El Médico del Pueblo. Vida y obra de José Gregorio Hernández

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EL MÉDICO DEL PUEBLO

VIDA Y OBRA DE

JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ

Coll ana Telemaco

El Médico del Pueblo. Vida y obra de José Gregorio Hernández

www.itacaedizioni.it/el-medico-del-pueblo

Título original: Il medico del popolo. Vita e opera di José Gregorio Hernández

Primera edición en español: agosto 2024

© 2023 Ítaca srl, Castel Bolognese

Todos los derechos reservados

Edición: Cristina Zoli

Revisión de la versión en español: Sabrina Di Scipio, Andrea Marius

Diagramación y compaginación gráfica: Isabel Tozzi

ISBN 978-88-526-0783-7

Impreso en Italia por Modulgrafica Forlivese, Forlì (FC)

Documentación fotográfica

Andrea Marius, César Córdoba, Denise Torin, Jema Alfaro, Jorge Chacín,

María Andreína Pernalete, Sabrina Di Scipio, Arquidiócesis de Caracas, Vicariato de los Medios de Comunicación Social, Museo Arquidiocesano Mons. Antonio Ramón Silva García (Isnotú)

Artistas venezolanos involucrados

Alirio Palacios

Eduardo Sanabria @Edoilustrado

Francisco Marín @franciscomarin_artistaplastico

Miguel García

Oscar Olivares @olivarescfc

Raúl Tamaris @raultamaris

Wolfgang Salazar @badsura

Todos los artistas populares que han expresado, de manera diversa, su devoción a José Gregorio Hernández en todas las calles de Venezuela

Volumen realizado en ocasión de la muestra

El Médico del Pueblo. Vida y obra de José Gregorio Hernández expuesta en la 44 edición del Meeting para la amistad de los pueblos (Rímini) así como en las ciudades de Caracas, Mérida y Barquisimeto (Venezuela) en el 2024

Curaduría: P. Leonardo Marius, Sabrina Di Scipio, Alejandro Marius, José Luis Chacón, Andrea Marius

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EL MÉDICO DEL PUEBLO

Vida y obra de José Gregorio Hernández

Autoría

Carlos Izzo, Leonardo Marius

Coordinación editorial

Alejandro Marius, Eugenio Dal Pane

Corrección y adaptación

Sabrina Di Scipio

Presentación de Baltazar Enrique Porras Cardozo

Presentación

El mundo de hoy tiende a maquillar los rostros reales desfigurando su imagen, vendiéndonos una caricatura de escaso valor, pues la autenticidad aparece opacada. El trabajo honesto, el servicio al prójimo en especial al marginado, la primacía del amor a Dios como conductor de la vida, tienen poca relevancia. Tal vez por eso, cuando se nos ofrece la biografía de un “santo”, arrugamos el ceño como si se tratara de algo poco atractivo. Necesitamos tener la doble experiencia que tuvo Ignacio de Loyola ante la lectura de libros de caballerías o vidas de santos. La primera nos colma de entusiasmo pasajero, pero deja un vacío que se revierte en la segunda lectura que proporciona paz y sosiego.

La vida de José Gregorio Hernández, médico del pueblo, científico, investigador e innovador de la ciencia médica, creyente de convicciones profundas, preocupado por la salud de todos, pero con especial predilección por los más pobres, nos descoloca. Su imagen más popular es la foto que nos lo muestra vestido con traje oscuro, elegante, con sombrero a la moda y en actitud de hombre serio e introvertido. Pero a la vez, constatamos que era una persona alegre, amante de la música y el baile, que disfrutaba de los momentos de esparcimiento familiar y a la vez, puntual y cumplidor de su misión de médico e investigador.

Es aún más difícil entender su vida, sabiendo que es un hombre procedente de un pequeño pueblo, casi insignificante, perdido en medio de las montañas andinas venezolanas, en época de guerras, carencias de todo tipo y sin un horizonte

de superación en un país sumido en el atraso. Sin embargo, es ahí donde hay que preguntarse si estamos ante un hombre fuera de serie, una especie de superhombre, o ante la realidad de que las circunstancias adversas, cuando están abonadas por el humus transformador de la familia y de un entorno humilde, en el que las virtudes humanas más sencillas, son las que producen la transformación de los seres humanos en personas de bien que con su testimonio deslumbran y transforman el ambiente que los rodea.

