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Lectura Semanal - Semana 14

Día 92- Lunes 27.04.15: Mateo 25:31-46 / Números 32-34 / Job 2 Día 93 - Martes 28.04.15: Mateo 26:1-30 / Números 35-36 / Job 3 Día 94 - Miércoles 29.04.15: Mateo 26:31-56 / Deuteronomio 1-2 / Job 4 Día 95 - Jueves 30.04.15: Mateo 26:57-75 / Deuteronomio 3-4 / Job 5 Día 96 - Viernes 01.05.15: Mateo 27:1-31 / Deuteronomio 5-6 / Job 6 Día 97 - Sábado 02.05.15: Mateo 27:32-66 / Deuteronomio 7-8 / Job 7 Día 98 - Domingo 03.05.15: Mateo 28 / Deuteronomio 9-10 / Job 8


Día 92 - Lunes 27.04.15:

Mateo 25:31-46 (NVI) Las ovejas y las cabras 31»Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, con todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. 32Todas las naciones se reunirán delante de él, y él separará a unos de otros, como separa el pastor las ovejas de las cabras. 33Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda. 34»Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: “Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. 35Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; 36necesité ropa, y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron.” 37Y le contestarán los justos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? 38¿Cuándo te vimos como forastero y te dimos alojamiento, o necesitado de ropa y te vestimos? 39¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y te visitamos?” 40El Rey les responderá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí.” 41»Luego dirá a los que estén a su izquierda: “Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. 42Porque tuve hambre, y ustedes no me dieron nada de comer; tuve sed, y no me dieron nada de beber; 43fui forastero, y no me dieron alojamiento; necesité ropa, y no me vistieron; estuve enfermo y en la cárcel, y no me

atendieron.” 44Ellos también le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, o como forastero, o necesitado de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos?” 45Él les responderá: “Les aseguro que todo lo que no hicieron por el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron por mí.” 46»Aquéllos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.

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Números 32-34 (NVI) Rubén y Gad se establecen en Transjordania 1Las tribus de Rubén y Gad, que tenían mucho ganado, se dieron cuenta de que las tierras de Jazer y Galaad eran apropiadas para la ganadería. 2Así que fueron a decirles a Moisés, al sacerdote Eleazar y a los jefes de la comunidad: 3—Las tierras de Atarot, Dibón, Jazer, Nimrá, Hesbón, Elalé, Sebán, Nebo y Beón 4las conquistó el Señor para el pueblo de Israel, y son apropiadas para la ganadería de tus siervos. 5Si nos hemos ganado tu favor, permítenos tomar esas tierras como heredad. No nos hagas cruzar el Jordán. 6Entonces Moisés les dijo a los rubenitas y a los gaditas:—¿Les parece justo que sus hermanos vayan al combate mientras ustedes se quedan aquí sentados? 7Los israelitas se han propuesto conquistar la tierra que el Señor les ha dado; ¿no se dan cuenta de que esto los desanimaría? 8¡Esto mismo hicieron los padres de ustedes cuando yo los envié a explorar la tierra de Cades Barnea! 9Fueron a inspeccionar la tierra en el valle de Escol y, cuando volvieron, desanimaron a los israelitas para que no entraran en la tierra que el Señor les


había dado. 10Ese día el Señor se encendió en ira y juró: 11“Por no haberme seguido de todo corazón, ninguno de los mayores de veinte años que salieron de Egipto verá la tierra que juré darles a Abraham, Isaac y Jacob. 12Ninguno de ellos la verá, con la sola excepción de Caleb hijo de Jefone, el quenizita, y Josué hijo de Nun, los cuales me siguieron de todo corazón.” 13El Señor se encendió en ira contra Israel, y los hizo vagar por el desierto cuarenta años, hasta que murió toda la generación que había pecado. 14»¡Y ahora ustedes, caterva de pecadores, vienen en lugar de sus padres para aumentar la ira del Señor contra Israel! 15Si ustedes se niegan a seguir al Señor, él volverá a dejar en el desierto a todo este pueblo, y ustedes serán la causa de su destrucción. 16Entonces ellos se acercaron otra vez a Moisés, y le dijeron:—Vamos a construir corrales para el ganado, y a edificar ciudades para nuestros pequeños. 17Sin embargo, tomaremos las armas y marcharemos al frente de los israelitas hasta llevarlos a su lugar. Mientras tanto, nuestros pequeños vivirán en ciudades fortificadas que los protejan de los habitantes del país. 18No volveremos a nuestras casas hasta que cada uno de los israelitas haya recibido su heredad. 19Nosotros no queremos compartir con ellos ninguna heredad al otro lado del Jordán, porque nuestra heredad está aquí, en el lado oriental del río. 20Moisés les contestó:—Si están dispuestos a hacerlo así, tomen las armas y marchen al combate. 21Crucen con sus armas el Jordán, y con la ayuda del Señor luchen hasta que él haya quitado del camino a

sus enemigos. 22Cuando a su paso el Señor haya sometido la tierra, entonces podrán ustedes regresar a casa, pues habrán cumplido con su deber hacia el Señor y hacia Israel. Y con la aprobación del Señor esta tierra será de ustedes. 23»Pero si se niegan, estarán pecando contra el Señor. Y pueden estar seguros de que no escaparán de su pecado. 24Edifiquen ciudades para sus pequeños, y construyan corrales para su ganado, pero cumplan también lo que han prometido. 25Los gaditas y los rubenitas le dijeron a Moisés:—Tus siervos harán tal como el Señor lo ha mandado. 26Aquí en las ciudades de Galaad se quedarán nuestros pequeños, y todos nuestros ganados y rebaños, 27pero tus siervos cruzarán con sus armas el Jordán para pelear a la vanguardia del Señor, tal como él lo ha ordenado. 28Así que Moisés dio las siguientes instrucciones al sacerdote Eleazar, y a Josué hijo de Nun y a los jefes de las familias patriarcales de las tribus de Israel: 29—Si los gaditas y los rubenitas, armados para la guerra, cruzan el Jordán con ustedes y conquistan el país, como el Señor quiere, ustedes les entregarán como heredad la tierra de Galaad. 30Pero si no lo cruzan, ellos recibirán su heredad entre ustedes en Canaán. 31Los gaditas y los rubenitas respondieron:—Tus siervos harán lo que el Señor ha mandado. 32Tal como él lo quiere, cruzaremos armados delante del Señor a la tierra de Canaán. Pero nuestra heredad estará de este lado del Jordán. 33Entonces Moisés entregó a los gaditas y rubenitas, y a la media tribu de Manasés hijo de José, el reino de Sijón, rey de los amorreos, y el reino de


Og, rey de Basán. Les entregó la tierra con las ciudades que estaban dentro de sus fronteras, es decir, las ciudades de todo el país. 34Los gaditas edificaron las ciudades de Dibón, Atarot, Aroer, 35Atarot Sofán, Jazer, Yogbea, 36Bet Nimrá y Bet Arán. Las edificaron como ciudades fortificadas, y construyeron corrales para sus rebaños. 37También edificaron las ciudades de Hesbón, Elalé, Quiriatayin, 38Nebo, Baal Megón y Sibma, y les cambiaron de nombre. 39Los descendientes de Maquir hijo de Manasés fueron a Galaad y la conquistaron, echando de allí a los amorreos que la habitaban. 40Entonces Moisés entregó Galaad a los maquiritas, que eran descendientes de Manasés, y ellos se establecieron allí. 41Yaír hijo de Manasés capturó algunas aldeas y les puso por nombre Javot Yaír. 42Noba capturó Quenat y sus aldeas, y a la región le dio su propio nombre. Ruta de Israel por el desierto 1Cuando los israelitas salieron de Egipto bajo la dirección de Moisés y de Aarón, marchaban ordenadamente, como un ejército. 2Por mandato del Señor, Moisés anotaba cada uno de los lugares de donde partían y adonde llegaban. Ésta es la ruta que siguieron: 3El día quince del mes primero, un día después de la Pascua, los israelitas partieron de Ramsés. Marcharon desafiantes a la vista de todos los egipcios, 4mientras éstos sepultaban a sus primogénitos, a quienes el Señor había herido de muerte. El Señor también dictó sentencia contra los dioses egipcios. 5Los israelitas partieron de Ramsés y acamparon en Sucot. 6Partieron de Sucot y acamparon en Etam, en los límites del

desierto. 7Partieron de Etam, pero volvieron a Pi Ajirot, al este de Baal Zefón, y acamparon cerca de Migdol. 8Partieron de Pi Ajirot y cruzaron el mar hasta llegar al desierto. Después de andar tres días por el desierto de Etam, acamparon en Mara. 9Partieron de Mara con dirección a Elim, donde había doce fuentes de agua y setenta palmeras, y acamparon allí. 10Partieron de Elim y acamparon cerca del Mar Rojo. 11Partieron del Mar Rojo y acamparon en el desierto de Sin. 12Partieron del desierto de Sin y acamparon en Dofcá. 13Partieron de Dofcá y acamparon en Alús. 14Partieron de Alús y acamparon en Refidín, donde los israelitas no tenían agua para beber. 15Partieron de Refidín y acamparon en el desierto de Sinaí. 16Partieron del desierto de Sinaí y acamparon en Quibrot Hatavá. 17Partieron de Quibrot Hatavá y acamparon en Jazerot. 18Partieron de Jazerot y acamparon en Ritmá. 19Partieron de Ritmá y acamparon en Rimón Peres. 20Partieron de Rimón Peres y acamparon en Libná. 21Partieron de Libná y acamparon en Risá. 22Partieron de Risá y acamparon en Celata. 23Partieron de Celata y acamparon en el monte Séfer. 24Partieron del monte Séfer y acamparon en Jaradá. 25Partieron de Jaradá y acamparon en Maquelot. 26Partieron de Maquelot y acamparon en Tajat. 27Partieron de Tajat y acamparon en Téraj. 28Partieron de Téraj y acamparon en Mitca. 29Partieron de Mitca y acamparon en Jasmoná. 30Partieron de Jasmoná y acamparon en Moserot. 31Partieron de Moserot y acamparon en Bené Yacán. 32Partieron de Bené Yacán y acamparon en el


monte Guidgad. 33Partieron del monte Guidgad y acamparon en Jotbata. 34Partieron de Jotbata y acamparon en Abroná. 35Partieron de Abroná y acamparon en Ezión Guéber. 36Partieron de Ezión Guéber y acamparon en Cades, en el desierto de Zin. 37Partieron de Cades y acamparon en el monte Hor, en la frontera con Edom. 38Al mandato del Señor, el sacerdote Aarón subió al monte Hor, donde murió el día primero del mes quinto, cuarenta años después de que los israelitas habían salido de Egipto. 39Aarón murió en el monte Hor a la edad de ciento veintitrés años. 40El rey cananeo de Arad, que vivía en el Néguev de Canaán, se enteró de que los israelitas se acercaban. 41Partieron del monte Hor y acamparon en Zalmona. 42Partieron de Zalmona y acamparon en Punón. 43Partieron de Punón y acamparon en Obot. 44Partieron de Obot y acamparon en Iyé Abarín, en la frontera con Moab. 45Partieron de Iyé Abarín y acamparon en Dibón Gad. 46Partieron de Dibón Gad y acamparon en Almón Diblatayin. 47Partieron de Almón Diblatayin y acamparon en los campos de Abarín, cerca de Nebo. 48Partieron de los montes de Abarín y acamparon en las llanuras de Moab, cerca del Jordán, a la altura de Jericó. 49Acamparon a lo largo del Jordán, desde Bet Yesimot hasta Abel Sitín, en las llanuras de Moab. Instrucciones acerca de la tierra prometida 50Allí en las llanuras de Moab, cerca del Jordán, a la altura de Jericó, el Señor le dijo a Moisés: 51«Habla con los israelitas y diles que, una vez que crucen el Jordán y entren en Canaán, 52deberán

expulsar del país a todos sus habitantes y destruir a todos los ídolos e imágenes fundidas que ellos tienen. Ordénales que arrasen todos sus santuarios paganos 53y conquisten la tierra y la habiten, porque yo se la he dado a ellos como heredad. 54La tierra deberán repartirla por sorteo, según sus clanes. La tribu más numerosa recibirá la heredad más grande, mientras que la tribu menos numerosa recibirá la heredad más pequeña. Todo lo que les toque en el sorteo será de ellos, y recibirán su heredad según sus familias patriarcales. 55»Pero si no expulsan a los habitantes de la tierra que ustedes van a poseer, sino que los dejan allí, esa gente les causará problemas, como si tuvieran clavadas astillas en los ojos y espinas en los costados. 56Entonces yo haré con ustedes lo que había pensado hacer con ellos.» Fronteras de Canaán 1El Señor le dijo a Moisés: 2«Hazles saber a los israelitas que las fronteras de Canaán, la tierra que van a recibir en heredad, serán las siguientes: 3»La frontera sur empezará en el desierto de Zin, en los límites con Edom. Por el este, la frontera sur estará donde termina el Mar Muerto. 4A partir de allí, la línea fronteriza avanzará hacia el sur, hacia la cuesta de los Alacranes, cruzará Zin hasta alcanzar Cades Barnea, y llegará hasta Jazar Adar y Asmón. 5De allí la frontera se volverá hacia el arroyo de Egipto, para terminar en el mar Mediterráneo. 6»La frontera occidental del país será la costa del mar Mediterráneo. 7»Para la frontera norte, la línea fronteriza correrá desde el mar Mediterráneo hasta el monte Hor, 8y desde el monte


