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Conviviendo con microorganismos

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Conviviendo con microorganismos

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Por: Guillermo Rubén Ávalos Ceja Maestro en estudios visuales por la Universidad Autónoma del Estado de México

La prolongada pandemia por coronavirus ha generado diversas reacciones en la gente. Hay quienes aparentemente no han tenido ninguna complicación cercana y se les puede ver por las calles y en diversos sitios sin protección alguna (a menos que se les exija), quizás hasta alardeando indiferencia y, a veces, hasta incredulidad en la existencia del fenómeno. En el otro extremo hay quienes están pasando por estados de verdadera angustia, gente que por uno u otro motivo (quizá psicológico, quizá porque a ellos sí les ha tocado vivir de cerca la tragedia) ha decidido tomar muchas precauciones y han incluso presentado problemas serios de desequilibrio emocional. Como en todo, hay también quienes se han mantenido en una especie de término medio, tomando precauciones pero sin llegar a comportamientos extremos. Sea como sea, es muy probable que por la mente de la mayoría haya pasado el pensamiento de lo que es y lo que significa esta

amenaza que puso al mundo casi en estado de coma. Todos, o muchos de nosotros, hemos tratado de imaginar las características físicas de esa entidad minúscula que tiene en jaque a la humanidad: el virus.

Nuestra imaginación puede comenzar a volar, por ejemplo, cuando estamos a punto de colocarnos el cubrebocas. Nos ponemos a dilucidar acerca de qué tanto realmente nos puede proteger. Hemos visto referencias acerca de la inutilidad de algunos y la eficacia de otros. Que si las fibras sintéticas, que si los materiales tejidos, que si el N95, que si la mascarilla en base a hilos de cobre. Y quizá pase por nuestra mente la imagen de una serie de pequeñísimas partículas que, a modo de naves espaciales en el amplio cielo, cruzan sin problema alguno a través de los, comparativamente, enormes intersticios que representan las texturas de las que están fabricadas nuestras mascarillas. A estas alturas ya la mayoría de nosotros estamos advertidos de que los cubrebocas llamados N95 son conocidos por ese nombre debido a que son capaces de contener hasta un 95% de las partículas en el aire, entre las que podría encontrarse el COVID-19.

Y es que no nos faltan razones para dudar de la eficacia de esas supuestas barreras ya que, como ahora sabemos, el enemigo es un ser de tamaño tan minúsculo que es casi imposible imaginarlo.

Hay virus de diferentes formas y tamaños, se dice que las partículas del coronavirus —el tipo de patógeno que nos tiene asolados— miden de 70 a 120 nanómetros de diámetro. El nanómetro es la unidad de longitud del Sistema Internacional de Unidades que equivale a una mil millonésima parte de un metro. Su símbolo es nm. Para que las personas comunes podamos aproximarnos al entendimiento de la dimensión de este cuerpo tan minúsculo, hay quienes han referenciado que sería algo así como la milésima parte del grosor de un cabello humano. Se dice también que habría que poner aproximadamente cien mil virus en fila para cubrir 1 mm. Es obvio que dado su tamaño, los virus no pueden ser observados por nosotros a simple vista, tampoco podría servirnos un microscopio óptico, de manera que se utilizan microscopios electrónicos de barrido y de transmisión para visualizarlos y estudiarlos.

La presencia de esta amenaza imperceptible ha sido causa de que pongamos más atención a las condiciones de limpieza de los objetos que utilizamos o con los que nos relacionamos en nuestra vida diaria. A partir de esto estamos más conscientes de todas las maneras en las que interactuamos con organismos y partículas minúsculas. Tenemos más presente la existencia de los microorganismos.

Los microorganismos son “organismos dotados de individualidad (unicelulares) que presentan, a diferencia de las plantas y los animales superiores, una organización biológica elemental. La disciplina científica que estudia los microorganismos es la Microbiología, la cual engloba organismos unicelulares heterogéneos, que no están relacionados evolutivamente entre sí, tales como bacterias (procariotas), protozoos (eucariotas, algunos filum de algas) y hongos unicelulares. Incluye también entidades biológicas acelulares de tamaño ultramicroscópico (visibles con microscopio electrónico) como los virus que, pese a que aún está a discusión si son organismos vivos o no, también se incluyen en el campo de estudio de la Microbiología.”

El término microscópico generalmente se refiere a cosas que los humanos no podemos ver a simple vista, que podemos visualizar y estudiar solamente con el apoyo de microscopios.

