Semana 5

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Lectura Semanal - Semana 5 Día 29 - Lunes 23.02.15: Lucas 21 / Génesis 38 / Salmos 29 Día 30 - Martes 24.02.15: Lucas 22:1-38 / Génesis 39 / Salmos 30 Día 31 - Miércoles 25.02.15: Lucas 22:39-71 / Génesis 40 / Salmos 31 Día 32 - Jueves 26.02.15: Lucas 23:1-25 / Génesis 41 / Salmos 32 Día 33 - Viernes 27.02.15: Lucas 23:26-56 / Génesis 42 / Salmos 33 Día 34 - Sábado 28.02.15: Lucas 24:1-12 / Génesis 43 / Salmos 34 Día 35 - Domingo 01.03.15: Lucas 24:13-53 / Génesis 44 / Salmos 35


Día 29 - Lunes 23.02.15:

Lucas 21 (NVI) La ofrenda de la viuda 1Jesús se detuvo a observar y vio a los ricos que echaban sus ofrendas en las alcancías del templo. 2También vio a una viuda pobre que echaba dos moneditas de cobre. 3—Les aseguro —dijo— que esta viuda pobre ha echado más que todos los demás. 4Todos ellos dieron sus ofrendas de lo que les sobraba; pero ella, de su pobreza, echó todo lo que tenía para su sustento. Señales del fin del mundo 5Algunos de sus discípulos comentaban acerca del templo, de cómo estaba adornado con hermosas piedras y con ofrendas dedicadas a Dios. Pero Jesús dijo: 6—En cuanto a todo esto que ven ustedes, llegará el día en que no quedará piedra sobre piedra; todo será derribado. 7—Maestro —le preguntaron—, ¿cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de que está a punto de suceder? 8— Tengan cuidado; no se dejen engañar —les advirtió Jesús—. Vendrán muchos que usando mi nombre dirán: “Yo soy”, y: “El tiempo está cerca.” No los sigan ustedes. 9Cuando sepan de guerras y de revoluciones, no se asusten. Es necesario que eso suceda primero, pero el fin no vendrá en seguida. 10»Se levantará nación contra nación, y reino contra reino —continuó—. 11Habrá grandes terremotos, hambre y epidemias por todas partes, cosas espantosas y grandes señales del cielo. 12»Pero antes de todo esto, echarán mano de ustedes y los perseguirán. Los entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y por causa de mi nombre los llevarán ante reyes y gobernadores. 13Así tendrán ustedes la oportunidad de dar testimonio ante

ellos. 14Pero tengan en cuenta que no hay por qué preparar una defensa de antemano, 15pues yo mismo les daré tal elocuencia y sabiduría para responder, que ningún adversario podrá resistirles ni contradecirles. 16Ustedes serán traicionados aun por sus padres, hermanos, parientes y amigos, y a algunos de ustedes se les dará muerte. 17Todo el mundo los odiará por causa de mi nombre. 18Pero no se perderá ni un solo cabello de su cabeza. 19Si se mantienen firmes, se salvarán. 20»Ahora bien, cuando vean a Jerusalén rodeada de ejércitos, sepan que su desolación ya está cerca. 21Entonces los que estén en Judea huyan a las montañas, los que estén en la ciudad salgan de ella, y los que estén en el campo no entren en la ciudad. 22Ése será el tiempo del juicio cuando se cumplirá todo lo que está escrito. 23¡Ay de las que estén embarazadas o amamantando en aquellos días! Porque habrá gran aflicción en la tierra, y castigo contra este pueblo. 24Caerán a filo de espada y los llevarán cautivos a todas las naciones. Los gentiles pisotearán a Jerusalén, hasta que se cumplan los tiempos señalados para ellos. 25»Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra, las naciones estarán angustiadas y perplejas por el bramido y la agitación del mar. 26Se desmayarán de terror los hombres, temerosos por lo que va a sucederle al mundo, porque los cuerpos celestes serán sacudidos. 27Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con poder y gran gloria. 28Cuando comiencen a suceder estas cosas, cobren ánimo y levanten la cabeza, porque se acerca su redención. 29Jesús también les propuso esta comparación:—Fíjense en la higuera y en los demás árboles. 30Cuando bro-


tan las hojas, ustedes pueden ver por sí mismos y saber que el verano está cerca. 31Igualmente, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el reino de Dios está cerca. 32»Les aseguro que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan. 33El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras jamás pasarán. 34»Tengan cuidado, no sea que se les endurezca el corazón por el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida. De otra manera, aquel día caerá de improviso sobre ustedes, 35pues vendrá como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. 36Estén siempre vigilantes, y oren para que puedan escapar de todo lo que está por suceder, y presentarse delante del Hijo del hombre. 37De día Jesús enseñaba en el templo, pero salía a pasar la noche en el monte llamado de los Olivos, 38y toda la gente madrugaba para ir al templo a oírlo.

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Génesis 38 (NVI) Judá y Tamar 1Por esos días, Judá se apartó de sus hermanos y se fue a vivir a la casa de un hombre llamado Hirá, residente del pueblo de Adulán. 2Allí Judá conoció a una mujer, hija de un cananeo llamado Súa, y se casó con ella. Luego de tener relaciones con él, 3ella concibió y dio a luz un hijo, al que llamó Er. 4Tiempo después volvió a concebir, y dio a luz otro hijo, al que llamó Onán. 5Pasado el tiempo tuvo otro hijo, al que llamó Selá, el cual nació en Quezib. 6Judá consiguió para Er, su hijo mayor, una esposa que se llamaba Tamar. 7Pero alSeñorno le agradó la conducta del primogénito de Judá, y le quitó la vida. 8Entonces Judá le dijo a Onán: «Cásate con la viuda de tu hermano y cumple con tu deber de

cuñado; así le darás descendencia a tu hermano.» 9Pero Onán sabía que los hijos que nacieran no serían reconocidos como suyos. Por eso, cada vez que tenía relaciones con ella, derramaba el semen en el suelo, y así evitaba que su hermano tuviera descendencia. 10Esta conducta ofendió mucho alSeñor, así que también a él le quitó la vida. 11Entonces Judá le dijo a su nuera Tamar: «Quédate como viuda en la casa de tu padre, hasta que mi hijo Selá tenga edad de casarse.» Pero en realidad Judá pensaba que Selá podría morirse, lo mismo que sus hermanos. Así que Tamar se fue a vivir a la casa de su padre. 12Después de mucho tiempo, murió la esposa de Judá, la hija de Súa. Al concluir el tiempo de duelo, Judá fue al pueblo de Timnat para esquilar sus ovejas. Lo acompañó su amigo Hirá, el adulanita. 13Cuando Tamar se enteró de que su suegro se dirigía hacia Timnat para esquilar sus ovejas, 14se quitó el vestido de viuda, se cubrió con un velo para que nadie la reconociera, y se sentó a la entrada del pueblo de Enayin, que está en el camino a Timnat. Esto lo hizo porque se dio cuenta de que Selá ya tenía edad de casarse y aún no se lo daban a ella por esposo. 15Cuando Judá la vio con el rostro cubierto, la tomó por una prostituta. 16No sabiendo que era su nuera, se acercó a la orilla del camino y le dijo:— Deja que me acueste contigo.—¿Qué me das si te digo que sí? —le preguntó ella. 17—Te mandaré uno de los cabritos de mi rebaño —respondió Judá.— Está bien —respondió ella—, pero déjame algo en garantía hasta que me lo mandes. 18—¿Qué prenda quieres que te deje? —preguntó Judá.—Dame tu sello y su cordón, y el bastón que llevas en la mano —respondió Tamar.Judá se


los entregó, se acostó con ella y la dejó embarazada. 19Cuando ella se levantó, se fue inmediatamente de allí, se quitó el velo y volvió a ponerse la ropa de viuda. 20Más tarde, Judá envió el cabrito por medio de su amigo adulanita, para recuperar las prendas que había dejado con la mujer; pero su amigo no dio con ella. 21Entonces le preguntó a la gente del lugar:—¿Dónde está la prostituta de Enayin, la que se sentaba junto al camino?—Aquí nunca ha habido una prostituta así —le contestaron. 22El amigo regresó adonde estaba Judá y le dijo:—No la pude encontrar. Además, la gente del lugar me informó que allí nunca había estado una prostituta como ésa. 23— Que se quede con las prendas —replicó Judá—; no es cuestión de que hagamos el ridículo. Pero que quede claro: yo le envié el cabrito, y tú no la encontraste. 24Como tres meses después, le informaron a Judá lo siguiente:—Tu nuera Tamar se ha prostituido, y como resultado de sus andanzas ha quedado embarazada.—¡Sáquenla y quémenla! —exclamó Judá. 25Pero cuando la estaban sacando, ella mandó este mensaje a su suegro: «El dueño de estas prendas fue quien me embarazó. A ver si reconoce usted de quién son este sello, el cordón del sello, y este bastón.» 26Judá los reconoció y declaró: «Su conducta es más justa que la mía, pues yo no la di por esposa a mi hijo Selá.» Y no volvió a acostarse con ella. 27Cuando llegó el tiempo de que Tamar diera a luz, resultó que tenía mellizos en su seno. 28En el momento de nacer, uno de los mellizos sacó la mano; la partera le ató un hilo rojo en la mano, y dijo: «Éste salió primero.» 29Pero en ese momento el niño metió la mano, y salió primero el otro. Entonces la partera dijo: «¡Cómo te

abriste paso!» Por eso al niño lo llamaron Fares. 30Luego salió su hermano, con el hilo rojo atado en la mano, y lo llamaron Zera.

