Han pasado ya dos años de la pandemia por COVID-19, sin duda no somos los mismos y todos hemos envejecido, sin ser testigos de los cambios físicos, que en los otros han sucedido, hasta que los volvemos a ver presencialmente. Quizás el mejor medidor tangible de que el tiempo ha pasado, son los niños, en ellos se pudo notar como el tiempo avanzaba mientras seguíamos en confinamiento; si bien se vivenciaron otras situaciones que evocan a notar el transcurso del tiempo. Me enfocaré en visibilizar cómo en esta etapa de desarrollo, los menores también se vieron inmersos en pérdidas y duelos, algunos propios del crecimiento, muerte y otros no identificados.