Premios Goya 2018-2019

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Cuadernos de biblioteca

Premios Goya 2019 1


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Premios Goya

2019


Cuadernos de Biblioteca nº 29 Colección dirigida por Javier Aznar Ilustraciones de Paula Díaz, Sara Lorente, Lucía san Vicente y Iria Tomás

PRIMERA EDICIÓN, 2019 Ediciones de la Biblioteca Departamento de Edición Maquetación: Mª Pilar López Pérez IES Goya Avd. Goya, 45 50006 ZARAGOZA


Paula Díaz Rincón 1º Bachillerato H Premio Cartel


PREMIOS GOYA 2019 Textos literarios TRABAJOS PREMIADOS: Cómic de tema histórico – 1º- 2º ESO Las mujeres en la historia, de Mónica Pueyo Sánchez (1º ESO B) Microrrelato en la categoría 3º- 4º ESO: Dos caminos para escoger, de Noa Sui Valdivieso Gómez (3º ESO B) Relato en la categoría de bachillerato: “Lampyris Noctiluca”, de Héctor Alberto Tejel Garrido (2º Bach. F) SELECCIÓN DE TRABAJOS DE BACHILLERATO: Ensayo de tema mitológico: Orfeo y Eurídice, de Raquel Arévalo Viñas (1º Bach. G) Relatos literarios: Es todo ironía, de Guillermo Bernal Lou (1º Bach. D) Un día como otro cualquiera, de Alea Isiegas Aroca (1º Bach. Noct. B) Quién fui y cuántos, de Margarita Oyarzábal Maldonado (1º Bach. Noct. B) ¿…?, de José Antonio López Cambra (2º Bach. B) Morir para vivir, de Adrián MacayaRived (2º Bach. Noct. B) SELECCIÓN DE RELATOS DE ESO: La historia de Lucas, de Mónica Pueyo Sánchez (1º ESO B) El recuerdo, de Ainara Pérez Martínez (1º ESO D) La corte de los engaños, de Clara Grau Rivera (3º ESO B)

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Dos caminos para escoger

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otaba cómo me temblaban las piernas cada vez que las observaba. Se acercaban a mí y me quitaban aquello que me pertenecía, que me hacía sentir segura y que me hacía especial. Sus horribles pensamientos inundaban mi cabeza, poco a poco aquellos se convertirían en lágrimas en mis ojos, lágrimas que, si dejaba que resbalaran en mi mejilla, acabarían por vaciarme completamente y dejarme sin aliento. Todos los días se apoderaba detodo mi cuerpo el miedo que secretamente se aferraba cada noche antes de ir a la cama, para que nadie supiera lo débil que realmente era. Tras esa apariencia externa, había un hilo de sentimientos que se acumulaban poco a poco, y que cada vez se hacía más grande, dejándome sin la oportunidad de ignorar lo que realmente estaba ocurriendo. Ciento veinte días habían pasado después de haberme cambiado de colegio. Un error tan grande que me marcó durante toda mi vida. Me marcó tanto que tuve que buscar una solución a aquel problema. La encontré pronto. Solo tenía que hacer un giro de muñeca, ese simple gesto me dejaba libre, la altura era la suficiente y la ventana lo bastante grande. Solo tenía que escoger. Noa Valdivieso Gómez, 3º ESO - B

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‘Lampyris noctiluca’

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s tan solo una pequeña mancha en la oscuridad de la noche. Una diminuta forma que apenas alcanza a iluminar los bordes de la espiga en la que está apoyada. Una luz difusa que de pronto arranca a volar, arrastrando consigo un juego de sombras estiradas marcadas por la verticalidad del trigo. Más allá de ella solo hay negro. Ni siquiera la Luna se ha atrevido a salir esta noche y permanece oculta en un cielo manchado de lejanas estrellas. Hace ya un rato desde que las campanas de la vieja iglesia del pueblo anunciaron las 12 y en el silencio del campo la luciérnaga necesita comer. Hace poco que abandonó su estado larvario y aún no domina sus alas, generando un vuelo torpe y vacilante pero acelerado por las prisas de quien se sabe hambriento. No busca una flor concreta, se conforma con cualquiera. Solo necesita un breve descanso para alimentarse antes de continuar la búsqueda. Su vida, como la de la mayoría de seres de su especie, se agotará antes de que acabe la semana. Es tan solo una luz que va a extinguirse, pero debe asegurarse de que su legado continúe, inmortal como las estrellas que guían su vuelo. Debe encontrar a otro bicho de luz, debe asegurarse de que no es la última. El deseo de su especie es superior a su insignificante vida, se ha convertido en su deseo y cometido Lleva ya un rato avanzando y volar no es fácil. Los veranos cada vez son más cálidos e incluso en el refrescar de la noche cuesta mover unas alas cada vez más secas. Su foco busca incansable un claro en el campo, una zona en las agrestes tierras cultivadas que puedan ofrecerle algo de néctar. Pasado un tiempo,atisba una zona de hierbajos y tuerce su rumbo hacia ella. Conforme desciende, vislumbra una pequeña charca rodeada por los hierbajos y, reflejada en el agua, una preciosa flor. La luciérnaga, alegre, come y bebe despreocupada hasta oír un tenue crujido. Alertada, comienza a girar levemente la cabeza. Frente a ella hay una rana verde de ojos saltones que parece sonreír desde su anchísima boca asesina. Asustada, ilumina intermitentemente su abdomen para intentar disuadirla. Enciende y apaga. Apaga y enciende. Sin embargo, la trémula luz siempre vuelve a iluminar esa tétrica sonrisa. Quizás sea tarde. La rana se aproxima lentamente, con la parsimonia de quien se sabe victorioso. La luciérnaga se retrae e intenta emprender el vuelo. La rana está demasiado cerca. Un lengüetazo. Dos. Amparada en la oscuridad, ha logrado esquivarlos, pero el próximo no fallará. Por fin se decide y, ante un paso de la rana, se lanza entre las patas del monstruo cogiendo rápidamente altura y dejando atrás para siempre la charca. El tiempo se le acaba. Han avanzado las horas y sigue sin encontrar a ningún otro miembro de su especie. ¿Estarán ya todos muertos? ¿Habrá sido la única larva que sobrevivió a los pesticidas? Bajo el firmamento continúa avanzando 8


mientras las sombras se van desfigurando a su paso. Ha recorrido ya una distancia considerable y cada vez abandona más los campos para internarse en el poblado. Las casas van pasándose a su lado sin prestar especial atención a ninguna. Los ladrillos van sucediéndose, rompiéndose solo la monotonía del mundo humano por algún escombro o alguna salamanquesa casual. Se interna por otra calle, atraviesa la plaza del campanario y nada. El pueblo parece un fantasma de otra época. Solo él parece compartir en sus viviendas vacías la soledad de la luciérnaga. Finalmente, termina de atravesar la aldea desierta y vuelve al campo. Por entre los cultivos le parece discernir una luz que avanza a fogonazos, iluminando en sus giros la cara de un par de muchachos. ¿Será la otra luciérnaga que estaba buscando? Esperanzada, baila en el cielo tratando de atraer su atención. En su luminoso gozo vuelve a ser de día brevemente. De pronto siente cómo el aire se cierra a su alrededor. Intenta escapar, pero no puede. No comprende las risas de los muchachos. Solo siente que se le acaba el aire y cómo sus tímidos intentos de fuga chocan con las paredes invisibles del bote. En sus últimos lametazos de vela asfixiada no piensa en nada. No hay odio ni deseo de venganza. La luciérnaga no conoce esas palabras. Es la Ley de una Naturaleza esclavizada. Una negra nube comienza a tapar el cielo y las estrellas, resignadas, acompañan a la Luna en su oscuridad nocturna. Héctor Alberto Tejel Garrido, 2º Bach. F

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Orfeo y Eurídice

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l mito de Orfeo y Eurídice es uno de los más influyentes de nuestra historia. Esta historia de amor trágico nos habla de cómo Orfeo pierde a su amada Eurídice al morderle una serpiente en el tobillo mientras trataba de huir de Aristeo, quien pretendía poseerla. Orfeo, incapaz de seguir viviendo sin ella, decide ir en su busca al mundo de los muertos. Con su lira y su música logra convencer a Perséfone y a Hades quienes, conmovidos por su desgarrante súplica, le permiten llevarse a Eurídice de vuelta al mundo de los vivos. Sin embargo, se le impone una condición: ocurriera lo que ocurriera, no debía girarse a mirar a su amada hasta que hubiesen salido de aquel lugar; de lo contrario, la perdería para siempre. Así, se ponen en camino los enamorados pero, cuando están a punto de salir, Orfeo no puede evitar mirar a Eurídice y esta le es arrebatada de nuevo, esta vez, para siempre. Esta es, a mi parecer, una de las historias más románticas y también uno de los relatos más tristes de la literatura. En ella se refleja el poder de la poesía, el canto y la música así como la fuerza del amor y la necesidad de la confianza. Me impresiona la desesperación de Orfeo y su tenacidad; lo intenta todo para salvar a Eurídice y tenerla a su lado e incluso, cuando sabe que la ha perdido para siempre, la ama y mantiene su corazón fiel a ella; es un amor más allá de la muerte. Con todo esto, se deja ver la debilidad y la desesperación del hombre en el amor y queda en evidencia la fragilidad del ser humano. Por otra parte, Eurídice es la que ha de ser rescatada, con lo cual también vemos la debilidad del personaje femenino y, además, es este el personaje que muere, el que sufre el destino fatal; en conclusión, el más débil. Víctima a su vez de la debilidad de los hombres; del deseo de Aristeo que la acaba llevando a su muerte por la mordedura de la serpiente y de las dudas de Orfeo, quien, al mirarla justo antes de escapar del mundo de los muertos, la condena para siempre. Sin embargo, a mi parecer, es en ese sufrimiento y en esa debilidad mutua que muestran los protagonistas en lo que se refleja la igualdad de las personas en el amor. El mito de Orfeo y Eurídice y cómo se nos muestra este amor trágico entre sus protagonistas ha influenciado mucho nuestra literatura. Su influencia sobre la obra de Garcilaso es fundamental y ejemplo de ello es su Égloga III. También influirá en la obra de Salinas quien, inspirado en Garcilaso, se referirá al mito en algunos de sus poemas de la trilogía La voz a ti debida. En el ámbito musical, en concreto en los textos de la ópera, la recurrencia a mitos clásicos será habitual, y el mito de Orfeo y Eurídice será utilizado en este género en numerosas ocasiones como sucede en la obra de Gluck. Es por todo esto por lo que me atrevo a decir que el mensaje de este mito es universal. La igualdad y la fragilidad en el amor es un hecho que llega hasta nues10


tros días y que, además, lo hace con mucha fuerza, estando presente en nuestra literatura y formando, por lo tanto, parte de nuestra cultura como tantas otras herencias grecolatinas. Raquel Arévalo Viñas, 1º Bach. - G

