Lectura Semanal - Semana 16
Día 106- Lunes 11.05.15: Hechos 5:17-42 / Deuteronomio 25-27 / Job 16 Día 107 - Martes 12.05.15: Hechos 6 / Deuteronomio 28 / Job 17 Día 108 - Miércoles 13.05.15: Hechos 7:1-22 / Deuteronomio 29-30 / Job 18 Día 109 - Jueves 14.05.15: Hechos 7:23-60 / Deuteronomio 31-32 / Job 19 Día 110 - Viernes 15.05.15: Hechos 8:1-25 / Deuteronomio 33-34 / Job 20 Día 111 - Sábado 16.05.15: Hechos 8:26-40 / Josué 1-2 / Job 21 Día 112 - Domingo 17.05.15: Hechos 9:1-25 / Josué 3-4 / Job 22
Día 106 - Lunes 11.05.15:
Hechos 5:17-42 (NVI) Persiguen a los apóstoles 17El sumo sacerdote y todos sus partidarios, que pertenecían a la secta de los saduceos, se llenaron de envidia. 18Entonces arrestaron a los apóstoles y los metieron en la cárcel común. 19Pero en la noche un ángel del Señor abrió las puertas de la cárcel y los sacó. 20«Vayan —les dijo—, preséntense en el templo y comuniquen al pueblo todo este mensaje de vida.» 21Conforme a lo que habían oído, al amanecer entraron en el templo y se pusieron a enseñar. Cuando llegaron el sumo sacerdote y sus partidarios, convocaron al Consejo, es decir, a la asamblea general de los ancianos de Israel, y mandaron traer de la cárcel a los apóstoles. 22Pero al llegar los guardias a la cárcel, no los encontraron. Así que volvieron con el siguiente informe: 23«Encontramos la cárcel cerrada, con todas las medidas de seguridad, y a los guardias firmes a las puertas; pero cuando abrimos, no encontramos a nadie adentro.» 24Al oírlo, el capitán de la guardia del templo y los jefes de los sacerdotes se quedaron perplejos, preguntándose en qué terminaría todo aquello. 25En esto, se presentó alguien que les informó: «¡Miren! Los hombres que ustedes metieron en la cárcel están en el templo y siguen enseñando al pueblo.» 26Fue entonces el capitán con sus guardias y trajo a los apóstoles sin recurrir a la fuerza, porque temían ser apedreados por la gente. 27Los condujeron ante el Consejo, y el sumo sacerdote les reclamó: 28—Terminantemente les hemos prohibido enseñar en ese nombre. Sin embargo, ustedes han llenado a Jerusalén con sus enseñanzas, y se han propuesto echarnos la culpa a nosotros de la muerte de ese hombre.
29—¡Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres! —respondieron Pedro y los demás apóstoles—. 30El Dios de nuestros antepasados resucitó a Jesús, a quien ustedes mataron colgándolo de un madero. 31Por su poder, Dios lo exaltó como Príncipe y Salvador, para que diera a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. 32Nosotros somos testigos de estos acontecimientos, y también lo es el Espíritu Santo que Dios ha dado a quienes le obedecen. 33A los que oyeron esto se les subió la sangre a la cabeza y querían matarlos. 34Pero un fariseo llamado Gamaliel, maestro de la ley muy respetado por todo el pueblo, se puso de pie en el Consejo y mandó que hicieran salir por un momento a los apóstoles. 35Luego dijo: «Hombres de Israel, piensen dos veces en lo que están a punto de hacer con estos hombres. 36Hace algún tiempo surgió Teudas, jactándose de ser alguien, y se le unieron unos cuatrocientos hombres. Pero lo mataron y todos sus seguidores se dispersaron y allí se acabó todo. 37Después de él surgió Judas el galileo, en los días del censo, y logró que la gente lo siguiera. A él también lo mataron, y todos sus secuaces se dispersaron. 38En este caso les aconsejo que dejen a estos hombres en paz. ¡Suéltenlos! Si lo que se proponen y hacen es de origen humano, fracasará; 39pero si es de Dios, no podrán destruirlos, y ustedes se encontrarán luchando contra Dios.»Se dejaron persuadir por Gamaliel. 40Entonces llamaron a los apóstoles y, luego de azotarlos, les ordenaron que no hablaran más en el nombre de Jesús. Después de eso los soltaron. 41Así, pues, los apóstoles salieron del Consejo, llenos de gozo por haber sido considerados dignos de sufrir afrentas por causa del Nombre. 42Y
día tras día, en el templo y de casa en casa, no dejaban de enseñar y anunciar las buenas nuevas de que Jesús es el Mesías.
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Deuteronomio 25-27 (NVI) 1»Cuando dos hombres tengan un pleito, se presentarán ante el tribunal y los jueces decidirán el caso, absolviendo al inocente y condenando al culpable. 2Si el culpable merece que lo azoten, el juez le ordenará tenderse en el suelo y hará que allí mismo le den el número de azotes que su crimen merezca. 3Pero no se le darán más de cuarenta azotes; más de eso sería humillante para tu hermano. 4»No le pongas bozal al buey mientras esté trillando. 5»Si dos hermanos viven en el mismo hogar, y uno muere sin dejar hijos, su viuda no se casará fuera de la familia. El hermano del esposo la tomará y se casará con ella, para cumplir con su deber de cuñado. 6El primer hijo que ella tenga llevará el nombre del hermano muerto, para que su nombre no desaparezca de Israel. 7»Si tal hombre no quiere casarse con la viuda de su hermano, ella recurrirá a los ancianos, a la entrada de la ciudad, y les dirá: “Mi cuñado no quiere mantener vivo en Israel el nombre de su hermano. Se niega a cumplir conmigo su deber de cuñado.” 8Entonces los ancianos lo llamarán y le hablarán. Si persiste en decir: “No quiero casarme con ella”, 9la cuñada se acercará a él y, en presencia de los ancianos, le quitará una de las sandalias, le escupirá en la cara, y dirá: “Esto es lo que se hace con quien no quiere mantener viva la descendencia de su hermano.” 10Y para siempre se conocerá en Israel a ese hombre y a su familia como “los descalzos”. 11»Cuando dos hombres se estén peleando y la esposa de uno
de ellos venga a rescatar a su esposo de manos de su atacante, si la mujer le hiere los genitales al otro hombre, 12tú le cortarás a ella la mano. No le tendrás compasión. 13»No tendrás en tu bolsa dos pesas diferentes, una más pesada que la otra. 14Tampoco tendrás en tu casa dos medidas diferentes, una más grande que la otra. 15Más bien, tendrás pesas y medidas precisas y justas, para que vivas mucho tiempo en la tierra que te da el Señor tu Dios, 16porque él aborrece a quien comete tales actos de injusticia. 17»Recuerda lo que te hicieron los amalecitas después de que saliste de Egipto: 18cuando estabas cansado y fatigado, salieron a tu encuentro y atacaron por la espalda a todos los rezagados. ¡No tuvieron temor de Dios! 19Por eso, cuando el Señor tu Dios te dé la victoria sobre todas las naciones enemigas que rodean la tierra que él te da como herencia, borrarás para siempre el recuerdo de los descendientes de Amalec. ¡No lo olvides! Diezmos y primicias 1»Cuando hayas entrado en la tierra que el Señor tu Dios te da como herencia, y tomes posesión de ella y te establezcas allí, 2tomarás de las primicias de todo lo que produzca la tierra que el Señor tu Dios te da, y las pondrás en una canasta. Luego irás al lugar donde el Señor tu Dios haya decidido habitar, 3y le dirás al sacerdote que esté oficiando: “Hoy declaro, ante el Señor tu Dios, que he entrado en la tierra que él nos dio, tal como se lo juró a nuestros antepasados.” 4»El sacerdote tomará de tus manos la canasta y la pondrá frente al altar del Señor tu Dios. 5Entonces tú declararás ante el Señor tu Dios:“Mi padre fue un arameo errante, y descendió a Egipto con poca gente. Vivió allí hasta llegar a ser una gran nación, fuerte y numerosa.
6Pero los egipcios nos maltrataron, nos hicieron sufrir y nos sometieron a trabajos forzados. 7Nosotros clamamos al Señor, el Dios de nuestros padres, y él escuchó nuestro ruego y vio la miseria, el trabajo y la opresión que nos habían impuesto. 8Por eso el Señor nos sacó de Egipto con actos portentosos y gran despliegue de poder, con señales, prodigios y milagros que provocaron gran terror. 9Nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, donde abundan la leche y la miel. 10Por eso ahora traigo las primicias de la tierra que el Señor tu Dios me ha dado.”»Acto seguido, pondrás la canasta delante del Señor tu Dios, y te postrarás ante él. 11Y los levitas y los extranjeros celebrarán contigo todo lo bueno que el Señor tu Dios te ha dado a ti y a tu familia. 12»Cuando ya hayas apartado la décima parte de todos tus productos del tercer año, que es el año del diezmo, se la darás al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, para que coman y se sacien en tus ciudades. 13Entonces le dirás al Señor tu Dios:“Ya he retirado de mi casa la porción consagrada a ti, y se la he dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que tú me mandaste. No me he apartado de tus mandamientos ni los he olvidado. 14Mientras estuve de luto, no comí nada de esta porción consagrada; mientras estuve impuro, no tomé nada de ella ni se la ofrecí a los muertos. Señor mi Dios, yo te he obedecido y he hecho todo lo que me mandaste. 15Mira desde el cielo, desde el santo lugar donde resides y, tal como se lo juraste a nuestros antepasados, bendice a tu pueblo Israel y a la tierra que nos has dado, tierra donde abundan la leche y la miel.” Exhortación a seguir los mandamientos del Señor
16»Hoy el Señor tu Dios te manda obedecer estos preceptos y normas. Pon todo lo que esté de tu parte para practicarlos con entusiasmo. 17Hoy has declarado que el Señor es tu Dios y que andarás en sus caminos, que prestarás oído a su voz y que cumplirás sus preceptos, mandamientos y normas. 18Por su parte, hoy mismo el Señor ha declarado que tú eres su pueblo, su posesión preciosa, tal como lo prometió. Obedece, pues, todos sus mandamientos. 19El Señor ha declarado que te pondrá por encima de todas las naciones que ha formado, para que seas alabado y recibas fama y honra. Serás una nación consagrada al Señor tu Dios.» El altar sobre el monte Ebal 1Moisés y los ancianos de Israel le dieron al pueblo esta orden: «Cumple todos estos mandamientos que hoy te entrego. 2Después de cruzar el Jordán y de entrar en la tierra que el Señor tu Dios te da, levantarás unas piedras grandes, las revocarás con cal, 3y escribirás sobre ellas todas las palabras de esta ley. Esto lo harás después de cruzar el Jordán y de entrar en la tierra que el Señor tu Dios te da, tierra donde abundan la leche y la miel, tal como el Señor tu Dios se lo prometió a tus antepasados. 4Cuando hayas cruzado el Jordán, colocarás esas piedras sobre el monte Ebal y las revocarás con cal, tal como te lo ordeno hoy. 5Edificarás allí un altar de piedra en honor al Señor tu Dios, pero no con piedras labradas con instrumentos de hierro, sino con piedras enteras, 6porque el altar del Señor deberá construirse con piedras del campo. Quemarás sobre él ofrendas al Señor tu Dios; 7ofrecerás allí sacrificios de comunión, y los comerás y te regocijarás en la presencia del Señor tu Dios. 8Sobre las piedras de ese altar escribirás clara-
mente todas las palabras de esta ley.» Maldiciones desde el monte Ebal 9Entonces Moisés y los sacerdotes levitas dijeron a todo Israel: «¡Guarda silencio, Israel, y escucha! Hoy te has convertido en el pueblo del Señor tu Dios. 10Obedece al Señor tu Dios y cumple los mandamientos y preceptos que hoy te mando.» 11Ese mismo día Moisés le ordenó al pueblo: 12«Cuando hayan cruzado el Jordán, las siguientes tribus estarán sobre el monte Guerizín para bendecir al pueblo: Simeón, Leví, Judá, Isacar, José y Benjamín. 13»Sobre el monte Ebal estarán estas otras, para pronunciar las maldiciones: Rubén, Gad, Aser, Zabulón, Dan y Neftalí. 14»Los levitas tomarán la palabra, y en voz alta le dirán a todo el pueblo de Israel: 15“Maldito sea quien haga un ídolo, ya sea tallado en madera o fundido en metal, y lo ponga en un lugar secreto. Es creación de las manos de un artífice, y por lo tanto es detestable al Señor.” Y todo el pueblo dirá: “¡Amén!” 16“Maldito sea quien deshonre a su padre o a su madre.” Y todo el pueblo dirá: “¡Amén!” 17“Maldito sea quien altere los límites de la propiedad de su prójimo.” Y todo el pueblo dirá: “¡Amén!” 18“Maldito sea quien desvíe de su camino a un ciego.” Y todo el pueblo dirá: “¡Amén!” 19“Maldito sea quien viole los derechos del extranjero, del huérfano o de la viuda.” Y todo el pueblo dirá: “¡Amén!” 20“Maldito sea quien se acueste con la mujer de su padre, pues con tal acción deshonra el lecho de su padre.” Y todo el pueblo dirá: “¡Amén!” 21“Maldito sea quien tenga relaciones sexuales con un animal.” Y todo el pueblo dirá: “¡Amén!” 22“Maldito sea quien se acueste con su hermana, hija de su padre o de su madre.” Y todo el pueblo dirá: “¡Amén!” 23“Maldito sea quien se acueste con su suegra.” Y
todo el pueblo dirá: “¡Amén!” 24“Maldito sea quien mate a traición a su prójimo.” Y todo el pueblo dirá: “¡Amén!” 25“Maldito sea quien acepte soborno para matar al inocente.” Y todo el pueblo dirá: “¡Amén!” 26ley” Y todo el pueblo dirá: “¡Amén!”
