EDITORIAL
Las instituciones de educación superior tienen entre sus más dignas atribuciones las responsabilidades de auspiciar y difundir investigaciones científicas, establecer canales de cooperación académica entre investigadores de diversas procedencias geográficas y consolidar la comunicación entre especialistas de distintas áreas del conocimiento. En este nuevo número de la Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela, hemos querido dirigir nuestras acciones para ser consecuentes con esas tres funciones que fortalecen el devenir y el quehacer académico universitario. Los investigadores en el mundo de la ciencia transmiten sus ideas y para ello se apoyan tanto de la comunicación oral como de la comunicación escrita. La comunicación oral acompaña la organización de eventos colectivos que se valen de la movilidad geográfica para su realización, mediante la participación y asistencia a congresos, coloquios, simposios y seminarios. Así mismo, el trabajo que se centra en la escritura requiere de la sistematización de los conocimientos y de las reflexiones, muchas de las cuales se gestan en soledad, pero se nutren del intercambio de ideas y experiencias. En la actualidad, el sector de la educación superior universitaria se ha encaminado a la organización de redes en distintas áreas del saber, que impulsan la investigación, interactúan dinámicamente en tiempo real y emplean nuevas tecnologías para beneficiar los acuerdos y los planes de cooperación académica. El SICLA (Seminario Identidad Cultural Latino-Americana) constituye una de esas redes temáticas porque aglutina a un conjunto de profesores e investigadores alrededor del Seminario, el cual tiene un carácter permanente y se celebra anualmente. De conformidad con el contenido de sus estatutos tiene como finalidad: fomentar el cultivo de los estudios iberoamericanos, organizar seminarios, conferencias, congresos, maestrías y doctorados, propiciar la realización de publicaciones, favorecer el desarrollo de una red de contactos internacionales, impulsando especialmente la relación con otros países de habla hispana, así como colaborar con otras asociaciones y organizaciones culturales, con el fin de realizar los cometidos anteriores. Todo esto mediante una política de cooperación entre las universidades que participan en el seminario, la cual se sustenta y ejecuta a través de la firma de convenios internacionales como el suscrito con la Universidad Central de Venezuela el 26 de abril del año 2013. La Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura de la FACES, como sus lectores la conocen desde hace 20 años, es una revista científica editada en formato
electrónico, arbitrada e indizada con periodicidad semestral, adscrita al Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales Dr. Rodolfo Quintero y es auspiciada por el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la Universidad Central de Venezuela. La alianza de la revista en este número con el SICLA, lo convierte en un número monográfico que tiene como tema central la Identidad Cultural en el marco de la Constitución de Cádiz, promulgada el 19 de marzo de 1812. Este número de la revista, recoge lo que en sus orígenes fueron algunas de las ponencias del V SICLA, titulado: CADIZ E HISPANOAMÉRICA DOSCIENTOS AÑOS DESPUÉS, convertidas posteriormente en artículos arbitrados, gracias a la oportuna y meritoria participación de un conjunto de profesores e investigadores que en Venezuela participaron con dedicación y entusiasmo. El V SICLA se celebró en México y estuvo organizado por la Universidad Veracruzana a finales del mes de agosto y principios de septiembre del año 2012. Participaron de manera activa en la organización del evento tanto la Facultad de Filosofía y el Instituto de Filosofía de la Universidad Veracruzana en Xalapa, como la carrera de Derecho del Sistema de Enseñanza Abierta de la misma Universidad en Poza Rica. La organización, conducción y realización del Seminario estuvo a cargo de dos miembros del SICLA, profesores de la universidad anfitriona: la Doctora Adriana Rodríguez Barraza, en Xalapa y el Doctor Jaime Méndez, en Poza Rica. Ellos, conjuntamente con el Doctor Jacinto Choza Armenta, Catedrático de la Universidad de Sevilla y Presidente del SICLA y conmigo, nos convertimos en los editores de este número de la Revista Venezolana Análisis de Coyuntura. Abrirnos al tiempo de dos siglos, después de haberse promulgado la Constitución de Cádiz, nos permitió asumir diversas perspectivas de análisis e incursionar por diferentes áreas del conocimiento, aplicar enfoques interdisciplinarios y transdisciplinarios en el tratamiento de los temas seleccionados en correspondencia con nuestras respectivas visiones de mundo como intelectuales iberoamericanos. A continuación se hará referencia a cada uno de los artículos arbitrados que forman parte de este número de la revista. El primer artículo arbitrado fue escrito por Jacinto Choza Armenta, titulado: El Liberalismo, doscientos años después, quien como se señaló anteriormente es Catedrático de la Universidad de Sevilla, España. El artículo se refiere a las estrategias utilizadas por la izquierda y por la derecha para alcanzar la universalización de los derechos humanos. El Río de la Plata y las Cortes de Cádiz: ¿Un juego de máscaras?, constituye el segundo artículo arbitrado cuyo autor es Jaime Peire, profesor e investigador de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, localizada en Buenos Aires, Argentina. El artículo reúne un amplio conjunto de fuentes documentales, en las cuales el autor indaga sobre los confusos y ocultos sentimientos identitarios de los entonces habitantes de los actuales países hispanoamericanos, quienes no
sabían si se proclamaban independientes o aceptaban ser españoles en el marco de la Constitución de Cádiz. Víctor Borges-Caamal, actual Contralor General del Poder Judicial del Estado de Veracruz de Ignacio de la Llave, es el autor del tercer artículo arbitrado que lleva por título Soberanía y Representación Política en Cádiz y Apatzingán, 1812-1814. Este texto revela con claridad los orígenes de la raíz contra mayoritaria del sistema representativo, encaminado a excluir la participación popular del ejercicio del poder político, como una tendencia orientadora de los textos constitucionales, que ha trascendido hasta hoy y cuya fuente se halla en la Constitución de Cádiz y en la de Apatzingán, uno de los textos fundacionales del Estado mexicano. La profesora de la Universidad de Colima en México, Verónica González Cárdenas, es la autora del cuarto artículo arbitrado, titulado: La Constitución de Cádiz y su influencia en el Periodismo Político Mexicano, además de destacar la vigencia de La Constitución de Cádiz, entre otras razones por garantizar la libertad de imprenta, la autora estudia la influencia de la Constitución gaditana en el desarrollo del periodismo político en México, centrándose en el análisis discursivo de Teun Van Dijk aplicado a algunos textos periodísticos publicados por Fernández de Lizardi. El quinto artículo arbitrado titulado Mestizaje Lingüístico y Cultural fue escrito por Marta Cecilia Betancur García, profesora e investigadora de la Universidad de Caldas en Manizales-Colombia y se refiere al proceso de construcción de la República de Colombia durante el siglo XIX realizado especialmente a través de la transformación y el enriquecimiento de la lengua española en el encuentro con las lenguas nativas y afro descendientes, así como mediante la apropiación y recreación de la nueva realidad sociocultural emergente. Realiza un estudio cualitativo de carácter hermenéutico de varios géneros literarios entre los cuales destaca el periodismo ilustrado, la poesía romántica y la novela costumbrista. Para desarrollar el sexto artículo arbitrado titulado Derechos humanos y sistemas constitucionales, Adriana Rodríguez Barraza, profesora e investigadora de la Universidad Veracruzana, en Xalapa-México, como se mencionó anteriormente, sostiene que el tejido constitucional suele edificarse con base en el entramado conformado por los derechos fundamentales del hombre y la competencia de los poderes. En la realización de su análisis se apoya teóricamente en la obra de Alain Touraine ¿Podremos vivir juntos? Iguales y diferentes. Considera el desarrollo actual de los modernos Estados nacionales y sus aportes a la noción de derechos humanos que busca la participación política desde la pluralidad cultural en espacios de cambio privilegiados, como son la escuela y la ciudad moderna. El séptimo artículo arbitrado se títula: La Participación Política de la Mujer (De la Democracia Censitaria a la Democracia Paritaria) y es de mi autoría. Tra-
ta sobre la evolución de la participación política de las mujeres en Hispanoamérica y en el mundo, desde la promulgación de la Constitución de Cádiz (1812), cuya legalidad les impedía disfrutar de sus derechos ciudadanos, por las condiciones que les imponían el patriarcado y la ideología de la domesticidad, hasta la coyuntura actual, después de habérseles reconocido internacionalmente sus derechos políticos y cuando sus retos esenciales consisten en alcanzar la equidad de género y el establecimiento de la democracia paritaria. La sección de documentos y reseñas incluye una disertación de Carlos Mundt, profesor-investigador de la Universidad Nacional de Tres de Febrero y Vicepresidente del SICLA, enmarcada en el tema principal de esta Revista, titulada “200 años después ¿Otra oportunidad perdida?” Otro documento incluido en el presente número, distinto a la temática central anteriormente presentada, está escrito por Jorge Rivadeneyra, de la Universidad Central de Venezuela titulado De Peón A Novelista y se refiere a la “Autobiografía”, de José Antonio Páez, la cual de acuerdo con la lectura que le da el autor del artículo constituye una autentica novela de aventuras. Se ha incluido también una reseña realizada por la profesora Catalina Banko del libro titulado: “Atlantic Ports And The First Globalisation C. 1850-1930”, London, Palgrave MacMillan, 2014, 203 págs. cuyo editor es Miguel Suárez Bosa. En la sección de indicadores, el Estadístico Nelson Morillo, nos muestra el comportamiento del Producto Interno Bruto, del Índice Nacional de Precios al Consumidor, el Índice de Escasez, del Tipo de Cambio, las Reservas Internacionales, las Importaciones, el Mercado Laboral, los Salarios y los Precios del petróleo; también se comenta la Ley de Presupuesto para el 2015 y las Perspectivas económicas. Por otra parte, la Academia Nacional de Ingeniería y Hábitat, nos presenta un conjunto de indicadores Sociales, Económicos, Tecnológicos y Ambientales elaborados por el Académico Manuel Torres Parra y la Economista María Rojas Beltrán. Antes de concluir estas palabras, queremos agradecer a la Directora de la Revista Venezolana Análisis de Coyuntura, Thais Ledezma Castillo por su trabajo constante, por su entusiasmo en cada nueva edición y por el apoyo que le ha dado a nuestro SICLA al acoger nuestros artículos y permitirnos construir este número. Así mismo, agradecemos a los autores y árbitros por sus meritorias contribuciones y a los lectores de la revista por permitirnos llegar hasta ellos en este espacio digital. Seny Hernández Ledezma Profesora-Investigadora de la Universidad Central de Venezuela Secretaria del SICLA
Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura, 2014, Vol. XX, No. 2 (jul-dic), pp. 15-34
EL LIBERALISMO DOSCIENTOS AÑOS DESPUÉS Jacinto Choza1 UNIVERSIDAD DE SEVILLA, ESPAÑA Resumen: Los doscientos años que van desde la revolución francesa de 1789 a la caída del muro de Berlín en 1989 enmarcan la alternancia entre dos estrategias para alcanzar la universalización de los derechos humanos. La imposición de los derechos humanos por la fuerza o por las leyes democráticas, por parte de la izquierda, y la emergencia de los derechos humanos como un fruto de los procesos democráticos naturales, por parte de la derecha. Palabras Claves: derechos humanos, izquierdas, derechas, liberalismo, socialismo.
1.- LA PRIMERA CONSTITUCIÓN LIBERAL
El objeto de este trabajo es explicar cómo y por qué aparece la escisión ideológica entre izquierda y derecha en el siglo XVIII, además explicar cómo y por qué desaparece en el siglo XX. La tesis se desarrolla en cinco puntos. 1) Cómo y porqué aparecen las ideologías, 2) cómo y por qué aparece la ideología liberal, 3) cómo y por qué aparece la ideología socialista, 4) por qué el liberalismo se desarrolla como una exacerbación de la idea de naturaleza de la sociedad civil, y el socialismo como una exacerbación de la idea de libertad del Estado, y 5) por qué se llega a una reconciliación real entre naturaleza y libertad, mientras las ideologías mantienen unos combates cada vez más ajenos a la realidad de la fusión cada más estrecha entre sociedad civil y Estado. Todos estos temas han recibido numerosas explicaciones desde numerosos puntos de vista. Este trabajo pretende aportar una cierta novedad desde el punto de vista de la anulación del enfrentamiento entre sociedad civil y estado en el siglo XXI, y desde esa perspectiva traza un esquema de las claves del proceso 2. Las ideologías nacen como un momento del proceso de secularización, cuando, a partir del siglo XVI y de las guerras de religión, la religión se va reduciendo a moral, y cuando la moral va siendo asumida por la política y el derecho como fines del Estado. Las ideologías nacen cuando el Estado realiza la expropiación de los recursos de administración y adquiere el monopolio de ellos, como sostenía Weber (1981), también cuando asume poco a poco las tareas de la pro1 2
jacintochoza@gmail.com
La mayor parte del contenido de este trabajo es una reelaboración y actualización del libro de Choza y Ponce-Ortiz (2010).
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videncia, como indicaba Feuerbach (Cfr. Löwitz, 1974). El nacimiento de las ideologías corre en paralelo con el proceso de consolidación del Estado moderno, que convencionalmente se puede situar en el periodo que transcurre entre la paz de Westfalia de 1648 y las reformas del Estado de Reagan y Thatcher en los 70 del siglo XX. El 19 de marzo de 1812 se promulgó en Cádiz la primera constitución liberal de la historia de occidente. En ella se recogían principios políticos que habían sido promulgados en la Declaración de Derechos de Virginia de 1776 y en la Declaración de los Derechos del hombre y del Ciudadano de la Revolución Francesa de 1789. A su vez, esos principios políticos integraban los principios económicos con arreglo a los cuales funcionaba la sociedad civil, establecidos por Adam Smith en Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones publicado en 1776, y una serie de convicciones sobre el valor infinito del hombre, es decir, sobre la dignidad humana, fundamentada filosóficamente por Kant en la Fundamentación para la metafísica de las costumbres de 1785. La constitución española, promulgada 23 años después de la revolución francesa, fue una primera proclamación de la dignidad del hombre, de la libertad, igualdad y fraternidad de todos, y fue el reconocimiento de ella mediante una libertad de pensamiento, de expresión así como de reunión, que tenían que ser garantizadas por el Estado, y mediante la proclamación de unos derechos a la educación que tenían como correlato unos deberes y acciones positivas por parte del Estado (Cfr., Ferrer Muñoz, 1993). La reunión y la expresión del propio pensamiento había quedado englobado desde siempre (desde los comienzos de la edad media) en los mecanismos feudales del vasallaje y de los pactos y las lealtades de los nobles hacia la corona. Por su parte, la educación había sido una tarea gestionada por la Iglesia y los gremios (de carácter religioso frecuentemente), desde que la iglesia asumió la gestión de las parroquias y sedes episcopales tras la caída del Imperio Romano, y más aún desde el nacimiento de las universidades en el siglo XI. El desarrollo urbanístico y demográfico que se produce en Europa a partir del siglo XI da lugar a que los nobles y los feudos vayan perdiendo poder y protagonismo y lo vayan adquiriendo los habitantes de las ciudades, los ciudadanos. Este incremento del poder ciudadano tiene también su expresión política en la Carta de Derechos Inglesa (Bill of Rights) de 1689, que inspira las declaraciones de 1776 y 1789.
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El aumento del poder de los ciudadanos frente al de los nobles y los monarcas es el origen del conflicto entre el Antiguo Régimen de la sociedad estamental monárquica y el Nuevo Régimen de la sociedad liberal republicana. Liberal aquí, en el siglo XVII y XVIII, significa mayoría de edad del hombre y del ciudadano (según las expresiones de Rousseau y Kant), que asume su destino en sus propias manos, afirmando su autonomía frente al poder y la autoridad de la Iglesia y del Rey. Esta autonomía del hombre y del ciudadano se podía concebir, y se concebía, como el ideal de la suprema excelencia humana, pero que ya no estaba encomendado a la Iglesia ni al rey, sino al hombre mismo, a la institución humana que asumía su tutela y su garantía, a saber, el Estado, que por su propio dinamismo genético manifestaba cada vez más un carácter administrativo, técnico y laico. El fin de la sociedad civil y del Estado no era la salus animarum, la salvación de las almas, por mucha importancia que se le concediera a tal objetivo, sino la vida terrena. En esa vida terrena, los ciudadanos y el Estado veían también los supremos ideales humanos, tal como antes los proclamaba la religión, pero en su autonomía temporal, la cual tenía también su propia legitimidad religiosa, puesto que así es como había querido Dios a los hombres. Y eso ya lo habían proclamado los juristas que habían ido desarrollando la doctrina del derecho natural desde Francisco de Vitoria y Domingo de Soto hasta Hugo Grocius y Samuel Pufendorf, y había precipitado en la teoría de la república de los hombres iguales elaborada por Tomas Hobbes en su Leviatán en 1651. Nacimiento del Estado moderno quiere decir equipo de individuos autónomos que gestiona la libertad de una sociedad formada por individuos autónomos. Esto puede ser una breve exposición de cómo y porqué aparecen las ideologías. Otro asunto diferente es el de cómo y por qué aparece la ideología liberal.
2.- LOS IDEALES Y PROYECTOS LIBERALES
Las declaraciones y las reformas políticas normalmente responden a situaciones sociales, económicas y culturales en general, que no pueden ser adecuadamente gestionadas con las ideas e incluso con las estructuras de gobierno propias de las instituciones vigentes en tales momentos, que normalmente han sido generadas para gestionar la vida común en situaciones y circunstancias en extinción o ya desaparecidas.
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No es posible sentir la necesidad de transferir parte del poder y la responsabilidad política de los nobles y el monarca a los ciudadanos si no hay suficiente número de ciudades y de ciudadanos, si estas ciudades y ciudadanos no tienen más relevancia económica que los habitantes de los palacios y las tierras de los nobles y reyes. Y no hay necesidad de trasladar la corte desde los palacios ajardinados a los centros urbanos si la mayoría de los parlamentarios no viven en la ciudad en lugar de vivir en sus respectivas fortalezas en territorios que requieren defensa. No hay territorios que necesiten especial defensa, si la actividad que se desarrolla en las ciudades es la más relevante desde el punto de vista económico, y si en ellas se concentra la mayoría de la población del reino, entonces los palacios, las cortes palaciegas y el régimen de gobierno basado en válidos y militares se puede experimentar como obsoleto. Entonces los ciudadanos pueden pensar con nostalgia en antiguos sistemas republicanos, como los que tenían los griegos y los romanos cuando las ciudades eran lo decisivo en sus vidas. Es en esta perspectiva en la que puede encontrarse respuesta a la pregunta sobre cómo y por qué surge la ideología liberal. Los ideales y proyectos liberales provenían de una situación de hecho larga y lentamente preparada a la que ya se ha aludido. Estabilidad de fronteras y de pactos entre reinos. Desarrollo demográfico. Desarrollo urbano. Desarrollo cultural. La actividad económica del campo se mantiene constante y aumenta la de la ciudad. Aumenta el comercio y la industria. Primero artesanal y luego mecánica. Las universidades se multiplican porque saber leer y escribir y saber las cuatro reglas es un buen modo de ganarse la vida, y porque cada vez hace falta más saber eso para ganársela. Cada vez hay que saber más para ganarse la vida. O bien mientras más se sabe más fácilmente se gana uno la vida. La mayoría de los monarcas toman conciencia de todo este proceso a la vez que los ciudadanos, y se proponen elevar el nivel de instrucción pública, moralidad, higiene, cultura, etc., de los ciudadanos por otros medios y desde otras perspectivas distintas de las contempladas por ellos. Es lo que se denomina despotismo ilustrado, y que consiste en sacar despóticamente de su ignorancia, de su minoría de edad, a los ciudadanos que no pueden querer salir de ella por sí mismos precisamente porque no saben que hay otra situación mejor, porque están sumidos en la ignorancia. La clase de los ciudadanos crece no solamente por su propia dinámica demográfica, sino también por emigración a la ciudad de la población que trabaja en el campo, que no eran ciudadanos sino, justamente, campesinos, o bien siervos de los nobles y señores feudales.
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La población feudal es por una parte militar y móvil, según las necesidades de defensa y de conquista del territorio, por otra parte campesina y fija, pero vinculada en ambos casos al noble que detenta la autoridad y el poder. Como los antiguos cazadores recolectores, los señores feudales llevan sus propiedades y sus gentes consigo según las necesidades de defensa y conquista (Cfr. Livi Baci, 1999). Al desaparecer las necesidades de defensa y conquista, disminuye la clase militar y aumenta la clase de quienes ejercen tareas de la ciudad y para ella, y se concentra más población en la ciudad. Entonces la vinculación de la población a quien organiza la vida y detenta el poder ya no es la de grupos de individuos con gran movilidad que siguen a sus jefes, sino la de muchos individuos con gran estabilidad cuyos jefes viven con ellos. El desarrollo de la administración urbana lleva consigo la progresiva sustitución de la jurisdicción personal por la territorial. La vinculación personal de los individuos al poder del noble y a su estirpe, que son quienes organizan la vida simple, móvil e incierta de la comunidad (la nobleza feudal), se sustituye por la vinculación al poder de quienes organizan la vida compleja, estable y segura de la ciudad. Pero la continuidad de quienes detentan el poder no tiene por qué basarse en tener todos la misma sangre, ser de la misma estirpe, y tener el mismo carácter valeroso y guerrero. Es más ventajoso basar la continuidad de los jefes en el conocimiento de las funciones urbanas. Este proceso puede describirse casi como un fenómeno físico dependiente de la demografía y de las formas más adecuadas de organización en orden a la supervivencia, como un proceso de física social, que es el punto de vista que le gustaba adoptar a Hobbes y como a él le gustaba llamarlo. Pero al igual que procesos físicos tan pacíficos como la primavera y el deshielo lleva también consigo mucha violencia, inundaciones, destrucción de configuraciones anteriores y creación de otras nuevas. Destrucción de un derecho y emergencia de otro nuevo. El derecho es el reconocimiento y la expresión de la verdad de la vida, es la formalización y legitimación de los hechos. Pero el plano de las formulaciones intelectuales promulgadas por escrito y conocidas y vividas por todos no es el plano de las configuraciones sociales efectivas, y, sobre todo, no cambian al mismo ritmo. Los cambios en las configuraciones sociales pueden ser interpretados como atentados contra la ley y el orden establecidos, es decir, como comportamientos ilegales o como delitos. Y las propuestas de cambios en las formulaciones legales pueden ser vistas como delitos mucho más graves, como atentados contra la
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legitimidad del orden social y contra la identidad de la comunidad, como una revolución. Eso es lo que pasó con los ideales y proyectos liberales. La configuración efectiva de las sociedades del Antiguo Régimen, de las sociedades pre-urbanas, había generado un derecho según el cual el poder estaba vinculado a la sangre, a la estirpe, a su vez, la tierra (la propiedad) también estaba vinculada a la sangre y el trabajo de los siervos y los siervos estaban asimismo vinculados a la tierra. Por eso el proceso de desarrollo urbano anteriormente descrito no es tan natural ni tan pacifico como la llegada de la primavera y el deshielo. O bien, es tan violento como la llegada de la primavera y el deshielo. Para que se produzca llega un momento en que se hace imprescindible que se rompa la vinculación entre la sangre y la tierra, de manera que los nobles puedan venderla y los ciudadanos (la burguesía, la sociedad civil) comprarla, lo cual era imposible según los ordenamientos jurídicos del Antiguo Régimen; también hace falta que se rompa la vinculación entre el trabajo y la tierra, entre los siervos y la tierra, es decir, hace falta que los campesinos puedan dejar de trabajar para los señores y marchar a la ciudad a trabajar para los comerciantes y artesanos que generan las primeras industrias. Esto también era imposible según los ordenamientos jurídicos del Antiguo Régimen (Cfr. Tocqueville, 1983). Así pues, la ruptura de la vinculación entre sangre, poder, tierra y trabajo fue un requisito para el desarrollo de la administración urbana, para la racionalización y burocratización del trabajo y para el desarrollo del Estado, todo lo cual resultaba imposible con las estructuras de la sociedad estamental. A su vez todo ello fue un requisito para el reconocimiento y la proclamación de la dignidad humana y de la libertad, igualdad y fraternidad de todos los hombres. En efecto, la universalización del mercado, es decir, que la tierra y el trabajo se puedan comprar y vender, lleva consigo la universalización del salario, es decir, que todos los hombres puedan vivir de su trabajo, y que el trabajo humano sea la medida del valor y del precio de todas las cosas, que el valor y el precio del trabajo sea el reconocimiento del valor del hombre, de la libertad y la igualdad de todos, y que, efectivamente el hombre sea la medida de todas las cosas. Eso significa la desaparición de la servidumbre, y, sobre todo, la abolición de la esclavitud, que tiene diferentes fases (1803 Haiti, 1807 Reino Unido, 1821 Colombia, 1823 Chile, 1829 México, 1837 España, 1865 Estados Unidos) (Cfr. Ricoeur, 1985). En épocas antiguas, la Galia y la Hispania eran regiones ricas porque estaban llenas de trigo, vides y olivos, en épocas modernas Perú y México eran territorios ricos porque estaban llenos de oro y plata, a finales del siglo XVIII
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Inglaterra y Holanda eran países ricos porque estaban llenos de ingleses y holandeses, es decir, llenos de ciudadanos que hacían cosas que todos los demás querían. Eso es lo que había descubierto Adam Smith en La riqueza de las naciones en 1776, una mutación en la esencia de la riqueza, que ahora radicaba sobre todo en la actividad humana. En relación con esa transformación de la riqueza iba resultando que un salario era más barato que un esclavo (Smith, 1988; Cfr. Conac y otros, 1993). El liberalismo irrumpe, pues, como ideología, como programa político conscientemente buscado, como motivación para tomar el poder, como proyecto de ordenamiento jurídico y social, porque una serie de transformaciones sociales y económicas hacen obsoletas las estructuras administrativas anteriores, porque unas transformaciones culturales anulan la vigencia de valores morales antiguos que empiezan a verse como inmorales, porque el antiguo sentido de la dignidad humana basado en la estirpe es sustituido por un nuevo sentido de la dignidad basado en el propio esfuerzo (Cfr. Sabine, 2000). Si como antes se ha dicho, nacimiento del Estado moderno quiere decir equipo de individuos autónomos que gestiona la libertad de una sociedad formada por individuos autónomos, ahora se puede añadir que Estado moderno quiere decir Estado liberal, Estado que promueve una sociedad formada por individuos autónomos. Esto puede ser una breve exposición de cómo y porqué aparece la ideología liberal. Otro asunto diferente es el de cómo y por qué aparece la ideología socialista.
3.- LOS IDEALES Y PROYECTOS SOCIALISTAS
Cuando los ideales liberales empiezan a expresarse en las constituciones que se promulgan en el siglo XIX, las configuraciones sociales de los correspondientes países, afectadas por la revolución industrial, empiezan a requerir esquemas administrativos algo diversos de los que el liberalismo propone, eso explica cómo y por qué surgen los ideales y proyectos socialistas. Un salario es más barato que un esclavo cuando el precio de la tierra sube y cuando los suministros a los trabajadores de las plantaciones sube también; pero por otra parte, un salario es demasiado barato cuando la demanda de mano de obra para la industria es menor que la oferta.
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Cuando el crecimiento demográfico de los asalariados de la industria aumenta, cuando la emigración del campo a la ciudad aumenta, cuando la industria aumenta cuantitativamente de un modo rápido, y la diversificación cualitativa de la industria aumenta de un modo lento, entonces hay demasiados asalariados con salarios demasiado bajos, aparece en las ciudades una masa de población que constituye una nueva clase social diferente, equivalente a la de los trabajadores del campo o campesinos, pero denominados trabajadores de la industria o proletarios. Los proletarios del siglo XIX tenían muchas ventajas en relación con los plebeyos romanos que obtuvieron su representante político en el tribuno de la plebe, muchas ventajas en relación con los campesinos y siervos medievales que no lograron nada, muchas ventajas en relación con los millones de esclavos de todos los colores que se vendieron en la edad moderna (Cfr. Livi, 1999)3. La primera ventaja de los proletarios es que vivían juntos en las ciudades y se comunicaban entre sí. La segunda era que sus compatriotas intelectuales y artistas difundieron su situación y reclamaron un trato humano para ellos, como Dickens en Inglaterra, Víctor Hugo en Francia o Dostoievski en Rusia; y la tercera que las constituciones del siglo XIX facilitaban el encauzamiento de sus intereses en movimientos políticos más aceptables y legitimables que los de los revolucionarios del Antiguo Régimen. Los proletarios pudieron dar cauce a sus intereses a través de la fundación de los sindicatos, de la creación de partidos políticos, con el apoyo de la iglesia no pocas veces, o con la creación de instituciones financieras de ayuda. Hobbes había establecido el principio de que todos los hombres son iguales, porque todos tienen el mismo poder, el poder supremo, que consiste en poder matar a otro, bien sea por fuerza directa, bien sea por argucia o por complot. Como la política es la gestión del poder, se puede añadir que todos los hombres son iguales en cuanto al poder, y que si respecto de las otras cosas no lo son, las diferencias son políticamente irrelevantes. Las revoluciones socialistas de los siglos XIX y XX esgrimieron el mismo poder que las revoluciones liberales de los siglos XVIII y XIX, el de matar, y plantearon el asalto al poder según las mismas tres estrategias posibles: desde abajo, desde arriba y desde en medio.
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Los datos recogidos por diversos académicos y reseñados en las versiones española e inglesa de wikipedia suman entre los siglos XVII a XIX más de 20 millones, lo cual tiene la relevancia adecuada si se compara con la demografía de la época.
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Los ciudadanos asaltaron el poder desde abajo y lo obtuvieron en la revolución inglesa de 1689 y en la francesa de 1789. Lo asaltaron desde arriba y lo obtuvieron en España mediante la acción de Carlos III, que dio entrada a la burguesía en el Estado junto a los nobles. Lo asaltaron desde arriba y fracasaron en Suecia, donde Gustavo Adolfo III fue asesinado cuando intentaba contemporizar entre los movimientos rivales. Por último los ciudadanos obtuvieron el poder desde en medio en la independencia de los Estados del continente americano, del norte y del sur. Por su parte, los proletarios asaltaron el poder desde abajo y lo obtuvieron en la revolución rusa de 1917 o en la revolución China de Mao Tse Tung de 1949. Lo asaltaron desde arriba y lo ganaron, reformando el Estado después de haber accedido democráticamente a él siguiendo el programa de la socialdemocracia de Edward Bernstein, en Alemania, en Francia, en Suecia. Por último los proletarios obtuvieron el poder desde en medio en la mayoría de los países que tras la Segunda Guerra Mundial logran la descolonización y crean Estados socialistas. Obviamente esta descripción es un esquema que describe posibilidades concordes con él, y que no asume la compleja y difícil historia política que vivieron la mayoría de esos países, puesto que en ninguno de ellos, excepto el Reino Unido, tuvo un régimen estable, ni liberal ni socialista, desde las primeras revoluciones. Lo que aquí interesa es señalar el tipo de Estado y de constitución que surge de los movimientos socialistas y no tanto su dinámica histórica efectiva. El Estado y la constitución liberales son un equipo de ciudadanos y unos textos legales que arrebatan el poder a la nobleza feudal y agrícola, que desarrollan una administración de las ciudades para favorecer el comercio y la industria ciudadana. Son un Estado y una constitución al servicio de los dinamismos de la sociedad civil. El Estado y la constitución socialistas son también un equipo de ciudadanos y unos textos legales que arrebatan el poder a los comerciantes e industriales liberales, que desarrollan una administración de las ciudades para asegurar unas condiciones de vida dignas para los obreros. Este programa puede realizarse de dos maneras: mediante la abolición absoluta de la propiedad privada y la transferencia de la totalidad de los bienes a titularidad pública, que es el socialismo científico o comunismo, o mediante leyes que no eliminan la propiedad privada pero que fijan, como requisito para los dinamismos económicos de los comerciantes y empresarios, las mencionadas condiciones de vida dignas para los obreros, que es la social-democracia (Cfr. Bernstein, 1975).
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El régimen liberal tiene como principal objetivo favorecer la creación de riqueza, y el régimen socialista distribuirla equitativamente. Durante los dos siglos de duración de estos regímenes la creación de riqueza corría preferentemente por cuenta de la sociedad civil y su distribución equitativa por cuenta del Estado. Pero en los momentos de crisis económica, consistentes sobre todo en falta de liquidez, el Estado podía pedir dinero prestado y hacer grandes inversiones, con lo cual actuaba como creador de riqueza, es decir, como comerciante e industrial, y como distribuidor de la misma a través de las leyes constitucionales. Ese fue el descubrimiento de John Maynard Keynes con su libro Teoría general del empleo, el interés y el dinero, publicado en 1936. De esta manera, Keynes retocaba la teoría de la riqueza de las naciones formulada en 1776 por Adam Smith y abría el ámbito de lo que se llamó capitalismo de Estado. Con las teorías del capitalismo de Estado la actividad de los Estados socialistas podían englobarse y explicarse según el modelo clásico de los procesos económicos de Adam Smith, con las correcciones que posteriormente fue recibiendo. Por otra parte, los Estados, al tener la capacidad de poner en circulación tanta liquidez, y al mantener el monopolio de la acuñación de moneda, pueden operar y manipular grandes cantidades de dinero. Con Keynes empiezan las políticas monetarias y la macroeconomía (Cfr. Galbraith, 1989). Las políticas sociales, socialistas y comunistas empiezan a ponerse en práctica a finales del siglo XIX y se van retocando y perfeccionando a lo largo del siglo XX. Las inicia Bismarck en Prusia, estableciendo las primeras formas de seguridad social, y las continúan el partido comunista en Rusia (Lenin y Stalin), el demócrata en Estados Unidos (Roosevelt y el New Deal), el liberal en el Reino Unido (Keynes mismo), el nacional socialista en Alemania (Hitler), el nacional sindicalista en España (Franco), etc., con sus respectivas reformas del Estado e innovaciones o creaciones constitucionales. Las políticas sociales llevan consigo reformas del modelo de Estado y de las constituciones porque implican la toma de responsabilidad por parte del Estado de los derechos sociales. En primer lugar los derechos laborales, y a la vez los derechos a la educación, la sanidad, las comunicaciones, etc. Entre 1900 y 1990, los Estados occidentales no comunistas pasan de administrar el 14% del PIB a más del 50%; pero como se verá, eso no significa una reforma general del Estado según el modelo socialista, sino una modernización del Estado y de las constituciones, que significa un distanciamiento tanto del modelo liberal como del modelo socialista. Esto puede ser un breve esquema de cómo y porqué aparece la ideología socialista. Ahora falta por ver qué tipo de actitud y de mentalidad generan el liberalismo y el socialismo en los miembros de la sociedad civil, y por qué el
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modelo de Estado liberal y socialista resulta obsoleto para gestionar las sociedades del siglo XXI.
4.- LA CONTRAPOSICIÓN ENTRE NATURALEZA LIBRE Y DIGNIDAD NATURAL
La ideología liberal esta desde el principio relacionada con la opción por la libertad de la iniciativa económica de los ciudadanos y con el riesgo, y la socialista con la preferencia por la seguridad de los trabajadores y la estabilidad de las condiciones de vida. Tales preferencias están en correlación con una serie de virtudes y vicios en cada caso. Las virtudes más destacadas de los liberales suelen ser la creatividad, la audacia, y la magnanimidad; sus vicios el egoísmo, la avaricia y la arrogancia. Las virtudes más destacadas de los socialistas suelen ser el amor a la justicia distributiva, la constancia y la solidaridad; sus vicios la pereza, la envidia y el resentimiento. Al liberalismo se asignan las cualidades morales que Maquiavelo denominaba virtú y Nietzsche voluntad de poder, que corresponden a las virtudes morales de la prudencia y la fortaleza de la tradición cristiana occidental, y al socialismo se asignan las cualidades morales que Maquiavelo denominaba bondad y Nietzsche debilidad, que corresponden a las virtudes morales de la justicia y templanza de la misma tradición cristiana occidental. Cada conjunto de cualidades morales generan unos hábitos valorativos e intelectuales que dan lugar a lo que se puede llamar un carácter y una mentalidad liberal y socialista respectivamente, o bien de derechas e izquierdas, en un sentido más amplio y más coloquial. Desde esta perspectiva se puede y se suele decir que hay opiniones, propuestas, ideas, mentalidades y actitudes de derechas y de izquierdas en general y que una determinada opinión en particular tiene uno de los dos sentidos. Como se trata de formas de valoración, como se valora según el binomio bien y mal, y como el bien es un trascendental del ser, la división derecha/izquierda puede generalizarse hasta hacerse trascendental, de manera que para los ciudadanos más politizados e ideologizados, absolutamente todo pueda calificarse como de derechas o de izquierda. Como no todas las opciones organizativas y administrativas implican una preferencia por la libertad o por la seguridad, para los ciudadanos menos politi-
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zados e ideologizados son pocas las cosas que pueden calificarse como de derechas e izquierdas (Cfr. Bobbio, 1995). En líneas generales, se puede decir que la derecha tiene preferencia por una serie de valores, caracterizados como más propios de la naturaleza humana y por encima de todos la libertad, la iniciativa, la izquierda por otros, caracterizados como más propios de la naturaleza humana y por encima de todos la dignidad, el valor moral. Los aspectos de la naturaleza humana por los que opta la derecha, que vienen dados por la espontaneidad de la naturaleza libre, pueden considerarse más “naturales” en el sentido de que no hay que hacer nada especial para que se manifiesten. En cambio, los aspectos de la naturaleza humana por los que opta la izquierda, a saber, la dignidad igual por naturaleza en todos los hombres, hay que proclamarla, establecerla y regularla ética y jurídicamente. Los rasgos caracterológicos de ambas opciones se pueden mostrar con más claridad en el cuadro 1 de los principios, valores, instituciones y máximas de gobiernos, que con los que se han enfrentado durante los últimos 200 años. Cuadro 1. Características del ciclo liberal y del ciclo socialista Ciclo liberal. Derecha.
Ciclo socialista. Izquierda.
De 1789 (Revolución francesa) a 1889 (Segunda Internacional)
De 1889 (Segunda Internacional) a 1989 (Caída muro de Berlín)
1 Principio fundamental
Libre espontaneidad de la naturaleza
Dignidad humana establecida legalmente
2 Máxima de gobierno
Dejar hacer, Costumbre
Corregir, Ley
3 Institución hegemónica
Sociedad civil Ámbitos privados
Estado Ámbitos públicos
4 Derechos promovidos
Derechos humanos políticos
Derechos humanos sociales
5 Economía
Economía de libre mercado
Economía de planificación central
Privatizaciones de los bienes públicos
Nacionalizaciones de bienes privados
Burguesía, capitalistas
Proletariado, obreros
Virtudes: creatividad, audacia y magnanimidad
Virtudes: justicia, constancia y solidaridad
6 Política económica 7 Protagonistas 8 Rasgos morales positivos
9 Rasgos morales negativos Vicios: egoísmo, avaricia, arrogancia. 10 Preferencias
Guerra, Prostitución, Pena de Muerte
Vicios: pereza, envidia y resentimiento. Revolución, Divorcio, Aborto
No interesan ahora las guerras del siglo XIX de los conservadores, partidarios de la restauración del Antiguo Régimen, contra los liberales partidarios de los regímenes republicanos. Tampoco las guerras del siglo XX de los liberales
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conservadores contra el proletariado revolucionario, con el apoyo alternativo de la aristocracia a uno u otro bando. Son cuestiones históricas imprescindibles para una filosofía o una sociología política de los siglos XIX y XX, pero innecesarias para la consideración teórica de los temas. A grandes rasgos, las constituciones del siglo XIX son constituciones liberales, y las del siglo XX, constituciones socialistas, y en líneas generales, las políticas sociales de los regímenes liberales tienen más éxito que las de los regímenes socialistas. Los regímenes liberales generan más riqueza y ésta permite una política social frecuentemente (aunque no siempre) más beneficiosa para las clases obreras que las de los regímenes socialistas. Tras la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría expresa una escisión entre regímenes liberales y socialistas, que es también una escisión entre los totalitarismos de derechas apoyados por los regímenes liberales y los totalitarismos de izquierdas apoyados por los regímenes socialistas. Esta escisión política de la guerra fría oculta y camufla, tras las categorías políticas de los principios y valores enunciados en las filas 1, 2, 8, 9 y 10 del cuadro 1, las transformaciones efectivas que se producen durante la segunda mitad del siglo XX en los órdenes 3, 4, 5, 6 y 7, y da lugar a que a comienzos del siglo XXI las categorías políticas resulten obsoletas e inoperantes para designar y describir los procesos sociales, económicos y supranacionales propios del nuevo siglo. En efecto, los actores liberales siguen proclamando la libertad de la naturaleza humana, la democracia, el apoyo a la creatividad privada, las virtudes de la iniciativa privada, los vicios que llevan consigo los apoyos estatales, y sus preferencias por la guerra, la prostitución y la pena de muerte frente a la revolución, el divorcio además del aborto. Por su parte los actores socialistas siguen proclamando la dignidad del hombre, su derecho a la seguridad y al trabajo, el apoyo a las empresas públicas, las virtudes de la solidaridad, los vicios que lleva consigo el capitalismo, y sus preferencias por la revolución, el divorcio y el aborto frente a la guerra, la prostitución y la pena de muerte. En la medida en que estas categorías fijan y estabilizan esquemas valorativos, y en la medida en que los esquemas valorativos operan también como esquemas perceptivos, los ciudadanos muy radicalizados en la derecha, como por ejemplo la derecha republicana en los Estados Unidos, percibe al presidente Obama como comunista, y a la Unión Europea como socialista. A su vez, los ciudadanos muy radicalizados a la izquierda pueden percibir a los socialdemócratas como capitalistas, que es como ven los militantes de izquierda unida en
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España a los socialistas, o como ven los militantes de la izquierda de América Latina a la Unión Europea en bloque. Estos esquemas valorativos y perceptivos impedían registrar como reales las transformaciones que se estaban produciendo en esa segunda mitad del siglo XX. Imposibilitaban captar que la oposición entre sociedad civil y Estado, entre ámbitos privado y público en la gestión de los intereses comunes, había dejado paso a una cooperación creciente entre ellos. Que los derechos humanos sociales tenían más garantías en los países pobres que en los ricos, y que los países pobres los iban garantizando más a medida que se hacían más ricos y a medida que garantizaban más los derechos humanos políticos. Que la economía de libre mercado era asistida por los Estados nacionales regularmente. Que los bienes públicos eran masivamente privatizados y que al Estado le solía bastar para controlarlos una pequeña proporción de la propiedad. Que la clase obrera se había integrado en la clase media, formando el uniforme y universal grupo de la gente. Dicho de otra manera, las categorías y esquemas políticos del siglo XIX, operando todavía en el XX, impedían percibir con claridad el tránsito de la sociedad estamental moderna a la sociedad de clases del siglo XIX, y a la sociedad de bienestar y de servicios de la segunda mitad del siglo XX. Impedía ver la transferencia de los trabajadores del sector primario y secundario a ciudadanos, especialmente a ciudadanas, del sector terciario, de los servicios. E impedía percibir, junto a la persistencia de los nacionalismos de corte fascista, el aumento de la cantidad y calidad de las comunicaciones e intercambios globales, por encima de los niveles estatales y nacionales. En lugar de percibir las transformaciones económicas, sociales, culturales y administrativas que se producción, y la adaptación de los gobiernos a ellas, por parte de la derecha se percibía que “la realidad” terminaba por imponerse, y que por parte de la izquierda, que los actores sociales y la sociedad en masa abandonaba los ideales éticos.
5.- LA RECONCILIACIÓN ENTRE NATURALEZA Y LIBERTAD
El siglo XX llegó a instaurar un “sentido común marxista”, como quería Gramsci, de manera que ser socialista era sinónimo de tener conciencia moral y ser honesto. Unas cuantas obras de mediados de siglo como Las contradicciones culturales del capitalismo, de Daniel Bell (2006), entre otras, contribuyeron a difundir la doctrina católica pontificia de que El liberalismo es pecado (Sardá I
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Salvany, 1884; Rodríguez y Rallo, 2011), y a reafirmar la creencia de que el neoliberalismo es igualmente perverso, o de que es, simplemente, el mal. En correlación con esas convicciones y esquemas perceptivos, las privatizaciones de los países desarrollados no podían ser percibidas como otra cosa que como renuncia de los Estados a sus ideales éticos y, en general, como renuncia de la sociedad a la dignidad humana. Igualmente, la imposibilidad de negar el hecho de que los países pobres empezaban a convertirse en países ricos a medida que ponían en marcha políticas percibidas como capitalistas liberales, llevaba a una desesperación absoluta. Desesperación de la sociedad, de la historia y de la humanidad, porque todo había sido entregado a la egoísta y avariciosa idolatría del dinero. La vigencia de un sentido común marxista lleva también a una desesperación común marxista. Junto a esa manera de valorar y de ver, también se percibe el proceso como muerte de las ideologías (Bell, 1964)4. La muerte de las ideologías o al menos su debilitamiento, la pérdida de su carácter de formas absolutas de la creencia, era inevitable en la medida en que habían asumido las funciones de la religión. Por eso, al producirse en el siglo XX la crisis y la crítica de la modernidad, la pérdida de la creencia religiosa en la historia y la rehabilitación de la religión, los programas políticos quedan privados de su aura de sacralidad, de soteriología y de eternidad. En la segunda mitad del siglo XX el desencanto no es propiamente del mundo como lo denominaba Weber en el periodo de entreguerras. Es un desencanto de las ideologías y de la gestión del Estado, que también en los planteamientos socialistas del siglo XIX había sido equiparado a Dios y había asumido sus funciones. El desencanto y la desesperación tienen como siempre su terapia, la terapia de reflexionar, averiguar, comprender y reconciliarse con la realidad. Si esa reconciliación no lleva consigo una rehabilitación de los proyectos políticos a la altura que tenían antes es porque antes las ideologías habían invadido territorios que no les eran propios. La política no tiene por qué disfrazarse de religión, de salvación, de providencia ni de demiurgos de la historia. Le basta con diseñar programas políticos y con dejar a la religión, a la providencia, a los poderes demiúrgicos y proféticos y a la historia, referirse a sus propios objetivos con sus propios medios.
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Abundan sobre el tema las obras de Francis Fukuyama y Jean- François Revel.
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Esto no significa que la política no tenga que articularse con la religión o con la historia, con la ética y con el derecho. Significa que no tiene que suplantarlas, y significa que esas articulaciones son a su vez históricas y contingentes. En el liberalismo no había tanta megalomanía como en los socialismos utópicos, y mucho menos como en el socialismo científico. Pero había también la megalomanía que enarbolar la libertad, igualdad y fraternidad para todos como garantizada ya por la sola proclamación constitucional. Esa megalomanía dejó paso a la percepción y descripción de procesos reales y complejos, que es lo que Adam Smith pretendía describir, y que requerían constante garantía además de supervisión. El siglo XXI permite comprender que la revolución industrial significa un desfase entre productividad y demografía de 200 años, que lleva a occidente a sobresalir y aventajar a los demás países del mundo durante ese periodo. Después la correspondencia entre productividad y demografía se restablece, con ello se vuelve de nuevo al equilibrio económico entre los países del mundo. El equilibro y la igualdad no se logra por ningún proceso rocambolesco de acumulación del capital frente a una masa cada vez más numerosa y más miserable, sino por una transferencia de las ventajas de la industria y la tecnología, de los medios de incremento de la productividad, a todas las zonas del globo, especialmente a las de mayor densidad demográfica. Entonces empiezan a nivelarse los derechos humanos y sociales en los diferentes países del mundo. Pero no por triunfo del Estado y la ideología liberal o del Estado y la ideología socialista, sino por fusión cada vez más estrecha entre lo privado y lo público, entre la sociedad civil y Estado, que viene imperada por la urbanización de la población mundial, el incremento demográfico, el incremento de complejidad social y el incremento de las comunicaciones de todas las cosas entre todas las personas. El incremento de la complejidad social es un proceso natural, de física social, si se quiere, o incluso de geología social. Es la naturaleza social del hombre desplegada en su ámbito geográfico completo. En esa realidad natural el poder político y el económico se extiende de modo cada vez más reticular entre cada vez más tipo de instituciones y personas. Por eso a comienzos del siglo XXI el Estado ya no es el rey con los nobles contra el que se levantan los ciudadanos, los liberales; tampoco es el equipo de ciudadanos que administran la sociedad civil para favorecer el comercio y la industria, contra el que se sublevan los proletarios. Pero tampoco es el Estado prestatario de servicio de los siglos XIX y primera mitad del XX, no es el Estado social al que aspiraban los socialistas. A comienzos del siglo XXI, se ha convertido en Estado garantizador de servicios,
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que prestan empresas privadas, pero que la administración supervisa y en las que participa de modo más o menos directo (Barnés, 2008). Hasta 1970 los Estados occidentales eran esos Estados sociales que habían soñado los socialistas del siglo XIX, utópicos o no. Eran gestores y propietarios, en régimen de monopolio, de los sistemas de acuñación de moneda, judiciales, de defensa, de transporte y comunicaciones, de suministro de energía, de sanidad y de enseñanza. A partir de 1970 inician los procesos de privatización de todos esos sistemas, imperados por la incapacidad de seguir prestando todos esos servicios, con el ritmo de calidad adecuado a los desarrollos tecnológicos y al incremento demográfico, y mucho menos con régimen de monopolio. Por eso los Estados reprivatizan. La privatización la llevan a cabo de un modo más estridente Margaret Thatcher, Pinochet y Deng Xiao Ping en los años 1980. Pero ya desde mucho antes en los países occidentales habían dejado de ser monopolios estatales las empresas de transporte, de energía y de comunicaciones, a partir de 1999 se rompe el monopolio de acuñación de moneda y el euro entra en vigor como la moneda única de la unión monetaria europea. Los Estados han perdido el último bastión de su soberanía, el monopolio de la acuñación de moneda. No se trata de que Thatcher, Pinochet y Deng Xiao Ping sean liberales de derechas, neoliberales, que ganaran una batalla ideológica al socialismo y a la izquierda. Es que las sociedades civiles y los Estados no se pueden mantener como sociedades civiles y como Estados, ni, desde luego, los países como países. Ahora el objeto de la reflexión, la tarea de la libertad, la misión de la sociedad civil y del Estado es la reconciliación con la realidad. No pasa nada porque los países desaparezcan o porque las fronteras entre ellos sean cada vez más irrelevantes, pero la sociedad y los Estados no pueden dejar de cooperar en la gestión y el perfeccionamiento de una administración que regula la vida de los ciudadanos. Las ideologías pueden seguir y seguirán proclamando sus máximas. Los liberales pueden proclamar que la representación política es para los que pagan impuestos, que el Estado les roba a los ciudadanos el fruto de su trabajo, como si no se beneficiaran de lo mucho que el Estado les favorece indirectamente con las infraestructuras y la administración y directamente a sus empresas. Los socialistas pueden proclamar que el Estado tiene el monopolio de las buenas intenciones y que nada de lo que hace la sociedad civil puede ser beneficiosa para los ciudadanos, como si no hubiera bastantes ejemplos de malversación de fon-
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dos y del encauzamiento hacia fines particulares de los gobernantes del dinero público que estaba destinado a los gobernados. Pero ahora no se trata de eso, la sociedad civil no se gestiona ni se administra con unos principios tan simples. Quienes se encargan de la administración pública y de las instituciones conocen bien la efectividad de la creciente fusión entre sociedad civil y Estado, y que las constituciones más modernas tienen en cuenta esa colaboración. Doscientos años después de las constituciones liberales y de las constituciones socialistas no hay constituciones que no proclamen los derechos políticos, y no hay constituciones que no proclamen los derechos sociales. Por otra parte, 200 años después de la constitución de Cádiz no hay en los países ricos quien no sea consciente de la gestión de sus economías requiere austeridad, aunque no haya conciencia de que la requieren porque se ha terminado el desfase de 200 años entre países ricos y pobres, provocado por el desfase entre productividad y demografía ya mencionado. Donde sí hay desacuerdo en los países ricos, provocado más que nada por las ideologías, es en los ámbitos en que hay que aplicar las medidas de austeridad, y las medidas de cooperación entre sociedad civil y Estado. Todos piensan que hay que aplicarlas en los ámbitos de los demás. Pero en esa tesitura, ¿qué diferencias hay entre ideologías políticas y programas de intereses particulares? Puede que no la haya. Y en ese caso, quizá lo único exigible a los programas de intereses particulares sea legitimidad democrática. El fin de las ideologías no es la muerte de la ética, ni la de la política en manos de la tecnocracia. La muerte de la política y de la ética, es la proclamación de proyectos, de soluciones y de ideales pertenecientes a siglos pasados, como adecuados para problemas actuales muy diferentes. Por eso su renovación es la reflexión sobre los dinamismos vivos en las sociedades del siglo XXI. Las políticas que pusieron en marcha Thatcher, Pinochet y Deng Xiao Ping, o que igualmente pusieron en marcha, Cardosso y Lula en Brasil, Ollanta Humala y los anteriores en Perú, o los actuales gobiernos de México, Argentina y Colombia, ¿atienden más a las ideologías en que ellos se formaron, o a los problemas reales que en esos momentos tenían sus sociedades? Cuando los gobiernos han atendido a las necesidades reales de los ciudadanos, más y más eficazmente que a sus ideologías, entonces la política y la ética están vivas y se renuevan. Cuando se estacan en formas anticuadas, mueren. Doscientos años después de la constitución de Cádiz, la política y la ética viven en la medida en
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que el liberalismo y el socialismo han cedido su puesto a unos análisis de la realidad y una propuestas que suscitan mejora de la vida ciudadana, estén o no camuflados bajo el nombre de las antiguas ideologías. Es posible que la función de las ideologías sea solo mantener la identidad nominal de los partidos políticos y de sus militantes hasta que encuentren otras. Es posible que esa identidad nominal sea responsable de la cada vez más aguda y generalizada crisis de la izquierda. Es posible que hasta que se encuentre otra alternativa identitaria haya que seguir así. Es posible que así, siga entorpeciendo la comprensión de las dinámicas sociales y las propuestas de soluciones. Es posible que no haya más remedio que aguantarse y esperar la incorporación al análisis social de las nuevas generaciones con nuevas actitudes mentales. Pero si es así, es preferible saberlo y tenerlo en cuenta.
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EL RÍO DE LA PLATA Y LAS CORTES DE CÁDIZ: ¿UN JUEGO DE MÁSCARAS? Jaime Peire1 UNIVERSIDAD NACIONAL DE TRES DE FEBRERO, BUENOS AIRES - CONICET Resumen: La constitución de Cádiz de 1812 puso a los que ahora son los distintos países de Hispanoamérica ante una disyuntiva muy grave. O se proclamaban independientes –sin saber cuál era el nuevo sujeto soberano que lo hacía, inventándolo de algún modo– y dictaban constitución propia, o aceptaban ser españoles según una nación de tipo moderno, unificada y con libertades nunca vistas antes en los reinos hispánicos. Esto generó un corredor de legitimidad incierta donde circulaban sentimientos contrapuestos en los dos bandos que reivindicaban esa legitimidad en el medio de una confusa guerra revolucionaria. Reuniendo un amplio abanico de fuentes hemos indagado en ellas buscando y exponiendo esta confusión en donde muchas veces los verdaderos sentimientos identitarios o estaban ocultos u obstruidos por las fuerzas en pugna. Palabras claves: Sentimientos de pertenencia-Cortes de Cádiz, Rio de la Plata-Perú y Alto Perú (1810-1815), Guerra revolucionaria de la independencia.
INTRODUCCION
La constitución de Cádiz de 1812 puso a los que ahora son los distintos países de Hispanoamérica ante una disyuntiva muy grave. O se proclamaban independientes –sin saber cuál era el nuevo sujeto soberano que lo hacía, inventándolo de algún modo– y dictaban constitución propia, o aceptaban ser españoles según una nación de tipo moderno, unificada y con libertades nunca vistas antes en los reinos hispánicos (Annino y Guerra, 2003). En cualquiera de los casos, la legitimidad que se podía reivindicar para reclamar una soberanía era casi nula. El Rey era tan importante, que fue irreemplazable cuando no estuvo de hecho: nadie tenía su autoridad, nadie podía invocar de manera vicaria su soberanía con claridad, y reclamar para sí una legitimidad incontestable, dadas las circunstancias2.
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jaimepeire@yahoo.ar
Quizás una de las herederas y expositoras más contundentes de esta posición sea Marcela Ternavasio, para quien la revolución “fue una ruptura diferente, más audaz y profunda, consumada en el gesto de rechazo que la élite criolla sostuvo primero, frente a la opción particular de las Cortes convocadas por el Consejo de Regencia para constituir una nueva nación española, y luego frente a la Constitución sancionada por dichas Cor-
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Esta ponencia estudiará parte de las consecuencias identitarias de las Cortes de Cádiz, atendiendo al contexto internacional y a la evolución dinámica que se produjo como consecuencia de la vacatio regis y tuvo un punto de inflexión en la Constitución de la Monarquía española de Cádiz, haciendo énfasis en el Río de la Plata, pero aludiendo a otras partes del antiguo imperio español como el Virreinato del Perú, el Alto Perú –que había pertenecido al Virreinato del Río de la Plata– México y otras partes de la América hispánica. Hemos reunido y procesado un amplio espectro de fuentes que van desde los sermones, proclamas, memoriales, correspondencia particular y secreta, como composiciones líricas y dramáticas, aptas para responder a este tipo de preguntas identitarias siempre de respuesta y límites difusos además de elusivos. La argumentación de esta ponencia gira en torno a profundizar el problema de estos sentimientos e identidades reales, de las identidades institucionales supuestas y de las máscaras que fueron usadas para cubrir unas y otras según los intereses y de las urgencias propias de cada región frente a la realidad –contradictoria– de la guerra “revolucionaria”.
