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CONSTANTINO CARVALLO LOLI PADRE DE LA GINECOLOGÍA Y OBSTETRICIA MODERNA PIONERO DE LA RADIOLOGÍA, BIOSEGURIDAD Y CIRUGÍA EN EL PERÚ
Ricardo Iván Álvarez Carrasco
2011
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Álvarez Carrasco, Ricardo Iván Constantino Carvallo Loli. Padre de la Ginecología y Obstetricia Moderna. Pionero de la Radiología, Bioseguridad, y Cirugía en el Perú. LIMA: Ricardo Iván Álvarez Carrasco, 2011. 96 p.: Textos e imágenes. Investigación e historia - Constantino Carvallo Loli. Padre de la Ginecología y Obstetricia Moderna. Pionero de la Radiología, Bioseguridad, y Cirugía en el Perú. Perú – Lima Constantino Carvallo Loli. Padre de la Ginecología y Obstetricia Moderna. Pionero de la Radiología, Bioseguridad, y Cirugía en el Perú. © 2011/ Álvarez Carrasco, Ricardo Iván Jr. Antonio Miro Quesada 1088 – Lima. Correo electrónico: ralvarezcarrasco@yahoo.com Teléfono Celular: 950 - 830526 Diseño de Carátula y Contra carátula: Edgardo Espinoza Mamani Unidad de producción Gráfica-Audiovisual INMP Impresión: JERGIMPRESS E.I.R.L. Jr. Chamaya 580 – Breña, Telf. 424-7460 Primera edición: Lima, Junio de 2011. Impreso en el Perú.1.000 ejemplares. Hecho el depósito legal: 2011-07677. Esta obra ha sido auspiciada por Pathfinder International Perú, y los derechos reservados pertenecen al Instituto Nacional Materno Perinatal.
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Dedico esta obra a mi madre, mi hija y mi novia Y a todos aquellos que aman la historia de la medicina peruana El autor
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PRESENTACIÓN Dr. Pedro Mascaro Sánchez Director General del Instituto Nacional Materno Perinatal Asistimos a la era del conocimiento y grandes avances en las ciencias médicas, debiendo reconocer que fueron precedidos por el aporte y contribución de destacados médicos, por lo que resulta necesario reconocerlos, para la mejor comprensión de la génesis de los avances médicos, así como para la formación integral del médico como referente de esta sociedad. En este propósito, el doctor Ricardo Álvarez Carrasco, destacado Patólogo Clínico del Instituto Nacional Materno Perinatal, ha revisado y consolidado la vida y obra del médico y maestro Constantino Carvallo Loli, que con mucha justicia se constituye en el PADRE DE LA GINECOLOGÍA Y OBSTETRICIA, RADIOLOGÍA, BIOSEGURIDAD Y CIRUGÍA MODERNA EN EL PERÚ, importante contribución que comento en un sucinto resumen. El autor señala que en el año 1898, el maestro Constantino Carvallo, luego de retornar de Francia - en donde se especializó - se reincorporó a la docencia en la UNMSM, en donde, como Jefe de la Cátedra de Ginecología de la Facultad de Medicina de San Fernando, pone en funcionamiento la Clínica Ginecológica en el Hospital de Santa Ana, fundado por Jerónimo Loayza, primer Arzobispo de Lima en 1549, dependencia de la Beneficencia Pública y de donde nace la Maternidad de Lima. Constantino Carvallo remodeló y amplió sus ambientes, así como equipó con material quirúrgico que trajera de Francia, financiado con sus propios recursos, poniéndolos al servicio de la
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población pobre de Lima y los estudiantes de la Facultad de Medicina. Es de mencionar que nuestra insigne personalidad, también contribuyó con el desarrollo de la radiología, al ser el primero en traer - con su propio peculio - un equipo de Rayos X, que anecdóticamente permitió tomar una radiografía a las manos del entonces Presidente de la República Nicolás de Piérola. Asimismo, se nos da a conocer en el texto que las experiencias quirúrgicas adquiridas por el maestro en su paso por Europa, se pusieron en práctica en el servicio de clínica ginecológica y en el quirófano que instaló con su propio aporte financiero, logrando mejores resultados y mayor sobrevida de las mujeres, al incorporar los nuevos conceptos en cirugía y obstetricia de asepsia y antisepsia, quirófanos, esterilización de instrumentos mediante ebullición y procedimientos más seguros en curetajes, desgarros, perineorrafia, histerectomía, castración tubo ovárica, cirugía después del parto, del aborto y los casos hemorrágicos, constituyéndose este ambiente el primer quirófano en nuestro país que cumplía con las especificaciones técnicas de la cirugía moderna. Del mismo modo se precisa que el funcionamiento del Servicio en la Clínica Ginecológica y Obstétrica, con estos nuevos aportes conceptuales y materiales quirúrgicos, mejoraron los indicadores de morbilidad y mortalidad post quirúrgica en salud de la mujer en aquellos tiempos. Así tenemos que en el primer año, de 40 mujeres sometidas a procedimientos quirúrgicos diversos, 36 mejoraron o curaron y 04 fallecieron. En aquellos tiempos los fracasos se producían por infecciones y septicemias, lo que motivó a Constantino
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Carvallo a introducir el concepto de asepsia, la esterilización prolija del instrumental, el lavado de manos previo y obligatorio a las intervenciones, generalizando el uso de los guantes de jebe y las mascarillas faciales. Asimismo, introduce la técnica de drenaje y perfecciona la técnica para efectuar histerectomía abdominal - Procedimiento Sudamericano -, diferenciándolo de la técnica de Kelly y constituyendo estos hechos la base de lo que hoy es la Cirugía Segura. Igualmente se destaca que el maestro Constantino Carvallo es el primero en incorporar a la ginecología procedimientos obstétricos y cirugías relacionadas con patologías obstétricas, surgiendo la integración en atención de la salud de la mujer de lo que hoy es la GINECOLOGÍA Y OBSTETRICIA. Al unificarse en la práctica ambas especialidades, en los siguientes años se generalizó la enseñanza integrada, bajo la denominación de GINECO-OBSTETRICIA. Un aspecto a destacar es que la vida del doctor Carvallo, estuvo signada por la permanente actualización de conocimientos y la transferencia de estos a sus discípulos, tanto de Lima como del resto del país. En esta tarea, también fue el impulsor de la construcción de la Facultad de Medicina de San Fernando y, sin duda alguna, maestro de muchas generaciones de destacados médicos peruanos en el campo de la Cirugía Ginecológica, Obstétrica y Abdominal. Por todo ello, el maestro Carvallo es y será ejemplo para las nuevas generaciones de gineco-obstetras, por su conducta visionaria, su honradez, su habilidad quirúrgica, por la seguridad y prudencia con la que
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actuaba y por su compromiso con la enseñanza y el desarrollo de la Gineco-Obstetricia moderna. El doctor Álvarez muestra acertadamente en esta publicación, la vida y obra del maestro Constantino Carvallo, reconociendo a su persona como un paradigma de ser humano y de médico gineco obstetra, aportando con su ejemplo a la conducta profesional, el compromiso, el liderazgo visionario, la honradez, la solidaridad y, sobre todo, la vocación de servicio, que distingue a los médicos.
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PROLOGO El doctor Constantino Carvallo Loli, notable galeno nacido en la ciudad de Huacho, es un verdadero pionero de la medicina peruana, particularmente en los campos de la gineco-obstetricia, radiología, bioseguridad y cirugía general, en los que marcó importantes hitos, como la fundación de la cátedra de Ginecología en la Facultad de Medicina de San Fernando, la instalación del primer quirófano moderno en nuestro país, la introducción de la Radiología y de las primeras normas de bioseguridad. Sus valiosos aportes marcaron una línea divisoria en la medicina peruana, en la que sin duda existe un antes y después de su benéfica obra, durante la cual puso a nuestra disposición tecnologías consideradas casi milagrosas, con las cuales podíamos ver sin mayor dificultad el interior del cuerpo humano, y ser sometidos a una cirugía sin que ello significara un riesgo inminente de muerte. Bajo su influjo y el de sus discípulos estas innovaciones se difundieron hasta convertirse en normas y usos obligatorios en la práctica médica diaria en los establecimientos de Lima, y luego en el resto del país. Por todo ello creemos que su aporte científico, docente y humano no ha sido suficientemente valorado, y es a través de esta obra, que intentaremos difundir y perennizar su prolífica acción, que debe merecer el eterno agradecimiento de millones de peruanos, que sin saberlo se han beneficiado de la sapiencia, constancia e inteligencia de este prohombre de la medicina peruana.
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LA FAMILIA CARVALLO Y EL NACIMIENTO DE CONSTANTINO Nuestro personaje nació el día 12 de abril de 1853 (1,2), en la entonces Fidelísima Villa de Huacho, una pequeña población situada a 150 kilómetros al norte de la ciudad de Lima. Fue hijo del caballero limeño José Calixto Carvallo Rodríguez (n.1805-m.1866). y de la dama huachana María Encarnación Loli Manrique (n.1817-m.1905) (3), más conocida como “Mariquita” entre sus allegados. Don José Calixto fue a su vez hijo único y legítimo del matrimonio que conformaron Pedro José Carvallo Vallejo, quien había fallecido en el año de 1808, y María Virtudes Rodríguez (4). Por su parte, doña María Encarnación fue hija del comerciante huaracino don Tomás Loli (n.1781m.1828), y de doña Cipriana Manrique (3). El padre de nuestro biografiado, según el testamento que dictó el 15 de diciembre de 1865, había aportado a la sociedad conyugal la nada despreciable suma de 8,000 pesos, en tanto su esposa no contribuyó con bien material alguno (4). En ese mismo documento, don José Calixto Carvallo expresó poseer una finca de tres casas y un almacén en la calle del Comercio en Huacho, además de dos casas adicionales, una en aquella misma población y la otra en el Callao; igualmente aseguraba no tener deudas con nadie. Dejó como albaceas de dicho testamento a Francisco Yianquena y Lino Lovedan (4).
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2011 Mayo 18. Copia de la Partida de Bautizo en la que se comprueba que el verdadero nombre de nuestro biografiado es Tendulio Constatino Carvallo Loli.
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1900s. Calle 28 de Julio, antes llamada Malambo, de la ciudad de Huacho, tierra natal del doctor Constantino Carvallo Loli
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Constantino fue bautizado en la entonces parroquia de Huacho, el 20 de abril de 1853, aunque sus nombres fueron motivo de una larga controversia que el pequeño jamás tuvo la intención de provocar. En la bibliografía nacional se le solía mencionar simplemente como Constantino T., la mayoría de autores creían que dicha inicial correspondía a Teobaldo, mientras unos pocos decían que a Teodomiro. En la época de su nacimiento el único registro existente era la partida bautismal, ya que los registros civiles sólo se implantarían en el siglo XX. La única manera de desenmarañar esta controversia era examinando los registros existentes en la Iglesia Matriz de Huacho, gracias a lo cual se constató que en la página 381 del libro correspondiente a los años 1849 a 1854, se decía textualmente: “Año del sor. mil ochocientos cincuenta y tres, a veinte de Abril; yo el infraescrito Teniente de Cura de esta Santa Yglesia Parroquial de S. Bartolomé de Huacho, bautisé solemnemente á Tendulio Constantino de nueve días, hijo legítimo de D. José Calisto Carbayo y de Da. María Loli, fue madrina Da. Rosa Carolina Carbayo, a quien advertí el parentesco espiritual y las obligaciones anexas. Tgo. Mariano Solano; y para que conste lo firmé. Pablo Rivero”. Para que este hallazgo fuera más verosímil, solicitamos formalmente al Obispado de Huacho una copia de dicha partida bautismal, la cual fue emitida el 18 de mayo del 2011, con el número B2-21030, y refrendada por el monseñor Carlos A. Gómez Velásquez Plaza, quien ejerce el cargo de Canciller Secretario, y Antonio
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Colombo, notario eclesiástico de la diócesis de Huacho (5). Estos documentos aclaran definitivamente este asunto, quedando sentado que su verdadero nombre era Tendulio Constantino. Ello coincide, en parte, con el Santoral Católico, pues el día 12 de abril se reza a seis santos, siendo uno de ellos Constantino; sobre el otro nombre no hemos hallado ningún dato relevante. El asentamiento del bautizo consignado en la misma hoja, en había hecho lo propio con el de Changanaquí, otro connotado huachano.
de Carvallo está la que días antes se Francisco de Paula médico y político
En aquella iglesia se tienen registrados como descendencia del matrimonio Carvallo-Loli un total de nueve hijos, incluido nuestro personaje, sin embargo, en el testamento paterno se mencionan a diez. Los nombres de los ocho hermanos allí consignados fueron los siguientes: Juliana Cristina bautizada el 13 de mayo de 1842, a los dos meses de edad (página 255 del Libro de Bautizos de la Iglesia Matriz de Huacho 1839-1844). José Luís Calixto bautizado el 20 de agosto de 1844, no figura la edad (página 482 del Libro de Bautizos de la Iglesia Matriz de Huacho 1839-1844). Pedro José bautizado el 3 de noviembre de 1846, a los siete días de edad (página 210 del Libro de Bautizos de la Iglesia Matriz de Huacho 1844-1849).
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Gorgonio Teodomiro bautizado el 10 de septiembre de 1848, de un día de edad (página 340 del Libro de Bautizos de la Iglesia Matriz de Huacho 1844-1849). Alejandra Matilde bautizada el 12 de junio de 1850, a los dos días de edad (página 146 del Libro de Bautizos de la Iglesia Matriz de Huacho 1849-1854). Albino Emiliano bautizado el 21 de febrero de 1853, al año y dos meses de edad (página 363 del Libro de Bautizos de la Iglesia Matriz de Huacho 1849-1854). María Isabel bautizada el 11 de febrero de 1857, no figura la edad (página 252 del Libro de Bautizos de la Iglesia Matriz de Huacho 1854-58). Manuel de los Reyes bautizado el 27 de enero de 1858, a los quince días de edad (página 380 del Libro de Bautizos de la Iglesia Matriz de Huacho 1854-58). Constantino quedó huérfano a la temprana edad de doce años, ya que su padre falleció el 4 de enero de 1866, sin embargo, ello no fue óbice para que su familia tuviera una gran influencia en la vida social y económica de Huacho, fundamentalmente en el período comprendido entre la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX. Poseyeron varios negocios en el sector más céntrico de la naciente ciudad de Huacho: en el número 20 de la calle general Rufino Echenique tenían una tienda, y en el número 41 de la calle Almirante Miguel Grau administraban un almacén. Años después, José y Pedro Carvallo, hermanos de nuestro biografiado, establecieron una fábrica de cerveza, y luego una panadería en la antigua calle
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Malambo (hoy avenida 28 de Julio), que años después pertenecería a Armando Carvallo, hijo del primero de los nombrados. El mismo José Carvallo tuvo por su cuenta varios almacenes comerciales, y una pequeña flota de botes veleros que hacían el servicio de cabotaje menor entre el Callao y los puertos de la provincia de Chancay, el cual tuvo una gran aceptación hasta la entrada en servicio del ferrocarril entre Ancón y Huacho, en el año 1911, el cual funcionó regularmente por más de cinco décadas, siendo extinguido definitivamente en 1964. La relevancia social que alcanzó José Carvallo quedó plenamente evidenciada al ser distinguido con el padrinazgo del tranvía de Huacho, un gran acontecimiento para aquella pujante ciudad, cuya inauguración se celebró el 14 de diciembre de 1890. Tiempo después dicho personaje ocuparía la dirección de la Sociedad de Beneficencia Pública de Huacho, por un lapso de seis años, entre 1903 y 1909.