TÍTULO: LO QUE LA VIDA SE LLEVÓ AUTORA: SARA LORENTE CURSO: 2º BACHILLERATO H

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Es todo ironía

usto después de un intranscendentemente metafórico atardecer, un pensamiento (sin pies ni cabeza) pegado a un cuerpo usó su encefálico imán para que la brújula que doblemente le sostenía apuntara hacia el atómico antro en el que solía ponerle los cuernos al 70% de su cuerpo con otro líquido sensiblemente más etéreo. Algo así como una penosa y huidiza lujuria secreto antídoto de una negra nube de palabras de cuya lluvia su mente se quería alejar. Nadaba en la retórica realidad de la que cualquier avispada pluma podría beber. Plumas poderosas, movidas por el humilde viento. Pero dejemos que de momento se trague la acción a este uróboros de cavilaciones inútiles. Así que este hombre, al que no me apetece darle un nombre (porque, seamos sinceros, sería la cosa más ridícula escrita), está en un bar ahogando sus penas en botellas del calibre 25. En el local, de unas diez mesas y ebriamente decorado, hay unas seis o siete personas. Nadie conoce al individuo. ¿Sabes qué? Esto también es patético. A partir de ahora tú eres ese tío. Y así, todo solucionado. No hay nombres que invocar ni caras familiares. Nadie te conoce. Le pides al camarero, de pelo polar y bigote demasiado tímido para salir del todo (como él de casa de sus padres), que te diga ya cuánto le debes. Como todo te da vueltas, la propina es digna de la mesa de póker de Rockefeller. Fuera ha desaparecido el sol completamente. Decides volver andando. Después de todo, solo estás a unas manzanas. Con tu pasear se te acercan nubes amenazadoras. Y se precipitan. Sigues sin acordarte de dónde estabas esa noche. Aquel día, aproximadamente cinco años atrás, serían las 4 de la mañana cuando decidiste, acorralado entre la espada y la pared por un viejo amigo tuyo llamado fracaso, salir al mundo a intentar cazar tus sueños con tu cazamariposas, agujereado como el más hablador de una de Tarantino. Bueno, y cómo te ha ido... O es que aún no has tenido el coraje suficiente para hundirte en ese pozo que te venden con letras Comic Sans color azul oceánico y mensajitos más descafeinados que el agua hasta en las putas tazas de café. Buscabas pelea. Algo que hiciera propulsar ese momento, que te arrastrara a un primerísimo primer plano en el que gritaras con todas tus fuerzas y se dieran cuenta de que has cambiado hasta en la fila 15, que ahora estás por encima de todo. ¿Protagonista tú? Creo que solo te llegaste a pelear con la realidad. Pero no ese día. El fuego de un idiota tarda bastante más en apagarse. El caso, que no estás intentando acordarte de este lugar por las vistas, ¿verdad? A mí no me lo han querido decir. Pues a qué esperas para soltarlo. Da igual, tú ya lo sabes y yo me lo imagino. Igual que te imagino a ti. Sigues caminando y te paras frente a un casoplón digno de cualquiera con más de cien escaños; con ratas del tamaño de tigres persas, cascadas de algún fatal líquido color oro por las paredes, de un estilo abierto conseguido por los enormes agujeros en las paredes. Es alquilada, por lo 12


que tengo entendido. Así que aquí es donde descansa tu ego. Quien no me conociera diría que esto es una alegoría bastante mona. ¿Has conseguido pillarla ya con tus pinzas de juguete o necesitas otra moneda? ¿Has conseguido entrar ya en casa? Te hablo a ti, no a ti. Tienes cosas que hacer, pero hay algo que te arrastra malignamente hacia el sofá (quizá un ápice de delirios de franqueza). Te quedas mirando al último trozo blanco de pared (no tienes mucho más a lo que mirar) y te das cuenta. No eres nada. Y aunque lo fueras, nadie lo sabría. Entonces, ¿qué más da? Te has pasado la mitad de tu vida estudiando para ser algo cuando en realidad te ha empujado a no ser nada. Un nombre que compartes con otros cinco millones de personas. Tu sol es un trabajo inexistente al que orbitas hasta que muera y tú con él. Tus pisadas se las ha tragado el tiempo. Y tu título mal colgado en la pared, ese al que te aferras todas las noches esperando que te dé una vida, solo te ha quitado la posibilidad de tener una plenamente propia. No ha tapado el pozo. No lo ha alejado. Sigue riéndose de ti en la distancia y seguirá riéndose hasta cuando bajes a la altura de su fin pero sigas igual de lejos. Y entonces, ¿qué más da? Dejas que el muro de mierda en el que te apoyas te trague aún más. Te ahogas. Necesitas un cigarrillo. No puedes respirar. Todo va empezando a quedar más inalcanzable. Solo una fatua llama apagándose frente a tus ojos te tranquiliza. Acercas la mano. Notas cómo tus nervios empiezan a gritar pero tus sádicos pensamientos no saben lo que buscan. Eventualmente enciendes la mecha. Te da vida. Es tu vida. Notas cómo se consume ante tu mirada. Notas cómo consume tus huesos mosaicados. Hay que hacer algo. ¿Qué? Sospechas la respuesta. La temes. Eres el náufrago de una indecisión que no puedes quemar y el mar te llama cada vez más fuertemente. Una mirada rápida al espejo, muy lejos de asemejarse a un espejismo, dibuja una tierra nítida en el horizonte. Y esto no es un cuento de García Márquez. Ahora todo empieza. Sales a la calle. Ya vuelve a salir el sol. Lo ves todo rojo. Tu mente suena en mono y tocan los Talking Heads. Eres consciente de que lo que vas a hacer te convertirá en alguien. Ya lo sabes, ¿verdad? Saltas sin resistencia. Te elevas en el aire hasta quedarte sin. Cómo ha cambiado todo en dos páginas, ¿eh? Nunca llegarás a aterrizar. Eres alguien. Lo has conseguido. Entonces lo sientes. Lo escuchas en tu cabeza. Te han degradado a una insignificante cifra. Eras un pronombre, algo localizable en un diccionario. Ahora eres un titular. Pero sigues encadenado. No has llegado a nombre propio y te has quedado sin vidas. El tiempo se para. Tú subes. Y yo me despido. Podrías haber sido alguien. Ahora no eres nada. ¿Quién te lo ha quitado todo? Guillermo Bernal Lou, 1º Bach. D

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Un día como otro cualquiera

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ra una noche especialmente oscura. Algo se notaba en al ambiente. Mis amigas Chloe, Kate, Jara y yo recibimos una invitacióna una feria nueva en la ciudad. Parecía interesante: laberinto de espejos, carpa de magia, puestos ambulantes… Quedamos frente a la iglesia y nos dirigimos hacia allí. ¡Qué emoción! Al llegar nos interrumpió un payaso: Hola, chicas. ¿Os gusta la magia? Yo titubeé. No lo había dicho antes, pero me dan miedo los payasos. Os invito a ver un espectáculo del gran mago Mussolini. Y nos señaló una dirección. Nos miramos y nos decidimos a entrar. Era una carpa especialmente grande. Hizo una presentación y empezó con trucos básicos: la flor convertida en paloma, el conejo en la chistera, juegos de manos… Pero por fin llegó el truco final: la enorme caja roja dividida en tres puertas… Escogió un espectador. Cómo no, me tocó a mí. ¡Qué guay!–resoplé. Me pidió que entrara. Estaba oscuro y frío, aquello no me gustaba. Pronunció unas palabras extrañas y se hizo el silencio. Supuse que en ese momento abriría el cajón, pero no fue así. Esperé impaciente, pasaban los minutos y me decidí a salir. Perpleja, miré a todos lados:no estaban ni el mago ni su ayudante ni el público. “¡Qué raro!, seguramente también forme parte del truco”, pensé. Al salir de la carpa no había nadie, estaba sola… Miré por todos lados y seguía sola en la oscuridad. Si esto es una broma, no me gusta –exclamé, pero nadie me contestó. El silencio se cernía sobre mí. Me pareció oír pasos detrás, pero sería mi subconsciente. Lo volví a escuchar, no eran invenciones mías… Aceleré el paso, otra vez el mismo ruido. Me giré y… nadie, solo una pequeña estatua en el fondo. “¡Qué raro!–pensé–, no lo había visto antes”. Me acerqué, tenía curiosidad. Cuanto más me acercaba, mejor se apreciaba lo que era… ¡No puede ser! Un payaso… y estábamos a solas, él y yo. Me pareció verle guiñar un ojo. No me la quería jugar: salí corriendo. Me aseguré de que no me seguía; así que me giré… y ya no estaba. Me temía lo peor, estaba delante de mí y esta vez no solo me guiñaba un ojo. Corrí a más no poder sin dejar de oír sus pasos. Llegué a la carpa de la magia y 14


entré en la caja de donde había salido. El payaso estaba ahí, lo notaba… ¡Oh no!, ¡iba a abrir! Empecé a llorar, no quería estar ahí. La caja se abrió, un haz de luz me deslumbró y ahí estaba… El mago y su público aplaudiendo. ¿Qué había pasado? Da igual. Solo quería salir de allí. Fui corriendo a contarlo a mis amigas. Ellas se burlaron: ¡Ay, Alea! ¡Qué imaginación tienes! Nos fuimos a casa, ya no volví a hablar sobre aquello. Alea Isiegas Aroca, 1º Bach. Nocturno B