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Salmos 29 (NVI) Salmo de David. 1Tributen al Señor, seres celestiales, tributen al Señor la gloria y el poder. 2Tributen al Señor la gloria que merece su nombre; póstrense ante el Señor en su santuario majestuoso. 3La voz del Señor está sobre las aguas; resuena el trueno del Dios de la gloria; el Señor está sobre las aguas impetuosas. 4La voz del Señor resuena potente; la voz del Señor resuena majestuosa. 5La voz del Señor desgaja los cedros, desgaja el Señor los cedros del Líbano; 6hace que el Líbano salte como becerro, y que el Hermón salte cual toro salvaje. 7La voz del Señor lanza ráfagas de fuego; 8la voz del Señor sacude al desierto; el Señor sacude al desierto de Cades. 9La voz del Señor retuerce los robles y deja desnudos los bosques;en su templo todos gritan: «¡Gloria!» 10El Señor tiene su trono sobre las lluvias; el Señor reina por siempre. 11El Señor fortalece a su pueblo; el Señor bendice a su pueblo con la paz.

Día 30 - Martes 24.02.15:

Lucas 22: 1-38 (NVI) Judas acuerda traicionar a Jesús 1Se aproximaba la fiesta de los Panes sin levadura, llamada la Pascua. 2Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley buscaban algún modo de acabar con Jesús, porque temían al pueblo. 3Entonces entró Satanás en Judas, uno de los doce, al que llamaban Iscariote. 4Éste fue a los jefes de los sacerdotes


y a los capitanes del templo para tratar con ellos cómo les entregaría a Jesús. 5Ellos se alegraron y acordaron darle dinero. 6Él aceptó, y comenzó a buscar una oportunidad para entregarles a Jesús cuando no hubiera gente. La última cena 7Cuando llegó el día de la fiesta de los Panes sin levadura, en que debía sacrificarse el cordero de la Pascua, 8Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles:— Vayan a hacer los preparativos para que comamos la Pascua. 9—¿Dónde quieres que la preparemos? —le preguntaron. 10—Miren —contestó él—: al entrar ustedes en la ciudad les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo hasta la casa en que entre, 11y díganle al dueño de la casa: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la sala en la que voy a comer la Pascua con mis discípulos?” 12Él les mostrará en la planta alta una sala amplia y amueblada. Preparen allí la cena. 13Ellos se fueron y encontraron todo tal como les había dicho Jesús. Así que prepararon la Pascua. 14Cuando llegó la hora, Jesús y sus apóstoles se sentaron a la mesa. 15Entonces les dijo:—He tenido muchísimos deseos de comer esta Pascua con ustedes antes de padecer, 16pues les digo que no volveré a comerla hasta que tenga su pleno cumplimiento en el reino de Dios. 17Luego tomó la copa, dio gracias y dijo:—Tomen esto y repártanlo entre ustedes. 18Les digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios. 19También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo:—Este pan es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memoria de mí. 20De la misma manera tomó la copa después de

la cena, y dijo:—Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes. 21Pero sepan que la mano del que va a traicionarme está con la mía, sobre la mesa. 22A la verdad el Hijo del hombre se irá según está decretado, pero ¡ay de aquel que lo traiciona! 23Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos haría esto. 24Tuvieron además un altercado sobre cuál de ellos sería el más importante. 25Jesús les dijo:—Los reyes de las naciones oprimen a sus súbditos, y los que ejercen autoridad sobre ellos se llaman a sí mismos benefactores. 26No sea así entre ustedes. Al contrario, el mayor debe comportarse como el menor, y el que manda como el que sirve. 27Porque, ¿quién es más importante, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es el que está sentado a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre ustedes como uno que sirve. 28Ahora bien, ustedes son los que han estado siempre a mi lado en mis pruebas. 29Por eso, yo mismo les concedo un reino, así como mi Padre me lo concedió a mí, 30para que coman y beban a mi mesa en mi reino, y se sienten en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. 31»Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes como si fueran trigo. 32Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos. 33—Señor — respondió Pedro—, estoy dispuesto a ir contigo tanto a la cárcel como a la muerte. 34—Pedro, te digo que hoy mismo, antes de que cante el gallo, tres veces negarás que me conoces. 35Luego Jesús dijo a todos:—Cuando los envié a ustedes sin monedero ni bolsa ni sandalias, ¿acaso les faltó algo?—Nada — respondieron. 36—Ahora, en cambio, el


que tenga un monedero, que lo lleve; así mismo, el que tenga una bolsa. Y el que nada tenga, que venda su manto y compre una espada. 37Porque les digo que tiene que cumplirse en mí aquello que está escrito: “Y fue contado entre los transgresores.” En efecto, lo que se ha escrito de mí se está cumpliendo. 38— Mira, Señor —le señalaron los discípulos—, aquí hay dos espadas.—¡Basta! —les contestó.

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Génesis 39 (NVI) José y la esposa de Potifar 1Cuando José fue llevado a Egipto, los ismaelitas que lo habían trasladado allá lo vendieron a Potifar, un egipcio que era funcionario del faraón y capitán de su guardia. 2Ahora bien, elSeñorestaba con José y las cosas le salían muy bien. Mientras José vivía en la casa de su patrón egipcio, 3éste se dio cuenta de que elSeñorestaba con José y lo hacía prosperar en todo. 4José se ganó la confianza de Potifar, y éste lo nombró mayordomo de toda su casa y le confió la administración de todos sus bienes. 5Por causa de José, elSeñorbendijo la casa del egipcio Potifar a partir del momento en que puso a José a cargo de su casa y de todos sus bienes. La bendición delSeñorse extendió sobre todo lo que tenía el egipcio, tanto en la casa como en el campo. 6Por esto Potifar dejó todo a cargo de José, y tan sólo se preocupaba por lo que tenía que comer. José tenía muy buen físico y era muy atractivo. 7Después de algún tiempo, la esposa de su patrón empezó a echarle el ojo y le propuso:—Acuéstate conmigo. 8Pero José no quiso saber nada, sino que le contestó:—Mire, señora: mi patrón ya no tiene que preocuparse de nada en la casa, porque todo me lo ha

confiado a mí. 9En esta casa no hay nadie más importante que yo. Mi patrón no me ha negado nada, excepto meterme con usted, que es su esposa. ¿Cómo podría yo cometer tal maldad y pecar así contra Dios? 10Y por más que ella lo acosaba día tras día para que se acostara con ella y le hiciera compañía, José se mantuvo firme en su rechazo. 11Un día, en un momento en que todo el personal de servicio se encontraba ausente, José entró en la casa para cumplir con sus responsabilidades. 12Entonces la mujer de Potifar lo agarró del manto y le rogó: «¡Acuéstate conmigo!»Pero José, dejando el manto en manos de ella, salió corriendo de la casa. 13Al ver ella que él había dejado el manto en sus manos y había salido corriendo, 14llamó a los siervos de la casa y les dijo: «¡Miren!, el hebreo que nos trajo mi esposo sólo ha venido a burlarse de nosotros. Entró a la casa con la intención de acostarse conmigo, pero yo grité con todas mis fuerzas. 15En cuanto me oyó gritar, salió corriendo y dejó su manto a mi lado.» 16La mujer guardó el manto de José hasta que su marido volvió a su casa. 17Entonces le contó la misma historia: «El esclavo hebreo que nos trajiste quiso aprovecharse de mí. 18Pero en cuanto grité con todas mis fuerzas, salió corriendo y dejó su manto a mi lado.» 19Cuando el patrón de José escuchó de labios de su mujer cómo la había tratado el esclavo, se enfureció 20y mandó que echaran a José en la cárcel donde estaban los presos del rey.Pero aun en la cárcel 21el Señor estaba con él y no dejó de mostrarle su amor. Hizo que se ganara la confianza del guardia de la cárcel, 22el cual puso a José a cargo de todos los prisioneros y de todo lo que allí se hacía. 23Como elSeñorestaba con José


y hacía prosperar todo lo que él hacía, el guardia de la cárcel no se preocupaba de nada de lo que dejaba en sus manos.

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Salmos 30 (NVI) Cántico para la dedicación de la casa. Salmo de David. 1Te exaltaré, Señor, porque me levantaste, porque no dejaste que mis enemigos se burlaran de mí. 2 Señor mi Dios, te pedí ayuda y me sanaste. 3Tú, Señor, me sacaste del sepulcro; me hiciste revivir de entre los muertos. 4Canten al Señor, ustedes sus fieles; alaben su santo nombre. 5Porque sólo un instante dura su enojo, pero toda una vida su bondad. Si por la noche hay llanto, por la mañana habrá gritos de alegría. 6Cuando me sentí seguro, exclamé: «Jamás seré conmovido.» 7Tú, Señor, en tu buena voluntad, me afirmaste en elevado baluarte; pero escondiste tu rostro, y yo quedé confundido. 8A ti clamo, Señor soberano; a ti me vuelvo suplicante. 9¿Qué ganas tú con que yo muera, con que descienda yo al sepulcro? ¿Acaso el polvo te alabará o proclamará tu verdad? 10Oye, Señor; compadécete de mí. ¡Sé tú, Señor, mi ayuda! 11Convertiste mi lamento en danza; me quitaste la ropa de luto y me vestiste de fiesta, 12para que te cante y te glorifique, y no me quede callado. ¡Señor mi Dios, siempre te daré gracias!