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LOS ESTUDIOS ESCOLARES Y UNIVERSITARIOS El pequeño Constantino hizo las primeras letras en su tierra natal, y ya siendo un jovenzuelo se avecindó en Lima, donde, según la versión del doctor Eduardo Bello Porras (n.1869-m.1947), “ingresó al Seminario de Santo Toribio donde terminó su instrucción media” (6). En 1871 ingresó a la Facultad de Medicina de San Fernando (2), y desde un principio dio claras muestras de un notable aprovechamiento, gracias a ello, aún siendo alumno, se le designó como ayudante de práctica del curso de Anatomía Descriptiva, en 1874 (2). Es en ese momento que, sin proponérselo, dio comienzo a una prolongada y brillante vida docente que se extendería, prácticamente sin pausa, hasta el fin de sus días (1). En 1878 ocupó la subdirección del Liceo Dos de Mayo del Callao, lo que revela su innata vena de maestro, ya que por aquella época el viaje a ese puerto requería dedicarle un tiempo prolongado y no estaba exento de riesgos. Las dos únicas maneras de viajar eran a través del ferrocarril, construido durante el régimen de Ramón Castilla, o recorriendo un antiguo camino colonial afirmado y tortuoso a pesar de la amable arboleda que lo acompañaba en gran parte de su trazo, a ello se debía agregar a los asaltantes furtivos cuyas fechorías eran bien conocidas por los viajeros de las carrozas. En 1880, cuando el país estaba inmerso en la Guerra del Pacífico, ascendió a profesor principal interino de Anatomía Descriptiva (7). En 1881, en momentos que la soldadesca chilena ya ocupaba Lima, obtuvo el grado de licenciado en Medicina con la tesis “Diversas clases de Asfixia”, y el doctorado con la tesis “Aplicación del Oxígeno” (8).
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LA GUERRA CONTRA CHILE El 5 de abril de 1879, día aciago para la nación peruana, Chile nos declaró la guerra, así principió el conflicto más sangriento de nuestra historia republicana, que se extendió hasta fines de 1883. De inmediato la Facultad de Medicina, encabezada por su decano Manuel Odriozola Romero (n.1826-m.1888), ofreció su más absoluto respaldo y concurso en lo económico y sanitario, aunque poco después también agregaría la sangre de sus propios hijos. En la historia de San Fernando han quedado inmarcesibles los nombres de los jóvenes estudiantes José Mercedes Villanueva (nacido en Recuay en 1850 – muerto durante la campaña militar del sur en 1879), Juan Pablo Celis Mori (nacido en Lima en 1849 – muerto en el litoral norte en 1880), José Nemesio Lengua (nacido en Ica en 1855 – muerto en Arequipa en 1880), Manuel Trinidad Poma Flores (nacido en Lima en 1849 – muerto en Arequipa en 1880), José Félix Marini Carrera (nacido en Supe en 1856 – muerto en la batalla de San Juan en 1881), y Leopoldo Meza (nacido en Huanuco en 1857 – muerto a consecuencia de las heridas sufridas en la batalla de Miraflores en 1881), todos ellos caídos en defensa de la Patria durante el transcurso de aquella guerra (9). El mismo día de la declaración de guerra, los catedráticos encabezados por su decano, decidieron ceder los sueldos que les adeudaba el Estado, Asimismo al organizarse las Ambulancias Civiles, el primer germen de la Cruz Roja Peruana, todas ellas estuvieron conformadas por profesores y alumnos
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sanfernandinos, que muy pronto partieron para socorrer a nuestras tropas en el extremo sur del país. En el teatro de guerra participaron en el combate de Iquique (21 de mayo de 1879), y en las batallas de San Francisco (19 de noviembre de 1879), y Tacna (26 de mayo de 1880), esta última también conocida como la del Alto de la Alianza (9). Como era previsible el curso de la guerra nos fue desfavorable desde un principio, salvo en el corto período en que Miguel Grau, al mando de su monitor “Huascar”, dominó las aguas del Pacífico. El 20 de octubre de 1880, San Fernando solicitó permiso al gobierno para organizar la denominada Columna de la Independencia, cuyo nombre hacía reminiscencia al antiguo plantel que sirvió de base para la creación de la Facultad de Medicina de San Fernando en 1856. Dicha columna estuvo conformada exclusivamente por miembros del claustro sanfernandino (9). En el listado oficial del personal de las Ambulancias Civiles y de la Columna de la Independencia, no hallamos el nombre de Carvallo (9). Ello se explica porque mucha de la documentación sobre los aspectos sanitarios de la guerra fue destruida por la soldadesca sureña, por lo que a veces es imposible determinar la plaza que ocuparon muchos de los médicos y estudiantes sanfernandinos a lo largo del conflicto. Los esfuerzos de San Fernando no bastaron, sin embargo, para que la organización de la sanidad militar alcanzara un grado aceptable de eficiencia durante las batallas de San Juan y Miraflores. Sobre este asunto, el médico e historiador Jorge Arias Schreiber, al conmemorarse el primer centenario de la guerra, nos dejó estas irrebatibles líneas (9):
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“Es innegable que los auxilios médicos que recibieron los heridos peruanos en las acciones de armas que tuvieron lugar en las inmediaciones de Lima dejaron mucho que desear. Incontables fueron nuestros compatriotas que al caer heridos fallecieron muy cerca de sus hogares, sin la menor ayuda asistencial. Pero hay que dejar claramente establecido que ello no fue por desidia, impericia o falta de coraje de nuestros cirujanos, sino por razones totalmente ajenas a su voluntad de servicio y probado patriotismo”. Durante el cautiverio de Lima, Carvallo dirigió el anfiteatro anatómico de la Facultad de Medicina, que funcionaba en el mortuorio del Hospital 2 de Mayo, pero una vez que el ejército chileno tomó posesión de aquel nosocomio, se vio obligado a trasladar el dictado de las clases de anatomía al mortuorio del Hospital San Bartolomé, donde a pesar de las múltiples dificultades cumplió a cabalidad con su noble labor docente (1). Por aquellos años, Carvallo contrajo matrimonio con Teresa Adelaida Alzamora, con la que procreó una respetable descendencia, entre ellos un hijo que bautizaron con los nombres Constantino José, quien también fue médico, y en su momento ejerció el cargo de Ministro de Salud durante todo el primer período gubernativo del Presidente don Manuel Prado Ugarteche (1939–1945), lo que constituye un record aún incólume en nuestros días. Otro de sus descendientes notables fue el eminente educador Constantino Carvallo Rey (n.1953-m.2008), fundador y director del Colegio “Los Reyes Rojos” de Barranco.
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EL PRIMER CISMA DE LA FACULTAD DE MEDICINA Y LA FUNDACIÓN DE LA ACADEMIA LIBRE DE MEDICINA El 1 de enero de 1883, la llamada Asamblea del Norte designó al general Miguel Iglesias Pino de Arce (n.1830-m.1909), como Presidente Regenerador de la República, cuya principal misión era llegar a un acuerdo de paz con los chilenos, para de esa manera dar término a la larga guerra que había sumido a la nación en la más absoluta ruina. Luego de largas y tortuosas conversaciones con Patricio Lynch Solo de Zaldivar (n.1824-m.1886), quien era el comandante en jefe de las fuerzas de ocupación enemigas, se llegó finalmente a un acuerdo, cuyos términos fueron plasmados en el llamado Tratado de Ancón, firmado en aquel balneario, el 20 de octubre de 1883, y que fue a su vez aprobado por la Asamblea Constituyente, el 11 de marzo de 1884. Con ello quedó allanado el camino de Iglesias para asumir el mando de la nación. De inmediato se avocó a reconstruir al país desde sus cimientos, y entre las primeras medidas que tomó su régimen estuvo la restitución del doctor Juan Enrique Corpancho en la cátedra de Obstetricia de la Facultad de San Fernando (7). El 20 de marzo de 1884 se oficiaba al Rector de la Universidad de San Marcos, doctor Juan Antonio Ribeyro, comunicándole que se había dejado sin efecto la destitución de Corpancho, dictada por el efímero gobierno de Francisco García Calderón (7). Como esta orden contravenía abiertamente lo dispuesto en el Reglamento General de Instrucción Pública, el decano sanfernandino Manuel Odriozola se negó a
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darle cumplimiento, considerando que el nombramiento original de Corpancho, concedido en marzo de 1880, durante el gobierno dictatorial de Nicolás de Piérola (1879-1881), no tenía carácter de permanente, y además estimaba que dicha plaza debía ser ocupada por un profesor principal titular previo concurso público (7). Ello provocó una amarga controversia, en la que se verificó un dilatado intercambio de comunicaciones, que fue interrumpido abruptamente el 3 de octubre de 1884, cuando Iglesias destituyó sin más dilación al decano Odriozola, juntamente con los catedráticos Francisco Rosas Balcázar (n.1829-m.1899), Celso Bambarén Ramírez (n.1833-m.1897), José Anselmo De los Ríos (n.1843-m.1900), y Ramón Morales (n.?-m.1898); adicionalmente se dictaron las disposiciones para emprender el enjuiciamiento de Odriozola (7). El doctor José Jacinto Corpancho (n.1822-m.1889), pariente cercano del catedrático implicado en la polémica, fue designado por el gobierno como el nuevo decano de San Fernando. El régimen de Iglesias había cometido una abierta arbitrariedad, tanto de forma como de fondo, lo que generó la indignación de gran parte de los maestros sanfernandinos, los cuales decidieron renunciar irrevocablemente a sus plazas, resolución que comunicaron de inmediato y por escrito al gobierno (7). Carvallo, quien por entonces estaba dedicado al ejercicio profesional en el Hospital Francés (hoy Clínica Maison de Santé de Lima), estuvo entre los profesores renunciantes, en su condición de catedrático principal interino del curso de Anatomía Descriptiva (7,8).
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Los alumnos sanfernandinos se solidarizaron entusiastamente con sus maestros, y publicaron un voto de agradecimiento en diversos medios de comunicación escritos, que a la letra decía (7): “Los alumnos de la Facultad de Medicina, teniendo en consideración los beneficios que han recibido de los señores doctores Manuel Odriozola, Leonardo Villar, José C. Ulloa, Lino Alarco, Armando Vélez, José María Romero, Miguel F. Colunga, Ramón Morales, Belisario Sosa, Julio Becerra, Manuel C. Barrios, Manuel R. Artola, Constantino T. Carvallo, José María Capitán, Tomás Salazar, y José María Quiroga, especialmente durante los últimos cuatro años”. “Acuerdan: Emitir un voto de gratitud a los referidos profesores, como débil muestra de agradecimiento, y publicar en los diarios de la capital la presente acta Lima, Octubre 16 de 1884”. La larga lista de alumnos firmantes incluía el nombre de Daniel Carrión García (n.1857-m.1885), quien por entonces era un anónimo estudiante sanfernandino, natural de Quiluacocha, un pequeño asentamiento minero cercano a la ciudad de Cerro de Pasco, que pertenecía al departamento de Junín, y actualmente se halla en la jurisdicción de la región Pasco (7). El 17 de octubre de aquel año, el gobierno aceptó la dimisión colectiva, y nombró a los profesores reemplazantes, que en el caso del doctor Carvallo fue Francisco de Paula Changanaquí (n.1853-m.1926) (10), quien por ironías de la vida era su amigo y coterráneo.
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El 31 de octubre de 1884, “La Crónica Médica” insertó una extensa nota rubricada por Manuel A. Muñíz, en la que dejaba sentada su firme posición ante estos lamentables hechos, que no era otra que apoyar resueltamente la independencia del claustro sanfernandino, y por tanto, la postura adoptada por la gran mayoría de sus maestros (7). El 25 de octubre de 1884, el defenestrado decano Odriozola, junto con los catedráticos destituidos y renunciantes, entre los que figuraba Carvallo, colocaron la piedra fundacional de la Academia Libre de Medicina. Como primer acto discutieron su reglamento, y paso seguido se eligió la mesa directiva que dirigiría los trabajos preparatorios (11). Al día siguiente los miembros titulares de la academia fueron distribuidos en cinco secciones, la tercera denominada de “Ciencias Biológicas, Anatomía – Fisiología – Medicina comparada”, estaba compuesta por seis integrantes: Francisco Rosas, Celso Bambarén, Eduardo Sánchez Concha, Julio Becerra, Constantino Carvallo, y Evaristo M. Chávez, este último, poco tiempo después, sería quien le inoculó a Daniel Carrión García la bacteria de la Verruga Peruana (11). En los meses siguientes, los académicos continuaron los trabajos preparatorios, hasta que el 25 de mayo de 1885 se procedió a elegir a la junta directiva que dirigiría el primer año académico, y como era obvio la presidió el doctor Manuel Odriozola (12). El 29 de julio de 1885 se instaló solemnemente la Academia Libre de Medicina, en presencia de nuestro biografiado en su calidad de miembro titular (13).
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A partir de entonces la entidad comenzó a sesionar con regularidad, aunque el número de reuniones mensuales fue más bien variable. En la asamblea del día 1 de octubre de aquel año, los académicos acordaron las bases para el concurso que versaría acerca de la Verruga Peruana, que era una patología eminentemente andina que hasta entonces representaba un misterio insondable en muchos de sus aspectos clínicos, epidemiológicos y microbiológicos (14). El 5 de octubre de 1885, apenas cuatro días después de dicha sesión, el estudiante de medicina Daniel Carrión García moría víctima de la Fiebre de La Oroya, lo que constituyó el dramático corolario del experimento que practicó en sí mismo con el propósito de comprobar definitivamente la Teoría Unicista sobre la patología que luego llevaría su nombre, con ello pasó a los anales de la historia como el héroe de los estudiantes de medicina, y mártir de la medicina peruana. El 3 de diciembre de 1885, llegó a su fin el régimen del general Miguel Iglesias, que fue derrocado cruentamente por el general Andrés Avelino Cáceres Dorregaray (n.1836-m.1923), que de esta manera llegó por primera vez al mando de la nación. Poco después, un numeroso grupo de médicos, entre ellos Carvallo, solicitó al Concejo Universitario la derogatoria de todas las disposiciones dadas por el gobierno defenestrado y la restitución de los catedráticos dimisionarios en 1884. Aquel Concejo nombró a una comisión que estudió estos pedidos, y dictaminó favorablemente en ambos casos. El gobierno promulgó el Decreto Supremo del 6 de febrero de 1886, que restablecía a las autoridades
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sanfernandinas en funciones hasta octubre de 1884, y adicionalmente reconocía como catedráticos titulares a los doctores Francisco Rosas, Celso Bambarén, José Anselmo De los Ríos y Ramón Morales. También durante el régimen de Cáceres, el Congreso Nacional expidió la ley del 26 de octubre de 1886, que convertía a la Academia Libre de Medicina en la Academia Nacional de Medicina. Siete días después, el 2 de noviembre, el Presidente de la República promulgaba dicha ley. De esta manera concluyó el primer cisma del claustro sanfernandino, con la sensación generalizada que finalmente había prevalecido la justicia y la legalidad. Habrían de transcurrir casi ochenta años para que sucediera una segunda escisión, esta vez en el año de 1961, con motivo de la promulgación de la polémica ley número 13417, llamada la Ley Universitaria, cuyo texto, luego de escandalosos vaivenes políticos, terminó por incluir la figura del tercio estudiantil en el gobierno de las facultades de medicina. Ello resultó intolerable para el decano sanfernandino Honorio Delgado Espinoza (n.1892-m.1969), quien era un distinguido psiquiatra, y en general, una figura relevante de la intelectualidad nacional, cuya postura irreducible fue compartida por la gran mayoría de los catedráticos, quienes renunciaron colectivamente. Este grupo de catedráticos, fundó poco después, el 22 de septiembre de 1961, la Universidad Particular de Ciencias Médicas y Biológicas, que a partir del 24 de febrero de 1965 modificó su denominación por la de Universidad Peruana Cayetano Heredia, que actualmente conserva.