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TÍTULO: MI GRAN DESASTROSO SUEÑO AUTORA: IRIA TOMÁS CANALDA CURSO: 1º ESOC

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Quién fui y cuántos

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na de las experiencias introspectivas más alucinantes por las que he pasado tuvo lugar hace tan solo dos días. Se trata de una regresión a vidas pasadas y puedo asegurar que personalmente tiene un valor emocional, físico y mental muy grande. En la mañana del domingo, decidí probar la veracidad de una sesión de hipnosis que había visto el día anterior y sobre la que leí muchos testimonios. En mi cama, tranquila, sin apenas ruidos alrededor, me centré en la voz que me iba dando instrucciones, me relajé a niveles estratosféricos y comenzó mi viaje. Mi relajación era tal que sentía que mi cuerpo estaba en otro sitio, era muy ligero y me recorría una gran sensación de serenidad. Mis latidos eran calmados y mi respiración, profunda. Era como dejar el cuerpo y viajar sólo con la mente. Para dar inicio a la regresión, debía imaginar la puerta de mi casa siguiendo una luz que me llevaría a mi última vida antes de ésta. Al acabar la cuenta atrás y atravesar la puerta, me encontré en un lugar, en principio, desconocido. Primero vi mis pies descalzos y, a continuación, a un hombre enfrente de mí: mi padre. Tenía un gran bigote y estaba sentado en un taburete haciendo botas. Miré a mi alrededor: todo era de madera. Teníamos una pequeña chimenea que nos calentaba. De repente me sentí más familiarizada con todo. Supe dónde me encontraba, pude ver la casa en la que vivía. Era un pueblo de algún punto de Alemania, y la casa, hecha de madera casi al cien por ciento, estaba rodeada de blanca nieve. Era octubre de 1758 y yo tenía unos cuatro o cinco años. Se respiraba un ambiente muy tranquilo y todo estaba en silencio. Di un salto diez años después (ya que sólo estaba viendo algunos momentos de mi vida): a la edad de catorce años asistía al entierro de mi padre; luego, volví a casa, donde me quedé mirando la chimenea por horas. Di otro salto temporal y llegué al momento quizá más temido por el ser humano, mi muerte. Pude verla en tercera persona. A la edad de treinta y un años, morí de un disparo en el pecho y me quedé rodeado de un charco de sangre sobre la nieve. Al acabar de ver esto, la voz que hacía de guía me llevó hacia mi vida anterior a esa. Volví a estar en otro lugar desconocido, pero esta vez totalmente diferente. Era 1539. Me miré y era una niña indígena vestida con extrañas pero finas pieles. Miré a mi alrededor y estaba mi familia. Mi padre y mi hermano pequeño cogieron armas y se fueron a cazar. Y nosotras, mi abuela, mi madre y yo nos quedamos en la casa. Mi madre me sonrió y pude ver claramente su cara. Era de tez morena y muy guapa. 17


la casa. Mi madre me sonrió y pude ver claramente su cara. Era de tez morena y muy guapa. Llegó la hora de dar fin a la sesión, no sin antes sacar una moraleja de mis dos vidas pasadas. Y según lo que vi, pude sacar en claro dos errores en los que no debía permitirme caer en ésta. En mi primera vida (en orden cronológico) sentí una sensación de cohibición, de estar atada a lo que me dijeran que hiciera; en la segunda, sentí que no había hecho nada con mi vida, no la había saboreado ni un poco, había llevado una vida totalmente insípida y monótona. Con esto, llegué a la conclusión de que en esta vida, a ser posible, me daría libertad de volar y vivir absolutamente a mi manera. Margarita Oyarzábal Maldonado, 1º Bach. Nocturno B

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¿…?

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l sonido del despertador sacó a Daniel de su sueño. "Martes…", pensó, mientras se alzaba de la cama y apagaba el aparato. S a l i ó de su cuarto y se dirigió a la cocina para tomar su desayuno. Al pasar por la puerta del cuarto de su hermano, Ángel, la vio abierta. Pensó que debía de haberse ido ya a clase. "Tendrá un examen", se dijo, "o tal vez esté en casa de papá". Sus padres se habían separado hacía poco y,de entre los dos hermanos, Ángel era el que peor lo llevaba. Aunque trataba de ocultarlo, estaba claramente afectado. Daniel se preparó un café para despertarse y un par de tostadas para acompañar. Tras desayunar y ducharse, se vistió, metió los libros en la mochila y se la cargó a la espalda. Fue a coger el teléfono móvil, pero se dio cuenta de que estaba casi descargado. "Debí de haberme olvidado de cargarlo anoche”, se maldijo a sí mismo. Lo puso a cargar, pensando que no iba a necesitarlo de todas formas. Estuvo pensando en sus asuntos la mayor parte de las clases, no prestando demasiada atención a la materia. Casi cada día, se planteaba a sí mismo una pregunta, normalmente filosófica, aunque en ocasiones era moral, política, o de cualquier ámbito que le gustara un mínimo. Ese día en concreto pensó sobre el buen juicio, o carencia de él, de los suicidas, y teorizó sobre lo que haría su familia si él se suicidara, cómo reaccionarían a la noticia y cómo actuarían en consecuencia. Debido a que durante su vida no había tenido ningún problema real, solo algunos triviales, se entretenía razonando para sí. El problema que tenía, y del cual no se daba cuenta, era que nunca contrastaba esos razonamientos con nada ni nadie aparte de consigo mismo. Este hecho le hizo crecer en arrogancia, aunque no solía mostrarla a los demás. Daba por sentado que cualquier persona medianamente racional llegaría a las mismas conclusiones que él si se planteaban esas preguntas, por lo que no necesitaba saber las opiniones del resto de la humanidad a fondo. Al terminar las clases, se despidió de sus amigos tras conversar un rato con ellos. Mientras pensaba en la pregunta que se había hecho durante las clases, dirigió sus pasos hacia el piso de su madre, no muy lejos del instituto. ¡Hola! -saludó al abrir la puerta. Enseguida percibió que algo no iba bien. Nadie había contestado, pero la puerta estaba abierta y se oían… sollozos. Fue a la cocina, donde vio a su padre y a su madre con las cabezas agachadas sobre la mesa. -¿Hola…? -dijo, y su madre levantó la cabeza al oírle. Su rostro estaba casi irreconocible por la mueca de dolor que portaba. 19


- Daniel…-comenzó a decir. Intentó hablar, pero rompió a llorar antes de empezar. Su exmarido trató de ayudarla: -Ángel ha… muerto. La policía lo ha encontrado ahogado en el río… No volvió ni a mi casa ni a la de tu madre anoche…-reveló, sin levantar la cabeza para enfrentarse a la mirada de incredulidad de su (ahora) único hijo, y continuó sollozando al igual que su exmujer. Daniel se quedó mudo. “No, Ángel no puede estar muerto”, pensó. No podía creerlo. Durante lo que pareció una eternidad, esperó a que sus padres hicieran algún movimiento, alguna señal para poner fin a esta broma de mal gusto. Pero ninguno de ellos se movió. Daniel preguntó, susurrando, dónde estaba realmente. Su padre, con suma dificultad, le respondió entre sollozos que el cuerpo estaba en el anatómico forense, para que le practicaran la autopsia y determinar la causa real de la muerte. Lentamente volvió a su cuarto, sin atreverse a mirar al de su hermano. Se fijó en su móvil, ahora cargado. Lo desconectó y, al iluminar la pantalla, vio… 57 llamadas perdidas de sus padres. No podían llevar una broma a tal extremo, llamarle en medio de clase. Pero, si eso era cierto, si no era una broma… Desbloqueó el teléfono y buscó el contacto de su hermano. Trató de llamarle, pero no conectaba con ningún número. Debía de haberse estropeado en el río. Se le ocurrió contactar con alguno de los amigos de su hermano. Tenía también sus números, ya que no se llevaban tantos años de diferencia y de vez en cuando también salía con ellos. Les envió a todos ellos un mensaje con la misma pregunta: adónde fueron anoche con su hermano. Todos los que salieron la noche anterior le dijeron lo mismo: que fueron al bar de siempre y que por qué razón no se lo preguntaba él mismo a Ángel. Daniel no pudo responderles, no por mensaje. De repente, escuchó un ruido similar al del estallido de una bomba. Pero no era una bomba, sino sus padres. Habían empezado a discutir a gritos, culpándose a sí mismos y mutuamente de la muerte de Ángel. Daniel cerró la puerta y se puso cascos para aislarse del ruido, el cual quedó reducido, pero no desapareció. Se quedó pensando: “el bar donde estuvieron no está lejos de aquí, y no tenían que pasar por ningún puente ni para ir ni para volver. De hecho, ir al río sería desviarse a propósito. Con lo cual, no se pudo caer por accidente al volver a casa, y no salieron hasta tarde. Las únicas soluciones son… o que sea la víctima de un crimen, o que…”. El miedo le invadió y la negación volvió: “no, no, no, eso no puede ser… No podía tener razones para…”. Los días siguientes, Daniel se quedó en casa sin salir apenas de su cuarto. Al tercer día, fue con sus padres a la comisaría, después de que les revelaran el resultado de la autopsia. La causa más probable era que se tratara de un suicidio, pues no presentaba signos de violencia, por lo cual los interrogaron sobre la vida y los hábitos de Ángel. 20


