Segundo Domingo de Cuaresma

Page 1

DOMINGO 2° DE CUARESMA 24 de febrero de 2013 – Ciclo C

La vida de las personas suele compararse con un camino. El camino no sólo tiene un punto de partida, que es normalmente el lugar donde estamos. El camino tiene sobre todo un punto de llegada, que no vemos, que algunas veces ni siquiera conocemos, pero que confiamos que estará allí, al final del camino. El camino es tal porque es la ruta que nos lleva desde el lugar donde estamos al lugar donde el camino termina, y al que queremos llegar. Esa imagen referida al espacio, se traslada a categorías del tiempo, cuando se compara la vida de una persona con un camino. El inicio del camino es el tiempo presente y el final del camino es la situación futura, el punto final al que la persona quiere llegar. Una persona logra darle sentido y rumbo a su vida cuando logra vislumbrar el camino de su vida; la situación a la que quiere llegar al final de su vida. Quien no tiene claro a dónde quiere llegar con su vida, va dando tumbos, comienza una obra, luego la suspende, comienza otra; toma una decisión, se arrepiente, inicia otro proyecto. Los caminos entre dos lugares se transitan caminando, dando pasos. El punto de partida y el de llegada existen al mismo tiempo, pero están separados por el espacio. Cuando comparamos la vida de una persona con un camino, el punto de llegada es el presente; el punto de llegada todavía no existe, está en el futuro, pero se vislumbra desde la imaginación o, cuando somos creyentes, ese punto de llegada se vislumbra desde la fe. Ese camino se transita por medio de las obras que realizamos, por medio de las decisiones que tomamos. Hoy las lecturas nos hablan de estas cosas. La vida del patriarca Abraham se caracteriza de un modo especial por su fe en Dios, pero en un Dios que le plantea un futuro que él todavía no ve y ni siquiera puede pensar, pero hacia el que camina fiado de la palabra de Dios. Recordemos brevemente la situación. Abraham ha dejado su casa, su patria, su familia para buscar nuevas tierras. No tiene descendencia; su esposa es estéril. Un día Dios lo saca de noche al campo y le muestra el cielo. Mira el cielo y cuenta las estrellas, si puedes. Así será tu descendencia. Desde un punto de vista puramente humano, racional, la promesa de Dios es descabellada, no tiene probabilidades de realización si nos limitamos a los factores puramente humanos. Sin embargo, el narrador de la historia nos dice que Abram creyó lo que el Señor le decía y, por esa fe, el Señor lo tuvo por justo. La valoración que Dios hace de Abraham como hombre justo a causa de su fe nos indica que esa es la actitud que Dios espera de nosotros hacia Él. Abraham adoptó la única actitud posible para el hombre ante Dios. En esta decisión, Abraham se convirtió en el padre de los creyentes, es decir, en el modelo, el prototipo de todo creyente. Abraham puso su fe en Dios que le prometía un punto de llegada para su vida, le prometía un futuro, que todavía él no podía ver, ni siquiera vislumbrar. Después Dios confirma su palabra por medio de un rito extraño, primitivo, propio del tiempo del Patriarca, con el que Dios, asegura su promesa. A tus descendientes doy esta tierra, desde el río de Egipto

 Mario Alberto Molina, O.A.R. Arzobispo de Los Altos, Quetzaltenango – Totonicapán


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.
Segundo Domingo de Cuaresma by Iglesia de Piedra - Issuu