Hor hasta Lebó Jamat. De allí, esta línea seguirá hasta llegar a Zedad, 9para continuar hasta Zifrón y terminar en Jazar Enán. Ésta será la frontera norte del país. 10»Para la frontera oriental, la línea fronteriza correrá desde Jazar Enán hasta Sefán. 11De Sefán bajará a Riblá, que está al este de Ayin; de allí descenderá al este, hasta encontrarse con la ribera del lago Quinéret, 12y de allí la línea bajará por el río Jordán, hasta el Mar Muerto.»Ésas serán las cuatro fronteras del país.» 13Moisés les dio a los israelitas la siguiente orden: «Ésta es la tierra que se repartirá por sorteo. El Señor ha ordenado que sea repartida sólo entre las nueve tribus y media, 14pues las familias patriarcales de las tribus de Rubén y de Gad, y la media tribu de Manasés, ya recibieron su heredad. 15Estas dos tribus y media ya tienen su heredad en el este, cerca del río Jordán, a la altura de Jericó, por donde sale el sol.» Repartición de la tierra 16El Señor le dijo a Moisés: 17«Éstos son los nombres de los encargados de repartir la tierra como heredad: el sacerdote Eleazar, y Josué hijo de Nun. 18Ustedes, por su parte, tomarán a un jefe de cada tribu para que les ayuden a repartir la tierra.» 19Los nombres de los jefes de tribu fueron los siguientes: Caleb hijo de Jefone, de la tribu de Judá; 20Samuel hijo de Amiud, de la tribu de Simeón; 21Elidad hijo de Quislón, de la tribu de Benjamín; 22Buquí hijo de Joglí, jefe de la tribu de Dan; 23Janiel hijo de Efod, jefe de la tribu de Manasés hijo de José; 24Quemuel hijo de Siftán, jefe de la tribu de Efraín hijo de José; 25Elizafán hijo de Parnac, jefe de la tribu de Zabulón;

26Paltiel hijo de Azán, jefe de la tribu de Isacar; 27Ajiud hijo de Selomí, jefe de la tribu de Aser; 28Pedael hijo de Amiud, jefe de la tribu de Neftalí. 29A éstos les encargó el Señor repartir la heredad entre los israelitas, en la tierra de Canaán.

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Job 2 (NVI) Segunda prueba de Job 1Llegó el día en que los ángeles debían hacer acto de presencia ante el Señor, y con ellos llegó también Satanás para presentarse ante el Señor. 2Y el Señor le preguntó:—¿De dónde vienes?—Vengo de rondar la tierra, y de recorrerla de un extremo a otro —le respondió Satanás. 3—¿Te has puesto a pensar en mi siervo Job? —volvió a preguntarle el Señor —. No hay en la tierra nadie como él; es un hombre recto e intachable, que me honra y vive apartado del mal. Y aunque tú me incitaste contra él para arruinarlo sin motivo, ¡todavía mantiene firme su integridad! 4—¡Una cosa por la otra! —replicó Satanás—. Con tal de salvar la vida, el hombre da todo lo que tiene. 5Pero extiende la mano y hiérelo, ¡a ver si no te maldice en tu propia cara! 6—Muy bien —dijo el Señor a Satanás—, Job está en tus manos. Eso sí, respeta su vida. 7Dicho esto, Satanás se retiró de la presencia del Señor para afligir a Job con dolorosas llagas desde la planta del pie hasta la coronilla. 8Y Job, sentado en medio de las cenizas, tomó un pedazo de teja para rascarse constantemente. 9Su esposa le reprochó:—¿Todavía mantienes firme tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete! 10Job le respondió:— Mujer, hablas como una necia. Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sa-


bremos también recibir lo malo?A pesar de todo esto, Job no pecó ni de palabra. Los tres amigos de Job 11Tres amigos de Job se enteraron de todo el mal que le había sobrevenido, y de común acuerdo salieron de sus respectivos lugares para ir juntos a expresarle a Job sus condolencias y consuelo. Ellos eran Elifaz de Temán, Bildad de Súah, y Zofar de Namat. 12Desde cierta distancia alcanzaron a verlo, y casi no lo pudieron reconocer. Se echaron a llorar a voz en cuello, rasgándose las vestiduras y arrojándose polvo y ceniza sobre la cabeza, 13y durante siete días y siete noches se sentaron en el suelo para hacerle compañía. Ninguno de ellos se atrevía a decirle nada, pues veían cuán grande era su sufrimiento.

Día 93 - Martes 28.04.15:

Mateo 26:1-30 (NVI) La conspiración contra Jesús 1Después de exponer todas estas cosas, Jesús les dijo a sus discípulos: 2«Como ya saben, faltan dos días para la Pascua, y el Hijo del hombre será entregado para que lo crucifiquen.» 3Se reunieron entonces los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo en el palacio de Caifás, el sumo sacerdote, 4y con artimañas buscaban cómo arrestar a Jesús para matarlo. 5«Pero no durante la fiesta —decían—, no sea que se amotine el pueblo.» Una mujer unge a Jesús en Betania 6Estando Jesús en Betania, en casa de Simón llamado el Leproso, 7se acercó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un perfume muy caro, y lo derramó sobre la cabeza de Jesús mientras él

estaba sentado a la mesa. 8Al ver esto, los discípulos se indignaron.—¿Para qué este desperdicio? —dijeron—. 9Podía haberse vendido este perfume por mucho dinero para darlo a los pobres. 10Consciente de ello, Jesús les dijo:—¿Por qué molestan a esta mujer? Ella ha hecho una obra hermosa conmigo. 11A los pobres siempre los tendrán con ustedes, pero a mí no me van a tener siempre. 12Al derramar ella este perfume sobre mi cuerpo, lo hizo a fin de prepararme para la sepultura. 13Les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique este evangelio, se contará también, en memoria de esta mujer, lo que ella hizo. Judas acuerda traicionar a Jesús 14Uno de los doce, el que se llamaba Judas Iscariote, fue a ver a los jefes de los sacerdotes. 15—¿Cuánto me dan, y yo les entrego a Jesús? —les propuso. Decidieron pagarle treinta monedas de plata. 16Y desde entonces Judas buscaba una oportunidad para entregarlo. La Cena del Señor 17El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:—¿Dónde quieres que hagamos los preparativos para que comas la Pascua? 18Él les respondió que fueran a la ciudad, a la casa de cierto hombre, y le dijeran: «El Maestro dice: “Mi tiempo está cerca. Voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos.” » 19Los discípulos hicieron entonces como Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua. 20Al anochecer, Jesús estaba sentado a la mesa con los doce. 21Mientras comían, les dijo:—Les aseguro que uno de ustedes


me va a traicionar. 22Ellos se entristecieron mucho, y uno por uno comenzaron a preguntarle:—¿Acaso seré yo, Señor? 23—El que mete la mano conmigo en el plato es el que me va a traicionar — respondió Jesús—. 24A la verdad el Hijo del hombre se irá, tal como está escrito de él, pero ¡ay de aquel que lo traiciona! Más le valdría a ese hombre no haber nacido. 25—¿Acaso seré yo, Rabí? —le dijo Judas, el que lo iba a traicionar.— Tú lo has dicho —le contestó Jesús. 26Mientras comían, Jesús tomó pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciéndoles:—Tomen y coman; esto es mi cuerpo. 27Después tomó la copa, dio gracias, y se la ofreció diciéndoles:—Beban de ella todos ustedes. 28Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados. 29Les digo que no beberé de este fruto de la vid desde ahora en adelante, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre. 30Después de cantar los salmos, salieron al monte de los Olivos.

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Números 35-36 (NVI) Ciudades levíticas 1En las llanuras de Moab, cerca del Jordán, a la altura de Jericó, el Señor le dijo a Moisés: 2«Ordénales a los israelitas que, de las heredades que reciban, entreguen a los levitas ciudades donde vivir, junto con las tierras que rodean esas ciudades. 3De esta manera los levitas tendrán ciudades donde vivir y tierras de pastoreo para su ganado, rebaños y animales. 4»Las tierras de pastoreo que entreguen a los levitas rodearán la ciudad, a quinientos metros de la muralla.

5A partir de los límites de la ciudad, ustedes medirán mil metros hacia el este, mil hacia el sur, mil hacia el oeste y mil hacia el norte. La ciudad quedará en el centro. Éstas serán las tierras de pastoreo de sus ciudades. 6»De las ciudades que recibirán los levitas, seis serán ciudades de refugio. A ellas podrá huir cualquiera que haya matado a alguien. Además de estas seis ciudades, les entregarán otras cuarenta y dos. 7En total, les darán cuarenta y ocho ciudades con sus tierras de pastoreo. 8El número de ciudades que los israelitas entreguen a los levitas de la tierra que van a heredar, deberá ser proporcional a la heredad que le corresponda a cada tribu. Es decir, de una tribu numerosa se tomará un número mayor de ciudades, mientras que de una tribu pequeña se tomará un número menor de ciudades.» Ciudades de refugio 9El Señor le ordenó a Moisés 10que les dijera a los israelitas: «Cuando crucen el Jordán y entren a Canaán, 11escojan ciudades de refugio adonde pueda huir quien inadvertidamente mate a alguien. 12Esa persona podrá huir a esas ciudades para protegerse del vengador. Así se evitará que se mate al homicida antes de ser juzgado por la comunidad. 13»Seis serán las ciudades que ustedes reservarán como ciudades de refugio. 14Tres de ellas estarán en el lado este del Jordán, y las otras tres en Canaán. 15Estas seis ciudades les servirán de refugio a los israelitas y a los extranjeros, sean éstos inmigrantes o residentes. Cualquiera que inadvertidamente dé muerte a alguien, podrá refugiarse en estas ciudades. 16»Si alguien gol-


pea a una persona con un objeto de hierro, y esa persona muere, el agresor es un asesino y será condenado a muerte. 17»Si alguien golpea a una persona con una piedra, y esa persona muere, el agresor es un asesino y será condenado a muerte. 18»Si alguien golpea a una persona con un pedazo de madera, y esa persona muere, el agresor es un asesino y será condenado a muerte. 19Corresponderá al vengador matar al asesino. Cuando lo encuentre, lo matará. 20»Si alguien mata a una persona por haberla empujado con malas intenciones, o por haberle lanzado algo intencionalmente, 21o por haberle dado un puñetazo por enemistad, el agresor es un asesino y será condenado a muerte. Cuando el vengador lo encuentre, lo matará. 22»Pero podría ocurrir que alguien sin querer empuje a una persona, o que sin mala intención le lance algún objeto, 23o que sin darse cuenta le deje caer una piedra, y que esa persona muera. Como en este caso ellos no eran enemigos, ni hubo intención de hacer daño, 24será la comunidad la que, de acuerdo con estas leyes, deberá arbitrar entre el acusado y el vengador. 25La comunidad deberá proteger del vengador al acusado, dejando que el acusado regrese a la ciudad de refugio adonde huyó, y que se quede allí hasta la muerte del sumo sacerdote que fue ungido con el aceite sagrado. 26»Pero si el acusado sale de los límites de la ciudad de refugio adonde huyó, 27el vengador podrá matarlo, y no será culpable de homicidio si lo encuentra fuera de la ciudad. 28Así que el acusado debe permanecer en su ciudad de refugio hasta la muerte del

sumo sacerdote. Después de eso podrá volver a su heredad. 29»Esta ley regirá siempre sobre todos tus descendientes, dondequiera que vivan. 30»Sólo por el testimonio de varios testigos se le podrá dar muerte a una persona acusada de homicidio. Nadie podrá ser condenado a muerte por el testimonio de un solo testigo. 31»No aceptarás rescate por la vida de un asesino condenado a muerte. Tendrá que morir. 32»Tampoco aceptarás rescate para permitir que el refugiado regrese a vivir a su tierra antes de la muerte del sumo sacerdote. 33»No profanes la tierra que habitas. El derramamiento de sangre contamina la tierra, y sólo con la sangre de aquel que la derramó es posible hacer expiación en favor de la tierra. 34»No profanes la tierra donde vives, y donde yo también vivo, porque yo, el Señor, habito entre los israelitas.» Herencia de las mujeres 1Los jefes de las familias patriarcales de los clanes de Galaad fueron a hablar con Moisés y con los otros jefes de familias patriarcales israelitas. Galaad era hijo de Maquir y nieto de Manasés, por lo que sus clanes descendían de José. 2Les dijeron:—Cuando el Señor te ordenó repartir por sorteo la tierra entre los israelitas, también te ordenó entregar la heredad de nuestro hermano Zelofejad a sus hijas. 3Ahora bien, si ellas se casan con hombres de otras tribus, su heredad saldrá del círculo de nuestra familia patriarcal y será transferida a la tribu de aquellos con quienes ellas se casen. De este modo perderíamos parte de la heredad que nos tocó por sorteo. 4Cuando los israelitas celebren el año del jubileo,


esa heredad será incorporada a la tribu de sus esposos, y se perderá como propiedad de nuestra familia patriarcal. 5Entonces, por mandato del Señor, Moisés entregó esta ley a los israelitas:—La tribu de los descendientes de José tiene razón. 6Respecto a las hijas de Zelofejad, el Señor ordena lo siguiente: Ellas podrán casarse con quien quieran, con tal de que se casen dentro de la tribu de José. 7Ninguna heredad en Israel podrá pasar de una tribu a otra, porque cada israelita tiene el derecho de conservar la tierra que su tribu heredó de sus antepasados. 8Toda hija que herede tierras, en cualquiera de las tribus, deberá casarse con alguien que pertenezca a la familia patriarcal de sus antepasados. Así cada israelita podrá conservar la heredad de sus padres. 9Ninguna heredad podrá pasar de una tribu a otra, porque cada tribu israelita debe conservar la tierra que heredó. 10Las hijas de Zelofejad hicieron lo que el Señor le ordenó a Moisés. 11Se llamaban Majlá, Tirsá, Joglá, Milca y Noa. Se casaron con sus primos, 12dentro de los clanes de los descendientes de Manasés hijo de José, de modo que su heredad quedó dentro del clan y de la familia patriarcal de su padre. 13Éstos son los mandamientos y ordenanzas que, por medio de Moisés, dio el Señor a los israelitas en las llanuras de Moab, cerca del Jordán, a la altura de Jericó.