La actual pandemia nos ha hecho pensar en los microorganismos como algo general-

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mente negativo y pernicioso, sin embargo, hay que tener presente que no siempre resultan dañinos para nosotros, de hecho, a veces son indispensables para mantenernos vivos. Paul Falkowski dice que sin ellos las plantas y animales no existirían.

En sus recomendaciones de libros sobre microbios, en el sitio web fivebooks.com, Falkowski elogia libro Micrographia de Robert Hooke que se publicó en 1665. Referencia remota que nos invita a reflexionar acerca de la insaciable curiosidad del hombre y su obsesión por descifrar los misterios del universo, tanto en la escala mayúscula de planetas y galaxias, como en el universo de lo microscópico.

Falkowski nos dice que Micrographia fue el primer libro que realmente mostró al público cómo era el mundo que no se puede ver a simple vista. Nos recuerda que las ilustraciones del libro fueron realizadas por el mismo Hooke y que son impresionantes por su increíble precisión. Refiere que una de las cosas que hizo Hooke fue cortar un pequeño y delgado trozo de corcho con una navaja, ponerlo bajo su microscopio (que por cierto solo lograba una ampliación de alrededor de 20 veces) y ahí logró ver unas diminutas cámaras que le recordaron las habitaciones en las que solían vivir los monjes, por lo que las llamó “células”. Fue la primera descripción de esa estructura biológica.

Posteriormente --nos dice Falkowski-- también Anton van Leeuwenhoek, mediante su propia invención para observar lo minúsculo pudo ver esos organismos que él nombró “animacules”. Posteriormente, al continuar con las observaciones, los investigadores encontraron que esos organismos “invisibles” estaban presentes prácticamente en todas partes, en la tierra, en el agua, en nuestros cuerpos, en nuestra cara, en nuestra boca, en nuestro interior.

La enorme importancia de estas observaciones solamente pudo ser valorada a cabalidad hasta mediados del siglo XIX, cuando estudiosos como Robert Koch concluyeron que estos organismos podían causar enfermedades, algunas de ellas muy graves. Posteriormente, a finales del siglo XIX y principios del XX, los científicos pudieron comprobar que algunos de estos organismos podían convertir el nitrógeno atmosférico en amoníaco y que también eran esenciales para el crecimiento de las plantas. Como decíamos, no todo es malo en lo que respecta a los microorganismos.

Las bacterias, por ejemplo, son los organismos más abundantes del planeta. Son microorganismos procariotas (células que presentan un ADN libre en el citoplasma, ya que no hay núcleo celular). Se encuentran en todos los hábitats terrestres y acuáticos, aún en los más extremos como manantiales de aguas muy calientes y ácidas y en desechos radioactivos. Algunas pueden sobrevivir incluso en las condiciones extremas del espacio exterior. En el cuerpo humano hay una gran cantidad de bacterias en la piel y en el tracto digestivo, tenemos aproximadamente diez veces más células bacterianas que células humanas. La gran mayoría de estas bacterias es inofensiva e incluso puede ser benéfica, pero hay algunas que pueden causar enfermedades infecciosas, incluyendo cólera, difteria, escarlatina, lepra, sífilis y tifus. Las enfermedades bacterianas mortales más comunes son las infecciones respiratorias, por ejemplo, la tuberculosis mató a cerca de un millón y medio de personas en el año 2018.

Las bacterias tienen una longitud de entre 0.4 y 14 μm (μm=micrómetro, micrón o micra, es una unidad de longitud equivalente a una milésima parte de un milímetro), por lo cual solo se pueden ver mediante microscopio.

Se reproducen mediante la multiplicación del ADN y la división en dos células independientes; en circunstancias normales este proceso dura entre 30 y 60 minutos. Las bacterias juegan también un papel funcional ecológico. Algunas realizan la degradación de la materia orgánica y otras integran su metabolismo con el de los seres humanos.

Ya mencionamos que algunas de ellas son causantes de diversas enfermedades, pero muchas son inocuas o incluso benéficas para la salud. Son células procariotas, por lo que, a diferencia de las células eucariotas (de animales, plantas, hongos, etc.), no tienen el núcleo definido ni presentan, en general, orgánulos membranosos internos.