Día 31 - Miércoles 25.02.15:

Lucas 22: 39-71 (NVI) Jesús ora en el monte de los Olivos 39Jesús salió de la ciudad y, como de costumbre, se dirigió al monte de los Olivos, y sus discípulos lo siguieron. 40Cuando llegaron al lugar, les dijo: «Oren para que no caigan en tentación.» 41Entonces se separó de ellos a

una buena distancia, se arrodilló y empezó a orar: 42«Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya.» 43Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerlo. 44Pero, como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor, y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra. 45Cuando terminó de orar y volvió a los discípulos, los encontró dormidos, agotados por la tristeza. 46«¿Por qué están durmiendo? —les exhortó—. Levántense y oren para que no caigan en tentación.» Arresto de Jesús 47Todavía estaba hablando Jesús cuando se apareció una turba, y al frente iba uno de los doce, el que se llamaba Judas. Éste se acercó a Jesús para besarlo, 48pero Jesús le preguntó:—Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del hombre? 49Los discípulos que lo rodeaban, al darse cuenta de lo que pasaba, dijeron:—Señor, ¿atacamos con la espada? 50Y uno de ellos hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. 51—¡Déjenlos! —ordenó Jesús.Entonces le tocó la oreja al hombre, y lo sanó. 52Luego dijo a los jefes de los sacerdotes, a los capitanes del templo y a los ancianos, que habían venido a prenderlo:—¿Acaso soy un bandido, para que vengan contra mí con espadas y palos? 53Todos los días estaba con ustedes en el templo, y no se atrevieron a ponerme las manos encima. Pero ya ha llegado la hora de ustedes, cuando reinan las tinieblas. Pedro niega a Jesús 54Prendieron entonces a Jesús y lo llevaron a la casa del sumo sacerdote. Pedro los seguía de lejos. 55Pero luego, cuando encendieron una fogata en


medio del patio y se sentaron alrededor, Pedro se les unió. 56Una criada lo vio allí sentado a la lumbre, lo miró detenidamente y dijo:—Éste estaba con él. 57Pero él lo negó.—Muchacha, yo no lo conozco. 58Poco después lo vio otro y afirmó:—Tú también eres uno de ellos.— ¡No, hombre, no lo soy! —contestó Pedro. 59Como una hora más tarde, otro lo acusó:—Seguro que éste estaba con él; miren que es galileo. 60—¡Hombre, no sé de qué estás hablando! —replicó Pedro.En el mismo momento en que dijo eso, cantó el gallo. 61El Señor se volvió y miró directamente a Pedro. Entonces Pedro se acordó de lo que el Señor le había dicho: «Hoy mismo, antes de que el gallo cante, me negarás tres veces.» 62Y saliendo de allí, lloró amargamente. Los soldados se burlan de Jesús 63Los hombres que vigilaban a Jesús comenzaron a burlarse de él y a golpearlo. 64Le vendaron los ojos, y le increpaban:—¡Adivina quién te pegó! 65Y le lanzaban muchos otros insultos. Jesús ante Pilato y Herodes 66Al amanecer, se reunieron los ancianos del pueblo, tanto los jefes de los sacerdotes como los maestros de la ley, e hicieron comparecer a Jesús ante el Consejo. 67—Si eres el Cristo, dínoslo —le exigieron.Jesús les contestó:—Si se lo dijera a ustedes, no me lo creerían, 68y si les hiciera preguntas, no me contestarían. 69Pero de ahora en adelante el Hijo del hombre estará sentado a la derecha del Dios Todopoderoso. 70— ¿Eres tú, entonces, el Hijo de Dios? —le preguntaron a una voz.—Ustedes mismos lo dicen. 71—¿Para qué necesitamos más testimonios? —resolvieron—. Acabamos de oírlo de sus propios labios.

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Génesis 40 (NVI) El copero y el panadero 1Tiempo después, el copero y el panadero del rey de Egipto ofendieron a su señor. 2El faraón se enojó contra estos dos funcionarios suyos, es decir, contra el jefe de los coperos y el jefe de los panaderos, 3así que los mandó presos a la casa del capitán de la guardia, que era la misma cárcel donde estaba preso José. 4Allí el capitán de la guardia le encargó a José que atendiera a estos funcionarios. Después de haber estado algún tiempo en la cárcel, 5una noche los dos funcionarios, es decir, el copero y el panadero, tuvieron cada uno un sueño, cada sueño con su propio significado. 6A la mañana siguiente, cuando José fue a verlos, los encontró muy preocupados, 7y por eso les preguntó:—¿Por qué andan hoy tan cabizbajos? 8—Los dos tuvimos un sueño —respondieron—, y no hay nadie que nos lo interprete.—¿Acaso no es Dios quien da la interpretación? —preguntó José—. ¿Por qué no me cuentan lo que soñaron? 9Entonces el jefe de los coperos le contó a José el sueño que había tenido:—Soñé que frente a mí había una vid, 10la cual tenía tres ramas. En cuanto la vid echó brotes, floreció; y maduraron las uvas en los racimos. 11Yo tenía la copa del faraón en la mano. Tomé las uvas, las exprimí en la copa, y luego puse la copa en manos del faraón. 12Entonces José le dijo:—Ésta es la interpretación de su sueño: Las tres ramas son tres días. 13Dentro de los próximos tres días el faraón lo indultará a usted y volverá a colocarlo en su cargo. Usted volverá a poner la copa del faraón en su mano, tal como lo hacía antes, cuando era su copero. 14Yo le ruego que no se olvide de mí. Por favor, cuando todo se


haya arreglado, háblele usted de mí al faraón para que me saque de esta cárcel. 15A mí me trajeron por la fuerza, de la tierra de los hebreos. ¡Yo no hice nada aquí para que me echaran en la cárcel! 16Al ver que la interpretación había sido favorable, el jefe de los panaderos le dijo a José:—Yo también tuve un sueño. En ese sueño, llevaba yo tres canastas de pan sobre la cabeza. 17En la canasta de arriba había un gran surtido de repostería para el faraón, pero las aves venían a comer de la canasta que llevaba sobre la cabeza. 18José le respondió:—Ésta es la interpretación de su sueño: Las tres canastas son tres días. 19Dentro de los próximos tres días, el faraón mandará que a usted lo decapiten y lo cuelguen de un árbol, y las aves devorarán su cuerpo. 20En efecto, tres días después el faraón celebró su cumpleaños y ofreció una gran fiesta para todos sus funcionarios. En presencia de éstos, mandó sacar de la cárcel al jefe de los coperos y al jefe de los panaderos. 21Al jefe de los coperos lo restituyó en su cargo para que, una vez más, pusiera la copa en manos del faraón. 22Pero, tal como lo había predicho José, al jefe de los panaderos mandó que lo ahorcaran. 23Sin embargo, el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que se olvidó de él por completo.

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Salmos 31 (NVI) Al director musical. Salmo de David. 1En ti, Señor, busco refugio; jamás permitas que me avergüencen; en tu justicia, líbrame. 2Inclina a mí tu oído, y acude pronto a socorrerme. Sé tú mi roca protectora, la fortaleza de mi salvación. 3Guíame, pues eres mi roca y mi fortaleza, dirígeme por amor a tu nombre. 4Líbrame de la trampa que me han tendido,

porque tú eres mi refugio. 5En tus manos encomiendo mi espíritu; líbrame, Señor, Dios de la verdad. 6Odio a los que veneran ídolos vanos; yo, por mi parte, confío en ti, Señor. 7Me alegro y me regocijo en tu amor, porque tú has visto mi aflicción y conoces las angustias de mi alma. 8No me entregaste al enemigo, sino que me pusiste en lugar espacioso. 9Tenme compasión, Señor, que estoy angustiado; el dolor está acabando con mis ojos, con mi alma, ¡con mi cuerpo! 10La vida se me va en angustias, y los años en lamentos; la tristeza está acabando con mis fuerzas, y mis huesos se van debilitando. 11Por causa de todos mis enemigos, soy el hazmerreír de mis vecinos; soy un espanto para mis amigos; de mí huyen los que me encuentran en la calle. 12Me han olvidado, como si hubiera muerto; soy como una vasija hecha pedazos. 13Son muchos a los que oigo cuchichear: «Hay terror por todas partes.» Se han confabulado contra mí, y traman quitarme la vida. 14Pero yo, Señor, en ti confío, y digo: «Tú eres mi Dios.» 15Mi vida entera está en tus manos; líbrame de mis enemigos y perseguidores. 16Que irradie tu faz sobre tu siervo; por tu gran amor, sálvame. 17Señor, no permitas que me avergüencen, porque a ti he clamado. Que sean avergonzados los malvados, y acallados en el sepulcro. 18Que sean silenciados sus labios mentirosos, porque hablan contra los justos con orgullo, desdén e insolencia. 19Cuán grande es tu bondad, que atesoras para los que te temen, y que a la vista de la gente derramas sobre los que en ti se refugian. 20Al amparo de tu presencia los proteges de las intrigas humanas; en tu morada los resguardas de las lenguas contenciosas. 21Bendito sea el Señor, pues mostró su gran amor


por mí cuando me hallaba en una ciudad sitiada. 22En mi confusión llegué a decir: «¡He sido arrojado de tu presencia!» Pero tú oíste mi voz suplicante cuando te pedí que me ayudaras. 23Amen al Señor, todos sus fieles; él protege a los dignos de confianza, pero a los orgullosos les da su merecido. 24Cobren ánimo y ármense de valor, todos los que en el Señor esperan.