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Job 3 (NVI) Primer discurso de Job 1Después de esto, Job rompió el silencio para maldecir el día en que había nacido. 2Dijo así: 3«Que perezca el día en

que fui concebido y la noche en que se anunció: “¡Ha nacido un niño!” 4Que ese día se vuelva oscuridad; que Dios en lo alto no lo tome en cuenta; que no brille en él ninguna luz. 5Que las tinieblas y las más pesadas sombras vuelvan a reclamarlo; Que una nube lo cubra con su sombra; que la oscuridad domine su esplendor. 6Que densas tinieblas caigan sobre esa noche; que no sea contada entre los días del año, ni registrada en ninguno de los meses. 7Que permanezca estéril esa noche; que no haya en ella gritos de alegría. 8Que maldigan ese día los que profieren maldiciones, los expertos en provocar a Leviatán. 9Que se oscurezcan sus estrellas matutinas; que en vano esperen la luz del día, y que no vean los primeros rayos de la aurora. 10Pues no cerró el vientre de mi madre ni evitó que mis ojos vieran tanta miseria. 11»¿Por qué no perecí al momento de nacer? ¿Por qué no morí cuando salí del vientre? 12¿Por qué hubo rodillas que me recibieran, y pechos que me amamantaran? 13Ahora estaría yo descansando en paz; estaría durmiendo tranquilo 14entre reyes y consejeros de este mundo, que se construyeron monumentos hoy en ruinas; 15entre gobernantes que poseyeron mucho oro y que llenaron de plata sus mansiones. 16¿Por qué no me enterraron como a un abortivo, como a esos niños que jamás vieron la luz? 17¡Allí cesa el afán de los malvados! ¡Allí descansan las víctimas de la opresión! 18También los cautivos disfrutan del reposo, pues ya no escuchan los gritos del capataz. 19Allí el pequeño se codea con el grande, y el esclavo se libera de su amo. 20»¿Por qué permite Dios que los


sufridos vean la luz? ¿Por qué se les da vida a los amargados? 21Anhelan éstos una muerte que no llega, aunque la buscan más que a tesoro escondido; 22¡se llenarían de gran regocijo, se alegrarían si llegaran al sepulcro! 23¿Por qué arrincona Dios al hombre que desconoce su destino? 24Antes que el pan, me llegan los suspiros; mis gemidos se derraman como el agua. 25Lo que más temía, me sobrevino; lo que más me asustaba, me sucedió. 26No encuentro paz ni sosiego; no hallo reposo, sino sólo agitación.»

Día 94 - Miércoles 29.04.15:

Mateo 26:31-56 (NVI) Jesús predice la negación de Pedro 31—Esta misma noche —les dijo Jesús— todos ustedes me abandonarán, porque está escrito: »“Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño.” 32Pero después de que yo resucite, iré delante de ustedes a Galilea. 33—Aunque todos te abandonen —declaró Pedro—, yo jamás lo haré. 34—Te aseguro —le contestó Jesús— que esta misma noche, antes de que cante el gallo, me negarás tres veces. 35—Aunque tenga que morir contigo —insistió Pedro—, jamás te negaré.Y los demás discípulos dijeron lo mismo. Jesús en Getsemaní 36Luego fue Jesús con sus discípulos a un lugar llamado Getsemaní, y les dijo: «Siéntense aquí mientras voy más allá a orar.» 37Se llevó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a sentirse triste y angustiado. 38«Es tal la angustia que me invade, que me siento morir — les dijo—. Quédense aquí y manténganse despiertos conmigo.» 39Yendo un

poco más allá, se postró sobre su rostro y oró: «Padre mío, si es posible, no me hagas beber este trago amargo. Pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.» 40Luego volvió adonde estaban sus discípulos y los encontró dormidos. «¿No pudieron mantenerse despiertos conmigo ni una hora? —le dijo a Pedro—. 41Estén alerta y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil.» 42Por segunda vez se retiró y oró: «Padre mío, si no es posible evitar que yo beba este trago amargo, hágase tu voluntad.» 43Cuando volvió, otra vez los encontró dormidos, porque se les cerraban los ojos de sueño. 44Así que los dejó y se retiró a orar por tercera vez, diciendo lo mismo. 45Volvió de nuevo a los discípulos y les dijo: «¿Siguen durmiendo y descansando? Miren, se acerca la hora, y el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de pecadores. 46¡Levántense! ¡Vámonos! ¡Ahí viene el que me traiciona!» Arresto de Jesús 47Todavía estaba hablando Jesús cuando llegó Judas, uno de los doce. Lo acompañaba una gran turba armada con espadas y palos, enviada por los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo. 48El traidor les había dado esta contraseña: «Al que le dé un beso, ése es; arréstenlo.» 49En seguida Judas se acercó a Jesús y lo saludó.—¡Rabí! —le dijo, y lo besó. 50—Amigo —le replicó Jesús—, ¿a qué vienes?Entonces los hombres se acercaron y prendieron a Jesús. 51En eso, uno de los que estaban con él extendió la mano, sacó la espada e hirió al siervo del sumo sacer-


dote, cortándole una oreja. 52—Guarda tu espada —le dijo Jesús—, porque los que a hierro matan, a hierro mueren. 53¿Crees que no puedo acudir a mi Padre, y al instante pondría a mi disposición más de doce batallones de ángeles? 54Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras que dicen que así tiene que suceder? 55Y de inmediato dijo a la turba:—¿Acaso soy un bandido, para que vengan con espadas y palos a arrestarme? Todos los días me sentaba a enseñar en el templo, y no me prendieron. 56Pero todo esto ha sucedido para que se cumpla lo que escribieron los profetas.Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

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Deuteronomio 1-2 (NVI) Moisés ordena salir de Horeb 1Éstas son las palabras que Moisés dirigió a todo Israel en el desierto al este del Jordán, es decir, en el Arabá, frente a Suf, entre la ciudad de Parán y las ciudades de Tofel, Labán, Jazerot y Dizahab. 2Por la ruta del monte Seír hay once días de camino entre Horeb y Cades Barnea. 3El día primero del mes undécimo del año cuarenta, Moisés les declaró a los israelitas todo lo que el Señor les había ordenado por medio de él. 4Poco antes, Moisés había derrotado a Sijón, rey de los amorreos, que reinaba en Hesbón, y a Og, rey de Basán, que reinaba en Astarot y en Edrey. 5Moisés comenzó a explicar esta ley cuando todavía estaban los israelitas en el país de Moab, al este del Jordán. Les dijo: 6«Cuando estábamos en Horeb, el Señor nuestro Dios nos ordenó: “Ustedes han permanecido ya demasiado tiempo

en este monte. 7Pónganse en marcha y diríjanse a la región montañosa de los amorreos y a todas las zonas vecinas: el Arabá, las montañas, las llanuras occidentales, el Néguev y la costa, hasta la tierra de los cananeos, el Líbano y el gran río, el Éufrates. 8Yo les he entregado esta tierra; ¡adelante, tomen posesión de ella!” El Señor juró que se la daría a los antepasados de ustedes, es decir, a Abraham, Isaac y Jacob, y a sus descendientes. Nombramiento de jefes 9»En aquel tiempo les dije: “Yo solo no puedo con todos ustedes. 10El Señor su Dios los ha hecho tan numerosos que hoy son ustedes tantos como las estrellas del cielo. 11¡Que el Señor, el Dios de sus antepasados, los multiplique mil veces más, y los bendiga tal como lo prometió! 12¿Cómo puedo seguir ocupándome de todos los problemas, las cargas y los pleitos de ustedes? 13Escojan de cada una de sus tribus a hombres sabios, inteligentes y experimentados, para que sean sus jefes.” 14»Ustedes me respondieron: “Tu plan de acción nos parece excelente.” 15Así que tomé a los líderes de sus tribus, hombres sabios y experimentados, y les di autoridad sobre ustedes. Los puse como jefes de grupos de mil, de cien, de cincuenta y de diez, y como funcionarios de las tribus. 16Además, en aquel tiempo les di a sus jueces la siguiente orden: “Atiendan todos los litigios entre sus hermanos, y juzguen con imparcialidad, tanto a los israelitas como a los extranjeros. 17No sean parciales en el juicio; consideren de igual manera la causa de los débiles y la de los poderosos. No se dejen intimidar por nadie,


porque el juicio es de Dios. Los casos que no sean capaces de resolver, tráiganmelos, que yo los atenderé.” 18»Fue en aquel tiempo cuando yo les ordené todo lo que ustedes debían hacer. Misión de los espías 19»Obedecimos al Señor nuestro Dios y salimos de Horeb rumbo a la región montañosa de los amorreos. Cruzamos todo aquel inmenso y terrible desierto que ustedes han visto, y así llegamos a Cades Barnea. 20Entonces les dije: “Han llegado a la región montañosa de los amorreos, la cual el Señor nuestro Dios nos da. 21Miren, el Señor su Dios les ha entregado la tierra. Vayan y tomen posesión de ella como les dijo el Señor, el Dios de sus antepasados. No tengan miedo ni se desanimen.” 22»Pero todos ustedes vinieron a decirme: “Enviemos antes algunos de los nuestros para que exploren la tierra y nos traigan un informe de la ruta que debemos seguir y de las ciudades en las que podremos entrar.” 23»Su propuesta me pareció buena, así que escogí a doce de ustedes, uno por cada tribu. 24Los doce salieron en dirección a la región montañosa, y llegaron al valle de Escol y lo exploraron. 25Tomaron consigo algunos de los frutos de la tierra, nos los trajeron y nos informaron lo buena que es la tierra que nos da el Señor nuestro Dios. Rebelión contra el 26»Sin embargo, ustedes se negaron a subir y se rebelaron contra la orden del Señor su Dios. 27Se pusieron a murmurar en sus carpas y dijeron: “El Señor nos aborrece; nos hizo salir de Egipto para entregarnos a los amorreos y destruirnos. 28anaquitas” 29»Entonces les

respondí: “No se asusten ni les tengan miedo. 30El Señor su Dios marcha al frente y peleará por ustedes, como vieron que lo hizo en Egipto 31y en el desierto. Por todo el camino que han recorrido, hasta llegar a este lugar, ustedes han visto cómo el Señor su Dios los ha guiado, como lo hace un padre con su hijo.” 32»A pesar de eso, ninguno de ustedes confió en el Señor su Dios, 33que se adelantaba a ustedes para buscarles dónde acampar. De noche lo hacía con fuego, para que vieran el camino a seguir, y de día los acompañaba con una nube. 34»Cuando el Señor oyó lo que ustedes dijeron, se enojó e hizo este juramento: 35“Ni un solo hombre de esta generación perversa verá la buena tierra que juré darles a sus antepasados. 36Sólo la verá Caleb hijo de Jefone. A él y a sus descendientes les daré la tierra que han tocado sus pies, porque fue fiel al Señor.” 37»Por causa de ustedes el Señor se enojó también conmigo, y me dijo: “Tampoco tú entrarás en esa tierra. 38Quien sí entrará es tu asistente, Josué hijo de Nun. Infúndele ánimo, pues él hará que Israel posea la tierra. 39En cuanto a sus hijos pequeños, que todavía no saben distinguir entre el bien y el mal, y de quienes ustedes pensaron que servirían de botín, ellos sí entrarán en la tierra y la poseerán, porque yo se la he dado. 40Y ahora, ¡regresen al desierto! Sigan la ruta del Mar Rojo.” 41»Ustedes me respondieron: “Hemos pecado contra el Señor. Pero iremos y pelearemos, como el Señor nuestro Dios nos lo ha ordenado.” Así que cada uno de ustedes se equipó para la guerra, pensando que era fácil subir a la región monta-