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SU LABOR PROFESIONAL Y DOCENTE EN LOS AÑOS DE LA POST GUERRA DEL PACÍFICO En 1887, durante la primera sesión mensual de la Sociedad Médica Unión Fernandina, ocurrida a principios de enero, Carvallo fue aceptado como miembro activo junto a los doctores José Anselmo De los Ríos, Francisco Almenara Butler (n.1849-m.1930), y Juan Cancio Castillo (n.1853-m.1903) (15). Dicha entidad era una especie de logia estudiantil que se fundó el 13 de agosto de 1883, en las postrimerías de la ocupación chilena de Lima, y que reunía a los alumnos más distinguidos de la Facultad de Medicina. En noviembre de 1887, Carvallo fue nombrado interinamente médico de la Policía de Lima, ante la ausencia de su titular, el doctor David Matto Usandavaris (n.1858-m.1914), prominente médico cuzqueño comisionado por el gobierno del general Cáceres para estudiar la evolución de la epidemia de Cólera que azotaba gran parte del territorio de Chile (16). El doctor Matto era hermano de la famosa escritora Clorinda Matto de Turner, y en su momento fue fundador de la cátedra de Bacteriología y Técnica Microscópica en la Facultad de Medicina de San Fernando, creada formalmente por el gobierno de Cáceres, el 16 de junio de 1890 (17). Esta designación generó cierta controversia, porque se hizo en detrimento del doctor Ricardo Florez Gavino (n.1854-m.1939), distinguido médico limeño quien dictaba oficiosamente dicha cátedra desde 1889, y en la cual empleó el microscopio óptico que trajo desde Francia, que por añadidura fue el primero que existió en el Perú (17).
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Carvallo continuó ejerciendo la docencia universitaria en la misma plaza que ocupaba antes del cisma de 1884, hasta que el 20 de agosto de 1889 fue encargado de la cátedra adjunta de Anatomía Descriptiva (8). Entre los años de 1890 y 1891 realizó su primer viaje a Europa, donde recorrió ávidamente los servicios de cirugía de diversos hospitales de Francia, Alemania, Austria-Hungría e Italia (6). Allí tomó contacto con las técnicas de “narcosis con el cloroformo y el éter, la prehensión de los vasos con pinzas y su ligadura con material aséptico o desinfectado – la seda y sobre todo el catgut –”. (6). En tierras galas observó el novedoso tratamiento quirúrgico de los abscesos pélvicos por la histerectomía vaginal, que fue introducido por Jules-Émile Pean, apenas en 1887, y luego perfeccionado por Paul Segond. En su visita al imperio alemán vio el trabajo de Olshausen, Trendelenburg y Martin (6). El 8 de mayo de 1891, el decano de la Facultad de Medicina puso en conocimiento del rector de la universidad, que el día 29 de abril había llegado a su término el concurso para proveer las adjuntías vacantes, obteniendo el doctor Carvallo la de Anatomía Descriptiva (1,8,18). Es menester recordar que la titularidad de esa cátedra perteneció al doctor Celso Bambarén, quien la obtuvo en 1862, y la conservó hasta el día de su fallecimiento, el 22 de junio de 1897, con el fugaz intervalo ocasionado por el primer cisma de San Fernando (1884-1886) (8).
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SEGUNDO VIAJE DE ESPECIALIZACION A EUROPA En 1895 Carvallo viajó por segunda vez a Europa, siendo este el más importante periplo de los que realizó para perfeccionarse en la técnica quirúrgica abdominal, ginecológica, y obstétrica, para ello acudió al afamado Hospital Bichat de París (Francia) (6). En ese nosocomio conoció al célebre Terrier quien le tomó un gran aprecio, y gracias a ello le enseñó personalmente las bondades de la asepsia, que ya por entonces había superado largamente la escuela antiséptica de Joseph Lister (n.1827-m.1912) (6). Allí también trató a Víctor Pauchet, un joven parisino quien por entonces se desempeñaba como interno del Hospital Bichat, y que luego se convertiría en una de las luminarias de la cirugía francesa. Con aquel también consiguió intimar, y afianzó un profundo aprecio que ni los años ni la distancia alterarían (6). Varios lustros después, al departir con Constantino José Carvallo, hijo de nuestro biografiado, quien se hallaba en París instruyéndose en la cirugía general y ginecológica, le dijo “no olvido a su padre, un señor muy alegre, sumamente interesante, de tez morena, apasionado por aprender los trucos, que pronunciaba el francés con el acento de los meridionales, como Madame Leticia la madre de Napoleón” (6). Durante su experiencia francesa, Carvallo también frecuentó al eminente cirujano Doyen, con quien compartió su “contagioso entusiasmo por el perfeccionamiento instrumental, y la adaptabilidad de toda idea mecánica al mejor desenlace del acto operatorio” (6).
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El apasionamiento de Carvallo por las innovadoras ideas y técnicas de Doyen, lo llevaría a traer al Perú el llamado “suero anticanceroso”, excéntrica invención del francés, quien en su momento creyó firmemente que esta enfermedad era provocada por una bacteria que denominó como el Micrococus neoformans (6). Mientras tanto en Lima era vox populi que el gobierno tenía decidido crear la cátedra de Ginecología, ello animó al doctor Néstor J. Corpancho (n.1849-m.1902), quien era jefe de uno de los servicios de Ginecología del Hospital de Santa Ana, a remitir una carta al ministro de Instrucción, con fecha del 25 de noviembre de 1895, en la que solicitaba la titularidad de dicha cátedra. El ministro solicitó que la Facultad de Medicina emitiera un informe al respecto (19). El doctor Corpancho era por entonces uno de nuestros más notables prácticos en Ginecología, incluso había realizado, entre 1893 y 1894, un extenso viaje de especialización, que lo llevó a los Estados Unidos de América y varios países de Europa (20). El 22 de diciembre de 1895, la comisión conformada para ese fin, y que estaba integrada por los doctores Rafael Benavides Roa (n.1832-m.1915), Julián Sandoval Bravo (n.1808-m.1902), y Juan Cancio Castillo, emitió un informe ampliamente favorable a los intereses de Corpancho (21). Sin embargo, el gobierno de Nicolás de Piérola, quien había derrocado al régimen de Andrés Avelino Cáceres en marzo de aquel año, dictó la Ley del 27 de diciembre de 1895, por la que establecía la cátedra de Ginecología, pero no le designaba profesor titular (1).
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“La Crónica Médica” tomó partido por Corpancho, así en su edición del 31 de diciembre de 1895, apareció una nota firmada por Ignacio La Puente Requena (n.1846m.1924), que en su parte medular decía (21): “Después de esto no puede ni debe esperarse otra cosa, sino el nombramiento del Sr. Dr. Corpancho; proceder de otro modo sería irregular, ilógico, más aún, se cometería injusticia notoria; faltas que estamos lejos de temer, del eminente ciudadano que rije los destinos del Perú y del digno ministerio que secunda sus nobles propósitos”. Todo parecía indicar que la cátedra quedaría en las manos de Corpancho, más aún, si el único que podía disputársela se hallaba a miles de kilómetros de distancia. Pero el destino, en uno de esos extraños rumbos con los que suele sorprendernos de vez en cuando, tenía reservado otro designio para esa plaza. La causa de esta prolongada indefinición gubernamental, fue glosada por el doctor Eduardo Bello, quien describió dicha circunstancia en los siguientes términos (22): “La voluntad presidencial se oponía a la voluntad ministerial en la designación del maestro, y mientras esa situación duró se mantuvo en suspenso el nombramiento. El Presidente quería que don Constantino fuese el nombrado, y aducía para ello sus razones: iniciativa partida de este, adelantos del ramo traídos por Carvallo al país, etc.; el ministro de Instrucción, doctor Manuel Pablo Olaechea, amigo y defensor de la otra figura contemporánea, doctor Néstor Corpancho, que también solicitaba la Cátedra e interponía influencias, quería servirlo, alegando que era dueño de un servicio hospitalario y operador en ginecología de más tiempo que Carvallo. Como el Presidente ni el Ministro cedieron, quedó aplazado el asunto”.
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PIONERO DE LA RADIOLOGÍA PERUANA A principios de octubre de 1896, Carvallo regresó de Europa trayendo con él, una autoclave (Estufa de Poupinel), una bujía de Chamberlain y un aparato de Rayos X entre otros varios novedosos instrumentos y equipos. En los tres casos mencionados, se trató de los primeros en su género que llegaron al país. Carvallo se convirtió de esta manera en el pionero de la Radiología peruana, adelanto tecnológico cuyo descubrimiento se había hecho público apenas el 13 de enero de 1896, en una histórica conferencia presidida por Guillermo II de Alemania. Los misteriosos Rayos X habían sido descubiertos de manera casi casual por el físico alemán Wilhelm Conrad Roentgen (n.1845m.1923), el 8 de noviembre de 1895 (23). El Perú fue el primer país de Sudamérica en contar con un aparato de Rayos X, el segundo que tuvo una máquina similar fue la Argentina, en donde el doctor Barsa de la ciudad de Bahía Blanca (provincia de Buenos Aires) instaló una en diciembre de 1896 (23). La comunidad médica peruana había tomado conocimiento sobre este sensacional adelanto a través de la “La Crónica Medica”, que en su edición del 15 de junio de 1896, insertó un artículo firmado por el doctor David Matto, que a la letra decía: “De propósito no hemos querido ocuparnos, hasta ahora, del descubrimiento del célebre profesor de Wurzburg, por que deseábamos que pasase el período de entusiasmo, el período sensacional que sucede a todo hecho de esta naturaleza; y que quedase la verdad científica en su lugar, para ser apreciada por la prensa seria. Además, queríamos saber hasta que grado podía, por el
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momento, desarrollarse en lo referente a la medicina, el famoso invento del físico alemán”. A continuación se explayaba acerca de las virtudes y limitaciones de los Rayos X, para finalmente concluir: “En resumen, pues, la fotografía por los rayos X en sus aplicaciones á la medicina, está, al menos por el momento, reducida á descubrir cuerpos estraños de cierta naturaleza en el espesor de los tejidos y á diagnosticar algunas lesiones del tejido óseo”. En la edición matutina del diario “El Comercio” de Lima, fechada el 3 de octubre de 1896, apareció una nota que informaba sobre la llegada de varios cajones a la aduana del puerto del Callao, los que contenían los aparatos necesarios para producir los Rayos X. En ese mismo escrito se afirmaba que tales equipos eran de propiedad de los doctores Ricardo L. Florez y Constantino Carvallo. Esta confusión se debió seguramente a que el doctor Florez, amigo muy cercano de nuestro personaje, había llegado en el mismo buque proveniente de Europa, y además a que Florez fue, en los últimos años del siglo XIX, uno de los principales importadores de nueva tecnología médica, así gracias a él llegó el primer microscopio óptico que hubo en el Perú, igualmente trajo los medios sólidos de cultivo, el termómetro de uso clínico, y las jeringas hipodérmicas. Como corolario de su fructífera acción benéfica, el doctor Florez poseyó el primer automóvil que circuló por las calles de Lima, ya que los dos primeros ejemplares que llegaron al país fueron destinados a minas de nuestra sierra.
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Esta pequeña confusión obligó al doctor Carvallo a remitir a “El Comercio” una carta rectificatoria que se publicó el mismo día, en su edición de la tarde, y que a la letra decía: “Muy estimados señores: La instalación para producir Rayos Roentgen que he traído de Europa, es de mi única y absoluta propiedad. Oportunamente la pondré al servicio del público y tendré el honor de invitar a Uds. a esta su casa para que presencien la primera sesión radiográfica. De Uds. atto. y S. S. Constantino T. Carvallo”. El aparato traído por Carvallo era de la marca Siemens & Halske, patente D:R:P: 21028-24-III 96, con un inductor para 30 centímetros de distancia, chispa con interrupción de Mercurio y tubo de Roentgen con mecanismo para graduación al vacío. Era pues un instrumento con la tecnología de punta de ese entonces. Apenas pudo sacarlo de la aduana, lo llevó a su consultorio particular, que además era su domicilio, el cual se ubicaba en el número 579 de la calle Filipinas (que en la Lima contemporánea corresponde a 5ta cuadra del jirón Carabaya). Allí procedió a montarlo y comprobar su correcto funcionamiento, dejándolo expedito para su primera exhibición pública. Dicho acontecimiento histórico en los anales de la medicina nacional, se llevó a cabo la noche del jueves 22 de octubre de 1896, ante un selecto grupo de invitados, entre los que se encontraban el Presidente de
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la República, las principales autoridades del régimen, y diversas personalidades del quehacer limeño (23). Luego de una somera explicación teórica sobre la naturaleza, aplicaciones y cualidades de los Rayos X, solicitó a don Nicolás de Piérola, quien por entonces ejercía la primera magistratura del país, que se acercara para tomarle la radiografía de su mano derecha, que de esta forma se convirtió en la primera placa de nuestra historia médica obtenida con esta novedosa técnica (23). Luego hizo la misma solicitud a don Ricardo Palma (n.1833-m.1919), afamado literato limeño, cuya mano derecha también fue radiografiada, la imagen obtenida demostró “el proceso artrósico interfalángico distal que afecta esa mano, que a la sazón contaba con 63 años de uso” (23). En “El Comercio”, del 26 de octubre de 1896, se reseñaba una segunda sesión demostrativa en el mismo lugar, aunque esta vez se reunió a otros caballeros, cuya identidad no se especificó. Repitió las explicaciones y demostraciones de la novedosa técnica, contando con la ayuda del señor Remy. En ambas sesiones, también demostró a los asistentes los modernos aparatos que había traído para mejorar los procedimientos quirúrgicos, entre los que destacaban los “destinados a la desinfección”, “sillas ad-hoc para practicar operaciones de cirugía” y “gran variedad de pinzas, tijeras y multitud de instrumentos novísimos”. Pronto la opinión pública clamó para que esta tecnología también se brindara en los hospitales del país, dicho clamor fue recogido en una nota de “La Crónica Médica” (31 de agosto de 1898), que a la letra decía (24): “La Academia de Medicina de París ha
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emitido recientemente la opinión de que convenía: recomendar a los establecimientos hospitalarios, en beneficio de los enfermos pobres, la aplicación de la radiografía y la radioscopia”. “Creemos que la recomendación hecha a los hospitales parisienses podía ser aprovechada por nuestra sociedad de Beneficencia Pública para establecer ese interesante servicio, por lo menos en uno de nuestros hospitales, en el Dos de Mayo por ejemplo”. “Una instalación de esta índole costaría relativamente muy poco y sería notoriamente provechosa para los enfermos, para el cuerpo médico del Hospital y para la buena reputación de la Beneficencia Pública de Lima”. Sólo en noviembre de 1907, la sección de Electricidad del servicio de Fisioterapia del Hospital 2 de Mayo, instaló un equipo de la marca Zinder Neis, que se puso a cargo del doctor Ricardo Sauri Sacio, quien renunció al año siguiente por presentar “manifestaciones radiodermíticas en sus manos”, siendo este nuestro primer caso de efectos nocivos a dicha radiación (23). El tubo de Roentgen que formaba parte de aquel aparato, fue cedido años después por el doctor Constantino José Carvallo al doctor Juan Maldonado, quien lo exhibió en el Museo Maldonado (23). Los descendientes del doctor Carvallo guardaron consigo las primeras radiografías tomadas en el Perú, sin embargo, en la década de los años ochenta del siglo XX prestaron la de Nicolás de Piérola para ser exhibida en un evento de la especialidad realizado en Lima. Esa fue, por desgracia, la última vez que la vieron.
