Revista 12

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IMPRESIONES Recordando a Julio Mariscal

R e v i s t a mu lt i c u ltu r a l d e Pate r n a d e R ive r a NĂşmero conmemorativo dedicado al poeta Julio Mariscal Montes en el 40 aniversario de su muerte NĂşmero 12. Octubre 2017. Dedicado a don Julio del pueblo de Paterna


© Impresiones Núm. 12 Octubre 2017 P ater n a de R i v e r a Coordinador: Juan F. Sánchez Benítez Secretaria: Soledad Romero Carrasco Consejo redactor: Andrés Carmona Blanco

Alberto Romero Cortés Juan F. Sánchez Benítez MªGloria Sánchez Benítez José Cabrales Pérez Soledad Romero Carrasco

Coedita: Asociación Cultural Impresiones Ayuntamiento de Paterna de Rivera

Diseño y maquetación: Juan F. Sánchez Benítez

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de las ilustraciones: Andrés Carmona Blanco

de las fotografías: Aurelio Sánchez Mariscal de la contraportada: Diario de Cádiz Ilustración p. 5: Aurelio Sánchez Mariscal

Imprime: Servicopier Envío de colaboraciones y sugerencias: impresiones.paterna@gmail.com http://revistaimpresiones.blogspot.com.es/

https://www.facebook.com/asociacionculturalimpresiones/ *Esta revista no se responsabiliza de las opiniones expresadas en sus distintas colaboraciones

Depósito legal: CA 184-2014

ISSN: 2341-3816


IMPRESIONES


AndrĂŠs Carmona

Š La fuente o el principio de todas las cosas es el agua.


INDICE PÓRTICO Pedro Sevilla. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

MISCELÁNEA DE TEXTOS [JULIO MARISCAL, POETA] REBELDÍA, Pepa Caro. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 CLAVES VITALES DE SU POESÍA, José A. Hernández. . . . . . . . 15

[LA RELACIÓN DE DON JULIO Y PATERNA] JULIO MARISCAL Y PATERNA DE RIVERA, Blanca Flores. . . . . . . J. MARISCAL, AUTOR DE COPLAS FLAMENCAS, Mª Carmen García Tejera RECORDANDO A JULIO MARISCAL, Rufino García Cote. . . . . . . . IMPRESIONES SOBRE JULIO MARISCAL, Serafín Galán Zotano. . . . . ERAN TIEMPOS DE JULIO MARISCAL, Pedro Luis Cabrales. . . . . .

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BREVE SELECCIÓN DE POEMAS [CORRAL DE MUERTOS, 1953] JOSÉ. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54 FOSA COMÚN. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55

[PASAN HOMBRES OSCUROS, 1955] I. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56 XX. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56


[POEMAS DE AUSENCIA, 1957] III. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58 V. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58

[QUINTA PALABRA, 1958] FILIACIÓN. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59

[TIERRA DE SECANOS, 1962] LA TIERRA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60

[TIERRA, 1965] XVIII. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61

[ÚLTIMO DÍA, 1971] EL JORNALERO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62

[CORRAL DE MUERTOS, 1972] CURRO ARILLO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63

[POEMAS A SOLEDAD, 1975] VI. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64 XIII. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64

[TRÉBOL DE CUATRO HOJAS, 1976] ESPERANZA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65

[AÚN ES HOY, 1980] SOMBRA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65


©Aurelio Sánchez Mariscal

PÓR TI CO

P e dro Sevil

E

l a

l poeta Julio Mariscal tuvo dos pueblos: Arcos, donde nació en noviembre de mil novecientos veintidós y donde murió en el mismo mes del setenta y siete, y Paterna de Rivera, lugar donde vivió una década de su vida empeñado en desasnar a los niños de la escuela pública y en sembrar letras flamencas en las voces de cantaores como el Niño de la Cava, Rufino o El Perro. Para un poeta tan pegado al pueblo, tan en constante simbiosis con la tierra, elemento a la vez nutricio y destructor, Paterna de Rivera significó un retiro, si no idílico, porque en su vida no hubo nada idílico, al menos un retiro donde acordar su corazón al ritmo de los cursos escolares y de los fandangos y peteneras de la zona. Que de Paterna volviera a Arcos derruido y vencido, como un Quijote andaluz, no quiere decir que su estancia en esa ciudad fuese desastrosa. Simplemente indica que Julio Mariscal no hubiera sido nunca feliz en ningún sitio, en ningún lugar del mundo. Y ello porque sus enemigos no estaban fuera, sino dentro, en su pobre corazón alanceado.

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Julio quiso a Paterna, la llevó en su corazón como su segundo pueblo. Ya sabemos lo que dice Antonio Machado: uno es de donde nace no a la vida, al amor. Y en Paterna amó y se quedó a vivir en el corazón de su gente, que ahora le devuelve ese afecto en múltiples actos que desde Arcos vemos saludables y enriquecedores para su obra y su memoria. Paterna y Arcos hermanados en el corazón de Julio Mariscal, agavillados en torno a su recuerdo después de tantos años ya en los confines de la muerte, en su unamuniano corral de muerto. Después de tanto tiempo leyendo a Julio Mariscal, siempre con idéntico temblor, se aprecia con más claridad que todo gran poeta no nos da nunca un fruto granado, sino una humilde semilla a la que el tiempo hace lo que la primavera con los almendros. Y lo que sus versos hacen en nuestros corazones: llenarlos de belleza.


M ISCELÁN EA de tex tos

© Alberto Romero


JULIO MARISCAL, POETA


R E B E L D Í A por

P epa C aro

L

os poetas tenemos fijación con el paisaje; parecemos a veces mariposas frágiles clavadas con un alfiler al mapa obstinado de la Tierra que nos mira. Y digo bien, no somos nosotros quienes miramos, el paisaje nos mira y nos penetra profundamente como el alfiler a la mariposa; nos penetra para expulsar el temblor de la poesía. Cuando menciono la palabra temblor, evoco a una joven adolescente que nació frente a la espadaña de San Miguel, allí donde la cigueña presidía su barrio, una joven asomada al pretil de la azotea que pintaba en una libreta los tejados vecinos y escribía poemas en el cuaderno blanco, tan blanco como el encaje franciscano de las tejas coronadas de jaramagos, vencidos por el viento y la solana. Buscaba la soledad al abrigo del sol y un buen día encontró la «Soledad» de un poeta de su pueblo que la emocionó profundamente: Entonces yo tenía quince años. Mi mano aún no apretaba esa moneda que nos ata a la tierra, y mi alma era fresca, sin estrenar como la primera mañana del mundo.

¿Quién era Julio Mariscal Montes? La adolescente le observaba; cada día bajaba por su calle elegante y pausado mientras crecia la devoción de la espía que lo empezaba a amar como poeta. Iba al café de la tarde, a los muchos cafés que dejaban su evidencia en tazas vacías, desparramadas sobre la mesa mientras con parsimonia fumaba intensamente pitillo tras pitillo. Julio Mariscal era la aparición de cada tarde, enigmático, solo, con un leve temblor en sus labios sensuales de caballero, de caballero casi irreal perdido en la mediocre rutina de un pueblo que parecía eternizarse en sus tradiciones, mientras él, clavado

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el alfiler de la belleza, a veces hostil, se dejaba mirar por el paisaje y se deslizaba por los días escribiendo: Los días se deslizan suavemente como un remanso cristalino. Mi mano va a las cosas con dulzura, con una pelusilla de tristeza.

Mientras Julio Mariscal miraba a «esa gente que va y viene, que se agita»; otro espía adolescente le miraba, era Pedro Sevilla que subía por mi calle, yo no le conocía aún, ni sabía de su pasión por los poemas de Mariscal, pero ya iba entonces envenenado por el aguijón que nos había inflamado de versos, por esa aventura que estrenaba nuestro espíritu inquieto. A veces me he preguntado cómo un poeta de tan escasa producción -apenas diez libros y algunas publicaciones sueltas en revistasnunca del todo accesibles para nosotros, pudo ejercer esa especie de fascinación poderosa en dos adolescentes que soñaban ilusos eternizarse en el selecto Olimpo de la poesía. Pero cuando leíamos su inconformismo con lo establecido, Hay que ser hombres.... tronchaban en agraz las ilusiones, eramos uno más en la estadística de nombres y apellidos en las listas de clase,..

su inconformismo con un mañana previsible, nos sentíamos rebeldes, cómplices, solidarios con el poeta que siempre quisimos conocer, al que nos hubiera gustado darle las buenas tardes y preguntarle como a un maestro al que se admira todas nuestras dudas frente al poema. Eramos lectores empedernidos pero inseguros y tímidos y a lo más que podíamos llegar era a ser espías de sus tardes solitarias volviendo tras nuestros pasos heridos de silencio y diciéndonos aquello de «de mañana no pasa», claro que entonces no nos daba miedo el tiempo y creíamos en la eternidad de la vida cuando aún no rondaba la muerte ni por el pensamiento.

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Julio Mariscal murió en un mes de Noviembre lluvioso, tan lluvioso como los ojos de aquellos adolescentes que le lloraron porque nunca fue mañana, porque le miraban cuando ya estaba en el declive de su vida, en su mínimo universo arcense, después de los sinsabores de la vida adulta, de las decepciones, enfermedades, de la aceptación de ese sino de fatalidad que le lleva a entregarse dócilmente a la muerte, mientras en auténtica contraposición éstos jóvenes vivían en el deslumbramiento, en la búsqueda de la soledad exhuberante y dolorosa aún no filtrada por el tamiz de la madurez, cuando no sabíamos que el dolor no se busca porque ya la vida te impone sin previo aviso el sufrimiento. Aún para nosotros no era ámbar el amarillo cegador y remábamos aceleradamente por las enérgicas corrientes de un río sin saber que sus hermosas riberas, sus atardeceres lentos nos estaban mirando. Ahora que ya somos adultos me gusta de Julio sus destellos de rebeldía, un diferente asombro ante la belleza, sus testimonios de un pueblo que sin alcanzar el progreso, con «sus hombres oscuros», «su vieja rutina de misas y rosarios» y aquellas madrugadas «en que la miseria vuelve caricatura el pan y el beso» no necesitó nunca la poesía social sino el humanismo poético, tan eficaz y esclarecedor en su poesía. Una vez, en las pocas entrevistas que aceptó en su vida manifestó lo siguiente: «Hay poetas tontos y poetas listos. Por ejemplo, existen los que no ven en el obrero más que su protesta. Eso no es poesía, porque nuestra época ofrece un nuevo y fantástico humanismo».

Por eso comparto su rebeldía lírica: No me conformo, no, no me conformo con lo que a cambio me ofreció la vida, no quiero un puñadito de alegrías a cambio de una vida desolada...