ñosa. 42»Pero el Señor me dijo: “Diles que no suban ni peleen, porque yo no estaré con ellos. Si insisten, los derrotarán sus enemigos.” 43»Yo les di la información, pero ustedes no obedecieron. Se rebelaron contra la orden del Señor y temerariamente subieron a la región montañosa. 44Los amorreos que vivían en aquellas montañas les salieron al encuentro y los persiguieron como abejas, y los vencieron por completo desde Seír hasta Jormá. 45Entonces ustedes regresaron y lloraron ante el Señor, pero él no prestó atención a su lamento ni les hizo caso. 46Por eso ustedes tuvieron que permanecer en Cades tanto tiempo. Peregrinación por el desierto 1»En seguida nos dirigimos hacia el desierto por la ruta del Mar Rojo, como el Señor me lo había ordenado. Nos llevó mucho tiempo rodear la región montañosa de Seír. 2Entonces el Señor me dijo: 3“Dejen ya de andar rondando por estas montañas, y diríjanse al norte. 4Dale estas órdenes al pueblo: ‘Pronto pasarán ustedes por el territorio de sus hermanos, los descendientes de Esaú, que viven en Seír. Aunque ellos les tienen miedo a ustedes, tengan mucho cuidado; 5no peleen con ellos, porque no les daré a ustedes ninguna porción de su territorio, ni siquiera el lugar donde ustedes planten el pie. A Esaú le he dado por herencia la región montañosa de Seír. 6Páguenles todo el alimento y el agua que ustedes consuman.’ ” 7»Bien saben que el Señor su Dios los ha bendecido en todo lo que han emprendido, y los ha cuidado por todo este inmenso desierto. Durante estos cuarenta años, el Señor su Dios ha estado con uste-

des y no les ha faltado nada. 8»Así que bordeamos el territorio de nuestros hermanos, los descendientes de Esaú, que viven en Seír. Seguimos la ruta del Arabá, que viene desde Elat y Ezión Guéber. Luego dimos vuelta y viajamos por la ruta del desierto de Moab. 9»El Señor también me dijo: “No ataquen a los moabitas, ni los provoquen a la guerra, porque no les daré a ustedes ninguna porción de su territorio. A los descendientes de Lot les he dado por herencia la región de Ar.” » 10Tiempo atrás vivió allí un pueblo fuerte y numeroso, el de los emitas, que eran tan altos como los anaquitas. 11Tanto a ellos como a los anaquitas se les consideraba gigantes, pero los moabitas los llamaban emitas. 12Antiguamente los horeos vivieron en Seír, pero los descendientes de Esaú los desalojaron, los destruyeron y se establecieron en su lugar, tal como lo hará Israel en la tierra que el Señor le va a dar en posesión. 13«El Señor ordenó: “¡En marcha! ¡Crucen el arroyo Zéred!” Y así lo hicimos. 14Habían pasado treinta y ocho años desde que salimos de Cades Barnea hasta que cruzamos el arroyo Zéred. Para entonces ya había desaparecido del campamento toda la generación de guerreros, tal como el Señor lo había jurado. 15El Señor atacó el campamento hasta que los eliminó por completo. 16»Cuando ya no quedaba entre el pueblo ninguno de aquellos guerreros, 17el Señor me dijo: 18“Hoy van a cruzar la frontera de Moab por la ciudad de Ar. 19Cuando lleguen a la frontera de los amonitas, no los ataquen ni los provoquen a la guerra, porque no les daré a ustedes ninguna porción de


su territorio. Esa tierra se la he dado por herencia a los descendientes de Lot.” 20Hace mucho tiempo, a esta región se le consideró tierra de gigantes, porque antiguamente ellos vivían allí. Los amonitas los llamaban zamzumitas. 21Eran fuertes y numerosos, y tan altos como los anaquitas, pero el Señor los destruyó por medio de los amonitas, quienes luego de desalojarlos se establecieron en su lugar. 22Lo mismo hizo el Señor en favor de los descendientes de Esaú, que vivían en Seír, cuando por medio de ellos destruyó a los horeos. A éstos los desalojó para que los descendientes de Esaú se establecieran en su lugar, y hasta el día de hoy residen allí. 23Y en cuanto a los aveos que vivían en las aldeas cercanas a Gaza, los caftoritas procedentes de Creta los destruyeron y se establecieron en su lugar. Derrota de Sijón, rey de Hesbón 24»Después nos dijo el Señor: “Emprendan de nuevo el viaje y crucen el arroyo Arnón. Yo les entrego a Sijón el amorreo, rey de Hesbón, y su tierra. Láncense a la conquista. Declárenle la guerra. 25Hoy mismo comenzaré a infundir entre todas las naciones que hay debajo del cielo terror y espanto hacia ustedes. Cuando ellas escuchen hablar de ustedes, temblarán y se llenarán de pánico.” 26»Desde el desierto de Cademot envié mensajeros a Sijón, rey de Hesbón, con esta oferta de paz: 27“Déjanos pasar por tu país; nos mantendremos en el camino principal, sin desviarnos ni a la derecha ni a la izquierda. 28Te pagaremos todo el alimento y toda el agua que consumamos. Sólo permítenos pasar, 29tal como nos lo permitieron los descendientes de

Esaú, que viven en Seír, y los moabitas, que viven en Ar. Necesitamos cruzar el Jordán para entrar en la tierra que nos da el Señor nuestro Dios.” 30»Pero Sijón, rey de Hesbón, se negó a dejarnos pasar por allí, porque el Señor nuestro Dios había ofuscado su espíritu y endurecido su corazón, para hacerlo súbdito nuestro, como lo es hasta hoy. 31Entonces el Señor me dijo: “Ahora mismo voy a entregarles a Sijón y su país. Láncense a conquistarlo, y tomen posesión de su territorio.” 32»Cuando Sijón, acompañado de todo su ejército, salió a combatirnos en Yahaza, 33el Señor nuestro Dios nos lo entregó y lo derrotamos, junto con sus hijos y todo su ejército. 34En aquella ocasión conquistamos todas sus ciudades y las destruimos por completo; matamos a varones, mujeres y niños. ¡Nadie quedó con vida! 35Sólo nos llevamos el ganado y el botín de las ciudades que conquistamos. 36Desde Aroer, que está a la orilla del arroyo Arnón, hasta Galaad, no hubo ciudad que nos ofreciera resistencia; el Señor nuestro Dios nos entregó las ciudades una a una. 37Sin embargo, conforme a la orden del Señor nuestro Dios, no nos acercamos al territorio amonita, es decir, a toda la franja que se extiende a lo largo del arroyo Jaboc, ni a las ciudades de la región montañosa.

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Job 4 (NVI) Primer discurso de Elifaz 1A esto respondió así Elifaz de Temán: 2«Tal vez no puedas aguantar que alguien se atreva a decirte algo, pero ¿quién podría contener las palabras? 3Tú, que impartías instrucción a las mul-


titudes y fortalecías las manos decaídas; 4tú, que con tus palabras sostenías a los que tropezaban y fortalecías las rodillas que flaqueaban; 5¡ahora que afrontas las calamidades, no las resistes!; ¡te ves golpeado y te desanimas! 6¿No debieras confiar en que temes a Dios y en que tu conducta es intachable? 7»Ponte a pensar: ¿Quién que sea inocente ha perecido? ¿Cuándo se ha destruido a la gente íntegra? 8La experiencia me ha enseñado que los que siembran maldad cosechan desventura. 9El soplo de Dios los destruye, el aliento de su enojo los consume. 10Aunque ruja el león y gruña el cachorro, acabarán con los colmillos destrozados; 11el león perece por falta de presa, y los cachorros de la leona se dispersan. 12»En lo secreto me llegó un mensaje; mis oídos captaron sólo su murmullo. 13Entre inquietantes visiones nocturnas, cuando cae sobre los hombres un sueño profundo, 14me hallé presa del miedo y del temblor; mi esqueleto entero se sacudía. 15Sentí sobre mi rostro el roce de un espíritu, y se me erizaron los cabellos. 16Una silueta se plantó frente a mis ojos, pero no pude ver quién era. Detuvo su marcha, y escuché una voz que susurraba: 17»“¿Puede un simple mortal ser más justo que Dios? ¿Puede ser más puro el hombre que su Creador? 18Pues si Dios no confía en sus propios siervos, y aun a sus ángeles acusa de cometer errores, 19¡cuánto más a los que habitan en casas de barro, cimentadas sobre el polvo y aplastadas como polilla! 20Entre la aurora y el ocaso pueden ser destruidos y perecer para siempre, sin que a nadie le importe. 21¿No se arrancan acaso las

estacas de su carpa? ¡Mueren sin haber adquirido sabiduría!”

Día 95 - Jueves 30.04.15:

Mateo 26:57-75 (NVI) Jesús ante el Consejo 57Los que habían arrestado a Jesús lo llevaron ante Caifás, el sumo sacerdote, donde se habían reunido los maestros de la ley y los ancianos. 58Pero Pedro lo siguió de lejos hasta el patio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los guardias para ver en qué terminaba aquello. 59Los jefes de los sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban alguna prueba falsa contra Jesús para poder condenarlo a muerte. 60Pero no la encontraron, a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos.Por fin se presentaron dos, 61que declararon:—Este hombre dijo: “Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días.” 62Poniéndose en pie, el sumo sacerdote le dijo a Jesús:—¿No vas a responder? ¿Qué significan estas denuncias en tu contra? 63Pero Jesús se quedó callado. Así que el sumo sacerdote insistió:—Te ordeno en el nombre del Dios viviente que nos digas si eres el Cristo, el Hijo de Dios. 64—Tú lo has dicho —respondió Jesús—. Pero yo les digo a todos: De ahora en adelante verán ustedes al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo. 65—¡Ha blasfemado! —exclamó el sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras—. ¿Para qué necesitamos más testigos? ¡Miren, ustedes mismos han oído la blasfemia! 66¿Qué piensan de esto?—Merece la muerte —le contestaron. 67Entonces algunos le escupieron


en el rostro y le dieron puñetazos. Otros lo abofeteaban 68y decían:—A ver, Cristo, ¡adivina quién te pegó! Pedro niega a Jesús 69Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio, y una criada se le acercó.—Tú también estabas con Jesús de Galilea —le dijo. 70Pero él lo negó delante de todos, diciendo:—No sé de qué estás hablando. 71Luego salió a la puerta, donde otra criada lo vio y dijo a los que estaban allí:—Éste estaba con Jesús de Nazaret. 72Él lo volvió a negar, jurándoles:—¡A ese hombre ni lo conozco! 73Poco después se acercaron a Pedro los que estaban allí y le dijeron:— Seguro que eres uno de ellos; se te nota por tu acento. 74Y comenzó a echarse maldiciones, y les juró:—¡A ese hombre ni lo conozco!En ese instante cantó un gallo. 75Entonces Pedro se acordó de lo que Jesús había dicho: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y saliendo de allí, lloró amargamente.

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Deuteronomio 3-4 (NVI) Derrota de Og, rey de Basán 1»Cuando tomamos la ruta hacia Basán, el rey Og, que gobernaba ese país, nos salió al encuentro en Edrey. Iba acompañado de todo su ejército, dispuesto a pelear. 2Pero el Señor me dijo: “No le tengan miedo, porque se lo he entregado a ustedes, con todo su ejército y su territorio. Hagan con él lo que hicieron con Sijón, rey de los amorreos, que reinaba en Hesbón.” 3»Y así sucedió. El Señor nuestro Dios también entregó en nuestras manos al rey de Basán y a todo su ejército. Los derrotamos, y nadie vivió para contarlo. 4En aquella ocasión con-

quistamos todas sus ciudades. Nos apoderamos de las sesenta ciudades que se encontraban en la región de Argob, del reino de Og en Basán. 5Todas esas ciudades estaban fortificadas con altos muros, y con portones y barras, sin contar las muchas aldeas no amuralladas. 6Tal como hicimos con Sijón, rey de Hesbón, destruimos por completo las ciudades con sus varones, mujeres y niños, 7pero nos quedamos con todo el ganado y el botín de sus ciudades. 8»Fue así como en aquella ocasión nos apoderamos del territorio de esos dos reyes amorreos, es decir, de toda la porción al este del Jordán, desde el arroyo Arnón hasta el monte Hermón, 9al que los sidonios llaman Sirión y los amorreos Senir. 10También nos apoderamos de todas las ciudades de la meseta, todo Galaad y todo Basán, hasta Salcá y Edrey, ciudades del reino de Og en Basán. 11Por cierto, el rey Og de Basán fue el último de los gigantes. Su cama era de hierro y medía cuatro metros y medio de largo por dos de ancho. Todavía se puede verla en Rabá de los amonitas. División de la tierra 12»Una vez que nos apoderamos de esa tierra, a los rubenitas y a los gaditas les entregué el territorio que está al norte de Aroer y junto al arroyo Arnón, y también la mitad de la región montañosa de Galaad con sus ciudades. 13El resto de Galaad y todo el reino de Og, es decir, Basán, se los entregué a la media tribu de Manasés.»Ahora bien, a toda la región de Argob en Basán se le conoce como tierra de gigantes. 14Yaír, uno de los descendientes de Manasés, se apoderó de toda la región de Argob hasta


