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Louis Pasteur el gran médico, no era médico
L ou i s P a s t e u r e l g r a n L ou i s P a s t e u r e l g r a n mé d i c o, n o e r a mé di co mé d i c o, n o e r a mé di co
Ho y p o r h o y , q u e c u n d e e l p á n i c o m u n d i a l p o r l a e s p a n t o s a vulnerabilidad en que nos ha arrinconado la Covid-19 con su nueva cepa Delta, es justo recordar al hombre que descubrió que los causantes son organismos invisibles, no una maldición y castigo divinos.
A mediados del siglo XIX, la mortandad en los hospitales era pavorosa. Con el descubrimiento del principio narcótico de la coca en 1860, se pudo utilizar contra el dolor físico. Y ello posibilitó las más delicadas intervenciones quirúrgicas, sin que el paciente experimentara el más leve dolor, y casos que antes hubieran sido desesperados, fueron desde entonces relativamente fáciles.
El número de operaciones quirúrgicas aumentó señaladamente, pero también aumentó el número de muertos. Las operaciones en sí tenían un éxito completo; lo fatal eran los procedimientos posteriores. Las heridas que el bisturí del cirujano había abierto no sanaban y la muerte se producía por gangrena. Los pacientes sentían un profundo pavor. Los médicos estaban preocupados. ¿Por qué moría tanta gente luego de las operaciones, si estas en sí se realizaban con todo éxito?
Mientras esto ocurría, un joven francés, nacido en Dolé, en diciembre de 1822, trabajaba en un problema que iba, inesperadamente, a arrojar mucha luz sobre la cuestión.
Su nombre era Louis Pasteur. Su padre había sido soldado de Napoleón. Al dejar el ejército puso una curtiduría y en ella transcurrió la infancia del pequeño Luis, que tal vez por esta circunstancia eligió más tarde la carrera de químico. Pero Pasteur estaba llamado a lograr la gloria en el campo de la medicina. Por eso, aunque no fue un médico, lo citamos entre los más insignes que han existido.
En la época de Pasteur, el microscopio ya no era un juguete de moda de la aristocracia; había pasado a ser un instrumento científico con el cual estu diaba las m ás dimi nutas fo rmas de vida.
Muchos de sus maestros y compañeros le dijeron al joven que tal estudio carecía en absoluto de importancia. “¿De qué puede servir el estudiar esos ridículos microbios?”, le preguntaban.
Louis era más sabio que ellos y siguió trabajando, hasta que llegó a descubrir una cuestión de importancia vital: que la cerveza, el vino y la leche se vuelven agrios si se le expone al aire. ¿Por qué? Porque hay en el millones de diminutas bacterias que llegan al líquido y lo “corrompen”, ocasionando con ello un cambio químico. Para evitar la descomposición, Pasteur descubrió un método conocido después como pasteurización. Por medio de este proceso, se pueden destruir en la leche, el queso y otros productos, sin cambiar su esencia, las bacterias que los echan a perder o causan enfermedades en los individuos que los ingieren.
Veamos ahora adónde condujo este descubrimiento. Cuando Pasteur dio a conocer sus descubrimientos, sobre las bacterias que vuelven agrios al vino y la leche, un eminente médico inglés, José Lester, intuyó que el efecto debía ser similar en las heridas del cuerpo humano.
Observó que las lesiones graves podían ser curadas siempre que la piel no estuviera cortada o rota; pero si había una herida, se producía la terrible corrupción de la carne llamada gangrena de hospital, que mataba a tantos pacientes. Lester sostuvo que, si se podía apartar de la herida a estos pequeños microbios, el paciente se restablecería.
Pensó entonces que el único medio de esterilizar la herida era aplicarle un poderoso desinfectante en el cual los microbios no pudieran vivir. Así empezó aplicando ácido carbónico a las heridas. Esto atajaba a la gangrena. Luego utilizó una pulverización en la atmósfera esterilizando el aire y todo cuanto se ponía en contacto con la herida: los instrumentos, las manos del médico y todos los objetos de la habitación.