Tras el interrogatorio, Daniel fue a casa directamente, mientras sus padres trataban asuntos sobre el destino del cadáver de su hermano. Al llegar, se armó de valor para entrar por fin en el cuarto del fallecido, para ver si encontraba cualquier cosa que apuntara a sus motivos. Encontró su diario, pero decidió leer sólo las últimas entradas, en las cuales no encontró demasiado. Últimamente había empeorado en sus notas, causado seguramente por el divorcio de sus padres, que aún le dolía. Encontró también una canción sin terminar, una declaración de amor. No podía leer a quién iba dedicada, pues la tinta estaba emborronada y la hoja había sido claramente humedecida de forma desigual. Daniel sospechó que se había mojado por lágrimas, aunque esto le pareció raro: su hermano no era una persona que se molestara tanto por ser rechazado por alguien. Decidió ir el lunes a clase para hablar con los amigos de su hermano. El sábado, estuvo dando vueltas a las posibles razones de su hermano. Pensó que tal vez era su propia culpa; después de todo, Ángel era su hermano, pero igual no le había prestado atención últimamente, puede que no le hubiera escuchado, que se distanciaran un poco. Era posible que Ángel ya no confiara tanto sus problemas en su hermano. Pero recordó que siempre estuvieron muy unidos, nunca sintió ningún distanciamiento. “¿Acaso no hablaba lo suficiente con mamá? ¿O con papá?”, se dijo. “No discutían, pero tampoco hablaban tanto de problemas personales… Solía hablar más conmigo de esas cosas…”. Antes de terminar la oración, sonó el teléfono de su madre. Oyó a su madre responder y, en unos instantes, escuchó gritos. Estaba hablando con su exmarido y se culpaban de nuevo mutuamente del suicidio. Daniel no le veía el sentido. Ángel era un alumno normal, con amigos, con un hermano con el que hablaba de todos sus problemas… “No”, pensó, “no de todos. Solía tratar de ocultar su dolor por el divorcio de nuestros padres. ¿Qué más nos ocultaba? ¿Por qué no habló conmigo? ¿No pensó acaso en lo que nos haría sentir su muerte?”. Los pensamientos de Daniel se centraron en culpar a su hermano y se ancló en esa línea, pensando “no hay duda de que fue un acto egoísta, casi cobarde; por unos pocos problemas, decidir pasar al otro barrio…”. No se le ocurrió pensar en que había más razones, era demasiado tozudo para pensar de otra forma que no fuera la suya propia. Decidió leer un poco más el diario de su hermano. Se sorprendió al ver que su hermano se planteaba casi las mismas preguntas que él, pero con un razonamiento distinto. “Imposible”, se dijo, “mi razonamiento era obvio, debería ser obvio para él, él era inteligente…”. Mientras debatía consigo mismo sobre esto, su madre volvió a casa y le comunicó que Ángel sería incinerado y que el velatorio sería en dos días. Daniel, sin pronunciar palabra, asintió y volvió a sus pensamientos. 21


El domingo llegó, pero las dudas sobre la cordura de Ángel no se habían marchado de la cabeza de Daniel. Seguía pensando que no podía haber llegado a esa decisión en un estado de lucidez. Y entonces se dio cuenta: Ángel claramente no estaba en un estado de lucidez. No podía estarlo, pues algo tenía que haberle llevado a esa depresión de la cual sólo pudo ver una salida. Pero, ¿qué era ese algo? Daniel no lo sabía, pero no iba a quedarse tranquilo sin averiguarlo. Pensó que tal vez sería un caso de “mal de amores”, pero le conocía demasiado bien para pensar que esa fuera la única causa. ¿Las notas? De nuevo pensó que no, pues no era la primera vez que tenía una bajada de notas. Mientras consideraba este misterio, oyó los gritos de su madre, que hablaba por teléfono con su padre. Lo culpaba de no hablar lo suficiente con Ángel, achacando el suicidio a esta falta de comunicación, porque ¿acaso se hubiera suicidado si no se sintiera seguro en su propia casa, con su familia? “¿Acaso fue por el divorcio de nuestros padres?”, teorizó Daniel. No estaba convencido, pero sentía que se acercaba a la causa que propició el salto al vacío desde el puente. “Tal vez esa noche, al volver a casa, pensó que este mundo no le necesitaba y que él no necesitaba a este mundo.”, razonó, “Tomó un desvío hacia el puente, donde se debió de plantear saltar. Se aferró a la barandilla y abrió las manos…”. Con lágrimas en los ojos, Daniel había llegado a una conclusión que, si no estaba cerca de la realidad, poco le debía de faltar: Ángel se sentiría abrumado por todos sus problemas, que le atacarían a la vez. Debía de ser eso. Finalmente llegó el lunes. Daniel parecía haberse olvidado de los eventos de la última semana. No fue hasta que cruzó el umbral de su puerta y vio el cuarto vacío de su hermano cuando los recuerdos le invadieron. Trató de controlar sus nervios, estaba a punto de gritar. Recordando que tenía que ir a clase por un propósito, informar a los amigos cercanos de Ángel de su muerte y hablar con ellos, se obligó a calmarse y a desayunar a pesar de su falta de apetito. Se vistió y recogió sus libros. Durante las clases evitó las miradas de sus compañeros, también sus saludos, que ahora habían adquirido un tono de pena. Rumores del suicidio se habían extendido, pero nadie sabía la verdad completa. Mucha gente que ni conocía se paraban a saludarle, pero él siguió ignorándoles. Durante el recreo, buscó a los amigos de su hermano, quienes le saludaron silenciosos. Antes de que ninguno tratara de decir nada, Daniel fue directo al grano: - Sé cuáles son los rumores y es inútil mantenerlo en secreto de todas formas… Es cierto, Ángel se suicidó el lunes al volver a casa. -Era difícil creer que Ángel, siendo como era, se suicidara -comentó uno de los amigos tras unos momentos de silencio en los que todos digerían la noticia-. Gracias por decírnoslo. -¿Se sabe alguno de sus motivos? -preguntó otro. Daniel le miró y se quedó 22


pensativo. Tras unos segundos, contestó: -Tengo varias ideas de por qué lo hizo, pero no lo sé seguro. Creo que… estaba pasando por demasiado, sencillamente. No fue una única cosa. Tras estas palabras, se despidió de forma seca y se marchó antes de que le pudieran decir nada más. Estaba bastante harto de que la gente se apiadara de él, de que sintieran pena por él, de que le recordaran todo el rato que su hermano se había tirado al río. Las últimas clases pasaron igual que las primeras, con Daniel rehuyendo los comentarios de todos. Cuando sonó la campana de la última clase y salió al pasillo, captó fragmentos de una conversación que dos alumnos de la edad de su hermano mantenían entre susurros. -¿Así que Ángel…? -oyó decir al primero. -Sí, eso es lo que ha dicho su hermano a… -Daniel no consiguió oír el resto de la frase, salvo las últimas palabras –…se tiró, el muy tonto. Este segundo alumno tenía una pinta más arrogante, casi chulesca. “Tal vez no diría eso si supiera que le oigo…”, pensó Daniel. Salió del colegio aún más enfadado de lo que ya estaba y fue a casa de su padre. Al llegar, su padre le pidió que hablaran juntos sobre el tema. Había perdido a un hijo y no se permitiría nunca ni se perdonaría nunca distanciarse del segundo a causa de esto. Durante la conversación, su padre le pidió que no se culpara por lo ocurrido, ni a su madre, ni a sí mismo. Ángel tenía una familia que lo quería y podía haber hablado con cualquiera, explicó. Daniel permaneció callado la mayor parte de la conversación, asintiendo de vez en cuando. Estaba de acuerdo con su padre, no servía de nada culparse. Tras ese monólogo, Daniel le explicó su pequeña investigación, la cual su padre escuchó atentamente, sin interrumpirle en ningún momento. Al terminarla, Daniel le preguntó su opinión, si creía lo mismo que él creía, y su padre contestó: -Hijo, creo que has llegado a la raíz, o más bien raíces, del problema. Sin embargo, ya no importa por qué lo hizo, pues no se puede enmendar. A pesar de tener amigos y familia en quien podía confiar, Ángel decidió no decir nada y no podemos perdonarle completamente por ello. -¿Y qué hay de los compañeros que le menospreciaban? Si le trataban así en clase, ellos tienen la culpa… -trató de decir Daniel antes de ser interrumpido: -¿Acaso sabes realmente que hablaban así antes de morir Ángel o que le trataban mal? ¿No has pensado que tal vez lo llaman tonto precisamente por haberse suicidado? Tampoco tenemos ninguna prueba de que le trataran mal en clase, sólo sabemos que hablaban a sus espaldas, y ni siquiera eso, podrían haber empezado desde su muerte y no antes. 23


