monopolio no estaba atendiendo desde hace muchos años la demanda insatisfecha ni respondiendo por los casos de cólera que se habían presentado en esos días como consecuencia del agua-fecal que corría por medio de las calles. Alegaban falta de estudios técnicos, pero lo que les fastidiaba en verdad era la falta de pago de tributos, porque si hubiese sido lo primero, más pesar deberían haber tenido por los muertos que trajo el cólera. No tengo tampoco ninguna duda que el “sindicato de profesionales” vio invadido sus dominios, cosa difícil de tolerar ya que se proponía obra sin desembolso por parte de la caja municipal. Tremendo desacato al sistema de contratación pública. Sepan ustedes, estimados lectores, que los barrios organizados en esa década pudieron construir más de 250 km. de alcantarillas, con diámetros que variaban entre los 30 y 40 cm, sin que las mismas hayan significado un solo céntimo de egreso al patrimonio municipal. Hablo en plural, porque San Antonio dio el ejemplo a otras parroquias del Cantón Quito, tales como: Calderón, Guayllabamba, El Quinche, Tababela, Puembo, Tumbaco, Alangasí, Pomásqui, Calacalí, Lumbisí y algunos barrios periféricos de Quito como Atucucho y Amagasí del Inca, donde los moradores contribuyeron, a prorrata de sus terrenos, con la tubería y la mano de obra. Aquí debo señalar algo relevante. En esos mismos años, Roque Sevilla y yo habíamos recibido como liquidación de una compañía constructora, de la cual éra-

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mos socios, equipo y maquinaria que todavía podían trabajar, pero como de ello no teníamos mucha idea decidimos, de mutuo acuerdo, dedicarla a la gestión social, de tal manera que los barrios y parroquias referidas nacieron al éxito con este apoyo. Para nosotros no era sino utilizar unos fierros que habían sido amortizados en su vida útil y era infinitamente más atractivo destinarlos a superar la indigencia de los barrios. Contribuiríamos, al mismo tiempo, con el mantenimiento del equipo y con los salarios de los operadores y un ingeniero de planta. Durante 10 años las máquinas hicieron innumerables trabajos que alcanzaron a otras provincias, siempre con la formula “…ustedes pagan el combustible y la alimentación y hospedaje de los operadores, nosotros les proveemos de maquinas, su trasporte, repuestos y salarios...”. Recuerdo, como si fuese hoy, cuando Mariano Curicama, flamante alcalde de Guamote, recibió nuestra ayuda para adecentar más de 1.100 km de carretera de segundo y tercer orden en varios cantones de la provincia de Chimborazo, varios kilómetros de aducción de agua potable y la carretera Guamote-Cebadas en una extensión de 30 Km. Por cierto esta carretera había llenado la boca de 15 gobiernos que hablaban de la obra magna, la carretera Guamote-Macas. El tramo de esta historia fue construido por Mariano Curicama con maquinaria prestada, sin que le cueste un céntimo al estado. ¿Qué dirán los jueces que exculparon a la Andrade Gutiérrez cuando lean esta nota? ¿Qué dirán los organismos multilaterales de crédito, cuando sepan que las alcantarillas hechas por autogestión, se comparan uno a siete en costos con las financiadas por ellos, es decir que por cada metro que ellos contrataban, se gastaban siete veces más que en los barrios, por autogestión?. Ustedes preguntarán qué es lo que movió a la gente parroquial en Pichincha y a Mariano Curicama en Chimborazo a realizar esta proeza. La respuesta sencilla es el deseo de resolver por sí mismo asuntos abandonados a su suerte por el estado, pero sobre todo el enorme estímulo que otorga el sentimiento de autoestima que nace de vencer grandes obstáculos y barreras invisibles, creadas por las costumbres consuetudinarias de nuestros gobernantes y sus leyes, y por los malditos monopolios naturales del estado que han hipotecado desde tiempos inmemoriales la felicidad del pueblo ecuatoriano y vaya uno a saber de qué otras naciones. Tomar como propio el descubrimiento creador y amplificante de la suma de voluntades para derrotar obstáculos, es la consecuencia del ejemplo. Conseguir mejor calidad de vida proveyéndose a sí mismo de los elementos que la mejoran con obras sencillas y fáciles de ejecutar, tiene que ver con los sentimientos de dignidad. La dignidad es directamente proporcional al medio ambiente circundante. Quien es digno lucha y supera adversidades y hace carne de la autoestima. Dirán algunos que esto requiere “catequesis” o prédica, sin duda. Largas

