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CARTAS

CARTAS

Un pensamiento único se trata de imponer en el mundo. Es mostrado como la visión de una sociedad sin discriminaciones ni desigualdades, pero esos moldes sociales obedecen a patrones dictatoriales con recorte de libertades, un neofascismo. ¿QUÉ ES LO POLÍTICAMENTE CORRECTO?

El término “políticamente correcto” comenzó a escucharse en la segunda década del siglo XX en los círculos cercanos a las ideologías marxistas y leninistas para referirse a la línea adecuada, donde lo adecuado o lo correcto, no era otra cosa que las directrices del partido de esa vertiente política.

Más adelante, en los años sesenta, surgió un movimiento en la nueva izquierda de los Estados Unidos, fundamentalmente en el ámbito universitario y académico, que interpretó lo “políticamente correcto” como idéntico a “ortodoxia” o “recta opinión”.

Esa izquierda, de algún modo, seguía la tesis del comunista italiano Antonio Gramsci, según la cual el poder en la sociedad reside en la cultura hegemónica, que es aquella que controla el sistema educativo, los medios de comunicación y las instituciones religiosas.

Al principio, el término “políticamente correcto” fue usado como ironía por los opositores para ridiculizar las actividades o posturas obcecadas o fundamentalistas, pero ese sesgo fue desapareciendo en forma paulatina en el imaginario de las masas.

Con el correr de los años lo “políticamente correcto” caló en diversos movimientos norteamericanos vinculados a la abolición de situaciones de injusticia respecto a las mujeres, los negros, los homosexuales, etc.

En este punto se genera cierta confusión, porque en la década de los 70 y los 80 la nueva izquierda, los movimientos feministas y progresistas en general, comenzaron a usar la expresión “políticamente correcto” en forma irónica para referirse a su propia ortodoxia.

De ahí que la expresión “políticamente correcto” incluye tanto la versión “dura” del marxismo-leninismo y del maoísmo, así como la versión irónica respecto a otros y a la propia izquierda.

(…) la libertad de expresión y de opinión, como derecho fundamental, está en peligro. Y no solo en las redes sociales. Quienes enarbolan la bandera de la incorrección política corren el riesgo de ser censurados de diversas maneras (…)

Un artículo del periodista Richard Bernstein, que apareció en octubre de 1990 en el New York Times, contribuyó a la popularización del término que, hasta esa fecha, solo se usaba principalmente en la academia. El término anteriormente desconocido se convirtió en moneda común en el léxico de los desafíos sociales y hasta entre los políticos conservadores que lo usaron con ironía.

Por esa época, las posturas de lo “políticamente correcto” era plausible para una mayoría social porque presentaba las cosas con un presunto trasfondo de rectitud y respeto por los demás; era un modo de evitar prácticas de exclusión, modos de injusticia, ofensas y maltratos.

Lo “políticamente correcto” llegó en la década de los 90 a España, donde, al comienzo, fue también criticado y resultó motivo de burlas no solo en los círculos políti-

cos, sino también en los medios de comunicación. Por esa época, aparecieron numerosos artículos en el diario El País, cuestionándola.

De pronto, con el nuevo milenio, lo “políticamente correcto” pasó, de tener una connotación apacible y de respeto por el otro, a ser escenario de disputas en donde incluso el lenguaje es sujeto de demandas y cambios para satisfacer a los que impulsan la corrección política.

FUERA DE CONTROL En la última década, la corrección política se ha salido de control, sobre todo con el auge de las redes sociales donde los inquisidores abundan. Cualquier frase, twit o chiste entra inmediatamente en un terreno hostil vigilado por censores de control que desencadenan acciones de rechazo, indignación u ofensa a extremos inimaginables, algo que se está llamando como “linchamiento mediático”.

Ha surgido una especie de “policía del pensamiento” conformado básicamente por los llamados millennials (…) que son narcisistas, malcriados y pretenden evitar que cualquier persona exprese opiniones que ellos consideran ofensivas.

Ha surgido una especie de “policía del pensamiento” conformado básicamente por los llamados millennials (jóvenes nacidos en la década de los 80’). Una característica de estos grupos es que son narcisistas, malcriados y pretenden evitar que cualquier persona exprese opiniones que ellos consideran ofensivas.

En ese contexto, la libertad de expresión y de opinión, como derecho fundamental, está en peligro. Y no solo en las redes sociales. Quienes enarbolan la bandera de la incorrección política corren el riesgo de ser censurados de

Richard Bernstein

diversas maneras. La intolerancia contra las personas que opinan diferente es cada vez más visible.

El exdirector de la Real Academia Española (RAE), Darío Villanueva, considera que "la corrección política es la nueva forma de censura, una censura perversa para la que no estamos preparados, pues no la ejerce el Estado, o el Gobierno, el partido, o una iglesia, sino estamentos difusos de lo que denominamos sociedad civil".

Lo políticamente correcto “se extravió en los radicalismos hasta convertirse en un movimiento tiránico que bordea el absurdo y da pie a burlas”, señala la escritora Piedad Bonnett en una columna publicada en El Espectador de Colombia.

