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TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN: UNA ALTERNATIVA PARA LA MOVILIDAD

Juan Antonio Gallardo Téllez*

El derecho a la movilidad, que suele asociarse al tránsito entre países y a la migración internacional, también incluye el derecho a moverse libremente al interior de un país o dentro de una ciudad. Se suele decir que el ser humano posee una naturaleza gregaria, pero se omite que también es un ser nómada. Necesitamos movernos. Queremos movernos, pero, ¿Cómo? y ¿A qué precio?

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En el mundo hay más de 1,200 millones de vehículos circulando –a un promedio de un automóvil por cada seis habitantes– y para 2035 se estima que lleguemos a los dos mil millones. El tránsito de vehículos, como es sabido, tiene un notable impacto en las emisiones contaminantes emitidas a la atmósfera, alcanzando, en algunas ciudades, una contribución total del 80 % de ese volumen. Por tanto, el desafío de la movilidad sostenible supone un reto mundial.

Este reto a resolver tiene protagonismo destacado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la agenda internacional que marcará el rumbo de los próximos años, siendo en las ciudades donde este fenómeno global se localiza bajo una gestión local. Y es en este nivel y no en otro donde se podrán ofrecer soluciones que sirvan como elementos centrales de las políticas del futuro... y del futuro de la política.

Las ciudades recuperan el papel protagónico, como se estableció históricamente en el Tratado de Westfalia (1648): el poder se descentraliza, los niveles de administración inferior conocen mejor los problemas e incorporan en la elaboración de las políticas públicas a la sociedad civil organizada y a los individuos. Una nueva forma de hacer gobierno y, con él, de generar nuevas expectativas.

Con la transición del big data al data thinking y un correcto uso del Internet de las Cosas, las ciudades serán capaces de ofrecer servicios más eficientes, sostenibles y personalizados .

La irrupción de las Tecnologías de Información y Computación (TIC’s) ha generado un cambio de paradigma en la comunicación y organización de las personas. Este escenario contribuye a crear un modelo de ciudadano preocupado por su responsabilidad individual ante las amenazas globales: un ciudadano proactivo que no se limita a observar la realidad y a reaccionar, sino que genera alternativas de decisión y acción, convirtiendo la ciudad en un «tecno-laboratorio» donde se producen plataformas y aplicaciones que, junto al resurgimiento de la economía colaborativa, brindan pequeñas soluciones al problema de la movilidad.

Este es el caso del fenómeno conocido en Europa como carpooling –cuyo exponente más exitoso se presenta a través de la plataforma de origen francés BlaBlaCar–, el cual permite reducir la congestión de tránsito y disminuir las emisiones contaminantes mediante el uso compartido del automóvil entre distintos usuarios. Iniciativas similares surgen desde la Administración Pública como City CarShare, aplicación impulsada desde la municipalidad de San Francisco para optimizar el uso del vehículo particular. Otros dos ejemplos son Biko y Social Cyclist, aplicaciones móviles que crean una comunidad online de ciclistas, incentivando y facilitando el uso de la bicicleta como modo de transporte urbano.

El 22 de septiembre se estableció como el «Día Mundial sin Automóvil», invitando a no utilizar el coche y probar nuevos medios de transporte. La bicicleta, cuya invención ya ronda los 200 años, es la alternativa más escogida. Cuatro mil millones de personas en el mundo saben utilizar la bicicleta. Es también la opción más sana, ecológica y económica. En muchos lugares, la bicicleta está de moda y es un elemento cultural en la movilidad dentro de las ciudades.

Aunada a esta fecha, la Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión Europea celebra la «Semana Europea de la Movilidad» entre el 16 y el 22 de septiembre, pretendiendo que la sociedad refexione sobre la decisión (y responsabilidad) que hay detrás de cada elección de transporte y concientizar al ciudadano medio sobre las diferentes opciones a utilizar (público, privado, motorizado, no motorizado, etc.). Una correcta decisión nos puede hacer ahorrar dinero, tiempo, mejorar nuestro bienestar y ayudar al medioambiente. No somos exclusivamente viajeros de metro, conductores de coche o ciclistas, sino que podemos usar un poco de cada medio, dependiendo del momento, la necesidad, el destino.

El teléfono celular se asemeja a una huella digital capaz de revelar quiénes somos, qué hacemos y adónde vamos.

A fnales de la década de los ochenta del pasado siglo, el antropólogo francés Marc Augé concibió el concepto de «no-lugar» para referirse a los espacios efímeros, de insociabilidad, anonimato y alienación, ejemplifcado en los espacios destinados al tránsito –principalmente aeropuertos, estaciones de tren y metros–. El transporte público y sus escenarios pueden (y deben) ser mucho más que espacios de tránsito, por lo que administraciones, ONG’s, asociaciones vecinales y otros colectivos desarrollan manifestaciones artísticas que reivindican la convivencia social en el transporte y espacios públicos.

Al respecto, cabe señalar también que el 75 % de los viajeros utiliza dispositivos celulares cuando viaja. El teléfono celular se asemeja a una huella digital capaz de revelar quiénes somos, qué hacemos y adónde vamos. La prestigiosa revista científca Nature publicó un estudio en el que, después de analizar 15 meses de datos de teléfonos celulares de 1.5 millones de personas, los investigadores encontraron que sólo serían necesarios cuatro puntos espacio-temporales (basándose en el lugar y el momento de uso aproximado del celular) para identifcar el trazo de movilidad único del 95 % de los individuos. Además, y con el esperado auge de la tecnología 5G, se impone el fenómeno del Internet de las Cosas. Cisco Systems, en uno de sus últimos estudios, predijo que, para el año 2022, el número de dispositivos conectados a Internet alcanzaría los 50 mil millones. Con la transición del big data al data thinking y un correcto uso del Internet de las Cosas, las ciudades serán capaces de ofrecer servicios más efcientes, sostenibles y personalizados.

Una tecnología ciudadana para optimizar la movilidad y generar nuevas alternativas, un resurgimiento de las opciones de siempre, una toma de conciencia de la multimodalidad, una reapropiación del espacio-tiempo de transporte y una comprensión de los datos y de las posibilidades que trae el Internet de las Cosas para mejorar la oferta de servicios, constituyen cinco nuevas realidades que nos invitan a pensar en una revolución de la movilidad y en un futuro más sostenible.

*Técnico Ambientalista

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