Polemika 08

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¿PARA QUÉ SIRVE LA POLÍTICA?

Revista Polémika Director: Pablo Lucio-Paredes

Diseño: GyR / USFQ POLEMIKA es una publicación cuatrimestral del Instituto de Economía de la Universidad San Francisco de Quito

ISBN: 978-9978-68-030-8

NUMEROS ANTERIORES 1. Julio 2009 Crisis Global: 12 Miradas Polémicas y un Guiño 2. Noviembre 2009 Grandeza(s) y Miseria(s) de la Educación en el Ecuador 3. Marzo 2010 Enigmas del Liderazgo, los Caudillos y el Populismo 4. Junio 2010 ¿Tiene Futuro el Liberalismo Clásico? 5. Noviembre 2010 Del Desarrollo Sustentable … a la Deforestación y los Tiburones 6. Febrero 2011 Desarrollo: 12 Ensayos para un Debate de Varios Siglos 7. Junio 2010 Deporte: Entre la academia, la pasión y el potrero

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Las caricaturas que ilustran la presente edición de Polémika, pertenecen al conocido caricaturista ecuatoriano Xavier Bonilla “BONIL, grafican su muy particular visión de la política ecuatoriana y sus protagonistas. Este es una pequeña muestra que resume años de trabajo.

Por favor enviar sus comentarios a: pabloluc@uio.satnet.net


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Editorial

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as sociedades se construyen alrededor de intercambios e interacciones de naturalezas variadas y múltiples, cuyo objetivo es organizar eficientemente la vida colectiva para vivir mejor (lo cual no implica necesariamente el “buen vivir”) y resolver los problemas que van surgiendo día tras día. El gran desafío de las sociedades es que somos los individuos las que constituimos, construimos y al final juzgamos lo que hacemos y los resultados obtenidos, pero que la mayor parte de temas con los que nos enfrentamos son de orden colectivo, y es en ese plano que se construyen los tres tipos de interacciones e intercambios: económicos cuando se refieren a relaciones de bienes y servicios con valoración (el rol del mercado), políticos cuando delegamos nuestros derechos y poder de decisión a algunas personas que nos representan (el rol del Estado y similares), y de otra naturaleza cuando hablamos de relaciones amistosas, sin valoración (al menos explícita), de reciprocidad, gratuidad o afines (el rol de la llamada sociedad). Ahí está la trilogía imbricada de mercado, Estado y sociedad. La política es pues muy importante (aunque quisiéramos negarle ese estatus). En sociedades amplias, es inevitable que algunos tomen ciertas decisiones a nombre de otros, pero la particularidad de la política (contrariamente a la delegación que uno hace a la directiva del barrio) es que es un monopolio del que uno difícilmente se libra y por eso todo el esfuerzo para construir reales democracias donde ese monopolio sea parcialmente controlado a través de: elecciones regulares, alternabilidad, equilibrio de poderes, transparencia etc.. Esos son los temas que se evalúan en este número de POLEMIKA. Lo hacen César Montúfar y Pablo Lorenzini con una defensa y autocrítica de los políticos como actores esenciales de la política. Juan Sebastian Roldán desde una mirada muy personal de cómo ha evolucionado su manera de vivir, entender y aproximarse a la política. Daniel Montalvo, Ana María Correa, Sara Jijón y Pablo Lucio Paredes intentando darle un significado conceptual más claro a la política y al mismo tiempo explorando las potencialidades de una democracia más participativa (pero realmente participativa, más allá de la epidermis), camino que también explora Rafael Corral alrededor de la influencia, potencialidades y limitaciones que las nuevas tecnologías plantean al hacer y quehacer político. Juan Carlos Donoso nos lleva a los Estados Unidos para mirar cómo lo que parecía un ejemplo de democracia, quizás se resquebraja bajo el peso de los sistemas electorales, de los grupos de interés y sobre todo de la influencia de la religión en la política. Y una gran entrevista de Giusepe Marzano a Carlos Michelena, actor político. Un número polémico al que, honestamente, le ha faltado un adicional de polémica, porque nadie ha entrado en el camino claro, directo y contundente de marginar y despreciar la política. Quizás porque la necesitamos más de lo que creemos o queremos. Como siempre y muy especialmente, la revista está ilustrada con caricaturas políticas de alto nivel de nuestro amigo Bonil al que agradecemos muy sinceramente el habernos dado acceso a su galería de trabajos. Director Pablo Lucio-Paredes

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Diálogo sobre el número anterior de POLEMIKA Juan Jacobo Velasco Los lugares de la batalla: breves reflexiones sobre la violencia, el deporte y el fútbol

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Rafael Corral El espíritu de los tiempos: la web 2.0 en la construcción de la política

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Ana María Correa La política como un diálogo

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Juan Carlos Donoso Los Estados (Des)Unidos de América

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María Sara Jijón La política: ¿para qué nos sirve? Algunos apuntes hacia una mejor gobernanza de lo público 8


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Juan Sebastián Roldán El servicio y el delirio de la Política

Pablo Lorenzini La política en la era de la globalización. Crisis de la política tradicional

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+ Colaboración Instituto de Investigaciones Económicas UTPL Leonardo Izquierdo Montoya Sustentabilidad en el Ecuador más allá del paradigma

Giuseppe Marzano Entrevista: Carlos Michelena

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Pablo Lucio Paredes Política: entre la necesidad y el abuso

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... un poco más de

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Daniel Montalvo En defensa de la política

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César Montúfar ¿Para qué sirven La política Y los políticos?

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Juan Jacobo Velasco

Economista y cientista político. Columnista de diario HOY velascoj@oitchile.cl

Diálogo con colaboradores y lectores Los lugares de la batalla: breves reflexiones sobre la violencia, el deporte y el fútbol

El deporte ha evolucionado con el hombre moderno, como un ingrediente más de desarrollo. El fútbol se convierte en el líder de las más grandes convocatorias generando un fenómeno de enorme valor, saliendo de los linderos de la mera práctica lúdica, de ejercitación o competitiva. Más que un deporte, es un asunto planetario que conmueve al mundo y que ha obligado a atenciones prioritarias y especializadas. No hay duda frente a ello. Pero como fenómeno deportivo de poderoso impacto, también deja secuelas y evidentes contradicciones que lo afectan, provocando alteraciones nada deseables en su entorno. Aceptarlas, asumirlas y enfrentarlas, es hoy indispensable antes de caer en el desbarrancadero de la “modernidad”.

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En el Polémika número siete, leí varios artículos interesantes con diferentes abordajes sobre el deporte, en general, y el deporte ecuatoriano, en particular. Un artículo llamó mi atención: “Fútbol y violencia: la razón de una sinrazón” de Fernando Carrión1. Me pareció un intento importante por tratar de construir una explicación histórica, sociológica y antropológica sobre el fenómeno de la violencia en el fútbol, y particularmente, en el fútbol ecuatoriano. Un punto bastante lúcido del ensayo es el que pone de relieve los aspectos identitarios y como éstos generan no solo adscripción con los equipos, sino además, conflictos con el resto de equipos e hinchas. Pero, como fanático de los deportes y como analista e investigador, amén de unas imprecisiones que habría que corregir2, creo que si bien el propósito del artículo es encomiable, también es bastante extenso en cuanto a las aristas de abordaje. Y, en ese sentido, uno se puede perder en la argumentación si no se establecen contrafactuales. Este ensayo busca indagar un esbozo de algunos contrafactuales que uno esperaría a la hora de en1 Carrión, Fernando. “Fútbol y violencia: las razones de una sin razón”, en Polemika No 7 “Deporte: entre la academia, la pasión y el potrero”. Instituto de Economía USFQ. Año 3, junio 2011. Quito, Ecuador. 2 En el pie de página número 4 en la página 45 dice: “La final del mundial de 1958 -que produjo el “Maracanazo”: aún cuando muchos de sus jugadores hayan fallecido- se sigue jugando hasta ahora.” El “Maracanazo” corresponde a la final de 1950, en Brasil. La final de 1958 corresponde a la de Suecia. Asumo que se refiere a la final de 1950, históricamente más recordada. En el pie de página seis en la página 45 dice: “La final del mundial de Francia se dijo que no fue entre Brasil y Francia, sino entre Reebok y Adidas, así como la presión de esta segunda para que Ronaldo jugara bajo condiciones físicas y de saludad deplorables”. Debería decir entre Nike (Brasil) y Adidas (Francia), que eran los sponsors de esos equipos en 1998. Fue Nike y no Adidas (como lo sugiere el artículo) la que generó presión para que Ronaldo jugara la final.

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carar un tema como el de la violencia en el deporte y en el fútbol. Me voy a centrar en tres preguntas de trabajo: ¿es solo el fútbol un deporte con una impronta histórica de violencia?, ¿es la violencia explícita o simbólica de los deportes una condición necesaria y suficiente para generar violencia en los fanáticos? y ¿es la adscripción fanática a los deportes una condición necesaria y suficiente para generar relaciones de violencia en la sociedad?

La impronta histórica de la violencia en el deporte Uno de los aspectos que resalta el referido artículo es la impronta histórica -desde el Albión de la pre conquista romana a la Inglaterra victoriana- de la violencia en el fútbol. Así inicia lo que pareciera ser un motivo por el cual el fútbol tiene una matriz violenta explícita, más que simbólica. Mi pregunta es simple: ¿qué deporte no la tiene? Si uno hace una somera revisión de los deportes encuentra que, por lo menos en una extensa etapa histórica -que se extiende desde la prehistoria hasta la modernidad-, las actividades deportivas fueron una suerte de práctica en preparación para la confrontación guerrera, ejercicios que simulaban situaciones de batalla: la lucha, el arco y la flecha, las carreras de carruajes, el lanzamiento de jabalina, la velocidad, entendida como la habilidad de la infantería para desplazarse en el campo de batalla.


Las Olimpiadas griegas no eran otra cosa que competiciones en ámbitos que mostraran las habilidades guerreras de los diferentes pueblos del Peloponeso. Eran un artificio para mostrar las destrezas requeridas a la hora del combate. Eso eran, por ejemplo, los enfrentamientos con las lanzas y los caballos en el Medioevo. La esgrima actual es un recordatorio de una práctica que quedó en desuso, pero que hasta mediados del siglo XVII fue básica para la definición geopolítica. Incluso actividades en apariencia tan inofensivas como el ajedrez y el maratón moderno, tienen una impronta de dominio estratégico -el tablero y las piezas de ajedrez simulan una confrontación militar- y de la expectativa frente al curso de las batallas -el portavoz del resultado de la batalla de Maratón, murió tras la extensa carrera-. Con excepción de muchos deportes que surgieron entre los siglos XIX y XX (ciclismo, beisbol, básquet, natación), históricamente el deporte ha sido una deriva institucionalizada de la agresividad propia de la actividad guerrera de los seres humanos y se ha basado en ámbitos de combate explícitos. En ese sentido, es difícil pensar que el fútbol tenga una diferencia remarcable frente a otros deportes que explique por qué debe originar más violencia social que el resto. La matriz de violencia histórica del fútbol -en comparación con otros deportes, mucho menor- no pareciera ser una razón que motive un resultado diferenciador tan categórico.

¿Violencia que genera violencia? ¿De qué hablamos cuando hablamos de violencia en el deporte? Me lo pregunto honestamente cuando veo los partidos del Mundial de rugby. Es un deporte de puro contacto físico. Y, claramente, entre personas preparadas para el choque, el tacle y la confrontación. A muchos les podría parecer un deporte bestial, entre verdaderos portentos de fuerza física que únicamente quieren avanzar al in-goal contrario sin importar quién se encuentre en frente. O parar al adversario que porte la pelota ovalada, sin mediar la velocidad que lleven, las consecuencias del choque ni ninguna consideración religiosa, filosófica o política. El único objetivo es detenerlo, ojalá desestabilizándolo para que afloje “la guinda” e inmediatamente apoderarse de la pelota para formar un scrum que inicie un nuevo ataque del equipo propio. Como en el más cercano fútbol americano -que es un derivado del rugby-, el juego busca el contacto contra el otro y esperar que el rival no se atraviese en el camino al try o gol que uno quiere anotar. La existencia de choque, de conflicto físico permanente, lleva al fortalecimiento físico de los jugadores para competir mejor. Y no obstante esto, si uno ve las reglas y observa cómo se desarrolla el juego, dentro de los tacles y la fiereza extre-

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ma, existe también mucho deportivismo. En ninguno de estos deportes los jugadores pueden cuestionar las decisiones arbitrales. Cualquier tacle no permitido significa la amonestación del jugador y la sanción sin atenuantes. El riesgo para la integridad física es evidente y, si bien los altos niveles de adrenalina y testosterona ponen a los jugadores en posición de ataque, con todas las implicaciones que suponen, están preparados para el rigor del combate como ningún otro atleta. Tal como se aprecia en el Mundial de rugby que se disputa en Nueva Zelandia, la mezcla entre fuerza física, enfrentamiento, colisión, velocidad y técnica, por el lapso de los ochenta minutos de juego de un partido tipo, produce tal nivel de agotamiento entre los jugadores que se explica por qué esta cita mundial se extiende un total de dos meses cada cuatro años y por qué los rugbistas son de los deportistas -superados solo por los nadadorescon mayor gasto calórico de todos, consumiendo en promedio cinco mil calorías diarias. Lo que en el rugby y el fútbol americano es grupal, en los casos del boxeo y las artes marciales es individual. Es el conflicto físico por excelencia. El objetivo no es anotarle al contendiente un gol o llegar a su área. Es, simple y llanamente, golpearlo, más veces, más rápido y mejor. Como bien lo señalan varios investigadores que han analizado la vertiente literaria de los deportes, ninguno ofrece más dimensiones y riqueza sobre el conflicto entre dos contendientes y la mirada personal del combatiente, que el boxeo. Es la máxima expresión, junto a las artes marciales, del esfuerzo por sobrevivir físicamente a la batalla. Es una confrontación violenta entre dos deportistas preparados para la lucha, que a través de ella definen, en función de un esquema técnico de competencia, al mejor. A pesar de que uno puede quedarse en la perspectiva crítica sobre el acto bestial de golpear a otro con el propósito de vencerlo, estos deportes son la expresión más descarnada de la lucha intrínseca por triunfar frente a otros, que está detrás de cada competencia. La definición, en estos casos, no tiene más herramienta que la aplicación de golpes al adversario. ¿Estas expresiones de violencia desvirtúan a estos deportes? Para muchos críticos, sí. Los extremos de castigo o contacto físico han significado la muerte de los adversarios. No creo que los boxeadores, karatecas o rugbistas busquen matar a su rival. La suya es una violencia técnica que desnuda lo que está implícito en el deporte: la búsqueda de imponerse físicamente. En esos casos, al extremo total. Lo que queda claro es que estos deportes son más violentos -explícita y simbólicamente- que el fútbol. Y, empero, no creo que generen el nivel de violencia social que se observa en ciertos ámbitos del fútbol. Una de las razones puede tener que ver con que a nivel de las artes marciales y el boxeo no hay un sentido de pertenencia como el que se tiene con el fútbol. Los boxeadores son su-

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jetos con quienes nos identificamos, pero por quienes no tenemos un nexo ontológico como el que sí existe con los equipos de fútbol3, porque los boxeadores tienen un periodo de vida competitiva acotado. No existe una trascendencia temporal que genere una identidad permanente, que se traspasa de generación en generación. Pero con deportes más violentos como el rugby o el fútbol americano, sí existen nexos de identidad similares a los del fútbol. En ciertos países, como en Nueva Zelandia, Tonga o Samoa, el rugby es la única actividad deportiva que puede generar una identidad exclusiva. Y, pese a ello, en ninguno de estos deportes se observan las manifestaciones de violencia social como en el fútbol. El grado de violencia explícita o simbólica que caracteriza a ciertos deportes pareciera no ser una componente que explique la violencia social.

Las alternativas deportivas como un factor de control de la violencia Diera la impresión de que la adscripción fanática a los deportes fuera una condición necesaria y suficiente para generar relaciones de violencia en la sociedad. Ello por cuanto la identidad extrema con los deportes, sumada a la pobreza y a un contexto de violencia social simbólica y explícita, gatillarían fenómenos como el que se observa en el fútbol latinoamericano y ecuatoriano. Esta observación pareciera funcionar bien cuando un deporte es, en grado extremo, prácticamente el monopolio de atención de una sociedad. Cuando uno piensa en el fútbol en nuestro continente, ese pareciera ser el caso. Incluso en países con un espectro deportivo más amplio, como Brasil y Argentina, el fútbol es el deporte estrella, con fanáticos hasta la médula4. Y con un fenómeno de violencia social relacionada al fútbol, que se ha convertido en un problema de seguridad y de política pública en toda la región. Uno podría decir que es un fenómeno latinoamericano, y por lo tanto, ligado a la estructura sociocultural propia de los países en vías de desarrollo, pero es bastante más amplio, porque también afecta a naciones como Italia, Inglaterra, España, Serbia, entre otras. No solo hay una característica socieconómica, sino de fanatismo desmedido que se mezcla con otras componentes. Es decir, ya no basta una explicación anclada en la característica sociocultural (Latinoamérica) ni socieconómica (países en desarrollo) para explicar por qué existe una violencia social derivada del fútbol, puesto que este fenómeno también se observa en otros países que son no latinoamericanos y desarrollados. 3 Con contadas excepciones, como la de Muhammad Ali. 4 Recordar la reacción del fenómeno de la redes sociales, el Tano Pasman, con su famoso video espectando el primer partido de definición que llevó a River Plate a descender de categoría.


En ese sentido, creo que es importante encontrar ejemplos en naciones que sirvan como grupo de control. Estos países no pueden tener una impronta socioeconómica (Suecia) ni cultural (Japón) tan distante. Debe existir violencia simbólica y explícita en los deportes. Y debe haber rasgos de fanatismo e identidad deportiva tan desarrollados como los que existen con el fútbol. Teniendo en cuenta estos factores, considero que Estados Unidos es un país que puede servir como contraejemplo. ¿Por qué en esa nación no se da un significativo patrón de violencia social relacionada con el deporte como el que existe en nuestra región y en otros países de característica sociocultural (Inglaterra) y socioeconómica (otros países europeos) similares a los norteamericanos, a pesar de que los aficionados de Estados Unidos son apasionados por sus deportes? Sumada a esta pregunta va una acotación importante: en Estados Unidos hay factores delictivos -drogas, mafias, pandillas- tanto o más desarrollados como los que en su artículo Fernando Carrión observa existen en América Latina. Según Carrión, estos factores están muy vinculados con el deporte. Pero no diera la impresión de ser ese el caso en Estados Unidos5. Finalmente, en ese país, las condiciones de pobreza, desigualdad y exclusión social6 tienen rasgos de mayor semejanza con sociedades estructuralmente desiguales como las latinoamericanas. Controlados por diferentes factores, no se observa que en los Estados Unidos existan comportamientos de violencia social relacionados con el deporte similares a los observados con el fútbol tanto en Latinoamérica como en varios países de Europa. No me atrevería a decir que los norteamericanos son menos fanáticos que sus pares latinoamericanos y europeos. Basta solo con revisar el proceso histórico de los deportes en ese país o los sitios web en donde se discute cada uno de los deportes norteamericanos para darse cuenta que son tan fanáticos como cualquier otro en el resto del mundo. Creo que el factor diferencial tiene que ver con que, en la práctica, no existe un solo deporte que genera fanatismo, sino que son varios deportes, con similares intensidades. Históricamente existen cuatro grandes deportes de equipos: fútbol americano, beisbol, básquet y hockey sobre hielo. A estos deportes, el fútbol está comenzando a sumarse a pasos agigantados, tanto en hombres como en mujeres. Luego existe una cantidad enorme de deportes individuales que generan pasión y fanatismo, como el golf, el tenis, el boxeo y la serie NASCAR. La relación de identidad similar al fútbol se da en los cuatro grandes íconos del deporte grupal, cuyas adscripcio5 Al menos no directamente. Una relación indirecta se ha dado a través de la “industria” de las apuestas clandestinas, penadas federalmente. 6 Los latinoamericanos y los afroamericanos, dos grupos sociales tradicionalmente marginados en los países desarrollados, son las principales minorías en Estados Unidos.

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nes se dan en un contexto de historia larga, de herencia familiar y de identidad geográfica (ciudades). El factor de violencia explícita y simbólica, es claramente evidente en el fútbol americano y en el hockey sobre hielo, mucho más físicos y de contacto que el fútbol. Empero, no se suscitan los fenómenos de violencia social que se aprecian en otras latitudes, con características similares a las norteamericanas. Pueden existir tres razones que expliquen este fenómeno. Una guardaría relación con algo que los economistas denominamos “estructura de mercado”. En el mercado del “fanatismo”, los deportes de equipos en Estados Unidos no son monopolio, como el que se observa en América Latina y Europa con el fútbol. Con la cantidad de deportes norteamericanos, cuya vigencia se comparte en diferentes periodos del año, existe la posibilidad de ganar o perder con un equipo, dependiendo del deporte. El nivel de frustración-retribución se atempera. Otro aspecto diferenciador es que en Estados Unidos no existe descenso en los deportes profesionales por equipo, lo que se convierte en una verdadera agonía en el fútbol y que generalmente deviene en una fuente de violencia. Los equipos profesionales de las cuatro principales disciplinas tienen asegurada su permanencia en el campeonato del siguiente año. Si lo hacen mal una temporada (es decir, si quedan últimos), tienen prioridad para elegir los novatos que vienen del draft que cada año convoca a los mejores jugadores universitarios y/o extranjeros que reforzarán a los equipos. El tercer aspecto podría estar vinculado con las fuertes sanciones que existen para desmanes de todo tipo. El tema de la penalización delincuencial, tal como ocurrió en Inglaterra cuando se intentó aplacar a los hooligans, sería una poderosa herramienta que serviría como advertencia ante cualquier hecho de violencia derivada de los deportes, tanto en los estadios, como fuera de ellos, así como entre posibles fanaticadas rivales. El ejemplo norteamericano puede dar indicios para pensar que la violencia social derivada de los deportes, no solo depende del fanatismo identitario que los aficionados tenemos con los mismos, particularmente con el fútbol. Lo que parece que, como en el caso de Estados Unidos, genera una diferencia significativa, es la posibilidad de tener diferentes identidades deportivas, lo que aminora el grado de frustración social. Otros aspectos de funcionamiento institucional (no descenso) y grado de aplicación de ley que controla la violencia, también serían aspectos que reducen el riesgo de violencia social vinculada al deporte.

A manera de conclusión Tal como mencioné al comienzo, la lectura del valioso artículo de Fernando Carrión motivó la exploración de hipótesis de trabajo que establecieran un marco contrafactual a varias de las aristas de su análisis. Lo que intenté fue esta-

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blecer un marco que permitiera complementar y enriquecer el ámbito de discusión planteado por ese artículo. No creo que sean las únicas aristas ni posibilidades de análisis y contrafactuales. Pero creo que permitirán perfeccionar las argumentaciones. Lo que me queda claro después de esta exploración, es que el tema de la violencia social vinculada al deporte, y sobre todo al fútbol, es muy complejo y, en ese sentido, hay que ser muy cuidadoso cuando se lo aborda. Recuerdo que en 2008, cuando estuve en Montreal en un curso de inglés y francés, en la clase de inglés discutimos sobre la violencia en el deporte. Un italiano argumentó que el fútbol era violento y que generaba violencia. Él también, en otro debate días antes de la discusión sobre la violencia y los deportes, había hablado de lo hermoso que era un parque histórico en Roma, lleno de bosques y de ruinas romanas, y de cómo ese parque se había convertido en fuente de delincuencia, porque había un gran número (sic) “de inmigrantes, ultraderechistas y gitanos”, que peleaban entre sí y robaban y golpeaban al resto de visitantes. Cuando intervine en el debate sobre violencia y deportes, señalé que, como con el parque, los problemas sociales derivados del deporte no se solucionan cerrando el parque. Lo mismo ocurre con las canchas de fútbol. Como el más popular de los deportes y como monopolio de fanatismos, el fútbol concentra la atención de sociedades enteras. Son las sociedades las que trasladan todas sus contradicciones, frustraciones y violencia al ámbito del deporte. No al revés. El sistema simplemente se retroalimenta, porque el fútbol se convierte en un espejo en donde muchas sociedades se sienten retratadas.


Rafael Corral

Estudiante de Relaciones Internacionales, Ciencias Políticas y Derechos Humanos USFQ racorral98@hotmail.com

El espíritu de los tiempos: la web 2.0 en la construcción de la política

El desarrollo de la Primavera Árabe ha generado un debate sobre la importancia del internet y las redes sociales como fuerzas democratizadoras y, en general, sobre su impacto en la construcción de la política. El debate discute el rol de tales tecnologías, tanto en el contexto de países con sistemas autoritario, como en aquellos con sistemas democráticos. Mientras unos dicen que la actividad en la Web 2.0 simplemente refleja las interacciones de poder que ocurren en la vida real, otros ven a las redes sociales como herramientas inherentemente democratizadoras y capaces de transformar la manera en la que se construye la política a todo nivel. Con las últimas tendencias evidenciadas, es posible analizar la factibilidad de la Web 2.0 cómo herramienta de construcción política.

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Introducción: La primavera árabe Mohamed Bouazizi literalmente prendió el fuego de la Primavera Árabe cuando se inmoló en las calles de la ciudad tunecina de Sidi Bouzid. Para este joven, la confiscación de la fruta que vendía y el trato humillante que recibió por parte de las autoridades municipales evidenciaban la precariedad de la situación en Túnez. Muchos más estuvieron de acuerdo; el evento conmocionó al país y exacerbó la indignación que miles de tunecinos sentían por el desempleo reinante y la corrupción de su gobierno. La muerte de Bouazizi provocó una multitudinaria movilización que sólo 28 días después, el 14 de enero, terminaría con 23 años de gobierno del alguna vez invencible Presidente Zine El Abidine Ben Ali. Pocos días después, el 25 de enero, miles de egipcios salieron a las calles -inspirados por el éxito en Túnez- para protestar en contra del desempleo, los altos precios de la comida y la corrupción del gobierno de Hosni Mubarak. El 11 de febrero el dictador había caído y la gente celebraba en la Plaza de Tahir. Durante los meses de febrero, marzo y abril, las protestas se fueron extendiendo por el Medio Oriente y el movimiento pasó a ser conocido como la Primavera Árabe.

El perfil de muchos de los protestantes era parecido en todos los países: eran jóvenes, muchos de ellos universitarios, y bien versados en el uso del internet. Tal importancia tuvo el internet durante el inicio de la Primavera Árabe, que la prensa empezó a referirse a los eventos de Túnez y Egipto como las “Revoluciones Facebook”.

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El perfil de muchos de los protestantes era parecido en todos los países: eran jóvenes, muchos de ellos universitarios, y bien versados en el uso del internet. Tal importancia tuvo el internet durante el inicio de la Primavera Árabe, que la prensa empezó a referirse a los eventos de Túnez y Egipto como las “Revoluciones Facebook.” La facilidad para diseminar información y organizar movilizaciones en Facebook, Twitter y otros sitios Web 2.0 convirtieron a éstas en herramientas esenciales para los jóvenes de la Primavera Árabe.

El resultado fue la percepción generalizada de que toda la ciudadanía salía a protestar, mas no que las protestas eran convocadas por los líderes de oposición. Este hecho imposibilitó que los gobiernos acusen a dichos líderes de manipular a las masas y presentó al internet como una importante fuerza democratizadora.

El uso de nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) en protestas de carácter político no es un fenómeno particularmente reciente. Ya en 2001, los opositores filipinos organizaron protestas por medio de mensajes de texto que finalizaron con el gobierno del Presidente Joseph Estrada.1 En 2007, videos de los abusos cometidos por el gobierno militar de Myanmar aparecieron en YouTube y provocaron la indignación internacional.2 En 2009, se generaron movimientos en Facebook y Twitter a causa del supuesto fraude en las elecciones en Irán. Se dice que la mayor parte de la información que llegó a Occidente durante estas protestas fue por medio de reportes de ciudadanos difundidos en redes sociales.3 Para quienes protestaban en el Medio Oriente a inicios de 2011, la Web 2.0 fue una herramienta esencial para la organización y coordinación de sus movimientos, así como, para la diseminación de información sobre su causa. Las protestas se convocaron por Facebook, se coordinaron utilizando Twitter, y se mostraron al mundo por medio de YouTube.4 Al mismo tiempo, los Blogs de gente dentro y fuera del Medio Oriente mostraban las experiencias de quienes protestaban y las opiniones de quienes seguían las protestas por internet. Tanta importancia tuvieron las redes sociales que los medios tradicionales, en muchos casos, tomaron el contenido generado en las mismas y lo publicaron a nivel mundial, mostrando así la fuerza de los movimientos de la Primavera Árabe, y alimentando la simpatía mundial por los protestantes y la presión internacional sobre los gobiernos de Ben Ali y Mubarak.5 En Túnez y Egipto las protestas no tuvieron que ser convocadas por líderes de la oposición ni por los medios tradicionales; las redes sociales posibilitaron que las mismas se organicen sin líderes. El resultado fue la percepción generalizada de 1 Shirky, C. (2011). “The political power of social media.” Foreign Affairs. January/ February 2011. 2 Mydans S, (3 de Octubre de 2007) “Monks are Silenced, and for Now, internet Is, Too.” The New York Times. Obtenido el 10 de Agosto de 2011, en http://www.nytimes. com/2007/10/04/world/asia/04info.html 3 Ulrich Bull, H. (2011) “From Revolution to Participation: Social Media and the Democratic Decision-Making Process.” Business & Information Systems Engineering. 3(4). P 195. 4 Cottle, S. (2011). “Media and the Arab Uprisings of 2011: Resarch notes.” Journalism 12(5). P. 648 5 Ulrich Bull, H. (2011) “From Revolution to Participation: Social Media and the Democratic Decision-Making Process.” Business & Information Systems Engineering. 3(4). P 195.

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que toda la ciudadanía salía a protestar, mas no que las protestas eran convocadas por los líderes de oposición. Este hecho imposibilitó que los gobiernos acusen a dichos líderes de manipular a las masas y presentó al internet como una importante fuerza democratizadora. La rapidez con la que estos gobiernos autoritarios cayeron impactó al mundo. Al tiempo que Al Jazeera y los medios tradicionales en Occidente destacaban el rol del internet en el curso de los hechos, había quienes presagiaban el hundimiento de los gobiernos autoritarios restantes en Medio Oriente y alrededor del mundo. El frenesí mediático sobre las protestas sólo perdió momentum en cuanto un devastador terremoto azotó Japón en abril. Aún así, la cuarta ola de democratización parecía llegar al Medio Oriente con fuerza similar a la del tsunami que destruyó gran parte de la infraestructura japonesa.6 Hoy, sin embargo, cerca de un año después de la caída de Ben Alí, la democratización parece no llegar con la fuerza que muchos esperaban. En Egipto, al tiempo que los militares gobiernan el país, las tensiones religiosas inspiran violencia, y la ciudadanía continúa protestando en la Plaza de Tahir. En Libia, las protestas se convirtieron en una rebelión completa ante la reacción violenta del régimen Presidente Gadafi y la guerra civil no termina aún. El desarrollo de la Primavera Árabe ha generado un debate sobre la importancia del internet y las redes sociales como fuerzas democratizadoras y, en general, sobre su impacto en la política. El debate abarca el rol de tales tecnologías tanto en el contexto de países con sistemas autoritarios como en aquellos con sistemas democráticos. Mientras unos dicen que la actividad en la Web 2.0 simplemente refleja las interacciones de poder que ocurren en la vida real, otros ven a las redes sociales como herramientas inherentemente democráticas y capaces de transformar la manera en la que se construye la política a todo nivel. El estudio de la influencia de tales tecnologías es aún muy limitado por la falta de evidencia empírica al respecto. Sin embargo, con el conocimiento que actualmente existe y las tendencias evidenciadas, es posible analizar las diferentes aplicaciones de la Web 2.0 cómo herramienta de construcción de política, tanto en países autoritarios como en democracias.