la frontera de los guesureos y los macateos, y a esa región de Basán le puso su propio nombre, llamándola Javot Yaír, nombre que retiene hasta el día de hoy. 15A Maquir le entregué Galaad, 16y a los rubenitas y a los gaditas les entregué el territorio que se extiende desde Galaad hasta el centro del arroyo Arnón, y hasta el río Jaboc, que marca la frontera de los amonitas. 17Su frontera occidental era el Jordán en el Arabá, desde el lago Quinéret hasta el mar del Arabá, que es el Mar Muerto, en las laderas del monte Pisgá. 18»En aquel tiempo les di esta orden: “El Señor su Dios les ha dado posesión de esta tierra. Ustedes, los hombres fuertes y guerreros, pasen al otro lado al frente de sus hermanos israelitas. 19En las ciudades que les he entregado permanecerán solamente sus mujeres, sus niños y el mucho ganado que yo sé que ustedes tienen. 20No podrán volver al territorio que les he entregado hasta que el Señor haya dado reposo a sus hermanos, como se lo ha dado a ustedes, y hasta que ellos hayan tomado posesión de la tierra que el Señor su Dios les entregará al otro lado del Jordán.” Instrucciones a Josué 21»En aquel tiempo le ordené a Josué: “Con tus propios ojos has visto todo lo que el Señor, el Dios de ustedes, ha hecho con esos dos reyes. Y lo mismo hará con todos los reinos por donde vas a pasar. 22No les tengas miedo, que el Señor tu Dios pelea por ti.” Dios le prohíbe a Moisés cruzar el Jordán 23»En aquella ocasión le supliqué al Señor: 24“Tú, Señor y Dios, has comenza-

do a mostrarle a tu siervo tu grandeza y tu poder; pues ¿qué dios hay en el cielo o en la tierra capaz de hacer las obras y los prodigios que tú realizas? 25Déjame pasar y ver la buena tierra al otro lado del Jordán, esa hermosa región montañosa y el Líbano.” 26Pero por causa de ustedes el Señor se enojó conmigo y no me escuchó, sino que me dijo: “¡Basta ya! No me hables más de este asunto. 27Sube hasta la cumbre del Pisgá y mira al norte, al sur, al este y al oeste. Contempla la tierra con tus propios ojos, porque no vas a cruzar este río Jordán. 28Dale a Josué las debidas instrucciones; anímalo y fortalécelo, porque será él quien pasará al frente de este pueblo y quien les dará en posesión la tierra que vas a ver.” 29»Y permanecimos en el valle, frente a Bet Peor. Exhortación a la obediencia 1»Ahora, israelitas, escuchen los preceptos y las normas que les enseñé, para que los pongan en práctica. Así vivirán y podrán entrar a la tierra que el Señor, el Dios de sus antepasados, les da en posesión. 2No añadan ni quiten palabra alguna a esto que yo les ordeno. Más bien, cumplan los mandamientos del Señor su Dios. 3»Ustedes vieron con sus propios ojos lo que el Señor hizo en Baal Peor, y cómo el Señor su Dios destruyó de entre ustedes a todos los que siguieron al dios de ese lugar. 4Pero ustedes, los que se mantuvieron fieles al Señor su Dios, todavía están vivos. 5»Miren, yo les he enseñado los preceptos y las normas que me ordenó el Señor mi Dios, para que ustedes los pongan en práctica en la tierra de la que ahora van a tomar posesión. 6Obedézcanlos y pónganlos


en práctica; así demostrarán su sabiduría e inteligencia ante las naciones. Ellas oirán todos estos preceptos, y dirán: “En verdad, éste es un pueblo sabio e inteligente; ¡ésta es una gran nación!” 7¿Qué otra nación hay tan grande como la nuestra? ¿Qué nación tiene dioses tan cerca de ella como lo está de nosotros el Señor nuestro Dios cada vez que lo invocamos? 8¿Y qué nación hay tan grande que tenga normas y preceptos tan justos, como toda esta ley que hoy les expongo? 9»¡Pero tengan cuidado! Presten atención y no olviden las cosas que han visto sus ojos, ni las aparten de su corazón mientras vivan. Cuéntenselas a sus hijos y a sus nietos. 10El día que ustedes estuvieron ante el Señor su Dios en Horeb, él me dijo: “Convoca al pueblo para que se presente ante mí y oiga mis palabras, para que aprenda a temerme todo el tiempo que viva en la tierra, y para que enseñe esto mismo a sus hijos.” 11Ustedes se acercaron al pie de la montaña, y allí permanecieron, mientras la montaña ardía en llamas que llegaban hasta el cielo mismo, entre negros nubarrones y densa oscuridad. 12Entonces el Señor les habló desde el fuego, y ustedes oyeron el sonido de las palabras, pero no vieron forma alguna; sólo se oía una voz. 13El Señor les dio a conocer su pacto, los diez mandamientos, los cuales escribió en dos tablas de piedra y les ordenó que los pusieran en práctica. 14En aquel tiempo el Señor me ordenó que les enseñara los preceptos y las normas que ustedes deberán poner en práctica en la tierra que van a poseer al cruzar el Jordán. Prohibición de la idolatría

15»El día que el Señor les habló en Horeb, en medio del fuego, ustedes no vieron ninguna figura. Por lo tanto, tengan mucho cuidado 16de no corromperse haciendo ídolos o figuras que tengan alguna forma o imagen de hombre o de mujer, 17o imágenes de animales terrestres o de aves que vuelan por el aire, 18o imágenes de animales que se arrastran por la tierra, o peces que viven en las aguas debajo de la tierra. 19De lo contrario, cuando levanten los ojos y vean todo el ejército del cielo —es decir, el sol, la luna y las estrellas—, pueden sentirse tentados a postrarse ante ellos y adorarlos. Esos astros los ha designado el Señor, el Dios de ustedes, como dioses de todas las naciones que están debajo del cielo. 20Pero a ustedes el Señor los tomó y los sacó de Egipto, de ese horno donde se funde el hierro, para que fueran el pueblo de su propiedad, como lo son ahora. 21»Sin embargo, por culpa de ustedes el Señor se enojó conmigo y juró que yo no cruzaría el Jordán ni entraría en la buena tierra que el Señor su Dios les da en posesión. 22Yo moriré en esta tierra sin haber cruzado el Jordán, pero ustedes sí lo cruzarán y tomarán posesión de esa buena tierra. 23Tengan, pues, cuidado de no olvidar el pacto que el Señor su Dios ha hecho con ustedes. No se fabriquen ídolos de ninguna figura que el Señor su Dios les haya prohibido, 24porque el Señor su Dios es fuego consumidor y Dios celoso. 25»Si después de haber tenido hijos y nietos, y de haber vivido en la tierra mucho tiempo, ustedes se corrompen y se fabrican ídolos y toda clase de figuras, haciendo así lo malo ante el Señor su


Dios y provocándolo a ira, 26hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ustedes, de que muy pronto desaparecerán de la tierra que van a poseer al cruzar el Jordán. No vivirán allí mucho tiempo, sino que serán destruidos por completo. 27El Señor los dispersará entre las naciones, y entre todas ellas sólo quedarán esparcidos unos pocos. 28Allí ustedes adorarán a dioses de madera y de piedra, hechos por seres humanos: dioses que no pueden ver ni oír, ni comer ni oler. 29»Pero si desde allí buscas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, lo encontrarás. 30Y al cabo del tiempo, cuando hayas vivido en medio de todas esas angustias y dolores, volverás al Señor tu Dios y escucharás su voz. 31Porque el Señor tu Dios es un Dios compasivo, que no te abandonará ni te destruirá, ni se olvidará del pacto que mediante juramento hizo con tus antepasados. El Señor es Dios 32»Pregúntales ahora a los tiempos pasados que te precedieron, desde el día que Dios creó al ser humano en la tierra, e investiga de un extremo a otro del cielo. ¿Ha sucedido algo así de grandioso, o se ha sabido alguna vez de algo semejante? 33¿Qué pueblo ha oído a Dios hablarle en medio del fuego, como lo has oído tú, y ha vivido para contarlo? 34¿Qué dios ha intentado entrar en una nación y tomarla para sí mediante pruebas, señales, milagros, guerras, actos portentosos y gran despliegue de fuerza y de poder, como lo hizo por ti el Señor tu Dios en Egipto, ante tus propios ojos? 35»A ti se te ha mostrado todo esto para que sepas que el Señor es Dios, y

que no hay otro fuera de él. 36Desde el cielo te permitió escuchar su voz, para instruirte. Y en la tierra te permitió ver su gran fuego, desde el cual te habló. 37El Señor amó a tus antepasados y escogió a la descendencia de ellos; por eso te sacó de Egipto con su presencia y gran poder, 38y ante tus propios ojos desalojó a naciones más grandes y más fuertes que tú, para hacerte entrar en su tierra y dártela en posesión, como sucede hoy. 39»Reconoce y considera seriamente hoy que el Señor es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y que no hay otro. 40Obedece sus preceptos y normas que hoy te mando cumplir. De este modo a ti y a tus descendientes les irá bien, y permanecerán mucho tiempo en la tierra que el Señor su Dios les da para siempre.» Ciudades de refugio 41Entonces Moisés reservó tres ciudades al este del Jordán, 42para que en alguna de ellas pudiera refugiarse el que, sin premeditación ni rencor alguno, hubiera matado a su prójimo. De este modo tendría a dónde huir para ponerse a salvo. 43Para los rubenitas designó Béser en el desierto, en la planicie; para los gaditas, Ramot de Galaad; y para los manasesitas, Golán de Basán. Introducción a la ley 44Ésta es la ley que Moisés expuso a los israelitas. 45Éstos son los mandatos, preceptos y normas que Moisés les dictó después de que salieron de Egipto, 46cuando todavía estaban al este del Jordán, en el valle cercano a Bet Peor. Era la tierra de Sijón, rey de los amorreos, que vivía en Hesbón y que había sido derrotado por Moisés y los israelitas


cuando salieron de Egipto. 47Los israelitas tomaron posesión de su tierra y de la tierra de Og, rey de Basán, es decir, de los dos reyes amorreos cuyos territorios estaban al este del Jordán. 48Este territorio se extendía desde Aroer, a la orilla del arroyo Arnón, hasta el monte Sirión, es decir, el monte Hermón. 49Incluía además todo el Arabá al este del Jordán, hasta el mar del Arabá, en las laderas del monte Pisgá.

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Job 5 (NVI) 1»Llama, si quieres, pero ¿habrá quien te responda? ¿A cuál de los dioses te dirigirás? 2El resentimiento mata a los necios; la envidia mata a los insensatos. 3Yo mismo he visto al necio echar raíces, pero de pronto su casa fue maldecida. 4Sus hijos distan mucho de estar a salvo; en el tribunal se les oprime, y nadie los defiende. 5Los hambrientos se comen su cosecha, y la recogen de entre las espinas; los sedientos se beben sus riquezas. 6Y aunque las penas no brotan del suelo, ni los sufrimientos provienen de la tierra, 7con todo, el hombre nace para sufrir, tan cierto como que las chispas vuelan. 8»Si se tratara de mí, yo apelaría a Dios; ante él expondría mi caso. 9Él realiza maravillas insondables, portentos que no pueden contarse. 10Él derrama lluvia sobre la tierra y envía agua sobre los campos. 11Él enaltece a los humildes y da seguridad a los enlutados. 12Él deshace las maquinaciones de los astutos, para que no prospere la obra de sus manos. 13Él atrapa a los astutos en su astucia, y desbarata los planes de los malvados. 14De día éstos se topan con las tinieblas; a plena luz

andan a tientas, como si fuera de noche. 15Pero a los menesterosos los salva de la opresión de los poderosos y de su lengua viperina. 16Así es como los pobres recobran la esperanza, y a la injusticia se le tapa la boca. 17»¡Cuán dichoso es el hombre a quien Dios corrige! No menosprecies la disciplina del Todopoderoso. 18Porque él hiere, pero venda la herida; golpea, pero trae alivio. 19De seis aflicciones te rescatará, y la séptima no te causará ningún daño. 20Cuando haya hambre, te salvará de la muerte; cuando haya guerra, te librará de la espada. 21Estarás a salvo del latigazo de la lengua, y no temerás cuando venga la destrucción. 22Te burlarás de la destrucción y del hambre, y no temerás a las bestias salvajes, 23pues harás un pacto con las piedras del campo y las bestias salvajes estarán en paz contigo. 24Reconocerás tu casa como lugar seguro; contarás tu ganado, y ni un solo animal faltará. 25Llegarás a tener muchos hijos, y descendientes como la hierba del campo. 26Llegarás al sepulcro anciano pero vigoroso, como las gavillas que se recogen a tiempo. 27»Esto lo hemos examinado, y es verdad. Así que escúchalo y compruébalo tú mismo.»

