No. 29∙Enero-Marzo∙2016
Una verdad para aplicar acerca de la comunión
Reflejando su Gloria Mi nombre es «Celoso»
Te dejo
ganar mis batallas
Permaneciendo
Aunque la Higuera no florezca [Testimonio]
No temas, porque Yo estoy contigo
CONTENIDO DIRECTORIO
Editorial
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Secciones [A los pies del Maestro]
Aunque la higuera no florezca [Testimonio]
No temas, porque Yo estoy contigo [Qué te cuento]
Eventos
Consejo Editorial Ausencio Arroyo García Joel José Pachuca Rosales Avelardo Alarcón Pineda Coeditor Brenda Anabel García Cepeda
13 editorial@iglesia7d.org.mx
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Artículos Una verdad para aplicar acerca de la comunión 2 Te dejo ganar mis batallas 5 Permaneciendo 8 Mi nombre es «Celoso» 11 Reflejando su Gloria 17
Dirección Josué García Licona Asistencia editorial Ana Guerrero Martínez Corrección de estilo Melissa Montaño Pérez Diseño gráfico Luis Ricardo Martínez Corte Luis Antonio Pacheco Cáceres Distribución Ricardo Alejandro Velasco López MUJERES DE DIOS. Enero-Marzo 2016 • Número 29, es una publicación trimestral editada por la Iglesia de Dios (7º día) A.R., Av. Universidad No. 205, Col. Buenavista, Cuernavaca, Morelos, C.P. 62130 Tel. 01(777) 102 01 30, 311 05 70. Correo electrónico: editorial@iglesia7d.org.mx Página Web: http//www.iglesia7d.org. mx Editor responsable: Pedro Martínez Campos. Reservas de Derechos al Uso Exclusivo No. 04-2013-100812133700-102, ISSN: 2007-8862 ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor, Licitud de Título y contenido en trámite, otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Impreso por Lino Cruz García. Tauro 904, Zodiaco, Cuernavaca, Morelos. CP62380, México;. Se terminó de imprimir el 10 de diciembre de 2015, con un tiraje de 3 500 ejemplares. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos de la publicación sin previa autorización de la Iglesia de Dios (7º día) A.R.
[Editorial]
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n nuestro cuerpo, suelen presentarse enfermedades las cuales pueden ser identificadas fácilmente por medio de sus síntomas, esto permite que se pueda hacer una intervención a tiempo para evitar que la enfermedad avance o se agudice. Por otro lado, existen enfermedades que son asintomáticas, éstas avanzan sin dar aviso, sin manifestar signos de su presencia o de su gravedad; generalmente esta característica las hace más peligrosas, y a nosotras más vulnerables. De la misma forma que con nuestro cuerpo, en nuestra experiencia espiritual se pueden presentar males cuyos síntomas son evidentes y otros que no. Vivimos en medio de un ambiente cargado de maldad y rechazo a Dios, existen costumbres, actitudes, ideas y creencias que evidentemente son dañinas para la fe y nuestra salud y crecimiento espiritual. De éstas, debemos cuidarnos y estar alertas, pero sobre todo, debemos ejercitarnos en discernir aquellas que no son evidentes, enfermedades espirituales que no presentan síntomas. El presente volumen de nuestra Revista ha sido escrito para ayudarnos a estar alertas, tomaremos ejemplo de la iglesia en Corinto, pondremos todo en las manos de Dios, permitiremos que Él nos guíe ganando nuestras batallas, permaneceremos firmes aunque «la higuera no florezca» y así reflejar la Gloria del Señor con dignidad. Dios les bendiga abundantemente.
Brenda Anabel García
Brenda Anabel García
mujeresdedios@iglesia7d.org.mx
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Artículo
Georgina Guzmán
Una verdad para aplicar
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la comunión «Corinto es una antigua ciudad griega, situada al estrecho que une la parte continental de Grecia con la península del Peloponeso. En el siglo 1 d.C. estaba habitada principalmente por excombatientes romanos y por antiguos esclavos libertados, procedentes de Italia, o por sus descendientes. Era capital de la provincia de Acaya, y por su posición tanto geográfica como política, tenía una vida comercial, cultural y religiosa. La comunidad cristiana de Corinto fue fundada por Pablo en su segundo viaje misionero. Según Hechos 18:11, únicamente logró inculcar los fundamentos de la fe cristiana, y como se ve en 1 corintios 1:12, otros maestros, como Apolo, complementaban la edificación y enseñanza en los creyentes. Todo esto fue ocasión de divisiones y grupos en la comunidad, pues algunos se consideraban a ellos mismos más sabios que los otros creando profundas diferencias»(1)
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as costumbres paganas y las diferentes enseñanzas que tuvieron lugar en las congregaciones primitivas causaban dolor y pena en la comunión entre los hermanos. En la Primera Carta a los Corintios, Pablo abordará este tema, el cual nos desafía y nos invita a reflexionar. Una de las controversias que se suscitaron en Corinto, fue sobre la forma correcta de llevar a cabo el memorial de la Cena del Señor. Es importante reconocer que el origen pagano de esta comunidad los confundía y propiciaba a cometer muchos abusos, mismos que el apóstol Pablo
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se ve obligado a confrontar; su carta estaba orientada a corregir estas deficiencias y a profundizar más en el mensaje del Evangelio. Es común y apropiado que al acercarse el hermoso evento del memorial de la Cena en nuestras congregaciones, nos recuerden lo importante de celebrar dicho acto con un profundo análisis personal, al mismo tiempo que escuchamos reflexiones acerca del comportamiento apropiado del creyente. En la cita bíblica de 1 Corintios 11:17-34, encontramos una intención en el que fuese su Pastor espiritual y maestro en las enseñanzas del Evangelio. El apóstol muestra
una gran preocupación al ver que no sólo hay entre ellos disensiones, sino también abusos de un grupo influyente en los que se acercan a tomar la Cena del Señor. El verso 17 menciona que se reunían no para lo mejor sino para lo peor, pues no sólo hay discusiones por creerse unos más que otros, al parecer han llegado a hacer tal diferencia que los hermanos más débiles son contristados, y más aún menospreciados, dando como resultado algo totalmente ajeno al mensaje del Evangelio. Pero al anunciaros esto que sigue, no os alabo; porque no os congregáis para lo mejor, sino para lo peor. Pues Mujeres de Dios
en primer lugar, cuando os reunís como iglesia, oigo que hay entre vosotros divisiones; y en parte lo creo. Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados. Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es comer la cena del Señor. Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga. Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo (1 Corintios 11:17-22). Cuando en la comunidad de la Iglesia o en la convivencia cotidiana se presentan algunas diferencias, no es a gritos, ni con abuso de autoridad como de forma idónea se deben resolver las cosas; más bien con dominio propio, la consideración y la blanda respuesta, hacen la diferencia en la resolución correcta de conflictos. El menosprecio y el acto de avergonzar al que no tiene, era una práctica común en la comunidad de Corinto, hecho que sin duda provocaba en el apóstol Pablo el descontento pero también la imperiosa necesidad de corregir y sancionar. Qué interesante es su reclamo y de profunda reflexión. ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo (v. 22). En otras palabras; «No estoy de acuerdo, esto es ajeno a la enseñanza preciosa de Cristo». La bendición privilegiada que recibimos, jamás debe conducir a la arrogancia y al trato humillante del hermano. La cena del Señor representa la aceptación mutua del otro
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La bendición privilegiada que recibimos, jamás debe conducir a la arrogancia y al trato humillante del hermano. La cena del Señor representa la aceptación mutua del otro y la sumisión de todos los hermanos al Señor de la Comunidad. y la sumisión de todos los hermanos al Señor de la Comunidad. Es este marco de abusos el que recibe la corrección que hoy también para nosotros es de profunda reflexión y que trata de la forma correcta de acercarse a la Mesa del Señor. Tratemos de observar cómo desde lo más profundo del corazón hace referencia al bendito Señor, a la enseñanza que el mismo Pablo recibió y que no debe tomarse a la ligera. Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga (1 Corintios 11:23-26). Este memorial es distintivo de la Iglesia de Dios (7° día). Apegados a la