Daniel pensó en las palabras de su padre los días siguientes y se dio cuenta de que podía tener razón. Seguía sin estar del todo convencido, pero ya no evitaba la idea de darle vueltas a la opinión de su padre. Además, ya no veía el mundo de la misma forma: todo era más siniestro, menos certero. Recordó lo que le rondaba por la cabeza el día que descubrió el destino de su hermano, antes de volver a casa, y obtuvo la respuesta a su pregunta. José Antonio López Cambra, 2º Bach. B

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Morir para vivir

A

quel día habíamos quedado para ir a correr cerca de su casa en la ribera del río. Lo hacíamos a menudo, por lo que me esperaba un día más de ejercicio asfixiante con su correspondiente y merecida jarra de cerveza fría al terminar. Hacía bueno, se podía ver cómo el sol abría un hueco entre las nubes lanzando una luz cálida y cegadora que propinaba leves punzadas a mis ojos si levantaba la vista. Algo me hacía sentir más enérgico que de costumbre aquella mañana, así que decidí ir corriendo a su encuentro para calentar las piernas. Llegué rápido, pero más tarde de la hora, y para mi sorpresa, él todavía no había llegado. Lo llamé al móvil, no contestó; lo llamé otra vez, tampoco lo hizo. Seguí probando suerte un par de veces más dejando pasar unos minutos entre un intento y otro, mientras trotaba a paso ligero para no enfriarme. Comenzaba a estar preocupado cuando, en una de esas pausas, sonó mi móvil. Le pregunté dónde estaba y, antes de poder terminar la frase, me interrumpió hablando por encima con un tono de voz demasiado áspero y angustiado. Resultó que llevaba tiempo esperándome un poco más adelante, junto a los viejos campos nostálgicos que ahora yacían olvidados a medio asfaltar. Al acercarme volvió a llamarme la atención algo diferente en él, lo cual era raro ya que era un hombre de costumbres y poco impredecible. Esta vez se trataba de la música o, mejor dicho, de su ausencia: no había música y no sabía por qué no. Siempre bajaba a correr con el móvil en la mano sonando a todo trapo: cuando no sonaba Barricada, eran Los Platero y si no, los ACDC, pero hasta ese día siempre había sonado algo. Nos dimos un abrazo fuerte pero frío.Yo sabía que él estaba pasando por una mala racha, pero la mueca dibujada en su cara aquel día era diferente, me resultaba desconocida. No quise darle más importancia por el momento. Pensé que, si le pasaba algo grave, me lo acabaría contando. Además, siempre iba de tipo duro y misterioso, por lo que seguramente no sería nada. Empezó a hablar él, porque siempre hablaba él y yo era quien escuchaba. Me dijo que había discutido con su madre, que todo eran problemas y que, por más que pasara el tiempo, nada se arreglaba y todo empeoraba; siempre había algún quebradero de cabeza nuevo aunque por estadística ya tuviera que ir a mejor la cosa. Noté que no me miraba como siempre, tenía la mirada frágil como un vaso de cristal que se cae de la mesa y de camino al suelo sabe que se va a romper. Seguíamos andando como cualquier otro día. Ya llevábamos un buen rato corriendo. Ahora ninguno de los dos hablábamos: yo, porque no sabía qué decir o cómo debía decirlo; pero no tenía claro el porqué de su silencio. Llegó un momento en el que no pude contenerme más, mi preocupación crecía inexorablemen25


te y algo en mi interior me decía, aun siendo desconocedor de todo lo que me tenía preparado la vida, que por algún motivo me iba a arrepentir muy pronto de haberle preguntado. Rompí el silencio diciendo que sabía que pasaba algo, que su cara, su respiración, todo en general lo delataba. Le pedí por favor que me contara lo que fuera de una vez. Nos detuvimos. Colocó su mano sobre mi hombro y me miró fijamente ignorando el cuchillo afilado que llevaba el sol posado frente a él. Abrió la boca, suspiró y miró al suelo, luego a la derecha, a la izquierda, y volvió a suspirar.Finalmente, comenzó a decirme que por una vez en su vida tenía miedo, y que lo tenía por mí. Esas palabras confirmaban mi sospecha de que lo que callaba hasta ahora me afectaba de lleno. Él seguía explicando todo lo mejor que podía lidiando con su voz entrecortada, y veía que me derrumbaba como un castillo de naipes en medio del huracán Katrina. Jamás había sentido algo parecido. Estaba escuchándolo y fue como si todas las nubes del cielo que había desde Zaragoza hasta Hong Kong se amontonaran una encima de otra sobre mi cabeza. El miedo latente, que ya llevaba un tiempo albergado dentro de mi cabeza, se manifestó en mi cuerpo inmóvil ya la vezmás inquieto que nunca.Con cada palabra que salía de él, mis ojos se cerraban con tal fuerza que era posible escucharlos por encima de su voz exaltada, mi corazón cogía impulso para saltar y salir a través de mi boca, las piernas me temblaban, los tímpanos me zumbaban y yo lloraba como un bebé que no sabe hacer nada aparte de sufrir. Me contó todo, pero yo no reaccioné hasta que comencé a correr a través de los campos llevándome las manos a la cabeza, intentando silenciar las múltiples voces que llevaba dentro. No sabía nada, no sabía si él habría empezado a correr junto a mí o si lo había perdido en el camino, pero sobre todo no sabía qué iba a hacer ahora que mi vida se iba a la deriva. No podía escuchar nada aparte de las desquiciantes voces de mi cabeza y el ruido de mis deportivas al chocar contra las piedras del camino de tierra que lleva a La Alfranca. Seguía corriendo cada vez más rápido, no me importaba nada, me sentía como un coche pasado de revoluciones que no iba a parar hasta reventar el motor; así, por lo menos, solo quedaría silencio en mi cabeza. Corría tan rápido que parecía que me iba a salir del mapa, me iba a dar algo y no me importaba ni lo más mínimo si no encontraba una solución al semejante problema que me había puesto delante la vida, y que no sabía cómo afrontar. Recuerdo pensar en mi madre, solo podía pensar en ella, pensaba en toda su vida conmigo, cada paseo al parque y cada disgusto, cada cumpleaños y cada decepción. Si debía mantener la calma y armarme de valor y de fuerza algún día en mi vida, ese momento había llegado. De repente me frenó una mano en el hombro cuando más lo necesitaba: era él y me estaba viendo llorar. En ese momento era lo que menos me podía importar, aunquenunca había llorado delante de él, pues era la persona que más admiraba y 26


quería ser tan duro como él.Comprendí muy rápido que no hay tipos duros sin un corazón blando cuando me cogió la cabeza con sus dos manos enormes y, soltando una lágrima, me dijo que era normal tener miedo, pero que confiaba en que no había nadie mejor que yo para afrontar y solucionar todo aquello. Envuelto en lágrimas, le pedí que me dijera cómo debía hacerlo, porque mi cabeza estaba más cerca de estallar que de entrar en razón. Él guardó un breve silencio, se acercó de nuevo y me dijo: tu vida, tal y como la conocíamos, ha cambiado; nunca sabes lo que tiene preparado el destino para ti; de hecho, en la vida no sabes nada más allá de lo que crees que sabes; ahora solo te queda afrontarlo y escribir tu nueva vida. No pierdas tiempo, corre y arregla las cosas, yo estaré aquí si me necesitas. Sinceramente, en ese momento me fue imposible no pensar que el alma de un personaje digno de las mejores novelas se había apoderado de mi amigo, pero sonreí cuando nunca había sido tan difícil hacerlo. Me lancé a darle el abrazo más fuerte que había dado jamás y me fui corriendo a cambiar mi vida. Adrián Macaya Rived – 2º Bach. Nocturno B

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La historia de Lucas

H

oy os voy a contar mi historia y la de mi familia. Éramos una familia feliz, como esas que salen en los anuncios. Mi padre se llama Pedro ymi madre, Ana.¡Ah! y yo me llamo Lucas.

En esa épocavivíamos en Grasberg, una ciudad de Alemania. Yo iba al colegio y tenía muchos amigos. Era súper inteligente y siempre estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por mejorar mi nota (aunque siempre fuera 10). Era un alumno ejemplar. Mi padre era director de cine. Algunas de sus películas eran estrenos de cartelera. Pero, como los actores y actrices con los que trabajaba no eran muy famosos, a él no se le conocía internacionalmente. Finalmente, mi madre, Ana. Era vicepresidenta de uno de los departamentos más importantes de la empresa más conocida de la ciudad. Lo malo es que tenía que viajar mucho y apenas estaba con nosotros, su familia. Pero aun así formábamos una familia feliz. Papá a veces también tenía que viajar para grabar algunas escenas de sus pelis. Cuando eso ocurría y mi madre no estaba, me quedaba con mi tía Dalma. Iba a su casa y me quedaba a vivir allí hasta que volvieran o mi padre o mi madre. Pero,estando en casa de mi tía Dalma, pasaban los días y mis padres no llegaban. Hasta que un mes después volvieron los dos a la vez. Nada más llegar supe que algo no muy bueno iba a pasar. - ¡Hola, Lucas! –dijo mi madre con alegría. - ¡Mami! - ¡Hey, que yo también existo! –exclamó papá, tan divertido como siempre. Les di un abrazo de esos que duran mucho tiempo mientras mi tía nos observaba con una sonrisa en la boca. - Oye, ¿y cómo es que venís los dos juntos? ¿Es casualidad? –pregunté. - Mira, hijo, tenemos que decirte una cosa –dijo mi madre mirando a papá –. Tienes que hacer las maletas. Nos vamos a vivir a Bremen. Ha sido todo un poco rápido y no me ha dado tiempo a decírtelo antes. - Sí –afirmó papá–. A mamá le han ofrecido ser la jefa de Puma, que ya 30


