© Espasa-Calpe, S. A. Madrid, 1965
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José Ortega y Gasset (Madrid, 1883-1955). Ensayista, uno de los primeros filósofos que se ocupó de la técnica. Luego de completar su formación en Alemania (tributario de Dilthey, Husserl y Heidegger), visitó la Argentina en 1916 y 1928. Por esos años, fundó la Revista de Occidente y participó activamente de la Segunda República. En 1939, luego del triunfo de Franco en España, Ortega y Gasset se exilió en Francia, Holanda y, finalmente, regresó a la Argentina por tercera vez. En su exilio argentino, mantuvo una relación estrecha con el grupo literario Sur.
68 MEDITACIÓN DE LA TÉCNICA* – por José Ortega y Gasset
Cada domingo de 1935, el diario La Nación publicaba los apuntes que Ortega y Gasset había preparado para sus clases de filosofía en la Universidad de Santander. El objetivo de aquel curso era responder a la pregunta “¿qué es la técnica?” que, para el filósofo, era la verdadera “naturaleza humana”. A diferencia de los demás seres vivos, el hombre es el único que transforma su medio para adaptarlo a sus necesidades. Y para ello, la técnica y el diseño son sus mejores aliados.
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IF–Nº9
Acontece que, cuando llega el invierno, el hombre siente frio. Este “sentir frío el hombre” es un fenómeno en que aparecen unidas dos cosas muy distintas. Una, el hecho de que el hombre encuentra en torno a sí esa realidad llamada frío. Otra, que esa realidad le ofende, que se presenta ante él con un carácter negativo. ¿Qué quiere decir aquí negativo? Algo muy claro. Tomemos el caso extremo. El frío es tal que el hombre se siente morir, esto es, siente que el frío le mata, le aniquila, le niega. Ahora bien, el hombre no quiere morir; al contrario, normalmente anhela pervivir. Estamos tan habituados a experimentar en los demás y en nosotros este deseo de vivir, de afirmarnos frente a toda circunstancia negativa, que nos cuesta un poco caer en la cuenta de lo extraño que es, y nos parece absurda o tal vez ingenua la pregunta: ¿Por qué el hombre prefiere vivir a dejar de ser? Y sin embargo, se trata de una de las preguntas más justificadas y discretas que podamos hacernos. Suele salírsele al paso hablando del instinto de conservación. Pero acaece: primero, que la idea de instinto es en sí misma muy oscura y nada esclarecedora; segundo, que aunque fuese clara la idea, es cosa notoria que en el hombre los instintos están casi borrados, porque el hombre no vive, en definitiva, de sus instintos, sino que se gobierna mediante otras facultades, como la reflexión y la voluntad, que reobran sobre los instintos. La prueba de ello es que algunos hombres prefieren morir a vivir, y por los motivos que sean, anulan en sí ese supuesto instinto de conservación.