DOMINGO 3° CUARESMA 3 de marzo de 2013 – Ciclo C
El relato de la vocación de Moisés es uno de los pasajes de mayor importancia en el Antiguo Testamento. En ese relato Dios revela a Moisés su nombre y sus planes liberadores. Moisés de joven había intentado convertirse en defensor de su pueblo, pero fracasó y tuvo que huir. Exiliado en Madián, se casó con una mujer del lugar, hija del sacerdote local y se convirtió en pastor del rebaño de su suegro. En esas estaba cuando Dios se le apareció para constituirlo en el liberador del pueblo de Israel y para manifestarle su nombre. El pastor Moisés había llevado su rebaño hasta las cercanías del monte de Dios. No es una montaña cualquiera, sino una montaña considerada como lugar sagrado por la gente de la región. Moisés ve a la distancia un incendio. Un arbusto, una zarza, arde, pero no se quema. Es la forma como Dios se hace visible, porque es un Dios que brilla siempre, sin consumirse. Moisés se acerca curioso para examinar más de cerca el fenómeno. Una voz sale del fuego, lo llama por su nombre, y se identifica como el Dios de los padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob. Habían pasado muchos años desde que los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob murieron. Parecía que Dios se había olvidado de las promesas que había hecho a Abraham. La descendencia incontable como las estrellas del cielo estaba esclava en Egipto; la tierra de libertad prometida era simplemente un sueño. Al cabo de los siglos, Dios se acuerda. Las promesas de Dios tardan, pero se cumplen, porque Dios vive a través de los siglos. Las promesas de Dios sostienen la esperanza en la adversidad pues aseguran un futuro todavía no visible, y por eso dan ánimo para sobrevivir la adversidad. Dios se compadece al ver la opresión que el pueblo de Israel sufre en Egipto y decide poner en marcha una acción liberadora que lo llevará a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel. Para realizar este propósito, convoca a Moisés, quien manifiesta su incapacidad humana para realizar la tarea y Dios le asegura su presencia. Moisés se va a presentar ante los israelitas como el enviado de Dios. Moisés anticipa que los israelitas le van a preguntar: ¿cómo se llama ese Dios? Ni Moisés ni los israelitas conocían el nombre de Dios; simplemente era el Dios de los padres. La pregunta tiene un sentido profundo. Significa: “Si prometes liberarnos, ¿quién eres? ¿cómo eres? ¿por qué podemos fiarnos de ti?” Dios le revela a Moisés un nombre que manifiesta consistencia, presencia, duración. Soy el que soy. Yo-soy me envía a ustedes. Dios es el que está siempre, el que dura ayer, hoy y mañana. Algunos pasajes bíblicos lo destacan: Antes de que nacieran las montañas, o fuera engendrado el orbe de la tierra, desde siempre y para siempre tú eres Dios (Sal 90,2); tu trono está firme desde siempre, tú existes desde la eternidad (Sal 93, 2). No es un Dios de invención humana, sino que tiene consistencia propia. Es el Dios creador, que da consistencia a las cosas, y por eso es un Mario Alberto Molina, O.A.R. Arzobispo de Los Altos, Quetzaltenango – Totonicapán