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La Anónima
La Anónima es una de las grandes cadenas de supermercados de la Argentina, con 162 sucursales en 80 ciudades y 11 mil empleados. Además, es la empresa más longeva de la Patagonia, con 102 años de vida. Federico Braun, su presidente, ostenta el record de mayor permanencia al frente de la empresa. En diálogo con Impacto Económico, se refirió a los orígenes de la firma, su evolución, la situación del sector y el impacto de la pandemia, su opinión sobre la economía del país, la necesidad de reformas estructurales y el recambio generacional, con la reciente asunción de su hijo Nicolás como gerente general de La Anónima.
Entrevista
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Federico Braun | Presidente de La Anónima
Me interesa comenzar por los inicios de La Anónima… Nació en 1908 por la fusión de dos empresas, una de mi bisabuelo paterno, propiedad de José Menéndez, y la otra de mi abuelo paterno, Mauricio Braun. Por eso La Anónima nace ya siendo una empresa grande y crece mucho hasta 1930, momento en el que la recesión impactó un poco. Retoma su crecimiento más lento y en 1942 sale a la Bolsa de Comercio. Pero nuevamente aparecen las crisis, por un lado, las cuestiones políticas y económicas regionales, y por otro, las familiares por divisiones. Soy uno de los 64 primos herederos y la otra generación ya son 147.
¿Cómo siguió la historia? En la década del 50´ y a partir de la creación y sucesivas ampliaciones del
FEDERICO BRAUN
Es Ingeniero Industrial (UBA). Cursó estudios de Informática en Francia y trabajó varios años en el exterior antes de volver a Argentina el 1971; luego se desempeñó en otras empresas de nuestro país, como en Austral o Sidra Real antes de ingresar a la compañía familiar. Canal de Panamá, Punta Arenas, que era un puerto estratégico, perdió importancia y esto, unido al crecimiento del transporte en camiones, hizo que el negocio marítimo fuera un desastre y La Anónima terminó vendiendo prácticamente como chatarra los cinco buques que tenía. Por otro lado, la industria de la lana empieza a sufrir muchas oscilaciones y esto era importante para la compañía porque éramos exportadores de lana y muchos bienes a Europa, Inglaterra en particular. A finales de 1960 se toma una buena decisión de transformar los negocios de ramos generales en supermercados. El 15 de marzo de 1978 ingresé a una empresa más ordenada pero no actualizada, al punto de que no tenía ni siquiera computadora, con 265 empleados.
¿Y de qué forma se produce su inserción en la empresa? Yo había jurado no trabajar nunca con la familia, no me seducía nada. Me recibí en 1971 y estuve dos años afuera trabajando y estudiando. Después fui Jefe de Sistemas en Hulitego; estuve en Austral, en Liquid Carbonic y un breve paso por Sidra Real. Tras 7 años me uní a La Anónima. Nico, mi hijo mayor, hizo lo mismo: se recibió de ingeniero, hizo un master, trabajó en una consultora del Grupo Exxel y luego entró a La Anónima. Es muy distinto cuando no es una decisión heredada sino razonada.
¿Cómo está La Anónima hoy? Hoy estamos presentes en 80 ciudades, no sólo de la Patagonia sino en provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Corrientes, con 162 sucursales y 11 mil empleados, sumado a dos frigoríficos y una planta de fiambres y quesos en Ituzaingó y una panadería industrial en Rafaela. Además, incursionamos con los frigoríficos en la exportación: el año pasado exportamos por 160 millones de dólares a China y Europa, donde nos adjudicaron la mayor cuota Hilton, a Brasil, Estados Unidos y a Israel también carne Kosher.
¿Cuál fue el impacto de la pandemia en el sector supermercadista? El sector ya venía complicado durante los últimos años y hay un tema estructural a nivel país que impacta en todas las compañías, que es el aumento en los impuestos para sostener el gasto público: de los 8.300 millones de pesos que pagamos de impuestos el año pasado, casi la mitad son Ingresos Brutos.
