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Devocional
EL CUIDADO DE DIOS
“Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”. 1 Pedro 5:7
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Rev. Luis M. Ortiz
LAS AGOBIANTES condiciones en que hoy día vive la humanidad, a causa de muchos factores como problemas matrimoniales, problemas familiares, soledad, enfermedades, inflación, desempleo, robos, asaltos, crímenes, violencia, drogas, etc., requieren un toque divino. El cristiano, en medio de las mayores adversidades, puede echar toda su ansiedad sobre el Señor, pues Él tiene cuidado de nosotros. Con confianza, seguridad y paz, puede decir: “Porque
él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de su morada; sobre una roca me pondrá en alto” (Sal. 27:5). Dios tiene un inmenso universo que cuidar. Se dice que nuestro Sistema Solar, que es como una pequeña islita en el vasto universo, tiene 20 billones de kilómetros (2 año luz) de diámetro; que nuestra galaxia, llamada la Vía Láctea, y a la cual pertenece nuestro Sistema Solar, contiene alrededor de 400 billones de estrellas (400 millones de millones), las cuales son soles, cada sol o estrella con su familia de planetas; que la estrella más cercana está a 26 trillones de millas de distancia. Se estima que hay 100 mil millones a 200 mil millones de galaxias como la Vía Láctea; esto equivaldría a decir que en el vasto Universo hay 300 mil millones de millones de millones de estrellas y soles (300.000 trillones). ¡Extraordinario! Desde el Antiguo Testamento, el salmista David sabía por experiencia propia del cuidado divi-
no, y oraba: “Guárdame como la niña de tus ojos” (Sal. 17:8). Y Dios por boca del profeta Zacarías,
dijo: “Porque el que os toca, toca a la niña de su ojo” (Zac. 2:8). Amados, en la infinita capacidad, poder, amor, cuidado de Dios para nosotros, nada en nosotros pasa desapercibido para Él. El salmista
dijo: “Jehová es mi pastor; nada me faltará” (Sal. 23:1). Y el apóstol Pablo afirmó: “Mi
Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Fil. 4:19). Así fue que cuando surgió el altanero diablo, vino el humilde Cristo para molerle la cabeza. Y ahora por los méritos de Cristo para cada caída, puede haber levantamiento; para el pecado, también hay perdón. Cuando surge un Caín, también hay un Abel. Para cada diluvio, Dios provee un arca. Para cada tempestad, hay un arco iris. Cuando hay un rebelde Nimrod,
también hay un obediente Abraham. Para cada cautiverio, hay liberación. Para cada Faraón, hay un Moisés. Para cada Mar Rojo, hay un camino abierto. Para cada desierto, hay un oasis. Para la sed y el hambre, hay provisión divina. En las tinieblas de mentira, más fulgura la verdad. Para cada río Jordán, hay un intrépido Josué. Para cada Jericó, hay una marcha de victoria. Cuando surgen madianitas, Dios levanta un Gedeón. Por cada descarriado Acab, Dios cuenta con un fogoso Elías. Para los taimados filisteos, siempre hay un valeroso Sansón. Por cada mañoso Amán, hay un vertical Mardoqueo. En cada horno de fuego, llega un visitante celestial. En cada foso de leones, hay una mano que cierra las bocas. Por cada Herodes adúltero, hay un Bautista que denuncia. Por cada Judas que vende, hay un Juan que ama. Por cada traidor, hay muchos fieles. Por cada obrero falso, hay muchos obreros sinceros. Por cada espina punzante, hay una flor fragante. Para cada terrón duro, hay una gota de lluvia. Para cada dolor, hay alivio. Para cada enfermedad, hay sanidad. Para cada lágrima, hay consuelo. Por cada demonio, hay muchos ángeles. Para cada cruz, hay una corona. Por todas las tumbas ocupadas, hay una tumba vacía. ¡Cuán agradecidos debemos estar del cuidado y la fidelidad de Dios hacia nosotros! El salmista, lleno de gratitud a Dios exclamó: “Bendice, alma
mía, a Jehová, y bendiga todo mi ser su santo nombre. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ningu no de sus beneficios” (Sal. 103:1-2). Vivimos en un mundo convulsionado en lo político, en lo social, en lo ideológico, en lo industrial, en lo armamentista, en lo moral, en lo religioso, en todos los aspectos; pero Dios cuida de los suyos. Y ya cuando el azote del Anticristo, de la gran tribulación, y de los juicios de Dios sobre este mundo vayan a iniciarse, Dios ha prometido librar a los suyos de tales desastres y cataclismos
diciendo: “Por cuanto has guardado la Palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la Tierra” (Ap. 3:10). ¡Cuán agradecidos debemos estar por el cuidado de Dios hacia nosotros! Amigo, si no estás bajo ese cuidado divino, refúgiate en Cristo en estos instantes, arrepiéntete de tus pecados y recibe a Cristo como tu gran Dios y Salvador Jesucristo. Y si estás enfermo confía en el cuidado de Dios y Él te sanará. Amén.