Otros microorganismos que podríamos mencionar son los eucariotas, los cuales se componen de células con material hereditario, o sea su información genética está encerrada dentro de una envoltura que delimita un núcleo celular. Los eucariotas representan una pequeña minoría del número de organismos vivos en la Tierra, sin embargo, debido a las proporciones en cuanto a tamaño, generalmente mucho mayores, se estima que su biomasa mundial colectiva es aproximadamente igual a la de los procariotas. Además de ser unicelulares, los eucariotas también pueden ser multicelulares e incluir muchos tipos de células que forman diferentes tipos de tejido. Los animales, las plantas y los hongos son los eucariotas más familiares.

Hay tres tipos de microorganismos eucariotas, los protozoos, las algas microscópicas y los hongos microscópicos. Los protozoos son microorganismos unicelulares cuyo tamaño va de 10-50 μm hasta más de 1 milímetro, y pueden fácilmente ser vistos a través de un microscopio. En cuanto a los hongos, están clasificados dentro del reino Fungi, que incluye muchas especies que no encajan en la definición de microorganismo, pero hay también formas microscópicas, como las levaduras, que sí son objeto de estudio de la microbiología.

Otros eucariotas a veces son denominados protistas, se trata de organismos que han sido clasificados de manera especial ya que no son animales, plantas ni hongos. Algunos ejemplos de protistas son: amebas, coanoflagelados, ciliados, diatomeas, dinoflagelados, giardia, plasmodium (que causa malaria), oomicetos y mohos de fango.

Volvamos al tema de los virus. Estos se diseminan de muchas maneras diferentes. Cada tipo de virus tiene una forma de transmi-

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tirse y los organismos vivos que los transportan de una persona a otra, o de un animal a una persona (o viceversa) son llamados vectores de transmisión.

Los virus pueden afectar también a los vegetales. La propagación se realiza generalmente a través de insectos que se alimentan de savia. Los que afectan a animales suelen propagarse por medio de insectos que chupan la sangre. Hay también virus que no se transmiten a través de vectores, sino que se propagan por el aire a través de los estornudos y la tos, como el virus de la gripe y el del resfriado común. Entre estos está nuestro célebre huésped, el coronavirus. Los norovirus son transmitidos por vía fecal-oral o por contacto con manos, alimentos y agua contaminados. Los rotavirus se dispersan a menudo por contacto directo entre niños infectados y el VIH es uno de los muchos virus que se transmiten por contacto sexual o por exposición a sangre infectada.

Hay que repetir que los microorganismos (incluyendo los virus) no necesariamente son perniciosos para nosotros, de hecho, como afirma Paul Falkowski, son indispensables para mantenernos vivos. Son de una enorme variedad y están en casi todas partes. En un documento llamado “El antiguo mundo de los virus y la evolución de las células” Eugene V Koonin y colaboradores afirman que “Los virus son compañeros omnipresentes de las formas de vida celular: parece que cada organismo celular estudiado tiene sus propios virus o, al menos, elementos genéticos egoístas simila

res a los virus.” Y continúan: “ Estudios ambientales recientes han demostrado que los virus, principalmente los bacteriófagos, son ‘las entidades biológicas más abundantes del planeta’, y el número total de partículas de virus supera el número de células en al menos un orden de magnitud. Los virus se mueven activamente entre biomas y se cree que son los principales agentes de la evolución en virtud de su capacidad para operar como vehículos de transferencia horizontal de genes (HGT).”

Durante esta pandemia hemos aprendido —de manera obligada— a tomar precauciones para evitar contagios; nos hemos hecho más conscientes de la importancia de mantener buenas medidas sanitaria a nivel personal pero, sobre todo, en lo colectivo. Estamos observando la importancia de las acciones comunitarias, para nuestro bien o para nuestro daño. A fin de cuentas todo esto podría ser tan sólo una lección para la humanidad entera; ojalá tengamos la inteligencia y la humildad para asimilarla.

REFERENCIAS https://allyouneedisbiology.wordpress.com/2016/04/27/queson-los-microorganismos/

https://www.livescience.com/38470-how-to-explore-microscopic-world.html

https://www.researchgate.net/publication/8071596_Accessing_the_Microscopic_World https://fivebooks.com/best-books/paul-falkowski-on-micro bes/ https://biologydirect.biomedcentral.com/arti cles/10.1186/1745-6150-1-29 Brock, Biología de los microorganismos. Editorial Pearson. - “influenza en Mexico2” by caliopedreams is licensed under CC BY-NC 2.0

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