trabajo la celestina

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Nueva escena de La Celestina Elsa María Presa Gutiérrez

N.L. 22

14/12/2017

1ªA

Acto XIII En la cárcel, Pármeno y Sempronio intercambian sus últimas palabras antes de ser ejecutados. Despierta Calisto con ánimo alegre y habla consigo mismo. Enseguida llama a Tristán y a otros criados. Vuelve a dormirse. Baja Tristán a la puerta de casa y ve venir a Sonia llorando. La causa de sus lágrimas es la degollación de Sempronio y Pármeno en la plaza. Entran los dos a comunicar la noticia a Calisto el cual, al oírla, se lamenta con gran pesar.

CALISTO, TRISTÁN, SOSIA, SEMPRONIO, PÁRMENO ESCENA I Pármeno, en una silla, discute con Sempronio quien, de las heridas, se encuentra recostado en sus momentos.

PÁRMENO. Sopla la vela, Sempronio. Acaba ya con cualquier esperanza que pueda surgir en nuestro pecho. Invita de una vez la penumbra que tanto buscábamos con nuestras traiciones. Lloro por irme, Sempronio. Lloro por mis heridas y por mis sangrientas manos, pero lloro más por la traición que regué con la ambición y el deseo como un jardinero amamanta sus rosas.

SEMPRONIO. Calla ya. Tus palabras poco arreglarán la situación. La sangre ha fluido y las espadas han sido enterradas. La vieja alcahueta hizo su trabajo. Deja tus lamentaciones y tus deseos que la condena ya recorrió las calles y llegó a nuestros oídos: los asesinos serán degollados al alba. No queda más que esperar a la oscuridad, fiel amante de los difuntos.

PÁRMENO. Nos iremos culpables, ¿qué paz hay en eso? Caímos en la trampa del orgullo, ¿qué silencio hay en esto? No puedo callar mi voz, coser estos labios y arrancarme este corazón, pues ni derecho tienen de guardar los rancios secretos y pútridos pensamientos que se han cementado. Hermano, ¡quiero que mi llanto excave a través de mi pecho y llegue a los oídos del pueblo el error que cometí! Quiero que vea todo hombre y mujer lo que el deseo provoca. ¡Tanta amistad y tan poca lealtad! ¿Qué gentil crianza fue la mía que con la primera tentación caí? ¿No lo sientes?

SEMPRONIO. Sentir, ¿qué podría sentir? ¿La injusticia que hemos cometido, los males que provocamos? No y no lo haré. Me remito a pensar o sentir. Si mi vida se acaba


hoy, prefiero morir ignorante a perder mi último segundo en el sufrir. Veo los rayos de nuestro verdugo en el horizonte. Su brillante luz nos despide.

PÁRMENO.

Sempronio, si no vas a sentir lo que yo siento, al menos mira tus manos. La sangre de la vieja corre por ellas y las tiñe oscuro. Al menos mira tus pies, descalzos corredores que añoran sentir la húmeda madera del patíbulo. Somos pecado irredimible, hombres condenados al olvido y a la vergüenza. Polvo seremos por nuestras traiciones. Que Calisto nos perdone. Nuestros labios atentaron contra su buena voluntad y atención. Nuestra ambición se interpuso entre una prometedora amistad y un cálido futuro. ¿Qué recuerdo dejamos detrás nuestro? ¿Qué imagen queda nuestra a Calisto? La interpretación quedará en el aire, su reputación arruinada por los murmullos. Todo por la riqueza, hermano. Oro negro que derrite el alma, esa es nuestra riqueza. Puedo sentir el hacha sobre mi cuello, el filo frío y áspero que le acompaña.

SEMPRONIO. Abrázala y vuélvete. Abraza el hacha que pronto descansará nuestro corazón y aléjate que quiero dejar este mundo escuchando en canto de las aves madrugadoras y respirando el fresco aire que llega desde la calle del panadero. Quiero dejar este mundo con el sabor de los labios de Elicia. Arrepiéntete tú, pero mis penas no sin recorrer déjamelas a mí. Los ángeles se acercan, sus pisadas recorren mi espalda como el suelo. Pármeno, el amanecer ha despertado al pueblo, pero nos manda a la cama. PÁRMENO. El canto de las aves nos arropa y el aroma de nuestras mujeres nos acompaña a despedirlos. Ahora nos toca dormir.


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