6 Samuel P. Huntington habla de tres olas de democratización, la última entre las décadas de 1970 y 1990. Huntington, S. (1991) . The Third Wave: Democratization in the Late Twentieth Century. University of Oklahoma Press.

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Web 2.0 Para entender lo que significa el término “Web 2.0” es preciso revisar las características particulares de esta tecnología. Es posible simplificar su definición y decir que se refiere a una manera de utilizar el internet en la cual predominan las aplicaciones web que facilitan el intercambio de información, que tienen un diseño centrado en el usuario, y que permiten la colaboración online. La diferencia entre la Web 1.0 y la Web 2.0 es que en la primera los contenidos eran transmitidos unidireccionalmente, mientras que en la segunda existe la posibilidad para los usuarios de generar contenido con poca o ninguna intermediación por parte de los dueños o webmasters de las páginas electrónicas. Ahora, generación de contenido puede significar el uso de la Web como plataforma de desarrollo para nuevas aplicaciones, la interacción directa entre dos o más usuarios, la generación de blogs, comentarios, opiniones o cualquier otro tipo de contenido, entre otros. Los sitios Web 2.0 más populares, comúnmente conocidos como redes sociales, son Facebook, Twitter, y Youtube, pero los blogs y los wikis también son parte del universo Web 2.0. En definitiva, la idea de la Web 2.0 está basada en la recopilación, almacenamiento y uso posterior de datos personales sobre los usuarios. Así Facebook, por ejemplo, utiliza la información que las personas ingresan al etiquetar fotos o poner “me gusta” en la página de alguna celebridad para brindar recomendaciones y proveer servicios que mejoren la experiencia de todos los usuarios. Un ejemplo es cómo Facebook es capaz de reconocer los rostros que aparecen en las fotografías para ayudar al usuario a etiquetarlas más rápidamente. Mientras más usuarios y más información tengan las redes sociales, mejor será la experiencia al utilizarlas. Este hecho es importante pues su efectividad como herramientas de construcción de política, como se vio en la Primavera Árabe, está basada en su capacidad de llegar a la mayor cantidad de gente posible al menor costo posible. En esa manera, mientras más personas utilicen redes sociales con fines políticos, estas serán más efectivas. Hace aproximadamente un año, el mundo se enteró de la historia de Facebook gracias a la película “Red Social”. En dicho filme se utiliza la cifra de 500 millones de usuarios, un numero impresionante por sí solo, e incluso más importante si se considera que el crecimiento de Facebook, de unos pocos miles usuarios -en Harvard y otras universidades del ‘Ivy League’ de Estados Unidos- a 500 millones se dio en apenas 6 años. Quizás lo que es incluso más impresionante es el crecimiento que ha experimentado Facebook desde entonces. Los 750 millones de usuarios actuales constituyen aproximadamente el 10% de la po-


La explosión de las redes sociales implica que su poder como herramientas de difusión de información no deba ser subestimado. Si Mark Zuckerberg decidiera enviar un mensaje en la página de inicio de Facebook, sea cual fuere, este llegaría a 750 millones de personas en un día, esto es una audiencia comparable a la de la final de un mundial de fútbol, aunque Zuckerberg lo podría hacer todos los días del año. Los usuarios que no son Mark Zuckerberg también tienen un público potencial inmenso.

Las redes sociales suplen la desorganización inherente a los grupos formados online con el bajo costo de organización y coordinación de protestas sin necesidad de líderes. Esta es precisamente una de las fortalezas de las Web 2.0 en cuanto a la organización de las protestas se refiere … Si bien las redes sociales no crean exigencias, las aglutinan. Y es precisamente en este carácter aglutinador de las mismas donde radica su importancia. Sin embargo, es siempre necesario que exista malestar en la ciudadanía y la voluntad de movilizarse para que eventualmente se efectúe el cambio político. Adicionalmente, los sectores opositores en estados autoritarios todavía necesitan del liderazgo y las actividades que estos llevan a cabo offline.

blación mundial. 7 Esta cifra se vuelve más relevante si se considera que sólo el 29.1% dicha población tiene acceso a internet.8 La explosión de las redes sociales implica que su poder como herramientas de difusión de información no deba ser subestimado. Si Mark Zuckerberg decidiera enviar un mensaje en la página de inicio de Facebook, sea cual fuere, este llegaría a 750 millones de personas en un día, esto es una audiencia comparable a la de la final de un mundial de fútbol, aunque Zuckerberg lo podría hacer todos los días del año.9 Los usuarios que no son Mark Zuckerberg también tienen un público potencial inmenso. Según estadísticas de Facebook, cada usuario tiene en promedio 130 amigos.10 Eso significa que cada mensaje que envía se difunde a una audiencia potencial de 130 usuarios más. Basta que uno de los amigos de esa persona difunda el mensaje nuevamente para que llegue a otras 130 en promedio. La versatilidad de las redes sociales permite a los usuarios compartir contenido original, observaciones, opiniones, creaciones artísticas, modificaciones al contenido de otras personas, y enlaces directos a contenidos en páginas web de medios tradicionales como las agencias de noticias o periódicos. También puede ocurrir que los medios tradicionales monitoreen las redes sociales y transmitan a sus audiencias los contenidos más populares o interesantes que encuentren en ellas. De hecho, en Túnez la cadena Al Jazeera transmitió imágenes de las protestas tomadas de YouTube.11 De esta forma, las redes sociales y los medios tradicionales se alimentan mutuamente.12 Es importante mencionar que la gente solamente tiende a retransmitir mensajes que percibe como útiles o interesantes. Esto crea un ´filtro natural’ que hace que sólo este tipo de contenidos sean difundidos ampliamente; todo lo demás simplemente se desecha. La información que se considera interesante o útil se ve transmitida una y otra vez, de forma ‘viral’, y puede alcanzar a miles o millones de personas en cuestión de días u horas.13 En el caso de Twitter, la difusión de la información tiene un potencial parti7 La población mundial es de 6’855.298.767 según el Banco Mundial. The World Bank (2011). Data: Population, total. Obtenido el 3 de Septiembre de 2011 de: http://data. worldbank.org/indicator/SP.POP.TOTL/countries?display=graph 8 . The World Bank (2011). Data: Internet Users (Per 100 people) Obtenido el 3 de Septiembre de 2011 de: http://data.worldbank.org/indicator/IT.NET.USER.P2?display=graph 9 Facebook (2011). Statistics. Obtenido el 1 de agosto de 2011 en http://wwww.facebook.com/statistics 10 Facebook (2011). Statistics. Obtenido el 1 de agosto de 2011 en http://wwww. facebook.com/statistics 11 Preston, J. (Febrero 5, 2011). “Movement Began With Outrage and a Facebook Page that Gave it an Outlet.” Obtenido el 12 de octubre de 2011 de http://www.nytimes. com/2011/02/06/world/middleeast/06face.html?_r=1&pagewanted=all 12 Gustafsson, N. (2010). “This Time it’s Personal: Social NetWorks, Viral Politics and Identity Management.” Emerging practices in cyberculture and social networking. Editions Rodopi: Amsterdam, Netherlands. P 9. 13 Gustafsson, N. (2010). “This time it’s personal: Social Neteworks, Viral Politics and Identity Management.” Emerging practices in cyberculture and social networking. Editions Rodopi: Amsterdam, Netherlands. P 10.

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cularmente grande debido a que los tweets generalmente son públicos. Una persona con una importante cantidad de seguidores tiene una mayor audiencia por la posibilidad de estos seguidores de retwittear sus mensajes hacia todos sus seguidores, y así sucesivamente. La difusión por redes sociales es enorme, rápida, y sobre todo gratuita. Toda persona que las utiliza está potencialmente expuesta a contenido político, y lo que es más importante, es capaz de generarlo.

La Web 2.0 en sistemas autoritarios Las redes sociales suplen la desorganización inherente a los grupos formados online con el bajo costo de organización y coordinación de protestas sin necesidad de líderes.14 Esta es precisamente una de las fortalezas de las Web 2.0 en cuanto a la organización de las protestas se refiere. Las manifestaciones en Medio Oriente son movilizaciones espontáneas que se convocan mediante redes sociales en cuestión de horas. No necesitan de organización jerárquica, coordinación que dure días o semanas, ni de líderes que planifiquen sus detalles. Simplemente, las personas expresan sus quejas por medio de redes sociales, estas llegan a gente que las comparte, y es por la emergencia de un sentimiento generalizado que se dan las protestas. Es importante mencionar, sin embargo, que aunque la naturaleza no-jerárquica de las protestas parece indicarlo así, las redes sociales no son, en sí mismas, las generadoras de las exigencias que las incentivan; pero fungen como herramientas que permiten a la población online conseguir ciertos objetivos de manera más efectiva. Si bien las redes sociales no crean exigencias, las aglutinan. Y es precisamente en este carácter aglutinador de las mismas donde radica su importancia. Sin embargo, es siempre necesario que exista malestar en la ciudadanía y la voluntad de movilizarse para que eventualmente se efectúe el cambio político.15 Adicionalmente, los sectores opositores en estados autoritarios todavía necesitan del liderazgo y las actividades que estos llevan a cabo offline. El éxito de las protestas no está determinado exclusivamente por las herramientas que se utilizan para llevarlas a cabo (Twitter, Facebook, Youtube); la coyuntura social y política sumada a la capacidad de represión del Estado representan factores trascendentales. La prueba de aquello es que no todas las protestas del Medio Oriente han conseguido sus exigencias. Cada situación es distinta; en Túnez y Egipto los líderes renunciaron, pero en

14 Shirky, C. (2011). “The political power of social media.” Foreign Affairs. January/ February 2011. 15 Morozov 2010 en Kyriakopolou, K. (2011) “Authoritarian States and Internet Social Media: Instruments of Democratisation or Instruments of Control.” Human Afairs. 21. P. 23

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Libia y Siria decidieron utilizar fuerza masiva en contra de quienes protestaban pacíficamente.16 Así mismo, el gobierno Iraní socavó las protestas posteriores a las elecciones de 2009, y en Arabia Saudita y Bahréin estas no han tenido resultados visibles.17 Aún así, basta con ver el nerviosismo que las TIC han causado en distintos gobiernos alrededor del mundo para constatar que sí son percibidas como capaces de efectivizar el cambio político. Pero es también evidente que la capacidad de controlar y limitar la información resulta determinante en la forma en que un gobierno evita el surgimiento de protestas y las socava cuando estas surgen. Si las personas son capaces de transmitir su descontento a una audiencia importante, la credibilidad del gobierno se ve afectada. La tecnología de la Web 2.0 hace posible transmisiones de los excesos de gobiernos autoritarios. Por esta razón, muchos de ellos han intentado limitar la capacidad de sus poblaciones de utilizar el internet para fines políticos.18 Tanto Egipto como Túnez intentaron limitar el acceso a redes sociales durante los primeros días de las protestas; el gobierno de Irán lo hizo en 2009 cuando la gente protestó por el supuesto fraude en las elecciones.19 Así mismo, China comúnmente utiliza la censura online. En 2008, ese gobierno se vio obligado a limitar el acceso a redes sociales cuando la gente comenzó a compartir opiniones sobre la corrupción a nivel de gobiernos locales en los días posteriores a un terremoto en el que 10,000 estudiantes murieron al ceder las estructuras de varias escuelas.20 El gobierno temía que la gente empiece a exigir, más que reparaciones inmediatas, un cambio profundo en el funcionamiento del sistema político.21 Los gobiernos autoritarios pueden censurar el contenido online al bloquear el acceso a las páginas de redes sociales y blogs, o al filtrar cierto tipo de contenidos.22 Más preocupante aún es que son capaces de utilizar las mismas redes 16 Action on Armed Violence (AOAV) (17 de marzo de 2011) “Explosive Violence Update: Libya”. Obtenido el 15 de octubre de 2011 en http://reliefweb.int/sites/reliefweb.int/files/reliefweb_pdf/node-392440.pdf. Social Watch (15 de Septiembre de 2011). “Syria: Silenace is not an option.” Obtenido el 15 de octubre de 2011en http://www. socialwatch.org/node/13653 17 “Middle East and North Africa in turnmoil.” (2011) The Washington Post. Obtenido el 12 de octubre de 2011 en http://www.washingtonpost.com/wp-srv/special/world/ middle-east-protests/ 18 Ulrich Bull, H. (2011) “From Revolution to Participation: Social Media and the Democratic Decision-Making Process.” Business & Information Systems Engineering. 3(4). P 195. 19 Ulrich Bull, H. (2011) “From Revolution to Participation: Social Media and the Democratic Decision-Making Process.” Business & Information Systems Engineering. 3(4). P 195. 20 The New York Times (6 de mayo de 2009) “Sichuan Earthquake”. Obtenido el 15 de octubre de 2011 en http://topics.nytimes.com/topics/news/science/topics/earthquakes/ sichuan_province_china/index.html 21 Shirky, C. (2011). “The political power of social media.” Foreign Affairs. January/ February 2011. 22 Kyriakopolou, K. (2011) “Authoritarian States and Internet Social Media: Instruments of Democratization or Instruments of Control.” Human Afairs. 21. P. 4


sociales para transmitir propaganda o incluso para localizar y castigar a los disidentes en la vida real.23 La alta capacidad de los estados autoritarios de limitar la efectividad del internet como herramienta de cambio político es evidente. Sin embargo, no lo pueden hacer sin incurrir en lo que se conoce como el “dilema conservador” o “dilema del dictador”.24 La capacidad que tienen las redes sociales de aglutinar exigencias crea este dilema, pues al encontrar que otras personas comparten sus demandas, los ciudadanos se sienten empoderados para transmitirlas al gobierno. Al perder el monopolio sobre la información, el estado tiende a limitar el acceso a los medios alternativos, o a utilizar propaganda para desmentir la información no oficial. Limitar el acceso puede ser conveniente, sin embargo, es posible también que la ciudadanía pueda acceder a ciertos sitios en internet mediante servidores proxy sin que el gobierno tenga la capacidad de anular el acceso a todos ellos. Así mismo, la información alternativa, entendida como aquella generada directamente por los usuarios en redes sociales, compite contra la propaganda gubernamental, restándole credibilidad. En esos casos, el gobierno puede cerrar completamente el acceso a una o varias TIC con el objetivo de limitar la capacidad de los disidentes para organizarse. Al hacerlo, sin embargo, corre el riesgo de que la ciudadanía se radicalice al ver limitado un servicio cuyo uso es predominantemente para actividades no políticas.25 Debido a que las redes sociales no son utilizadas exclusivamente para la disidencia, censurarlas tiene un efecto aún mayor sobre la ciudadanía. Ethan Zuckerman lo pone de la siguiente manera: “Las herramientas específicamente diseñadas para derrotar la censura estatal pueden ser cerradas sin grandes castigos políticos, pero las herramientas más amplias que la población en general utiliza para … compartir fotos de gatos lindos, son más difíciles de cerrar.”26 Incluso si la ciudadanía no se radicaliza, el cerrar el acceso a tecnologías de la información durante mucho tiempo tendrá consecuencias económicas; un país no puede generar riqueza si sus habitantes no tienen acceso a TIC.27 Aún con todo esto, países como China se han vuelto expertos en limitar el acceso a información mediante la intimidación a sus ciudadanos y a los proveedores de servicio internet, con el objetivo de que ejerzan la auto-censura.28 23 Kyriakopolou, K. (2011) “Authoritarian States and Internet Social Media: Instruments of Democratization or Instruments of Control.” Human Afairs. 21. P. 4 24 Toda esta discusión está basada en el análisis de Shirky sobre el “Conservative Dilema.” Shirky, C. (2011). “The political power of social media.” Foreign Affairs. January/February 2011. 25 Esto ocurrió en Túnez. Ver: Ulrich Bull, H. (2011) “From Revolution to Participation: Social Media and the Democratic Decision-Making Process.” Business & Information Systems Engineering. 3(4). P 195. 26 Zuckerman E. en Shirky, C. (2011). “The political power of social media.” Foreign Affairs. January/February 2011. 27 Shirky, C. (2011). “The political power of social media.” Foreign Affairs. January/ February 2011. 28 Shirky, C. (2011). “The political power of social media.” Foreign Affairs. January/

La Web 2.0 ha sido determinante en los proyectos de los disidentes en países autoritarios cómo Túnez y Egipto, pero por la eficiencia de los gobierno en limitarlos, no ha tenido la misma efectividad en otros como China e Irán. En definitiva, las redes sociales constituyen importantes, aunque definitivamente falibles, instrumentos de oposición y resistencia en sistemas autoritarios.

La Web 2.0 en democracia Es difícil negar que las redes sociales contribuyen a una mayor difusión de información y son capaces de exponer a sus usuarios a acontecimientos y discusiones de carácter político. Sin embargo, existe un debate sobre la efectividad de las redes sociales como herramienta de construcción de la política en países democráticos. Por un lado están quienes se pueden denominar “cyber-optimistas”; aquellas personas que piensan que el internet, y ahora especialmente las redes sociales, son inherentemente democráticas y democratizadoras; por otro lado, los cyber-pesimistas piensan que el internet y las redes sociales simplemente reflejan las interacciones de poder de la sociedad offline, y a pesar de parecer efectivas, son incapaces de cambiar los comportamientos políticos de forma sustantiva. En este sentido, el desarrollo del internet ha generado grandes expectativas sobre cuál sería su influencia en la esfera política. Algunos, los más optimistas, pensaban que el internet se iba a convertir en la plataforma desde la cual emergería una nueva democracia participativa; los ciudadanos serían capaces de deliberar sobre la mayor cantidad de temas de política pública posible y de dar su opinión al respecto, o incluso su voto electrónico directo. Según estos cyber-optimistas, al tener acceso ilimitado a fuentes de información no controladas por los poderes tradicionales, la ciudadanía participaría cada vez más en la política. Eso derivaría en la creación de democracias participativas que no necesitaran de representantes electos. La verdad es que resulta muy difícil que el internet sea la panacea para la democracia. El desarrollo del internet probablemente no cambiará radicalmente los patrones tradicionales de construcción de política –hasta ahora no lo ha hecho. En un célebre artículo en The New Yorker titulado “Cambio pequeño: Por qué la revolución no será tweeteada”, Michael Gladwell, uno de los llamados cyber-pesimistas, argumenta que quienes logran verdaderos cambios políticos son grupos jerárquicos de activistas comprometidos y dispuestos a sacrificarse por su causa.29 Para Gladwell, los sitios como Facebook y Twitter se basan en redes de February 2011. 29 Gladwell M. (2010). “Small Change: Why the revolution will not be tweeted.” The New Yorker. Obtenido el 1 de Agosto, 2010 de http://www.newyorker.com/ reporting/2010/10/04/101004fa_fact_gladwell?currentPage=all

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lazos débiles que carecen de jerarquía y son incapaces de incentivar el activismo de alto riesgo que es necesario para efectuar el cambio político efectivo. 30 El ejemplo de Gladwell es acertado. En Facebook se crean grupos que buscan apoyo para causas políticas que llegan a tener miles y hasta millones de miembros. No todas, y a veces muy pocas de las personas que hacen click en un grupo en Facebook que busca ayuda para los refugiados del conflicto en Darfur están dispuestas a sacrificarse por la causa, y muchos ni siquiera están dispuestos a donar dinero. 31 En la esfera de la política doméstica se da el mismo fenómeno. En las redes sociales abundan los movimientos y demandas políticas, pero esto no significa que las personas que las apoyen online lo vayan a hacer significativamente offline. Otra de las críticas que comúnmente se hacen sobre la posibilidad de que el internet sea una herramienta democrática efectiva es que este no se utiliza predominantemente para fines relacionados con la política. De hecho, según estadísticas utilizadas por Michael Margolis y Gerson Moreno-Riaño en el libro “Prospectos de democracia en internet”, solo el 15% de estadounidenses nombraron al internet como su fuente principal de noticias sobre la campaña presidencial de 2008.32 La mayoría de usuarios norteamericanos en general no utiliza el internet para obtener información política sino para entretenimiento y con fines sociales.33

Por un lado están quienes se pueden denominar “cyber-optimistas”; aquellas personas que piensan que el internet, y ahora especialmente las redes sociales, son inherentemente democráticas y democratizadoras; por otro lado, los cyber-pesimistas piensan que el internet y las redes sociales simplemente reflejan las interacciones de poder de la sociedad offline, y a pesar de parecer efectivas, son incapaces de cambiar los comportamientos políticos de forma sustantiva.

De la misma forma, el internet facilita la difusión de información, pero no necesariamente garantiza que esta información esté, como dirían los cyber-optimistas, libre de la influencia de los poderes tradicionales. Los estudios antes mencionados también señalan que la información política que se obtiene en internet proviene generalmente de los mismos periódicos, canales de televisión y agencias de noticias que utilizan otros medios de difusión. Todos estos argumentos son válidos. Sería iluso pensar que la Web 2.0 sea capaz de reemplazar las complejas organizaciones que en la vida real se encargan de abogar por cambios políticos y sociales. Sin embargo, el objetivo no es, como afirmarían los cyber-optimistas, que todas las personas participen en la construcción de todas las políticas públicas y que de esta manera se hagan innecesarias las instituciones de representación. Lo que la Web 2.0 puede ayudar a conseguir, es que la mayoría de ciudadanos tenga acceso a información alternativa de la que reciben del gobierno y medios tradicionales, y puedan también participar 30 Gladwell M. (2010). “Small Change: Why the revolution will not be tweeted.” The New Yorker. Obtenido el 1 de Agosto, 2010 de http://www.newyorker.com/ reporting/2010/10/04/101004fa_fact_gladwell?currentPage=all 31 Gladwell M. (2010). “Small Change: Why the revolution will not be tweeted.” The New Yorker. Obtenido el 1 de Agosto, 2010 de http://www.newyorker.com/ reporting/2010/10/04/101004fa_fact_gladwell?currentPage=all 32 Margolis M. y Moreno-Riaño G. (2009) “Prospect of Internet Democracy.” Ashgate Publishing Group. P. 34. 33 Margolis M. y Moreno-Riaño G. (2009) “Prospect of Internet Democracy.” Ashgate Publishing Group. P. 34.

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… Michael Gladwell, uno de los llamados cyber-pesimistas, argumenta que quienes logran verdaderos cambios políticos son grupos jerárquicos de activistas comprometidos y dispuestos a sacrificarse por su causa. Para Gladwell, los sitios como Facebook y Twitter se basan en redes de lazos débiles que carecen de jerarquía y son incapaces de incentivar el activismo de alto riesgo que es necesario para efectuar el cambio político efectivo.


Los estudios afirman que la mayoría de estadounidenses recurre a la información brindada por las organizaciones tradicionales de prensa, incluso en internet. Por esta razón, sostienen, la información que se puede conseguir en internet no es más independiente ni balanceada que la que se ve en la televisión.

del diálogo político; expresar su opinión y tener acceso a la opinión de otros. La diferencia fundamental entre la Web 2.0 y los medios tradicionales de comunicación como la prensa escrita, la radio o la televisión, es, precisamente, la posibilidad que tienen los usuarios de generar contenido. Ninguna herramienta tecnológica, por sí misma, como señalan Margolis y Moreno-Riaño, puede cambiar la disposición de los ciudadanos a participar en el diálogo político; sin embargo, la Web 2.0 es capaz de ayudar a que se cuente con todos los medios necesarios para hacerlo.

Diálogo político y deliberación

… la creación de opiniones políticas es un proceso que se compone de dos partes. En primera instancia, los medios masivos difunden información y opiniones que son recogidos por los ciudadanos, pero que no necesariamente cambian su opinión sobre los asuntos. En el segundo paso, los ciudadanos discuten con sus amigos y familiares sobre los asuntos y en base a eso forman sus opiniones políticas. Las redes sociales pueden ser efectivas en incentivar las interacciones del segundo paso porque eliminan las barreras temporales y espaciales.

En su artículo “El poder político de los medios de comunicación social,” el autor Clay Shirky sostiene que en el largo plazo las redes sociales pueden contribuir al fortalecimiento de la sociedad civil, convirtiéndose en herramientas que faciliten la opinión pública.34 Shirky toma el análisis sociológico de Katz y Lazarsfeld para probar este punto. Según este análisis, la creación de opiniones políticas es un proceso que se compone de dos partes. En primera instancia, los medios masivos difunden información y opiniones que son recogidos por los ciudadanos, pero que no necesariamente cambian su opinión sobre los asuntos.35 En el segundo paso, los ciudadanos discuten con sus amigos y familiares sobre los asuntos y en base a eso forman sus opiniones políticas. 36 Las redes sociales pueden ser efectivas en incentivar las interacciones del segundo paso porque eliminan las barreras temporales y espaciales. Ya no es necesario coincidir con otra persona en el mismo lugar para tener una discusión sobre política; ni siquiera es indispensable hacerlo al mismo tiempo. Con la Web 2.0 uno puede mantener tanto una conversación privada, así como, una discusión en la que participen miles de personas. Además, los ciudadanos que utilizan redes sociales pueden dialogar potencialmente con cualquier persona, gobierno u organización, para dar forma a sus opiniones; no están en ninguna manera limitados a su círculo social. Un fenómeno reciente en el Ecuador es la utilización, por parte de políticos y oficiales electos, de cuentas de Twitter para publicar microblogs. Con este mecanismo, los usuarios de la comunidad Twitter pueden dirigirse directamente al personaje público en cuestión con sus opiniones, comentarios, quejas, o recomendaciones. El Presidente Correa, por ejemplo, habitualmente responde tweets dirigidos a su cuenta @mashirafael. Este tipo de diálogo entre 34 Shirky, C. (2011). “The political power of social media.” Foreign Affairs. January/ February 2011. P. 5. 35 Shirky, C. (2011). “The political power of social media.” Foreign Affairs. January/ February 2011. P. 5. 36 Shirky, C. (2011). “The political power of social media.” Foreign Affairs. January/ February 2011. P. 5.

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una autoridad y sus electores no era posible antes del advenimiento de la Web 2.0 y puede influir en la formación de una opinión política. Es verdad también que puede ser utilizado para dar la impresión a la ciudadanía de que tiene participación en las decisiones del gobierno. Aún si es así, el político está directamente expuesto a la opinión, potencialmente, de cualquier persona. Si estaría dispuesto a escuchar y a actuar considerando - aunque no exclusivamente- las opiniones de los usuarios de Twitter, se abriría ya un nuevo espacio de participación política. Sigue siendo motivo de discusión si en las redes sociales verdaderamente se llevan a cabo deliberaciones sustantivas de temas políticos. Este es, quizás, el punto más criticable de los cyber-optimistas. Twitter, por ejemplo, no permite un diálogo político profundo dado el límite de 140 caracteres en cada publicación. En Facebook, las comunidades que se forman muchas veces defienden una posición concreta y no necesariamente incentivan el diálogo constructivo. Es cierto que la mayoría de personas probablemente no utiliza las redes sociales para deliberar y llegar a soluciones conjuntas sobre temas políticos. Pero esto también es verdad de todos los otros medios masivos. La televisión es usada para entretenimiento y lucro mucho más de lo que es usada para generar consensos políticos. Lo mismo se puede decir de las redes sociales online. Lo que distingue a laWeb 2.0 es su manera de facilitar la generación de contenido inédito por parte de los usuarios y su potencial -si es que es utilizada correctamente- de fortalecer los espacios de opinión pública de una forma en que los medios de comunicación tradicionales hasta ahora no han logrado.

Información alternativa Quienes ven a las redes sociales como simples reflejos de la sociedad offline argumentan, como lo hacen Margolis y Moreno-Riaño, que las grandes empresas tienen tanta predominancia en el internet como la tienen en los medios tradicionales.37 Los estudios citados afirman que la mayoría de estadounidenses recurre a la información brindada por las organizaciones tradicionales de prensa, incluso en internet. 38 Por esta razón, sostienen, la información que se puede conseguir en internet no es más independiente ni balanceada que la que se ve en la televisión. 39 No se puede negar que empresas con grandes recursos económicos sean capaces de imponer una presencia importante en cualquier medio de difusión masiva, especialmente uno que les permita estar más cerca de su público –después de 37 Margolis M. y Moreno-Riaño G. (2009) “Prospect of Internet Democracy.” Ashgate Publishing Group. P. 34. 38 Margolis M. y Moreno-Riaño G. (2009) “Prospect of Internet Democracy.” Ashgate Publishing Group. P. 34. 39 Margolis M. y Moreno-Riaño G. (2009) “Prospect of Internet Democracy.” Ashgate Publishing Group. P. 34.

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todo las redes sociales también son negocios. Es aquí donde los cyber-pesimistas tienen un punto fuerte a su favor. Debido a que la ciudadanía en general no tiene ni la capacidad ni la voluntad de hacer periodismo independiente efectivo, la difusión de noticias, incluyendo en internet, sigue dependiendo de los medios tradicionales. Sin embargo, las redes sociales han asumido un rol informativo en situaciones en las que la prensa tradicional no lo ha podido hacer, o como alternativa a ésta. El uso de Twitter el 30 de Septiembre de 2010 en Ecuador fue un claro ejemplo de cómo los ciudadanos recurren a las redes sociales para conseguir información cuando esta es restringida o poco confiable. Ante la cadena nacional ininterrumpida en medios públicos y privados, los ecuatorianos recurrieron a redes sociales para recolectar las experiencias personales de quienes estaban más cerca de los hechos; muchos periodistas reportaron por medio de Twitter ese día, pero muchas personas que no eran periodistas también lo hicieron. Un ejemplo dramático se da en México donde Twitter está siendo utilizado para informar sobre los actos de violencia cometidos por los carteles de la droga. Un artículo del New York Times relata cómo la matanza de 35 personas en Veracruz fue reportada en Twitter antes de que lleguen la policía y los medios al lugar de los hechos.40 Los mexicanos están reportando muertes y agresiones que de otra manera no se difundieran por el temor que los medios tradicionales y las oficinas públicas tienen a represalias.41 Debido a la existencia de Twitter, los criminales tienen menos habilidad de mantener sus acciones delictivas en secreto. Sin embargo, explica el New York Times, han aparecido cuerpos de personas asesinadas aparentemente por publicar este tipo de información en redes sociales.42 Así mismo, las autoridades mexicanas ven con nerviosismo el rol de Twitter por el potencial pánico que mensajes falsos pueden causar. 43 De todas formas, por motivos de seguridad, y por la ausencia de otro tipo de información, los ciudadanos están acudiendo a Twitter como alternativa a los medios tradicionales para información.