Día 32 - Jueves 26.02.15:

Lucas 23: 1-25 (NVI) 1Así que la asamblea en pleno se levantó, y lo llevaron a Pilato. 2Y comenzaron la acusación con estas palabras:—Hemos descubierto a este hombre agitando a nuestra nación. Se opone al pago de impuestos al emperador y afirma que él es el Cristo, un rey. 3Así que Pilato le preguntó a Jesús:—¿Eres tú el rey de los judíos?—Tú mismo lo dices —respondió. 4Entonces Pilato declaró a los jefes de los sacerdotes y a la multitud:— No encuentro que este hombre sea culpable de nada. 5Pero ellos insistían:— Con sus enseñanzas agita al pueblo por toda Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí. 6Al oír esto, Pilato preguntó si el hombre era galileo. 7Cuando se enteró de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo mandó a él, ya que en aquellos días también Herodes estaba en Jerusalén. 8Al ver a Jesús, Herodes se puso muy contento; hacía tiempo que quería verlo por lo que oía acerca de él, y esperaba presenciar algún milagro que hiciera Jesús. 9Lo acosó con muchas preguntas, pero Jesús no le contestaba nada. 10Allí estaban también los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, acusándolo con vehemencia. 11Entonces Herodes y sus soldados, con desprecio y burlas,

le pusieron un manto lujoso y lo mandaron de vuelta a Pilato. 12Anteriormente, Herodes y Pilato no se llevaban bien, pero ese mismo día se hicieron amigos. 13Pilato entonces reunió a los jefes de los sacerdotes, a los gobernantes y al pueblo, 14y les dijo:—Ustedes me trajeron a este hombre acusado de fomentar la rebelión entre el pueblo, pero resulta que lo he interrogado delante de ustedes sin encontrar que sea culpable de lo que ustedes lo acusan. 15Y es claro que tampoco Herodes lo ha juzgado culpable, puesto que nos lo devolvió. Como pueden ver, no ha cometido ningún delito que merezca la muerte, 16así que le daré una paliza y después lo soltaré. *17— — 18Pero todos gritaron a una voz:—¡Llévate a ése! ¡Suéltanos a Barrabás! 19A Barrabás lo habían metido en la cárcel por una insurrección en la ciudad, y por homicidio. 20Pilato, como quería soltar a Jesús, apeló al pueblo otra vez, 21pero ellos se pusieron a gritar:—¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! 22Por tercera vez les habló:—Pero, ¿qué crimen ha cometido este hombre? No encuentro que él sea culpable de nada que merezca la pena de muerte, así que le daré una paliza y después lo soltaré. 23Pero a voz en cuello ellos siguieron insistiendo en que lo crucificara, y con sus gritos se impusieron. 24Por fin Pilato decidió concederles su demanda: 25soltó al hombre que le pedían, el que por insurrección y homicidio había sido echado en la cárcel, y dejó que hicieran con Jesús lo que quisieran. La crucifixión 26Cuando se lo llevaban, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. 27Lo


seguía mucha gente del pueblo, incluso mujeres que se golpeaban el pecho, lamentándose por él. 28Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:—Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. 29Miren, va a llegar el tiempo en que se dirá: “¡Dichosas las estériles, que nunca dieron a luz ni amamantaron!” 30Entonces »“dirán a las montañas: ‘¡Caigan sobre nosotros!’, y a las colinas: ‘¡Cúbrannos!’ ” 31Porque si esto se hace cuando el árbol está verde, ¿qué no sucederá cuando esté seco? 32También llevaban con él a otros dos, ambos criminales, para ser ejecutados. 33Cuando llegaron al lugar llamado la Calavera, lo crucificaron allí, junto con los criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda. 34—Padre —dijo Jesús—, perdónalos, porque no saben lo que hacen.Mientras tanto, echaban suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús. 35La gente, por su parte, se quedó allí observando, y aun los gobernantes estaban burlándose de él.—Salvó a otros —decían—; que se salve a sí mismo, si es el Cristo de Dios, el Escogido. 36También los soldados se acercaron para burlarse de él. Le ofrecieron vinagre 37y le dijeron:—Si eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. 38Resulta que había sobre él un letrero, que decía: «Éste es el Rey de los judíos.» 39Uno de los criminales allí colgados empezó a insultarlo:—¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros! 40Pero el otro criminal lo reprendió:—¿Ni siquiera temor de Dios tienes, aunque sufres la misma condena? 41En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros delitos; éste, en cambio, no ha hecho nada malo. 42Luego dijo:—Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. 43—Te aseguro que

hoy estarás conmigo en el paraíso —le contestó Jesús. Muerte de Jesús 44Desde el mediodía y hasta la media tarde toda la tierra quedó sumida en la oscuridad, 45pues el sol se ocultó. Y la cortina del santuario del templo se rasgó en dos. 46Entonces Jesús exclamó con fuerza:—¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!Y al decir esto, expiró. 47El centurión, al ver lo que había sucedido, alabó a Dios y dijo:—Verdaderamente este hombre era justo. 48Entonces los que se habían reunido para presenciar aquel espectáculo, al ver lo ocurrido, se fueron de allí golpeándose el pecho. 49Pero todos los conocidos de Jesús, incluso las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, se quedaron mirando desde lejos. Sepultura de Jesús 50Había un hombre bueno y justo llamado José, miembro del Consejo, 51que no había estado de acuerdo con la decisión ni con la conducta de ellos. Era natural de un pueblo de Judea llamado Arimatea, y esperaba el reino de Dios. 52Éste se presentó ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 53Después de bajarlo, lo envolvió en una sábana de lino y lo puso en un sepulcro cavado en la roca, en el que todavía no se había sepultado a nadie. 54Era el día de preparación para el sábado, que estaba a punto de comenzar. 55Las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea siguieron a José para ver el sepulcro y cómo colocaban el cuerpo. 56Luego volvieron a casa y prepararon especias aromáticas y perfumes. Entonces descansaron el sábado, conforme al mandamiento.


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Génesis 41 (NVI) Los sueños del faraón 1Dos años más tarde, el faraón tuvo un sueño: Estaba de pie junto al río Nilo 2cuando, de pronto, del río salieron siete vacas hermosas y gordas que se pusieron a pastar entre los juncos. 3Detrás de ellas salieron otras siete vacas, feas y flacas, que se pararon a orillas del Nilo, junto a las primeras. 4¡Y las vacas feas y flacas se comieron a las vacas hermosas y gordas!En ese momento el faraón se despertó. 5Pero volvió a dormirse, y tuvo otro sueño: Siete espigas de trigo, grandes y hermosas, crecían de un solo tallo. 6Tras ellas brotaron otras siete espigas, delgadas y quemadas por el viento solano. 7¡Y las siete espigas delgadas se comieron a las espigas grandes y hermosas!En eso el faraón se despertó y se dio cuenta de que sólo era un sueño. 8Sin embargo, a la mañana siguiente se levantó muy preocupado, mandó llamar a todos los magos y sabios de Egipto, y les contó los dos sueños. Pero nadie se los pudo interpretar. 9Entonces el jefe de los coperos le dijo al faraón: «Ahora me doy cuenta del grave error que he cometido. 10Cuando el faraón se enojó con sus servidores, es decir, conmigo y con el jefe de los panaderos, nos mandó a la cárcel, bajo la custodia del capitán de la guardia. 11Una misma noche, los dos tuvimos un sueño, cada sueño con su propio significado. 12Allí, con nosotros, había un joven hebreo, esclavo del capitán de la guardia. Le contamos nuestros sueños, y a cada uno nos interpretó el sueño. 13¡Y todo sucedió tal como él lo había interpretado! A mí me restituyeron mi cargo, y al jefe de los panaderos lo ahorcaron.» 14El faraón mandó llamar a José, y en seguida lo