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Job 16 (NVI) 1A esto, Job contestó: 2«Cosas como éstas he escuchado muchas; ¡valiente consuelo el de todos ustedes! 3¿No habrá fin a sus peroratas? ¿Qué tanto les irrita que siguen respondiendo? 4¡También yo podría hablar del mismo modo si estuvieran ustedes en mi lugar! ¡También yo pronunciaría bellos discursos en su contra, meneando con sarcasmo la cabeza! 5¡Les infundiría nuevos bríos con la boca; les daría consuelo con los labios! 6»Si hablo, mi dolor no disminuye; si me callo, tampoco se me calma. 7Ciertamente Dios me ha destruido; ha exterminado a toda mi familia. 8Me tiene acorralado, y da testimonio contra mí; mi deplorable estado se levanta y me condena. 9»En su enojo Dios me desgarra y me persigue; rechina los dientes contra mí; mi adversario me clava la mirada. 10La gente se mofa de mí abiertamente; burlones, me dan de bofetadas, y todos juntos se ponen en mi contra. 11Dios me ha entregado en manos de gente inicua; me ha arrojado en las garras de los malvados. 12Yo vivía tranquilo, pero él me destrozó; me agarró por el cuello y me hizo pedazos; ¡me hizo blanco de sus ataques! 13Sus arqueros me rodearon. Sin piedad me perforaron los riñones, y mi hígado se derramó por el suelo. 14Abriéndome herida tras herida, se lanzaron contra mí como un guerrero. 15»El luto es parte de mi cuerpo; en el polvo tengo enterrada la frente. 16De tanto llorar ten-
go enrojecida la cara, profundas ojeras tengo en torno a los ojos; 17pero mis manos están libres de violencia, y es pura mi oración. 18»¡Ah, tierra, no cubras mi sangre! ¡No dejes que se acalle mi clamor! 19Ahora mismo tengo en los cielos un testigo; en lo alto se encuentra mi abogado. 20Mi intercesor es mi amigo, y ante él me deshago en lágrimas 21para que interceda ante Dios en favor mío, como quien apela por su amigo. 22Pasarán sólo unos cuantos años antes de que yo emprenda el viaje sin regreso.
Día 107 - Martes 12.05.15:
Hechos 6 (NVI) Elección de los siete 1En aquellos días, al aumentar el número de los discípulos, se quejaron los judíos de habla griega contra los de habla aramea de que sus viudas eran desatendidas en la distribución diaria de los alimentos. 2Así que los doce reunieron a toda la comunidad de discípulos y les dijeron: «No está bien que nosotros los apóstoles descuidemos el ministerio de la palabra de Dios para servir las mesas. 3Hermanos, escojan de entre ustedes a siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu y de sabiduría, para encargarles esta responsabilidad. 4Así nosotros nos dedicaremos de lleno a la oración y al ministerio de la palabra.» 5Esta propuesta agradó a toda la asamblea. Escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás, un prosélito de Antioquía. 6Los presentaron a los apóstoles, quienes oraron y les impusieron las manos. 7Y la palabra de Dios se difundía: el número de los discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén, e incluso muchos de los sacerdotes
obedecían a la fe. Arresto de Esteban 8Esteban, hombre lleno de la gracia y del poder de Dios, hacía grandes prodigios y señales milagrosas entre el pueblo. 9Con él se pusieron a discutir ciertos individuos de la sinagoga llamada de los Libertos, donde había judíos de Cirene y de Alejandría, de Cilicia y de la provincia de Asia. 10Como no podían hacer frente a la sabiduría ni al Espíritu con que hablaba Esteban, 11instigaron a unos hombres a decir: «Hemos oído a Esteban blasfemar contra Moisés y contra Dios.» 12Agitaron al pueblo, a los ancianos y a los maestros de la ley. Se apoderaron de Esteban y lo llevaron ante el Consejo. 13Presentaron testigos falsos, que declararon: «Este hombre no deja de hablar contra este lugar santo y contra la ley. 14Le hemos oído decir que ese Jesús de Nazaret destruirá este lugar y cambiará las tradiciones que nos dejó Moisés.» 15Todos los que estaban sentados en el Consejo fijaron la mirada en Esteban y vieron que su rostro se parecía al de un ángel.
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Deuteronomio 28 (NVI) Bendiciones por la obediencia 1»Si realmente escuchas al Señor tu Dios, y cumples fielmente todos estos mandamientos que hoy te ordeno, el Señor tu Dios te pondrá por encima de todas las naciones de la tierra. 2Si obedeces al Señor tu Dios, todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te acompañarán siempre: 3»Bendito serás en la ciudad, y bendito en el campo 4»Benditos serán el fruto de tu vientre, tus cosechas, las crías de tu ganado, los terneritos de tus manadas y los corderitos de tus rebaños. 5»Benditas serán tu canasta y tu mesa de amasar. 6»Bendito serás en el hogar, y bendito en el cami-
no. 7»El Señor te concederá la victoria sobre tus enemigos. Avanzarán contra ti en perfecta formación, pero huirán en desbandada. 8»El Señor bendecirá tus graneros, y todo el trabajo de tus manos.»El Señor tu Dios te bendecirá en la tierra que te ha dado. 9»El Señor te establecerá como su pueblo santo, conforme a su juramento, si cumples sus mandamientos y andas en sus caminos. 10Todas las naciones de la tierra te respetarán al reconocerte como el pueblo del Señor. 11»El Señor te concederá abundancia de bienes: multiplicará tus hijos, tu ganado y tus cosechas en la tierra que a tus antepasados juró que te daría. 12»El Señor abrirá los cielos, su generoso tesoro, para derramar a su debido tiempo la lluvia sobre la tierra, y para bendecir todo el trabajo de tus manos. Tú les prestarás a muchas naciones, pero no tomarás prestado de nadie. 13El Señor te pondrá a la cabeza, nunca en la cola. Siempre estarás en la cima, nunca en el fondo, con tal de que prestes atención a los mandamientos del Señor tu Dios que hoy te mando, y los obedezcas con cuidado. 14Jamás te apartes de ninguna de las palabras que hoy te ordeno, para seguir y servir a otros dioses. Maldiciones por la desobediencia 15»Pero debes saber que, si no obedeces al Señor tu Dios ni cumples fielmente todos sus mandamientos y preceptos que hoy te ordeno, vendrán sobre ti y te alcanzarán todas estas maldiciones: 16»Maldito serás en la ciudad, y maldito en el campo. 17»Malditas serán tu canasta y tu mesa de amasar. 18»Malditos serán el fruto de tu vientre, tus cosechas, los terneritos de tus manadas y los corderitos de tus rebaños. 19»Maldito serás en el hogar, y maldito en el camino. 20»El Señor enviará contra ti
maldición, confusión y fracaso en toda la obra de tus manos, hasta que en un abrir y cerrar de ojos quedes arruinado y exterminado por tu mala conducta y por haberme abandonado. 21»El Señor te infestará de plagas, hasta acabar contigo en la tierra de la que vas a tomar posesión. 22El Señor te castigará con epidemias mortales, fiebres malignas e inflamaciones, con calor sofocante y sequía, y con plagas y pestes sobre tus cultivos. Te hostigará hasta que perezcas. 23Sobre tu cabeza, el cielo será como bronce; bajo tus pies, la tierra será como hierro. 24En lugar de lluvia, el Señor enviará sobre tus campos polvo y arena; del cielo lloverá ceniza, hasta que seas aniquilado. 25»El Señor hará que te derroten tus enemigos. Avanzarás contra ellos en perfecta formación, pero huirás en desbandada. ¡Todos los reinos de la tierra te humillarán! 26Tu cadáver servirá de alimento a las aves de los cielos y a las bestias de la tierra, y no habrá quien las espante. 27»El Señor te afligirá con tumores y úlceras, como las de Egipto, y con sarna y comezón, y no podrás sanar. 28»El Señor te hará sufrir de locura, ceguera y delirio. 29En pleno día andarás a tientas, como ciego en la oscuridad. Fracasarás en todo lo que hagas; día tras día serás oprimido; te robarán y no habrá nadie que te socorra. 30Estarás comprometido para casarte, pero otro tomará a tu prometida y la violará. Construirás una casa, y no podrás habitarla. Plantarás una viña, pero no podrás gozar de sus frutos. 31Ante tus propios ojos degollarán a tu buey, y no probarás su carne. Te quitarán tu burro a la fuerza y no te lo devolverán. Tus ovejas pasarán a manos de tus enemigos, y nadie te ayudará a rescatarlas. 32Tus hijos y tus hijas serán entregados a otra nación; te cansarás de buscarlos,
y no los podrás encontrar. 33Un pueblo desconocido se comerá los frutos de tu tierra y todo el producto de tu trabajo; para ti sólo habrá opresión y malos tratos cada día. 34Tendrás visiones que te enloquecerán. 35»El Señor te herirá en las rodillas y en las piernas, y con llagas malignas e incurables que te cubrirán todo el cuerpo, desde la planta del pie hasta la coronilla. 36»El Señor hará que tú y el rey que hayas elegido para gobernarte sean deportados a un país que ni tú ni tus antepasados conocieron. Allí adorarás a otros dioses, dioses de madera y de piedra. 37Serás motivo de horror y objeto de burla y de ridículo en todas las naciones a las que el Señor te conduzca. 38»Sembrarás en tus campos mucho, pero cosecharás poco, porque las langostas devorarán tus plantíos. 39Plantarás viñas y las cultivarás, pero no cosecharás las uvas ni beberás el vino, porque los gusanos se comerán tus vides. 40Tendrás olivares por todo tu territorio, pero no te ungirás con su aceite, porque se caerán las aceitunas. 41Tendrás hijos e hijas pero no podrás retenerlos, porque serán llevados al cautiverio. 42¡Enjambres de langostas devorarán todos los árboles y las cosechas de tu tierra! 43»Los extranjeros que vivan contigo alcanzarán cada vez más poder sobre ti, mientras que tú te irás hundiendo más y más. 44Ellos serán tus acreedores, y tú serás su deudor. Ellos irán a la cabeza, y tú quedarás rezagado. 45»Todas estas maldiciones caerán sobre ti. Te perseguirán y te alcanzarán hasta destruirte, porque desobedeciste al Señor tu Dios y no cumpliste sus mandamientos y preceptos. 46Ellos serán señal y advertencia permanente para ti y para tus descendientes, 47pues no serviste al Señor tu Dios con gozo y alegría cuan-
do tenías de todo en abundancia. 48Por eso sufrirás hambre y sed, desnudez y pobreza extrema, y serás esclavo de los enemigos que el Señor enviará contra ti. Ellos te pondrán un yugo de hierro sobre el cuello, y te destruirán por completo. 49»El Señor levantará contra ti una nación muy lejana, cuyo idioma no podrás entender; vendrá de los confines de la tierra, veloz como un águila. 50Esta nación tendrá un aspecto feroz y no respetará a los viejos ni se compadecerá de los jóvenes. 51Devorará las crías de tu ganado y las cosechas de tu tierra, hasta aniquilarte. No te dejará trigo, ni mosto ni aceite, ni terneras en las manadas, ni corderos en los rebaños. ¡Te dejará completamente arruinado! 52Te acorralará en todas las ciudades de tu tierra; te sitiará hasta que se derrumben esas murallas fortificadas en las que has confiado. ¡Te asediará en toda la tierra y en las ciudades que el Señor tu Dios te ha dado! 53»Tal será tu sufrimiento durante el sitio de la ciudad, que acabarás comiéndote el fruto de tu vientre, ¡la carne misma de los hijos y las hijas que el Señor tu Dios te ha dado! 54Aun el más tierno y sensible de tus hombres no tendrá compasión de su propio hermano, ni de la esposa que ama, ni de los hijos que todavía le queden, 55a tal grado que no compartirá con ellos nada de la carne de sus hijos que esté comiendo, pues será todo lo que le quede.»Tal será la angustia que te hará sentir tu enemigo durante el asedio de todas tus ciudades, 56que aun la más tierna y sensible de tus mujeres, tan sensible y tierna que no se atrevería a rozar el suelo con la planta de los pies, no tendrá compasión de su propio esposo al que ama, ni de sus hijos ni de su hijas. 57No compartirá el hijo que acaba de parir, ni su placenta, sino que