sabes que es su empresa. Si lo aceptara, no tendría que volver a viajar a ningún lado por trabajo, se quedaría con nosotros todo el tiempo. El único inconveniente es que está en Bremen, pero ya hemos alquilado una casa allí, te hemos matriculado en un colegio que se encuentra a cinco minutos de la casa y hemos avisado a todos los familiares. Todo está preparado para la mudanza. Por eso hemos tardado tanto. -Pero… En ese momento no sabía qué decir. En cosa de un minuto pasé de estar alegre por ver a mis padres a agobiarme por todo lo que tenía que hacer. -Tranquilo, hijo, entendemos tu reacción. Pero juntos ya verás cómo todo será más divertido –afirmó mamá. - Sí, no te preocupes. Ya verás cómo al final te acaba gustando –añadió papá. Eran las 10 del quizás sábado más largo de mi vida. Rápidamente cogimos el coche y nos pusimos manos a la obra. Yo acabé el primero, tardé tan solo dos horas en recoger mi ropa y otras dos en recoger mis libros y juguetes. Después acabó mi papi, treinta minutos después de mí. Y, finalmente, mi madre, una hora más tarde que mi padre. Cuando todas las maletas estaban hechas, las llevamos al camión de mudanzas que había venido diez minutos antes. A las 6 de la tarde acabamos de recoger todo. Nunca pude imaginar que fuéramos a acabar tan rápido. Entonces papá dijo: - ¿Qué os parece si damos el último paseo por el pueblo? - ¡Sí! –exclamamos mamá y yo al unísono. No sé si me sentó bien o mal el paseo; me dio mucha pena abandonarGrasberg.La iglesia, la casa, el colegio… En ese momento caí: ¡no me había despedido de mis amigos! - ¡Mamá, no me he despedido de mis amigos! ¿Qué puedo hacer? - No te preocupes, cariño, volveremos el domingo para que les cuentes esto. Las palabras de mamá me consolaron mucho, pero no estaba muy convencido de que fuera a ir bien con toda esta historia. Pasó la noche y llegó el día de la mudanza. El camión en el que cargamos todas nuestras cosas nos esperaba en la puerta de casa. Teníamos 28 minutos de viaje; 25’5 largos kilómetros en coche. Cuando llegamos a la nueva ciudad, me relajé un poco, era súper bonita y la gente parecía encantadora. Pero, aun así, seguía pensando que… “como en casa (Grasberg) en ningún sitio”. 31


La casa en la que íbamos a vivir durante este periodo de tiempo era muy grande y tenía un jardín precioso. Parecía que la cosa iba mejorando… El hombre de la mudanza nos acompañó a llevar todas las cajas a la nueva casa. Fueron momentos muy duros, con tanto paquete me cansé mucho. Mi madre estaba más cansada aún. Pero no le importó, ella nos ayudó muchísimo. Quedaba solo una maleta: la que estaba transportando mi madre. Era más grande y pesada que el resto. Pero, cuando quedaba un solo peldaño para subir al piso donde la tenía que dejar, se tropezó y cayó por las escaleras. La estuvimos buscando durante un buen rato, hasta que nos encontramos con una horrible escena: mamá estaba tirada en el suelo, con la maleta encima y llena de sangre. - ¡Mamaaaaaaaaaá! –exclamé horrorizado. - No… sobreviviré –cogió la mano de mi padre–.Cuida bien de Lucas, confío en ti. En aquel momentomamá se fue. No me lo podía creer. Fue una muerte tan repentina… Todo por subir con una maleta por las escaleras. Papá estaba llorando desconsolado, como yo. ¡Y pensábamos que esto mejoraba…! En ese momento, papá llamó histérico al 112 para que le dijeran qué hacer en estos casos. Rápidamente llegaron varios coches de policía y una ambulancia.Efectivamente, mamá se había ido de nuestras vidas, pero no de nuestros corazones. Eso es lo que pensé para consolarme y que, si por alguna razón extraña pudiera oírme, supiera que nunca la iba a olvidar. Varias semanas después del fatal acontecimiento, papá y yo seguíamos en Bremen. Teníamos que continuar con nuestra vida y llegó el día en el que me tocaba volver al instituto: -“GOETHE-INSTITUT: BREMEN”–leí en voz alta, con una voz más triste de lo normal. - ¡Mucha suerte en el nuevo instituto! –afirmó papá desconsolado por lo ocurrido. Me dio el abrazo más largo que recuerde. - ¡Adiós, papá! –grité. Estaba muy afectado por cómo estaba papá. Pero ahora no podía pensar en él. Solo podía hacerlo en mamá y en si tendría tantos amigos como en el cole de Grasberg. Al atravesar la imponente puerta pasé un poco de miedo, pero pensé en lo que me dijo mamá: “Al final te acabará gustando”. - Vale, chicos, hoy sois uno más. Ha venido un chico nuevo a clase. Se llama Lucas y tiene 13 años, como los demás. Pasa, Lucas, pasa, no tengas vergüenza –dijo la Srta. Margarita, mi tutora–. ¿Estás contento de venir aquí? 32


- Sí… –afirmé por decir algo. - Preséntate ante nosotros; así te conoceremos algo mejor. La gente se estaba riendo en bajito, y eso me ponía más nervioso. Quería que acabara pronto la presentación en público. Pues… me llamo Lucas, tengo 13 años y… ¡Guau!, ¿en serio? –dijo el graciosillo de turno. Toda la clase se empezó a reír, excepto yo, obviamente. Creía que nada podía empeorar el día pero… cuando fui a sentarme a mi silla, alguien me había dejado un chicle y se me pegó en el pantalón. Yo noté que la gente se reía y no sabía por qué. Cuando llegué a casa, rápidamente me fui a mirar los pantalones y… ¿Qué tal te ha ido, Lucas? –preguntó papá, todavía deprimido por lo de mamá. Pues… –me lo pensé varias veces antes de decir nada; creo que ya tenía papá bastantes preocupaciones como, para encima, decirle que me iba mal en el insti–muy bien, la verdad. La gente es… muy maja y tal. Me alegro mucho, cariño. Mañana no podrás ir al instituto, tenemos unacto conmemorativo por mamá en… Papá no pudo acabar la frase. Se había puesto a llorar. Tan pronto como pude, le di un abrazo bien fuerte y aproveché para llorar también. Pero yo lo hacía por dos razones: por mamá y para desahogarme de lo que había pasado en el instituto. Al día siguiente fue el acto de mamá. Prefiero no contar esta parte porque es muy íntima y personal. Además, sino, me volvería a emocionar. Volvamos con la parte del instituto. Papá me acompañó hasta la puerta del instituto, como el primer día. Me despedí, entré y me fui al aula de música. Al llegar, ya estaban todos mis compañeros. Pero la profesora aún no había llegado. Estaban todos en un semicírculo, esperando a que yo llegara. En cuanto abrí la puerta, se empezaron a reír a carcajadas. ¡Que no se puede comer chicle en el instituto! –dijo uno. ¡Si comes chicle, al menos máscalo, no lo lleves en el pantalón! –dijo otro. ¡Uy, que va a llorar porque no está aquí su papaíto! Cuando oí aquellas palabras, me dieron ganas de irme del instituto y contárselo a papá.Pero ni podía irme a casa ni podía decírselo a papá. Creo 33


que lo pasaría fatal… Así que me tocó seguir aguantando a esa gente. Las semanas pasaron y todos los días me hacían lo mismo. Y en el recreo estaba solo porque a todo el mundo se le tenía prohibido estar conmigo.¡ODIO Bremen! Mientras todo esto ocurría, a papá las cosas también le iban mal. Él trabajaba para una empresa de cine como director y la empresa le exigíahacermejores películas o,de lo contrario, lo despedirían. Así que todo iba fatal. ¡Cara huevo, cara huevo! ¡Culo chicle, culo chicle! ¡Empollón, que no tienes vida social! ¿Y tu mamá, qué, no te va a ayudar? Solo estás con papá, ¿no? ¡Porque es lo que te conviene! Jajajajajajajajaja. Un día me armé de valor y se lo conté a uno de los profesores. Margarita (que, recordando a los despistados, era mi tutora), hay unos niños que se están metiendo conmigo. Bueno, tranquilo, que ya pararán. Llevan desde principios de curso y todavía no han parado. Tranquilo, tú sigue esperando y ya verás cómo pasa todo. Al llegar a casa ese mismo día, papá estaba más triste de lo común. Parecía como si le hubieran dado una mala noticia. Preferí no preguntar por si no me tenía que enterar o no podía saberlo. Hubo otra cosa rara: que no me había preguntado qué tal me había ido el día. Papá siguió triste tres días, pero al cuarto se le notaba más relajado. Supuse que era una cosa de trabajo, porque luego me dijo: Hijo, ¡ya tengo el argumento de mi nueva peli! Genial, papá. Entonces, de momento no te despiden, ¿no? No. Al jefe le ha encantado el argumento. Sea o no taquillera, me van a pagar igual. No sabes lo que me alegro –entonces le di un beso de los fuertotes. Papá estuvo concentrado en su peli durante los siguientes meses a la vez que yo lo pasaba cada vez peor en el instituto. Ahora, en el recreo me llevaban al baño y me insultaban, amenazaban y pegaban. Ya no se conformaban con que estuviera solo, me tenían que hacer la vida imposible. 34