¿Qué implicó en términos de reorganización de la empresa? En relación a la situación producto del Covid-19, la empresa tiene la suerte de ser una actividad esencial, así que está funcionando casi normalmente. Los problemas son los costos asociados al Coronavirus: de nuestros 11 mil empleados, hay más de 800 en sus casas por ser personas con factores de riesgo; sumado esto a todo el protocolo cada vez que hay alguien aislado o un caso positivo, cierre de locales; sectores de no comestibles donde está prohibida la venta; limitar la cantidad de gente que ingresa a los locales, todas cosas totalmente razonables desde el punto de vista de la salud pero que afectan a la empresa.
¿Y en cuanto a la rentabilidad? Está el tema del congelamiento de precios, que se retrotrajo al 6 de marzo, lo que estamos cumpliendo tanto los comercios como las industrias que nos proveen; hoy hay más de 6 mil productos con precios congelados. Pero algunos gastos han aumentado y los impuestos no han bajado, lo que nos lleva a una situación de muy baja ren-
tabilidad, casi inexistente. Marzo fue muy bueno en ventas con el anticipo de la pandemia; en abril cayó mucho la venta; mayo, junio y julio recuperó un poco y los últimos meses han sido muy flojos en relación a años anteriores.
¿Aumentó la venta on line? Sí, tuvimos un éxito fenomenal en la venta de no comestibles, una herramienta con la que ya contábamos antes de la pandemia y ahora se triplicó la actividad. A eso se agrega que lanzamos la venta online de comestibles, que es muy reciente aún pero es un fenómeno mundial. En el país el gran jugador en esto es Coto y nosotros decidimos lan-
zarnos a hacerlo con la modalidad de “pick up in store”, es decir que la gente busca la compra en el negocio, lo que creemos que tiene mucha lógica porque para los clientes no es una molestia ir a La Anónima, más cuando tenés siempre una cerca, no como puede ser Nueva York, Sao Pablo o Buenos Aires donde la modalidad de llevar a domicilio es muy apreciada; en cambio, el costo de hacerlo en la Patagonia es muy alto. También hicimos un convenio con Pedidos Ya para hacer lo que se dice “la pequeña compra”.
¿Cómo evalúa la marcha de la economía? Hay consenso en que se deben aumentar las exportaciones de la agroindustria y la industria del conocimiento, en las que Argentina tiene ventajas competitivas. Algunas medidas en relación a esto está tomando el Gobierno y me parece positivo.
¿Y lo negativo? La mala historia argentina de generar confianza está en su peor momento y el gobierno no da señales de mejorar esto. Por ejemplo, la ley que regula el home office fue muy mala y agregó rigidez a un mercado laboral ya rígido en un momento muy complejo. Otro problema que aumentó mucho en los últimos 20 años tiene que ver con la
carga impositiva. El país no tiene comparación prácticamente con el resto del mundo en cuanto al peso del Estado y a las malas prestaciones que da como contrapartida. Ya no importa quién es el culpable. Tal vez esta crisis sea la oportunidad de llegar a un consenso político porque no hay buena economía si no hay buena política.
¿Y con respecto al rumbo económico? Yo creo que el rumbo que está tomando Argentina no es el correcto; el país tiene que aumentar las exportaciones, para lo cual tenemos que ser más competitivos bajando el costo argentino. La oportunidad está, pero no veo una sociedad con convicciones firmes. Las encuestas dicen que los argentinos prefieren el Estado a los privados, prefieren cerrarse. Esto es un problema cultural. Somos un país enfermo cada vez más difícil de curar. Y no hay que buscar un cirujano porque me cae simpático sino porque puede curarme. Debemos votar personas por su capacidad de gestión.
