Revista individual numero 5

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Número 5. Año 2016







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ensualidad proviene del latín sensualĭtas, -āztis, y quiere decir cualidad de sensual; propensión excesiva a los placeres de los sentidos. Desde mi punto de vista, la sensualidad es una forma de expresarse, un modo de pensar, una forma de ser, de relacionarse, de moverse… La sensualidad trata de curvas, como la grafología, de la que ya hablé anteriormente. Porque las curvas indican afabilidad, flexibilidad, pero también indican diplomacia y seducción, y la seducción, inevitablemente, está relacionada con la sensualidad. Pero esto no trata de seducción, ¿o sí? El caso es que la seducción también se muestra en todas las facetas de nuestra vida, hay personas más proclives a ella que otras y para captarla hay que tener los sentidos bien abiertos. Se encuentra en las miradas sesgadas o directas, en las medias sonrisas o las sonrisas amplias, en la forma de estrechar la mano, en el modo de ponerse la chaqueta… Está en el modo en que una camarera sirve una cerveza, en la actitud de un conductor de autobús cuando saluda a los viajeros, en la forma en la que una profesora enseña a sus alumnos, en el modo en que un joven camina por la calle, en la forma en que esos músicos tocan, en los ademanes con los que aquella presentadora expone las noticias…

Por otro lado, reparo en que la sensualidad y la seducción no pueden distar mucho de la sensibilidad. Y para hablar de sensibilidad no puedo evitar acercarme a los sentidos: cuando la música acaricia con su verdad de piano o su insinuación de saxo… cuando los aromas embriagan con su atrayente perfume de feromonas primaverales… cuando el tacto revela unas yemas supervivientes al desgaste del tiempo, una sorpresa atemperada por sedosa tranquilidad… cuando la voz del poema aún conmueve y las palabras hilan ideas despersonificadas… cuando el arte entra por el corazón y descompone el organismo en una explosión de sensaciones; cuando desangran las heridas del pintor, desandamos sus vivencias y lloramos por sus ojos al comprenderlo todo… Los sentidos se acentúan al estilo superhéroe: empezamos a ver lo que está en todas partes, su esencia, más allá de lo físico y de toda apariencia. Como cuando una gota de lluvia cae a través de las pestañas, se mantiene un instante enturbiando la vista…y regala una nueva perspectiva. Percibimos aromas pero no son tan sólo eso, como Jean-Baptiste Grenouille (El Perfume), captamos su esencia primigenia, desgranando cada ápice de olor para saber con exactitud de dónde proviene. Donde otros oyen ruidos, nosotros escuchamos notas, acor-

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des, melodías que armonizan los días, que acompañan las semanas y nos inspiran para escribir la mejor literatura que jamás hicimos. Donde otros devoran y tragan con ansiosa adicción, nosotros perfilamos los platos con devoción: un molusco nos sumerge directamente en la frescura y la sal del mar, una verdura nos traslada al mundo rural, verde, terrenal. Y qué decir de pasar los dedos por la arena tibia de una playa, tocar la nieve recién cuajada hasta que las manos duelan, sentir la piel suave y caliente de otro ser humano y hacerle cosquillas con dedos de pluma, acariciar el pelo del gato más suave del mundo y volar, flotar, levitar, fluir…

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Técnicamente, sensibilidad es la facultad de sentir, propia de los seres animados; sentir, es experimentar sensaciones producidas por causas externas o internas; sensación, es la impresión que percibe un ser vivo cuando uno de sus órganos receptores es estimulado. Inicialmente, sensualidad nos refería a los sentidos y a la cualidad de sensual. Podría tratarse del siguiente cóctel: una buena copa de música, una brizna de inspiración, unas gotas de belleza, un maridaje de atracción y una pizca de sexualidad. Así es como las seductoras y sensuales curvas cierran el círculo y con naturalidad etimológica nos enseñan que la sensualidad también es una forma de vida.