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FUNDADOR DE LA CATEDRA DE GINECOLOGÍA EN LA FACULTAD DE MEDICINA DE SAN FERNANDO La cátedra de Ginecología fue creada por el régimen de Nicolás de Piérola, mediante ley del 27 de diciembre de 1895, sin embargo, la controversia entre el Presidente y su ministro de Instrucción impidieron que se le designe catedrático. El 7 de enero de 1896, la Facultad de Medicina acusó recibo al rector de la universidad de la nota en la que se le transcribía la ley que creaba dicha cátedra (8). Transcurrió todo el año de 1896 sin que el gobierno se decidiera sobre el particular, sin embargo, el problema finalmente se desentrampó cuando el doctor Olaechea dejó su cargo de ministro. Ello decantó la controversia en favor de Carvallo, ya que desde un principio fue el candidato favorito del Presidente Piérola. La Resolución Suprema del 19 de junio de 1897 lo nombraba como profesor titular fundador de la cátedra de Ginecología (2). Dicho dispositivo decía a la letra (8): “Habiéndose creado por la ley de 27 de diciembre de 1895, la cátedra de Clínica Ginecológica en la Facultad de Medicina de la Universidad Mayor de San Marcos, y de conformidad con lo dispuesto en el art. 255 del Reglamento General de Instrucción Pública; nombrase Catedrático de ella al doctor Constantino T. Carvallo. Expídase el título respectivo”. Tal designación tuvo gran trascendencia ya que le permitiría compartir con los alumnos sanfernandinos todos los avances quirúrgicos y tecnológicos traídos desde Europa, que poco después serían puestos en
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práctica por estos futuros médicos, con el subsiguiente beneficio para la salud pública del país (1). Sin embargo, para que este curso pudiera ser realmente provechoso había que dotar a la flamante cátedra con las instalaciones apropiadas, por ello el decano de la Facultad de Medicina ofició a la Sociedad de Beneficencia Pública de Lima (SBPL), solicitándole la cesión de algunos ambientes del Hospital de Santa Ana. La SBPL acordó concederle una sala que ocupaban las “enfermas crónicas”, y los dos corralitos adyacentes. Carvallo visitó estas instalaciones y proyectó las modificaciones indispensables que debían ejecutarse, y así el 22 de julio de 1897, elevó un detallado informe técnico al Inspector del Hospital de Santa Ana. Las obras planteadas tenían un costo de 2,178 soles, una suma relativamente grande para las condiciones económicas y financieras del país, que todavía no se recuperaba plenamente de la bancarrota que había significado la Guerra del Pacífico. Allí surgió el primer gran inconveniente, ya que la SBPL dispuso que para tal efecto sólo entregaría la suma de 651 soles. Pero Carvallo no estaba dispuesto a arredrarse, y casi sin meditarlo, cedió los sueldos de todo un año que le correspondían como catedrático titular de Ginecología, los cuales sumaban la cifra de 1,200 soles. Este acto generoso con su Alma Mater, prácticamente imposible de reproducir en el mundo actual, fue un hecho extraordinario incluso para sus contemporáneos, quienes le reconocieron este acto de magnificencia de diversas maneras, entre ellas las siguientes expresiones publicadas en “La Crónica Médica”: “Que como quiera que la exigüidad de la suma votada para el objeto por la
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Sociedad de Beneficencia no permitiera llevarlas debidamente a cabo, con un desprendimiento que lo honra tanto como su laboriosidad, ha puesto el Dr. Carvallo sus sueldos de un año al servicio de dicha mejora; y por último, los instrumentos y enseres de la clínica son obsequio suyo” (25). Los trabajos se iniciaron en marzo de 1898, y desde el primer día Carvallo los supervisó directamente para que se ciñeran a lo detallado en su informe técnico, y una vez concluidos, remitió un prolijo reporte al decano de la Facultad de Medicina, que a la letra decía (25): “Lima, Julio 13 de 1898. “Señor Decano de la Facultad de Medicina Señor Decano: El departamento de la Merced en el Hospital de Santa Ana, que por solicitud de US. designó la Beneficencia para el establecimiento en él de la Clínica Ginecológica sólo fue puesto a mi disposición el 17 de marzo del presente año, pues tuvo forzosamente que construirse un nuevo departamento en el Hospital de Incurables para trasladar a él las que lo ocupaban”. “Desde esa fecha y diariamente me he ocupado de introducir en ese local no sólo las modificaciones que juzgué absolutamente indispensables en el informe que con fecha 22 de julio del próximo pasado año elevé al Inspector del Hospital, de cuya comunicación acompaño una copia, y para las que la institución votó la suma de S/. 651, sino que siendo imprescindibles hacer otras mejoras he invertido además S/. 1,527, comprendidos allí S/. 1,200 correspondientes a los 12 sueldos que he recibido desde el mes de julio pasado en que fui
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nombrado catedrático hasta la fecha; pues el curso ó la Cátedra que debe enseñarse esencialmente práctica, y debía en consecuencia establecer una sala de operaciones con todos sus enseres, un cuarto de aislamiento para las operadas y realizar en su construcción todas las exigencias que la Higiene hospitalaria moderna tiene hoy aconsejadas para poder así corresponder al honor a mi dispensado por el Supremo Gobierno encomendándome fundar en esta Facultad la cátedra de Clínica Ginecológica, y para poder también esteriorizar en mi país esos progresos que mi buena suerte me permitió poder presenciar en mis dos recientes viajes a Europa”. “Acompaño a US. la lista detallada de todas esas modificaciones, y de los enseres de que he dotado a la instalación y hago ante US, y ante la Facultad formal y definitiva cesión de todo ello, a favor de los alumnos, y en beneficio de su enseñanza”. “Ofrezco además, señor Decano, un fantome para las operaciones sobre piezas cadavéricas, 40 planchas murales del doctor Auvard y dos mesas para exámenes y curaciones ginecológicas, que traje últimamente de Europa y las que estableceré en locales especiales respecto a los cuales abrigo la esperanza que el Supremo Gobierno y la Facultad me ayudarán a implementarla, y con cuyas dependencias puedo asegurar a US. que la Facultad de Medicina contará con una clínica ginecológica, que para ser el primer paso dado en ese orden no será inferior a otras que he visto en el viejo Mundo”. “Dios guarde a US. Constantino T. Carvallo”.
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Esta misiva por si misma compromete la gratitud eterna de todos los sanfernandinos, en especial de aquellos que desde entonces abrazaron las especialidades quirúrgicas. Es menester referir que el Hospital de Incurables que es mencionado en esta comunicación, y al que fueron trasladadas las denominadas “pacientes crónicas” que anteriormente se hallaban en el Hospital de Santa Ana, se convertiría, con el transcurrir de los años, en el Hospital Santo Toribio de Mogrovejo, llamado así a partir del 29 de noviembre de 1937. Posteriormente, en 1990, en virtud a la Resolución Ministerial Nº 813-90, cambió su denominación por la de Instituto de Ciencias Neurológicas “Julio Oscar Trelles Montes”, en homenaje a este eminente político y neurólogo andahuaylino, quien ejerció su dirección por varias décadas (17). El mismo día en que Carvallo remitió su informe a San Fernando, fue leído en sesión por el secretario de la Facultad de Medicina, al término de lo cual mereció el agradecimiento del decano a nombre del claustro, y paso seguido “invitó a los señores profesores a tomar posesión del local, concurriendo la mayor parte de ellos”. Recordemos que por entonces el local de San Fernando se ubicaba en la plazoleta de Santa Ana, apenas a unos pocos metros del nosocomio del mismo nombre. El nuevo servicio se bautizó con el nombre de Nuestra Señora de la Merced, y el detalle de su ubicación, infraestructura y demás aspectos, han quedado plasmados en la siguiente descripción de sus contemporáneos (25):
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“El nuevo servicio no obstante hallarse en el centro mismo del hospital, está relativamente aislado del resto del edificio, recibiendo su aire y luz de un gran patio. Se compone de tres salas: una espaciosa conteniendo diez lechos destinados á las enfermas en tratamiento, y otros dos más pequeñas, sala de operaciones la primera y de aislamiento para las recién operadas la segunda”. “La sala de operaciones está dispuesta de manera que todos los exámenes é intervenciones se verifiquen con ayuda de los métodos antisépticos y asépticos. Su alumbrado puede ser natural, por ventanas colocadas en el techo y lateralmente; o artificial, por gas. Para las operaciones menores son esterilizados los instrumentos por la ebullición. Tiene la sala una buena mesa de operaciones; un lavatorio de mármol provisto de agua caliente y fría para los usos ordinarios, sobre él se encuentra un filtro Chamberlain que da agua esterilizada. Hay además en ella un gran armario con anaqueles de vidrio para los instrumentos auxiliares del sistema Championiere, etc.” “Por lo que hace al lugar destinado al aislamiento de las operadas, no deja nada que desear, esta salita es clara, bien ventilada y está amueblada cómodamente, y hasta con lujo”. El quirófano allí descrito debe considerarse como el primero que se instaló en nuestro país cumpliendo con las especificaciones técnicas de la cirugía moderna. Antes de su existencia las condiciones en la que se operaba en nuestros hospitales solían ser precarias, lo que significaba un gran riesgo para la salud y la vida de los pacientes, incluso muchos cirujanos preferían operar a su clientela particular en los domicilios de cada doliente.
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Esta grave carencia se había hecho dramáticamente evidente apenas cuatro años antes, con motivo de un luctuoso suceso que tuvo serias repercusiones en la vida política del país. Dicho acontecimiento principió hacia fines del mes de marzo de 1894, cuando el presidente Remigio Morales Bermúdez enfermó gravemente, presentando un cuadro de intenso dolor abdominal, que obligó a convocar a una junta médica, en la que participó el doctor José Lino Alarco (26), cirujano limeño que había adquirido gran notoriedad al haber practicado en 1878 la primera cirugía abdominal exitosa de nuestros anales médicos. La junta diagnosticó que el ilustre paciente era portador de una obstrucción intestinal que requería urgentemente de una corrección quirúrgica, lo que significaba una muerte segura en razón del estado de adelanto de los métodos de asepsia y bioseguridad en el país (26), y a que aún nos hallábamos en la era pre-antibiótica. La cirugía se efectuó en un salón del domicilio particular de Morales Bermúdez, debido a la ya mencionada inexistencia de un quirófano adecuado en la ciudad, y aunque experimentó una fugaz mejoría luego del procedimiento, pronto sobrevino la septicemia que acabó con su vida, el domingo 1 de abril de 1894, luego de varios días de penosa agonía (26). Por azar del destino, aquel mismo día se habían convocado y se estaban desarrollando las elecciones generales para elegir al sucesor del fallecido mandatario, en un proceso que estuvo enturbiado desde un principio por las maniobras del general Andrés Avelino Cáceres y sus partidarios, que pretendían entronizarlo en el poder (26).
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La inesperada muerte de Remigio Morales Bermúdez (n.1836-m.1894), quien era un fiel partidario del Héroe de la Breña, modificó drásticamente los planes de los militares, que no tuvieron más remedio que desenmascarar sus propósitos (26). Cáceres tomó el cuartel de Santa Catalina, y ordenó al general Justiniano Borgoño Castañeda (n.1836m.1921), quien a la sazón ocupaba la segunda vicepresidencia de la República, que hiciera lo propio con el palacio de gobierno, impidiendo así que Pedro Alejandrino Del Solar Gabans (n.1829-m.1909), asumiera el mando de la nación en su condición de primer vicepresidente (26). Las elecciones fueron suspendidas, y poco después, Borgoño convocó a un nuevo proceso eleccionario que fue ganado abrumadoramente por Cáceres, ante el repudio de la gran mayoría de la opinión pública, quien consideró, con toda razón, que tales comicios eran absolutamente espurios. Este sentimiento colectivo de despojo generó una corriente contraria que terminó con este régimen en marzo de 1895, gracias al movimiento revolucionario encabezado por Nicolás de Piérola. En poco más de una década, el general Cáceres había transformado su egregia figura de tenaz defensor de la Patria contra el invasor chileno, por la de un militar cavernario, capaz de cualquier maniobra con tal de perpetuarse en el poder. Buena parte de estos sucesos políticos y bélicos tuvieron su origen en las carencias médicas de la época, y es el ejemplo más evidente de como un asunto
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eminentemente tecnológico puede tener una trascendente repercusión en otras esferas de la vida nacional. El breve relato sobre la muerte del Presidente Morales Bermúdez pretende darnos una perspectiva más cabal de la gran repercusión social, y el contexto histórico en el que se instaló aquel quirófano organizado por Carvallo. En ese recinto se revolucionó la cirugía nacional, en particular la ginecológica y obstétrica, ya que por primera vez se aplicaron todos los procedimientos de asepsia conocidos hasta entonces, se esterilizó prolijamente el instrumental antes de cada procedimiento, se instauró el lavado de las manos previo y obligatorio a las intervenciones, y se generalizó el uso de los guantes de jebe y de las mascarillas faciales. Igualmente se introdujeron nuevas técnicas quirúrgicas como el drenaje de Mickuliz, la peritonización, el procedimiento de Doyen para la extirpación de fibromas uterinos, e incluso un novedoso método para efectuar la histerectomía abdominal que fue modificado y perfeccionado por el propio doctor Carvallo, diferenciándolo nítidamente de la llamada técnica Americana o de Kelly (27). La técnica desarrollada por Carvallo mereció la denominación de “Procedimiento Sudamericano”, que le fue concedido oficialmente durante el VI Congreso Panamericano de Medicina reunido en la ciudad de Lima, entre el 9 y 16 de noviembre de 1913 (22). Este fue el evento médico más importante ocurrido en el Perú durante el primer cuarto del siglo XX.
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1902. El doctor Carvallo impartiendo una clase prĂĄctica en la sala de Nuestra SeĂąora de la Merced del Hospital de Santa Ana de Lima
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La lección inaugural de la cátedra de Ginecología, tuvo lugar el 17 de agosto de 1898, y en ella el doctor Carvallo disertó brillantemente ante una nutrida concurrencia, que tenía perfecta conciencia que era testigo de excepción de un hito de gran importancia en la enseñanza médica nacional. Por tratarse de una disertación de indiscutible interés y valor histórico, la reproducimos en su integridad (25): “Señores En ocasión semejante el Profesor Dieulafoy al tomar posesión del curso de Patología Interna en la Facultad de Medicina de París, se expresaba así: Es de uso, es tradicional en la Facultad de Medicina, que al tomar posesión de la cátedra para la que se ha sido nombrado el nuevo profesor, inaugure su enseñanza por una primera lección que sea, en cierto modo un programa, una profesión de fe. Lección en la que expone sus tendencias científicas, juzga los progresos realizados y desarrolla el método que debe presidir en su enseñanza”. “Inspirándome en este ejemplo y deseando igualmente que se siga tan benéfico hábito, hoy, al inaugurar la cátedra de Clínica Ginecológica – para cuya fundación en nuestra Facultad he sido honrosamente designado por el Supremo Gobierno – voy a ocuparme de los siguientes puntos: la Ginecología de ayer; la Ginecología de hoy; conveniencia de su enseñanza oficial é importancia de su enseñanza clínica”. I
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“El aparato de la reproducción y las funciones que le son peculiares establecen en el género humano la diferencia entre el hombre y la mujer: marcan su sexo”. “La vida toda de la mujer se encuentra influenciada por esta diferencia de organización, a tal punto que no es paradojal la síntesis de Michelet al decir: la mujer es una matriz servida por órganos”. “Evidentemente al advenimiento del primer acto funcional del aparato de la generación de la mujer en la pubertad, se descubre el filón productor de sus dolencias; es imposible imaginar un acto fisiológico más vecino del dominio de la enfermedad que aquel que cada mes produce en la mujer púber modificaciones tan profundas, que se ha llegado a estimarlas como la expresión de un estado mórbido. Viene después la fecundación y con ella el embarazo, el aborto, el parto, que abren puertas a la infección, en su acepción moderna, microbiana: local primero, y propagándose en seguida, domina por completo la patogenia de las inflamaciones: metritis y anexitis, o sean, la mayor parte de las afecciones genitales apuerperales, excepción hecha de las de orden tuberculoso que se conviene en aceptarlas como producidas por gérmenes no venidos de fuera. Y digo la mayor parte, porque el resto, las neoformaciones, las enfermedades orgánicas, aparecen con la época de la menopausia, ocaso verdadero de la mujer”. “Se vé pues que el primum vivens, ultimum moriens de la mujer es su aparato genital, y por tanto, debemos convenir en que desde los tiempos más remotos fue preocupación de los que se dedicaban al arte de curar las afecciones de la mujer, la Ginecología. La historia así nos lo manifiesta”.