1.- PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
La difícil combinación de las distintas identificaciones con lo que era la Monarquía hispánica –es decir los sentimientos identitarios reales en despliegue, en conjunción con los desafíos institucionales que imponían construir legitimidad donde era imposible– iban a jugar una mala pasada a todos los bandos en pugna (Pagden, 1987: 267-277). Muy someramente, dado el espacio con que contamos en este trabajo, podríamos decir que las personas se identificaban con dos modelos identitarios. El primero era la vieja monarquía hispánica míticamente heredera de los visigodos. Una Monarquía plural, en la que cada reino tenía sus privilegios y a veces sus cortes y fueros que debían ser respetados por el Rey (Cfr. Guerra, 1992). Dentro de ésta concepción, los reinos tenían cierta autonomía y el Rey era un especie de árbitro de los principales actores sociales. Conducía la nave de su patrimonio –lo que después sería el Estado– pero los cargos dentro de ésa administración inclusive los cargos que hoy denominaríamos “políticos” eran hasta cierto punto y hasta cierto escalafón por compra en el tes en 1812.”, está claro que la opción separatismo se impuso y ganó consensos a partir de ellas, y que para los actores ya no había posibilidades de ir hacia atrás, esto es claramente revolucionario, en esta óptica, aunque esa revolución tenga una semántica fundamentalmente política. Marcela Ternavasio, “Ser insurgentes frente a la ‘nación de dos hemisferios’. La disputa argumentativa en el Río de la Plata en los años posrevolucionarios”, José Nun (2006: 78) (Comp.). En cambio Geneviève Verdo sugiere que a causa del Congreso de Viena los “patriotas” bonaerenses podrían haber pensado intentar una autonomía volviendo atrás. Cfr. (Verdo, 2006), (Verdo, 2008: 75-102).
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caso americano. Las tierras también, salvando, al menos en teoría, las tierras de las comunidades indígenas. La encomienda era –también muy en teoría– sólo un derecho a la percepción del tributo de los indígenas: no el acceso a la tierra. Que esto no se cumpliera, era por el poder de los encomenderos, no por el poder del Rey: más bien por su tolerancia a veces obligada o conveniente a sus intereses. Pero de hecho había una autonomía en el funcionamiento político y aún institucional de los reinos y provincias americanas, a veces basadas en el viejo Proyecto autónomo de los encomenderos y apoyada por las órdenes religiosas donde descansaba un imaginario patriótico criollo y barroco en partes de más tradición como México (Annino, 2010: 39-73). En los últimos años de la época colonial la encomienda estaba desapareciendo; también la “República de los indios” que –otra vez muy en teoría– no debía mezclarse con la república de los “blancos”–se gobernaba en el nivel local por caciques indígenas, aunque sometidos a corregidores, a nivel provincial. Incluso puede decirse que había cierta autodeterminación cuanto más se reduce la escala de la mirada. En los cabildos las élites locales gobernaban sobre la “república local”, que era el término (república) que muchas veces se usaba en los cabildos para designarse a sí mismos y a la campaña. Las ciudades y sus campañas se gobernaban a sí mismas (Cfr. por ejemplo Romina Zamora (2009); es verdad que muchas veces los cargos los ejercían peninsulares, pero en general a ellos no les convenía oponerse a los criollos: serían barridos rápidamente y sustituidos por otros peninsulares más dóciles: esto es algo que quedó claro a fines del siglo XVI, como fruto de los enfrentamientos de “gachupines” y criollos, sobre todo en México y en el Perú3. La asunción a la Corona de los borbones buscó imprimir un cambio a esta vieja “constitución” no escrita –invocada por ejemplo por Fray Servando Teresa de Mier en el México tardocolonial– pero plantificada en los imaginarios de los Virreinatos principales. Los borbones intentaron sustituirla lentamente por una constitución que no admitía tal pluralidad y que en la práctica trató de implantar 3
La autoconciencia de los colonos emergió siempre, aunque discontinua y se reconocieron culturalmente sino políticamente, con una identidad reconocible. Estos procesos de identidad no son el origen de la independencia necesariamente. La independencia es la historia del deterioro de la relación entre las madres patrias y las colonias. Pero también de la emergencia de la identidad de las colonias y de su autoconciencia de la separación de valores políticos y morales creando comunidades imaginadas. (Anderson) El tránsito que se describe en ese libro es la emergencia de esas comunidades. Que no siempre implica autodeterminación (Canny and Pagden, 1987: 267-277) (Ed). Véase también (Annino, 2010: 39-73).
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un régimen único con la creación en toda América –entre otras cosas– del sistema de intendencias que intentaban centralizar el poder y trataban de controlar la anterior autonomía. Se revirtió la mayoría criolla en las Audiencias durante un tiempo y se quitó importancia a las autoridades locales, donde era imposible atenuar el peso específico de las élites locales. Se trató de frenar el contrabando liberando el comercio a otros puertos americanos y peninsulares como Buenos Aires o La Coruña, a los que no se les permitía el comercio legal; se trataba en definitiva de un cambio de imaginario: de un imaginario plural hacia uno binario, más “moderno” (Rey-Estado frente al individuo) (Quijada, 2005: 61-88). Al mismo tiempo, creció la identificación no ya con la Monarquía española, con la idea de una España, más moderna, unificada y que controlara la generación de las riquezas de cada reino, bombeándolas a la Península en vez de que quedaran en el lugar donde se producían; también se intentó que las –ahora– colonias produjeran materias primas que luego la Península transformaría en productos manufacturados de valor agregado. Hay que aclarar que esto último no pasó del intento. La impotencia marítima de la Monarquía condujo a permisos de comercio con buques neutrales y hasta en algunos casos a exportar productos propios en barcos que las mismas colonias habían fabricado. La Monarquía tuvo que pagar cara esta impotencia, negociando con las élites de las colonias franquicias que en otras circunstancias quizás hubiera negado. Gabriel Paquette ha estudiado el rol de los consulados, junto con las sociedades económicas y patrióticas, en la conversión de antiguos reinos o provincias –que no resultan lo mismo– en los países que comenzaron en las últimas décadas del siglo XVIII a florecer, y con ellos el espíritu patriótico. Su estudio se centra especialmente en dos casos que encuentra paradigmáticos: El de la Habana y el de Buenos Aires. Al ver a la Península en una decadencia prolongada, “las élites que operaban en las instituciones de la sociedad civil sancionadas por el Estado no persiguieron una independencia de España. Inicialmente, buscaban por lo menos licencias de privilegio y el arbitraje de una reforma progresiva dentro de las estructuras del Antiguo Régimen; finalmente, pero sin dudas inmediatamente, la limitada autodeterminación ejercida en los consulados aumentó el valor del sentido de pertenencia hacia una separada, quizás imaginada, comunidad política y ayudó a incubar una vibrante sociedad civil en las políticas primordiales que reemplazaron al difunto imperio español después de 1808” (Paquette, 2007: 263-298). Sin embargo cuando estalló la revolución española contra Francia las estructuras y los sentimientos de instaurar una España moderna y unificada estaban lejos de haber prevalecido. La heterogénea ola de entusiasmo a favor de Fernando VII fue una muestra de que en América los sentimientos de identificación hacia el Rey y la vieja Monarquía hispánica estaban todavía vivos, aunque como
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veremos de una manera ambigua. De manera que cuando se nombró la Junta Central en nombre del Rey en general “los pueblos” americanos le juraron fidelidad sin problemas. Pero no sucedió lo mismo cuando la Junta Central se disolvió y en su lugar tomó el poder un Consejo de Regencia que reivindicó la sumisión pero que a los ojos de la mayoría de los americanos carecía de legitimidad alguna. La Junta Central llamó a las Cortes para constituir una nación y dictar una constitución. Pero el que ejecutó la orden fue un Consejo de Regencia que buena parte de los americanos consideraban ilegítimo por haber sido convocado por un poder que carecía de legitimidad y por tener una representación disminuida: la representación americana era en proporción, mucho más baja que la peninsular. Entonces salvo en México y en Perú, en Cuba y Puerto Rico, el resto de las colonias nombró lo que le parecía su propia junta o Gobierno con su propia legitimidad, y la guerra comenzó como afirma Manuel Chust (Coord) (2007). Después de ella las cosas habían cambiado tanto, que no hubo modo ni de retroceder, en muchos casos ni de avanzar hacia un orden nuevo estable.
2. LOS ARGUMENTOS
Para la Península el caso estaba claro. Se instauraba una España moderna y unida donde no había ya Reinos todos desiguales. Todas sus partes serían iguales, incluida América. Este no era un imaginario nuevo entre los americanos; de hecho algunos sectores como los comerciantes lo habían aceptado de buen grado, interpretándose a sí mismos como una parte fundamental de la Monarquía concebida corporativamente, pero una al fin. La expresión mágica era que todos constituían un “cuerpo de nación”, reservándose los comerciantes una función central en ese cuerpo. Era una aceptación –por así decirlo– ideológica y de interés4. Pero en las élites avanzadas se estaba imponiendo cuando la invasión napoleónica cambió la geografía ideológica de todos5. Nada parecía igual en un Monarquía española que se tambaleaba –en realidad hacía bastantes años arrastrada al carro de las guerras revolucionarias francés- porque en 1810 era dominada en la mayor parte de su territorio por Francia. El Consejo de Regencia se había instalado en una isla y desde allí tra4
Esto se puede ver en el voto del Cabildo abierto del 22 de mayo de 1810 que decidió la suerte de las Provincias (Unidas pero finalmente desunidas) del Río de la Plata. Véase por ejemplo el voto de Ignacio de Rezábal –un gran comerciante– a favor de la permanencia del Virrey en nombre de una “nación” española moderna e inconsútil. S/A, 25 de mayo (1968: 231-257 especialmente 249-250). 5
En el caso del Río de la Plata véase (Goldman, 2007: 227-241).
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taba de imponer su débil legitimidad a los ojos de los americanos. La mayor parte de América entró en rebeldía, de manera que había que someterla por la fuerza, lo cual era un poco contradictorio con el espíritu liberal de las Cortes –y en parte con su letra entre cínica e idílica o ambas al mismo tiempo– pero también distorsionada por el desastre de la guerra contra Napoleón. Esto nos conduce al problema según los americanos: Para los americanos la misma elección de los diputados era una violación de las libertades que se invocaban, pues la desproporción abrumadora entre los diputados imposibilitaría defender sus intereses. Además –para los “Insurgentes”– el Consejo de Regencia carecía de legitimidad para realizar las Cortes que habían sido convocadas el último día de gobierno de la Junta Central, antes de pasar el Gobierno al Consejo de Regencia. Ellos pensaban que debían convocar a sus propios congresos y así lo hicieron en muchos casos, aunque los resultados que obtuvieran iban ligados a su suerte en las armas. Por si fuera poco, se nombraron diputados de la Península para suplir a los de las Provincias que faltaban, que eran americanos pero residentes en la península. No se necesita ser historiador para comprender la situación dilemática de ambas partes6. Los –a partir de aquí– “Españoles” (peninsulares, porque todos lo eran en un principio) no cumplían las promesas que habían hecho. América no era en la práctica “igual” a la Península. No tenía derecho a elegir sus autoridades como lo había hecho España, ni llamar a “sus” cortes. El Consejo de Regencia había declarado que “desde el principio de la revolución declaró la patria esos dominios parte integrante de y esencial de la monarquía española. Como a tal le corresponden los mismos derechos y prerrogativas que a la metrópoli. Siguiendo este principio de eterna equidad y justicia… No sois los mismos ya que antes… Vuestros destinos ya no dependen ni de los ministros, ni de los virreyes, ni de los gobernadores: están en vuestras manos”. El Grito del Sud, periódico rioplatense se lamentaba amargamente que “después de haber dicho España que ya no tenemos virreyes! Venimos con virrey, no habiendo rey!! ¿Quién puede sufrirlo!” (El grito del Sud, 11 de julio de 1812). América no sólo seguía gobernada por Virreyes aunque se le había prometido la libertad como un pueblo igual a los demás. La Península entró en guerra contra los americanos por su libertad… después de la constitución de Cádiz para imponer una nación moderna y “libre”. Bien pensado la situación era cómica. Todos despertaron en 1808 odiando al antiguo régimen; todos parecían haber advertido lo que Jacinto Choza ha caracterizado con gran claridad: las actitudes sentimentales del paso de la pietas antigua –que albergaba el amor por los an6
A toda Ultramar se le fijan 26 representantes mientras que de la península se nombran uno de cada 50.000 habitantes. (Cfr. Pp. Dardo Pérez Guilghou, 1981: 63-64).
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tepasados y la patria– a los patriotismos ilustrados como algo semejante a una secularización: “Pude decirse que el antagonismo entre religión y ciencia, entre piedad y autonomía, es el que hay entre recibir algo y obtenerlo uno por sí mismo, entre heredar y conquistar” Choza (2011). Pero los americanos se rebelaron contra lo que fuera que fuera España en esos momentos, (una España moderna según Cádiz, una Monarquía plural según los americanos, un desastre militar que indicaba que España ya era Francia según algunos no exentos de interés). En nombre de los derechos de los reinos antiguos que eran en un imaginario de una monarquía plural, que contradecía la modernidad que reclamaban para sí mismos. C’est à dire: Los americanos, o si se quiere las élites americanas en su mayoría, entraron en guerra exhibiendo una identidad de sí mismos –la de la Monarquía plural, formada por reinos heterogéneos– cuando en realidad ya estaban acostumbrados y lo habían dicho aún por escrito, que se sentían miembros de un cuerpo de nación moderno hasta poco tiempo antes7. España, al mismo tiempo, predicaba el liberalismo y los derechos del hombre, pero hacía la guerra a sus colonias en nombre de una autoridad ejercida de hecho como si fuera una Monarquía de Antiguo Régimen. Hubiera sido cómico si no hubieran muerto muchas personas en las épicas batallas; el resultado no fue otro que, por un lado una gran confusión, y por otro la imposibilidad de construir un orden nuevo legítimo para una mínima masa crítica de personas, por cuanto la definición de “masa crítica de personas” era en los hechos reales, imposible. Y para “el mundo hispánico” en su conjunto el fin de una larga crisis y la disolución de un gran imperio sin que estuviera para nada claro qué o cuáles entidades políticas institucionales eran o devendrían en su reemplazo.
3- LOS LENGUAJES
Ahora bien: ¿cuáles eran los lenguajes que se movilizaban para cargar de significado estos argumentos? No podemos dar aquí una respuesta cabal a esta pregunta, pero sí algo más modesto que nos permita seguir adelante con nuestro relato. Cuando se decía “libertad” “independencia” “soberanía” “nación” o 7
(Cfr. Margarita Eva Rodríguez García, 2005: 51-71 especialmente 56-57) donde estudia el debate del El Mercurio peruano con Francisco de Paula Mata de Linares, hermano de Benito quien después sería un importante regente de la Audiencia de Buenos Aires, con respecto al tema de la nación de tono moderno que él proponía. En Perú no era tan fácil que una noción moderna de nación prosperara en este momento como lo fue en el ascendente virreinato del Río de la Plata, donde puede verse un buen ejemplo de nacionalismo corporativo de los comerciantes en Archivo General de la Nación Argentina, IX-4-7-5.
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“representación”, no se estaba aludiendo a lo que hoy creemos que significan esas palabras. Es un hecho demostrado y consensuado entre los historiadores profesionales, que la semántica era muy distinta, y que no se pretendía una libertad e independencia de España para instalar un autogobierno8. Puede que en algunos casos ésa fuera la intención, pero en general hay un corredor semántico que es cambiante y problemático para nosotros por donde estas palabras circulaban. Pero está claro que –digamos tentativamente– entre 1808 y 1811, estas expresiones aludían a una autonomía dentro de una Monarquía atemperada con Cortes propias. Y digamos que por esa causa luchaban contra el “despotismo” español que los viejos “mandones” herederos de los virreyes como por ejemplo José Fernando de Abascal, trataban de imponer. Hay que advertir que el caso de México es un hecho especial, pues la revolución –de tinte más social– de Hidalgo y Morelos retrasó con respecto al resto de América una decena de años aunque los –así llamados- “Insurgentes” continuaron con el intento9. Cabe aclarar que cuando se hablaba de “revolución”, “constitución” por ejemplo, o de destruir a los tiranos, y en general toda la parafernalia lingüística que conocemos, eran los vocablos que se usaban al mismo tiempo en España blandidos por los mismos españoles aludiendo a Francia. A medida que la proclamación de la Constitución de Cádiz se acercaba, estos términos se deslizaban hacia una semántica parecida a la que hoy le damos; pero también al mismo tiempo Napoleón avanzaba y se temía la pérdida total de la antigua península, de manera que los americanos consideraban que, dada la plural constitución de la Monarquía, que nadie se había preocupado por cambiar en los papeles, esta 8
Cfr. el trabajo clásico de Jorge Comadrán Ruiz (1966), que fue uno de los primeros en llamar la atención sobre este punto. Actualmente ha sido retomado con gran fuerza. Cfr. Jaime E. Rodríguez (1996), José Portillo Valdés (2006). Para el caso puntual del Río de la Plata cfr. Marcela Ternavasio (2007: 9-15) (Noemí Goldman, 2008) (Ed). 9
El despotismo era uno de los ideologemas más importantes utilizados como el motivo para legitimar la separación de España, algo que ha quedado –deliberadamente– marcado en la memoria –como ha dicho Ternavasio. “Básicamente recordamos que la revolución fue un movimiento en el que el sentimiento antiespañol desempeñó un papel preponderante y que ese sentimiento adoptaba la forma de una lucha anticolonial. Pero el lazo colonial, reforzado en el siglo XVIIII por la dinastía borbónica, se había resquebrajado antes de 1810, según vimos, y por iniciativa del propio gobierno peninsular que había reemplazado al Rey. Lo que recordamos menos, pues, es que una vez producido ese quiebre, la alternativa de diferenciación de la metrópoli no pasó sólo por cuestionar aquel lazo de dependencia colonial sino también por rechazar la más moderna propuesta de conformar una nación española, pensada como único sujeto de soberanía. Y si bien es cierto como plantea Chiaramonte, que en ella no aparece la idea de una nación argentina –ni en términos románticos de nacionalidad ni en clave jurídico-política asociada a la de un Estado-nación moderno–, también lo es que en aquella temprana alternativa separatista dejaba en disponibilidad una reserva de experiencia a la que se apelará desde diferentes regiones y pueblos cada vez que sea necesario reforzarla”.
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pluralidad les otorgaba la “libertad” de ejercer sus derechos “originarios”. Ellos no pertenecían a España ni habían jurado fidelidad a España si no al Rey. Así por ejemplo, El grito del Sud (1812) clamaba: “Qué dominio tienen los pueblos de España sobre los de América, que no lo tuviese mejor Fernando sobre unos y sobre otros? Pues si el mismo Fernando no pudo darlos a Napoleón, ni éste recibirlos sin injusticia, quanta será la de España en querer tomarse la América para sí, sin que nadie se la haya dado? Por eso se dice, que ambos Napoleón, y España usurpan, o aspiran a posesión ajena. Por última léase la constitución de España, y en ella hallaréis que dice: la España no es de ninguna familia, sino de los españoles; pues nosotros decimos lo mismo: la América no es de nadie sino de los Americanos”.
Hay una Marcha patriótica de 1811 que apareció primero en el Río de la Plata y después en Lima muy emparentada con este concepto, pero aclarándolo: “La América tiene/ya echada su cuenta/ Sobre si a la España/ Debe estar sujeta.” América no tiene porqué depender de España: depende de la corona de Castilla, es decir del Rey a quien juró fidelidad. Entre España y América hay una relación de hermandad, no de madre a hijo: “Mas sin dependencia” ninguna, enfatizaba la marcha, literariamente olvidable. Pretender que otro la gobierne sería una “usurpación”, como lo hace también Napoleón. Si el Rey no está, América tiene derecho a que guardar para El su parte. Y remata al final: “Pues para esto siempre/ Jurá [sic] la obediencia/ Al rey, no a la España/ Como ella se piensa” (El grito del Sud 21 de julio de 1811. La copia limeña en AGI, Diversos 2.) La misma semántica del lenguaje indicaba que entre 1809 y aproximadamente 1811, los americanos no utilizaban estos términos como una máscara, sino como una invocación “legítima” de sus propias libertades frente la antigua “constitución” española, tomada ahora como definitivamente abolida 10. Ellos usaban el mismo lenguaje que los revolucionarios de España en contra de Napoleón y en contra del absolutismo. La antigua Metrópoli estaba prácticamente en la clandestinidad reducida a un pequeño pedazo de tierra; decir “revolución” o “independencia”, no iba en detrimento de la Corona hispánica, sino a favor de ella. Pero tarde o temprano esta lealtad debió convertirse en una máscara al acercarse la Constitución de Cádiz, que hacía de España más que una Monarquía una nación moderna con una Monarquía parlamentaria atemperada.
10
Los pueblos de América condenados por los déspotas a arrastrar las cadenas de la esclavitud debieron ignorar por decisión los derechos imprescriptibles que tenían a romperlas: la servidumbre y la dependencia colonial han sido respetadas hasta estos últimos tiempos como un dogma de su constitución política. El grito del Sud, 14 de enero de 1812.
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4.- SENTIMIENTOS PATRIÓTICOS CONTRARIOS: LA REALIDAD INTERIOR DE LOS SENTIMIENTOS ENCONTRADOS Y CO-EXISTENTES
Trataremos ahora de acercarnos a los sentimientos patrióticos a través de la avalancha de publicaciones líricas, dramáticas y de panfletos con motivo de las invasiones inglesas al Río de la Plata, no sólo a Buenos Aires. La importancia de las Invasiones inglesas de 1806 y 1807 al Río de la Plata –y no solamente en y para Buenos Aires– es insoslayable. “En esta ocasión Buenos Aires se mostró capaz de ser autónoma, ya que organizó la defensa de la ciudad y las milicias y derrocó al virrey y eligió a otro. En dicha oportunidad pidió ayuda a las provincias, las que respondieron con entusiasmo, hecho que fue creando, o al menos reforzando, el vínculo ya existente entre las ciudades del virreinato. De este modo, los pueblos tomaron conciencia de que era necesaria la solidaridad entre ellos; apareció una suerte de “comunidad de destino”. En este marco, Buenos Aires asumió el papel de hermana mayor, que actúa como baluarte y se sacrifica por la protección de las demás. En este sentido, un hecho significativo es que en diciembre de 1807, su cabildo pidió al Rey el título de “defensor de la América del Sur y protector de los cabildos del virreinato”, lo cual implicaba, de acuerdo con la concepción antigua de la representación, la facultad de tomar decisiones para toda la jurisdicción (Verdo, 2002: 147). La ideología religioso-patriótica se manifestaba por ejemplo, cuando se decía que la invasión inglesa es “la pena que merecía/ por sus pecados el pueblo11. Por eso María del Rosario era la madrina del ejército hispano. Salvación humana y divina venían a ser la misma cosa. Ni siquiera Vicente Fidel López – autor de tinte neoclásico-se liberaba de este marco barroco en que Buenos Aires caía en manos de los ingleses por haber ofendido a Dios. Aunque es evidente que esta idea entra en conflicto con el sistema simbólico predominante en el resto de su composición (Puig, 1910, TII: 64). Hay una convertio ad creaturas, un gran pecado en términos agustinianos, en el origen de los males de la patria. Esta idea de la “culpa” colectiva, es de gran importancia para colegir el grado de maduración del patriotismo barroco en el Río de la Plata –entre otros patrio“Uno podría preguntarse: ¿exactamente qué es el pueblo aquí? Y si se refiere a las capas bajas como parece, ¿por qué es el pueblo el culpable? ¿quién es el pueblo? Probablemente un híbrido. No hay un sujeto todavía, aunque sí subjetividad. En todo caso son culpa de un colectivo del que “formamos” parte.” Pantaleón Rivarola: “Romance heroico” en “La Lira argentina”. “Nuestro delitos tenían provocada altamente la indignación de vuestro Soberna Hijo. La espada vengadora de su Justicia se halla desenvainada sobre nuestras cabezas delincuentes. Un enemigo feroz y sanguinario era el instrumento destinado en su cólera para nuestro castigo” pero por la intercesión de María quedó “solo en amago” El Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Arzobispo de Charcas, con asistencia de la Real Audiencia, Cabildo Eclesiástico y secular, Clero Religiones y Pueblo, Buenos Aires, Imprenta de los Niños expósitos, 1807, Biblioteca Nacional de España (BNE), 1505/15: 22-23. 11
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tismos– y su relación con un posible patriotismo criollo, ambos unidos en otras áreas del imperio español más tradicionales, como por ejemplo en México, donde hubo todo un desarrollo de una tradición criollista y de un patriotismo criollo. Este modelo histórico de origen agustiniano era, para Antonio Annino, lo que fundaba las identidades colectivas: no eran las conquistas como en el patriotismo renacentista sino los procesos de cristianización. Así, los criollos se sentían libres como ciudadanos de una República cristiana y súbditos del Rey al mismo tiempo. Pero ese mismo fundamento teñía a la historiografía criolla y a su patriotismo de una identidad agustiniana que enfatizaba la culpa. (Annino, 2008: 14-18). Por supuesto este criollismo desarrollado y plurisecular no estaba del todo ausente del Romance heroico y del espacio público porteño, aunque el patriotismo “argentino”-cuando Argentina era para muchos autores Buenos Aireshabía nacido ilustrado. Ni el mismo Vicente López –autor del neoclásico “El triunfo argentino” se salvaba de colocar la causa de las invasiones inglesas en algún oscuro y fenomenal pecado, porque aunque el triunfo inglés fuera un “desventura”, ésta se había producido porque los porteños sin la asistencia “Del Dios que fascinados ofendieran” López y Planes, “El triunfo argentino” (Puig, 1910, T II: 65). En cambio las abundantes composiciones satíricas “populares” que circulaban por todas partes sólo hablaban del valor, el miedo y la traición. Puede tomarse como ejemplo aquellos versos contra el Virrey, Marqués de Sobremonte: Un quintal de hipocresía Veintidós de fanfarrón, Y cincuenta de ladrón Con quince de fantasía, Dos mil de collonería Mezclarás bien y después En un gran caldero inglés Con gallinas y capones Extractarás los blasones Del más indigno marqués 12
Sin embargo, la lógica del pecado como origen de la pérdida de Buenos Aires, en la retórica poética, imponía asimismo en las plumas más barrocas, una intervención sobrenatural para recuperarla. Santiago de Liniers –el “caudillo” de la victoria contra los ingleses- se transformaba así en un instrumento divino para castigar los pecados – ahora- ingleses, y la victoria debía ser atribuida a Dios, Canal Feijoo, Bernardo (Sel.), (1967: 114), “Ingredientes para sacar la quinta esencia del Marqués de Sobremonte”. Esto, en el medio de una borrachera triunfal de autocelebración de valentía y bravura: “Desde ahora prefiero, / a esos muchachos/ que a la guerra corrieron, / tan denodados/ me encantó oírlos,/ avance, fuego, a ellos, / decían a gritos” (Anónimo, s/a: 369). 12
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como por ejemplo lo decía Gabriel Ocampo –clérigo al igual que Rivarola– en un amplio reconocimiento: “Oh Dios grande, Dios clemente, Arbitro de las victorias!13 Vuestras son todas las glorias Que blasona el Continente: Por tu brazo omnipotente Hemos triunfado, Señor; Vuestro ha sido ese valor Que alentó nuestras empresas; Vuestras son esas proezas, A vos se debe el valor” 14
Como podemos ver, no todos los que escribieron el elogio de los defensores de la patria, la concebían de la misma manera. Pantaleón Rivarola, por ejemplo, concebía una Patria abstracta a la que amaba con “veneración”, que se concebía como una participación de la veneración de la divinidad y que se manifestaba en la iconografía barroca que predomina en las cuatro composiciones que escribió con motivo de las invasiones inglesas. Veneraba la patria que el Dios verdadero (concebido según el catolicismo barroco) le había señalado, como posesión de un Rey elegido por derecho divino. La Patria era también la salvación y fuera de ella –como fuera de la Iglesia– no la había, según la sentencia agustiniana; si no fuera así, la Patria no tendría ningún significado, su patriotismo no sólo difería del de los demás que escribieron sobre las invasiones –aunque algunos son más cercanos y otros más lejanos– sino también al mostrado por otro poeta bonaerense coetáneo, Juan Manuel de Lavardén en la Oda al Paraná. No hay un amor por la patria –por ejemplo territorial– por el que discurría sensual la mirada– como la de Lavardén y José Prego de Oliver sobre el Paraná, desde la banda oriental del Río de la Plata, que se complacía en recorrer junto con el Río “de región en región, de gente en gente, de clima en clima”. Es significativo que los dos lo remarquen, y deberá tenerse en cuenta después de la Revolución de mayo. Así, López y Planes dirá de su patria que es “amada”. Para los sentidos más barrocos esta relación amorosa no tenía significado15. Con respecto a la patria y en general a los sentimientos no puede haber una distancia mayor.
13
(Puig, 1910) Rivarola, TI: 110 para el Romance, 163-164 para La Gloriosa Defensa y 167 para las Octavas. 14
(Puig, Juan de la Cruz, 1910) José Gabriel Ocampo, Poema Panegírico, Ib. TI: 28.
15
(Cfr. Lavardén, Ib. TII: 53; Prego de Oliver, TI: 61; López y Planes, Ib. TII).
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La energía que movía a los reconquistadores –en el discurso católico tradicional de estas poesías apologéticas– era religiosa, y la iconografía que la manifestaba es barroca católica: todo había comenzado cuando Santiago de Liniers – un francés al mando de las tropas de la Reconquista– se llenó de furor al ver pasar los auxilios sagrados a un enfermo de manera subrepticia, y comprendió que la religión está humillada y constreñida, y se juramentó a su liberación. “Siente un fuego que le abraza,/ siente un ardor que le quema,/ un celo que le devora/ una llama que le incendia”16 . Liniers –para Rivarola elegido por Dios– fue el gran héroe de la Reconquista17 –junto con otros, aunque en menor medida– pero había sido un héroe religioso, que había capitaneado un ejército hispano, y por tanto con una misión también religiosa; y esa energía religiosa tiene motivos y modulaciones explícitas: Por Dios, por la el Rey y por la Patria 18. Aún en Vicente Fidel López, Liniers ha sido elegido para sostener “el culto y la religión de nuestros padres” (Puig, Juan de la C.TII: 65). El ejército que había conseguido la victoria, no era un ejército de ciudadanos en armas, sino las tropas del Rey. Ellas son las que habían conseguido la victoria, aunque con la ayuda secundaria de alguno de los habitantes “voluntarios” que, valientes, se habían sumado a la lucha. “Un imprevisto” o “una suerte adversa” había hecho que Buenos Aires cayera en manos del britano, no la cobardía del Marqués de Sobremonte: a veces no se mencionaba el “pecado” para salvar la reputación del Marqués19.
16
Rivarola, Romance Heroico, (Puig, 1910: TI: 86). Aquí tenemos la energía metafóricamente convertida en llama. La iconografía barroca se suaviza La Gloriosa defensa con algunos elementos neoclásicos. 17
Liniers es el gran héroe para todos, en mayor o en menor medida. Pero no con la misma índole de héroe en todos. Por ejemplo José Gabriel Ocampo en su Poema panegírico no adjudica una elección divina de Liniers, Puig, 1910, TI: 14 y ss. Manuel Pardo de Andrade es terminante: “Por su Dios, por su Rey y por su Patria, los tres con mayúscula, aunque es preciso aclarar que este personaje era un oidor de la Audiencia de Barcelona. La reconquista de Buenos Aires, Puig, 1910, TI: 280. Véase para Rivarola pág. 89 “por su Dios y por su Rey.”Cfr. Pág. 108 de Puig (1910). Alvarez Bragaza “el alma a su Dios entrega/ dejando en su patriotismo/ religión y fe sincera/ ejemplo de imitación/ y a su familia nobleza. Pág. 107. Cfr. pág. 120. 14/125 y 149/150: la virtud cristiana de la piedad como parte de la identidad española. Pág. 132, “la religión y el pueblo. Pág. 135: La religión y el reino. Puig (1910, TI: 24 y 28): José Gabriel Ocampo, Poema panegírico, escrito en décimas, “a nuestra patria y al Rey” “patria y santuario”. 18
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Cfr. para ver una óptica distinta del Virrey, Olga Fernández Latour de Botas, Olga (2006). Agradecemos a su autora el habernos acercado el manuscrito.
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Los “habitantes”, asistían pasivamente a la lucha, aterrorizados junto a sus familias como si no fuera su patria la que estaba en entredicho (Puig, 1910, TI: 84). No se les adjudicaba ninguna responsabilidad en los hechos, y en realidad no se les reconocía patriotismo, sin que esta pasividad –o falta de patriotismo– les fuera asignada como un reproche. Las mujeres que habían dejado a sus maridos en el combate, se refugiaban en sus casas temerosas por la suerte de esos valientes. Las familias huían temerosas de las balas, del saqueo y en general de los ingleses (Puig, 1910, TI: 115). Puede sorprender que sea en Rivarola donde aparezcan –aunque relegados a un papel modesto– algunas provincias: Manuela “de patria tucumanesa”20 y dos varones de patria paraguaya; también se destacaba el valor de los indios y pardos. Los negros, que salvo en la conocida composición de Cayetano Rodríguez21, ya clásica, eran mencionados como combatientes valerosos, admirables por su lealtad a la religión, al Rey y a sus dueños, iluminados por la “fe de Jesucristo y su reino” –según cuenta Rivarola– que ellos mismos declaran”22. “No es posible, aquí omitir, / para honor de nuestro suelo/ y de nuestro soberano/ las maravillas que hicieron/ de religión y valor,/ los indios, pardos y negros,/ todos, todos, a porfía,/ pelean con increíble esfuerzo,/ ya en el cañón, ya en guerrillas./ y siempre con lucimiento” (Puig, 1910, TII: 138).
Sin embargo esto no es extraño, si consideramos que para Rivarola estaba claro que la Patria invadida era su patria: Buenos Aires, “de todo el reino puerta” y que tanto cordobeses como paraguayos eran de otras patrias, y los indios y morenos, a quienes separa con una coma de los pardos-de alguna manera quizás también lo son: podríamos aventurar que hasta de otra nación, en el sentido antiguo étnico de la palabra, como solía decirse. A los negros-esclavos le dedicó 20
También la nombra Pardo de Andrade, en un marco subalterno: combate junto a su marido y le entrega la espada al final a Liniers. Manuel Pardo de Andrade, La Reconquista de Buenos Aires, en Puig (1910, TI: 286). 21
Poema que un amante de la patria consagra al solemne sorteo celebrado en la Plaza Mayor de Buenos Aires, para la libertad de los esclavos que pelearon en su defensa (Puig, 1910, TII, 25-29; 71-72; 81). En realidad es más un poema al Pueblo de Buenos Aires, que es el protagonista principal, que otra cosa, por su generosidad en el triunfo. Rivarola es quien más destaca el papel de los negros en la lucha. Vicente López apenas alude a ellos en un par de renglones, junto con los indios y los cuarterones. a “los pardos, naturales y morenos”. Alude a los negros vagamente también. También un gallego muere y Rivarola expresa que muere valientemente “para gloria de su patria/y para honor de su reino” Puig, 1910, TI: 130. El caso de indios y pardos pero especialmente de los negros es distinto: su fidelidad y valentía en combate son honor para Buenos Aires, pero sobretodo son una muestra específica de la “superioridad” real del sistema cultural e ideológico español. 22
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cinco páginas de su Gloriosa defensa: mucho más que a otro cualquier actor en la economía del relato de la gloriosa defensa de la capital. Nada comparable hay en López. Además, después de la revolución de mayo los negros desaparecen del mapa literario de la élite por completo. Para siempre jamás23. En cualquier caso, lo que se ve en Rivarola, es el patriotismo monárquico de tipo antiguo, plural aunque emitido desde un lugar donde esa pluralidad estaba un poco sumergida en los factores que la hacen una: religión y tradición de Antiguo Régimen. “De todas partes llegan/ de valor y patriotismo/ honor y religión llenas”24. Y ése pluralismo no estará presente –al menos con esa contundencia– en ninguno de los otros poetas de “la patria”. En definitiva, el patriotismo que demuestran los poemas de Rivarola, y algunas partes –que aunque ahora juzguemos irrelevantes quizás no lo fueron en su momento– de otros autores refleja una patria con una panoplia de sentimientos, la lealtad, la valentía pero sobretodo la fe y el honor que expresan ese patriotismo muy propios de la cultura barroca que se imagina y tiene como referente la Monarquía barroca. En el fondo de su corazón, su verdadera patria era la religión. Francisco Bruno de Rivarola –hermano de Pantaleón– expresaba que el amor a la patria “no es otra cosa, que el celo por la religión católica que profesamos; la sumisión y fidelidad a las legítimas potestades constituidas por Dios en la tierra; el conocimiento de la suprema y Real soberanía; el respeto y conformidad a las leyes; la subsistencia del Estado y sociedad política; y una solicitud a toda prueba por el bien, aumento, y prosperidad de la Nación en todas sus relaciones. Cuando el amor a la patria es excitado por la religión es sobrenatural. La religión es la que regula el sentimiento de patriotismo. En eso habían fallado los griegos y los romanos (Rivarola, 1983: 275). Donde “sociedad política” alude en su imaginario al esquema político que sostenía la jerarquía social compuesta por partes jerárquicas complementarias como ha dicho Charles Taylor (2006: 1535): y lo concreta proponiendo una orden de caballería rioplatense25.
(Puig, 1910: TII,158-162) “La Gloriosa defensa de la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata”, etc. 23
24
Puig, 1910, TI: 97. Aunque Rivarola se esfuerza por asentar que es el ejército el que hace las acciones, también dice que la gente y el pueblo “se junta y se congrega”. Es significativo lo que expresa Israel Arroyo acerca de que los intelectuales de fines del XVIII adjudicaban maltrato a las provincias por parte de las repúblicas, mientras que pensaban que las monarquías las tenían más en cuenta (Israel Arroyo, 2002: 10). Rivarola (1983: 132-143) “La institución de una Real y militar orden de caballería, cuyo único objeto sea la defensa de la religión católica y fidelidad a los Reyes de España en las provincias argentinas”. 25
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5.- PATRIOTISMOS MONÁRQUICOS VARIOS
No estaba lejos –sin embargo– este amor con un predominio de sentimiento religioso del que había predicado Victorián de Villava en 1797, aunque éste era un poco más cívico. Decía este autor comentando a Montesquieu, que si bien éste decía que el honor era el resorte que obra en las monarquías, “es preciso en ellas la graduación de clases y distinciones: la nobleza es también una barrera entre el Rey y el pueblo, que al paso que resiste al poder despótico de los ministros, contiene la insolencia de la plebe. En una constitución de gobierno, en que la virtud política o el amor a la patria obra remisamente, es menester electrizar al hombre con un entusiasmo, y ninguno más propio para el español que el de la caballería” Victorián de Villava en Ricardo Levene (1946: XXXV). Villava pretendía una reforma de la Monarquía, antes de que la revolución arrasara con todo, colonias incluidas. Pero aún en su horizonte sentimental y semántico, los imaginarios patrióticos monárquicos de ambos eran diferentes. Villava imaginaba una Monarquía reformada, con un Rey y un Consejo Supremo de la Nación que contuviera el despotismo de los ministros o el monopolio de la interpretación de lo que el Rey “quería” y estuviera encargado de elaborar las leyes. Este Consejo estaría integrado por sujetos elegidos o sorteados. La Monarquía estaba, además, compuesta más bien por ciudadanos quienes cumplirían un servicio militar obligatorio, pues todos los ciudadanos y no sólo la nobleza debían defender la patria26. Para Rivarola, en cambio sólo había vasallos. Además él pensaba en las Provincias argentinas donde habitan sus “compatriotas”, en unas provincias que eran “la puerta” del Perú: no es un detalle menor. Había ya –sin embargo– una identificación con una patria, diferente tal vez porque el recuerdo de las invasiones inglesas era insoslayable, pero aún así ella estaba contenida en un marco de referencia histórico que limitaba la autonomía de la patria rioplatense de Bruno de Rivarola (1983: 86 y 89). Por fin, mientras Villava imaginaba un amor a la patria cívico, Rivarola confiaba en último término en el resorte religioso para hacer funcionar una Monarquía donde el Rey lo era todo prácticamente. El mismo Lavardén en su Oda finalizaba expresando un patriotismo barroco, que resume muy bien el del Romance y la Gloriosa Defensa: “No quedarás sin premio (premio santo27)/ Llevarás guarnecidos de diamantes, / y de rojos rubíes, Aunque alguna vez utilizaba el término “vasallo”. Cfr. Villava, en Ricardo Levene (1946: XC y ss. Cfr. también pp. CCXIII-CXIV, sobre el servicio militar. 26
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La cursiva es nuestra: la santidad adjudicada a la figura real es bien barroca. También lo hará Vicente López en El triunfo argentino: Buenos Aires es modelo de lealtad y de
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dos retratos/, dos rostros divinales, que conmueven:/ uno de Luisa es, otro de Carlos” (Puig, 1910, TII: 57). Está claro, entonces, que esas patrias no estaban en sentido puro en casi ningún autor antes de la revolución de mayo, ni aún después de ella: pero lo que permite llegar a los sentidos que se jugaron en ésta “revolución” fueron catalizados en las invasiones, cuando el cambio del sistema de valores ya era significativo y los sentimientos patrióticos se dispararon. El nombre del Rey –en sustitución del retrato del Rey– es en ambas composiciones el objeto al que se dirigen los éxitos tan brillantemente conseguidos, marcando un perfil identitario fuertemente referido a la figura real 28. Al final del Romance heroico, se consagraba la victoria al Rey Carlos: “Y vos, oh! Gran Carlos Cuarto,/ dueño y señor de esta tierra,/ recibid los corazones/ que con amor os presentan/ estos humildes vasallos/ que tan distante os veneran./ No queremos otro Rey, / más corona que la vuestra. Viva España en nuestros pechos; nuestra lealtad nunca muera”29. El patriotismo barroco inmediatamente somete el sentimiento patriótico a la jerarquía de la soberanía del Monarca, y por ende a España toda, y esto último no es un detalle: Por la gloria del Rey! La vela demos, / y su rescate Buenos Aires logre/ con el valor de nuestro invicto brazo/ que colmará con tan bizarra hazaña/ De gozo al Rey, y de opinión a España30.
Obsérvese cómo en los dos textos, el de Rivarola y el de Pardo de Andrade se pone en primer lugar al Rey y después a España. Este es un detalle que no debemos dejar escapar, pues esta idílica unión jerarquizada se hará un abismo cuando en 1810 ya muchos no puedan resistir más lo que resultaba hasta contradictorio. Aunque la Constitución de Cádiz era proclamada como de la Monarquía española, las colonias no iban a permitir esa semántica y separarían España de la Corona. Este desplazamiento semántico llevó a la guerra. amor a Carlos y su “culto sacro”. Ib, TII: 99.Cfr. Santiago Sebastián (1996), también (Francisco Checa Cremades, 1995: 53-64). 28
Cfr. Puig, Juan de la C. TII: 164, donde al final de La Gloriosa defensa se consagra la victoria a Carlos IV: “A tus pies rendido arrojo/ mi pluma mi lira y plectro,/ y, a nombre de esta ciudad/ te pido suplico y ruego/ recibáis la dulce ofrenda/ y lealtad de nuestros pechos,/ mientras todos penetrados/ del amor más dulce y tierno,/ pedimos a Dios os guarde/años y siglos enteros. 29
Vicente Fidel López mismo invoca al principio de su composición al Soberano, pero hay un detalle sutil: antes lo hace a Lavardén. Ib. TII: 63-ss, pero –significativamente– no consagra la victoria al Rey como lo hace Rivarola. 30
Manuel Pardo de Andrade, “La reconquista de Buenos Aires”, Puig (1910, TI: 283).
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Pero hay todavía más jerarquía en este imaginario barroco. Cuando se relataba la victoria, mientras que Rivarola aludía que el triunfo “ha llenado al Perú de alegría”, López y Planes expresaba que los triunfadores eran los “defensores” del Perú. Los dos guardan como una jerarquía imaginaria con respecto al virreinato peruano, pero mientras que para uno la victoria significa una “alegría” para el Perú, para el otro significa un hito en su supervivencia (López en Puig, 1910, TII: 100). Frente a este panorama patriótico no hace falta decir mucho sobre la “nueva” patria: esta no desciende de lo alto para ser venerada sino que se construye y se ama, es además material, espiritual sólo en el sentido en que es sagrada porque ella misma brota de la naturaleza, no por virtud de algo sobrenatural. No es “racional”: es una pasión. La Gaceta de Buenos Aires lo resume bien: La Gaceta –para todos los poetas de la élite rioplatense cuyo ideologema central era precisamente la libertad– “la única divinidad [de las repúblicas] el único paladín colocado sobre las aras del templo es la patria. Bajo de cuyo sagrado simulacro entendemos, no lo material del suelo en que hemos nacido, no la casa que habitamos, no el aire que respiramos, no los alimentos que nos sustentan, no la luz que nos alumbra, no el fuego que nos vivifica, no el lecho en que nos reclinamos; y sí la libertad común e individual contra toda opresión y dominación tiránica, la constitución sancionada por el pueblo, la magestad de nuestras leyes, la forma interna y externa del Gobierno, y aquellos sagrados derechos que por antonomasia llamamos los derechos del hombre y del ciudadano”31. No se puede ser más claro en cuanto a dónde se tiene el corazón, y a dónde va el sentido de pertenencia último en el patriotismo de Antiguo Régimen: al Rey: el sitio en donde se está parado es un accidente que está muy distante del centro de la escena real de la existencia sentimental, el sitio donde se vive es eso: una “tierra” tan distante, sin importancia fuera de ser una posesión real. El “nuevo” patriotismo revolucionario –cuyo imaginario es anterior, pero fue escondido– es lo contrario: una pasión que arrebata pero que no es religiosa y su centro es la patria, no una persona. Sin embargo, ambos convivieron y se mezclaron –porque está claro que no están en estado puro en ninguna parte– durante mucho tiempo.
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Gaceta Ministerial de Buenos-Aires, 14 de agosto de 1812. Un panorama similar nos presenta –por ejemplo– una Oda aparecida el 8 de mayo de 1812 en el mismo periódico. Pero el clamor por la libertad y los derechos del hombre es unánime. Cfr. Beatriz Dávilo (2011), en El Censor del 4 de febrero de 1812, en el artículo “Reflexiones sobre el patriotismo” define Patria como el estado o sociedad a que pertenecen [los que nacieron en un mismo lugar] y cuyas leyes les aseguraban [a los antiguos] la libertad y el bienestar.
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6.- LA GUERRA DE LAS MÁSCARAS
Hasta ahora hemos visto el problema de las Cortes de Cádiz y su constitución según los argumentos establecidos tanto por los peninsulares como por los americanos, fueran éstos favorables o no a las Cortes. Después cuáles fueron los argumentos que expusieron ambos bandos y con cuáles lenguajes –en realidad los mismos en muchas cuestiones– apoyaron o intentaron deslegitimar las Cortes y la posterior Constitución. Más tarde pasamos una rápida revista a los sentimientos de pertenencia y a los patriotismos que las fuentes nos muestran entre antes y después de 1808, pero enfocados hacia los problemas identitarios que el movimiento gaditano presentó. En este apartado veremos cómo estos factores fueron puestos en juego en la práctica en el medio de una guerra revolucionaria, y de su represión, especialmente por el Virrey Abascal en el Perú, pero también desde Montevideo cuando ésta no había sido tomada aún por el ejército “porteño” autodenominado “argentino”. Se incluye en el análisis de la guerra desde ambos bandos lo que se llamaba el “Alto Perú”, que es lo que hoy es el Estado-Nación, para denominarlo de algún modo, que hoy se llama Bolivia: de manera que como se ve es un análisis que va más allá del Río de la Plata incluyendo un amplio territorio geográfico y actores en las diferentes escalas y jerarquías de mando. En las historiografías nacionales siempre se ha enfatizado la crueldad de los españoles y la maldad del Virrey Abascal en el combate y castigo de la insurgencia. Sin embargo, la historia profesional no es una historia de “buenos y malos” al modelo del Hollywood barato. Como hemos dicho, los insurgentes del Río de la Plata –y en general de América hispana– se habían rebelado blandiendo en el discurso un imaginario de la antigua Monarquía plural. Pero una guerra es una guerra, y los insurgentes no eran precisamente modelos de corrección y pacifismo. El ejército porteño enviado al Alto Perú como “ayuda” a las provincias estaba encabezado por Juan José Castelli, el comisario político –si se me permite la expresión– de la junta de Buenos Aires. Los soldados eran adoctrinados regularmente sobre los principios políticamente correctos. El ejército tropezó prematuramente con la oposición de Santiago de Liniers en Córdoba. Liniers había sido el héroe de la Reconquista de Buenos Aires cuando las dos invasiones inglesas de 1806 y 1807. El “pueblo” de Buenos Aires lo había elegido Virrey por aclamación, nombramiento que el Rey convalidó aunque interinamente: pero en esta ocasión fue fusilado sin ningún tipo de contemplaciones por el ejército revolucionario: sólo se salvó el Obispo de Córdoba, desterrado luego junto con el Obispo de La Plata (Chuquisaca) y el de Salta.
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Castelli enviaba cartas de propaganda a todas las ciudades del antiguo virreinato. Es significativo que las cartas –que habían sido enviadas para lograr el apoyo de las ciudades importantes– fueran reenviadas al Virrey Abascal con grandes protestas de lealtad al Virrey luego de la derrota del ejército rioplatense en el “desastre” del Desaguadero en 1811, expresando que Castelli era “audaz y sacrílego”. El Manifiesto del “traidor” Juan José Castelli a las provincias interiores del Perú, donde les proponía –en palabras de Abascal– su “sistema subversivo” explicando que no se busca[ba] el mando “exclusivo” sobre las demás Provincias sino que cada una elijera si quiere el sistema de la libertad según su propio consentimiento. Esa decisión sería protegida por el Ejército porteño cuyo proyecto era ser libre y “proteger a todos los pueblos que quieran serlo”. No se podía volver al antiguo patriotismo porque sería volver a la vieja Tiranía. El único tributo que “exige” en recompensa de su auxilio es –nada menos– que “la unidad, la alianza, la fraternidad y la uniformidad de ideas y sentimientos”. El Virrey no tenía la “representación” para negociar la suerte de los pueblos, como la tenía él, “ilimitada”. Por eso –el Virrey– fomentaba un “ejército de opinión”. Castelli esperaba que toda América del Sur fuera una gran familia”32. La cita podría ser lo suficientemente clara como para agregar un comentario si no hubiera un hecho que pueda pasar desapercibido al lector frente a sus ojos: es el lenguaje furiosamente realista del Ayuntamiento de Tarma que demuestra el miedo que esta gente tenía al ejército que resultara ganador lo que -después– fue la derrota de los patriotas. Lo que puede estar mostrando las fuertes presiones que sufría no sólo del ejército rioplatense sino también del realista. Los ciudadanos de Tarma estaban entre dos fuegos como muchos otros cuyos cabildos también remitieron el manifiesto de Castelli con un lenguaje similar. Otro ejemplo de las situaciones curiosas que se dieron es la Constitución de Cundinamarca de abril de 1811, una de las primeras, que estaba en lo que hoy es Colombia. La constitución proclamaba que “Don Fernando VII, por la gracia de Dios, y por la voluntad y consentimiento del Pueblo legítima y constitucionalmente representado, Rey de los Cundinamarqueses (…). Y a su Real nombre D. Jorge Tadeo Lozano, Presidente Constitucional del Estado de Cundinamarca, a todos los moradores y habitantes (”). Pero la contradicción no pudo ser salvada aquí, pues se invocaba “la gracia de Dios” por un lado y “la voluntad y el consentimiento del Pueblo” por otro: ambos términos remiten a lenguajes e imaginarios totalmente distintos y encontrados.
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Juan José Castelli, Cuartel General e Oruro, 3 de abril de 1811. Manifiesto que dirige a los pueblos interiores del Virreinato del Perú el Excmo. Sor D Juan José Castelli, Representante del Superior Gobierno de la Capital del Rio de la sobre las actuales ocurrencias, AGI, Diversos 2.
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Pero la disociación sigue adelante imperturbable en el texto: “Disuelto el lazo que ligaba a estos Pueblos con el Gobierno de España quedaron restituidos al uso de sus naturales e imprescriptibles derechos. Desde que los Franceses ocuparon el trono de la Monarquía y se apoderaron de la persona del Rey. Los de este Reino. (sic) Sacudieron sucesivamente. El yugo de las autoridades coloniales que pretendían retenerlos en la dependencia, y proveyendo a su propia seguridad, han dictado la Constitución o leyes fundamentales de su asociación civil que se contienen en el Código que adjunto paso a manos de V.S. El Estado de Cundinamarca se lisonjea de que las Naciones y los Gobiernos. Dependientes de ellos reconocerán y respetaran la santidad de los principios en que funda su existencia política y de que en consecuencia se prestaran a estrechar y establecer directamente las relaciones de que con tanta dureza como injusticia nos había privado el Gobierno colonial despótico, cuyo sistema hemos abolido para siempre”. La legitimidad de la autoridad del nuevo orden que era erigido descansaba en bases contradictorias: la gracia sobrenatural de Dios, que había sido el principio que garantizaba la divinidad de las monarquías antiguas, pero al mismo tiempo la “voluntad y consentimiento del Pueblo legítima y constitucionalmente representado”, que pretendía legitimar las repúblicas modernas. Por si quedara alguna duda de la contradicción de estos principios recuérdese qué hizo con ellos Fernando VII cuando retornó a su trono: puede que no fueran contradictorios, sin embargo, pero el Rey descartó así toda posibilidad de articulación. La realidad identitaria de ahora sí, España y América era muy distinta de lo que ambas partes decían mientras libraban la guerra. Bien pensado era una situación teóricamente ridícula. La solución –por ambas partes– de “apelar se al Rey cautivo fue la menos traumática, aunque no evitó la quiebra de la monarquía” (Annino, 2010: 60). Ambas partes decían defender la libertad, sin embargo estaban en guerra; pero la guerra estaba lejos de ser incoherente, en la práctica. Porque ni España respetaba los derechos y libertades de sus antiguas colonias, ni sus antiguas colonias respetaban sus derechos entre sí, a pesar de sus proclamas revolucionarias de igualdad y moderna representación: sin rey era muy difícil perimetrar por la fuerza una soberanía que al menos una masa crítica de ciudadanos respetara y le diera su legitimidad de ejercicio. Lo que había en la realidad era una gran confusión mientras se protestaba actuar en nombre de Fernando VII.
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7.- MONTEVIDEO DE JUNTA A BASTIÓN DEL ABSOLUTISMO: ENCUBRIMIENTOS Y REALIDADES
Como vimos, Buenos Aires en nombre de Fernando VII, (o si se quiere con su máscara), envió tres ejércitos para ayudar a “sus” Provincias “interiores”, para “auxiliarlas” de los “malvados” “mandones” que habían sido puestos por el ahora universalmente odiado Godoy, profusamente alabado antes, al igual que Napoleón. Estos mandones eran los virreyes y todo el séquito de burócratas peninsulares, especialmente las audiencias, ahora rebautizados con el nombre de mandones. Un ejército estaba destinado al Paraguay, otro a la Banda Oriental, y otro al Alto Perú. Pero la realidad era un poco distinta; el ejército destinado al Paraguay fracasó militarmente. Los Paraguayos rechazaron la “ayuda” y se proclamaron “independientes”. La toma de Montevideo –ciudad amurallada- tomó casi cuatro años. Pero dentro mismo de Montevideo se alzaban -voces que defendían el Antiguo régimen con nostalgia, ya perdida la euforia que en un momento habían tenido los realistas de cercar a Buenos Aires por el Alto Perú y Montevideo, ahora a punto de caer. Antonio Fernández Villamil, un estólido realista, escribía al Virrey Abascal que “todas las señales son ya de que en España no piensan variar el raro método que se han propuesto. (…) ¡Que paciencia, mi amado Protector necesitan los Jefes en esta época, en que después de tener que sufrir tanto a los pueblos, y que contemporizar con la hez mas inmunda, no hallen en el Gobierno sino insustancialidad y compromisos!” Es insoportable33. Villamil simplemente no podía soportar la situación que España impulsaba. Debería volver el Rey: qué curioso. Los insurgentes (esa hez inmunda) ¡luchaban en nombre del Rey! Lo más raro de todo era que en la Banda Oriental del Río de la Plata se había proclamado en 1808 una de las primeras juntas que eclosionaron después, volviéndose atrás prontamente: y el que había hecho una junta pronto volvió a enfrentarse a Buenos Aires con el título de Virrey34. Pero el problema –decía días más tarde– residía en que si bien el vecindario podía no ser tan heroico como las circunstancias lo estaban exigiendo, porque estaba cansado de padecer y dar “en Europa, donde la codicia no tiene tanto imperio, podrán repetirse estos ejemplares, pero no por estos países en donde semejante pasión [la codicia] es la más poderosa de todas.” Pero no cree que llegue la ayuda de Europa que se desinteresa “tal el interés que toma por las 33
Montevideo. 5/2/1813. Antonio Fernández Villamil al Virrey Abascal, AGI, Diversos 3. Cfr. También BNE, MS 18685. Acerca de la primera euforia de los realistas en Montevideo –por ejemplo sus conspiraciones con Liniers y Abascal- cfr. Charles Calvo (1864: 6-ss). La cuestión es más compleja de lo que aquí es presentada. Cfr. Ana Frega, “La Junta de Montevideo de 1808” en Chust (2007: 242-268). 34
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cosas de la Monarquía y tales…… (Muchos puntos como si no quisiera seguir) (…) Pero entre tanto allá se destrozan los privilegios de la nobleza, se cuestiona sobre la extinción del Tribunal de la Inquisición, se mira con desprecio y se raja de todo lo más sagrado que se conoce, y en una palabra hay libertad para que se deteste de todo lo bueno, sin más razón que porque es antiguo, porque solo lo moderno nos ha de labrar nuestra felicidad.”Así no extraña “que no se ocupen de sujetar las Américas [de]los facciosos”35. Cuando Buenos Aires tomó la ciudad de Montevideo los Orientales “patriotas” tampoco vieron con gusto cuando –en 1814– el ejército “argentino” entró en Montevideo después de varios años de asedio, sin su participación en las decisiones: el caudillo oriental José Gervasio Artigas se había retirado del sitio, por disidencias con los porteños-“argentinos”. Mientras que el ejército victorioso decía que había entrado a la Patria (‘Argentina’) uno de los habitantes que era “patriota” escribía en disidencia a este aserto refiriéndose a la entrada de los “argentinos” en Montevideo: “¿Qué esperanza habrá si vemos / Arder contra Buenos Aires / En la campaña un incendio? Pues ya el implacable Artigas /Y todo el país entero, / Contra los argentinos reclaman/ Sus usurpados derechos / Pues si de una madre, altivos, /La obediencia sacudieron, / no quieren de una madrastra /sufrir pupilaje nuevo36.
