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Historia colaborativa grupo A curso Narrativa digital en el aula marzo 2018 Para participar en la historia: Lee toda la historia hasta el último mensaje y ten en cuenta que tu contribución debe ser coherente con las aportaciones anteriores y seguir el ujo de la historia. Haz clic en el tablero y se abrirá una ventana. Añade tu nombre y apellido en el título del mensaje; si no deseas utilizar tu nombre, utiliza tu inicial y al menos las 4 primeras letras de tu apellido. Añade tu aportación en el texto del mensaje. Debes escribir al menos 100 palabras y acompañar tu fragmento de la historia con una imagen, un vídeo o un audio que se re era a aquello sobre lo que has escrito. APRENDE INTEF 10 DE ENERO DE 2018 19:00
#EduNarraDig Entró en la cafetería, dejó el paraguas en la entrada y se sacudió un poco el agua acumulada sobre su abrigo antes de quitárselo y doblarlo sobre su brazo izquierdo. Miró al fondo estirando levemente el cuello pero no consiguió ver a ninguna de ellas. Seguramente se retrasaban, así que debería escoger una mesa y sentarse a esperarlas un rato. Era extraño; María no había llegado a tiempo a una cita en los últimos veinte años, pero hubiera apostado todos sus ahorros a que Fernanda habría llegado con media hora de antelación. Escogió una mesa tranquila junto a la ventana y pidió un café con leche mientras sacaba su móvil y comprobaba si alguna de ellas había enviado algún mensaje.
solemnemente había escrito: "Tiempo de retirarme y atar algunos cabos sueltos de mi vida.” En principio no le pareció nada extraño. Sin embargo; ese últimos sorbo de café le resultó más amargo de lo normal. Al mirar a los depósitos de su taza, ésta se encontró una imagen parecida a la de un girasol que casualmente guardaba un parecido razonable con la foto que Fernanda había compartido en su publicación.
Julián Delgado Juan Núñez Gómez Hurgando entre las conversaciones del grupo de amigas, no había rastro alguno de ellas: el cálido y típico emoticono de una sonrisa de María y la carita burlona de Fernanda alentando a María a llegar puntual por una vez en su vida. Decidió pasar los minutos de espera revisando las redes sociales, cuando de repente se topó con un nuevo estado publicado hace veinte minutos en el que Fernanda
Un ligero hormigueo comenzó a descender desde su cabeza hasta sus hombros transformándose en un temblor que amenazaba con dominar todo su cuerpo a medida que descendía por sus brazos y se hacían con el control de sus dedos. La taza de café repicó sobre el plato y sintió sobre ella la mirada inquisidora de las mesas contiguas a la suya. Sus manos buscaron inconscientemente algo de tranquilidad en la bolsita de azúcar. De pronto, cayó en la cuenta de que
sus ojos estaban escrutando un cuadro que conocía muy
de su corta vida, desde el último año de la universidad, hasta
bien y con el que la empresa azucarera publicitaba su
el día en el que su in delidad dio al traste con aquella
bolsitas. Los Girasoles de Van Gogh...
relación.
Apartó nerviosa la mirada del cuadro y observó que unos ojos la miraban con cierta insistencia y sin disimulo.
Su café y su bocadillo. Muchas gracias.
Cómo era posible que Carlos estuviera en Ámsterdam. Siempre había dicho que no le gustaba Holanda, que hacía demasiado frío. ¿Sería aquello la fuerza del destino? ¿O quizás una nueva prueba para ella? Esa situación tan irracional no se la iba de la cabeza. Y tras unos segundos musitando…..
José M. Suárez Apartó su mirada y se centró de nuevo en su café. Al terminar el último sorbo de su café, Fernanda sube una nueva historia a Instagram dando, quizás, una segunda pista acerca de ese "retiro" a sus seguidores. Tal cual. Era una foto de Ámsterdam. - ¿Ámsterdam? ¡No será verdad! - pensaba María, con los ojos abiertos como girasoles. Y es que en Ámsterdam vive ahora su último novio, aquel del que estaba tan enamorada y que la dejó por otra en el verano del 2016. María se estaba poniendo nerviosa. La situación de incredulidad le daba un poco de hambre. Levanta la mano para ser atendida. La camarera se acerca rápidamente: - Me gustaría merendar...
Domingo Jesús Castillo Zamora Empieza a recordar que en Ámsterdam conoció a un chico que en principio le pareció demasiado tímido pero luego descubrió que era muy interesante. De momento no recuerda su nombre pero luego le viene a la memoria el nombre de Fernando. La vedad es que nunca volvió a acordarse de él. Fernando era muy especial, le gustaban mucho las plantas y en su casa tenía varias plantas de incienso. Ese olor tan maravilloso, que le recordaba las noches de primavera cuando salía en su tierra para ver las procesiones de Semana Santa. Comienza a sertir la necesidad de volver a oler esas plantas de incienso que casi
Oscar D. Alegre ¿Qué desea la señora? Señorita, si no la importa. Un bocadillo y un refresco me iría bien. Un segundo. Ahora se lo traigo.
María siguió sumida en sus pensamientos. Carlos había sido su último amor. Había compartido con él más de cinco años
nadie conoce. De repente.....
- Te acuerdas de aquellos años en los que el mayor problema que teníamos era elegir la ropa que nos íbamos a poner para salir..... - Sí, ¡qué tiempos aquellos! - Pues..., eso hace mucho que pasó..., ahora las preocupaciones son mayores. - Pero... ¡qué me quieres decir con eso!...
