7 minute read
HISTORIA DE VIDA
El sueño de convertirse en un gran futbolista se vio truncado cuando solo tenía doce años. Entonces, le perdió el sentido a la vida y se dedicó a recorrer la Argentina, casi como un vagabundo sin rumbo fijo. Hasta que una noche, de forma casual, encontró su camino.
EL HOMBRE QUE DERROTÓ
Advertisement
A LA DESESPERANZA
STEVEN LÓPEZ FOTOS: ARCHIVO FAMILIAR
Roberto Barrionuevo Cabrera quiso ser un gran futbolista, tenía el talento innato para manejar el balón a su antojo y driblear a todos los adversarios que se cruzaran en su camino al gol. Su habilidad le permitió ser elegido número 1 entre 200 aspirantes para pertenecer al club Gimnasia y Esgrima de la Plata, en Argentina.
Pasó por tres filtros selectivos y siempre fue el más resaltante; cuando solo faltaba la última fase para ingresar al equipo de fútbol menores del famoso club, el hermano que lo acompañaba no quiso llevarlo más; él le imploró porque era el sueño de su vida, pero la decisión ya estaba tomada, ambos tenían que retornar a Buenos Aires donde vivían.
“Todos los hermanos hicimos nuestro camino solos, sin necesidad de ayuda. Tú has lo mismo”, le dijeron al adolescente como única explicación.
Los otros seis hermanos de Roberto habían nacido en el pueblo de Formosa, al noroeste de la ciudad de Buenos Aires; sus padres, Pedro Barrionuevo y Juana Cabrera, al ver el poco futuro en el pequeño poblado, enviaron a todos a la gran capital argentina en busca de un porvenir mejor.
Ni bien terminaban los estudios primarios salían de la casa familiar a probar suerte con rumbo a Buenos Aires. Los mayores pasaron penurias en una ciudad que no conocían, pero, de a pocos, emprendieron el camino de bien y encontraron la prosperidad.
Roberto era el último de la familia. Tenía que recorrer el mismo sendero, comenzar desde abajo y crecer profesionalmente, pero en su corazón tenía otro deseo: ser futbolista, algo que por negativa de su hermano, no pudo cumplir.
Desde ese momento, su corazón se endureció terriblemente, no quiso estudiar. Fue dejado a la suerte en la ciudad de La Plata; y fue así que con tan solo 12 años se olvidó de su pasión por el fútbol y su vida se hundió en la desesperanza.
POR LAS CALLES Roberto Barrionuevo Cabrera comenzó a probar el alcohol, cigarros y droga para tratar de olvidar la desilusión. Comenzó a usar el cabello extremadamente largo, aretes en las orejas y nariz, y pantalones cortos. Parecía un vagabundo.
No tenía otra idea que perderse diariamente en las calles para intentar olvidar sus desventuras. Cansado de estar de la ciudad de la Plata, comenzó a andar de ciudad en ciudad. No se sentía bien en ninguna parte, el alcohol y las drogas le hacían perder la noción del tiempo.
Viajaba pidiendo favores a los transportistas para ir de pueblo en pueblo solo con una mochila en la mano. Algunas veces, cuando estaba ebrio y cerca del departamento de cualquiera de
sus hermanos, iba para recriminarle por haberle frustrado el sueño de ser futbolista.
Los compañeros de aventuras callejeras que encontró en las calles lo inducían cada vez más al mundo de las drogas. Fue detenido varias veces por hurto, salía a los pocos días de las dependencias policiales, pero volvía a robar para solventar sus vicios. Ciudad a la que llegaba cometía un delito.
Vivía en la calle; muchas veces dormía en el piso frío de una vereda, en la banca de un parque o debajo de un balcón. Recorrió gran parte de la Argentina en búsqueda de la paz y tranquilidad que requería, pero no lo encontró.
PRIMER ACERCAMIENTO En uno de sus viajes, Roberto llegó a la ciudad de Córdoba, donde vivía su hermana. Sentía la necesidad de cambiar y se puso a trabajar en una panadería donde el dueño era cristiano y le hablaba diariamente de Dios.