40 Cave, D (Sept 24, 2011). “Mexico turns to social media for information and survival” The New York Times. Obtenido Septiembre 24, 2011 de http://www.nytimes. com/2011/09/25/world/americas/mexico-turns-to-twitter-and-facebook-for-informationand-survival.html?_r=1&nl=todaysheadlines&emc=tha26 41 Cave, D (Sept 24, 2011). “Mexico turns to social media for information and survival” The New York Times. Obtenido Septiembre 24, 2011 de http://www.nytimes. com/2011/09/25/world/americas/mexico-turns-to-twitter-and-facebook-for-informationand-survival.html?_r=1&nl=todaysheadlines&emc=tha26 42 Cave, D (Sept 24, 2011). “Mexico turns to social media for information and survival” The New York Times. Obtenido Septiembre 24, 2011 de http://www.nytimes. com/2011/09/25/world/americas/mexico-turns-to-twitter-and-facebook-for-informationand-survival.html?_r=1&nl=todaysheadlines&emc=tha26 43 Cave, D (Sept 24, 2011). “Mexico turns to social media for information and survival” The New York Times. Obtenido Septiembre 24, 2011 de http://www.nytimes. com/2011/09/25/world/americas/mexico-turns-to-twitter-and-facebook-for-informationand-survival.html?_r=1&nl=todaysheadlines&emc=tha26


El hecho, sin embargo, que las redes sociales puedan, en tiempos de crisis, ser fuentes de valiosa información inédita, no significa que sean fuentes confiables y permanentes de información alternativa. El contenido que comúnmente se publica en la Web 2.0 se parece más a un barómetro de opinión pública que a un noticiero. Así, tanto los ecuatorianos durante el 30 de septiembre, como los mexicanos en el episodio que reporta el New York Times, expresaron la información desde su punto de vista particular.

… si bien es cierto que la Web 2.0, por sí sola, no cambia las relaciones tradicionales de poder, sí es capaz de habilitar espacios para que la ciudadanía haga llegar sus opiniones sobre temas políticos a sus gobernantes y al público en general. Quizás de forma más importante, la facilidad de recolectar y difundir información en redes sociales permite a la ciudadanía exigir a quienes ostentan el poder mayor responsabilidad y una rendición de cuentas más efectiva.

Esto niega la posibilidad, al menos por ahora, de que las redes sociales generen un cambio importante en el origen de las noticias. Pero gracias a ellas, los gobiernos e incluso los medios tradicionales deben tener cuidado con el manejo que hacen de la información y del acceso a ella. Cuando la percepción de un ciudadano no corresponde a la información que recibe por parte del gobierno o los medios tradicionales, este puede publicarla en redes sociales o blogs. Si hay suficiente gente que opina de forma parecida, se activarán los mecanismos de transmisión viral de la información. Esto causará que los contenidos que dichos usuarios generen sean ampliamente difundidos. Si son lo suficientemente importantes, se podrían incluso formar redes de ciudadanos con opiniones parecidas que exijan, con protestas o de cualquier otra forma, cambios en el comportamiento del poder. Esto definitivamente generará interés por parte de algunos medios quienes también lo publicarán, haciendo que los contenidos se discutan a una escala mayor. Si existe un uso amplio de redes sociales, y libertad de opinión, los gobiernos y medios tradicionales tienen menos posibilidades de ejercer un monopolio sobre la información. Así, si bien es cierto que la Web 2.0, por sí sola, no cambia las relaciones tradicionales de poder, sí es capaz de habilitar espacios para que la ciudadanía haga llegar sus opiniones sobre temas políticos a sus gobernantes y al público en general. Quizás de forma más importante, la facilidad de recolectar y difundir información en redes sociales permite a la ciudadanía exigir a quienes ostentan el poder mayor responsabilidad y una rendición de cuentas más efectiva por las consecuencias que no hacerlo pueden tener sobre su imagen pública.

Conclusión En el caso específico de Ecuador, el acceso universal a TIC expondría a la población a información y opiniones políticas alternativas a las que recibe del gobierno, las redes clientelares y los medios tradicionales. El acceso libre y universal de la ciudadanía a la Web 2.0 no sólo que permite a la misma relacionarse directamente con contenido producido por fuera de las habituales fuentes de información, sino que dicho contenido puede, a su vez, influir en las

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percepciones y expectativas que los individuos tienen de la política. Cabe resaltar, sin embargo, que el solo acceso no supone una transformación en sí misma de la cultura política de la población ecuatoriana, especialmente si este acceso no cambia la adhesión ‘ciega’ y preexistente a contenidos políticos de líderes populistas o redes clientelares. En este sentido, es importante saber utilizar la Web 2.0 como herramienta política. Actualmente, las cuentas activas de Facebook en el Ecuador son aproximadamente 3,8 millones o el 26,4% de la población.44 Se podría deducir, entonces, que sólo un pequeño porcentaje de ecuatorianos que tienen acceso al internet no utilizan Facebook. Esto demostraría que el uso de redes sociales en el Ecuador es casi universal entre los usuarios de internet. Otros datos interesantes, publicados recientemente por el INEC, muestran que el 54.8% de los jóvenes de entre 16 y 24 años en el Ecuador tiene acceso a internet. De ellos, el 51.8% utiliza el internet al menos una vez al día y el 42.4% al menos una vez a la semana. Esto significa que aproximadamente la mitad de jóvenes ecuatorianos utiliza el internet continuamente, y al hacerlo, está en constante contacto con la información que se genera mundialmente en la Web 2.0. Adicionalmente, las cifras muestran que el 45% de todos los usuarios ecuatorianos de Facebook son jóvenes de entre 16 y 24 años, y el 24% entre 25 y 34 años.45 Si los datos del INEC y de las fuentes online son correctos, más de la mitad de los jóvenes ecuatorianos está potencialmente expuesta al contenido político que se genera en las redes sociales y en el internet en general, y lo que es más importante, son capaces de generar contenido por sí mismos, sin necesidad de mediación alguna. Mundialmente, son los jóvenes los que más utilizan la Web 2.0 como herramienta política. Esto se evidencia en cómo las protestas en Medio Oriente y los movimientos de ‘indignados’ en países como España, Chile y Estados Unidos se organizan y coordinan por la población joven a través de redes sociales. Los jóvenes están haciendo uso de la Web 2.0 para hacerse escuchar, tener una voz, trascender. Las redes sociales están tomando una identidad de herramientas que permiten que se escuchen las voces de muchos. Esto último podría responder a un fenómeno generacional. De hecho, la generación que protesta alrededor del mundo exige participación, libertad de opinión, y transparencia y rendición de cuentas por parte de sus gobiernos. 44 Datos sobre Facebook en Socialbakers, un sitio especializado en estadísticas sobre el uso de redes sociales. Socialbakers (2011). Ecuador Facebook Statistics, Penetration, Demography. Obtenido el 3 de Septiembre de 2011 de: http://www.socialbakers. com/facebook-statistics/ecuador. La población nacional según el censo de 2010 es de 14’483.499 personas. Instituto Nacional de Estadística y Censos (2011). Resultados Censo 2010. Obtenido el 3 de septiembre de 2011 de: http://www.inec.gov.ec/estadisticas/ 45 Socialbakers (2011). Ecuador Facebook Statistics, Penetration, Demography. Obtenido el 3 de Septiembre de 2011 de: http://www.socialbakers.com/facebook-statistics/ ecuador.

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Alcanzando, entonces, un acceso - sino universal al menos general- de los ecuatorianos a la web 2.0, éstos entrarían en inmediato contacto con el espíritu de las protestas que se llevan a cabo a nivel internacional. De ahí que las redes sociales puedan constituirse en una herramienta que facilite la transformación hacia una cultura política tendiente a valorar los principios antes mencionados. Bajo el escenario actual, la Web 2.0, por si sola, no alcanza a determinar la construcción política; sin embargo, los hechos recientes evidencian una tendencia hacia la intensificación del rol de las redes sociales como fuentes de información alternativa, espacios de diálogo y deliberación política, mecanismos de convocatoria y coordinación para la sociedad civil, y por último, y aún más importante, como elementos transformadores de la cultura política. Como se mencionó antes, el mero acceso no lo es todo; se necesita de educación y libertad de expresión. Ni el gobierno, ni los medios tradicionales, ni los proveedores de internet y dueños de redes sociales deben ejercer censura o limitar la libertad de expresión, ni perseguir a los usuarios por causa de su opinión. El internet debe permanecer libre. El acceso, sumado a la cultura política, más la indispensable libertad de expresión, representan la fórmula de empoderamiento ciudadano que permitiría a la Web 2.0 convertirse en un instrumento de construcción de la política en el Ecuador.


Ana María Correa Crespo

Consultora en política y comunicación-Profitas. Editorialista del Comercio anamariacorrea@uio.satnet.net

La política como un diálogo

En este ensayo iniciaremos definiendo a la “política” desde sus orígenes etimológicos, hasta su concreción en un sistema político. Partiremos de la premisa de que la política, así como fue en la Antigua Grecia, presuponía la existencia de ciudadanos libres que podían interactuar para tomar las mejores decisiones que afectaran al colectivo. Así, constataremos que la política, en tanto implica necesariamente un diálogo y una tolerancia hacia la existencia de puntos de vista unas veces homogéneos y otras veces heterogéneos entre sí, camina a orilla contraria que los regímenes tiránicos e inclusive de los autoritarios en donde más que un diálogo entre partes iguales/ diversas, existen monólogos desde el poder acompañados de un rebaño de ciudadanos obedientes al mismo. Hablaremos de la democracia representativa y de sus características, así como de la democracia delegativa, la cual más adecuadamente caracteriza el tipo de régimen que actualmente vivimos en nuestro país.

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¿Qué es la política? Por obvio que resulte, es fundamental empezar definiendo a la política como una actividad inminentemente humana, que surge a partir de la convivencia en sociedad de los ciudadanos, y que por tanto es radicalmente diferente a la convivencia de los animales, en donde se impone la ley del más fuerte. Por tanto, si hemos definido a la política como la manera en que las personas que comparten un territorio común deciden organizarse, habrá que decir en primera instancia que la política jamás se da en un individuo en solitario. “La política trata del estar juntos y los unos con los otros de los diversos. Los hombres se organizan políticamente según determinadas comunidades esenciales en un caos absoluto, o a partir de un caos absoluto de las diferencias”1. Así es como Hannah Arendt lo ha definido, como una actividad de naturaleza dialógica, que surge a partir de la necesidad de superar la individualidad de cada ser humano. Para Arendt, el ser humano no es un ser político en sí mismo, y para ello hace una precisión sobre el pensamiento aristo1 Hannah Arendt, “Qué es la política”, p. 45. 1997

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télico que veremos más adelante. Para ella el ser humano es apolítico, y la política recién nace en el “entre-los-hombres”, de allí, que para Arendt no existe ninguna sustancia propiamente política que caracterice a los personas si es que éstas estuvieran en aislamiento. Para esta filósofa, la “política surge en el “entre” y se establece como relación”. Esta definición será fundamental para entender, como la política en su práctica, jamás puede ser entendida a partir de un monólogo de una vía de una de las partes, sino que se define a partir del diálogo entre iguales, para la solución de los conflictos y para la búsqueda del bien común de una colectividad. Así la política, resulta en una forma de organizar a quienes son absolutamente diversos y los coloca en una situación de igualdad relativa.

Orígenes Para entender los orígenes históricos y filosóficos de la política, es necesario ir a la antigua Grecia y recordar que la “polis” era una forma de organización de la convivencia humana, que consistía en ciudades estado o entidades políticas que eran gobernadas por su cuerpo de ciudadanos. De tanta trascen-


… la política en su práctica, jamás puede ser entendida a partir de un monólogo de una vía de una de las partes, sino que se define a partir del diálogo entre iguales, para la solución de los conflictos y para la búsqueda del bien común de una colectividad. Así la política, resulta en una forma de organizar a quienes son absolutamente diversos y los coloca en una situación de igualdad relativa.

dencia fueron las polis, que de allí proceden las palabras que hemos usado desde entonces, para designar a la política. Pero ¿qué sentido tiene la política? Y ¿por qué básicamente la historia de la humanidad se ha dedicado a encontrar su vocación? Básicamente porque la política además de dar cuenta de un sistema de manejo del poder se concibe como un medio para alcanzar un fin más elevado que es la vida humana y el procurar que ésta sea la mejor posible. Concebida de esta manera, la política es intrínseca a la convivencia, y a partir de allí habría que asumir la definición aristotélica en tanto en cuanto la política permite y organiza la relación entre seres humanos diferentes. Dado que las personas no viven en aislamiento unas de otras, sino que dependen del resto, el asunto de cómo se maneja dicha convivencia es un asunto que concierne a todos. Arendt nos dice que la “misión y fin de la política es asegurar la vida en el sentido más amplio. Es ella quien hace posible al individuo perseguir en paz y tranquilidad sus fines”2.

Posteriormente, y aceptando que el fin último de la política es procurar la paz y asegurar una buena convivencia entre individuos que comparten un mismo territorio, es necesario hablar de la constitución del estado como mecanismo para superar los defectos del interés individual.

… es fundamental enfatizar constantemente lo imbricado que está el concepto de libertad, al de la política, y como es la libertad condición básica para la existencia de un régimen político que procure la buena convivencia de sus ciudadanos, y la supervivencia de (y tolerancia ante) diversas corrientes y posiciones ideológicas, así como la posibilidad que la disputa por el poder se de en condiciones equitativas para todos los participantes en la contienda.

Posteriormente, y aceptando que el fin último de la política es procurar la paz y asegurar una buena convivencia entre individuos que comparten un mismo territorio, es necesario hablar de la constitución del estado como mecanismo para superar los defectos del interés individual. Recordemos por ejemplo la concepción hobbesiana del origen del Estado como el pacto que se realiza para entregar el poder a un gobernante en pos de procurar la paz social. Este pacto permite superar el estado de naturaleza anterior a la organización social el cual está marcado por la “guerra de todos contra todos”, a la vez la composición del estado implica la entrega al estado del monopolio sobre la violencia. Sin embargo, desde el punto de vista aristotélico, la constitución de la polis, es decir de este mecanismo de convivencia en paz y de toma de decisiones que procuran el bien común y con la participación de todos, no es un destino inamovible de los seres humanos, ni se cumple como un fin teleológico. Para Aristóteles, la organización de la polis se debió a unas ciertas circunstancias particulares y no constituía el fin al que estuviera avocada cualquier forma de convivencia humana. “De su definición quedaban excluidos no solamente los esclavos sino también los bárbaros de reinos asiáticos regidos despóticamente, bárbaros de cuya humanidad no dudaba en absoluto. A lo que se refería era simplemente a que es una particularidad del hombre que pueda vivir en una polis y que la organización de ésta representa la suprema forma humana de convivencia y es, por lo tanto, humana en un sentido específico, igualmente alejado de lo divino, que puede mantenerse por sí solo en plena libertad y autonomía, y de lo animal, en que la convivencia —si se da— es una forma de vida marcada por la necesidad”3. 2 Hannah Arendt, “Qué es la política”, p. 62. 1997 3 Hannah Arend, “Qué es la política”, p.58, 1997.

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Política y libertad Es necesario puntualizar que existe un elemento fundamental que distingue a la polis de otras formas de convivencia humana, que eran conocidas por los griegos, y esta era la libertad, es decir que ciudadanos libres eran los que hacían posible la convivencia en la polis. No se puede pensar en un régimen de auténtica convivencia entre iguales diversos en el que no exista libertad, y es por eso que Arendt, estudiosa profunda de los totalitarismos y sus características, afirmaba que “política y libertad van unidas y que la tiranía es la peor de todas las formas de estado, la más propiamente antipolítica” en cuanto que negación de la interacción básica y de la base “del entre” profundamente dialógica de la política que asume la existencia de disímiles que conviven respetando sus diferencias para generar un bienestar colectivo. Más aún, Arendt afirma que esa idea vertebral es el hilo conductor del pensamiento y acción política de tradición europea hasta el momento. De ahí que sea fundamental enfatizar constantemente lo imbricado que está el concepto de libertad, al de la política, y como es la libertad condición básica para la existencia de un régimen político que procure la buena convivencia de sus ciudadanos, y la supervivencia de (y tolerancia ante) diversas corrientes y posiciones ideológicas, así como la posibilidad que la disputa por el poder se de en condiciones equitativas para todos los participantes en la contienda.

caso de las polis en Grecia, esta dinámica se la ejercía mediante una modalidad directa, es decir que cuando los ciudadanos interactuaban unos con otros, lo hacían sin necesidad de interlocutores intermediarios y se mantenían cohesionados a través de ese ejercicio del poder y del autogobierno. Pero cuando la colectividad es mucho más grande y la componen miles o millones de ciudadanos se hace necesario añadir el concepto de la representación y es así que nace la democracia representativa. Es claro que para Sartori el hecho de que en la democracia representativa existan algunas instituciones de democracia directa, como el referéndum o plebiscito, no hace que éstas democracias dejen de ser indirectas o gobernadas por representantes. Para Sartori la democracia a gran escala es el mecanismo que crea una poliarquía, concepto que es central en un sistema democrático, en tanto se opone al de hegemonía y tiene que ver con la riqueza del debate público y el derecho a participar. Robert Dahl relacionaba a la democracia con la posibilidad del debate público y el derecho a participar y hacía referencia a las siguientes instituciones como elementos fundantes de un sistema poliárquico4:

1.- Cargos electivos para el control de las decisiones políticas. 
 2.- Elecciones libres, periódicas e imparciales.

Sistemas Políticos

3.- Sufragio inclusivo.

Si hemos afirmado que la libertad se encuentra presente e inamovible como un hilo conductor fundamental en el análisis de la política, sobre todo en Occidente, es fundamental que nos adentremos a analizar la democracia, como el sistema político que más adecuadamente asegura que se vele por la libertad – entendida en un contexto amplio – de los individuos que la conforman. Para empezar es necesario puntualizar que la política se plasma en la interacción entre actores y en un sistema político o esquema de organización de la interacción política dentro de un contexto geográfico limitado. Un sistema político se refiere a aquellos procesos de tipo formal e informal, a través de canales institucionales y no institucionales por medio de los cuales se gobierna, es decir se toman las decisiones acerca de manejo de una sociedad. Dicho de otra forma, un sistema político, es un conjunto de instituciones que conforman un gobierno o estado para lo cual existen diferentes entes que cumplen roles y funciones distintas. Para empezar a hablar de democracia y a aterrizar en torno a los conceptos que hemos venido utilizando, valdría utilizar la definición de democracia liberal de Sartori según el cual la democracia es el sistema político en donde el poder lo ejerce la colectividad. En el caso de grupos pequeños, como fue el

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4.- Derecho a ocupar cargos públicos en el gobierno. 
 5.- Libertad de expresión. 
 6.- Existencia y protección por ley de variedad de fuentes de información. 
 7.- Derecho de asociación, constitución de partidos políticos y grupos de intereses.

Todas estas instituciones si bien son necesarias, no son suficientes para la instauración plena de un sistema poliárquico inclusivo, que pueda procesar adecuadamente la resolución de sus diferencias y la inclusión de todos los actores del sistema. La democracia exige un conjunto de instituciones políticas y de convicciones que fueron germinando a lo largo de los últimos dos siglos en Occidente. Los siguientes criterios son una pauta para saber en qué estado está la democracia:

4 Robert Dahl, “Polyarchy, participation and democracy”, 1971.


Para Sartori la democracia a gran escala es el mecanismo que crea una poliarquía, concepto que es central en un sistema democrático, en tanto se opone al de hegemonía y tiene que ver con la riqueza del debate público y el derecho a participar.

- Igualdad en el acceso al voto. 
 - Igualdad de oportunidades de participación en las decisiones. Es decir que para acceder a la contienda electoral, todos los jugadores estén en condición de hacerlo y no sean impedidos de participar. -Capacidad de escrutar los actos públicos por parte de los ciudadanos -Que todos los ciudadanos estén incluidos, de modo que ningún grupo de ciudadanos de un país esté excluido de sus derechos.

Una democracia delegativa supone la existencia de un líder extremadamente fuerte, que encarna en sí mismo los intereses y la voluntad de una nación y que se sitúa por encima de los partidos políticos y movimientos, a quienes les atribuye los defectos y errores del pasado.

Para mantener un sistema poliárquico en buena salud, es necesario que no se utilice la fuerza para obtener el poder o mantenerse en él. Igualmente es difícil imaginar que una sociedad cerrada e intolerante a la diversidad política, étnica, o religiosa se pueda considerar una poliarquía. Ésta por definición debe estar caracterizada por el pluralismo y tolerancia política, y que en los casos en que la sociedad sea extremadamente heterogénea, el conflicto se lo pueda procesar de una manera saludable y satisfactoria para los actores en disputa5.

Democracia Representativa y Democracia Delegativa Pero el proceso de instauración de una democracia representativa plena, no está libre de tropiezos, al menos no lo ha estado en América Latina y en muchas otras zonas del planeta, y de ahí la problematización del sistema poliárquico de Robert Dahl realizado por Guillermo O´Donnell quien caracterizó a este nuevo tipo de régimen como las democracias delegativas6. Para O´Donnell el proceso de transición democrática, no necesariamente supone que éste llegará a feliz término o que se construirán instituciones lo suficientemente fuertes como para que se constituyan en pivotes del proceso de toma de decisiones del poder político. Como afirma el autor, en los casos en que las democracias representativas se afincaron exitosamente como en Chile o Uruguay, una coalición de líderes con alta legitimidad social dedicaron sus esfuerzos a la creación y fortalecimiento de las instituciones político democráticas.

Correa calza perfectamente en la caracterización de O´Donnell, quien afirma que este líder se mira a sí mismo como la “encarnación del país…, la figura paternal a quien le corresponde encargarse de toda la nación”.

Una democracia delegativa en cambio supone la existencia de un líder extremadamente fuerte, que encarna en sí mismo los intereses y la voluntad de una nación y que se sitúa por encima de los partidos políticos y movimientos, a quienes 5 Casado, Yolanda, Diccionario Crítico de Ciencias Sociales, 2011. 6 Guillermo O´Donnell, Democracia Delegativa, p. 8, 1994.

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les atribuye los defectos y errores del pasado.“La nación y su expresión política “auténtica”, el líder y su “movimiento”, se presentan como organismos vivos. El líder debe sanar a la nación mediante la unión de sus fragmentos dispersos en un todo armonioso. Dado que existe confusión en la organización política, y que las voces existentes sólo reproducen su fragmentación, la delegación incluye el derecho - y el deberde administrar las desagradables medicinas que restaurarán la salud de la nación”7. En las democracias delegativas, a diferencia de las democracias representativas, no funciona la rendición de cuentas horizontal, a saber, aquella a la que están sometidas las autoridades y gobernantes porque existen instituciones autónomas sólidas capaces de hacer un escrutinio de su gestión y de ser del caso, castigar. En ellas solo funciona la vertical, es decir a través del voto en elecciones, lo cual hace que existan nulos pesos y contrapesos para la gestión de lo público y que la responsabilidad sobre las grandes decisiones de un país, recaigan solamente en los brazos de una persona, lo cual puede acarrear un inmenso desgaste o crédito para el líder, dependiendo del éxito alcanzando con sus decisiones de política pública.

Ecuador y su democracia Para aterrizar en nuestro contexto actual, el gobierno del Presidente Rafael Correa calza perfectamente bajo los parámetros definidos por O´Donnell en su caracterización de ese régimen de naturaleza híbrida llamado democracia delegativa. Rafael Correa desprecia las instituciones de la democracia representativa. Lo ha dicho siempre, ni le gustan ni cree en ellas. Por eso su reiteración en numerosas ocasiones sobre la necesidad, por poner un ejemplo, de saltarse la acción parlamentaria de necesitarlo. “Si tenemos que legislar directamente con el pueblo, así lo haremos; si no nos deja legislar la oposición cavernícola…, llamaremos a la muerte cruzada…”. El menosprecio o la afrenta directa a la tarea legislativa es un elemento intrínseco del tipo de democracia que vivimos. El Presidente defiende a capa y espada su capacidad de gobernar como él desea, basado en la legitimidad de los votos alcanzados, y en el número de elecciones ganadas. Aquello ocurre siempre en las democracias delegativas, en las que quien gana las elecciones se siente ungido para gobernar como quiere, sin limitaciones, más allá de los límites de su propio voluntarismo. Correa se concibe a sí mismo como la encarnación de la voluntad popular y la consumación del Estado: el Estado es él.

7 Guillermo O´Donnell, Democracia Delegativa, p. 13, 1994.

Correa calza perfectamente en la caracterización de O´Donnell, quien afirma que este líder se mira a sí mismo como la «encarnación del país…, la figura paternal a quien le corresponde encargarse de toda la nación». Así, «los tribunales de Justicia y el Poder Legislativo constituyen estorbos… La rendición de cuentas a dichas instituciones aparece como un mero obstáculo a la plena autoridad que le ha sido delegada al presidente»8. Recordemos que para llamar a la consulta popular en la que se trataría la reforma a la justicia, apeló al “confíen en mí” como argumento principal de por qué los ciudadanos debían adherir a su propuesta. Mientras que en la democracia representativa opera la rendición de cuentas frente al electorado, pero también y sobre todo, de forma horizontal, frente al resto de poderes autónomos -en tanto instituciones de la democracia republicana-, la democracia delegativa desprecia a los otros poderes. De ahí, el permanente menoscabo del Presidente hacia la Función Legislativa, así como previamente ya sucedió con la Función Electoral, y recientemente con la Función Judicial a partir de la victoria obtenida por el gobierno en la consulta popular, lo cual ha permitido el control del ejecutivo sobre esta función. Por eso, tampoco extraña la degradación de la oposición como simple grupo de conspiradores. O´Donnell afirma que las otras instancias del Estado son vistas como «trabas innecesarias» a su «misión», por lo que estos líderes llevan a cabo enérgicos esfuerzos por obstaculizar el desarrollo de dichas instituciones. Pero, como O´Donnell señala, este tipo de democracia conlleva el germen de su propia destrucción y puede pasar de la omnipotencia a la impotencia. En la medida en que el Ejecutivo es negligente frente al fortalecimiento y la independencia de las funciones Judicial y Legislativa, el peso de errores recaerá exclusivamente sobre él. Así, Correa puede decidir legislar directamente con el pueblo, fulminar la Asamblea directa o soterradamente pero, asimismo, será responsable único y exclusivo de cualquier potencial descalabro futuro.

Conclusión A lo largo de este ensayo hemos argumentado a favor de una definición muy amplia de política. Política concebida como una actividad esencialmente relacional, es decir que se da a partir de la interacción entre seres humanos, y que tiene como fin, el de procurar una vida mejor para quienes conforman una determinada comunidad. Al determinar que la política se da “en el entre” como lo afirmaba Hannah Arendt, hemos establecido que para que la política sea tal, es decir que lleve a un fin más elevado, tiene que partir del reconocimiento del otro, pues sin ese reconocimiento es prácticamente imposible que se realice un diálogo, elemento central de la política, tal y como fue concebida en la época de Aristó8 Guillermo O´Donnell, Democracia Delegativa, p.13, 1994.

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teles. Hemos también constado como el concepto de política y libertad han estado siempre estrechamente vinculados, al punto de que autores como Arendt han calificado a las tiranías, como aquellos regímenes de naturaleza “anti política”. Finalmente hemos hecho una distinción entre las democracias representativas y las democracias delegativas, siempre teniendo en cuenta la coyuntura ecuatoriana actual, para finalmente formularnos la pregunta de si aquellos aspectos fundamentales de la política y la democracia están o no presentes en un régimen de carácter delegativo como el que vive actualmente nuestro país. Valdría preguntarse, si éste régimen recoge algunos de los aspectos que aquí hemos repasado, o si por el contrario, en el carácter muchas veces unilateral, intolerante y arrasador del gobierno actual configurarían algunas de las características de la “anti-política” en tanto que se desconoce sistemáticamente la existencia política del otro, y no se rinde cuentas horizontalmente.

BIBLIOGRAFÍA ARENDT, HANNAH. ¿Qué es la Política?. Ediciones Paidos Barcelona, 1997. CASADO, YOLANDA, Román Reyes. Poliarquía. Diccionario Crítico de Ciencias Sociales. http://www.ucm.es/info/eurotheo/diccionario/P/poliarquia.htm,28 de septiembre, 2011. DAHL,ROBERT. A. Poliarchy.Participation and Opposition, Yale University Press, 1971. O´DONNELL, GUILLERMO. Democracia Delegativa, Journal of Democracy, vol 5. 1994 SARTORI, GIOVANNI. Teoría de la Democracia, Alianza Editorial, 1988.

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Juan Carlos Donoso Profesor USFQ

cdonoso@usfq.edu.ec

Los Estados (Des) Unidos De América El presente artículo esboza un breve análisis de la polarización de la cultura política en los Estados Unidos. Utilizando como evidencia hechos recientes ocurridos durante debates políticos y análisis empíricos realizados por varios politólogos, el artículo hace énfasis en la importancia de la cultura política para la consolidación democrática y en como ésta se ha ido erosionando en ese país, principalmente por el resurgimiento de la religión como un factor determinante en la política y a los intereses privados que están detrás del financiamiento de las campañas de los pre-candidatos.

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En las últimas semanas he conversado mucho con mis estudiantes sobre cultura política. Como politólogo e investigador, este es un tema que me apasiona personalmente y sobre el cual trabajo a profundidad, utilizando la opinión pública como herramienta preferida. Como profesor de ciencia política, por otro lado, es un tema que cubro frecuentemente en clase, ya que generalmente acarrea interesantes debates y acaloradas discusiones entre los alumnos. La cultura política no es más que la manera de los ciudadanos de relacionarse con el sistema que los rodea. Esto incluye las percepciones, las actitudes y las acciones de las personas que afectan de alguna manera al sistema político. La importancia de la cultura política en la consolidación de un sistema democrático es algo que se discute en la ciencia política desde hace algunas décadas. En 1963,

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Gabriel Almond y Sidney Verba escribieron “La Cultura Cívica”, texto en el que describían los elementos culturales que una sociedad debía tener para ser compatible con la democracia. Con este libro como punto de partida, la cultura se convirtió en un campo de estudio virgen para la ciencia política, que comenzó a utilizar elementos de la sociología y la antropología para estudiar la cultura y relacionarla con varios sistemas políticos, principalmente con la democracia. Tal vez el libro más importante escrito sobre este tema fue de Robert Putnam, quién inventó uno de los términos más utilizados para hablar de la cultura política de un país, el capital social. El libro se llamó “Haciendo que la democracia funcione” y fue un estudio de dos ciudades pequeñas


El capital social, es decir, la acción colectiva, genera un sentimiento de pertenencia de los ciudadanos hacia su entorno que favorece el funcionamiento democrático. La teoría del capital social … generó un paradigma teórico que desafiaba a la teoría de elección racional, pregonada principalmente por los economistas, que descartaba a la acción colectiva como una forma de resolución de conflictos por parte de la sociedad.