Leyre Gómez de Segura Esta aromática ensoñación en la que se encontraba María fue interrumpida bruscamente por la irrupción repentina de Fernanda. Ella solía ser una chica tranquila y serena que siempre dominaba las situaciones. Pero esta vez llegó con mucha inquietud, algo le estaba sucediendo. Sus enigmáticas notas en Instagram y su nerviosismo me hizo pensar que igual no conocemos tanto como pensamos a las personas con las que compartimos nuestro día a día, nuestros buenos y malos momento, nuestras penas y alegrías. Me desconcertó aquella actitud nada habitual en mi amiga y no pude sino preguntarle...
iblan En el exterior, la lluvia seguía cayendo ajena al calor intenso que sofocaba a la atribulada Fernanda. La luz arti cial salía al exterior a través de aquellos cristales llenos de vaho por el contraste de temperaturas y el calor humano que rezumaba la cafetería. El sonido de los coches sobre el agua de los charcos era casi un poema para aquellas calles que habían sufrido una sequía intensa durante meses. En el semáforo de la esquina donde estaba situado el bar, tres mujeres miraban sus móviles para comprobar la hora y los mensajes. Llevaban ropas de colores llamativos a pesar de la luz mortecina y luchaban por mantener sus paraguas rmes frente a las embestidas del viento. Las hojas caían de los árboles, deteniéndose en su descenso, bailando con el viento en una danza eterna. María y Fernanda vieron a sus amigas, que esperaban la luz verde, desde el interior del local.
Virginia Núñez Lara - ¿Qué te ocurre?, ¿te encuentras bien?, ¿te ha pasado algo?, ¿sabes algo de María?... Rápidamente la bombardeé con preguntas para intentar comprender aquella extraña situación que estábamos viviendo, pero no funcionó. Fernanda se puso aún más nerviosa e inquieta, no paraba en la silla, sus manos temblaban, miraba la carta de la cafetería, se retiraba el pelo de la cara de forma constante como si de un tic se tratara... tras un suspiro me respondió con la siguiente evasiva:
Loli Nieto Campos Cruzaron la calle y entraron en la cafetería que a esa hora, once de la mañana, estaba abarrotada. Dejaron sus paraguas en el paragüero de la entrada y buscaron con desasosiego la mesa donde estaban sentadas María y Fernanda. Apuraron el
paso y se sentaron sin siquiera quitarse sus abrigos en las
soy la única que se ha quedado fuera? Y Estela, muy
sillas situadas del lado de la ventana.
tranquila, respondió: - Porque siempre dices no a todo. Porque no te gustan las aventuras. Y porque no se puede
María y Fernanda se miraron y sin intercambiar palabra
salvar al que no quiere ser salvado… favorite_border 0
sabían que algo había sucedido pues las caras de María, Estela y Ana lo decían todo. Con un nudo en la garganta y un no hilo de voz Fernanda se atrevió a preguntar ¿Ya ha sucedido?
David Gómez No hubo tiempo para más. Al principio parecieron petardos, juegos de chiquillos. Las puertas de la cafetería se abrieron de golpe y comenzó a escupir gente hacia el interior. Gritos de horror y caras desencajadas. En menos de un segundo se vieron en el suelo pisoteadas por la muchedumbre. Sobre la mesa, como dormida, quedó Estela con las dos palmas de las manos sobre la mesa. La bala le había reventado la sien y derramaba sangre a borbotones junto al café. Cruzaron miradas en medio del horror. Allí sobre el suelo e incapaz de articular palabra se entendieron perfectamente. El cuarto de baño. Y asintieron. Silencio. Respiraciones agitadas. Miradas interrogantes a nivel del suelo. Pasos rmes con botas militares sobre el mármol unas veces y sobre cuerpos inertes otras. Disparos con una cadencia lenta pero atronadora.
Anna Sanchis Caudet - ¿El qué? ¿De qué habláis? Preguntó María, levantando la voz. Las amigas se miraron, sin saber qué decir. Tras unos segundos que a María se le hicieron eternos, Fernanda se armó de valor y respondió: - No, todavía no. Si todo sale según mis cálculos, sucederá en cuanto sincronicemos nuestros teléfonos y cambiemos nuestro estado de Whatsapp, que debe ser idéntico al de Fernanda, emoticono de girasol incluido. - ¿Pero de qué estáis hablando? ¿Habéis tramado algo a mis espaldas? ¿Por qué soy la única que se ha quedado fuera? Y Estela, muy tranquila, respondió: - Porque siempre dices no a todo. Porque no te gustan las aventuras. Y porque no se puede salvar al que no quiere ser salvado…
Isolina Trapiella En ese instante, toda una vida, como un remolino que traga las distancias y ahoga los recuerdos, des laba por su mente. Una película en blanco y negro discurría a velocidad de vértigo, con fotogramas entrecortados: el parque de las afueras, la mano cálida de su madre, la voz de Juanmi susurrándole en aquel baile, la abuela que, de pronto, parecía más viva que nunca, la universidad, el día en que recogió aquel premio… Momentos alegres y tristes se deslizaban por la mente de Estela, bajo una neblina que la aturdía cada vez más. No podía moverse, pero aún estaba viva. ¿Nadie iba a darse cuenta? Y, de pronto, todo está oscuro y una inmensa sensación de paz acaricia su alma y le susurra que, por n, se inicia el viaje. El girasol se hacía más y más grande. Estados sincronizados. Ahora sí lo habían conseguido. Todo se había resuelto, aunque de otro modo.
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