Palabra de Dios, con todo respeto y gratitud, año con año, nos acercamos a nuestro Padre en su mesa dispuesta para sus hijos. Así como con los Corintios, la preocupación de todo creyente es si lo haremos de manera digna y con el discernimiento del significado correcto y espiritual que este acto amerita, ya que de igual manera que los ellos, vivimos en un mundo lleno de confusiones, prioridades ajenas al Evangelio, comercialización, materialismo que confunde nuestras mentes y de prácticas mundanas que se presentan en nuestro entorno las cuales parecen penetrar en nuestro pensamiento antes que el verdadero símbolo de este memorial divino. Encontramos que antes de hacer una revisión espiritual y de contristar nuestro corazón por reconocer la realidad de nuestra vida, antes que buscar el recogimiento y el apartarnos de la mundanalidad, nos vemos a veces preocupadas por el vestido que hemos de estrenar o por las composturas materiales del templo; y no es que sea malo presentarse delante de Dios de la mejor manera o hacer mejoras en el recinto, lo preocupante es que a veces, ésta es la prioridad
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Laura Espinosa
en nuestras vidas y no la relación espiritual que tenemos con nuestro Dios como Iglesia, como familia o en la vida personal. Los corintios vivían sumergidos en problemas de índole moral, y también de menosprecio de los más débiles, cosas que el apóstol no aprueba, y que en ese sentido corrige. ¡Qué interesante reflexión es analizar si el querer lucir mejor vestida, mejor enjoyada, más perfumada, mejor peinada, no es en realidad algo similar a lo que en Corinto se vivía!, si esto es así, entonces, al igual que a los Corintios, el apóstol nos diría: en esto no los apruebo, porque muchas ocasiones esta reunión es utilizada sólo para el lucimiento personal y está muy lejos de los principios del Evangelio. ¿Qué decir de la crítica y del juicio anticipado a otros miembros de la congregación a fin de justifi-
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carme o de aparecer como si fuese mejor persona, más espiritual o más santificada? Esta forma también es incorrecta pues 1 Corintios 17, en su versículo 31, nos exhorta a hacer ese análisis de manera personal, examinarnos con toda sinceridad y como resultado, confesar delante de nuestro Dios nuestras flaquezas, buscando su perdón. Pero también es muy importante, analizar en esa búsqueda de la obediencia, lo que a la luz de las Sagradas Escrituras no estoy haciendo correctamente y en lo que estoy fallando a nuestro Dios. La sociedad en la que nos movemos cada día parece conformarnos al pecado, nos invita sutilmente a través de los medios de comunicación y ahora de las redes sociales a ser más tolerante a sus diferentes manifestaciones y a hacer que nuestra conciencia cada día sea más apagada, callada y tolerante, y si somos sinceros debemos preguntarnos si nuestro Padre amoroso se agradará de una doble vida o doble moral. En estas fechas próximas a la Cena del Señor, el llamado es a hacer esa revisión en nuestra vida y a desechar todo lo que ofende a nuestro Padre Dios. Cuando en lo más íntimo de tu ser miras a tu Señor Jesucristo en la cruz, por causa de la paga de tus pecados, y reconoces que tu salvación es por su entrega, si con honestidad te miras y reconoces tus culpas, irremediablemente caes rendida a sus pies, y en esa intimidad y comprensión, en ese encuentro con Él, no queda espacio para el juicio hacia los demás, no hay cabida a la vanagloria,
pues ¿de qué puedes jactarte?, si Él te conoce tal cual eres. Sólo queda el agradecimiento más sincero, el que sale del alma, el que llena tu corazón porque no mereciendo nada, Él se ha dignado en salvarte. ¿Cómo no ir a su mesa llena de gratitud?, pero también con la mirada serena y dulce de quien se sabe amada inmerecidamente y con todo siendo invitada especial a su mesa. La reflexión entonces es, ¿cómo te acercas a su mesa?, ¿cómo está tu relación fraternal con los hermanos que también son sus hijos?, ¿cuál es el cuidado que tienes de los más débiles y sencillos que tú? Hermana, ¿cuál es tu actitud cuando recuerdas que un alto precio fue pagado para que tú puedas alcanzar la salvación? Yo le ruego a Dios, amada hermana, que juntas permanezcamos rendidas ante el señorío y amor de Dios, que nos permita vivir agradecidas y servirle como consecuencia. Recibe mi amor en Cristo. Fuente de consulta (1) Nota tomada del Nuevo Testamento y Salmos. Sociedades Bíblicas Unidas.
Mujeres de Dios
Artículo Inés García Juárez
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uestra espiritualidad se manifiesta cada día por medio de las palabras y las acciones, para ganar la batalla contra la carnalidad, debemos seguir el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo, para proyectar una manera honorable de vivir y acercarnos dignamente a la mesa del Señor. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí (Gálatas 5:17 y 1 Corintios 11:28-29). Se cuenta que un viejo anacoreta o ermitaño, es decir, una de esas personas que en la búsqueda de Dios se refugiaron en la soledad del desierto, del bosque o de las montañas para
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dedicarse a la oración y a la penitencia, se quejaba muchas veces de que tenía demasiado quehacer. La gente no entendía cómo era posible que tuviera tanto trabajo en su retiro, a lo que él respondía: -«Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar a una serpiente, cargar a un asno y someter a un león. -No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives. ¿Dónde están todos estos animales? Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron: Estos animales los llevamos dentro; los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo. Tengo que entrenarlos para que sólo se lancen sobre presas buenas, son mis ojos. Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se
pongan al servicio y ayuden sin herir, son mis manos. Los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las situaciones difíciles. Tengo que enseñarles a estar quietos aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no me gusta, son mis pies. Lo más difícil es vigilar la serpiente aunque se encuentra encerrada en una jaula de 32 varillas. Siempre está lista para morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula, si no la vigilo de cerca, hace daño, es mi lengua. El burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber. Pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día, es mi cuerpo. Finalmente necesito domar al león, quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, es vanidoso y orgulloso, ese, es mi corazón»(1)
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Cuando se acerca la Cena del Señor, la gran mayoría de nosotros desearíamos escuchar mensajes que nos recuerden del gran amor de Dios, de su infinita misericordia y de las promesas que tiene para nuestra vida, pero poco reflexionamos sobre la obediencia que Él quiere de nosotros, del enorme esfuerzo que tenemos que hacer para vivir en santidad, porque así lo pide Dios, de que tenemos que vivir bajo el control del espíritu y no dominadas por la carne, como Él nos lo enseñó. Tal vez quisiéramos que todo fuera fácil, aunque nadie dijo que lo sería, por tanto, para andar firmes en el camino de la espiritualidad, sin poner en riesgo el Don de la Gracia, es importante dominar todo nuestro ser y vivir conforme a los deseos del Espíritu. Es en nuestro Señor Jesucristo donde encontramos un genuino ejemplo de lucha, de espiritualidad, de obediencia y sacrificio. No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas (Lucas 6:43-44).