sacaron de la cárcel. Luego de afeitarse y cambiarse de ropa, José se presentó ante el faraón, 15quien le dijo:—Tuve un sueño que nadie ha podido interpretar. Pero me he enterado de que, cuando tú oyes un sueño, eres capaz de interpretarlo. 16—No soy yo quien puede hacerlo —respondió José—, sino que es Dios quien le dará al faraón una respuesta favorable. 17El faraón le contó a José lo siguiente:—En mi sueño, estaba yo de pie a orillas del río Nilo. 18De pronto, salieron del río siete vacas gordas y hermosas, y se pusieron a pastar entre los juncos. 19Detrás de ellas salieron otras siete vacas, feas y flacas. ¡Jamás se habían visto vacas tan raquíticas en toda la tierra de Egipto! 20Y las siete vacas feas y flacas se comieron a las siete vacas gordas. 21Pero, después de habérselas comido, no se les notaba en lo más mínimo, porque seguían tan feas como antes. Entonces me desperté. 22»Después tuve otro sueño: Siete espigas de trigo, grandes y hermosas, crecían de un solo tallo. 23Tras ellas brotaron otras siete espigas marchitas, delgadas y quemadas por el viento solano. 24Las siete espigas delgadas se comieron a las espigas grandes y hermosas. Todo esto se lo conté a los magos, pero ninguno de ellos me lo pudo interpretar. 25José le explicó al faraón:—En realidad, los dos sueños del faraón son uno solo. Dios le ha anunciado lo que está por hacer. 26Las siete vacas hermosas y las siete espigas hermosas son siete años. Se trata del mismo sueño. 27Y las siete vacas flacas y feas, que salieron detrás de las otras, y las siete espigas delgadas y quemadas por el viento solano, son también siete años. Pero éstos serán siete años de hambre. 28»Tal como le he dicho al faraón, Dios le está mostran-


do lo que está por hacer. 29Están por venir siete años de mucha abundancia en todo Egipto, 30a los que les seguirán siete años de hambre, que harán olvidar toda la abundancia que antes hubo. ¡El hambre acabará con Egipto! 31Tan terrible será el hambre, que nadie se acordará de la abundancia que antes hubo en el país. 32El faraón tuvo el mismo sueño dos veces porque Dios ha resuelto firmemente hacer esto, y lo llevará a cabo muy pronto. 33»Por todo esto, el faraón debería buscar un hombre competente y sabio, para que se haga cargo de la tierra de Egipto. 34Además, el faraón debería nombrar inspectores en todo Egipto, para que durante los siete años de abundancia recauden la quinta parte de la cosecha en todo el país. 35Bajo el control del faraón, esos inspectores deberán juntar el grano de los años buenos que vienen y almacenarlo en las ciudades, para que haya una reserva de alimento. 36Este alimento almacenado le servirá a Egipto para los siete años de hambre que sufrirá, y así la gente del país no morirá de hambre. 37Al faraón y a sus servidores les pareció bueno el plan. 38Entonces el faraón les preguntó a sus servidores:—¿Podremos encontrar una persona así, en quien repose el espíritu de Dios? 39Luego le dijo a José:—Puesto que Dios te ha revelado todo esto, no hay nadie más competente y sabio que tú. 40Quedarás a cargo de mi palacio, y todo mi pueblo cumplirá tus órdenes. Sólo yo tendré más autoridad que tú, porque soy el rey. José, gobernador de Egipto 41Así que el faraón le informó a José:— Mira, yo te pongo a cargo de todo el territorio de Egipto. 42De inmediato, el faraón se quitó el anillo oficial y se lo

puso a José. Hizo que lo vistieran con ropas de lino fino, y que le pusieran un collar de oro en el cuello. 43Después lo invitó a subirse al carro reservado para el segundo en autoridad, y ordenó que gritaran: «¡Abran paso!» Fue así como el faraón puso a José al frente de todo el territorio de Egipto. 44Entonces el faraón le dijo:—Yo soy el faraón, pero nadie en todo Egipto podrá hacer nada sin tu permiso. 45Y le cambió el nombre a José, y lo llamó Zafenat Panea; además, le dio por esposa a Asenat, hija de Potifera, sacerdote de la ciudad de On. De este modo quedó José a cargo de Egipto. 46Tenía treinta años cuando comenzó a trabajar al servicio del faraón, rey de Egipto.Tan pronto como se retiró José de la presencia del faraón, se dedicó a recorrer todo el territorio de Egipto. 47Durante los siete años de abundancia la tierra produjo grandes cosechas, 48así que José fue recogiendo todo el alimento que se produjo en Egipto durante esos siete años, y lo almacenó en las ciudades. 49Juntó alimento como quien junta arena del mar, y fue tanto lo que recogió que dejó de contabilizarlo. ¡Ya no había forma de mantener el control! 50Antes de comenzar el primer año de hambre, José tuvo dos hijos con su esposa Asenat, la hija de Potifera, sacerdote de On. 51Al primero lo llamó Manasés, porque dijo: «Dios ha hecho que me olvide de todos mis problemas, y de mi casa paterna.» 52Al segundo lo llamó Efraín, porque dijo: «Dios me ha hecho fecundo en esta tierra donde he sufrido.» 53Los siete años de abundancia en Egipto llegaron a su fin 54y, tal como José lo había anunciado, comenzaron los siete años de hambre, la cual se extendió por todos los países. Pero a lo largo y a lo ancho del territorio de Egip-


to había alimento. 55Cuando también en Egipto comenzó a sentirse el hambre, el pueblo clamó al faraón pidiéndole comida. Entonces el faraón le dijo a todo el pueblo de Egipto: «Vayan a ver a José, y hagan lo que él les diga.» 56Cuando ya el hambre se había extendido por todo el territorio, y había arreciado, José abrió los graneros para vender alimento a los egipcios. 57Además, de todos los países llegaban a Egipto para comprarle alimento a José, porque el hambre cundía ya por todo el mundo.

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Salmos 32 (NVI) Salmo de David. Masquil. 1Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados. 2Dichoso aquel a quien el Señor no toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay engaño. 3Mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mi gemir de todo el día. 4Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí. 5Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al Señor», y tú perdonaste mi maldad y mi pecado. 6Por eso los fieles te invocan en momentos de angustia; caudalosas aguas podrán desbordarse, pero a ellos no los alcanzarán. 7Tú eres mi refugio; tú me protegerás del peligro y me rodearás con cánticos de liberación. 8El Señor dice: «Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti. 9No seas como el mulo o el caballo, que no tienen discernimiento, y cuyo brío hay que domar con brida y freno, para acercarlos a ti.» 10Muchas son las calamidades de los malvados, pero el gran amor del envuelve a los que en él confían.

11¡Alégrense, ustedes los justos; regocíjense en el Señor! ¡canten todos ustedes, los rectos de corazón!

Día 33 - Viernes 27.02.15:

Lucas 23: 26-56 (NVI) La crucifixión 26Cuando se lo llevaban, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. 27Lo seguía mucha gente del pueblo, incluso mujeres que se golpeaban el pecho, lamentándose por él. 28Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:—Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. 29Miren, va a llegar el tiempo en que se dirá: “¡Dichosas las estériles, que nunca dieron a luz ni amamantaron!” 30Entonces »“dirán a las montañas: ‘¡Caigan sobre nosotros!’, y a las colinas: ‘¡Cúbrannos!’ ” 31Porque si esto se hace cuando el árbol está verde, ¿qué no sucederá cuando esté seco? 32También llevaban con él a otros dos, ambos criminales, para ser ejecutados. 33Cuando llegaron al lugar llamado la Calavera, lo crucificaron allí, junto con los criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda. 34—Padre —dijo Jesús—, perdónalos, porque no saben lo que hacen.Mientras tanto, echaban suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús. 35La gente, por su parte, se quedó allí observando, y aun los gobernantes estaban burlándose de él.—Salvó a otros —decían—; que se salve a sí mismo, si es el Cristo de Dios, el Escogido. 36También los soldados se acercaron para burlarse de él. Le ofrecieron vinagre 37y le dijeron:—Si eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo. 38Resulta que había sobre él un letrero, que decía: «Éste es el Rey de los judíos.» 39Uno


de los criminales allí colgados empezó a insultarlo:—¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros! 40Pero el otro criminal lo reprendió:—¿Ni siquiera temor de Dios tienes, aunque sufres la misma condena? 41En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros delitos; éste, en cambio, no ha hecho nada malo. 42Luego dijo:—Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. 43—Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso —le contestó Jesús. Muerte de Jesús 44Desde el mediodía y hasta la media tarde toda la tierra quedó sumida en la oscuridad, 45pues el sol se ocultó. Y la cortina del santuario del templo se rasgó en dos. 46Entonces Jesús exclamó con fuerza:—¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!Y al decir esto, expiró. 47El centurión, al ver lo que había sucedido, alabó a Dios y dijo:—Verdaderamente este hombre era justo. 48Entonces los que se habían reunido para presenciar aquel espectáculo, al ver lo ocurrido, se fueron de allí golpeándose el pecho. 49Pero todos los conocidos de Jesús, incluso las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, se quedaron mirando desde lejos. Sepultura de Jesús 50Había un hombre bueno y justo llamado José, miembro del Consejo, 51que no había estado de acuerdo con la decisión ni con la conducta de ellos. Era natural de un pueblo de Judea llamado Arimatea, y esperaba el reino de Dios. 52Éste se presentó ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 53Después de bajarlo, lo envolvió en una sábana de lino y lo puso en un sepulcro cavado en la roca, en el

que todavía no se había sepultado a nadie. 54Era el día de preparación para el sábado, que estaba a punto de comenzar. 55Las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea siguieron a José para ver el sepulcro y cómo colocaban el cuerpo. 56Luego volvieron a casa y prepararon especias aromáticas y perfumes. Entonces descansaron el sábado, conforme al mandamiento.