… no hay cantidad de dinero suficiente para acabar con el subdesarrollo en América Latina, porque el problema en nuestra región, no es económico, sino cultural

En la práctica, el excepcionalismo estadounidense se manifiesta de otra manera. Los Estados Unidos son la democracia occidental que menos dinero gasta proporcionalmente en programas sociales como seguridad social y salud pública, y el país que más gasta en defensa, mientras el nivel de pobreza está en su punto más alto en 30 años y el índice de desempleo ronda el 10%.

en Italia, una en el norte y una en el sur. Las ciudades eran aproximadamente del mismo tamaño, tenían un número similar de habitantes y estaban regidas bajo el mismo marco institucional, sin embargo una ciudad florecía mientras la otra se estancaba. Putnam pasó varios meses en ambas ciudades y llegó a la conclusión de que lo que diferenciaba a una ciudad de la otra era la cultura. Notó que en la ciudad norteña la gente se juntaba más, no necesariamente con fines políticos, sino para resolver los problemas de la comunidad, o simplemente para realizar actividades recreativas, como ligas de fútbol o juegos de cartas. El capital social, es decir, la acción colectiva, generaba un sentimiento de pertenencia de los ciudadanos hacia su entorno que favorecía el funcionamiento democrático. La teoría del capital social de Putnam no solo puso en contexto la importancia de la cultura política para el funcionamiento del sistema democrático sino que además generó un paradigma teórico que desafiaba a la teoría de elección racional, pregonada principalmente por los economistas, que descartaba a la acción colectiva como una forma de resolución de conflictos por parte de la sociedad.

El subdesarrollo está en la mente Lawrence Harrison es un autor norteamericano que trabajó por más de 30 décadas en cooperación internacional. Estaba convencido que para cerrar la brecha existente entre los Estados Unidos y América Latina lo que se necesitaba era un pequeño empujón de la gran potencia mundial y vio en la Alianza para el Progreso la oportunidad para lograrlo. Tres décadas más tarde y luego de haber trabajado en varias misiones de USAID como director y subdirector en países como Haití, Guatemala y Nicaragua, Harrison llegó a una conclusión: no hay cantidad de dinero suficiente para acabar con el subdesarrollo en América Latina, porque el problema en nuestra región, según él, no es económico, sino cultural. En palabras más sencillas, la diferencia entre Estados Unidos y Ecuador sería, según Harrison, que en el un país hay Estadounidenses y en el otro Ecuatorianos. A lo largo de su libro, Harrison explica como la cultura Latinoamericana es incompatible con el desarrollo económico y con la democracia occidental, principalmente debido a su herencia católica, que genera en la sociedad una jerarquía vertical, da prevalencia a la obediencia antes que a la creatividad y carece de incentivos para desarrollar un espíritu empresarial. Al contrario, según Harrison, la ética del protestantismo, preeminente en los Estados Unidos, genera las condiciones para un desarrollo económico más acelerado, pero además crea una sociedad más horizontal, donde la democracia puede consolidarse con mayor facilidad. El libro finaliza haciendo varias recomendaciones de cómo los latinoamericanos podemos gradualmente cambiar nuestra cultura para así parecernos más a los Estados Unidos y por fin salir del subdesarrollo que nos aqueja. La reacción de mis estudiantes al libro de Harrison se da siempre por etapas. La primera es la indignación. “¿Quién

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se cree este señor para venir a juzgarnos? ¿Cómo se atreve a decir que tenemos la cultura equivocada? ¿Por qué no habla de todo el mal que los Estados Unidos causaron a las democracias latinoamericanas durante los años de la guerra fría?” Luego de un largo repaso sobre todos los ejemplos de intervencionismo norteamericano en América Latina, se enfrían las cabezas y pasamos a la etapa de la aceptación. “Es posible que tenga razón”. “A la final si somos como nos describe, lo que pasa es que las verdades duelen”. La tercera etapa, que consiste en comparar nuestra cultura política con la de los Estados Unidos, causa indignación nuevamente, pero no hacia el autor del libro sino hacia nosotros mismos. “Es que aquí nadie respeta nada, no es como allá donde todo es ordenado”. Es que es inevitable compararnos con la primera potencia mundial, país al que tenemos tan cerca y al que buscamos emular en muchos aspectos.

no fue concebido con la intención de implicar la superioridad de los Estados Unidos sobre el resto del mundo. Sin embargo, muchos políticos y autores conservadores y neoconservadores de este país han promovido su uso con este sentido. Ellos miran a su país como un faro que ilumina al resto del mundo hacia el camino de la libertad, la igualdad y el progreso. En la práctica, el excepcionalismo estadounidense se manifiesta de otra manera. Los Estados Unidos son la democracia occidental que menos dinero gasta proporcionalmente en programas sociales como seguridad social y salud pública, y el país que más gasta en defensa, mientras el nivel de pobreza está en su punto más alto en 30 años y el índice de desempleo ronda el 10%.

La guerra cultural en los Estados Unidos

El excepcionalismo Estadounidense Los Estados Unidos de América se refieren a sí mismo como la democracia más antigua y estable del mundo, y le asignan la mayor parte del crédito de esos logros a su cultura política. En 1835, Alexis de Tocqueville escribió “Democracy in America”. Tocqueville había sido enviado a los Estados Unidos por el gobierno de Francia por nueve meses para recorrer el país y estudiar su sistema carcelario. Lo que más impresionó al francés, sin embargo, fue la horizontalidad de la sociedad norteamericana y su convencimiento en el sistema democrático, concebido por los próceres de la independencia a finales del siglo XVIII. Si bien Tocqueville reconoció la importancia de la constitución americana redactada en 1787 para el funcionamiento de la democracia en ese país, a su entender los pilares de este sistema eran los “hábitos mentales” de los norteamericanos, es decir, los valores que inspiraron la redacción de dicha constitución. El libre pensamiento, la libre expresión, la libertad de culto, el apego a la familia, pero sobre todo el individualismo, el materialismo y la priorización del interés propio, según Tocqueville, garantizarían que la libertad prevalezca siempre sobre la tiranía. Cabe mencionar que en un principio, Tocqueville omitió por completo el trato que la minoría racial afroamericana, condenada a la esclavitud, recibía en aquel entonces. Sin embargo, en un ensayo publicado años después, el francés corrigió su error y condenó al sistema de esclavitud que existía en los Estados Unidos. Con el pasar del tiempo, los valores antes mencionados terminaron por convertirse en la columna vertebral de la democracia norteamericana y fue así como surgió la noción del excepcionalismo Estadounidense. Esta es la idea de que esta mezcla única de valores culturales es responsable no solo por la larga duración de la democracia de los Estados Unidos sino por que este país sea cualitativamente diferente a cualquier otro. Originalmente, este término

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Si bien la cultura política fue un factor vital para la consolidación democrática de los Estados Unidos, la actual polarización de la misma podría llegar a poner en riesgo la estabilidad de la democracia más antigua del mundo. En los últimos años se ha venido desarrollando en ese país lo que algunos autores han llamado una “guerra cultural”, es decir, una creciente división entre ciudadanos con valores opuestos, que se ha venido manifestando en una retórica cada vez más extrema y en un constante clima de confrontación entre “liberales” y “conservadores”. Esta polarización, exacerbada por el resurgimiento de la religión como un elemento clave en la política norteamericana, será el enfoque principal del presente artículo. 2012 será año electoral en los Estados Unidos. El partido demócrata ya nominó al Presidente Barack Obama para la reelección. Obama es solo el cuadragésimo cuarto presidente en su larga historia republicana, hecho que se debe al gran número de presidentes que han sido reelegidos para un segundo periodo en su cargo. Por otro lado, el partido republicano comenzará en Enero con su proceso de nominación para decidir quien será el candidato opositor, que será elegido mediante elecciones internas abiertas al público. Entre los candidatos más destacados se encuentran Mitt Romney, ex Gobernador del estado de Massachussets, Rick Perry, actual gobernador del estado de Texas, Michelle Bachman, representante del estado de Minnesota en la cámara baja y una de las mimadas del “Tea Party movement”1 y Herman Cain, ex gerente general y fundador de Godfather´s Pizza.

1 El “Tea Party movement” es una facción ultraconservadora del partido republicano. Su nombre es en referencia al “Boston Tea Party”, evento histórico en el proceso de independencia de los Estados Unidos, en el que un grupo de patriotas lanzó el cargamento de té de un barco inglés al mar en protesta por un impuesto a ese producto impuesto por la corona británica. Su plataforma política está basada básicamente en la instauración de un gobierno mínimo, reducción de impuestos y la eliminación de subsidios y de programas sociales.


Si uno concibe una escala ideológica en la que 0 es la extrema izquierda y 10 la extrema derecha, uno encuentra que hace 30 años la diferencia entre los demócratas y los republicanos era de aproximadamente 1.5 puntos en relación a su ubicación en la escala. Hoy, esa diferencia es de casi 4 puntos, lo que significa que los demócratas y los republicanos se están alejando cada vez más en lo que tiene que ver con sus preferencias de políticas públicas.

El carácter popular de las elecciones internas hace que los candidatos deban enfrentarse en una serie de debates antes de que comiencen las primarias en Enero. Estos debates se han constituido en el escenario perfecto para ilustrar la polarización política que existe actualmente en los Estados Unidos. Durante el primer año del mandato del Presidente Obama, el Congreso, que entonces contaba con una clara mayoría demócrata, pasó una ley de reforma integral al sistema de salud del país. Esta ley obliga a todos los ciudadanos de los Estados Unidos a contratar un seguro privado y entrega subsidios estatales a aquellos que no puedan pagarlo. Los republicanos alegan que esa ley es inconstitucional ya que el gobierno no puede obligar a los ciudadanos a hacer algo que ellos no quieran. Además critican que el costo de ejecución de esta será muy alto y que la economía del país no está en condiciones de incurrir en más endeudamiento. En uno de los últimos debates del partido republicano, le preguntaron a uno de los candidatos que está a favor de repeler la ley, hoy conocida como “Obamacare”, si estaría de acuerdo con que un hospital deje morir a un paciente que llega de urgencia a este sin tener ningún tipo de seguro médico. El candidato no tuvo tiempo de contestar, ya que el público, conformado por seguidores de los candidatos republicanos, comenzó a aplaudir por la hipotética muerte del paciente sin seguro. En el siguiente debate, intervino vía videoconferencia un soldado Estadounidense desde Afganistán. Este soldado, abiertamente homosexual, preguntó a los candidatos si es que ellos votarían a favor de revertir una ley recientemente adoptada que terminó con la política “Don´t ask don´t tell”2. Una vez más, antes de que algún candidato pudiera contestar, el público abiertamente comenzó a abuchear al soldado. Estos incidentes ilustran la dureza ideológica y la hipocresía de la nueva derecha cristiana en los Estados Unidos. Este es un movimiento que por un lado rechaza cualquier intervención del estado en los derechos económicos de las personas y que llama comunistas y antiamericanos a las miles de personas del movimiento “Occupy Wall Street”; mientras al mismo tiempo demandan que ese mismo estado intervenga para prohibir el aborto, eliminar los derechos reproductivos de las mujeres y limitar los derechos de los homosexuales. Es difícil entender la dicotomía en la manera de pensar de estas personas, que se llaman a sí mismas cristianas y pretenden que aquellos en el poder gobiernen basándose en sus creencias religiosas y que constantemente se pregunten “¿Qué haría Jesus?”. Me pregunto si Jesús permitiría la muerte de un paciente sin seguro médico, o si estaría a favor de retirar los beneficios económicos para los desempleados por considerarlos vagos y aprovechados. 2 “Don´t ask, don´t tell” fue una política adoptada durante el gobierno de Bill Clinton con respecto a la admisión de soldados homosexuales y lesbianas en el ejército. La esencia de esta política era que ellos podían servir en el ejército siempre y cuando nadie les preguntara sobre su orientación sexual y ellos no la compartieran con nadie.

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Estudios recientes sobre cultura política en los Estados Unidos intentan explicar estos fenómenos mediante la obtención de evidencia empírica. Un trabajo realizado por Alan Abramowitz de Emory University en Atlanta y Kyle Saunders de la Universidad de Colorado en Denver analiza la evolución de la cultura política de los norteamericanos y llega a varias conclusiones que nos pueden ayudar a entender la guerra cultural en los Estados Unidos.

así como el reducido número de estados que no puede ser fácilmente catalogado como demócrata o republicano. En este pequeño grupo se encuentran por ejemplo Pennsylvania, Michigan y Nevada, aunque los más conocidos tal vez sean Ohio y Florida, ya que fueron estos los estados que decidieron las victorias electorales de Obama sobre McCain en el 2008, así como de Bush sobre Kerry en el 2004 y sobre todo de Bush sobre Gore en el 2000.

En primer lugar, los autores encuentran que la mayoría de los ciudadanos estadounidenses son políticamente moderados. Esto quiere decir que en una escala ideológica, la mayoría de los votantes norteamericanos no se encuentra cerca de los extremos de del continuo sino alrededor de la mitad. La segunda conclusión de Abramowitz y Saunders es que a pesar de esto, la polarización partidista se ha incrementado de manera exponencial en los últimos 30 años. Si uno concibe una escala ideológica en la que 0 es la extrema izquierda y 10 la extrema derecha, uno encuentra que hace 30 años la diferencia entre los demócratas y los republicanos era de aproximadamente 1.5 puntos en relación a su ubicación en la escala. Hoy, esa diferencia es de casi 4 puntos, lo que significa que los demócratas y los republicanos se están alejando cada vez más en lo que tiene que ver con sus preferencias de políticas públicas. Esta diferencia se incrementa aun más en personas que participan activamente del proceso político, no necesariamente como candidatos, pero si como voluntarios en campañas o como simples seguidores.

El hallazgo más interesante de Abramowitz y Saunders, sin embargo, tiene que ver con el resurgimiento de la religión como un factor determinante en la formación de cultura política en los Estados Unidos. Este fenómeno tiene sus orígenes en la década de los 80, cuando grupos religiosos, principalmente evangélicos, comenzaron a condicionar su apoyo a candidatos del partido republicano que según ellos tenían los valores correctos para aspirar a posiciones de liderazgo político. Hoy la religión es el predictor más importante de identificación partidaria así como de preferencia por políticas públicas en los Estados Unidos. Es decir, una persona que se identifica como religiosa es probablemente republicana, favorece la eliminación de programas sociales dirigidos por el gobierno, y tiene un 63% más de probabilidades de tener un arma de fuego que una persona que se identifica como no creyente. Este fenómeno, conocido como “división devocional”, no diferencia a los creyentes de una o de otra religión, exceptuando el Islam; sino a los creyentes de los que no los son. Para dar un ejemplo, John F. Kennedy, el primer presidente católico, arrasó con el voto católico en los Estados Unidos cuando fue electo, mientras que era fuertemente cuestionado por los votantes protestantes que decían que los católicos no tenían los mismos valores. Cincuenta años después, John F. Kerry, también de Massachussets y también candidato católico del partido demócrata, no logró consolidar el voto de los creyentes católicos, cuya mayoría votó por George W. Bush, al igual que los protestantes, ya que lo consideraban demasiado liberal.

Otro factor importante es la polarización geográfica existente, sobre todo entre los estados del norte y los del sur. Hoy en día es usual visualizar un mapa electoral de los Estados Unidos con sus 50 estados pintados de rojo o de azul. Los estados azules, es decir, predominantemente demócratas, están en su gran mayoría al norte del país y cerca de las costas. La base del partido demócrata está en estados como Nueva York, Massachussets, Nueva Jersey y Connecticut al este, mientras que en la costa oeste los estados pintados de azul generalmente son California, Washington y Oregon. Cabe recalcar que a pesar de que los estados pintados de azul son minoría en comparación a los pintados de rojo, estos comprenden una proporción muy alta de la población, así como los niveles de ingreso y educación más altos. Por otro lado, los estados pintados de rojo, es decir, predominantemente republicanos, son aquellos ubicados en la mitad del país y en el sur. Entre los más representativos están Texas, Arizona, Georgia, Missisipi y Louisiana. A excepción de Texas, todos los estados mencionados se caracterizan por alta inequidad de ingreso, altos niveles de pobreza y bajos niveles de educación. Si bien la división entre estados rojos y azules en los Estados Unidos no es necesariamente nueva, si lo es la facilidad con la que los candidatos republicanos o demócratas ganan en ellos (el margen de victoria de los candidatos ganadores fue de más de 10% en las últimas dos elecciones presidenciales),

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La polarización política en la democracia más antigua del mundo está llegando a niveles peligrosos. Para evitar que esta llegue a ser incontrolable, ambos partidos políticos y sus líderes deben dejar la retórica inflamatoria y más bien concentrarse en buscar soluciones a los graves problemas económicos. Sin embargo, las ambiciones electorales y sobre todo los poderosos intereses económicos que están detrás de las millonarias campañas, hacen que la confrontación entre los líderes políticos sea cada vez más intensa y las diferencias entre las bases de ambos partidos cada sean cada vez más irreconciliables.


María Sara Jijón C.

Jurista, académica, consultora, formadora, activista Miembro del colectivo ciudadano “Quito, YO me APUNTO” msjijon@gmail.com

La política: ¿para qué nos sirve? Algunos apuntes hacia una mejor gobernanza de lo público

La política es un concepto que tiene varias acepciones, y en el contexto de este artículo se utilizarán aquellas relacionadas con “actividad” política, tanto de gobernantes como de gobernados. En el mundo, en general, y en nuestra región en particular, la ciudadanía no tiene un buen concepto de la calidad de la democracia, o de las instituciones políticas. La nueva realidad nos exige un cambio importante de paradigma. La gobernanza, la gobernanza colaborativa, el gobierno abierto y la ciudadanía activa son conceptos que cada día tienen mayor relevancia. El año 2011 ha sido muy turbulento, y no podemos aún valorar la importancia y las lecciones aprendidas de estos procesos ciudadanos. La política nos sirve para ser mejores ciudadanos. 42


Introducción Es siempre bueno comenzar por delimitar el campo de acción, o el trazado de la cancha, a fin de que lectores y autora estemos en el mismo punto de partida. Fundamental, entonces, es que definamos aquel término que forma parte de la pregunta generadora de este número de Polémika: ¿Qué entendemos por política?. En el diccionario de la Real Academia Española (DRAE)[1], podemos encontrar varias acepciones del vocablo “política” o “político.” Algunas de ellas corresponden al tema que nos ocupa, y aquí las incluyo:

El Ecuador es un caso realmente de estudio, puesto que el actual presidente de la República tiene niveles de aceptación bastante altos, que van desde el 58% al 75%, durante su gestión, y – sin embargo – esa misma población en el 2010 tiene niveles muy bajos de confianza en (a) la Asamblea, con 24%, (b) los partidos políticos, con un 20%, (c) el Poder Judicial, con un 21%, (d) el gobierno, con un promedio de 49%, y – finalmente (e) las Fuerzas Armadas, con un 53%. Esto, de alguna manera nos muestra, que seguimos siendo un país en el que la población no confía en las instituciones, pero pone mucha confianza en los caudillos.

Político,ca (Del latín politicus) 1. adj. Perteneciente o relativo a la doctrina política. 2. adj. Perteneciente o relativo a la actividad política. 7. f. Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados. 8. f. Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos. 9. f. Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos son su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo.

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Centraré mi breve análisis en la actividad política, donde nos encontramos con una primera “aparente” (y tradicional) dicotomía: (a) la actividad política ejercida por quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos, es decir la actividad que desarrollan aquellas personas a las que usualmente se las conoce como “políticos” de carrera, miembros de algún partido o movimiento político, o que – en calidad de independientes – igualmente buscan ser elegidos o nombrados para algún cargo o posición pública de relevancia, a fin de lograr regir los asuntos públicos de un Estado, o de un territorio determinado; y, (b) la actividad política ejercida por ciudadanas y ciudadanos cuando intervienen (más bien, cuando intervenimos) en los asuntos públicos, ya sea con nuestro voto, con nuestras opiniones, o de manera más activa, y participativa, a través de acciones concretas, incluida la participación ciudadana, y el ejercicio de nuestros derechos en tanto que actores políticos. ¿Para qué – entonces – nos sirve la actividad política a los ciudadanos? Y, sobre todo, y tal vez aún más importante, ¿cómo ejercemos – o podemos ejercer – nuestros derechos y obligaciones polític@s los ciudadanos del siglo XXI?

La democracia y la política, mirada por la ciudadanía Para una ciudadana de a pie (o en bus, auto, o bicicleta) ¿qué le significa la actividad política? En primera instancia podríamos decir que el ciudadano medio del siglo XXI, particularmente en nuestra América Latina, ha sufrido ya varias decepciones políticas. Es decir, ha ejercido su voto – al menos – una vez en su vida, y usualmente se ha sentido “decepcionado” por los resultados de ese ejercicio de un derecho político consagrado en la Constitución. Ese mismo ciudadano medio, siente que las instituciones políticas no lo representan. Basta con analizar los datos resultantes de las encuestas anuales que realiza la Corporación Latinobarómetro[2], para darnos cuenta que la opinión que la gran mayoría de latinoamericanos tiene de la política y de las instituciones es realmente lamentable. Como bien menciona el último párrafo de la presentación de dicho informe, a pesar de que nuestra región vive el mejor momento desde el punto de vista del estado de nuestras democracias, paradójicamente “la debilidad de la política y la desconfianza son el Talón de Aquiles del proceso de consolidación de la democracia.” Si analizamos los datos, nos daremos cuenta que en general en la región, la gente no le tiene confianza a las instituciones políticas, ni al Congreso o Legislativo, ni a los partidos políticos, ni al Poder Judicial, algo más a la Fuerzas Armadas, y muy poco a sus gobiernos. El Ecuador es un

caso realmente de estudio, puesto que el actual presidente de la República tiene niveles de aceptación bastante altos, que van desde el 58% al 75%, durante su gestión, y – sin embargo – esa misma población en el 2010 tiene niveles muy bajos de confianza en (a) la Asamblea, con 24%, (b) los partidos políticos, con un 20%, (c) el Poder Judicial, con un 21%, (d) el gobierno, con un promedio de 49%, y – finalmente (e) las Fuerzas Armadas, con un 53%. Esto, de alguna manera nos muestra, que seguimos siendo un país en el que la población no confía en las instituciones, pero pone mucha confianza en los caudillos. ¿Qué hacer, entonces, ante esta situación? Claramente algo no está andando bien. Si como ciudadanos con plenos derechos políticos no nos sentimos bien representados (v.g., la mayoría de la gente sigue considerando que quienes gobiernan no lo hacen a favor de la mayoría, sino que lo hacen privilegiando a los grupos de influencia – en Argentina el 79% tiene esa opinión, en Chile el 68%, y en el Ecuador el 61%, datos siempre tomados del Latinobarómetro 2010), y le tenemos muy poca confianza a las instituciones; significa que consideramos que la “política” (en tanto que actividad política) no nos sirve. O, al menos, no nos sirve como quisiéramos. Por lo tanto, si las cosas no están bien, hay que cambiarlas. Resulta interesante ver como la ciudadanía en América Latina tiene mucha mayor confianza en los actores económicos, y que – si tuviera que escoger – optaría por apostarle a la integración económica y no a la política. Podemos observar, así mismo, que la ciudadanía tampoco le tiene mucha confianza a los medios de comunicación, y que busca fuentes alternativas de información y de comunicación. Hoy por hoy, las redes sociales, para comunicación directa entre personas, colectivos y organizaciones sociales; así como varios medios electrónicos de comunicación y de investigación (a través de la Internet), y de diseminación de contenidos especializados en temas políticos y económicos, son una realidad que permite a personas de todas las edades informarse de fuentes directas y ya no depender de los medios tradicionales de información, como son la radio, la televisión y los periódicos y revistas. A pesar de que la penetración de Internet en nuestros países es aún muy baja en relación a otras regiones, como Norte América o Europa, la población busca con ahínco la manera de comunicarse directamente, inclusive a través de los teléfonos celulares.

La nueva realidad ¿Qué nos dice esta nueva realidad? Una realidad que no es propia de nuestra Región, sino que es ya parte de la forma de ver la vida de las personas – sobre todo las menores de 30 años – en todas partes de nuestro planeta. Nos dice

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que la política – como cualquier otra actividad humana – se debe hacer de otra manera. Y este es un mensaje que le debe llegar a todos quienes tienen interés en lo público, y en las políticas públicas. En este punto quisiera incluir otro concepto, sirviéndome nuevamente del diccionario de la RAE[3], y me refiero al vocablo “gobernanza”: Gobernanza. 1. f. Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía.

Esto exige mucha preparación, voluntad y tiempo por parte de los grupos ciudadanos, o movimientos sociales que opten por ejercer la “gobernanza colaborativa”, sobre un determinado tema o conjunto de temas de políticas públicas. Al mismo tiempo, exige una actitud altamente democrática y abierta por parte de las autoridades que representan a las instituciones públicas, o niveles de gobierno, correspondientes.

Este es un concepto muy valioso que nos permite a todas y todos el repensar la forma de hacer política. Resulta ser – entonces – que si los varios actores optamos por trabajar de manera mancomunada para avanzar hacia un desarrollo sostenible (o duradero), podremos tener mejor “gobernanza”, y – probablemente – sintamos que nuestras expectativas son tomadas en cuenta. Si seguimos actuando de la manera tradicional, es decir esperando que los políticos, con o sin partido, y las instituciones y sus autoridades sean las que se ocupen de las políticas públicas, y de nuestro desarrollo, seguiremos sintiendo que no formamos parte del proceso, y estaremos constantemente insatisfechos. Es momento, entonces, que la ciudadanía – mejor aún si debidamente empoderada y organizada – opte por hacerse cargo de sus derechos políticos, y de ejercer no solamente su derecho al voto, sino una activa participación en las decisiones que tienen que ver con su vida, con sus territorios, con el desarrollo sostenible y armónico en todos los ámbitos, social, cultural y – obviamente – político también. ¿Cómo lograrlo? A través de la “gobernanza colaborativa”, que es un concepto que deviene del anterior. No podemos encontrar una definición de este concepto en los diccionarios, pero aquí comparto una traducción mía de la versión inglesa que aparece en “wikipedia”, la enciclopedia que es – también – producto de la colaboración de cientos de miles de personas en todo el mundo que participan ad-honorem en la construcción de conocimiento: La gobernanza colaborativa es un proceso y una forma de gobernanza en la cual los participantes (partidos, agencias, actores) – que representan diferentes intereses – son colectivamente empoderados para tomar una decisión de política pública, o para hacer recomendaciones a tomadores de decisiones que no realizarán

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El “gobierno abierto” consiste – justamente – en un gobierno visible para la ciudadanía: gestiones transparentes, información pública de verdad, relación directa entre autoridades y ciudadanía. Y, claramente, la revolución digital que vivimos en estos tiempos nos permite lograr esto más fácilmente, y a costos relativamente bajos.


cambios sustanciales a las recomendaciones consensuadas por el grupo.[4] La verdad es que este concepto, más fuerte aún que el de “gobernanza” sola, implica que la ciudadanía se empodera efectivamente, y no solamente de manera teórico-conceptual, sino en la práxis; en un práctica cotidiana, constante y creciente de incidencia en el diseño e implementación de políticas públicas, que le pertenecen. Esto exige mucha preparación, voluntad y tiempo por parte de los grupos ciudadanos, o movimientos sociales que opten por ejercer la “gobernanza colaborativa”, sobre un determinado tema o conjunto de temas de políticas públicas. Al mismo tiempo, exige una actitud altamente democrática y abierta por parte de las autoridades que representan a las instituciones públicas, o niveles de gobierno, correspondientes. Es así que llegamos a otro concepto, no tan nuevo en el mundo, pero – tal vez – un tanto inusual en nuestras realidades latinoamericanas. Me refiero al “gobierno abierto” o al “open government”, que es el otro lado de la gobernanza colaborativa. Solamente podrán ser exitosas las voluntades y acciones ciudadanas, altamente empoderadas y comprometidas, si es que del otro lado existen gobiernos dispuestos a aceptar esta colaboración de la ciudadanía. Resulta, entonces, que es necesario que se produzca un importante cambio en el paradigma de la forma de hacer política, y de realizar la gestión pública, para que podamos lograr la gobernanza que todos deseamos, una gobernanza real, viva. Las constituciones, las leyes y demás normativas y acuerdos son importantes, pero si todas las buenas voluntades quedan en “letra muerta”, pues es como si estas lindas ideas, esos geniales conceptos, esos altruistas ideales, no existieran. A veces (o casi siempre, más bien) es preferible que haya menos palabras, y se produzcan más acciones. El “gobierno abierto” consiste – justamente – en un gobierno visible para la ciudadanía: gestiones transparentes,

información pública de verdad, relación directa entre autoridades y ciudadanía. Y, claramente, la revolución digital que vivimos en estos tiempos nos permite lograr esto más fácilmente, y a costos relativamente bajos. Obviamente, no es solamente cuestión de llenar de computadoras las instituciones públicas, o de lograr una gestión cero papeles. Es cuestión – como suele decirse de manera coloquial – de cambiar el “chip” en las mentes de los burócratas, y también en las actitudes de la ciudadanía. Una ciudadanía activa, acompañada de una ciudadanía digital efectiva, puede constituirse en una verdadera revolución en la forma de hacer política. Y, de hecho, en muchos países – inclusive en el nuestro – ya hemos dado pasos importantes en algunos temas, pero aún nos falta mucho por avanzar. En el Ecuador, como ha sucedido ya en muchos países, tenemos una normativa que no solamente exige a los gobiernos una mayor transparencia, responsabilidad y rendición de cuentas; sino que – además – ofrece a la ciudadanía una serie de instrumentos y herramientas que le permiten participar en la toma de decisiones, y exigir a las autoridades no solamente mayor transparencia, sino una efectiva participación ciudadana en varios niveles. Esta legislación es bastante nueva, y aún cuando es suficiente desde un punto de vista legal, no lo es desde un punto de vista real. La sociedad civil, y las organizaciones ciudadanas, deben trabajar de manera mancomunada para lograr que las autoridades y demás funcionarios públicos, cambien su forma de pensar, y se acostumbren a “lidiar” con ciudadanos empoderados y cada vez más exigentes. No es cuestión de tener agua de un solo hervor, como dice el dicho. Es decir, no es cuestión solamente de salir a “marchar” un día y de escribir grafittis en las calles de nuestra ciudad. Esas acciones también son importantes y tienen su rol en un proceso democrático. Pero la ciudadanía activa se la debe vivir diariamente, consistentemente, y oportunamente. Y – además – es necesario que la ciudadanía tenga estrategias claras, en su accionar frente a la autoridad.

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¿El mundo convulsionado? El 2011 ha sido un año particularmente aleccionador para el mundo entero. En diciembre de 2010 no nos hubiéramos – tan siquiera – imaginado toda la turbulencia que hemos observado alrededor del mundo, inclusive en nuestra misma región. Comenzando por Túnez y su liberación del dictador Ben Ali; siguiendo por Egipto y el movimiento de la plaza Tahrir que logró la caída de Mubarak y que sigue luchando por una verdadera democracia, y mejores condiciones de vida; avanzando con otros países del Magreb y del Medio Oriente que buscan liberarse de dictaduras opresoras; cruzando luego el mar Mediterráneo y observando lo sucedido en Plaza del Sol con el movimiento de los Indignados en España que exigen una democracia real y responsable; luego los jóvenes chilenos que luchan por una educación pública gratuita y de calidad; hasta llegar al movimiento de Occupy Wall Street en Estados Unidos de América, y particularmente en Nueva York, que también quieren una mejor democracia, y exigen que los “culpables” de la crisis sean los que paguen, y no las grandes mayorías empobrecidas. No podemos vaticinar cuál será la siguiente movida, pues simplemente la ciudadanía (es decir, personas, familias enteras), y los movimientos sociales, están tomando una fuerza, y una relevancia, nunca antes vista en una escala global. Resulta ser, que la era digital sí está logrando algo que algunos soñaron, y otros – más escépticos – no creyeron: comunicación global. A través de redes sociales como Facebook y Twitter, y de sitios web como Avaaz, y Alternet, las voces disonantes se juntan, y los gobiernos pueden (o pueden intentar) controlar a los medios de comunicación tradicionales, pero es simplemente imposible que puedan controlar la Internet (o sí?). ¿Qué lecciones podemos obtener de cada uno de estos procesos, que siguen sucediéndose a una velocidad vertiginosa?