El joven escuchaba los sermones varias veces a la semana porque sabía que, finalmente, le favorecía para salir más temprano de su trabajo. El panadero se marchaba a la iglesia y él podía irse a su casa de inmediato.
Al poco tiempo conoció a una joven con quien tuvo dos hijos, pero, en vez de cambiar, se volvió más agresivo y tanto la mujer como los niños tuvieron que irse lejos.
Por ese entonces, la hermana de Roberto comenzó a asistir a la iglesia del Movimiento Misionero Mundial y oraba por el joven quien no duró mucho tiempo más en Córdoba y decidió regresar a Buenos Aires.
En Buenos Aires vivió en la casa de su hermano mayor y aún no sabía qué hacer con su vida. Transcurría sus días sin metas ni objetivos, perdido en la vorágine de sus dudas existenciales cuando un joven albañil vio el pozo emocional en que estaba sumergido y le habló de Jesucristo.
El hombre le dijo: “Varón, Cristo te Ama”, pero Roberto tuvo una respuesta inamistosa.
- Te amará a ti, porque no a mí- le dijo.
“Si yo pude cambiar, tú también. El Señor me cambió”, retrucó el joven cristiano. Roberto lo miró incrédulo e insistió: “Yo nací para esto”. La conversación prosiguió y el joven replicó: “Tú no naciste para esto, vas a ser un puente de las almas para Cristo, Dios te dará la victoria”.
Las palabras de aquel joven calaron en su corazón, aunque pronto Roberto se olvidó y volvió a su vida de trotamundos sin sentido para olvidar sus frustraciones.
ME CONOCERÁS El último viaje de Roberto sin conocer a Dios fue el 27 de agosto del 2003 a la ciudad de Formosa. Acompañado de su cuñado, en medio de la noche en una zona pobre, decidió buscar un lugar donde pernoctar.
Un buen anciano les brindó un lugar para pasar la noche.
Antes de dormir, ambos salieron del lugar y se sentaron a las afueras de la casa; en ese momento escucharon unas alabanzas cristianas.
- Enamorado de Jesús, enamorado de Jesús, fue la alabanza que me hizo recapacitar de mi mal proceder- sonaba el himno.
Le dio vergüenza decirle a su cuñado que lo acompañara, pero encontró una excusa perfecta y ambos acudieron al lugar donde se entonaban alabanzas a Dios. Se sentaron en la última banca y cuando llegó el momento de la Palabra de Dios, el pastor comenzó a predicar.
Roberto sentía que todo lo que hablaba el hombre de Dios estaba dirigido a su vida. El predicador decía: “Estás escapan-
do de todo, no tienes paz, te sientes un fracasado, y piensas que, desde el vientre de tu madre, eres un maldito; estás equivocado, no eres un derrotado, eres un victorioso, pero tienes que venir a Jesucristo”.
Al término de la exposición de la Palabra de Dios, el pastor invitó al llamado de arrepentimiento. El joven rehusó la invitación, pero una anciana con voz de amor le abrazó y le dijo: “hijito, hoy vas a recibir a Cristo en tu corazón”.
Frente al altar, comenzó a pedirle a Dios un cambio para su vida, quería cambiar realmente, no quería ser un mal hijo, un mal padre, y entendió que solo el Poder de Dios podía darle un giro a su vida. En ese momento sintió un fuego sobre su cabeza que recorrió todo su cuerpo. Dios estaba obrando en su vida. Dejó de lado el odio, el rencor y la desilusión por no haber llegado ser un gran futbolista para convertirse en un hijo de Dios.
Al retornar a la casa, se asombraron del cambio de 180 grados que había dado. Comenzó a congregarse diariamente, adoctrinándose en las Sagradas Escrituras y al año y medio de constante búsqueda del Altísimo bajó a las aguas del bautismo.
En el año 2007 logró casarse y, fruto del matrimonio, tiene tres hijos. El ahora pastor Roberto Barrionuevo Cabrera predica las Buenas Nuevas de Jesucristo en la iglesia del Movimiento Misionero Mundial de Rosario, Argentina.
Atrás quedaron los pasajes de rencor y odio que vivió por su desilusión, ahora gracias a Dios disfruta de su familia, del amor de Dios y de la victoria grande que le permite ser un predicador de Su Palabra.