Me interesa retomar el tema del recambio generacional en la empresa… Comenzamos con un consultor a plantear el tema hace 5 años. Siempre digo que todos los integrantes de la familia deben -o tenemos que aspirar a que- acompañen a la empresa, le tengan cariño y pertenencia.
Habíamos decidido que el 30 de junio de este año iba a producirse el cambio y la pandemia no afectó. La gente también lo vio como algo natural porque se venía hablando y haciendo cambios con este objetivo. A los proveedores se lo habíamos anticipado y los empleados lo tomaron como algo bueno. Tanto Nicolás como yo trabajamos en otras empresas antes de ingresar a La Anónima y es importante que la decisión no sea algo impuesto sino una elección. En un país donde la desconfianza es lo normal, dar previsibilidad genera confianza.
¿Cómo es la relación de La Anónima con sus proveedores? La relación es de años. Si consultás a los proveedores, siempre van a decir que La Anónima cumple con su palabra y eso tiene mucho valor, sobretodo en momentos como este. Decimos que es “ganar, ganar”, la sinergia y la confianza.
¿Cómo se materializó esa sinergia? Siempre estuvo en nuestra cabeza ayudar a los proveedores locales, sobre todo por razones económicas. Hemos desarrollado varias empresas de agua mineral con lo que damos trabajo en una comunidad, nos ahorramos miles de pesos en logística y a su vez ayudamos a la sociedad impactando positivamente en la economía; lo mismo en frutas y verduras y otros rubros.
¿De qué forma se podría contribuir a mejorar el ambiente de negocios? En consonancia con lo que decía recién, se deben generar relaciones virtuosas con los proveedores, los clientes y la sociedad; trabajar con los gremios, las ONGs; también cumplir con la ley, pagar todos los impuestos.
¿Participa de cámaras empresariales? Sí, integro la Cámara de Supermercados y también la AEA (Asociación Empresaria Argentina) que es una organización de grandes empresas no sectorial. No se discuten problemas sectoriales, lo que se busca es cómo influir y ayudar a crear un clima de negocios favorable para el país, porque uno de los problemas de fondo es que en Argentina no se invierte, no se repone la amortización de capital.
También trabajamos con ONG’s como CIPPEC, de la que soy uno de los fundadores, y en RAP o ENDEAVOR, que es donde más me gusta estar porque soy un dinosaurio entre los jóvenes, a quienes les digo que algo aprenderé por osmosis…. (risas)
¿Qué reformas estructurales considera indispensables? Una es la reforma impositiva, es clave
y debe ir acompañada por la lucha contra la evasión. Si se pudiese aumentar la base de lo que se recauda, se podrían bajar los ingresos; cuanto más aumentan los impuestos, hay más tentación de evadir por la dificultad que generan.
¿Cuáles son las claves de la longevidad de La Anónima? Cumplimos 112 años el 10 de junio pasado, de los cuales llevo 42 como presidente; nunca hubo alguien que durara tanto tiempo. Me genera mucho orgullo y alegría mostrar todo lo que
hemos hecho y pensar en cómo continuarlo. En este punto, es muy buena la decisión que continúe mi hijo, que comparte los valores y la cultura de la compañía de la que forma parte hace 20 años. Es lo lógico y lo que debe ocurrir: los hombres somos finitos y las organizaciones pueden durar cientos de años. La suerte de las empresas también es la suerte de los países.
¿Cómo resumiría su legado? La empresa pasó muchos ciclos, creció rescatando lo positivo del pasado e inyectando mejoras en tecnología, buena logística y el clima laboral, que es fundamental, porque forma parte de la cultura de la organización. La gente que ingresa se sorprende de estar hablando con el dueño cuando yo tengo las reuniones para reforzar estas ideas junto al sentido de pertenencia, al liderazgo. Creo que esta fue una de las claves del éxito y es algo que no se construye en un día, aunque sí puede destruirse rápidamente. Estoy seguro que Nicolás va a continuar y seguramente mejorar esta filosofía de gestión.