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Génesis 42 (NVI) Los hermanos de José van a Egipto 1Cuando Jacob se enteró de que había alimento en Egipto, les dijo a sus hijos: «¿Qué hacen ahí parados, mirándose unos a otros? 2He sabido que hay alimento en Egipto. Vayan allá y compren comida para nosotros, para que no muramos, sino que podamos sobrevivir.» 3Diez de los hermanos de José fueron a Egipto a comprar alimento. 4Pero Jacob no dejó que Benjamín, el hermano de José, se fuera con ellos porque pensó que podría sucederle alguna desgracia. 5Fue así como los hijos de Israel fueron a comprar alimento, al igual que otros, porque el hambre se había apoderado de Canaán. 6José era el gobernador del país, y el que vendía trigo a todo el mundo. Cuando sus hermanos llegaron ante él, se postraron rostro en tierra. 7En cuanto José vio a sus hermanos, los reconoció; pero, fingiendo no conocerlos, les habló con rudeza:—¡Y ustedes!, ¿de dónde vienen?—Venimos de Canaán, para comprar alimento —contestaron. 8Aunque José los había reconocido, sus hermanos no lo reconocieron a él. 9En ese momento se acordó José de los sueños que había tenido acerca de ellos, y les dijo:—¡De seguro ustedes son espías, y han venido para investigar las zonas desprotegidas del país!


10—¡No, señor! —respondieron—. Sus siervos hemos venido a comprar alimento. 11Todos nosotros somos hijos de un mismo padre, y además somos gente honrada. ¡Sus siervos no somos espías! 12—¡No es verdad! —insistió José—. Ustedes han venido para investigar las zonas desprotegidas del país. 13Pero ellos volvieron a responder:—Nosotros, sus siervos, éramos doce hermanos, todos hijos de un mismo padre que vive en Canaán. El menor se ha quedado con nuestro padre, y el otro ya no vive. 14Pero José los increpó una vez más:— Es tal como les he dicho. ¡Ustedes son espías! 15Y con esto lo vamos a comprobar: Les juro por la vida del faraón, que de aquí no saldrán con vida a menos que traigan a su hermano menor. 16Manden a uno de ustedes a buscar a su hermano; los demás se quedarán en la cárcel. Así sabremos si es verdad lo que dicen. Y si no es así, ¡por la vida del faraón, ustedes son espías! 17José los encerró en la cárcel durante tres días. 18Al tercer día les dijo:— Yo soy un hombre temeroso de Dios. Hagan lo siguiente y salvarán su vida. 19Si en verdad son honrados, quédese uno de ustedes bajo custodia, y vayan los demás y lleven alimento para calmar el hambre de sus familias. 20Pero tráiganme a su hermano menor y pruébenme que dicen la verdad. Así no morirán. Ellos aceptaron la propuesta, 21pero se decían unos a otros:—Sin duda estamos sufriendo las consecuencias de lo que hicimos con nuestro hermano. Aunque vimos su angustia cuando nos suplicaba que le tuviéramos compasión, no le hicimos caso. Por eso ahora nos vemos en aprietos. 22Entonces habló Rubén:—Yo les advertí que no le hicieran daño al muchacho, pero no me hi-

cieron caso. ¡Ahora tenemos que pagar el precio de su sangre! 23Como José les hablaba por medio de un intérprete, ellos no sabían que él entendía todo lo que estaban diciendo. 24José se apartó de ellos y se echó a llorar. Luego, cuando se controló y pudo hablarles, apartó a Simeón y ordenó que lo ataran en presencia de ellos. 25José dio también la orden de que llenaran de alimentos sus costales, que repusieran en cada una de sus bolsas el dinero que habían pagado, y que les dieran provisiones para el viaje. Y así se hizo. 26Entonces ellos cargaron el alimento sobre sus asnos y emprendieron el viaje de vuelta. 27Cuando llegaron al lugar donde acamparían esa noche, uno de ellos abrió su bolsa para darle de comer a su asno, ¡y allí en la abertura descubrió su dinero! 28Entonces les dijo a sus hermanos:—¡Me devolvieron el dinero! Miren, ¡aquí está, en mi bolsa!Los otros se asustaron mucho, y temblando se decían unos a otros:— ¿Qué es lo que Dios nos ha hecho? 29Al llegar a Canaán, donde estaba su padre Jacob, le contaron todo lo que les había sucedido: 30—El hombre que gobierna aquel país nos trató con rudeza, a tal grado que nos acusó de ser espías. 31Nosotros le dijimos: “Somos gente honrada. No somos espías.” 32Además, le dijimos: “Somos doce hermanos, hijos de un mismo padre. Uno ya no vive, y el menor se ha quedado con nuestro padre en Canaán.” 33»Entonces el hombre que gobierna aquel país nos dijo: “Con esto voy a comprobar si en verdad son gente honrada. Dejen aquí conmigo a uno de sus hermanos, y vayan a llevar alimento para calmar el hambre de sus familias. 34Pero a la vuelta tráiganme a su hermano menor. Así comprobaré que no son espías, y que en verdad son


gente honrada. Luego les entregaré de vuelta a su hermano, y podrán moverse con libertad por el país.” 35Cuando comenzaron a vaciar sus costales, se encontraron con que la bolsa de dinero de cada uno estaba allí. Esto hizo que ellos y su padre se llenaran de temor. 36Entonces Jacob, su padre, les dijo:—¡Ustedes me van a dejar sin hijos! José ya no está con nosotros, Simeón tampoco está aquí, ¡y ahora se quieren llevar a Benjamín! ¡Todo esto me perjudica! 37Pero Rubén le dijo a su padre:—Yo me hago cargo de Benjamín. Si no te lo devuelvo, podrás matar a mis dos hijos. 38—¡Mi hijo no se irá con ustedes! —replicó Jacob—. Su hermano José ya está muerto, y ahora sólo él me queda. Si le llega a pasar una desgracia en el viaje que van a emprender, ustedes tendrán la culpa de que este pobre viejo se muera de tristeza.

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Salmos 33 (NVI) 1Canten al Señor con alegría, ustedes los justos; es propio de los íntegros alabar al Señor. 2Alaben al Señor al son del arpa; entonen alabanzas con el decacordio. 3Cántenle una canción nueva; toquen con destreza, y den voces de alegría. 4La palabra del Señor es justa; fieles son todas sus obras. 5El Señor ama la justicia y el derecho; llena está la tierra de su amor. 6Por la palabra del Señor fueron creados los cielos, y por el soplo de su boca, las estrellas. 7Él recoge en un cántaro el agua de los mares, y junta en vasijas los océanos. 8Tema toda la tierra al Señor; hónrenlo todos los pueblos del mundo; 9porque él habló, y todo fue creado; dio una orden, y todo quedó firme. 10El Señor frustra los planes de las naciones; desbarata los designios de los pueblos. 11Pero los

planes del Señor quedan firmes para siempre; los designios de su mente son eternos. 12Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que escogió por su heredad. 13El Señor observa desde el cielo y ve a toda la humanidad; 14él contempla desde su trono a todos los habitantes de la tierra. 15Él es quien formó el corazón de todos, y quien conoce a fondo todas sus acciones. 16No se salva el rey por sus muchos soldados, ni por su mucha fuerza se libra el valiente. 17Vana esperanza de victoria es el caballo; a pesar de su mucha fuerza no puede salvar. 18Pero el Señor cuida de los que le temen, de los que esperan en su gran amor; 19él los libra de la muerte, y en épocas de hambre los mantiene con vida. 20Esperamos confiados en el Señor; él es nuestro socorro y nuestro escudo. 21En él se regocija nuestro corazón, porque confiamos en su santo nombre. 22Que tu gran amor, Señor, nos acompañe, tal como lo esperamos de ti.

Día 34 - Sábado 28.02.15:

Lucas 24: 1-12 (NVI) La resurrección 1El primer día de la semana, muy de mañana, las mujeres fueron al sepulcro, llevando las especias aromáticas que habían preparado. 2Encontraron que había sido quitada la piedra que cubría el sepulcro 3y, al entrar, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. 4Mientras se preguntaban qué habría pasado, se les presentaron dos hombres con ropas resplandecientes. 5Asustadas, se postraron sobre su rostro, pero ellos les dijeron:—¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que vive? 6No está aquí; ¡ha resucitado! Recuerden lo que les dijo cuando todavía estaba con ustedes


en Galilea: 7“El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, y ser crucificado, pero al tercer día resucitará.” 8Entonces ellas se acordaron de las palabras de Jesús. 9Al regresar del sepulcro, les contaron todas estas cosas a los once y a todos los demás. 10Las mujeres eran María Magdalena, Juana, María la madre de Jacobo, y las demás que las acompañaban. 11Pero a los discípulos el relato les pareció una tontería, así que no les creyeron. 12Pedro, sin embargo, salió corriendo al sepulcro. Se asomó y vio sólo las vendas de lino. Luego volvió a su casa, extrañado de lo que había sucedido.