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ace unos años conocí a un hombre de estatura baja, pelo canoso y de mediana edad (que no aparentaba). Cuando, trascurrido un año, la confianza entre nosotros creció, me reveló la naturaleza de su ocupación: trabajaba para la empresa inglesa «Associated Security Solutions» (ASS), en su sede londinense, una de las mayores en el sector de la seguridad y cajas fuertes a nivel internacional. Anteriormente había trabajado en Canadá, atendiendo a empresas petroleras y grandes cadenas de comida rápida, colaborando con la policía nacional en su país natal, instituciones nacionales y varias entidades bancarias, entre otras. Cuando hace dos años llegó a Inglaterra por casualidad, en la prensa de Bolton, Manchester, ya le precedían artículos que hablaban de él y su destreza (http://www.theboltonnews.co.uk. http://www. blitz.bg/article/400). De modo que en su segundo mes de estancia ya contaba con un puesto en la ASS. Su trabajo consistía en montaje, mantenimiento y reparación de cajas fuertes y sus innovadoras cerraduras electrónicas (o digitales) como «La Gard», «M-look», «Kaba – 525, 528», «Insist», etc. Éstas se vendían (y se siguen vendiendo) como revolución en la seguridad y reemplazaban a las antiguas mecánicas. Entre sus clientes actuales también figu-

ran desde empresas pequeñas a nivel nacional hasta entidades bancarias internacionales, incluida una española. Pronto me di cuenta de que era un maniático ensimismado en su trabajo y se lo tomaba realmente en serio, como no podía ser de otra manera, debido a la naturaleza del sector. Pero la historia de la digitalización no le llegaba a convencer y, una vez dentro de la empresa ASS, aumentaron sus dudas respecto a la seguridad que éstas «ofrecían» al cliente. Por su cuenta comenzó a buscar en ellas posibles defectos y después de innumerables pruebas y horas dedicadas, los encontró. Las prodigiosas cerraduras cedían con gran facilidad de un modo tan sencillo, que él mismo creyó imposible que fuera tan fácil. Su método consistía en pulverizar un poco de agua salada a través del orificio de los cables del teclado desde el cual se introducía el código de desbloqueo. Después de conectar la alimentación de una batería externa, la cerradura «olvidaba» que era necesario un código y se abría. Si la cerradura estaba mejor montada de manera inaccesible para la pulverización directa, el método era igual de eficaz. Sólo había que inyectar el agua en forma de vapor con una mini-vaporeta y el efecto era el mismo. Incluso si se cambiaba el agua salada por mostaza, ¡también se abrían! Las cerraduras no sólo

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http://www.theboltonnews.co.uk. y http://www.blitz.bg/article/400

se podrían burlar, sino, una vez abiertas, no mostraban signos de haber sido manipuladas, es decir: nadie podría percatarse de lo ocurrido*. Esto hizo que se planteara la pregunta: ¿Qué supondría su descubrimiento en manos equivocadas? Se alarmó y fue a avisar directamente a los fabricantes en Suiza. Quedó sorprendido cuando los de «Kaba» no le creyeron, dando por imposible que sus ingenieros hubieran pasado por alto algo así. No obstante, le enviaron a casa seis de los últimos modelos de cerraduras lanzados en el mercado, sin abrir, para que él les hiciera una demostración. Y así lo hizo. Entonces los suizos, sopesando la situación, le invitaron a Wetzikon en su sede central, cubriendo los gastos del viaje. Al final de su encuentro

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le «aconsejaron» que era mejor para todos que su descubrimiento no se hiciera público. El mismo consejo recibió de todos los del sector que conocieron la verdad sobre la cerradura electrónica. ¡Y cómo no! No se trataba sólo de un simple error científico, sino que además el producto circulaba en el mercado y no era posible su retirada sin consecuencias. Si todo saliera a la luz, las pérdidas serian millonarias y no sólo se verían afectados los clientes, también las compañías aseguradoras. Una historia digna de película que haría rico a quien la filmase. Hoy por hoy, las cerraduras se siguen vendiendo como seguras y el protagonista de esta historia ya está cansado de todo. Su nombre es Dimcho Lazarov y es búlgaro.

*https://bivol.bg/българин/откри/огромен/пробив/в/сигур.html

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oy celiaca. Hace cuatro meses me diagnosticaron celiaquía. Me encanta la palabra: celiaca. La utilizo siempre que puedo, y es que me lo ponen a huevo: -¿No puedes tomar pan? –No, soy celiaca. –¿Y cerveza tampoco? –No, soy celiaca. –¿Nacionalidad? –Celiaca…, bueno esto es ya una excentricidad mía y es que me gusta tanto decir: celiaca, celiaca, celiaca… ¿Además se imaginan un país de celiacos? No, ¿verdad?, pues yo sí. Aunque no estamos tan ignorantes del tema como hace unos 15 años (cuando una amiga, pelirroja, como yo, en un restaurante se le ocurrió preguntar si aquello que iba a ingerir tenía gluten y el camarero/gañán le inquirió que no tenía por qué decirle de qué estaba hecho aquello, porque si ella era celiaca, él era de burgos), sí que sabrán que la cifra de celiacos en el mundo se multiplica cada año en progresión geométrica. La cifra, día a día, es más alarmante y como me dijo mi pediatra (sí, voy al pediatra, me siento niña todavía): -Nosotros, el personal sanitario, somos los primeros, que desconocemos casi todo de la celiaquía. En mi frenesí, casi lascivo de saber cada día más y, sobre todo, por mi afán de retener lo sabido (es que ya ni la orina, ¿eh?), además de hacerme un buen acopio de la información imprescindible y suficiente para saber qué