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Me gusta también el Julio Mariscal del amor oscuro, el que desnuda su homoxesualidad en poemas bellísimos «corneando furioso, inútilmente, el muro enorme de los prejuicios». Aunque no acepta ese amor que «nace más hondo todavía», aunque sufre acorralado por los convencionalismos de una sociedad de la que se sabe parte, víctima y parte, son esos versos de Tierra, los mejores poemas de amor que he leído en mi vida porque transmiten el latigazo del dolor atroz que nos dejó ahogado el autor en sus versos. Julio Mariscal es un poeta diferente, de una enorme envergadura lírica, sin duda uno de los mejores cantando al amor en el siglo XX. Me quedo con la luz de sus primeras cancioncillas, de sus letras flamencas: Esta vida es una noria con cangilones de pena unos llevan agua mala y otros llevan agua buena.

Y me quedo como ya he dicho, con su rebeldía, esa que lo saca de la foto fija de parco, hermético, introvertido, acomplejado, silencioso, retraído... porque una vez fue joven y no un chopo herido ni un escéptico, una vez escribió junto a Valera Gilabert El mar la caracola y mas siglo XIX, y lo deslumbra la poesía de Alberti y vivió las noches alborozadas en la taberna de las Cortes de Cádiz aquellos jueves por la noche junto al grupo «Parnaso» de poetas jóvenes, descubriendo la vida tan intensamente como la poesía. Y quiero creer que todavía no era una hoja extraviada de Octubre, una flor frente al rayo ni ninguna de esas expresiones tan repetidas. Fíjense si no perdió del todo su atisbo de rebeldía que, en su poema «Carta a otros amigos», se despide de los que habitaron en la hipocresía mas vil hacia su persona, «la obscena piedad encanallada» para gritarles: COBARDE. Y en esa poesía tan lacerada pero tan clara persiste enérgico el dolor de quien no se conforma.

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C L AV E S

V I TA L E S

DE LA POESÍA DE JU LIO MARISCAL

L

por

J osé A.

H ernán dez

as claves para interpretar la poesía de Julio Mariscal me las proporcionó él mismo en una breve conversación que mantuvimos hace más de cuarenta años. Entonces me explicó su convicción íntima de que él era un poeta con vocación: que había escuchado una llamada ineludible y que había decidido seguirla con fidelidad. Allí pude comprobar cómo él estaba dotado de una especial sensibilidad ―de los sentidos y de los sentimientos― concentrada, sobre todo, en su mirada limpia y en su voz transparente. Gracias a esa manera de mirar «desde dentro y hacia adentro» los espacios y los objetos se transforman en tiempo, y el tiempo ―medido, sentido y vivido― se convierte en música y en poesía. Por eso sus versos nos hacen latir, recordar e imaginar. Sí; en su mirada convergían, como afluentes generosos, la acción de todos sus sentidos: el olfato, el oído, el gusto y, sobre todo, el tacto. Por eso en sus poemas nos sigue descubriendo la sustancia de los objetos, por eso penetra en el fondo oculto de la mente, interpreta el significado de las palabras y, sobre todo, crea y recrea paisajes, construye y reconstruye mundos. Para interpretar y para valorar, para sentir y para vivir la poesía de Julio Mariscal es imprescindible que la leamos teniendo en cuenta que, cada uno de sus versos son pozos profundos que contienen caudales de pensamientos y de emociones, de imágenes y de sensaciones. Cada una de sus palabras se refiere a realidades que, aunque nos resultan conocidas e incluso familiares, nombradas por él adquieren unos significados insospechados por nosotros, distintos de la realidad que experimentamos. Julio interpreta los paisajes, los objetos, los personajes y los episodios, atribuyéndoles o descubriendo en ellos unos significados profundos: su poesía es una forma de conocimiento, una pantalla que nos revela la esencia de lo real, una clave que nos

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descubre unos aspectos nuevos de la realidad. Y, al mismo tiempo, una manera de criticar y de denunciar esa realidad que, en muchos casos, es inhumana: el paisaje, el cielo, el río, la montaña o esa calle de Arcos son significantes cargados de significados complejos, de valores connotativos y de sentidos simbólicos; poseen contenidos afectivos, irracionales, mágicos y míticos. Pero, en mi opinión, la razón profunda de los valores que encierran sus versos son los mensajes que lanza sobre la dificultad que todos experimentamos para lograr una felicidad moderada y un bienestar razonable. Aunque también es cierto que, si ahondamos en sus poemas, podemos atisbar un hálito de una posible esperanza. Aunque él parte de la evidencia de que la vida humana es un recorrido zigzagueante, enigmático y azaroso, incluso en sus lamentos más agudos, podemos encontrar algunas rendijas por las que penetran palpitantes rayos de luces consoladoras que iluminan las diferentes encrucijadas, esos cruces de caminos siempre nuevos y, a veces, esperanzadores. Estas son las claves que, a mi juicio, nos explican el carácter paradójico del amor, ese sentimiento irrefrenable que alimenta y envenena su vida. Por eso lo busca y, por eso, lo rechaza. El amor se impone en contra de sus iniciales y naturales deseos, en contra de las convicciones tradicionales, en contra de la doctrina religiosa y en contra de las normas sociales. Aunque reconoce la fuerza irresistible con la que es impulsado, también advierte los peligros que corre y reconoce que está situado al «filo del abismo». Porque tú eras lo otro. Yo iba buscando ramos de verbena, niñas en flor para mi sangre boba, y me encontré contigo, raíz de selva oscura, donde el grito viene de más abajo que la sangre.

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El mismo análisis podríamos hacer de los otros dos temas de su poesía: Dios y la muerte, asuntos paradójicos, contradictorios, que le generan placer y alegría, y le producen dolor y sufrimiento, paz e inquietud. Ahora podemos saber por qué los objetos, los episodios y las personas que Julio «celebra» en sus versos encierran unos significados humanos no siempre evidentes que hemos de descubrir. Cada una de sus palabras y, a veces, cada uno de sus silencios, exigen diferentes lecturas que debemos interpretar aplicando las claves de su perfil psicológico y, sobre todo, las coordenadas que su vida nos proporciona. La poesía de Julio Mariscal ―queridos amigos― es una manera, delicada y generosa, de humanizar nuestras relaciones, que nos ofrece para que nos defendamos de los ataques de la vulgaridad estética de la sociedad, de la brutalidad política de los poderosos, de la ordinariez ambiental, de la crueldad institucional.

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LA R E LAC I Ó N DE D ON J U L I O Y PA T E R N A


J U L IO M A R I S CA L

por

Y PA T E R N A D E R I V E R A

D

Blanca Flores C ueto

esde 1957 reside Julio Mariscal en Paterna de Rivera, más cerca de su localidad natal y con el suficiente distanciamiento para ver las cosas más claras y más relajado, Julio Mariscal se integra y se identifica con el pueblo donde vivirá durante varios años y con sus gentes. Se quedará residiendo allí hasta el curso 1967. Profundizará en una de sus pasiones, el flamenco y particularmente en la petenera. La petenera, reivindicada por Paterna como originaria de la zona o al menos difundida por una hija del pueblo, que por su procedencia le dio su nombre. Tendríamos una vez más la copla antes que el nombre, cante y mujer cantaora. De las relaciones, pues, con cantos de entierro, de melancolía con situaciones límites e irreversibles, pero al mismo tiempo liberadoras y con un dejo de conformidad y aceptación burlona e íntima, nacería la petenera. Hay más aún: en Paterna, la copla, responso dulcemente alegre y melancólico que se cantaba en el septenario de Dolores y en los sábados a la Virgen de la Soledad, Patrona del pueblo, pudo dar la pauta para ese cante sentimental y melancólico que difundió Dolores La Petenera. Se corrobora así el doble origen paternero del cante por peteneras: la inspiración en el Stabat Mater Dolorosa, con la copla en castellano a continuación, y por otro lado Dolores, la intérprete que la difundió aflamencándola, que cantaba esa tonada de tristezas y situaciones límite. Si insisten en lo judeo-español como origen, también puede probarse en Paterna la presencia de habitantes judíos que, aunque convertidos, todavía firman en 1660 en hebreo; tal es en concreto el apellido Colón entre paterneros. Las tradiciones musicales judías se conservaron, se ponen de manifiesto en el plañir de los entierros y en las situaciones de desgracia, y quizá origen de ese cante magnificado por Dolores la Petenera, Medina el Viejo y La Niña de los Peines.

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Julio Mariscal escribió letras para cantes flamencos principalmente en esta época. La relación de los que he encontrado se detalla en el corpus poético que he elaborado en otro estudio más amplio e inédito sobre el autor. Durante su estancia en Paterna rodearán al poeta varios infortunados sucesos que repercutirán dolorosamente en nuestro autor. Protagonista de unos hechos acaecidos en su pueblo, Arcos, la estancia en Paterna se alargó por ello más de lo normal en los destinos de entonces para conseguir plaza en su localidad de origen. Los paterneros que lo recuerdan piensan que llegó a Paterna aquejado del estómago. Le recuerdan con cariño, como un hombre culto, educado, generoso, trabajador... Ya nos lo describía José Luis Tejada en la separata de Gades: «Julio era sobrio, serio, con una punta de agridulce ironía en las comisuras de sus ojos. Concentrado y cordial al mismo tiempo, como abrumado por el peso inmenso de lo insoslayable». Julio llegó con muchas ganas de trabajar a Paterna. Creó clases particulares para adultos por las tardes y potenció que los jóvenes estudiaran el bachillerato a distancia, que llegó a convertir en radiofónico ya que hasta entonces no se habían podido cursar estos estudios desde el pueblo. En su primer destino en la localidad se enfrentó al alcalde del pueblo, Manuel Navarro Gómez, debido a desavenencias profesionales, y este inició una campaña de desprestigio hacia el poeta. Si se llegó a apertura de expediente fue desestimado, pues en su hoja de servicios lo que simplemente consta es un cambio de escuela dentro de la misma localidad. El 1 de septiembre de 1960 pasa a ocupar destino en la Escuela Unitaria número 1, de Paterna. Abandona la casa que habitaba en el Ayuntamiento y se traslada a una casa de maestros en la misma escuela que regentaba. Conociendo este alcalde los problemas que Julio había tenido en Arcos contribuyó a dificultar aún más su relación sociolaboral. El suceso desagradable que cito anteriormente, pero sin especificar, fue que en Arcos un homosexual al que habían detenido por su condición como tal comenzó a delatar y a denunciar a cuantos estimó