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Génesis 43 (NVI) Los hermanos de José vuelven a Egipto 1El hambre seguía aumentando en aquel país. 2Llegó el momento en que se les acabó el alimento que habían llevado de Egipto. Entonces su padre les dijo:— Vuelvan a Egipto y compren un poco más de alimento para nosotros. 3Pero Judá le recordó:—Aquel hombre nos advirtió claramente que no nos presentáramos ante él, a menos que lo hiciéramos con nuestro hermano menor. 4Si tú nos permites llevar a nuestro hermano menor, iremos a comprarte alimento. 5De lo contrario, no tiene objeto que vayamos. Aquel hombre fue muy claro en cuanto a no presentarnos ante él sin nuestro hermano menor. 6—¿Por qué me han causado este mal? —inquirió Israel—. ¿Por qué le dijeron a ese hombre que tenían otro hermano? 7—Porque aquel hombre nos preguntó específicamente acerca de nuestra familia —respondieron ellos—. “¿Vive todavía el padre de ustedes? —nos preguntó—. ¿Tienen algún

otro hermano?” Lo único que hicimos fue responder a sus preguntas. ¿Cómo íbamos a saber que nos pediría llevar a nuestro hermano menor? 8Judá le dijo a su padre Israel:—Bajo mi responsabilidad, envía al muchacho y nos iremos ahora mismo, para que nosotros y nuestros hijos podamos seguir viviendo. 9Yo te respondo por su seguridad; a mí me pedirás cuentas. Si no te lo devuelvo sano y salvo, yo seré el culpable ante ti para toda la vida. 10Si no nos hubiéramos demorado tanto, ¡ya habríamos ido y vuelto dos veces! 11Entonces Israel, su padre, les dijo:—Ya que no hay más remedio, hagan lo siguiente: Echen en sus costales los mejores productos de esta región, y llévenselos de regalo a ese hombre: un poco de bálsamo, un poco de miel, perfumes, mirra, nueces, almendras. 12Lleven también el doble del dinero, pues deben devolver el que estaba en sus bolsas, ya que seguramente fue un error. 13Vayan con su hermano menor y preséntense ante ese hombre. 14¡Que el Dios Todopoderoso permita que ese hombre les tenga compasión y deje libre a su otro hermano, y además vuelvan con Benjamín! En cuanto a mí, si he de perder a mis hijos, ¡qué le voy a hacer! ¡Los perderé! 15Ellos tomaron los regalos, el doble del dinero, y a Benjamín, y emprendieron el viaje a Egipto. Allí se presentaron ante José. 16Cuando éste vio a Benjamín con ellos, le dijo a su mayordomo: «Lleva a estos hombres a mi casa. Luego, mata un animal y prepáralo, pues estos hombres comerán conmigo al mediodía.» 17El mayordomo cumplió la orden y los llevó a la casa de José. 18Al ver ellos que los llevaban a la casa de José, se asustaron mucho y se dijeron: «Nos llevan por causa del dinero que se puso en nuestras bolsas


la vez pasada. Ahora nos atacarán, nos acusarán, y hasta nos harán sus esclavos, con nuestros animales y todo.» 19Entonces se acercaron al mayordomo de la casa de José, y antes de entrar le dijeron: 20—Perdón, señor: nosotros ya vinimos antes para comprar alimento; 21pero a nuestro regreso, cuando acampamos para pasar la noche, descubrimos que en cada una de nuestras bolsas estaba el dinero que habíamos pagado. ¡Pero lo hemos traído para devolverlo! 22También hemos traído más dinero para comprar alimento. ¡No sabemos quién pudo haber puesto el dinero de vuelta en nuestras bolsas! 23—Está bien, no tengan miedo —contestó aquel hombre—. El Dios de ustedes y de su padre habrá puesto ese tesoro en sus bolsas. A mí me consta que recibí el dinero que ustedes pagaron.El mayordomo les llevó a Simeón, 24y a todos los hizo pasar a la casa de José. Allí les dio agua para que se lavaran los pies, y les dio de comer a sus asnos. 25Ellos, por su parte, prepararon los regalos, mientras esperaban que José llegara al mediodía, pues habían oído que comerían allí. 26Cuando José entró en su casa, le entregaron los regalos que le habían llevado, y rostro en tierra se postraron ante él. 27José les preguntó cómo estaban, y añadió:—¿Cómo está su padre, el anciano del cual me hablaron? ¿Vive todavía? 28—Nuestro padre, su siervo, se encuentra bien, y todavía vive —respondieron ellos.Y en seguida le hicieron una reverencia para honrarlo. 29José miró a su alrededor y, al ver a Benjamín, su hermano de padre y madre, les preguntó:—¿Es éste su hermano menor, del cual me habían hablado? ¡Que Dios te guarde, hijo mío! 30Conmovido por la presencia de su hermano, y no pudien-

do contener el llanto, José salió de prisa. Entró en su habitación, y allí se echó a llorar desconsoladamente. 31Después se lavó la cara y, ya más calmado, salió y ordenó: «¡Sirvan la comida!» 32A José le sirvieron en un sector, a los hermanos en otro, y en otro más a los egipcios que comían con José. Los egipcios no comían con los hebreos porque, para los habitantes de Egipto, era una abominación. 33Los hermanos de José estaban sentados frente a él, de mayor a menor, y unos a otros se miraban con asombro. 34Las porciones les eran servidas desde la mesa de José, pero a Benjamín se le servían porciones mucho más grandes que a los demás. En compañía de José, todos bebieron y se alegraron.

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Salmos 34 (NVI) Salmo de David, cuando fingió estar demente ante Abimélec, por lo cual éste lo arrojó de su presencia. 1Bendeciré al Señor en todo tiempo; mis labios siempre lo alabarán. 2Mi alma se gloría en el Señor; lo oirán los humildes y se alegrarán. 3Engrandezcan al Señor conmigo; exaltemos a una su nombre. 4Busqué al Señor, y él me respondió; me libró de todos mis temores. 5Radiantes están los que a él acuden; jamás su rostro se cubre de vergüenza. 6Este pobre clamó, y el Señor le oyó y lo libró de todas sus angustias. 7El ángel del Señor acampa en torno a los que le temen; a su lado está para librarlos. 8Prueben y vean que el Señor es bueno; dichosos los que en él se refugian. 9Teman al Señor, ustedes sus santos, pues nada les falta a los que le temen. 10Los leoncillos se debilitan y tienen hambre, pero a los que buscan al Señor nada les falta. 11Vengan, hijos míos, y escúchenme, que voy a enseñarles el temor del


Señor. 12El que quiera amar la vida y gozar de días felices, 13que refrene su lengua de hablar el mal y sus labios de proferir engaños; 14que se aparte del mal y haga el bien; que busque la paz y la siga. 15Los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos, atentos a sus oraciones; 16el rostro del Señor está contra los que hacen el mal, para borrar de la tierra su memoria. 17Los justos claman, y el Señor los oye; los libra de todas sus angustias. 18El Señor está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido. 19Muchas son las angustias del justo, pero el Señor lo librará de todas ellas; 20le protegerá todos los huesos, y ni uno solo le quebrarán. 21La maldad destruye a los malvados; serán condenados los enemigos de los justos. 22El Señor libra a sus siervos; no serán condenados los que en él confían.

Día 35 - Domingo 01.03.15:

Lucas 24: 13-53 (NVI) De camino a Emaús 13Aquel mismo día dos de ellos se dirigían a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén. 14Iban conversando sobre todo lo que había acontecido. 15Sucedió que, mientras hablaban y discutían, Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos; 16pero no lo reconocieron, pues sus ojos estaban velados. 17—¿Qué vienen discutiendo por el camino? —les preguntó. Se detuvieron, cabizbajos; 18y uno de ellos, llamado Cleofas, le dijo:—¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no se ha enterado de todo lo que ha pasado recientemente? 19—¿Qué es lo que ha pasado? —les preguntó.—Lo de Jesús de Nazaret. Era un profeta, poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de

todo el pueblo. 20Los jefes de los sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para ser condenado a muerte, y lo crucificaron; 21pero nosotros abrigábamos la esperanza de que era él quien redimiría a Israel. Es más, ya hace tres días que sucedió todo esto. 22También algunas mujeres de nuestro grupo nos dejaron asombrados. Esta mañana, muy temprano, fueron al sepulcro 23pero no hallaron su cuerpo. Cuando volvieron, nos contaron que se les habían aparecido unos ángeles quienes les dijeron que él está vivo. 24Algunos de nuestros compañeros fueron después al sepulcro y lo encontraron tal como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron. 25— ¡Qué torpes son ustedes —les dijo—, y qué tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas! 26¿Acaso no tenía que sufrir el Cristo estas cosas antes de entrar en su gloria? 27Entonces, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras. 28Al acercarse al pueblo adonde se dirigían, Jesús hizo como que iba más lejos. 29Pero ellos insistieron:—Quédate con nosotros, que está atardeciendo; ya es casi de noche.Así que entró para quedarse con ellos. 30Luego, estando con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. 31Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció. 32Se decían el uno al otro:—¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en el camino y nos explicaba las Escrituras? 33Al instante se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron a los once y a los que estaban reunidos con ellos. 34«¡Es cierto! —decían—. El Señor ha resucitado y se le ha aparecido a Simón.» 35Los dos, por su parte,


contaron lo que les había sucedido en el camino, y cómo habían reconocido a Jesús cuando partió el pan. Jesús se aparece a los discípulos 36Todavía estaban ellos hablando acerca de esto, cuando Jesús mismo se puso en medio de ellos y les dijo:—Paz a ustedes. 37Aterrorizados, creyeron que veían a un espíritu. 38—¿Por qué se asustan tanto? —les preguntó—. ¿Por qué les vienen dudas? 39Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo! Tóquenme y vean; un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que los tengo yo. 40Dicho esto, les mostró las manos y los pies. 41Como ellos no acababan de creerlo a causa de la alegría y del asombro, les preguntó:—¿Tienen aquí algo de comer? 42Le dieron un pedazo de pescado asado, 43así que lo tomó y se lo comió delante de ellos. Luego les dijo: 44—Cuando todavía estaba yo con ustedes, les decía que tenía que cumplirse todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. 45Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras. 46—Esto es lo que está escrito —les explicó—: que el Cristo padecerá y resucitará al tercer día, 47y en su nombre se predicarán el arrepentimiento y el perdón de pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. 48Ustedes son testigos de estas cosas. 49Ahora voy a enviarles lo que ha prometido mi Padre; pero ustedes quédense en la ciudad hasta que sean revestidos del poder de lo alto. La ascensión 50Después los llevó Jesús hasta Betania; allí alzó las manos y los bendijo. 51Sucedió que, mientras los bendecía,

se alejó de ellos y fue llevado al cielo. 52Ellos, entonces, lo adoraron y luego regresaron a Jerusalén con gran alegría. 53Y estaban continuamente en el templo, alabando a Dios.