Día 96 - Viernes 01.05.15:

Mateo 27:1-31 (NVI) Judas se ahorca 1Muy de mañana, todos los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo tomaron la decisión de condenar a muerte a Jesús. 2Lo ataron, se lo llevaron y se lo entregaron a Pilato, el gobernador. 3Cuando Judas, el que lo había traicio-


nado, vio que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos. 4—He pecado —les dijo— porque he entregado sangre inocente.—¿Y eso a nosotros qué nos importa? —respondieron—. ¡Allá tú! 5Entonces Judas arrojó el dinero en el santuario y salió de allí. Luego fue y se ahorcó. 6Los jefes de los sacerdotes recogieron las monedas y dijeron: «La ley no permite echar esto al tesoro, porque es precio de sangre.» 7Así que resolvieron comprar con ese dinero un terreno conocido como Campo del Alfarero, para sepultar allí a los extranjeros. 8Por eso se le ha llamado Campo de Sangre hasta el día de hoy. 9Así se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías: «Tomaron las treinta monedas de plata, el precio que el pueblo de Israel le había fijado, 10y con ellas compraron el campo del alfarero, como me ordenó el Señor.» Jesús ante Pilato 11Mientras tanto, Jesús compareció ante el gobernador, y éste le preguntó:—¿Eres tú el rey de los judíos?—Tú lo dices —respondió Jesús. 12Al ser acusado por los jefes de los sacerdotes y por los ancianos, Jesús no contestó nada. 13—¿No oyes lo que declaran contra ti? —le dijo Pilato. 14Pero Jesús no respondió ni a una sola acusación, por lo que el gobernador se llenó de asombro. 15Ahora bien, durante la fiesta el gobernador acostumbraba soltar un preso que la gente escogiera. 16Tenían un preso famoso llamado Barrabás. 17-18Así que cuando se reunió la multitud, Pilato, que sabía que le habían entregado a Jesús por envidia, les preguntó:—¿A quién

quieren que les suelte: a Barrabás o a Jesús, al que llaman Cristo? 19Mientras Pilato estaba sentado en el tribunal, su esposa le envió el siguiente recado: «No te metas con ese justo, pues por causa de él, hoy he sufrido mucho en un sueño.» 20Pero los jefes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud a que le pidiera a Pilato soltar a Barrabás y ejecutar a Jesús. 21—¿A cuál de los dos quieren que les suelte? —preguntó el gobernador.—A Barrabás. 22—¿Y qué voy a hacer con Jesús, al que llaman Cristo?—¡Crucifícalo! —respondieron todos. 23—¿Por qué? ¿Qué crimen ha cometido?Pero ellos gritaban aún más fuerte:—¡Crucifícalo! 24Cuando Pilato vio que no conseguía nada, sino que más bien se estaba formando un tumulto, pidió agua y se lavó las manos delante de la gente.—Soy inocente de la sangre de este hombre —dijo—. ¡Allá ustedes! 25—¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos! —contestó todo el pueblo. 26Entonces les soltó a Barrabás; pero a Jesús lo mandó azotar, y lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados se burlan de Jesús 27Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al palacio y reunieron a toda la tropa alrededor de él. 28Le quitaron la ropa y le pusieron un manto de color escarlata. 29Luego trenzaron una corona de espinas y se la colocaron en la cabeza, y en la mano derecha le pusieron una caña. Arrodillándose delante de él, se burlaban diciendo:—¡Salve, rey de los judíos! 30Y le escupían, y con la caña le golpeaban la cabeza. 31Después de burlarse de él, le quitaron el manto, le


pusieron su propia ropa y se lo llevaron para crucificarlo.

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Deuteronomio 5-6 (NVI) Los Diez Mandamientos 1Moisés convocó a todo Israel y dijo:«Escuchen, israelitas, los preceptos y las normas que yo les comunico hoy. Apréndanselos y procuren ponerlos en práctica. 2El Señor nuestro Dios hizo un pacto con nosotros en el monte Horeb. 3No fue con nuestros padres con quienes el Señor hizo ese pacto, sino con nosotros, con todos los que hoy estamos vivos aquí. 4Desde el fuego el Señor les habló cara a cara en la montaña. 5En aquel tiempo yo actué como intermediario entre el Señor y ustedes, para declararles la palabra del Señor, porque ustedes tenían miedo del fuego y no subieron a la montaña. El Señor dijo: 6»Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de Egipto, país donde eras esclavo. 7»No tengas otros dioses además de mí. 8»No hagas ningún ídolo ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de la tierra. 9No te inclines delante de ellos ni los adores. Yo, el Señor tu Dios, soy un Dios celoso. Cuando los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera y cuarta generación. 10Por el contrario, cuando me aman y cumplen mis mandamientos, les muestro mi amor por mil generaciones. 11»No pronuncies el nombre del Señor tu Dios a la ligera. Yo, el Señor, no tendré por inocente a quien se atreva a pronunciar mi nombre a la ligera. 12»Observa el día sábado, y conságraselo al Señor

tu Dios, tal como él te lo ha ordenado. 13Trabaja seis días, y haz en ellos todo lo que tengas que hacer, 14pero observa el séptimo día como día de reposo para honrar al Señor tu Dios. No hagas en ese día ningún trabajo, ni tampoco tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu buey, ni tu burro, ni ninguno de tus animales, ni tampoco los extranjeros que vivan en tus ciudades. De ese modo podrán descansar tu esclavo y tu esclava, lo mismo que tú. 15Recuerda que fuiste esclavo en Egipto, y que el Señor tu Dios te sacó de allí con gran despliegue de fuerza y de poder. Por eso el Señor tu Dios te manda observar el día sábado. 16»Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te lo ha ordenado, para que disfrutes de una larga vida y te vaya bien en la tierra que te da el Señor tu Dios. 17»No mates. 18»No cometas adulterio. 19»No robes. 20»No des falso testimonio en contra de tu prójimo. 21»No codicies la esposa de tu prójimo, ni desees su casa, ni su tierra, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su burro, ni nada que le pertenezca. 22»Éstas son las palabras que el Señor pronunció con voz fuerte desde el fuego, la nube y la densa oscuridad, cuando ustedes estaban reunidos al pie de la montaña. No añadió nada más. Luego las escribió en dos tablas de piedra, y me las entregó. 23»Cuando ustedes oyeron la voz que salía de la oscuridad, mientras la montaña ardía en llamas, todos los jefes de sus tribus y sus ancianos vinieron a mí 24y me dijeron: “El Señor nuestro Dios nos ha mostrado su gloria y su majestad, y hemos oído su voz que salía del fuego. Hoy hemos visto que un simple


mortal puede seguir con vida aunque Dios hable con él. 25Pero, ¿por qué tenemos que morir? Este gran fuego nos consumirá, y moriremos, si seguimos oyendo la voz del Señor nuestro Dios. 26Pues ¿qué mortal ha oído jamás la voz del Dios viviente hablarle desde el fuego, como la hemos oído nosotros, y ha vivido para contarlo? 27Acércate tú al Señor nuestro Dios, y escucha todo lo que él te diga. Repítenos luego todo lo que te comunique, y nosotros escucharemos y obedeceremos.” 28»El Señor escuchó cuando ustedes me hablaban, y me dijo: “He oído lo que este pueblo te dijo. Todo lo que dijeron está bien. 29¡Ojalá su corazón esté siempre dispuesto a temerme y a cumplir todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos siempre les vaya bien! 30» ”Ve y diles que vuelvan a sus carpas. 31Pero tú quédate aquí conmigo, que voy a darte todos los mandamientos, preceptos y normas que has de enseñarles, para que los pongan en práctica en la tierra que les daré como herencia.” 32»Tengan, pues, cuidado de hacer lo que el Señor su Dios les ha mandado; no se desvíen ni a la derecha ni a la izquierda. 33Sigan por el camino que el Señor su Dios les ha trazado, para que vivan, prosperen y disfruten de larga vida en la tierra que van a poseer. El amor a Dios 1»Éstos son los mandamientos, preceptos y normas que el Señor tu Dios mandó que yo te enseñara, para que los pongas en práctica en la tierra de la que vas a tomar posesión, 2para que durante toda tu vida tú y tus hijos y tus nietos honren al Señor tu Dios cumplien-

do todos los preceptos y mandamientos que te doy, y para que disfrutes de larga vida. 3Escucha, Israel, y esfuérzate en obedecer. Así te irá bien y serás un pueblo muy numeroso en la tierra donde abundan la leche y la miel, tal como te lo prometió el Señor, el Dios de tus antepasados. 4»Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. 5Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. 6Grábate en el corazón estas palabras que hoy te mando. 7Incúlcaselas continuamente a tus hijos. Háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. 8Átalas a tus manos como un signo; llévalas en tu frente como una marca; 9escríbelas en los postes de tu casa y en los portones de tus ciudades. 10»El Señor tu Dios te hará entrar en la tierra que les juró a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. Es una tierra con ciudades grandes y prósperas que tú no edificaste, 11con casas llenas de toda clase de bienes que tú no acumulaste, con cisternas que no cavaste, y con viñas y olivares que no plantaste. Cuando comas de ellas y te sacies, 12cuídate de no olvidarte del Señor, que te sacó de Egipto, la tierra donde viviste en esclavitud. 13»Teme al Señor tu Dios, sírvele solamente a él, y jura sólo en su nombre. 14No sigas a esos dioses de los pueblos que te rodean, 15pues el Señor tu Dios está contigo y es un Dios celoso; no vaya a ser que su ira se encienda contra ti y te borre de la faz de la tierra. 16»No pongas a prueba al Señor tu Dios, como lo hiciste en Masá. 17Cumple cuidadosa-


mente los mandamientos del Señor tu Dios, y los mandatos y preceptos que te ha dado. 18Haz lo que es recto y bueno a los ojos del Señor, para que te vaya bien y tomes posesión de la buena tierra que el Señor les juró a tus antepasados. 19El Señor arrojará a todos los enemigos que encuentres en tu camino, tal como te lo prometió. 20»En el futuro, cuando tu hijo te pregunte: “¿Qué significan los mandatos, preceptos y normas que el Señor nuestro Dios les mandó?”, 21le responderás: “En Egipto nosotros éramos esclavos del faraón, pero el Señor nos sacó de allá con gran despliegue de fuerza. 22Ante nuestros propios ojos, el Señor realizó grandes señales y terribles prodigios en contra de Egipto, del faraón y de toda su familia. 23Y nos sacó de allá para conducirnos a la tierra que a nuestros antepasados había jurado que nos daría. 24El Señor nuestro Dios nos mandó temerle y obedecer estos preceptos, para que siempre nos vaya bien y sigamos con vida. Y así ha sido hasta hoy. 25Y si obedecemos fielmente todos estos mandamientos ante el Señor nuestro Dios, tal como nos lo ha ordenado, entonces seremos justos.”

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Job 6 (NVI) Segundo discurso de Job 1A esto Job respondió: 2«¡Cómo quisiera que mi angustia se pesara y se pusiera en la balanza, junto con mi desgracia! 3¡De seguro pesarían más que la arena de los mares! ¡Por algo mis palabras son tan impetuosas! 4Las saetas del Todopoderoso me han herido, y mi espíritu absorbe su veneno. ¡Dios ha enviado sus terrores contra mí! 5¿Rebuzna el

asno salvaje si tiene hierba? ¿Muge el buey si tiene forraje? 6¿Puede comerse sin sal la comida desabrida? ¿Tiene algún sabor la clara de huevo? 7Mi paladar se niega a probarla; ¡esa comida me enferma! 8»¡Ah, si Dios me concediera lo que pido! ¡Si Dios me otorgara lo que anhelo! 9¡Ah, si Dios se decidiera a destrozarme por completo, a descargar su mano sobre mí, y aniquilarme! 10Aun así me quedaría este consuelo, esta alegría en medio de mi implacable dolor: ¡el no haber negado las palabras del Dios Santo! 11»¿Qué fuerzas me quedan para seguir esperando? ¿Qué fin me espera para querer vivir? 12¿Tengo acaso la fuerza de la roca? ¿Acaso tengo piel de bronce? 13¿Cómo puedo valerme por mí mismo, si me han quitado todos mis recursos? 14»Aunque uno se aparte del temor al Todopoderoso, el amigo no le niega su lealtad. 15Pero mis hermanos son arroyos inconstantes; son corrientes desbordadas: 16se enturbian cuando el hielo se derrite, se ensanchan al derretirse la nieve, 17pero dejan de fluir durante las sequías, ¡en pleno calor desaparecen de sus lechos! 18Las caravanas se apartan de sus rutas; se encaminan al desierto, y allí mueren. 19Las caravanas de Temá van en busca de agua, los mercaderes de Sabá abrigan esperanzas. 20Se desaniman, a pesar de su confianza; llegan allí y se quedan frustrados. 21Lo mismo pasa con ustedes: ¡ven algo espantoso, y se asustan! 22¿Quién les ha pedido que me den algo, o que paguen con su dinero mi rescate? 23¿Quién les ha pedido que me libren de mi enemigo, o que me rescaten de las garras de los tiranos? 24»Instrú-


yanme, y me quedaré callado; muéstrenme en qué estoy equivocado. 25Las palabras justas no ofenden, ¡pero los argumentos de ustedes no prueban nada! 26¿Me van a juzgar por mis palabras, sin ver que provienen de un desesperado? 27¡Ustedes echarían suertes hasta por un huérfano, y venderían a su amigo por cualquier cosa! 28»Tengan la bondad de mirarme a los ojos; ¿Creen que les mentiría en su propia cara? 29Reflexionen, no sean injustos; reflexionen, que en esto radica mi integridad. 30¿Acaso hay maldad en mi lengua? ¿No puede mi paladar discernir la maldad?