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La lucha contra mi pensar y actuar Una persona perversa resuelve hacer un presente a una persona pobre por su aniversario e irónicamente manda preparar una bandeja llena de basura y desperdicios. En presencia de todos, manda entregar el presente, que es recibido con alegría por el agasajado. Gentilmente, el agasajado agradece y pide que lo espere un instante, ya que le gustaría poder retribuir la atención. Tira la basura, lava la bandeja, la cubre de flores, y la devuelve con un papel, donde dice: «Cada uno da lo que posee»(2) Todo lo que somos, rige aquello que pensamos, nuestros pensamientos dirigen nuestro proceder y nuestro proceder determina nuestra verdadera espiritualidad y relación con Dios, por tanto, es el momento de analizar quienes somos realmente, qué poseemos en nuestro interior, de qué estamos llenas, basura o flores, qué gobierna nuestro pensamiento y nuestro actuar. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones,
herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios (Gálatas 5:19-21). Los pensamientos que tenemos y las palabras que decimos invariablemente están formando nuestras vivencias; muchas veces Dios permite que por causa de éstas, vivamos las pruebas y las luchas que moldearán lo que somos. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová (Isaías 55:8). Un pensamiento carnal es prejuicioso y nos lleva a juzgar las cosas sin tener cabal conocimiento, muchas veces ocasionando divisiones dentro de la Iglesia o llevándonos a la separación de los amigos, de la familia o de la pareja, echando por tierra toda buena obra, por eso es importante que cultivemos pensamientos y acciones de bendición, para evitar que el pecado entre en nuestra mente y se apodere de nuestro corazón, trastocando la espiritualidad con la que debemos conducirnos siempre, y no sólo cuando se acerca la Cena del Señor. Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu (Romanos 8:5), y, por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad (Filipenses 4:8).
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La lucha contra las palabras necias Muchas personas agreden a los demás con sus palabras, y no sólo no se dan cuenta del mal que hacen, sino que piensan que están haciendo un bien porque Dios les ha dado el poder de corregir lo que consideran que es incorrecto y van dejando detrás de sí una estela de dolor y desaliento. Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención (Efesios 4:29-30). El apóstol Pablo nos dice que las palabras de un cristiano deben infundirle fe y ánimo al que lo escucha. Nuestras palabras deben ser un medio de gracia y deben ser dichas con gracia: Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno (Colosenses 4:6). Cada una de nosotras es confeccionista de lo que somos, nuestras palabras y acciones determinan nuestra espiritualidad o nuestra carnalidad, éstas son las batallas que debemos vencer día con día, la carne contra el Espíritu. Somos miembros de la Iglesia de Dios, somos parte del cuerpo de Cristo, tenemos un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo y año con año recordamos el pacto hecho en Cristo, con su cuerpo y con su sangre, sin embargo aún vivimos en un cuerpo de muerte y la ley de los miembros de éste, se rebela contra la ley de Dios. Lo difícil es poner resistencia en la batalla y ceder a lo más fácil, el pecado, poniendo en riesgo la gracia salvadora. Jesucristo es quien nos ha liberado del pecado dando
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su vida por nosotros, entonces, ¿por qué queremos volver a colocarnos el yugo del pecado? Finalmente, para ganar la batalla de la carne contra el Espíritu y acercarme dignamente a la mesa del Señor, es necesario tener fortaleza para enfrentar las pruebas y vencer el combate contra el enemigo, y sólo puedo obtenerla por medio de la oración constante. También necesito valentía para vencer el miedo y para salir victoriosa en la tentación, ya que en la lucha entre la carne y el espíritu gana a quien alimentamos más. Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él (Romanos 8:9). Es importante vivir día con día una auténtica espiritualidad, como una oportunidad constante de obrar y probar que estamos sujetas a los deseos del Espíritu, siguiendo el ejemplo de nuestro Salvador, no tenemos excusa, ya que aun con sus virtudes humanas, espirituales y emocionales, que constantemente estuvieron afectadas por las circunstancias sociales en las que vivió, todo el tiempo actuó conforme al Espíritu. Permitamos que el poder de Dios actúe en nosotros y tome dominio de nuestra persona, nuestras palabras, sentimientos y actos.
Al renovar cada año el pacto con Cristo y anunciar su venida a través de la Cena, podemos considerar entonces que Cristo es nuestro Rey, por lo que debemos seguir esperando su venida, con una vida donde la carnalidad esté sometida al Señor, permitiendo que Él pelee nuestras batallas. De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor (1 Corintios 11:27). En la disposición que tenemos por lograr una espiritualidad genuina a veces tropezamos y caemos haciendo constantemente lo que le desagrada a Dios, pero no debemos olvidar lo que Romanos 8:26-27 nos dice: Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu (Romanos 8:26-27a). Fuentes de consulta (1) URL: http://www.tengoseddeti.org/apuntesdel-camino/el-viejo-anacoreta/ (2) URL: http://www.actosdeamor.com/queposeeuno.htm • La Santa Biblia (2000). Corea: Sociedades Bíblicas Unidas (Versión Reina-Valera 1960).
Los pensamientos que tenemos y las palabras que decimos invariablemente están formando nuestras vivencias; muchas veces Dios permite que por causa de éstas, vivamos las pruebas y las luchas que moldearán lo que somos.