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jornadas compartidas de voluntariado para la convivencia, de diálogo didáctico y emotivo, son necesarias. Los barrios y las parroquias más pobres, no tienen mejor oportunidad que la “socialización” en sus casas comunales o en la iglesia del sector, para convocarse al debate, al aprendizaje y a la elección de sus mejores alternativas de progreso. Su capacidad de asimilación es extraordinaria. A su modo entienden los más complejos ejercicios académicos con una facilidad sorprendente y no dejan de aportar ejemplos aun más pedagógicos que los traídos por el “catequista”. Comprender el sentido de una prorrata o de un fidecomiso mercantil no resulta fácil para los letrados, sin embargo la gente que proviene del campo las comprende con poco esfuerzo porque sus vidas no son, sino, el ejercicio cotidiano de esas prácticas. Comparten a diario su pobreza, se apoyan solidariamente en la desgracia y cumplen fielmente sus mejores promesas. Son pues, un terreno fértil para la siembra de los deseos y las esperanzas y a veces creo que solo se requiere la voz fertilizante de los que más tienen y el riego refrescante de la ayuda humanitaria, que deben provenir tanto del estado como de la sociedad civil más favorecida. Más allá de la organización comunal para la minga de desarrollo físico, existe la organización para la lucha de los intereses políticos y hoy es cada vez más común la organización para la búsqueda de desarrollo económico. Esta última toma cada vez más impulso, debido a la conciencia creada sobre temas de sustentabilidad. En el sector indígena, el notable avance en el campo de la lucha política, contrasta con el rezago del progreso económico. No se distingue ningún avance en las conquistas económicas, que no sean aquellas de impacto circunstancial, por la presencia de divisas remesadas por la población migrante. Esto se explica por la ausencia de propiedad en actividades que generen riqueza. La clase gobernante, históricamente, ha querido lavar su conciencia aportando algunas ideas de intención redistributivas como lo fue la reforma agraria, que como tal, fue articulada en el Ecuador por los EE.UU. en la década de los 60’. No hay otro ejemplo de esa magnitud. Se repartió tierra sin apoyo técnico y sin financiamiento y hoy después de dos generaciones de “beneficiarios”, campea el minifundio de tamaño ridículo. Se trocó el término huasipungo por el de “huachopungo”, pues por derecho sucesorio, la tierra termino fragmentándose a niveles de “tugurio agrícola”. Es por esto que la nación entera está convocada a definir una nueva manera de proponer inclusión masiva en la propiedad que genera riqueza, de aquella que no se fragmenta como la tierra, sino que crece con el tiempo, aquella propiedad que capitaliza, ya sea por sus utilidades o porque adquiere más socios. Insisto, en esa dirección no ha habido grandes proyectos, más bien las más modestas iniciativas generan grandes temores en la población mestiza dominante. Le temen al “efecto dominó”. O le temen