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oportuno. Entre ellos citó al poeta. La policía fue a detenerlo a Paterna, trasladándole a las dependencias judiciales de Arcos. Tras un sinfín de interrogatorios y pesquisas que no consiguieron demostrar hechos fehacientes, intentaron aplicarle la «ley de vagos y maleantes» por una homosexualidad que no se pudo probar. Salió airoso del pleito pero psíquicamente arruinado. Sólo consiguieron que se alargase la estancia del poeta en Paterna, por las circunstancias mencionadas, obligándole a residir alejado de su localidad de procedencia. Aunque algunos piensen lo contrario, Paterna se convirtió en su refugio: las visitas a su madre, en Arcos, eran menos frecuentes. Sus hermanas tenían que presionarlo para conseguir que acudiese a Arcos con más asiduidad. Don Julio, como tan respetuosamente se le sigue recordando, se ganaba poco a poco a las gentes del pueblo. La personalidad paternera se caracteriza por su respeto a las costumbres ajenas y por su tolerancia generalizada. Así, él se sentía allí cómodo, tranquilo, a sus anchas, y tras la muerte de su madre las visitas a Arcos se espaciarían aún más. El 31 de enero de 1960 fallece su madre, doña Josefa Montes Iyázquez, a la edad de setenta y cuatro años. Se había quedado ciega a consecuencia de la diabetes que padecía, enfermedad que le causó una oclusión intestinal y la muerte. Con la pérdida materna desaparece la principal causa que le obligaba a viajar a Arcos. A raíz de esta pérdida se negaba a volver a su pueblo, incluso en las vacaciones estivales, y en Paterna se sentía cada vez más identificado con su gente, con todo lo que le rodeaba y consigo mismo. Puedo calificar de vida cómoda la que Julio llevaba en Paterna, a pesar del hambre y la misera que lo rodeaban. Le atraía y profundizaba en el flamenco, los chiquillos le cantaban coplas por peteneras, y escribía letras para los cantaores locales. Discutía de fútbol con los hombres del pueblo: Julio era del Athletic de Bilbao. Detallista pero desordenado en sus papeles, vestía impecablemente con un blanquísimo traje en verano y otro oscuro en invierno. Paseaba e iba a misa con doña Pepita Romero Armas, maestra en Paterna. Según cuentan, doña Pepita buscaba a don Julio,

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y él, caballero como siempre, le acompañaba. Finalmente la relación no desembocó en nada serio; la maestra fue destinada a Cádiz, debieron cartearse, pero la historia terminó. Contribuyó a la revitalización de la Cofradía de la Soledad, Patrona de Paterna. De nuevo la Soledad a vueltas paradójicas con nuestro poeta. Se convirtió en el camarista de la Virgen y en Hermano Mayor de la Hermandad. En una ocasión envió una carta a todos los vecinos del pueblo para que llevaran un clavel o aportaran un duro con la finalidad de arreglar el «paso». Todos los niños acudieron a la cita y la procesión adquirió un realce hasta entonces desconocido. Recibía un trato cuidadoso en todos los aspectos, incluido el gastronómico, que le facilitaba la pensión de Pepa Ávalo (a título de curiosidad, comentar que le gustaba comer puchero de conejo en amarillo, de primero, plato típico en la zona). Frecuentaba la Venta de Bartolo y Frasquita (hoy llamada Venta La Parada). Doña María, la mujer del Perro de Paterna, le lavaba la ropa y Juana García Chacón se la planchaba para que siempre

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fuera impecable su presencia. Si deseaba afeitarse o arreglarse las patillas, el barbero estaba siempre presto al trabajo, «porque don Julio tenía su carácter y exigía su pronta presencia aunque posteriormente le correspondía con sus buenas propinas». Se rodeaba de arte y, si en Arcos abundan los poetas, Paterna es tierra de cante flamenco: la gente es entendida y allí Julio aumentó su caudal de conocimientos. Montó el primer festival de cante con motivo de la Navidad; debido a su coraje se enfadó con los cantaores locales y por no dar su brazo a torcer organizó el festival con cantantes de Jerez, a los que pagó con dinero propio. En Paterna derrochó iniciativas que desdicen la fama de personalidad abúlica con que algunos le han tachado. Sus alumnos recuerdan que Mariscal, por aquellos años, preparaba la segunda edición ampliada de su Corral de muertos, que tenía preparados los Poemas a Soledad, y que escribía poemas para un libro cuyo título sería Trébol de cuatro hojas. La labor literaria en Paterna fue intensa. No obstante su forma de ser y sus manías, todavía le siguen recordando con cariño; entre ellos Juan Caravaca Pantoja, el herrero, con quién discutía amigablemente de infinidad de temas, y su amigo Lobato. A sus alumnos, a los que hablaba magistralmente de Lorca, de Blas de Otero, de Miguel Hernández (cuando estaban prohibidos), les mostraba como un tesoro un original que poseía de Machado y los pétalos de rosa disecados que le había enviado Juan Ramón o los escritos de Alberti. Se preocupaba de la ortografía y caligrafía de sus alumnos. Ellos le arreglaban la biblioteca, aunque algunos afirman que quizás se la desordenaban más aún. Serafín Galán Zotano, uno de sus alumnos destacados, era su «cartero particular» y recuerda que recibía revistas literarias, entre ellas «Caracola», así como cartas remitidas por Gloria Fuertes, Eduardo Gener Cuadrado, y otros. También recuerda cuando Gloria Fuertes fue a visitarlo a Paterna y los alumnos la contemplaban maravillados. Gloria, a petición de Julio, se entretuvo con ellos y les recitó versos infantiles con su voz

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ronca de siempre. Siguen pensando que era «mucho maestro» para su pueblo. Aunque con alguno que otro tuvo sus «encontronazos», lógicos entre alumnos y maestros. Julio ayudaba a los más pobres. La miseria y el hambre asolaban Paterna. Solían vivir de la caza, del estraperlo, de lo poco que el campo les daba. Apenas tenían para subsistir y sabían que don Julio les prestaría el dinero que necesitaban. (Julio sabía también que posiblemente no se lo devolverían nunca, pero a él siempre le conmovió la pobreza y el hambre de los campesinos, de su gente del pueblo). Podía comprar una maceta de espárragos a un campesino y a continuación regalársela a la primera vecina que viniese a pedirle dinero para dar de comer a sus hijos. Fue entonces, en 1962, cuando aparece su libro Tierra de secanos, libro de denuncia y retrato de la sociedad de posguerra, la tierra, el hombre. Libro clasificado por parte de la crítica como de poesía social, es mucho más que eso, es la voz del pueblo que denuncia su miseria, que clama a Dios pero que deja entrever un hilo de esperanza por la idiosincrasia del espíritu andaluz. Es un canto de solidaridad con la sociedad que le rodea e identifica. La muerte, el amor y Dios unidos a la inevitable tierra son los temas de este libro. El ángel malo de diciembre tiende sus alas sobre el campo. Como una bofetada de Dios, como un oscuro deambular por noches sin estrellas, el pedrisco achicharra el verdiplata del olivar, el verde tierno de algún almendro, y ese verde-gloria, verde-esperanza, verde del trigo sin gestar, vivo y caliente que el campesino lleva entre los ojos.

(«El pedrisco», Tierra de secanos,1962)

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Durante varios años fue el secretario de la Junta Escolar Municipal y por entonces acaeció un suceso que le afectó enormemente y que refirió así a sus amigos de Arcos. En otra escuela unitaria, cerca de Alcalá de los Gazules, perteneciente a Paterna, había un pozo negro. En un reunión de la Junta, de la cual Julio levantó acta, se pidió cobertura para este pozo que implicaba riesgo. La petición fue desestimada. Poco después, un pequeño de tres o cuatro años que deambulaba por la zona se asomó y cayó al pozo, ahogándose en las aguas fecales. Julio, por su condición de secretario, tuvo que explicar lo que sabía al haberse levantado acta de la situación del pozo y tras el incidente desgraciadamente ocurrido. A Julio le causó gran pesadumbre. Cristóbal Romero recuerda que el suceso afectó al poeta, que presagiaba que con el pozo abierto ocurriría alguna tragedia. Entre sus escritos encontramos este presagio de la fatal vivencia que posteriormente presenciaría en similares circunstancias:

El

ahogado

Vino primero un niño: –Tiene los ojos abiertos. Pero yo no quería. Había levantado tapiales a la tarde y preferí verte moreno, casi bruno, con ese honrado color de las tierras fecundas. –¡Y no habla!... ¡Le gritan y no habla!... Pero yo me quedaba con tu voz de primer cigarrillo acariciando el puñado de vacas a cuidar que tú mismo bautizaste, cuidando cada nombre, redondeándolo, en las noches calientes del establo: «La Rosa», «La Pinta», «La Zagalona»... Y luego, ya todo ese pueblo de morbosidad terrible,de eternos lutos y corrillos en la fuente: Van a traerlo... –Estará desnudo hasta que llegue la Curia... Los golpes secos del carpintero... Y los golpes secos del sepulturero... Y esos golpes secos del recuerdo que clava la zanca de la angustia en la mariposa de la alegría...

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En fin, ya pasó todo. Pero es que ahora, con la tarde, vengo del río. He metido las manos en el agua verde, fresca, umbrosa de castaños y morales, y, todavía, con las manos mojadas, prefiero traerte aquí recto y alegre como eras, trenzando cintillos de pleita, trabajando el leve corcho de los alcornoques, o llevando la cuenta de los años, con esa tu exclusiva maravillosa: «Tengo trece sementeras»...«Voy para los quince San Antonios»... La cuenta de tus años tan breve todavía, ya tan inútiles...

(Del libro inédito –Pueblo, 1956-1962)

Pero la vida sigue; Mariscal entre sus escritos y sus entretenimientos, el fútbol, el café, los animales de su corral... En el patio del recreo de su escuela se había fabricado un corral y tenía patos, gallinas, una cabrita y algún que otro animal, y bromeaba sobre si los patos pisaban o no a las patas y cosas parecidas. Recuerdan que acudía a las romerías y a cuantos actos se celebraban y más de una vez llevó a la banda del pueblo a tocar en la Semana Santa de Arcos de la Frontera. Seguía enseñando, escribiendo, viviendo a su manera pero siempre respetado. Una relación estrecha en Paterna puede ser la justificación de su libro Tierra. Publicado en 1965 nos presenta la plenitud correspondida de un amor traumático, a contra-corriente, homosexual. Un amor que no quiere aceptar ni asumir pero que existe y se manifiesta, pecaminoso para la conciencia de Julio, en pugna constante entre el sentimiento y la razón. Libro que expresa su propia realidad vital. Julio seguía luchando contra la muerte a costa del amor, aunque los fundamentos de ese amor la sociedad no los permitía. El amor prohibido que le traería tantos problemas. Curro Arillo, empleado en un cortijo, entabló relación íntima de amistad con Julio Mariscal. Currito dejó su trabajo y vivía mantenido por don Julio, que llegó a comprarle una moto y cuanto le pedía. Una noche, Curro volvió a pedirle dinero para otra moto, le oyeron discutir. Julio desconocía las razones de la imperiosa necesidad de

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su amante. Se despidieron hasta el día siguiente. Curro no volvió, fue a casarse con una mujer y a vivir a Castellón. Este duro golpe, este abandono derrotaron física y psíquicamente a Mariscal. Sentía esas tendencias amorosas que públicamente nunca reconoció, que no quería aceptar porque la sociedad y la religión no las aceptaban, latentes en él, aunque no se las respetaran algunos sectores. Refugiado en su poesía, retraído, un corazón y la razón en lucha fueron las causas de Tierra: El corazón se viste con la ceniza gris de la cordura: «todavía es posible». «Todavía”... Y mis manos rasgan sombras y estrellas prohibidas, manzanas y serpientes donde la sangre se me injerta en rosas. . . . . . . . . . . . . . . . . Y vuelvo a ser contigo tierra y tierra, carne para la bota de los otros, y a olvidarme de todo, y a mandar al diablo la cordura.