Lo que yo me preguntaba era ¿por qué?, ¿qué les había hecho?, ¿conseguían algo metiéndose conmigo? Pero, sobre todo, estas dos preguntas: “¿pararán algún día?”y“¿se lo digo a papá?”. Cuando llegaba a casa, siempre me metía a mi cuarto a llorar. Estoy convencido de que lloraba tan fuerte que mi padre me tuvo que oír algún día. Pero nunca me preguntó nada, cosa que agradezco por otra parte. Los profes tampoco se daban cuenta de lo que ocurría. O, si lo sabían,no tomaban medidas al respectoporque no se querían meter en líos. Nunca me llamaban por mi nombre, siempre por subnormal, tontaina, empollón o asocial. ¡Ah!y enchufado. Yo creo que se habían acostumbrado a llamarme así y no sabían ni mi nombre. ¡LucasHeinech, acuda al despacho de la directora! Es urgente. ¿Qué pasa? –me pregunté. He llegado a tiempo todos los días, he hecho los deberes y he sacado todo sobresalientes en los exámenes. Al llegar me encontré a Dña. Ángeles (directora del centro) y al orientador (Martín). Ángeles no es una de esas directoras amigables, es más de ese tipo que está siempre enfadada. Y el orientador es el típico señor al que le gusta solucionar los problemas a pesar de que le enfaden mucho los conflictos. Y precisamente muy contento no se le veía… Estaban sentados ante una mesa esperando a que yo viniera. Había una silla vacía preparada para que yo me sentase. Así que eso hice. Lucas –comenzó la directora–, unos compañeros tuyos me han dicho que les insultas a todos ellos. Y que hablas a escondidas de la clase. Como vea que lo vuelves a hacer, te expulsaremos un mes. Estás de acuerdo, ¿verdad Martín? No exactamente. He estado observando al pequeño y en clase es muy tímido. Nunca lo veo en los patios. Está claro, se va a algún rincón o a la clase e insulta a sus compañeros. ¡Expulsión inmediata! ¡Una semana de expulsión! ¡Pero, si yo no he hecho nada! ¡Ellos son los que se meten conmigo!–dije anonadado. Imposible. Sino, lo habrías dicho antes. Que tú eres muy preguntón. ¡Pero si yo no he hecho nada! ¡Como protestes, te podemos expulsar un mes! ¿Y cómo le explico yo a mi padre esto? ¡No se lo va a creer! ¡Me va a caer la mundial en casa! Le diré que es por no hacer los deberes si me expulsan… 35


Ya eran las tres de la tarde, así que volví casa como todos los días. Papá estaba súper feliz: ¡Cariño, ya he acabado la peli! ¡Al director le ha gustado tanto que la va a colgar en la cartelera hoy mismo! ¿Te apetece venir conmigo a verla? ¡Wow, papá! Enhorabuenaaaaaa. Ahora ya sí que no sabía cómo contarle lo de la expulsión. Al ir hacia el cine, vimos un montón de chicos de mi edad. No me lo podía creer: ¡eran mis compañeros de clase! ¡E iban a ver la peli de mi padre! No sabía qué hacer, me puse muy nervioso. Decidí que lo mejor era que hiciera como si no existieran. Buah, que ganas de que veas la peli. Ha quedado muy chula, ya verás. Seguro que sí papá, eres un súper director. Compramos palomitas, chuches, coca-cola, batidos… de todo. Sala 2, tercer pasillo a la izquierda –nos dijo el acomodador. ¡Qué nervios!, quería ver ya la peli de papá. Vi cómo entraron todos mis compañeros (por llamarlos de alguna manera) de clase. Justo delante de mí se sentaron. Bueno, no los conozco de nada. Haré eso. De repente vi cómo otro grupo de gente de mi edad venía. ¡¡¡Eran mis compañeros de Grasberg!!! ¡Lucas! –dijeron al unísono. Marcos, Lucía, Alba, Javier… ¡Qué ilusión! ¿Qué hacéis aquí? Tu padre nos pagó todo para que pudiéramos venir –afirmó Lucía. ¡Gracias, papá! ¿También has pagado las entradas de mis compañeros del instituto? Sí. Te quiero mucho, papi. Pero, eso no es todo… Así, de la nada aparecieron la tía Dalma, los abuelos Enrique y Mª Luces, los abuelos Jorge y Teresa, todos mis primos de Berlín y hasta los de Toulousse. Estábamos toda la familia. Todos, menos mamá. Aunque por unos momentos parecía que estaba también con nosotros. Justo cuando todos cogieron asiento, la peli empezó. Iba de un niño que se llamaba Lucas que era feliz en Grasberg con todos sus ami… en ese momento me di cuenta: ¡era una peli sobre mí! ¡Y estaba todo muy detallado! 36


Llegó el momento más duro para mí: la pérdida de mamá. Todos en el cine nos pusimos a llorar. Sin excepción. Incluso los del instituto. El guion estaba escrito con tanto cariño que parecía como si fuera la madre de todos, no solo la mía. Primer día del nuevo instituto. Me quedé con la boca abierta: puso lo de que se empezaban a meter conmigo. Eso significa que… ¿ya lo sabía? ¿y no me había dicho nada para que yo no supiera que lo sabía? Papá, ¿cómo sabías todo lo del primer día? –pregunté en mitad de la peli. El instituto me lo comunicó el día ese que estaba tan triste. No sabía si decírtelo o no, pero como tú me lo ocultabas para que no me hiciera daño, yo no te lo dije por la misma razón. Seguimos viendo la peli y aparecían con todo detalle cada uno de los insultos y amenazas que me hacían. Fue muy duro para mi familia ver todo eso, y para mí, muy vergonzante, más aun cuando se ve desde fuera. Al final de la peli apareció el siguiente texto: “Esta película está dedicada a mi hijo Lucas que, aunque perdió a su madre,siguió adelante con su nueva vida para hacerla feliz. Aunque su nueva etapano empezó bien, no me lo quiso contar por no hacerme daño. Lo pasó muy mal con sus nuevos compañeros y aguantó de todo con tal de no entristecer a los demás. Te quiero. Con mucho cariño”. Esas palabras sobrecogieron tanto mi corazón que me puse a llorar otra vez. Papá me consoló y casi se puso a llorar conmigo también. Papá, y si sabías todo esto, ¿por qué has invitado a mis compañeros del instituto? En ese momento se volvieron todos: Lo sentimos –afirmaron a la vez. No pensábamos que te había pasado todo esto… –dijo uno. ¿Quieres ser mi amigo? – preguntó otro. ¿Me perdonas? –añadió otro. ¡Pues claro! Yo no me lo podía creer. ¿Cómo había conseguido mi padre con una simple película arreglar todo? ¿Cómo se te ocurrió hacer la peli sobre mi vida?

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Muy sencillo. Pensé en quién es la persona más especial del mundo. Y solo tú podías ser el indicado. Además pensé que la invitación a tus compañeros podía arreglar las cosas entre vosotros. ¡Ah! Y yo sabía todo lo de la expulsión, es más, se lo pedí a la directora para que llegaras antes a casa. La película se hizo famosa en todo el mundo y todas las empresas cinéfilas se peleaban por estrenar las películas de mi padre. Y los niños de mi instituto nunca se volvieron a meter conmigo. Pensaréis que aquí ha acabado mi historia, pero no. Aún me queda el final. Ahora mismo tengo 48 años y le estoy contando esta historia a mi hija. Tiene la misma edad que la que tenía yo en aquella época. ¡Ah! y se llama Ana, en conmemoración a mi madre. Mi trabajo consiste en dar charlas a los colegios para contar mi historia.Para que todos esos niños que lo están pasando malsepan que no son los únicos, y que al final toda mala racha pasa. Para aquellos que se meten con otras personas, que paren ya, porque no sirve para nada.Y para aquellos que se meten con la persona por miedo, que sean valientes y lo digan. Porque al final el tiempo pone a cada uno en su sitio. ¡Ah! Y mi padre ya se ha reunido con mi madre, cuidándome desde donde sea. Mónica Pueyo Sánchez, 1º ESO - B

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TÍTULO: SIN TÍTULO AUTORA: LUCÍA SAN VICENTE CURSO: 4º ESO C

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El recuerdo

Y

aún me acuerdo de ese día en el que me preguntaron: ¿Y qué tiene de peculiar ella?

Y yo contesté: Si alguien es dañado, llora. Ella ríe. Si alguien está enfermo, pide ayuda. Ella sonríe, enseña sus heridas y dice que nunca ha necesitado ayuda. Si alguien querido vuelve, sonríes. Ella llora. Si alguien es derribado, se levanta. Ella arrastra a su oponente al suelo y hace que se arrepienta de haberla tirado. Eso es todo lo que ella tiene de peculiar. Ainara Pérez Martínez, 1º ESO - D