se los comerá en secreto, pues será lo único que le quede. ¡Tal será la angustia que te hará sentir tu enemigo durante el asedio de todas tus ciudades! 58»Si no te empeñas en practicar todas las palabras de esta ley, que están escritas en este libro, ni temes al Señor tu Dios, ¡nombre glorioso e imponente!, 59el Señor enviará contra ti y contra tus descendientes plagas terribles y persistentes, y enfermedades malignas e incurables. 60Todas las plagas de Egipto, que tanto horror te causaron, vendrán sobre ti y no te darán respiro. 61»El Señor también te enviará, hasta exterminarte, toda clase de enfermedades y desastres no registrados en este libro de la ley. 62Y tú, que como pueblo fuiste tan numeroso como las estrellas del cielo, quedarás reducido a unos cuantos por no haber obedecido al Señor tu Dios. 63Así como al Señor le agradó multiplicarte y hacerte prosperar, también le agradará arruinarte y destruirte. ¡Serás arrancado de raíz, de la misma tierra que ahora vas a poseer! 64»El Señor te dispersará entre todas las naciones, de uno al otro extremo de la tierra. Allí adorarás a otros dioses, dioses de madera y de piedra, que ni tú ni tus antepasados conocieron. 65En esas naciones no hallarás paz ni descanso. El Señor mantendrá angustiado tu corazón; tus ojos se cansarán de anhelar, y tu corazón perderá toda esperanza. 66Noche y día vivirás en constante zozobra, lleno de terror y nunca seguro de tu vida. 67Debido a las visiones que tendrás y al terror que se apoderará de ti, dirás en la mañana: “¡Si tan sólo fuera de noche!”, y en la noche: “¡Si tan sólo fuera de día!” 68Y aunque el Señor te prometió que jamás volverías por el camino de Egipto, te hará volver en barcos. Allá te ofrecerás a tus enemigos como esclavo, y no habrá na-
die que quiera comprarte.»
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Job 17 (NVI) 1»Mi ánimo se agota, mis días se acortan, la tumba me espera. 2Estoy rodeado de burlones; ¡sufren mis ojos su hostilidad! 3»Dame, oh Dios, la fianza que demandas. ¿Quién más podría responder por mí? 4Tú has ofuscado su pensamiento, por eso no dejarás que triunfen. 5Quien por una recompensa denuncia a sus amigos, verá a sus hijos desfallecer. 6»Dios me ha puesto en boca de todos; no falta quien me escupa en la cara. 7Los ojos se me apagan a causa del dolor; todo mi esqueleto no es más que una sombra. 8Los justos ven esto, y se quedan asombrados; los inocentes se indignan contra el impío, 9la gente recta se aferra a su camino y los de manos limpias aumentan su fuerza. 10»Vengan, pues, todos ustedes; ¡arremetan contra mí! No hallaré entre ustedes a un solo sabio. 11Mis días van pasando, mis planes se frustran junto con los anhelos de mi corazón. 12Esta gente convierte la noche en día; todo está oscuro, pero insisten: “La luz se acerca.” 13Si el único hogar que espero es el sepulcro, he de tenderme a dormir en las tinieblas; 14he de llamar “Padre mío” a la corrupción, y “Madre” y “Hermana” a los gusanos. 15¿Dónde queda entonces mi esperanza? ¿Quién ve alguna esperanza para mí? 16¿Bajará conmigo hasta las puertas de la muerte? ¿Descenderemos juntos hasta el polvo?»
Día 108 - Miércoles 13.05.15:
Hechos 7:1-22 (NVI) Discurso de Esteban ante el Consejo 1—¿Son ciertas estas acusaciones? —le preguntó el sumo sacerdote. 2Él contestó:—Hermanos y padres, ¡escúchenme! El Dios de la gloria se apareció
a nuestro padre Abraham cuando éste aún vivía en Mesopotamia, antes de radicarse en Jarán. 3“Deja tu tierra y a tus parientes —le dijo Dios—, y ve a la tierra que yo te mostraré.” 4»Entonces salió de la tierra de los caldeos y se estableció en Jarán. Desde allí, después de la muerte de su padre, Dios lo trasladó a esta tierra donde ustedes viven ahora. 5No le dio herencia alguna en ella, ni siquiera dónde plantar el pie, pero le prometió dársela en posesión a él y a su descendencia, aunque Abraham no tenía ni un solo hijo todavía. 6Dios le dijo así: “Tus descendientes vivirán como extranjeros en tierra extraña, donde serán esclavizados y maltratados durante cuatrocientos años. 7Pero sea cual sea la nación que los esclavice, yo la castigaré, y luego tus descendientes saldrán de esa tierra y me adorarán en este lugar.” 8Hizo con Abraham el pacto que tenía por señal la circuncisión. Así, cuando Abraham tuvo a su hijo Isaac, lo circuncidó a los ocho días de nacido, e Isaac a Jacob, y Jacob a los doce patriarcas. 9»Por envidia los patriarcas vendieron a José como esclavo, quien fue llevado a Egipto; pero Dios estaba con él 10y lo libró de todas sus desgracias. Le dio sabiduría para ganarse el favor del faraón, rey de Egipto, que lo nombró gobernador del país y del palacio real. 11»Hubo entonces un hambre que azotó a todo Egipto y a Canaán, causando mucho sufrimiento, y nuestros antepasados no encontraban alimentos. 12Al enterarse Jacob de que había comida en Egipto, mandó allá a nuestros antepasados en una primera visita. 13En la segunda, José se dio a conocer a sus hermanos, y el faraón supo del origen de José. 14Después de esto, José mandó llamar a su padre Jacob y a toda su familia, setenta y cinco personas en to-
tal. 15Bajó entonces Jacob a Egipto, y allí murieron él y nuestros antepasados. 16Sus restos fueron llevados a Siquén y puestos en el sepulcro que a buen precio Abraham había comprado a los hijos de Jamor en Siquén. 17»Cuando ya se acercaba el tiempo de que se cumpliera la promesa que Dios le había hecho a Abraham, el pueblo crecía y se multiplicaba en Egipto. 18Por aquel entonces subió al trono de Egipto un nuevo rey que no sabía nada de José. 19Este rey usó de artimañas con nuestro pueblo y oprimió a nuestros antepasados, obligándolos a dejar abandonados a sus hijos recién nacidos para que murieran. 20»En aquel tiempo nació Moisés, y fue agradable a los ojos de Dios. Por tres meses se crió en la casa de su padre 21y, al quedar abandonado, la hija del faraón lo adoptó y lo crió como a su propio hijo. 22Así Moisés fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios, y era poderoso en palabra y en obra.
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Deuteronomio 29-30 (NVI) 1Éstos son los términos del pacto que, por orden del Señor, hizo Moisés en Moab con los israelitas, además del pacto que ya había hecho con ellos en Horeb. 2Moisés convocó a todos los israelitas y les dijo:«Ustedes vieron todo lo que el Señor hizo en Egipto con el faraón y sus funcionarios, y con todo su país. 3Con sus propios ojos vieron aquellas grandes pruebas, señales y maravillas. 4Pero hasta este día el Señor no les ha dado mente para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír. 5Durante los cuarenta años que los guié a través del desierto, no se les desgastó la ropa ni el calzado. 6No comieron pan ni bebieron vino ni ninguna bebida fermentada. Esto lo hice para que supieran que yo soy el Señor su Dios. 7»Cuando llega-
ron a este lugar, Sijón, rey de Hesbón, y Og, rey de Basán, salieron a pelear contra nosotros, pero los derrotamos. 8Tomamos su territorio y se lo dimos como herencia a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés. 9»Ahora, cumplan con cuidado las condiciones de este pacto para que prosperen en todo lo que hagan. 10Hoy están ante la presencia del Señor su Dios todos ustedes, sus líderes y sus jefes, sus ancianos y sus oficiales, y todos los hombres de Israel, 11junto con sus hijos y sus esposas, y los extranjeros que viven en sus campamentos, desde los que cortan la leña hasta los que acarrean el agua. 12Están aquí para hacer un pacto con el Señor su Dios, quien hoy lo establece con ustedes y lo sella con su juramento. 13De esta manera confirma hoy que ustedes son su pueblo, y que él es su Dios, según lo prometió y juró a sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. 14El Señor nuestro Dios afirma que no sólo hace su pacto y su juramento con los que ahora estamos en su presencia, 15sino también con los que todavía no se encuentran entre nosotros. 16»Ustedes saben cómo fue nuestra vida en Egipto, y cómo avanzamos en medio de las naciones que encontramos en nuestro camino hasta aquí. 17Ustedes vieron entre ellos sus detestables imágenes e ídolos de madera y de piedra, de plata y de oro. 18Asegúrense de que ningún hombre ni mujer, ni clan ni tribu entre ustedes, aparte hoy su corazón del Señor nuestro Dios para ir a adorar a los dioses de esas naciones. Tengan cuidado de que ninguno de ustedes sea como una raíz venenosa y amarga. 19»Si alguno de ustedes, al oír las palabras de este juramento, se cree bueno y piensa: “Todo me saldrá bien, aunque persista yo en hacer lo que me plazca”,
provocará la ruina de todos. 20El Señor no lo perdonará. La ira y el celo de Dios arderán contra ese hombre. Todas las maldiciones escritas en este libro caerán sobre él, y el Señor hará que desaparezca hasta el último de sus descendientes. 21El Señor lo apartará de todas las tribus de Israel, para su desgracia, conforme a todas las maldiciones del pacto escritas en este libro de la ley. 22»Sus hijos y las generaciones futuras, y los extranjeros que vengan de países lejanos, verán las calamidades y enfermedades con que el Señor habrá azotado esta tierra. 23Toda ella será un desperdicio ardiente de sal y de azufre, donde nada podrá plantarse, nada germinará, y ni siquiera la hierba crecerá. Será como cuando el Señor destruyó con su furor las ciudades de Sodoma y Gomorra, Admá y Zeboyín. 24Todas las naciones preguntarán: “¿Por qué trató así el Señor a esta tierra? ¿Por qué derramó con tanto ardor su furia sobre ella?” 25Y la respuesta será: “Porque este pueblo abandonó el pacto del Dios de sus padres, pacto que el Señor hizo con ellos cuando los sacó de Egipto. 26Se fueron y adoraron a otros dioses; se inclinaron ante dioses que no conocían, dioses que no tenían por qué adorar. 27Por eso se encendió la ira del Señor contra esta tierra, y derramó sobre ella todas las maldiciones escritas en este libro. 28Y como ahora podemos ver, con mucha furia y enojo el Señor los arrancó de raíz de su tierra, y los arrojó a otro país.” 29»Lo secreto le pertenece al Señor nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que obedezcamos todas las palabras de esta ley. Bendición a causa del arrepentimiento 1»Cuando recibas todas estas bendiciones o sufras estas maldiciones de las
que te he hablado, y las recuerdes en cualquier nación por donde el Señor tu Dios te haya dispersado; 2y cuando tú y tus hijos se vuelvan al Señor tu Dios y le obedezcan con todo el corazón y con toda el alma, tal como hoy te lo ordeno, 3entonces el Señor tu Dios restaurará tu buena fortuna y se compadecerá de ti. ¡Volverá a reunirte de todas las naciones por donde te haya dispersado! 4Aunque te encuentres desterrado en el lugar más distante de la tierra, desde allá el Señor tu Dios te traerá de vuelta, y volverá a reunirte. 5Te hará volver a la tierra que perteneció a tus antepasados, y tomarás posesión de ella. Te hará prosperar, y tendrás más descendientes que los que tuvieron tus antepasados. 6El Señor tu Dios quitará lo pagano que haya en tu corazón y en el de tus descendientes, para que lo ames con todo tu corazón y con toda tu alma, y así tengas vida. 7Además, el Señor tu Dios hará que todas estas maldiciones caigan sobre tus enemigos, los cuales te odian y persiguen. 8Y tú volverás a obedecer al Señor y a cumplir todos sus mandamientos, tal como hoy te lo ordeno. 9Entonces el Señor tu Dios te bendecirá con mucha prosperidad en todo el trabajo de tus manos y en el fruto de tu vientre, en las crías de tu ganado y en las cosechas de tus campos. El Señor se complacerá de nuevo en tu bienestar, así como se deleitó en la prosperidad de tus antepasados, 10siempre y cuando obedezcas al Señor tu Dios y cumplas sus mandamientos y preceptos, escritos en este libro de la ley, y te vuelvas al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma. Elección entre la vida y la muerte 11»Este mandamiento que hoy te ordeno obedecer no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu alcance. 12No
está arriba en el cielo, para que preguntes: “¿Quién subirá al cielo por nosotros, para que nos lo traiga, y así podamos escucharlo y obedecerlo?” 13Tampoco está más allá del océano, para que preguntes: “¿Quién cruzará por nosotros hasta el otro lado del océano, para que nos lo traiga, y así podamos escucharlo y obedecerlo?” 14¡No! La palabra está muy cerca de ti; la tienes en la boca y en el corazón, para que la obedezcas. 15»Hoy te doy a elegir entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal. 16Hoy te ordeno que ames al Señor tu Dios, que andes en sus caminos, y que cumplas sus mandamientos, preceptos y leyes. Así vivirás y te multiplicarás, y el Señor tu Dios te bendecirá en la tierra de la que vas a tomar posesión. 17»Pero si tu corazón se rebela y no obedeces, sino que te desvías para adorar y servir a otros dioses, 18te advierto hoy que serás destruido sin remedio. No vivirás mucho tiempo en el territorio que vas a poseer luego de cruzar el Jordán. 19»Hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes. 20Ama al Señor tu Dios, obedécelo y sé fiel a él, porque de él depende tu vida, y por él vivirás mucho tiempo en el territorio que juró dar a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob.»