Día 97 - Sábado 02.05.15:

Mateo 27:32-66 (NVI) La crucifixión 32Al salir encontraron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. 33Llegaron a un lugar llamado Gólgota (que significa «Lugar de la Calavera»). 34Allí le dieron a Jesús vino mezclado con hiel; pero después de probarlo, se negó a beberlo. 35Lo crucificaron y repartieron su ropa echando suertes. 36Y se sentaron a vigilarlo. 37Encima de su cabeza pusieron por escrito la causa de su condena: «Éste es Jesús, el Rey de los judíos.» 38Con él crucificaron a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. 39Los que pasaban meneaban la cabeza y blasfemaban contra él: 40—Tú, que destruyes el templo y en tres días lo reconstruyes, ¡sálvate a ti mismo! ¡Si eres el Hijo de Dios, baja de la cruz! 41De la misma manera se burlaban de él los jefes de los sacerdotes, junto con los maestros de la ley y los ancianos. 42—

Salvó a otros —decían—, ¡pero no puede salvarse a sí mismo! ¡Y es el Rey de Israel! Que baje ahora de la cruz, y así creeremos en él. 43Él confía en Dios; pues que lo libre Dios ahora, si de veras lo quiere. ¿Acaso no dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”? 44Así también lo insultaban los bandidos que estaban crucificados con él. Muerte de Jesús 45Desde el mediodía y hasta la media tarde toda la tierra quedó en oscuridad. 46Como a las tres de la tarde, Jesús gritó con fuerza:— Elí, Elí, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”). 47Cuando lo oyeron, algunos de los que estaban allí dijeron:—Está llamando a Elías. 48Al instante uno de ellos corrió en busca de una esponja. La empapó en vinagre, la puso en una caña y se la ofreció a Jesús para que bebiera. 49Los demás decían:—Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo. 50Entonces Jesús volvió a gritar con fuerza, y entregó su espíritu. 51En ese momento la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y se partieron las rocas. 52Se abrieron los sepulcros, y muchos santos que habían muerto resucitaron. 53Salieron de los sepulcros y, después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos. 54Cuando el centurión y los que con él estaban custodiando a Jesús vieron el terremoto y todo lo que había sucedido, quedaron aterrados y exclamaron:—¡Verdaderamente éste era el Hijo de Dios! 55Estaban allí, mirando de lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde


Galilea para servirle. 56Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo. Sepultura de Jesús 57Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había convertido en discípulo de Jesús. 58Se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús, y Pilato ordenó que se lo dieran. 59José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia 60y lo puso en un sepulcro nuevo de su propiedad que había cavado en la roca. Luego hizo rodar una piedra grande a la entrada del sepulcro, y se fue. 61Allí estaban, sentadas frente al sepulcro, María Magdalena y la otra María. La guardia ante el sepulcro 62Al día siguiente, después del día de la preparación, los jefes de los sacerdotes y los fariseos se presentaron ante Pilato. 63—Señor —le dijeron—, nosotros recordamos que mientras ese engañador aún vivía, dijo: “A los tres días resucitaré.” 64Por eso, ordene usted que se selle el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, se roben el cuerpo y le digan al pueblo que ha resucitado. Ese último engaño sería peor que el primero. 65—Llévense una guardia de soldados —les ordenó Pilato—, y vayan a asegurar el sepulcro lo mejor que puedan. 66Así que ellos fueron, cerraron el sepulcro con una piedra, y lo sellaron; y dejaron puesta la guardia.

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Deuteronomio 7-8 (NVI) Expulsión de las naciones 1»El Señor tu Dios te hará entrar en la tierra que vas a poseer, y expulsará de

tu presencia a siete naciones más grandes y fuertes que tú, que son los hititas, los gergeseos, los amorreos, los cananeos, los ferezeos, los heveos y los jebuseos. 2Cuando el Señor tu Dios te las haya entregado y tú las hayas derrotado, deberás destruirlas por completo. No harás ningún pacto con ellas, ni les tendrás compasión. 3Tampoco te unirás en matrimonio con ninguna de esas naciones; no darás tus hijas a sus hijos ni tomarás sus hijas para tus hijos, 4porque ellas los apartarán del Señor y los harán servir a otros dioses. Entonces la ira del Señor se encenderá contra ti y te destruirá de inmediato. 5»Esto es lo que harás con esas naciones: Destruirás sus altares, romperás sus piedras sagradas, derribarás sus imágenes de la diosa Aserá y les prenderás fuego a sus ídolos. 6Porque para el Señor tu Dios tú eres un pueblo santo; él te eligió para que fueras su posesión exclusiva entre todos los pueblos de la tierra. 7»El Señor se encariñó contigo y te eligió, aunque no eras el pueblo más numeroso sino el más insignificante de todos. 8Lo hizo porque te ama y quería cumplir su juramento a tus antepasados; por eso te rescató del poder del faraón, el rey de Egipto, y te sacó de la esclavitud con gran despliegue de fuerza. 9»Reconoce, por tanto, que el Señor tu Dios es el Dios verdadero, el Dios fiel, que cumple su pacto generación tras generación, y muestra su fiel amor a quienes lo aman y obedecen sus mandamientos, 10pero que destruye a quienes lo odian y no se tarda en darles su merecido. 11Por eso debes obedecer los mandamientos, los preceptos y las normas que hoy te man-


do que cumplas. 12»Si prestas atención a estas normas, y las cumples y las obedeces, entonces el Señor tu Dios cumplirá el pacto que bajo juramento hizo con tus antepasados, y te mostrará su amor fiel. 13Te amará, te multiplicará y bendecirá el fruto de tu vientre, y también el fruto de la tierra que juró a tus antepasados que les daría. Es decir, bendecirá el trigo, el vino y el aceite, y las crías de tus ganados y los corderos de tus rebaños. 14Bendito serás, más que cualquier otro pueblo; no habrá entre los tuyos hombre ni mujer estéril, ni habrá un solo animal de tus ganados que se quede sin cría. 15El Señor te mantendrá libre de toda enfermedad y alejará de ti las horribles enfermedades que conociste en Egipto; en cambio, las reservará para tus enemigos. 16Destruye a todos los pueblos que el Señor tu Dios entregue en tus manos. No te apiades de ellos ni sirvas a sus dioses, para que no te sean una trampa mortal. 17»Tal vez te preguntes: “¿Cómo podré expulsar a estas naciones, si son más numerosas que yo?” 18Pero no les temas; recuerda bien lo que el Señor tu Dios hizo contra el faraón y contra todo Egipto. 19Con tus propios ojos viste las grandes pruebas, señales y prodigios milagrosos que con gran despliegue de fuerza y de poder realizó el Señor tu Dios para sacarte de Egipto, y lo mismo hará contra todos los pueblos a quienes ahora temes. 20Además, el Señor tu Dios enviará contra ellos avispas, hasta que hayan perecido todos los sobrevivientes y aun los que intenten esconderse de ti. 21No te asustes ante ellos, pues el Señor tu Dios, el Dios grande y temible, está contigo. 22El Señor tu Dios

expulsará a las naciones que te salgan al paso, pero lo hará poco a poco. No las eliminarás a todas de una sola vez, para que los animales salvajes no se multipliquen ni invadan tu territorio. 23El Señor tu Dios entregará a esas naciones en tus manos, y las llenará de gran confusión hasta destruirlas. 24Pondrá a sus reyes bajo tu poder, y de sus nombres tú borrarás hasta el recuerdo. Ninguna de esas naciones podrá resistir tu presencia, porque tú las destruirás. 25Pero tú deberás quemar en el fuego las esculturas de sus dioses. No codicies la plata y el oro que las recubren, ni caigas en la trampa de quedarte con ellas, pues eso es algo que aborrece el Señor tu Dios. 26No metas en tu casa nada que sea abominable. Todo eso debe ser destruido. Recházalo y detéstalo por completo, para que no seas destruido tú también. Recuerda al Señor tu Dios 1»Cumple fielmente todos los mandamientos que hoy te mando, para que vivas, te multipliques y tomes posesión de la tierra que el Señor juró a tus antepasados. 2Recuerda que durante cuarenta años el Señor tu Dios te llevó por todo el camino del desierto, y te humilló y te puso a prueba para conocer lo que había en tu corazón y ver si cumplirías o no sus mandamientos. 3Te humilló y te hizo pasar hambre, pero luego te alimentó con maná, comida que ni tú ni tus antepasados habían conocido, con lo que te enseñó que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del Señor. 4Durante esos cuarenta años no se te gastó la ropa que llevabas puesta, ni se te hincharon los pies. 5Reconoce en tu corazón que, así como un


padre disciplina a su hijo, también el Señor tu Dios te disciplina a ti. 6Cumple los mandamientos del Señor tu Dios; témelo y sigue sus caminos. 7Porque el Señor tu Dios te conduce a una tierra buena: tierra de arroyos y de fuentes de agua, con manantiales que fluyen en los valles y en las colinas; 8tierra de trigo y de cebada; de viñas, higueras y granados; de miel y de olivares; 9tierra donde no escaseará el pan y donde nada te faltará; tierra donde las rocas son de hierro y de cuyas colinas sacarás cobre. 10»Cuando hayas comido y estés satisfecho, alabarás al Señor tu Dios por la tierra buena que te habrá dado. 11Pero ten cuidado de no olvidar al Señor tu Dios. No dejes de cumplir sus mandamientos, normas y preceptos que yo te mando hoy. 12Y cuando hayas comido y te hayas saciado, cuando hayas edificado casas cómodas y las habites, 13cuando se hayan multiplicado tus ganados y tus rebaños, y hayan aumentado tu plata y tu oro y sean abundantes tus riquezas, 14no te vuelvas orgulloso ni olvides al Señor tu Dios, quien te sacó de Egipto, la tierra donde viviste como esclavo. 15El Señor te guió a través del vasto y horrible desierto, esa tierra reseca y sedienta, llena de serpientes venenosas y escorpiones; te dio el agua que hizo brotar de la más dura roca; 16en el desierto te alimentó con maná, comida que jamás conocieron tus antepasados. Así te humilló y te puso a prueba, para que al fin de cuentas te fuera bien. 17No se te ocurra pensar: “Esta riqueza es fruto de mi poder y de la fuerza de mis manos.” 18Recuerda al Señor tu Dios, porque es él quien te da el poder para producir esa riqueza;

así ha confirmado hoy el pacto que bajo juramento hizo con tus antepasados. 19»Si llegas a olvidar al Señor tu Dios, y sigues a otros dioses para adorarlos e inclinarte ante ellos, testifico hoy en contra tuya que ciertamente serás destruido. 20Si no obedeces al Señor tu Dios, te sucederá lo mismo que a las naciones que el Señor irá destruyendo a tu paso.

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Job 7 (NVI) 1»¿No tenemos todos una obligación en este mundo? ¿No son nuestros días como los de un asalariado? 2Como el esclavo que espera con ansias la noche, como el asalariado que ansioso espera su paga, 3meses enteros he vivido en vano; ¡me han tocado noches de miseria! 4Me acuesto y pienso: “¿Cuánto falta para que amanezca?” La noche se me hace interminable; me doy vueltas en la cama hasta el amanecer. 5Tengo el cuerpo cubierto de gusanos y de costras; ¡la piel se me raja y me supura! 6»Mis días se van más veloces que una lanzadera, y sin esperanza alguna llegan a su fin. 7Recuerda, oh Dios, que mi vida es un suspiro; que ya no verán mis ojos la felicidad. 8Los ojos que hoy me ven, no me verán mañana; pondrás en mí tus ojos, pero ya no existiré. 9Como nubes que se diluyen y se pierden, los que bajan al sepulcro ya no vuelven a subir. 10Nunca más regresan a su casa; desaparecen de su lugar. 11»Por lo que a mí toca, no guardaré silencio; la angustia de mi alma me lleva a hablar, la amargura en que vivo me obliga a protestar. 12¿Soy acaso el mar, el monstruo del abismo, para que me pongas bajo vigilancia? 13Cuando pienso que en mi


lecho hallaré consuelo o encontraré alivio a mi queja, 14aun allí me infundes miedo en mis sueños; ¡me aterras con visiones! 15¡Preferiría que me estrangularan a seguir viviendo en este cuerpo! 16Tengo en poco mi vida; no quiero vivir para siempre. ¡Déjame en paz, que mi vida no tiene sentido! 17»¿Qué es el hombre, que le das tanta importancia, que tanta atención le concedes, 18que cada mañana lo examinas y a toda hora lo pones a prueba? 19Aparta de mí la mirada; ¡déjame al menos tragar saliva! 20Si he pecado, ¿en qué te afecta, vigilante de los mortales? ¿Por qué te ensañas conmigo? ¿Acaso te soy una carga? 21¿Por qué no me perdonas mis pecados? ¿Por qué no pasas por alto mi maldad? Un poco más, y yaceré en el polvo; me buscarás, pero habré dejado de existir.»

