La oposición entre violencia y consenso funda nuestra comprensión de la política. Desde Aristóteles, pasando por Hobbes, hasta nuestros días, creemos que hay política cuando logramos establecer un mecanismo de habla civilizado que permita resolver los problemas sin acudir a la violencia. Pero incluso quienes han criticado el esquema consensual de la política siguen presuponiendo tal oposición: para ellos la política no es consenso sino violencia. ¿Cómo salir de este esquema? Una crítica al liberalismo no debe pasar por denunciar la falsedad del consenso, sino por cuestionar el sentido de la oposición. El libro muestra que, para salir del incipiente esquema de nuestra tradición, es preciso concebir el lenguaje mismo como algo diferente e incluso opuesto al consenso. La política existe no porque los hombres superen sus relaciones violentas por medio del lenguaje, sino porque en él se halla una potencia desestabilizadora, que desborda cualquier consenso.