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La corte de los engaños

U

na misión, una mentira muy larga o fingir alguien que no soy. Tómatelo como quieras, pero eso es lo que tengo que hacer y eso es lo que haré cueste lo que cueste. Pero antes, os contaré un poco mi situación. Sólo para aclarar las cosas. Soy lady Katherine Marie, hija de una duquesa y un pirata. Mi madre no era una duquesa de nacimiento. Ella se casó con el duque por obligación. En un principio, ella también era una pirata a bordo del barco de mi padre. El duque se encariñó de ella en cuanto la vio, ella ya estaba embarazada, la violó y nací. Desde ese momento, el duque pensó que yo era su hija. Por eso, las tierras que le pertenecen también son mías. Viviendo en la corte del rey Gerald he podido aprender que nada es en realidad lo que las personas quieren aparentar por sus ropas caras o incluso por su forma de hablar. Todo en la corte son engaños y mentiras. Entonces, ¿por qué iba a ser diferente conmigo? Tengo en la sangre las mentiras, la astucia y los engaños después de todo. Mi misión es llegar a vencer al príncipe heredero Próspero y así poder gobernar a mi manera. ¿Quién no ansía alguna vez el poder? Algunos sucumben a la tentación mucho más tarde; en mi caso, mi madre lleva diciéndome que debo ser la reina desde que tengo memoria. Según ella, sería la mejor de todas las que ha habido durante generaciones en el reino y podría tener lo que quisiera durante el resto de mi vida, siendo la envidia de todas las damas de la corte. Obviamente, eso ya es una realidad desde que el príncipe no deja de cortejarme desde hace un mes y medio. Si sigue todo como he previsto, la boda se celebrará dentro de muy poco, en siete meses o como máximo, en un año. No está mal, ¿verdad? Mis planes jamás han fallado. Y no tienen que empezar a fallar ahora. **** En aquel instante estaba a solas con el príncipe. Parecíamos dos jóvenes enamorados. Eso es justo lo que pretendía conseguir. Sabía que todo iba bien cuando íbamos caminando cogidos del brazo por el jardín de la reina. En aquel jardín sólo se podían distinguir dos colores: rojo y verde. El rojo como la sangre que pintaban las rosas, y el verde, los grandes muros de plantas que nos rodeaban. Apenas podía ver más allá que todas las flores, los arbustos y los matorrales. El jardín fue un regalo del rey para su reina, la madre del príncipe. Pero ella cambió las lavandas por rosas, y los árboles por arbustos. 41


Podía notar cómo las miradas de los cortesanos estaban puestas en mí y en el próximo monarca. Duques, marqueses, condes, todos nos miraban. Aunque yo no los pudiera ver dentro del verde laberinto, sabía que sus miradas estaban puestas en nosotros. La corte nos evaluaba. Hacía ya unos años que estaba dividida en dos: o con el rey o con su primogénito. Desde que el rey enfermó, se podía apreciar cómo la brecha se abría más y más. Los cortesanos evaluaban a su futuro rey, si llegaba el caso, y a la que quizás fuera su futura reina. No era casualidad que el rey hubiera enfermado. Todo estaba en mi plan: envenenarlo, matarlo, hacer que su hijo fuera coronado como nuevo rey y hacer que me eligiera a mí como su reina. Manteniendo dividida la corte, tenía la oportunidad de situar al príncipe. Una vez nombrado como nuevo gobernante, la corte tendría que posicionarse. Cada día que pasaba, más familias cortesanas cambiaban de bando al de un nuevo rey. Aún seguía habiendo varias familias demasiado leales al rey enfermo, pero si muriera, no tendrían otra opción que pensárselo dos veces. O apoyaban al nuevo rey o se iban y dejaban todos sus privilegios. Era un plan infalible sin duda alguna. Y no tenía intención de que alguien o algo lo estropeara por completo. Había tardado muchos años y siempre corregía cualquier error que pudiera haber. Unos años después, estaba ahí junto al príncipe. Lo tenía comiendo de la palma de mi mano. Pronto me convertiría en la nueva reina y, al fin, mi madre dejaría de decirme cosas. Mi plan, en cuanto fuera la reina, sería cambiar muchas de las cosas del reino. Quizás, tener un heredero. Y después, en un trágico suceso, que mi marido muera. Así obtendría yo el poder completo de sus tierras al igual que yo tendría las de mi madre. También, el pirata que se supone que es mi padre ayudaría mucho a la hora de poder expandir el reino a través de las aguas del azul océano. ¿En qué piensas, querida? –Me preguntó con una sonrisa en su perfecto rostro. En nada importante, alteza –contesté–. Sólo en lo bien que estoy ahora contigo aquí –me acerqué más a él. Me dedicó una amplia sonrisa y continuamos el paseo por el jardín. Antes de regresar al palacio, me contó confidencias sobre sus entrenamientos para el combate y sobre sus clases. Me parecía todo muy aburrido, pero jamás quité la sonrisa falsa de mi cara. Esa era mi regla de oro: siempre sonreír. Jamás mostrar los sentimientos. Así es cómo me gané el corazón del príncipe. ¿Cómo se encuentra su majestad? Mi padre sigue enfermo. Cada día empeora más –respondió. Continuó hablándome de su preocupación. Puse mi cara de falsa tristeza mientras intentaba no mostrar la alegría que sentía en mi interior. La norma real más antigua dicta que, cuando el príncipe heredero es coronado, debe elegir una esposa en un plazo de cinco días. Mi uno más ni uno menos. Si en ese plazo el príncipe no ha elegido, sus padres deberán hacerlo por él. Para mi suerte, mi madre y su nuevo marido tienen mucha labia y son muy cercanos a los reyes. No me 42


lo han dicho, pero sabía que era su favorita. Se insinuaban muchas cosas en las tardes en que concertaban reuniones con nuestras familias para, supuestamente, conversar. En realidad, lo que querían era juntarnos para ir familiarizándonos desde niños. Salimos del jardín de la reina un rato después. El príncipe me dio un beso en el dorso de la mano y yo hice una reverencia. Ahora sí que se podía ver a muchas de las hijas de los condes, barones y duques asomadas por las ventanas suspirando y deseando estar en mi lugar. Eso provocó que una leve sonrisa asomara en mi rostro; no obstante, quedó disimulada al tener al príncipe delante de mí sonriendo al igual que yo. Se encaminó hacia el palacio, seguido de unos guardias que habían estado patrullando el jardín, y de vez en cuando me miraba con un brillo en sus ojos. Dicen que ese brillo es especial y que sólo se les nota a las personas enamoradas. Esperé un rato mirándolo marchar. En cuanto entró por la puerta principal, me alisé la falda de mi vestido y me dirigí a mi habitación con el fin de prepararme para el baile anual del reino. La fiesta se celebra para honrar a los guerreros caídos en la guerra. Ellos lucharon para las siguientes generaciones. Para nosotros. Era una ocasión importante en la que no podía perder la oportunidad de que se me declarase. A la presentación por parte del mayordomo, le siguieron el baile y el banquete. Como el rey seguía enfermo, el príncipe tuvo que hacer el papel de su padre al dar un breve discurso de bienvenida y en conmemoración a los nobles guerreros que arriesgaron sus vidas, hasta perderlas en algunos casos, para construir el reino en el que vivimos y dar gracias por ello. Irrumpieron en la sala donde estábamos todos reunidos. Dos hombres de una edad media miraron cada rincón de la estancia para luego vislumbrar al príncipe. Se dirigieron a él precipitados, le susurraron algo al oído y salieron los tres corriendo fuera de la sala. Nadie sabía lo que estaba sucediendo ni lo que sucedería después, salvo yo. Supe que todo mi plan iba cobrando cada vez más forma. Unos minutos después se nos pidió que desalojáramos la sala tras anunciarnos la muerte del rey. La cuenta atrás comenzó en ese instante. Los días siguientes todo el palacio era una madeja de nervios y rumores. Muchas de las doncellas y sirvientes estaban intentando averiguar quién sería la nueva reina. Unos opinaban que debería ser una dama que fuera honesta, otros que debería ser bella, y otros que debería ser inteligente. No sólo los encargados del palacio, cada vez que se veían, compartían algún que otro rumor. Las chicas de la corte también hablaban mucho sobre si sería una u otra. Nadie sabía lo que podría llegar a pasar en los próximos días. En cuanto el tiempo se agotó, el príncipe tuvo que elegir a una joven para casarse. Como era costumbre, nos reunieron a las familias más importantes del reino para dar la gran noticia. El príncipe nos recibió y anunció a la que sería su esposa y nueva reina. Todos se sorprendieron al oír el nombre de una dama que no era 43


yo. La joven era la hija de un duque propietario de extensas tierras a las afueras del reino. Me enfurecí mucho. Planeé mi venganza. La hija del duque no llegó con vida a su boda: de algún modo, misteriosamente... murió un día antes de la boda real. El príncipe se casó esta vez conmigo. Su madre lo manipuló para elegirme finalmente como esposa. El nuevo rey admitió que yo era la mejor opción para él y para su reino y que se extrañaba de haberse comprometido anteriormente con la otra dama. **** No tengo mucho más tiempo, así que abreviaré. Nos casamos y tuvimos un heredero. Nuestro hijo se parecía a él en las facciones pero había heredado de mí el rubio cabello. Unos años después, mi marido se fue a luchar por su reino y murió en batalla. Me correspondió por un tiempo ocupar el trono. Me volví a casar, esta vez no tuve hijos. Amplié el reino y eso nos favoreció bastante. Mi hijo pronto me sucederá en el trono y será el monarca del reino más grande que nadie haya visto jamás. Me sucederá, como yo hice con mi marido y como él lo hizo con su padre. Clara Grau Rivera, 3º ESO - B

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Índice Dos caminos para escoger ............................................... 7 “Lampyris-noctiluca” ......................................................... 8 Orfeo y Eurídice ............................................................. 10 Es todo ironía ................................................................. 12 Un día como otro cualquiera .......................................... 14 Quién fui y cuántos ........................................................ 17 ¿…? ............................................................................... 19 Morir para vivir ............................................................... 25 Mujeres en la historia ....................................................... 28 La historia de Lucas ....................................................... 30 El recuerdo ...................................................................... 40 La corte de los engaños .................................................... 41


Esta edición no venal, con fines pedagógicos y hecha para su distribución entre el público lector del Instituto de Enseñanza Secundaria Goya de Zaragoza, reúne los trabajos premiados en las modalidades de relatos literarios, relatos de tema mitológico, cómics de Ciencias Sociales, Pintura y Cartel anunciador de la próxima edición, que se han otorgado en los Premios Goya 2018-2019.



Biblioteca del Instituto Avda. de Goya, 45 50006 Zaragoza TelĂŠfono: 976 358 222 Fax: 976 563 603 Correo: biblioteca.ies.goya@gmail.com


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