(«Tengo tu corazón», Tierra, 1965)

Julio, engañado y abandonado se destruyó más, si cabe, a sí mismo. El tabaco, el café y los «optalidones» se convirtieron en sus inseparables compañeros. Aún tuvo empuje para presentar a «Curro Arillo» enterrado en la segunda edición de su Corral de muertos. Lo anuló de su vida creyéndolo enterrar, literariamente hablando, en su Corral: «Tú no serás espiga/ aunque Junio te tire de la sangre» («Curro Arillo», 1972). A raíz de aquello experimentó un cambio profundo. A pesar del respeto que inspiraba, de sentirse cómodo allí, querido, su espíritu de lucha decayó: la enfermedad le estaba ganando la partida. Sus hermanas, que lo visitaban con frecuencia, insistían en que volviese a Arcos y él se negaba. Los amigos que deseaban verlo tenían que desplazarse a Paterna. Aurelio Sánchez

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confiesa que intuyó el intento de suicidio de Julio. En una de sus escasas visitas a Arcos, de retorno a Paterna se tomó un tubo de pastillas. Sus hermanas lograron llegar a tiempo. Pero su salud deteriorada iba requiriendo mayores cuidados de los que en Paterna podían dispensarle, que ya eran muchos. Finalmente y convenciéndole de su situación accede a las peticiones familiares y retorna a Arcos en el verano de 1967. Tras el empeoramiento físico y psíquico de sus últimos años en Paterna, en los que Julio no se cuidaba como debía, incrementando su abandono personal, vuelve en 1967 a Arcos de la Frontera. Era querido en Paterna, pero la familia, no quiso consentir que su autodestrucción llegara antes de lo previsto. Le tocó vivir una época difícil, sin licencias para ejercer. No obstante, le conceden un nuevo destino. El día 1 de septiembre de 1967 toma posesión de su último destino definitivo, en la Agrupación Escolar Mixta Olivares (hoy Colegio Público Las Nieves), la escuela en la que se había formado en su niñez. La insistencia de sus hermanas influyó de modo determinante en su retorno a Arcos, pero Julio volvía deprimido, autodestruido con sólo apetencias de soledad. Se refugia en la evocación y la nostalgia como reloj de su tiempo. Este deterioro vital (se cree impuro ante Dios y ante los hombres) le llevará a la abulia y a la displicencia, impenitentemente asumidas, que unidas a los problemas psíquicos le agravarán su enfermedad de estómago. La familia y los amigos intentan revitalizarlo, le visitan, le animan, le acompañan. Su personalidad actúa de freno y no le permite resurgir.

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J U L IO M A R I S CA L ,

por

AUTOR DE COPLAS FLAMENCAS

Mª del Carmen G arcía T ejera

U

na de las singularidades de los poetas andaluces de los años 50 es su interés por el mundo del flamenco, plasmado no sólo en composiciones diversas sobre este tema sino también en la creación de coplas que, en algunos casos, han sido interpretadas por conocidos cantaores. Si nos ceñimos a los poetas gaditanos de esa promoción, podemos destacar los nombres de Antonio Murciano, Fernando Quiñones, José Manuel Caballero Bonald, José Luis Tejada, Carlos Murciano, Julio Mariscal… Julio Mariscal fue desde muy joven un aficionado cabal, aunque por su propio carácter, tímido e introvertido, (como indica su biógrafo Juan de Dios Ruiz-Copete en Julio Mariscal. El poeta y su obra, 2001) no hiciera alarde de conocimientos teóricos (aunque los tenía) ni jaleara a los artistas en juergas flamencas. Defensor de la ortodoxia y de la pureza en el cante, además de apoyar algunas iniciativas que contribuyeran a la difusión del mismo (durante un tiempo colaboró en un programa que emitía Radio Jerez, Cadena SER, sobre flamenco, como también señala Ruiz-Copete) compuso desde muy joven numerosas coplas flamencas (así nos lo testimonia Antonio Murciano), algunas de las cuales llegaron a ser cantadas por conocidos intérpretes, como veremos. Ninguna de ellas, sin embargo, aparece recogida en sus publicaciones. RuizCopete reproduce dos breves poemas sobre otros tantos estilos de cante en su obra citada, datados entre 1949 y 1956, probablemente procedentes de alguna de las revistas poéticas en las que Julio Mariscal colaboraba:

La Soleá

El Fandango

¡Soleares! ¡Corazón de los cantares de mi tierra, copla de sangre que encierra la tragedia entre alamares!

¿Desde «Almería dorada»? ¿Desde Huelva marinera? Y en la guitarra, clavada, siempre la misma quimera de una pena soterrada.

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Obsérvese cómo ambos poemas responden perfectamente a los rasgos más característicos de la poesía de Julio Mariscal: la tragedia, la pena escondida… Que sepamos, el único poema sobre flamenco que publicó en libro fue «El cantaor flamenco» (Último día, 1971), también expresión –por boca de un cantaor que dirige su súplica a Dios- de esa característica voz rezumante de amargura y de contradicciones, doliente y dolorida, siempre presente en su poesía: Señor: yo te he ofrecido lo mejor de mi cante: te evoqué, humilde, en hondas siguiriyas, te clamé en soleares y dejé en la toná mi oscuro sino al cara o cruz de lo que Tú dijeras. Yo no era nada, ni pasión, ni fuego, ni voz, ni carne, ni osamenta: yo era sólo el fandango o la alegría. Lo demás era humo, sonrisa o mueca por «seguir tirando». ¿Qué quieres que traiga en la Última Noche, cuando los negros, lentos bueyes tiran de un mundo que no es nada, que, tal vez, no llegó a ser nada: estiércol, o gusanos sin sol, bajo la tierra? Aquí, Señor, mi voz y mi tristeza, lo despeinado y sucio junto al tercio más cabal de mi copla. Tómame ya, Señor, si es que algo queda de aquello que no fui; pero dame, Señor, sólo un instante, sólo el tiempo de un soplo en mis cenizas para llorarte la última saeta…

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Es precisamente desde comienzos de la década de los 70 cuando sus coplas empiezan a dejarse oír –literalmente- grabadas por diversos cantaores. Ya en Arcos había colaborado, junto con el poeta y amigo Antonio Murciano, también gran aficionado al flamenco, creador de poemas y coplas, en la consolidación y promoción del grupo «Los Panderetos»: ambos poetas se implicaron muy directamente en las grabaciones de este grupo retocando algunos de los temas populares que interpretaron e incluso escribiéndole coplas. También los dos firmaron conjuntamente el texto de presentación del disco titulado «Fiesta flamenca en Arcos», de 1971. El impulso de ambos propició nuevas grabaciones discográficas entre 1971 y 1973. En la grabación de sus letras tuvo mucho que ver su estancia (durante la década anterior) en Paterna de Rivera donde, como es sabido, ejerció de Maestro Nacional a lo largo de varios años. Allí contagió su afición por el flamenco a algunos de sus alumnos (que más adelante participarían en la creación del Concurso de Cante por Peteneras) y conoció a tres cantaores locales: Antonio Pérez Jiménez «El Perro de Paterna», Rufino y Frasquito «El Niño de la Cava». Impresionado por la calidad de estos cantaores, Julio Mariscal comunicó su hallazgo a Antonio Murciano –por entonces Asesor Flamenco de la casa discográfica RCA, de la que era un importante directivo su hermano, el también poeta Carlos Murciano–. Antonio y Julio se trasladaron a Paterna, escucharon a estos cantaores y de ahí surgieron numerosas grabaciones (lo cuenta Antonio Murciano en el prólogo que escribió para el libro de Fernando Gallo, El Perro de Paterna, cantaor grande y embajador de su pueblo, 2013), muy especialmente con «El Perro de Paterna». Aunque otros cantaores interpretaron en algunas ocasiones letras originales de Julio Mariscal (Los Panderetos, Curro Malena…), recordemos algunas grabadas por «El Perro» en la RCA: «Debajo de los olivos» (Aires de milonga) y «En el limonar vivía» – «Al pie del camino Ronda» (Malagueña y Verdial, con A. Murciano), en Nuevos cantes del Perro de Paterna, 1973; «Tengo el corazón cansao» (Malagueña) y «Calle Real de Paterna» (Jabera) (incluida esta última en el libro de F. Gallo), en El Perro de Pa-

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terna: mi cante, 1974; «La madeja y el ovillo – No hay jaca como la mía» (Fandangos de Huelva, con A. Murciano), en El Perro de Paterna: recital flamenco, 1974; «Morena del alma mía» (Tientos y tangos), en El Perro de Paterna cantando en el pueblo, 1979... Reproducimos algunas de estas coplas, muestra fehaciente de la vinculación del poeta Julio Mariscal con Paterna de Rivera: Tengo el corazón cansao de tanto andar por la vía. Si grande fue mi pecao, más grande es la pena mía, que bastante lo he pagao. (Malagueña) . . . . . . . . . . . De sol a sol en el campo, de luna a luna contigo. Ay, qué bien suena tu nombre debajo de los olivos. . . . Cóseme, niña, un pañuelo, lávalo, niña, en el río. Con el reflejo del agua tus ojos serán más limpios. (Fragmento de Milonga) . . . . . . . . . . . No hay jaca como la mía; móntate, niña, conmigo, que te llevaré al Rocío pa que la Virgen sonría cuando me vea contigo. (Fandango de Huelva) . . . . . . . . . . .