alimentos tendría que tomar y qué medidas tendría que adoptar a la hora de hacer la compra; también, con sibilinas palabras, conducía a mis interlocutores al tema de la celiaquía. Cuan vampiro, ¡necesitaba puntos de vista, información, saber, saber! Hasta que llegaron a mis orejas, las palabras que dan más fe: las de mi amiga Bea, la notaria: -Las harinas son muy malas, pero que muy malas.- Esto me decía a la vez que depositaba en mis manos un libro: “Cerebro de pan”. Gracias a él, ella llevaba sin comer pan y otras harinas, desde antes de verano. Este libro podría ser clave para que yo recupere mi cerebro o al menos retenga la información que tanto placer me da. (Aún con tan poco retenido, me deleito, cual rumiante, volviendo a rememorar mi exigua sabiduría). Digerir nuestra realidad, una y otra vez, con los brotes verdes de nuestra inquietante economía, no es fácil, por ello os emplazo a rumiar todo aquello que por el contrario os fue tan fácil instalar en vuestro cerebro. ¿Por qué casi todos los alimentos que nos rodean llevan harinas? Aun así, algo que al principio me pareció divertido, dejó de serlo, cuando empecé a pensar en estas cosas. Pero bueno, al grano, pero no a un grano cualquiera sino a aquel que al batir sus varas el viento, salía despedido conquistando campos lejanos; aquel que aún no había

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sido tocado genéticamente, nada pesado y cabezón, sino liviano y caprichosamente remolón. Ese que nuestros ancestros recogieron del suelo cansado de ser mecido por el aire, haciendo las delicias de aquellos otros que se atrevían a molerlo y acercarlo al fuego en deliciosa amalgama con agua. Nuestro grano, el de ahora, el que conforma nuestra identidad como primates humanos, no tiene nada que ver con aquel que planeaba nuestros campos. Un grano que es la suerte de espíritus inquietos que quisieron más, configurando la trampa que hoy nos acecha y que ha provocado que nuestra alimentación tenga más que ver con el cebo y el recebo que con la nutrición consciente. Siglos de juegos de agricultor, luego disfrazados de in-

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genios agrónomos han conseguido que ni el pan sea aquel pan y lo que es peor, que los cuerpos estén inflados por el maldito gluten que salpica cualquier preparación culinaria empaquetada con embriagadora melodía de celofán transparente. La ingesta de gluten nos hace cada día más imbéciles. ¿Será esa la clave de la alineación parental con epicentro en el Vaticano, que el Señor Nuestro Dios quiso para nosotros, convirtiéndonos en ese rebaño que nos hace balar al unísono con el simple chasquido de un paquete de bollos al abrirse?

Aviso a humanos inquietos: si queréis comer en un establecimiento sensible a vuestra celiaquía y/o ansias de comer bien, acercaos aquí:

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sí como el miedo atrae como primitiva y morbosa emoción, la atracción da miedo. Y así como lo nuevo atrae con la misma adrenalina temerosa, la novedad también da mucho miedo. Nuestro país vive una situación que no había experimentado en toda la historia de la democracia. Se dan unas circunstancias nuevas, que solamente por el hecho de ser insólitas, asustan. Es en momentos tan decisivos en la historia de una sociedad como la nuestra, en los que muestra su verdadera esencia de charanga y pandereta. Es entonces cuando la gente carcunda (de ideas retrógradas), saca la cabeza de su caparazón de tortuga y comienza a proferir fantochadas de todas las formas y colores. En este país de proporciones relativamente pequeñas pero de ambición y orgullo desmesurados, es absolutamente gratis hablar. Con hablar puede valer realizar sonidos con las cuerdas vocales y emitirlos por el hocico, ya que con tanto cabezabuque, alcornoque, berzotas, palurdo, zoquete, tarugo, cazurro y cebollino, hablar, lo que es hablar, está sobrevalorado. Si alguien piensa por alguna décima de segundo que pretendo ofender a mis congéneres, se equivoca. Lo que ocurre es que me duele, me enfada y me perturba que los seres humanos y en con-

