Somos un equipo de terapeutas profesionales con más de 20 años de experiencia dedicados a la atención y educación psicológica. Nuestro principal objetivo es apoyar a las personas, hacerlas crecer sosteniendo el amor, los valores y la sana convivencia a través del autoconocimiento, logrando la estabilidad emocional, desarrollando las habilidades y competencias del individuo.
Atención y educación psicológica
Se ha identificado que las mujeres en etapa de pubertad y adolescencia son la población con mayor vulnerabilidad para el inicio de conductas alimentarias de riesgo (CAR), por ejemplo la realización de dietas muy restrictivas y/o el uso de laxantes, entre otros; mismos que de volverse crónicas junto con otros criterios, podrían desencadenar un trastorno de la conducta alimentaria.
Desde las distintas corrientes de la psicología se han construido diversas teorías que han permitido acercarse a la identificación, comprensión, diagnóstico e intervención de psicopatologías como la anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y el trastorno por atracón; sin embargo, y a pesar de que los trastornos alimenticios se padecen individualmente, la realidad es que otros factores como el entorno familiar, cultural y social enmarcan su aparición; por lo tanto los modelos biopsicosociales son los que actualmente explican mejor estas patologías.
De manera general, dentro de los factores biológicos se encuentran por ejemplo las hormonas que controlan apetito y saciedad; en los psicológicos, algunos rasgos de personalidad y en los factores sociales los asociados al estereotipo de imagen corporal e ideales estéticos de delgadez. Así, ninguno de los tres factores determina por si solo y de manera directa conductas alimentarias de riesgo y trastornos alimentarios, sino en su conjunta interrelación y mutua influencia.
Cabe aclarar que los hombres también son diagnosticados pero se sugiere que son en menor número y a edades mayores, debido a los prejuicios sociales asociados a sexo y género.
En México hasta el año 2017 se registraron cerca de 20 mil casos de TCA y en la actualidad es considerado un problema de salud pública, por lo tanto, es necesario comenzar a desenfocar de las personas la responsabilidad completa del origen y permanencia de éstas enfermedades, para ampliar la mirada a otros factores que predisponen y sostienen las mismas; por ejemplo la familia, la cultura y la sociedad. 20 mil casos
20 mil casos
Por un lado, la familia es un sistema dinámico que otorga para sus integrantes sentido de pertenencia, e idealmente cumple con funciones de cuidado, educativas y de socialización. Es decir, el objetivo interno de la familia: es la protección psicosocial de sus miembros, y el objetivo externo: la apropiación de la cultura y la enseñanza de la misma dentro ésta. La familia es frontera misma entre sus integrantes; y la cultura y sociedad, es un espacio en el que se construyen creencias a partir de la transmisión de ideas permitiendo a sus miembros construir una cierta manera de sentir y pensar. La familia es por tanto productora y reproductora de mensajes.
Por otro lado la influencia social y cultural respecto a la “cultura de la delgadez”, la imagen corporal (la representación mental del cuerpo que cada quien construye de sí mismo); la cosificación del cuerpo -sobre todo femenino-, el uso de la publi cidad y marketing para masificar estereotipos de belleza; y la exigencia sobre el “deber ser” en cuanto a estereotipos de género, es decir las asignaciones de rol de género “femenino” y/o “masculino” que se les hace a las personas a partir de su sexo biológico.
Familia, cultura y sociedad juegan un papel importante en la propagación de mensajes cargados de estereotipos de “salud” y “belleza”. Desde ahí se construyen expectativas que priorizan una idea equivocada sobre figura y apariencia.
Desde la infancia a las niñas se les inculca que ser delgada es igual a ser bella, sobrevalorando la extrema delgadez, misma que al ser internalizada funge como referencia para la auto vigilancia, auto restricción y auto exigencia sobre el propio cuerpo.
La cultura de la delgadez promueve dietas, vida light, vida fit, spas, gimnasios y hasta cirugías estéticas para alcanzar los estándares de modelos aspiracionales, a la par de la estigmatización de la gordura con narrativas basadas en el pesocentrismo (el peso como único factor de bienestar y salud sin la inclusión de otros factores) y el salutismo (la salud a toda costa). La cultura de la delgadez se impone sobre todo en la etapa de la adolescencia al ser un periodo de vulnerabilidad psicológica y física, en donde se responde a estos estímulos en la búsqueda de sentido e identidad.
Familia, cultura y sociedad interactúan emitiendo, reproduciendo y sosteniendo mensajes negativos sobre la apariencia física, vestimenta y figura, pudiendo generar sentimientos de presión y comparación constante. Algunas investigaciones señalan que el antecedente de la relación con la imagen corporal personal está directamente relacionada con la información recibida en la infancia; ya sea en mensajes directos como burlas sobre el peso y delgadez; o como mensajes indirectos en los que los comentarios de familiares y amigos sobre su propio cuerpo son de autocrítica y devaluación.
La familia es quien postula, enseña y guía con parámetros estéticos y comportamentales. Estudios sugieren correlación y significancia en el estereotipo de delgadez madre-hija en familias con TCA, así como que la percepción -en especial de la madre-; sobre el peso y la apariencia de sus hijas; y las críticas sobre la propia figura corporal, ejercen presión sobre éstas. Es decir, una preocupación excesiva sobre la apariencia del cuerpo, explicita y/o implícitamente manda un mensaje que comunica que “está mal” y por consiguiente una falla personal que hay que arreglar.
Es importante aclarar que el señalamiento sobre la influencia de la madre no es culpabilizador, sino una consecuencia al papel que a ésta socialmente se le asigna en la crianza y alimentación en todo el ciclo vital; así como su grado de implicación e influencia en las decisiones de la vida cotidiana; lo anterior no excluye el papel del padre.
En el marco del 30 de noviembre: Día Internacional de la lucha contra los trastornos alimentarios es necesario ampliar la mirada para dejar de señalar como únicos responsables a quienes atraviesan por el sufrimiento biológico y psíquico de un trastorno de la conducta alimentaria. En la actualidad y después del boom de plataformas en internet pro Ana y Mía (pro anorexia y bulimia), se ha comenzado a cuestionar la influencia de estos estereotipos con movimientos como el body positive, salud en todas las tallas y anti gordofobia, como alternativas a las impuestas social y culturalmente en relación al cuerpo.
Permitámonos ser más observadores y cuestionadores sobre la información que consumimos y reproducimos sobre nosotros, sobre nuestros cuerpos y los de los demás. La lucha contra los trastornos de la conducta alimentaria es una lucha compasiva, pero sobre todo colectiva.
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Identifica cuales son tu creencias y opiniones sobre el peso, la figura corporal y la alimentación, y pregúntate ¿Cómo éstos han influido en la forma en la que te miras a ti y a los demás?
Si eres padre y/o madre se cuidoso con los mensajes que se transmiten en familia sobre el peso, la figura corporal y la alimentación; recuerda que estos mensajes llegan a tus hijos e influyen en la percepción y actitudes hacia sí mismos.
Si identificas conductas alimentarias de riesgo en ti y/o en tus hijos acude con profesionales de la salud que trabajen de forma interdiciplinaria, ellos podrán orientarte de forma asertiva y certera. Las conductas alimentarias de riesgo son a veces el antecedente de un TCA.
No emitas juicios de valor sobre otros cuerpos, recuerda que el peso y la figura no son los únicos factores para indicar presencia o ausencia de salud.
La crítica no es contra un tipo de dieta o sobre quien busca la delgadez, sino contra un sistema social y cultural que dicta que es la única forma adecuada de vivir.
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