Simone de Beauvoir 32


Rufino G arcía C ote

R E COR DA N D O A J U L IO M A R I S CA L

Julio Mariscal llega a Paterna en 1957. Vino a caer a la tierra que él necesitaba, una tierra que adoraba por su cante, su petenera y su pasión a la virgen de la Soledad. Se unió tanto a la Virgen de la Soledad que llegó a ser su hermano mayor. Julio llegó a Paterna sin conocer a nadie pero al poco tiempo sabíamos que era una buena persona, un gran poeta, escritor y un gran entendedor del cante grande. Era lo que necesitaba Paterna para dar a conocer a otros cantaores como el «Perro de Paterna», el «Niño de la Cava» y «Rufino de Paterna». Yo iba a la escuela de noche para sacar los estudios primarios y en la clase preguntó si alguno sabía de cante flamenco, a lo que respondí: -Pues yo. Me volvió a preguntar cuáles eran los cantaores que me gustaban y le dije en aquella época «los Mairena», «Fosforito», la «Niña de los peines», José Meneses y otros más. Él me dijo: -Muy bien, me gusta tu respuesta. Más tarde me preguntó qué sabía de la petenera, que algunos rumores habría… Le dije que era de Paterna. Me miró y me dijo: -¿Quién te lo ha dicho? Le dije que los antiguos y me dijo: -Pues es verdad, son tres hermanas: Concha, Soledad y Dolores. La que cantaba era Dolores y eran hijas de un alcalde. Por eso dice la petenera: Señor Alcalde Mayor No persiga a los ladrones Que tiene usted unas hijas Que parten los corazones.

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Carta que Julio Mariscal escribe a Rufino el 29 de marzo de 1971 a Paterna de Rivera.

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Desde entonces, hablando de flamenco, cogimos una gran amistad. En aquellos tiempos se sabía muy poco de la petenera, pero Julio hablaba mucho de que era de Paterna y nos abrió los ojos hasta que se organizó un concurso nacional de cante por peteneras, que tuvo un gran éxito. Este concurso se le puede agradecer a Francisco Moreno «el Cotero» (también conocido como el «Niño de la Palma»), que bastante lo propuso en el bar «el Perro», con todos los cantaores de Paterna. Desde entonces se pusieron de acuerdo una organización luchando por todas partes y por muchos puntos de España para que llegase la petenera donde ha llegado. Doy las gracias a todos los que han luchado por la petenera. También a Julio, que como poeta me escribió estas peteneras, que grabé en mi primer disco: Dime si es mora o cristiana, dímelo tú, Petenera. Copla bordó por las calles de Paterna de Rivera. ------------------------------------Tu nombre a los cuatro vientos, válgame Dios, Petenera. Es tu leyenda y tu sombra que echa llanto por Paterna.

Voy a contar ahora, aparte del flamenco, algunos recuerdos y anécdotas de Julio Mariscal. Era una persona presumida que recorría las calles de Paterna con alegría, entraba en todos los bares y siempre tenía un café en la mano. Le gustaba el dominó y jugar a la amarilla. Le gustaba preguntarle a los trabajadores cómo habían pasado el día con el agua, el viento, las tormentas y el frío. Preguntaba estas cosas porque a él le gustaba la lluvia y los truenos. Cuando el cielo se abría él se asomaba a la ventana para verlos.

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También le preguntaba a los amigos qué habían soñado esa noche. Le gustaban los sueños de miedo y que fuesen raros. Alguna idea llevaría con estas preguntas para escribir sus poemas. Julio se sentía muy paternero aunque él era de Arcos. Le gustaban los aires de Paterna, sus cantaores, su petenera, su Virgen de la Soledad, a la que tanto quería y adoraba. Por eso estuvo tres años de hermano mayor y en Semana Santa la vestía a su gusto y le gustaba que le cantaran saetas suya, como las que siguen: Tan sola vas tú mare mía, Tan sola y con tanta pena. Deja que seque ese llanto De tu mejilla morena La saeta que te canto. -------------------------No llores que no va sola Lucero de los luceros Que a tu pena te acompañan Toitos los paterneros. --------------------------Se va cerrando la tarde, La luna empieza a brillar Y tú sola con tu pena Mare de la Soledad Con una rosa morena.

Estas letras y muchos poemas que él hizo a la Virgen de la Soledad los conserva su sobrino en Arcos de la Frontera. En una oscura tarde de viento y lluvia, el 29 de noviembre de 1977 Julio Mariscal se despide de Arcos y Paterna. Muchos poetas, escritores y autoridades fueron a despedirlo. También «los Murciano», «los Cuevas» y sus amigos cantaores: «el Perro», «el Niño de la Cava» y Rufino de Paterna. Al poco tiempo se le hizo una misa flamenca para darle su último adiós, de parte de los cantaores de Paterna a los que tanto quería. Hasta siempre Julio.

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I M PR E S ION E S S OBR E J U L IO M A R I S CA L

Serafín Galán Zotano

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uando Julio Mariscal llega a Paterna lo hace en plenitud, tanto física como intelectualmente, debe tener sobre 40 años y su presencia hace sacudir la escasa vida cultural de nuestra población en esa época. Su porte físico, como un actor de cine, su elegancia y su conversación hacen de él una persona envidiable y al mismo tiempo admirable. Sólo quiero dejar constancia en este artículo de mis recuerdos e impresiones de Don Julio que pueden coincidir o no con las de otros pero estas son las mías.

Maestro Como enseñante, fue para mí un faro que iluminó mi formación intelectual y cultural y lo recuerdo y reflexiono ahora, con una edad superior a la que él tenía por entonces, como algo más que un maestro que con sus virtudes y defectos, me señaló que en esta profesión de enseñar hay que ser innovador. Con él deje aquellos tediosos dictados del Quijote, con su lenguaje arcaico del castellano antiguo para hacerlo, sin que leyese de libro alguno, para pasar a la prosa y poesía de autores contemporáneos y en la mayoría de los casos desconocidos o prohibidos. Recuerdo cómo en algún momento o al final del texto nos informaba del autor. Normalmente eran poemas de Lorca, Alberti, Juan Ramón o Miguel Hernández. Mucha admiración sentía por Adriano del Valle y Manuel Alcántara. De este, recuerdo que después de escribir un texto suyo nos dijo que era de él y yo le contesté: -¿Es él mismo que escribe en el «Marca» de boxeo? Y me contestó. -Claro que sí, una cosa no está reñida con la otra. De algo tiene que comer. Bien sabía que era imposible vivir de la poesía.

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Era un profesor que sabía explicar y te hacía fácil las materias, aunque era un hombre de letras, sabía hacerte fácil el resto de las materias, siempre tenía alguna regla fácil de recordar y aplicar tanto en matemáticas como en lenguaje. Sus clases empezaban muy temprano. Sobre las 7 y media estábamos allí sus alumnos de bachillerato hasta las 9 y media que empezaban las clases oficiales. Su jornada seguía de 9 y media a 12 y media y de 3 a 5 y una vez terminada la jornada oficial seguía con la «particular» que incluía las clases de adultos, que no se si serían oficiales o particulares. La organización escolar era muy distinta a la actual y era maestro de una escuela unitaria de niños, o sea de todas las edades. Con el tiempo llegó a ser Secretario de la Junta Local de Educación Primaria y desempeñando ese cargo tuvo la mala experiencia del ahogamiento de un niño en el pozo del colegio del Punto. Este suceso le afectó, como es natural, profundamente. Este texto, «El Ahogado», pertenece a un libro inédito titulado: Pueblo. Vino primero un niño: - Tiene los ojos abiertos. Pero yo no quería, había levantado tapiales a la tarde y preferí verte moreno, casi bruno, con ese honrado color de las tierras fecundas. -¡Y no habla!....¡Le gritan y no habla!...

Poeta En aquella época debió ser muy organizado pues sacaba tiempo para la literatura y su correspondencia que era muy prolífera. Mantenía relaciones epistolares con mucha gente tanto conocidas de la época como Pemán o Vicente Alexandre como desconocidos como Gala, Gloria Fuertes, Pilar Paz Pasamar, Fernando Quiñones, etc. Al igual que ocurrió con su obra en vida, ahora parece que lo menos conocido de Julio Mariscal, sean los diez años que pasó en Paterna, por eso, creo que nosotros, debemos reivindicar que aunque naciese en Arcos, estuvo voluntariamente entre nosotros todos esos años porque aquí se sentía querido, admirado y orgulloso de vivir en nuestra villa.

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Estando en Paterna escribió muchos de sus mejores poemas y publicó tres de sus libros pero lo más imponente es que aquí se sentía a gusto y querido. Creo que pensando en nuestro pueblo escribió en su libro Tierra de Secanos este poema: El pueblo, ya sabéis; un puñado de casas, una plaza, una fuente, una vieja rutina de misas y rosarios, Pueblo de España, elemental, clavado, remachado entre olivos e intemperie; pueblo de largas privaciones, pueblo desamparado y solo[...] Tendido a la campiña como una mano abierta implorando un poco de compasión, un celemín siquiera de eso que llaman paz, sueños, desvelos...

Flamenco Era un profundo conocedor del Flamenco. Seguramente guiado por su admiración a Federico García Lorca comenzó desde muy joven a interesarse por el arte flamenco y cuando llega hasta nosotros, se encuentra con un ambiente flamenco primitivo y auténtico con el que se siente identificado y a gusto. Con casi© toda Albertoseguridad Romero se habría comprometido con su amigo el padre Castro a organizar un acto benéfico para la Navidad pero sea por lo que fuese, decide montar un espectáculo flamenco con los jóvenes de la localidad y empieza, lo que hoy llamaríamos casting con el bien de elegir a los «artistas». Después de algunos ensayos, llegan a sus oídos algunos comentarios que no le agradan y en uno de sus arrebatos de genio lo manda todo al garete pero como se ha comprometido en hacerlo, no lo duda y se pone en contacto con sus amigos de la Cátedra de Flamencología de Jerez que acuden a su llamada y montan desinteresadamente un gran evento flamenco, del que no tenemos ningún folleto, que se hicieron. Solamente actúo un paternero: Antonio Pérez Jiménez, El Perro de Paterna.

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De izquierda a derecha, el sargento de la Guardia Civil, Julio Mariscal, Domingo Álvarez y el padre Castro paseando cerca de la depuradora.

Semana Santa en los años 60. En ella vemos a Julio Mariscal delante de la Virgen de la Soledad junto a Paco Caravaca, al padre Alejandro Sevilla y Pepe el del teléfono, entre otros.

Julio Mariscal con algunos alumnos en la puerta de la escuela: arriba, de izquierda a derecha, Fernando Cebada, José Luis Soto, Manuel Benítez, Paco Caravaca, Julio Mariscal y Serafín Galan. Agachados, Diego y Antonio Herrera, José Miguel Álvarez y Juan José Vilchez.