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Job 18 (NVI) Segundo discurso de Bildad 1Respondió entonces Bildad de Súah: 2«¿Cuándo pondrás fin a tanta palabrería? Entra en razón, y entonces hablaremos. 3¿Por qué nos tratas como si fuéramos bestias? ¿Por qué nos consideras unos tontos? 4Es tal tu enojo que te desgarras el alma; ¡mas no por
ti quedará desierta la tierra, ni se moverán de su lugar las rocas! 5»La lámpara del malvado se apagará; la llama de su fuego dejará de arder. 6Languidece la luz de su morada; la lámpara que lo alumbra se apagará. 7El vigor de sus pasos se irá debilitando; sus propios planes lo derribarán. 8Sus pies lo harán caer en una trampa, y entre sus redes quedará atrapado. 9Quedará sujeto por los tobillos; quedará atrapado por completo. 10Un lazo le espera escondido en el suelo; una trampa está tendida a su paso. 11El terror lo asalta por doquier, y anda tras sus pasos. 12La calamidad lo acosa sin descanso; el desastre no lo deja un solo instante. 13La enfermedad le carcome el cuerpo; la muerte le devora las manos y los pies. 14Lejos de la seguridad de su morada, marcha ahora hacia el rey de los terrores. 15El fuego se ha apoderado de su carpa; hay azufre ardiente esparcido en su morada. 16En el tronco, sus raíces se han secado; en la copa, sus ramas se marchitan. 17Borrada de la tierra ha sido su memoria; de su fama nada queda en el país. 18De la luz es lanzado a las tinieblas; ha sido expulsado de este mundo. 19No tiene entre su pueblo hijos ni parientes; nadie le sobrevive donde él habitó. 20Del oriente al occidente los pueblos se asombran de su suerte y se estremecen de terror. 21Así es la morada del malvado, el lugar del que no conoce a Dios.»
Día 109 - Jueves 14.05.15:
Hechos 7:23-60 (NVI) 23»Cuando cumplió cuarenta años, Moisés tuvo el deseo de allegarse a sus hermanos israelitas. 24Al ver que un egipcio maltrataba a uno de ellos, acudió en su defensa y lo vengó matando al egipcio. 25Moisés suponía que sus her-
manos reconocerían que Dios iba a liberarlos por medio de él, pero ellos no lo comprendieron así. 26Al día siguiente, Moisés sorprendió a dos israelitas que estaban peleando. Trató de reconciliarlos, diciéndoles: “Señores, ustedes son hermanos; ¿por qué quieren hacerse daño?” 27»Pero el que estaba maltratando al otro empujó a Moisés y le dijo: “¿Y quién te nombró a ti gobernante y juez sobre nosotros? 28¿Acaso quieres matarme a mí, como mataste ayer al egipcio?” 29Al oír esto, Moisés huyó a Madián; allí vivió como extranjero y tuvo dos hijos. 30»Pasados cuarenta años, se le apareció un ángel en el desierto cercano al monte Sinaí, en las llamas de una zarza que ardía. 31Moisés se asombró de lo que veía. Al acercarse para observar, oyó la voz del Señor: 32“Yo soy el Dios de tus antepasados, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.” Moisés se puso a temblar de miedo, y no se atrevía a mirar. 33»Le dijo el Señor: “Quítate las sandalias, porque estás pisando tierra santa. 34Ciertamente he visto la opresión que sufre mi pueblo en Egipto. Los he escuchado quejarse, así que he descendido para librarlos. Ahora ven y te enviaré de vuelta a Egipto.” 35»A este mismo Moisés, a quien habían rechazado diciéndole: “¿Y quién te nombró gobernante y juez?”, Dios lo envió para ser gobernante y libertador, mediante el poder del ángel que se le apareció en la zarza. 36Él los sacó de Egipto haciendo prodigios y señales milagrosas tanto en la tierra de Egipto como en el Mar Rojo, y en el desierto durante cuarenta años. 37»Este Moisés les dijo a los israelitas: “Dios hará surgir para ustedes, de entre sus propios hermanos, un profeta como yo.” 38Este mismo Moisés estuvo en la asamblea en el desierto, con el ángel que le habló
en el monte Sinaí, y con nuestros antepasados. Fue también él quien recibió palabras de vida para comunicárnoslas a nosotros. 39»Nuestros antepasados no quisieron obedecerlo a él, sino que lo rechazaron. Lo que realmente deseaban era volver a Egipto, 40por lo cual le dijeron a Aarón: “Tienes que hacernos dioses que vayan delante de nosotros, porque a ese Moisés que nos sacó de Egipto, ¡no sabemos qué pudo haberle pasado!” 41»Entonces se hicieron un ídolo en forma de becerro. Le ofrecieron sacrificios y tuvieron fiesta en honor de la obra de sus manos. 42Pero Dios les volvió la espalda y los entregó a que rindieran culto a los astros. Así está escrito en el libro de los profetas: »“Casa de Israel, ¿acaso me ofrecieron ustedes sacrificios y ofrendas durante los cuarenta años en el desierto? 43Por el contrario, ustedes se hicieron cargo del tabernáculo de Moloc, de la estrella del dios Refán, y de las imágenes que hicieron para adorarlas. Por lo tanto, los mandaré al exilio” más allá de Babilonia. 44»Nuestros antepasados tenían en el desierto el tabernáculo del testimonio, hecho como Dios le había ordenado a Moisés, según el modelo que éste había visto. 45Después de haber recibido el tabernáculo, lo trajeron consigo bajo el mando de Josué, cuando conquistaron la tierra de las naciones que Dios expulsó de la presencia de ellos. Allí permaneció hasta el tiempo de David, 46quien disfrutó del favor de Dios y pidió que le permitiera proveer una morada para el Dios de Jacob. 47Pero fue Salomón quien construyó la casa. 48»Sin embargo, el Altísimo no habita en casas construidas por manos humanas. Como dice el profeta: 49»“El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis pies. ¿Qué clase de casa me construirán? —dice
el Señor—. ¿O qué lugar de descanso? 50¿No es mi mano la que ha hecho todas estas cosas?” 51»¡Tercos, duros de corazón y torpes de oídos! Ustedes son iguales que sus antepasados: ¡Siempre resisten al Espíritu Santo! 52¿A cuál de los profetas no persiguieron sus antepasados? Ellos mataron a los que de antemano anunciaron la venida del Justo, y ahora a éste lo han traicionado y asesinado 53ustedes, que recibieron la ley promulgada por medio de ángeles y no la han obedecido. Muerte de Esteban 54Al oír esto, rechinando los dientes montaron en cólera contra él. 55Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios. 56—¡Veo el cielo abierto —exclamó—, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios! 57Entonces ellos, gritando a voz en cuello, se taparon los oídos y todos a una se abalanzaron sobre él, 58lo sacaron a empellones fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo. Los acusadores le encargaron sus mantos a un joven llamado Saulo. 59Mientras lo apedreaban, Esteban oraba.—Señor Jesús —decía—, recibe mi espíritu. 60Luego cayó de rodillas y gritó:—¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!Cuando hubo dicho esto, murió.