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“Los libros hipocráticos se ocupan con extensión de las enfermedades del útero; se encuentran en ellos consideraciones bastante exactas sobre sus desviaciones. La inflamación de la matriz parece haber llamado particularmente la atención del Padre de la medicina”. “El especulum ha sido encontrado en las ruinas de Pompeya, acaecidas el año 76 de la era cristiana”. “Areteo de Capadocia diagnostica las inflamaciones uterinas por medio del tacto simple; y el mismo tacto bimanual se usaba desde el siglo pasado”. “Recamier resucita el uso del especulum, aplica al estudio de las lesiones uterinas los diferentes medios de exploración familiares hoy. No sólo aprecia el hocico de tenca, penetra en las profundidades del útero, inventa la cureta, practica el curetaje, la amputación del útero, y hasta la histerectomía vaginal. Como dice muy bien el Prof. Auvard: si Recamier hubiera tenido por predecesores ó contemporáneos a Pasteur y a Lister, hubiera llevado la Ginecología al grado de progreso en el que se encuentra hoy”. “La primera ovariectomia, bien historiada, corresponde Robert Houston de Glasgow, y se remonta a 1726”. “La histerectomía vaginal, esa operación tan de moda hoy, fue practicada en la antigüedad, y el primer autor que hace mención de ella es Themison, citado por Soranius de Efeso, que escribió su Tratado de Cirugía en el segundo siglo de nuestra era. Sauter en 1822 y Recamier en 1829, la practicaron nuevamente y señalaron su manual operatorio, sus indicaciones y contraindicaciones”.
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“Como se ve en esta rápida reseña, grande fue el mérito de los ginecólogos del pasado, que crearon los procedimientos operatorios y las intervenciones más audaces, que al presente enriquecen a la moderna ginecología, y los que tuvieron que abandonar por los letales resultados que sucedían a sus esfuerzos”. “Tal fue la Ginecología de ayer”. II “Por efecto de estos fracasos eclipsóse la Ginecología para aparecer a mediados del presente siglo, robusta, floreciente, aprovechando en su favor de los progresos alcanzados en esta época por la diferentes ramas de las ciencias médicas, merced a las cuales la Ginecología ha sufrido transformaciones considerables, y ha hecho progresos de la más alta importancia, tanto desde el punto de vista nosográfico como bajo el punto de vista terapéutico”. “La etiología de las inflamaciones pelvianas se ha ilustrado y casi definitivamente establecido gracias a las nociones bacteriólogas recientemente adquiridas”. “La historia clínica y la sintomatología han alcanzado un notable desarrollo, porque merced a la antisepsia se ha hecho posible la exploración sin peligros de infección, multiplicándose así los medios de diagnóstico”. “La anatomía patológica de las lesiones inflamatorias de los anexos ha sido creada durante este período, ha contribuido poderosamente a este resultado la vulgarización de la práctica de la laparotomía que ha puesto de manifiesto lesiones localizadas al ovario o a las trompas, quedando en claro la tan oscura y debatida
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cuestión de las pelviperitonitis y celulitis pelvianas que sintetizaban las afecciones ovaro-salpíngeas. La tuberculosis genital ha sido estudiada y descrita de una manera más completa”. “El embarazo extra-uterino y el hematocele son actualmente mejor conocidos, los tumores sólidos de los anexos mejor estudiados, y así las demás afecciones que hoy forman el cuadro nosográfico ginecológico”. “Bajo el punto de vista terapéutico, la Ginecología ha experimentado una verdadera transformación en los últimos veinte y cinco años. Confiando los cirujanos en la seguridad que proporcionan los métodos de antisepsia y asepsia, han atacado las afecciones del útero y de los anexos con más ardor, el curetage de la cavidad uterina ha sido sacado del abandono en que se le tenía y es hoy de práctica diaria, como lo es también la restauración de las rasgaduras del cuello; la perineorrafia se ha simplificado; la histeropexia ha sido inventada; la castración tubo-ovárica, la histerectomia abdominal total son las operaciones y la labor diaria de los cirujanos de hoy”. “La ginecología médica ha progresado también, aún cuando no de una manera brillante. La terapéutica local del útero ha venido a ser más activa y enérgica. La electroterapia ha sido y es el objeto de numerosos trabajos, se precisan las indicaciones y la técnica del masaje pelviano y de la gimnástica ginecológica. La Balneoterapia y en general la Hidroterapia tienen hoy prescripciones razonadas y oportunas”. “A pesar de los inmensos progresos alcanzados por la Ginecología hay derecho a esperar mayores, debido a los novísimos medios de exploración: la cystoscopia, la
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ureteroscopia, la aplicación de los rayos de Roetgen, etc.” “Pero aún hay varias más, como dice el señor Pichevin: Se anuncia la aurora de la edad de oro de la Ginecología. Las complicaciones operatorias de origen infeccioso que sobrevienen todavía a pesar de todas las precauciones antisépticas asépticas, serán totalmente suprimidas por la seroterapia, la inmunización pondrá a cubierto a los enfermos de las infecciones operatorias, y llegará aún a preservar a las mujeres de los accidentes tan frecuentes y tan graves que sobrevienen después del parto, del aborto y de la hemorragia. De suerte que la intervención armada se limitará en un provenir más o menos próximo a algunas operaciones dirigidas contra los neoplasmas y quizá si se llega a detener su evolución por medicamentos variados”. “Tal es el estado de la Ginecología de hoy”. III “Habiendo llegado la Ginecología a un grado de perfeccionamiento tal que no tiene nada que envidiar a las otras ramas de las ciencias médicas, ha adquirido su patria potestad, ha tenido que desmembrarse de la Cirugía como ya lo hiciera la Oftalmología, ya al adquirir su autonomía ha tenido que centralizar sus grandes progresos, sus brillantes adquisiciones é invocar su enseñanza oficial, porque la enseñanza es la base de toda ciencia. Así lo han comprendido Alemania, Austria, Rusia y Estados Unidos que han obtenido grandes beneficios por la especialización precoz de la Ginecología, y por la creación de centros para su enseñanza. En Francia no existe la enseñanza oficial, pero se practica oficiosamente en los Servicios
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dedicados a la Cirugía General. Pero no basta la iniciativa, ni la labor individual ajena a la crítica científica, al control y justificación de los procedimientos empleados. Las piezas anatómicas así obtenidas, sólo sirven de trofeos a operadores afortunados y por carecer de un estudio especial de ellas, dejan de contribuir a la edificación de la anatomía patológica del aparato genital. Con esos elementos disociados no se puede formar un cuerpo de doctrina, y tal vez si es nociva, como dicen Doleris y Pichevin, esa práctica oficiosa de la Ginecología para los prácticos y para los alumnos que flotan sin rumbo ignorando el porqué de una intervención, no conociendo los motivos de la elección de un procedimiento y no pudiendo optar por consiguiente entre opiniones y prácticas opuestas”. “He allí porque el doctor Auvard en el prólogo que escribiera para el Manual de Diagnóstico Ginecológico del doctor Berlín, deplorando la falta de la enseñanza oficial de la Ginecología en Francia se expresa en los siguientes términos”: “Abandonada a sí misma la Ginecología, se vuelve presa de todo el mundo: de los cirujanos que en ella encuentran ocasión frecuente de ejercitar su talento operatorio; de los médicos que fatigan el cuello y la vagina por la aplicación de los tópicos más variados; de los parteros que especializados en el sistema genital femenino se creen con derecho para conocer y cuidar todas las enfermedades; los electricistas que piensan que el conocimiento muy exacto de la electricidad es suficiente para resolver todos los problemas de la Ginecología; los amasadores, y en fin los médicos de aguas minerales, que iba a olvidar, y que tienen igualmente la pretensión de ser, en su mayor parte, ginecólogos distinguidos”.
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“En resumen, nosotros tenemos: ginecólogos, cirujanos, médicos, parteros, electricistas, amasadores o masajistas, hidrólogos, a los cuales se podrían agregar, una séptima clase, las comadronas o parteras”. “Por lo que bien especializada la enseñanza de las enfermedades genitales de la mujer y de los medios apropiados a su curación, la Ginecología pertenecerá a una sola categoría de hombres de ciencia, dejará de ser el cachet de reclamo de los que para ella tengan afición, y sí la ejercerán con derecho los que la hayan estudiado dignamente”. IV “Establecida la conveniencia de la enseñanza oficial de la Ginecología, nada más importante que su enseñanza sea clínica, hospitalaria, la enseñanza del enfermo y de la enfermedad con relación a él; es aplicando directamente a un enfermo, determinando las nociones más precisas como las más complejas que presiden y aseguran el diagnóstico, estimando cada uno de los síntomas que presenta, e instituyendo como corolario el tratamiento apropiado, justificándolo por razonamiento inmediato, que el aprendizaje de las ciencias médicas se hace real y fecundo”. “Señores Ardua es la empresa a mí encomendada, sólo cuento para desempeñarla con mi decidida voluntad y los escasos conocimientos que me han suministrado la práctica de esta especialidad en diez años, los que en mi último viaje a Europa cuidé de perfeccionar bajo la dirección de ilustres maestros en Francia, Alemania y Austria. Cuento igualmente con las tradicionales
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cualidades que distinguen al estudiante de la Facultad de Medicina de Lima: su inteligencia y laboriosidad”. En medio de esta lección se presentó el doctor Néstor Corpancho, antiguo aspirante a la titularidad de la cátedra de Ginecología, provocando que Carvallo interrumpiera su discurso, y le dedicara las siguientes expresiones (25): “La presencia inesperada y para mí muy honrosa del señor doctor Corpancho a mi lección inaugural, me pone en el caso de dejar constancia de la altura á que ha colocado la especialidad este distinguido cirujano, con su feliz iniciativa y sus magníficos éxitos alcanzados en las operaciones ginecológicas que ha realizado, y con las que ha obtenido una estadística que corrobora su competencia”. Este encuentro público, permitió apreciar una vez más la grandeza de espíritu que guió la vida de Carvallo, quien olvidando las antiguas diferencias con su colega, no dudó en limar abiertamente las asperezas entre ambos. El discurso de Carvallo tiene además el gran mérito de introducir una concepción visionaria: la conjunción en un solo cuerpo doctrinario de la Ginecología y la Obstetricia, idea que guío su práctica diaria, tal como comprobaremos más adelante en nuestro relato. Al inicio de sus labores, como era previsible, el servicio de Nuestra Señora de la Merced tuvo una afluencia relativamente escasa de pacientes, cuyo número, con ligeras fluctuaciones, se mantuvo más o menos estable en los primeros años. Ello se debió, en gran medida, al irreprimible temor que despertaban los procedimientos quirúrgicos, ya que desde siempre habían precedido, casi indefectiblemente, a la muerte de las pacientes.
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Estos aspectos cuantitativos eran meramente accesorios, lo verdaderamente importante y notable fueron los resultados cualitativos, gracias a los cuales se obtuvieron progresivamente índices de morbilidad y mortalidad post quirúrgica inéditos hasta entonces en nuestro país, lo que no hacía más que confirmar las bondades de los modernos procedimientos. La estadística del primer año de trabajo, que comprendió entre el 17 de agosto de 1898 y la misma fecha del año siguiente, revelaba que se habían practicado un total de cuarenta procedimientos quirúrgicos y médicos de la más diversa índole, aunque la mayoría de ellos podrían ser considerados relativamente simples para un espectador actual, cuyos resultados fueron bastante halagüeños, ya que treinta y seis pacientes habían alcanzado la curación o un significativo alivio de sus dolencias, y sólo las cuatro restantes habían fallecido (28). Al principio de este diario batallar, Carvallo sólo contó con la colaboración indesmayable del doctor Pablo S. Mimbela, quien se convirtió en su mano derecha, a tal punto que el maestro le delegó ciertas responsabilidades médicas y administrativas de la sala de La Merced. El profundo afecto filial que Mimbela profesaba por Carvallo quedó plasmado en su tesis doctoral titulada “La Panhisterectomía abdominal en los fibromas uterinos”, la cual presentó ante la Facultad de Medicina en junio de 1899, y en cuya introducción decía (29): “Como deber ineludible, os debo manifestar que la tesis que os presento está inspirada, desarrollada y sostenida, merced a las ideas sustentadas en la Clínica
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Ginecológica por el profesor Carvallo. Sus valiosos consejos, sus ricos recursos bibliográficos y finalmente el haberme hecho conocer de cerca el procedimiento, me han permitido dar cima al presente trabajo”. En esa tesis se describió la primera panhisterectomía abdominal realizada en nuestro país (27), practicada por Carvallo con el propósito de tratar a una costurera de 39 años de edad, quien era portadora de “fribromiomas uterinos múltiples” (29). Dicho procedimiento se inició a media mañana del 13 de mayo de 1899, y concluyó pasado el medio día. Lamentablemente la evolución de la enferma fue muy desfavorable, deteriorándose rápidamente, a tal punto que su fallecimiento se produjo el día 15, siendo el “diagnóstico post-operatorio, confirmado por la autopsia: Septicemia sobre-aguda” (29). Los pocos contrastes iniciales no impidieron que la labor quirúrgica de Carvallo influyera decididamente en generar los más profundos cambios en el imaginario colectivo limeño, ya que la percepción de muerte inminente que había con respecto a los procedimientos quirúrgicos, por más sencillos que ellos fueran, comenzó a ser reemplazado progresivamente por una sensación de seguridad con respecto a ellos. Eso también contribuyó a derrotar el secular recato de muchas mujeres, que preferían sufrir indecibles dolencias físicas antes de permitir que un varón, aunque este fuera médico, las examinara físicamente en zonas a las que sólo podían tener acceso sus maridos. Al principio no faltaron ciertas críticas, incluso de la madre superiora del Hospital de Santa Ana, pero ello no hizo que se desviara del camino que se había trazado.
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1904. FotografĂa del doctor Carvallo tomada en el Estudio de Eugenio Courret - Lima
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Esta cátedra, que anteriormente se había dictado como parte del curso de “Cirugía de Regiones” y luego dentro de la cátedra de “Enfermedades puerperales y de niños”, le dio un rostro propio a la Ginecología en el plan de estudios de la Facultad de Medicina, impartiéndose en el sexto año de dicho plan (1). Posteriormente, en 1909, durante el primer gobierno de Augusto B. Leguía, dicho plan de estudios sufrió varias modificaciones, aunque la cátedra de Ginecología continuó dictándose en el mismo año académico, y en esas condiciones continuó hasta después de la muerte de su fundador (17). En noviembre de 1902, el doctor Mimbela, por encargo de Carvallo, presentó al decano de la Facultad de Medicina un informe estadístico del servicio a su cargo, en el que decía textualmente (30): “Por segunda vez cumplo el honroso encargo del señor profesor de la clínica ginecológica, doctor Constantino T. Carvallo, de poner en conocimiento de US. el movimiento estadístico habido durante el presente año escolar”. “El número de enfermas que han ocupado un lecho en la sala de Clínica es de 29. La clasificación de las enfermedades y el tratamiento a que se les ha sometido, los encontrará US. en la relación adjunta”. “Aparte de las enfermas comprendidas en dicha relación, han sido asistidas diez más, que por la naturaleza de su mal o por estar ya en convalecencia han solicitado permiso para venir una o dos veces por semana, según la prescripción médica respectiva. Este tratamiento aplicado en mayor extensión, sería muy conveniente a las enfermas que podrían dedicarse a
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algunas de sus labores domésticas, y a los alumnos por el mayor número de exámenes que podrían practicar”. “He de dejar constancia también que el arsenal y los aparatos de esterilización de que dispone la clínica son elementos importantes en los resultados favorables que arroja la estadística cuyo número de éxitos iguala al de las operaciones practicadas”. “Los servicios de guardias hechos por los señores alumnos, así como el empeño en el cumplimiento de sus deberes merecen particular mención”. “Oportunamente, contando con la buena voluntad manifestada por US. pediremos la renovación de algunos instrumentos, así como la satisfacción de otras necesidades requeridas por el mejor funcionamiento de la clínica”. “Dios guarde a US. Pablo S. Mimbela”. Esta comunicación estaba acompañada de un cuadro en el que se especificaba los diagnósticos y procedimientos terapéuticos efectuados en cada paciente (30):
Seis eran portadoras de endometritis por causas obstétricas (cuatro post aborto y dos post parto), a todas las cuales se les sometió a curetaje, que curó plenamente sus dolencias.
Dos casos de endometritis “regresivas de la menopausia”, a las que se prescribió “reposo y aplicaciones ictioladas”, curando ambas.