creto, mis paisanos, se expresen con tanta libertad sin reparar en si faltan al respeto, ofenden, invaden el espacio vital del otro, le escupen saliva con sus improperios, le disparan con pistolas de papel entintado o le calumnian con telediarios envenenados. Esa libertad por bandera que les inculcaron desde la infancia, impregnándola de prejuicios hacia determinadas clases sociales, hacia ciertas razas, hacia el sexo opuesto, las posesiones, la defensa del territorio, las apariencias, el qué dirán, el saber estar, la economía… y que se convirtió en la proyección de sus propios miedos y represiones. Qué importa convertirse en un mindundi que emite dislates por boca de otro, como un ventrílocuo de segunda. El autoconvencimiento por sus creencias es tan fuerte, que está seguro de haber llegado él solo a conformar su criterio. Cuán reconfortante es parafrasear lo que dicen las noticias previamente manipuladas y pasadas por el rodillo de la violencia, el odio y la despersonalización. Cuánto mérito tiene el profesor que sin miramientos, con un tono de despiste y de sarcasmo pretende influir en la mentalidad de sus alumnos, con argumentos desgastados y desteñidos. Hagamos una fiesta para celebrar la intolerancia, la intransigencia, el fanatismo y la discri-

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minación e invitemos a todos los calientahielos, los abrazafarolas, los zascandiles, los petimetres; permitamos también que se apunten los comechapas, los giraesquinas, los pecholatas, los esbaratabailes. Ya que estamos, que se unan los mamporreros, los meapilas, las pasmasuegras, los zarrapastrosos, los tontucios y los zurcefrenillos. Tenemos mucho que celebrar todavía, ¡vivan los sectarismos y los extremismos!, qué mejor que decantarse por una única posibilidad y despotricar de todas las demás. Como buen belloto, como genuino botarate. Qué mejor que acallar la voz del conciudadano (el cual siempre estará equivocado), que pisar la cabeza del vecino (que siempre tendrá menos problemas que yo) y

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erigirse orgulloso con la cabeza muy alta. Tienes la razón y nadie te la podrá arrebatar nunca, para eso llevas toda la vida cultivando tu cerebro de cenutrio, so mequetrefe, y llenándote de zopenca sabiduría. ¡Enhorabuena! Ya te has convertido en todo un ovejo. Cada cual que elija si prefiere seguir siendo un lastre para sí mismo y para la sociedad, o se sube al carro de la evolución , la colaboración, el crecimiento personal, el entendimiento, la comprensión, la solidaridad, la empatía y todas esas cosas ideales que están a una decisión de nosotros y con las cuales todos funcionaríamos mucho mejor.

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Estamos destinados a la convivencia desde el momento en el que nacemos y siempre ha sido así. Sin embargo, a pesar del tiempo de práctica, seguimos sin saber cómo hacer de ella lo mejor de nuestra vida. Me voy a abstener de plasmar aquí el significado de la palabra que dicta la RAE, porque la definición es clara. Lo que sigue siendo turbio es el saber convivir de manera fructífera. Un secreto mal guardado es el anhelo de todo el mundo de disfrutar de una buena convivencia con la gente que nos rodea. Entonces se hace raro, ¿cómo es que no entendemos que la buena convivencia depende de la tolerancia y el respeto mutuo, aportándonos los beneficios de la felicidad y la alegría? Así como, que tampoco ayudemos a combatir los factores causantes de la infelicidad humana, como la soledad. ¿Es que nadie lo entiende? Aunque tengo que reconocer que con el mundo que nos rodea de fondo, hasta a mí me resulta un tanto insólito hablar de tolerancia y felicidad. Y es justo donde se nos tuerce el caminito. Por supuesto, existen casos y casos, aunque aumenten los de mala convivencia. Es triste pero es la realidad. ¿Demasiado ensimismados en nosotros mismos como para prestar atención a lo común, aunque resulte esencial para el bienestar propio, por no hablar del general? Ejemplos de ello surgen a diario y en todas partes, vayamos a donde vayamos y tratemos con quien tratemos. Comencemos por lo más cercano a nuestros hogares como son los vecinos y los animales domésticos, la incesante correspondencia comercial, los juegos infantiles en zonas inapropiadas y a deshora. Seguimos, al cruzar la calle, cada día menos coches respetan a los peatones y casi nunca, si detrás del volante se sienta algún energúmeno acostumbrado a que le cedan el paso. ¡Hay que reflexionar, querid@s conductor@s! Pero probablemente el más llamativo sería el ejemplo del transporte público.