… lo que movió a la gente a realizar esta proeza es el deseo de resolver por sí mismo asuntos abandonados a su suerte por el estado, pero sobre todo el enorme estímulo que otorga el sentimiento de autoestima que nace de vencer grandes obstáculos y barreras invisibles, creadas por las costumbres consuetudinarias de nuestros gobernantes y sus leyes, y por los malditos monopolios naturales del estado … Quien es digno lucha y supera adversidades y hace carne de la autoestima

al efecto que causa la independencia económica de la gran masa. Le temen perder acceso al clientelismo político y lo que es peor le temen a la subversión social, que nosotros los mestizos seamos menos que los indígenas. Como si los “mishos” no tuviésemos de que estar orgullosos. Como si nuestra sangre indígena no tuviese el suficiente mérito y germen para entender mejor nuestro propio destino. En Chimborazo existe un magnífico ejemplo de lo que puede lograr la unión de las voluntades individuales para la búsqueda de acceso a la propiedad que genera riqueza, es así como doce mil campesinos pobres formaron el Fidecomiso de Inversiones de Chimborazo, con el propósito de proponer, públicamente, la compra de la mayoría accionaria de Cementos Chimborazo. Los indígenas liderados por Mariano Curicama, resolvieron el problema de la gerencia, mediante la búsqueda de un socio estratégico. Lo consiguieron con Cementos de Portugal CIMPOR. Esta empresa portuguesa aceptó una participación minoritaria del 49 % y ofreció sus fuentes de financiamiento, no solo para la compra, sino también para la reconversión de la vieja planta y la puesta en marcha de un nuevo proyecto cementero en alguna otra provincia, con montos de inversión que superan los 150 millones de dólares. Demasiado bueno para ser cierto. Hoy el administrador es un obstáculo, pero también la ley, que exige la propiedad del estado en un 51%. Que les vaya bonito como canta ese famoso corrido. Mariano Curicama, está decidido a seguir adelante con un proyecto 100% cementero privado o de cualquier otra actividad, porque una vez constituido el fidecomiso, existe el instrumento perfecto para la búsqueda de otros horizontes de inversión.

Conclusiones

Hay una larga lista de alternativas de inversión societaria en el sector petrolero. Un tercio de la población puede ser dirigido en esa dirección. Todo lo petrolero se refiere, y se prefiere, al capital extranjero o estatal. En la realidad los ecuatorianos fuimos excluidos o autoexcluidos por la clase política azuzada por los intermediarios y somos de ese sector, mirones de palo

El Ecuador tiene una masa desposeída gigantesca que le vuelve inviable. Mientras no podamos, mediante la inclusión, aumentar a la población económicamente activa (PEA) a niveles de equilibrio, no estarán garantizadas, ni la democracia, ni la paz social. Vivirá entronizado el populismo rampante, o lo que es peor, las más primitivas ideas marxistas, de aquellas que causaron pánico y desolación en quienes las aplicaron, como la propia Rusia o la China Continental. La historia habla por sí sola. Si pudiésemos imaginar tan solo 200 proyectos de inclusión masiva, a un promedio de 12.000 socios por cada uno de ellos, alcanzaríamos a asociar a 2.400.000 titulares, habríamos así captado hacia la propiedad a la totalidad de los ecuatorianos pobres, tomando en cuenta que el número de dependientes es de 5 miembros por familia. Hay una larga lista de alternativas de inversión societaria en el sector petrolero. Un tercio de la población puede ser

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dirigido en esa dirección. Todo lo petrolero se refiere, y se prefiere al capital extranjero o estatal. En la realidad los ecuatorianos fuimos excluidos o autoexcluidos por la clase política azuzada por los intermediarios y somos de ese sector, mirones de palo. La empresa estatal petrolera dista años luz de entender estos conceptos. La primera iniciativa en esa dirección, ciertamente proviene de una empresa canadiense que ve con claridad meridiana el agotamiento del otro estilo de administración. Hay más de 150 proyectos hidroeléctricos, perfectamente inventariados, que podría tomar otro 30 % de la población, con la ventaja que se privilegia a los pobladores de cada cuenca hidrográfica, convirtiéndolos así en los custodios de de sus propios recursos naturales, tales como los bosques, indispensables para la sustentabilidad hidroeléctrica. La minería es una nueva promesa, pero solo entendida con derecho a la propiedad del pueblo ecuatoriano, el mismo que se seguirá oponiendo a cualquier forma de explotación que ignore este precepto y el medio ambiente. No puede volver a suceder en la minería, lo mismo que ocurrió con el petróleo, pan para pocos, hambre para la mayoría. Resta enumerar una larga lista de alterativas en el sector agrícola industrial. La asociación productiva del agro, en toda la ca-