Día 98 - Domingo 03.05.15:

Mateo 28 (NVI) La resurrección 1Después del sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. 2Sucedió que hubo un terremoto violento, porque un ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose al sepulcro, quitó la piedra y se sentó sobre ella. 3Su aspecto era como el de un relámpago, y su ropa era blanca como la nieve. 4Los guardias tuvieron tanto miedo de él que se pusieron a temblar y quedaron como muertos. 5El ángel dijo a las mujeres:— No tengan miedo; sé que ustedes buscan a Jesús, el que fue crucificado. 6No está aquí, pues ha resucitado, tal como dijo. Vengan a ver el lugar donde lo pu-

sieron. 7Luego vayan pronto a decirles a sus discípulos: “Él se ha levantado de entre los muertos y va delante de ustedes a Galilea. Allí lo verán.” Ahora ya lo saben. 8Así que las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, asustadas pero muy alegres, y corrieron a dar la noticia a los discípulos. 9En eso Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. 10—No tengan miedo —les dijo Jesús—. Vayan a decirles a mis hermanos que se dirijan a Galilea, y allí me verán. El informe de los guardias 11Mientras las mujeres iban de camino, algunos de los guardias entraron en la ciudad e informaron a los jefes de los sacerdotes de todo lo que había sucedido. 12Después de reunirse estos jefes con los ancianos y de trazar un plan, les dieron a los soldados una fuerte suma de dinero 13y les encargaron: «Digan que los discípulos de Jesús vinieron por la noche y que, mientras ustedes dormían, se robaron el cuerpo. 14Y si el gobernador llega a enterarse de esto, nosotros responderemos por ustedes y les evitaremos cualquier problema.» 15Así que los soldados tomaron el dinero e hicieron como se les había instruido. Esta es la versión de los sucesos que hasta el día de hoy ha circulado entre los judíos. La gran comisión 16Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña que Jesús les había indicado. 17Cuando lo vieron, lo adoraron; pero algunos dudaban. 18Jesús se acercó entonces a ellos y les dijo:—Se me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. 19Por tanto, vayan y hagan dis-


cípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.

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Deuteronomio 9-10 (NVI) El mérito no es de Israel 1»Escucha, Israel: hoy vas a cruzar el Jordán para entrar y desposeer a naciones más grandes y fuertes que tú, que habitan en grandes ciudades con muros que llegan hasta el cielo. 2Esa gente es poderosa y de gran estatura; ¡son los anaquitas! Tú ya los conoces y sabes que de ellos se dice: “¿Quién puede oponerse a los descendientes de Anac?” 3Pero tú, entiende bien hoy que el Señor tu Dios avanzará al frente de ti, y que los destruirá como un fuego consumidor y los someterá a tu poder. Tú los expulsarás y los aniquilarás en seguida, tal como el Señor te lo ha prometido. 4»Cuando el Señor tu Dios los haya arrojado lejos de ti, no vayas a pensar: “El Señor me ha traído hasta aquí, por mi propia justicia, para tomar posesión de esta tierra.” ¡No! El Señor expulsará a esas naciones por la maldad que las caracteriza. 5De modo que no es por tu justicia ni por tu rectitud por lo que vas a tomar posesión de su tierra. ¡No! La propia maldad de esas naciones hará que el Señor tu Dios las arroje lejos de ti. Así cumplirá lo que juró a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. 6Entiende bien que eres un pueblo terco, y que tu justicia y tu rectitud no tienen nada que ver con que el Señor tu Dios te dé en posesión esta buena tierra.

El becerro de oro 7»Recuerda esto, y nunca olvides cómo provocaste la ira del Señor tu Dios en el desierto. Desde el día en que saliste de Egipto hasta tu llegada aquí, has sido rebelde contra el Señor. 8A tal grado provocaste su enojo en Horeb, que estuvo a punto de destruirte. 9Cuando subí a la montaña para recibir las tablas de piedra, es decir, las tablas del pacto que el Señor había hecho contigo, me quedé en la montaña cuarenta días y cuarenta noches, y no comí pan ni bebí agua. 10Allí el Señor me dio dos tablas de piedra, en las que él mismo escribió todas las palabras que proclamó desde la montaña, de en medio del fuego, el día de la asamblea. 11»Pasados los cuarenta días y las cuarenta noches, el Señor me dio las dos tablas de piedra, es decir, las tablas del pacto, 12y me dijo: “Levántate y baja de aquí en seguida, porque ese pueblo tuyo, que sacaste de Egipto, se ha descarriado. Bien pronto se han apartado del camino que les mandé seguir, y se han fabricado un ídolo de metal fundido.” 13»También me dijo: “He visto a este pueblo, y ¡realmente es un pueblo terco! 14Déjame que lo destruya y borre hasta el recuerdo de su nombre. De ti, en cambio, haré una nación más fuerte y numerosa que la de ellos.” 15»Luego me di vuelta y bajé de la montaña que ardía en llamas. En las manos traía yo las dos tablas del pacto. 16Entonces vi que ustedes habían pecado contra el Señor su Dios, pues se habían fabricado un ídolo fundido con forma de becerro. ¡Bien pronto se habían apartado del camino que el Señor les había trazado! 17Así que tomé las


dos tablas que traía en las manos y las arrojé al suelo, haciéndolas pedazos delante de ustedes. 18»Nuevamente me postré delante del Señor cuarenta días y cuarenta noches, y no comí pan ni bebí agua. Lo hice por el gran pecado que ustedes habían cometido al hacer lo malo a los ojos del Señor, provocando así su ira. 19Tuve verdadero miedo del enojo y de la ira del Señor, pues a tal grado se indignó contra ustedes, que quiso destruirlos. Sin embargo, el Señor me escuchó una vez más. 20Así mismo, tan enojado estaba el Señor contra Aarón que quería destruirlo, y también en esa ocasión intercedí por él. 21Luego agarré el becerro que ustedes se fabricaron, ese ídolo que los hizo pecar, y lo quemé en el fuego; lo desmenucé y lo reduje a polvo fino, y arrojé el polvo al arroyo que baja de la montaña. 22»En Taberá, en Masá y en Quibrot Hatavá ustedes provocaron también la indignación del Señor, 23lo mismo que cuando el Señor los envió desde Cades Barnea y les dijo: “Vayan y tomen posesión de la tierra que les he dado.” Ustedes se rebelaron contra la orden del Señor su Dios; no confiaron en él ni le obedecieron. 24¡Desde que los conozco han sido rebeldes al Señor! 25»Como el Señor había dicho que los destruiría, yo me quedé postrado ante él esos cuarenta días y cuarenta noches. 26Oré al Señor y le dije: “Señor y Dios, ¡no destruyas tu propia heredad, el pueblo que por tu grandeza redimiste y sacaste de Egipto con gran despliegue de fuerza! 27¡Acuérdate de tus siervos Abraham, Isaac y Jacob! Pasa por alto la terquedad de este pueblo, y su maldad y su pecado, 28no sea que allá, en el país

de donde nos sacaste, digan: ‘El Señor no pudo llevarlos a la tierra que les había prometido. Y como los aborrecía, los sacó para que murieran en el desierto.’ 29Después de todo, ellos son tu propia heredad; son el pueblo que sacaste con gran despliegue de fuerza y de poder.” Las nuevas tablas de la ley 1»En aquel tiempo el Señor me dijo: “Talla dos tablas de piedra iguales a las primeras, y haz un arca de madera; después de eso, sube a la montaña para que te encuentres conmigo. 2Yo escribiré en esas tablas las mismas palabras que estaban escritas en las primeras, y después las guardarás en el arca.” 3»Hice, pues, el arca de madera de acacia, y tallé dos tablas de piedra como las primeras; luego subí a la montaña llevando en las manos las dos tablas. 4En esas tablas, que luego me entregó, el Señor escribió lo mismo que había escrito antes, es decir, los diez mandamientos que les dio a ustedes el día en que estábamos todos reunidos en asamblea, cuando habló desde el fuego en la montaña. 5En seguida bajé de la montaña y guardé las tablas en el arca que había hecho. Y allí permanecen, tal como me lo ordenó el Señor.» Ministerio de los levitas 6Después los israelitas se trasladaron de los pozos de Berot Bené Yacán a Moserá. Allí murió Aarón y fue sepultado, y su hijo Eleazar lo sucedió en el sacerdocio. 7De allí se fueron a Gudgoda, y siguieron hasta Jotbata, tierra con abundantes corrientes de agua. 8En aquel tiempo el Señor designó a la tribu de Leví para llevar el arca del pacto y estar en su presencia, y para ministrar


y pronunciar bendiciones en su nombre, como hasta hoy lo hace. 9Por eso los levitas no tienen patrimonio alguno entre sus hermanos, pues el Señor es su herencia, como él mismo lo ha declarado. Las demandas del 10«Yo me quedé en la montaña cuarenta días y cuarenta noches, como lo hice la primera vez, y también esta vez el Señor me escuchó. Como no era su voluntad destruirlos, 11el Señor me dijo: “Ve y guía al pueblo en su camino, para que entren y tomen posesión de la tierra que juré a sus antepasados que les daría.” 12»Y ahora, Israel, ¿qué te pide el Señor tu Dios? Simplemente que le temas y andes en todos sus caminos, que lo ames y le sirvas con todo tu corazón y con toda tu alma, 13y que cumplas los mandamientos y los preceptos que hoy te manda cumplir, para que te vaya bien. 14»Al Señor tu Dios le pertenecen los cielos y lo más alto de los cielos, la tierra y todo lo que hay en ella. 15Sin embargo, él se encariñó con tus antepasados y los amó; y a ti, que eres su descendencia, te eligió de entre todos los pueblos, como lo vemos hoy. 16Por eso, despójate de lo pagano que hay en tu corazón, y ya no seas terco. 17Porque el Señor tu Dios es Dios de dioses y Señor de señores; él es el gran Dios, poderoso y terrible, que no actúa con parcialidad ni acepta sobornos. 18Él defiende la causa del huérfano y de la viuda, y muestra su amor por el extranjero, proveyéndole ropa y alimentos. 19Así mismo debes tú mostrar amor por los extranjeros, porque también tú fuiste extranjero en Egipto. 20Teme al Señor tu Dios y sírvele. Aférrate a él y jura sólo por su nombre.

21Él es el motivo de tu alabanza; él es tu Dios, el que hizo en tu favor las grandes y maravillosas hazañas que tú mismo presenciaste. 22Setenta eran los antepasados tuyos que bajaron a Egipto, y ahora el Señor tu Dios te ha hecho un pueblo tan numeroso como las estrellas del cielo.

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Job 8 (NVI) Primer discurso de Bildad 1A esto respondió Bildad de Súah: 2«¿Hasta cuándo seguirás hablando así? ¡Tus palabras son un viento huracanado! 3¿Acaso Dios pervierte la justicia? ¿Acaso tuerce el derecho el Todopoderoso? 4Si tus hijos pecaron contra Dios, él les dio lo que su pecado merecía. 5Pero si tú vuelves la mirada a Dios, si le pides perdón al Todopoderoso, 6y si eres puro y recto, él saldrá en tu defensa y te devolverá el lugar que te corresponde. 7Modestas parecerán tus primeras riquezas, comparadas con tu prosperidad futura. 8»Pregunta a las generaciones pasadas; averigua lo que descubrieron sus padres. 9Nosotros nacimos ayer, y nada sabemos; nuestros días en este mundo son como una sombra. 10Pero ellos te instruirán, te lo harán saber; compartirán contigo su experiencia. 11¿Puede crecer el papiro donde no hay pantano? ¿Pueden crecer los juncos donde no hay agua? 12Aunque estén floreciendo y nadie los haya cortado, se marchitan antes que otra hierba. 13Tal es el destino de los que se olvidan de Dios; así termina la esperanza de los impíos. 14Muy débiles son sus esperanzas; han puesto su confianza en una telaraña. 15No podrán sostenerse cuando


se apoyen en ella; no quedarán en pie cuando se prendan de sus hilos. 16Son como plantas frondosas expuestas al sol, que extienden sus ramas por todo el jardín: 17hunden sus raíces en torno a un montón de piedras y buscan arraigarse entre ellas. 18Pero si las arrancan de su sitio, ese lugar negará haberlas conocido. 19¡Así termina su alegría de vivir, y del suelo brotan otras plantas! 20»Dios no rechaza a quien es íntegro, ni brinda su apoyo a quien hace el mal. 21Pondrá de nuevo risas en tu boca, y gritos de alegría en tus labios. Tus enemigos se cubrirán de vergüenza, y desaparecerán las moradas de los malvados.»

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