8.- EL ALTO PERÚ: EL LIBERALISMO CONTRA SÍ MISMO
Un poco antes, el Alto Perú mostraba también su guerra de Máscaras en la correspondencia reservada –ya triunfalista, ya amarga– que intercambiaban el Virrey José Fernando Abascal y José Manuel Goyeneche un arequipeño que mandaba las tropas realistas. Después de remontar la derrota del Desaguadero, las tropas patriotas vencieron entre 1812 y principios de 1813 a los realistas en Tucumán y Salta. Goyeneche escribía con gran lucidez a Abascal que quería establecer un pacto con Manuel Belgrano –general patriota– cosa que Abascal descartó. Pero los argumentos del arequipeño no pueden ser más elocuentes: “El Perú está sujeto con el sólo respeto de este ejército”, clamaba: el ejército (del Alto Perú) es la barrera de Lima como lo fue el de Sierra Morena para la Andalucía, aseguraba. Pero si Lima no se contagiaba, no haría falta “tan gruesa guarnición” pero –agregaba– que sobraban pruebas de que había llegado el contagio de los Porteños, y por tanto sus tropas no podían ser despreciadas. Y si no lo 35 36
Fernández de Villamil a Abascal, 1 de marzo de 1813, AGI, Diversos 3.
Acuña de Figueroa, Francisco, (1978, t II: 362). El autor se quejaba de que la libertad que traían los argentinos, no era tal en la Banda oriental. Subrayaba la diferencia varias veces a lo largo del diario, entre orientales y argentinos.
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sostuvieran con ayuda de hombres y pertrechos –declaraba– no podría “asumir la responsabilidad”, rematando: “sin los refuerzos pedidos jamás seré responsable de las malas resultas”. Pero la correspondencia muestra un ángulo más sensible del momento, cuando todos vacilaban entre el absolutismo imperial de viejo cuño que imponía la represión y un liberalismo tentativo que no cuadraba con la situación militar del momento: “La España calla ve medita, el Pueblo nos odia, y yo soy el yunque de la fragua. Esto me aburre y aniquila”, escribía un desesperado Goyeneche No se puede expresar con más claridad (y con más sensibilidad) cómo en nombre de la libertad se aplicaba la fuerza al modo de una Monarquía antigua, dicho por el autodenominado “yunque” en, acaso realmente, contra de sus sentimientos. Goyeneche intentaba explicar el porqué todos los pueblos se volvían en contra de los realistas. Son palabras interesantes viniendo de un criollo que es el ariete de la represión del ejército revolucionario. Esta situación de continuas sublevaciones “no ha sido, no es, ni será, por que los pueblos aman a los Porteños, ni porque creen en sus fuerzas, no porque están convencidos de su exhortos. Es por que obran por los ímpetus de su propensión a la libertad, y este interés aunque resulta secreto, pero general a todos los Pueblos, los hace buscar la independencia por sistema, esperanzados de poder sacudir el yugo de todo gobierno ultramarino; de modo que en la actual situación de los negocios, no forman partido con los Porteños, sino consigo mismos”. Las cartas de Goyeneche revelan aún más si se lee entre líneas: una tímida pero indudable simpatía por el “sistema de la libertad” que antes hubiera sido sospechosa. Así, escribe a Abascal que: “Por instinto y por sistema han estado siempre en diametral oposición mis sentimientos naturales con el fanatismo de Bs Aires, y jamás me han acomodado ni sus planes de gobierno. Ni sus medidas mal combinadas sobre la libertad que tanto han decantado para hacer felices a los americanos”. Lo que en buen romance significaba –atento a la situación del contexto en que se encontraba que prefería unas medidas “bien combinadas” que estuvieran en armonía con la libertad “que tanto ha[bían] decantado para hacer felices a los americanos” y con las Cortes de Cádiz37.Es notable la claridad con la que Goyeneche percibía la situación anacrónica y cómo el juego de las máscaras le parecía insostenible. No hay que olvidar que este personaje había sido enviado por la Junta Central -antes de la creación del Consejo de Regencia– para predicar las nuevas felicidades libera37
Goyeneche se veía bombardeado también por los fidelistas que lo veían como un salvador: “Peruanos, –clamaba desesperado un anónimo que le escribía diciéndole que era el salvador– antes hotentotes que porteños! Carta anónima a Goyeneche a su cuartel de Potosí, circa 1811.
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les del nuevo gobierno y así asegurarse la lealtad de los americanos. La función represora que cumplió en el Alto Perú amputaba el porqué que articulaba estos dos enunciados: felicidades del nuevo régimen y lealtad de los americanos38. Por su parte las Colonias –en especial rioplatenses– trataron de construir un Gobierno que estuviera controlado, es decir liberal, pero, esto era casi imposible: hacer una revolución y al mismo tiempo instalar un Gobierno liberal, capaz de recortar sus atribuciones no era empresa fácil, y en la práctica no fue posible, al menos en el Rio de la Plata, por mucho tiempo. Un personaje que se había fugado del territorio bajo los sucesivos gobiernos de Buenos Aires decía que éstos eran como “caribes” [caníbales] porque se comían unos a otros, en su ansia de
La correspondencia entre Abascal y Goyeneche –en general reservada, a veces sin fecha y en ocasiones sin firma está en AGI, Diversos 2. Hemos seleccionado las cartas que se intercambiaron después de las victorias patriotas de Tucumán y Salta que habían dejado bastante asustados a los realistas porque Lima podría haber quedado como desguarnecida, hasta que más tarde el General Belgrano fue derrotado en Vilcapugio y Ayohuma, derrotas que junto con la de Sipe-Sipe años más tarde, significarían la pérdida del Alto Perú para el Gobierno de Buenos Aires. En general estaban calculando las fuerzas de Buenos Aires y las propias en orden a un posible armisticio. Goyeneche decía que Buenos Aires y su campaña podrían sacar de 5 a 6 mil hombres sin abandonar cultivos, y de 10 a 15 mil en últimos apuros. El ejército realista entre desertores e inválidos tenía 1/3 menos de hombres que en el Desaguadero. Solicitaba que lo releven del mando para no ser víctima inútil de una catástrofe. Finalmente Abascal le contestó que nada se debía temer de una gente “tumultuosa” y que “su anhelada y quimérica independencia” nunca podría concretarse. Esto último no es un tema menor: reaparece después. La independencia que anhelan los porteños y exportan a otros pueblos es “quimérica”: ninguna nación que no fuera un imperio como el español podría defenderse de los ataques de las demás grandes naciones como Inglaterra o Francia. El mismo símbolo de vuestra felicidad, un sol con dos manos entrelazadas que los sostienen “en unión y libertad” es incompatible con la felicidad, porque ella es incompatible con la libertad absoluta. Sólo en unión de caprichos puede darse, lo que es “una perfecta oligarquía, origen de opresiones y discordias productoras de cuantos males puede ser suceptible el Arca de Pandora” como lo estamos viendo (…) “a pesar de cuantas objeciones se pudieran hacer, poniéndose de manifiesto la independencia de los Anglo-Americanos, y otros Estados.” porque su libertad es precaria “pendiente del consentimiento y mancomunidad de las demás naciones, que unidas en alianza social pueden, si les agrada, o les conviene reducirlos, y obligarlos a la fuerza a su antiguo Estado de dependencia, y sujeción”, por lo que no pueden llamarse enteramente felices porque “ninguna potencia puede llamarse tal, cuando se halla reducida a corto terreno, desmembrada de otra, aunque sea con consentimiento y autoridad”. Lagomarsino, Carlos, Proclama hecha por un individuo comerciante lleno de patriotismo, y deseos de felicidad de todo pueblo Americano engolfado en revoluciones, 1818, AGI, Diversos 5. 38
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poder, y en su fracaso en controlar ese deseo –agregaríamos– y por lo tanto en su impotencia de construir una república basada en la virtud ciudadana 39.
9.- EL VIRREY ABASCAL Y EL DIFÍCIL EQUILIBRIO ENTRE CÁDIZ Y LA GUERRA REALISTA
Después de la Constitución de Cádiz ambas partes jugaron al juego de las máscaras. España tenía que retener las colonias por la fuerza, pero la Constitución predicaba el liberalismo y el recorte del Poder ejecutivo, tanto como el libre consentimiento de las partes de la Nación emergente: algo que ni los países hispanoamericanos ni España lograron hasta muchos años después, y no de modo completo. Quizás el caso más paradigmático haya sido el del Virrey Abascal. Después de la caída del puerto de Montevideo Abascal era el único bastión de defensa del dominio español en Sudamérica. Tenía una amplia red de espías e interceptaba constantemente los correos de Buenos Aires, y cada tanto apresaba a algún distraído por conspirador. Se podría suponer que la situación en Lima estaba controlada por la situación del Virrey, pero esto distaba mucho de la realidad: Abascal tenía problemas en su propia ciudad, precisamente en nombre de la constitución de Cádiz: había tensiones entre quienes apoyaban descaradamente el antiguo régimen, o soslayadamente su imaginario, como lo hacía Fernández Villamil en Montevideo, y entre quienes apoyaban la Constitución de Cádiz… y sus consecuencias (Cfr. Peralta Ruiz, 2007: 138-161). Pero no ya a una persona, sino al mismo Cabildo de Lima debió censurar Abascal por haber mandado sin permiso una –quizás conciliadora, pero en el espíritu de Cádiz-comunicación al Gobierno de Buenos Aires diciendo que: “los diputados americanos se han incorporado al Congreso Nacional y ahora que reina la libertad “ha principiado a correr la brillante época de su gloria y prosperidad” “Las fértiles campiñas de la América no se encadenaran ya a señalada labor. Sus preciosos frutos sin trabas ni manos intermedias, pueden atravesar los mares, y concurrir en todos los mercados del universo (…) Exterminados pues, los estímulos de la desunión y la discordia, deben estrecharse los lazos de la quietud general. Todo acto hostil, la menor efusión de lágrimas y sangre, sería en estas circunstancias un execrable crimen de lesa humanidad. Guiado por ella el Excmo. Jefe que nos gobierna, ha aplaudido con sinceridad y ternura el nuevo sistema que se prepara” moderando las providencias en el orden militar.
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Vicente de Navas a Abascal, Cádiz, 26 de enero de 1821.
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El Virrey lejos de aprobar esta suerte de patriotismo constitucional gaditano se quejaba de este oficio por no haberle sido consultado aunque la carta del Cabildo se cuidaba de decir que el Virrey era el gran campeón de la defensa del “nuevo” sistema aún mucho antes de proclamada la constitución. La excusa era la de siempre: la guerra no permitía este tipo de “ternura”. Abascal se quejaba de este oficio porque lo dejaba en un lugar delicado “poniéndome en el estrecho político de aprobar lo que mi juicio reprobaba”: “por fortuna en esta Capital no ha tenido otras resultas que criticar altamente la ligereza de los Diputados [del Cabildo de Lima] sobre un asunto intempestivo por lo mucho que tiene que divertir40. Pero si hubiera que nombrar uno de los problemas fundamentales que afrontó Abascal con respecto a la Constitución de Cádiz y los debates alrededor de ella, fue la libertad de prensa y el tema de la Censura, cosa –por otra parte– no ajena a los gobiernos de Buenos Aires. Un ejemplo interesante de este problema lo constituyó un –Diario secreto hecho para circulación restringida de “patriotas”. El autor se comprometía a escribir tres o cuatro copias a mano porque “la Gaceta nos [la] da nuestro visir [Abascal] y lleva el sello del despotismo. Mientras “yo voy a dedicarme a escribir secretamente en mi bufete [lo] que conceptúe útil a mi Patria, a fin de que sacuda su pesado yugo. Pero lo preocupante era la escandalosa libertad de declarar que “Yo quiero que el que Lo copie, lo aumente, quite, corrija y enmiende todo lo (si) cuanto considere necesario, siempre que sus luces le den este derecho. El plan de este diario no es otro que hacer circular con la rapidez que permita la pluma (ya que estamos privados de la prensa por ser todavía esclavos) todas las doctrinas, noticias, discursos” etc. (…) para dar la apetecida libertad a Lima y al Perú “destruyendo el despotismo”41. Esto era una situación inédita para una mente colonial en el que, no sólo el reino de la opinión establecía el caos por encima de la/s verdad/es inamovible/s, sino que el mismo hecha de que cada uno pudiera poner la suya era aún más grave. El Patriota americano aseguraba el deseo de difundir a través del diario el “fomento de las liberales ideas que tanto nos interesan al día!”. Toda esta América meridional, y tal vez también la septentrional respira ya con la dulce libertad: ¿y solo el Perú se ha de mantener ocioso espectador, sin tomar la menor parte. En un asunto que tan de cerca le toca?”, se preguntaba, a pesar de asegurar más adelante que eran “un sinnúmero de patriotas” los que –en secreto– guardaban estas ideas, que –en resumen podríamos llamar “el lenguaje de los derechos” y esperaba la “regeneración” como en otros sitios: “Yo hablo en una 40
El Ayuntamiento de Lima a la Excma. Junta de la Capital de Buenos-Ayres, Lima 28 de abril de 1811, AGI, Diversos 2. Divertir en el sentido antiguo de distraer, desviar, entorpecer. 41
Diario Secreto de Lima, No. 1. AGI, Diversos 2.
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época toda distinta: los brillantes ejemplos de Buenos Ayres, Santa Fe, Chile, Caracas, Quito, Cartagena, han desengañado a nuestros enemigos y hacen temblar a los Tiranos”. “Hagámosle la gracia de concederle a la Regencia, que es representante del Rey, depositario de su autoridad. Ta(m)bien lo era el Virrey de Buenos Ayres. ¿Y por esto tendría legítimo derecho para gobernar Lima? Podría acusar de inobedientes a los Limeños si desconocían sus preceptos? No, porque excedía sus límites. Ya hemos respondido al Consejo de Regencia: sea en hora buena legítimo en ella, pero no aquí. O muéstrennos los gaditanos que los crearon los títulos de Primogenitura por donde les compete el derecho exclusivo de crear el poder Soberano?”. El argumento es parecido al que se exhibía en Buenos Aires al decir que: “Los españoles tienen como patrón a Santiago un judío, y han echado a los judíos de España. Nosotros (los americanos) no hemos tocado ese extremo. “Nosotros pues seremos españoles americanos, pero no son[mos] de españa ni hemos sido jamás. Hemos sido súbditos del Rey de España, pero no de las Españas: así cómo los flamencos eran vasallos de Carlos 1 de España sin que por eso Flandes haya sido jamás Provincia de España: Del mismo modo los Americanos nunca nacido (sic) ni pertenecido a la Nación Española.” Si como dice la Constitución “la Nación española en un y otro hemisferio será una sola eterna mente y en cualesquiera casos de la fortuna”, que pasará si es dominada por los franceses?, se preguntaba.
Por leer “los inmortales papeles de Buenos Ayres han generado ahínco y desasosiego y han generado un ansia de “libertad e independencia” que tenía como “embriagados los corazones”, y por la cual se dirige a los limeños: “habéis nacido en la mejor época de la Patria, y en el punto más a propósito para hacer una revolución la más feliz, prudente. Y reflexionada ¿Os opondréis al voto solemne que uniformemente ha hecho y jurado ya toda la América de ser una Potencia libre independiente. Gobernada por una nueva constitución que tenga la sanción de todos los Americanos y que no esté expuesta al vilipendio y desprecio de ningún extranjero, ni de otro que no sea Patricio? 42 Lo que me parece digno de ser subrayado aquí es el final: es un patriota confesamente “patricio” pero al mismo tiempo reserva el respeto de la Patria sólo para ellos: los demás no importan demasiado. Algo parecido sucedía en Buenos Aires: sólo los patricios eran dueños de la patria. Así, “un ciudadano respetable” expresaba con desparpajo refiriéndose en 1818 a la victoria contra los ingleses en 1806-7-que “la gran felicidad nuestra consistió en que los hombres con razón o sin ella creyeron que peleaban principalmente para sí pero si se considera que entonces era fácil engañarlos, no lo 42
La cursiva es del texto. AGI, Diversos 2.
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será ya en el día, porque los sucesos de la revolución han despertado demasiado a los pueblos. La patria no era cosa de cualquiera: era de los dueños… que eran por supuesto los patricios43. 10.- EL “SATÉLITE PERUANO” DE LÓPEZ ALDANA Y LA LIBERTAD DE IMPRENTA
Quizás el caso más resonante –con el que cerraremos nuestro trabajo– haya sido el intento fallido de un criollo peruano por poner manos a la obra en construir en Perú lo que Las Cortes habían predicado en la Península. El satélite peruano diario redactado por Fernando López Aldana, aunque firmaba o bien “Un patriota americano” o bien “La sociedad filantrópica”, que se suponía estaba detrás del proyecto del periódico. López Aldana comenzando por decir a voz en grito lo que nadie se atrevía a decir de ésa manera en Lima: “La luz del Peruano ha iluminado por lo menos el precipicio donde íbamos a caer. Los que lo combaten son los hijos de Godoy”. Decía ser el “primer periódico en la era de la naciente libertad del Perú”. Por medio de la constitución sancionada por el voto universal y contentamiento de todos los pueblos” afirmaba asimismo que “nuestro plan es el más liberal” (vi), esencialmente [en] de temas de instrucción pública, historia y política. El fundamento de lo que iba a decir estaba en que desde la revolución de España con el cautiverio del deseado Fernando VII “A nadie le sea lícito ignorar (…) que roto el equilibrio de las potencias de la Europa por el tirano (siguiendo la regla universal de física y política, de que las naciones crecen en razón de las masas y de las distancias) es en nuestra cara patria (a) donde se va a fijar el imperio de la razón, de la felicidad y de la filosofía, si todos contribuimos por nuestra partea este fin grandioso” prevenidos contra cualquier ataque extranjero y la anarquía”. Y agregaba en una nota lo que entendía por patria, por si acaso alguien no lo tenía claro: Por patria entendemos toda la vasta extensión de ambas Américas: comencemos a dejar de ser egoístas y a renunciar para siempre esas ridículas rivalidades de provincias con provincias, originadas de la ignorancia y preocupación, fuente fecunda de males infinitos. Todos cuantos habitamos el nuevo mundo somos hermanos, todos de una sola familia, todos tenemos unos mismos intereses: americanos todos con una estimación infinita, racional y benéfica, unámonos con lazos indisolubles, y entonces seremos indisolubles, fuertes, fuertes, felices, industriosos y dignos de componer una Nación. Por lo tanto, concluía triunfal –y casi cruelmente, teniendo en cuenta la situación del Virrey– “Hay que arrojar de ella a cuantos deseen continuar con el antiguo gobierno colonial y 43
Victorián de Villava, Apuntes para una reforma de España, sin trastorno del Gobierno Monárquico ni la religión, 1797, en (Peire, 2013: 56).
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el cetro que ha regido por 300 años, que son peores que los franceses. Hay que aniquilarlos” “La guerra que devora la América–afirmaba impávidamente ante los espantados ojos de los que escuchaban que el Rey estaba desnudo- es por falta de ilustración, de los que se empeñan en cerrar los oídos a las voces que se empeñan en hablar por “nuestros verdaderos intereses”. No se trataba esta vez de un diario redactado para los patriotas de una patria elitista u oligárquica: el redactor parece no haber pasado todavía por la etapa donde las élites perciben que las masas “arruinarán” todo, como era el caso del Río de la Plata citado. “El más ínfimo de nuestros conciudadanos, el pobre artesano, el indio infeliz, el triste negro, el pardo, el ignorante, todos serán el objeto de nuestras tareas”, parte que –significativamente– no fue subrayada como subversiva más tarde. López Aldana firmaba y afirmaba que detrás del periódico estaba la “Sociedad Filantrópica”. Este intento no podía pasar desapercibido nada menos que al Virrey Abascal que venía sosteniendo casi a solas el imperio español en Sud América. Inmediatamente Abascal formó una Junta de Censura que dice que es “subversivo del buen orden y publica tranquilidad, la que principalmente consiste en la perfecta unión y total concordia de los Españoles de ambos hemisferios, estando declarado por repetidos decretos del Supremo Gobierno de la Nación, (no nombra al Rey) que unos y otros no componemos más que una sola familia, y que nos unen y enlazan unos propios intereses”. En cambio el papel dice que la Patria “solo” (según se defendía el autor) eran ambas Américas, hermanos y enlazados en una misma familia e intereses “capaces de componer una Nación”: que en nuestra cara Patria es, en donde, roto el equilibrio de las Potencias de Europa, se va a fijar el imperio de la razón, de la felicidad y de la filosofía” Entonces concluía la Junta de Censura– provocaba a la insurrección y al desprendimiento de los lazos “que dulcemente” nos unen con el Gobierno y nosotros mismos, “calificando de odiosa rivalidad la guerra justa que sostenemos con las Provincias insurgentes” y se atentaba así contra la subordinación, tranquilidad pública y “seguridad del ciudadano, que son las bases fundamentales de toda sociedad”44. Fernando López Aldana –redactor del Satélite– hizo su descargo. Presentó una exposición, porque –decía– la censura es nula y no debía siquiera defender su Obra. Los sediciosos no explican sus palabras. El las había explicado en un suplemento, que los censores no tuvieron en cuenta. El arte de la crítica enseña que esto es sacar de contexto las cosas “se han de examinar los períodos anteriores”. Parece tan inocente que llama al Virrey “Poder Executivo” y lo hace con frecuencia y pertinencia de una semántica moderna. 44
AGI, Diversos 2. El satélite del peruano o redacción política, liberal e instructiva por una sociedad filantrópica. No. 1. 1º de marzo de 1812.
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No ve dónde –se defiende–se ataca a las leyes fundamentales de la Monarquía. Se cita el párrafo donde se dice que la Patria son ambas Américas, pero no se fundamenta porqué es subversivo, alega a su favor. El Reglamento de censuras exige, por el contrario, que se fundamente el dictamen de la censura, por lo tanto ésta es nula. La Junta “interpretó a su antojo”. Los autores de critica establecen que cuando se trata de entender, explicar, o censurar un escrito, cuyo autor vive, no hay lugar a interpretaciones; sino que se han de tomar las palabras en la acepción más sencilla y usual que pueda caber, y del modo que “suenan” y si hay oscuridad deberían suspender el juicio hasta que el autor lo esclarezca. Que los pasajes oscuros se explican por los claros, y que si hay sospecha se debe estar por una interpretación benigna, que son que son reglas “que aunque no se encuentren en el reglamento, se suponen como verdades que se aprenden de la hermenéutica –afirmaba con fina erudición– de la buena lógica, y aun de la simple razón natural” Por si fuera poco declaraba que había una absoluta semejanza entre las expresiones notadas y los “Diarios de las discusiones y actas de las cortes soberanas, cuyo gobierno obedecemos en Lima” y se halla reproducida mil veces en los papeles que corren en la península: entonces los diputados de las cortes deberían ser censurados como él como subversivos, citando como ejemplo que declaraba que hay derecho en usar la libertad de imprenta para impugnar una ley constitucional si se la tiene por contraria a la causa pública. Y expresaba temerariamente entre muchas otras cosas “que nos hallamos restituidos a nuestros derechos de hablar y de escribir como hombres libres” y cita muchas de las que dice en el periódico censurado. (La división de opiniones mina al estado, por ejemplo). He aquí, pues, un hombre que se atrevió a sacarse la máscara y debió afrontar un proceso por ello, naturalmente. Abascal no estaba en condiciones de dejar pasar ése papel, ni ningún otro que se le pareciera de lejos, ni que circulara en manos de un público lector ya sometido a tensiones que podían romperse en cualquier momento. Catecismos patrióticos, pasquines, diarios secretos, panfletos, libelos, incitaciones a los negros formar una patria, curiosa y cuidadosamente hermanados con los criollos: todos señalaban el nudismo de la causa monárquica, pero por lo menos eran clandestinos.
CONCLUSIÓN
No sólo la Constitución de Cádiz, pero los debates y el clima de discusión junto con los lenguajes que circularon allí, influyeron poderosamente en América y especialmente en el Río de la Plata y en los lugares que tuvieron que ver con la insurgencia rioplatense. A partir de ese momento se obturaron algunos
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caminos, especialmente la “independencia” que nosotros entendemos como autonomía, pero se abrieron otros: especialmente el camino (confuso ciertamente) pero camino al fin, que las libertades que Cádiz, las deliberaciones y la Constitución marcaban. Quizás la principal confusión –desde el punto de vista americano, salvada como vimos con muchas máscaras– era el deseo de los diputados gaditanos de crear una Nación moderna, que en definitiva era la solución al gran enigma del trono vacante y el exorcismo principal del futuro por venir, aún con el Rey: la emergencia de un ente político “consensuado” –la Nación– que suplantara o en su caso sostuviera lo que ya era insostenible, y liquidase lo que ya –en la práctica– no “estaba” o se caería sólo, según el sentimiento de los coetáneos: el antiguo régimen, o la antigua dominación, palabra ahora sospechosa, como antes lo había sido la libertad que pasó a ocupar el centro del discurso. Pero España, o mejor, la Monarquía española había dejado un problema sin resolver que proyectado hacia América hizo insostenible su permanencia en este continente, salvo algunas excepciones como México, Cuba o Filipinas. El lenguaje político aceptaba los términos de una nueva nación de dos hemisferios – no de uno sólo– ya unos veinte años antes de la invasión napoleónica, pero esa constitución no estaba formulada –no diré ya por escrito– con suficiente claridad. Cuando José 1 se instaló en el trono español, aunque ilegítimo, el daño ya estaba hecho y el conflicto era inevitable, precisamente por el unánime reconocimiento de su ilegitimidad en todo el antiguo Imperio español. En América era utópico y resultó imposible arbitrar una Junta Central como lo fue en la Península, solución que fue pensada y circuló, entre otras, en 1809. Para este año ya comenzaba a ser claro que América estaría librada a su suerte45. Cuando en 1810 el Consejo de Regencia tomó el poder ante el avance de Napoleón no sólo las fuerzas centrífugas con respecto de la Península reducida ahora a un pequeño territorio, frente a un vasto continente, se hicieron insostenible, salvo en México y Lima. Y el resultado no fue un nuevo orden sino una original confusión. En tal confusión irrumpieron los debates de Cádiz que declaraban que los reinos/pueblos de América era iguales a los de la Península, pero instaurando una desigualdad de representación que fue la primera máscara. Bajo esa primera mentira o máscara, obligada por las circunstancias pero torpemente implementada, el baile de máscaras comenzó… es decir, ambos bandos prosiguieron la guerra comenza45
Experiencia que Buenos Aires había vivido cuando las invasiones inglesas no había recibido ningún refuerzo de España, mientras los ingleses por el contrario lo recibieron por mar de Gran Bretaña.
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da pero esta vez enmascarados. Los insurgentes lo eran en nombre de Fernando VII: pero se peleaban entre sí (por ejemplo en el Río de la Plata) acerca de si ése depósito debería permanecer intocable o había que gestionarlo, cualquiera que fuera las diferentes gestiones, que implicarían diferentes facciones. Los defensores fidelistas combatían en nombre de Fernando VII y de las libertades de Cádiz, que se parecían mucho a las razones que fundamentaban la guerra de los insurgentes. Los insurgentes luchaban constantemente contra los que –en territorio dominado por ellos– sostenían al Rey y al Antiguo Régimen mientras protestaban luchar por la libertad, entre ellas la de opinión. Del mismo modo que el Virrey de Lima luchaba contra los que en su propio territorio proclamaban las libertades que Cádiz había proclamado… También se escribía y se valía de personas que no simpatizaban con las nuevas ideas. Para tomar dos ejemplos paradigmáticos que hemos mencionado: Goyeneche combatía para los fidelistas, pero había sido enviado por la Junta central. El mismo decía que no soportaría mucho tiempo esa máscara de represor de las libertades. Y no la soportó. Pronto fue relevado. Pero nos dejó una reliquia preciosa de un hombre torturado por sus propios fantasmas. Y lo más cómico es que su máscara está… en el archivo del virrey Abascal. Castelli y el Gobierno de Buenos Aires reivindicaban un gobierno por y para la libertad. Pero la buscaron enviando ejércitos que la impusieron sin pudor, diríamos hoy: Pero, ¿cuál era la salida? algunos como Manuel Belgrano la ensayaron pujando por llevar a Buenos Aires a la Princesa Carlota Joaquina, hermana de Fernando VII “el deseado”, esposa del Rey de Portugal fugado al Brasil. Pero cuando Cádiz movió sus fichas la jugada resultó abortada. Castelli murió en el exilio, y la revolución rioplatense parecía en verdad caníbal: muchos gobiernos pasaron hasta que en 1820 las provincias “interiores” derrotaron a una Buenos Aires que no estaba dispuesta a otorgar a las Provincias “interiores” las libertades que Cádiz –y ella misma– habían proclamado y defendido con su vida. No parece –sin embargo– que las dificultades de ambos puedan resolverse en el orden –digamos hiperbólicamente- de la “verdad teórica”. Entre las teóricas verdades y las verdaderas realidades –tan caóticas, tan confusas, tan sucias, a veces– había un sinfín de instancias que haría imposible la resolución pacífica para una masa crítica de personas que legitimara entes políticos reconocibles por el método que fuera, pero menos aún consensuado. Una vez que las máscaras pudieron ser retiradas lo que apareció fue el cuerpo del Rey de nuevo. Pero esta vez el siglo XIX asistió a la lucha por el orden sintáctico de la vieja consigna en ambos lados del atlántico: El Rey ha resucitado: muera el Rey.
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Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura, 2014, Vol. XX, No. 2 (jul-dic), pp. 73-85
SOBERANÍA Y REPRESENTACIÓN POLÍTICA EN CÁDIZ Y APATZINGÁN, 1812-1814 Víctor Borges-Caamal1 UNIVERSIDAD VERACRUZANA, MÉXICO Resumen: Este texto tiene como objetivo mostrar el origen y examinar una de las causas fundamentales de la profunda crisis institucional padecida en México: la raíz contra mayoritaria del sistema representativo, encaminado a excluir la participación popular del ejercicio del poder político. Se utiliza la investigación documental, el análisis conceptual y el examen de hechos pasados, sin anacronismos, para revelar de manera clara esta línea política orientadora de los textos constitucionales que ha trascendido hasta los hoy vigentes, cuya fuente se halla en la Constitución de Cádiz y en la de Apatzingán, uno de los textos fundacionales del Estado mexicano. Palabras claves: Representación, Cádiz, Apatzingán, soberanía.
1.- PERTINENCIA DE COMPRENDER LO QUE HA OCURRIDO
La comprensión del pasado es útil para transformar el mundo presente. En efecto, algunos hechos históricos cobran relevancia y adquieren profundo significado cuando se les observa a la luz de la vida actual, sin necesidad de incurrir en anacronismos, en ocasiones los acontecimientos pretéritos aparecen continuos, como una luz que se proyecta desde el pasado, atraviesa el presente y se proyecta hacia el futuro. Con esta descripción no se pretende en este texto, recurrir a una especie de expediente teleológico o determinista que impediría cualquier tipo de modificación de la realidad o que permitiría predecir o al menos visualizar el futuro; al contrario, a partir de la aceptación de la posibilidad de la libertad -la posibilidad de elegir- y de la acción humana, se intenta actualizar la eventualidad de corregir un proyecto político a partir de la comprensión de la relevancia y trascendencia de un hecho antiguo. ¿En qué sentido es viable afirmar que la aprehensión de lo ya sucedido puede apoyar los procesos de transformación social?
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Sin soslayar el riesgo de mitificar hechos distantes para justificar el presente, no cabe duda que hay historias y la comprensión de las elecciones que cada ser humano realiza a lo largo de su vida, necesariamente implica el análisis de los hechos históricos. Esto es esencialmente verdadero pues ninguna elección humana tiene sentido fuera de una situación; los seres humanos, si bien libres, eligen siempre colocados en medio de un conjunto de circunstancias, que forma parte de su propia condición. En consecuencia, no puede alcanzarse cabal comprensión de tal condición sin interpretar adecuadamente y aprehender, a su vez, el escenario en el que se elige. Aún más, se realizarán mejores elecciones si, entendido un contexto histórico, al enfrentar otro semejante, se posee información suficiente sobre los motivos y razones que impulsaron las decisiones de hombres de generaciones pasadas, que resultaron determinantes para la integración de las sociedades modernas. En este sentido, puede decirse que la historia facilita la toma de decisiones actuales.
2.- LA SITUACIÓN DE MÉXICO
Difícilmente puede negarse que México atraviesa por una delicada y severa crisis institucional. Paradójicamente, la alternancia en el ejercicio del poder ha mostrado que algunas instituciones de fuerte raigambre histórica ya no son útiles para encauzar democrática y pacíficamente la participación de los ciudadanos. Los últimos dos procesos electorales presidenciales así lo denotan. En efecto, tanto el proceso electoral de 2006,2 como el de 20123 participan de la misma característica: un amargo sabor de insatisfacción ciudadana al asistir a las urnas para depositar una boleta electoral, acto que se manifiesta cada vez como una acción inútil para alcanzar los objetivos que el diseño político y las normas jurídi2
Concluido el proceso electoral, en medio de una prolongada movilización social impulsada por el candidato de la izquierda Andrés Manuel López Obrador, el órgano jurisdiccional electoral declaró ganador a Felipe Calderón Hinojosa por un escaso margen, menos de un punto porcentual; esta situación que pudiera ser considerada normal en otros países de tradición democrática, vulneró considerablemente la credibilidad de la institución presidencial y de los órganos electorales, quienes fueron señalados como responsables de permitir una campaña electoral plagada de irregularidades y de propaganda electoral negra. 3
Por segunda ocasión el candidato de la izquierda Andrés Manuel López Obrador es derrotado; aunque la diferencia entre éste y el presidente electo Enrique Peña Nieto fue más amplia que en la elección de 2006, analistas y dirigentes políticos tildaron la campaña de substancialmente inequitativa, pues la incursión abierta de los denominados poderes fácticos había introducido elementos anómalos en la campaña presidencial.
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cas le han reservado, en este caso promover la participación del pueblo en la vida democrática, contribuir a la integración de la representación nacional y hacer posible el acceso de los ciudadanos al ejercicio del poder público. Y si bien, en el marco del estatuto jurídico, las impugnaciones se han desahogado; a pesar de las resoluciones legales, importantes sectores de la población han quedado descontentos. En consecuencia, las instituciones mexicanas se han visto debilitadas porque los ciudadanos les niegan cada vez más el consenso necesario para su sobrevivencia y funcionamiento. En este contexto y con la debida prevención, asumida líneas arriba, se abordarán dos cuestiones para mostrar la viabilidad de una hipótesis relacionada con una de estas instituciones vigentes en el país: el sistema de representación política. La impugnación de este mecanismo de participación política es tan añeja como su creación, pero hoy se ha señalado que las nuevas condiciones sociales, los adelantos tecnológicos y la creciente actividad de los grupos que algunos caracterizan como sociedad civil, ha propiciado una crisis del sistema exponiendo sus limitaciones, porque ya no permite traducir las pretensiones de las mayorías, los intereses nacionales o colectivos ni en las decisiones ni en las políticas públicas, y porque el vínculo entre representantes y representados es cada vez más incierto. Por el contrario, quisiera mostrar que el sistema de representación en México no se encuentra en crisis, antes bien, con eficacia ha dado los resultados que de él se esperaban y ha colmado las intenciones de quienes, en el origen de esta República, así lo concibieron. En este sentido, la superación del sistema involucra, entre otras cuestiones, la comprensión histórica de los motivos y de la situación en la que aparece. Como se ha señalado, entraña comprender a cabalidad la elección que otros seres humanos hicieron de este sistema.
3.- LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ DE 1812 Y EL DECRETO CONSTITUCIONAL PARA LA LIBERTAD DE LA AMÉRICA MEXICANA
Para afianzar esta idea, que el sistema de representación fue diseñado para producir los resultados que hoy observamos, propongo una lectura de algunos dispositivos legales contenidos en la Constitución de Cádiz de 1812, relacionán-
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dolos de manera precisa con otros introducidos en el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana4. Sobre la importancia de la Constitución de Cádiz en Hispanoamérica y otras regiones del orbe, a cuyo bicentenario ahora asistimos, no insistiré porque se ha escrito ya bastante y hoy, incluso, se escuchan diversas opiniones sobre su trascendencia en otros países de América. Pero sí quisiera abundar un tanto sobre el otro documento, pues no puede soslayarse que existe una histórica y exacerbada discusión respecto de la conveniencia de caracterizar a este escrito, desde el punto de vista jurídico político, como una Constitución. De hecho, se han manifestado argumentos para sostener que sólo por motivos de tipo emotivo o patriótico se le reconoce tal status. Este escrito es un texto de fundación pues constituye el primer esfuerzo colectivo por plasmar, en un documento, la vastedad del pensamiento filosófico, político y jurídico que animó la revolución de independencia de 1810; que muestra en sí la evolución del pensamiento revolucionario, a partir de declaraciones e instrumentos rudimentarios al inicio de la guerra, hasta convertirse en un conjunto ideológico con bastante claridad política y con una orientación republicana que permite concebir y definir un proyecto de país. De estos documentos he tomado, para sustentar mi tesis, dos conceptos fundamentales en los sistemas políticos: las nociones de soberanía, bastante debilitada hoy en un contexto mundial que se supone globalizado y en el que también, se conjetura, las fronteras nacionales desaparecen. El otro es, obviamente, el concepto de representación política que en el momento de la revolución de independencia significó una transformación radical al establecerse como mecanismo de participación en la toma de decisiones respecto de los asuntos públicos. Entonces, a partir de la lectura de estos dos textos voy a sostener que no obstante su contenido modernizante, en lo que toca a los conceptos que he aludido, ambos documentos son producto de una ideología vigente en el momento de su creación, liberal es cierto, y quizá por ello mismo, de profunda orientación contra mayoritaria, que al aparecer como el mecanismo idóneo para facilitar la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos es, en realidad, un dispositivo político y jurídico destinado a limitarla.
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El Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana se sancionó y aprobó el 22 de octubre de 1814. Fue dividido en dos partes: una sobre los elementos constitucionales, y otra que describía la forma de Gobierno; se integró con 242 artículos.
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4.- LA NOCIÓN DE SOBERANÍA
En Cádiz la noción de soberanía remite substancialmente a la posibilidad de establecer leyes fundamentales 5 en tanto que en Apatzingán se adopta un concepto más amplio porque, además de la posibilidad de legislar, se amplía el referente definiéndole como la facultad de dictar leyes y de establecer la forma de gobierno que más convenga a los intereses de la sociedad6. La constitución gaditana traslada la idea de residencia de la soberanía, que no estará más inherente en una persona, en este caso un monarca, a un nuevo ente: la nación7; en Apatzingán, los independentistas mexicanos introducen un matiz distinto porque para ellos la soberanía reside no en la nación sino en el pueblo8. Esta distinción prima facie intrascendente, entre los conceptos de nación y pueblo, que en apariencia y en ambos casos refiere a un solo tipo de ente, se explica precisamente por el carácter revolucionario y por las clases y castas sociales que impulsan con su acción la elaboración del texto que suscribió el generalísimo Morelos. Los mexicanos de la época pretendieron no sólo emanciparse políticamente sino también liberarse de las trabas sociales que agobiaban al pueblo llano (De la Torre, 2010: 33): Esa doble finalidad puesta en juego a través de un llamado al pueblo originario aquel que no quiso nombrar el oidor Aguirre en las juntas de 1808, y el cual comprendió que era ésa su oportunidad de salir de su penosa situación, y las consecuencias que acarreó, provocaron, por una parte, el alejamiento de muchos criollos pertenecientes a las clases urbanas acomodadas, de varios miembros de la nobleza mexicana que deseaban un cambio meramente político que les permitiera a ellos ocupar sitios preferentes a los peninsulares, y, por la otra, la participación de las clases desvalidas, de los grandes núcleos de población, de los pequeños propietarios rurales, en la lucha.
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El artículo 3º, señala: La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales (Porrúa, 2009: 36). 6 Así lo señala el artículo 2.- La facultad de dictar leyes y de establecer la forma de gobierno que más convenga a los intereses de la sociedad, constituye la soberanía (Porrúa, 2010: 149). 7
El artículo 3° ya transcrito así lo considera pero, además, los artículos 1 y 2, establecen, respectivamente: “La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios.” y “La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona” (Porrúa, 2009: 36). 8
Artículo 5.- Por consiguiente la soberanía reside originariamente en el pueblo, y su ejercicio en la representación nacional compuesta de diputados elegidos por los ciudadanos bajo la forma que prescriba la constitución (Porrúa, 2010: 149).
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Esta misma distinción puede utilizarse para explicar por qué en España se mantiene la idea de una forma de gobierno monárquico, aunque moderado como en la misma Constitución se señala, en tanto que en la naciente América Mexicana se opta por la República. En el texto constitucional no se utiliza la palabra república pero el diseño institucional que ahí se propone lo da por sentado, pues afirma que ninguno de los tres poderes -a saber, legislativo, ejecutivo y judicialdeberá ejercerse, ni por una sola persona ni por una sola corporación, además de establecer procedimientos y mecanismos precisos para la renovación temporal de los titulares de estos órganos que entonces fueron denominados Supremo Congreso, Supremo Gobierno y Supremo Tribunal de Justicia 9.
5.- LA NOCIÓN DE REPRESENTACIÓN POLÍTICA
En ambos textos está presente una idea que es fundamental para entender la cuestión de la representación, la noción de ciudadano. Los diputados que representan a la nación son nombrados dice la de Cádiz, electos dice la de Apatzingán por los ciudadanos. La base para la conformación de este cuerpo electoral es sin duda alguna la población, que en el caso de las gaditana está integrada por los naturales que sean originarios de los dominios españoles, en tanto que en Apatzingán el concepto se amplía para comprender a los naturales del país y a los extranjeros que se reputen por ciudadanos, además de insistir en que el derecho de sufragio pertenece sin distinción de clases ni países a todos los ciudadanos en quienes concurran los requisitos que prevenga la ley. Esta disposición debe enfatizarse porque la Constitución de Cádiz consideraba entre los requisitos para ser electo diputado, tener una renta anual proporcionada proveniente de bienes propios, lo que desde luego establecía una limitación en las posibilidades de participación de los individuos. El mecanismo utilizado para elegir a los diputados es bien conocido. Se propuso en ambos casos utilizar las juntas parroquiales para elegir electores de parroquia que a su vez elegían electores de partido y estos, finalmente, elegían a los diputados al Congreso o a las Cortes (Cfr. Título III, de las Cortes (Porrúa, 2009: 41-50); puede afirmarse que el mecanismo es el mismo en ambas situaciones, salvo porque en el caso de Apatzingán se ahorraban un paso al no considerar la necesidad de elegir compromisarios, indicados para elegir a los electores parroquiales (Cfr. Capítulos III a VII del Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana (Porrúa, 2010: 154-16).
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Artículo 44.- Permanecerá el cuerpo representativo de la soberanía del pueblo con el nombre de Supremo Congreso Mexicano. Se creará además dos corporaciones, la una con el título de Supremo Gobierno, y la otra con el de Supremo Tribunal de Justicia (Porrúa, 2010: 153).
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El contenido del mandato que recibían estos representantes es prácticamente idéntico en ambos textos. En efecto, en el caso de la constitución de Cádiz se trata de un mandato distante del mandato imperativo (Cfr. Zaidman (2010). Recuérdese que en este tipo de mandato, cuando el elector otorga su voto a favor de otra persona le otorga una atribución de representación, para que actúe en su lugar, pero sólo con el alcance del mandato otorgado. Así las cosas, el mandatario tiene que seguir estrictamente las instrucciones recibidas y por eso es denominado imperativo. Está enlazada en este tipo de mandato, la posibilidad de una sanción para el caso en que el mandatario no se ciña a la instrucción recibida, la revocación del mandato. Al contrario, el tipo de mandato considerado en los textos en comento es semejante a lo que hoy se denomina representación libre o mandato representativo; específicamente, en el texto de Cádiz se otorgaban poderes amplios «a todos juntos, y a cada uno de por sí, para cumplir y desempeñar las augustas funciones de su encargo, y para que con los demás diputados de Cortes, como representantes de la nación española, puedan acordar y resolver cuanto entendiesen conducente al bien general de ella…» (Artículo 100 (Porrúa, 2009: 50). En el texto de Apatzingán la cuestión no es tan clara pero puede suponerse que se trata de la misma concepción de representación porque señala que los electores, en nombre de la provincia, otorgarán al diputado en forma legal la correspondiente comisión (Artículo 101 (Porrúa, 2010, p. 160). Problema mayor aparece al intentar caracterizar al representado y aquí radica el artificio de la representación. ¿A quién se representa? ¿A una persona en lo particular, esto es, a cada elector o a todos, pero tomados en conjunto, no como la suma de muchos sino como la síntesis de todos, que al unirse dan vida a un nuevo ente? Es interesante observar que tanto en Cádiz como en Apatzingán se recurre a una especie de ente de naturaleza colectiva, que no posee referencia precisa: en un caso la nación y en el otro el pueblo. La referencia de estos términos son productos de procesos de abstracción; en este sentido, se crearon entes a los que se atribuyeron la posesión de ciertas cualidades entre ellas, la más importante, recoger la esencia, la substancia o incluso para algunos, la naturaleza de un grupo de individuos concretos e históricamente diferentes. A partir de la conclusión de este proceso no existen individuos, ni unos ni otros, sino una nueva substancia a la que se le predicarán nuevos atributos. Por ejemplo, en el caso de los ámbitos político y jurídico, ser la fuente originaria de la soberanía. Otra consecuencia de este proceso ideológico,
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la que ahora y aquí interesa es el tipo de relación que los representantes políticos guardarán respecto de este ente. Serán sus representantes, hablarán y decidirán en su nombre. No tendrán que tratar más con individuos concretos, sino en el caso en que hicieren una especial deferencia respecto de algunos, porque ni el concepto de nación ni el concepto de pueblo refiere a una suma de individuos. Y no obstante, los individuos concretos quedarán obligados por las decisiones de estos representantes. ¿Por qué y de dónde surge este artificio ideológico? No puede negarse que en la Constitución de Cádiz y en el texto de Apatzingán, se encuentran nociones y términos que remiten al pensamiento de Rousseau, no obstante la interdicción a que fueron sometidas sus ideas en esa época, en España y en América. Desafortunadamente, no se adoptaron con todas sus consecuencias tales nociones, pues para el ciudadano de Ginebra la soberanía, por ejemplo, no es representable. En efecto, para el pensador ginebrino, si existe algo así como la soberanía del pueblo, entonces se estaría haciendo referencia a la suma de las distintas fracciones de soberanía que se encuentra en poder de cada uno de los individuos; en este caso, cada ciudadano, cada miembro del cuerpo electoral tendría en su poder, sería poseedor de una parte del mandato que se otorga al representante mediante la elección; sufragio universal y ejercicio del derecho de voto que corresponde a cada uno como soberano y del que nadie puede privar al ciudadano10. No, las influencias ideológicas para adoptar las nociones de nación y pueblo, provienen de otro tipo de pensamiento. Se perciben, en este sentido, dos vertientes. La primera, en la teoría de la representación nacional históricamente ubicada en la Revolución Francesa. Efectivamente, llevar hasta sus últimas consecuencias las ideas de Rousseau, poco servicio hubiera prestado a la clase en ascenso, a la burguesía liberal que pretendía todo el poder. Con la idea rousseauniana de soberanía por ejemplo, el poder correspondería a la mayoría, a las masas populares; pero para la burguesía hubiera significado la derrota, pues aun desplazando a la aristocra-
“J’aurais ici bien des réflexions à faire sur le simple droit de voter dans tout acte de souveraineté, droit que rien ne peut ôter aux citoyens…” (Rousseau, 1927: 115). 10
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cia del poder, solamente lo dejaría en las manos de otras clases sociales que le resultaban particularmente antagónicas. Por esto, en la Asamblea Nacional, que dio vida a la Constitución Francesa de 1791, se inventó una nueva teoría más acorde con el proyecto político de quienes la encabezaban: la soberanía no pertenece a los ciudadanos sino a un nuevo ente, la nación, que no es la suma de los ciudadanos sino un ser real y distinto de los seres individuales que la constituyen. Con esta modalidad, la burguesía lograba dos objetivos: se liberaba de la aristocracia porque legitimaba su nuevo poder mediante la elección realizada por los ciudadanos y se desembarazaba de las masas populares a través del procedimiento de la representación, que tenía también su origen en el acto electivo; sólo que no quedaban obligados ni sometidos a la voluntad del elector real, pues representaban a un nuevo ente, la Nación11, que no tenía referente, como se ha dicho, en la suma de los ciudadanos considerados individualmente. A partir de entonces se afirmó que un diputado no representa a los electores de su distrito ni mucho menos al territorio donde es electo; el conjunto de los diputados representa a la nación, un nuevo ente colectivo, una nueva especie de persona colectiva que paradójicamente no tiene expresión propia, precisamente porque los diputados son sus representantes, la expresión de la voluntad nacional. En suma, el mandante de estos mandatarios no son los electores que los designan, sino un ente colectivo al que se denomina nación, distinto de los individuos que la forman y a quienes no los liga ningún tipo de mandato. Ahora bien, como este mandante, el ente colectivo no tiene capacidad para expresarse, obviamente tampoco puede emitir ordenamiento alguno a sus representantes; en el caso de los ciudadanos, su participación se remite al acto de designación, a elegirlos como sus representantes, para que hablen y actúen en nombre de la nación. A partir de este momento, en el caso de los diputados se dice que son libres para realizar sus actos y para tomar las decisiones que consideren convenientes, las que, sin embargo, serán tomadas como expresiones de la nación misma. Estas expresiones, recuerdan el texto mismo de la Constitución de Cádiz que hemos citado12.
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Article 7.- Les représentants nommés dans les départements, ne seront pas représentants d'un département particulier, mais de la Nation entière, et il ne pourra leur être donné aucun mandat (Dalloz, 2009: 14). 12
Particularmente el mencionado artículo 100. Vide supra.
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Se consuma con esta teoría, el principal objetivo de la representación nacional, trasladar la expresión soberana de la nación a la asamblea de diputados, llámense Cortes o Congreso. Nótese además otro aspecto de tal concepción. Aunque la independencia del parlamento respecto de la voluntad de los ciudadanos es manifiesta, no se reconoce esta realidad; al contrario se trata de disimular recurriendo al expediente de la totalidad. Se afirma entonces que, habida cuenta del carácter totalizador de la representación, que cada diputado representa a todo el pueblo, el representante no tiene obligación alguna de recibir instrucciones de los grupos o de las personas que lo eligieron13. Así, el sistema de representación fue concebido intencionalmente con el objeto de crear distancia ontológica, política y jurídica entre electores y representantes o gobernantes. En el origen, en el proceso de creación del sistema representativo se muestra una clara concepción contra mayoritaria14. La otra vertiente, es aún más clara y me parece también con sutil influencia en el texto de Apatzingán, que trascendería también en los textos constitucionales del México republicano e independiente. Esta influencia, proviene de la Constitución norteamericana que también muestra esta orientación contra mayoritaria (Cfr. Gargarella, 2002). Efectivamente, debido a intensos conflictos institucionales, ocurridos en lo que hoy son los Estados Unidos de Norteamérica, entre los años de 1780 y 179015, la clase dirigente norteamericana desarrolló una concepción prejuiciada contra la participación de las mayorías en los procesos políticos; esta concep“Pero «todo el pueblo» es mudo” dice Kelsen, con una de las frases más hermosas escritas por el autor vienés, a propósito de la incapacidad y de la imposibilidad de la colectividad de expresarse realmente a través de sus llamados representantes. (Cfr. Kelsen, 2005: 402). 13
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La palabra refiere a los conceptos y argumentos que se utilizan para descalificar a los movimientos populares. Presumen que las “mayorías” no tienen capacidad para discutir racionalmente; al contrario de las “minorías” que sí pueden reunirse y deliberar correctamente. 15
Por ejemplo, en torno a la posibilidad de los estados para emitir papel moneda en detrimento de la jurisdicción que se había propuesto como federal, el estado de Rhode Island se constituyó en caso límite, pues sobre la base de una fuerte movilización popular, la legislatura dispuso leyes que beneficiaban a los deudores en contra de los intereses de una minoría acreedora. Esta relación directa entre la actividad de la representación y la presión popular extra congreso, no fue bien vista ni valorada por los constitucionalistas norteamericanos quienes notaban en estos actos una especie de usurpación de las “masas” del poder de la legislatura.
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ción política se incorporó en el diseño constitucional norteamericano y permea todas las instituciones resultantes de aquél esfuerzo constitucional fundador, muchas de las cuales se encuentran hoy aún vigentes, en el estado norteamericano, pero también en la república mexicana. La visión de un gran número de ciudadanos reunidos, deliberando y acordando sobre los problemas sociales, sobre las cuestiones de interés general era algo que repugnaba a los ideólogos de tal época 16. Aquello que hoy escuchamos de la prevalencia de las élites, está ya presente en las discusiones dadas con anterioridad y durante las deliberaciones de la Carta Magna Norteamericana. Sostuvieron los teóricos norteamericanos que el sistema representativo favorece el autogobierno de los ciudadanos y evita que la política se transforme en un escenario de lucha constante entre grupos de poder17. Madison, definió la facción18 como “un número de ciudadanos, que corresponden a una mayoría, o a una minoría del total, que se unen y actúan, motivados por la pasión o el interés común, contra los derechos de los demás ciudadanos, o a los intereses permanentes y agregados de la comunidad”; con posterioridad, realizó una especie de identificación entre facciones y “mayorías” y descartó abiertamente que existieran razones para preocuparse por un gobierno tiránico de las minorías. Al contrario, resultaba conveniente que éstas gobernaran porque las mayorías no estaban preparadas para tomar decisiones por sí mismas, no tenían capacidad para decidir adecuadamente las cuestiones de interés público.
“From this view of the subject it may be concluded that a pure democracy, by which I mean a society consisting of a small number of citizens, who assemble and administer the government in person, can admit of no cure for the mischiefs of faction. (…) Hence it is that such democracies have ever been spectacles of turbulence and contention; have ever been found incompatible with personal security or the rights of property; and have in general been as short in their lives as they have been violent in their deaths” (Madison, 1787: 22). 16
“Under such a regulation, it may well happen that the public voice, pronounced by the representatives of the people, will be more consonant to the public good than if pronounced by the people themselves, convened for the purpose” (Madison, 1787: 22). 17
“By a faction, I understand a number of citizens, whether amounting to a majority or a minority of the whole, who are united and actuated by some common impulse of passion, or of interest, adversed to the rights of other citizens, or to the permanent and aggregate interests of the community” (Madison, 1787: 22). 18
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Al contrario, la visión elitista de los denominados “padres fundadores” de Norteamérica, consideraba que las minorías, aunque pocos en número, debían gobernar precisamente por su capacidad política, jurídica y económica. En ambas vertientes, la orientación contra la participación mayoritaria en las decisiones de los asuntos que atañen a todos es manifiesta. Como patente es también la presencia de los dos conceptos, nación y pueblo, que facilitan la adopción del sistema representativo en la Constitución de Cádiz y en el Decreto de Apatzingán.
6.- LO QUE TRASCIENDE HASTA NUESTROS DÍAS
En el principio de la sociedad mexicana independiente se encuentra la explicación de la crisis institucional que ahora se observa; la actual ausencia de consensos sociales tiene su profunda raíz en las condiciones en las que los fundadores realizaron sus elecciones y en las que no podían dejar de elegir, como cualquier ser humano en situación. Particularmente porque definieron, no obstante el empuje de los sectores populares de la población, excluirlos del ejercicio directo del poder político con la adopción del mecanismo de representación. No es gratuito entonces que ahora, con la aparición de sujetos sociales e históricos más informados y más inclinados a la utilización de recursos tecnológicos, en un contexto en el que la comunicación entre individuos está a la orden del día y muy a la mano, las instituciones orientadas a restringir, a limitar la participación social, se resquebrajen y muestren claramente sus deficiencias. La dinámica de la ciudad actual marcha en el sentido de exigir mayores y mejores espacios para tomar decisiones y dispositivos como el de los sistemas de gobierno representativos no responden ni son ya útiles para encauzar este ánimo de los actores políticos ciudadanos. Aquí hay que concluir. La comprensión de estos hechos históricos sucedidos en el siglo XIX, de los principios instituidos tanto en la Constitución de Cádiz como en el Decreto Constitucional para la Libertad de la América Mexicana, como los que se han señalado en este texto, de la influencia que estos orígenes han tenido en la vida institucional de los Estados Unidos Mexicanos, acrecienta las variables de la actual situación histórica, en cuanto a las perspectivas que de ella puedan desprenderse y a las alternativas de intervención ciudadana que puedan vislumbrarse. En tal circunstancia, las decisiones necesarias para superar la crisis institucional mexicana, se podrían tomar en mejores condiciones, privilegiando la participación democrática; así es como, al entender el pasado, se amplían las posibilidades para mejores elecciones humanas en el presente.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura, 2014, Vol. XX, No. 2 (jul-dic), pp. 87-101
LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ Y SU INFLUENCIA EN EL PERIODISMO POLÍTICO MEXICANO Verónica Alejandra González Cárdenas1 UNIVERSIDAD DE COLIMA, MÉXICO Resumen: La Constitución de Cádiz es considerada una legislación de avanzada por la proclamación de los derechos individuales, la modernización de la economía y la libertad de imprenta. Al amparo de ésta, José Joaquín Fernández de Lizardi fundó El Pensador Mexicano, que circuló en la ciudad de México entre 1812 y 1814. Este artículo estudia la influencia de la Constitución gaditana en el desarrollo del periodismo político en México, centrándose en el análisis discursivo de algunos textos periodísticos publicados por Fernández de Lizardi; para ello, nos basaremos en el análisis crítico del discurso propuesto por Teun Van Dijk. Palabras claves: Constitución de Cádiz, libertad de imprenta, periodismo político, El Pensador Mexicano, discurso.
LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ Y SU CONTEXTO HISTÓRICO
Las primeras tres décadas del siglo XIX y los acontecimientos políticos de ese período histórico transformaron la geografía política de España y los territorios americanos. Eran tiempos turbulentos, pues en 1808 Napoleón Bonaparte había invadido España, lo que desató el motín de Aranjuez entre el 17 y el 19 de marzo y orilló al rey Carlos IV a abdicar en favor de su hijo Fernando, quien ascendió al trono con el nombre de Fernando VII. En abril, Napoleón presiona a la familia real española para que abdique e impone como soberano a su hermano José Bonaparte (1808-1813), quien expide la Constitución de Bayona. Tras la invasión francesa se inicia en España la Guerra de Independencia. La gravedad de estos hechos, obligó a los habitantes de los reinos ubicados en ambos hemisferios a encontrar soluciones a sus problemas, generándose un laboratorio de ideas como la recuperación de la soberanía popular, la representación popular, la convocatoria a un poder constituyente, el desconocimiento de un soberano impuesto y el reconocimiento de derechos humanos y sus garantías (Bahena, 2008). En consecuencia, se formaron las Juntas de defensa y de gobierno, que asumieron el poder en nombre del rey ausente y los derechos de la nación, y se convoca a las Cortes de Cádiz, lo que implicó “la reunión de los españoles de ambos hemisferios”. Es precisamente en Cádiz donde se formulan las bases de un estado nacional que va a integrar los territorios peninsulares, 1
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más los americanos y los asiáticos, lo cual queda asentado “desde la primera convocatoria juntera del decreto de enero de 1809” (Chust, 2002: 35). En septiembre de 1810 el proyecto revolucionario se ha puesto en marcha, con 104 diputados que inician las acciones de las Cortes hispanas. “Ese día Muñoz Torrero proclamó la Soberanía nacional” (Chust, 2002: 35). Al mes siguiente, en el decreto del 15 de octubre, la Cámara aprobó tres propuestas de los diputados americanos: igualdad de representación, igualdad de derechos y una amnistía para los encausados en delitos políticos relacionados con la insurgencia. Vendría luego un amplio debate acerca de la soberanía en ausencia del rey, pues el mayor problema al que se enfrentaron las Cortes fue precisamente al de la soberanía nacional, frente a la soberanía real, tanto en la Península como en América. Las Cortes se conformaron con los españoles de ambos hemisferios y tuvieron una mayoría liberal que aprobó muchas de las propuestas revolucionarias, debido al apoyo sistemático de los liberales americanos. De acuerdo con Manuel Chust (2002), la tarea fue larga y compleja, pues implicaba transformar el mundo hispánico desde el absolutismo al liberalismo, desde feudalismo metropolitano y colonial, al capitalismo. Además, los debates sostenidos por los diputados se harían públicos y se difundirían en uno y otro lado del Atlántico gracias a la prensa; se realizarían elecciones, en suma, se politizaría la sociedad, favoreciendo la construcción de la opinión pública. El 19 de marzo de 1812, las Cortes promulgaron la Constitución de la Monarquía Española en la ciudad de Cádiz y con ello los territorios americanos y sus ciudadanos conseguirían una igualdad de representación y de derechos con respecto a los españoles. En medio de esta serie de acontecimientos políticos inéditos y a la par del inicio de actividades de las Cortes, en septiembre de 1810, surge en la Nueva España el movimiento insurgente, que culminará el 27 de septiembre de 1821 con la independencia de México. De hecho, la Constitución de gaditana tendrá una importante influencia sobre la Constitución de Apatzingán, promulgada el 22 de octubre de 1814 por el Congreso de Chilpancingo, y sobre las leyes mexicanas liberales que le sucedieron, puesto que los principios que en ella se plasmaron como soberanía, libertad e independencia, representan una de las simientes más importantes de las leyes y constituciones mexicanas de la primera mitad del siglo XIX (Moreno, 1997).
LA LIBERTAD DE IMPRENTA Y EL DESARROLLO DEL PERIODISMO
Hasta 1808, la libertad de prensa, que comenzaba a desarrollarse en la Península, prácticamente no existía en América, debido en parte, a la escasez de
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imprentas. Según Francois-Xavier Guerra (2002), la geografía de la imprenta en el mundo hispánico durante el período de actividades de las Cortes revela una profunda heterogeneidad, pues mientras en Madrid había aproximadamente diez imprentas, al menos una en cada una de las capitales de las provincias españolas y más de veintiséis en Cádiz, en Caracas sólo había una; en Buenos Aires, Bogotá y Lima una o dos en cada una y en Chile no hubo ninguna hasta antes de 1812. Sólo la Nueva España se asemeja a la Península: pues había cinco imprentas ubicadas en la ciudad de México, una en Veracruz, otra en Guadalajara y una más en Puebla. En el año de 1810, las Cortes Generales y Extraordinarias instaladas en la Villa de la Real Isla de León, en Cádiz, continuaban sus trabajos. De hecho, el primer gran debate político de las Cortes es el de la libertad de prensa (Guerra, 2002), pues existían varias posturas entre los liberales y los que más tarde serían llamados serviles, que iban desde el rechazo conservando la licencia previa, a la libertad total de publicación de escritos sobre todo tipo de temas. Finalmente triunfó una postura intermedia, que proclamaba la supresión de la licencia previa para todos los escritos, exceptuando los de tema religioso, que continuaban sometidos a la censura eclesiástica ordinaria. El 10 de noviembre siguiente, las Cortes promulgaron el Decreto IX de la Libertad de Imprenta, en el cual asentaron que “la facultad individual de los ciudadanos de publicar sus pensamientos e ideas políticas no solamente es un freno para la arbitrariedad de los que gobiernan, sino también un medio de ilustrar a la Nación en general, y el único camino para llevar al conocimiento de la verdadera opinión pública”. Entre los veinte artículos del documento, destacamos los primeros cuatro por la importancia que tienen para nuestra investigación y son los siguientes: Artículo I. Todos los cuerpos y personas particulares, de cualquiera condición y estado que sean, tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anteriores a la publicación, baxo las restricciones y responsabilidad en que se expresarán en el presente decreto. II. Por tanto quedan abolidos todos los actuales juzgados de Imprentas, y la censura de las obras políticas precedente a su impresión. III. Los autores e impresores serán responsables respectivamente del abuso de esta libertad. IV. Los libelos infamatorios, los escritos calumniosos, los subversivos de las leyes fundamentales de la monarquía, los licenciosos y contrarios a la decencia pública y buenas costumbres serán castigados con la pena de la ley, y las que aquí se señalarán2.
Decreto IX del 10 de noviembre de 1810, “Libertad política de la imprenta”, Manuel Luxan, Secretario, Al Consejo de Regencia, Reg. fol. 10. 2
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Con la publicación del Decreto, “los miembros delegados de las Cortes dieron el paso definitivo para el nacimiento del periodismo político y para la libertad de expresión en España” (Gabilondo, 2010: 10). Así, en la Península Ibérica comenzaron a proliferar todo tipo de publicaciones: folletos, periódicos, hojas volantes, incluso pasquines y libelos, publicaciones políticas, boletines y gacetas. Entre los periódicos que alcanzaron mayor éxito destaca El Conciso, con un suplemento llamado El Concisín, bajo la dirección de D.G. Origando, y con la asistencia de D. Francisco Sánchez Barbero y el clérigo López Ramajo, con el lema singular de buscar el “exterminio de las preocupaciones, del fanatismo y del error”, con el propósito de “depurar la religión” (Menéndez, 1956: 136). “Aunque la Ley de Libertad de Imprenta entró en vigor en España en noviembre de 1810, el virrey de la Nueva España, Francisco Xavier Venegas, no la promulgó inmediatamente pues temía que las nuevas libertades servirían para fomentar la revolución iniciada el 16 de septiembre de 1810” (Neal, 1985: 2). Casi dos años más tarde, el 18 de marzo de 1812, las Cortes promulgan la Constitución de Cádiz, que contuvo varias disposiciones del mencionado Decreto, como la facultad vigésima cuarta del Artículo 131, que al hablar de las atribuciones de las Cortes, señaló como propia de éstas la de “proteger la libertad política de la imprenta”; y el Artículo 371, que prescribía que “todos los españoles tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas, sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anterior a la publicación, baxo las restricciones y responsabilidades que establezcan las leyes” (Menéndez, 1956: 135), aunque seguía manteniéndose la censura previa en los temas de carácter religioso. En tanto en la Nueva España, el virrey Venegas continuaba resistiéndose a publicar el Decreto, lo que motivaría que el diputado por Coahuila, Miguel Ramos Arizpe, llevara el caso a las Cortes, que ordenan al virrey a cumplir sus resoluciones. Finalmente, el 5 de octubre de 1812, éste publica un bando que establecía la libertad de imprenta. La constitución de las Juntas y la guerra civil americana darán un fuerte impulso a la instalación de la imprenta, al uso del impreso y a la publicación de gacetas (Guerra, 2002). En la América Española cobraron vigor los periódicos de corte político, en que se debatían los temas de la independencia de las colonias, los derechos políticos y la forma de gobierno. De acuerdo con Carlos Alvear (1982), el espíritu guerrero y la afirmación de las doctrinas, fueron comunes al periodismo de las latitudes iberoamericanas. Así, el 20 de diciembre de 1810 se publica el número uno del primer periódico insurgente titulado El Despertador Americano, por encargo del cura Miguel Hidalgo, quien pidió a Francisco Severo Maldonado que se hiciera cargo de la publicación con el propósito de difundir las ideas independentistas (González L., 1994: 87-90); La Gazeta del Gobierno de
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México, que circuló de 1810 a 1821 bajo el esquema de suscripciones (Castro, 1991) y un semanario titulado Efemérides de México (Celis, 2007). De acuerdo con Manuel Ferrer Muñoz (1993), en el período de vigencia de la Constitución gaditana (1812-1814) se fundaron en la Nueva España los periódicos: El Juguetillo, de Carlos María Bustamante; El Pensador Mexicano, de José Joaquín Fernández de Lizardi; y El Amigo de la Patria3. Otras publicaciones que verán la luz entre 1812 y 1820 son, según Íñigo Fernández (2010), El Correo Americano del Sur, editado por Carlos María de Bustamante para dar a conocer proclamas, partes de guerra y otros documentos favorables para la guerra de independencia; El Boletín de la División Auxiliar de la República Mexicana, que editó el guerrillero español Xavier Mina a su llegada a Soto la Marina con la finalidad de darse a conocer y difundir los motivos de su llegada a Nueva España, en 1817; El Despertador de Michoacán; La Abeja Poblana; Preguntillas Sueltas, de Juan Lanas; El Liberal al Público (de Puebla); El Genio de la Libertad; El Hablador; El Observador; El Tejedor Poblano y su Compadre; El Ilustrador Nacional, de José María Cos, entre otros.
FERNÁNDEZ DE LIZARDI Y EL PENSADOR MEXICANO
Unos días después de promulgada la Constitución de Cádiz en la Nueva España el 5 de octubre de 1812, Fernández de Lizardi funda El Pensador Mexicano, que circuló en la ciudad de México hasta 1814. Fue impreso en la imprenta de María Luisa Fernández de Jáuregui y se publicaron tres volúmenes con 45 números, más suplementos. La importancia de este periódico para el estudio del periodismo político en México, radica en que los periódicos novohispanos que le antecedieron no polemizaban en los asuntos políticos, ni denunciaban los abusos de la administración virreinal, la cual temía que con la elección de ayuntamientos, éstos trabajaran en favor de la independencia. Todos estos asuntos ya se consideraban de interés colectivo. Según Fernández de Lizardi, el primer objetivo de las Cortes de Cádiz al decretar la Libertad de Imprenta e integrarla a la Constitución de 1812, es la de “contener con este freno, la arbitrariedad de los que gobiernan”. Además, había un consenso en el sentido de que la libertad de imprenta estaba estrechamente ligada a la educación e ilustración del pueblo, por tanto, “en un sistema representativo, la libertad de prensa permitiría no sólo frenar la arbitrariedad de las 3
Según Manuel Ferrer, este periódico se imprimió durante 1812 y sostenía no solamente la fidelidad a la Corona, sino que emprendió abiertamente una campaña contra la libertad de imprenta. En él colaboraba Don Mariano Beristáin de Souza, canónigo de la catedral de México.
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autoridades, sino también proponer a los gobernantes opiniones sobre los diferentes problemas de la res publica” (Sordo, 2000: 135). De tal manera que lo público dejaría de ser patrimonio de unos cuantos y pasaría al ámbito del interés colectivo y la sociedad podría discutir esos asuntos para terminar con la opacidad de las decisiones de gobierno. En el número 9 de fecha 3 de diciembre de 1812, Lizardi pide al virrey Venegas que revoque un edicto para que unos curas revolucionarios no sean juzgados por un Tribunal militar, solicita también la libertad para los caudillos insurgentes y los autores de periódicos independientes. En respuesta, el virrey, en acuerdo con la Audiencia de México, decide suspender la libertad de imprenta y restablece las antiguas leyes, de manera que en lo subsecuente la Junta de Censura revisaría cualquier escrito que fuera a imprimirse. Como consecuencia, Lizardi es encarcelado el 7 de diciembre de 1812, condición que se prolonga hasta el 7 de julio de 1813. Mientras permanece en prisión, se suspenden sus colaboraciones en el Diario de México, pero aprovecha para escribir con el tono lógicamente atemperado (Estévez, 2009), los números 10, 11, 12 y 13 de El Pensador Mexicano, que prolonga su vida hasta 1814, año en que se restablece la Inquisición. Ahora bien, Mariela Insúa (2011: 159), afirma que “durante el siglo ilustrado el periodista se transforma en el nuevo hombre de letras, en un nuevo tipo de escritor que se aleja del modelo del sabio humanista que genera saberes alejado del mundanal ruido”. Por otro lado, la prensa periódica pasa a constituir un naciente tipo de literatura que quiere ser “útil”, pero también considera a la masa lectora como su nuevo mecenas. Al hablar de la figura del periodista, recurrimos a Agustín Yáñez (1940), quien se refiere a nuestro autor como el publicista de las nuevas ideas en periódicos, alcances, hojas sueltas, folletos, calendarios, fábulas, piezas dramáticas, composiciones en verso y novelas, tarea que practicó con intensidad durante quince años, desde la aparición del semanario El Pensador Mexicano en 1812, hasta los folletos publicados poco antes de su muerte, ocurrida el 21 de junio de 1827. Adentrarse en la obra periodística de Fernández de Lizardi nos lleva por el camino en el que se sentaron las bases del periodismo político en México. Si bien es cierto que antes de El Pensador Mexicano se habían escrito y publicado textos de carácter político, ideológico e informativo 4, es con Fernández de Lizardi con quien se inicia un proyecto periodístico de largo alcance que solamente se interrumpe, durante algunos años, por las prohibiciones y la persecución que 4
Prueba de ello son todos los escritos de carácter ideológico y propagandístico generados antes y durante el movimiento insurgente, período que va de 1808 a 1821. De este tema dan cuenta Manuel Ferrer Muñoz, Íñigo Fernández Fernández y Martha Celis de la Cruz, entre otros autores.
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emprenden en su contra las autoridades virreinales. Además, este autor condensa en su obra y en su práctica cotidiana, en la talacha periodística pues, los pilares del periodismo como son: la libertad de expresión, la información como un bien público que sirve para crear conciencia y opinión, la ética, entre otros. Y para tener una idea más precisa de su labor periodística, Yáñez (1940: prólogo en Fernández) escribe: Su voz clamó urgencias que subsisten sobre el desierto de nuestra vida colectiva; y su mano nerviosa de conquistador agitó cuantos temas agitan ahora nuestras manos: el de la educación –tema central, hondo, reiterado, obsesionante en la obra de Fernández de Lizardi–, el problema del indio, el de las tierras, el de la superstición; los rencores que dividen a nuestros grupos sociales, el pauperismo, la justa distribución de la riqueza y las reivindicaciones en todos los órdenes, las virtudes, los vicios, la desviación de las vocaciones individuales y colectivas, los cacicazgos y la injusticia medular de nuestras instituciones.
Fernández de Lizardi fue un intelectual convencido de la bondad de las cuestiones educativas. Así lo demuestra cuando afirma que “en toda educación bien dirigida se deben economizar los castigos cuanto se pueda, y cuando sean inexcusables deben ser correspondientes a los defectos de los niños” (Mancisidor, 1945: XV). Y va más allá, al señalar que es una cosa muy grande saber hacer uso de la pluma, cuando se quiere hacer según conviene.
EL DISCURSO DE EL PENSADOR MEXICANO
Entre la gran diversidad de textos publicados por Lizardi en el periódico El Pensador Mexicano, del que luego tomaría el seudónimo, hemos seleccionado el que publicó el 1 de enero de 1813, titulado “Carácter y situación de México. Diálogo entre un francés y un italiano sobre la América septentrional”5, porque resulta interesante la crítica sociopolítica que el autor, en voz de sus personajes, hace de la sociedad mexicana de la época. ¿Cómo está construido el discurso?, ¿cuáles son las condiciones de su enunciación?, ¿quiénes son los sujetos de la enunciación?, estas y otras preguntas son las que se plantean en el análisis del discurso que nos hemos propuesto realizar con base en los postulados teóricos de Teun Van Dijk (1988), quien sostiene que todo discurso implica un proceso de enunciación, por esa razón uno de los conceptos básicos en la teoría del discurso es el del “enunciado”. Un enunciado suele llevar implícito el acto en que es creado: su enunciación. Si lo observamos, nos dirá la forma, el lugar y la energía de la acción en que se ha producido; y si lo que más lo determina está en su emisión, o en su recepción. En el discurso suelen estar marcadas las con5
Artículo publicado en El Pensador Mexicano, t II, No. 13, pág. 103, 1/1/1813.
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diciones de enunciación, por eso se habla del discurso más como un lugar de comportamiento de los textos, que de conocimiento de la información que contienen (González Galiana, 2010). Aproximarse al discurso como objeto supone postular un sujeto productor y una relación dialógica locutor-interlocutor; autor-lector; etc. Así pues, la “actorialización” o acción discursiva, se refiere a los sujetos implicados en el discurso, pues a través de éste, el sujeto construye el mundo como objeto y se construye a sí mismo, de modo que es considerado productor y producto del discurso (González, 2012). Greimas (1982) sostiene que sólo podemos conocer al sujeto por su discurso, es decir, por cómo se presenta a sí mismo y como el responsable del conjunto de operaciones puestas en marcha a lo largo del texto. Este principio representante es el sujeto de la enunciación. En tal sentido, la actorialización implica el proceso de intervención del sujeto, es decir, a quién se habla y cómo se habla (Dijk, 1988). El análisis del discurso va del comportamiento de los sujetos con o a través de los textos, a las estrategias o razones que hacen posibles dichos textos, y a la forma determinada en que nos llegan. En este sentido, Manetti (1995) sostiene que el emisor determina la forma de sus propios mensajes, pensando no solamente en los contenidos que va a transmitir, sino también realizando inferencias sobre el comportamiento interpretativo de los destinatarios. En este apartado, estudiamos la forma en que se relacionan las personas a través del texto, más allá de lo que se cuenta en él. Observamos cómo están reflejados los sujetos y qué grados de sujetos hay implicados. Por ello, para comprender el discurso de Fernández de Lizardi, se necesita vislumbrar la posición de las partes del proceso comunicativo en que éste se produjo: lo que pensó el emisor, lo que contiene el texto, cómo debe leerse en su contexto social, lo que uno quiere o espera ver en el texto. En otras palabras, necesitamos aplicar el análisis del discurso. El análisis del discurso, según Van Dijk (1988), trabaja sobre el sentido de los textos, es decir, sobre el resultado de la actividad de los actores en el proceso de interpretación. El sentido es el hilo conductor que nos puede hablar de la medida de nuestro esfuerzo, de nuestra atención, de nuestro interés sobre lo que ocurre y se cuenta en el texto, por ello se afirma que no hay análisis del discurso sin intención y, aunque no se descarta la posibilidad de que en ese proceso haya una cierta “contaminación”, el análisis del discurso huye de distinciones interesadas y prejuicios de valor (González Galiana, 2010). Ahora bien, “Carácter y situación de México. Diálogo entre un francés y un italiano sobre la América septentrional” es, como su nombre lo indica, una conversación entre un italiano que vivió en América cuatro años y está de vuelta en Europa, y un francés que nunca ha cruzado el Atlántico y desea saber cómo son
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las Indias americanas. El relato del italiano cobrará un gran valor para el francés, pues el primero es un testigo presencial digno de confianza, mientras que el segundo sólo conoce el mundo por los libros. La conversación inicia de modo más bien anecdótico, pero a medida que el diálogo se va desarrollando se profundiza sobre algunos temas como son: la manera de hacer fortuna de un europeo en tierras americanas, el carácter de los mexicanos, la imitación de las modas extranjeras, la ignorancia, la gran desigualdad económica, la falta de instrucción y la mala educación, la arquitectura de la ciudad, la desunión, las diferencias entre criollos, gachupines y americanos, así como la Patria. Podemos inferir que en este texto, el acto de enunciación fue producido en un período histórico determinado no sólo por el año de su publicación (1 de enero de 1813), sino también por el contexto político, social y económico en que fue producido; de ahí que Fernández de Lizardi se posicione como un historiador radical6, en palabras de E. P. Thompson (2000), para denunciar las injusticias políticas y sociales de su época, para insistir en la importancia de la educación como motor del desarrollo y en la defensa de las libertades. Así, el Diálogo entre el francés y el italiano sobre México, puede leerse como una crítica moral e ideológica a un sistema político que sostiene a una minoría muy rica, y a una mayoría sumamente pobre, situación muy parecida a la realidad que vive el México independiente del siglo XXI. Escrito con un lenguaje claro y sencillo, con un sentido irónico que en ocasiones se torna divertido, el autor se burla de los nuevos ricos y de los burgueses que quieren aparentar, y para ello se refiere al tema de la preferencia por las modas extranjeras y de las artimañas que utiliza el italiano para engañar a las mujeres mexicanas y sacarles el dinero, pues les vende abanicos de papel hechos por él mismo como si fueran hechos en París. Al referirse a la ignorancia, el italiano sostiene que el pueblo carece de instrucción, pero no de capacidad, por ello calificarlos de necios, es una calumnia, pues “la instrucción buena y constante es el único medio justo para graduar los ingenios”. Más adelante, insiste en que en América hay muchos talentos, pero falta el cultivo para que luzcan. Otro tema central del texto que nos ocupa, es el de las incongruencias de los mexicanos respecto del amor a la Patria y el desamor hacia sus paisanos, lo que mantiene muy arraigado el vicio de la desunión, que no permite progresar a la masa popular, como podemos leer en el siguiente fragmento (Fernández de Lizardi, 1940: 21-22): 6
La historia radical consiste en hacer presente un pasado no bien conocido. El historiador radical, movido por una suerte de compromiso social e incluso moral, se adentra como verdadero agente de la memoria en acontecimientos y sujetos silenciados e ignorados con el propósito de otorgarles la voz y la visibilidad que durante largo tiempo pudieron haberles sido negadas.
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Los americanos se precian de muy amantes de su Patria: pero son muy desamorados con sus paisanos. Allí no verá usted que americano rico auxilie ni socorra al pobre, aunque sea su pariente […] El vicio mayor que les noté fue la desunión que tienen entre sí, la que es causa de que ni se socorran, ni se civilicen, ni se instruyan; el americano que tiene dinero no es para nadie, sino para él: se mete en su círculo como la tortuga en su concha, y nadie de sus paisanos pobres tiene esperanza de participar de su fortuna; antes debe recelarse de él, porque el americano es naturalmente altivo y orgulloso; pero con dinero es insufrible.
Agustín Yáñez apunta que de la realidad del momento, que es miserable, nuestro autor aspira a una realidad posible y dichosa, y considera que el medio para lograrlo es la educación, tema que se desarrolla en el Diálogo, como ya se ha explicado. Pero si se corrigieran los vicios de carácter del mexicano a los que el periodista hace alusión en voz del comerciante italiano, ¿México sería un país mejor? El análisis del discurso nos permite deducir que Fernández de Lizardi tal vez pensaría que sí. Y es precisamente en esa construcción discursiva en la que podemos detectar indicios de un periodismo político que busca formar la opinión pública.
DEFENSA DE LA LIBERTAD DE PRENSA
La libertad de prensa se suprimió en la Nueva España de 1812 a 1820. No obstante, de 1815 a 1816 Fernández de Lizardi publicó dos periódicos: Alacena de Friolera y Cajoncito de la Alacena, que según María Rosa Palazón (1995), son una serie de folletos intrascendentes en cuanto a su temática, pues suspendida la libertad de imprenta éste tuvo que abocarse a tratar temas más generales. En 1816 comenzó la publicación de El Periquillo Sarniento, en 1820 fundó una sociedad pública de lectura que facilitaba a los suscriptores libros y periódicos y, en 1821, volvió a prisión por el contenido subversivo de su diálogo “Chamorro y Dominiquín”. En 1820 los liberales españoles restablecerán la libertad de imprenta, pero en México habrá renuencia a publicarla nuevamente, así que los cabildos de Veracruz y Campeche se anticiparán a otorgar su adhesión y al virrey Apodaca no le quedará más remedio que jurarla. Indirectamente, con su restablecimiento se instaurará un sistema parcialmente liberal, determinará el rumbo del proceso de la independencia e influirá en otras leyes de México (Carmona, 2007). Al respecto, en su Proyecto sobre la Libertad de Imprenta publicado el 6 de diciembre de 1821, Fernández de Lizardi sostiene que la soberanía de la nación y la libertad de imprenta son “las dos firmísimas columnas que sostienen y únicamente sostendrán el augusto edificio de la libertad civil. Cualquiera de ellas que
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se carcoma, señalará la ruina de este edificio” 7. Advierte que “el pueblo que quiera ser libre, debe cuidar que no se le cercene su soberanía, y los ciudadanos que pertenezcan a este pueblo deben velar sobre que nunca se les prohiba (Sic) la libertad de publicar sus pensamientos, siendo justos. De manera que la soberanía de la Nación debe proteger la libertad de imprenta, y ésta debe sostener esta soberanía consolidando la opinión”. Como puede observarse en los textos analizados, y en las líneas reproducidas abajo, coincidimos con María Rosa Palazón (1995) en que Fernández de Lizardi fue un férreo defensor de la libertad de imprenta, cuyos periódicos y folletos fueron denunciados en diversas ocasiones, prohibiéndose incluso la distribución de algunos de ellos porque las autoridades de la época los consideraron subversivos. Yo no me constituyo defensor de ningún escritor, sino de la libertad de imprenta, y digo, y repito, y no me cansaré de decirlo, que sin libertad de imprenta no hay soberanía en la nación; que se puede abusar de ella como de todo; que los que abusan por malicia conocida, deben corregirse; que es muy difícil probar esta malicia a un escritor; que si hablan con disfraces y sátiras, deben castigarse por cobardes, pues deben hablar con claridad para instruir al gobierno, o no escribir, y que si éste se incomoda por esta libertad y los persigue, es señal de que no es un gobierno patriótico, que no desea que lo ilustren y que no respeta la soberanía de la nación, sino la suya. Mas ésta no subsistirá; antes vendrá a tierra tanto más presto, cuanto más breve persiga la libertad de la imprenta (Fernández de Lizardi, 1821).
CONCLUSIONES
La importancia y trascendencia del Decreto IX de la Libertad de Prensa, primero, y la Constitución gaditana, después, radica en que durante las cuatro décadas siguientes, los principios enunciados en Cádiz fueron desarrollados en el constitucionalismo mexicano de la Guerra de Reforma, alcanzando su plena evolución en el Art. 7 de la Constitución de 1857, que agrega “el poder escribir y publicar escritos sobre cualquier materia” (Sordo, 2000: 133) y que a la letra dice: Es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquiera materia. Ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censura, ni exigir fianza a los autores o impresores, ni coartar la libertad de imprenta, que no tiene más límites que el respeto a la vida
Folleto firmado con el seudónimo de “El pensador mexicano”, imprenta de los ciudadanos militares don Joaquín y don Bernardo de Miramón, 1821. Proyecto sobre la libertad de imprenta 1821. 7
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privada, a la moral y a la paz pública. Los delitos de imprenta serán juzgados por un jurado que califique al hecho y por otro que aplique la ley y designe la pena8.
En tal sentido, consideramos que la Constitución de Cádiz, aunque fue de corta aplicación en la Nueva España, tuvo una importante influencia en el desarrollo del periodismo político mexicano, pues como ya se ha mencionado: proliferó la publicación de periódicos; se ejerció y se defendió la libertad de imprenta; se abordaron temas de interés colectivo; comenzó a construirse la opinión pública y se modeló un tipo de periodista cuyos atributos fueron forjados por intelectuales como José Joaquín Fernández de Lizardi.
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LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ Y SU INFLUENCIA EN EL PERIODISMO POLÍTICO MEXICANO Verónica Alejandra González Cárdenas1 UNIVERSIDAD DE COLIMA, MÉXICO Resumen: La Constitución de Cádiz es considerada una legislación de avanzada por la proclamación de los derechos individuales, la modernización de la economía y la libertad de imprenta. Al amparo de ésta, José Joaquín Fernández de Lizardi fundó El Pensador Mexicano, que circuló en la ciudad de México entre 1812 y 1814. Este artículo estudia la influencia de la Constitución gaditana en el desarrollo del periodismo político en México, centrándose en el análisis discursivo de algunos textos periodísticos publicados por Fernández de Lizardi; para ello, nos basaremos en el análisis crítico del discurso propuesto por Teun Van Dijk. Palabras claves: Constitución de Cádiz, libertad de imprenta, periodismo político, El Pensador Mexicano, discurso.
LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ Y SU CONTEXTO HISTÓRICO
Las primeras tres décadas del siglo XIX y los acontecimientos políticos de ese período histórico transformaron la geografía política de España y los territorios americanos. Eran tiempos turbulentos, pues en 1808 Napoleón Bonaparte había invadido España, lo que desató el motín de Aranjuez entre el 17 y el 19 de marzo y orilló al rey Carlos IV a abdicar en favor de su hijo Fernando, quien ascendió al trono con el nombre de Fernando VII. En abril, Napoleón presiona a la familia real española para que abdique e impone como soberano a su hermano José Bonaparte (1808-1813), quien expide la Constitución de Bayona. Tras la invasión francesa se inicia en España la Guerra de Independencia. La gravedad de estos hechos, obligó a los habitantes de los reinos ubicados en ambos hemisferios a encontrar soluciones a sus problemas, generándose un laboratorio de ideas como la recuperación de la soberanía popular, la representación popular, la convocatoria a un poder constituyente, el desconocimiento de un soberano impuesto y el reconocimiento de derechos humanos y sus garantías (Bahena, 2008). En consecuencia, se formaron las Juntas de defensa y de gobierno, que asumieron el poder en nombre del rey ausente y los derechos de la nación, y se convoca a las Cortes de Cádiz, lo que implicó “la reunión de los españoles de ambos hemisferios”. Es precisamente en Cádiz donde se formulan las bases de un estado nacional que va a integrar los territorios peninsulares, 1
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más los americanos y los asiáticos, lo cual queda asentado “desde la primera convocatoria juntera del decreto de enero de 1809” (Chust, 2002: 35). En septiembre de 1810 el proyecto revolucionario se ha puesto en marcha, con 104 diputados que inician las acciones de las Cortes hispanas. “Ese día Muñoz Torrero proclamó la Soberanía nacional” (Chust, 2002: 35). Al mes siguiente, en el decreto del 15 de octubre, la Cámara aprobó tres propuestas de los diputados americanos: igualdad de representación, igualdad de derechos y una amnistía para los encausados en delitos políticos relacionados con la insurgencia. Vendría luego un amplio debate acerca de la soberanía en ausencia del rey, pues el mayor problema al que se enfrentaron las Cortes fue precisamente al de la soberanía nacional, frente a la soberanía real, tanto en la Península como en América. Las Cortes se conformaron con los españoles de ambos hemisferios y tuvieron una mayoría liberal que aprobó muchas de las propuestas revolucionarias, debido al apoyo sistemático de los liberales americanos. De acuerdo con Manuel Chust (2002), la tarea fue larga y compleja, pues implicaba transformar el mundo hispánico desde el absolutismo al liberalismo, desde feudalismo metropolitano y colonial, al capitalismo. Además, los debates sostenidos por los diputados se harían públicos y se difundirían en uno y otro lado del Atlántico gracias a la prensa; se realizarían elecciones, en suma, se politizaría la sociedad, favoreciendo la construcción de la opinión pública. El 19 de marzo de 1812, las Cortes promulgaron la Constitución de la Monarquía Española en la ciudad de Cádiz y con ello los territorios americanos y sus ciudadanos conseguirían una igualdad de representación y de derechos con respecto a los españoles. En medio de esta serie de acontecimientos políticos inéditos y a la par del inicio de actividades de las Cortes, en septiembre de 1810, surge en la Nueva España el movimiento insurgente, que culminará el 27 de septiembre de 1821 con la independencia de México. De hecho, la Constitución de gaditana tendrá una importante influencia sobre la Constitución de Apatzingán, promulgada el 22 de octubre de 1814 por el Congreso de Chilpancingo, y sobre las leyes mexicanas liberales que le sucedieron, puesto que los principios que en ella se plasmaron como soberanía, libertad e independencia, representan una de las simientes más importantes de las leyes y constituciones mexicanas de la primera mitad del siglo XIX (Moreno, 1997).
LA LIBERTAD DE IMPRENTA Y EL DESARROLLO DEL PERIODISMO
Hasta 1808, la libertad de prensa, que comenzaba a desarrollarse en la Península, prácticamente no existía en América, debido en parte, a la escasez de
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imprentas. Según Francois-Xavier Guerra (2002), la geografía de la imprenta en el mundo hispánico durante el período de actividades de las Cortes revela una profunda heterogeneidad, pues mientras en Madrid había aproximadamente diez imprentas, al menos una en cada una de las capitales de las provincias españolas y más de veintiséis en Cádiz, en Caracas sólo había una; en Buenos Aires, Bogotá y Lima una o dos en cada una y en Chile no hubo ninguna hasta antes de 1812. Sólo la Nueva España se asemeja a la Península: pues había cinco imprentas ubicadas en la ciudad de México, una en Veracruz, otra en Guadalajara y una más en Puebla. En el año de 1810, las Cortes Generales y Extraordinarias instaladas en la Villa de la Real Isla de León, en Cádiz, continuaban sus trabajos. De hecho, el primer gran debate político de las Cortes es el de la libertad de prensa (Guerra, 2002), pues existían varias posturas entre los liberales y los que más tarde serían llamados serviles, que iban desde el rechazo conservando la licencia previa, a la libertad total de publicación de escritos sobre todo tipo de temas. Finalmente triunfó una postura intermedia, que proclamaba la supresión de la licencia previa para todos los escritos, exceptuando los de tema religioso, que continuaban sometidos a la censura eclesiástica ordinaria. El 10 de noviembre siguiente, las Cortes promulgaron el Decreto IX de la Libertad de Imprenta, en el cual asentaron que “la facultad individual de los ciudadanos de publicar sus pensamientos e ideas políticas no solamente es un freno para la arbitrariedad de los que gobiernan, sino también un medio de ilustrar a la Nación en general, y el único camino para llevar al conocimiento de la verdadera opinión pública”. Entre los veinte artículos del documento, destacamos los primeros cuatro por la importancia que tienen para nuestra investigación y son los siguientes: Artículo I. Todos los cuerpos y personas particulares, de cualquiera condición y estado que sean, tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anteriores a la publicación, baxo las restricciones y responsabilidad en que se expresarán en el presente decreto. II. Por tanto quedan abolidos todos los actuales juzgados de Imprentas, y la censura de las obras políticas precedente a su impresión. III. Los autores e impresores serán responsables respectivamente del abuso de esta libertad. IV. Los libelos infamatorios, los escritos calumniosos, los subversivos de las leyes fundamentales de la monarquía, los licenciosos y contrarios a la decencia pública y buenas costumbres serán castigados con la pena de la ley, y las que aquí se señalarán2.
Decreto IX del 10 de noviembre de 1810, “Libertad política de la imprenta”, Manuel Luxan, Secretario, Al Consejo de Regencia, Reg. fol. 10. 2
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Con la publicación del Decreto, “los miembros delegados de las Cortes dieron el paso definitivo para el nacimiento del periodismo político y para la libertad de expresión en España” (Gabilondo, 2010: 10). Así, en la Península Ibérica comenzaron a proliferar todo tipo de publicaciones: folletos, periódicos, hojas volantes, incluso pasquines y libelos, publicaciones políticas, boletines y gacetas. Entre los periódicos que alcanzaron mayor éxito destaca El Conciso, con un suplemento llamado El Concisín, bajo la dirección de D.G. Origando, y con la asistencia de D. Francisco Sánchez Barbero y el clérigo López Ramajo, con el lema singular de buscar el “exterminio de las preocupaciones, del fanatismo y del error”, con el propósito de “depurar la religión” (Menéndez, 1956: 136). “Aunque la Ley de Libertad de Imprenta entró en vigor en España en noviembre de 1810, el virrey de la Nueva España, Francisco Xavier Venegas, no la promulgó inmediatamente pues temía que las nuevas libertades servirían para fomentar la revolución iniciada el 16 de septiembre de 1810” (Neal, 1985: 2). Casi dos años más tarde, el 18 de marzo de 1812, las Cortes promulgan la Constitución de Cádiz, que contuvo varias disposiciones del mencionado Decreto, como la facultad vigésima cuarta del Artículo 131, que al hablar de las atribuciones de las Cortes, señaló como propia de éstas la de “proteger la libertad política de la imprenta”; y el Artículo 371, que prescribía que “todos los españoles tienen libertad de escribir, imprimir y publicar sus ideas políticas, sin necesidad de licencia, revisión o aprobación alguna anterior a la publicación, baxo las restricciones y responsabilidades que establezcan las leyes” (Menéndez, 1956: 135), aunque seguía manteniéndose la censura previa en los temas de carácter religioso. En tanto en la Nueva España, el virrey Venegas continuaba resistiéndose a publicar el Decreto, lo que motivaría que el diputado por Coahuila, Miguel Ramos Arizpe, llevara el caso a las Cortes, que ordenan al virrey a cumplir sus resoluciones. Finalmente, el 5 de octubre de 1812, éste publica un bando que establecía la libertad de imprenta. La constitución de las Juntas y la guerra civil americana darán un fuerte impulso a la instalación de la imprenta, al uso del impreso y a la publicación de gacetas (Guerra, 2002). En la América Española cobraron vigor los periódicos de corte político, en que se debatían los temas de la independencia de las colonias, los derechos políticos y la forma de gobierno. De acuerdo con Carlos Alvear (1982), el espíritu guerrero y la afirmación de las doctrinas, fueron comunes al periodismo de las latitudes iberoamericanas. Así, el 20 de diciembre de 1810 se publica el número uno del primer periódico insurgente titulado El Despertador Americano, por encargo del cura Miguel Hidalgo, quien pidió a Francisco Severo Maldonado que se hiciera cargo de la publicación con el propósito de difundir las ideas independentistas (González L., 1994: 87-90); La Gazeta del Gobierno de
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México, que circuló de 1810 a 1821 bajo el esquema de suscripciones (Castro, 1991) y un semanario titulado Efemérides de México (Celis, 2007). De acuerdo con Manuel Ferrer Muñoz (1993), en el período de vigencia de la Constitución gaditana (1812-1814) se fundaron en la Nueva España los periódicos: El Juguetillo, de Carlos María Bustamante; El Pensador Mexicano, de José Joaquín Fernández de Lizardi; y El Amigo de la Patria3. Otras publicaciones que verán la luz entre 1812 y 1820 son, según Íñigo Fernández (2010), El Correo Americano del Sur, editado por Carlos María de Bustamante para dar a conocer proclamas, partes de guerra y otros documentos favorables para la guerra de independencia; El Boletín de la División Auxiliar de la República Mexicana, que editó el guerrillero español Xavier Mina a su llegada a Soto la Marina con la finalidad de darse a conocer y difundir los motivos de su llegada a Nueva España, en 1817; El Despertador de Michoacán; La Abeja Poblana; Preguntillas Sueltas, de Juan Lanas; El Liberal al Público (de Puebla); El Genio de la Libertad; El Hablador; El Observador; El Tejedor Poblano y su Compadre; El Ilustrador Nacional, de José María Cos, entre otros.
FERNÁNDEZ DE LIZARDI Y EL PENSADOR MEXICANO
Unos días después de promulgada la Constitución de Cádiz en la Nueva España el 5 de octubre de 1812, Fernández de Lizardi funda El Pensador Mexicano, que circuló en la ciudad de México hasta 1814. Fue impreso en la imprenta de María Luisa Fernández de Jáuregui y se publicaron tres volúmenes con 45 números, más suplementos. La importancia de este periódico para el estudio del periodismo político en México, radica en que los periódicos novohispanos que le antecedieron no polemizaban en los asuntos políticos, ni denunciaban los abusos de la administración virreinal, la cual temía que con la elección de ayuntamientos, éstos trabajaran en favor de la independencia. Todos estos asuntos ya se consideraban de interés colectivo. Según Fernández de Lizardi, el primer objetivo de las Cortes de Cádiz al decretar la Libertad de Imprenta e integrarla a la Constitución de 1812, es la de “contener con este freno, la arbitrariedad de los que gobiernan”. Además, había un consenso en el sentido de que la libertad de imprenta estaba estrechamente ligada a la educación e ilustración del pueblo, por tanto, “en un sistema representativo, la libertad de prensa permitiría no sólo frenar la arbitrariedad de las 3
Según Manuel Ferrer, este periódico se imprimió durante 1812 y sostenía no solamente la fidelidad a la Corona, sino que emprendió abiertamente una campaña contra la libertad de imprenta. En él colaboraba Don Mariano Beristáin de Souza, canónigo de la catedral de México.
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autoridades, sino también proponer a los gobernantes opiniones sobre los diferentes problemas de la res publica” (Sordo, 2000: 135). De tal manera que lo público dejaría de ser patrimonio de unos cuantos y pasaría al ámbito del interés colectivo y la sociedad podría discutir esos asuntos para terminar con la opacidad de las decisiones de gobierno. En el número 9 de fecha 3 de diciembre de 1812, Lizardi pide al virrey Venegas que revoque un edicto para que unos curas revolucionarios no sean juzgados por un Tribunal militar, solicita también la libertad para los caudillos insurgentes y los autores de periódicos independientes. En respuesta, el virrey, en acuerdo con la Audiencia de México, decide suspender la libertad de imprenta y restablece las antiguas leyes, de manera que en lo subsecuente la Junta de Censura revisaría cualquier escrito que fuera a imprimirse. Como consecuencia, Lizardi es encarcelado el 7 de diciembre de 1812, condición que se prolonga hasta el 7 de julio de 1813. Mientras permanece en prisión, se suspenden sus colaboraciones en el Diario de México, pero aprovecha para escribir con el tono lógicamente atemperado (Estévez, 2009), los números 10, 11, 12 y 13 de El Pensador Mexicano, que prolonga su vida hasta 1814, año en que se restablece la Inquisición. Ahora bien, Mariela Insúa (2011: 159), afirma que “durante el siglo ilustrado el periodista se transforma en el nuevo hombre de letras, en un nuevo tipo de escritor que se aleja del modelo del sabio humanista que genera saberes alejado del mundanal ruido”. Por otro lado, la prensa periódica pasa a constituir un naciente tipo de literatura que quiere ser “útil”, pero también considera a la masa lectora como su nuevo mecenas. Al hablar de la figura del periodista, recurrimos a Agustín Yáñez (1940), quien se refiere a nuestro autor como el publicista de las nuevas ideas en periódicos, alcances, hojas sueltas, folletos, calendarios, fábulas, piezas dramáticas, composiciones en verso y novelas, tarea que practicó con intensidad durante quince años, desde la aparición del semanario El Pensador Mexicano en 1812, hasta los folletos publicados poco antes de su muerte, ocurrida el 21 de junio de 1827. Adentrarse en la obra periodística de Fernández de Lizardi nos lleva por el camino en el que se sentaron las bases del periodismo político en México. Si bien es cierto que antes de El Pensador Mexicano se habían escrito y publicado textos de carácter político, ideológico e informativo 4, es con Fernández de Lizardi con quien se inicia un proyecto periodístico de largo alcance que solamente se interrumpe, durante algunos años, por las prohibiciones y la persecución que 4
Prueba de ello son todos los escritos de carácter ideológico y propagandístico generados antes y durante el movimiento insurgente, período que va de 1808 a 1821. De este tema dan cuenta Manuel Ferrer Muñoz, Íñigo Fernández Fernández y Martha Celis de la Cruz, entre otros autores.
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emprenden en su contra las autoridades virreinales. Además, este autor condensa en su obra y en su práctica cotidiana, en la talacha periodística pues, los pilares del periodismo como son: la libertad de expresión, la información como un bien público que sirve para crear conciencia y opinión, la ética, entre otros. Y para tener una idea más precisa de su labor periodística, Yáñez (1940: prólogo en Fernández) escribe: Su voz clamó urgencias que subsisten sobre el desierto de nuestra vida colectiva; y su mano nerviosa de conquistador agitó cuantos temas agitan ahora nuestras manos: el de la educación –tema central, hondo, reiterado, obsesionante en la obra de Fernández de Lizardi–, el problema del indio, el de las tierras, el de la superstición; los rencores que dividen a nuestros grupos sociales, el pauperismo, la justa distribución de la riqueza y las reivindicaciones en todos los órdenes, las virtudes, los vicios, la desviación de las vocaciones individuales y colectivas, los cacicazgos y la injusticia medular de nuestras instituciones.
Fernández de Lizardi fue un intelectual convencido de la bondad de las cuestiones educativas. Así lo demuestra cuando afirma que “en toda educación bien dirigida se deben economizar los castigos cuanto se pueda, y cuando sean inexcusables deben ser correspondientes a los defectos de los niños” (Mancisidor, 1945: XV). Y va más allá, al señalar que es una cosa muy grande saber hacer uso de la pluma, cuando se quiere hacer según conviene.
EL DISCURSO DE EL PENSADOR MEXICANO
Entre la gran diversidad de textos publicados por Lizardi en el periódico El Pensador Mexicano, del que luego tomaría el seudónimo, hemos seleccionado el que publicó el 1 de enero de 1813, titulado “Carácter y situación de México. Diálogo entre un francés y un italiano sobre la América septentrional”5, porque resulta interesante la crítica sociopolítica que el autor, en voz de sus personajes, hace de la sociedad mexicana de la época. ¿Cómo está construido el discurso?, ¿cuáles son las condiciones de su enunciación?, ¿quiénes son los sujetos de la enunciación?, estas y otras preguntas son las que se plantean en el análisis del discurso que nos hemos propuesto realizar con base en los postulados teóricos de Teun Van Dijk (1988), quien sostiene que todo discurso implica un proceso de enunciación, por esa razón uno de los conceptos básicos en la teoría del discurso es el del “enunciado”. Un enunciado suele llevar implícito el acto en que es creado: su enunciación. Si lo observamos, nos dirá la forma, el lugar y la energía de la acción en que se ha producido; y si lo que más lo determina está en su emisión, o en su recepción. En el discurso suelen estar marcadas las con5
Artículo publicado en El Pensador Mexicano, t II, No. 13, pág. 103, 1/1/1813.
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diciones de enunciación, por eso se habla del discurso más como un lugar de comportamiento de los textos, que de conocimiento de la información que contienen (González Galiana, 2010). Aproximarse al discurso como objeto supone postular un sujeto productor y una relación dialógica locutor-interlocutor; autor-lector; etc. Así pues, la “actorialización” o acción discursiva, se refiere a los sujetos implicados en el discurso, pues a través de éste, el sujeto construye el mundo como objeto y se construye a sí mismo, de modo que es considerado productor y producto del discurso (González, 2012). Greimas (1982) sostiene que sólo podemos conocer al sujeto por su discurso, es decir, por cómo se presenta a sí mismo y como el responsable del conjunto de operaciones puestas en marcha a lo largo del texto. Este principio representante es el sujeto de la enunciación. En tal sentido, la actorialización implica el proceso de intervención del sujeto, es decir, a quién se habla y cómo se habla (Dijk, 1988). El análisis del discurso va del comportamiento de los sujetos con o a través de los textos, a las estrategias o razones que hacen posibles dichos textos, y a la forma determinada en que nos llegan. En este sentido, Manetti (1995) sostiene que el emisor determina la forma de sus propios mensajes, pensando no solamente en los contenidos que va a transmitir, sino también realizando inferencias sobre el comportamiento interpretativo de los destinatarios. En este apartado, estudiamos la forma en que se relacionan las personas a través del texto, más allá de lo que se cuenta en él. Observamos cómo están reflejados los sujetos y qué grados de sujetos hay implicados. Por ello, para comprender el discurso de Fernández de Lizardi, se necesita vislumbrar la posición de las partes del proceso comunicativo en que éste se produjo: lo que pensó el emisor, lo que contiene el texto, cómo debe leerse en su contexto social, lo que uno quiere o espera ver en el texto. En otras palabras, necesitamos aplicar el análisis del discurso. El análisis del discurso, según Van Dijk (1988), trabaja sobre el sentido de los textos, es decir, sobre el resultado de la actividad de los actores en el proceso de interpretación. El sentido es el hilo conductor que nos puede hablar de la medida de nuestro esfuerzo, de nuestra atención, de nuestro interés sobre lo que ocurre y se cuenta en el texto, por ello se afirma que no hay análisis del discurso sin intención y, aunque no se descarta la posibilidad de que en ese proceso haya una cierta “contaminación”, el análisis del discurso huye de distinciones interesadas y prejuicios de valor (González Galiana, 2010). Ahora bien, “Carácter y situación de México. Diálogo entre un francés y un italiano sobre la América septentrional” es, como su nombre lo indica, una conversación entre un italiano que vivió en América cuatro años y está de vuelta en Europa, y un francés que nunca ha cruzado el Atlántico y desea saber cómo son
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las Indias americanas. El relato del italiano cobrará un gran valor para el francés, pues el primero es un testigo presencial digno de confianza, mientras que el segundo sólo conoce el mundo por los libros. La conversación inicia de modo más bien anecdótico, pero a medida que el diálogo se va desarrollando se profundiza sobre algunos temas como son: la manera de hacer fortuna de un europeo en tierras americanas, el carácter de los mexicanos, la imitación de las modas extranjeras, la ignorancia, la gran desigualdad económica, la falta de instrucción y la mala educación, la arquitectura de la ciudad, la desunión, las diferencias entre criollos, gachupines y americanos, así como la Patria. Podemos inferir que en este texto, el acto de enunciación fue producido en un período histórico determinado no sólo por el año de su publicación (1 de enero de 1813), sino también por el contexto político, social y económico en que fue producido; de ahí que Fernández de Lizardi se posicione como un historiador radical6, en palabras de E. P. Thompson (2000), para denunciar las injusticias políticas y sociales de su época, para insistir en la importancia de la educación como motor del desarrollo y en la defensa de las libertades. Así, el Diálogo entre el francés y el italiano sobre México, puede leerse como una crítica moral e ideológica a un sistema político que sostiene a una minoría muy rica, y a una mayoría sumamente pobre, situación muy parecida a la realidad que vive el México independiente del siglo XXI. Escrito con un lenguaje claro y sencillo, con un sentido irónico que en ocasiones se torna divertido, el autor se burla de los nuevos ricos y de los burgueses que quieren aparentar, y para ello se refiere al tema de la preferencia por las modas extranjeras y de las artimañas que utiliza el italiano para engañar a las mujeres mexicanas y sacarles el dinero, pues les vende abanicos de papel hechos por él mismo como si fueran hechos en París. Al referirse a la ignorancia, el italiano sostiene que el pueblo carece de instrucción, pero no de capacidad, por ello calificarlos de necios, es una calumnia, pues “la instrucción buena y constante es el único medio justo para graduar los ingenios”. Más adelante, insiste en que en América hay muchos talentos, pero falta el cultivo para que luzcan. Otro tema central del texto que nos ocupa, es el de las incongruencias de los mexicanos respecto del amor a la Patria y el desamor hacia sus paisanos, lo que mantiene muy arraigado el vicio de la desunión, que no permite progresar a la masa popular, como podemos leer en el siguiente fragmento (Fernández de Lizardi, 1940: 21-22): 6
La historia radical consiste en hacer presente un pasado no bien conocido. El historiador radical, movido por una suerte de compromiso social e incluso moral, se adentra como verdadero agente de la memoria en acontecimientos y sujetos silenciados e ignorados con el propósito de otorgarles la voz y la visibilidad que durante largo tiempo pudieron haberles sido negadas.
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Los americanos se precian de muy amantes de su Patria: pero son muy desamorados con sus paisanos. Allí no verá usted que americano rico auxilie ni socorra al pobre, aunque sea su pariente […] El vicio mayor que les noté fue la desunión que tienen entre sí, la que es causa de que ni se socorran, ni se civilicen, ni se instruyan; el americano que tiene dinero no es para nadie, sino para él: se mete en su círculo como la tortuga en su concha, y nadie de sus paisanos pobres tiene esperanza de participar de su fortuna; antes debe recelarse de él, porque el americano es naturalmente altivo y orgulloso; pero con dinero es insufrible.
Agustín Yáñez apunta que de la realidad del momento, que es miserable, nuestro autor aspira a una realidad posible y dichosa, y considera que el medio para lograrlo es la educación, tema que se desarrolla en el Diálogo, como ya se ha explicado. Pero si se corrigieran los vicios de carácter del mexicano a los que el periodista hace alusión en voz del comerciante italiano, ¿México sería un país mejor? El análisis del discurso nos permite deducir que Fernández de Lizardi tal vez pensaría que sí. Y es precisamente en esa construcción discursiva en la que podemos detectar indicios de un periodismo político que busca formar la opinión pública.
DEFENSA DE LA LIBERTAD DE PRENSA
La libertad de prensa se suprimió en la Nueva España de 1812 a 1820. No obstante, de 1815 a 1816 Fernández de Lizardi publicó dos periódicos: Alacena de Friolera y Cajoncito de la Alacena, que según María Rosa Palazón (1995), son una serie de folletos intrascendentes en cuanto a su temática, pues suspendida la libertad de imprenta éste tuvo que abocarse a tratar temas más generales. En 1816 comenzó la publicación de El Periquillo Sarniento, en 1820 fundó una sociedad pública de lectura que facilitaba a los suscriptores libros y periódicos y, en 1821, volvió a prisión por el contenido subversivo de su diálogo “Chamorro y Dominiquín”. En 1820 los liberales españoles restablecerán la libertad de imprenta, pero en México habrá renuencia a publicarla nuevamente, así que los cabildos de Veracruz y Campeche se anticiparán a otorgar su adhesión y al virrey Apodaca no le quedará más remedio que jurarla. Indirectamente, con su restablecimiento se instaurará un sistema parcialmente liberal, determinará el rumbo del proceso de la independencia e influirá en otras leyes de México (Carmona, 2007). Al respecto, en su Proyecto sobre la Libertad de Imprenta publicado el 6 de diciembre de 1821, Fernández de Lizardi sostiene que la soberanía de la nación y la libertad de imprenta son “las dos firmísimas columnas que sostienen y únicamente sostendrán el augusto edificio de la libertad civil. Cualquiera de ellas que
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se carcoma, señalará la ruina de este edificio” 7. Advierte que “el pueblo que quiera ser libre, debe cuidar que no se le cercene su soberanía, y los ciudadanos que pertenezcan a este pueblo deben velar sobre que nunca se les prohiba (Sic) la libertad de publicar sus pensamientos, siendo justos. De manera que la soberanía de la Nación debe proteger la libertad de imprenta, y ésta debe sostener esta soberanía consolidando la opinión”. Como puede observarse en los textos analizados, y en las líneas reproducidas abajo, coincidimos con María Rosa Palazón (1995) en que Fernández de Lizardi fue un férreo defensor de la libertad de imprenta, cuyos periódicos y folletos fueron denunciados en diversas ocasiones, prohibiéndose incluso la distribución de algunos de ellos porque las autoridades de la época los consideraron subversivos. Yo no me constituyo defensor de ningún escritor, sino de la libertad de imprenta, y digo, y repito, y no me cansaré de decirlo, que sin libertad de imprenta no hay soberanía en la nación; que se puede abusar de ella como de todo; que los que abusan por malicia conocida, deben corregirse; que es muy difícil probar esta malicia a un escritor; que si hablan con disfraces y sátiras, deben castigarse por cobardes, pues deben hablar con claridad para instruir al gobierno, o no escribir, y que si éste se incomoda por esta libertad y los persigue, es señal de que no es un gobierno patriótico, que no desea que lo ilustren y que no respeta la soberanía de la nación, sino la suya. Mas ésta no subsistirá; antes vendrá a tierra tanto más presto, cuanto más breve persiga la libertad de la imprenta (Fernández de Lizardi, 1821).