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dena de valor agregado, es la alternativa. La sierra, la costa y el oriente, pueden tener enormes oportunidades con el acceso masivo a la propiedad de los procesos industriales de todo orden. La titularización de los puertos, aeropuertos, terminales terrestres, es la alternativa del gobierno y los municipios para la ejecución de esas obras. Si Quito hubiese ofrecido a cada quiteño que lo deseaba capitalizar el nuevo aeropuerto con una acción de US$ 1.000 dólares de pago diferido a 12 o 24 meses mediante una autorización de débito a la Empresa Eléctrica como agente de recaudación, doscientos mil quiteños habrían optado por esa propiedad. La empresa Quiport solo tenía que crear un beneficio aceptable y duradero, tal como la Sala Vip o el común de los beneficios de inversión, las utilidades. Solo hago notar que se prefirió a la banca privada y multilateral que a los “ingenuos quiteños”. Para terminar, estas ideas toman mucho cuerpo si se las promueve como una alternativa de auxilio a la clase media, la más amenazada de desaparecer. Ciertamente que para ella nunca se ha visualizado un proyecto de masa, que no sean los enumerados. En esta materia no se ha dicho la última palabra, pongámonos mano a la obra.


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Lourdes Tibán Guala Asambleísta de la República

El liderazgo indígena, una construcción colectiva En qué condición escribo este texto? • Desde mi condición de Mujer Indígena • Desde mi condición de estudiante en colegios a distancia • Desde mi condición de beneficiaria de una beca para educación superior • Desde mi condición de indígena: soy miembro de la CONAIE- ECUARUNARIMICC-UNOCAM- CRIRINCHE BAJO • Desde mi condición de Madre: tengo 1 hija de 5 años, un hijo de 3 años. • Desde mi condición de esposa: estoy casada con Raúl ILaquiche • Desde mi condición de Dirigente: fui Vicepresidenta del MICC • Desde mi condición de doméstica: fui empleada doméstica por mucho tiempo • Desde mi condición de Funcionaria de Sector Público: fui Subsecretaria del MBS y Secretaria Nacional del CODENPE • Desde mi condición de Consultora: fui parte de la Cooperación GTZ • Desde mi condición de profesional: soy Doctora en Jurisprudencia • Desde mi condición de Legisladora: soy Asambleísta de la República

Pero sobre todo hablaré desde el pasado, el presente y el futuro de los pueblos y nacionalidades indígenas, porque somos producto de un liderazgo colectivo del movimiento indígena. 170


