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¿HIJOS PROFESIONALES?

JESÚS SAMPEDRO

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Jesús A. Sampedro

Dirige la firma Global Leadership Consulting especializada en formación, coaching y consultoría en liderazgo. Profesor en el IESA (Venezuela) y MACU (Oklahoma, EEUU). Autor. Embajador CBMC al mundo empresarial y profesional. Esposo de Gaby. Papá de Ana y Eva. En la cultura latina, es usual ver a padres trabajar duro para ver crecer a sus hijos hasta llegar al punto cumbre de ser profesionales o graduarse en la universidad, cumpliendo así el más alto estándar de expectativa que la cultura impone. Lo implícito es que, al ser profesionales, podrán hacerse de un status de vida que garantice su estabilidad económica, social y cultural, pero ¿es eso realmente el más alto estándar —según la Biblia— que Dios tiene para la crianza? ¿Es esa la más alta expectativa, o hay algo más importante para el futuro de los hijos? ¿Qué hay del carácter, las relaciones, la resiliencia, el conocimiento de Dios, entre otras dimensiones? Si bien es una buena aspiración querer que los hijos estudien, se preparen, se gradúen de «profesionales» y lleguen lejos en su área de especialidad, sin embargo, el dominio del asunto vocacional ha de estar conectado primordialmente con el conocimiento de Dios y la alineación a sus propósitos.

Aunque en la Biblia tenemos casos de gente altamente preparada como Daniel (Daniel 1:4-5) y el apóstol Pablo, entre otros, nunca en la Biblia lo profesional está por encima del conocimiento de Dios. El sabio rey Salomón dice que el principio de la sabiduría es el temor del Señor (Proverbios 1:7), y que la fuente de conocimiento e inteligencia es la boca de Dios (Proverbios 2:6). El rey David reconoce a los hijos como valiosa herencia (Salmos 127:3) en el contexto de la responsabilidad paternal de proyectarlos al futuro, y para eso los muestra como flechas que pueden ser lanzadas al futuro (Salmos 127:4) y como brotes de una planta de olivo, que garantizan su perpetuidad (Salmo 128:3).

Un rol vital de los padres es transferir a la nueva generación lo que necesitan para tener éxito, y eso incluye riquezas (Proverbios 19:14), pero principalmente la riqueza intangible y espiritual en forma de capacidad para afrontar integralmente los retos de la realidad. La riqueza intangible produce un efecto positivo sobre la riqueza tangible, ya que le provee una plataforma de sustento, respaldo y carácter que le sostiene en el tiempo, incluso a través de las generaciones. Es por eso conveniente dar prioridad a la construcción de la riqueza intangible por encima de la tangible y comprender las diversas dimensiones de la riqueza intangible, a fin de facilitar la integralidad y robustez de la misma. Sus dimensiones, ampliando sobre lo comentado por el autor Dennis Peacocke, son: 1. Paz en nuestro ser como consecuencia de nuestra relación con Dios por medio de Jesucristo. Jesús da una paz diferente a la que el mundo da, con la que es posible ejercer profesionalmente en cualquier circunstancia. 2. Relaciones significativas. Los contactos, las redes informativas, los vínculos sociales/familiares que se construyen y pasan de una generación a otra son

obra de la gracia de Dios y constituyen una dimensión magnífica de soporte y proyección para cualquier líder, familia o sociedad que quiera trascender. 3. Bienes de revelación. Todo aquel conocimiento acerca de Dios y sus enseñanzas que se ha capitalizado en una persona, a través del tiempo y/o a través de generaciones, toda la sabiduría aplicada (por ejemplo, a un área específica profesional, empresarial y/o ministerial) o toda aquella habilidad descubierta y puesta en práctica efectivamente, todo esto constituye parte vital de la riqueza intangible de alguien. 4. Tiempo. El contenedor individual y/o colectivo que reconoce, hace disponible y usa efectivamente este recurso perecedero para el bienestar de otros y el deleite de Dios. 5. Contentamiento material. La capacidad de los individuos, familias o sociedades para existir satisfactoriamente y en felicidad con lo que tienen, a pesar de que puede que tengan aspiraciones sanas de mejorar su condición. 6. Carácter. La conformación única, auténtica y cristocéntrica que distingue, produce resiliencia y habilita para enfrentar la realidad (e incluso salir fortalecido de ella).

Los padres y líderes sabios que hacen multiinversiones con el largo plazo en mente pueden iniciar fortaleciendo el fundamento intangible en todas esas seis dimensiones, tanto en sus propias vidas como en las de sus cercanos. Una interesante escena bíblica de pase generacional que incluye ítems multidimensionales de riqueza está en 1 Crónicas 28: allí, el rey David entrega a su hijo Salomón el reino e incluye la trasferencia de conocimiento de Dios (v. 9), proyectos (v. 11), dinero (v. 14), motivación (v. 20), relaciones y autoridad (v. 21), entre otros. La dimensión espiritual del legado generacional es la nuclear, las otras dimensiones son periféricas.

Un hijo bien equipado es un hijo a quien se le ha enseñado de Dios, que ha aprendido de Él, que lo ha experimentado, y por consiguiente, anhela con todo su corazón serle obediente y fiel en su llamado vocacional. Eso lo posicionará para tener éxito integral (no solo profesional) en el largo plazo. Si bien ambas perspectivas —tanto la profesional como la espiritual— pueden aspirarse y convivir, es la espiritual la que trae fruto duradero e impregna a las otras áreas vitales.

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