4 minute read
El conflicto en la pareja: Una oportunidad de progresión o de regresión de la consciencia
Por Dra. Tari Tron
Advertisement
-Rabindranath Tagore
El diccionario etimológico de la lengua latina señala que la palabra conflicto viene del latín “conflictus”, formado del prefijo con- (convergencia, unión) y el participio de fligere (flictus, golpe), convirtiéndola, según su origen en “el golpe junto”. Este mismo verbo nos da las palabras afligir e infligir. Durante la fase de enamoramiento, entendido como el idilio perfecto, la pareja experimenta una sensación de amor profundo e incondicional. Es aquí donde la ceguera hacia las partes negativas está en acción y se hace énfasis en las similitudes, engrandeciendo las mutuas afinidades y excluyendo las diferencias.
Después de la fase del enamoramiento o simbiosis, las diferencias entre las parejas empiezan a surgir causando tensión y conflicto. Es aquí donde empieza la fase de diferenciación del otro. Este término fue utilizado por Murray Bowen en los 50 's, padre del movimiento de terapia familiar con la siguiente definición: “la diferenciación es tu grado de resiliencia al contagio interpersonal de ansiedad o de emociones poderosas del otro”. Esta definición fue ampliándose con el tiempo por diferentes autores, pero se centra en que la feliz pareja se va asombrando no solo por el desconocimiento del otro y su “otredad”, sino de la señalización de ciertos rasgos propios no asumidos. Desde ese momento ya salieron del paraíso, pues como bien escribe Melanie Klein, “quien come el fruto del conocimiento es expulsado de algún paraíso”.
Las parejas con cierto grado de individualización logran sostenerse en ese nuevo estado de disconfort para poder dar un paso hacia la evolución.
Este es un proceso activo y constante de observación interna donde se observa la clarificación de límites y el desafío hacia viejos patrones de conducta durante el cual ambas partes van aprendiendo de sí mismos y de la pareja, manejando el temor de disminución de intimidad o un posible distanciamiento. La intimidad intimida y la fase de diferenciación, es bastante crítica y difícil ya que si la pareja no logra focalizar y construir sobre sus virtudes, se vuelven expertos en remarcar las debilidades y vicios del otro. El juego es víctima/victimario o perseguidor/perseguido.
La intervención del terapeuta es esencial en este momento y debe ir dirigida a ir fomentando la conciencia de que ambos han participado para llegar a este punto y que cada uno logre asumir su participación. El equilibrio no implica evitar conflictos, implica la fuerza de tolerar emociones dolorosas y poder manejarlas.
Existen parejas que evitan el conflicto, congeniando pasivamente y robando la posibilidad de conocerse más profundamente. Estas parejas pierden gran ocasión para expresar el mundo interno de significados. En términos de desarrollo de la conciencia, esto sería una regresión en vez de progresión. Otras parejas abordan el conflicto a través de la hostilidad y los señalamientos incisivos. La falta de control sobre la propia reactividad habla más del individuo, de sus heridas y de sus dificultades en particular. Cuando un miembro de la pareja exige cambios en el otro, gatilla rebeldía y temas de control sin darse cuenta que ha puesto su destino en las manos del otro.
Una parte importante aquí en el trabajo del terapeuta es invitar a cada persona como individuo a activar sus propios cambios, así subiendo otro escalón conscientemente. Un viaje interno está indicado, la clave para resolver el conflicto implica un alto grado de introspección. El terapeuta en conjunción con sus consultantes desarrollará estrategias para ayudar a estar presentes, escuchar activamente y autorregularse para seguir con el diálogo constructivo. Asimismo, deberán descubrir y determinar sus mecanismos de defensa y el círculo vicioso en donde viven sin cambio y construir un camino donde cada quien es responsable de sí mismo. Tener pareja o vivir en pareja es la coyuntura ideal que nos da la vida para enfrentar los desafíos internos con el fin de lograr una mejor versión de uno mismo.
Por último, pero no menos relevante, el terapeuta requiere siempre de hacer un esfuerzo de introspección para reconocer sus propios comportamientos, miedos, restricciones, hostilidades, rechazos, evasiones, frialdades y ausencias frente al conflicto. Para lograr el cambio en nuestros consultantes, este debe de ser hecho con anterioridad, pues citando a Jung, “cuando los conflictos más intensos se superan, dejan una sensación de seguridad y tranquilidad que no se perturba fácilmente. Son solo estos intensos conflictos y su conflagración lo que se necesita para producir resultados valiosos y duraderos.”
Julia Carl Morgan Gustav Jung