Uno se asombra cuando la gente se congrega a la entrada del vagón, obligando a la multitud que viene detrás a abrirse camino a empujones y codazos para no quedarse fuera. Cuando la solución es tan simple como echarse a un lado… No hay que olvidar las colas de espera, sobre todo en instituciones estatales, cuando tras escasas horas de servicio, el funcionario se esfuma junto con otro par de compañer@s para desayunar, fumar, estirar las piernas… O las veces que te hacen volver una y otra vez, porque «faltaba» un papel o un sello, que finalmente resultaba innecesario… Uno se deprime con tantas faltas. Y hablando de ellas, una de las faltas más graves hacia la humanidad es la de los productores de alimentos como el azúcar o las bebidas carbonatadas, tema de otro artículo. Los ejemplos suman y siguen y la lista crece hasta el infinito. Aunque las consecuencias son siempre las mismas: individuos estresados y malhumorados, problemas y discusiones entre colegas en los puestos de trabajo, subidas de tono, etc. Por supuesto, habrá quien llame a su trabajo “entorno familiar”, pero yo no lo conozco. Cuando la solución es tan simple como ponerse en la piel del que espera, del que cruza, del que quiere llegar a su destino, en la piel de los demás… Hablando todo parece más sencillo. Y lo es. Sólo hay que recordar: no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti. La conclusión puede ser sólo una: vivimos y convivimos como consecuencia de nuestro propio comportamiento, ya que las reglas y las costumbres las marcamos e imponemos nosotros. Y recordemos que también somos los que las transmitimos a las generaciones venideras, que son, nada más y nada menos que nuestros propios hijos. A pesar de nuestra genética, ¿es así cómo queremos que sean?



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o light no engorda, la primera impresión es la que queda, quien bien te quiere te hará llorar, querer es poder… A bote pronto se me ocurren éstas, pero el campo de las mentiras que se disfrazan de verdad a fuerza de repetirse, es ancho como el océano. No obstante, seguimos repitiéndolas sin ni siquiera pensarlas, sin darnos cuenta y lo más grave: creyéndolas. Se sabe que lo light, sólo tiene que tener un 30% menos del valor energético que el mismo producto no light. Esto significa que si tengo una panceta con, pongamos, un 70% de grasa, podré llamar light a una panceta con “sólo” un 40% de grasa (si tal cosa existe). Ya me diréis si engorda o no. De igual manera, todos conocemos gente que nos cayó fatal en esa, tan importante y vital primera impresión y que hoy, a veces poco tiempo después, nos parecen personas estupendas y hasta queribles. O al revés, nos parecieron simpáticos y adorables en un primer momento y ahora se nos ponen los vellos como tachuelas, sólo de pensar que tenemos que pasar unos minutos en su compañía. En cuanto al querer, entendido ampliamente, ahí sí que no tenemos ni idea. El amor no tiene nada que ver con el sufrimiento, ni con moldear al otro a tu gusto, ni con la dependencia; entre otras creencias muy extendidas. El amor es respeto abso-

luto al otro, a sus capacidades, a su desarrollo personal, a su proceso. A veces no hay mayor demostración de amor que la del que se va justo en el momento más oportuno, para no estorbar el desarrollo del ser querido, o la del que expulsa de su lado al otro, para que crezca y pruebe sus alas. Sin embargo, tenemos tendencia a liarnos, ¡claro! nadie nos da el manual de instrucciones (aunque lo tuviéramos seguro que no lo leeríamos) por eso, con demasiada frecuencia, confundimos la generosidad con el egoísmo y viceversa. Querer es poder, está sí que es buena. Hay muchas cosas que no sólo vale con quererlas, ni siquiera con trabajar duro para conseguirlas, se necesitan unas condiciones de partida que no siempre se tienen y que nos obligan a rebajar las expectativas. Por mucho que quiera cantar, o bailar o ser astrofísica, si no tengo voz, o sentido del ritmo o capacidad intelectual, posiblemente tendré que conformarme con practicar estas actividades a nivel de afición, pero no podré vivir de ellas por más que quiera. Por el contrario, hay auténticas verdades que se nos disfrazan de mentiras, no sé muy bien por qué. Tal vez sea porque lo obvio no se ve, o porque hay ciertas creencias que favorecen modelos de vida y consumo; quién sabe. Tuve un profesor de dibujo