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Dos mujeres tenían “hipertrofia del cuello”, siendo sometidas a la “amputación de Simón Markwald”, que les produjo curación integral.
Dos presentaron desgarraduras de segundo grado del perineo, que fueron reparados exitosamente mediante la “colpo-perineorrafia”, de acuerdo a la técnica descrita por Doleris.
Dos eran portadoras de uretritis gonocócica, que se trataron con “lavados de protalgol y permanganato de potasio”, luego de los cuales fueron declaradas como curadas. Recordemos que a principios del siglo XX, aún nos hallábamos en los últimos años de la era preantibiótica.
Dos fueron diagnosticadas de “fibro mioma del útero, con nódulos intraligamentarios”, siendo sometidas a “pan-histerectomía abdominal”, que finalmente curaron plenamente.
Dos fueron diagnosticadas de “fibro mioma del útero, con nódulos retro-uterinos”, procediéndose a la “pan-histerectomía abdominal”, en ambos casos se consiguió la plena recuperación.
Una paciente presentaba un “quiste multilocular ovárico”, que se trató exitosamente a través de una “ovariotomía, previa ruptura de las múltiples adherencias”.
Una paciente tenía un “quiste papilar del ovario, multilocular”, que se trató exitosamente a través de una “ovariotomía”.
Una paciente padecía de “uretrocele adquirido post partum”, el cual se remedió exitosamente
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mediante la uretrorrafia”.
“resección
del
divertículum
y
Una paciente presentaba “pio salpingitis doble post abortum”, que se resolvió mediante “celiotomia vaginal posterior”.
Las restantes siete mujeres presentaban diversas patologías resueltas según el caso, aunque en todos los casos hubo curación o por lo mejoría significativa de la sintomatología original.
Este informe nos presenta dos hechos trascendentes: por primera vez la mortalidad anual fue del 0%, y las cirugías obstétricas se instituyeron como parte inherente de las actividades cotidianas de la clínica quirúrgica, lo que constituye un importante antecedente de la necesidad científica y práctica de unificar ambas especialidades en una sola, hecho que se produjo años después, al generalizarse la enseñanza conjunta bajo la denominación de gineco-obstericia. En 1903 Carvallo efectuó un tercer viaje a Europa “cuando su clínica ginecológica estaba ya bien cimentada; regresando con los adelantos de última hora que puso a provecho de su clínica y su clientela” (22). El 4 de febrero de 1904, el doctor Miguel Cecilio Aljovín Del Castillo (n.1872-m.1958) ingresó al Hospital de Santa Ana como cirujano auxiliar interino, y al año siguiente se incorporó a la sala de Nuestra Señora de la Merced, iniciando así su formación quirúrgica al lado de Carvallo, con quien forjó una entrañable amistad (31). La estadística de 1905 mostraba veintiocho cirugías de diversa índole, y que en todos los casos produjo la curación de las pacientes. Entre estos procedimientos
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destacaban ocho histerectomías abdominales sub totales para resecar fibromas, una histerectomía vaginal como tratamiento de una neoplasia maligna, y una salpingectomía unilateral (32). En el año de 1906, Carlos Villarán, al evaluar el estado de la cirugía en los nosocomios de Lima, reconocía que en “el hospital de Santa Ana es donde la cirujía está hoy más adelantada y donde la evolución se ha hecho más rápidamente” (32). Sobre la sala de la Merced apuntaba que “con la fundación de esta clínica, comienza la verdadera cirujía moderna. El doctor Carvallo introdujo los primeros aparatos de esterilización, sus operaciones son llevadas a cabo siguiendo los procedimientos más nuevos, muchos practicados por primera vez entre nosotros – histerectomías vaginales, salpingectomías, histerectomía abdominal de Doyen, etc. – los alumnos de esta escuela son iniciados por él en el estudio de la ginecología, y a su lado comienzan a practicar la cirujía los doctores Mimbela y Aljovín, hoy hábiles operadores y auxiliares eficaces de su clínica” (32). Gracias al influjo de Carvallo y sus discípulos, los servicios de cirugía de otros hospitales de la ciudad capital, como el Dos de Mayo y el Militar de San Bartolomé, se esmeraron por emularlos. Posteriormente ello también sucedió en el resto del país, siendo los primeros en hacerlo los hospitales Goyeneche de Arequipa, Nuestra Señora de Belén en Trujillo, y Nuestra Señora de las Mercedes en Chiclayo. Asimismo, Carvallo introdujo una novedosa técnica semiológica que implicaba un examen físico más meticuloso a las pacientes. Esto le ganó el recelo de más de un marido incrédulo, pero paulatinamente su
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eficiencia le granjeó la confianza de una numerosa clientela particular. La sala de la Merced sólo duró en pie poco más de un cuarto de siglo, entre 1898 y 1924, ello se explica porque al momento de su construcción, el Hospital de Santa Ana ya era considerado un establecimiento vetusto e insuficiente para las crecientes necesidades de la población femenina de la ciudad capital. No en vano había sido fundado en el año de 1549 por el piadoso Jerónimo Loayza, primer Arzobispo de Lima, con el fin de albergar y atender a los indios de ambos sexos, por lo que inicialmente también fue conocido como el Hospital de Naturales. Estaba situado en un extenso solar, cuyo frente principal daba a la antigua plazoleta de Santa Ana (hoy Plaza Italia). Durante la guerra de la independencia sirvió como hospital militar, y luego a partir de 1841 fue dedicado, con carácter exclusivo, a la atención de las mujeres limeñas, instalándose en su interior la antigua maternidad que había funcionado en el Hospital de Santa María de la Caridad, situado a unas pocas cuadras, en un sector del actual edificio del Congreso Nacional, y que el gobierno había decidido extinguir aquel mismo año. En 1902, “La Crónica Médica” abordó el tema, y le dedicó una extensa nota en la que afirmaba que el “hospital de Santa Ana no tiene ya razón de ser, como ubicación y como distribución. Aquello a más de ser un anacronismo inconcebible, es una bofetada a la ciencia médica de los días que alcanzamos” (33). En mayo de 1902, la SBPL recibió un informe emitido por la comisión que nombró la Academia Nacional de
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Medicina a solicitud de la sociedad antedicha, que concluía en la necesidad de construir un nuevo hospital general de mujeres que debía ser erigido en un lugar distinto al de Santa Ana, asimismo recomendaba la subsiguiente construcción de una maternidad y de un nosocomio especializado en niños (33). Sin embargo, la materialización de ese anhelo demoró en exceso por diversas razones, en particular de índole presupuestal, a tal punto que la primera piedra recién se colocó en el año de 1915, en un extenso solar con frente a la avenida Alfonso Ugarte, durante el gobierno provisional del entonces coronel Oscar R. Benavides. Las obras demoraron casi una década en concluirse, y su inauguración sólo se llevó a cabo el 11 de diciembre de 1924, como parte de las celebraciones del primer centenario de la batalla de Ayacucho, dándosele el nombre de Arzobispo Jerónimo Loayza, en recuerdo al fundador del Hospital de Santa Ana. El antiguo local del extinguido nosocomio de Santa Ana, cuyos linderos estaban limitados por los jirones Ayacucho (hoy Antonio Miro Quesada), Cangallo, Junín y Huanta, fue reducido grandemente, dando paso a una nueva manzana y al trazado de la novena cuadra del jirón Huallaga. En aquel reducido espacio nació la llamada Maternidad de Lima, que después de casi un siglo de existencia, al fin se convertía en una entidad plenamente autónoma, hoy dicho establecimiento es el Instituto Nacional Materno Perinatal.
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1910s. Dr .Constantino Carvallo Loli acompañado por los doctores Ricardo Florez, Estanislao Pardo Figueroa, Juvenal Denegri, Carlos Enrique Paz Soldan, Carlos Monge Medrano, y Constantino José Carvallo Alzamora entre otros.
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ADMINISTRADOR DE LAS RENTAS PARA LA
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CONSTRUCCIÓN DEL ACTUAL LOCAL DE SAN FERNANDO La intachable trayectoria de Carvallo no sólo se limitó a los aspectos médicos y docentes, ya que como hemos visto, en su vida personal hizo gala de caballerosidad y honestidad, a tal punto que el decano de la Facultad de Medicina decidió nombrarlo como administrador de las rentas que permitirían construir el nuevo edificio de San Fernando. El antiguo local, el mismo que había fundado Unanue en 1811, resultaba estrecho y no estaba acorde con los principios de la enseñanza médica moderna de aquel entonces. Su reemplazo fue un anhelo ya esbozado en los años previos a la Guerra del Pacífico, y se había hecho más urgente en vista que durante ese conflicto, aquel vetusto local y el Jardín Botánico fueron ferozmente depredados por los chilenos. Al concluir la guerra, el país se hallaba en la miseria moral y la bancarrota económica y financiera, lo cual impidió acometer el proyecto. La reconstrucción nacional se inició propiamente en 1895, con el advenimiento al poder de don Nicolás de Piérola, quien era caudillo y fundador del partido Demócrata. A principios de 1897, Piérola autorizó la edificación del nuevo local de la Facultad de Medicina, que se ubicaría en un amplio solar vecino al Jardín Botánico, con frente a la espaciosa y entonces despoblada Alameda Grau (hoy Avenida Grau). En marzo de ese año, el gobierno convocó al concurso público para elegir el proyecto del edificio, y el 10 de junio se declaró ganador al participante inscrito con el
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seudónimo „Neroli‟, quien era el ingeniero Santiago Manuel Basurco Tarelli (34). Su proyecto proponía un edificio central a cuya izquierda se erigiría el Instituto de Química, Toxicología y Farmacia, y a la derecha el Instituto de Anatomía y Medicina Operatoria; detrás de este conjunto se construiría el Instituto de Fisiología, Bacteriología e Higiene. El 20 de julio de 1897, Piérola convocó a Basurco y lo instruyó para que formara el presupuesto detallado de la obra, que se estimó en la suma de 145,482 soles (34). El 8 de noviembre se dictó el Decreto Supremo, que la dotaba con los recursos económicos provenientes del pago de la deuda que tenía el Estado con la Facultad, del producto de la venta del antiguo local, y de las partidas necesarias que serían consignadas en el Presupuesto Nacional. Las obras empezaron el 17 de julio de 1899 (35), aunque la primera piedra recién se colocó el domingo 3 de septiembre, en una breve, pero significativa ceremonia, que contó con la asistencia de Piérola y las principales autoridades del régimen saliente (36). Este mandatario, que apenas cinco días después entregaría el mando a su sucesor Eduardo López de la Romaña y Alvizuri (n.1847-m.1912), quiso de esta manera que la posteridad lo recordara como el gestor de la obra. La administración de las rentas concedidas para llevar a cabo dicha construcción fue asumida inicialmente por el doctor Armando Vélez, quien era el decano de la Facultad de Medicina. Aquel sólo cumplió esta misión durante poco menos de dos meses, entre mediados de julio y finales de agosto de 1899.
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En esa fecha dejó su lugar al doctor Carvallo, a quien transfirió la suma de 7,696.55 soles. A partir de entonces, Carvallo se dedicó con absoluta diligencia a cuidar estos fondos, por lo que no era extraño verlo visitar constantemente el avance de los trabajos, conversar animadamente con el ingeniero Basurco, o simplemente departir con los albañiles. Dicha administración se hizo tanto más difícil por las carencias del erario nacional, que ocasionaron en varias ocasiones la paralizaron de las obras, y también por las continuas reformas y ampliaciones que sufrió el proyecto original. Sobre el particular, Basurco elaboró un detallado informe que dirigió al director de Obras Públicas del ministerio de Fomento, fechado el 30 de junio de 1902, en el que justificaba el incremento del presupuesto original (35): “Cuando comenzaron los trabajos el 17 de julio de 1899, establecíanse a la vez en esta capital, dando principio a sus labores, dos grandes fábricas de ladrillos: Cerámica y Breña, que podían atender a cualquier pedido de dicho material. Entonces la Junta Económica de la obra, resolvió en vista de la importancia de esta, no ejecutar trabajo alguno en adobe, y en consecuencia, el presupuesto formado tuvo que experimentar serias modificaciones”. “Ejecutado el piso bajo del edificio en su totalidad de ladrillo, tampoco pareció natural, hacer el encuartonado de madera oregón, cuya durabilidad no estaba en relación con el material empleado en los muros, y se dio preferencia al picht-pine, lo cual implicó el costo de la madera”.
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“Esta circunstancia, y el hecho de haberse instalado un fábrica Manufacturera de Yeso, decidió a la junta a reemplazar con estuco lo que en el presupuesto figuraba como simple decorado de madera, extendiéndose desde luego esta modificación al paramento de los telares, que en el presupuesto estaban considerados para ser tartajeados, y enlucidos con simple mezcla de cal y arena”. “Como consecuencia de esta innovación, se hizo indispensable el reemplazo del pino oregón que se había designado para puertas y ventanas, por cedro”. Este informe dejó claramente establecido que Carvallo fue el artífice de estas mejoras, que permitieron levantar un local verdaderamente macizo que hasta el día de hoy se mantiene en pie, resistiendo las inclemencias del tiempo, y los numerosos movimientos sísmicos que han asolado a Lima en los últimos cien años. Luego de administrar durante cuatro años los fondos de la obra, entre septiembre de 1899 y septiembre de 1903 (35), Carvallo vio recompensados sus esfuerzos el día 6 de aquel mes y año, cuando se inauguró el nuevo local de San Fernando, en una pomposa ceremonia que contó con la presencia del Presidente de la República saliente don Eduardo López de la Romaña, y de su sucesor, el mandatario electo don Manuel Candamo Iriarte (n.1841-m.1904). La tesonera labor de Carvallo quedó perennizada en las dos medallas conmemorativas que se troquelaron para recordar esta importante obra, ambas fabricadas en la Casa Nacional de Moneda de Lima:
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La primera se acuñó en recuerdo de la colocación de la primera piedra, en septiembre de 1899, y fue diseñada por el eximio talla limeño don Juan Francisco Rodríguez Walhen (n.1867-m.1912), quien buriló en su anverso el busto de Piérola, en perfil derecho y en alto relieve, rodeado por las palabras “Perseverancia. Inteligencia. Trabajo. Honradez” (37). En el reverso, se lee la inscripción “Escuela de Medicina de Lima. Inauguró los trabajos SE el Presidente de la República Dn. Nicolás de Piérola. 3 de setiembre de 1899. Siendo ministro de Fomento Dr. Francisco Almenara Butler. Director de obras públicas Dn. Teodorico Terry. Decano de la Facultad de Medicina Dr. Armando Vélez. Administrador de los fondos Dr. Constantino T. Carvallo. Director de la obra ing° Santiago M. Basurco” (37). La segunda medalla de troqueló para celebrar la inauguración del edificio, y su diseño fue obra de Guillermo Gonzáles Moreno, quien talló en su anverso la fachada del nuevo edificio, con un alto relieve notable, por encima del cual se leía “Escuela de Medicina de Lima” y debajo de este conjunto la expresión “Autor del proyecto del edificio premiado en concurso ing. de Estado Dr. Santiago M. Basurco” (38). En el reverso, se grabó la extensa expresión “Inauguró el edificio SE el Presidente de la República Dn. Eduardo L. de Romaña el 6 de Setbre. de 1903. Siendo ministro de fomento Dr. David Matto. Decano de la Facultad de Medicina Dr. Belisario Sosa. Director de obras públicas Dn. Teodorico Terry. Administrador de los fondos Dr. Constantino T. Carvallo. Director de la obra el ing°. autor del proyecto” (38).
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Esta última medalla es una de las más emblemáticas de la numismática peruana, por la extraordinaria calidad de su diseño y el relieve del cuño, pocas veces igualado.
1903 Septiembre 6. Medalla conmemorativa a la inauguración del nuevo local de la Facultad de Medicina de San Fernando. En su reverso figura el nombre del doctor Carvallo como Administrador de los Fondos que hicieron posible la construcción de dicho edificio.