¿Para qué más nos sirve la política? Pues para apropiarnos de nuestros destinos. Para que ciudadanas y ciudadanos dejemos de ser pasivos, y cambiemos nosotros también el “chip” hacia una ciudadanía activa; utilizando los diversos instrumentos y herramientas legales y asociativos que tenemos a nuestra disposición para decidir, para actuar, incidir y exigir, de ser necesario. Y también nos sirve para educarnos, como ciudadanos, en la historia de nuestro territorio; para involucrarnos en los temas que nos atañen y que tocan a nuestras familias. Para lograr algo que parece muy simple, pero que en estos tiempos tan confusos hacemos cada vez menos, y esto es “apropiarnos” de nuestros espacios públicos, de los bienes comunes que nos pertenecen, y que por comodidad, dejadez, o necedad, hemos abandonado. Y nos sirve para conocer nuestros derechos, y nuestras obligaciones. Y luego de conocerlos, para cumplirlos, y luego exigirlos. En suma, la política nos sirve para ser mejores personas, mejores habitantes, mejores vecinos, mejores ciudadanos.

Referencias * Corporación Latinobarómetro, Informe 2010, Santiago de Chile, diciembre de 2010. * Miranda Leibe, Lucía, Protestar es de buena educación, Ciudadanía 2.0, septiembre de 2011. * Pedrosa, Fernando, Participación ciudadana para una Democracia regional y global, Ciudadanía 2.0, septiembre de 2011. * Ramírez-Aluja, Alvaro, Open Government y Gobernanza Colaborativa: El (inevitable) camino hacia un nuevo paradigma de Gobierno y Gestión Pública. Estado del arte, desafíos y propuestas, ponencia para el X Congreso de la Asociación Española de Ciencia Política y de la Administración (AECPA): “La política en la red”. Murcia, del 7 al 9 de Septiembre de 2011 - GT 5.11 Open Government y ciudadanía digital (DraftVersion 1.0). * Rivero, Ricardo, Transparencia administrativa y calidad democrática, Ciudadanía 2.0, agosto de 2011. * Participación y discusiones en varios foros virtuales, ciudadanos, del Ecuador, de Egipto, y del mundo entero, en la red social Facebook:

¿Tenemos – acaso – más preguntas que respuestas?

o We Are AllKhaled Said: www.facebook.com/elshaheed.co.uk o Gobernanza y Acción Pública: www.facebook.com/groups/gobernanzayaccionpublica

¿Para qué sirve la política?

o Quito, YO me APUNTO: www.facebook.com/groups/quitoyomeapunto

Volvamos, entonces, a nuestra pregunta inicial ¿Para qué puede sernos útil la política? Yo diría que para muchas cosas, pero principalmente para expresarnos, para hacer escuchar nuestras voces, la voces de los cientos, miles y millones de personas que usualmente no somos escuchados, y que – normalmente – hemos debido esperar a que nuestros “representantes” hablen por nosotros. Y aquí los medios tradicionales de información también tienen su cuota de culpa, al no haber dado cabida a las voces de las grandes mayorías.

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o

Ciudadanía 2.0: nía-20/227253180622253

www.facebook.com/pages/Ciudada-

[1] www.rae.es [2] www.latinobarometro.org [3] www.rae.es [4] Collaborative governance is a process and a form of governance in which participants (parties, agencies, stakeholders) representing different interests are collectively empowered to make a policy decision or make recommendations to a final decision-maker who will not substantially change consensus recommendations from the group. http:// en.wikipedia.org/wiki/Collaborative_governance


Pablo Lorenzini

Diputado de la República de Chile plorenzini@congreso.cl

La política en la era de la globalización. Crisis de la política tradicional.

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En las modernas sociedades aparecen junto al Poder Político, el Poder Económico, el Poder Militar y el Poder Moral. Cada uno de ellos con una relativa autonomía e íntimamente relacionados con los otros poderes dando origen así a la llamada “constelación del poder”.

Es bueno comenzar a reflexionar sobre el sentido y la práctica de la política en una era de cambios vertiginosos que han puesto en duda el quehacer de la política y de los políticos, acentuando la desafección que esta actividad tiene en la sociedad contemporánea. Esta nueva época de cambios nos va mostrando que una determinada manera de hacer la política ha concluido; la sociedad de la información, las redes sociales, la inmediatez de los conflictos, hacen que surja una nueva forma de enfrentar el problema del poder y su encausamiento racional en decisiones eficaces y compartidas. A eso apuntan estas reflexiones que siguen.

Los Caminos del Poder Cualquiera sea el estado de desarrollo de una sociedad, sea desde la organización patriarcal hasta los más modernos estadios de desarrollo institucional, aparece con fuerza permanente el problema de la toma de decisiones respecto del conjunto de la sociedad. Una extensa tradición politológica ha intentado definir el objeto y formas de la política, ya desde la antigua Grecia hasta nuestros días. Es que el fenómeno político está siempre presente en la sociedad, bajo distintos aspectos, con énfasis nuevos, con acentos locales, respondiendo a arraigadas tradiciones, cuando no a acuerdos normativos. Todo esto ha llevado a una profunda meditación sobre el sentido y forma de la política. Si el objetivo de la política es el logro del poder para desde él diseñar y conducir una sociedad ¿cómo administrar ese poder para que no se vuelva despótico y cruel?. Lo propio de una sociedad democrática es la toma de decisiones dentro de un sistema participativo en el que manda la mayoría pero con el respeto irrestricto a los derechos de la minoría que puede eventualmente transformarse en una nueva mayoría asumiendo la alternancia en el poder.

… hay que añadir el hecho de la creciente desafección de los jóvenes por la política y en general de la sociedad que percibe a los políticos y al Congreso como corruptos. Al respecto es preciso señalar que los políticos no son más virtuosos o menos probos que cualquier otro ciudadano. Se les debe exigir lo que todo ciudadano espera de sus representantes: probidad, eficiencia y espíritu de servicio público.

La Constelación del Poder Surge así la moderna noción de representación política, la que unida a las funciones legislativas y fiscalizadoras serán el sustento de la actividad parlamentaria. La política que antes se hacía en la Corte, ahora tendrá al Parlamento como eje fundamental de su acción. Junto a este proceso de distribución del poder, la línea que separaba a la sociedad política y a la sociedad civil se fue haciendo cada vez más tenue hasta casi desaparecer en nuestros días. Pero al mismo tiempo ya no sólo existe el poder político como tal, que antes monopolizaba el quehacer de la sociedad y el cual formalmente se dividió en ejecutivo, legislativo y judicial, como una manera de des-

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concentrarlo. En las modernas sociedades aparecen junto al Poder Político, el Poder Económico, el Poder Militar y el Poder Moral. Cada uno de ellos con una relativa autonomía e íntimamente relacionados con los otros poderes dando origen así a la llamada “constelación del poder”. El Poder Económico en las sociedades modernas goza de gran autonomía toda vez que el Estado ha iniciado una importante labor privatizadora respecto de unidades económicas que antes le pertenecían. Las organizaciones empresariales son, en nuestros días, tan importantes como lo eran otrora las instituciones del Estado. El Poder Militar, que representa el poder y coacción del Estado, aún cuando se encuentre supeditado al Poder Político representa un poder con la autonomía que da la posesión del monopolio de las armas y ser eventualmente la “última ratio” en las crisis de legitimidad. El Poder Moral, está constituido por todas aquellas instituciones que producen valores, y por eso no sólo forman parte de él las Iglesias, sino también el sistema educacional en su conjunto y todos los medios de comunicación social. Todos estos cuatro poderes: Político, Económico, Militar y Moral, interactúan entre ellos, produciendo una determinada “constelación del poder”, y caracterizan una sociedad en un momento histórico determinado. En ocasiones podrá primar el Poder Político, en otras el Poder Militar subsume al poder político, como es el caso de los regímenes militares. En otras, el Poder Moral puede adquirir preponderancia sobre los demás poderes, como es el caso de Irán. En nuestros días es innegable el relevante papel que juega el Poder Económico en nuestra sociedad y por los efectos de la globalización, el Poder Económico trasciende las fronteras, imponiendo condiciones planetarias como es el caso de la crisis energética, o el de la crisis “subprime” que ha producido un efecto dominó en los sistemas financieros.

Hacia una Nueva Política Lo que acabamos de expresar respecto de la legitimidad de la interacción de los distintos poderes que componen una sociedad, nos lleva a reflexionar respecto del cambio que ha experimentado el quehacer político en las últimas décadas del siglo que termina. La concepción de Estado de Bienestar que surgió tras la Primera Guerra Mundial, hizo de la solución de los problemas sociales la primera prioridad del Estado. Cuando ellos no se pudieron solucionar por la vía del acuerdo político, surgió la participación activa de las Fuerzas Armadas en la arena política. Es la fase en la que se concibe a la política como un combate y es lo que aconteció en varios países Sudamericanos.

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Todo este cuadro cambia con la emergencia de la Democracia Cristiana que aspiraba a representar a toda la nación acorralando a izquierdas y derechas. Es la época de los cambios estructurales auspiciados por la Administración Kennedy, bajo la Alianza para el Progreso como una forma de neutralizar el triunfo de la Revolución Cubana. Surge de este modo, la política de bloques que plantean proyectos políticos omnicomprensivos que privilegian el enfrentamiento por sobre el entendimiento en un contexto de Guerra Fría. A lo anterior hay que añadir el hecho de la creciente desafección de los jóvenes por la política y en general de la sociedad que percibe a los políticos y al Congreso como corruptos. Al respecto es preciso señalar que los políticos no son más virtuosos o menos probos que cualquier otro ciudadano. Se les debe exigir lo que todo ciudadano espera de sus representantes: probidad, eficiencia y espíritu de servicio público. El punto de fondo es que la forma de hacer política ha cambiado con la emergencia de la nueva “constelación del poder” de que hemos hablado anteriormente, y en el cual la sociedad civil participa en forma cada vez más evidente. Con todo, el problema central es que la política como actividad no puede desaparecer en la sociedad porque ella está llamada a regular el conflicto que existen en toda comunidad humana que busca perfeccionarse. Al escribir este ensayo hemos querido hacer una reflexión sobre el estado de la política en nuestros días, entendida como una disciplina que tiene un profundo sentido ético toda vez que ella tiene por finalidad trazar las líneas y conducir a los seres humanos hacia mejores estados de vida en sociedad. En esta tarea, el político tiene un papel fundamental de atender, escuchar y encausar el sentir de sus representados. Si esta tarea es incomprendida por unos y rechazada por otros, se debe en gran medida al desencanto que ha producido esta actividad pública en la medida en que ella se ha desentendido de la ética quedándose sólo en un utilitarismo muy estrecho. Para los que profesan la fe cristiana, los políticos son constructores de sociedad que anticipan en su actuar el Reino de Dios, elaborando políticas propositivas. Si algo es preciso rescatar de los antiguos políticos que honraron nuestra historia, es su consecuencia moral entre el decir y el actuar, dentro del marco de la actividad pública la cual siempre estará signada como el arte de lo posible.


Giuseppe Marzano

Profesor Titular de Relaciones Internacionales USFQ

dmontalvo@usfq.edu.ec

Entrevista a Carlos Michelena 52


Don Carlos, por lo que Usted habla ¿no debería estar en la cárcel en este momento? Bueno, ya he estado. Pero últimamente Usted está haciendo política… Lo que he hecho es pronunciarme sobre ciertos temas que han sido propuestos a la sociedad, y dentro de eso, mi punto de vista ha sido frontal. Y también antes lo he hecho, cuando han estado en juego ciertos estamentos públicos que los políticos han querido festinarse, yo creo que es un derecho ciudadano exponer las ideas, reclamar los derechos civiles. El teatro que yo hago, por ejemplo, siempre ha tenido tintes contestatarios aun cuando no he hecho proselitismo a favor de ningún partido político. Mi pronunciamiento siempre ha sido del lado de los marginados y de la gente que no tiene voz. Esa ha sido, y es, mi tónica. Pero entiendo que Usted no está inscrito como sujeto político. Durante la última consulta popular para expresar ideas políticas había que inscribirse como tal. ¿Usted es “sujeto político” o sigue hablando porque sí? Sigo hablando y no me he registrado como sujeto político. En algún momento eso reclamaban algunos, pero yo soy un ciudadano común. Hago mi arte y me pronuncio. A veces la relación entre poder y arte es una relación bien compleja. Aristófanes – un colega suyo de Greciaaparentemente hacía solo arte, pero claramente usaba la comedia para hacer política. Aristófanes jalaba las orejas a los todos poderosos de Atenas resaltando los comportamientos pocos democráticos de ellos. ¿Usted es un Aristófanes quiteño? Lo que hago es hacer reflexionar a las personas a través del humor. Reflexionamos sobre el sistema que nos rige, la vida que llevamos, las relaciones cotidianas. Entonces desde este punto de vista soy un sujeto político que se expresa.

ciones de voz, hablando de temas que interesan a la gente, poniendo supuestamente a pobres contra ricos. Son poses teatrales. De hecho, para mí la vida en sí es un teatro, es un escenario donde cada quien asumimos nuestro papel y lo desarrollamos de un modo a veces excelente, a veces mediocre. Pero todos sin excepción alguna tenemos un rol teatral en la vida. Alguien dijo que la política es un mal necesario. ¿Es un mal según Usted? Sí, yo creo que es un mal pero no necesario. Yo creo en las posibilidades de la autogestión, en la capacidad de desarrollar las capacidades humanas, de saber suplir las necesidades cotidianas a través de otros mecanismos como el trueque por ejemplo, la capacidad de cada uno de cultivar sus productos y no veo yo porque tener que sujetarnos obligadamente a un círculo de mercado, a una condición de dependencia de los gobernantes. Sus personajes son muy simpáticos y ayudan a tener una lectura de la sociedad ecuatoriana. ¿Qué opinan sus personajes de la política actual? La gente sencilla, común y silvestre de este país es muy práctica y muy pragmática. A ellos no les parece justo, por ejemplo, que la autoridad local arregle calles que todavía están en buen estado y no necesitan de arreglo. La gente sencilla no entiende por qué levantan las calles para poner otra cosa que tal vez es peor de la que ya estuvo. Ahí un gasto innecesario: por ejemplo remodelar plazas que no piden ser remodeladas. Ante personas que necesitan de albergues, comedores populares, no entiendo cómo la autoridad de turno se gasta plata de forma innecesaria y eso encima nos cuesta a nosotros a través de los impuestos. Lo que manda en el pueblo es el sentido común y nosotros nos damos cuenta que es eso que les falta a las autoridades.

¿Por qué la política tiene miedo al humor? De pronto porque el humor nos hace aterrizar y vernos como seres terrenos, como pasajeros de la vida. Pero a veces, cuando se está de paso por el gobierno, se toman actitudes que a la gente común nos parecen teatrales y muy impostadas.

Sus personajes tienen un lenguaje muy sencillo y muy profundo al mismo tiempo, y eso posiblemente le provoca miedo al poder político. ¿Carlos Michelena no le tiene miedo a sus personajes? De cierta manera sí, porque hay límites que uno puede invadir como por ejemplo la intimidad misma y la esencia de las personas. Hay personas que parecen mendigos y pordioseros. Pero si uno empieza a dialogar con estas personas, se encuentra una actitud radical frente a la vida.

Don Carlos, Usted de alguna manera me está diciendo que en realidad los actores son los políticos, y son ellos quienes se preparan para actuar frente al pueblo más que un actor profesional como usted. Sin duda les falta calidad en ese sentido. La vocación de actor que uno tiene en la vida la va desarrollando y fortaleciendo. Para ellos es un asunto coyuntural. Solo buscan cautivar la atención de la gente a través de poses, imposta-

Algunos de ellos han decidido vivir sin familia, sin un espacio físico seguro, fuera de cualquier discurso político. Ellos viven al margen de todo eso. El rato que uno invade esos espacios por quererlos representar, podría estar faltándoles al respeto. A mí me ha dado miedo de caer en el estereotipo. Cuando por ejemplo voy de visita a las cárceles y hago mis funciones representando personajes de ese medio, hay personas que me reclaman.

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A veces sus personajes tienen también una posición bastante crítica con respecto al sistema político. Sus personajes hablan muy libremente. ¿No tienen miedo que en la situación política actual la libertad de expresarse de sus personajes le traiga problemas a Usted? El pueblo dice que cuando ya se ha pagado piso se pierde el miedo. Los taurinos dicen que un toro que ya tuvo experiencia es un toro lidiado. En mí, el miedo ya quedó en un segundo nivel. En otros regímenes a mí me han dado palo, me han metido preso, he tenido que salir del País para no engrosar la lista de los desaparecidos. Entonces, después de pasar esas experiencias duras, de haber recibido palo, de haber tenido que esconderme, veo la situación con otros ojos y trato de no ser ofensivo y lesivo a la integridad de las personas.

¿Qué les está enseñando a los niños de hoy? La esencia de los niños es el desconcierto de entrar al mundo de los adultos. El lado lúdico de los niños es el juego. Los niños pierden su bondad y su sinceridad cuando empiezan a ser “educados”. Ahora estoy representando un cuento de los hermanos Grimm “Los años de vida”. La esencia de este cuento es que ningún animal está conforme con los años que les dieron: ni el perro, ni el burro ni el mono, peor el hombre. Entonces al ser aumentado el número de años del burro, del mono, del perro y del hombre, igual el tiempo no es aprovechado. Los seres humanos pierden tiempo en cosas banales, en el ritmo colectivo, en cosas impuestas desde arriba y descuidamos la esencia que puede ser vivir en la contemplación, en el arte, en compartir la vida y el tiempo con quienes necesitan.

Pero aun sin ser lesivo Usted es muy crítico y las viñetas, los chistes, las caricaturas muchas veces transmiten en un lenguaje sencillo ideas políticas muy fuertes. ¿Hay posibilidad de expresarse con libertad actualmente en Ecuador? Yo haría la distinción entre libertad y libertinaje. Hay muchos medios privados cuya filosofía es vender todo lo que sea posible. Encontramos en la diaria programación de los canales que se utiliza el cuerpo de las mujeres, se utilizan los niños para fines comerciales. Se vende una imagen falsa de la felicidad. Se enseña a matar y a secuestrar con el propósito de vender. Yo trabajé diez años en algunos canales y pude comprobar cuál es la motivación y la filosofía de esas empresas. Sin embargo, esto no justifica que el gobierno de turno quiera eliminar a los editorialistas que cuestionan y piden fiscalizar los actos del gobierno. Esto es lo que manda el sistema democrático. Entonces pasar de un extremo de mediocridad pornográfica a un extremo de absoluta prohibición de la expresión de ideas que no estén de acuerdo con el gobernante de turno es malo. Hay que buscar un punto que favorezca sobre todo a la población. Nosotros, espectadores, tenemos derecho a exigir una programación de calidad y exigir respeto frente a ideas y pensamientos diferentes.

Pero usted no habla solo a los niños. Como Usted dice los niños tienen desconcierto frente al mundo. ¿Cuál es el mensaje que a través de su arte Usted también envía a los adultos? A través de mis reflexiones en el parque quiero decir a la gente que tomemos conciencia de qué sistema nos rige, de cómo es la sociedad donde vivimos, de cómo nuestros actos cotidianos simples y sencillos pueden afectar al resto. Esto lo hago representando las cosas con las que yo convivo: el bus, el trole, el parque, la plaza, la cárcel.

¿Usted piensa pasar de ser una persona de espectáculo, que hace política desde un escenario, a una persona que hace política en un escenario político? No. Eso no está en mis expectativas. Hace rato habría aceptado ser candidato. Yo creo que políticos profesionales sobran. Malos, mediocres, pero hay. Lo que hace falta es gente de arte que pueda compartir un punto de vista distinto y que no caiga en los “ismos”. Ni el capitalismo, ni el socialismo, ni el comunismo ni cualquier “ismo”. Quiero buscar la posibilidad de vivir en el arte, no de vivir del arte. Esa es mi agenda. Construir historias en el escenario. Meter títeres para los niños, motivar a los niños para que vean de otra manera la sociedad. Básicamente, mi preocupación es la creatividad escénica.

¿Cuál es su sueño para el Ecuador del futuro? Que se respete la forma de vida de cada grupo social, de que se viva dignamente. Yo no creo en la utopía de la igualdad. No creo que eso exista. ¿Cuál es la diferencia entre dignidad e igualdad? Dignidad significa que ser pobre no quiere decir ser descuidado, significa no tener que agachar el lomo para que alguien venga y nos bote una migaja. Ser digno significa reinventar cada día la vida, aun en la pobreza. Ser digno significa vivir con lo esencial y evitar el contagio colectivo de estar clavado en la televisión adquiriendo malas ondas. Digno es reconocer en el trabajo de cada persona su potencialidad creativa y artística, tanto si es sastre, carpintero, plomero o incluso si es ladrón. El ladrón de libros tiene que saber escoger los libros. Yo era ladrón de libros, robaba para poder auto educarme. A veces la inteligencia de ese ladrón de libros que necesita de su libertad y autonomía para poder decidir qué libro robar se ve frustrada porque desde arriba le “dan pensando”. Si nos “dan pensando” ¿restan nuestra dignidad de individuos capaces de pensar solos? Complicado poder pensar solos en la actualidad frente a todos los medios que hay. Hay gente pobre que no tiene para comer, pero que pide limosna para hacer una recarga telefónica. ¡Eso es ridículo!

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¿Dentro de cuántos años va a ser candidato a la Presidencia? No. Para empezar no soy bachiller. Luego sacarían mis intimidades a flote. Sacarían que he sido ladrón, que ando con ladrones, que mi mamá vende caramelos, que es analfabeta. Esas cosas a la gente le parecen requisitos para que alguien esté encima de uno y desconocen que el sentido común viene de gente que vive y conoce la práctica y se ha formado limpiando pisos, cuidando carros, vendiendo periódicos, siendo ladrón de libros y en el arte habiendo seguido cursos para poder desarrollarse. Nunca voy a ser Presidente, no está en mis pensamientos. No he aceptado antes ser concejal ni diputado. Incluso frente a buenas

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tentaciones como el ponerme un carro, celular, chofer. No voy por lo material. Pienso generar una corriente marginal. ¿O sea un partido político? No. Simplemente, una forma de organización y de ayuda mutua entre los sectores necesitados. Una experiencia de esas yo la viví con la “Banda de los Panchitos” en México donde me dieron cabida cuando llegué allá como refugiado. Un deseo para el año 2012? Que me pongan amplificación en el parque...


Pablo Lucio Paredes

Director del Instituto de Economía USFQ paboluc@uio.satnet.net

Política: entre la necesidad y el abuso Para entender cómo la política entra en las dos categorías (necesidad y abuso) hay que plantear diversos elementos. Uno, la política no es sino una de las formas de interacción en las sociedades junto al mercado, las organizaciones espontáneas (como las empresas y los esquemas comunitarios) y variadas formas de altruismo. Dos, el espacio de la política son todas las acciones y entorno que se dan cuando cedemos potestades específicas (leyes generales y fuerza) a un monopolio, es decir al gobernante. Tres delimitar con claridad sus espacios y entenderlos bien como es el caso de los bienes público, las fallas de mercado o la redistribución. Cuatro, el problema esencial y de cierta manera la paradoja del Estado y de la política es que la sociedad intenta sobre todo encontrar soluciones colectivas a problemas colectivos, pero la esencia de la sociedad es de orden individual: una sociedad equilibrada y sana es la que logra eficiencia, equidad y respeto a los derechos de los individuos (las dos primeras no justifican la violación de los derechos). Cinco, entender todos los problemas ligados a la manera como escogemos a nuestros representantes y cómo ellos (individuos con sus intereses) actúan en sistemas complejos con la prepotencia de quien cree puede ser más hábil que los sistemas interactivos (pero aunque prepotente … debe tomar decisiones). ¿Cuál es la mejor solución para que la política cumpla bien su necesario rol y evitar (parcialmente) sus abusos? Dejar primero que el mercado, las organizaciones espontáneas y el altruismo enfrenten los problemas, y cuando ya hay que pasar al plano de la política empezar por el orden más cercano a la gente (descentralizado) y solo entonces subir en la escalera del poder.

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Encasillando a la política Empecemos con dos preguntas que marcan el espacio de este ensayo. Uno. ¿Es necesaria la política? Es sorprendente que debamos plantearnos esta pregunta cuando la respuesta es: obviamente sí. Y lo es porque una sociedad intenta constantemente resolver problemas de orden colectivo (desde la sobrevivencia hasta temas más banales como organizar el tráfico) y para ello dispone de cuatro formas de interacción: el mercado, la política, las organizaciones espontáneas (mal llamadas de esta manera, como las empresas o esquemas comunitarios) y otras que llamaremos de altruismo aunque el nombre no es tampoco el más adecuado (como la amistad, reciprocidad y afines). Dos. De la misma manera si nos preguntamos ¿la política tiende a ser abusiva y abarcar más de lo que debe? La respuesta va a ser sí (aunque quizás con una menor unanimidad) porque la política es el arte y la acción de gobernar a una comunidad y los abusos surgen casi inevitablemente.

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Pero demos un paso atrás y preguntémonos qué es la política y cuál es su especificidad. Algunos plantean, como lo hace Ana María Correa en su excelente artículo de este número, que una especificidad de la política es que no tiene sentido a nivel individual (Robinson Crusoe no era un sujeto político ni podía hacer política) sino solo en el encuentro entre varios. “Por tanto, si hemos definido a la política como la manera en que las personas que comparten un territorio común deciden organizarse, habrá que decir en primera instancia que la política jamás se da en un individuo en solitario”. Me parece correcto el criterio pero errado porque si bien es cierto Robinson no es político, Robinson tampoco es un sujeto que sirve para el análisis de la economía (u otras actuaciones en la sociedad), porque más allá de ciertas acciones básicas, no puede servir de ejemplo de lo esencial de la economía que es la especialización y el intercambio, hay que especializarse frente a alguien e intercambiar con alguien. Y en las relaciones de organizaciones espontáneas y de altruismo con más razón se requieren de la existencia del otro. La esencia de la política no es pues su carácter supra individual.


… la esencia de la política no es ni el ir más allá de la individualidad, ni el resolver problemas colectivos ¿qué es entonces? Pues simplemente algo similar pero muy diferente: resolver cierto tipo de problemas colectivos. Y quizás el error nace de considerar a la política como una forma especial en la sociedad, y no como una de tantas formas de interacción e intercambio.

… el espacio de la política: todas las acciones y entorno que se dan cuando cedemos esas potestades específicas (leyes generales y fuerza) a un monopolio, es decir al gobernante … a la política la debemos encasillar en esa situación monopólica fuerte. Y la diferencia es radical; en los demás casos podemos ejercer nuestra libertad de escoger o al menos retirarnos, al someternos a la política esto es casi imposible.

Por eso la política es casi esencialmente abusiva. Una sociedad equilibrada y sana es la que logra eficiencia, equidad y respeto a los derechos de los individuos, la política es la que rompe este equilibrio al justificar que para alcanzar los dos primeros objetivos se puede ir en contra del tercero.

De la misma manera algunos plantean (como lo hacen varios autores en este número de POLEMIKA) que la política es la manera de resolver problemas colectivos: me parece así mismo una interpretación correcta pero errada ya que casi todas las acciones humanas van en esa dirección. Cuando el mercado nos provee del pan de cada día (y no hay nada más alejado de la política que la existencia de ese mercado tan básico), se está resolviendo un problema eminentemente colectivo a través de una acción que requiere de la interacción entre individuos. Alguien pensará que la provisión de pan no es un problema colectivo sino individual (cada uno se alimenta por su lado y la comida del uno no tiene efecto directo sobre la alimentación del otro) y por eso se requiere al mercado y no a la política, estamos quizás ante un problema de desacuerdos semánticos, pero en realidad la provisión de pan es un problema individual cuando cada uno lo hace en su casa solo con ingredientes y utensilios caseros, pero es eminentemente colectivo cuando la gente se ha especializado y tiende a adquirirlo fuera del hogar. Y es una acción colectiva porque involucra a muchos: los que producen, coordinan, contratan trabajadores, se informan, confían, piensan en el otro para saber cuáles son sus gustos y como satisfacerlos, se someten a un esquema legal, etc… Y las relaciones de organizaciones espontáneas y altruistas de la misma manera enfrentan y ayudan a resolver problemas colectivos. Todas las formas de interacción e intercambio están hechas para eso: enfrentar problemas colectivos. En consecuencia si la esencia de la política no es ni el ir más allá de la individualidad, ni el resolver problemas colectivos ¿qué es entonces? Pues simplemente algo similar pero muy diferente: resolver cierto tipo de problemas colectivos. Se podría pensar que el agregar el vocablo ciertos no cambia mucho a la esencia, pero yo creo que ese es exactamente el problema de la política: al no definirla con claridad y encasillarla en su ámbito estricto, tendemos a darle una importancia que le permite expandirse más allá de su ámbito y tornarse abusiva. Y quizás el error nace de considerar a la política como una forma especial en la sociedad, y no como una de tantas formas de interacción e intercambio.