El pasado histórico de los pueblos y nacionalidades indígenas Para muchos actores políticos, es muy fácil responsabilizar a los propios indígenas de su aparente desinterés en la participación política. Pues está ausente una conciencia colectiva de que los procesos de reivindicación cultural, jurídica y política de los indígenas, nos obligan a mirar las causas históricas, económicas, culturales y sociales que han convertido a los indígenas en sujetos pasivos durante la colonia y en la vida republicana. Considero que no es necesario recordar la situación de los pueblos y nacionalidades indígenas antes de la conquista española, solamente señalar que en esta época el liderazgo, la participación, las normas de conducta eran construidas por y para las colectividades. Su forma de organización social era el “ayllu”, constituida no por vínculos de consanguinidad sino por la pareja y los hijos, que tenía un común denominador en cuanto a sus formas de organización, formas de economía y de propiedad colectiva, hoy conocido como sumak kawsay o allí kausay (buen vivir), es decir, la familia usaba la tierra en perfecto equilibrio y armonía socioeconómica, política y cultural para satisfacer las necesidades materiales y espirituales de estas colectividades. De hecho, tampoco podemos ignorar el choque cultural que se produjo como consecuencia de la invasión española. Las violaciones, maltratos, garrotes, despojos de sus tierras, y cristianización “civilizadoras” que recibieron, fueron las herramientas para la negación de su identidad, sus lenguas y sus culturas, madres solteras obligadas a tener hijos producto de las violaciones, sin derecho a paternidad ni dignidad, que se resume en la más cruel e inhumana colonización genocida y etnocida para nuestros pueblos. Para muchos políticos, la historia republicana podrá ser diferente a la historia colonial; sin embargo, para nosotros los pueblos indígenas no es otra cosa que la profundización de la discriminación y la exclusión porque los indígenas, hasta hace unas 3 décadas atrás, no éramos considerados seres humanos sujetos de derechos y peor sujetos políticos, hubo un hilo conductor entre los 3 siglos de coloniaje y los 2 siglos aproximadamente de la república, para que en palabras de Maquiavelo, citado en la obra de Mariategui, a los indígenas los hayan “transformado en un ente reconcentrado y taciturno, extraño y hosco, rebelde a todo contacto social, raquítico de cuerpo y alma, mitad hombre y mitad bestia, de cerebro fósil y corazón hipertrofiado”1

1 Mariátegui, JC. La Polémica del Indigenismo. 1976. pp. 103-104

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Para muchos políticos, la historia republicana podrá ser diferente a la historia colonial; sin embargo, para nosotros los pueblos indígenas no es otra cosa que la profundización de la discriminación y la exclusión porque los indígenas, hasta hace unas 3 décadas atrás, no éramos considerados seres humanos sujetos de derechos y peor sujetos políticos, hubo un hilo conductor entre los 3 siglos de coloniaje y los 2 siglos aproximadamente de la república.


Diego Iturralde, al referirse cómo los funcionarios, los intelectuales y los políticos pensaban respecto del indio, menciona: “el indio no progresa porque es explotado y es explotado porque es indio; luego, si deja de ser indio, podrá progresar” Esto podría explicar por qué muchos indígenas se desindianizaron y mentalmente dejaron de ser indígenas.

Si el indígena era considerado un ser sinónimo de animal, hasta hace muy poco tiempo atrás, a nosotros nos daba vergüenza ser o autodefinirnos como indígenas, pues implicaba un significado peyorativo, de analfabeto, de ignorante, de no poseer alma y peor conocimientos y sentimientos, no tener cerebro, ser considerados dentro de los grupos de discapacitados, menores de edad, algo muy cercano a la bestia, se decía que era mitad hombre y mitad animal, a la que se sumaba la idea de leproso, pobre material y espiritualmente. Con esta connotación ¿a quién le gustaría autodefinirse como indígena? Diego Iturralde, al referirse cómo los funcionarios, los intelectuales y los políticos pensaban respecto del indio, menciona: “el indio no progresa porque es explotado y es explotado porque es indio; luego, si deja de ser indio, podrá progresar”2 Esto podría explicar por qué muchos indígenas se desindianizaron y mentalmente dejaron de ser indígenas.