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Artículo
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ermina e inicia un año civil más, las personas trazarán metas que quieren lograr durante el año siguiente; con la esperanza de que pueden cumplir esos propósitos, tienen entusiasmo y alegría de empezar de nuevo algo que no han concluido en el año que se acaba, buenos propósitos como «ahora sí haré ejercicio», «bajaré de peso», «seré puntual» y otras. Tal vez algunas de nosotras hemos tenido propósitos como: «leeré la Biblia completa», «seré mejor esposa», «mejor madre», «tendré control de mi carácter», «visitaré a los hermanos» y muchas más. Son sin duda buenos deseos que anhelamos cumplir. Generalmente, empezamos con entusiasmo porque tenemos una página en blanco para poder renovarnos y ser mejores, pero, ¿qué sucede cuando ya pasaron dos
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semanas, tres o un mes? empezamos a ser permisivas con nosotras mismas, al fin y al cabo, «¿qué tanto es tantito?», «no pasa nada», y así empieza un círculo vicioso en el que lamentablemente muchas podemos caer o hemos caído. Nos damos cuenta de que se necesita una seria disciplina y constancia para alcanzar una meta y a la mayoría de la gente le cuesta someterse a tal disciplina que no es muy grata, se requiere esfuerzo, sacrificar la comodidad, salir del confort. Un ejemplo muy común es cuando queremos bajar de peso, ya sea por salud o por estética; buscamos a un especialista, acudimos a la cita y cuando éste revisa nuestros hábitos de alimentación, de los cuales muchos son incorrectos, nos da un programa a seguir, empezamos con entusiasmo pero después de unos días quisiéra-
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mos comer lo que sabemos que no es bueno para nuestra salud. En todo se requiere disciplina y constancia. En verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza, pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados (Hebreos 12:11). Entonces, ¿qué sucede cuando nuestras promesas no son con nosotras mismas, sino promesas que hacemos a Dios?, promesas de consagrar nuestra vida a Él, de ser mejores hijas, mejores cristianas, esposas, madres, vecinas, amigas. ¿Qué pasa cuando sabemos que tenemos conductas equivocadas y no las evitamos?, ¿por qué? Se acerca la Cena del Señor, nos sentaremos en su mesa, procuraremos estar en comunión con Dios, con nuestro prójimo, pero el asunto es hermanas: no sólo es estar bien Mujeres de Dios
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Nos damos cuenta de que se necesita una seria disciplina y constancia para alcanzar una meta y a la mayoría de la gente le cuesta someterse a tal disciplina que no es muy grata, se requiere esfuerzo, sacrificar la comodidad, salir del confort.
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unos meses previos a la Cena, el compromiso que tenemos es en nuestro diario vivir, estar bien con Dios todos los días de nuestra vida, obedecer a su Palabra, porque al aceptar a Cristo en nuestras vidas como nuestro Salvador, Él nos redime del pecado por amor a nosotras. Quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras (Tito 2:14). Hagamos un inventario en nuestra vida, tal vez pensemos que estamos bien, que no tenemos nada de qué arrepentirnos, conocemos su Palabra, servimos a los demás, apoyamos en la iglesia, diezmamos, oramos, ¡todo, todo está bien!, pero, ¿en realidad, es así? Salmos 19:12 dice: ¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos; muchas veces hacemos o decimos cosas pensando: ¡Yo estoy bien!, pero en ocasiones ofendemos, lastimamos a alguien, sin ir muy lejos, dentro de nuestro propio hogar, a nuestro esposo, ¿lo hemos ofendido?; a nuestros hijos, ¿los hemos lastimado con nuestras palabras?; ¿a las hermanas que no tienen esposo?, ¿hemos lastimado a algún familiar, a una hermana de la iglesia o amiga?, ¿cuál es nuestra actitud ante la necesidad de los demás?, ¿tenemos dominio propio?, ¿podemos tolerar y aceptar a las que no piensan como nosotras?, ¿qué refleja nuestra vida ante los demás? En una ocasión, una mujer nacida dentro del Evangelio y al haber aceptado a Cristo como su Salvador personal, cayó en pecado, sabía que su falta era reprobable delante de Dios, le dolía en su corazón el ha-
ber fallado, se sentía indigna ante el Señor y la iglesia, sentía que todas las hermanas la señalaban, se comparaba con todas y peor se sentía. Al asistir al templo siempre tenía un vacío en su estómago, temblaba y tenía ganas de llorar; rogó a Dios su perdón pero no sentía paz en su corazón, su angustia era tan grande que enfermó, cayó en depresión, no confiaba en nadie por miedo a que la juzgaran, miedo y vergüenza por sus acciones. Así pasaron varios años hasta que entendió y aceptó que lo único que la podía rescatar de esta angustia y soledad –aunque estaba rodeada de su familia- y dejar de sentir remordimiento, era arrepentirse de todo corazón. No había creído que Dios la podía perdonar, hasta que verdaderamente creyó y aceptó su Palabra: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9). Así como esta mujer, tal vez hemos caído en algo que no es agradable ante los ojos de nuestro Dios, nos
consume el dolor. Podemos rendirnos ante sus pies pidiendo misericordia y perdón y el Señor en su gran amor nos perdonará, nos dará otra oportunidad de seguir adelante, y en este año, en la Cena renovaremos nuestro compromiso ante la presencia de Dios y su Hijo, pero la clave es: Vete, y no peques más (Juan 8:11b), así le dijo el Señor Jesús a la mujer adúltera, no la condenó. Podemos decir al Señor como el rey David: Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso. Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos (Salmos 40:1–2). Dios nos ha sacado del lodo cenagoso, nos limpia en el momento que acudimos a Él pidiendo perdón y que nos dé otra oportunidad. Damos Gloria a Dios por ese gran amor, su gran misericordia en nuestras vidas, pero debemos tener cuidado de no caer como el pueblo de Israel cuando se desviaban del Dios verdadero y adoraban a los ídolos; Dios los entregaba a sus enemigos, el pueblo
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clamaba y Dios les daba otra oportunidad, dejaban los ídolos (por un tiempo), se volvían a Dios y les mandaba un juez para derrotar a los enemigos y después de un tiempo volvían a caer, eso lo vemos en el libro de Jueces, el ciclo se repite una y otra vez, el pueblo pecaba, los atrapaban, confesaban, clamaban, cambiaban por un tiempo, crecían y volvían a caer. Al ver esta historia de Israel nos preguntamos: ¿Cómo podían hacer eso después de que Dios se manifestó muchas veces, mostrando su gran poder y amor por ellos? Esa misma pregunta la aplico a nosotras hoy, en ocasiones somos como el pueblo de Israel y nos quedamos con buenos propósitos de dejar lo que nos está apartando de la comunión con Dios, metas que nos planteamos y que desafortunadamente no cumplimos. Si queremos cumplir con las promesas que le hemos hecho a nuestro Padre Celestial, necesitamos rendirnos ante Él, porque con nuestras propias fuerzas jamás podremos hacerlo. Dios fue el redentor de su pueblo. La redención es el acto de liberar o rescatar a una persona de una si-
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tuación gravosa a cambio de pagar un precio. Redentor es el que paga ese precio. Dios dijo a Israel: Yo soy Jehová; y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, ... y os redimiré con brazo extendido... (Éxodo 6:6). Dios nos da un redentor que es su hijo amado Cristo Jesús, recordemos siempre ese gran amor por cada una de nosotras, cada día que pase pidamos al Señor que sea Él quien nos guíe, que nos ayude a no apartarnos de su camino, dejando en sus manos todo lo que nosotras mismas no podemos hacer, todas esas promesas, luchas, angustias, problemas que impiden que tengamos una verdadera comunión con Él. Con mi voz clamaré a Jehová; con mi voz pediré a Jehová misericordia. Delante de él expondré mi queja; delante de él manifestaré mi angustia (Salmos 142:1–2), el Señor sabe sanar todo quebranto y perdona nuestras faltas: Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado (Salmos 32:1). Sigamos adelante tomadas de la mano de Dios, teniendo fija nuestra meta para alcanzarla en su venida, que al sentarnos este año en su mesa tengamos gran gozo y gratitud por su amor incomparable, porque el Señor Jesús murió por ti y por mí en la cruz redimiendo nuestros pecados y logrando la reconciliación con Dios y con nuestro prójimo. Por su gracia estaremos participando con nuestros
hermanos en la mesa, en comunión con nuestro Padre y su hijo amado Cristo Jesús. Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados (Romanos 3:24–25). Fuente de consulta • La Santa Biblia (2000). Corea: Sociedades Bíblicas Unidas (Versión Reina-Valera 1960).
