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SEPTIEMBRE iskalti.com | SEPTIEMBRE 2021 | Año 5 No. 51
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Algunas estrategias para solucionar conflictos
con los demás Por Miguel Angel Macías Reséndiz
Uno de los principales motivos del malestar emocional tiene que ver con las discusiones que tenemos con nuestros seres queridos y la incapacidad de expresar nuestro punto de vista sin que el problema se vuelva mayor. Muchas veces consideramos que son causados por las acciones de los demás y actuamos como si debieran de hacerse cargo de nuestro enojo y solucionarlo.
Por lo general tomamos alguna de las siguientes acciones como estrategias de solución:
1.
Contenemos el enojo dentro de nosotros mismos, nos ensimismamos y limitamos nuestra comunicación con la otra parte para no volver el problema en algo mayor. Esta estrategia pareciera ser positiva en el sentido que nos ayuda a no crecer el conflicto cuando estamos muy enojados, para no dejarnos dominar por la ira, temiendo ser descorteses o hirientes y rebasar límites que después nos hagan sentir culpables; sin embargo, no resuelve el problema ya que se queda dentro de nosotros. Además, genera un desgaste emocional, cuando destinamos una cantidad de energía interna para contenernos y disminuir el enojo, mismo que se puede permear (contra nuestro deseo) en nuestras acciones y actuar de manera pasivo agresiva siendo hirientes y rencorosos con o sin la intención consciente. Nos hace sentir agotados, impotentes, frustrados y no tomados en cuenta. Finalmente nos vence el agotamiento y tendemos a olvidar el problema distrayéndonos con nuevos conflictos u obligaciones que exijan nuestra atención hasta que una situación exterior o la memoria hagan que el conflicto reaparezca.
Otra manera usual de actuar para afrontar los conflictos es la tendencia a ser explosivo con el otro. Usar la intimidación física, económica o verbal para imponer nuestro punto de vista, sometiendo a la otra parte para aceptar nuestra postura. Puede darse por medio de la descalificación, el grito, la humillación, elevar el tono de voz, entre otras. Esta estrategia tiende a ser útil en el sentido que nos permite exponer nuestros pensamientos, darnos valor frente a los demás y colocar en ellos el reconocimiento que creemos necesitar en ese momento. Nos permite sentir mayor control sobre las situaciones y ello a su vez nos ayuda a conservar un sentimiento de seguridad. Lo que exige una gran cantidad de energía destinada para cada problema que se presente en nuestro día a día. Lo negativo de usar esta estrategia es que exige un gran desgaste para mantener el control de todas las situaciones de manera constante, nos coloca siempre aparentemente a la defensiva, ya que estamos a la expectativa de la vuelta del enojo o de la venganza.
2.
Irónicamente nuestra actitud “defensiva” es una actitud “ofensiva”, ya que al justificar nuestro enojo y nuestro actuar en las acciones de los demás, estamos siendo agresivos y sostenemos el problema, culpando al otro en lugar de buscar una solución. Lo triste de esta estrategia es que nos hace sentir culpables y al paso del tiempo nos lleva a estar solos, alejándonos de nuestros seres queridos y dejando dentro de nosotros ansiedad por la perdida de las personas que queremos.
En realidad, ambas estrategias tienen un beneficio, ya que nos permiten anticipar consecuencias futuras y desahogar tensiones presentes. Sin embargo, ambas soluciones son solamente parciales, ya que nos ayudan a recibir el problema y darle una solución “rápida” en el sentido que nos aleja del factor detonante (en el primer caso al negar el conflicto y reprimirlo y en el segundo a proyectarlo fuera y exigirle al mundo que cambie para nosotros) pero no nos permite conservar nuestros vínculos.
¿Cómo hacer entonces para terminar de solucionar los problemas?
Aprender a solucionar los conflictos con los demás se relaciona fuertemente con el domino propio y el manejo de nuestras emociones. Saber que no son generadas por las acciones de los demás o las situaciones externas de nuestro día a día, sino que gran parte de lo que sentimos tiene que ver con la perspectiva que tenemos del conflicto y del valor que le damos a nuestras emociones. Cuando somos victimas del enojo, es difícil ampliar nuestra perspectiva para comprender otros enfoques, ya que nuestra mente es presa del proceso de atención selectiva, la cual focaliza la atención en un objeto o evento y nos alerta de sus movimientos, lo cual es útil para nuestra autoconservación, pero no para la resolución armónica de los conflictos.
Para ello es necesario primero reconocer nuestro estado emocional, así como el de la otra persona. ¿Ambos estamos emocionalmente listos para escuchar y negociar? ¿O estamos deseosos de desahogar nuestra frustración sobre el otro? En caso de tener el enojo a flor de piel, lo mejor será suspender momentáneamente la discusión y concentrarnos en disminuir el enojo. Pero con el compromiso fundamental de retomar el tema en cuanto se reestablezca la comunicación entre ambos. De esa manera no nos permitimos que se olvide y se deje sin una solución. Mientras nos distanciamos del problema, conviene intentar poner en duda nuestro punto de vista y tratar de entender a la otra parte. Una estrategia que nos permite empatizar con el otro consiste en recordar ¿Qué es lo que hace valiosa a la otra persona para mí? ¿Qué valoro y admiro de la otra persona? Esto nos ayuda a no descalificar al otro. También es de gran ayuda recordar que el otro no es el problema, sino que ambos tenemos un problema en medio y que cada uno desde su extremo debe trabajar para que el problema se elimine, mas no pensar que el otro es quien tiene el problema y que debe atender sólo nuestro punto de vista.
Hay una escrito de hace varios siglos del filósofo Arthur Schopenhauer al cual se le conoce como el dilema del erizo. En él, compara la acción de los seres humanos con las conductas de los erizos en invierno. Describe que ellos requieren el calor de los otros para mantenerse vivos en el invierno, pero que en la búsqueda de ese calor tienden a lastimarse entre ellos con las púas que les sirven para protegerse de los peligros del exterior. Él comenta que el ser humano se encuentra en una tragedia que oscila entre el anhelo, en este caso de la estima de los otros y el hartazgo y la molestia que genera la convivencia con los demás por las “púas” que tienen.
En nuestro caso, la reflexión es la siguiente:
1.
Reconocer que nuestras púas, así como las de los otros, están al servicio de la protección del sujeto, nos hacen saber que uno se siente frágil, incómodo y que tiene una necesidad de la que él mismo y la sociedad que le rodea deben hacerse cargo.
2.
Aprender a entretejer nuestras púas, conseguir una aproximación paulatina con los demás que nos permita distinguir dónde se encuentran nuestras necesidades y donde se encuentran las de los demás para que finalmente podamos gozar del mayor calor posible, aunque no sea siempre el que anhelemos.
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