CONCLUSIONES
La importancia y trascendencia del Decreto IX de la Libertad de Prensa, primero, y la Constitución gaditana, después, radica en que durante las cuatro décadas siguientes, los principios enunciados en Cádiz fueron desarrollados en el constitucionalismo mexicano de la Guerra de Reforma, alcanzando su plena evolución en el Art. 7 de la Constitución de 1857, que agrega “el poder escribir y publicar escritos sobre cualquier materia” (Sordo, 2000: 133) y que a la letra dice: Es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquiera materia. Ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censura, ni exigir fianza a los autores o impresores, ni coartar la libertad de imprenta, que no tiene más límites que el respeto a la vida
Folleto firmado con el seudónimo de “El pensador mexicano”, imprenta de los ciudadanos militares don Joaquín y don Bernardo de Miramón, 1821. Proyecto sobre la libertad de imprenta 1821. 7
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privada, a la moral y a la paz pública. Los delitos de imprenta serán juzgados por un jurado que califique al hecho y por otro que aplique la ley y designe la pena8.
En tal sentido, consideramos que la Constitución de Cádiz, aunque fue de corta aplicación en la Nueva España, tuvo una importante influencia en el desarrollo del periodismo político mexicano, pues como ya se ha mencionado: proliferó la publicación de periódicos; se ejerció y se defendió la libertad de imprenta; se abordaron temas de interés colectivo; comenzó a construirse la opinión pública y se modeló un tipo de periodista cuyos atributos fueron forjados por intelectuales como José Joaquín Fernández de Lizardi.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura, 2014, Vol. XX, No. 2 (jul-dic), pp. 103-129
MESTIZAJE LINGÜÍSTICO Y CULTURAL Marta Cecilia Betancur García1 UNIVERSIDAD DE CALDAS-COLOMBIA Resumen: El largo y conflictivo proceso de construcción de la República de Colombia en el siglo XIX fue un proceso de mestizaje cultural realizado especialmente a través de la transformación y el enriquecimiento de la lengua española, no sólo en el encuentro con las lenguas nativas y de afro descendientes, sino mediante la apropiación y recreación de la nueva realidad sociocultural a la cual tuvieron que enfrentarse los nuevos habitantes, herederos de diversas culturas y del mestizaje. Mediante el estudio de cuatro géneros de discurso que ejercieron una gran influencia en esa tarea, el artículo busca mostrar el papel que el mestizaje lingüístico desempeñó en la constitución de la nueva nación-Estado; ellos son, el periodismo ilustrado, el neoclasicismo, la poesía romántica y la novela costumbrista. En la búsqueda de ese propósito el ensayo se apropia de los recursos que el método histórico hermenéutico ofrece para la investigación y la reflexión en torno a las fuentes. Palabras claves: Mestizaje lingüístico, mestizaje cultural, periodismo ilustrado, romanticismo en poesía, novela costumbrista.
El presente artículo quiere demostrar el significado y el valor que el concepto de “mestizaje cultural” puede tener para dar cuenta del rico proceso constitutivo que tejió el desarrollo de nuestro ser como sujetos latinoamericanos. En el entramado cultural que permeó esa formación de los hombres y mujeres de Colombia el mestizaje se comportó como una combinación y un encuentro –así fuera de lucha y de desencuentros– entre culturas muy diversas, uno de cuyos elementos tejedores más profundos fue la misma lengua española, que bebió, no sólo de la fonética y de la sintaxis de las diversas lenguas, sino que se apropió de los significados que el contexto y las circunstancias sociales le exigían. En Colombia, el español, ya mestizo en aquella época y en proceso de renovación constante, cumplió un papel subversivo y transformador en la creación de una República que fue forjando unos nuevos imaginarios sociales e ideales que sirvieron como metas en los proyectos de construcción de lo que sería posteriormente el Estado-Nación. Para mostrar tal función constitutiva de la lengua española enriquecida por el mestizaje o la combinación entre nuevos significados y nuevos usos mestizos, el ensayo se centra en la interpretación reflexiva de cuatro formas discursivas del lenguaje de la primera mitad del siglo XIX en Colombia, las cuales cumplieron un papel destacado para dicho fin: el periodismo ilustrado, el tránsito por el neoclasicismo, la poesía del romanticismo, y la narración de ficción, especialmente 1
martacb55@hotmail.com / martac.betancur@ucaldas.edu.co
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romántica y costumbrista. Surgidas en distintos períodos de aquella época de la Nueva Granada, estas formas discursivas contribuyeron a crear un lenguaje público, una esfera pública de la vida social y unas figuras públicas, desarrollaron un pensamiento y unos sentimientos de pertenencia con la región y dieron forma a ideas colectivas de nación y a sentimientos nacionalistas. El ensayo es resultado parcial de un trabajo de investigación sobre los “Imaginarios sociales del siglo XIX” en Colombia, que se interroga tanto, acerca de los imaginarios de utopía que sirvieron de ideales al largo y difícil proceso de construcción de la República, como de los obstáculos que han hecho difícil su realización. Un concepto fructífero hallado dentro del proceso de la investigación ha sido el de “mestizaje cultural”, concepto que permite obtener una consciencia más objetiva y rigurosa sobre la esencia de nuestro ser, la cual debe ser entendida en nuestra naturaleza mestiza; dicha consciencia debe reconocer la complejidad y diversidad del ser latinoamericano, sin renegar de ninguno de sus ancestros, bien sea indígena, negro o europeo; una consciencia que se asuma y se reconozca en su proceso real de desarrollo, sin renunciar a su capacidad crítica. Este trabajo es de corte hermenéutico reflexivo, de acuerdo con la afortunada expresión acuñada por el filósofo francés Paul Ricoeur para caracterizar el recurso metodológico consistente en la interpretación de documentos claves o típicos de la cultura que se han convertido en testimonios fidedignos del proceso histórico y cultural de los pueblos. El método hermenéutico es un ejercicio de interpretación de los significados de las obras, así como del contexto y el momento histórico en que vieron la luz. Dichas obras y dichos documentos son en sí mismos interpretaciones y representaciones creadoras que dan cuenta del ser del hombre y la cultura, gracias a cuya investigación es posible avanzar en la comprensión de la historia, de donde se deriva su carácter de “hermenéutica reflexiva”. Para Ricoeur (2001: 109) el sentido de la hermenéutica reflexiva consiste en avanzar en la comprensión de sí del hombre, mediante el rodeo por la interpretación de sus obras. Pues “hay que decir que solo nos comprendemos mediante el gran rodeo de los signos de la humanidad depositados en las obras culturales… El texto es el medium mismo en el cual nos podemos comprender”. En la obra Del texto a la acción el autor considera los distintos juegos de lenguaje o formas de discurso especialmente escritas, como los documentos más emblemáticos y objetivos cuando se trata de avanzar en los estudios históricos y culturales. El ensayo tiene tres tipos de fuentes bibliográficas. Primero, además de las obras que se citan a continuación para demostrar el aporte de las cuatro diversas formas de discurso señaladas, al desarrollo de la esfera pública, el ensayo tiene como telón de fondo un estudio juicioso de documentos destacados de la filosofía política y la antropología filosófica que permiten un manejo riguroso de los conceptos de “imaginarios sociales”, “nación”, “nacionalismo”, “república”,
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“libertad” e igualdad”. Las principales obras de base en torno a esos conceptos, sin que se expongan explícitamente, con el fin de sostener el hilo de la reflexión, son los siguientes: Ricoeur. Del texto a la acción (2001) y El Conflicto de las interpretaciones (2003). Charles Taylor: Imaginarios sociales modernos (2006), Locke: Segundo tratado sobre el gobierno civil (1994), Rousseau: El origen de las desigualdades entre los hombres (1972) y Benedict Anderson: Comunidades imaginadas (2011). El segundo tipo de fuentes lo constituyen una serie de ensayos, extraídos de la obra publicada por la casa editorial El Tiempo de Colombia para conmemorar el Bicentenario de la independencia. En l8 tomos la Gran Enciclopedia de la Historia de Colombia reúne artículos pedidos por encargo a los mejores investigadores y expertos de cada tema de la historia cultural del país. Dichos ensayos se apropiaron como herramientas importantes para realizar una interpretación adecuada. Finalmente, se utilizaron las obras originales que sirvieron de documentos claves en el estudio, como es el caso del periódico la Bagatela y la novela Manuela de Eugenio Díaz Castro. Antes de iniciar el análisis interpretativo conviene develar el sentido en que va a usarse el concepto de mestizaje 2. Se puede afirmar que el concepto de De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, “mestizo,a” viene del latín tardío mixticus, que en cuanto adjetivo atribuido a persona significa nacida de padre o madre de raza diferente. Y modificando al sustantivo “cultura” significa proveniente de la mezcla de culturas. Mixticus está emparentado etimológica y semánticamente con mixto que hace referencia a un nuevo ser o individuo formado por la combinación de elementos. El término “mestizaje” en el diccionario de la RAE significa 1. Cruce de razas distintas. 2. Conjunto de individuos que resultan de ese cruce. Y 3. Mezcla de culturas diferentes. Esta definición es pertinente para explicar la mezcla cultural ocurrida en América Latina, donde el mestizaje fue mucho más que una combinación de razas, pues llegó a constituir una verdadera mixtura de grupos, de lenguas y de culturas, que dio pie a la creación de un nuevo grupo cultural y una nueva lengua española enriquecida por los nuevos significados que los habitantes daban a las expresiones en torno a las cuales efectuaban las experiencias de la vida social y la relación con el mundo. Wikipedia lo define como “el encuentro biológico y cultural de etnias diferentes, en el que éstas se mezclan, dando nacimiento a nuevas razas. Se utiliza con frecuencia para describir el proceso histórico sucedido en Iberoamérica que la llevó a su estado racial y cultural actual. Sin embargo, puede también referirse a otros pueblos que hayan atravesado un proceso de encuentro entre varias etnias, en lugares como Filipinas, Sudáfrica o Estados Unidos. En la historia de las naciones modernas, el mestizaje fue atravesado por numerosos factores, como el clima, las particularidades culturales de cada comunidad, u otros aspectos que provocaron que en diferentes regiones dentro de un mismo país, el mestizaje haya sucedido en diferentes ritmos y grados de profundidad. El ejemplo latinoamericano es notable, puesto que ejemplifica una mezcla étnica expandida por gran parte del territorio”. (http://es.Wiquipedia/org) 2
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mestizaje cultural significa la mezcla de culturas a que da lugar el encuentro entre diversos grupos étnicos y culturales. En el mestizaje, los individuos y los grupos que son fruto de dichas mixturas sintetizan y ensamblan características de las culturas precedentes. Por tanto los individuos que nacen son nuevos y distintos. Los elementos que más fuertemente permiten el mestizaje o el tejido cultural, son la lengua, la religión, el arte, la comida, el folklor y la educación, especialmente si las culturas encontradas han tenido algún nivel de apertura entre sí. Fundamentalmente, lo que se dio en algunos países de Latinoamérica, como Colombia, -Nueva Granada a principios del siglo XIX fue un largo proceso de mestizaje, durante la colonia y la constitución de la República. Los nuevos habitantes que crearon la República a través del siglo, fueron descendientes de españoles nacidos en América que ya no se sentían españoles, ni actuaban como grupo netamente español, grupo con el cual marcaron directas diferencias ideológicas en la independencia. Los protagonistas de las luchas independentistas fueron mestizos criollos que se sentían pertenecientes a América más bien que a España y estaban dispuestos, como efectivamente lo hicieron, a luchar y entregar la vida por nuevos ideales para la organización social y política de los países emergentes; mestizos que en los imaginarios sociales se representaban en su pertenencia a América. Pese a la posición de dominio de España durante la conquista y la colonia, ese país no realizó propiamente una tarea de exterminio, mientras que sí permitió la mezcla de los habitantes. No obstante la posición clasista y de grandes desigualdades sociales que propició y aplicó en Latinoamérica, entre los grupos sociales especialmente de españoles, indígenas y negros, se realizaron prácticas cotidianas de mestizaje como la conversación y la comunicación lingüística, las relaciones amorosas, el matrimonio, la alimentación, el folklor, el arte y la religión. Este sentido, el mestizaje está vinculado con la visión que importantes pensadores de Colombia y Latinoamérica, como Gabriela Mistral, García Márquez, Leopoldo Zea, José Gaos, Jorge Amado, William Ospina y Otto Morales Benitez, entre muchos otros, han sustentado. Este último en la obra Memorias del mestizaje defiende con una cuidadosa argumentación la tesis de que el ser mestizo es la característica fundamental de los latinoamericanos. Para el pensador, justamente la principal causa de la inadecuada comprensión de nuestra identidad es la tendencia a negar nuestro ser mestizo, debido al sentido peyorativo y discriminatorio en que lo entendieron los españoles. La tesis que el autor propone de entrada es la siguiente: “La primera era lo que distinguía y conformaba étnicamente nuestro transcurso vital como continente: el mestizaje. Desconocerlo implicaba, tanto, como negarnos” (Morales,1984: 32). Las características principales
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del mestizo eran haber nacido en Latinoamérica, tener un sentido de pertenencia con el territorio y hacer parte de esas mezclas entre europeos, negros e indios. El mestizo es fruto de un proceso histórico de encuentro de culturas transcurrido durante varios siglos: “Para alcanzar esa unidad étnica –que llamamos mestizo– se necesitaron muchos años. Hay quienes sostienen que somos el resultado de muy largas mezclas raciales. Y aún más: demasiados siglos.” (Morales: 38)3. Ahora bien, la tendencia de algunos sectores de Latinoamérica a negar nuestro ser mestizo procede especialmente del repudio y la crítica a la mirada negativa que tenía Europa para contemplar las mezclas y para sobrevalorar la pureza de las razas. “No ha sido fácil que se acepte la tesis de que somos un continente de integración mestiza. Las razones son muy complejas y diversas. Pesaron, básicamente, aquellas que se relacionaban con el desprecio que el español extendió sobre toda hibridación. Correspondía a una actitud del europeo” (Morales: 39). Dicho desprecio ha tenido como consecuencia una pérdida en la representación de nosotros mismos, en tanto ha conducido a inseguridades e incertidumbres, que son fruto de la negación de nuestra memoria étnica y cultural: “Estos rechazos nos han dado mucha indecisión. Como no tuvimos conciencia de dónde veníamos –y nuestras culturas ancestrales sólo hace poco tiempo las estamos rescatando y valorando- vacilamos en cuanto al porvenir. Nos hemos debatido en muchas vacilaciones. Estas se han reflejado en la debilidad del pensamiento, del arte y de las diferentes expresiones de la cultura.”(Morales: 41). Por otra parte, como consecuencia de esa mirada despectiva y subestimadora frente a los grupos mestizos por parte de la conciencia de Europa occidental se han levantado en América grupos sociales y pensadores que denigran, ya no del origen indígena ni negro, sino de nuestra memoria occidental. La tarea de este ensayo es defender el valor del mestizaje demostrando la manera en que los vínculos culturales a través de la lengua permitieron la emergencia de esa nueva cultura rica en imaginación, sensibilidad e inteligencia. En las cuatro secciones que se desarrollan a continuación acerca de cuatro formas del discurso, en los 50 primeros años de la República, va a analizarse la manera en que la socialización y la recreación del lenguaje hacen posible un incremento del mestizaje cultural, así como la creación de unos imaginarios sociales de la vida pública y una conciencia de la nación.
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Para mayor información consultar también las obras de (Zea, 1972; Ospina, 2004).
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EL PERIODISMO Y EL PENSAMIENTO ILUSTRADO
Desde el nacimiento de la República, e incluso en un período previo a la independencia los periódicos cumplieron un papel destacado de “comunicación social”. El periodismo que inició como mecanismo oficial de información pasó a convertirse en vehículo para la difusión de ideas emancipadoras. Los periódicos que iniciaron siendo monárquicos, posteriormente “alimentaron el sentido de pertenencia criollo que pronto adquiriría un tono anticolonial” (Posada, 2007: 16). A la vanguardia de la causa emancipadora se posicionó un movimiento de intelectuales que fue forjando una tradición criolla y que marcó un distanciamiento y una ruptura con los peninsulares debido a un nuevo planteamiento de las relaciones con la colonia. Fue el grupo de criollos, –mestizos, español hablantes e ilustrados– el que abanderó los movimientos independentistas. El periodismo en la Nueva Granada, realizado en la lengua española por jóvenes formados en el pensamiento ilustrado cumplió un papel informativo de gran proyección. Nació en América con vocación de comunicación pues a través suyo se informó de las actividades de interés colectivo y se promovió la formación de una opinión pública. Sus actividades se desenvolvieron en varios campos: en la traducción al español de artículos de interés general, del francés y el inglés; en la publicación de artículos literarios, de discursos y de temas relativos a las ciudades y al país. Aunque nacieron como publicaciones oficiales, ya en esta función desempeñaron un papel importante en la generación de ideas de comunidad y pronto llegaron a ser mecanismo fundamental para la producción de ideas anticolonialistas y emancipadoras. El primer periódico que aparece, El Papel Periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá, fue parte de un proyecto más amplio de la política oficial de la corona española que buscaba crear un espacio público donde “se recibieran –antes que discutieran– las nuevas ideas y los nuevos acontecimientos, todos relacionados con la marcha histórica de España y de sus dominios.” (Torres, 2007, Vol 8: 246). Sin embargo, ese periódico como otros que llegaron después, superaron las expectativas iniciales e hicieron posible la creación de una conciencia colectiva, que dejó de centrarse en asuntos utilitarios y cotidianos para tratar asuntos de filosofía, literatura y política4. El periodismo creó en las élites una conciencia colectiva preocupada por asuntos de interés general; aunque fue elitista y estimuló un sentimiento de superioridad intelectual, fue formando una preocupación 4
El Papel Periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá circuló durante seis años, desde 1791; fue dirigido por el cubano Manuel del Socorro Rodríguez; se difundió en varias ciudades como Honda, Panamá, Cartagena, etc.; y aunque defendió principios monárquicos, generó importantes debates contra la educación tradicionalista e informó sobre otros territorios americanos; al ser objeto de discusión favorito en las tertulias, generó un sentido de pertenencia en los criollos que condujo a pensamientos anticolonialistas.
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por la colectividad americana y por asuntos relativos a la comunidad, llegando a influir a las clases populares en la necesidad de ocuparse de problemas generales en lugar de los problemas particulares de las parroquias. El periódico se ocupaba de promover la discusión de problemas pertinentes a la comunidad como los impuestos y la injusticia de las leyes, que interesaban a todos e invitaban a superar en un espacio público los localismos y el egoísmo. En la década de los movimientos por la independencia, el periodismo desempeñó un papel crucial en la unificación en torno a ideales colectivos anticolonialistas e independentistas. “Desde sus comienzos en 1810, la insurrección estuvo acompañada de la aparición de publicaciones periódicas que catalizaban la transformación intelectual de la nueva granada” (Posada, 2007, Vol 8: 19). Tales fueron El Diario político de Santafé de Bogotá (Francisco José de Caldas), La Bagatela (Antonio Nariño), el Aviso al público (Padre Diego Francisco Padilla) y El Argos Americano editado en Cartagena por José Fernández Madrid. Por su carácter ameno, polémico y breve, estos documentos fueron objeto de tertulias y debates callejeros. Hombres del pueblo se reunían en las esquinas en corro a escuchar sus lecturas y a participar en las discusiones. Se difundieron periódicos de Madrid, se conoció y discutió la Constitución de Cádiz, que se vendía en la tienda de Rafael Flórez. En la Bagatela de Nariño se publicaron, traducidos al español por José Blanco White, fragmentos de la obra de Bentham. José María Blanco White, pensador peninsular, ejerció gran influencia en el movimiento emancipador americano, pues, desde su exilio en Londres, editó El español, periódico de denuncia de un autor que había penetrado en los misterios políticos de la junta central y de la Regencia. El periodismo cumplió el rol de agitación, denuncia y generación de nuevas ideas. El tránsito de la colonia a la independencia fue liderado por un grupo de pensadores criollos que, formados en el pensamiento ilustrado, defendieron la potencia de la razón y la capacidad de someter a crítica la ideología imperante y la estructura política. Gracias a que entraron en contacto con el pensamiento ilustrado de Europa, no sólo el de España sino especialmente el de Francia e Inglaterra, conocieron de primera mano el desarrollo de la modernidad en el campo social y político, el mismo que fue aprovechado para su aplicación en Hispanoamérica (Cfr. Hernández De Alba y García Maffla, 2007). La lengua que encarnó y expresó los ideales de la independencia constituyó un verdadero mestizaje cultural, impregnada como estaba del pensamiento de la ilustración francesa e inglesa, como puede observarse en las ideas difundidas por Nariño. Locke, Montesquieu y Rousseau fueron tal vez los filósofos que mayor influencia ejercieron en Nariño y los demás ilustrados de La Nueva Granada.
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Puede considerarse a este prócer como una figura prototípica del mestizaje cultural de la Nueva Granada, no solo porque fue un hijo de América, criollo, descendiente de españoles e indígenas, sino porque reunió en sus obras el encuentro de las culturas; cuatro grandes obras suyas ameritan ser destacadas como emblemas del mestizaje en la Nueva Granada, realizado por la mediación de la lengua española: la traducción y divulgación de los derechos del hombre, la utilización de la imprenta, la creación y el aprovechamiento del periódico y la orientación de la tertulia literaria. Pueden considerarse estas prácticas comunes de la época como acciones típicas claves que permitieron el desarrollo del pensamiento crítico y de la ideología de independencia. Y puede destacarse el periodismo como el género discursivo que entrecruzó esas diversas actividades: los gestores de los periódicos eran los mismos líderes de las tertulias, los temas tratados en ellos eran debatidos en las tertulias y la imprenta fue un motor fundamental del periodismo. Un breve paso por La Bagatela nos permite observar el protagonismo de ese medio. En la defensa constante que debe hacer Nariño del documento se manifiesta la conciencia que tenía sobre su valor y su necesidad para el desarrollo de la vida pública mediante la creación de una opinión pública. En La carta a un amigo que aparece publicada como suplemento del No 4, del 4 de agosto de 1811, le dice a su interlocutor: “Tú sabes que es imposible propagar la instrucción y fijar la opinión pública sin papeles periódicos, que siendo cortos y comenzando a rodar sobre las mesas, obligan en cierto modo a que se lean”5. El nombre mismo del periódico es un término mestizo, que carga de un nuevo sentido al concepto. El prospecto del primer número fue presentado por Nariño del siguiente modo:
5
(http://www.banrepcultural.org/blaavirtud/revistas/credencial/d;http://www.ellibrototal.com /total/)
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El ilustrado aprovechó el sentido negativo del término “cosa de poca importancia y valor”, para cargar al periódico, de un sentido contrario, como documento cuyo contenido habría de abordar temas de interés general, que competen a la comunidad; donde no se han de tratar asuntos privados o domésticos de los personajes o las familias sino aquellos que convocan a la población. Tales temas serían los derechos del hombre, el tipo de gobierno, la libertad de prensa, los desmanes de las figuras públicas, etc. Además mediante el título se espera proteger al periódico de las críticas exacerbadas del pensamiento colonialista y anti-independentista. En la explicación del nombre se apropió de la idea de que mientras más referencias se hicieran de él, mayor valor e importancia le darían a la supuesta “bagatela”. El nombre busca un efecto de nuevo sentido, para provocar su lectura. Son muy diversos y amplios los problemas comunes y de la vida pública que se ofrecen al debate en el periódico, de los que conviene señalar unos cuantos testimonios. El documento expone y justifica la necesidad de las tres ramas del poder público de la República. Defiende públicamente y somete a la información la propuesta de la nueva forma de gobierno que le parece necesaria para el cultivo y el desarrollo de la nación autónoma. En nombre de su labor de bagate-
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la, justifica su osadía. En el No 3 expone las características del gobierno del pueblo mediante la conformación del cuerpo legislativo (http://www.banrepcultural.org/blaavirtud/revistas/credencial/d;http://www.ellibrot otal.com/total/))
Describe Nariño la característica del sistema representativo, como forma en que se ha de llevar y de ejercer la soberanía en el nuevo gobierno, pues dada la imposibilidad de que todos los habitantes ejerzan el poder, éste debe realizarse a través de los representantes que serían designados por los distintos Estados. El poder del cuerpo legislativo, que será siempre limitado, consiste en la formulación de leyes a las cuales ellos mismos, como todos los ciudadanos estarán sometidos. Propone y explica Nariño el principio ampliamente reconocido hoy de la “soberanía de la ley”, según el cual, la sociedad ha de hacer el tránsito de la dependencia frente a los caprichos de ciertos individuos, cuyo poder está determinado por los títulos y los intereses particulares, a la determinación por la ley, que se aplicará de igual manera para todos. La igualación a través de las leyes, significa el paso –aunque lento– de la sujeción al individuo a la sujeción, en igualdad de condiciones. Conviene tener en cuenta, como lo señala el mismo ilustrado, que el camino de la consecución de estos beneficios para las colectividades apenas se inicia en ese momento y que la formulación de las leyes no produce por sí misma la obtención de los beneficios, por el contrario, su real despliegue requeriría y seguirá necesitando de siglos de lucha política… En el No 4 a través de la narración de un hipotético sueño, pone en boca de uno de los diputados el siguiente reclamo:
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Muy poderoso señor: Yo, a nombre de toda esta libre América vengo a haceros presente que de nada me sirvió su soberano Decreto; pues aunque de derecho quedamos todos erigidos en Soberanos Estados, en el hecho nos hemos hallado tan embarazados que no ha sido posible atar ni desatar. ¡Quantas veces, Sr., hemos suspirado por tu soberano poder!. Si como nos hiciere la gracia de hacernos soberanos con un solo decreto, nos hubiera con otro dado rentas, criado tribunales, organizado una milicia, levantado escuelas, colegios, y Universidades para formar los hombres de que carecemos; creed Sr. Que nuestro agradecimiento, y nuestra soberanía habrían sido completos” Frente al orador del sueño, el soñante, quien se sentía interpelado, afirma: “Calló el vehemente orador, que según el fuego con que hablaba, lo creí íntimamente persuadido de que esto de hacer Soberanías, Magistrados, Legisladores, Militares y Filósofos, era soplar y hacer botellas; y yo por la primera vez de mi vida me hallé embarazado con mi soberanía (Nariño, La Bagatela, 4).
La proclamación de la preocupación por las dificultades, los obstáculos y el largo trayecto que supone la creación de una nación-Estado, no puede ser más clara. Llama la atención, el ilustrado, sobre la larga tarea, la abigarrada educación y la paciencia que requiere. Eleva una crítica a quienes consideran el difícil proyecto de crear una nación como si fuera el fruto de una fácil dádiva, creencia que puede conducir al desconocimiento del valor y del significado que ello implica, el cual hace presencia aún en algunos discursos contemporáneos. Así, en las primeras décadas del siglo XIX, en pleno ejercicio de los movimientos en defensa de la independencia y la autonomía no sólo se desarrolla el periodismo oficial que propende por la difusión de ideas autonomistas y anticolonialistas, sino también un periodismo privado que se preocupa por los asuntos de gobierno y se compromete con discusiones políticas, en las que tratan de involucrar a sectores amplios de la población. Son plataforma de “combate y de tribuna crítica”, donde se ofrecen al debate público problemas de interés general como la confrontación de las ideas centralistas y federalistas. El periodismo, en muchos casos satírico, era polarizador y exacerbaba los ánimos; y “el pueblo era tan cercano a esas luchas políticas, encarnadas en los héroes de la patria, que no faltaba el heraldo privilegiado con el don de la lectura que reuniera un corro de pasmados granadinos en una calle de la ciudad para leer en voz alta las invectivas, reflexiones y a veces injurias, que esos impresos sueltos contenían” (Torres, 2007, Vol 8: 251). Por ese medio, hombres de letras en otros campos como el ensayo, la crónica, la poesía y la narración, se hicieron hombres públicos ocupados de asuntos públicos, conocidos por amplios sectores de la población, como es el caso de Eugenio Díaz, autor de la novela “Manuela”. El periodismo político de la independencia será desarrollado también con fuerza en el período pos independentista, ligado a los esfuerzos por la construcción de la nueva sociedad. El periodismo se constituyó en el mecanismo privile-
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giado de discusión de las nuevas perspectivas políticas de pensamiento que orientaban las nuevas metas y los proyectos de la nueva sociedad. El pueblo necesitaba enterarse de los destinos que se trazaban y de las “pálidas transformaciones que la emancipación traía consigo. Esa expectativa y esa participación no son más que un reflejo de las expectativas y participaciones de los grandes forjadores de la independencia y ahora protagonistas de la tarea de construir, casi inventarse una nación que, si bien ya constituida social y religiosamente, ofrecía un vacío político y graves desequilibrios económicos que era necesario llenar con decisiones igualmente políticas.” (Torres, 2007, Vol 8: 249-250). En la tarea de organizar políticamente la sociedad, el periódico cumplió un rol predominante. La confrontación que se inicia entre las ideas liberales y otras menos radicales y más reformistas que llevaron a crear el partido conservador, se realizó mediante el periodismo. Ya, hacia 1837, las controversias políticas se daban a través de El Argos, que asumía una posición liberal moderada y La bandera nacional que defendía un liberalismo más progresista, del lado de los santanderistas. Desde la década del 30 hasta finales de siglo, las disputas de los movimientos y los partidos se llevaron a cabo a través del periodismo como medio escrito, que se convirtió en el principal testimonio de los cambios ideológicos. De hecho, el nacimiento del partido liberal con ideales más radicales de libertad, igualdad, fraternidad y tolerancia, posición en que desembocó un amplio sector del liberalismo progresista, vio su nacimiento a través del periódico. La fecha establecida como origen del partido se remonta a la publicación del artículo de Ezequiel Rojas “La razón de mi voto”, en el periódico El Aviso de Bogotá, “considerado el primer programa orgánico del partido liberal.” (Torres, 2007,vol 8: 256). Observemos un párrafo del artículo en el que se defienden los valores liberales fundamentales La democracia verdadera, el respeto por las libertades públicas, hacer realidad los derechos individuales, el imperio de la ley y no de la voluntad de los funcionarios, justicia imparcial, independencia de la rama judicial, leyes claras, precisas y terminantes, establecimiento de una carrera administrativa, manejo riguroso y austero de la economía, justa redistribución de la riqueza, control a los contratos que celebre el ejecutivo, pago puntual de las obligaciones del Estado, control a los gastos públicos, separación de la iglesia y del Estado, impulsar las vías de comunicación, Congreso independiente y que el gobierno este dedicado a beneficio de los gobernados 6.
Así mismo el anuncio del nacimiento del partido conservador, fruto del movimiento de las ideas a través de décadas, se realizó a través del periódico La Civilización, en el cual, se expone el manifiesto de ese partido. A él lo preceden El Día con ideas abiertamente antiliberales, y El Nacional en el que se anuncia su propósito de defender los ideales así como los principios del partido conser-
Cfr. Partido Liberal Colombiano “Nuestra Historia”, http://www.banrepcultural.org/blaairtual/ política 6
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vador. Eusebio Caro y Mariano Ospina Rodríguez en el periódico La Civilización, plantearon sus ideales: El orden constitucional contra la dictadura, la legalidad contra las vías de hecho, la moral del cristianismo y sus doctrinas civilizadoras contra la humanidad y las doctrinas corruptoras del materialismo y del ateísmo, la libertad racional contra la opresión y el despotismo monárquico y demagógico, la igualdad legal contra el privilegio aristocrático, universitario o cualquier otro, la tolerancia real y efectiva contra el exclusivismo y la persecución, sea del católico contra el protestante y el deísta o el ateísta contra el jesuita y el fraile, la propiedad contra el robo y la usurpación ejercida por los comunistas, los supremos o cualquier otro, la seguridad contra la arbitrariedad de cualquier género y por último la civilización, en fin, contra de la barbarie 7.
Principios centrales del ideario conservador fueron el respeto a la ley, la seguridad, el respeto a la propiedad y la defensa de la tradición. La libertad no era una cualidad destacada. A pesar de estas diferencias sustanciales, los dos partidos buscaban el poder, alrededor del cual defendían posiciones distintas. A diferencia del partido liberal, que quería hacer cambios estructurales en los campos económicos sociales y políticos, el conservador defendía el centralismo y la unificación de la nación en torno a la seguridad, al respeto, a la propiedad y a la conservación de la tradición religiosa, clasista y familiar. Después de cincuenta años en que tuvo gran influencia el liberalismo, el conservatismo retomando sus fuerzas, especialmente a través del periodismo, de publicaciones como El Tradicionalista, La Caridad y El Porvenir, llevó a cabo el movimiento denominado de Regeneración en el que se instauraron y realizaron los ideales conservadores, que tienen el mérito de haber ordenado y consolidado unos ideales unificadores de nación y de nacionalidad, pero el desmérito de haberlos llevado a cabo a costa de la conservación de una sociedad desigual, clasista, injusta y autoritaria. Todo este movimiento se vive, se divulga y se lleva al pueblo no sólo mediante las prácticas políticas sino mediante el medio periodístico, que vivió y reflejó “la incertidumbre de un estado que nace” (Torres, 2007: 256), por lo que el periódico se convirtió en “un instrumento de socialización de las ideas, por tanto, de la posibilidad de éxito político de las mismas”. Ese periodismo es mestizo, porque los temas y los problemas lo son; las ideas y los sentimientos lo son, como lo son también muchas de sus expresiones. Aunque se acogió el idioma de España, éste fue apropiado para los nuevos significados que la cultura requería. Los términos fueron reconstruidos y su signi-
Cfr. Partido Conservador Colombiano “Programa 1849”, http://www.banrepcultural.org/ blaavirtual/política 7
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ficación renovada. Aunque se partió del pensamiento ilustrado, éste fue renovado a través de una prosa periodística más ágil, más vital, más afectuosa, en la que afloraba la emoción, que tenía fines pedagógicos y que recurría a la sátira y al humor. Que, por tanto, la impregnó de un nuevo estilo. Además el español no fue sólo la lengua del periodismo sino también de las reuniones. Fueron diversas las formas de reunión en los años de la independencia y las primeras décadas de la República. La primera que cabe destacar es la reunión de las tertulias literarias en las cuales se discutían temas literarios, escritos políticos de los pensadores franceses, americanos e ingleses, traducidos al español. Eran verdaderos centros de debate y de reflexión en torno a problemas de la vida pública y cultural. La segunda forma de reunión importante fue la de los artesanos, primeras agrupaciones populares, realizadas alrededor de temas colectivos, de asuntos gremiales y políticos, llevadas a cabo siempre a través de la lengua española como la lengua del mundo en común y de la sociedad. En ellas la lengua cumplió el papel subversivo de permitir la participación activa de sectores populares, que luchaban por sus reivindicaciones sociales y políticas; en las décadas de los treinta en adelante, el español fue la lengua de las reuniones de los movimientos políticos, en las cuales se discutían y realizaban los proyectos del destino social y político del Estado. En síntesis, la lengua española a través del periodismo abrió un camino importante para el desarrollo de la esfera de la vida pública; animó y difundió en la época los debates más pertinentes para la transformación de la vida social, llevando a amplios sectores de la ciudadanía a sentirse parte activa de esos procesos. La esfera pública se fue haciendo cada vez más amplia y democratizada, en ella se fueron incorporando distintos actores con derecho a participación. A través de la lengua, se desarrolló una relación de tensión entre la esfera pública y la privada, que constituye uno de los rasgos claves del surgimiento de la modernidad en el campo de la vida política. La lengua unificó a los hombres en torno a una vida social, pública e intersubjetiva en la cual se discutían los problemas de interés general, permeó el proceso de creación de una conciencia de la vida pública en cuanto diferente a la privada. Este fenómeno que se desenvolvió en Europa entre los siglos XVII y XVIII se dio en América, con características peculiares, fruto del mestizaje, del siglo XIX en adelante, una vez realizados los procesos de independencia. Sin embargo, conviene tener presente, que el paso de la época de la colonia hacia fines del siglo XVIII (1ª y 2ª Colonia) a la creación de unas naciones-Estado independientes, desde comienzos de 1820, implicó una transformación muy drástica, que debía enfrentar grandes dificultades para ser realizada.
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EL NEOCLASICISMO: UN CAMINO HACIA LA INDEPENDENCIA LITERARIA
Mientras que la Ilustración llegó a ser la forma de pensamiento filosófico más influyente en la cultura de la independencia del siglo XIX en la Nueva Granada, especialmente por su concepción racionalista, la actitud crítica, la renovación del conocimiento y la preocupación por los asuntos sociales y políticos, el Neoclasicismo fue el modelo literario que mayor influjo ejerció en los hombres de letras. Como hemos visto, en la época de la emancipación, “la labor intelectual y cultural se ejerció en campos distintos a los de la literatura, porque el signo de los tiempos era otro” (García, 2007: 97). Hubo que esperar unos años, hasta el nacimiento de la nación libre para que surgieran escritores pre-románticos con gran influencia del estilo neoclásico. No obstante, la lengua literaria empezó a desarrollarse en América a temprana edad de la colonia, especialmente con las crónicas. El carnero, como la prosa más sobresaliente de este campo, es notable por la pericia que logra de combinar el dato histórico con la “intimidad doméstica y cotidiana de sus primeros habitantes” (Moreno Durán, 2007. Vol 4: 33). En ella Juan Rodríguez Freyle evocó y recreó la consolidación de las ciudades. El título mismo es buen testimonio de la intención de la obra, que en tono satírico narra y describe rasgos habituales de la época, en que falsos hidalgos compraban e inflaban los títulos y los apellidos. Da cuenta de una ciudad hidalga donde las apariencias, los secretos y la hipocresía eran los comportamientos cotidianos de un grupo social que aspiraba a llevar en América una vida imposible de vivir en España. Según algunos críticos e historiadores, el carnero es una palabra con la que los santafereños designaban la sepultura, probablemente apoyados en una voz derivada de la latina “carnarium” y con la que daban a entender que a la fosa iban a parar aquellos títulos, de falsa nobleza que con toda seguridad y en gran profusión se atribuían los gentilhombres del período colonial americano” (Moreno, 2007, Vol 4: 33). El Carnero es un testigo importante de las características de la condición humana, especialmente de uno de los grupos sociales que pobló a Colombia. Sin embargo, no puede considerarse aún una exposición de la consciencia de sí, como americanos, que ayudara a forjar la literatura. Las crónicas tienen sí el gran valor cultural de mostrar el tránsito generacional de escritores españoles que escribían como peninsulares y escritores criollos, ya mestizos, que viajaron a Europa donde fueron formados y lograron una escritura en la que combinaban expresiones y temas de las culturas indígenas y la española, tal como sucede con Juan de Castellanos en Colombia. En la época de la colonia la lengua estuvo ligada, más bien, a la empresa colonizadora. Se trataba de escribir en los recursos y las expresiones castizas la experiencia pionera de los conquistadores, el complejo mundo y la vasta realidad conquistada. La escritura se realizaba en torno a la percepción, la imagina-
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ción, la sensibilidad y la concepción conquistadora y colonizadora que utilizó la lengua como vehículo de domesticación y de dominio. Sin embargo, la realidad cultural está siempre en capacidad de traspasar y superar por leguas las intencionalidades de los propulsores. Un aporte hace la literatura de la colonia al resaltar las características de la región, las variedades de los paisajes y las riquezas del trópico, estímulos de venturas y búsquedas. No obstante, existe aún una imitación y un respeto por los valores literarios de España. Por ejemplo, en la obra de Hernando Domínguez Camargo, importante poeta del siglo XVII, aún se muestra la fuerte influencia de los temas cristianos y del estilo barroco español. La obra de este escritor fue presentada por Manuel del Socorro Rodríguez, en 1792, en El Papel Periódico de Santafé de Bogotá, donde también se informó acerca de la obra de otro importante poeta de la ciudad como fuera Francisco Álvarez de Velasco y Zorrilla, quien continuó desarrollando las pautas del barroco neogranadino. En Domínguez y en Velasco se aprecia el ascendiente de Góngora, a pesar de que se observa también un lento avance hacia la escritura propia y hacia la independencia poética. Es sabido que en el período que rodea a la independencia política no hay un gran desarrollo de la literatura en La Nueva Granada; hemos dicho que el desarrollo de la nueva cultura se dió más bien a través de la traducción y la publicación en libros, periódicos y revistas, de las obras de la Ilustración inglesa y francesa. La Ilustración española influyó a través de la creación de una actitud de crítica frente a la realidad social y política, también de respeto por la ciencia y la investigación. “La actitud crítica pasó de ser un principio metodológico y hermenéutico para convertirse en un instrumento de interpretación social y, finalmente, en una fuerza colectiva.” (Hernández, 2007, Vol 4: 77-78). Aunque en España el movimiento de la Ilustración no asumió una posición de transformación y renovación de la sociedad, esta forma de relacionarse con el mundo sí marcó la concepción ilustrada neogranadina, influida como estaba por las ideas de las revoluciones francesa y americana. La máxima expresión en el campo de la literatura, a fines del siglo XVIII y principios del XIX, en la Nueva Granada, se constituyó a través de un estilo neoclásico ilustrado que buscaba establecer un cierto equilibrio entre la razón y la verdad, que rechazó lo superfluo y el decorado excesivo y que desdeñó el ámbito de la afectividad. Hay en él un predominio de la racionalidad y el conocimiento. La expresión literaria de la época “se mantiene dentro de la estética neoclásica, pretende mantener el principio de la proporción, el decoro y el buen gusto, y dentro de la parodia quiere ser pedagógico y claro en las ideas” (Rojas, 2012), este profesor sostiene que no obstante asumir el estilo neoclásico proveniente de España, los representantes del género en la Nueva Granada, como José Ángel Manrique, santafereño de nacimiento y educación, así como José Joaquín Olmedo, guayaquilense, lo apropiaron de manera creativa y lo utilizaron para
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referirse a los temas propios del conflicto político del momento. A través del estudio del poema La Tocaimada de Olmedo 8, el ensayista demuestra el encuentro entre un estilo neoclásico renovado y una temática propia, mestiza. En el poema, “Disfrazada de una aparente intención moralizante aparece una mirada crítica a la sociedad mediante un alarde de erudición y de exhibición estilística. El texto es una silva y está compuesto por 482 endecasílabos que se organizan en estrofas diversas con rima pareada y puede recordar el tono juguetón de la Batracomiomaquia aunque con un agregado sangriento en sus dardos…” (Rojas, 2012: 361). El breve poema épico La Tocaimada presenta en la forma literaria un cruce entre el recurso a la mitología grecolatina, a la erudición, a la apropiación de elementos de la literatura del siglo de oro español, y al tono burlesco. Aprovechando estos recursos el autor en tono satírico realiza una burla de los señores de la colonia, dignatarios y catedráticos que iban a pasar sus vacaciones a Tocaima, los mismos que se oponían a las ideas emancipadoras defendidas por Antonio Nariño. “Es evidente, dice Rojas, que, a fin de cuentas, este poema no es más que un intento por adaptar a un tema local la épica de corta extensión creada por los poetas alejandrinos de la escuela de Calímaco y que los estudiosos del siglo XIX decidieron llamar epilio”(Rojas, 2012: 363).
LA LENGUA DE LA POESÍA
Pasada la época de las luchas de la independencia, se desarrolló en la Nueva Granada, además del discurso periodístico, lo que ha sido denominado el período Romántico, que congregó a “un puñado de vidas que no solo asistieron al surgimiento de Colombia como nación soberana, sino que fueron sus protagonistas, ideólogos, primeros formadores, defensores, intérpretes y cantores. Se trata, efectivamente de, “vidas románticas” (García, 2007, Vol 4: 105). El movimiento romántico neogranadino bebió de las fuentes francesas de Víctor Hugo, Eugenio Sue y Lamartine; asumió una posición de rebeldía hacia los modelos clásicos culturales sintetizados en un pensamiento monárquico, académico, universalizante y racional, exigió formas de expresión en las que se resaltaba la afectividad, esto es, los sentimientos y las emociones; exaltó la expresión de la subjetividad y la intimidad del yo; mostró el dolor como un valor positivo; defendió la libertad individual y el valor de lo local frente a los modelos universales. Con estas características, mediante la exaltación del sentimiento, el movimiento romántico cumplió un papel efectivo en el desarrollo de una conciencia nacional y una idea de nacionalidad.
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(http://www. bibliotecanacional.gov.co/recursos_user/digitalizados/fvergara 285 pza7) Marzo 2013.
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La exploración del sentimiento permitió el desarrollo de valores afectivos como el amor a la patria, la preocupación por los otros, la tristeza del desarraigo y el exilio además del valor de la familia y los vecinos. La profundización en la vida más íntima y en las relaciones cotidianas más personales que contrastaba con las relaciones sociales de la vida pública potenció la confrontación entre la vida privada y la pública. Desarrolló la diferencia entre las dos formas de vida. Dado que los escritores fueron tanto protagonistas de la vida política, a través de su incursión en el parlamento y en otros cargos, como de la vida privada, a través de la poesía, sus escritos fueron el testimonio de la doble posibilidad de la vida social moderna abocada por un lado a la esfera pública de las funciones profesionales y sociales y de las relaciones políticas e institucionales, por el otro, de las relaciones personales y familiares. Además sus escritos fueron testigos fieles de la forma en que los conflictos de la vida social y pública marcan e interfieren la vida privada. Efectivamente, las dos esferas de la vida pública y la privada muestran no ser más que dos caras de una misma moneda, de la vida personal y social del ser humano. La poesía de José Eusebio Caro y de Julio Arboleda, tal vez los dos más grandes poetas de dicho movimiento en Colombia, entre las décadas de 1840 y 1870, dan cuenta de esas peculiaridades. Eusebio Caro les cantó a los conflictos personales ocasionados por la guerra, a la desesperación y los conflictos de la propia vida y de los otros, al amor, al amigo, a la muerte, al valor de la vida en la tierra, a la tierra, al paisaje, al destino, a la angustia, a la espera, al vacío, a la nostalgia por el pasado ido. Su poesía fue expresión de melancolía, de desesperanza y de dolor. Un dolor que en gran medida proviene del exterior, de los problemas y los conflictos sociales. “Dentro de los postulados generales de los versos de Caro están: la hostilidad del mundo, el padecimiento como constante de la vida y la imposibilidad de la comunicación humana. No obstante existe el refugio de la intimidad y del propio pensamiento” (García, 2007. Vol. 4: 108-109) La salida que da la poesía romántica es el ensimismamiento o la mirada hacia el interior. El embelesamiento en los sentimientos y su expresión. Pero mostró que no somos más que humanos, frágiles, sufrientes y mortales. Resaltó la condición del individuo, de su vida personal, de la libertad, y al hacerlo, mostró las relaciones de afectividad que envuelven la relación del ser humano con el mundo, a través del afecto por la patria, por el paisaje, por la familia y por los compatriotas. Los poemas dedicados por José Eusebio Caro al exilio y la pérdida de la patria dan cuenta de ello: “Despedida de la Patria” y “El hacha del proscrito”. Observemos un fragmento de “Despedida de la Patria” 9: 9
(http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/literatura/apoeta/apoeta36.htm)
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Lejos ¡ay! del sacro techo /Que mecer mi cuna vio, / Yo, infeliz proscrito, arrastro/ Mi miseria y mi dolor. /Reclinado en la alta popa /Del bajel que huye veloz, / Nuestros montes irse miro /Alumbrados por el sol. Adiós, patria! ¡Patria mía, /Aún no puedo odiarte; adiós! A tu manto, cual un niño, / Me agarraba en mi aflicción; /Mas colérica tu mano/ De mis manos lo arrancó; /Y en tu saña desoyendo / Mi sollozo y mi clamor, /Más allá del mar tu brazo /De gigante me lanzó. / ¡Adiós, patria! ¡Patria mía, / Aún no puedo odiarte; adiós! / ¡Ah, de ti sólo una tumba /Cada tarde la excavaba /Demandaba humilde yo! /Al postrer rayo del sol. / « ¡Vé a pedirla al extranjero!» /Fue tu réplica feroz; /Y llenándola de piedras /Tu planta la destruyó.
Tal vez los sentimientos que con mayor fuerza logró desarrollar José Eusebio Caro y en general la poesía romántica, fueron los del amor a la patria y del dolor que produce su desarraigo. En varios poemas toca el tema del viaje y la ruptura que él implica. En la despedida de la patria exalta la relación afectiva con el lugar del nacimiento, de la cuna, de la infancia, de los paisajes que nos rodean y del sol que nos ilumina. Y la relación de amor y de dolor se exalta aún más cuando el ser humano se ve abocado a la ruptura y al desprendimiento de la partida, de la separación. De ese modo la relación con la sociedad y con la nación deja de ser un vínculo frío de conveniencia, de convivencia y de organización social para llegar a ser un vínculo afectivo y espiritual con el entorno social y cultural que nos rodea. La poesía del escritor romántico se difundió en Colombia y en Hispanoamérica, impulsando de ese modo fuertes sentimientos de arraigo con la nación, los cuales se presentaron, como suele hacerse, en una oposición entre la patria y el extranjero, con la desazón que el sentimiento de “sentirse extranjero” y “arrojado” a otro mundo, a otro espacio y a otros hombres, ha suscitado en el ser humano. De este modo, la poesía romántica otorgó al imaginario social de la “nación”, el componente de la afectividad que se hace necesario en un momento de la historia para sellar el vínculo que las sociedades necesitan para unificarse. Algo semejante sucede con su poema a la herramienta de trabajo, donde se explora la vida afectiva de las acciones cotidianas de la labor, envueltas en el sentimiento y la sensibilidad estimuladas por el paisaje10: Fina brillas, hacha mía, /Ancha, espléndida, cortante, /Que abrirás la frente del toro /Que probar tu filo osare. /En los bosques para siempre/ Voy contigo a sepultarme, / Que los hombres ya me niegan/ Una tumba en sus ciudades. /En mi patria me expulsaron/ de la casa de mis padres, / Y hoy también el extranjero / Me ha cerrado sus hogares. / Vamos, pues, que ya estoy listo…/ ¡Oh! Salgamos de estas calles, /do el dolor del desterrado /nadie entiende ni comparte. / ¡Ay! Tú me entretenías en mi niñez: / ven, sígueme en los días de mi vejez 11. 10
(http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/literatura/apoeta/apoeta36.htm)
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Se encuentra también citado por García (2007, Vol. 4: 109).
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Ese breve fragmento de “El hacha del proscrito” da cuenta de los rasgos que hemos señalado: aprovechando un instrumento de la labor de la vida cotidiana, el poeta expresa la nostalgia y el dolor ocasionados por el destierro y el exilio, por la patria y el hogar extrañados; expone las vivencias ya ausentes de la infancia. La soledad y la tristeza impregnan el poema donde el hacha, una herramienta de trabajo, se convierte en la única compañía. La patria, el lugar de la vida en común, por la que se ha vivido y luchado es fuente de sufrimiento y acechanza cuando se ha convertido en desarraigo. No sólo la poesía fue medio lingüístico de la exploración de esas vivencias, también lo fue la narración. Una novela clásica del período, como fue María, también abordó esa temática, produciendo un gran impacto en la sociedad. Mediante el tema del viaje, el exilio y el regreso, ocasionados ya por otras causas, Jorge Isaac estimuló el amor por el paisaje, por la tierra, por la patria y por la familia, y, en esta medida, contribuyó a desarrollar una idea de nacionalidad, de pertenencia y de arraigo con la nación. No nos detendremos en este ensayo en el valor de la novela romántica como medio para la generación de dichas ideas, porque hemos de hacerlo a través de la reflexión sobre la novela costumbrista que cumplió un papel destacado en este campo.
LA NOVELA COSTUMBRISTA
El costumbrismo representa una de las primeras, más originales y características expresiones culturales de la tradición literaria colombiana. El término es de difícil definición, pues en sentido general se refiere a cualquier descripción o pintura de costumbres en una literatura que muestre la vida cotidiana del hombre y la sociedad contemporánea del autor…el costumbrismo es un fenómeno característico del siglo XIX, que se inicia a mediados de los años cuarenta y se desarrolla durante varias décadas y que, por lo tanto, debe ser comprendido en su momento histórico y en su medio cultural.” (Cristina, 2007, Vol. 4: 155).
El costumbrismo es fruto de las ideas de la ilustración, que le preceden, en las que se abre camino un mayor espacio de libertad en la expresión intelectual y en la observación de la naturaleza y la realidad. Se presenta como opción literaria decidida a superar una visión tradicional y especulativa. Desarrollada en una época contemporánea del romanticismo hace patente la necesidad sentida de una sociedad, de incursionar en el conocimiento de la realidad, de su geografía, de sus costumbres y de sus gentes. En relación con el momento histórico en que se desenvuelve hace parte de un conjunto de proyectos, ideas e intereses encontrados que ponen de manifiesto “la necesidad de construir una nueva realidad nacional en lo político, social y económico.” (Cristina, 2007, Vol 4: 155).
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Como señala María Teresa Cristina, investigadora de dicho período de la literatura colombiana, el costumbrismo se tejió de manera paralela a acontecimientos importantes de la cultura, como el trabajo de la Comisión Coreográfica en el que se realizaron estudios conducentes a la descripción territorial del país. Ambos fenómenos apuntan a avanzar en el conocimiento de la geografía y de las gentes. “Tanto en España como en América, El costumbrismo se expresa en el artículo de costumbres, una forma perfectamente diferenciada que aparece asociada a la prensa periódica del siglo XIX” (Cristina, 2007, Vol 4: 156). El periodismo del siglo XIX como medio escrito ágil y breve que buscaba una amplia difusión y donde el escritor esperaba dirigirse a un vasto público, hizo de los cuadros de costumbres, tanto el aporte lúdico y de entretenimiento, para la comunidad, como la ventana para la publicación de la literatura que se producía en el momento en España y en América. De este modo, “el auge del costumbrismo está vinculado principalmente con el desarrollo de la prensa literaria de finales de los años cincuenta” (Cristina, 2007, Vol 4: 156), siendo explorado especialmente en México y en Colombia. El principal órgano difusor del costumbrismo en Colombia fue El Mosaico, periódico literario fundado en 1958 por José María Vergara y Vergara y por Eugenio Díaz. Se fundó también un periódico literario dirigido a mujeres. La necesidad de mejorar el número de suscriptores y lectores de prensa planteó la conveniencia de captar a un público femenino que disponía del tiempo para la lectura, marginada como estaba la mujer, de la vida pública o de las llamadas actividades útiles. “Ellas tenían más tiempo para leer, precisamente por su alejamiento de las “actividades útiles”, y porque la literatura propiamente dicha, entendida en géneros como la poesía, las novelas o los cuadros de costumbres, carecía por completo, para el colombiano del siglo XIX, de todo sentido histórico, y, por tanto, de toda utilidad.” (Torres, 2007, Vol 8: 254-255). Se entiende entonces que algunos colaboradores del Mosaico, como Eugenio Díaz, publicaran la Biblioteca de Señoritas, revista quincenal dirigida al género femenino que tenía como propósito ampliar la formación moral y artística de la sociedad mediante la educación de la mujer, conscientes como eran del papel educativo de ella en la sociedad. Poco después la literatura pasó de ser un consumo del género femenino a ser producto suyo, al permitir que algunas mujeres como Josefa Acevedo de Gómez, Agripina Montes del Valle y Soledad Acosta de Samper llegaran a cumplir un papel protagónico en esas publicaciones. Diversos son los escritores costumbristas que sobresalieron en el siglo XIX en Colombia, entre los que cabe destacar a José María Vergara y Vergara, a Eugenio Díaz y a José Manuel Marroquín. Sin embargo, este ensayo va a centrarse en la reflexión acerca de la novela Manuela por el impacto social que tuvo en la época y por el valor cultural que la obra representó en su momento y que
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sigue representando, gracias a la presentación de las ideas políticas y las costumbres del momento en diversos grupos sociales. La obra incluyó y estimuló el debate sobre varios imaginarios sociales de la vida pública de la época, tales como los de “libertad” e “igualdad”, que aparecen indagados y delimitados mediante los cuestionamientos de los personajes principales, a través de las ventajas que ofrece la novela costumbrista de exponer los problemas tal como se ofrecen a la experiencia de la vida cotidiana. La novela es un exponente fiel de la narración de costumbres que tiene por finalidad “la pintura filosófica o moral de la sociedad, en tono humorístico, irónico (a veces sarcástico) o didáctico, y en forma descriptiva o narrativa, pero siempre con el propósito de reformar dicha sociedad y con miras al entretenimiento” (Cristina, 2007: 158). Manuela presenta de forma viva y animada las costumbres de la parroquia del Retiro, los hábitos morales de las gentes, las características morales de los representantes del gobierno y las ideas políticas que circulaban en el momento y que subyacían a las distintas prácticas políticas. Estas ideas son presentadas a través de la discusión de los dos personajes centrales como son Don Demóstenes, personaje liberal ilustrado, que representa los ideales de un “buen liberal” o un “verdadero liberal”, como es llamado en la obra. Manuela, personaje femenino, popular, inteligente, encargado de confrontar con la vida práctica, los ideales del ilustrado. Don Demóstenes es un hombre recto, bien educado, formado en las ideas de la Ilustración, defensor del libre pensamiento y que llevaba una vida activa en política. Encarna los ideales de un verdadero liberal, que aparecen expresados no sólo en las ideas, sino en la vida práctica, gracias al respeto y la afectividad que demostraba en el trato a las clases más humildes. El narrador dice de él: “Don Demóstenes era patriota y realmente humanitario; era un buen liberal y no perdía la menor ocasión de ser útil a la causa de la civilización humana.” (Díaz C, 1967: 94). Defiende dos valores que atraviesan toda la obra: la libertad y la igualdad. Toma como principio de vida la defensa de la libertad entendida en el sentido de los filósofos modernos, como libertad individual para actuar, para expresar el pensamiento, para tener una concepción religiosa, para elegir al esposo y para participar en la vida política. Esta idea de libertad incluyó a las mujeres. Frente al concepto de igualdad, el protagonista también asume la idea moderna, aunque no aparece aún con un sentido muy claro, que Manuela siempre cuestiona. La igualdad se da en principio como igualdad de derechos. Aparece en boca de Don Demóstenes y de Manuela. En tono de reclamo, dice la mujer: “–Que usted echa a perder la igualdad cuando se apodera de la hamaca en esta casa o en la de la prima”. Hace alusión a la desigualdad que se practica en los roles de los ciudadanos: Don Demóstenes dedicado a la lectura, al ocio y a un trabajo más bien intelectual, ubicado en el centro de un salón, meciéndose en la
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hamaca; los demás, realizando el trabajo material de limpiar, hacer la comida y realizar las labores duras del campo. Sin embargo, el señor replica haciendo énfasis en el concepto de igualdad de derechos: “– ¡Ah! Pero era porque estábamos hablando de la igualdad de derechos, me parece.” Díaz, : 84). A lo cual interpela Manuela: – ¿Entonces no hay más igualdad que esa igualdad de derechos que usted dice? Y responde Don Demóstenes: – Pues sí hay: la igualdad social; pero tiene sus excepciones.” Contraviene Manuela: –Entonces diga usted que una cosa es cacarear y otra poner el huevo; una cosa es hablar de igualdad y otra sujetarse a ella.” (Díaz, 1967: 84-85). La metáfora es excelente al mostrar tanto la diferencia entre el discurso sobre la igualdad y su realización, como las dificultades que se presentan a la hora de exponer claramente el significado del término. Eugenio Díaz parece estar muy cerca de la idea de igualdad de Rousseau quien defendía la necesidad de entender la posibilidad de que todos los hombres accedieran a los mismos derechos a pesar de las diferencias naturales existentes entre ellos respecto a la inteligencia, las capacidades y las habilidades. En la obra se reclama constantemente el derecho para todos, especialmente los más humildes, a la educación pública, a mejorar la condición económica y social, a ser tratados con dignidad y a ejercer funciones políticas; incluso defiende la necesidad de que el gobierno considerado libre y autónomo dé protección a los más pobres. Expresa la necesidad de la igualdad de los ciudadanos ante la ley, la cual deberían practicar tanto los más humildes como los más ilustres y ricos. Sin embargo la obra pone al desnudo las contradicciones de la vida práctica: don Tadeo, es un gamonal siempre dispuesto a someter a la colectividad a sus caprichos, presto a violar la ley, a buscar el atajo y a oprimir a la comunidad. La obra vincula la libertad con la igualdad, pues la idea de libertad se desenvuelve en relación con el respeto a las ideas y a las prácticas de los otros que no hacen daño a la colectividad. Tanto la libertad como la igualdad e incluso la tolerancia aparecen tejidas con el concepto de “ley”, que normativiza y ordena su ejercicio. La libertad está regulada por ley que establece los límites a la autonomía absoluta de unos pocos mientras se niega a la mayoría. Sin embargo, en la parroquia, gobernada por fuera de la ley, por el gamonal, las normas aún no están en condiciones de regir los destinos de la ciudadanía, lo cual trastorna y confunde al ilustre hombre: “– ¡Un Rodín de parroquia! Exclamó Don Demóstenes, un Rodín liberal, porque hay Rodines liberales y conservadores. ¡No está la parroquia mal encabada! – Un gamonal es como lo llaman.” (Díaz, 1967: 143). Un gamonal, aclara Doña Patrocinio que interviene y toma las decisiones en las elecciones, en los cabildos, en los pleitos, los testamentos, los matrimonios, es decir, en todos los asuntos de la sociedad civil. Es el personaje que realiza el gobierno en todos los órdenes. De ahí que El Señor, emita la siguiente pregunta
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exaltada: ¿Y las leyes y la constitución del 21 de mayo? A lo cual responde Doña Patrocinio: “– Ahora verá usted para lo que sirven las leyes y la constitución”, mostrándole con un ejemplo, que en este caso, todavía no sirven para nada, mientras no sean reconocidas y aplicadas de manera legítima” (Díaz, 1967: 143). La obra pone entonces en evidencia, las dificultades y los obstáculos de la vida práctica para hacer realidad esas ideas. La República asiste a la contradicción en la práctica, entre las normas dictadas por la Constitución y las demás leyes, y la forma como se desenvuelve la sociedad. En distintas partes, diferentes individuos han hecho gala del poder utilizado para su beneficio personal. El pueblo aún no tiene la formación y la capacidad política de luchar contra ese flagelo. Cuánto lamenta Don Demóstenes esa situación de la vida política de la República, cuando comenta: (Díaz, 1967: 197) Yo creía cándidamente que todas esas leyes que se dan en el congreso y todos esos bellísimos artículos de la constitución eran la norma de las parroquias, y que los cabildos eran los guardianes de las instituciones; pero estoy viendo que suceden cosas muy diversas de lo que se han propuesto los legisladores; por lo menos en donde haya un Don Tadeo.
