Estimado detective Russo: Me es un placer volverle a escribir después de tanto tiempo. Tengo entendido que el caso del joven Frankenstein fue archivado hace ya dos años y usted ya no preside sobre la investigación. Sin embargo, quisiera comunicarle sobre una carta recientemente hallada en el antiguo hogar de la familia Frankenstein. Se presume que el autor de la carta es el señor Henry Clerval, mas no se tiene testigos ni registros sobre esta, además del hecho de que fue hallada lejos del lugar de fallecimiento del señor Henry Clerval pone en dudas su validez. Lo que se tiene asegurado es que el joven Víctor Frankenstein jamás la recibió, pues el sello estaba intacto cuando fue encontrada en el viejo abrigo de Víctor Frankenstein. Dado que no queda ningún familiar de Víctor Frankenstein y los familiares de Henry Clerval han decidido alejarse del desafortunado evento, remito la carta a usted, en quien tengo toda confianza que sabrá qué hacer con ella. En cuanto a lo sucedido hace dos años, espero que no tenga en su consciencia los terribles eventos. Fue un honor haber trabajado con usted en aquel caso y descanso sabiendo que la sombra de Víctor Frankenstein no está sino extinguida. Espero volver a cruzar con usted en algún momento.
Con la más alta consideración y estima, queda de usted muy respetuosamente, Oficial Pierre Accolat
Querido amigo: Lamento informarte, hermano, que con esta carta no recibirás la mejor de las noticias. No estaré relatándote a una aventura o celebrando algún descubrimiento novedoso contigo. Con esta carta, la furia, la desolación y el odio te estarán invitando a un sensual banquete. Víctor, el futuro fue, es y siempre será incierto. Lo que tenemos en este momento es lo que debemos aceptar y no más. Los sentimientos que te acompañarán después de esto no son sino ángeles caídos. Son destructores. Por esta razón, quiero contarte lo que realmente sucedió. Te pido que te tomes un momento antes de continuar con mi última carta. Como sabrás, en ningún momento he intentado intervenir en tus investigaciones. En cambio, te he ofrecido mi apoyo incondicional, a pesar de tus secretos. La privacidad es la llave maestra del cofre que grita dignidad. Si es lo único que poseemos sin prejuicios ni engaños, ¿por qué debería de arrebatarte la tuya? Sin embargo, sospechaba ya de tus investigaciones. Por esta razón, cuando se presentó la sombra de una criatura en la ventana de mi habitación, no tuve sensación alguna de terror. Víctor, te sorprenderá lo bien que manejé las cosas. Me levanté, quité el cerrojo de la puerta y la abrí. La noche era larga y tendría más que el tiempo suficiente para hablar con tu creación. Tomé asiento en la silla en la que ahora me encuentro escribiéndote desde el escritorio y esperé. Un hombre, más que monstruo, se presentó. Su gran estatura y sus temibles rasgos no eran sino un símbolo de vida para mí. Lo invité a sentarse y proseguí a preguntarle cómo se encontraba. Entablé una conversación con él. Sus aventuras, sus sufrimientos, sus pasiones, todas estas me llegaron como un delicioso postre de almendras. Vi en su mirada que había conectado de la misma forma que yo conecté con él. Él sabía que estaba en un ambiente de confianza, que podía contar conmigo. Te puedo confesar que le saqué una sonrisa e incluso logré indagar en sus deseos íntimos. Ese deseo de pertenecer a algún lugar, de sentirse en casa. Dime, Víctor, ¿no es lo que todos deseamos? ¿Pertenecer a alguien, a algo? Su mirada, al principio fría y decidida a destrozar todo a su paso, se convirtió en una de tristeza y de soledad. Podía verlo en una batalla interna. En su corazón, luchaba contra diez mil demonios armado de sólo una piedra. Su postura, rígida al comienzo, floreció y soltó un aire de paz y, sorprendentemente, felicidad. Creo seriamente, Víctor, que estaba feliz. Feliz de haber encontrado comprensión en un mundo donde está constantemente batallando. Claro que lo que tiene un comienzo desafortunado, un enlace igual de desafortunado ha de tener. Las leyes de la vida, a pesar de darle una magnífica sensualidad a esta, están sujetas a injusticias. Sería un engaño que me mantuviese con la ilusión de sobrevivir, sabiendo que mi final estaba al brote del amanecer. La amabilidad y la empatía podrán no alargar la vida, pero bien que traen esperanza a quienes la reciben. Esta carta no es más que una despedida. Lo que me depara el futuro yace en las manos de tu sombra. No es miedo a la muerte lo que tengo, es miedo a lo que el futuro te depara. Víctor, ¿qué es más que un perdón para alguien que ha obrado mal y a quien le han obrado peor? Estoy seguro de que las cosas se hubieran dado de forma distinta si tan solo se regalara comprensión de la misma forma que se regala odio. Tal vez el desenlace no hubiera sido el mismo si los prejuicios no dominarán sobre la razón. Soñar no es la mejor forma de vivir, pero si la mejor de morir.
Me despido, Víctor, mi el brote del amanecer me llama. No tomes mi muerte en tus manos ni en tu consciencia. En mi muerte encuentra la vida. Encuentra el cambio. Piensa en lo que te comparto en mis últimos momentos. ¿Qué tipo de caricias deseas? Las del odio y el prejuicio llegan con mayor facilidad, pero su tacto perjudica el alma. Las de la empatía y la comprensión tardan en llegar, pero acarician el alma de la forma más profunda. Hasta pronto, mi querido amigo. Ha sido un placer haber formado parte de tu vida durante estos años. Espero volverte a encontrar, aunque no muy pronto, para poder reunir nuestros caminos desviados. Tu hermano y tu compañero, Henr-