Mujeres de Dios
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Mi nombre es
Ruth Castañeda
«CELOSO»
No deben adorar otros dioses sino solamente a mí, Jehová, porque soy un Dios que exige lealtad absoluta y devoción exclusiva (Éxodo 34:14, BAD) ¿Quién es Dios y cuál es su nombre? Cuando Dios formó la creación, su propósito era también formar un pueblo para darle todo su amor y su nombre. Salmo 115 nos dice que el Señor no necesitaba de nosotros, sólo le plació hacernos. A Él no le faltaba algo cuando creó todo el universo. Se complació creando todas las cosas para deleite suyo, para regocijarse en su gloria. Dios, en su libertad, actúa por amor y por su gran nombre y como ser soberano sobre todos los «dioses». ¡Pero tú está en los cielo, y haces todo lo que quieres! (Salmos 115:3, TLA). Nosotros, como su máxima creación, creemos que esto es lo más hermoso de parte suya, pues es un gran privilegio tener y compartir de su gloria. Traigan a todo el que
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me reconoce como su Dios, porque yo los he creado para mi gloria. Fui yo quien los formé (Isaías 43:7, NTV). Nuestro creador es Dios, pero no es cualquier dios. Su Nombre es alto y sublime, tiene un nombre impronunciable humanamente hablando (Amós 6:10). (Nota de la edición: El nombre de Dios en hebreo es YHWH, a esto se le denomina «tetragramatón» o las cuatro grandes letras. A estas consonantes les falta las vocales las cuales no se escribían pero sí se pronunciaban; sin embargo se desconoce con precisión su pronunciación correcta. El nombre «Jehová» es una mezcla de YHWH y de las vocales de Adonaí, otro nombre de Dios que significa Señor. Los hebreos, para guardar la santidad del nombre leían Señor
donde aparecía el «tetragramatón», ya que en el sentido bíblico, pronunciar el nombre de Dios equivale a invocar su presencia, más su ser es tan perfectamente santo y glorioso que es amenazante a los falibles humanos). En los textos aparece como un nombre propio como en Salmos 83:18a Y conozcan que tu nombre es YHWH (Jehová); Tú solo Altísimo sobre toda la tierra (RV60). Así como todos nosotros tenemos un nombre propio para distinguirnos de los demás, el Nombre de Dios es un nombre Especial, Único, Altísimo, Eterno, Grande… Oh Jehová, Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra (Salmos 8:1, 9) Cuando alguien inventa o construye algo, lo registra con una «patente» y
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Nuestro creador es Dios, pero no es cualquier dios. Su Nombre es alto y sublime, tiene un nombre impronunciable humanamente hablando (Amós 6:10).
eso constituye que pertenece a su creador, porque él lo hizo y ese invento o creación única, nadie lo puede plagiar porque eso constituiría un delito que se castigaría. Nosotros, como creación suprema de Dios, tenemos su «patente», somos hechura suya, creados por Él y para Él. Dios reclama todo su derecho sobre nosotros. Él espera que atendamos el llamado que tenemos desde la creación y en la planeación de nuestras vidas pues fuimos hechos para su gloria. Dios reclama su autoría, reclama con celo lo que le pertenece. El celo de Dios hacia nosotros, es por su grande amor. Yo soy el Dios todopoderoso. Ese es mi nombre. No permito que otros dioses reciban la honra y la alabanza que sólo yo merezco recibir (Isaías 42:8, TLA). ¿Qué pasa cuando damos la gloria, la honra y la alabanza a otros dioses? La Palabra de Dios dice en Éxodo 20:3-6: No tengan otros dioses aparte de mí. No hagan ídolos
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ni imágenes de nada que esté en el cielo, en la tierra o en lo profundo del mar. No se arrodillen ante ellos ni hagan cultos en su honor. Yo soy el Dios de Israel, y soy un Dios celoso. Yo castigo a los hijos, nietos y bisnietos de quienes me odian, pero trato con bondad a todos los descendientes de los que me aman y cumplen mis mandamientos (TLA). ¿Comprendemos el alcance de la Palabra de nuestro Dios cuando sabemos que es un Dios celoso?, ¿estamos cumpliendo sus mandatos de nuestro creador de darle honra, gloria y honor a su Nombre?, ¿estamos dando nuestro amor, nuestra adoración a alguien que no es nuestro Dios, provocándole a celo? Si Dios es un Dios celoso, quiere decir que tiene sumo interés por nosotros, su obra maestra; Él nos ama en extremo, nos creó para desarrollar una relación de amor personal e individual con cada uno. Anhela que correspondamos a su grande amor, que mostremos, con acciones y actitudes, que le amamos también, mostrando interés por todo lo que Dios es para nosotros haciendo su voluntad y adorándolo en espíritu y verdad. ¿Cómo mostramos nuestro amor y celo por el Dios nuestro? Como hijas de Dios, nuestras acciones deben reflejar el sentimiento de amor que tenemos a nuestro Creador. Dios nos conoce y mira nuestro corazón, no podemos engañarlo si estamos dando amor y adoración a los dioses del mundo. Al hacer esto, herimos a nuestro amoroso Dios, el único confiable y digno de nuestro amor y adoración. Lo provocamos a celo y puede encenderse su furia con-
tra nosotras porque, dice su Palabra, que Dios también es fuego consumidor: …pues Dios es muy celoso y, en castigo, podría destruirlos con fuego (Deuteronomio 4:24, RV60). Así que tengamos cuidado, pues fácilmente podemos estar adorando o reverenciando a otros dioses que no son el verdadero y único Dios. Nuestra vida cristiana debe seguir edificándose mediante la oración, la meditación de su Palabra, la obediencia a sus mandatos y la adoración continua mediante una vida que dignifique y alabe el Nombre de Dios. Pongamos un interés extremo y un cuidado activo por leer, aprender y aplicar su Evangelio de modo que podamos defenderlo de cualquiera que quiera desacreditarlo. Nuestro celo congruente y sensible por las cosas de Dios debe crecer día a día, manifestando el amor al Señor, permaneciendo enamoradas de ese Padre grandioso, creador y sustentador de nuestra vida. Roguemos al dador de la vida que nunca quite de nuestro corazón el celo de amor que debemos a su Nombre, que lo dignifiquemos llevando una vida agradable, siendo ejemplo, para quienes nos rodean, de que nuestro amor y entrega a Dios es fiel y verdadera. Sigamos enamorándonos más del amado creador de nuestra vida, nuestro eterno, celoso y amoroso Dios. Fuentes de consulta • Traducción en lenguaje actual Copyright © Sociedades Bíblicas Unidas, 2000. Usado con permiso. • La Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. Todos los derechos reservados. • La Santa Biblia (2000). Corea: Sociedades Bíblicas Unidas (Versión Reina-Valera 1960).
Mujeres de Dios
[A los pies del Maestro] Jocheved Martínez Vargas
Aunque la higuera no florezca
Texto para reflexionar Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación (Habacuc 3:17-18).