En este diálogo es el cura del pueblo quien le responde: “–Es triste, señor, la suerte de esta parroquia; pero yo tengo esperanzas de que mejore” (Díaz: 1967:197) En la Parroquia hay dos movimientos políticos: El manuelista que, sin tenerlo consciente, trabaja por los ideales de la colectividad y; el tadeísta que labora en beneficio de los ideales egoístas del gamonal. Este último con prácticas inmorales de injustica social, opresión a los pobres, dominio y explotación de la mujer. Por el contrario, el liberalismo que predica y aplica Don Demóstenes tiene cercanía con las ideas del socialismo utópico y con la concepción humanista de Manuela, más cercana a los otros, por la vía de la afectividad. Llama la atención la concepción tan liberal que asume la obra sobre la mujer. Además del sacerdote y doña Patrocinio, Manuela es el polo a tierra, es un personaje encargado de someter a reflexión la diferencia entre la teoría y la práctica; continuamente muestra la forma en que se siguen violando esos ideales y las dificultades que supone aplicarlos. Personaje femenino, del pueblo, inteligente, aunque no cultivada en la lectura ni en las letras. Aparece también otro personaje femenino, Marta, persona ilustrada, lectora de narraciones y capaz de sostener una conversación acerca de temas diversos. Por su parte, Manuela es una gran conversadora, mujer suspicaz, reflexiva y alegre que les da vida y les infunde alegría y belleza a los diversos acontecimientos de la obra.
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En la narración se entreteje de manera sencilla y razonable la diferencia entre la vida pública y la privada. Don Demóstenes es un personaje de la vida pública, que trabaja de manera pedagógica por la democratización de los ideales liberales. Siempre está ocupado de enseñarlos a Manuela y de llevarla a pensar en ellos, dada la influencia que la joven ejerce en la colectividad. Manuela es un personaje público por las relaciones afectivas que establece, porque se preocupa por la colectividad. Sin tener cargo público, ejerce una función importante en la vida pública. La narración tuvo en su época el gran valor de haber sido fuente de múltiples lecturas y discusiones. Presentó una imagen de la nación como comunidad imaginada, que estaba en capacidad de luchar por ideales e intereses comunes. Don Demóstenes representa unos ideales colectivos aptos de ser buscados por la comunidad. Denunció los peligros y los obstáculos representados por personajes que bajo el ropaje de las ideas de justicia y bienestar para los pobres escondía sus intereses individuales. Develó los vicios del autoritarismo vedados por una apariencia democrática. En un español coloquial, ameno y comprensible para los sectores populares representó la diversidad social y cultural que reúne nuestra nación. Propició una representación de sí misma de la sociedad como sociedad mestiza, conformada por diversos grupos y diversas etnias. En su momento histórico la novela desempeñó el importante rol de someter a debate público, en un sector muy amplio de la comunidad, ese conflicto entre los ideales de la República y los obstáculos para ser alcanzados. Como se observa, a Don Demóstenes se opone como contradictor Don Tadeo, que no es una figura del partido contrario en el momento de la historia en Colombia, como lo fue el Conservador, sino un liberal demagogo, un gamonal, con estilo dictatorial, individualista que buscó siempre su beneficio personal, no obstante hablar en nombre de la justicia social. Presenta ya la novela, en el siglo XIX, una figura muy característica de la vida política del país, el gamonal, que se mantendrá hasta el siglo XX poniendo serios obstáculos al desarrollo del país en los principios liberales, figura que no ha desaparecido por completo y sigue haciendo daño al desarrollo de la vida política. La novela entreteje, en un español mestizo que ha apropiado e incorporado términos de las lenguas indígenas, las formas narrativas de la lengua española con las experiencias sociales y políticas de la vida del siglo XIX en La Nueva Granada y con las ideas de la ilustración francesa e inglesa. A través de un género narrativo renovado y revitalizado pone en discusión de amplios sectores de la ciudadanía los problemas más álgidos y más profundos de las circunstancias y el destino político de la nación.
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Una interpretación de la novela costumbrista Manuela, de algunos fragmentos de la poesía romántica, del tránsito por el Neoclasicismo, y de otros fragmentos del periódico La Bagatela, nos deja sacar conclusiones sobre el papel desempeñado por la lengua española en la creación de un espacio de la vida pública. Aunque la lengua española creció en Latinoamérica determinada por una mentalidad de dominio de las colonias, sobrepasó la función colonizadora para llegar a contribuir de manera creativa y subversiva a la generación y democratización de un lenguaje de la vida pública, cumpliendo un papel eficaz en la construcción de la nación como comunidad imaginada. El periodismo ilustrado socializó y estimuló el debate de ideas emancipadoras y formadoras de la República, la literatura neoclásica contribuyó en la formación de una actitud independiente en la literatura y en el pensamiento, la poesía romántica y la novela costumbrista forjaron ideas de nación y sentimientos de nacionalismo que condujeron a la unificación en la representación de sí misma de la nación, aunque no fuera muy fuerte. Sin desconocer el rol también dominador que pudo cumplir la lengua, en torno a formas de pensamiento de carácter religiosa, cabe reconocer que las ideas señaladas, ideas constituidas y desplegadas mediante la lengua como vehículo de unificación, desempeñaron un rol eficaz en esa tarea de avanzar en la cohesión para la construcción de la nación colombiana.
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Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura, 2014, Vol. XX, No. 2 (jul-dic), pp. 131-146
DERECHOS HUMANOS Y SISTEMAS CONSTITUCIONALES Adriana Rodríguez Barraza1 UNIVERSIDAD VERACRUZANA, MÉXICO Resumen: El tejido constitucional suele edificarse con base en el entramado conformado por los derechos fundamentales del hombre y de la competencia de los poderes. Se toman en cuenta principalmente y como punto de partida las reflexiones llevadas a cabo por Alain Touraine en ¿Podremos vivir juntos? Iguales y diferentes. Al considerar el desarrollo actual de los modernos Estados nacionales se discuten los distintos modelos, así como sus aportes a la noción de derechos humanos que busca la participación política desde la pluralidad cultural en espacios de cambio privilegiados, como son la escuela o la ciudad moderna. En defensa de la limitación de la subjetividad política se conforma una idea de sujeto ciudadano antes que uno nacional o regionalista evidencia de la figura política de la nación, puesto que se construye en un espacio de libertad que pone en marcha la relación entre la identidad cultural y la acción instrumental. Palabras claves: Constitución política, derechos humanos, subjetividad, nación.
INTRODUCCIÓN
El libro de Tourain al que se hace referencia se divide en dos secciones y desarrolla varios temas de los cuáles nos parecen fundamentales un par de ellos tanto para los derechos humanos como para los sistemas constitucionales nos referimos a la identidad y convivencia. Retomaremos por su pertinencia la cuestión del sujeto, también de Tourain. En el primer apartado, el sociólogo francés subraya que la orientación del sujeto tiene que ser redefinida básicamente por las relaciones sociales, se puede ver en los recientes movimientos cuya finalidad ya no se encuentra en crear una nueva sociedad sino, y aquí radica la relación que establecemos en nuestro texto, en la defensa de los derechos humanos sin los cuales no se ejercen: la libertad, la dignidad personal y la seguridad. De este modo, lo que lleva a estos movimientos ya no sólo es un aspecto político o social sino también moral. En la segunda parte, este mismo aspecto es revisado desde “la escuela del sujeto” que se orienta tanto hacia la libertad y el pluralismo como hacia la gestión democrática de los problemas y la comunicación intercultural.
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abarraza@hotmail.com
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El presente texto pretende hacer un análisis de las relaciones entre los derechos humanos y los sistemas constitucionales a través de la lectura de Touraine. Esta revisión nos ha de clarificar los nexos entre Estado y Nación, sus causas y efectos, así como los conceptos que de ellos se derivan: ciudadanía, constitución, comunidad, etcétera. Todo esto para examinar un caso concreto y paradigmático: la Constitución de Cádiz de 1812. De la misma forma, explicar, desde su argumentación, la posibilidad de cambiar el marco teórico de la Constitución Política basado en categorías objetivas a una nueva disposición más acorde con el presente y sus múltiples cambios, con la finalidad de cimentar una Carta Magna de acuerdo con la representación que tiene la subjetividad inviolable de cada persona. Su relación con la de 1812 estriba, concretamente, en que se adelanta a su tiempo, esto se logra al abrir paso a las ideas que predominaban sobre la identidad nacional en territorios determinados. El enfoque metodológico será cualitativo. A lo largo del escrito desarrollamos cinco apartados: en el primero se analizan las raíces de la idea de nación y las condiciones en la que se da, además plantea, en un primer momento, la relación entre los derechos humanos y los sistemas constitucionales. El segundo versa sobre la discusión de si los derechos humanos son considerados naturales o artificiales y cuál sería el fundamento primero que posteriormente se plasman en las cartas magnas. En el siguiente, se revisa de manera pertinente el concepto de ciudadanía que emana de los distintos tipos de Estado, cuestión relevante para nuestro tema, puesto que expone cómo los derechos humanos se insertan en las constituciones. El cuarto apartado aborda cómo el nacionalismo y sus efectos, a través de la revisión de los dos tipos de nación, pueden delimitar la reflexión de los derechos humanos a nivel constitucional. Por último, en el quinto apartado, se explora la propuesta de Touraine y la pertinencia que tiene para nuestra discusión. En la Constitución se proclama la fuerza espiritual que late desde la antigua idea griega2 en la cual todos los hombres son iguales por naturaleza. España, no moderna, ni kantiana, ni ilustrada, trató de ejercer el mandato histórico espiritual de la dependencia de unos pueblos a otros. España, enamorada del Nuevo Mundo, quiso retener las colonias en su regazo tutorial lo más posible; cada una de ellas era una circunstancia distinta a otra. El problema subsecuente de su autonomía e independencia respecto de la tutela de la Madre Patria será la esencia de sus constituciones.
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Como grandes referentes tendemos a Grecia y Roma, sin embargo no son los primeros. La cultura griega establece la democracia basada en el ciudadano como hombre libre, si bien los esclavos están excluidos supone un avance sustancial. El caso de Roma retoma nociones griegas, fenicias, egipcias, plasmándolas en un vasto cuerpo de leyes.
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En España, la Constitución de Bayona (que en realidad era una “carta otorgada” impuesta por Napoleón) fue el primer documento que recogió parcialmente el espíritu de la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano: además de que prohíbe la tortura, contiene ciertos derechos tales como la inviolabilidad del domicilio, la libertad personal y los derechos de los detenidos y los presos. Dos años después, en 1812 se aprueba la de Cádiz que fue abolida al finalizar la Guerra de Independencia y la restitución de Fernando VII. Se restaura en 1820, es derogada nuevamente en 1823 y restablecida en 1836. Al año siguiente se sustituye por la Constitución de 1837 y ésta, a su vez, por la de 1845. En ellas se reconocen los derechos de los detenidos, la inviolabilidad del domicilio y el derecho de propiedad. La libertad de imprenta y de pensamiento se dan parcialmente. Sin embargo, no se reconoce la libertad religiosa, los derechos de reunión y manifestación se contemplan con limitaciones. La Constitución de Cádiz es, probablemente, la principal causa de la aparición del liberalismo español y de algunos países europeos y Latinoamericanos. Al ser redactada tanto por liberales como por reaccionarios, refleja con claridad meridiana los rescoldos del Antiguo Régimen y también es cierto que no se queda en ellos, sino que incorpora nuevas nociones.
EL ORIGEN DE LA NACIÓN: ¿POLÍTICA O CULTURAL?
Las siguientes reflexiones, como mencionamos, tienen fundamento en las ideas del autor planteadas en ¿Podemos vivir juntos? Iguales y diferentes. Elegimos a Touraine para hablar de la de Cádiz porque ésta es hija de la ilustración y de una modernidad política, cuyo horizonte de ciudadanía exhorta a los pueblos a mirarse unos a otros sin rencor por encima de sus diferencias, para tratar de establecer una base política en la que pudiéramos vivir juntos. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 17893, en su artículo 16, explica que “toda sociedad en la que la garantía de los derechos no 3
En 1793 se redacta una más radical y una tercera, en 1795 a la caída de Robespierre, más conservadora. Fueron fundamentales las ideas de Montesquieu y Rousseau. El siglo anterior, en Inglaterra, se dan tres sucesos considerables: En 1628, la Petición de Derechos que preserva los derechos personales y patrimoniales; en 1679, el Acta de Habeas Corpus, que impide detenciones sin orden judicial; y en 1689 la Declaración de Derechos, que trata con especial esmero los derechos recogidos en los textos anteriores. Las ideas de Locke en relación a que la soberanía reside en el pueblo y el Estado es el encargado de protegerlos se anticipan a las de Montesquieu y tienen gran repercusión en la redacción posterior de los derechos humanos en el siguiente siglo.
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esté asegurada ni la separación de poderes esté determinada, carece de Constitución”; se subraya de este modo la necesaria correlación entre los derechos humanos y los sistemas constitucionales. Sin embargo, pese a ésta estrecha correspondencia, los oscilantes extremos ideológicos de las sociedades, la inestabilidad de los gobiernos, entre otras cuestiones, desarrollan una débil institucionalidad que entorpece el vínculo, y hacen que se mantenga en una lejana promesa de lo que son las garantías de los derechos en favor de los ciudadanos. Esa base con la que iniciamos el primer apartado, es una visión que tiene una perspectiva eminentemente política que deja en segundo plano las cuestiones culturales y sus posibles diferencias innatas. La idea de nación es más política que cultural o comunitaria. Estados Unidos es un caso extremo de definición propiamente política de la nación, […] Este naufragó rápidamente a raíz de la llegada de inmigrantes procedentes de países muy diversos. La definición comunitaria, en cambio, parece mejor adaptada allí donde el Estado nacional se constituyó tradicionalmente, pero, también en este caso, la nación tuvo un deseo de Estado y la comunidad se convirtió en nación a partir del momento en que reflexionó sobre sí misma y tomó conciencia de que era una sociedad política (Touraine, 2012: 205). Tomando de ejemplo lo anterior, es posible ver que el gran acierto de la Constitución de Cádiz consistió en alentar a los hombres a ser ciudadanos, en el sentido político del término, lo cual deja de lado el proceso que el caso de Touraine muestra, nos referimos a la transformación de la comunidad homogénea en nación, por medio de la autoconsciencia política, donde la comunidad no se pierde, sino se reafirma. Si bien, es cierto que esta Constitución no tuvo un apartado determinado para los derechos humanos como tales, si recoge, de modo disperso a lo largo del texto, varios de ellos: como la libertad, seguridad jurídica, propiedad, algunos derechos en materia educativa y política. De igual modo, a través de la historia se puede constatar que los derechos humanos y los mecanismos jurisdiccionales para su salvaguarda se incorporan paulatinamente4. Touraine se pregunta en qué condiciones es posible esta nación que instituye el Estado. Para decirnos que, si la nación sólo fuera la expresión administrativa y política de una red de actividades e intercambios que ha desbordado el marco del dominio del señor feudal al mismo tiempo que el dominio de la ciudad-
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En el caso mexicano, el 10 de junio de 2011 se constitucionaliza el término de derechos humanos y se otorga un rango prevalente a los tratados internacionales de la materia. De este modo, se convierte en mandatos imperativos que obligan a todas las autoridades a su observancia y garantía. Se sientan las bases para el reforzamiento tanto del sistema jurisdiccional como no jurisdiccional de los derechos humanos.
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estado, “se reduciría a una población sometida a una autoridad pero sin tener necesariamente unidad o conciencia nacional” (Touraine, 2012: 205). De acuerdo con el autor, la nación es la figura política del sujeto, dado que asocia una acción instrumental a una identidad cultural al construirse en espacio de libertad. Hay que tener en cuenta que este ideal político no puede confundirse con los dos tipos de nación. En el primero nos encontramos con que la relación entre el Estado y la nación hacen imposible distinguirlos: “el Estado no sería sino el poder de la nación, pero ésta, por su lado, fue creada por aquel, por su ejército, su administración y su escuela” (Touraine, 2012: 206). Así pues, tanto en Estados Unidos5 como en Francia existe una tendencia que considera a la nación como la encarnación de valores universales; por lo que se podría suponer que hay un nexo entre la Constitución estadounidense, la divisa de la República Francesa y, añadimos, la de Cádiz de 1812. La especialista en historia de la Revolución francesa, Lynn Hunt, en su libro La invención de los derechos humanos, sostiene que la empatía imaginada constituye la raíz más que del nacionalismo; ésta empatía que sirve de fundamento a los derechos requiere un acto de imaginación para asumir que otra persona es igual a uno. Lo que queremos reafirmar con ésta noción es que la empatía de la libertad, en el caso americano-español, fue más fuerte que la que se podía dar en el marco de la Constitución de 1812, puesto que el descubrimiento del Otro incide directamente en ese acto de fe mediante el que se asume que otra persona es igual a uno independientemente de si se encuentra en el mismo país o en otro; de esta manera el derecho interno se vincula con el internacional en materia de derechos humanos. El interés superior del Estado ha de corresponder al conjunto de los intereses particulares. Sin embargo hay que tener en cuenta que, a juicio de Touraine, ni Estados Unidos ni Francia se corresponden por completo con esta ideología económico-liberal en la que la correspondencia entre el conjunto y la parte la elabora una mano invisible. 5
Las colonias inglesas de Norteamérica fueron las pioneras en hacer las declaraciones promovidas por sus enfrentamientos con la corona inglesa. La Declaración de Derechos de Virginia (junio de 1776) y la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (el mes siguiente). La Declaración de Independencia, redactada por Thomas Jefferson, señala esta universalidad: “Sostenemos como verdaderas evidencias que todos los hombres nacen iguales, que están dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, entre los cuales se encuentra el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad...”.
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El segundo tipo, escribe el sociólogo, “opone a esta nacionalidad desde arriba una nacionalidad desde abajo” (Touraine, 2012: 206); esto quiere decir que el Estado ha de ser el agente político de una comunidad. Sin embargo, ésta comunidad no se define en términos políticos como la nación, sino culturales, étnicos, religiosos y en primer lugar territoriales. De ahí que en los llamados Estados multicomunitarios, auténticos imperios, la conclusión de dicha concepción estriba en la reivindicación que cada comunidad hace de su independencia política. Podemos añadir que la Constitución de Cádiz intenta, cabalmente, frenar las políticas culturales étnicas o regionalistas a favor de una nación inspirada en valores universales. Lo primordial de ver bien el antagonismo de estos dos tipos, tal y como los explica el autor, nos revela el fracaso de la Constitución de Cádiz y el fracaso contemporáneo de España como ideal político quebrantado actualmente por sus diferentes culturas y regionalismos. Con esto damos a entender que, tanto en el primer tipo de nación, como en el segundo, a lo que se aspira, paradójicamente, es a la desaparición de la nación. Es verdad que, como estamos viendo actualmente en España y en parte en Latinoamérica, el segundo tipo arremete de forma más visible contra la idea de nación en provecho de la idea de pueblo; sin embargo, en el primer tipo de nación que ha hecho de ella un cuerpo cuya cabeza es el Estado: éste acaba dirigiendo y hablando por el cuerpo que vendrá a ser la nación. Alain Touraine llega a una primera conclusión, en donde nos plantea el redescubrimiento del papel de mediador que hizo la nación durante un tiempo determinado (Touraine, 2012: 207): Antes de recordar de qué manera los nacionalismos la destruyeron y de preguntarnos si puede ser aún un Sujeto político, es decir, un mediador entre la gestión económico política de una sociedad abierta a la competencia internacional e identidades comunitarias que se fragmentan y despolitizan cada vez más
Por consiguiente, la idea de nación como mediadora muestra, de primera mano, que el constitucionalismo y los derechos humanos se relacionan, dado que esta idea, a través de la reciprocidad del primer tipo de nación, no es distinguible. Sin embargo, esta supuesta y es llevada a la práctica, mientras que en el otro tipo la posibilidad de esta relación, por su misma naturaleza, es eliminada.
DERECHOS HUMANOS: NATURALEZA O ARTIFICIO
La metáfora política del Nuevo Mundo que es incluido en la Constitución de Cádiz de 1812, nos pone en la idea contemporánea de que los derechos humanos, así como la propia democracia son una construcción del hombre. En este
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sentido, la tensión civilización/cultura se hace presente, dado que la cultura es una mirada hacia atrás y un anhelo de vuelta al origen y a la naturaleza que no ha sido corrompida, mientras que la civilización es como una flecha cuya meta se encuentra en el infinito y que se fabrica artificialmente, y no lo olvidemos, entre todos y para todos. A través de ésta perspectiva natural-dada por origen, se contrapone la idea artificial-construida por consenso, queremos decir que el mundo de la política y los derechos humanos universales son, para los intereses de algunos románticos (como el caso de Herder) y los que retoman sus ideas, el ámbito en donde no estén de acuerdo por ser éstas de carácter individualista –en el sentido concedido a este concepto nacionalista por Luois Dumont (Dumont, 1987: 78). En esto constituye, a nuestro entender, el profundo anti-modernismo y antiilustración desde la postura de la cultura-naturaleza en cuyo lado opuesto estaría la civilización-artificio, y así lo expresa claramente Herder: “Las leyes de la naturaleza son más poderosas que las convenciones que adopta el asunto político y que pretende enumerar el sabio filósofo” (Herder: Werke, I, US: 787). Lo que encontramos aquí es, de manera abierta, la crítica contundente al espacio de la política moderna, vista como el lugar plural, democrático, artificialmente construido e intersubjetivo. Ante las ideas de la Ilustración y toda la modernidad, que se inclina hacia la intersubjetividad y que no considera a la naturaleza como la única o legítima fuente y soporte, Herder se muestra como un fuerte opositor. La discusión que versa sobre si los derechos humanos son una invención del hombre o se desprenden de la naturaleza y por tanto que ambas perspectivas se contraponen excluyentemente y de modo irreversible, tienen una explicación como mencionamos en el paradigma Kultur versus Civilisation. Sin embargo, encontramos otros enfoques que concilian o por lo menos parten de la naturaleza y avanzan un paso más, citaremos tres someramente dado que no es el tema del texto pero que si ayudan a su comprensión. El primero en la obra del holandés Hugo Grocio, quien sigue la idea aristotélica del derecho natural. De la creencia en estas leyes naturales comunes se desprende más adelante el iusnaturalismo. El segundo hace referencia a Locke, considera la existencia de leyes naturales comunes a todos los hombres por el hecho de ser personas y se refería particularmente a tres: a la vida, a la libertad y a la propiedad. Y Por último, la aportación de Kant que subraya la trascendencia de los derechos al señalar la diferencia que hay entre las cosas y las personas. Para el filósofo alemán, las cosas tienen un valor relativo denominado precio, sin embargo, las personas tienen un valor absoluto en sí mismas llamado dignidad. Por lo tanto, no se tiene que tratar a las personas como un medio para conseguir objetivos. La dignidad de las personas, considera Kant, nos obliga a tratar a los seres humanos como
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fines en sí mismos. En este caso, los derechos humanos se basan en el respeto a la dignidad que todos poseemos por ser personas y no por cuestiones de índole particular o circunstancial. Si bien los derechos humanos son un concepto histórico del mundo moderno, esto es creados o inventados, es posible notar que existen cuestiones que revelan y se asientan en una naturaleza humana como principio intrínseco. Sin embargo, podemos ver que esta naturaleza humana no tiene que ver en absoluto con una ley de gravedad o con alguna otra de índole físico, esto se comprueba cuando decimos que los hombres son libres por naturaleza, entendemos por naturaleza algo distinto de lo que puede significar la ciencia o los dogmas.
CIUDADANÍA Y DERECHOS HUMANOS
Para Tourain, es necesario volver a los dos tipos principales desde los que se asume la relación del Estado y la nación. El autor los define en los siguientes términos: Estado-nación y Estado nacionalitario. Se trata de principios diferentes contrapuestos y la razón de ser de su contraposición radica en la relación entre el individuo y la sociedad política. De ahí, también se derivan dos concepciones de ciudadanía y dos formas de Estado nacional contrapuestas. El sociólogo francés recuerda que la ciudadanía conlleva en sí la idea de conciencia colectiva, tanto como la de voluntad general, que desde Hobbes hasta Rousseau fundamenta el espíritu republicano, la libertad de los antiguos. Al hilo de esta noción “la sociedad política es el ámbito de la libertad y la igualdad, mientras que la sociedad civil está dominada o bien por la tradición y los privilegios o bien por el interés particular y, en consecuencia, la amenaza, la violencia y el caos” (Touraine, 2012: 207). Este ideal no fue el que establece la democracia liberal respetuosa de los derechos fundamentales del hombre. Más bien se entiende que la libertad es hija del orden, de la misma forma en que el principio del placer ha de estar dominado por el principio de realidad. La otra concepción de la ciudadanía estriba en afirmar los derechos del individuo, pero no en calidad de miembro de la sociedad política, sino como Hombre cuyo sentido lo da la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. Esta concepción de la ciudadanía, a diferencia de la anterior, permite que se pueda enfrentar tanto a los poderes como a las instituciones que parecen ampararlas. La relación entre el principio de placer y el de realidad varía porque tal enfoque posibilita a los individuos “garantías fundadas sobre un derecho natural contra el cual no puede atentar el derecho positivo de los Estados prioridad que está inscrita en una constitución y debe determinar la puesta en vigor de mecanismos de constitucionalidad de las leyes” (Touraine, 2012: 207-208).
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La fundación de Estados Unidos se asienta en el poder de su Constitución, en cuya cabeza descansa la Corte Suprema. Ahora bien, ¿cómo se pudieron unificar en una misma noción principios tan diversos como la soberanía popular y los derechos del hombre? Touraine pone de manifiesto las yuxtaposiciones que se dan en la declaración de los derechos de 1789 y entiende que la solución estuvo en “la reducción del individuo a la condición de ser racional y a la definición de la sociedad como una construcción igualmente racional” (Touraine, 2012: 208). Esto fue posible en el marco teórico de un occidente basado en la separación de lo racional y lo no racional con lo moderno y lo tradicional. Así, las fronteras entre la vida pública y la privada conducen a una continuidad con la tradición de la ciudad griega basada en la separación entre ellas; en el entendimiento de que la pública está reservada a los que pueden atender y participar en los problemas políticos, frente a aquellos otros, como era el caso de las mujeres, que sólo debían atender a la vida privada. En los Estados que ha definido como nacionalitarios el autor, también encuentra dos tipos opuestos de relaciones entre el individuo y la sociedad política. Para algunos países, queda identificado con el desarrollo y la modernización y ejerce el efecto de un imán para aquellos que pretenden dirigir o participar en la modernización. Sin embargo, en otros países se le atribuye una legitimidad absoluta al quedar definido como servidor de una creencia y una comunidad. Tenemos, entonces, que aquellos dos tipos de participación política contrastan tanto como los dos tipos de Estados. Esta tipología hace ver la oposición entre la forma más democrática y la menos democrática, aunque también muestra la existencia de dos especies intermedias, bastante dispares entre sí. Por un lado, el republicano institucional de gran peso en Francia y, por otro, el nacionalismo liberal “que animó el movimiento de las nacionalidades en Europa central o la América Hispánica contra unos imperios a la vez extranjeros y autoritarios” (Touraine, 2012: 209). Establecer la dualidad que define el tema nacional sería la tarea importante. Señala que la idea de ciudadanía y su componente universalista inspiraron los movimientos de liberación política en Holanda, Inglaterra, Estados Unidos y Francia. Es lo que denomina como culminación de las revoluciones democráticas fundadoras. Y continúa (Touraine, 2012: 209): Se los vuelve a encontrar en el pensamiento alemán en Herder e incluso en Fichte que no son estrictamente nacionalistas –aunque éste último en su furia antifrancesa afirme la superioridad natural de la lengua alemana– ya que tanto uno como el otro reclaman el acceso a la civilización moderna de los pueblos sometidos a la denominación cultural de Gran Bretaña pero sobre todo de Francia, y en primer lugar el alemán en el caso de Fichte (y aún en el de Herder, que también es el defensor de los pueblos bálticos y balcánicos)
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A diferencia de Touraine, nosotros consideramos que el nacionalismo alemán de Herder (Rodríguez, 2008: 79) y Fichte no tienen como móvil un transitorio arrebato sentimental contra de Gran Bretaña o Francia, sino que su oposición ante lo francés o inglés se fundamenta en una distinción real, donde la postura alemana se revela como primitiva, arcaica, antimoderna y anti-ilustrada como la particular forma de ser ellos ante el resto del mundo. En otras palabras, y recurriendo a la propia historia de la filosofía de Occidente, podemos decir que la idea de nación tal y como lo entiende ese legado germánico, está ontológicamente atada a un determinado y excluyente territorio y como al menos desde Herder y Fichte, con la lengua materna. El ser alemán no es una cuestión política sino histórica: el ser es y el no ser no es de Parménides. Históricamente podemos comprobar como la prioridad de lo cultural étnico y lingüístico han llevado a las naciones a desastres cuya legalidad divide a los propios individuos en ciudadanos y súbditos. Al hilo de esta reflexión, estimamos que viene bien hacer una referencia al espíritu tan distinto de la de Cádiz de 1812. El nuevo concepto de ciudadanía española que alumbraron constitucionalmente las cortes en Cádiz nos aclara la importante diferencia que puede darse entre la idea, ya sea natural o construida artificialmente por los postulados modernos, cuyo máximo vector es la universalidad. Por lo anterior, es posible ver que la noción de ciudadanía en cualquiera de los dos tipos de nación se muestra como central, debido a que determina al individuo por medio de sus derechos. Esto puede suprimirse, como vimos en los Estados nacionalitarios. Por tanto, los sistemas constitucionales han de trabajar por forjar de manera cercana la construcción de los derechos humanos.
IV. NACIONALISMOS: CARACTERÍSTICAS Y CONSECUENCIAS
El sociólogo afirma que la nación como Sujeto histórico había sido en los inicios de la modernidad “el lugar en que se combinaron la voluntad general y la libertad política, la ley de la mayoría y el pluralismo de las opiniones y los intereses” (Touraine, 2012: 215), pero con la llegada de la sociedad industrial perdió ese papel central. La nación se redujo a la unidad nacional y a la afirmación de ésta, es decir, al nacionalismo, mientras que la defensa de las libertades pasaba al bando de los actores de clase. Así, la nación deja de ser una categoría mediadora e integradora conforme la política y se asocia de forma cada vez más estrecha a la gestión de la sociedad industrial. Mientras que la filosofía política reflexiona acerca de las condiciones del orden social y el sistema político, el tema nacional, considera Touraine, se separa del tema del orden para unirse al del cambio. Es entonces cuando la sociedad
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se convierte en el marco de la industrialización lo que significa, a su vez, que está más ligada al Estado y sus luchas internacionales. La diferencia que hay entre la conciencia nacional y el nacionalismo está en que éste se vincula con la unificación. Ya no será un espacio de encuentro, de diálogo, de negociación: será una imagen unitaria. La distancia que hay entre conciencia nacional y sociedad económica es aún más grande en otras circunstancias. El llamado nacionalismo liberal tiene su lugar cuando la nación se libera de un imperio. En esta circunstancia es cuando la idea nacional viene a asociarse con la de modernización económica. Sus deberes políticos giran más bien en torno a temas nacionales que a cuestiones económicas. Sin embargo, en contra de ese nacionalismo liberal, crece también, junto con la industrialización, lo que Touraine define como nacionalismo comunitario, que lucha contra una modernidad sin raíces, desocializada y tan desnacionalizada como lo está el capitalismo financiero y el imperialismo. Ésta circunstancia hace que el nacionalismo no tenga como objeto la creación de una sociedad política nacional, sino la defensa de una comunidad histórica, un ser cultural lingüístico o religioso. Se recuerda la situación de Viena hacia finales del siglo XIX, en la que se difunde entre la población alemana un antisemitismo que se expandió hacia Hungría y Bohemia, apoyado por los defensores de la tradición nacional y católica interpretada ahora de manera integrista, es decir, comunitaria. Este pensamiento fue utilizado como arma contra lo que aparece como extranjero, aunque el extranjero segregado sea un nacionalista. Lo anterior revela que los sistemas constitucionales se muestran débiles cuando los derechos humanos son suprimidos por este despertar tradicional, donde su principal motivo no es el de la unión del otro, sino su segregación o, en algunos casos, su eliminación. Es de ésta forma en la que la unión entre derechos humanos y sistemas constitucionales se pierde y sólo importa la determinación de las nociones de cultura, etnia, lengua o territorio que se tengan para distinguir a un individuo del otro. Las conmociones sociales que siguieron a la revolución industrial y a la consecuente urbanización terminan por amenazar, cada vez más, a sectores tradicionales de la sociedad, que denuncian con un lenguaje tradicionalista, anticapitalista, y adquieren la figura de un populismo e integrismo nacionalista; por tanto, centran sus críticas contra “las fuerzas oscuras o los traidores que amenazan la identidad nacional en el momento mismo en que el espíritu republicano la fortalece y la impone” (Touraine, 2012: 218).
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El caso es que, como señala el sociólogo, del nacionalismo liberal al nacionalismo comunitario, aquella idea nacional se va alejando cada vez más de la ambigüedad creadora y liberadora de la idea de ciudadanía que era el eje del triunfo revolucionario de 1789, traicionándose de forma clara el ideal universal de la nación. Cuanto mayor es el retraso de la modernización y más altos los obstáculos internos a la secularización y racionalización de la economía, igualmente más grande y profundo es el control del Estado sobre la mayoría de la vida económica y la imposición de límites a las industrializaciones democráticas. En este punto, el autor hace una mención a México y la queremos resaltar. Se trata del México posrevolucionario que no constituyó un sistema político pluralista; por lo que se ha destacado con justicia la debilidad de la tradición liberal al mismo tiempo que se ha señalado “el papel constantemente central del Estado en su industrialización” (Touraine, 2012: 219). Hay otra circunstancia histórica y es aquella donde la modernización aparece como algo imposible al mismo tiempo que la industrialización y el capitalismo financiero son presentados como enemigos totales de la sociedad y la cultura nacionales o regionales. Podemos observar cómo el Estado, cuyo nacionalismo ya no está al servicio de la modernización, rechaza con violencia a una sociedad civil y un mundo mercantil que, según interpretan, amenazan la esencia de la nación. El Estado, en estas circunstancias, en vez de ser el tutor de la sociedad civil, la destruye y habla directamente en nombre del pueblo. No se trata de que la sociedad asuma el papel de un Sujeto histórico que proclama y defiende sus tradiciones, “sino un poder autoritario que moviliza tradiciones y creencias para apoderarse del Estado e imponer su control a todos los aspectos de la sociedad” (Touraine, 2012: 219). Respecto al caso mexicano y la modernidad, Octavio Paz dedica varias reflexiones, donde señala algunos desarrollos históricos como causantes de las deficiencias que han impedido el acceso a la modernidad de nuestro país; entre ellos ocupa un lugar especial la falta de crítica a la tradición llevada a cabo por la ilustración. Al referirse a México señala (Paz, 1985: 465): […] nosotros no tuvimos siglo XVIII, no tuvimos ningún Kant, Voltaire, Diderot, Hume, […] los norteamericanos nacieron con la Reforma y la Ilustración, es decir, con el mundo moderno; nosotros, con la Contrarreforma y la neoescolástica, es decir, contra el mundo moderno.
El poeta mexicano desarrolla en distintas obras la idea de una modernidad en Latinoamérica cuyo proyecto está inconcluso, donde los planes de modernización se muestran inservibles y nos han desfigurado (Paz, 1979: 337), donde lo último que se muestra es nuestra identidad: “los sucesivos planes de moderni-
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zación han sido verdaderas camisas de fuerza que han deformado nuestra cultura sin ni nuestra sociedad ni nuestras almas” (Paz, 2010: 352-353). En el siglo XIX, preñado de ideas independentistas en Iberoamérica, alimentadas por los movimientos románticos europeos, se ve de forma nítida la necesidad del ser humano de volver a su patria-tierra, estos principios atraviesan la historia del colonialismo.
V. LA ESCUELA COMO MOTOR DEMOCRÁTICO CONTEMPORÁNEO
La propuesta de Touraine ha de centrarse en la institución donde surge el encuentro social: la escuela. En la mente del autor francés, es ella la que se impone a sí misma la misión de fortalecer la capacidad y la voluntad de ser actores, en el sentido de la teoría de la acción política de Hannah Arendt y que enseña a cada uno de los individuos a reconocer en el Otro la misma libertad que en uno mismo, el mismo derecho a la individuación y a la defensa de intereses sociales y valores culturales, es una “escuela de la democracia dado que reconoce que los derechos del Sujeto personal y las relaciones interculturales necesitan garantías institucionales que no pueden obtenerse sino a través de un proceso democrático” (Touraine, 2012: 291). Sin embargo, aún tendría un papel más democratizador, dado que no se trata de una democracia que exhorta a respetar la soberanía popular y derribar el poder monárquico, así como los privilegios de la aristocracia; se trata de una que se construía en la calle y en los Parlamentos. De ésta forma estuvo presente en todos los espacios en los que el pueblo se afirmaba contra las minorías dominantes. La sociedad industrial fue la consolidación allí donde los trabajadores luchaban contra la explotación que sufrían. La dialéctica entre el amo y el esclavo de la Fenomenología del espíritu de Hegel era el marco de la Filosofía política de ésta circunstancia histórica. Sin embargo, la democracia entendida como política del Sujeto se debate, actualmente y de forma principal, en la escuela y la ciudad. En aquella se trata, afirma el autor, de construir la escuela del Sujeto y la comunicación intercultural en el reconocimiento de que la meta de la escuela no es solamente preparar y formar jóvenes para la sociedad con la mira puesta exclusivamente en la “inserción económica; sino en primer lugar para sí mismos con el objetivo de que se conviertan en seres capaces de encontrar y preservar la unidad de su experiencia a través de las conmociones de la vida y la fuerza de las presiones que se ejercen sobre ellos” (Touraine, 2012: 292). De igual modo en la ciudad, dado que es el lugar de encuentro e intercambio; aunque, de igual manera, podría convertirse en un modelo de segregación.
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El sociólogo se cuestiona en dónde se localizan actualmente las políticas del Sujeto. Ésta pregunta parte del presupuesto al que ha llegado el análisis social y político en este y otros libros. “La demanda de subjetivización ya está presente y activa por doquier, pero es mantenida en un nivel infrapolítico por los efectos de la mundialización de la economía y los obstáculos que le oponen las organizaciones de tipo político, partidos o sindicatos herederos de movimientos sociales hoy desaparecidos, pero que conservan una influencia política e ideológica considerable” (Touraine, 2012: 302). Si nos preguntamos en donde están las demandas de la opinión pública hay que contestar que ya no se expresan ni en la sociedad política ni en la sociedad de producción. Para el autor, los principales actores políticos de nuestro futuro inmediato no serán ni el ciudadano, como así lo fue en nuestra primera modernidad, tampoco el trabajador, como sí lo fue en la sociedad industrial; estarán en cualquier lugar “en que individuos o grupos trabajan para combinar una experiencia cultural privada con la participación en el universo de la acción instrumental” (Touraine, 2012: 302). En síntesis, la escuela se presenta como formadora del Sujeto que reconoce y dialoga con el Otro. Entonces, una sociedad libre de etiquetas para los individuos que luchan por su reconocimiento nos señala la importancia de trabajar en los derechos humanos, con el fin de que sean tomados en cuenta con mayor medida en los asuntos políticos y en los sistemas constitucionales actuales.
CONCLUSIONES
Como resultado de nuestras reflexiones, se ha conseguido vincular el análisis sociológico que hace Alain Touraine del mundo actual con uno de los cuestionamientos clave de la Constitución de 1812: quienes somos nosotros mismos. Nos encontramos en un mundo con aspectos en tensión cuyos extremos bien podrían ser, por un lado, el nihilismo individualista surgido del propio desarrollo de la sociedad industrial y, por otro, el reclamo comunitario, integrista o fundamentalista, como única solución ante la disipación de toda identidad. Para evitar el nihilismo pareciera que se ha fundado una sociedad comunitarista como tabla de salvación. Por otra parte, la defensa que hace de la escuela del Sujeto nos resulta innovadora, aunque en sus formulaciones pareciera ambigua y abstracta. La idea que se persigue es la de una renovación de la Ilustración sin dejar atrás el hecho cultural como parte insustituible de la identidad de cada Sujeto. Por tanto, se trata de hacer, de la Constitución política basada en los derechos del hombre, una escuela para el desarrollo de los individuos como personas capacitadas para dirigir su propia vida; pero, a su vez, se asume un punto de
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partida cultural: la tradición en la que se ha educado, donde los niños han abierto por primera vez sus ojos al mundo. Estamos hablando de una escuela constitucional en donde la política dejaría de estar al servicio de los partidos anclados en movimientos sociales ya inexistentes, para dar paso a una acción política que equilibraría la experiencia cultural con la experiencia tecnológica. Si estamos en lo cierto, entonces la Constitución ya no puede regir basada en un espacio vital, sino teniendo como eje el desarrollo infinito de cada individualidad o persona con derechos humanos universales. No se trata, entonces, de menos subjetividad ni de menos perspectivismo, sino de una mayor capacidad de interpretación y de trazar puentes y analogías entre el yo y el otro. No con el ánimo de la disolución de las diferencias, más bien en el horizonte de sentido que da el juego de la pluralidad del mundo. Este juego no aspira ni al totalitarismo, ni al fundamentalismo, más bien a la invención y renovación lúdica que hacemos en el trayecto nacimiento-muerte como movimiento esencial; pone de manifiesto una solidaridad y no nos referimos a la que nos paraliza en bloques pétreos y monolíticos de igualdad, sino en la solidaridad creativa ajena a la compasión para vergüenza del que padece. Para este juego del mundo al que hemos hecho referencia se necesita el impulso continuo del binomio libertad-seguridad. Por eso hay que inventar una Constitución para personas reales, deseosas de que se salvaguarden sus derechos humanos como la libertad y seguridad; de tal forma, decíamos, que esa Constitución no puede pretender resolver el problema de la inseguridad ciudadana a fuerza de menoscabar las libertades personales. Así, este juego ya no desea su conclusión, sino su reactivación personal. Consideramos como juego del mundo no una utopía, más bien, la propia realidad plural del mundo. Esta pluralidad aplicada a la idea de Sujeto tiende al infinito (Spinoza, III, 8,1980: 131). La defensa del papel del Sujeto como actor principal de la política y origen de los derechos humanos y su amparo en los sistemas constitucionales es de vital importancia, es así como la forma que tenemos de vivir juntos es salvaguardar las Cartas Magnas que contienen los derechos humanos universales, la inviolable libertad de cada uno para hacer de ella misma un mundo devenido a través, tanto de sus propias tradiciones, como de la incesante renovación científica y técnica. Admitir que cada persona es un cosmos es una defensa clara de la subjetividad en la política, ante el afán integrador que pretende reducir la subjetividad a una unidad sin aristas. En este sentido, la relación con la Constitución
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de Cádiz viene dada por el espíritu de creatividad que indujo a pensar a las Cortes que aquellos españoles y estos españoles eran, con sus diferencias, los mismos españoles.
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Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura, 2014, Vol. XX, No. 2 (jul-dic), pp. 147-171
LOS DERECHOS POLÍTICOS DE LA MUJER (DE LA DEMOCRACIA CENSITARIA A LA DEMOCRACIA PARITARIA) Seny Hernández Ledezma1 ESCUELA DE ESTUDIOS INTERNACIONALES, UCV Resumen: El presente artículo trata sobre la evolución de la participación política de las mujeres en Hispanoamérica y en el mundo, desde la promulgación de la Constitución de Cádiz (1812), cuya legalidad les impedía disfrutar de sus derechos ciudadanos, por las condiciones que les imponían el patriarcado y la ideología de la domesticidad, hasta la coyuntura actual, después de habérseles reconocido internacionalmente sus derechos políticos cuando sus retos esenciales consisten en alcanzar la equidad de género y el establecimiento de la democracia paritaria. Palabras claves: Género, derechos políticos, mujer, participación política, democracia censitaria, democracia representativa, democracia paritaria, cabildeo político, derechos civiles, ciudadanía. “…la dependencia no requiere mayor esfuerzo, responsabilidad, ni trabajo; simplemente buena voluntad para satisfacer al protector y medrar a su sombra.” (John Baines, 1983: 17)
INTRODUCCIÓN
El objetivo central de la presente investigación consiste en presentar la evolución histórica de las luchas de la mujer en materia de derechos políticos desde el siglo XIX hasta la actualidad. La formulación de este objetivo implica por un lado, la adopción de un criterio histórico para interpretar la evolución de etapas sucesivas de conformidad con los datos contenidos en las fuentes consultadas y, por el otro, la selección de teorías que permitan efectuar el análisis propuesto considerando tres conceptos básicos: género, participación política y modelos de democracia. Género constituye una construcción social en la cual existe una dicotomía de “las identidades, comportamientos y expectativas, como masculinas y femeninas”2. De acuerdo con las feministas, esa categoría analítica, permite “mostrar que los significados intersubjetivos que configuran la ontología social están ses1
sh26587@gmail.com
Kepa Sodupe cita el artículo de V.S. Petterson, titulado: “Trasgressing Boundaries: Theories of Knowledge, Gender and International Relations”, publicado en Millenium Journal of International Studies, Vol. 21, No. 2, 1992: 183-208. 2
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gados en términos de género” (Sodupe, 2003: 198). Esa definición ha supuesto la creencia de una concepción social imperante que califica de injustas a las relaciones que se establecen entre los dos sexos. Otro de los aspectos importantes a destacar en relación con los estudios de género vistos desde la perspectiva de la teoría feminista es el rechazo a la división entre lo público y lo privado por considerarlo discriminatorio, especialmente cuando dentro de la esfera privada, que tiene un marcado carácter despolitizado, se ubica a la mujer y a lo femenino (Sodupe, 2003:199). El activismo político de las mujeres a través de la participación ha conducido a la conquista de sus derechos políticos, guiadas por el anhelo de transitar en la esfera privada a la esfera pública, para lo cual se han valido de la influencia que han tenido sus movimientos sociales en la incidencia política, con la correspondiente formulación de políticas públicas, por medio de las cuales las mujeres han ido alcanzando progresivamente la satisfacción de sus demandas políticas; sin embargo, es necesario que su participación no decaiga porque mantener los logros alcanzados e impulsar nuevos, supone el ejercicio de una participación protagónica continua y comprometida con los ideales de equidad de género y de justicia social. Dentro de este marco analítico evolutivo se estudian los contextos históricos diversos, se mencionan los nombres y las acciones emprendidas por mujeres singulares que influyeron directamente en los cambios sociales y políticos que se fueron gestando a nivel internacional, los cuales han llegado a ejercer influencias significativas en el seno de la ONU, desde donde se han emprendido y emprenden campañas a favor de la defensa de los derechos humanos de la mujer. Las campañas de incidencia política emprendidas por las mujeres en la actualidad se han realizado a través del cabildeo político y van dirigidas desde la sociedad civil a las instancias en las cuales se toman las decisiones nacionales e internacionales dentro de los organismos gubernamentales, con la finalidad de concretar acuerdos que garanticen sus condiciones de ciudadanas en el marco de sus respectivos Estados-nacionales; para ello han utilizado distintos medios, como el ejercicio del liderazgo de sus grupos, el desarrollo de las capacidades negociadoras de sus líderes y las movilizaciones públicas. La concepción teórica de la democracia que se adopta está fundamentada en el principio de la igualdad jurídica de los ciudadanos y se inscribe en aquélla defendida por Norberto Bobbio, mediante el establecimiento de un conjunto de criterios los cuales son (Anderson, 1992: 29):
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1) El sufragio adulto igual y universal; 2) derechos cívicos que aseguran la expresión libre de opiniones y la organización libre de corrientes de opinión; 3) decisiones tomadas por mayoría numérica; 4) garantías de los derechos de las minorías contra cualquier abuso por parte de las mayorías
Es así como desde esa visión de la democracia emergen los derechos políticos en torno a los cuales se ha organizado la información, considerándolos como aquellos defendidos por los movimientos sociales en los cuales han participado las mujeres a lo largo de más de dos siglos. Estos son: el derecho al sufragio, el derecho a la expresión libre de la opinión, el derecho a formar parte de organizaciones, el derecho a manifestar públicamente y el derecho a elegir y ser elegido. Esta investigación ha sido dividida en tres partes fundamentales: en la primera se plantea el contexto socio-político en el cual emerge la Constitución de Cádiz de 18123. Durante esa época, la mujer estaba políticamente segregada, por el predominio del patriarcado se le negaban sus derechos ciudadanos y en la Constitución de Cádiz se estableció una democracia censitaria en la cual solamente el hombre con ciertas condiciones económicas, sociales y educacionales tenía derecho al voto y podía ser electo en cargos públicos. En la segunda parte, se desarrollan las luchas emprendidas por las mujeres para conquistar sus derechos políticos, que contribuyeron con la transformación de la democracia censitaria en una basada en el sufragio universal, directo y secreto, que se funda sobre las bases del principio de la igualdad de derechos. También se destaca, entre otros hechos significativos, el contenido y el alcance de la Convención sobre los Derechos Políticos de la Mujer, adoptada por la Asamblea General de la ONU (20-12-1952), que inspiró la selección del título de esta investigación. La tercera parte, se enmarca dentro de otro tipo de democracia, la democracia paritaria y se corresponde con la participación de la mujer a través del disfrute de la plenitud de sus derechos políticos, entre los cuales se encuentra el ejercicio de cargos públicos, con la modalidad del establecimiento de cuotas de poder basadas en la equidad de género como política pública que aspira ser permanente, hasta que, por convicción, desaparezca, cuando se logren los cambios socioculturales que la hicieron necesaria.
3
Esta investigación se inició como una ponencia que se presentó en el V SICLA (Seminario de Identidad Cultural Latino-Americana) organizado por la Universidad Veracruzana, que se celebró en Xalapa y Poza Rica, México en agosto-septiembre de 2012. Para asistir al mencionado evento contamos con los apoyos brindados por la UCV a través de DICORI y de la CEAP. El tema general del seminario fue: Cádiz e Hispanoamérica: 200 años después. Por esa razón adoptamos como punto de partida la situación política de la mujer en la Constitución de Cádiz (1812).
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De conformidad con el contenido expuesto, la investigación se ha estructurado para alcanzar los siguientes objetivos específicos: -
Analizar la situación jurídico-política de la mujer antes y durante la promulgación de la Constitución de Cádiz (Constitución Política de la Monarquía Española –18 de marzo de 1812)
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Construir una síntesis histórica relativa a la manera como las mujeres fueron conquistando sus derechos políticos durante los siglos XIX y XX.
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Evaluar el trabajo político de las mujeres en sus luchas por consolidar la equidad de género a niveles nacionales e internacionales, como demanda permanente necesaria para la defensa de sus derechos políticos.
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Las transformaciones suscitadas en la práctica política han supuesto también una evolución en el desarrollo de las ideas y de las teorías políticas, que fundamentan cada uno de los modelos de democracias mencionados. Esa correspondencia supone que mientras las luchas políticas de las mujeres por la igualdad han ocurrido, los sistemas políticos democráticos han ido evolucionando por diversas vías, concepciones políticas y factores relacionados con esa participación humana y vitalmente comprometida.
I.- LA DISCRIMINACIÓN POLÍTICA DE LA MUJER EN LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ (1812)
La democracia censitaria que acompañó el nacimiento del liberalismo económico, establecía el tratamiento jurídico que debía dárseles a los hombres dentro de la República, caracterizado por la desigualdad política y se basaba en las diferencias sociales y económicas existentes en aquella época. Uno de los pensadores políticos que desarrolló sus ideas en torno a la democracia censitaria en el marco del pensamiento liberal de la Revolución Francesa fue Benjamín Constant (1767-1830), quien propuso como forma de gobierno un modelo republicano, basado en la democracia representativa en la cual se limitaba a un grupo de hombres los derechos de elegir y de ser elegidos. Es así como en la obra titulada Principios de política4 de Constant al referirse a las condiciones de propiedad expresaba que (García, 2006: 137): “Sólo la propiedad asegura el ocio necesario, sólo ella capacita al hombre para el ejercicio de los derechos políticos” y más adelante señala: “En consecuencia, es pre-
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El libro de Elena García Guitián y otros autores (2006: 137), titulado: La democracia en sus textos, incluye varios análisis de los pensadores políticos, de sus obras y se incorporan una antología de textos originales. Entre esos textos se recoge la obra mencionada de Benjamín Constant y los fragmentos citados.
