Análisis marxista - Pablo Latapí

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María Fernanda Guzmán

Jimena German Blanco

Ana María López Gómez

Análisis Marxista “En México la SEP es en realidad Televisa y TV Azteca” - Pablo Latapí:

“Está de moda hablar de valores en la educación. En mi opinión no es una moda; es un reclamo, es el deseo de recuperar algo esencial que hemos abandonado: la función formativa de la escuela. Esencial porque nadie puede educar sin valorar, porque toda educación se dirige hacia ciertos fines que considera valiosos para el individuo y la sociedad”. Latapí, 2001; p. 59 De acuerdo al INEGI 2014, el 94% de los ciudadanos en México cuentan con televisión en sus hogares, y según la OCDE (2009) el pasatiempo más popular de los mexicanos es ver la televisión, dedicándole entre un 40 y 48% de su tiempo libre. En comparación a estos datos, en el ámbito educativo sólo uno de cada cuatro jóvenes tiene acceso a la educación superior, lo que sería equivalente al 25% de población mexicana (Armenta, 2009). Los datos anteriormente mencionados, reflejan cómo es que la televisión tienen mayor alcance que la propia educación escolarizada en México, por lo que se podría apoyar la tesis del educador mexicano Pablo Latapí: “en México la SEP es en realidad Televisa y TV Azteca”. Esta tesis tiene sustento en que los ciudadanos mexicanos están


recibiendo una educación no formal (por no decir manipulación) impartida por las dos grandes cadenas televisivas en México. La cuestión es, ¿qué impacto puede tener en los mexicanos la información que reciben de este medio de comunicación?, ¿qué buscan transmitir?. Se analizarán estas preguntas de acuerdo a la filosofía marxista y a los postulados del segundo capítulo del libro Media Analysis Techniques de Berger (2013). Una sociedad está compuesta por individuos que interactúan entre sí, y donde cada integrante tiene un rol diferente originando, por consiguiente, cierta jerarquización. Hay quienes ejercen roles educativos de manera tanto sistemática (instituciones educativas, profesores) como de manera inconsciente (padres de familia, líderes sociales, etc.). Es por eso que se dice que el conocimiento y sus métodos de creación/transmisión (los modelos epistemológicos) son procesos y productos sociales: lo que los integrantes de una sociedad saben, es porque ciertos individuos han proporcionado significados e información, y al mismo tiempo plataformas para acceder a ello. Como ya lo dijeron Marx y Engels, “the ideas of the ruling class are in every epoch the ruling ideas” (1976). Al mencionar clases dominantes, nos referimos a un sector que ocupa un nivel alto dentro de la jerarquización social ya sea por poseer los medios de producción material, los medios de producción intelectual, o bien, ambos. Esta clase dominante tiene ideas que, al propagarse hacia el resto de los individuos a través de distintos métodos, se convierten en ideas dominantes. Con relación a la tesis de Pablo Latapí, podemos decir que Televista y TV Azteca forman parte de la clase dominante. No sólo son los dos gran engranajes productores y distribuidores de información como fuente primaria mediática en la sociedad mexicana, sino que responden a (y se alimentan de) intereses políticos. México carece de una educación pública de calidad, y mientras no todos tienen acceso a medios alternativos de información, sí la tienen a la “televisión abierta” con una evidente preponderancia hegemónica de parte de Televisa y TV Azteca. A diario somos bombardeados no sólo por toda la información que estos medios de comunicación nos dan, sino por la propaganda y publicidad que ello conlleva. Si bien ambas cadenas mediáticas cuentan con noticieros, para colmo, con contenido estratégicamente seleccionado, regulado y transmitido; y uno que otro programa de contenido “cultural”, “social” o “de debate”, sus principales producciones son parte del mundo del entretenimiento televisivo para la clase mayoritaria en México, para el individuo promedio: para el mexicano de clase media. Hay quienes afirman que, en proporción, México exporta más telenovelas que petróleo, y son éstas parte de la dosis diaria de información recibida a través de la televisión por las familias mexicanas: producciones que