Lectura Bíblica Habacuc 3:16-19
Propósito Aprender que las situaciones adversas son una oportunidad para afirmar la fe.
Estudio Habacuc, cuyo nombre significa «abrazar», era un ciudadano muy respetado en Jerusalén. Profetizó al pueblo alrededor del año 607 antes de Cristo en momentos de violencia e impiedad. Aunque parecía que no había solución, el profeta no se sumió en la amargura, sino que buscó a Dios para obtener respuestas. Su mensaje está basado en la fe que debemos tener en el Señor, no obstante las circunstancias adversas que se presenten.
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La fe no es un acto único, sino una manera de vivir diariamente. En el tiempo de la adversidad, la fe toma un lugar esencial, es una llave que nos permite entrar a lugares seguros, donde la soberanía y el amor de Dios se imponen sobre todo. El principio de vivir por fe es el fundamento de la vida cristiana. La fe como una manera de vivir, tal como la presenta Habacuc, la encontramos en la siguiente historia de una mujer de nuestra iglesia: Ella se sentía plena, su alegría y entusiasmo la caracterizaban en todo momento, disfrutaba la vida con su familia, desempeñaba un ministerio de ayuda y consejería con mujeres de la iglesia y también desarrollaba un importante trabajo en su comunidad. Pero un día, precisamente el de su cumpleaños, recibió la infausta noticia, una llamada del doctor la dejó sin aliento, «Señora, usted tiene cáncer y su estado es avanzado». Al colgar el teléfono, sintió que la vista se le nublaba y una pesada carga caía sobre su espalda, si no hubiera sido por su esposo que estaba a su lado, ella se hubiera desvanecido por la impresión, y es que casi nunca una persona está preparada para recibir noticias así. Durante la tarde, hizo grandes esfuerzos para no romper en llanto con los familiares y hermanos que le llamaron para expresarle bendiciones ese día tan especial, sin embargo, las últimas llamadas ya no las pudo contestar porque se le hizo un nudo en la garganta y no le salieron las palabras.
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Reflexione y conteste
En el tiempo de la adversidad, la fe toma un lugar esencial, es una llave que nos permite entrar a lugares seguros, donde la soberanía y el amor de Dios se imponen sobre todo.
Siguieron penosos meses con visitas constantes al hospital, la búsqueda interminable de remedios de todo tipo: radiaciones, quimioterapias, cirugías, hasta que llegó el día en que su cabello la abandonó. Además del cabello, se le fue el apetito, la fuerza, la voz y casi se le va la vida. Digo casi, porque la fe que había en su corazón, una pequeñita llama, le recordaba en todo momento el amor de Dios y eso, la sostuvo y la animó todo el tiempo. Hoy, la enfermedad sigue su curso, pero la fe de la hermana sigue creciendo. Su cabello volvió a crecer, regresó el apetito, la fuerza y la voz. Los médicos le dicen que el cáncer se ha esparcido, pero ella tiene más fe en su corazón. Ella sabe que su vida no depende de las medicinas ni de los médicos, su vida depende solamente de Dios.
Actividades 1. La adversidad es cualquier situación desfavorable que se presenta; puede ser la muerte de un ser querido, una relación sentimental que se rompe, la pérdida del trabajo, una enfermedad terminal, un accidente grave, etcétera. ¿Cree usted que las personas en algún momento de su vida llegarán a pasar por alguna adversidad? 2. En muchos momentos, la vida presenta dificultades, ¿por qué algunas personas son derrotadas por estas circunstancias y otras pueden salir adelante? 3. Si usted ha pasado por alguna adversidad, comente al grupo qué hizo para no rendirse.
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«Fue una larga travesía y un tiempo de fuerte reflexión, pero Dios nunca la abandonó. Él estuvo a su lado, hablándole a través de la Palabra, animándola por medio de cantos de esperanza, haciéndose presente cuando su familia la abrazaba, cuando la iglesia oraba fervientemente por ella, cuando sus amigas le llevaban una sopa caliente o le enviaban la lectura de un salmo a través del celular». • Promueva un ambiente de confianza en el grupo para que si alguien está viviendo un momento difícil, lo pueda manifestar. • Muestre un profundo amor cristiano por las personas que en estos momentos están sufriendo alguna adversidad. • Mencione algunas formas en las que podemos acompañar a las personas que están pasando por alguna adversidad. 1. Ore con ella y por ella. 2. Escuche atentamente lo que la persona desea expresar. 3. Pregunte de qué forma puede ayudar. 4. En caso de ser necesario, anímela para buscar ayuda pastoral o profesional, según sea el caso.
Pensamientos finales Fe es esperar en Dios, aunque todas las circunstancias estén en contra. Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar (Habacuc 3:17-19). Referencia y fuente de consulta (1) URL: www.indubiblia.org/habacuc Habacuc Estudio Inductivo de la Biblia. Consultado el 20 de septiembre 2015. • La Santa Biblia (2000). Corea: Sociedades Bíblicas Unidas (Versión Reina-Valera 1960).