El liderazgo indígena como una construcción colectiva A diferencia de los liderazgos empresariales o políticos que por lo general son de construcción individual, los pueblos y nacionalidades indígenas como una forma organizada y colectiva de enfrentarse a su condición de discriminados y excluidos, diseñaron una gran infraestructura organizativa que va desde lo local hasta lo nacional, creando así la mejor escuela de formación de líderes y dirigentes, hombres y mujeres bajo un mismo fin: luchar por los derechos a la dignidad humana, a la identidad, a la cultura, a la educación, la tierra, al uso y vigencia de sus lenguas… Si bien estas luchas empiezan bajo el liderazgo de mujeres indígenas, como Dolores Cacuango y Transito Amaguaña de la zona de Cayambe desde 1920 aproximadamente, sus procesos se visibilizan luego del nacimiento de la CONAIE en 1986, para luego consolidarse con el levantamiento indígena de 1990. A partir de 1990, el moviente indígena adquiere en cierto sentido el rol de un actor político cultivable, y en 1996 entra en participación electoral directa con sus propios líderes, entre otros: Luis Macas, Leonidas Iza, Miguel LLuco, Nina Pacari, Auki Tituaña. Esta participación será determinante para que tanto la Constitución de 1998, como la del 2008, recién nos reconozcan a las comunas, pueblos y nacionalidades indígenas como sujetos jurídicos de derechos individuales y colectivos.

2 Iturralde, Diego. Nacionalidades Étnicas y Políticas Culturales en Ecuador. 1981. pp. 388

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Como conclusión, tanto la primera generación de líderes indígenas como los que actualmente estamos a nivel de los diferentes espacios de elección popular y de nominación, somos mujeres y hombres que de una u otra manera pasamos por las dirigencias o parte de los equipos técnicos de apoyo de las organizaciones, comunidades, pueblos y nacionalidades. Es importante destacar, que existen historias particulares de cómo cada familia o cada personaje, incluso cada organización, han hecho sacrificios para compaginar los estudios académicos de ciertos líderes y dirigentes, sin desvincularse del proceso organizativo, y precisamente una forma vinculante de prepararse profesionalmente sin abandonar la vida organizativa, ha sido la gran ayuda que nos dio la educación popular a distancia del año 1986 – 1987, y que tal vez para muchos actores políticos actuales puede pasar desapercibido. Así por ejemplo, la muestra más visible de esta construcción colectiva de dirigentes y liderazgos indígenas puede ser el caso de Cotopaxi, y que si revisamos en otras provincias debe ser parecido. Recientemente por un asunto particular, accedí a los archivos del “Ex Colegio a Distancia Dr. Camilo Gallegos” en el departamento de educación popular, y me sorprendí que la mayoría de la actual dirigencia y liderazgo indígena fueron estudiantes secundarios del colegio a distancia, ahí pude encontrar a Dioselinda Iza, actual presidenta del MICC, a Jorge Guamán, ex vicepresidente del Congreso Nacional, a Jorge Herrera, ex presidente del MICC, a Leonidas Iza, ex presidente de la CONAIE, y yo misma, actual Asambleísta de la Republica, entre muchos otros hombres y mujeres que hacen liderazgo local y nacional en la actualidad. Todo este proceso en el que se consolida la profesionalización superior y la visibilización de un liderazgo nacional, no sería posible si en el Ecuador no existiera por ejemplo una de las fundaciones extranjeras (Alemana - Fundación Hanns Seidel) más importantes en la profesionalización del sector indígena. Con decir que ni siquiera el IECE, o el Estado como tal, han planteado un apoyo de tal magnitud, pues esta fundación desde el año 1989 más o menos, estableció más de 600 becas de estudios superiores “solo para indígenas” en diferentes universidades del país, y precisamente producto de estas becas podemos citar como ejemplo: Salvador Quishpe actual Prefecto de Zamora Chinchipe, Blanca Guamangate actual Vice prefecta de Cotopaxi, Marcelino Chumpi Prefecto de Morona Santiago, Ángel Medina Secretario Nacional de CODENPE, Mirian Masaquiza funcionaria de Naciones Unidas en New York, Celestino Wisum Alcalde de Taisha, Fredy Grefa Director Regional de Senplades - Tena, Luis Contento Vicepresidente de Ecuarunari, Carlos Caranqui Fiscalia de Guayas, Luis Andrango Presidente de la FENOCIN, Luis Alfonso Chan-