¿Qué problemas son políticos? Para esto es necesario recordar que las sociedades para resolver sus problemas (como ya lo dijimos, esencialmente colectivos) se organizan en jerarquías. Quizás el nombre no refleja la realidad, porque las jerarquías se piensan generalmente como organizaciones ascendentes donde la siguiente contiene a la anterior (como las famosas muñecas rusas), y en realidad lo que las sociedades van creando son sistemas que obedecen a esta lógica pero

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además están cruzados en sus estructuras. Partiendo de la familia se van creando el barrio, la ciudad, las empresas, las organizaciones escolares, etc…. Hasta que se llega a la organización más amplia que es el Gobierno general. Unas están contenidas en otras, pero al mismo tiempo unas se entrelazan con otras (por ejemplo sobre todo en países de fuerte acción comunitaria, la organización barrial y la educación están ligadas). En todo caso, estas llamadas estructuras jerárquicas sirven para resolver problemas: la familia los problemas de descendencia y afines, las empresas los de manejar inter temporalmente las decisiones y relaciones entre personas que tienden diferentes aproximaciones de riesgo, el barrio la convivencia en la vida diaria, etc… Y en todas ellas hay una característica importante: hay que establecer y resolver los problemas de organización y de poder ¿quién hace qué? ¿quién resuelve qué (en particular cuando es necesario dirimir)? ¿quién tiene la capacidad de imponer sus visiones más que otros? ¿cómo se escoge y se delimita la acción de cada uno? En todas estas jerarquías los individuos necesariamente ceden algo de sus derechos a alguien: al padre de familia, al presidente del barrio, al dueño de la empresa, al gobernante. Pero este listado que parece homogéneo y continuo, encierra en realidad una enorme discontinuidad: cualitativa y cuantitativamente la transferencia de poder al gobernante, es muy diferente de las otras. Y lo es esencialmente porque transferimos derechos sin poder recuperarlos, cuidarlos, controlarlos sino de una manera muy indirecta y muy imperfecta. Lo que no sucede en los demás casos: en el mercado podemos abandonar a los empresarios que consideramos abusan de su poder (salvo en casos muy específicos y muy eventuales como el de alguien que depende de la medicina de un solo proveedor, o el trabajador que no tiene absolutamente ninguna alternativa que un empresario monopsónico), en el barrio cambiar al presidente que además en general recibe solo poderes administrativos limitados, etc… Con el Estado (la política) por el contrario cedemos derechos básicos a un monopolio, sobre todo la capacidad de hacer leyes es decir de normar actividades muy diversas de la vida colectiva, y la potestad de la fuerza. Ahí está el espacio de la política: todas las acciones y entorno que se dan cuando cedemos esas potestades específicas (leyes generales y fuerza) a un monopolio, es decir al gobernante. La política es esa situación particular, porque aunque semánticamente podemos decir que la polis es la solución de problemas de la colectividad y nos involucramos en la vida política cuando actuamos en el barrio o en el colegio, en realidad a la política la debemos encasillar en esa situación monopólica fuerte. Y la diferencia es radical; en los demás casos podemos ejercer nuestra libertad de escoger o al menos retirarnos, al someternos a la política esto es casi imposible.

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Estos dos derechos que cedemos a los gobernantes son de una naturaleza diferente a lo que hacemos en otros casos y tienden a ser abusivos porque les permiten ampliar su ámbito de acción frente a controles y limitantes que son muy difíciles de ejercer por parte de los que han cedido esos derechos. En el mercado no solo que uno puede abandonar a empresarios cuyas acciones y productos no son satisfactorios, sino que los empresarios no tienen la capacidad por decisión propia de ampliar sus poderes y campo de acción: podemos imaginar el caso en que un grupo especial entra en actividades productivas muy variadas y diversas, y aprovecha de la interconexión de unas con otras para beneficiarse en sus negocios, pero incluso en ese caso el poder que puede alcanzar es limitado, y difícilmente puede extralimitarlos fuera del ámbito de sus negocios (aunque obviamente sí puede utilizar su fuerza para influir sobre el ámbito de la política para captar ventajas … pero lo tiene que hacer a través de la política, sin la política el poder de mercado no se puede ampliar más allá de ciertos límites). Y de la misma manera sucede en las organizaciones espontáneas o en las relaciones altruistas. Es decir las potestades que cedemos a la política le permiten entrar en el ámbito de las otras formas de interacción: en el mercado, en las organizaciones, en el altruismo; y además en las demás jerarquías: la familia, el barrio, etc…. Y eso lo vemos a diario cuando la política se convierte en el rector no solo de sus ámbitos específicos, sino que intenta guiar nuestras acciones familiares o de gustos y orientaciones. Por ejemplo lo hemos visto recientemente en el Ecuador, cuando se nos dice que “estar bien en la vida es estar en paz con Dios, con el SRI, y con la familia” (en ese orden) es decir que la simple función de pagar y recaudar impuestos para cumplir con ciertas funciones públicas se convierte en un tema de orientación de vida y espiritualidad, o cuando desde la política (usando el voto de los ciudadanos) se decide que no podemos asistir a ciertas corridas de toros o ir al casino. La política determina el actuar de las demás formas jerárquicas (a través de las leyes por ejemplo), las demás en cambio solo pueden influir sobre la política y eventualmente sacar provecho de ella. Definitivamente no es una relación simétrica. Por eso la política es casi esencialmente abusiva. Una sociedad equilibrada y sana es la que logra eficiencia, equidad y respeto a los derechos de los individuos, la política es la que rompe este equilibrio al justificar que para alcanzar los dos primeros objetivos se puede ir en contra del tercero.


¿Cuáles son entonces los ámbitos de la política? 1)Inicialmente y sin duda: la seguridad (uso de la fuerza) y la defensa de los derechos que son por esencia individuales y no colectivos (ya volveremos inmediatamente sobre este tema). Actividad compleja porque la política tiende casi inevitablemente a considerar que los derechos son colectivos porque eso refuerza sus poderes, y en consecuencia la política viola constantemente los derechos individuales que está llamada a defender. Por eso es tan importante que la justicia funcione como una institucionalidad independiente de la política porque su rol esencial es defender a los ciudadanos de esos abusos. Y por eso para el poder político es tan importante el control de la justicia, no solo para evitar ser atacado (nuestros representantes por ejemplo están convencidos que un juez es malo si da la razón a un particular frente al Estado) sino porque judicializa toda acción en la sociedad, lo que estamos viendo constantemente en el Ecuador y en otros lados (ir preso por no afiliar al IESS cuando esa debería ser una relación entre individuos ejerciendo sus derechos y solo debería tener una solución externa a las personas cuando hay de manera manifiesta un abuso de poder, o correr el riesgo de 40 millones de dólares y 3 años de prisión por un escrito que al gobernante le parece va contra su honra). Se judicializa y se utiliza de la misma manera la propaganda y la amenaza de la fuerza como elementos disuasivos y de sometimiento frente al Estado. Y por eso son tan esenciales los esquemas de la democracia que van más allá del voto: separación de poderes, respeto a las minorías, libertad de expresión, transparencia. Las sociedades, para limitar a la política, deben entender que lo esencial de la democracia no es el proceso de elección, sino todo el proceso posterior de limitaciones al poder del gobernante. 2)Luego hay todo el tema de los llamados bienes públicos que entran en categorías diversas, pero se definen básicamente como los que están sujetos a no exclusión y no rivalidad, casos en los que al producir un bien no se pueden impedir que la gente lo consuma, y casos en los que cuando ha sido producido para una persona otros lo pueden consumir sin costo adicional. En estos casos se supone ningún agente privado puede proveerlos sobre todo por el problema del pasajero gratuito (muchos se pueden beneficiar sin querer pagarlo, o sin que se les pueda cobrar) y porque es muy difícil definir cuál es el valor que realmente tienen esos bienes para la gente. Por ejemplo, se decide hacer un festejo con fuegos artificiales en la ciudad lo que a todos les parece atractivo pero si los hace un sujeto privado no va a poder cobrar porque todos lo pueden mirar desde sus casas sin pagar,

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su decisión es pues no hacerlos. Solución: es una actividad que la tiene que hacer el Estado. Pero esto no esto no tan evidente como parece, porque si el privado efectivamente no sabe cómo valorar el bien ¿cómo lo sabe el gobernante? ¿simplemente, como justificarían los políticos, porque su profesión es en parte justamente entender las necesidades de la gente? Es ciertamente un poco limitado, o quizás esconde algo más sencillo: el político hace con el dinero de todos algo que tiene más valor para él que para los ciudadanos. A la gente le gusta los fuegos artificiales y probablemente tengan un valor simbólico importante (el orgullo de la ciudad, la fiesta juntos que genera cohesión, el esparcimiento que libera estrés), pero ¿qué tanto lo valora si en general no está dispuesta a pagar lo que vale? ¿o lo valora mientras tiene la percepción que son otros los que pagan? E incluso suponiendo es importante esta distracción y hay que organizarla ¿no hay otras mejores maneras de hacerlo?: por ejemplo el Municipio puede subastar o ceder la posibilidad de hacer esos espectáculos dos veces el año, y que los privados (con publicidad) los financien porque de alguna manera sí están midiendo el valor que eso tiene (justamente vía publicidad), o simplemente dejar que en la ciudad haya esos espectáculos cuando alguien esté dispuesto libremente a financiarlo. Es un ejemplo sencillo pero que aplicado a todos los casos similares nos plantea dos interrogantes sobre el rol de la política en acciones concretas: ¿quién y cómo se determina que esto tiene un valor para la gente?, e incluso si lo tiene ¿no existen mejores formas de hacerlo que la simple acción política del gobernante? 3)Hay las llamadas fallas de mercado, es decir cosas que uno cree que deberían existir y las debería hacer el mercado pero como lo hace mal o no lo hace, el gobernante (el político) siente la necesidad de hacerlo. Por ejemplo una carretera en zonas rurales que ayuda a campesinos pobres a sacar su producción y mejorar sus ingresos, y que el mercado no la hace porque no es rentable. Es importante socialmente pero esto no cae (contrariamente a lo que se cree) en la categoría de falla del mercado sino de la necesidad de redistribuir riqueza hacia los más pobres (de las que ya hablaremos), ya que aquí se trata de mejorar su calidad de vida con un aporte de los demás. Igualmente la falta de educación o de salud para la gente más pobre que no tiene los medios para cubrir esa necesidad, situación que (casi) todos concordamos es positiva para mejorar la vida de los individuos y de la colectividad. No es tampoco una falla de mercado, porque el problema no es que la educación no les llegue (sí les llegaría si tuvieran ingresos) sino que no tienen la capacidad de pagarla o de pagarla de un nivel suficiente (siendo lo “suficiente” difícil de definir). Una vez más lo que se busca es que redistribuir: que los demás aporten para mejorar la vida de algunos.

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Fallas de mercado más concretas es cuando por ejemplo no hay suficiente información en el mercado financiero y por ende el equilibrio entre clientes y banqueros se puede romper en favor de uno de los dos. O en los problemas del medio ambiente, cuando el mercado (u otras formas de interacción) no logran tomar en cuenta los daños de mediano y largo plazo en sus decisiones (también es un problema de bienes públicos porque cada uno aprovecha del medio ambiente esperando que otros sí hagan el esfuerzo de conservación). O cuando no se logra coordinar la acción de individuos y se tiende a soluciones que no son las mejores. Como en el caso tan básico y tan comentado del dilema del prisionero, en que cada uno toma su mejor decisión pero es negativa para todos incluyendo para el que la tomó, caso del tráfico por ejemplo, pero en realidad ahí no hay una falla del mercado como tal sino de los otros mecanismos de interacción (altruismo y confianza) porque si cada uno realmente internalizara la acción de los demás el tráfico fluiría mejor (por eso hay países donde fluye mejor que en otros). Todo esto parece obvio para justificar la acción política, pero no lo es tanto. Hay al menos tres elementos que tomar en cuenta. Uno, cuando hablamos de fallas estamos midiendo el mundo real frente a un óptimo ideal que no existe (es una distorsión de la economía neo clásica plantear un equilibrio óptimo como la referencia), en consecuencia cuando queremos corregirlo no hay orientación para saber hacia dónde corregirlo. Dos, la intervención política puede ser peor que las fallas que se intenta corregir, hay fallas del mercado pero igual (o más) fallas de la política. Tres, incluso identificándose la posibilidad de correcciones, hay que plantear la gama amplia de opciones existentes y no únicamente la que inmediatamente viene a la mente (de muchos) como es la intervención estatal. Una vez más: hay cosas importantes que debe hacer el gobernante, pero primero hay que preguntarse si las demás formas de interacción y jerarquías no lo pueden resolver. Incluso en casos que algunos creen como obvios, por ejemplo la creación de dinero monopólica por parte de los gobiernos, una mejor alternativa es muy probablemente la desmonopolización del dinero que pueda ser creado libremente por bancos, comunidades u otros (usted mismo o yo … si alguien nos recibe ese dinero!).


Hay una confusión entre medios y fines: los medios pueden ser colectivos pero los fines son individuales (se puede organizar la educación como un sistema y todos pueden pagar impuestos con ese fin, pero al final el resultado es la educación de personas concretas).

TEMAS (discutibles) DE LA POLITICA *Seguridad y defensa de derechos individuales *Bienes públicos *Fallas de Mercado *Redistribución *“Cortar la torta”

4)La redistribución. Aquí entran casos como los antes señalados de la carretera rural o de la educación y salud para los más pobres. El problema básico es que ciertas personas o grupos, no tienen ingresos suficientes para justificar una acción de mercado, pero la sociedad ha decidido que esas acciones tienen que darse. Y está muy bien se las haga. Pero hay por lo menos dos factores que tomar en cuenta, igual que en casos anteriores. Uno, cuando decimos “la sociedad ha decidido”, la pregunta es ¿cómo lo sabemos? ¿cuándo y cómo se ha manifestado esa decisión? Sin duda es obvio en la salud y la educación, y lo obvio está probablemente ligado a nuestra propia naturaleza que nos dice que esos son derechos básicos para “ser” seres humanos en el marco de una situación histórica específica, pero ¿y en mil otros casos?. Dos. Habiendo superado el difícil proceso de decisión, no hay razón para que el Estado lo haga directamente, sino que solo se ocupe del proceso de asegurarse que hay una transferencia solidaria de ingresos hacia los que no lo tienen suficientemente (identificando claramente esta situación que no necesariamente es clara, por ejemplo ¿todos los que reciben el bono de desarrollo humano deben recibirlo?). Luego hay muchas opciones. Por ejemplo entregar bonos a la gente para que con esos recursos vaya a buscar la mejor educación o salud posible (sin duda surgirán opciones de mercado, altruistas, comunitarias u otras). Por ejemplo dejar que podamos directamente dirigir una parte de nuestros impuestos a la solución de problemas educativos de los más pobres (sin que el gobernante intermedie esos recursos, y solo se asegure del cumplimiento de esta acción colectiva). Hay mil opciones posibles que pueden florecer. 5)Pero la acción más importante de la política es que hay temas que requieren decisiones específicas que alguien las debe tomar a nombre de todos, y están en gran parte ligadas a lo que yo llamaría “cortar la torta”. Por ejemplo, alguien un momento dado decidió que podían existir las compañías limitadas es decir donde la responsabilidad del empresario no iba más allá de los recursos que había comprometido en el negocio. O en otro momento se hicieron las leyes de quiebra, es decir la posibilidad de suspender los pagos a los acreedores hasta que se analice

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la factibilidad de seguir adelante o no con el negocio, y de ayudar a la negociación entre los acreedores y el deudor para aliviar la carga de las deudas. Esas son decisiones de orden político y que se las toma al nivel de la política de la misma manera: ¿cuál es nuestro grado de apertura al mundo? ¿qué sistema monetário adoptamos? etc. Ciertamente estas decisiones surgen un momento dado de un proceso evolutivo y deben ser tomadas en ese marco, sino el gobernante cae en el abuso de creer que él puede “crear” algo de la nada y se cae en los mecanismos de “refundación” de las sociedad: el nuevo gobernante considera que toda la evolución (buena o mala) de una sociedad debe ser descartada para imponer su visión del mundo. Pero ciertamente ese proceso evolutivo requiere que alguien “corte la torta” un momento, sino

la sociedad es de orden individual: los objetivos y las satisfacciones son individuales (lo cual no quiere decir que juntos no podamos alegrarnos de cosas como la selección nacional clasificando a un Mundial), son individuos que votan, son individuos que tienen o no educación, los derechos son individuales y quien debe juzgar de las acciones son los individuos. Por ejemplo, el concepto del derecho colectivo a la educación no tiene sentido, son personas específicas las que deben ser apoyadas en su educación. Pero al confundir la individualidad esencial con la naturaleza colectiva de los desafíos, se intenta atribuir a la colectividad y en consecuencia a sus representantes los derechos que son solo de los individuos. Hay una confusión entre medios y fines: los medios pueden ser colectivos pero los fines son individuales (se puede organizar la educación como un sistema y todos pueden pagar impuestos con ese fin, pero al final el resultado es la educación de personas concretas).

El problema esencial de la política En el fondo el problema esencial y de cierta manera la paradoja del Estado y de la política es que, como ya dijimos, la sociedad intenta sobre todo encontrar soluciones colectivas a problemas colectivos, pero la esencia de

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Como bien señala Fabián Corral El Comercio 20 de Octubre 2011: “El estado es una paradoja que se mueve entre el poder de los gobernantes y los derechos de las personas ….


Se habla mucho de los derechos fundamentales, de las libertades y garantías … lo que los sustenta es el concepto de propiedad, entendida como que todos los derechos pertenecen al individuo … si no admitimos la propiedad de los derechos como atributo de las personas entonces dependerán de la graciosa concesión del legislador, del favor del burócrata o de la venia el juez. …la titularidad de todos los derechos constituyen la infraestructura de los espacios de autonomía personal, sin los cuales los individuos pasan a ser simples dependientes del poder … de ahí se plantea la pregunta de si el Estado puede o no confiscar esos derechos, si puede limitarlos al punto de hacer imposible su ejercicio … en esta perspectiva el secreto del poder está en afianzar la dependencia la dependencia patrimonial y espiritual respecto del poder”. O Gabriela Calderón Diario El Universo “Popper señala que Platón le dio mucha importancia a la justicia que se argumenta así. 1)Hay una clase naturalmente privilegiada destinada a gobernar a los demás, porque solo ellos saben mejor que nadie lo que nos conviene a todos. 2)Los individuos son herramientas para implementar un gran plan, no un fin en sí mismo. 3)El objetivo del individuo es mantener y fortalecer la estabilidad del Estado para que se cumpla el plan. …En cambio el individualismo según Popper tiene un concepto radicalmente distinto. 1)No hay una clase naturalmente privilegiada. 2)Cada individuo es un fin en sí mismo y puede determinar sus propios objetivos. 3)La finalidad del Estado es proteger la libertad del individuo para intentar lograr sus objetivos”. La política en general se basa en la primera interpretación y por eso se torna abusiva. Probablemente la segunda interpretación del artículo anterior limita el mejor desarrollo de una sociedad (constituida de y por individuos pero con problemas colectivos) y cabría en el punto 3) más bien decir: la finalidad del Estado es proteger la libertad del individuo para intentar lograr sus objetivos en el marco de la solución de problemas de orden colectivo (o algo similar). Esta confusión se refuerza, porque en nuestras acciones individuales necesariamente hay un trasfondo colectivo. Como comentaba hace unos días el Embajador de Colombia (cito de memoria): “cuando hablamos de la calidad de la justicia y mencionamos la necesidad de sus profesionalización, no nos referimos a un tema de capacitación en elementos técnicos de la ley, sino en la compresión de los jueces sobre la importancia de su rol en la sociedad y de la trascendencia de sus decisiones”. De la misma manera pensaba yo: el problema de los choferes de buses en el país no es de capacitación técnica (porque son muy hábiles en ese ejercicio) sino en la comprensión de que están llevando y jugando con vidas humanas. Algunos pensarán que el problema a de los choferes o los

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jueces se resuelve con incentivos y esquemas económicos adecuados (así como algunos erróneamente creen que es solo un problema de conocimiento técnico) yo creo que hay algo más: la comprensión que se están enfrentando a temas colectivos y tienen en ello una responsabilidad que va más allá de su mirada corta. Y esto mismo se podría argumentar para muchos otros casos. Es decir que el mercado y todas las formas de interacción requieren de elemento colectivos como son la confianza o la responsabilidad colectiva. Pero nuevamente surge la confusión: el que exista una necesidad de mirar a la colectividad o al llamado “bien común” o a una responsabilidad social, no impide que el trasfondo de los derechos es individual. Al no entender esta paradoja, permitimos que la política vaya más allá de sus potestades, pero también al no entenderla (hay que reconocerlo), le damos al “individualismo” una categoría “egoísta” que no la tiene. ORDEN DE SOLUCIÓN DE LOS PROBLEMAS COLECTIVOS PARA QUE LA POLITICA NO SEA (TAN) ABUSIVA

Política a nivel nacional o supranacional

Política a nivel local

Mercado, organizaciones diversas (empresariales, comunitarias), altruismo

y otros factores que son el resultado de la interacción entre muchos agentes (oferentes y demandantes) y del proceso de especialización, intercambio y creatividad. ¿Cómo interactuamos y se preservan nuestros derechos individuales? La interacción es directa e instantánea, el proceso de escoger e intercambiar se da en el mismo acto, y nuestros derechos se preservan mientras tenemos la libertad de escoger (que es la regla en la casi mayoría de los casos). Algo similar sucede en las interacciones de organizaciones espontáneas y de altruismo.

Y ahora la política. ¿Cómo escogemos a quienes nos representan? El proceso siempre implica alguna distorsión fundamental. En el caso de la monarquía lo hacemos por una especie de delegación divina. En la democracia (mucho mejor sin duda pero problemática) lo hacemos vía elecciones y poder de las mayorías. Como señala Fabián Corral El Comercio 19 Mayo 2011 “…siempre me ha parecido que la democracia tiene méritos pero adolece de un riesgo esencial: que el viejo concepto de la voluntad general de la que hablaron los liberales del siglo XVIII termine convirtiéndose en un sistema de dictadura de mayorías, de despotismo legislativo plebiscitario y de sorteo de la felicidad pública … la mitad más uno no es un sistema para descubrir la verdad, ni siquiera una forma de establecer la justicia. La mayoría no es dios ni la varita mágica para encontrar la felicidad. Es simplemente una suma de voluntades individuales concurrentes sobre un asunto coyuntural …”. Y además hay un factor esencial que diferencia a la política: necesariamente escogemos personas y no acciones o resultados lo que genera una subjetividad y capacidad de manipulación enorme.

Como nos informamos y escogemos ¿Cómo se toman decisiones en política? Pero pasando del concepto a la práctica, la política también encuentra allí problemas y desafíos similares. ¿Cómo escogemos a quienes nos representan? ¿Cómo toman decisiones? ¿Cómo interactuamos y se preservan nuestros derechos individuales? Veamos cómo, en el caso del mercado, se contestan estas preguntas (con todas las limitaciones que el mercado pueda tener como cualquier institución o mecanismo construido y constituido por personas). ¿Cómo escogemos a quienes nos abastecen y con quién intercambiamos? Simplemente lo hacemos de manera impersonal, no juzgamos a las persona sino lo que hacen y nos ofrecen en base a la satisfacción que eso nos da (sin que esto se haga de manera racional como pretende la teoría neoclásica, puede ser de manera muy irracional, pero es). ¿Cómo tomamos decisiones? En base a la información disponible sobre precios, calidades

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Pues en base a las percepciones, ideologías, visiones o intereses personas de los gobernantes. Unos serán mejores que otros pero siempre es un proceso esencialmente personal. El político lo hace convencido (y cuanto más convencido más peligroso) que él es el único que es capaz de representar la visión colectiva de conjunto. En ese sentido la política es de una enorme soberbia y requiere probablemente de patologías sicológicas muy especiales: creer que uno tiene la capacidad de tomar buenas decisiones en campos tan amplios y variados como la economía, la justicia, la educación y mil más. Ciertamente puede haber buena voluntad y buenos deseos (de hecho hay muchos ejemplos de ello), pero en todos los casos se encuentran ante la dificultad de tomar decisiones en sistemas complejos, es decir sistemas donde las


interacciones son de tal naturaleza que no es posible aplicar el simple mecanismo de causa y efecto. Decisiones que se ven amplificadas y complicadas (aunque se vuelven más “sencillas” porque casi desaparece la restricción presupuestaria) por la existencia de recursos importantes: simplemente se toman decisiones no en base a priorizar acciones sino en haberlos gastados en su totalidad al final de año y haber satisfecho las aparentes demandas de los ciudadanos (“aparentes” porque el ciudadano también sabe de la inexistencia de restricciones) y los intereses de los políticos. La política se convierte en un “negocio” y en un sistema total de “rent seeking”. Finalmente el problema se agrava cuando la sociedad está orientada históricamente hacia la visión caudillista mesiánica del salvador que viene a resolver todos los problemas (lo cual el caudillo también profundiza en su discurso y su mercadeo).

el caudillismo. … y sin embargo alguien tiene que tomar ciertas decisiones … ¿Cómo interactuamos y se preservan nuestros derechos individuales? Mínimamente. La interacción solo existe en las elecciones que son cada cierto tiempo. Y no votamos sobre hechos, acciones o cosas concretas sino sobre esperanzas, deseos, manipulaciones. Es que hay una división temporal en el proceso político: primero se escoge a alguien, y luego ese representante actúa (contrariamente al mercado donde dijimos el proceso es simultáneo). En ese lapso se violan nuestros derechos, puesto que incluso suponiendo el proceso de elección refleje algo sensato y las reales preferencias, luego en la acción estos derechos delegados pueden ser modificados y violados, ya que no hay ninguna relación entre el mandato del voto y la acción real (o muy poca).

No hace falta decir que pensamos en el Ecuador cuando pensamos en la falta de limitaciones presupuestarias y en

Conclusión La política es una necesidad pero hay mil caminos (explorados en este ensayo) por los cuales abusa de la sociedad y, peor aún, de los derechos de los individuos. ¿Qué se puede hacer frente a esto? Quizás pequeñas cosas que sumadas constituyen un todo:

*Encontrar maneras para que los procesos electivos reflejen de mejor manera las preferencias reales (ciertamente difícil saber qué son) de los ciudadanos.

*Aceptar que los derechos son individuales aunque la mayor parte de desafíos de la sociedad sean colectivos

*Enfrentar los problemas primero al nivel más cercano a las personas, y usando toda la gama de mecanismos y jerarquías disponibles.

*Cambiar la visión de que la política es el centro de la sociedad, sino que es solo uno de los tantos mecanismos de interacción social

*Comprender que la democracia es ciertamente un mecanismo para escoger y delegar el poder, pero lo es sobre todo para el control del poder. Y que se deben desplegar y fortalecer todas las opciones democráticas: respeto a las minorías, importancia de la oposición, transparencia, separación de poderes, independencia de la justicia, libertad de expresión, etc..

*Cambiar la visión que los políticos (gobernantes) tienen un aura especial. Esto debe venir desde la manera cómo se los trata (pleitesía, ceremonias, genuflexiones, etc…) *Cambiar la visión que desde el poder político se construye y se cambia la sociedad.

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*Cambiar la visión de la eficiencia y la equidad como ejes únicos del desarrollo, agregando los derechos de los individuos como igualmente (o más) esenciales.

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Obviamente esto requiere cambios culturales importantes, pero es el precio para que la política sea necesaria y no (tan) abusiva.


Daniel Montalvo

Profesor Titular de Relaciones Internacionales USFQ dmontalvo@usfq.edu.ec

En defensa de la polĂ­tica

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Si bien la política … es el proceso a través del cual un individuo o un grupo de individuos toman decisiones colectivas en representación de un grupo más grande de personas, para mucha gente la política no es más que un ejercicio egoísta del poder con el objeto de satisfacer necesidades individuales … Existen varios escenarios en los que la política puede ser de utilidad en particular uno: la agregación de intereses individuales.

Permítame, estimado lector, iniciar este artículo con una pregunta: ¿Qué es lo primero que se le viene a la mente cuando piensa en el término política? Si bien la política, en el sentido normativo de la palabra, es el proceso a través del cual un individuo o un grupo de individuos toman decisiones colectivas en representación de un grupo más grande de personas; para mucha gente la política no es más que un ejercicio egoísta del poder con el objeto de satisfacer necesidades individuales. Es decir, lo que conocemos sobre la política podría originarse a partir de un debate entre lo normativo (lo que debería ser la política) y lo conductista (cómo nos comportamos políticamente). En términos generales, nuestro concepto de política podría ubicarse en algún lugar de la línea continua que se forma a partir de este debate; es decir, más cerca de la definición normativa, más cerca del análisis conductista, o justo en la mitad de los dos. Pero dejando por un momento de lado las interpretaciones normativas y conductistas, ¿cuál es la utilidad real de la política? Existen varios escenarios en los que la política podría ser de utilidad; sin embargo, este ensayo se enfocará en una circunstancia fundamental: la agregación de intereses individuales. Esta agregación se refiere al arte de identificar y juntar las preferencias de cada persona (muchas veces conflictivas entre sí) y tomar una decisión en nombre de un grupo o colectividad a la cual se representa.

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Esta circunstancia está estrechamente relacionada con la problemática de los bienes colectivos que la política intenta solventar. Esta problemática, también descrita por Garrett Hardin en 1968 como la “tragedia de los comunes”, emerge cuando las acciones de las personas encaminadas a satisfacer sus intereses individuales en el corto plazo ponen en riesgo a los intereses colectivos de largo plazo. Por ejemplo, la mayoría de personas quisieran vivir en un medio ambiente limpio y libre de contaminación (interés colectivo). Sin embargo, muchos individuos prefieren usar vehículos equipados con motores a combustión interna cuyo funcionamiento contamina el medio ambiente, en lugar de utilizar una bicicleta como medio de locomoción (interés individual). El problema fundamental en esta circunstancia es que aquellos individuos que no cooperan se benefician del medio ambiente en la misma medida que los individuos que elijen trasladarse en bicicleta. Entonces, muchas personas podrían satisfacer sus intereses de corto plazo quemando combustibles fósiles, incumpliendo acuerdos para mitigar la contaminación ambiental, o simplemente rehusándose a cooperar. Sin embargo, si todos los individuos actuasen de esa manera en aquel y en otros ámbitos de la sociedad, se viviría en un mundo vicioso y caótico, en donde las ganancias mutuas que nacen a partir de la cooperación desaparecerían (Goldstein y Pevehouse 2009)


Este artículo está dividido en cuatro partes. Luego de esta introducción, la segunda sección hace una distinción entre dos tipos de política para solucionar el problema de la agregación de intereses y los bienes colectivos: la política de persuasión y la de coerción. La tercera sección presenta una teoría de la política doméstica en ausencia de gobierno, elaborada sobre la base del concepto de anarquía en el sistema de las relaciones internacionales. La cuarta sección introduce la teoría de la supervivencia de las élites políticas para explicar el ejercicio egoísta del poder, y la quinta sección concluye el presente ensayo.

La política como disuasión y coerción La política puede tomar dos características fundamentalmente distintas. Primero, la política puede constituir una búsqueda cooperativa de una o varias respuestas a problemas colectivos. Es decir, la política puede servir como una medio para encontrar una solución a problemas comunes a través de la negociación. Segundo, las soluciones a los problemas colectivos pueden también ser impuestas por un grupo más pequeño de personas, o inclusive por una sola persona. En el primer caso se habla de política de persuasión y en el segundo se trata de la política de coerción. El ejemplo más sencillo de la representación de los intereses colectivos se da en el seno de la familia. Imagine usted a una familia compuesta por cuatro miembros: el padre, la madre y dos hijos. Dentro de la familia existen intereses tanto individuales como colectivos. Los intereses individuales, siempre y cuando no interfieran con los intereses individuales de otro miembro ni tampoco con los intereses colectivos de la familia, pueden ser satisfechos de manera personal. En este caso, la política juega un rol menor, si acaso alguno. Por el contrario, si existen intereses colectivos, o si el interés de un miembro se encuentra en conflicto con los intereses de otro u otros miembros de la familia, entonces un grupo más pequeño, o incluso una sola persona, podría estar a cargo de la toma de decisiones que afecta a la colectividad familiar. Ahora bien, ya sea que la agregación de los intereses y la toma de decisiones por un grupo reducido o unitario en representación de un número mayor de individuos procedan a través de un ejercicio de persuasión o uno de coerción, existe un elemento interviniente común a estos dos tipos de política. Este elemento es el poder. Poder es la capacidad que tienen las personas de influir en el pensamiento y las actitudes de otras personas, y lo que es tal vez más importante, en el comportamiento de los demás. El poder podría medirse en términos absolutos y/o relativos. En términos absolutos, el poder se refiere a la capacidad total que tiene un individuo o grupo de individuos para influir en el resto. En términos relativos, el poder se refiere a la

capacidad que tiene un individuo o un grupo para influir en el resto en comparación con el poder de otros individuos. Retomando nuestro ejemplo de la familia, el poder absoluto del jefe de hogar (o de la persona o grupo que toma decisiones por la colectividad) podría medirse a través de un índice que se construye a partir de lo que en estadística se conoce como “análisis factorial” de los elementos económicos, sociales, culturales, biológicos y demográficos descritos anteriormente.1 Si se construyese este índice para medir el nivel de poder de cada miembro de la familia (o de coaliciones de personas) y se tuviese por objetivo el comparar los valores obtenidos por los miembros, se estaría hablando de poder relativo; en otras palabras, la cantidad de poder que despliega una persona con respecto a otra. Así como el nivel familiar constituye posiblemente el ámbito más sencillo para analizar la utilidad y las características de la política, el nivel Estatal está conformado por interacciones similares pero con una estructura institucional mucho más compleja. Sin embargo, la lógica de la utilidad de la política como medio para agregar intereses individuales y para solucionar en parte el problema de los bienes colectivos es la misma. Pero, ¿qué pasaría si optáramos por residir en un mundo anárquico?