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geométrico en 1º de BUP, que siempre que le pedíamos un descanso, nos proponía un tipo de ejercicio distinto. Su gran verdad era que descansar no es más que cambiar de actividad. Cierto, pero cuando estás cansada, que no venga nadie a decirte que clavando esos tablones que se han soltado, o haciendo la declaración de la renta, se te va a quitar el agotamiento de haber estado pintando la casa todo el día. No, la única definición de descanso que entendemos es la de tirarnos en el sofá, en casa o en cualquier lugar vacacional que sólo por eso definimos como: paraíso. En resumen, descansar, en nuestro credo mentiroso, es no hacer nada, si descartamos, claro está, la cantidad de procesos bioquímicos necesarios para seguir vivos. Digamos que

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es no hacer nada conscientemente. Otra verdad oculta bajo una gruesa corteza me la dijo mi primer jefe, que era sociólogo. En mi primera tarde de trabajo me espetó: -“El hombre no está hecho para trabajar, la prueba es que le fatiga”. Esta sí que es una verdad revolucionaria que podría hacer que se tambalearan los pilares del sistema tal y como lo conocemos. Nos pasamos la vida fatigados, trabajando y trabajando para conseguir más, pero ¿más de qué? Por más que acumulemos no podremos comprarnos ni un segundo más de vida. Y esa es la gran verdad que no queremos ver: somos mortales. Sí amigos, lo somos.

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o cabe duda de que en los tiempos que corren, el conocimiento del idioma inglés en la sociedad hispanohablante se ha convertido en algo indispensable. Vivimos rodeados de términos en inglés que cada vez se instalan con mayor comodidad en nuestro modo de hablar. Los anglicismos nos invaden como una epidemia sin antídoto, sus tentáculos cubren todas las áreas de nuestra vida como una espiral sin final. Con las redes sociales y, en general, con internet, éstos se reproducen en bucle, abarcando considerablemente espacios sin límites, con una celeridad sin colofón. Los anglicismos son expresiones o palabras en inglés que en algunas ocasiones nos vienen muy bien para expresar o matizar algo de manera precisa. Sabemos que las lenguas –al ser algo vivo– están en permanente evolución. El uso de anglicismos no es el problema, al contrario, pienso que es la solución en algunos casos para la concreción del mensaje. El problema está en el uso excesivo de éstos. Se suelen usar muchas veces por esnobismo, es sinónimo de modernez. Sea como sea, hay que estar al día de los anglicismos para sobrevivir en esta jungla diaria. Su uso se ha extendido a todas las áreas, desde la más nimia hasta la más solemne: las compras, el deporte, los viajes,

los medios de comunicación, la moda, el ámbito laboral, la economía, la política, y un largo etcétera. En esta coyuntura lingüística, tal vez debemos preguntarnos si estamos pulverizando los términos castizos del español. ¿Es imprescindible el uso de taaaantos anglicismos? ¿Esto es normal, bueno, malo, alarmante o enriquecedor...? Todos hemos recurrido alguna vez a Google para averiguar qué rayos significa esa palabra en inglés. ¿Acaso tenemos que salir a la calle llevando un glosario de anglicismos? ¿Será esencial este glosario para decodificar correctamente el mensaje y no perdernos en el intento? O quizá se trata de utilizar un argot de especialistas para aparentar conocimientos exclusivos, o puede que simplemente sea una cuestión de moda. Skinny, boyfriend, straight, frayed, dripped, low rise, push up, jeggings, bootcut, todos estos términos y más... debemos conocer para comprar simplemente unos pantalones vaqueros. Si los queremos ajustados, o con corte masculino, o nos convienen estrechos en la cadera, o nos gustan con detalles raídos y deshilachados, o con cintura baja, o queremos levantar cierta parte de nuestra anatomía... Esto es sólo el ejemplo de palabras prestadas, superfluas, innecesarias para un hecho tan banal como ir de compras.