Inicia, lo que más tarde sería su gran colección de discos flamencos, que afortunadamente custodia su sobrino Aurelio Sánchez Mariscal. No creo que exista una colección particular mejor que la suya. Estaba al día de lo que se grababa y sus contactos en las discográficas hacían que se engrandeciera, mes a mes, su colección. Estudioso de la Petenera, supo inculcar a sus alumnos y por ende, a todo el pueblo, que era algo nuestro, que había que reivindicar y luchar por que se conociera Paterna como Cuna de la Petenera. Aún después de haberse ido, siguió en contacto con Paterna. Muchas y fructuosas visitas le hicimos, mi amigo Juan Gago y yo para comentar y recibir sus sabios consejos de cómo enfocar nuestro Concurso Nacional de Cante por Peteneras. Su ayuda fue fundamental en la consagración del trío de ases del flamenco paternero: el Perro, Rufino y el Niño de la Cava, a los que asesoró y ayudó dentro de sus posibilidades a ser conocidos por los aficionados de Andalucía. Como letrista, escribió con una admirable sencillez, belleza y profundidad y aunque las inéditas han desaparecido quedan las que grabaron muchos cantaores. Incluyo una jabera con gran sabor paternero. 40


Ibas por las Cuatro Esquinas vendiendo «jabas», «jabera» Yo me emparejé contigo No me mirastes siquiera sin haberte «dao» motivos.

Don Julio

y la

Hermandad

de la

Soledad

Supongo que desde muy pequeño, su familia lo hizo hermano de la Soledad de Arcos y al llegar aquí se encuentra con la existencia de una cofradía con el mismo titular y fuese por su amistad con el Padre Castro o con Juan Caravaca, pronto empieza a colaborar y engrandecer nuestra Hermandad, de la que fue durante algunos años Hermano Mayor. Eran épocas de estrecheces por lo que había que ingeniárselas para que todo saliese adelante. La Hermandad era pobre; las flores y velas eran un presupuesto muy elevado por lo que se le ocurrió la idea de pedir a cada niño de las escuelas una rosa, una cala o un duro. Con lo recaudado compró flores de plástico. Hoy algo impensable pero entonces era el último grito. En cuanto a las velas se sustituyeron por unas varas de madera, pintadas de blanco que terminaban en una bombilla y estaban conectadas a unas baterías de tractores que iban disimuladas debajo del manto de la Virgen. Esto no hubiese sido posible sin la colaboración de Juan Caravaca y algún que otro carpintero, que bien pudiese ser Antonio Cebada. El caso era que la procesión saliese a la calle, salvando todo tipo de imponderables pero el Jueves y Viernes Santo la Soledad salía a visitar nuestras calles y recibir las saetas de los cantaores paterneros. En agradecimiento, su buen amigo Juan escribió esta saeta: Virgen de la Soledad ¿Quien es tu hermano Mayor que tan bonita te pone «pa» sacarte en procesión?

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Vida Cotidiana Al llegar a Paterna comienza con una vida muy ordenada, es joven y sin compromisos, así que se levanta temprano y empieza sus clases, sube a comer a la pensión, toma uno de sus múltiples cafés, juega alguna partida de dominó, discute de fútbol con los parroquianos (era hincha acérrimo del Athetic de Bilbao). Aunque solían traerle el almuerzo a casa, la cena la hacía en el Bar Villanueva de la calle Real y allí conversa con el Padre Castro, don Salvador, el médico, Domingo Álvarez y alguno más. Allí acudía yo a llevarle la correspondencia y lo encontraba en animada conversación con sus contertulios. Alguna tarde de domingo solía pasear con doña Pepita, compañera de profesión a la que le unía una relación de la que sólo ellos sabrían de su contenido y profundidad. Esa relación acaba cuando ella se traslada a la capital. Como anécdota personal puedo decir que con él vi mi primer partido de Primera División y ocurrió más o menos así: una noche al entregarle la correspondencia me dice que si me gustaría ir a Sevilla, yo le dije que sí pero que tenía que pedirle permiso a mi padre. Él me contestó que no me preocupase por eso que ya eso estaba hablado, así que me marché de allí loco de contento. Llegó el día y en una furgoneta, creo que de Ignacio Colón nos fuimos a Sevilla un grupo de siete u ocho personas, todas menos yo mayores y amigos de Don Julio. Era la primera vez que iba a una gran ciudad, dimos un paseo por el centro, comimos y de allí a Nervión. Vimos el partido en banco de pista muy cerca de la portería y pude ver de cerca al gran Iribar. En aquel partido el Bilbao salió victorioso con lo que la alegría de don Julio fue inmensa.Regresamos al centro de Sevilla y en la calle Sierpes (cada vez que pasó por allí lo recuerdo) tomamos una merienda en La Campana, allí se separó de nosotros, saludó y estuvo hablando con otras personas. Volvimos a Paterna tarde, unos más contentos que otros. Don Julio y yo, aunque por motivos diferentes, en el grupo de los contentos.

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Con la muerte de su madre, espacia más la frecuencia con la que visita Arcos. Se queda en Paterna los veranos, con la excusa de sus clases, sus hermanas Joaquina y Aurelia siguen preocupandose por él, y son ellas ahora las que lo visitan con frecuencia. Están preocupadas por la salud de su hermano. Las circunstancias, con algún desamor por medio, hacen que se deprima y entre en una etapa de autodestrucción. No se alimenta, toma un café tras otro y optalidón, pastillas que toma a puñados. Se pasa las horas muertas sentado en el bar de La Parada, casi siempre solo. Yo estaba trabajando fuera y cuando venía me sentaba con él pero ya no es el mismo don Julio que vino a Paterna, así que en algún momento de lucidez, hace caso a su familia y se marcha a su casa de Arcos. Al igual que ocurrió con su obra en vida, ahora la estancia de Julio Mariscal en Paterna se ha olvidado u ocultado, por eso debemos reivindicar que aunque naciese en Arcos, entre nosotros escribió y publicó algunas de sus mejores obras: Tierra y Tierra de secanos. Él se sentía querido, admirado por los paterneros y orgulloso de vivir en nuestra villa. En la solapa de sus libros comenta que vivía en Paterna. Ha pasado diez años en este pueblo y su espíritu quedó aquí en el recuerdo y admiración de todos los que lo conocimos, quisimos y admiramos.

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[CIPRÉS] A Felipe Sordo Lamadrid

AQUÍ, donde los hombres se han tendido para olvidarse dentro de su muerte, tú sigues vertical, sin ofrecerte, limpio y sonoro al último latido. ¿Qué manos que ya fueron se han unido en tierra cruda para sostenerte? ¿Qué talle de otro abril vino a traerte ejemplo en las cenizas de su olvido? Bocas sin risa, senos, cabelleras, se mezclan en tu sangre, envenenada por el terrible empeño de la altura. ¡Qué loco derrochar de primaveras en el tapete verde de la nada para que se cumpliera tu hermosura!

©

Andrés Carmona


Pedro Luis Cabrales

ERAN TIEMPOS DE JU LIO MARISCAL

-¡Hilo verde! -¡Más palante! -¡Hilo verde! -¡Mas palante! La plaza era de piedra. Mil caminos de polvo redime un campanario. ¡Así fue siempre!. Las palomas buscaban el Sur y el Sur no era. La calle Real, levantaba carámbanos de amor, enardecía la sangre, clavaba el sentido de un mañana cuajado de esperanzas y, aún sin esperar, nos sentíamos inmersos en un asfalto repleto de ilusiones. En Madrid, mientras tanto, fusilaban a Grimau. ¿Y qué hacer?¿Qué podíamos hacer?¿Qué sabíamos nosotros de rosarios de muertos, de exilios carcelarios,…? Oriente era una plaza con las manos alzadas y Europa la Sodoma enemiga de España. No hay que llorar, muchachas. No hay que llorarlo. El está tendido, eternamente horizontal, sin brazos para citas o altos trigos, sin corazón donde guardar promesas. El está aquí,pero las amapolas le siguen aguardando en los trigales. «José Dolores» [CORRAL DE MUERTOS] Julio Mariscal

-¡Manué!, deja eso y dile a tu hijo que vaya por er Pan. -¡Luisito! -Yo no voy. Sin ninero no voy que la señá María me pide er ninero y si no, no hay pan. -¡Hilo verde! -¡Más palante! -¡Hilo verde! -¡Más palante! 45


Mañana todo ira mejor, decíamos a coro, mientras, breves, pasaban nuestros hombres a cuestas con la tarde. Todo irá mejor… ¡Qué cosas ¡Ya ves, por el levante siguen corriendo las mismas amapolas y por los caminos idénticas flores amarillas. -Manuela Dia, una perra gorda de altramuces y una manzana colorá con caramelo. Las diez y media… Un recital de grillos, a media luz los besos,… De vez en cuando enfilo la calle sin romper los silencios. De vez en cuando detengo mis pasos y vuelvo la vista tras. ¡Atrás! En aquella esquina -me digo- vivía juan León. ¿Juan León? -me pregunto. Sí, hombre, aquel que tenía un caballo blanco y vendía cuarterones de los de contrabando. Juan León ya no está. Se lo llevó la tarde en un vuelo de veleta, como a tantos. ¡Quién pudiera ser veleta y huir y bucear, con la tarde, los caminos y respirar fuerte para sentirme vivo; quien pudiera tomar la maleta, comprar un billete de tren al infinito y exilar cada gota de ser en los raíles. ¡Quién pudiera…! Se equivocaba el aire Tomando por almendro los olivos. Era un abril de nubes perezosas o un septiembre barroco de promesas. Palpitaba el deseo como un pájaro cautivo entre las manos,¡oh que aleve de alameda,núbil casi, por las tardes abiertas al recuerdo! Ni el molino alcanzaba Si mordia en sus dientes trigo joven Una estación y otra en los graneros. O era el oscuro trigo que se olvida Una estación y otra en los graneros. Pero yo sí sabía que era otoño: Suave otoño rico de lagares Porque mi corazón lo adivinaba En el aceite de tu voz tranquila. «Se equivocaba el aire»[PASAN HOMBRES OSCUROS] Julio Mariscal

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-Don Manué, que dice mi agüelo que yo no me visto de soldao chico. Po eso, que mi agüelo dice que lo de í a la «crú los caíos» vale, pero vestío de normá. No. Así no. No rompáis los silencios. «Prietas las filas, recias, marciales, nuestras escuadras van…». No habían sonado, aún, las horas de las confidencias. Nos aferrábamos a la piel como una hoja otoñal a las esquinas. Estábamos aprendiendo a morir poquito a poco, sin querer darnos cuenta apenas, sin levantar la voz para decir: me muero,o,nos van matando,o,… No sabíamos aun de este vivir en un «¡Apunten. Fuego!» permanente. Lo nuestro era la piola,el pañolito,y el... -¡Hilo verde! -¡Más palante! -¡Hilo verde! ¡Mas palante! -Luisito, Luisito, hijo, ve a tu agüela y le pides un duro pa tabaco. -Volando, upá……¡Agüelaaaa!¡Agüela¡……… Atardeceres azules y manos abiertas al poleo y al esparto. Y nuestras gentes compartiendo los largos susurros del desierto, ese volver sin nada cada día, más vacíos aún, si cabe, que cuando enfilaron los caminos en plena madrugada. Manuel, el viejo, me decía que había que poblar las entrañas del SUR con hombres nuevos, hombres que unieran su libertad a la libertad de las alondras en los horizontes claros de todas las veletas. Nosotros debíamos ser esos «hombres nuevos». A él, a Manuel, solo le quedaba un agosto cargado de terrazas, sin una mala botella que llevarse al labio. Aún le recuerdo hablando de la belleza de encaje andalusí de nuestras mezquitas, del azul-plata de nuestros horizontes,... Pero nuestras gentes no tenían más horizonte que uno de polvo en cada madrugada, cuando incluso les amargaban los almendros, cuando no tenían, ni tan siquiera, una brizna de aire para sus monturas, un pañuelo con el que secar el llanto. Solo los mu sabios saben de nuestro dolor impensable -me decía-el viejo Manuel -filosofando-.