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EJERCICIO PROFESIONAL, ACTIVIDAD CIENTÍFICA Y DOCENTE EN EL SIGLO XX Paralelamente a su actividad docente, Carvallo continuó ejerciendo la cirugía ginecológica, obstétrica y abdominal en la Clínica Maison de Santé, conocida también como el Hospital Francés. Allí se hizo de una respetable clientela particular, en la que abundaban los ciudadanos extranjeros, y que le siguió fielmente, incluso después que se alejó de dicho establecimiento, hastiado por la amarga y prolongada pugna con algunos de los cirujanos franceses que allí laboraban. Sobre esta penosa situación, su hijo Constantino José nos dejó este interesante e ilustrativo relato que explica el porque de estas desavenencias (22): “Operaba el doctor Guermarquer una histerectomía vaginal por lesiones anexiales (caso poco apropiado para esa intervención, en que era habilísimo dicho cirujano, que las terminaba con rapidez y corrección). En esa oportunidad el útero estaba muy fijo, no descendía a pesar de la báscula de Doyen y la hemisección de Segond; Guermarquer confiado en la ignorancia de su público, en el cual estaba Carvallo, hace una amputación alta del cuello y triunfante lo muestra, dándolo como si fuera el útero, y dice: Ya está. Le replica Carvallo: Ahora si que no va Ud. a poder sacarlo nunca, ya no tiene Ud. prisa para extirpar el cuerpo. Eso que nos muestra es el cuello, nada más”. Al doctor Guermarquer no le quedó más remedio que guardar silencio, procedió a taponar la vagina, y abandonó el quirófano con el rostro lleno de furia (22).
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La versatilidad quirúrgica de Carvallo también la plasmó en su servicio del Hospital de Santa Ana, donde no sólo efectuó cirugías ginecológicas y obstétricas, sino también llevó a cabo otros procedimientos quirúrgicos, prueba de ello es que en el mes de noviembre de 1905, llamó la atención de la comunidad médica limeña al realizar exitosamente una tiroidectomía en una muchacha huanuqueña de 17 años, internada en dicha sala (39). En la reseña del procedimiento se señalaba que “La cloroformización, a pesar de ser peligrosa y difícil en estos casos, se llevó a cabo sin ningún accidente” (39), ello revelaba su preferencia por este anestésico, por encima del uso del éter, que ya por entonces comenzaba a resurgir en nuestro país. Nuestro personaje también hizo gala de sus habilidades quirúrgicas en otras localidades del país, así, en 1904 visitó Arequipa donde realizó operaciones de diversa índole, contando como ayudante al doctor Nicanor Bedoya, su antiguo discípulo en la Facultad de Medicina de San Fernando, y en la asistencia anestésica con el doctor Carlos Augusto Campos (40). En 1907, Carvallo estableció una Clínica de Cirugía en la segunda planta de su ya mencionado domicilio, en la calle Filipinas, en el que ya funcionaba su consultorio particular desde hacía varios años. Ello ocurrió, en parte, como consecuencia de su alejamiento de la Maisón de Santé. Allí montó un quirófano para practicar intervenciones abdominales en general, y ginecológicas y obstétricas en particular, con ello propendió a extinguir la antigua costumbre de operar a los pacientes en sus propios
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domicilios, que aún estaba muy arraigada en nuestra sociedad a principios del siglo XX. El 1 de octubre de 1911, al conmemorarse el primer centenario de la fundación del Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando, se reunieron las luminarias médicas de la época, y entre ellas destacó Carvallo en su calidad de catedrático titular de Ginecología (2). Es bueno comprender que ya por entonces se le consideraba, con absoluta justicia, como una leyenda viviente de nuestra medicina, por su cátedra habían pasado todos aquellos que dominarían el escenario de la cirugía ginecológica, obstétrica y abdominal en la primera mitad del siglo pasado. En el año de 1918 fue uno de lo miembros fundadores, y el primer presidente de la Sociedad Peruana de Cirugía, institución que más de veinte años después se convertiría en la Academia Nacional de Cirugía. Entre los académicos titulares fundadores de esta nueva institución, figuraron muchos de sus antiguos discípulos, entre ellos su hijo Constantino José Carvallo, y Miguel Cecilio Aljovín, su auxiliar de tantos años.
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SU SENSIBLE MUERTE Don Constantino Carvallo Loli falleció en la ciudad de Lima el día 10 de marzo de 1920 (41), confortado por el cariño familiar que supo forjar durante tantos años. Al momento de su muerte faltaba poco más de un mes para que cumpliera los 67 años de edad. Esta pérdida generó una congoja general, porque prácticamente todos le querían, fue un hombre entrañable hasta el último de sus días. Su sepelio se llevó a cabo dos días después, partiendo el cortejo desde su domicilio, en la calle Filipinas, con rumbo al Cementerio General de Lima (hoy Museo Cementerio Presbítero Matías Maestro). Llevaron las cintas del féretro el doctor Javier Prado Ugarteche, rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, el doctor Ernesto Odriozola Benavides, decano de la Facultad de Medicina de San Fernando, el doctor Estanislao Pardo Figueroa, presidente de la Academia Nacional de Medicina, y el señor Enrique C. Basadre. En el camposanto, el primero en tomar la palabra fue el doctor Carlos Enrique Paz Soldán y Paz Soldán (n.1885-m.1971), a nombre de la Facultad de Medicina de San Fernando (42): “Señores Hubiera querido únicamente depositar sobre esta tumba que guarda los restos del maestro querido que honro como su amigo, las lágrimas más incontenibles de mi pesar y el silencio elocuente y mudo de mi dolor, más me veo obligado a cumplir el encargo que me ha hecho la Facultad de Medicina para que venga a decir en su
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nombre la palabra oficial sobre el muerto insigne que acaba de recibir la temblorosa caricia última, y a quien la tierra ha concedido en su seno la piedad infinita de un reposo que el hombre que ha desaparecido no se concedió jamás en vida”. “No es con palabras que son reflejos insuficientes de la ideación, con lo que quisiera expresarme en este momento. Yo preferiría abrir lo hondo del corazón para que de allí volaran, como fúnebres mariposas oscuras, los desbordamientos impetuosos de mi emoción y las ondas torrentosas de mi llanto”. “Quisiera tener en este instante el poder mágico de adueñarme del crespón inmaterial que cubre a la medicina patria para utilizarlo en la trama de la oración fúnebre del maestro incomparable, del profesor modelo, del cirujano experto, del amigo bondadoso, del concejero leal, del hombre que tuvo tantas virtudes y que en vida se llamó Constantino T, Carvallo, médico y sacerdote a un tiempo mismo y cuya obra realizada silenciosamente día tras día, puede ser mirada como un tesoro inalienable del común patrimonio espiritual del Perú”. “Maestro en la más pura y acabada comprensión del término, tal fue durante cuarenta años y tal continuará siéndolo mientras la aforistología clínica, el proceder honrado, la serenidad delante de los peligros de la operatoria y la prudencia para manejar la vida ajena acechada por el sufrimiento, continúen siendo los derroteros fundamentales del ejercicio de la medicina”. “Maestro, aparece en el retablo de la educación pública, cuando subdirector del Liceo 2 de Mayo del Callao, allá por los años 1878 o 79, entregaba a la enseñanza sus
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primicias de entusiasmo y sus méritos incuestionables de docente. Recuerdo aún el vivo destello y la alegría que iluminaban el rostro de Carvallo cuando hablaba en charlas íntimas de sus años de maestro de enseñanza secundaria. Como se ufanaba de esta labor, que cariño el suyo para todos aquellos discípulos lejanos, que el tiempo implacable iba llevándose. Fue ahí en donde se despertó precozmente su vocación por enseñar, su pasión por la cultura, y ese su afán de comulgar con la juventud en la misa cotidiana del trabajo y del culto por la verdad”. “Maestro continuó siéndolo años después, cuando Manuel Odriozola sorprendió sus inclinaciones, y le confió, todavía no doctor, la enseñanza de la Anatomía en nuestra Facultad. Allí Carvallo cobró cariño por esta ciencia tan ardua, y al parecer tan estéril, pero que le dio sus posibilidades y valimientos quirúrgicos preparándolo para desempeñar con provecho, años después, las funciones de cirujano de la Maison de Santé, y la cátedra en cuyo desempeño le sorprende la muerte”. “Maestro eminente e incomparable fue en la cátedra de Ginecología. Allí alcanzó a ser cumbre, a ser oriente de la cirugía nacional, y en su labor en este ramo parece llamado a no tener quien lo supere”. “No es todavía la hora - cuando tenemos los ojos anegados en llanto y nublada la visión del bello panorama de su obra - hacer el balance de lo que ha representado, representa y representará la enseñanza de Constantino T. Carvallo en la cátedra de Clínica Ginecológica. Fue en ella, sobre todo, maestro de generosidad cediendo para su instalación y funcionamiento sus primeros sueldos de profesor y poniendo en su desempeño la mayor de las
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abnegaciones. Así es como debe ser entendida la enseñanza universitaria: como acto de generosidad, de amor, de desprendimiento, de abnegación. Por entenderla así Carvallo no quiso que su primera lección al frente de la enseñanza nuestra fuera todo esto y como sabía tornar en realidad sus ideales y convertir en ideales la realidad, logró gracias a su esfuerzo que la sala de La Merced de Hospital de Santa Ana fuera algo así como la Meca de nuestra incipiente cirugía de entonces”. “Cumplido el primer punto de su enseñanza, fue enseguida maestro de sinceridad y de verdad. Jamás en su cátedra dijo cosa que pudiera ofender a la ciencia, jamás mintió, ni puso lentejuelas a su labor cotidiana. Sencillo y ameno en sus lecciones, anecdótico y descriptivo en sus disertaciones clínicas, parco para la alabanza del acierto propio, y pródigo de disculpas para el error ajeno, infundiendo en sus discípulos el amor sagrado y el respeto reverente para la vida que el dolor y el sufrimiento amenazan, y cariñoso y bueno, aún con aquellos que menos le querían, Constantino T. Carvallo sintetiza el tipo de profesor que soñara Letamend, qué digo, del tipo ideal del maestro, para darle el único calificativo que conviene a su espíritu, y que lo cubre como un velo de inmortalidad y de luz”. “Y fue además maestro de renovación, siempre en progreso. Su enseñanza no se detuvo jamás. Seguía día a día el pasmoso vuelo de su especialidad y su sala hospitalaria, y su enseñanza reflejaban todos los últimos adelantos mundiales. Nunca se le encontró en falencia, cuando se recurría a su tesoro de saber. Acumuló en su cerebro y en su corazón cuanto pudo ser útil a su doble ministerio de maestro y de médico”.
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“Más ya que hablo del maestro y sólo de él, séame permitido decir, en esta hora de sinceridades, cuál fue su mayor pasión, casi su delirio, el alma que alimentó su obra, que la agitó extrañamente, que le dio sus aspectos desconcertantes y le valió no pocas amarguras. Me refiero a su amor intenso, a su fervorosa devoción casi primitiva por esta Facultad de Medicina, a la que concentró todos sus quereres de hombre, de maestro y de fanático”. “Quería para la vieja hija de Unanue, el primer puesto en el continente; quería que sus clínicas fueran las mejores, que sus enseñanzas no dejaran nada que desear, que sus laboratorios irradiaran la luz de las nuevas cosas. Quería que el profesorado fuera ruta de abnegación y de sacrificio, ruta que trazó con su ejemplo, y con su vida, quería que la moral y la virtud fueran las cualidades primordiales del médico peruano, quería que las inteligencias jóvenes no se perdieran ni se extraviaran por los laberintos del encono y del resentimiento, sino que se incorporaran desde temprano en la obra patriótica de la enseñanza superior; quería que la actividad de San Fernando fuera fecunda, siempre en camino hacia lo mejor, jamás estancada, ni restringida. De aquí sus ardorosas campañas por la renovación de los viejos métodos, por el remozamiento de la docencia, por la intensificación de la enseñanza objetiva, práctica, tangible, sin descuidar por ello los raudos vuelos de la inteligencia para todos aquellos capaces de desplegar las alas”. “Que porfiada su labor en ese sentido. Precisamente en la noche en que se desencadenó el último episodio de su tragedia humana, cuando ya las fuerzas materiales le abandonaban, le ví trabajando con sus manos el oficio que había de pasar el día de ayer a la Facultad de
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Medicina, invitándola a contemplar la situación de la enseñanza de su cátedra y solicitando no se innovara los horarios”. “En veces, cuando su afán era mal interpretado, cuando se le acusaba de querer el daño o el descrédito de la Facultad, su espíritu se acongojaba y se desataban en su alma oscuras y tremendas crisis morales. Últimamente, frente a la renovación del claustro, impuesta más que todo por inevitables coacciones del progreso que por el mundo se cumple, como supo mantenerse en su serena altura inmaculada. En aquellos la intimidad de su tratamiento médico, que el maestro me confió en su rasgo de amor y como acto de estímulo a mis afanes de práctico, me hizo vivir a su lado sus mas inquietas horas de pasión educacional”. “Como sugería soluciones para el candente conflicto; que anhelo el suyo por sembrar la paz en los espíritus, y la cordialidad en los corazones; qué fatigas materiales y morales no se tomó para alejar de la controversia la lucha violenta preñada de enconos, qué ponderación la de su juicio, que sinceridad y justicia de sus consejos. Recuerdo ahora, como enfermo y casi sin poder moverse, fue un día a buscarme, a mí, su discípulo dilecto, su hijo espiritual casi para pedirme influyera en el ánimo de la juventud a fin de que el profesorado superior no sufriera en sus blasones, ni se perturbara ese valor fundamental de disciplina docente. Cuantos consejos escuché en aquellos días de estos labios que la muerte ha sellado para siempre…………………!” “Más no lloremos por la voz que acaba de extinguirse. Recojamos su ejemplo palpitante, su vida de labor y de abnegación; sus síntesis clínicas acumuladas en años continuados de estudio y de observación y de
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experiencia, su enorme labor de sembrador, sus amores inmaculados por la Facultad a la que perteneció. Y si en las horas que discurría envuelto de sus mortales vestiduras no alcanzamos en penetrar en su alma buena y generosa, dejemos que la nuestra, en esta hora en que el dolor la torna receptivas para las grandes cosas del bien, reciba la inspiración de la suya, de su espíritu pródigo de maestro, que frente al llanto que su liberación terrena ha determinado, estará contemplando con sus ojos inmateriales, aptos para avizorar el porvenir, como sus enseñanzas convertidas en lábaro por la fe, el entusiasmo, la admiración y fidelidad de sus discípulos abre las radiosas claridades del mañana médico nacional, y como nuestros corazones doloridos por su partida se inundan de optimismo y de creencia en los grandes triunfos y en las afirmaciones de ventura que aguardan a nuestra Facultad de Medicina y al gremio profesional por consecuencia”. “Viejo maestros, que supisteis ser siempre joven, que siempre dejasteis que tu alma se aromara con los efluvios misteriosos que emanan de la mocedad, que siempre tuvisteis una idea bondadosa en el cerebro y un sentimiento ideal en el corazón, recibe el juramento de fidelidad que en nombre de la Facultad de Medicina y en nombre de la juventud médica te hago en este momento. Duerme en paz tu sueño eterno, porque tu siembre pródiga comienza a florecer en nuestras almas y tus ansias de reforma y de progreso comienzan a ser hermosas realidades”. Seguidamente tomó la palabra el doctor Estanislao Pardo Figueroa, quien lo hizo a nombre de la Academia Nacional de Medicina, dedicándole las siguientes emocionadas expresiones:
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1920 Marzo 12. Sepelio del doctor Carvallo
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“Señores Quiere la Academia Nacional de Medicina que sea yo el que dirija en nombre de ella, el último adiós al que fuera su miembro fundador doctor Constantino T. Carvallo, quiere que en este doloroso momento haga pública manifestación de lo que para ella significa la pérdida de tan alta personalidad científica, y al escogerme entre sus miembros para cumplir con este triste deber, ha tenido sin duda en cuenta el vínculo que nos unía, porque el doctor Carvallo era una de mis maestros más queridos y respetados; era mi amigo verdadero y por consiguiente quiere que manifieste al mismo tiempo que su inmensa pena, es la mía propia”. “Su labor como miembro de la Academia Nacional de Medicina esta íntimamente ligada a la vida activa de esta desde su fundación como Academia Libre de Medicina, en el año 1885. Su vasta cultura médica y su experiencia adquirida en largos años de un continuo ejercicio profesional, fueron todos puestos al servicio de nuestra institución, y en las actas de sus sesiones siempre se encuentra la palabra del querido maestro que cual verdadero soldado de la ciencia, muere cumpliendo hasta el último momento con los deberes que como profesional y catedrático se impusiera”. “La Academia Nacional de Medicina, haciendo justicia a su labor y a sus méritos, lo eleva a la comisión de miembro honorario de ella, puesto que solo ocupan los que después de muchos años de activa labor merecen este muy especial honor”. “No es mi animo reseñar la labor científica del Señor Doctor Carvallo, ello será hecho por persona mejor preparada que yo, para poner en relieve sus altos
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méritos y el derecho legítimamente adquirido, a que su memoria perdure eternamente entre los que supimos amarlo y respetarlo por sus cualidades de maestro, profesional distinguido, ejemplar padre de familia, y amigo cariñoso y sincero. ¿Quién se acercó al doctor Carvallo, que no recibiera un consejo y una lección sobre alguno de los múltiples problemas de la cirugía que con tanta experiencia cultivara?, ¿Quién no trato al maestro sin quererlo y respetarlo? Es que estaba dotado de cualidades muy difíciles de encontrar: la sabiduría y la más exquisita bondad para todos lo que a el se acercaban”. “Es por esto que el maestro Carvallo deja esta pléyade de discípulos, entre los cuales tuve el honor de encontrarme, que lloramos su muerte y lo acompañamos en este cruel momento para decirle”: “Maestro Carvallo, descansa en paz, porque todos tus discípulos regaremos siempre tu tumba con nuestras lagrimas, pues los hombres que como tu cumplen su deber hasta el sacrificio, merecen que se les recuerde y venere”. “Maestro querido, descansa en la gloria que has sabido conquistar”. En tercer termino, habló el doctor Miguel Cecilio Aljovín, distinguido discípulo de Carvallo: “Señores Deuda sagrada que satisfacer hace que mi voz, apenada por angustia imponderable, turbe este instante solemne”.