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“Después del break, el team leader hizo un feedback del briefing por recomendación del business manager y después del brunch se realizó el streaming del networking del coach en presencia de todos los sponsors”. ¿Mensaje encriptado? Nooo, es la descripción de una jornada. Una retahíla de anglicismos en el panorama actual de nuestra lengua. Toda esa parrafada se puede decir perfectamente en español y, por lo tanto, permitir una mejor comunicación, que al fin y al cabo, es el objetivo del lenguaje. Y podemos ir más lejos aún. Ya sea por creatividad o por llamar la atención, esa tendencia de agregar el sufijo -ing, por ejemplo: puenting, footing, vueling, edredoning, compring… neologismos dis-

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frazados de anglicismos. ¿Hasta dónde vamos a llegar? El tiempo lo dirá, ojalá no lleguemos al suiciding de nuestra lengua. Pero seamos sinceros, los términos dichos en inglés tienen un efecto más sonoro, más cool (vaya, un flagrante anglicismo). Y es que está claro, cuando hablamos en inglés parecemos mucho más listos… No voy a seguir citando ejemplos a contrarreloj, pero sí debe quedar claro, que el uso de estos préstamos innecesarios no tiene por qué empañar la percepción que los hablantes tengan del préstamo lexical en general. Hay anglicismos que son imprescindibles, pero en su justa medida, sin caer en vanos criptogramas o en irrisoria petulancia. Que Shakespeare no le gane el pulso a Cervantes, please.

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a se han convertido en dos de las exposiciones de arte más importantes celebradas este año en Madrid, y razones no faltan para celebrar tal acontecimiento. Realistas de Madrid (Museo Thyssen-Bornemisza) y Georges de La Tour (Museo del Prado) proponen, con independencia de los siglos que los separan, un acercamiento a la obra de unos artistas que reivindican una mirada realista en consonancia con los temas, ambientes, sujetos y objetos que tenían delante del pincel. Los realistas agrupan a siete pintores y escultores madrileños que, curiosamente, nunca se etiquetaron como un movimiento, ad hoc, a pesar de cultivar una amistad que comenzaría en la década de los 50 en paralelo a su trayectoria artística. Las obras de Antonio López, su esposa María Moreno, los hermanos Francisco y Julio López Hernández, la mujer de éste, Isabel Quintanilla, Amalia Avia y Esperanza Parada (estas dos últimas, fallecidas en 2011) conforman un itinerario común en el que también se aprecian sugerentes contrastes, y donde la presencia femenina obtuvo, en dicho grupo, un lugar más que estimable. La obra pictórica expuesta en el museo Thyssen se inicia con varios bodegones donde la desbordante luz resalta la composi-

ción de, por ejemplo, “Naturaleza muerta de la sandía” (1990, María Moreno) y del conocidísimo “Lavabo y espejo” (1967, Antonio López). Siguen varias obras donde las puertas y las ventanas juegan un papel importante en relación a la profundidad de campo y a la creación de un entorno privado e íntimo, como “El cuarto de baño” (1966, López) y “El pasillo” (1973-74, Moreno). A continuación, destacan una serie de pinturas de Quintanilla donde los muros de los patios y los jardines domésticos se apoderan del lienzo a través de una poderosa explosión cromática, como en “Jardín” (1966, Isabel Quintanilla) u “Otoño” (1992, Quintanilla). Hacia la mitad de la exposición, Francisco y Julio López Hernández abordan en sus esculturas la figura humana a escala realista, consiguiendo resultados tan espectaculares como “El alcalde” y “El hombre del sur” (ambas de 1972, de Julio López) y “Belén Moneo” (1970, de Francisco López). Y, en el tramo final, se apoderan de la sala una serie de cuadros donde las calles de la ciudad de Madrid obtienen todo el protagonismo. Obras como “Madrid” (1960, López), “Ministerio de Fomento” (1988, Amalia Avia), “Puerta del Sol” (1979, Avia) y “Gran Vía II” (1990, Moreno) permiten descubrir la transformación urbana de la capital española y el disfrute de unas vistas magníficas.

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La obra del pintor francés Georges de La Tour está compuesta por algo más de 70 obras conocidas, de las cuales 40 se consideran autógrafas, 18 firmadas y cuatro únicamente fechadas. Ante esta tesitura, se nos antoja imprescindible recorrer las varias salas del Museo del Prado para descubrir las 31 pinturas de un artista famoso en su época pero condenado al olvido tras su muerte. Según los expertos, las obras más realistas son las que La Tour pintó al principio de su carrera. Cuadros como “Apostolado de Albi”, “Comedores de guisantes” y “Riña de músicos” pertenecen a esta etapa. En adelante, el pintor suavizará los rasgos toscos y agresivos que adquirieron los sujetos de sus primeras obras y, asimismo, incre-

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mentará la creación de réplicas y series de un mismo personaje, como “San Jerónimo penitente” o “Los tramposos”. En su etapa final, la obra del francés está poblada de pinturas nocturnas iluminadas, casi siempre, con una sola vela; de respetuoso carácter religioso, aunque con escasos atributos sacros; de colorido casi monocromo y donde la soledad de las figuras hace brillar ese lirismo, no exento de reflexión. “El recién nacido” y “La adoración de los pastores” son dos de sus más celebradas “noches”. Tanto los realistas madrileños como Georges de La Tour poseen esa cualidad compartida, misteriosa y fascinante, que los han convertido en magníficos pintores de interiores.