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go Gerente de la Cooperativa indígena de Ahorro y Crédito más grande del país, Mushuk Runa. Podría citar otros nombres, pero son tantos y tantos, que finalizo diciendo que esta fundación para nosotros, para mí que también fui becaria , es un milagro que haya llegado a tener su sede en Ecuador, y hasta estos días de manera oculta, y muchas veces sin ser reconocidos ni resaltados sus acciones por parte del movimiento indígena, la Fundación Hanns Seidel sigue siendo nuestra única esperanza de ayuda, y últimamente se ha agregado el apoyo cubano principalmente en el área de medicina, pero desde el Estado el apoyo para becas indígenas es nulo. Lo anecdótico de estas ayudas es que, en su momento, los dirigentes de la CONAIE no querían validar las becas a los indígenas, porque decían que “a cambio van quitar tierras, van a llevar al extranjero para que los jóvenes indígenas devenguen los gastos de estudio, van a convertir en políticos conservadores o derechistas”. Resulta que si hoy miramos los cuadros indígenas, todos son de la tendencia de una izquierda crítica y propositiva que han ganado las elecciones en los procesos del Movimiento Pachakutik, esos estigmas son necesarios de vencer, porque muchas veces podríamos tener muchas ayudas no gubernamentales pero, por temores, no lo asumimos. Concluyo este artículo diciendo que nuestra presencia como líderes y dirigentes del movimiento indígena es una concepción y un logro colectivo, que no somos invento de la noche a la mañana, que no nos trepamos por las escaleras para decir estamos aquí y eso somos, somos gente de proceso común, necesidades y visiones comunes, que no tuvimos los mismos derechos que los ciudadanos no indígenas, somos gente que nos acomodamos a niveles de educación en los que por la pobreza y las condiciones particulares no había más opciones. De todo este esfuerzo nuestro gobierno no conoce y hoy todos los líderes estudiados o funcionarios públicos nos catalogan como “Ponchos Dorados”, dándonos un estigma de oportunistas o ladrones.

Anexos A partir de los años 60’ nacen progresivamente las organizaciones locales, provinciales, regionales y nacionales, hasta llegar a lo que hoy es la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, que está conformada por 14 nacionalidades indígenas, de las cuales, la nacionalidad kichwa está conformada por 18 pueblos. Con el fin que los lectores tengan una mejor idea, de las nacionalidades y procesos indígenas:.


Cuadro Nº 1: Nacionalidades Indígenas del Ecuador Región

Nacionalidad

Idioma

Amazonía

Shuar

Shuar

Achuar

Achuar

Cofán

A’ingae

Siona

Paicoca

Secoya

Secoya

Huaorani

Huaoterero

Zápara

Záparo

Andoas

Kichwa

Shiwiar

En reconstrucción

Tsáchila

Tzafike

Awa

Awapit

Chachi

Cha’pilaa

Epera

Epera

Pueblo Manta

Castellano

Pueblo Wancavilca

Castellano

Costa

Sierra-Amazonia

Kichwa Kichwa Fuente: Tiban – Ilaquiche, 2008.

Cuadro Nº 2: Procesos de luchas indígenas donde se forman los líderes y dirigentes 1930

Entre 1930-1940, se registran varios levantamientos indígenas en el país

1937

Ley de comunas

1945

Desde 1929 surge la Federación Ecuatoriana de Indios FEI, pero se institucionaliza y se legaliza en 1945.

1944

Cae el gobierno de Carlos Arroyo del Río

1945

Inicio de Escuelas Bilingües con Dolores Cacuango

1945

Nace la Federación Ecuatoriana de Indios FEI

1960

Nace la Federación Shuar que adquiere personería jurídica en 1964

1964

Ley de Reforma Agraria

1964

Nace la federación Shuar

1970

Escuelas Radiofónicas Shuar

1972

Nace la Organización Regional de la Nacionalidad Kichwa ECUARUNARI

1972

Monseñor Leonidas Proaño comienza la alfabetización a la población adulta kichwa hablante

1980

Entre la década de los 70 y 80 se consolidan en el país los programas de radios populares y campesinos (cabinas de grabación)

1980

Nace la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonia Ecuatoriana CONFENIAE

1980

Primer encuentro indígena en Sucúa. Se conforma el Consejo de Coordinación de las Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONACNIE).

