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LA ACCIÓN
i fuéramos capaces de recordar las cosas que hemos querido hacer y que, por diversas causas, no hicimos, nos daríamos cuenta que –como decía un viejo comercial–: ¡Por eso estamos como estamos! (Como personas y como nación).
El cuestionamiento es: ¿Por qué otros países no tienen ese problema? Porque sus ciudadanos poseen otra mentalidad: son más disciplinados, más responsables, más trabajadores.
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Por fortuna, la creatividad no tiene límites; por desgracia, los mexicanos somos capaces de tener grandes ideas, que nunca realizamos. Esta comprobado que cada uno de nosotros nacemos con un enorme potencial creativo que, por regla general, no aprovechamos.
¿Desidia?, ¿negligencia?, ¿ignorancia?, ¿miedo al éxito? Vaya usted a saber, pero esa es la triste realidad. Y no se vale quejarnos de que no hemos logrado nuestros sueños porque, no solo somos –diría Amado Nervo–“los arquitectos de nuestro propio destino”, sino que se nos olvida ser “los albañiles de nuestro futuro”. (No basta ser quien diseñe una construcción si no existe alguien que prepare el cemento, coloque las varillas y pegue los ladrillos).
Es imposible calcular cuántos miles de buenas ideas se pierden al día en nuestro país y todo por la procrastinación: “Mañana lo hago”… un mañana que pocas veces llega.
Si todos contamos al día con 24 horas, ¿por qué unos cuantos tienen éxito y muchos fracasan? La respuesta es obvia: unos piensan, pero no actúan; mientras que otros siempre se están moviendo en busca de resultados. En otras palabras: no desperdician su tiempo.
¿Dónde está el verdadero secreto del éxito? En la acción. Bien decía la sabiduría china: “Lo que no avanza, retrocede”. Y, lo principal, la solución es muy fácil dado que se encierra en una sola palabra, la favorita de los directores de cine: ¡acción!
Lástima que los seres humanos tenemos un gran enemigo: la cronofagia. Que no es otra cosa que todo lo que se come nuestro tiempo: la televisión, el celular, la charla insustancial, la flojera, etc.
Ya basta. Nunca es tarde para modificar el rumbo. Hagamos a un lado todo aquello que impide nuestro éxito. Vamos a sacarle más provecho al talento del que fuimos dotados.
La vida es demasiado corta para desperdiciar ese tesoro no renovable, llamado tiempo. Las ideas, por muy buenas que sean, no sirven para nada si no las volvemos realidad. Es lamentable que hablamos mucho, prometemos en demasía… y accionamos poco.