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Deuteronomio 31-32 (NVI) Josué, sucesor de Moisés 1De nuevo habló Moisés a todo el pueblo de Israel, y les dijo: 2«Ya tengo ciento veinte años de edad, y no puedo seguir siendo su líder. Además, el Señor me ha dicho que no voy a cruzar el Jordán, 3pues ha ordenado que sea Josué quien lo cruce al frente de ustedes. El Señor su Dios marchará al frente de ustedes para destruir a todas las naciones
que encuentren a su paso, y ustedes se apoderarán de su territorio. 4El Señor las arrasará como arrasó a Sijón y a Og, los reyes de los amorreos, junto con sus países. 5Cuando el Señor los entregue en sus manos, ustedes los tratarán según mis órdenes. 6Sean fuertes y valientes. No teman ni se asusten ante esas naciones, pues el Señor su Dios siempre los acompañará; nunca los dejará ni los abandonará.» 7Llamó entonces Moisés a Josué, y en presencia de todo Israel le dijo: «Sé fuerte y valiente, porque tú entrarás con este pueblo al territorio que el Señor juró darles a sus antepasados. Tú harás que ellos tomen posesión de su herencia. 8El Señor mismo marchará al frente de ti y estará contigo; nunca te dejará ni te abandonará. No temas ni te desanimes.» La lectura de la ley 9Moisés escribió esta ley y se la entregó a los sacerdotes levitas que transportaban el arca del pacto del Señor, y a todos los ancianos de Israel. 10Luego les ordenó: «Cada siete años, en el año de la cancelación de deudas, durante la fiesta de las Enramadas, 11cuando tú, Israel, te presentes ante el Señor tu Dios en el lugar que él habrá de elegir, leerás en voz alta esta ley en presencia de todo Israel. 12Reunirás a todos los hombres, mujeres y niños de tu pueblo, y a los extranjeros que vivan en tus ciudades, para que escuchen y aprendan a temer al Señor tu Dios, y obedezcan fielmente todas las palabras de esta ley. 13Y los descendientes de ellos, para quienes esta ley será desconocida, la oirán y aprenderán a temer al Señor tu Dios mientras vivan en el territorio que vas a poseer al otro lado del Jordán.» Predicción de la rebeldía de Israel 14El Señor le dijo a Moisés: «Ya se acerca el día de tu muerte. Llama a Jo-
sué, y preséntate con él en la Tienda de reunión para que reciba mis órdenes.»Fue así como Moisés y Josué se presentaron allí. 15Entonces el Señor se apareció a la entrada de la Tienda de reunión, en una columna de nube, 16y le dijo a Moisés: «Tú irás a descansar con tus antepasados, y muy pronto esta gente me será infiel con los dioses extraños del territorio al que van a entrar. Me rechazarán y quebrantarán el pacto que hice con ellos. 17Cuando esto haya sucedido, se encenderá mi ira contra ellos y los abandonaré; ocultaré mi rostro, y serán presa fácil. Entonces les sobrevendrán muchos desastres y adversidades, y se preguntarán: “¿No es verdad que todos estos desastres nos han sobrevenido porque nuestro Dios ya no está con nosotros?” 18Y ese día yo ocultaré aún más mi rostro, por haber cometido la maldad de irse tras otros dioses. 19»Escriban, pues, este cántico, y enséñenselo al pueblo para que lo cante y sirva también de testimonio contra ellos. 20»Cuando yo conduzca a los israelitas a la tierra que juré darles a sus antepasados, tierra donde abundan la leche y la miel, comerán hasta saciarse y engordarán; se irán tras otros dioses y los adorarán, despreciándome y quebrantando mi pacto. 21Y cuando les sobrevengan muchos desastres y adversidades, este cántico servirá de testimonio contra ellos, porque sus descendientes lo recordarán y lo cantarán. Yo sé lo que mi pueblo piensa hacer, aun antes de introducirlo en el territorio que juré darle.» 22Entonces Moisés escribió ese cántico aquel día, y se lo enseñó a los israelitas. 23Y el Señor le dio a Josué hijo de Nun esta orden: «Esfuérzate y sé valiente, porque tú conducirás a los israelitas al territorio que juré darles, y yo mismo estaré contigo.» 24Moisés
terminó de escribir en un libro todas las palabras de esta ley. 25Luego dio esta orden a los levitas que transportaban el arca del pacto del Señor: 26«Tomen este libro de la ley, y pónganlo junto al arca del pacto del Señor su Dios. Allí permanecerá como testigo contra ustedes los israelitas, 27pues sé cuán tercos y rebeldes son. Si fueron rebeldes contra el Señor mientras viví con ustedes, ¡cuánto más lo serán después de mi muerte! 28Reúnan ante mí a todos los ancianos y los líderes de sus tribus, para que yo pueda comunicarles estas palabras y las escuchen claramente. Pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ustedes, 29porque sé que después de mi muerte se pervertirán y se apartarán del camino que les he mostrado. En días venideros les sobrevendrán calamidades, porque harán lo malo a los ojos del Señor y con sus detestables actos provocarán su ira.» 30Y éste fue el cántico que recitó Moisés de principio a fin, en presencia de toda la asamblea de Israel: El cántico de Moisés 1«Escuchen, cielos, y hablaré; oye, tierra, las palabras de mi boca. 2Que caiga mi enseñanza como lluvia y desciendan mis palabras como rocío, como aguacero sobre el pasto nuevo, como lluvia abundante sobre plantas tiernas. 3Proclamaré el nombre del Señor. ¡Alaben la grandeza de nuestro Dios! 4Él es la Roca, sus obras son perfectas, y todos sus caminos son justos. Dios es fiel; no practica la injusticia. Él es recto y justo. 5Actuaron contra él de manera corrupta; para vergüenza de ellos, ya no son sus hijos; ¡son una generación torcida y perversa! 6»¿Y así le pagas al Señor, pueblo tonto y necio? ¿Acaso no es tu Padre, tu Creador, el que te hizo y te formó? 7Recuerda los días de antaño; considera las épocas del remoto pa-
sado. Pídele a tu padre que te lo diga, y a los ancianos que te lo expliquen. 8Cuando el Altísimo dio su herencia a las naciones, cuando dividió a toda la humanidad, les puso límites a los pueblos según el número de los hijos de Israel. 9Porque la porción del Señor es su pueblo; Jacob es su herencia asignada. 10Lo halló en una tierra desolada, en la rugiente soledad del yermo. Lo protegió y lo cuidó; lo guardó como a la niña de sus ojos; 11como un águila que agita el nido y revolotea sobre sus polluelos, que despliega su plumaje y los lleva sobre sus alas. 12»Sólo el Señor lo guiaba; ningún dios extraño iba con él. 13Lo hizo cabalgar sobre las alturas de la tierra y lo alimentó con el fruto de los campos. Lo nutrió con miel y aceite, que hizo brotar de la roca; 14con natas y leche de la manada y del rebaño, y con cebados corderos y cabritos; con toros selectos de Basán y las mejores espigas del trigo. ¡Bebió la sangre espumosa de la uva! 15»Jesurún engordó y pateó; se hartó de comida, y se puso corpulento y rollizo. Abandonó al Dios que le dio vida y rechazó a la Roca, su Salvador. 16Lo provocó a celos con dioses extraños y lo hizo enojar con sus ídolos detestables. 17Ofreció sacrificios a los demonios, que no son Dios; dioses que no había conocido, dioses recién aparecidos, dioses no honrados por sus padres. 18¡Desertaste de la Roca que te engendró! ¡Olvidaste al Dios que te dio vida! 19»Al ver esto, el Señor los rechazó porque sus hijos y sus hijas lo irritaron. 20“Les voy a dar la espalda — dijo—, y a ver en qué terminan; son una generación perversa, ¡son unos hijos infieles! 21Me provocaron a celos con quien no es Dios como yo, y me enojaron con sus ídolos indignos. Pues yo haré que ustedes sientan envidia de
los que no son pueblo; voy a irritarlos con una nación insensata. 22Se ha encendido el fuego de mi ira, que quema hasta lo profundo del abismo. Devorará la tierra y sus cosechas, y consumirá la raíz de las montañas. 23» ”Amontonaré calamidades sobre ellos y gastaré mis flechas en su contra. 24Enviaré a que los consuman el hambre, la pestilencia nauseabunda y la plaga mortal. Lanzaré contra ellos los colmillos de las fieras y el veneno de las víboras que se arrastran por el polvo. 25En la calle, la espada los dejará sin hijos, y en sus casas reinará el terror. Perecerán los jóvenes y las doncellas, los que aún maman y los que peinan canas. 26Me dije: ‘Voy a dispersarlos; borraré de la tierra su memoria.’ 27Pero temí las provocaciones del enemigo; temí que el adversario no entendiera y llegara a pensar: ‘Hemos triunfado; nada de esto lo ha hecho el Señor.’ ” 28»Como nación, son unos insensatos; carecen de discernimiento. 29¡Si tan sólo fueran sabios y entendieran esto, y comprendieran cuál será su fin! 30¿Cómo podría un hombre perseguir a mil si su Roca no los hubiera vendido? ¿Cómo podrían dos hacer huir a diez mil si el Señor no los hubiera entregado? 31Su roca no es como la nuestra. ¡Aun nuestros enemigos lo reconocen! 32Su viña es un retoño de Sodoma, de los campos de Gomorra. Sus uvas están llenas de veneno; sus racimos, preñados de amargura. 33Su vino es veneno de víboras, ponzoña mortal de serpientes. 34»“¿No he tenido esto en reserva, y lo he sellado en mis archivos? 35Mía es la venganza; yo pagaré. A su debido tiempo, su pie resbalará. Se apresura su desastre, y el día del juicio se avecina.” 36»El Señor defenderá a su pueblo cuando lo vea sin fuerzas; tendrá compasión de sus siervos cuando ya no
haya ni esclavos ni libres. 37Y les dirá: “¿Dónde están ahora sus dioses, la roca en la cual se refugiaron? 38¿Dónde están los dioses que comieron la gordura de sus sacrificios y bebieron el vino de sus libaciones? ¡Que se levanten a ayudarles! ¡Que les den abrigo! 39» ”¡Vean ahora que yo soy único! No hay otro Dios fuera de mí. Yo doy la muerte y devuelvo la vida, causo heridas y doy sanidad. Nadie puede librarse de mi poder. 40Levanto la mano al cielo y declaro: Tan seguro como que vivo para siempre, 41cuando afile mi espada reluciente y en el día del juicio la tome en mis manos, me vengaré de mis adversarios; ¡les daré su merecido a los que me odian! 42Mis flechas se embriagarán de sangre, y mi espada se hartará de carne: sangre de heridos y de cautivos, cabezas de caudillos enemigos.” 43»Alégrense, naciones, con el pueblo de Dios; él vengará la sangre de sus siervos. ¡Sí! Dios se vengará de sus enemigos, y hará expiación por su tierra y por su pueblo.» 44Acompañado de Josué hijo de Nun, Moisés fue y recitó ante el pueblo todas las palabras de este cántico. 45Cuando terminó, les dijo a todos los israelitas: B«Mediten bien en todo lo que les he declarado solemnemente este día, y díganles a sus hijos que obedezcan fielmente todas las palabras de esta ley. 47Porque no son palabras vanas para ustedes, sino que de ellas depende su vida; por ellas vivirán mucho tiempo en el territorio que van a poseer al otro lado del Jordán.» Anuncio de la muerte de Moisés 48Ese mismo día el Señor le dijo a Moisés: 49«Sube a las montañas de Abarín, y contempla desde allí el monte Nebo, en el territorio de Moab, frente a Jericó, y el territorio de Canaán, el cual voy a dar en posesión a los israelitas. 50En
el monte al que vas a subir morirás, y te reunirás con los tuyos, así como tu hermano Aarón murió y se reunió con sus antepasados en el monte Hor. 51Esto será así porque, a la vista de todos los israelitas, ustedes dos me fueron infieles en las aguas de Meribá Cades; en el desierto de Zin no honraron mi santidad. 52Por eso no entrarás en el territorio que voy a darle al pueblo de Israel; solamente podrás verlo de lejos.»
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Job 19 (NVI) Sexto discurso de Job 1A esto, Job respondió: 2«¿Hasta cuándo van a estar atormentándome y aplastándome con sus palabras? 3Una y otra vez me hacen reproches; descaradamente me atacan. 4Aun si fuera verdad que me he desviado, mis errores son asunto mío. 5Si quieren darse importancia a costa mía, y valerse de mi humillación para atacarme, 6sepan que es Dios quien me ha hecho daño, quien me ha atrapado en su red. 7»Aunque grito: “¡Violencia!”, no hallo respuesta; aunque pido ayuda, no se me hace justicia. 8Dios me ha cerrado el camino, y no puedo pasar; ha cubierto de oscuridad mis senderos. 9Me ha despojado de toda honra; de la cabeza me ha quitado la corona. 10Por todos lados me destroza, como a un árbol; me aniquila, y arranca de raíz mi esperanza. 11Su enojo se ha encendido contra mí; me cuenta entre sus enemigos. 12Sus tropas avanzan en tropel; levantan una rampa para asediarme; ¡acampan alrededor de mi carpa! 13»Hizo que mis hermanos me abandonaran; hasta mis amigos se han alejado de mí. 14Mis parientes y conocidos se distanciaron, me echaron al olvido. 15Mis huéspedes y mis criadas me ven como a un extraño, me miran como a un desconocido. 16Llamo a
mi criado, y no me responde, aunque yo mismo se lo ruego. 17A mi esposa le da asco mi aliento; a mis hermanos les resulto repugnante. 18Hasta los niños se burlan de mí; en cuanto me ven, me dan la espalda. 19A todos mis amigos les resulto abominable; mis seres queridos se han vuelto contra mí. 20La piel y la carne se me pegan a los huesos; ¡a duras penas he salvado el pellejo! 21»¡Compadézcanse de mí, amigos míos; compadézcanse, que la mano de Dios me ha golpeado! 22¿Por qué me acosan como Dios? ¿No les basta con desollarme vivo? 23»¡Ah, si fueran grabadas mis palabras, si quedaran escritas en un libro! 24¡Si para siempre quedaran sobre la roca, grabadas con cincel en una placa de plomo! 25Yo sé que mi redentor vive, y que al final triunfará sobre la muerte. 26Y cuando mi piel haya sido destruida, todavía veré a Dios con mis propios ojos. 27Yo mismo espero verlo; espero ser yo quien lo vea, y no otro. ¡Este anhelo me consume las entrañas! 28»Ustedes dicen: “Vamos a acosarlo, porque en él está la raíz del mal.” 29Pero cuídense de la espada, pues con ella viene la ira justiciera, para que sepan que hay un juez.»