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Génesis 44 (NVI) La copa de José 1Más tarde, José ordenó al mayordomo de su casa: «Llena con todo el alimento que les quepa los costales de estos hombres, y pon en sus bolsas el dinero de cada uno de ellos. 2Luego mete mi copa de plata en la bolsa del hermano menor, junto con el dinero que pagó por el alimento.» Y el mayordomo hizo todo lo que José le ordenó. 3A la mañana siguiente, muy temprano, los hermanos de José fueron enviados de vuelta, junto con sus asnos. 4Todavía no estaban muy lejos de la ciudad cuando José le dijo al mayordomo de su casa: «¡Anda! ¡Persigue a esos hombres! Cuando los alcances, diles: “¿Por qué me han pagado mal por bien? 5¿Por qué han robado la copa que usa mi señor para beber y para adivinar? ¡Esto que han hecho está muy mal!” » 6Cuando el mayordomo los alcanzó, les repitió esas mismas palabras. 7Pero ellos respondieron:—¿Por qué nos dice usted tales cosas, mi señor? ¡Lejos sea de nosotros actuar de esa manera! 8Es más, nosotros le trajimos de vuelta de Canaán el dinero que habíamos pagado, pero que encontramos en nuestras bolsas. ¿Por qué, entonces, habríamos de robar oro o plata de la casa de su señor? 9Si se encuentra la copa en poder de alguno de nosotros, que muera el que la tenga, y el resto de nosotros seremos esclavos de mi señor. 10—Está bien —respondió el mayordomo—, se hará como ustedes dicen, pero sólo el que tenga la copa en


su poder será mi esclavo; el resto de ustedes quedará libre de todo cargo. 11En seguida cada uno de ellos bajó al suelo su bolsa y la abrió. 12El mayordomo revisó cada bolsa, comenzando con la del hermano mayor y terminando con la del menor. ¡Y encontró la copa en la bolsa de Benjamín! 13Al ver esto, los hermanos de José se rasgaron las vestiduras en señal de duelo y, luego de cargar sus asnos, volvieron a la ciudad. 14Todavía estaba José en su casa cuando llegaron Judá y sus hermanos. Entonces se postraron rostro en tierra, 15y José les dijo:—¿Qué manera de portarse es ésta? ¿Acaso no saben que un hombre como yo puede adivinar? 16—¡No sabemos qué decirle, mi señor! —contestó Judá—. ¡No hay excusa que valga! ¿Cómo podemos demostrar nuestra inocencia? Dios ha puesto al descubierto la maldad de sus siervos. Aquí nos tiene usted: somos sus esclavos, nosotros y el que tenía la copa. 17—¡Jamás podría yo actuar de ese modo! —respondió José—. Sólo será mi esclavo el que tenía la copa en su poder. En cuanto a ustedes, regresen tranquilos a la casa de su padre. 18Entonces Judá se acercó a José para decirle:—Mi señor, no se enoje usted conmigo, pero le ruego que me permita hablarle en privado. Para mí, usted es tan importante como el faraón. 19Cuando mi señor nos preguntó si todavía teníamos un padre o algún otro hermano, 20nosotros le contestamos que teníamos un padre anciano, y un hermano que le nació a nuestro padre en su vejez. Nuestro padre quiere muchísimo a este último porque es el único que le queda de la misma madre, ya que el otro murió. 21Entonces usted nos obligó a traer a este hermano menor para conocerlo. 22Nosotros le dijimos que el

joven no podía dejar a su padre porque, si lo hacía, seguramente su padre moriría. 23Pero usted insistió y nos advirtió que, si no traíamos a nuestro hermano menor, nunca más seríamos recibidos en su presencia. 24Entonces regresamos adonde vive mi padre, su siervo, y le informamos de todo lo que usted nos había dicho. 25Tiempo después nuestro padre nos dijo: “Vuelvan otra vez a comprar un poco de alimento.” 26Nosotros le contestamos: “No podemos ir si nuestro hermano menor no va con nosotros. No podremos presentarnos ante hombre tan importante, a menos que nuestro hermano menor nos acompañe.” 27Mi padre, su siervo, respondió: “Ustedes saben que mi esposa me dio dos hijos. 28Uno desapareció de mi lado, y no he vuelto a verlo. Con toda seguridad fue despedazado por las fieras. 29Si también se llevan a éste, y le pasa alguna desgracia, ¡ustedes tendrán la culpa de que este pobre viejo se muera de tristeza!” 30»Así que, si yo regreso a mi padre, su siervo, y el joven, cuya vida está tan unida a la de mi padre, no regresa con nosotros, 31seguramente mi padre, al no verlo, morirá, y nosotros seremos los culpables de que nuestro padre se muera de tristeza. 32Este siervo suyo quedó ante mi padre como responsable del joven. Le dije: “Si no te lo devuelvo, padre mío, seré culpable ante ti toda mi vida.” 33Por eso, permita usted que yo me quede como esclavo suyo en lugar de mi hermano menor, y que él regrese con sus hermanos. 34¿Cómo podré volver junto a mi padre si mi hermano menor no está conmigo? ¡No soy capaz de ver la desgracia que le sobrevendrá a mi padre!


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Salmos 35 (NVI) Salmo de David. 1Defiéndeme, Señor, de los que me atacan; combate a los que me combaten. 2Toma tu adarga, tu escudo, y acude en mi ayuda. 3Empuña la lanza y el hacha, y haz frente a los que me persiguen. Quiero oírte decir: «Yo soy tu salvación.» 4Queden confundidos y avergonzados los que procuran matarme; retrocedan humillados los que traman mi ruina. 5Sean como la paja en el viento, acosados por el ángel del Señor; 6sea su senda oscura y resbalosa, perseguidos por el ángel del Señor. 7Ya que sin motivo me tendieron una trampa, y sin motivo cavaron una fosa para mí, 8que la ruina los tome por sorpresa; que caigan en su propia trampa, en la fosa que ellos mismos cavaron. 9Así mi alma se alegrará en el y se deleitará en su salvación; 10así todo mi ser exclamará: «¿Quién como tú, Señor? Tú libras de los poderosos a los pobres; a los pobres y necesitados libras de aquellos que los explotan.» 11Se presentan testigos despiadados y me preguntan cosas que yo ignoro. 12Me devuelven mal por bien, y eso me hiere en el alma; 13pues cuando ellos enfermaban yo me vestía de luto, me afligía y ayunaba. ¡Ay, si pudiera retractarme de mis oraciones! 14Me vestía yo de luto, como por un amigo o un hermano. Afligido, inclinaba la cabeza, como si llorara por mi madre. 15Pero yo tropecé, y ellos se alegraron, y a una se juntaron contra mí. Gente extraña, que yo no conocía, me calumniaba sin cesar. 16Me atormentaban, se burlaban de mí, y contra mí rechinaban los dientes. 17¿Hasta cuándo, Señor, vas a tolerar esto? Libra mi vida, mi única vida, de los ataques de esos leones. 18Yo te daré

gracias en la gran asamblea; ante una multitud te alabaré. 19No dejes que de mí se burlen mis enemigos traicioneros; no dejes que se guiñen el ojo los que me odian sin motivo. 20Porque no vienen en son de paz, sino que urden mentiras contra la gente apacible del país. 21De mí se ríen a carcajadas, y exclaman: «¡Miren en lo que vino a parar!» 22 Señor, tú has visto todo esto; no te quedes callado. ¡Señor, no te alejes de mí! 23¡Despierta, Dios mío, levántate! ¡Hazme justicia, Señor, defiéndeme! 24Júzgame según tu justicia, Señor mi Dios; no dejes que se burlen de mí. 25No permitas que piensen: «¡Así queríamos verlo!» No permitas que digan: «Nos lo hemos tragado vivo.» 26Queden avergonzados y confundidos todos los que se alegran de mi desgracia; sean cubiertos de oprobio y vergüenza todos los que se creen más que yo. 27Pero lancen voces de alegría y regocijo los que apoyan mi causa, y digan siempre: «Exaltado sea el Señor, quien se deleita en el bienestar de su siervo.» 28Con mi lengua proclamaré tu justicia, y todo el día te alabaré.

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