La política doméstica y la anarquía en las relaciones internacionales Muchas personas se preguntan ¿por qué es necesario que existan gobiernos? Otros más aventureros podrían volcarse a afirmar que los vicios de las relaciones humanas nacen justamente del manejo del Estado por parte de los burócratas y los políticos de turno (es decir, aquellos que representan al pueblo en la toma de decisiones colectivas). Estas personas no están solas. Tal vez el trabajo más significativo al respecto fue elabora1 Vale la pena notar que la operacionalización del concepto de “poder”, es decir la definición misma y la generación de variables e indicadores mesurables, es un tema que no está exento de controversias. El ejemplo más claro de la diversidad de elementos considerados para la medición del poder se encuentra en el campo de las relaciones internacionales. Una pregunta recurrente en este campo de estudio es: ¿Cómo se mide el poder de los Estados? Una medida minimalista propuesta por Goldstein y Pevehouse (2009) toma en cuenta el tamaño de la economía de los países medido a través del Producto Interno Bruto como el indicador base para medir el poder de un Estado. Este indicador es esencial ya que funciona como una aproximación a la cantidad de armas que se pueden comprar, el nivel de apoyo popular que se puede adquirir, e incluso la cantidad de aliados internacionales que se pueden atraer. Sin embargo, al estirar el concepto de poder, otros investigadores resaltan además del PIB otros medidores tangibles de largo plazo como la población, el territorio, la geografía y los recursos naturales, así como también otros indicadores menos tangibles como la cultura política, el patriotismo, la fortaleza de las bases científicas y tecnológicas, etc. Uno de los últimos y más completos esfuerzos para medir el poder de los Estados es a través del “Índice compuesto de capacidad nacional” (CINC, por sus siglas en Inglés). Este indicador está conformado por varios factores, tales y como: a) La población total, b) La población urbana, c) La producción de hierro y acero, d) El consumo de energía primaria, e) El gasto militar y f) El personal militar (para mayor información, ver J. David Singer 1963). En esta medición es preciso tomar en cuenta que el PIB no se incluye dentro del índice.

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… ya sea que la agregación de los intereses y la toma de decisiones por un grupo reducido o unitario en representación de un número mayor de individuos procedan a través de un ejercicio de persuasión o uno de coerción, existe un elemento interviniente común a estos dos tipos de política. Este elemento es el poder.

do en el siglo XVII por Thomas Hobbes en su tratado sobre el “estado de la naturaleza” en el Leviatán. La pretensión de Hobbes al respecto fue describir una condición hipotética de las relaciones entre seres humanos en el período precedente al establecimiento de los gobiernos. En términos generales, la hipótesis de Hobbes es que durante el tiempo en el que el hombre vivió sin un poder común que lo mantuviese bajo control, los individuos residían en una condición denominada “guerra de todos contra todos”. En este estado, todas las personas habrían tendido la libertad de actuar de cualquier manera para garantizar su propia supervivencia, por lo que la vida sería “solitaria, pobre, repugnante, brutal y corta”. Los postulados de Hobbes tienen cierta verificabilidad empírica en la historia de las relaciones internacionales. Las escuelas contemporáneas de pensamiento dominantes para explicar la política internacional, específicamente el neo-realismo y el neo-liberalismo institucional (que no es lo mismo que el neo-liberalismo económico) difieren en muchísimos aspectos. Sin embargo, existe por lo menos una asunción en común: el sistema internacional es anárquico. La anarquía en las relaciones internacionales no significa que el mundo es caótico y desordenado; más bien se refiere al hecho de que no existe un gobierno central (o mundial) que haga cumplir los acuerdos entre Estados, o que obligue a las naciones a mantenerse en paz. En términos historiográficos, esta característica anárquica del sistema internacional se hizo más evidente a partir de la creación de la nación-Estado moderno; es decir, a partir de

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1648, año en el cual se firmó el Tratado de Paz de Westfalia luego de la Guerra de Los Treinta Años entre protestantes y católicos. A pesar de que ha existido mucha cooperación entre Estados, el sistema internacional ha estado caracterizado por casi cinco siglos de profundos conflictos bélicos que han dejado como herencia la muerte de decenas de millones de personas, además de gigantestcas depresiones económicas y prolongados períodos de hambruna en un mundo en donde los problemas alimentarios no son de disponibilidad sino de acceso. Una de las principales causas de estos fenómenos es la falta de un gobierno mundial que pueda establecer una normativa efectiva de paz. Esta carecia de un órgano rector a nivel sistémico ha provocado que los proponentes de la “seguridad colectiva” vean en las organizaciones internacionales una alternativa viable para mantener la paz global. Luego del fracaso de la Liga (o Sede) de las Naciones al no haber podido evitar el estallido de la Segunda Guerra Mundial, se creó el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con el objeto de mantener la paz y la seguridad internacional. El análisis del éxito o fracaso del Consejo en conseguir estos objetivos va más allá del alcance de este ensayo; sin embargo, esta analogía de un sistema sin gobierno podría corroborar de alguna manera la tesis de Hobbes acerca del comportamiento humano en ausencia de órganos coercitivos. En pocas palabras, los gobiernos nacionales podrían estar únicamente disfrazando la realidad de la naturaleza humana.


La lógica de la supervivencia política En las líneas anteriores se ha mencionado el peligro de optar por la idea del ejercicio de la política sin la regulación de un gobierno central. Sin embargo, no se ha explicado aún por qué la política podría ejercerse de manera egoísta para satisfacer los intereses individuales en lugar de procurar el bienestar colectivo. Para este propósito, esta sección emplea el análisis de la “lógica de la supervivencia política” propuesta por Bruce Bueno de Mesquita y otros autores.

A pesar de que ha existido mucha cooperación entre Estados, el sistema internacional ha estado caracterizado por casi cinco siglos de profundos conflictos bélicos que han dejado como herencia la muerte de decenas de millones de personas, además de gigantescas depresiones económicas y prolongados períodos de hambruna en un mundo en donde los problemas alimentarios no son de disponibilidad sino de acceso. Una de las principales causas de estos fenómenos es la falta de un gobierno mundial que pueda establecer una normativa efectiva de paz.

Este trabajo sugiere que lejos de buscar el bienestar colectivo, el propósito principal de los políticos es el de mantenerse el mayor tiempo posible en el poder, ya sea a través de la conservación de su cargo actual o bien a través del avance de su carrera política. En otras palabras, los políticos son individuos racionales que buscan maximizar su utilidad (la permanencia en el poder) y para este propósito se valen de algunas estrategias. La estrategia principal que se analiza en este artículo es la relación entre el indiviuo que busca aferrarse al poder y su coalición política. Por coalición política se entiende el grupo de individuos cuyo apoyo es indispensable para la supervivencia en un cargo público, independientemente del tipo de sistema político al que representan. Si la coalición política es pequeña (como pasa en las juntas militares, en las dictaduras o en los gobiernos autoritarios) entonces el líder podría sobrevivir en el poder entregando beneficios privados al grupo. Estos beneficios privados se otorgan, generalmente, con bienes y servicios que son de dominio público. En otras palabras la corrupción, definida como el uso de bienes y servicios públicos para fines privados, es más común en los sistemas políticos caracterizados por líderes que intentan mantenerse en el poder a través del apoyo de coaliciones políticas relativamente pequeñas. En estos sistemas las coaliciones son generalmente fuertes y el apoyo al corruptor es amplio en tanto y en cuanto ambos actores se benefician del statu quo. Por el contrario, en los sistemas caracterizados por coaliciones políticas más amplias (como es el caso de las democracias) la provisión de bienes y servicios públicos para beneficios privados se dificulta, especialmente en situaciones de recursos limitados. En este caso, la alternativa es la provisión de bienes y servicios públicos a las grandes coaliciones para obtener apoyo político. Por este motivo, la fidelidad entre las coaliciones y el líder que busca la supervivencia política es relativamente más débil, por lo que el recambio del poder y las instituciones para lograr aquello son más frecuentes.

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Conclusión Bajo la óptica de la lógica de la supervivencia política se puede concluir que el comportamiento de los individuos es uno de los factores más importantes a la hora de determinar la utilidad de la política. En el caso de los regímenes autoritarios en mayor medida y en los regímenes híbridos en menor medida (aquellos que comparten características tanto de democracia como de autoritarismo) los individuos usarán la política para mantener su círculo de corrupción y así aferrarse al poder. Por el contrario, en los regímenes democráticos las personas utilizarán la política para proveer los bienes y servicios públicos disponibles a la mayor parte de la ciudadanía. En otras palabras, la escuela constructivista podría aseverar que la política no es más que lo que los seres humanos hacemos de ella.

En el ámbito normativo, sin embargo, la política sirve en la mayoría de los casos para agregar intereses individuales y para brindar alternativas al problema de los bienes colectivos descritos al inicio de este ensayo. La alternativa a la política de jerarquía, es decir aquella en la que un gobierno canaliza las necesidades colectivas de los individuos y regula el comportamiento de las personas a través de la legislación, es la política del poder puro. En este último caso, la anarquía, entendida como la ausencia de un gobierno que haga cumplir las normas de una sociedad llevaría a los individuos, al igual que lo ha hecho con los Estados, a vivir una vida “solitaria, pobre, repugnante, brutal y corta”, tal y como Hobbes la visualizó hace casi 500 años.

Bibliografía Bueno de Mesquita, B. et al (2003). “The Logic of Political Survival” MIT Press Cambridge Goldstein, J. y Jon Pevehouse (2009). “International Relations”. Pearson New York Hardin, G. (1968). “The Tragedy of the Commons”. Science 162 (3859): 1243-1248 Hobbes, T. (1651) “Leviathan”. Edwin Curley (Ed.) 1994. Hackett Publishing. Singer, J. (1980) “The Correlates of War. Testing some Realpolitik Models”. The Free Press New York

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César Montúfar

Asambleísta, Profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar, miembro de la Concertación cesarmontufar@hotmail.com

¿Para qué sirven la política y los políticos?

Este texto explora la utilidad de la política y los políticos en tiempos de globalización. Realiza una crítica a la anti política y el populismo que han dominado la política ecuatoriana por más de medio siglo y propone un conjunto de destrezas que deberían exhibir quienes decidan dedicarse a esta dura actividad. Adicionalmente, el artículo propone que la política en el siglo XXI debería orientarse a dos objetivos: la democratización del poder, la información y el conocimiento; y la promoción de igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos. Aquello implicaría reconocer que la política actual requiere una ruptura radical de las retóricas refundacionales y populistas que hoy gobiernan en varios países de la región.

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La anti política es ese sentir y pensar de mucha gente que mira la política como un ejercicio en sí mismo corrupto, carente de valor, parasitario. Los políticos, por tanto, nos dedicamos a ella porque no tenemos otra cosa mejor que hacer, porque somos incapaces de ejercer con éxito otras actividades valiosas o productivas.

En ese contexto, la figura del caudillo civil, de la que Velasco Ibarra fue la más apoteósica y trágica encarnación, y el populismo militar aparecieron como alternativa para trascender a la particularidad de los partidos, pretendiendo representar el interés de todos, en especial de los excluidos por la política partidista del momento.

… la actividad política en sociedades complejas como las actuales y que aspiran a ser gobernadas democráticamente requiere de características que no surgen de la noche a la mañana … La lucha por el poder, con todas las dimensiones materiales, simbólicas y psicológicas que involucra, dota a la política de una complejidad difícilmente comparable con otras esferas de la vida humana.

¿Para qué sirve la política? ¿Cómo los políticos podemos ser útiles a la sociedad? ¿Requiere un país como el Ecuador personas que se dediquen a la actividad política de forma profesional? Estas preguntas, si bien parecen obvias, resultan en realidad pertinentes porque nuestro país ha sido tierra fértil para la difusión de una de las más graves enfermedades de la democracia: la anti política. La anti política es ese sentir y pensar de mucha gente que mira la política como un ejercicio en sí mismo corrupto, carente de valor, parasitario. Los políticos, por tanto, nos dedicamos a ella porque no tenemos otra cosa mejor que hacer, porque somos incapaces de ejercer con éxito otras actividades valiosas o productivas. Ese desprecio a la actividad política deriva en un sentimiento similar frente a los partidos y movimientos políticos y tiene como consecuencia principal que se piense que ésta no debería ser ejercida por políticos, que no debería canalizarse a través de organizaciones políticas, sean éstas partidos o movimientos y, que por lo tanto, se la debería encargar a cualquier otro tipo de personas: empresarios, periodistas, académicos, cantantes, actores, profesionales, artesanos, etc. En el país hemos llegado al absurdo de pensar que lo mejor es hacer política sin políticos; que los partidos y organizaciones políticas podrían ser reemplazadas por los medios de comunicación o que, llegado el tiempo electoral, es suficiente con maquinarias electorales, agencias de publicidad, empresas de promoción de candidatos-productos para cumplir con el ritual de reemplazar a los gobernantes por la vía del sufragio. Hace poco, a propósito de la campaña de la última consulta popular, un consultor me dijo: “la única manera de combatir las posiciones del gobierno es con una campaña sin políticos, solo de ciudadanos”. Frente a un hecho eminentemente político como una consulta popular, este afamado consultor sostenía, sin sonrojarse, que los políticos y sus organizaciones debían retirarse del escenario y dejar el espacio a los ciudadanos y a la sociedad civil. En verdad, el desprecio a la política y los políticos no es nuevo en el Ecuador. La anti política es parte de la tradición populista que se consolidó en el país desde los años 30 del siglo pasado. La reemergencia del caudillismo y del reformismo militar como vía de modernización afianzó la idea de que la única forma de liberar al país del secuestro de los grupos dominantes en aquella época, hacendados y agroexportadores, requería romper con la política partidaria. Se partía del entendido de que los grupos de poder se encontraban efectivamente representados por los partidos Liberal y Conservador; siendo que el Partido Socialista reclamaba representar a los sectores obreros, campesinos y profesionales. En ese contexto, la figura del caudillo civil, de la que Velasco Ibarra fue la más apoteósica y trágica encarnación, y el populismo militar aparecieron como alternativa para trascender a la particularidad de los partidos, pretendiendo representar el interés de todos, en especial

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de los excluidos por la política partidista del momento. Si bien esta fue una salida temporal, la anti política se sedimentó en la cultura política ecuatoriana sobre la premisa, siempre repetida pero nunca demostrada, de que las grandes transformaciones solo podrían realizarse con la intervención de caudillos iluminados o actores extra políticos, como los militares, los mismos que se vistieron con discursos mesiánicos, redentoristas y maniqueos, propios del populismo que florecía con fuerza en el Ecuador y en casi todos los países de la región. Lo raro e increíble es que, a inicios del siglo XXI, la anti política siga siendo moneda corriente en el Ecuador; que millones de ecuatorianos, de todas las edades, condición social y formación académica, mantengan aún su pensamiento atado a nociones tan anacrónicas. Aquello, paradójicamente, ha sido promovido por los propios políticos quienes han sido los primeros en denostar de la política o por quienes han ingresado a la misma disfrazados de ciudadanos. Si a esto se suma el hecho irrebatible de que las organizaciones políticas existentes fueron incapaces de reconstituir sus propuestas programáticas y refrescar sus formas de convocatoria, el resultado ha sido la colonización del escenario político por actores muy diversos pero carentes del sentido y la contextura que exige el accionar político. Sí, sin que sea del caso defender a mis colegas políticos o defenderme a mí mismo (de hecho, el Ecuador está plagado de políticos con muy pocos méritos y el lector tiene todo el derecho de incluirme en ese grupo), es imposible hacer una política democrática en cualquier país del mundo sin gente que se consagre a ella; sin personas que estén dispuestas a ejercerla de manera profesional. Por supuesto, la profesionalización de la política tiene también sus bemoles. Sociólogos clásicos como Max Weber o Robert Michel advirtieron hace más de 100 años sobre los riesgos de la burocratización de la política. Sin embargo, la actividad política en sociedades complejas como las actuales y que aspiran a ser gobernadas democráticamente requiere de características que no surgen de la noche a la mañana, pues tomar decisiones políticas, es decir decisiones que afectan la vida de muchas personas y están respaldadas por la fuerza legítima del Estado, no es igual a administrar una empresa, dictar una clase, lograr un impacto mediático, ganar un juicio. En ese sentido, los empresarios, académicos, comunicadores, artistas, campesinos, etc. que deseen hacer política y, por supuesto, los políticos mismos que hacen ella su forma de vida, y piensen hacerla, en el marco de la democracia y renunciando al populismo, deberían exhibir algunas características mínimas, sin perjuicio de su orientación ideológica, que entre otras, me atrevería a resumir en el siguiente decálogo:

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1. Pasión por lo público 2. Sentido estratégico y visión de futuro 3. Ética de responsabilidad 4. Sentido de realidad y racionalidad para enfrentar situaciones complejas 5. Ideología o una concepción del interés público 6. Destrezas comunicacionales 7. Voluntad de diálogo y vocación para llegar a acuerdos 8. Capacidad de aprendizaje 9. Habilidades administrativas y fortaleza para tomar decisiones 10. Voluntad de poder y objetividad para manejarlo

Este decálogo describe un mínimo y, ciertamente, haría falta agregar muchas otras cualidades. Sin embargo, solo poseer las aquí anotadas no resultaría poca cosa. Muy difícilmente una sola persona estará en condiciones de dominar y combinarlas todas. De ahí que la arena política esté repleta de personajes que pueden ser buenos para lograr adhesiones y excelentes comunicadores pero que son ineptos para tomar decisiones públicas y se envilecen en la primera oportunidad que les coquetea el poder; o políticos incapaces de dialogar y llegar a acuerdos que son, empero, excelentes tomadores de decisiones, buenos administradores; o políticos que tienen una gran pasión por asuntos públicos pero que padecen de una ignorancia supina, no tienen capacidad de aprendizaje y son temerarios en sus decisiones y opiniones, no tienen el menor sentido de responsabilidad y visión de futuro. Puede haber tantas combinaciones como personas, y nadie (incluso quien desde la cuna se sienta predestinado para la política) podría humanamente ostentar todas ellas. De ahí, que no hay otra posibilidad sino que los políticos se hagan, se formen, se vayan construyendo. Un político o política es siempre producto de un largo proceso de formación, cuya escuela principal, más allá de la educación formal, es la práctica política, la misma que, además, está determinada por el hecho político fundamental, que es la lucha por el poder. La lucha por el poder, con todas las dimensiones materiales, simbólicas y psicológicas que involucra, dota a la política de una complejidad difícilmente comparable con otras esferas de la vida humana. De ahí que para filósofos de la política y el derecho como Carl Schmitt, lo distintivo de la política es


… esa vana lucha de actores individuales por el poder, ese confundir la democracia con las elecciones, el liderazgo democrático con el carisma caudillista, el político militante con el candidato, puede hundir a una sociedad en una de las peores formas de corrupción.

la oposición última entre amigo y enemigo; oposición que encierra todas las demás manifestaciones de la conflictividad humana.

Seguro que en su tiempo, el Libertador y el Viejo Luchador estuvieron en lo correcto; sin personalidades como las suyas, nuestras naciones hubieran tomado otros derroteros. Pero el que hoy, en pleno siglo veintiuno, tengamos políticos que busquen imitarlos … solo proyecta una política y unos políticos desconectados de la sociedad en que deben actuar.

El riesgo de trivializar la política asumiéndola, exclusivamente, como la lucha y conservación del poder, es lo que la despoja de una de sus funciones y características fundamentales que es ser el medio a través del cual los seres humanos podemos construir colectivamente la sociedad en que queremos vivir. Este es el ideal de toda sociedad democrática y el rasgo esencial que la diferencia de las que no lo son. En ese sentido, esa vana lucha de actores individuales por el poder, ese confundir la democracia con las elecciones, el liderazgo democrático con el carisma caudillista, el político militante con el candidato, puede hundir a una sociedad en una de las peores formas de corrupción: la gula por el poder de aquellos que están en la escena política y han perdido cualquier noción trascendente del por qué están allí; convirtiendo el encargo que algún día recibieron de sus mandantes en un juego vacío de vanidades y particularismos.

La política es una actividad muy distinta al altruismo, a la filantropía o, incluso, al activismo cívico. Por ello, la acción política democrática, requiere de la utilización constante de sondeos de opinión pública, investigación, definición estratégica que guíen la interacción entre actores políticos y la lucha por el poder.

Para los populistas, en cambio, que hacen política desde la anti política, las cosas pueden resultar más sencillas. Crear o producir un político es un tema que puede solventarse con unas cuantas maniobras publicitarias, logrando que el aspirante ubique el discurso e imagen adecuados para seducir a los electores desde el maniqueísmo, la ruptura total con lo existente, el rechazo a los procesos e instituciones. No importa qué mueve al aspirante para buscar un espacio de servicio público; si tiene o no condiciones de administrar; si le alimenta una cierta visión de futuro o se encuentra consumido por la vorágine coyuntural; si está en condiciones psicológicas de manejar el poder o se trata de una presa fácil de la adulación o la vanidad –de paso, el peor defecto de un político. Para esta perspectiva simplista, el accionar político se reduce a uno de sus componentes: la capacidad de comunicar el mensaje adecuado para ganar elecciones y alcanzar el poder, y una vez logrado, mantenerlo.

Pero ejemplifiquemos lo dicho con lo que sucede actualmente en el Ecuador. La retórica de la llamada “Revolución Ciudadana” se sustenta en la obsesión de regresar al país, a contramano del tiempo, al imaginario de la época en que nacimos como República. Hoy prevalece un culto absoluto a los personajes libertarios, Bolívar, Alfaro y compañía, que pretende trasladarnos en el tiempo a sus dilemas. Pero reconocer que la liberación de nuestros países de la dominación colonial otorga fuerza y razón a lo que ahora somos como república no quiere decir que debamos seguir atados al imaginario independentista; que volvamos a protagonizar similares teatros libertarios como si nuestro país acabara de nacer y necesitáramos refundarnos. En todo ello, no hay nada más que una visión colonialista del quehacer político que niega totalmente el presente con el

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único propósito de entregarnos a la gula de poder del caudillo gobernante. Y es que esta negación de la realidad proyecta erróneamente que la buena política y el buen político es quien reedita gestas libertarias pasadas, quien hace las veces de un nuevo redentor. Seguro que en su tiempo, el Libertador y el Viejo Luchador estuvieron en lo correcto; sin personalidades como las suyas, nuestras naciones hubieran tomado otros derroteros. Pero el que hoy, en pleno siglo veintiuno, tengamos políticos que busquen imitarlos, que se pongan a blandir su espada en gestualidad ciertamente ridícula, solo proyecta una política y unos políticos desconectados de la sociedad en que deben actuar. En suma, esta forma de hacer y concebir la política puede resultar útil para legitimar al caudillo, pero no nos servirá para transformar el Ecuador, para resolver sus problemas acuciantes, para ponernos al día y afrontar los desafíos del siglo XXI. Y es que colocar en similares términos al dominio colonial español y a las complejas y sofisticadas redes de interdependencia del actual mundo globalizado, en las cuales sin duda se producen relaciones de dominio pero de naturaleza distinta, constituye una desubicación histórica colosal. Cual si fuera todo, la reedición de la política anti colonialista decimonónica en el presente, en vez de ayudarnos a poner los pies en las complejidades de la sociedad del conocimiento, nos coloca mentalmente con la cara hacia el pasado, peor aún, reduce la acción política a la negación del presente. La idea de refundación, que tanto les anima a nuestros revolucionarios criollos del siglo XXI, en sí misma es solo eso, la negación del pasado. El problema es que de tanto negarlo, no es posible salir de él; y uno termina repitiéndolo y reeditándolo constantemente. Por ello, la trivialización de la política se la compensa con discursos de falsa trascendencia, con la proliferación de panfletos inocuos y la ausencia de programas verdaderos. La acción política se desacomoda de su escenario real como espacio en que se dirime el sentido o la posibilidad de cambio de una sociedad y pasa a consumirse en rivalidades personales, en demagogia, en crispada confrontación, en un delirante escape de la realidad y negación del presente. En la dominante retórica revolucionaria, encontramos una arrolladora capacidad de comunicación y propaganda, pero muy poco de visión estratégica, sentido de realidad, ética de responsabilidad, voluntad de diálogo y búsqueda de consensos, uso objetivo y moderado del poder. Así no se puede cambiar un país; así solo se produce y reproduce la gula de poder de la élite gobernante. Retomemos el hilo del ensayo. Si la acción política tiene al poder como medio y fin, “comunicar el mensaje adecuado para lograr las adhesiones que posibiliten ganar elecciones y alcanzar el poder” es un dato ineludible para cualquier mortal que decida dedicarse a ella. La política es una actividad muy distinta al altruismo, a la filantropía o, incluso, al activismo cívico. Por ello, la acción política democrática,

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sobre todo en las sociedades contemporáneas, requiere de la utilización constante de sondeos de opinión pública, investigación, definición estratégica que guíen la interacción entre actores políticos y la lucha por el poder. Hoy más que nunca, sería ingenuo o irresponsable pensar que las acciones y decisiones de los políticos puedan basarse en su olfato o en los “golpes de ojo”, como decía Napoleón. El escenario político es cada vez más complejo y esa complejidad exige el uso de técnicas modernas de investigación, planificación estratégica y comunicación. Empero, como lo he intentado demostrar en este ensayo, aquello no agota las habilidades y destrezas que deben dominar quienes se dediquen a la política, en especial si su pasión va más allá de la sola ambición de poder. Consecuentemente, en democracia, la formación y preparación de los políticos o de quienes aspiren a serlo resulta harto más complicada. No puede, o no debe, improvisarse. Para eso, precisamente, son útiles las organizaciones y partidos políticos, los mismos que entre sus funciones principales cumplen aquella de preparar a los cuadros que han de asumir responsabilidades de gobierno. De ahí que, cuando se afirma que la política debe hacerse sin políticos y sin organizaciones políticas se comete una grave irresponsabilidad, pues se corre el riesgo de entregar, en manos de quienes no están preparados, el manejo de asuntos públicos que son de interés de todos. Pero regresemos a las preguntas con que inicié este ensayo: ¿Para qué sirven la política y los políticos en un país como el nuestro? ¿Qué papel debe cumplir la acción política en las sociedades contemporáneas? La política, en tiempos de globalización, calentamiento global, replanteamiento mundial de la matriz energética; la política en la era del conocimiento, en medio de la revolución de las tecnologías de comunicación, requiere un ineludible compromiso con la democracia. Para tomar por los cuernos a ese desafío no hay otra alternativa que hundir las manos en los teclados de la sociedad del conocimiento. Aquello implica comprender que los ciudadanos del siglo XXI interactúan con un nivel de información y empoderamiento, impensables hace unas pocas décadas. En este nuevo y cambiante contexto, las sociedades complejas del presente y del futuro no podrán ser gobernadas desde la imposición de patrones de autoridad verticales, autoritarios y excluyentes sino que requerirán un creciente involucramiento y participación de los ciudadanos. Aquello significará una reinvención de los modelos de autoridad política en una tendencia inequívocamente democratizante. Solo así podrá asegurarse la gobernanza de las sociedades del siglo XXI en que la gastada figura de los autócratas o los caudillos sencillamente quedará atrás. En ese sentido, si los políticos queremos servir para algo en estos tiempos de globalización, debemos concentrarnos en dos tareas fundamentales, a saber:


1) La democratización del poder, la información y el conocimiento; y 2) La generación de oportu nidades para todos.

… para que la gente pueda tomar decisiones responsables con el poder que debe tener en sus manos, las políticas públicas deberían tomar como eje transversal la creación de capacidades en los ciudadanos.

En el siglo XXI, las sociedades no podrán prosperar, no se transformarán ni resolverán sus problemas, sin entregar el poder de decisión a la gente; sin lograr que cada ser humano o grupo social se encargue y tome por sí mismo sus propias decisiones. Una democracia más profunda es el único modelo político viable en la sociedad de la información. La democratización de la sociedad se expresará en términos de descentralización, autonomías, cogobierno; requerirá de una verdadera participación de la gente en los asuntos públicos, una real rendición de cuentas de los funcionarios, transparencia y la máxima posible circulación de la información y el conocimiento. En concreto, el mundo contemporáneo exige que las sociedades democraticen el poder y eso se llama crear ciudadanía, hacer ciudadanía activa. Las nuevas realidades de la globalización exigen políticas efectivas que difundan el poder de decisión entre la gente, lo cual mucho tiene que ver con retóricas refundacionales y peor con la creación de lazos clientelares entre gobernantes y ciudadanos. En este contexto, para que la gente pueda tomar decisiones responsables con el poder que debe tener en sus manos, las políticas públicas deberían tomar como eje transversal la creación de capacidades en los ciudadanos. Solo así, ellos y ellas estarán en condiciones de escoger la vida que quieran vivir, con el mínimo de obstáculos y limitaciones. Por ello, el tema central de las políticas públicas y de la intervención del Estado en el presente y el futuro debe ser la promoción de igualdad de oportunidades entre todas las personas. El camino hacia ello no es quitar a unos para dar a otros; no es enfrentando a los ciudadanos de un mismo Estado. El camino hacia ello pasa por la institucionalización de políticas públicas consistentes y de largo plazo en educación, salud, seguridad; políticas de incentivo económico al sector privado, de inserción del Ecuador en el mundo, de énfasis en la conectividad, de cuidado del ambiente, de seguridad jurídica, de generación de empleos de calidad. Todo ello, en el marco de una democracia cada vez más profunda. El camino hacia ello es abrir el espacio para la libertad, para las libertades en todo sentido.