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ciso establecer condiciones de propiedad, tanto para ser electores como para ser elegibles”. La visión del mundo político que subyace en estas ideas era que tan solo aquellas personas que poseían suficientes bienes de fortuna tenían tiempo para ejercer los derechos políticos y únicamente ellos podían desempeñar cargos y ser electores, limitándose de esta manera el ejercicio del sufragio y de la democracia a una minoría. La discriminación política de la mujer tenía una base ideológica importante, constituida por el patriarcado5 y por la ideología de la domesticidad en la organización de la familia y en la vida pública, porque si bien podía tener bienes de fortuna, su gran limitante era el acceso a la instrucción pública. Antes de que se promulgara la Constitución de Cádiz (1812), el tema de los derechos del hombre y del ciudadano había emergido en el escenario político de la época, pero el tratamiento que se le daba al mismo hacía que las mujeres fueran excluidas de esos derechos y del debate público. El Marqués de La Fayette (1757-1834), redactó la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, en 1789 (Asamblea Nacional Francesa, 26-81789), que entró en pugna con el modo de vida establecido en el Antiguo Régimen por cuanto rescataba los valores procedentes de las ideas de la Ilustración y del Enciclopedismo, en las cuales se reconocía la individualidad, la libertad, la ciudadanía civil, la rendición de cuentas del gobierno y el derecho a la rebelión, aunque en la práctica muchos de estos ideales no se alcanzaron, como lo expresa Elena Simón Rodríguez (2002, 96) en su libro Democracia vital (mujeres y hombres hacia la plena ciudadanía); la autora se refiere críticamente a la discriminación política al describir los defectos que en aquel entonces tenía la ciudadanía civil: en este momento tan importante de la Historia Moderna, instancias legisladoras y teorías políticas olvidaron a todas las mujeres y a la mayor parte de los varones: los campesinos, los obreros de las manufacturas y los colonizados. Ésta es la razón por la que los principios aparentemente incluyentes que inspiran la ciudadanía civil se desvirtúan, se desnaturalizan, pierden su carácter de universales y se tornan elitistas.
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Pérez Aguirre (1996: 17) señala los siguientes rasgos del sistema patriarcal: separación total entre lo masculino y lo femenino, se le atribuye el nombre del padre a la familia, la autoridad está en el varón, la herencia es por vía masculina, el derecho y las costumbres consagran la superioridad masculina.
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Desde la época de la Revolución Francesa y de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, que consagraba los derechos del individuo como expresión de la ciudadanía civil, las mujeres se daban cuenta de su exclusión social y sus voces de protestas se dejaron escuchar a través de varios medios de expresión como “cuadernos de quejas, en pasquines, en obras de teatro, en manifiestos, en documentos públicos, en panfletos” (Simón R., 2002: 97). Dos años después de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, Olympe de Gouges (De Gouges, 1791) conjuntamente con otras mujeres escribieron La Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. Ese documento inspiró también el pensamiento de otra gran luchadora en Estados Unidos; se trataba de Mary Wollstonecraft, quien en 1792 escribió la obra Vindication of the rights of women (Tomalin, 1993), a manera de un manifiesto el cual estaba orientado a defender los derechos de la mujer y entre otros reclamaba los derechos cívicos, políticos y el derecho a recibir instrucción, que como señaló anteriormente, se convertía en una de las razones por las cuales la mujer no podía acceder a una vida políticamente activa (Bensadon, 2001: 60). El marqués de Condorcet (Marie-Jean-Antoine Nicolas de Caritat 17431794) apoyó los ideales del grupo de mujeres que se encontraban alrededor de Olympe de Gouges en Francia, quienes no podían hacer llegar sus propuestas a la Asamblea Nacional, porque no estaban representadas en la misma. El diputado Condorcet intervino y presentó un proyecto de ley conocido como: De la admisión de las mujeres al derecho de ciudadanía, que no fue aceptado por la Asamblea (Simón R, 2002: 97-98). La Constitución de 1812 significó un continuismo social y jurídico respecto al tratamiento que se le daba a las mujeres, en un panorama de inferioridad legal y su contenido evidencia el desinterés en reformar la situación discriminatoria del sexo femenino. La exclusión de las mujeres de los derechos civiles y políticos, su falta de autonomía personal y jurídica, su dependencia del marido, padre o hermano jefe de casa condujeron los pensamientos de los legisladores españoles de aquellos momentos. A pesar de que la Constitución de Cádiz se corresponde con la fecha del 19 de marzo de 1812, los debates precedentes que se habían suscitado en torno a los derechos de la mujer así como las posibilidades de involucrarse jurídicamente en la vida política de España, no fueron considerados en el texto constitucional para darle su peso específico dentro de la sociedad, por el predominio de las ideas excluyentes que existían en la sociedad de la época.
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La influencia del modelo paternalista sobre los derechos de la mujer en la Constitución de Cádiz, con su consiguiente sometimiento al hombre y con el predominio del protagonismo masculino sobre el femenino, justificado por la separación entre las esferas públicas y privadas, constituyeron las razones de peso para negarle su condición de ciudadana. Es así como dentro del contexto histórico de esa época, correspondiente al siglo XIX en España, existía la falta de inclusión de la mujer en las deliberaciones políticas, en el derecho al sufragio, en la libertad de expresión y la negación a recibir instrucción pública. La ausencia del disfrute de estos derechos la fueron restringiendo a permanecer al interior del hogar, cumpliendo funciones de ama de casa. Uno de los mitos que formaban parte de las conciencias colectivas de aquellos momentos que traían consigo la discriminación femenina, la cual era percibida como natural, fue el mito de la debilidad de la mujer. Este mito, de acuerdo con Ney Bensadon tuvo sus orígenes en la sociedad de estructura romana y a través de él, el hombre imponía su voluntad y convencía a la mujer de su inferioridad natural (Bensadon, 2001: 16), lo peor es que la mujer ha creído en ese mito desde ese entonces, se ha identificado con él y lo ha reforzado por muchos años. La ideología de la domesticidad continúa existiendo hoy en día en muchos hogares y la mujer la acata como un hecho natural y en muchos casos critica a aquellas mujeres que han logrado liberarse e independizarse de ese modo de vida, por lo que el modelo sobrevive a expensas de quienes lo padecen. El mito de la debilidad femenina justificó, en algunas culturas, las limitaciones que se le han atribuido a las mujeres para el disfrute pleno de sus derechos ciudadanos e iba acompañado de la creencia enraizada de que la mujer estaba destinada exclusivamente a cumplir funciones en el ámbito familiar “enclaustrada en el seno de la familia. Esto entrañaba un cierto aislamiento de tal naturaleza que no permitía a las mujeres una gran libertad” (Bensadon, 2001: 21), por lo que durante muchos años sus derechos ciudadanos estuvieron fuertemente restringidos. En esa época, el hombre se convirtió en el supuesto protector de la mujer y se impuso una división del trabajo por sexos, aquéllos que exigían una robustez física eran destinados al hombre, mientras que los trabajos domésticos fueron destinados a la mujer y en muchos casos, estos últimos, eran considerados inferiores. De esta manera, se fue fortaleciendo la ideología de la domesticidad, la tendencia generalizada de considerar que la mujer no es capaz de realizar traba-
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jos fuera del hogar, como los que realiza el hombre y que esos trabajos asignados a la esposa/madre no tienen por qué ser remunerados. Otra circunstancia que caracteriza al modelo paternalista es el predominio del hombre por encima de la mujer y la dependencia de la mujer al hombre. Indicadores de este predominio y de esta dependencia pueden observarse en los usos y costumbres de ciertas culturas, cuando los hijos legítimos adoptan el apellido paterno y la adopción de la mujer del apellido del esposo cuando contrae matrimonio. Esta última circunstancia es evaluada por Elena Simón Rodríguez, gran luchadora feminista, como si la mujer fuera propiedad del hombre y además afirma que esta relación se convierte en una suerte de esclavitud (Simón Rodríguez, 2002: 94). Retornando a nuestro punto de partida, la España de 1812, dentro de la Constitución de Cádiz el primer criterio que se estableció para negarle la inclusión política a la mujer fue el de la ciudadanía, porque si bien el artículo 4 establecía que: “La Nación está obligada a conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen”, al parecer sin ninguna exclusión, esta idea no se mantuvo en el artículo 5, cuando se determina quienes son ciudadanos españoles: Artículo 5: Son españoles Primero: Todos los hombres libres nacidos y avecindados en los dominios de las Españas y los hijos de éstos. Segundo: Los extranjeros que hayan obtenido de las cortes carta de naturaleza. Tercero: Los que sin ella lleven diez años de vecindad, ganada según la ley en cualquier pueblo de la monarquía. Cuarto: Los libertos desde que adquieran libertad en las Españas.
Como se puede observar, de conformidad con este artículo, los hombres eran los únicos que podían ser ciudadanos, hubieran nacido en España y sus territorios de ultramar o no, aunque en el caso de los extranjeros, debían cumplir con ciertos requisitos adicionales. En el Artículo 20, sin embargo, se muestra cómo la mujer española si podía darle los derechos ciudadanos al hombre extranjero, cuando contraía matrimonio con él y dice: Para que el extranjero pueda obtener de las Cortes esta Carta (de Ciudadanía) deberá estar casado con española, y haber traído o fijado en las Españas alguna invención o industria apreciable, o adquirido bienes raíces por los que pague una contribución directa, o estableciéndose en el comercio con un capital propio y considerable a juicio de las mismas Cortes, o hecho servicios señalados en bien y defensa de la Nación.
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Es decir, que mientras las mujeres no disfrutaban de los derechos ciudadanos, los extranjeros al contraer matrimonio con ellas y si reunían las condiciones económicas establecidas sí podían disfrutar de esos derechos y podían ser elegidos y elegir funcionarios para empleos municipales, por ejemplo, como lo establecía el artículo 23 de la mencionada Constitución. Por otra parte, de acuerdo con el Artículo 25 el ejercicio de los derechos a elegir y ser elegidos se podía suspender cuando no se tenía “empleo o modo de vivir conocido”, por estado de sirviente doméstico o al no saber leer ni escribir. Este artículo continúa fortaleciendo las bases de una democracia censitaria en el contexto político de la época, en la cual las mujeres formaban parte del grupo de personas excluídas. Mientras se redactó el proyecto de la Constitución de Cádiz, en la sesión correspondiente al 15 de septiembre de 1811, se debatió la base de representación nacional en las Cortes y en el artículo 29 del proyecto de Constitución, se decidió que las mujeres no eran ciudadanas: “Pues aunque en unas y otras, las mujeres, los menores de edad, los criados, etcétera, no sean ciudadanos, unos llegan a serlo con el tiempo, y todos pertenecen a la familia ciudadana” (Castells y Fernández, 2008: 5). Las mujeres tampoco podían asistir a las Cortes a escuchar los discursos, porque todos los Reglamentos desde 1810 prohibían su presencia en tribunas y galerías, aunque ellas empezaron a hacerlo disfrazadas de hombres (Ruiz-Rico, 2012). La asistencia a las cortes o asamblea en las cuales se discutían y acordaban las decisiones que iban a incidir en la orientación política del país, estaba negada a las mujeres, lo cual implicaba que no podían asistir ni escuchar a los diputados y mucho menos participar en esos debates. En 1821, sin embargo, se debatió el tema de la presencia de las mujeres en las Cortes de Cádiz, aspiración femenina que se les negaba por imperativo legal en el Reglamento para el Gobierno interior de las Cortes del año 1810. La mayoría de los diputados votaron en contra y no aceptaron la presencia de las mujeres ni siquiera en calidad de oyentes. Una minoría, conformada por los diputados Rovira, Moscoso, Romero Alpuente y Flórez Estrada mantuvo una posición contraria durante la sesión del 16 de marzo cuando expresaron que no encontraban (Castells y Fernández, 2008: 8-9): los justos motivos que habrá tenido la comisión para prohibir á las mujeres la entrada en las galerías y la asistencia á las discusiones. Esta determinación creo que podrá ser no muy justa y poco conveniente. La representación de los diputados es-
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tá fundada sobre la base de uno por cada 70.000 almas de población, y por consiguiente en este número parece que debe entrar la gran parte de esta que componen las mujeres, lo mismo que lo de los hombres (…) ¿Por qué nosotros hemos de privar a las mujeres, que están tan obligadas como los hombres á obedecer a las leyes, ya que por conveniencia les hemos quitado los derechos de ciudadanía (…) ¿Por qué las hemos de privar de asistir a las sesiones, cuando tal vez permitimos la entrada a un esclavo?.(…).
Fue notable el manifiesto colectivo escrito por Emilia Duguermeus durante el mismo año de 1821, para combatir la decisión de los diputados y argumentaba que: “la presencia femenina en las gradas de la asamblea era un derecho histórico adquirido por las mujeres como consecuencia del patriotismo por ellas demostrado desde tiempos inmemoriales” (Castells y Fernández, 2008: 11). En relación con el derecho a ejercer el sufragio, el texto constitucional en su artículo 75 establecía las condiciones para ser elector de partido y quedó recogido de la siguiente manera: Para ser elector de partido se requiere ser ciudadano que se halle en el ejercicio de sus derechos, mayor de veinticinco años y vecino y residente en el partido, ya sea del estado seglar o del eclesiástico secular, pudiendo recaer la elección en los ciudadanos que componen la junta o en los de fuera de ella.
Los requisitos para ser elector de partido que quedaron establecidos en el Artículo 75 eran consecuentes con las limitaciones impuestas para ser ciudadano, lo cual implicaba saber leer y escribir y tener una renta anual proporcionada por la posesión de bienes propios. Dado que la mujer no podía recibir instrucción pública, sus condiciones para ser ciudadana estaban restringidas y con ello se limitaban sus potencialidades como ser humano, se obstaculizaban sus capacidades y se mostraban los niveles de sometimiento personal al cual estaba sujeta. En ese sentido, el texto constitucional tenía un impacto sobre la vida de las mujeres porque: “las condenaba a no prosperar, al privarlas de un derecho tan básico como la educación. La mujer no era ni sujeto civil ni político y se le negó algo que entraba en flagrante contradicción con la herencia ilustrada” (Castells y Fernández, 2008: 6). La instrucción pública para garantizar a la mujer este derecho en España, tuvo una evolución histórica discontinua, que no obedeció a un progreso lineal, aunque la necesidad de cambios en la visión de mundo empezaron a suscitarse en las mismas Cortes de Cádiz en el año de 1813, cuando se evidenció el interés que tenían los diputados por establecer un sistema público de enseñanza, homogéneo para toda la Nación, inspirándose en la obra de Jovellanos (1809) titulada: Las Bases para la Formación de un Plan General de Instrucción Pública. No fue sino hasta 1910 cuando se quitaron las restricciones sobre matrícula
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oficial de alumnas, que permitió el ingreso de la mujer a los estudios universitarios (Scanlon, 1987: 194-207). La obra de Jovellanos fue de avanzada para su época porque establecía el interés por la instrucción de las niñas, aunque sin superar totalmente la ideología de la domesticidad, en el sentido de que se justificaba esa decisión para que se encargaran de formar moralmente a sus hijos (De Jovellanos, 1858). En el entretanto, durante el año 1813, el liberal Quintana escribió un informe elaborado por la Junta creada por la Regencia, que aspiraba “proponer los medios de proceder al arreglo de los diversos ramos de instrucción pública”, cuya exposición se realizó durante la sesión del 9 de septiembre, en la que se determinó a la instrucción universal como principio general de toda enseñanza (Castells y Fernández, 2008 , 6); sin embargo, al año siguiente cuando se presentó en las Cortes el informe, éste continuaba fortaleciendo la ideología de la domesticidad y en consecuencia, le limitaba el derecho a las mujeres porque: En primer lugar se concebía una educación doméstica y limitada para la mujer, y en segundo lugar, sólo se aprobaron aquellas enseñanzas imprescindibles para que las niñas pudieran desarrollar el papel que se les asignaba en la privacidad del hogar; la adquisición de conocimientos se reservaba únicamente a los varones, como afirmaba Quintana: ”Al contrario que de la Instrucción de los hombres, que conviene sea pública, la de las mujeres debe ser privada y doméstica; que su enseñanza tiene más relaciones con las educación que con la Instrucción propiamente dicha” (Castells y Fernández, 2008: 6).
La ideología de la domesticidad se convertía en el obstáculo que le impedía a la mujer transitar libremente de la educación, de la formación para la vida privada, a la instrucción pública, para acceder a la esfera pública. Como afirma Catalina Ruiz-Rico (2012) existía una espiral discriminatoria de las mujeres en 1812, porque al no poder ser auténticas ciudadanas españolas, no podían ser electas y no tenían acceso a las Cortes de Cádiz ni a cargos públicos. Así mismo, si bien la Constitución establecía en el artículo 131 la libertad política de imprenta, las mujeres tampoco pudieron expresar libremente sus ideas porque eran presionadas y censuradas cuando lo hacían (Ruíz-Rico, 2012). Las restricciones que la Constitución impuso a las mujeres, así como el predominio del patriarcado y de la ideología de la domesticidad fueron generando entre ellas un conjunto de circunstancias existenciales comunes, que las afectaban e identificaban entre sí y de esta forma fue emergiendo y consolidándose el interés común para asociarse y compartir de manera natural la injusticia que se les imponía. Estas circunstancias influyeron definitivamente en la organización
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de un movimiento social fuerte para cambiar progresivamente las reglas del juego, que las condenaba a la inacción política en la vida pública. El progreso político en el mundo fue legitimado a través de las críticas a las condiciones injustas que impuso el sufragio censitario. Paulatinamente se fue fortaleciendo la democracia y en este proceso las mujeres organizadas tuvieron un papel estelar, el cual trajo consigo tanto el establecimiento del sufragio universal, directo y secreto como el desarrollo de los derechos políticos de la mujer en la esfera pública.
II.- LAS LUCHAS DE LAS MUJERES POR LAS CONQUISTAS DE SUS DERECHOS POLÍTICOS
Las mujeres no conquistaron sus derechos políticos de la noche a la mañana. Ha sido el resultado de un largo periplo y de arduos esfuerzos, cuyos frutos y acciones se pudieron observar con claridad durante los siglos XIX y XX. Para conquistar sus derechos políticos las mujeres se fueron organizando en asociaciones que proliferaron en varias partes del mundo, consolidándose de esta manera en la práctica las libertades de reunión y de asociación que les fueron dando la fuerza necesaria en sus luchas políticas desde sus movimientos sociales. Si buscamos los antecedentes históricos de estas luchas, encontraremos la figura de Emilia Duguermeur de Lacy quien vivió una tormentosa vida y fue capaz de abogar por la participación femenina, al darse cuenta del poder que tenía tanto el valor como el potencial humano de las mujeres. En 1823 funda la Sociedad de Milicianas en Barcelona, conocida con el nombre oficial de «Sociedad de ciudadanas para la humanidad y beneficencia» fundada con la finalidad de auxiliar y socorrer a los militares heridos y defensores de la patria en casos urgentes y en el de guerra. A través de esta organización y mediante la participación voluntaria las mujeres transitaron heroicamente de la esfera privada a la esfera pública a pesar de las opiniones masculinas que les eran adversas (Roca V, 2012). Trasladándonos a otras fronteras políticas, en el año de 1848, ocurre un significativo evento en Nueva York por la defensa de los derechos políticos de la mujer y en el cual denunciaron, basándose en los principios del derecho natural, las limitaciones que tenían por no poder participar activamente en los mundos de la religión y de la política, exigiendo el derecho al voto y la igualdad de todos los
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derechos humanos. Se trata de la Declaración de Seneca Falls6, al celebrarse la primera convención femenina en Estados Unidos en la cual las mujeres organizadas y liderizadas por las hermanas Sarah y Angélica Grinke, Lucrecia Mott y Elizabeth Cady Stanton, agruparon con los mismos propósitos a 260 mujeres y a 40 hombres. En esa declaración se afirmaba que: “el hombre no puede dirigir solo la especie humana sin la ayuda y el concurso de la mujer” (Bensadon, 2001: 61). La proliferación de movimientos feministas a nivel mundial se observa a partir de la segunda mitad del siglo XIX, agrupados alrededor de la conquista del voto femenino y otros derechos como el derecho al trabajo y a la instrucción pública; ejemplos claros de este tipo de movimientos se observaron en Francia, Canadá y Estados Unidos. Wyoming (EEUU) fue el primer estado que otorgó el voto femenino durante el año de 1869; sin embargo no fue sino hasta 1893, cuando Nueva Zelanda se convirtió en el primer país que concedió el derecho de sufragio a las mujeres. Las mujeres estadounidenses no consiguieron el derecho al voto sino hasta 19207. Las luchas políticas por el sufragio femenino se realizaron desde un conjunto de organizaciones, entre las cuales se pueden destacar en Gran Bretaña las siguientes: “Women's Trade Union League” fundada por Emma Paterson en 1874; Milicent Fawcett conjuntamente con Lydia Becker en 1897 creó la NUWS (National Union for Women Suffrage), Unión Nacional por el Sufragio Femenino, la cual empleaba métodos jurídicos y no violentos; en 1903, Emmeline Goulden Pankhurst estableció la WSPU (Women Social and Politic Union), Unión Social y Política de Mujeres; Florencia Nightingale fundó el cuerpo de enfermeras militares. Las organizaciones femeninas que se establecieron en Estados Unidos a finales del siglo XIX, fueron los llamados clubs de mujeres, en los cuales se reunían para conversar sus problemas y discutían también cuestiones políticas y económicas. Así mismo, en 1889 se funda el Consejo Internacional de Mujeres, en 1890 se establece la National American Women Suffrage Association y en 1903 la Alianza Internacional Femenina por el Sufragio (Bensadon, 2001: 62-66). La cultura política que florecía entonces a través de esta participación organizada, que demandaba el sufragio como un derecho fundamental de la 6
Para ampliar el contenido de la Declaración de Seneca Falls, se recomienda visitar la página web de Amnistía Internacional en la siguiente dirección electrónica: http://www.amnistiacatalunya.org/edu/docs/e-hist-senecafalls-1848.html 7
Estas fechas y datos aparecen recogidos en el libro de Elena Simón Rodríguez titulado: Democracia vital (mujeres y hombres hacia la plena ciudadanía), al desarrollar el tema de la ciudadanía política (págs. 99-102).
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mujer en la sociedad, está emparentada con los procesos democráticos de cabildeo político y esas organizaciones se convertían en verdaderos grupos de interés y de presión, que buscaban respuestas para poder articular esas demandas grupales con la finalidad de convertirlas en políticas públicas. La aspiración de la democracia representativa que se fue consolidando progresivamente era buscar “un equilibrio adecuado entre el poder gubernamental y la sensibilidad del gobierno a los deseos y aspiraciones de los ciudadanos” (Dowse y Hughes, 1975: 297). Esta manera de entender la democracia liderizada por los movimientos sociales feministas comenzó a ocurrir una vez entrado el siglo XX. Uno de los movimientos más beligerantes de inicios del siglo XX fue el organizado por Emmeline Goulden Pankhurst, en Gran Bretaña, como se indicó previamente, conocido con el nombre de las sufragistas y sus miembros comprendieron que sus luchas políticas debían cambiar para poder ejercer una mayor influencia sobre el Parlamento Británico, por lo que decidieron tomar las calles y realizar actos de cabildeo político externo. Fue así como (Bensadon, 2001: 62-63): Las mujeres exigen con energía el derecho de voto y pasan a la acción brutal: colocan bombas, destruyen vitrinas, celebran mítines y huelgas de hambre, incendian edificios públicos. Mrs. Pankhurst pasa temporadas en prisión, y sufre diversas condenas.
En el Reino Unido la lucha por el sufragio femenino se remonta al año 1866, cuando fue rechazada por el Parlamento la propuesta de John Stuart Mill (18061873), la cual fue firmada por 1.500 mujeres. En 1869 este autor publica su libro: El sometimiento de las mujeres (2005) y entre otras ideas se refería a la organización de las mujeres y a sus protestas en el mundo exigiendo que se les otorgara el derecho al voto ante los Parlamentos y cita los casos del Reino Unido, Estados Unidos, Francia, Suiza, Italia y Rusia (pág. 44). Finalmente, las mujeres británicas obtuvieron su derecho al sufragio en 1918, una vez concluida la Primera Guerra Mundial por el Acta de Representación del Pueblo, gracias a los servicios civiles prestados por las mujeres durante la contienda, pues se habían hecho cargo de todos los trabajos de los varones durante su ausencia en los frentes y de esta manera habían demostrado sus capacidades para enfrentar, conducir y solucionar los problemas dentro del espacio público (Bensadon, 2001: 63). En España una mujer que participó decididamente en la política fue Clara Campoamor, electa diputada en las Cortes de la Segunda República por el
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Partido Radical, antes de poder ejercer el sufragio. En 1931 influyó para que las mujeres obtuvieran su derecho al voto. Su argumento central para encontrar consenso a su propuesta fue el siguiente: “un gobierno republicano y progresista no podía pasar a la Historia como excluyente” (Simón Rodríguez, 2002:102). De manera semejante a las mujeres en el Reino Unido y como resultado de las labores realizadas durante la Segunda Guerra Mundial, las francesas obtuvieron el derecho al voto en 1946, mientras que las suizas alcanzaron tardiamente este derecho en el año de 1971 (Simón Rodríguez, 2002: 102). En América Latina, el primer reconocimiento del derecho al sufragio para las mujeres se estableció en Ecuador en 1929, seguido un año después por Chile y dos años después por Uruguay. Treinta años más tarde finalizó la reivindicación política de la mujer al darle a la mujer el derecho al voto en la región, cuando Paraguay y El Salvador8 lo incorporaron en sus textos constitucionales de 1961 (Peschard, 2003), la evolución del derecho al voto puede observarse en la tabla 1. Tabla 1. Sufragio femenino en américa latina País Ecuador Chile Uruguay Brasil Cuba Bolivia El Salvador Panamá Guatemala Venezuela Argentina México Costa Rica Colombia Honduras Nicaragua Perú Paraguay
Año 1929 1931 1932 1934 1934 1938 1939 1941 1946 1946 1947 1947 1949 1954 1955 1955 1955 1961
Fuente: Instituto de Relaciones Europeo-Latinoamericanas (IRREAL) “La representación política de las mujeres en Europa y América latina: barreras y oportunidades”, Dossier No. 63, 1997, citado por Wills O (2007: 103-104).
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El derecho de sufragio femenino se otorgó en El Salvador en 1939 y el derecho a ser electas para el ejercicio de cargos públicos en 1961.
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Las organizaciones políticas femeninas en América Latina también reclamaron el sufragio de la mujer y se organizaron en distintos países. Entre ellas se pueden mencionar: Acción Femenina (1944) en Venezuela, Liga Feminista (1923) en Costa Rica que era representante de la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas y en Panamá, el Partido Nacional Feminista (1923) , de tendencia socialista y la Sociedad Nacional para el Progreso de la Mujer (1923) de influencia norteamericana (Luna, 2006: 655-657). El 20 de diciembre de 1952, la Asamblea General de la ONU adoptó la Resolución No. 640 que constituye la Convención sobre los derechos Políticos de la Mujer, mediante la cual se le otorga el derecho a votar en todas las elecciones, se afirma que las mujeres son elegibles para todos los organismos públicos y se estipula que tendrán derecho a ocupar cargos públicos y a ejercer funciones públicas. Quedaba entonces como decisión interna de cada Estado la ratificación de la Convención, la cual entró en vigencia el 7 de julio de 1954.
III.- EL ESTABLECIMIENTO DE LA DEMOCRACIA PARITARIA EN EL EJERCICIO DE CARGOS PÚBLICOS COMO POLÍTICA PERMANENTE
En la coyuntura actual, después de haberse extendido la ratificación de la Convención sobre los derechos políticos de la mujer, acompañada por el decidido trabajo de los movimientos sociales femeninos, el consenso de esas agrupaciones en el mundo se ha orientado al establecimiento de lo que se conoce con el nombre de democracia paritaria en el ejercicio de cargos públicos, que se ha implementado oficialmente a través de un conjunto de normas y decisiones político-administrativas. El alcance de la democracia paritaria requiere cambiar el orden tradicional establecido por un nuevo orden esto supone integrar y consolidar a la paridad en la práctica, en el modo de vida, en la estructura de los sistemas políticos y en los esquemas mentales colectivos. La tarea no es nada fácil, porque requiere del apoyo colectivo que brindan tanto el convencimiento real como la legitimidad que pueda dársele a este tipo de régimen. El establecimiento de la democracia paritaria en estas condiciones traería consigo la equidad de género. Tradicionalmente se ha dicho que equidad significa dar a cada quien lo que le corresponde. En el caso que nos ocupa, la equidad de género supondría superar los valores, los usos y las costumbres que se expresan en el androcentrismo, presente en el patriarcado y en la ideología de la domesticidad. Si efectivamente quisiéramos acercarnos a la equidad de género, tendríamos que hacerlo a través del establecimiento de un conjunto de indicadores operativos, capaces de ser llevados a la práctica social y política. Entre esos indicadores
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podemos encontrar: la igualdad de oportunidades entre los sexos; el acceso libre y auto-sostenido de las mujeres al ejercicio del poder político, cualquiera sea la forma que éste pueda adoptar; la transformación de las relaciones entre los sexos, basada en el respeto por las diferencias, la estima mutua, la autonomía individual y la trascendencia del concepto de igualdad con el hombre por el de igualdad entre los sexos9. La democracia paritaria10 supone la inclusión proporcional de ambos sexos en la designación y el ejercicio de cargos públicos, como resultado de las transformaciones anteriores. El Consejo de las Comunidades Europeas propuso el uso de este concepto en el año de 1989 y posteriormente, en 1992 (García P., 2014: 3): a petición de la Comisión de las Comunidades Europeas, tuvo lugar en Atenas la primera Cumbre Europea “Mujeres en el Poder”, reunión que congregó a ministras y ex ministras, quienes concluyeron que la democracia impone la paridad en la representación y administración de las naciones. Desde entonces, esta iniciativa puso el tema en la agenda de los organismos internacionales y regionales y ha ido en progreso lo que se ha alcanzado, en medio de grandes resistencias derivadas de las culturas políticas históricamente androcráticas.
La Unidad encargada de la igualdad de oportunidades de la Comisión Europea al definir la democracia paritaria la contextualiza dentro de los movimientos sociales de las mujeres en ese continente, como un reclamo colectivo de vertebración social que implica responsabilidades compartidas en los ámbitos públicos y privado-doméstico y añade (Zuñiga, 2005: 131): En este mismo sentido, el glosario europeo de términos relativos a la igualdad entre hombres y mujeres la define como “un concepto de sociedad integrada a partes iguales por mujeres y por hombres, en la cual la representación equilibrada de ambos en las funciones decisorias de la política es condición previa al disfrute pleno y en pie de igualdad de la ciudadanía, y en la cual unas tasas de participación similares o equivalentes (entre el 40% y el 60%) de mujeres y hombres en el conjunto del proceso democrático es un principio de democracia”.
Visto desde esta perspectiva, la democracia paritaria debería de constituirse como una demanda permanente para que llegue a existir y permanezca en el 9
Para tratar esta materia es recomendable el Cap. 1 del libro de Deere y León (2002: 2229), en particular el punto titulado: El logro de la igualdad entre mujeres y hombres. 10
La autora de esta expresión fue Claudette Apprill, Secretaria del Comité para la igualdad entre las mujeres y los hombres, del Consejo de Europa quien la propuso en el año de 1989 y se popularizó cuando se utilizó en la Declaración de Atenas (1992) (García P. 2014, 11).
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tiempo, convendría que fuera articulada por los movimientos sociales femeninos, con el propósito de establecer una sociedad justa y equilibrada integrada democráticamente por funcionarios de ambos sexos (en porcentajes equivalentes) que participen activamente en el proceso de toma de decisiones a través del cual se impulsen y desarrollen las políticas públicas. Yanira Zuñiga (2005) cuando se refiere a la paridad desde una perspectiva teórica establece dos tipos de feminismos: el feminismo de la diferencia y el feminismo de la igualdad. Es importante señalar que en el ámbito de las realidades que buscan los consensos, ambas posiciones existen, aunque predomine una en relación con la otra dentro de contextos diferentes. La autora le da al primer tipo un carácter ontológico y al segundo tipo, un carácter social. Ontológicamente, la mujer es distinta al hombre, no significa que sea peor ni mejor sino distinta y la paridad supone el empoderamiento de la mujer, la ubicación de la misma en posiciones de poder, conociendo que es distinta al hombre. El segundo tipo considera que las diferencias existentes se originan por procesos socio-culturales distintos y por el predominio de un modelo patriarcal en la conformación originaria de la sociedad. Desde esta perspectiva, la paridad se convierte en una estrategia progresista a través de la cual se pueden superar las diferencias, mediante la conquista de los derechos sociales, políticos y ciudadanos. La democracia paritaria ha recibido un decidido apoyo a través de las normas internacionales, que han acogido la paridad como principio generador de la participación política de las mujeres. Esas normas a su vez han incidido de manera positiva en las legislaciones internas de distintos países para el establecimiento de cuotas en la organización de listas electorales. Durante la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, en Pekín 1995, se aprobó la Plataforma de Acción Mundial para la participación política, la cual en su punto G, sobre “la mujer en el ejercicio del poder y la adopción de decisiones”, fundamenta los objetivos estratégicos y las medidas que se adoptaron, considerando la Declaración Universal de Derechos Humanos, que sostiene el derecho de toda persona a participar en el gobierno de su país y el fortalecimiento de la democracia, a través de un correcto funcionamiento que involucre tanto a hombres como a mujeres en el proceso de toma de decisiones, por cuanto la realidad social está integrada de manera equilibrada por personas de ambos sexos. Las medidas que se aprobaron en esa oportunidad estuvieron orientadas a la incorporación del sistema de cuotas en la designación de cargos públicos, a recomendar la homologación de la representación por sexos dentro de los sis-
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temas electorales y a la adopción del criterio de la paridad en la designación de personas que intervengan dentro de los procesos electorales como recomendación para diversos actores políticos como partidos, sindicatos, ONG’s o movimientos sociales (Zuñiga, 2005). Otras organizaciones internacionales se han pronunciado de manera semejante por la defensa de la paridad como un orden mundial democrático, equitativo, justo y deseable. Tales son los casos de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas y del Tribunal Penal Internacional, este último la establece en la selección de sus magistrados. Así mismo, la política del Consejo de Europa ha fomentado la igualdad de oportunidades de ambos géneros en su proceso de toma de decisiones. Como ejemplos se pueden citar: la Segunda Resolución relativa al fomento de la igualdad de oportunidades para las mujeres del 24 de julio de 1986; las Resoluciones relativas a la participación equilibrada de las mujeres y los hombres en los procesos de toma de decisión del 27 de marzo de 1995 y del 2 de diciembre de 1996; la Resolución del 2 de diciembre de 1996 sobre integración del principio de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres en los Fondos Estructurales Europeos, el Reglamento del Consejo sobre la Integración de las cuestiones de Género en la Cooperación para el Desarrollo del 22 de diciembre de1998 y la Resolución sobre la Mujer y la Ciencia del 20 de mayo de 1999. Durante la Xa. Conferencia Regional de la CEPAL en el mes de agosto de 2007, se planteó el tema de la participación política y se dedicó a la paridad especial atención en diversos acuerdos contenidos en el Consenso de Quito. Evangelina García Prince (2014: 3-4) presenta una detallada información al respecto y menciona distintas vías para alcanzarla tales como: medidas de acción, mecanismos necesarios, reformas legislativas, asignaciones presupuestarias para garantizar la participación plena de las mujeres en cargos tanto dentro de los tres poderes públicos del Estado como en los ámbitos nacional y local. Así mismo, se planteó impulsar la cooperación para difundir y conocer experiencias que hayan resultado positivas en la materia e información que facilite el avance hacia el logro de la meta propuesta. Otro aspecto esencial para alcanzar el mismo propósito consiste en el desarrollo de políticas electorales desde los partidos políticos que tengan enfoque de género. El sistema de cuotas ha sido adoptado por distintos países en América Latina y el Caribe y lo han fijado tanto en sus constituciones como en sus leyes. La fijación de estas cuotas varían entre unos y otros países. Así por ejemplo
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Argentina, Colombia y Brasil lo han fijado en un 30%11; Costa Rica en un 40%; República Dominicana y Perú en un 25%; y Paraguay en un 20% (Peschard, 2003). Estas cifras indican que no hay un criterio uniforme para la fijación de las cuotas y esas variaciones constituyen un indicativo de que todavía la democracia paritaria no es una realidad concreta, aunque se ve que hay esfuerzos por conseguirla. La igualdad, propia de una democracia paritaria, se puede observar en el ejercicio del derecho al voto, en el sufragio femenino, pero no en el desempeño ni en las designaciones de las mujeres para el ejercicio de cargos públicos. La proporcionalidad, basada en cuotas, es un buen punto de inicio pero para que realmente se haga efectiva, es necesario que el liderazgo femenino se sustente sobre bases firmes, con razones convincentes, de tal manera que los electores decidan votar y comprometerse con ese liderazgo12. Algunos partidos políticos de la región latinoamearicana han tomado también la decisión de consolidar la democracia paritaria como el Partido Demócrata Cristiano de Chile; el Partido Unidad Social Cristiana de Costa Rica; el Partido de los Trabajadores de Brasil; Acción Democrática de Venezuela; El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional de El Salvador y El Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua (Pescard, 2003). Las estadísticas son indicativas del desarrollo de la democracia paritaria en la región, como se puede observar en la tabla 2 donde se puede observar el aumento significativo de la designación de Mujeres Ministras en países de Latinoamérica. El mayor número durante el período 1985-2002 corresponde a
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El establecimiento de cuotas en un 30% tiene una razón de ser y no es una decisión arbitraria. Ese porcentaje “les daría capacidad para decidir en nombre de todas las tendencias culturales y políticas, y tener posibilidades de cooperación y alianzas en el seno de esta minoría. Esta presencia activa permitiría también a las mujeres modificar las condiciones de la toma de decisiones y no sólo poder elegir entre alternativas prediseñadas” (Loli, 2004: 25). 12
Una importante afirmación sostenida por Silvia Vega (2004, 52) es la democratización de la sociedad a través del establecimiento de cuotas. Al respecto ella señala: “Si sostenemos que la cuota electoral para las mujeres es un mecanismo de democratización del sistema político, tenemos que lograr que las mujeres que se benefician de ella se apropien de esta convicción y se conviertan en portadoras de concepciones y prácticas democratizadoras, solo así se hará el tránsito de la cantidad a la calidad, y solo así se logrará una incidencia a mediano plazo en el cambio de la cultura política”.
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Colombia y Venezuela seguido por Costa Rica y Ecuador, mientras que el menor número corresponde al Salvador y a Paraguay. Tabla 2. Mujeres ministras en latinoamérica por países y períodos de gestión. 1960-2002 Países 1960-1974 1975-1984 1985-2002 Número total Argentina 9 9 Brasil 1 12 13 Bolivia 1 3 6 10 Colombia 4 3 36 43 Chile 3 2 11 16 Cuba 8 5 4 17 Costa Rica 2 7 15 24 Ecuador 1 2 19 22 El Salvador 1 6 7 Guatemala 4 15 19 Honduras 1 2 15 18 México 2 8 10 Nicaragua 1 3 10 14 Panamá 2 3 10 15 Paraguay 7 7 Perú 17 17 República Dominicana 4 1 12 17 Uruguay 1 2 3 6 Venezuela 3 10 28 41 Total 31 51 243 325 Fuente: Iturbe de Blanco, Eglé. Las mujeres latinoamericanas en la alta gestión pública. Logros y desafíos, disponible en: http://www.iadb.org/gabinete.doc citado por Wills O. (2007: 121).
Otra tendencia observada en el comportamiento político de la mujer (Wills O, 2007: 25) es la falta de solidaridad que existe entre las mismas mujeres porque en muchos casos cuando van a ejercer el sufragio se guían más por la lógica de la membresía partidista que por la defensa de los principios contenidos en la democracia paritaria. La democracia paritaria, en relación con la existencia de los derechos políticos de la mujer, supondría la existencia de igualdad numérica en el ejercicio de cargos públicos, pero las estadísticas continúan evidenciando en este sentido la supremacía del hombre con respecto a la mujer. De acuerdo con cifras presentadas por la ONU (2015), al 1o. de enero del presente año el 22% de las y los parlamentarios nacionales eran mujeres y en el año 1995 era de 11.3%, lo cual significa que las cifras han aumentado muy lentamente; así mismo, para el mes
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de enero del año 2014, solamente el 17% de los cargos ministeriales en el mundo estaban ocupados por mujeres. Como señala María Emma Wills Obregón (2007: 46): “En términos de las mujeres, el grado de inclusión de un régimen aumenta cuando ellas obtienen el derecho a sufragar y a ser elegidas, y hacen uso de éste, no sólo eligiendo sino también haciéndose elegir”. Desde la perspectiva de la autora, la construcción de ciudadanía femenina, que ella aplica al caso colombiano, puede ser analizada considerando tanto la inclusión política de la mujer en cargos públicos, por una parte y por la otra, el contenido de su representación política a través de la realización de proyectos que conduzcan a la democratización de las relaciones de género (Wills O, 2007: 71-72). La democracia paritaria debe ir más allá de la retórica y plantearse con honestidad las razones efectivas que legitimarían la acción política de las mujeres en el poder, para poder construir una transición argumentativa que supere y trascienda el nivel de las exigencias femeninas, basado en el argumento válido aunque no exclusivo de equiparar el sistema político a la equidad numérica de los sexos existente en la naturaleza. Más allá de la importancia que tiene la legalidad para institucionalizar la democracia paritaria, la mujer deberá superar estos escollos asumiendo su liderazgo femenino, y convertirlo en uno capaz de transformar la herencia del patriarcado y los dolores primales que en él se encierran. Es necesario superar la competencia y la descalificación entre los sexos para enfatizar el sentido verdadero de la igualdad. Si convertimos esta utopía en realidad, la humanidad misma nos lo agradecerá.
CONCLUSIONES
A lo largo de más de doscientos años se ha evidenciado la constancia y perseverancia de las mujeres por conquistar sus derechos políticos. Durante ese lapso, se han dado cuenta de cómo han sido excluidas del espacio público y de la necesaria participación que las hace convertirse en sujetos de su propio devenir, porque han vivenciado la necesidad de efectuar una participación política comprometida y responsable. Los obstáculos que encontraron para acceder a posiciones de liderazgos han estado duramente justificados por un orden patriarcal, que les ha atribuido una supuesta debilidad. Ese orden ha rechazado al nuevo orden emergente que es perfectamente justo y les impuso durante mucho tiempo a las mujeres un único espacio, el de la vida privada y la domesticidad.
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Las libertades de reunión, de organización y de asociación por las cuales las mujeres optaron, las condujeron a establecer movimientos sociales que tenían propósitos comunes, el sufragio universal, directo y secreto, así como la posibilidad de acceder a nuevos espacios para presentar sus candidaturas y llegar a ser electas para el ejercicio de cargos públicos. Con el devenir de los acontecimientos, las mujeres se han dado cuenta que los resultados electorales y la dinámica de las organizaciones políticas no les han permitido el acceso equitativo que naturalmente les corresponde, por lo cual se han implementado un conjunto de estrategias que todavía requieren de esfuerzos continuos para poder alcanzar la democracia paritaria.
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INDICADORES DE LA COYUNTURA VENEZUELA - 2DO. SEMESTRE 2014 Definitivamente, la economía nacional, tiene en el año 2014, uno de los años más oscuros ya que no mostró señales de recuperación. Los indicadores más relevantes muestran la compleja realidad en que se encuentra el país. Inflación galopante que devora los salarios de los trabajadores, es indispensable, que se afronte la lucha contra la inflación, que impacta severamente a todos los venezolanos, a pesar de los aumentos en el salario mínimo, que nada resuelve y solo crea el círculo vicioso de la ilusión monetaria; escasez generalizada que agobia a los consumidores no solo en los bienes alimenticios sino en rubros de la salud, como medicinas, en cuidado personal, ropa, calzado, repuestos de vehículos y también en insumos de la construcción, entre otros. La situación se profundiza porque el aparato productivo está disminuido y operando a media capacidad. Cercado, por las restricciones en la asignación de divisas, ya que la mayor parte de la producción, se realiza con insumos que se adquieren en el exterior, sería bueno, flexibilizar la política cambiaria para suprimir la persistencia de múltiples tipos de cambio. El país, está pasando por una severa crisis que se profundiza porque las autoridades oficiales continúan sin ofrecer soluciones que permitan superar los desequilibrios de la economía; mucha incertidumbre, se refleja en vastos sectores de la población porque sienten que el bienestar va en picada. Se debe reactivar la oferta de bienes y servicios a fin de facilitar que los demandantes encuentren todo lo que necesiten; en tal sentido, se debe insistir en la libertad de empresa para la generación de empleos y retomar los beneficios que proporciona la inversión privada que se mantiene estancada desde hace mucho tiempo. Comenzar, la devolución de las empresas que fueron expropiadas, principalmente las del sector agropecuario para reanimar la seguridad alimentaria; también promover, acuerdos con la industria manufacturera a fin de reactivar el aparato productivo, cuya capacidad utilizada se encuentra disminuida y así crear la mayor oferta de bienes que mitigue la ausencia de productos en el mercado. Revisar, la normativa de administración, regulación y controles que ha sido implacable con todos los sectores, siendo más palpable estos efectos, en el sector del comercio y los servicios, por las frecuentes visitas de los consumidores a esos puntos de venta. Las iniciativas comentadas, sólo es un glosario de buenas intenciones porque la decisión de medidas económicas está en manos del gobierno nacional que ahora deberá enfrentar un serio problema, el derrumbe de los precios del
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petróleo que incide fuertemente en la cesta venezolana; como se sabe, la producción petrolera, es la que genera los mayores ingresos para el país, pero ahora, con los precios muy por debajo de los 100 US$/barril, nivel que se mantuvo, por un largo periodo, las consecuencias pueden ser altamente preocupantes. En este reporte de la coyuntura económica, se confirma la situación severa del país, de tal manera, que para este análisis del 2do semestre de 2014, se dificultó la posibilidad de obtener oportunamente información de las fuentes principales de datos, ya que, la divulgación de cifras ha sido restringida, hasta el punto, que el retraso en el suministro de resultados se ha convertido en una novedad. En tal sentido, en el análisis del comportamiento de las variables se encuentra que: El Producto Interno Bruto, (PIB), tiene este año, pocas posibilidades de crecimiento. Atendiendo, a las proyecciones del FMI, ya que el BCV no ha publicado cifras, en esta variable Venezuela, tiene previsto culminar el año 2014, con una contracción de -3,0%, eso parece consistente con la evolución que ya se figuraba el año pasado. Efectivamente, el PIB, cerró en 2013, con una variación de 1,3%, una desaceleración significativa, en comparación con el año 2012, cuando registró un crecimiento de 5,6%. Cuando, se evalúa el indicador, en detalle, el Sector Público registró para 2013, una variación de 2,6% menor al 3,5% del año anterior. Por su parte, el Sector Privado, registró en 2013 una variación de 1,3% muy inferior a la variación de 6,1% que presentó en 2012; este resultado de la disminución de la actividad del Sector Privado, se ve influenciado por las restricciones que ese sector ha venido reportando en materia de regulaciones administrativas y limitaciones para obtener las asignaciones en divisas que es la principal fuente de recursos para sus operaciones ya que muchos insumos y materia prima para la producción son importados. En el seguimiento trimestral del PIB la tendencia sigue así. PIB
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En relación, con la evolución y seguimiento de los precios, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), muestra un notable crecimiento que presagia para 2014 un elevado registro. Efectivamente, la variación acumulada hasta el mes de agosto, es de 39,0%. Entre tanto, que la variación anualizada del mes agosto 2014, respecto al mismo mes del año pasado, registró una variación de 63,4%; este resultado, está indicando que el indicador será superior al registro que se observó, el pasado año 2013, cuando se obtuvo una variación de 56,2%. Los registros mensuales en 2014, muestran la intensidad con la cual se está impulsando el indicador. INPC
Fuente: INE-BCV.
La intensidad del comportamiento de precios observado en el periodo anualizado agosto 2013/agosto 2014, confirma la magnitud que se viene manifestando en la evolución de precios, donde los rubros de Alimentos y bebidas no alcohólicas, con un incremento de 91%, son los que más se han disparado en relación con el resto de agrupaciones y que por su importancia, en el presupuesto familiar, son los que más afectan a la población. Estos resultados, reafirman la respuesta de los venezolanos cuando expresan que el costo de la vida los está devorando. Se puede, ver en el gráfico, con el resultado anualizado, la distribución de las agrupaciones que impulsan el crecimiento de 63,4% que ha experimentado el INPC en 2014.
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INPC- agosto 2013/agosto 2014
Fuente: INE-BCV.
Ciertamente, es considerable la intensidad del comportamiento de precios. En ello, también tiene sus efectos el abastecimiento de productos en los lugares de compra. En este sentido, el Indicador de Escasez, se mantuvo en el entorno del 20% durante el año 2013. No se ha podido solucionar la oferta de bienes a los venezolanos quienes dedican horas y colas en la búsqueda de artículos para satisfacer sus necesidades. Hay poca oferta de productos para comprar. Ante, esta gran dificultad las autoridades solo se han dedicado a imponer mayores restricciones al mercado, por lo que las medidas han resultado contraproducentes. Es así, que en el inicio del año 2014, la escasez se acercó al 30%, cuando el indicador de escasez, registró 28%, en el mes de enero. De lo cual, la escasez de alimentos fundamentales fue de 26,2%. Si bien, se desconoce las nuevas cifras de la escasez en el año, los agentes económicos, han mencionado que la misma se mueve en el entorno del 30%. La tendencia de la escasez se puede ver seguidamente. Indicador de Escasez
Fuente: INE-BCV.
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En el comportamiento de precios y abastecimiento tiene mucha incidencia la política cambiaria, como se sabe el Tipo de Cambio, se ha mantenido bajo estrictos controles y el rezago con el cual se realiza la entrega de divisas a los productores e industriales para la adquisición de insumos incide en la regularización de la oferta de bienes. Son tres los tipos de cambio con los cuales se viene manejando la economía nacional. Los valores, a la fecha 13-11-14, son el cambio oficial, de 6,30 Bs/US$. El SICAD I, de 12 Bs/US$ y el SICAD II de Bs/US$ 49,97; pero, también se mueve en el mercado cambiario, el llamado dólar paralelo que duplica el SICAD II. Todo ellos, con efectos en la inflación, ya que la economía depende de las importaciones que se adquieren según el respectivo tipo de cambio, siendo el de 6,30Bs/US$, el que menos se consigue. En relación, con la disponibilidad de Reservas Internacionales para manejar el tipo de cambio, se debe mencionar que se ha producido un descenso en el nivel del indicador del país. Una importante baja que condiciona la capacidad de pago. El nivel de Reservas Internacionales, para el 12-11-14, se situó en 19.653 millones de US$, una caída de -8,5% respecto del año 2013. Debe decirse, que es un nivel muy bajo si se compara con el registro del año 2008 que mostraba un total de 42.299 millones de US$, con lo cual, este nivel de noviembre 2014 refleja una caída de -53,5%, es decir, se dispone de menos de la mitad en esta variable, respecto a ese periodo. Reservas internacionales
Fuente: BCV.
Venezuela, a pesar de los elevados ingresos por la venta de petróleo, no ha sido previsiva en el ahorro de reservas a los fines de enfrentar contingencias como si lo han realizado otros países de la Región. Es el caso, en el año 2012, de Colombia, Perú y otros cuya posición luce mejor a pesar de no contar con el privilegio del petróleo. El país, no aprovechó el boom petrolero de precios altos y se quedó sin ahorro de reservas.
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Reservas internacionales de países
Fuente: FMI.
Las Reservas Internacionales, promueven el impulso de las Importaciones, pero el menor nivel de reservas, induce a la baja de las importaciones; ciertamente, las Importaciones disminuyeron en -32,5% al compararse el nivel de 12.040 mill US$ del 3er trimestre de 2013, respecto de 17.841 mill de US$ correspondiente al 4to trimestre de 2012. La tendencia, no alienta un crecimiento que permita mayor insumos y materia prima que pudiera equilibrar la oferta bienes en Venezuela. Importaciones
Fuente: BCV.
Desde luego, que un menor nivel de importaciones influye en la dinámica del aparato productivo frenando su crecimiento y afectando la actividad empresarial. En tal sentido, el Mercado Laboral, si bien muestra una tasa de desocupación de 7,0%, que refiere 1.004.273 personas, que no tienen empleo, para el mes de septiembre 2014, se debe mencionar que gran parte de la población, sigue engrosando las filas del Sector Informal, donde se encuentran 5.384.599 trabajadores que representan 40,5%, respecto del total de ocupados que suman 13.320.060 trabajadores; así mismo, los trabajadores por cuenta propia no pro-
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fesionales, ascienden a 3.694.901 informales, que representan el 27,7% con relación al total de ocupados. Entre, estos trabajadores, se encuentran los llamados buhoneros, quienes vienen siendo objeto de medidas que limitan su actividad laboral debido a la prohibición de vender productos de alimento y cuidado personal, como una medida que según el gobierno nacional, va a permitir regular la oferta de bienes. En el Sector Formal, se encuentran 7.924.980, trabajadores que representan el 59,5% respecto de los ocupados. Fuerza de trabajo Población Ocupada 13.320.060
Sector Formal 7.924.980
Sector Informal 5.384.599
Población Desocupada 1.004.273
Tasa Desocupada (%) 7,0
Fuente: INE.
En materia de Salarios, siguen los trabajadores recibiendo una remuneración básica insuficiente, a pesar de que en el año 2014, han sido tres los aumentos en el salario mínimo. En el mes de enero, se incrementó en 10% para un nivel de Bs. 3.270. El 1ro de mayo, se decretó un incremento que situó el salario mínimo en Bs. 4.251 y para el mes de diciembre, se fijó un nuevo aumento de 15% para llevarlo a Bs. 4.889. Pero, como dicen muchos trabajadores, con todo y esos aumentos el salario no garantiza un poder adquisitivo que permita adquirir la canasta alimentaria, que según el CENDA es de Bs 8.980,99 (julio14) y con lo cual se necesitarían dos nuevos salario mínimo para adquirirla. Salario mínimo
Fuente: Notas de prensa.
Cuando, se evalúa comparativamente el salario mínimo en la región, en términos de paridad de poder adquisitivo en dólares, el país se ubica en la posición más pobre, no obstante, haberse considerado el nuevo salario de Bs 4.988, fijado para diciembre y valorado al precio de dos dólares del SICAD II, este resulta
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de apenas 50US$. La evolución del salario mínimo en dólares comparado con otros países, es como sigue. Salario mínimo de la región
Fuente: Américaeconómia.com
Por su parte, en el mercado de hidrocarburos, los Precios del Petróleo, dan un vuelco y comienza una carrera descendente afectando a la cesta venezolana. Se ha difundido información de que la baja puede acentuarse para finales de año, pero también, que ese comportamiento puede extenderse hasta mediados de 2015. La caída de los precios del petróleo, es una amenaza a las cuentas públicas del país, ya que ocasionaría, pérdidas importantes en los ingresos en divisas. Como es sabido, el petróleo es la fuente de mayores ingresos de la nación. En tal sentido, autoridades nacionales han expresado que para Venezuela el precio más conveniente sería el de 100 US$/barril, por lo que han emprendido una misión en busca de apoyo para ese objetivo. Entre, los motivos del desplome de los precios del petróleo, se menciona el debilitamiento de la economía global y nuevas técnicas de extracción que elevan la producción del crudo. El auge del petróleo de esquistos, en Estados Unidos, un crudo no convencional, que se extrae mediante el “fracking” o técnica de fracturación hidráulica, la cual consiste en inyectar agua a alta presión para fracturar rocas ubicadas en profundidades de entre 1.500 y 2.400 mts que hacen que el crudo fluya más rápido. Basado en esta técnica, Estados Unidos ha vuelto a los niveles de producción de los años 1970; también se dice que, aunque Estados Unidos no llegase a exportar ese producto, la demanda que realiza a otros países, se verá reducida, por lo que los proveedores deberán buscar otras fuentes para colocar sus ventas.
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El petróleo venezolano, comenzó su descenso desde el pasado 12 de septiembre, y el precio medio de la cesta venezolana cerró la semana del 10 al 14 de noviembre en 70, 83 US$/barril (El universal 16-11-14). Precios del petróleo
Fuente: Min. Petróleo y Minería
En relación, con otros indicadores, se refiere que la Tasa de Interés Activa nominal promedio para el mes de octubre de 2014 fue de 18,5%, entre tanto, la Tasa de Interés Pasiva, para el mismo mes, fue de 13,8%, esta tasa, no es un aliciente para el ahorro ante la inflación desbordada. -La Liquidez Monetaria (M2), pasó de 1.220.136.557 miles de Bs. en diciembre 2013 a 1.564.707.564 miles de Bs, en septiembre de 2014, con lo que registró un incremento de 27,6% -La producción de vehículos, registró en el periodo enero-octubre 2014, un total de 12.010 unidades, entre tanto, en el mismo periodo de 2013, se produjeron 65.263 unidades, con lo cual, en lo que va de 2014, el resultado refleja una caída de -81,60% en la producción, verificándose que también el sector automotriz, se resiente con los efectos de la crisis del país. -El Gobierno Nacional, presentó el Proyecto de Ley de Presupuesto para el año 2015; el monto total del presupuesto es de 741.7 millardos, un incremento de 35% respecto de 2014. Entre, las premisas del presupuesto, se manejan las siguientes: se estimó el precio del barril de petróleo en 60 US$/barril. El tipo de cambio de referencia fue calculado en 6,30 bolívares por dólar. Inflación entre 25% y 30% anual y el crecimiento económico de 3%. Desde ahora, parece una meta difícil de cumplir, ya que para el presente año, se previó el PIB en 4%, inflación entre 26% y 28%, un tipo de cambio de 6,30 bolívares por dólar y un barril de petróleo de 60 dólares. Esas, estimaciones fueron incumplidas, al observarse, los resultados económicos registrados antes del cierre de este 2014.