Día 110 - Viernes 15.05.15:
Hechos 8:1-25 (NVI) 1Y Saulo estaba allí, aprobando la muerte de Esteban. La iglesia perseguida y dispersa Aquel día se desató una gran persecución contra la iglesia en Jerusalén, y todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria. 2Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él. 3Saulo, por su parte, causaba estragos en la iglesia: entrando de casa en casa, arrastraba a hombres y muje-
res y los metía en la cárcel. Felipe en Samaria 4Los que se habían dispersado predicaban la palabra por dondequiera que iban. 5Felipe bajó a una ciudad de Samaria y les anunciaba al Mesías. 6Al oír a Felipe y ver las señales milagrosas que realizaba, mucha gente se reunía y todos prestaban atención a su mensaje. 7De muchos endemoniados los espíritus malignos salían dando alaridos, y un gran número de paralíticos y cojos quedaban sanos. 8Y aquella ciudad se llenó de alegría. Simón el hechicero 9Ya desde antes había en esa ciudad un hombre llamado Simón que, jactándose de ser un gran personaje, practicaba la hechicería y asombraba a la gente de Samaria. 10Todos, desde el más pequeño hasta el más grande, le prestaban atención y exclamaban: «¡Este hombre es al que llaman el Gran Poder de Dios!» 11Lo seguían porque por mucho tiempo los había tenido deslumbrados con sus artes mágicas. 12Pero cuando creyeron a Felipe, que les anunciaba las buenas nuevas del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, tanto hombres como mujeres se bautizaron. 13Simón mismo creyó y, después de bautizarse, seguía a Felipe por todas partes, asombrado de los grandes milagros y señales que veía. 14Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén se enteraron de que los samaritanos habían aceptado la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. 15Éstos, al llegar, oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo, 16porque el Espíritu aún no había descendido sobre ninguno de ellos; solamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. 17Entonces Pedro y Juan les impusieron las manos, y ellos recibieron el Espíritu Santo. 18Al
ver Simón que mediante la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero 19y les pidió:—Denme también a mí ese poder, para que todos a quienes yo les imponga las manos reciban el Espíritu Santo. 20—¡Que tu dinero perezca contigo —le contestó Pedro—, porque intentaste comprar el don de Dios con dinero! 21No tienes arte ni parte en este asunto, porque no eres íntegro delante de Dios. 22Por eso, arrepiéntete de tu maldad y ruega al Señor. Tal vez te perdone el haber tenido esa mala intención. 23Veo que vas camino a la amargura y a la esclavitud del pecado. 24— Rueguen al Señor por mí —respondió Simón—, para que no me suceda nada de lo que han dicho. 25Después de testificar y proclamar la palabra del Señor, Pedro y Juan se pusieron en camino de vuelta a Jerusalén, y de paso predicaron el evangelio en muchas poblaciones de los samaritanos.
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Deuteronomio 33-34 (NVI) Moisés bendice a las tribus 1Antes de su muerte, Moisés, hombre de Dios, bendijo así a los israelitas: 2«Vino el Señor desde el Sinaí: vino sobre su pueblo, como aurora, desde Seír; resplandeció desde el monte Parán, y llegó desde Meribá Cades con rayos de luz en su diestra. 3Tú eres quien ama a su pueblo; todos los santos están en tu mano. Por eso siguen tus pasos y de ti reciben instrucción. 4Es la ley que nos dio Moisés, el tesoro de la asamblea de Jacob. 5El Señor era rey sobre Jesurún cuando los líderes del pueblo se reunieron, junto con las tribus de Israel. 6»Que Rubén viva, y que no muera; ¡sean innumerables sus hombres!» 7Y esto dijo acerca de Judá: «Oye, Señor, el clamor de Judá; hazlo volver a su pueblo.
Judá defiende su causa con sus propias fuerzas. ¡Ayúdalo contra sus enemigos!» 8Acerca de Leví dijo: «El urim y el tumim, que son tuyos, los has dado al hombre que favoreces. Lo pusiste a prueba en Masá; en las aguas de Meribá contendiste con él. 9Dijo de su padre y de su madre: “No los tomo en cuenta.” No reconoció a sus hermanos, y hasta desconoció a sus hijos, pero tuvo en cuenta tu palabra y obedeció tu pacto. 10Le enseñó tus preceptos a Jacob y tu ley a Israel. Presentó ante ti, sobre tu altar, el incienso y las ofrendas del todo quemadas. 11Bendice, Señor, sus logros y acepta la obra de sus manos. Destruye el poder de sus adversarios; ¡que nunca más se levanten sus enemigos!» 12Acerca de Benjamín dijo: «Que el amado del Señor repose seguro en él, porque lo protege todo el día y descansa tranquilo entre sus hombros.» 13Acerca de José dijo: «El Señor bendiga su tierra con el rocío precioso del cielo y con las aguas que brotan de la tierra; 14con las mejores cosechas del año y los mejores frutos del mes; 15con lo más selecto de las montañas de siempre y la fertilidad de las colinas eternas; 16con lo mejor de lo que llena la tierra y el favor del que mora en la zarza ardiente. Repose todo esto sobre la cabeza de José, sobre la corona del elegido entre sus hermanos. 17José es majestuoso como primogénito de toro; ¡poderoso como un búfalo! Con sus cuernos atacará a las naciones, hasta arrinconarlas en los confines del mundo. ¡Tales son los millares de Manasés, las decenas de millares de Efraín!» 18Acerca de Zabulón dijo: «Tú, Zabulón, eres feliz emprendiendo viajes, y tú, Isacar, quedándote en tu carpa. 19Invitarán a los pueblos a subir a la montaña, para ofrecer allí sacrificios de justicia. Disfrutarán de la abundancia del mar y
de los tesoros escondidos en la arena.» 20Acerca de Gad dijo: «¡Bendito el que ensanche los dominios de Gad! Ahí habita Gad como león, desgarrando brazos y cabezas. 21Escogió la mejor tierra para sí; se guardó la porción del líder. Cuando los jefes del pueblo se reunieron, cumplió la justa voluntad del Señor, los decretos que había dado a su pueblo.» 22Acerca de Dan dijo: «Dan es un cachorro de león, que salta desde Basán.» 23Acerca de Neftalí dijo: «Neftalí rebosa del favor del Señor, y está lleno de sus bendiciones; sus dominios se extienden desde el mar hasta el desierto.» 24Acerca de Aser dijo: «Aser es el más bendito de los hijos; que sea el favorito de sus hermanos, y se empape en aceite los pies. 25Tus cerrojos serán de hierro y bronce; ¡que dure tu fuerza tanto como tus días! 26»No hay nadie como el Dios de Jesurún, que para ayudarte cabalga en los cielos, entre las nubes, con toda su majestad. 27El Dios sempiterno es tu refugio; por siempre te sostiene entre sus brazos. Expulsará de tu presencia al enemig y te ordenará que lo destruyas. 28¡Vive seguro, Israel! ¡Habita sin enemigos, fuente de Jacob! Tu tierra está llena de trigo y de mosto; tus cielos destilan rocío. 29¡Sonríele a la vida, Israel! ¿Quién como tú, pueblo rescatado por el Señor? Él es tu escudo y tu ayuda; él es tu espada victoriosa. Tus enemigos se doblegarán ante ti; sus espaldas te servirán de tapete.» Muerte de Moisés 1Moisés ascendió de las llanuras de Moab al monte Nebo, a la cima del monte Pisgá, frente a Jericó. Allí el Señor le mostró todo el territorio que se extiende desde Galaad hasta Dan, 2todo el territorio de Neftalí y de Efraín, Manasés y Judá, hasta el mar Mediterráneo. 3Le mostró también la región del Néguev y
la del valle de Jericó, la ciudad de palmeras, hasta Zoar. 4Luego el Señor le dijo: «Éste es el territorio que juré a Abraham, Isaac y Jacob que daría a sus descendientes. Te he permitido verlo con tus propios ojos, pero no podrás entrar en él.» 5Allí en Moab murió Moisés, siervo del Señor, tal como el Señor se lo había dicho. 6Y fue sepultado en Moab, en el valle que está frente a Bet Peor, pero hasta la fecha nadie sabe dónde está su sepultura. 7Moisés tenía ciento veinte años de edad cuando murió. Con todo, no se había debilitado su vista ni había perdido su vigor. 8Durante treinta días los israelitas lloraron a Moisés en las llanuras de Moab, guardando así el tiempo de luto acostumbrado. 9Entonces Josué hijo de Nun fue lleno de espíritu de sabiduría, porque Moisés puso sus manos sobre él. Los israelitas, por su parte, obedecieron a Josué e hicieron lo que el Señor le había ordenado a Moisés. 10Desde entonces no volvió a surgir en Israel otro profeta como Moisés, con quien el Señor tenía trato directo. 11Sólo Moisés hizo todas aquellas señales y prodigios que el Señor le mandó realizar en Egipto ante el faraón, sus funcionarios y todo su país. 12Nadie ha demostrado jamás tener un poder tan extraordinario, ni ha sido capaz de realizar las proezas que hizo Moisés ante todo Israel.
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Job 20 (NVI) Segundo discurso de Zofar 1A esto respondió Zofar de Namat: 2«Mis turbados pensamientos me hacen replicar, pues me hallo muy desconcertado. 3He escuchado una reprensión que me deshonra, y mi inteligencia me obliga a responder. 4»Bien sabes tú que desde antaño, desde que Dios puso al hombre en la tierra, 5muy breve ha sido la alga-
rabía del malvado; la alegría del impío ha sido pasajera. 6Aunque su orgullo llegue hasta los cielos y alcance a tocar con la cabeza las nubes, 7él perecerá para siempre, como su excremento, y sus allegados dirán: “¿Qué se hizo?” 8Como un sueño, como una visión nocturna, se desvanecerá y no volverá a ser hallado. 9Los ojos que lo vieron no volverán a verlo; su lugar no volverá a contemplarlo. 10Sus hijos tendrán que resarcir a los pobres; ellos mismos restituirán las riquezas de su padre. 11El vigor juvenil que hoy sostiene sus huesos un día reposará en el polvo con él. 12»Aunque en su boca el mal sabe dulce y lo disimula bajo la lengua, 13y aunque no lo suelta para nada, sino que tenazmente lo retiene, 14ese pan se le agriará en el estómago; dentro de él se volverá veneno de áspid. 15Vomitará las riquezas que se engulló; Dios hará que las arroje de su vientre. 16Chupará veneno de serpientes; la lengua de un áspid lo matará. 17No disfrutará de los arroyos, de los ríos de crema y miel; 18no se engullirá las ganancias de sus negocios; no disfrutará de sus riquezas, 19porque oprimió al pobre y lo dejó sin nada, y se adueñó de casas que nunca construyó. 20»Su ambición nunca quedó satisfecha; ¡nada quedó a salvo de su codicia! 21Nada se libró de su voracidad; por eso no perdurará su bienestar. 22En medio de la abundancia, lo abrumará la angustia; le sobrevendrá toda la fuerza de la desgracia. 23Cuando el malvado se haya llenado el vientre, Dios dará rienda suelta a su enojo contra él, y descargará sobre él sus golpes. 24Aunque huya de las armas de hierro, una flecha de bronce lo atravesará. 25Cuando del hígado y de la espalda intente sacarse la punta de la flecha,se verá sobrecogido de espanto, 26y la os-
curidad total acechará sus tesoros. Un fuego no atizado acabará con él y con todo lo que haya quedado de su casa. 27Los cielos harán pública su culpa; la tierra se levantará a denunciarlo. 28En el día de la ira de Dios, un aluvión arrasará con su casa. 29Tal es el fin que Dios reserva al malvado; tal es la herencia que le asignó.»