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Así es como te quiero. Así, Dios mio: con el dogal de «Hombre» a la garganta. Hombre que parte el pan y suda y canta y va y viene a los álamos y al río. Hombre de carne y hueso para el frio guiñol que nos combate y nos quebranta. Arcilla de una vez para la planta y el látigo del viento y del rocío. Así, Señor. Así es como te espero: vencido por el fuerte,acorralado, cara al hombre y al mundo que te hiere. Carne para los perros del tempero, piedra en que tropezar, luz y pecado: hombre que solo nace y solo muere. «Ecce-Homo» [QUINTA PALABRA] Julio Mariscal

Pobre Al-andalus. Con su jardinero se fueron las flores y las que quedaron las mató la nostalgia. Teníamos ganas de morder la luna, destrozarnos los dientes en todas las esquinas. Y así, de esa manera, acariciando la cal de las paredes, embriagados de dama de noche y yerbabuena nos fuimos dejando la piel, poquito a poco, haciendo imposible regresarnos. Y un día nos dimos cuenta que nos habían roto, de golpe, todas las tinajas y que antes nos habían cegado las acequias ¿Y ahora cómo recuperar nuestros ojos profundos de mirar tan adentro? ¿Cómo talar los almendros amargos y limpiar la viruta del sexo sagrado de las flores? -D.Manué,D.Manué.¿Cómo he de levantar la mano?¿Así de ésta manera? -¡Hilo verde! -¡Más palante! -¡Hilo verde! ¡Más palante! -Cabralito,Cabralito,…Anda hijo ve por un café a la Venta y un paquete de 46. -Don Julio ¿hoy no le traigo el bicarbonato?

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-No, aún queda. Aún queda. Y daté prisa que hoy vamos a leer algunos poemas de la revista Platero. Don Julio… Era como un junco a merced del viento. Parecía caer de un momento a otro, tropezar con los pupitres, desvanecerse,… en una eterna borrachera sin bebidas. Ponía sus manos sobre la mesa llena de papeles y libros, suspiraba hondo y decía: -¿En qué asignatura estamos? Y todos a coro: -En geografía. -¿Y qué lección traemos, hoy? -Rusia, Don Julio, gritábamos unos cuantos. Y se encendía: «¿Otra vez Rusia?¿Me habéis tomado por tonto o por el mono del cartel?» En la pared, junto a un gran mapa de España, colgaba le enorme foto de un orangután, para recordarnos de donde veníamos y lo que éramos. Y entonces… se comenzaba a quitar, lentamente, el reloj, los anillos,… y nosotros a temblar como hojas de otoño. Se avecinaba tormenta y teníamos todas las papeletas para un terrible naufragio cargado de «hostias» y palmetazos de todos los colores. Me decía mi madre: «Ahora los libros que después tendrás tiempo. Ahora los libros». Y yo guardaba el corazón sin estrenar,ileso por teoremas y batallas. Las tres,las cuatro y a las cinco en punto la merienda:su leche con galletas. Mis hermanos mayores perdiéndose en sus cosas y el cartero de azul galoneado. Pero a las seis cruzabas tú, el crepúsculo te traía de la mano y ya Pitágoras se empolvaba en mi olvido, y ya las rosas clavadas en la pagina y el rio como un lejano muerto crisantemo.

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Eran las seis,cuando las nostalgias, cuando el andar primero de las sombras, y tu cruzabas y contigo el mundo que mi madre quería para luego, pero que yo llevaba entre los ojos «Me decía mi madre»[POEMAS A SOLEDAD] Julio Mariscal

«El tiempo es una yunta irremediable, un volver a empezar cada mañana…» ¿Y ahora qué? Atardeceres azules y manos abiertas al poleo y al esparto -lo de siempre-. Y lo que creímos ser… hundido en el fondo de los miedos. ¿Dónde ubicaremos las pisadas? ¿Quién calmará la sed de las espigas? Han matado al hombre nuevo, al de un mañana mejor. Ya no hay mañana. Arrastramos los pies bajo un sol descompuesto. Hace falta estar ciego para no ver, ahora, el muro de imposibles espantando el mañana. Somos las hojas difuntas de todos los otoños, los siempre eternos de alpargatas que alimentan la tierra con su polvo sencillo, ganándose el derecho a tener una tumba, donde una mano amiga grabe nuestros nombres. Y me digo: hay que huir, precipitadamente, de los lechos, hay que gritar, cual tempestad oculta, dejar de rezar por el agua de junio, por el jornal diario de sangre, por el hijo que viene, por el dios de todas las capillas…, porque los rezos secan las gargantas y hacen imposible el grito. Y es que… las mariposas siguen teniendo dueños, y las alondras beben en las acequias defecadas. Así estamos, bajo la misma luna de nostalgia, rodando por los fangos como las lágrimas ruedan por los surcos ajenos, como equinos sin ojos eternos de norias, como calendarios incompletos a los que alguien -no se quién- hubiese arrancado un manojo de hojas para que jamás sepamos el tiempo que nos queda. Hoy también, el sudor y la sangre, tienen sabor a espliego y a romero, a poleo, a tomillo y a azahares. Es nuestro sino: saber de lunas y de soles, navegar los silencios, escupir la viruta amarga de la desesperanza, como se escupe la colilla pegada al labio. Así es todo, un murmullo de gritos apagaos y un enjambre de perros llorando en las esquinas.

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¡Quien tuviera, «Libertaria»,corazón de cuchillo y cortar una a una las cuerdas del lamento. Al final, se van tornando de cera las alondras, del sol a sol, de campanario a rio. Juguemos por esta noche al hilo verde, por esta noche en que el llanto dormita en las ramas de un olivo. ¡Qué lejano ya todo! La mesa para dos de aquel café de pueblo, la calle con un tierno rocio de lluvia en las aceras, las cinco en el reloj de la iglesia en penumbra, la vieja de los dulces, el aguador, las niñas con su eterno mambrú de ausencias y batallas… Qué lejano, amor mío, y qué cerca tus manos, ya brisa, espuma, luna, canción y puerta de colegio; tus manos, qué cercanas, te decía, entre mis manos locas, cuando ya el corazón ha deshojado la postrer margarita de esperanza en el «si,no» del tiempo. «Que lejano ya todo»[POEMAS DE AUSENCIA] Julio Mariscal

-¡Hilo verde!¡Más palante! -¡Hilo verde!¡Más palante! Silencio.Un niño de metal oscuro -fuego y sangre- restalla mi cabeza, yotro niño -alegría- de marfiles me pone la cordura entre los dedos. Los ríos de la noche tienen juncos, medusas de deseo, yedras, lodo, para asirte mi niño de silencios, para hecerte de carne entre sus ondas.

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Pero la noche juega un vino espeso en paladáres huérfanos de estrellas, una expectante valla de silencio para que no se escape ese otro niño. Y tengo,niño mio,que perderte, que dejarte clavado en este grito y hacer de carne,de verdad,de gracia, ese otro niño que mi sangre escupe, que mi sangre asesina a cada paso «Silencio» [TIERRA] Julio Mariscal -Dios… qué lejos llevaron la sal de las salinas qué lejos las venas caudalosas de los ríos qué lejos la profunda esperanza de los cuerpos qué lejos el vuelo infinito del hombre y la paloma qué lejos los altos pedestales de los ojos. Qué lejos quedó todo. Cuántos muertos-metros de distancia... [Pedro Luis Cabrales] -Hilo verde¡¡Mas palante!¡Hilo verde!¡Mas palante!.. Da el sol de la media tarde en los oscuros tejaos. Gritan,jugando los niños, mientras llaman al rosario las campanas de la torre de un vetusto campanario. Olor a espliego y romero trae un suave viento del campo. Mugen las vacas que entran lentamente en los establos mientras se escucha a lo lejos el tintineo de un rebaño. Despacio,los jornaleros regresan de sus trabajos. Caminando soñolientos con los pitillos en los labios y los sueños en las espaldas y la esperanza en «lo alto».

Son hombres de Andalucía los que regresan del llanto De tanto gritar son mudos de tanto penar borrachos Y el amo preña los trigos pa que den luz a otros amos Los surcos,sudor y sangre a los cielos están clamando Y mi voz,canto y poema con ellos están gritando ¡Que hay que gritar,compañeros, la verdad de nuestros pagos. Y el sol se camufla en sombras en los caducos tejaos. [Pedro Luis Cabrales]

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Breve SELECCIÓN de poem a s


CORRAL DE MUERTOS (1953) JOSÉ

A Guillermo Servando

¡GRITA! ¡Gritan tan fuerte que se derrumbe ese montón de olvido! ¡Que se haga torre o río de pie por tus pregones!

¡Vengo a las doce con el bárbaro sol de los secanos! ¡Que tu relumbre vista con oro de Lucena estos colores sosos de la muerte! Pero es inútil ya, José. Tu grito se ha doblado en el aire como un enorme sauce de silencio. Y tus velones... ¡Dios mío! tus velones andarán por los cielos estivales, ―tienen que andar, José, por esos cielos― sosteniendo estrellones como puños.

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FOSA COMÚN

A Blas de Otero

ESTOY sobre vosotros los baldíos, fosa común, desván del pudridero, olvido sobre olvido. Sobre vosotros los sin cruces, los sin esa campanilla loca del recuerdo. Los más muertos de todos. Estoy sobre vosotros, tierra otra vez, barbecho sin un cardo ni un lirio, sin un «esposo» o «madre» que os ampare. Sobre vosotros digo, pisando vuestros huesos, vuestros sueños, vuestras ansias calientes todavía aferradas a un junco o un arado. Y aquí sobre vosotros mientras me florece esta almáciga de olvidos, os digo que quizás vuestro silencio me clame con más fuerza, me grite más enorme que el mármol y el puñado de alhelíes.

