ESPACIO ACTUARIAL
Nº 46
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PRIMAVERA 2020
Adiós Ignacio, compañero y amigo Estimado y querido Ignacio: Tu muerte el pasado 22 de febrero nos impactó profundamente a todos los que nos considerábamos compañeros y amigos tuyos. Hacía tiempo que no coincidíamos, pero justo un par de días antes hablamos por teléfono y te encontré igual de activo y apasionado con la profesión que siempre. Me hablaste de vuestros proyectos en relación con la revisión financiero-actuarial de los planes de pensiones de empleo en el contexto de la Directiva IORP II, así como de las dos ponencias que ibas a presentar al Actuarial Colloquium Paris 2020. Transmitías el mismo entusiasmo que siempre te caracterizó y que ponías en cada proyecto en el que te involucrabas, ya fuese estrictamente profesional o de viajes, gastronomía, cocina, … (¡cuántas conver-
saciones interesantes habremos tenido sobre estos temas!). Tuve el placer y el honor de colaborar contigo en diversas iniciativas como miembros de la Junta de Gobierno que presidió nuestra querida amiga Ana Vicente entre 2001 y 2005, y ello me permitió apreciar tu pasión por el Instituto de Actuarios Españoles y por nuestra profesión, así como tu ilusión por ayudar a desarrollarla en Senegal, Colombia y otros países, proyectos en los que pusiste ganas, esfuerzo y, también, recursos económicos. Tu pérdida nos deja un vacío, pero también el imborrable recuerdo de un buen amigo y de un gran profesional, referente para los actuarios “de pensiones” y para todos los que amamos nuestra profesión y nuestro colegio profesional. Rafael Moreno
Ignacio era una persona especial
L
actuarios
e conocí en 1988 negociando la exteriorización de pensiones de una gran empresa, y tengo que decir que esos primeros contactos no fueron fáciles, con negociaciones caóticas y discusiones acaloradas. Luego coincidimos en muchas otras negociaciones, en el Instituto de Actuarios Españoles, en la Organización de Consultores de Pensiones, en multitud de conferencias y nuestra relación se hizo cercana y nos permitió compartir horas de debates de multitud de temas de pensiones.
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Era un innovador, lo que hoy se llama un emprendedor. Fue el primero que contrastó las tablas de mortalidad en vigor y las nuevas, entonces, tablas de invalidez de la SS del año 90 con la experiencia real del colectivo para el reconocimiento de servicios pasados, diseñó el contenido más completo que debían tener las RFAs y que luego fue modelo para otros consultores y para la DGSFP, empezó a hablar de formación continua de los actuarios, escarbó cómo determinar los PE del Convenio de Banca de manera pormenorizada, cómo formular los modelos “cash-balance plan” para el mercado español y tanto otros temas. Recuerdo cuando me dijo que tenía que elaborar un plan de reequilibrio para financiar
unos compromisos de AD (que la norma te indicaba que debía considerarse un tipo anual nominal máximo del 12%) y calculó el tipo de interés técnico en el campo continuo, de forma que maximizaba el tipo a capitalizar las aportaciones. Era un actuario listo y despierto. Ignacio era también una persona generosa, que ayudaba a sus colegas y compartía su conocimiento enciclopédico, que hablaba del mercado nacional y explicaba lo que se estaba haciendo en Europa y que nos avanzó toda la normativa que se nos avecinaba de protección de los asegurados y partícipes. Y muchas veces lo hacía en las mesas de sus queridos Kabuki, Arce o La Tasquita de Enfrente. La última vez que le vi fue en diciembre pasado en la entrada de las oficinas de VidaCaixa en Barcelona. Bromeamos como solíamos hacerlo y nos emplazamos a cambiar opiniones a la vuelta de Navidad. Ya no le volví a ver. Descanse en Paz. Le echaré, le echaremos de menos. Carlos Quero