Mujeres de Dios
Yo estoy contigo [Testimonio]
Claudia Ortega Mireles
No temas, porque
No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. (Isaías 41:10)
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i nombre es Claudia Ortega Mireles y doy gracias a Dios porque esta cita (Isaías 41:10) ha sido una gran realidad en mi vida. Crecí dentro de un hogar cristiano, estoy divorciada y tengo dos hijos, el mayor, Daniel de 20 años y el menor, Ángel de 14. Somos parte de la congregación del templo Siloé, en la ciudad de Saltillo, Coah. Un sábado por la tarde, el 4 de Octubre del 2014, después de haber estado en el culto, nos dirigíamos a casa en el auto de mi hermana y su hijo. Todo parecía ir bien, pero a unas pocas cuadras de la iglesia, un tráiler nos rebasó precipitadamente por nuestra izquierda y giró bruscamente hacia la derecha invadiendo nuestro carril; nos hallábamos en una vialidad rápida. De pronto este enorme monstruo sobre ruedas abrió sus fauces para engullirnos enteros, mi sobrino alcanzó a maniobrar para evitar quedar bajo la caja del tráiler, pero al intentar salir por detrás, impactamos el lado derecho del auto con su defensa trasera. En cuestión de segundos nuestra vida entera cambió su rumbo. Por algunos segundos, que se sintieron eternos,
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cerré los ojos y perdí la noción de lo que estaba pasando. Al recobrar la conciencia, escuché a mi hermana preguntar si todos estábamos bien; los demás, gracias a Dios, resultaron sólo con varias contusiones, pero no puedo olvidar la impresión de mi hijo menor, quien iba a mi lado, al voltear a verme y gritar «¡mi mama está mal necesita ayuda, por favor rápido que venga una ambulancia!», los vidrios de la ventanilla habían caído sobre mi frente y aunque no fue profunda la herida, no podía abrir los ojos, pues la sangre me bañaba la cara, ni hablar, pues tragaba mucha sangre. Al tratar de mover mi brazo izquierdo me di cuenta de que me lo había fracturado, de igual manera el fémur derecho. En un instante me di cuenta de mi fragilidad. Toda mi vida se detuvo intempestivamente. Pasé diez días internada en el hospital, fui operada de ambas fracturas y me pusieron placa en ellas. Jamás me cuestioné por qué a mí, al contrario, di gracias a Dios porque no fue alguno de mis hijos, ni mi hermana y menos mi sobrino, por quien habíamos estado orando, porque él se había estado
apartando de la iglesia. Creo que todos tenemos momentos de dudas y pasamos por eso, él se sentía culpable del accidente por ir conduciendo el auto, quedó detenido, pero gracias a Dios pronto lo sacaron del Ministerio Público. Cuando lo vi sólo le dije: «Mi amor, esto ha sido un pequeño estirón de orejas para ti, pero sé que yo era quien necesitaba algo más fuerte». Creo que todos, aunque no lo digamos, sabemos cómo estamos delante de Dios, y aunque se nos dice que Él no castiga, es verdad que reprende y te hace entender a su manera a veces poco agradable, que nos detengamos, que es necesario que cambiemos y le busquemos y volvamos a su camino. El primer diagnóstico del doctor fue que iba a estar incapacitada por un año, al oír esto me quebré y empecé a llorar. Soy una mujer sola y mis hijos sólo cuentan conmigo para el sustento diario, bueno eso creía yo, y eso nos hacen creer, al decirnos: «tú eres la fuerte de tu hogar, tú eres el sustento de tus hijos», olvidando que todos dependemos de nuestro Dios quien es el que nos sostiene con la diestra de su justicia, pero era
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necesario que pasara esto para que lo reconociera. Aquel día, desde el primer instante sentimos el auxilio de nuestro Dios. El lugar del accidente es un boulevard muy transcurrido, sin embargo, muy pronto recibimos auxilio y se desvió la vialidad, fue necesario abrir la puerta de mi lado con sierra para sacarme del auto, cada que me movían, el dolor era intenso, llegaron las ambulancias y recuerdo que mi hijo pequeño quería ir conmigo, pero no se lo permitieron. Antes de bajarse me dijo: «Mamá ¡ve cantando! ¡Ve alabando a Dios, todo va a estar bien!» Mi hijo Daniel comenzó a suplirme en mi trabajo. Les comento que hace algunos días o meses atrás alguien me había dicho «tus hijos están creciendo con la idea de que la mujer es la que sostiene el hogar, tienes que cambiar eso», pero cuando una se divorcia, creo, consciente o inconscientemente, tratamos de compensar la ausencia de un padre dándoles y facilitándoles todo, cosa por demás equivocada pues no nos acordamos que no les seremos eternos y que ellos tienen que aprender a salir adelante, primeramente tomados de la mano de Dios y después con sus propias fuerzas, habilidades y recursos. Hasta el día de hoy, un año después del accidente, mi hijo sigue trabajando en mi lugar y conservando mi trabajo para cuando esté completamente restablecida. Estudia y trabaja. Tal vez por la presión que ha llevado y la mala alimentación, hace meses tuvo otra prueba más nuestra fe, pues estuvo a punto de un infarto, pero también en esto pudimos constatar y reconocer que sólo Dios es el que nos sostiene. Mi hijo Ángel también vivió lo
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suyo, se convirtió en mi enfermero todo este tiempo, después de haber sido intervenida, al mes y medio, tuve un accidente en la casa y la placa del fémur se dobló, llevaba ya seis meses, había recibido terapia, y aunque mi pierna iba a quedar un poco más corta por este incidente, asistía a la rehabilitación y todo hacía creer que pronto iba a incorporarme de nuevo a mis actividades. Al sexto mes, ya estaba lista para regresar a mi casa con mis hijos, pero los planes del médico fueron otros, me dijo: «su hueso se está pegando mal pues la placa se sigue doblando entre más apoya, y el hueso se está inclinando. Voy a operarla de nuevo». Fue un balde de agua fría para mí. Tengo que decir que aunque todos estos seis meses había recibido el apoyo de mi familia, mi hermana me brindó su hogar, renunció a su intimidad para abrirnos las puertas de su casa y tenernos aquí hasta hoy, mis hermanos, todos mis familiares, el apoyo de la iglesia fue único, apoyo económico, espiritual y moral. Pero siempre queremos que sean nuestros tiempos en los que pasen las cosas y termine la angustia, pero los planes de Dios son otros, Él sabe cuándo ya estamos listos, y creo que yo aún no lo estaba. Iban a tratar con otra opción: poner un clavo intramedular en lugar de la placa que me habían puesto. Pero había más riesgos, que mi cuerpo la rechazara o adquiriera alguna infección. A veces nuestra fe mengua y los pensamientos negativos nos invaden; hablé con mis hijos y mi preocupación era que fueran a amputarme la pierna, me dieron fecha para el diez de abril para la nueva intervención.
Dios me permitió estar en la Santa Cena y esa noche al regresar a casa y estar ya descansando, escuché la voz de Dios a través de mi hijo Ángel una vez más. Él es un adolescente y como tal es juguetón y habla de cosas que le gustan, pero esa noche se puso muy serio, se sentó junto a mí en la cama y me dijo, «Mami, no quiero que estés nerviosa, quiero que sepas que aun así sea necesario que te amputen la pierna, mi hermano y yo vamos a estar contigo, además te quedan tus brazos, tu otra pierna y tu voz para alabar a Dios. No tienes de qué preocuparte, todo va a estar bien». Gracias a Dios la operación se realizó y todo va bien. Y aunque aún sigo incapacitada, doy testimonio de que las bondades de Dios son infinitas, no ha habido un día en el que no sienta su brazo fuerte, sosteniéndome y hablándome a través de tantas personas y diciéndome: No temas yo te ayudo. Nos ha hecho crecer y madurar espiritualmente. Sé que el tiempo que el Señor nos permita seguir viviendo habrá alegrías y volverá a haber pruebas, pues así es la vida. Sólo le pido que de igual manera que en este tiempo, pueda seguir sintiendo y reconociendo que Él es y será mi Dios, que siempre va estar ahí para alejar el temor a lo incierto, nos enviará la ayuda necesaria, hará que nos esforcemos y siempre proveerá lo necesario para seguir adelante.
Mujeres de Dios
Artículo Laura Espinosa
Reflejando su
Gloria
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ivimos en un mundo convulsionado por el pecado, la moral cada día va en decadencia: hay violencia, injusticia, se aprueban leyes que van en contra de lo establecido por Dios, y pareciera que ya nada nos sorprende, nos hemos vuelto indiferentes a las necesidades de nuestro prójimo, nos movemos en una sociedad donde casi todo está permitido y poco o nada nos escandaliza. Es por eso que hoy; más que nunca, tenemos que ser mujeres consagradas al Señor, y que nuestras vidas marquen la diferencia en un mundo hundido en el pecado. En la actualidad, se han levantado una gran cantidad de congregaciones cristianas de todas las denominaciones y pareciera que es más fácil encontrarnos con gente que se dice cristiana porque se congrega en alguna iglesia. Pero ¿qué significado tiene la palabra cristiano?
