Capítulo 3. Un nuevo hogar Al final, me quedé a vivir con ellos. Tuve que seguir en la habitación de invitados varios días más mientras me recuperaba completamente de mis heridas y me preparaban mi habitación. Una vez que me recuperé, me llevaron a lo que vendría a ser mi habitación. -
Aquí está tu habitación, Infernage. – dijo mientras abría la puerta. ¿Para mí? Sí. Es toda tuya.
Cuando dijo eso, mi cara se llenó completamente de alegría y entré a curiosear un poco por la habitación. -
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De verdad, Juan, muchísimas gracias. No tengo palabras… – Decía mientras lloraba de alegría. No necesitas agradecérmelo. Sé que has pasado por muy malas situaciones y no tienes que seguir como hasta ahora. ¿Cómo están tus heridas? ¿Te siguen doliendo?– Dijo mientras me tocaba el pecho. No, ya no me duelen. Aunque supongo que me dejarán cicatriz. Me alegro que estés recuperado. Oye Juan, ¿sabes dónde está Lisa? Dijo que saldría con sus amigos y que volvería más tarde. Ya mañana te los presentará. También vive aquí otro chico de mi edad, ¿no? Tyran creo que se llamaba. Sí. Pero no le hagas mucho caso. Es bastante frío y va mucho por su cuenta. No pretendía hacerle caso. No ha mostrado ningún interés en ayudarme.
Después de eso, Juan abrió el armario y me sacó algo de ropa. -
Pruébatela a ver cómo te queda y mira si te gusta.
Me fui probando cada prenda de ropa que había dejado. No me importaba mucho el aspecto de la ropa, así que no había problema en que no me gustase. -
Juan, ¿puedo salir a ver la ciudad? Claro que sí. Pero yo estoy hoy ocupado así que no podré acompañarte. No te preocupes. Solo voy a echar un vistazo rápido. – Dije mientras salía por la puerta de mi cuarto.
Así, salí de la casa para ir a ver la ciudad. No parecía haber mucha gente en la calle y tampoco parecía una ciudad muy grande, más bien parecía un pueblo. Por lo que vi, la gente era bastante amable y las noticias se extendían rápido. Con toda persona que me encontraba, me preguntaba cómo estaba. Supuse que toda la gente ya me conocía o al menos sabían cuál era mi nombre. Un rato más tarde, me di cuenta de que ya estaba atardeciendo. Mientras caminaba al lado de un bordillo del muro, escuché a varios niños, incluyendo la voz de Lisa. Parecían bastante