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Para ello debe servir la política en el Ecuador; para ello debe servirnos el hacer política y consagrarnos al servicio público. Ello, evidentemente, requiere innovar y romper con taras del pasado pero, igualmente, conservar y mantener procesos que vienen de atrás. Las refundaciones deberían desaparecer del imaginario de una política responsable pues no requerimos que ningún Bolívar o Alfaro vuelva a nacer sino que nosotros, personas con defectos,

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virtudes, amores y odios, actuemos con pasión, ética de responsabilidad, sentido de realidad, conocimiento, cierta concepción sobre el interés público; capacidad para tomar decisiones, voluntad de diálogo y concertación. Es decir, que actuemos como políticos que persigan el poder pero que no pierdan de vista que su función principal es servir al interés público. Esa es la política que reivindico; la política que vale la pena asumir.


Juan Sebastián Roldán Militante de Ruptura de los 25 jsroldan@politik.com.ec

El servicio y el delirio de la Política ¿Para qué sirve la política? ¿Por qué hacer política? Una breve discusión entre el servicio y el escenario … la Política sirve para modificar las precondiciones de una sociedad que generan desigualdad, inequidad e injusticias entre sus pobladores. Pero … imagino es la respuesta que, mil veces repetida por distintos interlocutores, ha justificado las mayores atrocidades al tiempo que los más provechosos cambios en las distintas épocas y sociedades a lo largo de la historia de la humanidad.

Era así que las soluciones a las inequidades, desigualdades e injusticias, no aparecían tan sencillas como un mago que llegaba y sacaba un conejo de un sombrero o un buscador de tesoros que llegaba con la gallina de los huevos de oro, para que esos cambios se llevasen a cabo.

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Tengo treinta y dos años, hace poco más de siete, dejé las aulas de la USFQ. Viví, como muchos otros jóvenes, la situación de elegir erradamente, a mis dieciocho años, la carrera que seguiría. Salí del Colegio Alemán de Quito en el que estudié y el hecho de que las letras no daban de comer me sugestionó a buscar una carrera más lucrativa para estudiar.

que salté al vació y en la USFQ opté por la carrera de “Artes Liberales”. La Universidad no ofrecía y comprendo que aún hoy no ofrece, Ciencia Política como carrera, así que busqué aquella que más se acercaba.

Y contar esto tiene el sentido de poner por escrito las razones que entonces me llevaron a optar por la política como opción de vida y las que aún hoy dan vueltas por la cabeza al haberla ejercido y vivir de ella.

En pleno vuelo, tras el salto antes mencionado, me encontré con que la política no era solo conocer la teoría del régimen de partidos, sino que en las distintas clases de literatura, historia o filosofía, encontré la verdadera respuesta a la primera interrogante presentada en este escrito. Arguedas, Vargas Llosa o Carlos Fuentes, con “El Señor Presidente”, la historia del Dictador Trujillo en “La Fiesta del Chivo” o el maravilloso año 1968 para las revueltas estudiantiles de Paris, México o Praga en “Los 68” fueron matizando la respuesta. La política se hacía ya no solo para modificar ciegamente precondiciones, sino que a partir de lo vivido en las distintas sociedades, todas las circunstancias respondían a momentos históricos predeterminados, -como me lo contaría el fantástico historiador Alain Rouquié en “La historia de América Latina”- es decir que no podían desconocerse como las vueltas en un camino ya recorrido. Esas posibles modificaciones debían, además, reconocer los fenómenos sociales que las provocaban -teoría básica de mi amada Sociología- y a nosotros los seres humanos nos entregaban parte de cada responsabilidad como un elemento de un sistema -Teoría Sistémica y Constructivismo básico-.

Quiero entonces proponerles el siguiente esquema para una reflexión sobre la política que pretende caminar de la mano de la teoría y los pocos años de vida que llevo en esta senda. Para eso partiré de dos interrogantes y una discusión final.

Era así que las soluciones a las inequidades, desigualdades e injusticias, no aparecían tan sencillas como un mago que llegaba y sacaba un conejo de un sombrero o un buscador de tesoros que llegaba con la gallina de los huevos de oro, para que esos cambios se llevasen a cabo.

Ya en el Colegio el bichito de la política me había picado. Fui electo Presidente del Consejo Estudiantil en mi sexto curso y con esta gestión había vislumbrado un camino deseado, pero hasta entonces no posible. Así fue que dejé que las razonables ideas de quienes sabían cómo llenar una billetera puedan con mis pasiones aparentemente ingenuas. Dos años traté de que esa idea de prosperidad personal cale dentro mío, pero esas pasiones por las letras, la filosofía, la sociología y la política fueron ganando camino. A mis veinte, un poco más maduro y con la certeza de que lo que amaba traía el riesgo de complicar el fin de mes, pero la posibilidad de la felicidad diaria, accedí al camino que hasta hoy sigo.

¿Para qué sirve la política? Lo primero que viene a mi cabeza, cuando busco esta respuesta, es que la Política sirve para modificar las precondiciones de una sociedad que generan desigualdad, inequidad e injusticias entre sus pobladores. Pero claro, tras leer esta respuesta, no solamente que suena a “Alicia en el País de la Maravillas”, sino que imagino que es la respuesta que, mil veces repetida por distintos interlocutores, ha justificado las mayores atrocidades al tiempo que los más provechosos cambios en las distintas épocas y sociedades a lo largo de la historia de la humanidad. Es por eso que creo indispensable cotejar la teoría con mis razones personales de optar por la política. Ya comenté mis tropiezos personales en la elección inicial de la carrera, pero ahora quiero decirles que esos tropiezos son los elementos más importantes que yo he vivido para construir el hombre que soy. Si me pregunto cuál fue el punto de inflexión que me llevó a poderme hoy considerar una persona satisfecha, creo que fue ese momento en el

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Entre mis clases Universitarias del pregrado me encontré con un Ecuador y una América Latina que llenos de riquezas y matices complicaban la respuesta, y por eso, busqué en mis estudios posteriores una respuesta menos simplista. Así fue que, primero en Salamanca y luego en Madrid, intenté encontrar la sabiduría que guardaban los cientos de años de lucha por la igualdad, por el bienestar para la ciudadanía y por la generación de una ciudadanía crítica que había construido con los años el viejo mundo. De allí, como de cada espacio en el que he buscado, vine con más preguntas que respuestas y con la certeza de que no encontraría manuales o procedimientos claros para las modificaciones y que los caminos por miles de líderes recorridos, serían un haz de luz para lo que yo mismo viviría poco tiempo después. Así fue, que tras lecturas, estudios y películas, además de miles de historias compartidas con compañeros de aulas y profesores en tres Universidades distintas, creí que habría de dar otro salto y buscar las respuestas en la acción. Al fin y al cabo comprendí en mi vida que el graderío brindaba la satisfacción ilusoria del cómplice invisible, pero el ruedo la certeza del que aún errando estaba en busca del camino.


… Otra razón por la que creo que se debe hacer política, es para generar debates colectivos sobre la historia de un país y así generar un espíritu crítico entre la población, para que decida convertirse protagonista de su futuro.

¿Por qué hacer política? Creo que se puede hacer política por dos motivos y dentro de ellos para dos objetivos grandes. Los motivos son porque tenemos algún pariente admirado que nadó en estos mares o porque sin progenie el individuo arriesga el cuello. Los dos objetivos, en el Ecuador y en todo el mundo: porque de verdad creemos en la posibilidad de la modificación de las precondiciones antes mencionadas o porque se busca llenar el bolsillo pronto. Imaginemos la complicación de no optar por el billete y aún así jugar la partida de la política. Ahí sí los riesgos -si hablaríamos de riesgos/ oportunidades en un emprendimiento cualquiera- son inimaginables. Tras una reflexión pragmática y egoísta, muy propia de nuestros tiempos, generaciones enteras de gente honorable decidió apartar su gusto por la política y dedicarse a cualquier otra cosa. Por eso decidí hacer política. Porque no tenía parientes que me recomienden, porque el camino del fácil billete no era opción y porque como el primer salto al vacío en mi vida resultó en vuelo, debía apostarle al rojo -nunca mejor dicho por la apuesta ideológica que me guía- y porque en los lugares que yo dejaría sin ocupar estarían los otros, aquellos que medían el cargo por el rendimiento económico informal que les resultaba. Además, tuve la suerte de que en mi período de licenciatura fui conociendo a muchos hombres y mujeres que soñaban lo mismo que yo. Así, ya sin estar tan solo, el camino sería más bacán, creía entonces y lo afirmo hoy: la apuesta menos alocada, y los errores menos garrafales, pues las decisiones en colectivo apuestan menos y aciertan más. Fue así como formamos un grupo político que partió con la necesidad de que la memoria colectiva no se congele en la coyuntura y se repiense los entonces veinticinco años de democracia que hasta entonces vivimos. Otra razón por la que creo que se debe hacer política, es para generar debates colectivos sobre la historia de un país y así generar un espíritu crítico entre la población, para que decida convertirse protagonista de su futuro.

Es así que estos liderazgos juegan a su transparencia casi ignominiosa, acompañada de una cruzada individual propuesta como absolutamente desinteresada y casi enajenada de los pecados mundanos. Como si lo anterior fuera poco, como son casi inhumanos su fin debe terminar en tragedia -emulando la cruz y la resurrección- por lo que esa paranoia crece durante los años de Gobierno.

Le dimos una vuelta al Ecuador, y en sus plazas apostamos fotografías que llevaban a debates sin fin sobre los distintos hechos que ellas evocaban: “Que si Roldós había sido un buen Presidente o Hurtado un acertado economista; que si Febres Cordero era solamente un eficaz Alcalde o un oscuro gobernante; que si Borja había aprovechado la oportunidad de cambio que el país le ofrecía o se había quedado en los temores que sus cambios le significarían en el futuro; llegando a la tibieza de Durán Ballén, la locura de Bucaram, la fugacidad de Rosalía, la cintura de Alarcón, el descalabro de Mahuad, la insignificancia y mal humor de Noboa, la mediocridad y poca honorabilidad de Gutiérrez”. Todo esto en plazas de ciudades que habían olvidado la

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discusión política. Fue así que los medios de comunicación exaltaron un conjunto de jóvenes que desafiaban la ruptura generacional y llenaban el espacio que sus padres les habían regalado a sus abuelos. Ahora y desde hace siete años, ya no hablo en primera persona sino en plural porque a la vuelta de la segunda maestría, nosotros con la Ruptura de los 25, le apostamos durante casi cuatro años a ser parte del gobierno de Rafael Correa y de la Asamblea constituyente del 2008 a partir de un acuerdo programático firmado en el 2007. Personalmente, amparado en gran parte de las razones que he intentado dejar escritas en esta reflexión, ocupé cargos desde el Viceministerio del Ministerio Seguridad, del Ministerio Coordinador de la Política, del Ministerio del Interior hasta ostentar por diez meses el cargo de Ministro Secretario de Transparencia y Gestión de este mismo Gobierno.

Una breve discusión entre el servicio y el escenario Hoy, diez meses después de dejar las canchas políticas porque ese acuerdo citado se agotó y porque la apuesta democrática fue suplantada por la búsqueda de soluciones rápidas y riesgosamente autoritarias, les propongo reflexionar sobre esta disyuntiva que suma al debate anterior las apetencias ególatras personales frente a la mística de servicio al prójimo. Yo mismo, pongo en duda ese cambio altruista, por sí mismo, que solamente mira la mística como opción única. Creo que la vida tiene un conjunto de matices y que los extremos totales no existen y si se buscan terminan en catástrofes mundiales. Por citar un ejemplo de ello, pienso en los liderazgos mesiánicos de Getulio Vargas en Brasil, de Perón en Argentina o del mismo Velasco Ibarra en nuestro país -a momentos creo que el Presidente Correa cae en el mismo error-. Este conjunto de ideas y acciones confluye con las ideas cristianas de la misión en la tierra, que exaltada por personalidades que no han trabajado en los demonios que los acompañan se transforma en mesianismo -en un diagnóstico sicológico básico se llama, trastorno mesiánico que es la mezcla entre egolatría y paranoia-. Es así que estos liderazgos juegan a su transparencia casi ignominiosa, acompañada de una cruzada individual propuesta como absolutamente desinteresada y casi enajenada de los pecados mundanos. Como si lo anterior fuera poco, como son casi inhumanos su fin debe terminar en tragedia -emulando la cruz y la resurrección- por lo que esa paranoia crece durante los años de Gobierno. Me parece que esa cruzada puede ser tan nociva como la que apunta a intereses personales únicos. La construcción de la autoestima en todos los seres humanos, nace de la necesidad de reconocimiento. En política está más presen-

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te porque es en espacios grupales en los que las ideas propuestas toman sentido o no. En la misma dinámica que la reflección anterior, si esta se vuelve una obsesión terminamos con la historia mil veces contada del político que para ver su propio entierro y no dejar el escenario ni después de muerto, pide ser embalsamado para que en sus funerales lo contemplen por última vez. El problema de cualquiera de estas dos razones personales en el extremo no es solamente individual, ni pesa solo sobre las excentricidades del líder, sino que al relevar únicamente las virtudes personales como casi milagrosas aleja a esa ciudadanía de tomar parte de las discusiones y apuestas colectivas que este súper líder emprende. Trepado en su talento y carisma en la tarima, y rodeado de comensales que lo corroen -pienso en la imagen del “Señor de los Añillos” en que el rey estaba embelesado por un comensal aprovechador- no reconoce sus defectos y los traspasa a la ciudadanía cómoda en la ilusión. Este es exactamente el camino en el que la ilusión mesiánica desplaza cualquier criterio de servicio y se convierte en gestión política individual milagrosa. Años más tarde, con los cambios inexorables de la historia, todas las ciudadanías despiertan y se encuentran con la enorme brecha que les queda para brindar soluciones estructurales a los problemas conjuntos; frente a las soluciones rápidas que le habían otorgado quienes divorciados de la ciudadanía crítica parcharon y dañaron más la realidad, se debe plantear un camino colectivo de acuerdos nacionales a favor de grandes soluciones permanentes a las necesidades mayoritarias. Hoy, yo mismo me pregunto por qué y para qué hago política y mi respuesta es mucho más sencilla que la anterior. Si apuesto nuevamente a la actividad política activa, lo haré para recostar la cabeza cada día con la sensación, no de haber cambiado el Mundo, el Ecuador, ni siquiera la vida entera de una persona; sino de haber apuntalado un momento de un ciudadano que le permita ser parte de un pequeño cambio. Pensaré a diario si la vocación de servicio convive en armonía con la búsqueda de reconocimiento de las ideas propuestas y las acciones generadas. Entre tantos pequeños cambios generados por millones de personas, partícipes de un solo sistema, creo hoy, que se cambia el mundo. Este tipo de liderazgos debe ser incluyente, sabiamente humilde, y debe reconocer que al mismo tiempo que le gusta la tarima y a ratos las cámaras y hasta las palmaditas de felicitación, le llena la vida la sensación de tomarse el ruedo, con todos sus riesgos, para apostar a un cambio que termine con la desigualdad, la inequidad o la injusticia, de la mano de millones de personas que lo acompañan hacia el futuro.


Leonardo Izquierdo Montoya Instituto de Investigaciones Econรณmicas UTPL

Sustentabilidad en el Ecuador, mรกs allรก del paradigma

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El medio natural que constituye nuestro hogar, ha sido la casa de nuestros antepasados y será la de nuestros descendientes. Durante las últimas décadas se han originado algunas metáforas, tomando en consideración el concepto de cambio climático que van desde nombres como “La Naturaleza el primer maestro” (Rousseau, 1968, citado en Labandeira X., 2007) hasta libros como “El Tortuoso camino de Kioto a Quito” (Martínez E., 2009). Revisando la historia, observamos que Reino Unido en la década de los setentas en el siglo pasado, creó un consejo para la educación ambiental, siendo pionero a nivel mundial y se constituyó en el inicio de una serie de nuevos casos como lo sucedido en los países nórdicos con la carta de Belgrado; aunque se reconoce también que la UNESCO en 1949 realizó un estudio acerca de la preocupación ambiental que no fue determinante aún en la toma de decisiones internacionales.

El inicio se establece en 1971 específicamente cuando la Conferencia de las Naciones Unidas da a conocer el informe Founex1 considerando la disminución de recursos, posible contaminación ambiental y deterioro social en base al decrecimiento del desarrollo, generando una preocupación cristalizada en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA, 1973), cuyas prioridades fueron asistencia técnica, ayudas y programas ambientales. Dentro de los eventos claves alrededor del mundo tenemos el Seminario de Belgrado (1975), la conferencia Tbilisi (1977), pero es con la publicación del informe Brundland (1987) donde ya se habla de la relación entre la regulación ambiental y los modelos de desarrollo, obteniendo la definición de sustentabilidad entendida como “la satisfacción de necesidades de la generaciones presentes sin compro1 Localidad Suiza donde fue redactado el informe en la Conferencia sobre medio ambiente de Estocolmo.

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meter la satisfacción de las necesidades de las generaciones futuras” teniendo al medio ambiente como prioritario y limitado, donde inicia la verdadera preocupación mundial en base a la sustentabilidad. Es recién en 1992 luego de prácticamente una década, con la Declaración de Río en Brasil, donde 160 presidentes de diferentes países del mundo se comprometen a generar políticas ambientales y acuerdos de diversidad biológica, convención de cambio climático, y temas de desertificación. Así mismo se realizó en la misma ciudad un foro global con 15 000 participantes que acordaron trabajar en pro de sociedades sustentables y responsabilidad global. En 1997 con el Protocolo de Kyoto, incluso se acordó reducir las emisiones de los gases que causan el calentamiento global, en un 5% hasta el año 2012, y en el 2002 con la cumbre de Johannesburgo se habló del manejo sostenible del agua, energía, pobreza, calentamiento global, recursos naturales, biodiversidad y comercio. No es un tema nuevo, ya hablamos de medio ambiente y sostenibilidad prácticamente seis décadas completas, y la pregunta que aún queda en mente es: ¿Qué ha hecho la humanidad realmente por tener un desarrollo sostenible?. Los análisis teóricos en cuanto a la biósfera y su relación directa con la economía han sido periódicos, enfocándose en el problema mundial que significa una alta generación de entropía, entendida como una medida de la falta de disponibilidad de materia y energía, la misma que en los procesos productivos se ve afectada por los flujos de transformación económica produciendo una gran cantidad de residuos, que no han sido devueltos al sistema cíclico natural sino que son perdidos por la falta de conocimiento ecológico. La economía neoclásica mide una actividad económica circular que se da entre las familias y la empresas intercambiando factores de producción, sin embargo todo proceso productivo genera altos contenidos de residuos, que si tienen un buen canal de reciclaje podrían ser energía residual útil o generadores de energía alternativa que eviten nueva destrucción ambiental en busca de las fuentes de energía tradicionales. Aunque Daly (1992) configuró una diferencia entre economía tradicional, ambiental, de recursos naturales y ecología en base a la función del ser humano y del sector no humano, es todavía más relevante entender a la biósfera como un todo que nos da vida y da vida al resto de seres, no teniendo que ser destruida ni exterminada porque no solo es importante la extracción de recursos, sino la protección que genere equidad presente y futura en nuestra sociedad. No es una cuestión teórica, ni tampoco netamente práctica, es una suma de variables que hacen del desarrollo

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sostenible una realidad que ya dejó de ser un ideal para algunos países. Casos como el de Santa Mónica en EEUU y su proyecto de conservación de recursos y regeneración de residuos, Jiaxing en China que maneja modelos de construcción ecológica y desarrollo sustentable, Leipzig en Alemania con su ejemplar producción de energía eólica alternativa (Woodrow W. et. al., 2010) hacen pensar que habemos países que a más de ser denominados tercermundistas deberíamos ser llamados países de pensamiento retrógrada. El concepto de Eco-Desarrollo fue introducido por primera vez en la conferencia de Estocolmo (1972) y el de Desarrollo Sustentable en los ochentas desde la perspectiva económica por Ignacy Sachs (1980). Estos criterios llevan a pensar que los ejemplos antes expuestos deberían ser imitados desde su concepción teórica pero ajustados a las diversas realidades, siendo las comunidades quienes definan su propio estilo de desarrollo particularmente a través de un apropiado nivel tecnológico, que sea compatible con su contexto cultural, institucional y ecológico. Se debería entender que la sustentabilidad comprende un alto grado de cohesión y balance entre los mercados, el gobierno y la sociedad civil diseñando procesos de planeación participativa , entendida como interacción entre los agentes involucrados en estos procesos, tomando básicamente criterios ya expuestos como por ejemplo lo dicho por Smyth y Dumanski (1993) acerca de la agricultura sustentable y el manejo de agua y sus cinco pilares de la sustentabilidad como son: productividad, estabilidad y seguridad, protección de recursos naturales, viabilidad y aceptabilidad; siendo este un enunciado dentro de las varias investigaciones que se han realizado acerca del tema. La ética antropocéntrica ya nos hablaba de la realidad utilitarista que pone énfasis en el bienestar de los individuos, considerando que estos son el centro del cosmos y son los únicos que pueden dar valor a sus componentes (Azqueta D. et. al., 2007) sin embargo, ahora al hablar de antropo-

centrismo ampliado incluimos a la biósfera como útil en sí misma, pero nos estamos olvidando que de la misma manera sigue siendo el ser humano el verdadero propósito de la sustentabilidad, tratando de abstraer una definición que hace décadas se ha considerado, equilibrando los polos que generen desarrollo componiendo un esquema triangular en base al crecimiento económico, la equidad social y la dimensión medioambiental. (Nijkamp, 1990, citado en Hauwermeiren S. 1999).

Energía, emisiones de CO2, ingreso de los hogares y áreas protegidas. Introduciéndonos en la realidad ecuatoriana bajo los paradigmas internacionales, debemos verificar como se encuentran los niveles de cambio ambiental frente al uso de los diversos recursos naturales. En el presente documento se exponen datos acerca del manejo energético, emisión de gases contaminantes a más de contrastar con las áreas de conservación que se posee en el país. Se puede analizar el manejo energético tomando en cuenta que el consumo de energía, a través de las últimas décadas ha sido mayor; pero es aún más valioso aprender a distinguir el tipo de energía utilizada, porque de ella justamente dependen los niveles de contaminación. Observando cifras de la última década en el Ecuador (tomando en cuenta cifras hasta el 2008) el incremento de las energías no renovables ha sido notorio, teniendo una tasa de crecimiento promedio anual del 45% , frente a la de las energías renovables del 7%, lo que significa que se está teniendo criterios contrarios a la realidad de protección medioambiental que requiere el país. El gráfico 1 nos permite observar estas tendencias.

Gráfico 1 Uso de Energía en Ecuador durante la última década (Mega watt por hora)

Fuente: Estadísticas medioambientales del Ecuador de la Comunidad Andina. Elaboración: Instituto de Investigaciones Económicas UTPL.

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La explicación que maneja el CONELEC2 apunta al manejo de energías térmicas como: turbogas, MCI y turbovapor que han sido muy importantes fuentes de generación de energía en la última década. Por ejemplo en el año 2006 fue más utilizada la energía no renovable, generando el 46,9% del total de la energía nacional, mientras que la energía renovable fue el 43,5% y la diferencia se constituyó en energía importada. Sin embargo existen importantes avances para el año 2008 en donde el panorama cambia, pasando al 49,6% de consumo nacional en energía renovable y un 45,6% de no renovable teniendo un 4,8% de energía importada. Este es un punto positivo para el país, al tener una tendencia de incremento en el consumo de energía renovable, aunque aún es demasiado bajo, en relación a lo que realmente se espera. Además esto se puede explicar porque en los años 2007 y 2008 ingresa la generación de energía eólica al país, con un aporte de 2680 mega watt por hora para el 2008, a más de los programas alternativos solares que aún son mucho menores por sus altos costos de implementación. Justamente esto ha dado origen a incrementos de entropía de manera incontrolada provocando reducción de recursos e incrementando los daños sobre el medio ambiente. Cuando se habla de cambio climático, rápidamente viene a la mente la emanación de gases de efecto invernadero. A nivel internacional ha sido compleja esta medición pero se han destacado datos como que 2500 millones de toneladas de dióxido de carbono se producen al año por la quema industrial de combustible fósiles y 1500 millones provocan la emanación de gases de los vehículos, es preocupante pero es una realidad a nivel mundial que no es extraña a las condiciones que ocurren en el Ecuador. Debemos estar claros que la reacción química producida al quemar un galón de gasolina o al utilizar energía térmica es muy similar en un proceso productivo (Oliva N. et al., 2011). La valoración de la cantidad de gases efecto invernadero que se emiten en el Ecuador, no ha sido la excepción en su medición. Podemos usar una metodología expuesta por el SRI3 e ILDIS4 como lo muestra el gráfico 2, comparando el nivel de ingresos de las sociedades con la emisión de CO2 por la quema de combustibles, observando que no existe una relación clara en ninguno de los dos años que se analizan (2008 y 2009). Las sociedades independientemente del nivel de ingreso poseen similares cantidades de emisión de CO2, aunque de un año a otro levemente se observa que la inclinación tiende a la derecha, dependiendo del nivel de ingreso.

2 Consejo Nacional de Electricidad del Ecuador 3 Servicio de Rentas Internas en el Ecuador 4 Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales.

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Es decir que el estrato social más pobre contamina relativamente un poco menos, pero igualmente utiliza procedimientos contaminantes que deben ser controlados. Gráfico 2

Tabla 1 Emisiones de CO2 por actividad económica (En millones de toneladas) Actividad

2008

2009

Industrias manufactureras

2,44

2,23

Total 20082009 4,67

0,86

2,48

3,34

Transporte, almacenamiento y telecomunicaciones Suministros de electricidad, gas y agua Explotación de minas y canteras Comercio Administración pública y defensa Actividades inmobiliarias, empresariales y de alquiler. Pesca Construcción Agricultura, ganadería, caza y silvicultura

Si usamos la información citada con anterioridad considerando una diferenciación por sectores de la economía, encontraremos una clara distinción en los procesos de contaminación, definiendo que los sectores agrícola, pesquero, petrolero, de manufactura, transporte, hoteles y restaurantes, actividad inmobiliaria son los sectores que sí tienden a generar mayores niveles de contaminación muy relacionados a sus niveles de ingreso, esto implica que si existen mayores beneficios hay mayor contaminación lo que sustentaría fácilmente tasas impositivas ambientales en pro de la protección medioambiental del Ecuador. Básicamente la contaminación se está dando a niveles cada vez mayores generando un tema crítico y debate en el contexto nacional. La tabla 1 ayuda a estipular el agregado contaminante de los sectores productivos en el país, llegando a generar 11,16 y 11,11 millones de toneladas de CO2 en los años 2008 y 2009, lo que implica niveles de contaminación elevadas pero variables según los sectores económicos, definiendo al sector manufacturero como el más contaminante con 4,67 millones de toneladas de emisiones de CO2 entre los años 2008 y 2009.

Otras actividades comunitarias sociales y personales de tipo servicios Intermediación financiera Hoteles y Restaurantes Actividades de servicios sociales y de salud Enseñanza TOTAL Fuente: Base de datos SRI

2,54 1,86 0,69 0,65 0,48 0,45 0,4 0,42

1,89 0,85 0,65 0,67 0,56 0,5 0,53 0,39

4,43 2,71 1,34 1,32 1,04 0,95 0,93 0,81

0,11

0,12

0,23

0,05

0,05

0,1

0,09 0,09 0,04 11,16

0,08 0,08 0,04 11,11

0,17 0,17 0,08 22,27

Elaboración: Instituto de Investigaciones Económicas UTPL.

Es interesante fijarse en las cifras dadas a conocer por el SRI, observando que todos los sectores son focos de contaminación periódica en cuanto a emisiones, y que la razón primordial para que esto suceda son los bajos niveles tecnológicos de ciertos procesos productivos acompañados de ineficiencia técnica. Uno de los sectores más preocupantes que se ajustan a la realidad expuesta en este documento, es el suministro de electricidad, gas y agua el mismo que se ha incrementado en un 188% lo que confirma la preocupación por los altos estándares de contaminación que emana la energía térmica sobre todo. Es imperativo introducir un tercer aspecto que se considera elemental dentro del estudio ambiental en las naciones, el cual se refiere a la conservación de áreas naturales, el mismo que en el Ecuador corresponde a 18´987.956 ha. al año 2008 según los datos de la Comunidad Andina de Naciones. Esto significa que en el Ecuador Continental el 19% aproximadamente del total de superficie corresponde a áreas naturales protegidas, es decir que 1 de cada 5 hectáreas que

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en el país están conservadas, definiendo claramente un espacio sustentable de preservaciónpositiva. Otra estadística que causa mucho interés es el comparativo de los niveles de crecimiento anual de las áreas de protección en el país obteniendo como resultado que en los últimos años se ha incrementado, más aún con la política de conservación propuesta por el gobierno nacional. Para ello fijémonos en el gráfico Nº 3 que muestra una tendencia de la última década en los perfiles de conservación creando un espíritu de protección y amor al espacio natural. Se observa que existen dos años en particular con decisiones de protección ambiental claves que son 2002 y 2008, con un 34% y 32% de incremento de las áreas protegidas, lo que define a Ecuador como un país dispuesto a defender su estado ambiental.

Gráfico Nº 3 Niveles de crecimiento de la superficie natural protegida en el Ecuador durante una década. (Variación porcentual anual)

externalidades positivas en los procesos de producción o sino tasas impositivas que disminuyan la emisión de gases contaminantes, independientemente del nivel de ingreso, ya que si juzgamos por ese criterio todos los involucrados deberíamos aportar proporcionalmente a la emisión establecida y el daño ambiental. • Los procesos que se intensifican por la transformación económica generan una gran cantidad de residuos que no han sido devueltos al sistema cíclico natural, los mismos que deberían ser regulados. • La sustentabilidad no es una cuestión teórica, ni tampoco netamente práctica es una suma de variables que hacen del desarrollo una realidad que necesita de actores inmediatos. • Existe un compromiso de carácter triangular que genera desarrollo desde la misma biósfera y se basa en el crecimiento económico, la equidad social y la dimensión medioambiental. • El incremento de las energías no renovables en el país con respecto a las renovables es preocupante durante la última década, es imperante una medida de purificación energética. • Las industrias manufactureras, el transporte, almacenamiento, telecomunicaciones, electricidad, agua, gas, explotación de minas y canteras y el comercio son los sectores más contaminantes del Ecuador y deberían ser regulados de manera inmediata. • En el Ecuador el 19% aproximadamente del total de superficie corresponde a áreas naturales protegidas, lo cual significa que 1 de cada 5 hectáreas que el país están conservadas, tenemos un país con tendencias interesantes de conservación natural.

Fuente: Estadísticas medioambientales del Ecuador de la Comunidad Andina. Elaboración: Instituto de Investigaciones Económicas UTPL.

• A más de las variables analizadas en el presente documento existen muchas más que deberían ser tomadas en cuenta, sin embargo se abre una serie de dudas y posibles aristas que permitirán al lector sacar sus propias conclusiones

Fortaleciendo esta deducción observamos que durante todos los años ha existido un aumento del espacio protegido, dando con ello testimonio de cuidado y fortaleciendo lo ya mencionado hacia la ética antropocéntrica ampliada, generando espacios que permitan limpiar y mantener el ciclo natural de la vida además de un compromiso con las generaciones futuras que debería ser reconocido pero también ampliado y respetado.

Aspectos finales: resumen de algunos conceptos • Se deberían generar fuentes alternativas de energía que proporcionen energía renovables, además de generar

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