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DEVOCIONAL

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“Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle. Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda…” Zac 3:1-2

Rev. José Soto

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UNA LUCHA QUE HAY QUE ENTENDER

Existe el mundo natural y el mundo espiritual;

en el mundo natural está el área física, visible y tangible, pero en el mundo espiritual se mueven espíritus que no se pueden tocar, que no se pueden ver, y son tan reales como cualquier cuerpo material. Hay cosas que hay que aceptarlas, aunque no se vean, por ejemplo, la electricidad nadie la ve, pero es real.

Sabemos que el ser humano no puede entrar a ese mundo espiritual, la única forma de acceder es a través de la fe, y de los medios espirituales que Dios ha puesto a nuestra disposición. Debemos entender que hay una lucha, un conflicto, contra poderes diabólicos que están tan activos como el mundo de los microbios y de las bacterias que no se ven, que pueden hacer daño, teniendo el potencial de matar y destruir. Y todo cuanto sucede en el aspecto espiritual, tenemos que examinarlo en ese ámbito.

En primer lugar, estamos aquí para pelear una batalla, desde el principio le fue declarada la guerra al diablo. Jesús lo dijo, “sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades [infierno] no prevalecerán contra ella” (Mt. 16:18). Eso es un grito de guerra, y quien no esté en guerra con Satanás, quien no esté peleando su batalla contra los demonios, entonces será una víctima fácil de los poderes diabólicos.

En Efesios 6:11, leemos: “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo”. El diablo es un personaje real, y él está buscando cómo destruir, cómo hacer tropezar, él no es ese personaje que presenta la mitología, ni es ese personaje gracioso o simpático, pero nosotros sabemos que el diablo existe, no es una idea religiosa. La verdad bíblica, es que Satanás es una realidad y peor aún es el enemigo número uno y hay que luchar contra él.

Las Escrituras dicen claramente que la lucha espiritual, no es una lucha material. “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12). Nuestra lucha es en esa dimensión, nuestra lucha no es contra sangre y carne, no se puede aborrecer a alguien por ser un instrumento de Satanás, no se puede agredir a alguien por ser un instrumento del diablo, tenemos que ver detrás de esas manifestaciones físicas a huestes satánicas bien organizadas y bien armadas trabajando contra nosotros.

En una ocasión Pedro habló algo muy serio al Señor, su propósito era impedir que Cristo muriera en la cruz. “Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a recon-

venirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca” (Mt. 16:22). Jesús discernió quién era el que había tomado control de Pedro. Y Jesús, “volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (Mt. 16:23). Hay que discernir la obra del diablo y reprenderla.

En segundo lugar, las Sagradas Escrituras describen claramente al enemigo, el diablo. La Biblia habla de Josué, el sumo sacerdote, que fue llevado, después de la cautividad en Babilonia, a la tierra de Israel. Ahora habían retornado a su tierra, pero todo era desolación y destrucción, era deprimente. El sumo sacerdote era el encargado de activar la vida espiritual de la nación y quería hacerlo, pero algunos factores empezaron a contrariar ese propósito y empezó a sentir que no era digno de ocupar esa labor. Si el líder espiritual se sentía así, cómo estaría el pueblo. Era una lucha terrible. Dios, a través de una visión, le mostró al profeta Zacarías la condición de Josué. En aquella visión Zacarías vio a Josué que “estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle” (Zac. 3:1). El diablo siempre encontrará algo de que acusarnos, pero la Biblia dice: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros” (Ro. 8:33-34). El conflicto de Josué tenía un origen espiritual, aquella batalla espiritual estaba perdiéndose, y Josué no la entendía, pero en la visión el ángel de Jehová le dijo a Satanás: “Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio? Y Josué estaba vestido de vestiduras viles, y estaba delante del ángel. Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala. Después dijo: Pongan mitra limpia sobre su cabeza. Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y le vistieron las ropas” (Zac. 3:2-5).

Tal vez las cosas en el mundo físico no cambiaron de inmediato, pero cuando un hombre de fe se levanta lleno de la gracia de Dios, lleno de fe y confianza en Dios, entonces los demonios se tienen que apartar, el diablo sucumbe, porque la autoridad que Dios le ha dado tiene poder contra toda fuerza del enemigo, y la iglesia está en la capacidad de hollar, pisotear, al diablo, y todo esto en el Nombre de Jesús. Amén.

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