La tendencia hacia lo “políticamente correcto” ha llegado a tales niveles de exageración como el uso antigramatical, que al parecer ya se hizo costumbre, sobre todo en el ámbito político de gran parte de los países de habla hispana.

LA TIRANÍA DEL LENGUAJE Una de las manifestaciones más claras de la tiranía de lo

políticamente correcto se da en el ámbito del lenguaje. Un ejemplo grafica esa distorsión: el diccionario Bias-Free Language (lenguaje libre de prejuicios), que propuso la Universidad de Nuevo Hampshire, en Estados Unidos.

En ese diccionario se sugiere utilizar el término “persona internacional” para evitar extranjero; o “persona de talla” en lugar de “gordo”; o “persona que carece de las ventajas que otros tienen” para señalar “pobre”; o “persona de riqueza material” para decir “rico”.

El periodista Ricardo Dudda, en su libro La verdad de la tribu: la corrección política y sus enemigos, describe el caso de unos estudiantes de la Universidad de Columbia, en Estados Unidos, que rechazaron leer textos de la mitología griega como La metamorfosis, de Ovidio, considerada como una obra maestra de la Edad de Oro de la literatura latina.

Los universitarios arguyeron que la obra de Ovidio, “contiene material sensible y ofensivo que margina las identidades de los estudiantes. Estos textos, creados a partir de historias narrativas de exclusión y opresión pueden ser difíciles de leer y discutir para un superviviente, una persona de color o un estudiante de origen humilde”.

Otros ejemplos similares ocurrieron en la Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey, donde algunos estudiantes protestaron contra la lectura de los libros de Virginia Woolf, pues creían que, como hablaban del suicidio, este podría replicarse en quienes leen sus textos.

La osadía de quienes practican lo políticamente correcto llegan a tal extremo que han publicado una edición de la Biblia en inglés, donde se interpretan y traducen a conceptos “políticamente correctos” la totalidad de la Biblia y se corrige la Palabra de Dios, de acuerdo con sus propios intereses.

VETOS IDEOLÓGICOS Asimismo, los vetos ideológicos se extienden cada vez más por los centros académicos y artísticos norteamericanos y europeos. Los ejemplos son numerosos y se dan en diversos países del mundo.

Jordan B. Peterson, profesor de la Universidad de Toronto (Canadá), fue reprendido por las autoridades académicas por mostrarse contrario a dirigirse a los alumnos "transgénero" con el pronombre que ellos prefieran.

En marzo del 2017, un profesor de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) fue sancionado por entregar a sus estudiantes un ensayo contrario al aborto.

En diciembre de 2019 un grupo de activistas boicotearon en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona una conferencia del profesor Pablo de Lora, crítico con el "feminismo hegemónico".

En febrero del 2020, en la Universidad de Yale se canceló un curso de Historia del Arte que supuestamente ofrecía un contenido demasiado "masculino, blanco y occidental".

Hay muchos más ejemplos. La universidad, terreno

CARACTERÍSTICAS DE LA CORRECCIÓN POLÍTICA

Totalitario. Es una ideología que se caracteriza por un “desprecio por los hechos y la realidad”. No es un programa político que se proponga y concurre junto a otros para que los ciudadanos elijan; por el contrario, se considera como la única postura válida que es, por tanto, la que ha de implantarse en la sociedad

No es necesariamente violento. Pretende imponerse mediante la propaganda, la desinformación y la manipulación. Puede usar la fuerza, pero “nunca se conforma con dominar por medios externos, es decir, a través del Estado y de una maquinaria de violencia”.

Ausencia de pluralismo. Tiende a un estado de cosas que impida cuestionar la validez de esa ideología.

Absolutismo. Pretende cambiar la sociedad de modo que configure la totalidad de los aspectos de la vida.

(…) el mundo actual está ante un movimiento totalitario, una ideología que se considera la única postura válida, que trata de imponerse sin argumentación, sin afrontar las razones contrarias a las que, sencillamente, ignora o ante las que reacciona con descalificaciones y no con argumentos.

originalmente concebido para el estudio profundo de las cosas y el debate de ideas en libertad, cada vez muestra más límites a actividades y discursos que cuestionen determinados planteamientos ideológicos.

Alberto N. García, profesor de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Navarra y miembro de Heterodox Academy (organización de profesores y estudiantes contrarios a los excesos de la corrección política), coincide en que en los últimos años el fenómeno "se ha recrudecido y ha emergido a la opinión pública todo un sustrato de pensamiento único que se estaba fraguando en muchas universidades".

En el ámbito de la cinematografía, la corrección política ha originado la censura de películas legendarias como Lo que el viento se llevó, ambientada en la Guerra de la Secesión en los EE. UU.; fue vetada por la cadena norteamericana HBO que consideró que “glorificaba la esclavitud”.

Como se puede apreciar, el mundo actual está ante un movimiento totalitario, una ideología que se considera la única postura válida, que trata de imponerse sin argumentación, sin afrontar las razones contrarias a las que, sencillamente, ignora o ante las que reacciona con descalificaciones y no con argumentos.

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