inyectan, originan y refuerzan estereotipos, valores, prejuicios, creencias, etcétera. Es decir, producciones con una carga ideológica inimaginable desde su análisis superficial de contenido, pero increíblemente poderosa y efectiva desde un análisis político, semiótico, psicológico y sociológico profundo. Toda telenovela es el tan manoseado lugar común de héroes, víctimas, villanos, venganzas y amores no correspondidos, claro, con perfiles de personajes propios de la sociedad mexicana que refuerzan etiquetas y categorizaciones en el mundo real. Las problemáticas de una familia de clase social alta con personal uniformado dentro de una mansión; la trabajadora doméstica que vive silenciosamente enamorada del príncipe azul de la familia para la cual trabaja; la disputa por un hombre rubio entre una mujer maliciosa y otra sumisa; la tormentosa historia de un amor prohibido: Romeo y Julieta a la mexicana; etcétera. Siempre historias anteriormente contadas que refuerzan roles de género, estatutos laborales, categorizaciones sociales, estereotipos de belleza e idealizaciones sexuales. El séquito de Azcárraga y Salinas Pliego es esa madre que está en constante búsqueda de un juguete nuevo para silenciar el llanto de sus hijos, y qué mejor solución que un juguete masivo, un mecanismo que consuele las miserias cotidianas con diálogos forzados, dramas sobreactuados, publicidad intermitente y datos curiosos disfrazados de noticia a lo largo del año, para al final concluirlo con un intento de altruismo fetichizado que deduce impuestos gracias a la discapacidad o pobreza infantil en México. El Teletón (Televisa) o Juguetón (TV Azteca) son la cereza del pastel que terminan, en un intento casi fallido, por lavarle las manos a su creador para dar a entender al espectador que, además de todo, no se olvidan de ser una empresa socialmente responsable. La programación diaria tanto de Televisa como de TV Azteca está sobrepoblada de programas de entretenimiento que no hacen más que privarnos de ciertas realidades sociales que nos conciernen (realidades problemáticas para nosotros de un modo y para ellos de otro), presentándonos ficciones que fácilmente generan empatía en el espectador, con las que él se identifica, para, en primera, obtener su plena atención y, en segunda, facilitar el proceso alienante. Los contenidos televisivos mexicanos en general no son sino un mecanismo más de manipulación masiva regulada por intereses políticos tanto de entes gubernamentales como de instituciones privadas, que crean distracción a sus receptores mientras detrás del telón se reprimen problemáticas sociales, se censuran


contenidos críticos, se controla la actividad académica, se aprueban reformas, se distorsionan cifras, se cobran y pagan favores: se ocultan unos a otros las colas que pisar. Se establecen términos y condiciones en letras diminutas de las cuales la sociedad civil difícilmente se entera, o bien, lo hace una vez firmado el contrato. No por por decisión aleatoria el gobierno federal cree como iniciativa de desarrollo social regalar televisores. Como afirman Adorno y Horkheimer en su Dialéctica de la Ilustración, “Divertirse significa estar de acuerdo… Divertirse significa que no hay que pensar, que hay que olvidar el dolor, incluso allí donde se muestra…. La liberación que promete la diversión es liberación del pensamiento en cuanto a negación” (p.189), y pensando en los oligopolios mediáticos de México, Televisa y TV Azteca nos dan diversión, nos liberan de un pensamiento que podría cuestionarlas, poner en duda sus modos de funcionamiento y sus objetivos. Lo que Latapí afirma (“en México la SEP es en realidad Televisa y TV Azteca”) es aquello que pone en una balanza el débil y deficiente sistema educativo mexicano, junto con la actividad hegemónica de las dos principales cadenas televisivas del país. Si volvemos a mirar las estadísticas iniciales, en una sociedad donde más de la mitad de la población tiene acceso a estos canales y menos de la mitad a una formación educativa completa, hay que cuestionar de estos dos sistemas (el mediático y el educativo) ¿cuál rige, determina o fortalece en mayor parte la formación del individuo promedio en México?. Si son más horas frente a canales de televisión abierta que frente a un profesor más o menos capacitado, ¿qué tendrá mayor influencia en la concepción de la sociedad, sus componentes y su funcionamiento de un alumno/espectador?. En México, Televisa y TV Azteca fungen como protagonistas mediáticos que, tomados en numerosas ocasiones de las manos del gobierno o de importantes organismos del sector privado dominante, naturalizan ideas que evitan la problematización de situaciones sociales candentes; que legitiman roles y mecanismos culturales para después verlos encarnados en sus receptores; que impulsan el sentido de alienación para seguir ejerciendo su hegemonía sobre todas las cosas.

Referencias: • Armenta, J.C. (2009). En México sólo uno de cada cuatro jóvenes tiene acceso a educación superior. http://www.udg.mx/es/noticia/en-mexico-solo-uno-de-cada-cuatrojovenes-tiene-acceso-educacion-superior


• Berger, A. A. (2013). Media Analysis Techniques. Thousand Oaks, California: SAGE Publications. • INEGI. (2014). Encuesta en hogares: Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares. http://www.inegi.org.mx/est/contenidos/proyectos/ encuestas/hogares/modulos/endutih/endutih2014/default.aspx • OCDE. (2009). 48 porcentaje de su tiempo libre dedican los mexicanos a ver la televisión.

http://www.oecd.org/centrodemexico/

48porcentajedesutiempolibrededicanlosmexicanosaverlatelevision.htm


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