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primeros de mayo del año pasado tuve la suerte de asistir al festival más festivo al que podía haber asistido. Su nombre: Fes+Chapeu, en San Pere de Ribes, pueblo barcelonés, a 2 km. de Sitges. Aquella era la 3ª edición (¡y yo sin saberlo!). Espero que haya muchas más ediciones. Porque como en una película o ensoñación, me vi envuelta en un devenir circense, y aunque yo no sea capaz de llevar hasta el salón la cena en una bandeja, me sentí como una más de la familia del CIRCO. Sí, un Circo con mayúsculas porque siento que es así como deberían ser los circos. Sin animales, reinventándose y llenando de magia cada rincón. Ese recóndito lugar es, como he dicho, un coqueto pueblo y el rincón exacto, cerca del casco antiguo. Carpas, escenarios, puestos de artesanía y de comida, hacen de este pueblo una gran nodriza que observa con celo y orgullo como se crea a sus faldas un pequepueblo, vamos que le crecen los enanos. La calle donde se daban cita todos los espectáculos estaba dividida en distintas zonas y a veces coincidían 2 ó 3 espectáculos, pero esto no era problema porque al estar cerca, si querías ver dos números circenses, podías acercarte en un momento, al uno o al otro. La zona del Castillo (preciosa) daba además

conciertos. El escenario principal engalanado con una carpa azul y amarilla, la hacían llamar Carpa Revolució. Títeres, danza, música, tela, trapecio, malabares, clown… Circo en esencia pura. Artistas de genialidades incomprendidas tenían cabida en este festival y al módico precio que una gorra nos requería, premiábamos su talento, su magia, su humor, su música, su pericia, su creación, su musa o hasta su endiosamiento (Leo Bassi, es uno de los que no faltan). Prácticamente todos los visitantes eran de la zona de Barcelona, apenas había gente del resto de España, pero sí había muchos extranjeros de Italia, Francia, Inglaterra, etc. Un ambiente muy familiar, con niños que pasaban desapercibidos entre tanto niño grande. Un camping lejos de la zona de espectáculos daba cobijo a numerosos hippies de libro: rastas, ropa suelta, caravanas desvencijadas… que no desentonaban con el entorno, un descampado rodeado de vallas al lado de un colegio y un polideportivo, sin luz ni agua (salvo la que llegaba (fría) para las 2 duchas gracias a la manguera del huerto municipal que se encontraba enfrente). Los retretes (2) eran ecológicos, un bidón con una tapa de madera tallada a mano y un bote de serrín para cubrir las evacuaciones. El año pasado fueron 10 euros la acampada si te queda-

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bas todas las noches, eso como oferta, pero si sólo querías días sueltos, eran 5 euros la noche. Acampar en un terreno malo y seco no fue más que un broche oxidado a un día plagado de metales preciosos en forma de números circenses. Este año los precios son los mismos, pero esperemos que las instalaciones sean más confortables. Eso sí, que no pierdan la esencia, porque lo ecológico hasta en la hora de evacuar, se agradece. Ya se puede consultar la programación del festival y los diferentes artistas, los nuevos y los de siempre. Pero en definitiva la esencia es la misma: apoyar a la creación artística dentro del mejor espacio público, con la firme voluntad de conformar un mestizaje de disciplinas artísticas.

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Danza, música, magia y títeres con el circo como hilo conductor en este festival tan artesano y tan cercano; pues aprender también será posible gracias a las charlas, masterclases y talleres. Para que la información les sea completada, les invito a que visiten su página web: http://fespluschapeau.org/, donde se detallan, cada uno de los participantes (más de 80 compañías este año) y donde también se puede gestionar la participación en esta edición con puestos de artesanía o de comida. ¡Pasen, vean y tráiganse sus propios enanos!

Fes+Chapeu 2016 / Festival Internacional de Artes de Calle / Sant Pere de Ribes del 28 de abril al 1 de mayo (4ª edición)

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