Maricruz
1. La foto la tomé cuando caminaba por las galerías de algún museo europeo hace ya un montón de años. Era un retablo, olvidé la composición completa. Lo que muestra la imagen son los ojos ensangrentados de Santa Lucía sobre una bandeja de oro. A Santa Lucía de Siracusa los soldados romanos le arrancaron los ojos luego de que no pudieran moverla cuando trataron de violarla. Se había convertido en piedra por voluntad divina. La imagen me inquieta y me fascina a partes iguales. Veo demasiadas cosas en esos ojos que ya no pertenecen a un cuerpo. Los conquistadores españoles bautizaron así el cerro desde el cual trazaron nuestra ciudad. En otra vida y en otra historia, la ciudad ya existía y el cerro ya tenía un nombre. Welén, se dice, viene de una voz indígena que significa “mal presagio”. El año pasado, en esta misma ciudad que se precia de su estado de derecho, una obrera perdió la vista, el gusto y el olfato a manos de la policía mientras esperaba locomoción para ir a su trabajo. Parece que con ciertos nombres invocamos los mismos espectáculos de horror, una y otra vez. Cuando la ciudad ardió no supe hacer otra cosa más que intentar registrar lo que estaba pasando. Me entregué demasiado rápido a la nostalgia por la revolución. Ahora vivimos en la ciudad de los ojos arrancados. ¿Cómo construiremos más imágenes después de eso?
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