Día 111 - Sábado 16.05.15:
Hechos 8:26-40 (NVI) Felipe y el etíope 26Un ángel del Señor le dijo a Felipe: «Ponte en marcha hacia el sur, por el camino del desierto que baja de Jerusalén a Gaza.» 27Felipe emprendió el viaje, y resulta que se encontró con un etíope eunuco, alto funcionario encargado de todo el tesoro de la Candace, reina de los etíopes. Éste había ido a Jerusalén para adorar 28y, en el viaje de regreso a su país, iba sentado en su carro, leyendo el libro del profeta Isaías. 29El Espíritu le dijo a Felipe: «Acércate y júntate a ese carro.» 30Felipe se acercó de prisa al carro y, al oír que el hombre leía al profeta Isaías, le preguntó:—¿Acaso entiende usted lo que está leyendo? 31—¿Y cómo voy a entenderlo —contestó— si nadie me lo explica?Así que invitó a Felipe a subir y sentarse con él. 32El pasaje de la Escritura que estaba leyendo era el siguiente: «Como oveja, fue llevado al matadero; y como cordero que enmudece ante su trasquilador, ni siquiera abrió su boca. 33Lo humillaron y no le hicieron justicia. ¿Quién describirá su descendencia? Porque su vida fue arrancada de la tierra.» 34—Dígame usted, por favor, ¿de quién habla aquí el profeta, de sí mismo o de algún otro? —le preguntó el eunuco a Felipe. 35Entonces Felipe, comenzando con ese mismo pasaje de
la Escritura, le anunció las buenas nuevas acerca de Jesús. 36Mientras iban por el camino, llegaron a un lugar donde había agua, y dijo el eunuco: 37—Mire usted, aquí hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado? 38Entonces mandó parar el carro, y ambos bajaron al agua, y Felipe lo bautizó. 39Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor se llevó de repente a Felipe. El eunuco no volvió a verlo, pero siguió alegre su camino. 40En cuanto a Felipe, apareció en Azoto, y se fue predicando el evangelio en todos los pueblos hasta que llegó a Cesarea.
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Josué 1-2 (NVI) Orden del Señor a Josué 1Después de la muerte de Moisés, siervo el Señor, Dios le dijo a Josué hijo de Nun, asistente de Moisés: 2«Mi siervo Moisés ha muerto. Por eso tú y todo este pueblo deberán prepararse para cruzar el río Jordán y entrar a la tierra que les daré a ustedes los israelitas. 3Tal como le prometí a Moisés, yo les entregaré a ustedes todo lugar que toquen sus pies. 4Su territorio se extenderá desde el desierto hasta el Líbano, y desde el gran río Éufrates, territorio de los hititas, hasta el mar Mediterráneo, que se encuentra al oeste. 5Durante todos los días de tu vida, nadie será capaz de enfrentarse a ti. Así como estuve con Moisés, también estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré. 6»Sé fuerte y valiente, porque tú harás que este pueblo herede la tierra que les prometí a sus antepasados. 7Sólo te pido que tengas mucho valor y firmeza para obedecer toda la ley que mi siervo Moisés te mandó. No te apartes de ella para nada; sólo así tendrás éxito dondequiera que vayas. 8Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cui-
dado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito. 9Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas.» 10Entonces Josué dio la siguiente orden a los jefes del pueblo: 11«Vayan por todo el campamento y díganle al pueblo que prepare provisiones, porque dentro de tres días cruzará el río Jordán para tomar posesión del territorio que Dios el Señor le da como herencia.» 12A los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés, Josué les mandó: 13—Recuerden la orden que les dio Moisés, siervo del Señor: “Dios el Señor les ha dado reposo y les ha entregado esta tierra.” 14Sus mujeres, sus niños y su ganado permanecerán en el territorio que Moisés les dio al este del Jordán. Pero ustedes, los hombres de guerra, cruzarán armados al frente de sus hermanos. Les prestarán ayuda 15hasta que el Señor les dé reposo, como lo ha hecho con ustedes, y hasta que ellos tomen posesión de la tierra que el Señor su Dios les da. Sólo entonces podrán ustedes retornar a sus tierras y ocuparlas. Son las tierras que Moisés, siervo del Señor, les dio al este del Jordán. 16Ellos le respondieron a Josué:—Nosotros obedeceremos todo lo que nos has mandado, e iremos adondequiera que nos envíes. 17Te obedeceremos en todo, tal como lo hicimos con Moisés. Lo único que pedimos es que el Señor esté contigo como estuvo con Moisés. 18Cualquiera que se rebele contra tus palabras o que no obedezca lo que tú ordenes, será condenado a muerte. Pero tú, ¡sé fuerte y valiente! Rajab y los espías 1Luego Josué hijo de Nun envió secretamente, desde Sitín, a dos espías con
la siguiente orden: «Vayan a explorar la tierra, especialmente Jericó.» Cuando los espías llegaron a Jericó, se hospedaron en la casa de una prostituta llamada Rajab. 2Pero el rey de Jericó se enteró de que dos espías israelitas habían entrado esa noche en la ciudad para reconocer el país. 3Así que le envió a Rajab el siguiente mensaje: «Echa fuera a los hombres que han entrado en tu casa, pues vinieron a espiar nuestro país.» 4Pero la mujer, que ya había escondido a los espías, le respondió al rey: «Es cierto que unos hombres vinieron a mi casa, pero no sé quiénes eran ni de dónde venían. 5Salieron cuando empezó a oscurecer, a la hora de cerrar las puertas de la ciudad, y no sé a dónde se fueron. Vayan tras ellos; tal vez les den alcance.» 6(En realidad, la mujer había llevado a los hombres al techo de la casa y los había escondido entre los manojos de lino que allí secaba.) 7Los hombres del rey fueron tras los espías, por el camino que lleva a los vados del río Jordán. En cuanto salieron, las puertas de Jericó se cerraron. 8Antes de que los espías se acostaran, Rajab subió al techo 9y les dijo:—Yo sé que el Señor les ha dado esta tierra, y por eso estamos aterrorizados; todos los habitantes del país están muertos de miedo ante ustedes. 10Tenemos noticias de cómo el Señor secó las aguas del Mar Rojo para que ustedes pasaran, después de haber salido de Egipto. También hemos oído cómo destruyeron completamente a los reyes amorreos, Sijón y Og, al este del Jordán. 11Por eso estamos todos tan amedrentados y descorazonados frente a ustedes. Yo sé que el Señor y Dios es Dios de dioses tanto en el cielo como en la tierra. 12Por lo tanto, les pido ahora mismo que juren en el nombre del Señor que serán bondadosos con mi fa-
milia, como yo lo he sido con ustedes. Quiero que me den como garantía una señal 13de que perdonarán la vida de mis padres, de mis hermanos y de todos los que viven con ellos. ¡Juren que nos salvarán de la muerte! 14—¡Juramos por nuestra vida que la de ustedes no correrá peligro! —contestaron ellos—. Si no nos delatas, seremos bondadosos contigo y cumpliremos nuestra promesa cuando el Señor nos entregue este país. 15Entonces Rajab los bajó por la ventana con una soga, pues la casa donde ella vivía estaba sobre la muralla de la ciudad. 16Ya les había dicho previamente: «Huyan rumbo a las montañas para que sus perseguidores no los encuentren. Escóndanse allí por tres días, hasta que ellos regresen. Entonces podrán seguir su camino.» 17Los hombres le dijeron a Rajab:—Quedaremos libres del juramento que te hemos hecho 18si, cuando conquistemos la tierra, no vemos este cordón rojo atado a la ventana por la que nos bajas. Además, tus padres, tus hermanos y el resto de tu familia deberán estar reunidos en tu casa. 19Quien salga de la casa en ese momento, será responsable de su propia vida, y nosotros seremos inocentes. Sólo nos haremos responsables de quienes permanezcan en la casa, si alguien se atreve a ponerles la mano encima. 20Conste que si nos delatas, nosotros quedaremos libres del juramento que nos obligaste hacer. 21—De acuerdo —respondió Rajab—. Que sea tal como ustedes han dicho.Luego los despidió; ellos partieron, y ella ató el cordón rojo a la ventana. 22Los hombres se dirigieron a las montañas y permanecieron allí tres días, hasta que sus perseguidores regresaron a la ciudad. Los habían buscado por todas partes, pero sin éxito. 23Los dos hombres emprendieron el
regreso; bajando de las montañas, vadearon el río y llegaron adonde estaba Josué hijo de Nun. Allí le relataron todo lo que les había sucedido: 24«El Señor ha entregado todo el país en nuestras manos. ¡Todos sus habitantes tiemblan de miedo ante nosotros!»
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Job 21 (NVI) Séptimo discurso de Job 1A esto, Job respondió: 2«Escuchen atentamente mis palabras; concédanme este consuelo. 3Tolérenme un poco mientras hablo, y búrlense si quieren cuando haya terminado. 4»¿Acaso dirijo mi reclamo a los mortales? ¿Por qué creen que pierdo la paciencia? 5Mírenme, y queden asombrados; tápense la boca con la mano. 6Si pienso en esto, me lleno de espanto; un escalofrío me corre por el cuerpo. 7¿Por qué siguen con vida los malvados, cada vez más viejos y más ricos? 8Ven establecerse en torno suyo a sus hijos y a sus descendientes. 9Tienen paz en su hogar, y están libres de temores; la vara de Dios no los castiga. 10Sus toros son verdaderos sementales; sus vacas paren y no pierden las crías. 11Dejan correr a sus niños como si fueran ovejas; sus pequeñuelos danzan alegres. 12Cantan al son del tamboril y del arpa; se divierten al son de la flauta. 13Pasan la vida con gran bienestar, y en paz bajan al sepulcro. 14A Dios increpan: “¡Déjanos tranquilos! No queremos conocer tu voluntad. 15¿Quién es el Todopoderoso, para que le sirvamos? ¿Qué ganamos con dirigirle nuestras oraciones?” 16Pero su bienestar no depende de ellos. ¡Jamás me dejaré llevar por sus malos consejos! 17»¿Cuándo se ha apagado la lámpara de los malvados? ¿Cuándo les ha sobrevenido el desastre? ¿Cuándo Dios, en su enojo, los ha hecho sufrir 18como
paja que arrebata el viento, como tamo que se lleva la tormenta? 19Me dirán que Dios reserva el castigo para los hijos del pecador. ¡Mejor que castigue al que peca, para que escarmiente! 20¡Que sufra el pecador su propia destrucción! ¡Que beba de la ira del Todopoderoso! 21¿Qué le puede importar la familia que deja, si le quedan pocos meses de vida? 22»¿Quién puede impartirle a Dios conocimientos, si es él quien juzga a las grandes eminencias? 23Hay quienes mueren en la flor de la vida, rebosantes de salud y de paz; 24sus caderas, llenas de grasa; sus huesos, recios hasta la médula. 25Otros mueren con el ánimo amargado, sin haber disfrutado de lo bueno. 26¡En el polvo yacen unos y otros, todos ellos cubiertos de gusanos! 27»Sé muy bien lo que están pensando, y los planes que tienen de hacerme daño. 28También sé que se preguntan: “¿Dónde está la mansión del potentado? ¿Dónde están las moradas de los inicuos?” 29¿No han interrogado a los viajeros? ¿No han prestado atención a sus argumentos? 30En el día del desastre, el malvado se salva; ¡en el día de la ira, es puesto a salvo! 31¿Y quién le echa en cara su conducta? ¿Quién le da su merecido por sus hechos? 32Cuando lo llevan al sepulcro, sobre su tumba se pone vigilancia; 33mucha gente le abre paso, y muchos más cierran el cortejo. ¡Descansa en paz bajo la tierra del valle! 34»¿Cómo esperan consolarme con discursos sin sentido? ¡Sus respuestas no son más que falacias!»