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En las perspectivas económicas, para el venidero año 2015, Venezuela, no presenta muchas expectativas favorables con respecto a otros países de la región. Crecimiento, inflación y desempleo, son tres variables que demandan un plan ordenado para equilibrar la economía y no se observan indicios claros, por parte, de las autoridades nacionales para reorientar el rumbo. Países, con menos recursos que Venezuela, han alcanzado mejores resultados y seguirá esa tendencia si no hay rectificación. Véase el pronóstico para el próximo año. Perspectivas 2015- Venezuela y países País Brasil Argentina
PIB
Inflación
Desempleo
VAR (%)
VAR (%)
%
1,4
5,9
6,1
-1,5
ND
9,0
Colombia
4,5
2,6
9,0
Venezuela
-1,0
62,9
10,4
Chile
3,3
3,2
7,0
Perú
5,1
2,3
6,0
Ecuador
4,0
3,0
5,0
Uruguay
2,8
8,3
6,9
Bolivia
5,0
5,3
6,2
Paraguay
4,5
5,0
5,5
México
3,5
3,6
4,5
Fuente: FMI. - ND: No disponible.
PREPARADO POR: NELSON MORILLO - ESTADÍSTICO
Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura, 2014, Vol. XX, No. 2 (jul-dic), pp. 185-198
RESUMEN DE 13 INDICADORES RELACIONADOS CON LA INGENIERÍA-DICIEMBRE 2014
INTRODUCCION
Como resultado de una exploración de indicadores de desarrollo del país relacionados con la ingeniería, del Acad. Manuel Torres Parra y la Econ. María Rojas H. de Beltrán, la Academia Nacional de Ingeniería y el Hábitat (ANIH) presentó en forma digital 91 indicadores (Boletín 21 Noviembre 2010) agrupados en indicadores sociales, económicos, de ciencia y tecnología, de infraestructura, ambientales y de desastres. La recomendación de la ANIH fue de mantener actualizados con prioridad 36 indicadores. Muchos de éstos pueden ser actualizables anualmente, algunos derivados de estudios específicos y los de naturaleza internacional, son aportados por cada nación anualmente o cada cierto números de años. En esta ocasión, seleccionamos 13 indicadores de los prioritarios y presentamos a continuación su versión resumida, extraída del amplio informe de diciembre 2014 por ANIH (www.acading.org.ve).
I. INDICADORES SOCIALES
I.1. Índice de desarrollo humano (IDH) Es una medición por país, elaborada por el PNUD; se basa en un indicador social estadístico compuesto por tres parámetros: salud (incluyendo en los países en desarrollo la variable de porcentaje de la población sin acceso sostenible de agua mejorada), educación y el PIB per cápita en término de paridad del poder adquisitivo (PPA) en dólares. Los rangos del IDH para la clasificación de los países en escala: Alta (0,800 a 1; en 4 subgrupos), Media (0,500 a ,799; en 6 subgrupos) y Baja (< 0,350 a 0,499; en 4 subgrupos). El IDH 2013 de Venezuela fue de 0,764 y se ubicó en el rango de IDH MEDIANO ALTO ocupando el puesto 67 de los 187 países evaluados. Sin su-
186
Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura
perar el IDH 1997 de 0,861. La tendencia fue creciente hasta 1998, sin embargo la tendencia es decreciente para el período 1970-2013. IDH Venezuela 1970-2013
Fuente: PNUD 2014.
A continuación se presenta los IDH de algunos países de la región como información de comparación en años 2008, 2011, 2012 y 2013: Referenciales IDH
Fuente: PNUD 2014.
Igualmente, el informe 2014 de la OMS sobre la violencia indica: la media de América Latina y el Caribe aumentó a 28,5 homicidios por cada 100.000 habitan-
187
Resumen de 13 indicadores…
tes de los 22,2 homicidios en 2012, Venezuela se ubicó en el segundo lugar de la región al aumentar a 57,6 homicidios por cada 100.000 de los 45,1 homicidios en 2012, después de Honduras (103,9 homicidios por cada 100.000 habitantes).
II.INDICADORES ECONOMICOS
II.1. PIB per cápita real a precios constantes (en bolívares de 1984) A pesar de los extraordinarios ingresos petroleros recientes, el PIB Real per cápita a precios constantes 1984 fue en 2012 de Bs. 29.600 y en 2013 de Bs. 29.580, inferior a los alcanzados en los años 1978-1979 (superior a Bs.31.000); la tendencia es decreciente. Al 3º Trimestre de 2014 el PIB Real per cápita a precios constantes de 1984 alcanzó los Bs.20.411. PIB/cápita real (Bs. 1984)
Fuente: Informes anuales del BCV (1968-1999), elaboración propia 2000-2014.
Cabe destacar, que el PIB per cápita en dólares referido por el Banco Mundial de 1998 fue de 3.901 $/cápita (calculado a cambio libre) y de 12.550 $/cápita (calculado a un cambio controlado de 4,3Bs/$) en 2013. Por lo tanto, el PIB per cápita del año 2013 calculado a un cambio ajustado al mercado sería significativamente inferior.
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Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura
El país de la región con mayor PIB per cápita en dólares (a precios actuales) en 2013 es: Chile (15.230); otras referencias de interés: Brasil (11.690), México (9.940), Colombia (7.590). Entre los países con mayor PIB per cápita en dólares mundial en 2013 (a precios actuales) fueron: Noruega (102.610), Suiza (90.760); otras referencias: Canadá (52.200), Estados Unidos (53.470), Alemania (42.670), Corea del Sur (25.920) y China (6.560).
II.2. Tasa de crecimiento porcentual del PIB Como muestra el siguiente gráfico la tendencia de la tasa de crecimiento del PIB en porcentaje es decreciente. En el 2011 creció 4,0% después de dos años de crecimiento negativo y en 2012 creció en 5,6%. Sin embargo, nuevamente decrece en 2013 a 1,3% y la tasa de crecimiento del PIB acumulado al 3º trimestre de 2014 fue negativa a -2,3%. En general descendió la tasa de crecimiento del PIB en 2013 con respecto al año anterior, el promedio mundial de 2,3% a 2,2%, América Latina de 3% a 2,5%, China de 8% a 7,7% e India se mantiene en 5%. Tasa crecimiento % PIB 1951, 1960, 1965, 1970, 1975, 1979, 1985, 1986, 1989, 1995, 1997-2000, 2002-2013 y al 3ºTrimestre de 2014
Fuente: Ministerio Fomento, OCEI, BCV, INE. Cálculos propios.
Resumen de 13 indicadores…
189
II.3. Participación de las actividades relacionadas con la ingeniería del PIB real (%) Las actividades económicas de mayor participación de la ingeniería en el PIB (agrícola, minería, petróleo, manufactura, construcción, electricidad, gas y agua, transporte, almacenamiento y comunicación) han disminuido de 60,5% al 46% desde 1950 a 2014. % PIB de actividades de la ingeniería en el PIB 1950 hasta 3º trimestre de 2014
Fuente: BCV, PIB a precios contantes 1957, 1968, 1985, 1997. Cálculos propios.
De los sectores asociados a la ingeniería al tercer trimestre de 2014, la construcción disminuyó su participación en el PIB a 7%, la manufactura continua descendiendo a 13,4% del PIB, el transporte y almacenamiento disminuye a 3,2%, la minería representó el 0,3% del PIB, mientras las comunicaciones aumentaron a 7,9% del PIB, la electricidad y agua aumentó levemente a 2,4% del PIB y el petróleo y gas repuntaron levemente representando el 11,6% del PIB.
II.4. Ingreso petrolero per cápita (en $US) El ingreso por petróleo per cápita que hasta 1970 no superó los 500$ per cápita aumentó a un promedio 2.000 $/cápita en los últimos 10 años, resultado más por el aumento de los precios que por los niveles de producción decrecien-
190
Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura
tes, con picos de ingreso de 3.500 $ per cápita en 2008, y superiores a 3.000 $ a partir del 2011. Ingreso petrolero $/cápita
Fuente: Elaboración propia en base a MMH 1967, 1970, MF 1954, OCEI 1979, 87 y 90, MEM 1990, INE 2002, MEM 2009, Energy Report, www.menpet.gob.ve.
II.5. Índice de competitividad global (GCI) El GCI mide el clima para la inversión, de la escala 1 al 7, Venezuela sigue descendiendo en este índice, a 3,32 en el año 2014, ocupando el puesto 131 sobre los 144 países evaluados; se desplazó con respecto al año anterior del puesto 22 a 21 en América Latina y el Caribe y de 134 a 133 a nivel mundial en un año. Destaca el deterioro institucional, alta inflación, baja capacidad para retener y atraer talentos, manejo deficiente del mercado, indisponibilidad de productos técnicamente avanzados ocupando en todos éstos el último lugar 144, seguido de la calidad de la infraestructura, condiciones laborales y de negocios. Se hacen referencias de algunos países del GCI 2014 y GCI 2009. Clima de inversión en países Índice de Competividad Global (GCI) Escala 1-7 País
GCI 2014GCI 2013Latinoamérica GCI GCI Latinoamérica 2015 sobre Latinoamérica 2014 sobre y Caribe 2009-2010 y Caribe de GCI 2014 2008 y Caribe de 144 países 148 países de GCI 2009 23 países 23 países Índice Puesto ÍndicePuestode 23 países ÍndicePuesto Puesto
Suiza
5,7
1
Chile
4,6
33
1
56
5
Brasil
4,34
5,67
1
4,61
34 56
4,33
5,6
1
1
4,7
30
6
4,23
56
→
5
1
↓ 3 puestos
28
4
→
64
↑3 puestos
64
Colombia
4,23
66
8
4,19
69
8
4,05
69
8
Venezuela
3,32 131
21
3,35 134
22
3,48 113
16
Fuente: Foro Económico Mundial. The competitiviness report 2008-2010-2012-2013-2014
↓ 18 puestos 105
191
Resumen de 13 indicadores… INDICADORES TECNOLÓGICOS
III.1. Ingenieros y afines para 1.000 habitantes La ingeniería ha crecido a una tasa de 8,55% desde 1960 a 2013, lo cual ha hecho que la proporción de ingenieros por mil habitantes haya pasado de 0,41 en 1960 a 8,07 en 2013 ingenieros por mil habitantes (incluye arquitectos y afines). Ingenieros, Arquitectos y Afines/1.000Habitantes
Fuente: CIV y elaboración propia.
La proporción de ingeniería civil ha disminuido desde 1960 al 2013 de ser el 68% a 19%, la arquitectura ha crecido de 8% a 10%, también la mecánica hasta alcanzar el 13%, la industrial a un 12%, la de sistemas y computación se ha estabilizado en 9% y ha decaído a un 8% la eléctrica. Referencia de ingenierías por principales disciplinas Mecánica
Eléctrica
Civil Química
Industrial
Sistemas y Computación
Otros
Venezuela* 1992
12%
9% 24%
6%
6%
4%
39%
Venezuela* 2007
13%
9% 19%
6%
10%
9%
34%
Venezuela* 2011
13%
8% 18%
6%
11%
9%
35%
Venezuela* 2013
13%
8% 19%
6%
12%
9%
33%
Fuente: Elaboración propia en base a información CIV.
192
Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura
III.2. Gasto en Ciencia y Tecnología: porcentaje de gastos en CTI en relación al PIB Hasta el año 2005 el porcentaje de gastos en Ciencia y Tecnología (CyT) con relación al PIB estuvo en 0,42% de promedio. Entre 2006 a 2009 el promedio subió a 2,34%, al entrar en vigencia la Ley orgánica de ciencia y tecnología (Locti). Superior al 2% sugerido por la UNESCO para países en vías de desarrollo, equivalente al promedio mundial de 2,21% y superior al de América Latina de 0,74%; sin embargo, desde el año 2010 inclusive no se dispone la información correspondiente de Venezuela. Contrasta esta cifra tan significativa de aportes a las actividades de CyT del PIB en 2007, 2008 y 2009, con la situación real de logros en el campo de la ciencia y tecnología en Venezuela, poco transparente, disminuyendo el acceso y participación en publicaciones científicas, investigaciones, patentes entre otros. Gasto en CyT en relación al PIB % Gasto en Actividades % Venezuela
1990 0,37
Brasil
1995
2000
2005
2009
2010
2012
0,61
0,38
0,35
2,36
n.e.
n.e.
1,40
1,30
1,31
1,59
1,65
1,74
Investigación y desarrollo en relación al PIB % I+D
1990
1995
2000
2005
2009
2010
2012
Estados Unidos
2,62
2,48
2,7
2,5
2,81
2,73
2,79
España
0,85
0,81
0,91
1,12
1,39
1,4
1,36
0,87
1,02
1,01
1,15
1,2
1,24
Brasil
Nota: En Venezuela Vigencia de Ley Orgánica de Ciencia y Tecnología (LOCTI) a partir de 2006. Fuente: Ricyt (consulta 2014), cálculos propios.
III.3. Exportación de manufactura porcentaje con relación a las exportaciones totales La exportación de manufacturas fue creciente hasta 1998 en 1% anual y a partir de 1999 decrece en un 1% anual. Así la tendencia de la exportación de manufacturas de las exportaciones totales, en los últimos 33 años es moderadamente decreciente y representó un promedio de 14% de las exportaciones totales. La exportación en manufactura al 3º trimestre de 2014 no superó el 3,6% de las exportaciones totales, mínimo histórico desde 1980.
Resumen de 13 indicadores…
193
% Exportación manufacturas/exportación total 1980-3º. trimestre 2014
Fuente: Anuarios estadísticos Ministerio Fomento, OCEI, INE, BCV. Cálculos propios.
III.4. Formación bruta de capital fijo: porcentaje con relación al PIB A partir de 1950 los períodos con más alta formación bruta del capital fijo (FBKF), mayor de 25% de PIB, corresponden a los años comprendidos entre 1952-1957 y desde 1975-1980, con un pico máximo de 42% en 1978, no superado hasta la fecha, con un piso de 11% en el 2003. A pesar de la tendencia oscilante en la FBKF, se puede concluir una tendencia creciente hasta 1979, decreciente entre 1980 a 1999 de forma oscilante y moderadamente creciente a partir del 2000. En 2012 representó el 20% del PIB. Es de acotar, el mínimo en los países en desarrollo es 20% del PIB en FBKF. Mientras Venezuela superaba a América Latina desde 1950 hasta 1990, a partir de 1991 la formación bruta del capital fijo del PIB es ligeramente inferior al promedio de América Latina de 21% en 2013. Especialmente destacan en el año 2013 los siguientes países de la región con FBKF superior al 21% del PIB: Ecuador (29%), Perú (28%), Colombia (25%), Uruguay (24%) y México (22%). El BCV presenta la información de la FBKF hasta el año 2012.
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Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura
% Formación Bruta del Capital Fijo/PIB
Fuente: BCV.
III.5. Gasto en infraestructura: porcentaje con relación al PIB El porcentaje del PIB destinado a la infraestructura en Venezuela, en la década de los 50 fue de 8,6% y de 4,4% entre 1960 y 1978. No se ha superado el estándar internacional recomendado por el BM de 5% en infraestructura desde 1980. Venezuela destinó el 1,5% en infraestructura en 2011 y el 0,7% del PIB en 2012. % destinado a Infraestructura del PIB de Venezuela
Fuente: Estudio conjunto BID, BM, CAF hasta 2007. Aponte Blank, C. (2010), Armas (2010), Linares, A. (2011).
Resumen de 13 indicadores…
195
América Latina ha destinado por muchos años el 2% en infraestructura, aunque en 2011 se aprecia una recuperación cercana a 3% en inversión y 3,5% en 2012 –a pesar de la desaceleración económica mundial–, como respuesta al déficit de infraestructura y crecimiento poblacional; mientras la inversión en infraestructura de los países asiáticos supera el 5% de su PIB, tal es el caso de India entre 4 a 6 y China 10% o más de su PIB. % destinado a la infraestructura total y pública del PIB de América Latina, China e India
Fuente: Rozas (2010), Revista Cepal 101, Toro H. (2011),El Universal, Cepal y Unasur 2011, BID 7.3.2013 nota de Pdte. Luís A. Moreno. Reuters. CAF 2011, sobre recuperación de la inversión de infraestructura en América Latina. CEPAL 2012, porcentaje de PIB de América Latina en infraestructura. www.bbc.co.uk, porcentaje de PIB de China e India en infraestructura en 2014.
Dentro del Índice GCI, antes referido en los índices económicos, Venezuela tiene un subíndice de competitividad global de infraestructura para el año 2014 de 2,6 (sobre 7) similar a los 2 años anteriores y ocupa la posición 121 (sobre 144 países) –antes 125–. Aunque con leve mejoría en sus posiciones continúan graves deficiencias en la infraestructura de suministro eléctrico con un índice de 1,7 de 7 (137), en infraestructura portuaria (130), en transporte aéreo (133), mantiene su posición en vial (128) y aunque el índice de transporte ferroviario es muy bajo 1,6 de 7, mejora en 10 posiciones (99); se mantiene la calidad de la infraestructura telefónica fija (46) y la móvil baja su posición (92).
196
Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura
III.6. Energía eléctrica: capacidad instalada por habitante Completando estos indicadores tecnológicos, con la capacidad energética, Venezuela tuvo una capacidad instalada marcadamente creciente desde 1950 hasta alcanzar una capacidad instalada record no superada en 1987 de 988 vatios por persona. En los primeros once años de este siglo es inferior de los 900 vatios por persona, en 2013 la capacidad instalada por habitante fue de 982 vatios por persona –muy cercana a la capacidad instalada de 1987–, inferior a la capacidad instalada de Chile (1011) y superior de Argentina (751), Brasil (630), México (581) y China (933) vatios/persona; Estados Unidos tiene una capacidad instalada para 2010 de 3.287 vatios/persona. Capacidad instalada Venezuela vatios/persona
Fuente: Torres y Rojas (2010) ANIH Boletín 21. OPSIS 2008-2011. León M. El Universal (2009). Páez Pumar, E. (2012). Hernández, N. (2013). Cálculos propios.
En el índice de competitividad en infraestructura 2014-2015, Venezuela ocupó el lugar 137 en cuanto al suministro eléctrico de 144 países evaluados en el reporte de competitividad mundial, 2014-2015 presentado en el Foro Económico Mundial. El decaimiento de la capacidad instalada en Venezuela a partir del año 1989 es producto de la falta de inversión en el sector y explica la disminución de un servicio eléctrico continuo, inicialmente en el interior del país y actualmente afecta también las principales ciudades y capital del mismo.
197
Resumen de 13 indicadores… IV. INDICADORES AMBIENTALES
IV.1. Índice de desempeño ambiental (EPI) El EPI evalúa el país por la salud ambiental y la vitalidad del ecosistema. Venezuela tiene un índice de 57,8 para 2014, inferior a 78,40 de 2008. Ocupa el puesto 57 en 2014, a diferencia del puesto 45 en 2008. Destaca la caída de los índices de muchas categorías en general, en la dotación de agua potable y saneamiento (de 94,7 a 70,4), la caída del desempeño ambiental en las actividades pesquera (de 74,7 a 18,5), forestal (de 87,2 a 33,76), el uso del agua (de 69,5 a 14,9) y cambio climático (de 68,4 a 43,6). Sólo mantiene buenos índices en la protección de biodiversidad y hábitat (de 74 a 92,9), el efecto del aire en la salud humana (de 97,8 a 99) y en la actividad agrícola (subsidios agrícolas y regulación del uso de pesticidas de 55,9 a 94). Chile encabeza la primera posición en la región de América con el mayor índice (69,23), manteniendo la posición 29 en el mundo similar al EPI 2008 y está ubicado en el nivel de desempeño ambiental MUY ALTO; le siguen Ecuador (58,54) como el segundo en América y puesto 53 en el mundo así como Costa Rica (58,53) como el tercero en América y puesto 54 en el mundo, ubicándose ambos en el nivel de desempeño ambiental ALTO. Venezuela es el cuarto en América, como se aprecia en el siguiente cuadro, se ubica en el nivel de desempeño ambiental MEDIO. Referenciales EPI 2014 Desempeño Suiza Chile EEUU Ecuador Costa Rica Venezuela México Uruguay Brasil Colombia
Muy alto Muy alto Muy alto Alto Alto Medio Medio Medio Medio Medio
Índice EPI Puesto Puesto Puesto 2014 Am. Latina EPI 2014 EPI 2008 87,67 1 69,23 1 29 29 67,52 33 39 58,54 2 53 22 58,53 3 54 5 57,8 4 57 45 55,0 5 65 47 53,61 6 70 36 52,97 8 77 34 50,77 12 85 9
Fuente: Environmental performance index. epi.yale.edu consulta 2014.
→ → ↑ ↓ ↓ ↓ ↓ ↓ ↓ ↓
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Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura
NOTA FINAL
Ante la merma de ingresos derivados del petróleo, la disparidad cambiaria insostenible por tantos años, los niveles de escasez e inflación, la diáspora profesional sin precedentes, la inseguridad jurídica y personal, ser el país menos transparente (más corrupto) en América ocupando el puesto 161 de los 174 países evaluados, Venezuela amerita un Plan Integral de recuperación con la participación de todos los venezolanos. Los indicadores presentados para el país señalan una situación de profundo deterioro económico, de poco ambiente para las iniciativas y mantenimiento de unidades productivas ante un marco institucional muy cerrado, poco flexible en garantizar la inversión a largo plazo para ser competitivos y orienta los esfuerzos económicos de inversionistas hacia actividades de corto plazo, con poco valor agregado por ende afectan la estabilidad de las condiciones de vida de los habitantes desmejorando su nivel social y oportunidades de trabajo. La velocidad en los avances del conocimiento y los cambios de paradigmas no permiten acumular déficits en educación, salud y servicios básicos, ni endeudar a las nuevas generaciones sin prepararlas para tales situaciones. En el área de ingeniería y afines hay capacidad profesional en el país, con el compromiso ético para dar un viraje y rebote en áreas prioritarias que puedan atender el mercado interno y establecer áreas de producción de competitividad mundial. Hace falta la comprensión de la realidad, veracidad de la información, racionalidad en las decisiones, honestidad en la gestión y el compromiso de la sociedad de superarla.
FUENTES CONSULTADAS
ANIH. www.acading.org.ve. Torres, M y Rojas H., M., (2010), Indicadores de desarrollo del país relacionados con la ingeniería, noviembre, ANIH, Boletín 21 C.D. y publicación. — (2012), Indicadores de desarrollo del país relacionados con la ingeniería, actualización de 13 indicadores, ANIH, Boletín 24. — (2014), Indicadores de desarrollo del país relacionados con la ingeniería, actualización de 15 indicadores, ANIH, diciembre.
Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura, 2014, Vol. XX, No. 2 (jul-dic), pp. 201-206
200 AÑOS DESPUÉS ¿OTRA OPORTUNIDAD PERDIDA? Carlos Mundt1 UNIVERSIDAD NACIONAL DE TRES DE FEBRERO, ARGENTINA VICEPRESIDENTE DEL SICLA El 22 de enero de 1809, la Junta Central de Cádiz instalada en la Villa de la Real Isla de León dicta un decreto por el cual se establece que “los vastos y preciosos dominios que España posee en las Indias no son propiamente colonias o factorías como las de otras naciones, sino una parte esencial e integrante de la monarquía española”. Con la península casi enteramente en manos del ejército napoleónico, era un tiempo de zozobra que Marx describió afirmando: “en la época de las Cortes, España se encontró dividida en dos partes. En la Isla de León, ideas sin acción; en el resto de España, acción sin ideas”. En mayo de 1607, tres navíos de la Compañía de Virginia entraron a la bahía de Chesapeake. Pero, habrían de pasar trece años antes que el 11 de diciembre de 1620, el “Mayflower” depositara en tierra americana a los primeros colonos, los míticos “peregrinos”, provenientes de Inglaterra y diera lugar al acontecimiento fundacional de la historia norteamericana. En ese entonces, las universidades de Santo Domingo y de San Marcos de Lima cumplían 82 y 69 años de sus respectivas fundaciones. Al tiempo de los movimientos de independencia en Hispanoamérica (18091825), el Imperio creado por España en América se extendía desde el norte de California a Tierra del Fuego distanciadas 15.000 km. Las trece colonias originales al independizarse de Inglaterra en 1776 cubrían la costa este de los actuales Estados Unidos con un rosario de ciudades marítimas desde Boston a Savannah separadas por apenas un décimo de esa distancia; para ese entonces, saliendo de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, esos 1.500 km desde el Canadá a la Florida representaban la mitad del trayecto de la capital virreinal hasta los límites del Alto Perú con el Virreinato del Perú. Por un decreto real de la corona inglesa de octubre de 1763 se configuró el límite que separaba las colonias de la tierra reservada a las tribus indígenas aliadas del gobierno británico en la guerra con Francia por los territorios de la América del Norte que concluyera con el Tratado de París del mismo año. Ese 1
cmundt@untref.edu.ar
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Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura
decreto prohibía a los habitantes de las trece colonias establecerse en cualquier terreno más allá de las fuentes de cualquiera de los ríos que desembocan en el Atlántico desde el oeste o noroeste. Esta decisión reducía al territorio colonial a un desarrollo a orillas del Atlántico. Hay una sustancial diferencia entre la ocupación territorial por parte de españoles e ingleses en sus posesiones americanas. La colonización española en América se asentó especialmente sobre dos grandes civilizaciones que habían consolidado sus imperios sobre vastos territorios: el azteca en Mesoamérica y el incaico en los Andes sudamericanos. Ingleses y franceses en América del Norte se establecieron en las zonas costeras o siguiendo el curso de grandes ríos como el San Lorenzo. En su obra “El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II”, Fernand Braudel destaca el papel de las comunicaciones y el transporte, ambos estrechamente ligados durante milenios, en el desarrollo de grandes espacios civilizatorios. Las facilidades del transporte por agua y las enormes dificultades del mismo por medios terrestres. Dificultad ésta que sólo empezó a revertirse con el ferrocarril y el tendido de las vías férreas a partir de mitad del siglo XIX. Mientras España consolidaba su asentamiento sobre los dilatados territorios de la geografía de dos tercios del continente americano, Inglaterra se reduciría a una colonización costera. Las infinitas llanuras de la América del Norte no serían ocupadas hasta bien entrado el siglo XIX. Hay que destacar esta diferencia de índole física como un elemento más que diferenciaría dos proyectos coloniales y dos lógicas imperiales. Mientras España afincaba su presencia penetrando en el continente durante dos siglos, los ingleses colonizaban las franjas costeras creando un ámbito más fácilmente comunicable y gobernable. En su libro “La condición de la posmodernidad”, David Harvey, uno de los geógrafos más destacados de la actualidad, hace especial hincapié en esta cuestión de lo espacial y lo temporal. “Por debajo de la apariencia de las ideas de sentido común y presuntamente “naturales” sobre el espacio y el tiempo, yacen ocultos campos de ambigüedad, contradicción y lucha. Los conflictos no sólo nacen de apreciaciones subjetivas reconocidamente distintas, sino de las diferentes cualidades materiales objetivas del tiempo y el espacio. (…) Nuestra representación del espacio y el tiempo en la teoría importa porque afecta a la forma en que interpretamos el mundo y actuamos sobre él y por la forma en que los otros lo interpretan y actúan sobre él. Tomemos por ejemplo una de las escisiones más asombrosas de nuestra herencia cultural con respecto a las concepciones de tiempo y espacio. Las teorías sociales –las tradiciones que provienen de Marx, Weber, Adam Smith y Marshall– suelen privilegiar el tiempo sobre el
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espacio en sus formulaciones. Por lo general, ellas aseguran la existencia de algún orden espacial preexistente dentro del cual operan los procesos temporales (…) convierten al espacio en un aspecto contingente y no fundamental para la acción humana. (…) Es un tributo pagado a la compartimentalización del pensamiento occidental que esta disyunción haya pasado tanto tiempo sin ser notada. La teoría social siempre se ha concentrado en los procesos sociales de cambio, modernización y revolución. El progreso es su objeto teórico y el tiempo histórico su dimensión fundamental. El progreso entraña la conquista del espacio, la destrucción de todas las barreras espaciales” (Harvey, 2004). Las perspectivas de ambos autores permiten reflexionar sobre el papel de lo espacial en los procesos históricos tan signados por la variable temporal. El paso del tiempo sobre el espacio “tratado como lo muerto, lo fijo, lo no dialéctico, lo inmóvil”, al decir de Michel Foucault. Porque en los tres siglos de la Edad de los Descubrimientos iniciada por los viajes de los portugueses hacia Oriente, sucesivas potencias europeas dibujaron el perímetro de los otros continentes, asentando fuertes y factorías costeras. Sólo España, en una época de dificultosas travesías terrestres, cubrió la superficie de nuevos espacios y se asentó en ellos. Así nació Hispanoamérica y de ello deriva buena parte de su persistente anclaje al espacio y la influencia de éste en la cultura hispanoamericana, en la psicología de sus diferentes y mixturados pueblos, en sus lógicas sociales y en sus dificultades políticas. En esos contextos tan diferentes, ocurrirán entre 1776 y 1825 los procesos emancipatorios americanos y la organización de nuevas unidades políticas separadas de sus metrópolis. Pero, las trece colonias que crearán la Unión Americana se asentarán sobre un territorio más pequeño, mejor comunicado y más gobernable e Hispanoamérica enfrentará una realidad más compleja y vasta que no logrará sustituir la unidad del imperio español en América por la de alguna suerte de “Estados Unidos de Hispanoamérica”. Parece olvidarse un hecho central del momento de las independencias americanas: el territorio que se extendía de California y Texas a la Patagonia ya estaba ocupado territorialmente por España y era la parte americana de su Imperio; el territorio de la América anglófona se reducía a la costa este del subcontinente norteamericano y la expansión del Atlántico al Pacífico, quintuplicando el territorio original, sería posterior a la declaración de independencia y ejecutada por un único estado ya constituido y soberano. Esta cuestión, sin ser toda la explicación de la posterior deriva de las naciones de habla hispana y la emergencia de veinte unidades políticas diferentes, es sí de importancia para la cultura y la política de la América Hispana. Porque pesa sobre nosotros el baldón de taras constitutivas sobre las cuales se monta
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un discurso descalificador de nuestra identidad y nuestra cultura (y sus posibilidades de crear nada respetable ), construyendo un relato del pasado cuya principal función es instalar un serio interrogante sobre nuestro futuro. Un lugar en el mundo que puede ser crudamente ejemplificado por aquella frase del presidente Perón de Argentina en la década de 1950 al referirse a la política del buen vecino de Franklin Roosevelt: “es una política en la que nosotros hacemos de buenos y ellos hacen de vecinos”. Es muy significativo el logro de España en constituir un imperio atlántico de esas dimensiones y sostenerlo durante tres siglos. Y, a la par, que la independencia de las naciones hispanoamericanas confirmara otro logro aún más profundo como la unidad de la lengua. Ninguna de las potencias coloniales europeas estuvo a la altura de un trasiego cultural de esa envergadura. Las naciones angloparlantes de América del Norte u Oceanía fueron constituídas por traslado de colonos de las Islas Británicas. La lengua materna del 95% de los habitantes de todas las antiguas colonias en África o Asia no es el inglés, ni el francés, ni el holandés. Por el contrario, nuestra lengua materna en un 95%, seamos blancos latinos, eslavos o sajones, aborígenes, mestizos, negros y mulatos, árabes y judíos es el español. Confirmando a don Miguel de Unamuno en aquello de que “mi patria es mi lengua”, el español es hoy la segunda lengua materna del mundo, después del mandarín y antes que el inglés. Desde esta perspectiva es interesante tener una mirada al sesgo, no desde la autoridad en el terreno de la historia, la filosofía o la ciencia política, sobre esas Cortes de Cádiz de 1812. Y lo que podría ser una oportunidad perdida y la posibilidad de perder otra. Cuando el canónigo criollo de Guatemala, Antonio Larrazábal planteaba ante las Cortes que los diputados de América no debían ser españoles europeos, sino criollos; y otro guatemalteco, Manuel Llano, bregaba por la igualdad de representación de los americanos, señalando la unidad del imperio hispanoamericano, se estaba dando un enorme paso que quedara plasmado en los documentos oficiales de las Cortes: por primera vez en trescientos años el vocablo “Indias” empieza a ser reemplazado por la palabra “América”. Decía Llano: “Las provincias de América, aunque agitadas, están en el caso que las provincias libres de la península… porque los movimientos de insurrección en aquellos países no son por querer separar, sino por el deseo de recobrar sus derechos”. Y citaba a la Gaceta de Caracas que decía que “…los diputados concurran a las Cortes Generales de la nación entera siempre y cuando la convocación se forme con la equidad y justicia que merece la América y siempre que formen una parte de España”. Y le corresponderá a un descendiente del Imperio Incaico, Dionisio Inca Yupanqui, asumir la defensa de la igualdad de españoles e indios americanos, en su discurso del 16 de diciembre de 1810: “No he venido a ser uno de los indi-
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viduos que componen este cuerpo moral de V.M. para lisonjearle, para consumar la ruina de la gloriosa y atribulada España, ni para sancionar la esclavitud de la virtuosa América (…) no acertará a dar un paso seguro en la libertad de la patria, mientras no se ocupe con todo esmero y diligencia de llenar sus obligaciones con las Américas: V.M. no las conoce. La mayor parte de sus diputados y de la Nación apenas tiene noticia de este dilatado continente (…) apenas queda tiempo ya para despertar del letargo, sacuda V.M. apresuradamente las envejecidas y odiosas rutinas. Un pueblo que oprime a otro no puede ser libre” (Ramos, 2011). La promulgación de la Constitución liberal de 1812 ocurre en ese particular momento histórico signado por el ascenso de las dos potencias europeas en pugna, cada una portadora de una revolución trascendente: la Revolución política y social en Francia, la Revolución Industrial en Gran Bretaña. Tal vez, era imposible dar continuidad a un proyecto político transatlántico como el que venía siendo el Imperio Español, nacido cuando la potencia europea era la España de los Reyes Católicos y Carlos V, la de la toma de Granada, el desembarco en Guanahani, la dieta de Worms y la batalla de Lepanto. Ante el reclamo de otra lógica política, de otra visión histórica para conservar en la diversidad y la igualdad la unidad de las provincias peninsulares y las de ese dilatado continente, primó el encierro en una perspectiva ya imposible de ejecutar: España no poseía, porque aún no habían sido desarrolladas, las ideas políticas y las herramientas tecnológicas para seguir gobernando a su propia criatura: lo que su centralismo y administración había contenido durante tres siglos requería descentralización y adaptación. Los Estados Unidos lo lograrían sobre la base del federalismo y el ferrocarril. En ese peculiar momento, las demandas de algunos delegados americanos propiciando medidas tendientes a salvar la compleja construcción institucional del más vasto imperio marítimo de la Historia hasta ese momento no encuentran eco. La restauración absolutista empujara a Hispanoamérica a una ruptura que posiblemente ambas orillas del Atlántico podemos lamentar. ¿Podríamos en este Bicentenario de aquellas Cortes y su constitución liberal estar ante una oportunidad que pase tan queda como aquélla y actuar con la misma miopía? Si hay una unidad política perdida en ese momento e imposible en el sueño de Bolívar, hay otra unidad, tenazmente sostenida en América en torno a una misma cultura alimentada por la misma lengua, que arroja su sombra hacia el futuro. Mal que nos pesen nuestras dificultades y frustraciones, el continuar tan aferrados a la persistencia de ser una promesa, un mañana continuamente desplazado e irrealizado, tenemos nuestro complejo mestizaje étnico
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y cultural, nuestra amplio abanico de modos de convivir para ofrecer a un mundo que sigue levantando muros de intolerancia y de miedo. Si la globalización ha de ser sólo un conjunto de avances tecnológicos, productivos y económicos, nuestro aporte será escaso. Pero, si don Quijote y Hamlet le ganan al Hombre Araña y la electrónica, a la Humanidad puede interesarle esta larga saga de quinientos años generadora de una cultura tan joven que el “epidérmico” profeta Samuel Huntington ni siquiera consideró una de las civilizaciones cuyo choque vaticina.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Braudel, F. “El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II”, Fondo de Cultura Económica, México Harvey, D. (2004), “La condición de la posmodernidad”, Amorrortu. Johnson, P. (2001), “Estados Unidos: la historia”, Javier Vergara Editor. Mundt, C. (2008), “Argentina: la persistencia de una promesa”, Eduntref. Ramos, J. A. (2011), “Historia de la nación latinoamericana”, Peña Lillo-Ediciones Continente.
Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura, 2014, Vol. XX, No. 2 (jul-dic), pp. 207-214
DE PEÓN A NOVELISTA Jorge Rivadeneyra A.
“Sin más escuela que sus llanos, ni más disciplina que su voluntad, ni más ejército que su horda, ni más semejante que Bolívar, sacó a Venezuela del dominio español, con tanta furia en la pelea como magnanimidad en la victoria, en una carrera de caballo que duró dieciocho años”, dice José Martí refiriéndose a José Antonio Páez.
La lucha por la independencia de América Latina no tuvo novelistas coetáneos. Las primeras grandes novelas sobre la independencia se han escrito en el siglo XX, y aun así, no son muchas. Acaso las más importantes sean “Las Lanzas Coloradas”, de Arturo Uslar Pietri, “Boves el Urogallo”, de Herrera Luque, y "El General y su Laberinto", de Gabriel García Márquez. El bravo pueblo amaba al rey de España; por eso estaba en su gran mayoría en contra de la independencia, como lo cuenta Vallenilla Lanz, en su “Cesarismo Democrático”. Además, los ejércitos necesitan soldados, estos provenían del pueblo, reclutados a la soga por comisiones de independentistas que a los jóvenes del pobrerío les ponían una soga al cuello y los incorporaban a la fuerza en el ejército de liberación. Por otro lado, el rechazo a la independencia también se daba en el mantuanaje, es decir entre lo que sabían leer y escribir. Entonces, estos problemas dan lugar a la conjetura de que la lucha armada no fue asumida conciencialmente como guerra de liberación del coloniaje. Y posiblemente esa puede ser una de las causas que determinaron la ausencia de novelas con ese tema. Es decir que la carencia de novelas sobre la guerra de independencia no se debe a la inexistencia de novelistas, tanto más que la literatura americana comenzó casi desde el descubrimiento y el primer desembarco de españoles en el continente. Durante el coloniaje hubo novelistas como Alonso Ramírez, autor de la obra “Infortunio”, escrita en 1691 y Alonso Carrió de la Vandera, 17151783, autor de “Lazarillo de Ciegos y Caminantes”. Es decir que “toda vida y obra de aquellos tiempos encierra gérmenes de novela”1.
Luis Alberto Sánchez, “Proceso y Contenido de la novela Hispano Americana”, Gredos, Madrid, 1955, pág. 87. 1
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Además, téngase en cuenta magníficos aunque escasos poemas, como el Canto a Junín, de José Joaquín Olmedo y sobre todo la “Autobiografía”, de José Antonio Páez. A esta obra ni antes ni después jamás se le ha considerado como una de las primeras novelas de la insurgencia latinoamericana, entre otras cosas porque hay quienes definen lo que es una novela casi con conceptos notariados. En todo caso, el libro de Páez es un relato escrito por uno de los más famosos protagonistas de la guerra de la independencia; dicho de otro modo, su “Autobiografía”, especialmente el primer tomo, constituye una autentica novela de aventuras. Por otro lado, “¿no son acaso autobiografías todas las novelas que se eternizan y duran, eternizando y haciendo durar a sus autores y a sus antagonistas?”2. En esa autobiografía-novela el protagonista es Páez. El relato comienza cuando él era un adolescente, y se ve obligado a enfrentarse con dos bandidos que le tienden una emboscada para arrebatarle doscientos pesos, que por encargo de su madre los llevaba hacia Cabudare. En ese encuentro de vida o muerte, no es Páez el que cae sin vida. Gracias a una audacia de la que él aún no era consciente, por su capacidad para tomar decisiones repentinas, y también, por qué “no hay que esperar más amparo que el que quiere dar el cielo”3. Sólo así se explica que sus atacantes, a pesar de elegir el lugar de la emboscada, sean derrotados por un joven grandote y temerario. Ese viaje inicial con misión que cumplir, una confrontación a cuchilladas y el horror de la muerte cuando se tiene apenas 17 años, viene a ser algo así como el pregón de un destino en el sentido de vida que se desarrolla de acuerdo a un texto metafísico escrito de antemano por la época en que nació y vivió. Es, además, el símbolo no sólo de la vida de Páez, sino de toda existencia puesto que vivir es viajar, irse yendo hacia los confines. Paralelamente, toda novela es un viaje, geográfico, psicológico, lingüístico; es un desplazarse de una situación a otra. Quizás en eso radique la fecundidad de una novela, en el viajar hacia lo desconocido, o lo prohibido; desde la desesperanza enrumbar la proa a lo apenas intuido. Presuponiendo que será perseguido por la justicia, Páez da por terminados sus estudios de las primeras letras con la maestra Gregoria Díaz, y en su condición de fugitivo debe aceptar cualquier posibilidad de sobrevivencia, como por ejemplo la de peón, a pesar de que pertenecía a una familia acomodada, como lo demuestra la misión de transportar doscientos pesos de su madre. También tienen buena posición económica varios miembros de su familia, como su cuñaMiguel de Unamuno, “Cómo se hace una Novela”, Hispano-Argentina, Buenos Aires, 1928, pg. 55. 2
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José Antonio Páez, “Autobografía”, Bedout, Medellín, Colombia, pág. 9.
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do, el bodeguero Bernardo Fernández, su pariente, el comerciante canario, Domingo Páez, donde prestaba servicios antes de la emboscada que marcó su vida. Páez relata su peonazgo sin amargura. Tal vez lo considere una situación provisional puesto que tiene posibilidades de vivir desahogadamente. Mientras tanto, dada su actividad de peón, debe dormir seguramente dentro de un cobertizo de moriche y cuatro estacas, amoblado con cráneos de caballo y de caimanes “que servían de asiento al llanero cuando tornaba a casa cansado de oprimir el lomo del fogoso potro durante las horas de sol”4, preparándose él mismo la única comida del día, a las siete de la noche, soñando con ese imposible privilegio de poseer una hamaca sobre cuyos hilos pudiera más cómodamente restituir al cuerpo su vigor perdido”. En esas actividades se templó su cuerpo. “A fuerza de golpes se volvió de hierro, y su alma adquirió con las adversidades ese temple que la educación más esmerada difícilmente habría podido darle”5. El maestro inmediato era Manuelote, un negro, es decir un esclavo que desempeñaba el cargo de mayordomo por eso de que la mejor cuña es la que proviene del mismo palo. Un día, sañudo y vengativo, le ordenó que se tire al río caudaloso y guíe al ganado. No sé nadar, dijo, y Manuelote sentenció, “yo no le pregunté a usted si sabe nadar; le mando que se tire al río y guíe al ganado”. ¡Ah cará!, un negro dando órdenes a un blanco, algo de veras placentero. Pero si se es apenas un peón, eso de blanco y rubio no cuenta, y el catire se lanzó al río confiando su vida, una vez más, al destino. Años después, Manuelote se incorporó a las filas que comandaba Páez, para entonces general de los insurgentes, e iba-venía diciendo, jactanciosito, “a mí me deben el tener a la cabeza un hombre tan fuerte, y la patria una de las mejores lanzas, porque fui yo quien le hizo hombre”6. Los llaneros que ingresaron al ejército de liberación eran campesinos tentados por el enriquecimiento fácil mediante el saqueo y la posibilidad de revolcarse con una que otra dama del mantuanaje. Y se transformaron en aquilatados guerreros precisamente porque fueron torneados por la llanura, por el sol y los raudales, por la doma de potros y el recuento del ganado. Allí aprendieron la sobriedad y la paciencia. “Se alimentan sólo de carnes, sin pan ni sal, ni otro condimento alguno”, cuenta Páez. “No necesitan de calzado y viven siempre a la intemperie; duermen en la sabana o en el bosque lo mismo que si estuvieran
4
Ibid, pg. 6.
5
Ibid, pg. 8.
6
Ibid, pg. 11.
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bajo el más cómodo techado; son sobrios, y jamás se afligen ni desesperan, aunque se vean rodeados de dificultades y peligros”7. La formación de los llaneros era similar a la de Páez. Un vivir desafiando a la muerte, ¡vaya vida!, tanteando en la oscuridad, enterrándose en el lodo, escurriéndose a fuerza de astucia, de una sobredosis, no de esperanza sino de la desesperación que hace dar otro paso y otro y otro más cuando se cree que el anterior fue el último posible. “Nuestros caballos de puro cansancio se echaban ijadeando en el suelo. Vino la noche y para evitar que nos sorprendieran durante la oscuridad, nos metimos dentro de un estero lleno de agua que nos quedaba a la derecha. A no haber ejecutado aquella operación, nos habrían caído encima los mil hombres de a caballo que al mando de Torrellas anduvieron buscándonos toda la noche. ¿Quién había de pensar que estábamos metidos en el agua?”8. Es decir que durmieron, ¿durmieron?, o mejor dicho pasaron la noche con el agua al cuello, entumecidos, acosados por las plagas de los pantanos, corriendo el riesgo de ahogarse si se dejaban vencer por el sueño y la fatiga, cuidándose de la dentellada de los caimanes, conteniendo el aliento para que no les descubran los tenaces perseguidores. Y en otra parte cuenta que “la mayor parte de los soldados no tenían más armas que la lanza y palos de albarico, aguzados a manera de chuzos, por una de sus puntas; muy pocos llevaban armas de fuego. Cubríanse las carnes con guayucos; los sombreros se habían podrido con los rigores de las estaciones lluviosas y ni aun la falta de silla para montar podía suplirse con la frazada o cualquier otro asiento blando. Cuando se mataba alguna res, los soldados se disputaban la posesión del cuero que podía servirles de abrigo contra la lluvia durante la noche en la sabana limpia, donde teníamos que permanecer a fin de no ser cogidos de sorpresa”9. —Tanto sacrificio, vea -dijo la chica bonita, Milagros si bien recuerdo. —Esa resolución indomable, superior a las calamidades -anotó otro de conversantes. —“Se acabaron los valientes/Y no han dejado semilla”, murmuró Jorge Luis Borges, con una voz muy baja y sumamente educada.
7 8
Ibid. pg. 89. Ibid, pag. 108.
9
Ibid.pg. 96.
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—Siempre reaparecen cuando la situación pareciera no tener salida -dijo la muchacha de enantes. Pero parece que Borges no le oyó, o su pesimismo tenía muchos rizomas, porque dijo, —¿Qué fue de tanto animoso?/¿Qué fue de tanto bizarro?/A todos les gastó el tiempo/A todos les tapa el barro”10. Se supone que una autobiografía es el relato verdadero de los sucesos porque quien los cuenta es actor y testigo. Esa es la suposición, claro, sobre todo cuando no se tiene en cuenta que hay muchas maneras de ver, sobre todo si uno se ve a sí mismo. Como siempre se escribe para alguien, este supuesto raigal no impide que el autor incursione por el espacio desmesurado de la fantasía. A pesar de esta situación sin límites, la lectura de lo real depende del modelo de realidad que se elija, de donde resulta que la realidad es objetividad subjetivada. Por ello, la praxis de un pueblo que con el auxilio de las armas intenta conquistar la libertad, va más allá de la biografía y se transforma en múltiples formas del pensamiento y de la fantasía, por ejemplo en novela. En otras palabras, en esta novela autobiográfica se ha producido una inversión de los lineamientos clásicos del relato a causa de que todo proyecto primero es imaginación. De ese modo, la tensión entre el es y el deber ser se da como la convivencia cotidiana de la esperanza con la muerte, exteriorizando la confrontación de dos fuerzas que tratan de imponerse mediante el uso de las armas y del pensamiento, no sólo de los adversarios sino de la adversidad, entendida como aquello que se opone al proyecto libertario, componente fundamental del deber ser, es decir de los sueños. Pero esos sueños lucen endurecidos; por eso, a lo largo de toda la obra hay una ausencia notoria de ternura por las víctimas de la hecatombe. Tampoco hay compasión por los sufrimientos de quienes viven a salto de mata. Es posible que esta omisión se deba al arraigado prejuicio de que los guerreros de todos los tiempos consideran que la ternura niega la virilidad. Sin embargo, y a pesar de que el autor pretende relatar solamente los hechos, hay momento en que la subjetividad emerge por sus fueros y se apropia del campo, produciendo expresiones poéticas relacionadas con la visión del mundo del llanero, imbricada con el paisaje, los hombres y las bestias, con “el gallo que dormía en la misma habitación con toda su alada familia: servía de reloj y el perro de centinela”. Se trata de la visión del combatiente emotiva y racional porque debe evaluar, por ejemplo, el terreno donde se dará la batalla, fantaseando al mismo tiempo con el río caudaloso, el toro que se debe matar para la tropa o el potro al que hay que domar antes de incorporarle al combate. “Todos contribuían a dar a aquel combate un carácter de horrible sublimidad: la noche que se acercaba con 10
Jorge Luis Borges, Obras Completas, Argentina, 1974, pág. 975.
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sus tinieblas; el polvo que levantaban los caballos de los combatientes de una y otra parte confundiéndose con el humo de la pólvora”11. Entonces, se cree que la autobiografía es la verdad de primera mano habida cuenta que el autor es el único que conoce toda la historia; sin embargo, le es imposible describir el lado oscuro de la luna y las múltiples interpretaciones de los hechos, con la tendencia a pintar la propia vida con los colores más bonitos. Este es el criterio de verdad de las autobiografías. A eso se debe añadir que el relator es el jefe de los insurgentes y que en este caso su concepción del mundo es pacata con respecto al sexo. Por eso, Páez no habla de las mujeres, de las que combatieron junto a los hombres alzados en armas, para quienes las mujeres son una de sus principales motivaciones. En el relato de Páez sólo aparece fugazmente la maestra Gregoria Díaz. A la señora María Violante Herrera, su madre, le menciona una sola vez, lo mismo que a su esposa y a una muchacha que al parecer hacía el amor con un francés cuando llegaron sus asesinos. ¿Qué ocurría con las mujeres de los españoles derrotados? ¿Y con las jóvenes de pueblos y ciudades sometidas por españoles y patriotas? ¿Y con las mujeres abandonadas por sus esposos, sus concubinos y sus hijos que fueron a la guerra? ¿Qué hacían los esclavos con sus ex amas después de haberse convertido en soldados o en generales omnipotentes? Es un vacío lamentable, no porque sea imposible hilvanar muchas respuestas, sino porque oculta el papel de las mujeres latinoamericanas como víctimas, como combatientes, colaboradores, simpatizantes o enemigas de la independencia. Además, las múltiples uniones que deben haberse producido entre hombres y mujeres de una época convulsionada podrían aclarar algunos de los elementos de la llamada democracia social del venezolano, el aparecimiento del criollo como elemento característico de la nacionalidad latinoamericana. Estas deficiencias conceptuales de la “Autobiografía”, adicionalmente obscurecen la concepción global de la gente que participó en una de las guerras más grandes y más largas de la humanidad. No basta suponer que los soldados victoriosos violaban a las mujeres de los vencidos y se apropiaban de sus bienes. No basta, porque los soldados de Páez eran llaneros patalsuelo, negros libertos, chusmeros, es decir gente de bien abajo en proceso de descubrir que las diferencias sociales con los españoles y el mantuanaje podían nivelarse, aun cuando sea temporalmente, con las puntas de sus lanzas. Dicho de otro modo, el elemento sustancial de ese viraje de la conciencia. La perspectiva de una nueva concepción de la vida, tanto más que los primeros insurgentes que militaban en las filas de Páez, no lo es por ideales independentistas sino por simpatía con el ex peón y por la perspectiva del sa11
Ibid, pg. 182.
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queo. “No tenía mucha fe en el patriotismo de aquellos hombres que sólo me acompañaban y habían tomado servicio por simpatía hacia mí”12. Debe haber tenido muchas cualidades el catire José Antonio como para haber llegado de peón a presidente de la república. Más todavía, de peón a concertista, profesor de castellano en New York, y novelista. “Cortés y verboso, puntual en sus citas, muy pulcro en el vestir, lleno de generosidad y de anécdotas, amigo de los demás y del baile”13. Su “Autobiografía”, es decir esa novela en la cual él es uno de los protagonistas, no sólo es uno de los primeros grandes relatos de la guerra de independencia de Venezuela, sino también la historia del nacimiento y desarrollo de un caudillo a quien sus soldados amaban por sus prodigiosas victorias y sus enemigos temían por su audacia temeraria, como si no le importara perder la vida, como si supiera que no podía morir antes de haber cumplido la misión para la cual vino al mundo. Baralt, en su Historia de Venezuela, dice que Páez “era idolatrado por su tropa, caudillo del único ejército que existía, y renombrado por su valor y constante felicidad que le había acompañado en todas sus empresas” Y como si estuviese en juna tertulia de altanoche, Páez dice, “organicé en Apure un ejército de caballería. Y Bolívar se admiraba no tanto de que hubiera formado ese ejército, sino de que hubiese logrado conservarlo en buen estado y disciplina, pues en su mayor parte se componían de los mismos individuos que, a las órdenes de Yáñez y Boves, habían sido el azote de los patriotas”. Un comandante de altos quilates, como lo demuestra lo siguiente: cuando Boves fue derrotado y muerto, los españoles trataron de reenganchar a la tropa sobreviviente sin reconocerles sus grados, especialmente si eran negros. Páez, en cambio, no solo les perdonó la vida, sino que les admitió en su ejército honrando sus rangos y su condición de americanos. Casi al comienzo de sus andanzas de insurgente, como si se tratara de un cowboy del far west cinematográfico, el solo asaltó la cárcel de Barinas y liberó a 115 presos. Y entre risitas cuenta que “hizo traer cuatro caballos salvajes a la orilla del campamento. Siendo las diez de la noche mandé que les ataran cueros secos al rabo y que los soltara en dirección al campamento de los españoles, haciendo al mismo tiempo algunos tiros. Los caballos partieron furiosamente disparados por entre el campamento, y los españoles creyeron que se les venía encima una tremenda carga de caballería. Varios cuerpos rompieron el fuego, cundió el desorden por todas partes, y nuestros caballos hicieron más estrago en su impetuosa carrera que los dos mil bueyes que Aníbal lanzó sobre el campamento romano. 12 13
Ibid. pg 29. José Martí.
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Los presentimientos desempeñan un papel importantísimo en el relato de Páez. Él no les denomina astucia o previsión, sino corazonadas. Gracias a una de ellas, el comandante Marcelino, con cuarenta hombres fracasa en el intento de tenderle una emboscada. “Con siete hombre que me acompañaban”, dice Páez, “me dirigí al hato de la Calzada con el objeto de tomar algunos caballo para remontar mi gente; pero por recelos no quise quedarme a dormir allí, prefiriendo hacerlo en la sabana, a media legua de distancia. Si no hubiese usado esta precaución, aquella misma noche habría sido víctima de Marcelino y sus compañeros, pues a las tres de la mañana cercaron la casa del hato, teniendo por seguro que me encontrarían en ella”. El proyecto de Miguel Marcelino falla, pero el hombre no desiste y se embosca en Mata de León, una zona por la que Páez debía pasar obligatoriamente. “Sus planes habrían tenido fatal resultado si no hubiese dado fea un presentimiento que me asaltó una milla antes de llegar a Mata de León”. Vale la pena recordar que Páez, con singular honestidad, no se atribuye a sí mismo la gloria de las batallas ganadas. Cuando describe una de ellas, como la de Carabobo, o la de Queseras del Medio, anota los nombres de los combatientes, comenzando por los generales y terminando con los soldados. Y después de haber mencionado a cien o a doscientos, pide disculpas por si se le haya olvidado algún nombre. Por todo lo anotado, esa “Autobiografía” está inscrita en el género de la novela épica, a pesar de que su contenido es histórico. Por ello, como toda novela histórica, tiene el inconveniente de que ya se conoce el desenlace, no sólo del protagonista, sino del país que ellos constituyeron.
Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura, 2014, Vol. XX, No. 2 (jul-dic), pp. 215
ATLANTIC PORTS AND THE FIRST GLOBALISATION C. 1850-19301 El libro Atlantic Ports and the first Globalisation, coordinado por Miguel Suárez Bosa, profesor e investigador de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, aporta nuevas perspectivas de análisis acerca de los rasgos de la llamada “Primera Globalización” que, desde mediados del siglo XIX, se caracteriza por profundos cambios estructurales de la producción industrial, los métodos bancarios y el comercio internacional. Mientras las economías nacionales se van integrando en el proceso de formación de un mercado mundial que se desarrolla en torno al Atlántico, los puertos adquieren un rol fundamental en la configuración de las redes comerciales que vinculan Europa, África y América. El funcionamiento y la naturaleza de esos puertos varían según su proximidad a los centros distribuidores de mercancías manufacturadas o a las regiones productoras de determinadas materias primas. El sistema de administración de los espacios portuarios adquiere modalidades diversas de acuerdo al papel desempeñado por las instituciones del Estado y del sector privado. No solamente los puertos se constituyen en puntos nodales para el intercambio económico sino que también cumplen un rol decisivo para el establecimiento de lazos entre diferentes medios culturales. La exploración científica del entorno portuario adquiere múltiples dimensiones y variada es la gama temática para su estudio: infraestructura, población, agentes navieros, compañías de seguros, sistema naviero, régimen aduanero y comunidad portuaria en general, son algunos de los muchos problemas que atraen la atención de los investigadores. En el presente volumen, el interés de los autores se focaliza en los diferentes modelos de administración portuaria que se han aplicado en algunas de las plazas mercantiles que han actuado como nexo en el amplio mundo atlántico. La obra está precedida por un artículo que presenta un análisis global de los puertos del Atlántico. Los otros estudios que integran el volumen se refieren a casos específicos: Casablanca en Marruecos; Dakar en Senegal; Lagos en Nigeria; Porto Grande-Mindelo en Cabo Verde y Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife en las Islas Canarias; Santos y San Salvador en Brasil; La Guaira en Venezuela y La Habana en la isla de Cuba. En suma, se trata de una importante contribución para la indagación en torno a los regímenes de administración portuaria que han regido desde el siglo XIX hasta las primeras décadas de la siguiente centuria. 1
(2014), Miguel Suárez Bosa (Editor), Palgrave MacMillan, pp. 203, London. (Reseña realizada por Catalina Banko).