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LA PERFECTA RESIDENCIA REAL
A mediados del siglo XVII, la casa real de Borbón comenzó a buscar la mudanza de su entonces residencia, el palacio real de Louvre (hoy sede del actual museo del mismo nombre), destinando como tentativo destino de su nuevo hogar palaciego la residencia de Caza al oeste de París que Luis XIII había construido entre los bosques para llevar a cabo su pasatiempo favorito. Al adquirirse dichas tierras, la residencia fue demolida y en su lugar se edificó la primera parte de lo que hoy constituye el palacio de Versalles en todo su esplendor.
Sería con la llegada de Luis XIV a la corona que la residencia se convirtió en prioridad del propio monarca, un proyecto personal destinado a convertirse en el palacio más hermoso de toda Europa, repleto de la decoración barroca que caracterizó a la familia real. Abandonando el Louvre, Versalles se convirtió en la residencia oficial de la corona de Francia por un siglo, periodo en el que el palacio se expandió, se decoró, se fortificó y embelleció a niveles increíbles. Con la llegada de la revolución y la caída de la monarquía en Francia, el palacio fue deshabitado y saqueado, y en 1830, el palacio fue destinado a albergar un museo que jamás volvería a ser habitado por realeza o gobierno alguno, sino para deleite del pueblo por medio de exhibiciones, muestra de colecciones y otros eventos destinados a las artes y a la cultura.
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