Día 112 - Domingo 17.05.15:
Hechos 9:1-25 (NVI) Conversión de Saulo 1Mientras tanto, Saulo, respirando aún amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sa-
cerdote 2y le pidió cartas de extradición para las sinagogas de Damasco. Tenía la intención de encontrar y llevarse presos a Jerusalén a todos los que pertenecieran al Camino, fueran hombres o mujeres. 3En el viaje sucedió que, al acercarse a Damasco, una luz del cielo relampagueó de repente a su alrededor. 4Él cayó al suelo y oyó una voz que le decía:—Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 5—¿Quién eres, Señor? —preguntó.—Yo soy Jesús, a quien tú persigues —le contestó la voz—. 6Levántate y entra en la ciudad, que allí se te dirá lo que tienes que hacer. 7Los hombres que viajaban con Saulo se detuvieron atónitos, porque oían la voz pero no veían a nadie. 8Saulo se levantó del suelo, pero cuando abrió los ojos no podía ver, así que lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco. 9Estuvo ciego tres días, sin comer ni beber nada. 10Había en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor llamó en una visión.—¡Ananías!—Aquí estoy, Señor. 11—Anda, ve a la casa de Judas, en la calle llamada Derecha, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando, 12y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entra y pone las manos sobre él para que recobre la vista. 13Entonces Ananías respondió:—Señor, he oído hablar mucho de ese hombre y de todo el mal que ha causado a tus santos en Jerusalén. 14Y ahora lo tenemos aquí, autorizado por los jefes de los sacerdotes, para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre. 15—¡Ve! —insistió el Señor—, porque ese hombre es mi instrumento escogido para dar a conocer mi nombre tanto a las naciones y a sus reyes como al pueblo de Israel. 16Yo le mostraré cuánto tendrá que padecer por mi nombre. 17Ananías se fue y, cuando llegó a la casa, le impuso las manos a
Saulo y le dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.» 18Al instante cayó de los ojos de Saulo algo como escamas, y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado; 19y habiendo comido, recobró las fuerzas. Saulo en Damasco y en Jerusalén Saulo pasó varios días con los discípulos que estaban en Damasco, 20y en seguida se dedicó a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús es el Hijo de Dios. 21Todos los que le oían se quedaban asombrados, y preguntaban: «¿No es éste el que en Jerusalén perseguía a muerte a los que invocan ese nombre? ¿Y no ha venido aquí para llevárselos presos y entregarlos a los jefes de los sacerdotes?» 22Pero Saulo cobraba cada vez más fuerza y confundía a los judíos que vivían en Damasco, demostrándoles que Jesús es el Mesías. 23Después de muchos días, los judíos se pusieron de acuerdo para hacerlo desaparecer, 24pero Saulo se enteró de sus maquinaciones. Día y noche vigilaban de cerca las puertas de la ciudad con el fin de eliminarlo. 25Pero sus discípulos se lo llevaron de noche y lo bajaron en un canasto por una abertura en la muralla.
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Josué 3-4 (NVI) El cruce del río Jordán 1Muy de mañana, Josué y todos los israelitas partieron de Sitín y se dirigieron hacia el río Jordán; pero antes de cruzarlo, acamparon a sus orillas. 2Al cabo de tres días, los jefes del pueblo recorrieron todo el campamento 3con la siguiente orden: «Cuando vean el arca del pacto del Señor su Dios, y a los sacerdotes levitas que la llevan, abandonen sus puestos y pónganse en marcha
detrás de ella. 4Así sabrán por dónde ir, pues nunca antes han pasado por ese camino. Deberán, sin embargo, mantener como un kilómetro de distancia entre ustedes y el arca; no se acerquen a ella.» 5Josué le ordenó al pueblo: «Purifíquense, porque mañana el Señor va a realizar grandes prodigios entre ustedes.» 6Y a los sacerdotes les dijo: «Carguen el arca del pacto y pónganse al frente del pueblo.» Los sacerdotes obedecieron y se pusieron al frente del pueblo. 7Luego el Señor le dijo a Josué: «Este día comenzaré a engrandecerte ante el pueblo de Israel. Así sabrán que estoy contigo como estuve con Moisés. 8Dales la siguiente orden a los sacerdotes que llevan el arca del pacto: “Cuando lleguen a la orilla del Jordán, deténganse.” » 9Entonces Josué les dijo a los israelitas: «Acérquense y escuchen lo que Dios el Señor tiene que decirles.» 10Y añadió: «Ahora sabrán que el Dios viviente está en medio de ustedes, y que de seguro expulsará a los cananeos, los hititas, los heveos, los ferezeos, los gergeseos, los amorreos y los jebuseos. 11El arca del pacto, que pertenece al Soberano de toda la tierra, cruzará el Jordán al frente de ustedes. 12Ahora, pues, elijan doce hombres, uno por cada tribu de Israel. 13Tan pronto como los sacerdotes que llevan el arca del Señor, soberano de toda la tierra, pongan pie en el Jordán, las aguas dejarán de correr y se detendrán formando un muro.» 14Cuando el pueblo levantó el campamento para cruzar el Jordán, los sacerdotes que llevaban el arca del pacto marcharon al frente de todos. 15Ahora bien, las aguas del Jordán se desbordan en el tiempo de la cosecha. A pesar de eso, tan pronto como los pies de los sacerdotes que portaban el arca tocaron las aguas, 16éstas deja-
ron de fluir y formaron un muro que se veía a la distancia, más o menos a la altura del pueblo de Adán, junto a la fortaleza de Saretán. A la vez, dejaron de correr las aguas que fluían en el mar del Arabá, es decir, el Mar Muerto, y así el pueblo pudo cruzar hasta quedar frente a Jericó. 17Por su parte, los sacerdotes que portaban el arca del pacto del Señor permanecieron de pie en terreno seco, en medio del Jordán, mientras todo el pueblo de Israel terminaba de cruzar el río por el cauce totalmente seco. Monumento conmemorativo 1Cuando todo el pueblo terminó de cruzar el río Jordán, el Señor le dijo a Josué: 2«Elijan a un hombre de cada una de las doce tribus de Israel, 3y ordénenles que tomen doce piedras del cauce, exactamente del lugar donde los sacerdotes permanecieron de pie. Díganles que las coloquen en el lugar donde hoy pasarán la noche.» 4Entonces Josué reunió a los doce hombres que había escogido de las doce tribus, 5y les dijo: «Vayan al centro del cauce del río, hasta donde está el arca del Señor su Dios, y cada uno cargue al hombro una piedra. Serán doce piedras, una por cada tribu de Israel, 6y servirán como señal entre ustedes. En el futuro, cuando sus hijos les pregunten: “¿Por qué están estas piedras aquí?”, 7ustedes les responderán: “El día en que el arca del pacto del Señor cruzó el Jordán, las aguas del río se dividieron frente a ella. Para nosotros los israelitas, estas piedras que están aquí son un recuerdo permanente de aquella gran hazaña.” » 8Los israelitas hicieron lo que Josué les ordenó, según las instrucciones del Señor. Tomaron las piedras del cauce del Jordán, conforme al número de las tribus, las llevaron hasta el campamento y las colocaron allí. 9Además, Josué
colocó doce piedras en el cauce del río donde se detuvieron los sacerdotes que llevaban el arca del pacto. Esas piedras siguen allí hasta el día de hoy. 10Los sacerdotes que llevaban el arca permanecieron en medio del cauce hasta que los israelitas hicieron todo lo que el Señor le había ordenado a Josué. Todo se hizo según las instrucciones que Josué había recibido de Moisés. El pueblo se apresuró a cruzar el río, 11y cuando todos lo habían hecho, el arca del Señor y los sacerdotes cruzaron también en presencia del pueblo. 12Acompañaban al pueblo los guerreros de las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés, según las órdenes que había dado Moisés. 13Unos cuarenta mil guerreros armados desfilaron en presencia del Señor y se dirigieron a la planicie de Jericó, listos para la guerra. 14Aquel mismo día, el Señor engrandeció a Josué ante todo Israel. El pueblo admiró a Josué todos los días de su vida, como lo había hecho con Moisés. 15Luego el Señor le dijo a Josué: 16«Ordénales a los sacerdotes portadores del arca del pacto que salgan del Jordán.» 17Josué les ordenó a los sacerdotes que salieran, 18y así lo hicieron, portando el arca del pacto del Señor. Tan pronto como sus pies tocaron tierra firme, las aguas del río regresaron a su lugar y se desbordaron como de costumbre. 19Así, el día diez del mes primero, el pueblo de Israel cruzó el Jordán y acampó en Guilgal, al este de Jericó. 20Entonces Josué erigió allí las piedras que habían tomado del cauce del Jordán, 21y se dirigió a los israelitas: «En el futuro, cuando sus hijos les pregunten: “¿Por qué están estas piedras aquí?”, 22ustedes les responderán: “Porque el pueblo de Israel cruzó el río Jordán en seco.” 23El Señor, Dios de ustedes, hizo lo mismo
que había hecho con el Mar Rojo cuando lo mantuvo seco hasta que todos nosotros cruzamos. 24Esto sucedió para que todas las naciones de la tierra supieran que el Señor es poderoso, y para que ustedes aprendieran a temerlo para siempre.»
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Job 22 (NVI) Tercer discurso de Elifaz 1A esto respondió Elifaz de Temán: 2«¿Puede alguien, por muy sabio que sea, serle a Dios de algún provecho? 3¿Sacará alguna ventaja el Todopoderoso con que seas un hombre justo? ¿Tendrá algún beneficio si tu conducta es intachable? 4¿Acaso te reprende por temerlo, y por eso te lleva a juicio? 5¿No es acaso demasiada tu maldad? ¿Y no son incontables tus pecados? 6Sin motivo demandabas fianza de tus hermanos, y en prenda los despojabas de sus mantos; ¡desnudos los dejabas! 7Al sediento no le dabas agua; al hambriento le negabas la comida. 8Hombre de poder, te adueñaste de la tierra; hombre prominente, en ella te asentaste. 9No les dabas nada a las viudas, y para colmo les quitabas todo a los huérfanos. 10Por eso ahora te ves rodeado de trampas, y te asaltan temores repentinos; 11la oscuridad te impide ver, y te ahogan las aguas torrenciales. 12»¿No está Dios en las alturas de los cielos? ¡Mira las estrellas, cuán altas y remotas! 13Sin embargo, cuestionas: “¿Y Dios qué sabe? ¿Puede acaso juzgar a través de las tinieblas? 14Él recorre los cielos de uno a otro extremo, y densas nubes lo envuelven, ¡así que no puede vernos!” 15»¿Vas a seguir por los trillados caminos que han recorrido los malvados? 16Perdieron la vida antes de tiempo; un diluvio arrasó sus cimientos. 17Increparon a Dios: “¡Déjanos tranqui-
los! ¿Qué puedes tú hacernos, Todopoderoso?” 18¡Y fue Dios quien llenó sus casas de bienes! ¡Yo no me dejaré llevar por sus malos consejos! 19»Los justos se alegran al ver la ruina de los malvados; los inocentes dicen en son de burla: 20“Nuestros enemigos han sido destruidos; ¡el fuego ha consumido sus riquezas!” 21»Sométete a Dios; ponte en paz con él, y volverá a ti la prosperidad. 22Acepta la enseñanza que mana de su boca; ¡grábate sus palabras en el corazón! 23Si te vuelves al Todopoderoso y alejas de tu casa la maldad, serás del todo restaurado; 24si tu oro refinado lo arrojas por el suelo, entre rocas y cañadas, 25tendrás por oro al Todopoderoso, y será él para ti como plata refinada. 26En el Todopoderoso te deleitarás; ante Dios levantarás tu rostro. 27Cuando ores, él te escuchará, y tú le cumplirás tus votos. 28Tendrás éxito en todo lo que emprendas, y en tus caminos brillará la luz. 29Porque Dios humilla a los altaneros, y exalta a los humildes. 30Él salva al que es inocente, y por tu honradez quedarás a salvo.»
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