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“Aquí estoy, maestro, vengo a cumplir tu deseo, tu mandato, expresado en esa tarde lluviosa y fría, después de un día de intensa labor quirúrgica, cuando satisfecho, contento de haber realizado el bien, pretendías ya descansar tranquilo, porque tenias quien te sucediera, quien propagara tus enseñanzas y te diera el último adiós!”. “¡Ha transcurrido mucho tiempo!. A esas horas que vivimos juntos, hora de dolor y de lucha, ha sucedido el horizonte placido y tranquilo donde se mueven las nuevas generaciones siguiendo el surco que tu batallar constante y enérgicamente sereno abriera en los campos del ejercicio profesional”. “Detener la ola del descrédito de entonces fue tu mejor hazaña, incomprendida hoy, como todo lo que pasa, cuando ha sido bueno sin ostentación, cuando no lo ha guiado sino el ideal azotando la frente y el bien como único anhelo”. “Al recordar esos días solitarios y tristes insucesos y sinsabores, embarga mi corazón el sentimiento y un nudo ahoga mi garganta considerando como sufriste, y cuan doloroso fue tu existir en esa época de lucha incesante en que se asociaron con éxito tu cerebro potente y ágil, y tu carácter templado, como lo que no se dobla”. “Pero lucio el día de tu triunfo, que hoy en los ámbitos del Perú lo proclaman tus discípulos y puedes descansar tranquilo, maestro, has hecho el bien como tu lo entiendes, como tu inteligencia disciplinada y fuerte lo hizo entender, y pasas a la vida subjetiva del recuerdo donde vivirás eternamente en el amor de tus discípulos, y en la escuela que has fundado”.
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“Yo no voy a hablar de tus méritos, de tu constancia inacabable, de tu rígida energía, no, esa no es misión aquí, y aquellos flotan en el ambiente; quiero expresar mi dolor y nada más, y apenas si mis palabras pueden decir como tu memoria y tus enseñanzas perduraran en mi existencia”. “¡Doctor Carvallo, maestro querido, descansa en paz, que la estela luminosa que deja el paso de tu existencia por el escenario de la vida se agiganta y brilla más al acercarse hacia la eternidad!”. En cuarto término discursó el doctor Guillermo Gastañeta Espinoza (n.1874-m.1958), a nombre de la Sociedad Peruana de Cirugía: “La cirugía nacional esta de duelo. El destino implacable acaba de arrebatarle a uno de sus más conspicuos representantes, el maestro por excelencia, doctor Constantino T. Carvallo”. “Bastaba tratarle una vez para comprender toda la belleza moral de su existencia. Su andar lento y perezoso, su talla pequeña y su frágil cuerpo no podían dejar adivinar, a los que no lo conocían de cerca, la potente energía de su alma privilegiada. De una perseverancia extraordinaria en la acción, consciente de su propio valor, jamás tuvo desfallecimientos en la lucha titánica contra una de las enfermedades más terribles que afligen a la mujer: el cáncer uterino. Con corazón intrépido, la persiguió sin descanso, sin arredrarse por los desastres inevitables, seguro de su experiencia y de la magia de su bisturí”. “Anatomista acabado, fisiólogo experto, clínico de primer orden, de condición extraordinaria, supo dar a todas sus intervenciones un sello de originalidad. Algunos de sus
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métodos operatorios han obtenido carta de ciudadanía en el mundo científico dando honor a nuestra patria”. “Pero fue ante todo un educador consagrado por entero al culto de la ciencia, ponía todo su empeño en resolver los intrincados problemas de la observación clínica diaria, con esa maravillosa disciplina de su espíritu y esa crítica severa de sí mismo, que son las bases fundamentales de toda obra seria. Por la consciencia que ponía en la preparación de su enseñanza, por su elocuencia, a la vez precisa y clara, matizada de bellas imágenes e instructivas anécdotas, y más que nada por el sentido práctico que sabía dar a sus demostraciones, Carvallo obtuvo el éxito más franco y entusiasta de la primera a la última de sus lecciones. Tenia la pasión de la enseñanza y como pocos poseía el talento de enseñar bien, convirtiendo su pequeña clínica, en centro de atracción de médicos y estudiantes, que acudían presurosos, en peregrinaje científico, a escuchar la sabia palabra del maestro. Sus aforismos ginecológicos pasarán a la posteridad y en la memoria de todos los que tuvieron la dicha de ser sus alumnos, perduraran el recuerdo de su mejor enseñanza: el ejemplo de su vida inmaculada. Ignoró la envidia y su mejor amigo fue el deber. A el se entregó sin medida, obviando sus años y las fatigas del diario hogar, consciente de las responsabilidades del maestro”. “Su energía indomable, su espíritu combativo, le permitieron separar los obstáculos de su camino, y llegar con gloria y sin rencores a los más altos puestos en su carrera”. “Tuvo el raro de conservar en las alturas su modestia, virtud que daba a su persona ese encanto particular, y cautivaba desde el primer instante”.
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“Enemigo del pesimismo desmoralizador, tuvo hasta el último momento los entusiasmos de las almas jóvenes y fuertes. En renovación constante merced a la lectura de las principales revistas científicas del mundo, y a su tenaz e inteligente labor hospitalaria, pudo ilustrara los debates de la Sociedad de Cirugía y llevar a la cátedra la última palabra de la ciencia”. “Maestro: La Sociedad Peruana de Cirugía, de la que fuiste socio fundador y primer presidente, me encarga darte su último adiós y depositar sobre tu tumba las mejores flores cogidas en el jardín de su cariño”. “Tu asiento en nuestra sociedad no está vacío, allí veremos tu espíritu enseñándonos el camino de la Verdad y el Bien”, En último lugar habló Oscar Soto Ahanno (n.1895m.1987), a nombre del Centro de Estudiantes de Medicina. Este joven, quien años después sería un notable radiólogo, y el primer vicerrector de la Universidad Peruana Cayetano Heredia, le dedicó las siguientes palabras: “El Centro estudiantil de Medicina me ha conferido el encargo penoso, pero inmerecidamente honroso para mí, de traer hasta la última morada de nuestro querido doctor Carvallo, el homenaje póstumo de mis compañeros de medicina, homenaje de cariño, homenaje respetuoso, homenaje sincero, homenaje sencillo porque es sencillo todo lo que está signado de grandeza y de pureza, como la vida limpia de este gran hombre de bondad y de saber, y como nuestras juventudes en pesar; homenaje exaltado, pero pálido y
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balbuceante porque mi frase indúctil es la de un vocero temeroso e improvisado, que a su falta de dotes y de mérito, añade el mal factor de la emoción”. “Emoción y devoción: este es nuestro homenaje ¡oh sombra venerada que a la sombra impenetrable y misteriosa donde todavía no alcanzan nuestros ojos vas!, ¡emoción y devoción; recuerdo inmarcesible y gratitud! ¡Fuiste tan grande en tu llaneza y en tu sapiencia! ¡Tan fácil de hacerte querer! ¡Tan hábil para hacerte perdonar el glorioso delito de fulgir! ¡Fuiste tan humano, fuiste tan hombre!” “¡Oh maestro amigo!, yo no acierto a loarte, yo no sé que decirte, mi lengua es torpe y mi quebranto mucho. Alumnos de medicina, alumnos del maestro amigo, nosotros no sabemos sino extrañarte”. “Maestro, sé con nosotros. Tú espíritu poderoso, sutilísimo no puede morir……… Así lo quieren nuestros sentimientos, así lo sueña nuestro idealismo, así lo insinúa nuestra piadosa religión……….. Sé con nosotros espíritu querido y orientador. Alúmbranos el sendero por donde tú pasaste, el sendero de los hombres de honor, el sendero de los hombres de bien, el sendero de los hombres de luz”. Sus restos fueron sepultados, y reposan actualmente en el nicho 12 C del pabellón San Alejandro del Cementerio Presbítero Maestro, y para rubor de la actual generación, su tumba permaneció deteriorada por algún tiempo, situación que felizmente ha sido remediada.
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DESPUÉS DE SU MUERTE Su muerte obligó a concursar la cátedra de Ginecología, evento al que se presentaron los doctores Miguel Cecilio Aljovín y Constantino José Carvallo. Luego de una reñida competencia resultó ganador por escaso margen el doctor Aljovín, quien ejerció el cargo por catorce años. En 1934 fue reemplazado por su antiguo contendor, quien a su vez lo hizo hasta el año 1952 (27). El 24 de noviembre de 1972 se inauguró el Parque de la Historia de la Medicina Peruana, situado frente al Hospital Dos de Mayo de Lima, y uno de los dieciocho bustos que fueron emplazados originalmente correspondió al doctor Carvallo. Asimismo la ciudad de Lima ha querido recordarlo dándole su nombre a una calle ubicada en la Urbanización Santa Catalina del distrito de La Victoria. Finalmente nosotros también queremos evocar su noble espíritu, y con ese propósito haremos nuestras las palabras que le dedicó Diego Camacho, autor de la obra polibiográfica titulada “Paradigmas, biografías cortas de peruanos ilustres”: “Maestro que ha dejado huella profunda de sus enseñanzas y amable recuerdo de sus virtudes, es el doctor Constantino Carvallo médico eminente que, debido a su talento, fue ascendiendo las más altas posiciones en el mundo científico peruano y en nuestro ambiente social. Pocos como él lograron la admirable conjunción de una gran voluntad y un talento tan clarividente. Su mente lúcida se reveló en toda su obra de profesor universitario y distinguido cirujano”.
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25. Clínica Ginecológica en la Facultad de Medicina. Rev La Crónica Médica. 1898;15(232):277-82. 26. López H. El deceso del Presidente Remigio Morales Bermúdez. Sucedió hace un siglo. Lima: Editorial e imprenta DESA S.A.; 1996. p.146-150. 27. Alayza F. Historia de la Cirugía en el Perú. Lima: Editorial Monterrico SA; 1992. p. 350,351,361. 28. Clínica Ginecológica. Rev La Crónica Médica. 1899;16(258):333-38. 29. Mimbela M. La Panhisterectomía abdominal en los fibromas uterinos (Tesis doctoral). Lima, Perú: Universidad Nacional Mayor de San Marcos; 1899. 30. Clínica Ginecológica. Rev La Crónica Médica. 1903;19(340):49-51. 31. Los concursos del Hospital de Santa Ana. Rev Gaceta de los Hospitales. 1907;4(75):4,5. 32. Villarán C. La cirujía de nuestros hospitales. Rev Gaceta de los Hospitales. 1906;3(53):1,7. 33. Proyecto de traslación del Hospital de Santa Ana. Rev La Crónica Médica. 1902;19(323):161-173. 34. Paz Soldán P. Diccionario Biográfico de Peruanos Contemporáneos. Lima: Librería e Imprenta Gil; 1917. p. 62-5. 35. Terry T. Memoria que el Director de Obras Públicas presenta al Sr. Ministro de Fomento. Lima: Tipografía Calle Carabaya N° 19; 1903. p. 171-4. 36. Iniciación de los trabajos de la nueva. Escuela de Medicina. Rev La Crónica Médica. 1899;16(257):317. 37. Álvarez R. La Historia de la Medicina Peruana a través de las medallas conmemorativas. Rev Soc Peruana de Medicina Interna. 2010;3(23):114. 38. Álvarez R. La presencia de San Fernando en nuestra medallística. Rev An Fac Med. 2008;69(1):65. 39. Pareja J. Un caso de bocio quÍstico. Rev Gaceta de los Hospitales.1906;3(54):13-15. 40. Lozada S. Apuntes para la historia médico-quirúrgica y hospitalaria de Arequipa. Arequipa: Establecimientos Gráficos La Colmena S.A.; 1943. p. 14-17,24-26,30. 41. Zubieta F. Calendario histórico regional. Barranca-Huaura- Huaral. 1ra Edición. Huacho: Prensa Norte; 1996. p. 42. 42. Paz Soldán C. Decanos, maestros y médicos de la Facultad de Medicina de Lima. Lima: Sin pie de imprenta; 1957. p. 98-106.
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INDICE DE IMAGENES
Copia de la partida de bautizo (20 de Mayo de 1853)….11. Avenida 28 de Julio de Huacho (1900s)………………….12. Doctor Carvallo impartiendo una clase práctica en la sala de Nuestra Señora de la Merced del Hospital de Santa Ana (1902)…………………….…………………………………..46. Doctor Carvallo – Fotografía en el Estudio de Eugenio Courret - Lima (1904)……………………………………….58. Doctor Carvallo con los doctores Ricardo Florez Gabino, Estanislao Pardo Figueroa, Juvenal Denegri, Carlos Enrique Paz Soldan, Carlos Monge Medrano y Constantino José Carvallo Alzamora entre otros (1910s)……….…….66. Medalla conmemorativa a la inauguración del nuevo local de la Facultad de Medicina de San Fernando (6 de septiembre de 1903)………………………………………..72. Sepelio del Doctor Carvallo (12 de marzo de 1920)…….83.
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INDICE GENERAL Presentación…………………………………………………..7 Prólogo…………………………….………………………….11 La familia Carvallo y el nacimiento de Constantino…………………………………..…………...…12. Los estudios escolares y universitarios…….……………..19. La guerra contra Chile………………………………………20. El primer cisma de la Facultad de la Medicina y la fundación de la Academia Libre de Medicina…………….23. Su labor profesional y docente en los años de la post Guerra del Pacífico……………………………………….…29. Segundo viaje de especialización a Europa………….…..31. Pionero de la Radiología Peruana………………………...33. Fundador de la Cátedra de Ginecología en la Facultad de Medicina de San Fernando……………………………..….39. Administrador de las rentas para la construcción del actual local de San Fernando…………………………….………..69. Ejercicio profesional, actividad científica y docente en el siglo XX……………………………………………………....75. Su sensible muerte……………………………………….…77. Después de su muerte……………………………….……..93. Bibliografía……………………….…………………………..94. Índice de imágenes………………………………………….95. Índice general…………………………………………..……97.
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