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PASAN HOMBRES OSCUROS (1955) I TE nombro fuente, atardecer, locura, jazmín, recuerdo, corazón o estrella; y no encuentro palabra que te alcance, elemental y mía como eres. Digo entonces mañana, selva, espuela, horizonte o nostalgia, río, espuma; y aún no me llegas toda, aún te resbalas de entre mis manos como agua esquiva. Y sigo loco: rosa, niña, aurora, lumbre... ¡Qué vanas todas las palabras, todas!, y tengo entonces que apretar los labios y miniar tu figura de silencios.

XX PASAN hombres oscuros con su miseria a cuestas, son los abandonados, los proscritos del sueño, hombres con horizontes de monedas y olivos que no alcanzan la tierna perfección de la rosa.

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Es inútil gritar les: aquí tienes el oro, en este cielo puro millonario de estrellas, ven a saciar tus manos en los lentos crepúsculos a coronar tus ansias de brisas y recuerdos. Es inútil gritarles porque seguirán siempre disputándole céntimos al alba o a la nube, calculando los acres de cada sementera aunque el surco delire florecido de alondras. Pero tú y yo sabemos, Soledad, de ese niño cuyo llanto levísimo colma la madrugada, y que este andar soñando por caminos de luna es algo más que el tópico de un siglo amortajado. Deja que ellos prosigan con su lastre en el alma cautivos en el debe y haber de las fanegas, ligeros de equipaje, aquí estamos nosotros bebiéndonos el mundo con nuestras ilusiones.

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POEMAS DE AUSENCIA (1957) III PONDRÉ mis ilusiones a la puerta de este sol de domingo. Me iré vistiendo el corazón de rosas para muchachas nuevas como el agridulzor del primer beso. Ya otra vez yo: ¡Miradme! la risa abierta, la palabra torpe, y las manos colmadas de canciones de abril, guiños, estrellas... Pero en lo hondo, aquí; para nosotros solos: Esta espina, Dios mío... Estas espinas...

V La tarde aquí, doblada sobre un ala, densa ya por los plomos del crepúsculo; y mis ojos, tan tuyos, locos de espiga a flor, de campanario a río, como dos negros cuervos, acechando la menuda paloma de tus pasos.

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QUINTA PALABRA (1958) FILIACIÓN A José María Pemán

NOMBRE: Jesús. El hijo de María. Nació en Belén. Oficio: carpintero. Treinta años puliéndose el madero para tres lentas horas de agonía. Jerusalén... Betsaida... La alegría de un loco Tiberiades... El sendero de la casa de Marta... El hormiguero de «hosannas» por su frente todavía... Jesús de Nazaret; Cristo Prendido: tres años de cosechas y nublados dándose en su palabra iluminada. Cristo muerto en la Cruz; escarnecido: una esponja con hiel, unos soldados y una Mujer que llora desolada.

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TIERRA DE SECANOS (1962) LA TIERRA LA tierra elemental, partida, sola, cansada de parir, de acomodarse con duros agujeros, con cansinos arados; la tierra horizontal, hembra y desnuda para el afán del buey y la pisada; la pobrecita tierra de estameña con cilicios de agostos y aceituna. Cruza la tarde el agua viajera del río violador de naranjales, el perro perdiguero; lento, el carro; las cuadradas pezuñas de las vacas... Hay un nogal achaparrado, un vivo cabrillear de fuente entre las peñas; todo se agita y viene y va, y se pierde en el claro horizonte de un deseo. Pero la tierra no. La tierra tiene ese destino de achatarse siempre, de ser espalda, yunque de galopes, surco para el maíz y la saliva.

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TIERRA (1965) XVIII TENGO que desterrarte de mi voz, a tí que eres voz para mi canción, mi voz en vilo. Que vallarte el camino de mis brazos, a tí que vas llegándome por todos los caminos de la sangre. Tengo que echarme arena entre los ojos para hacerte de sombra a tí que eres mi tarde de domingo. Tengo, amor mío, mucho más que esto: tengo que enarbolar mi cobardía y amontonar tu nombre y hacerme espina entre las otras lenguas, y decir... ¡Qué se yo!... Pero en el fondo, en el trasmundo de mi voz que muerde tu carne mía, de mis manos, mía, tú sabes que te guardo mi corazón como una hogaza, como una manzana, para que tus dientes muerdan el más abril de mis pecados.

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ÚLTIMO DÍA (1971) EL JORNALERO NO extrañaba la tierra. Estaba hecho al trajín de las hoces o el arado. Y ella también me conocía y era rumbosa y tierna y daba, de vez en cuando, un alto jaramago, una amapola o una rosa altiva. Al fin y al cabo era mejor que estarse quitándose la gorra a cada paso, atándose la rabia en vilo hacia la tremenda injusticia del cacique, clavarse el chaparrón o la sequía en los ojos y escupir, amargo, unos besos que el hambre marchitaba. Yo estaba a gusto, de verdad, con ese pegujal de seis palmos, mi parcela de olvidos y gusanos, que, despacio, me iban quitando lo que al sol me estaban quitando de una vez voces doradas. Pero sonó el Clarín y otra vez estos callos en la esperanza y en las manos, y otra vez el remiendo y la alpargata, y otra vez... Pero no, Tú eres el Amo, yo gañán de tus altas heredades, segador de tus mieses, yo, boyero, el último, Señor, de tus carretas.

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Yo para Ti, seguro, entero, firme, con mis sopas de ajo, mi aguarina, con mi sino del perro del tempero ladrándole a un abril que nunca llega y que esta vez... Señor, ¿habrá llegado?

CORRAL DE MUERTOS (1972) CURRO ARILLO

A Manuel Montero Sáenz

PARA este surco sí que no hay simiente ni aguaceros de marzo. Tú no serás espiga aunque junio te tire de la sangre. No volverás a erguirte aunque el geranio de la reja clame por la luna redonda de tu ausencia. Pero diciembre pone su estrella en la besana, y, aunque sé que es inútil, que tu mano no ha de volver por yuntas y manceras, vengo a decirte: «Curro, los mulos piden gañanes. Alza tu voz, engancha el arado y ahonda bien el surco, que el año es seco y el manzano tiene...». ¿Y qué te importa ya el arado, dime? ¿Es que te importa algo que el trigo salga a veinte o que no salga, a ti, sombra, recuerdo, llanto de unos ojos que, acaso, ya ni lloren?

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POEMAS A SOLEDAD (1975) VI SE te hacía la voz un gusanillo de luz, apenas un esbozo, un verbo presentido. Apenas un brillo de agua fina, una violeta o un pecado breve. Pero qué enorme grito en mis oídos, qué vendaval de acordes en mi sangre, qué galera turquesa para, remero, mi corazón loco bogando hacia tu Génova dorada. XIII ESTE amor de nosotros nos seguirá los pasos, aunque no lo queramos buscará las esquinas. Pondrá un cepo en las tardes con lluvia de septiembre, hará trizas los cuatro puntos de las veletas. Porque lo nuestro es algo más que una madrugada unidos en el hondo carrusel del deseo, mucho más que unos besos, mucho más que ajustar el brazo y medir la cintura con el carbón y el negro de los sietes arreboles pudiéndose la sangre. Y echaremos a andar por el nunca encontrarnos, probaremos a estarnos contra nosotros mismos, pero no habrá remedio que un grito o una lágrima unirá nuestros pasos más cuanto más distantes, nos hará más del otro mientras más nos separe.

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TRÉBOL DE CUATRO HOJAS (1976) ESPERANZA LA sangre se amontona en mi costado, brinca mayo latiéndome en las sienes, hay un oscuro renacer de alas, un ciclón de diamántes por la sangre. ¿Quién ha dicho morir, alzarse siembre a caballo de un último deseo; la dalia del recuerdo se hace luna para esta noche de tizón y sombras. Aquí mis treinta años como un roble desafiando al girasol del tiempo alerta de otra sangre, de otros besos que son amor aunque ceniza sean.

AÚN ES HOY (1980) SOMBRA

VOY recorriendo calles con mi sombra delante de los ojos; no es posible que esta sombra me huela ya a difunto a cuatro cirios y un adios rotundo. Voy tras mi sombra que se agita, tiembla un instante después de yo agitarme y me pregunto entonces: ¿es posible que este nada de tiempo entre mi sombra y mi sentir sea espectro de la muerte el último peldaño que aún me queda? [4-3-74]

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JULIO MARISCAL MONTES (1922-1977) FUE UN POETA DE ARCOS PERTENECIENTE A LA GENERACIÓN DEL 50. ADEMÁS DE POETA, TAMBIÉN ERA MAESTRO Y EN NUESTRO PUEBLO EJERCIÓ LA DOCENCIA DEL AÑO 1957 AL 1967 ESTABLECIENDO VÍNCULOS PERSONALES Y DEJANDO HUELLA EN EL ÁMBITO DE LA EDUCACIÓN, DE LA SEMANA SANTA, DEL FLAMENCO Y DE LA CULTURA EN GENERAL. DE MANERA RECÍPROCA, ENCUENTRA EN PATERNA UNAS RAICES FLAMENCAS AUTÓCTONAS Y EL AMBIENTE CLAROSCURO DE UN PEQUEÑO PUEBLO DE LA POSGUERRA ESPAÑOLA, QUE PLASMARÁ EN LIBROS COMO TIERRA Y TIERRA DE SECANOS. DESDE 2015 NUESTRA ASOCIACIÓN VIENE REALIZANDO UNA SERIE DE ACTIVIDADES DESTINADAS A RECUPERAR LA MEMORIA DE ESTE POETA EN NUESTRO PUEBLO. ESTE AÑO, PATERNA LE HA DEDICADO SU SEMANA CULTURAL, CON DIFERENTES ACTIVIDADES: UN TERTULIA CON EL CLUB DE LETRAS DE LA UCA Y EL DOCUMENTAL «RECORDANDO A JULIO MARISCAL» REALIZADO POR ANTONIO LOZANO GIL Y DIRIGIDO POR ÉL MISMO Y POR JUAN F. SÁNCHEZ, PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN CULTURAL IMPRESIONES. AGRADECEMOS A TODAS LAS PERSONAS QUE HAN COLABORADO PARA PODER LLEVAR A CABO ESTA REVISTA, ESPECIALMENTE A AURELIO SÁNCHEZ MARISCAL, A PEDRO SEVILLA, Y A BLANCA FLORES POR SU DISPOSICIÓN PERMANENTE.


Impresionan en este número: Aurelio Sánchez Mariscal • Pedro Sevilla • Pepa Caro • José A. Hernández Blanca Flores Cueto • Mª Carmen García Tejera • Rufino García Cote Seráfín Galán Zotano • Pedro Luis Cabrales • Andrés Carmona

Excmo Ayuntamiento de Paterna de Rivera

Asociación Cultural Impresiones


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