En el libro de los Hechos capítulo 11 verso 26 se nos dice que fue en Antioquía donde se llamó «cristianos» por primera vez a los discípulos. Antioquía, era una ciudad romana con cultura griega. Podemos imaginarnos todas las religiones que allí existían, incluyendo la judía, y en ese ambiente llegaron los discípulos de Jesús, quienes eran perseguidos porque allí, en medio de todo aquello, hicieron la diferencia. Se les llamó así porque hablaban de seguir el camino y, se comportaban, imitando a Jesús y hasta estaban dispuestos a morir por este nombre. Cuando el Apóstol Pablo fue llevado ante el rey Agripa y dio testimonio de Jesús, este rey tuvo que exclamar: «por poco me persuades a ser cristiano». Era tal el poder y la pasión en las palabras del apóstol que impactaron al rey Agripa. Fue tal el cambio de vida en los apóstoles que cuando los quisieron acusar, no
encontraban falta alguna en ellos. El apóstol Pedro; un hombre impulsivo, de carácter fuerte, acostumbrado a obrar y hablar antes de pensar, fue transformado en un Pedro dócil, obediente y comprometido con la misión que le había sido encomendada. Bernabé vendió todo lo que tenía y lo puso a los pies de los discípulos para bendecir a la gran cantidad de pobres que había en la iglesia. Podemos seguir repasando la vida transformada de estos primeros cristianos, pero: ¿qué de nosotras hoy?, ¿reflejamos la vida de Aquel que nos compró con su sangre?, lo que nos hace cristianas no es asistir a la iglesia, no es participar en las actividades locales, ni cooperar económicamente, ni siquiera predicar su Palabra, eso lo puede hacer casi todo el mundo. Una mujer cristiana es aquella que ha creído y refleja a su Señor; que habla como Él, y que su vida impacta a todos aquellos que la www.123rf.com
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«Señor, me entrego a ti, toma mi mente y lo que pienso. Toma mis ojos y lo que veo, toma mis oídos y lo que oigo, toma mis labios y lo que hablo, toma mi corazón y ve mis actitudes, toma mis manos y lo que hago, mis pies y a dónde voy, toma mi cuerpo es tu templo. Lléname con tu Espíritu Santo, quiero obedecerte y hacer tu voluntad».
que ellos los acusen de actuar mal, verán que ustedes tienen una conducta honorable y le darán honra a Dios cuando él juzgue al mundo (1 Pedro 2:12 NTV). La última parte del verso dice: Y glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos. Este debe ser el anhelo más grande de nuestra vida, que todo lo que somos y hagamos glorifique su Nombre. En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31 NVI). Comparto con ustedes la oración que tomé del folleto Nueva Vida en Cristo: «Señor, me entrego a ti, toma mi mente y lo que pienso. Toma mis ojos y lo que veo, toma mis oídos y lo que oigo, toma mis labios y lo que hablo, toma mi corazón y ve mis actitudes, toma mis manos y lo que hago, mis pies y a dónde voy, toma mi cuerpo es tu templo. Lléname con
tu Espíritu Santo, quiero obedecerte y hacer tu voluntad». Mis amadas, llevemos el nombre de cristianas con dignidad, pongamos el nombre del Señor muy en alto, levantemos su bandera entre los pueblos, anhelemos cada día ser el reflejo y depósito de su gloria, porque únicamente así, otras querrán acercarse a Él. Que en el día cuando nuestro Señor vuelva, o seamos llamadas a su presencia, podamos escuchar con alegría: ...Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor (Mateo 25:23). Fuentes de consulta • SBU (1999) La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional (NVI). Sociedades Bíblicas Unidas. • La Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. • La Santa Biblia (2000). Corea: Sociedades Bíblicas Unidas (Versión Reina-Valera 1960).
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conocen, que hay congruencia entre lo que dice ser y lo que hace. Como Jesús dijo un día a Natanael: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño (Juan 1:47b). Ahora nosotras debemos hacer lo que nos corresponde en el tiempo que nos ha tocado vivir. Jesús dice en Mateo 5:16: Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. La primera parte de este verso nos dice que nuestra luz debe iluminar. ¡Seamos buen testimonio en nuestros hogares, familia, vecinos, trabajo y a donde quiera que vayamos; que nuestro carácter, actitudes, palabras y manera de vivir esté de acuerdo con lo que ordena el Señor. Filipenses 2:15 dice: Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo. La segunda parte de Mateo 5:16, dice: Para que vean vuestras buenas obras. La palabra «bueno» en este verso viene del griego «kalos», e indica que una cosa no sólo es buena, sino hermosa y atractiva. Podemos hacer muchas cosas buenas pero pareciera que no basta, sino que lo que bueno que hagamos también sea hermoso y atraiga a otros hacia Jesús. Así que; amadas hermanas, recordemos siempre que todo cuanto hagamos incluya la fe y el amor, porque lo hacemos como para el Señor y no para los hombres, y que esto sea agradable y perfecto delante de Él. Procuren llevar una vida ejemplar entre sus vecinos no creyentes. Así, por más
[Qué te cuento]
En Ensenada, Baja California, se realizó el Congreso Femenil del distrito 1, los días 8 y 9 de Agosto, con el Lema «Oh Dios, abre mi corazón». La temática estuvo a cargo de la hermana: Inés García y Brenda A. García. Felicitamos a la Hna. Esthela López, directora distrital, por su organización y al Min Álvaro Hernández sobreveedor del distrito por su apoyo.
El domingo 23 de Agosto se realizó el Seminario «Oh Dios, abre mi corazón», en la ciudad de Monterrey, N.L. (Dto. 4). Se contó con la asistencia de 500 hermanas, siendo de gran bendición. La temática estuvo a cargo de las hermanas Brenda García y Lucy López. Durante el evento se realizó un acto de gratitud y despedida a los hermanos Elida Pérez y Raúl Martínez quienes fueron los Directores Distritales. Dios siga bendiciendo a los hermanos.
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Fue una hermosa bendición para las 230 hermanas que asistimos al Congreso Interdistrital «Oh Dios abre mi corazón» (Dtos. 12 y 13), los días 18, 19 y 20 de septiembre, en Catemaco, Veracruz. Las expositoras fueron las hermanas Alicia Miranda, Lucy López, Georgina Guzmán y Brenda A. García. También se llevó a cabo el concurso de los primeros 10 puntos de Fe. Agradecemos a las Directoras Distritales: Damaris Rodríguez del Distrito 12 y Esperanza Bautista del Distrito 13.
En San Juan del Río, Querétaro (Dto. 10), se realizó el Congreso Femenil «Dios abre mi corazón». La temática estuvo a cargo de las hermanas Ruth Castañeda, Brenda A. García, Bertha Ramírez e Inés García, con el total de asistencia de 204 hermanas. Agradecemos a la Hna. Lidia Ruiz por su gran desempeño y organización, junto con su equipo de trabajo.
Los días 30, 31 de octubre y 1 de noviembre, en Chetumal, Quintana Roo (Dto. 16), se realizó el congreso femenil distrital « La mujer y la santidad», la temática estuvo a cargo de las hermanas Georgina Guzmán, Alicia Miranda y Brenda A. García. La asistencia total fue de 128 hermanas, Damos gracias al Señor por estar presente llenando de mucha bendición a las hermanas y la Directora Distrital, Hna. Rachel Flores.
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