1986

Nace la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador CONAIE

1988

Se crea mediante ley, la Dirección Nacional Educación Intercultural Bilingüe DINEIB

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1990

Levantamiento Indígena por la Vida

1992

Marcha de la OPIP por el derecho a la tierra, desde Pastaza a Quito

1992

Levantamiento Indígena, se declara 500 años de resistencia indígena

1993

La CONAIE en Congreso resuelve participar en procesos electorales

1994

Levantamiento indígena (junio). Reformas a la ley de reforma agraria.

1994

Crea la SENAIN, Secretaria Nacional de Asuntos Indígenas

1994

La CONAIE publica su proyecto político

1994

Levantamiento Indígena por reforma a la Ley Agraria

1996

Nace el Movimiento Político Pachakutik

1996

Acceso a Gobiernos Locales

1997

Caída del Presidente de la República Abdala Bucaram

1997

Crea el Consejo de Planificación de los Pueblos Indígenas CONPLADEIN

1997

Empieza el PROYECTO PRODEPINE

1997

La CONAIE (octubre) Caminata Nacional por la Constituyente

1997

En elecciones para la asamblea nacional se logra 12 asambleístas

1998

Ratificación del Ecuador, Convenio 169 de la OIT (abril)

1998

Derechos indígenas en la Constitución Política del Estado

1998

Crea el Consejo de Desarrollo de las Nacionalidades y Pueblos del Ecuador, CODENPE

1999

Levantamiento indígena (marzo). Crisis económica y feriado bancario.

1999

Levantamiento indígena (julio), por subida de gas y gasolina.

1999

Crea Dirección Nacional de Salud Intercultural

2000

Levantamiento Indígena. Con un triunvirato se derroca al Presidente de la República Jamil Mahuad (Indígena, Militares y Sectores Sociales). Quiebra de bancos y dolarización de la moneda.

2000

Crea el Fondo de Desarrollo para los Pueblos Indígenas FODEPI

2001

Levantamiento Indígena en contra de las políticas económicas de Gustavo Noboa

2003

Movimiento Indígena llega al Gobierno con Coronel Lucio Gutiérrez

2005

Caída del Presidente Lucio Gutiérrez (abril)

2006

Luis Macas, candidato a Presidente de la República

2007

Congreso Nacional aprueba Ley Orgánica de Instituciones Públicas para pueblos indígenas

2007

NNUU aprueba la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas

2007

En el mes de febrero, el Movimiento Indígena y los sectores sociales se movilizan para presionar al Congreso Nacional para que de paso a la Asamblea Constituyente

2007

Bloque Pachakutik en el Congreso Nacional con su voto viabiliza la consulta popular para la Asamblea Constituyente (febrero)

2007

El 15 de abril triunfa el SÍ en la consulta popular para la Asamblea Constituyente

2007

En el mes de diciembre se instala la Asamblea Nacional Constituyente y solo 2 diputados de Pachakutik renuncian al cargo para dar paso a la Constituyente (Raúl ILaquiche y Patricio Miranda). Pachakutik tiene 5 asambleístas.

2007

Movilización por la plurinacionalidad, la vigencia de las instituciones indígenas, el derecho al agua en la asamblea constituyente (marzo)

2008

Asamblea Nacional Constituyente. Mantiene derechos alcanzados en la Constitución de 1998. En Septiembre del 2008 se ratifica la nueva Constitución de la República

2009

Octubre, 2009. La CONAIE se moviliza en contra de la Ley de Aguas. La Amazonia muestra su unidad, y obligan a que el Presidente Rafael Correa dialogue con los indígenas. Muere el Shuar Bosco Wisuma

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