José Gregorio Hernández tiene dos vidas. Su ciclo vital desde que nació hasta que encontró la muerte de forma inesperada cuando fue arrollado por un automóvil al atravesar la calle. Esa primera etapa de su existencia fue percibida y asumida calladamente por quienes lo circundaron. Desde el momento de su muerte física, nació, casi podríamos decir que resucitó, el José Gregorio que todos llevamos dentro. La bucólica y tranquila ciudad de la Caracas de 1919, se transformó en la bulliciosa multitud que de manera espontánea sintió que aquel hombre no era uno más, sino la expresión más honda de lo que todos quisiéramos ser: gente de bien. Desde ese mismo momento surgió la admiración y la devoción, expresada por amigos que profesaban ideas y creencias distintas a las de él; y la manifestación más sentida de todas las clases sociales que descubrieron en él, el anhelo muchas veces sumergido en medio de las vicisitudes de la vida cotidiana, para que aflorara la nostalgia de ser mejores que todos llevamos dentro.

El libro que prologamos es una parábola en acción. No estamos ante una historia del pasado. Su mensaje nos interpela como si se tratara de algo cotidiano, cercano a nosotros. Todo ello fue fruto de una unidad generada por la fe vivida por

José Gregorio, lo que se volvió en factor unificador, en aquel momento y ahora, para todo el pueblo.

Estamos ante un ser con olor a pueblo. Procedente de una aldea perdida en los Andes, donde se formó con disciplina, seriedad y mística, transmitida por sus padres, su maestro y el cura del pueblo, trilogía que le sembró la fe enraizada en las circunstancias sencillas de la vida pueblerina. Enviado por su padre a la capital se convirtió en un gran científico y catedrático de referencia nacional e internacional, que nunca se olvidó ni descuidó sus orígenes. El contexto autoritario y anticlerical de su época en Venezuela, fue crisol para purificar su fe, sin amarguras ni odios, con una perseverancia guiada por la misma fe.

Una segunda faceta, polícroma, le permitió cultivar desde las cosas y oficios más sencillos hasta las exigencias de la profesión, mejor vocación de médico, profesor universitario e investigador pionero. Fe, ciencia y humanidad se conjugan con la afición y dominio de la pintura, sastrería, baile y música. Un hijo de su tiempo. Incursionó en la ciencia, la filosofía y la literatura, dejando varias publicaciones que dan fe de ello. Un auténtico hombre normal y polifacético.

En tercer lugar, cabe destacar su vida concebida como una vocación, lo que lo llevó a ir más allá del dominio de la medicina. Intentó la vida contemplativa y el sacerdocio. Pero luego, la buena estrella del arzobispo caraqueño, lo inclinó definitivamente a ver la voluntad de Dios en su entrega, su compromiso laical como docente, científico y servidor del pueblo, algo que la misma realidad venezolana demandaba a gritos. Y lo supo llevar adelante sin mezquindad. Se codeó con los mejores científicos de su época, con quienes trabó amistad sincera y cercana, a pesar de las diferencias ideológicas. En un mundo actual donde se acentúan las diferencias, cultivó con sencillez ser uno más de su pueblo sin derecho a privilegios, sino a servir.

Característica resaltante es el título de médico de los pobres y de la paz. Se pone en evidencia en varios pasajes de su vida en entrega a los pobres y más desposeídos, siempre con extrema reserva, delicadeza y atención a cada uno de ellos. Igualmente, lo desprendido y libre que era frente al poder y su clara opción por los pobres. Con conciencia universal, dimensión de su vida que trascendía las fronteras de su país inmerso en su día a día sin mayor referencia al mundo circundante. Esto lo materializó en el ofrecimiento de su vida por la paz mundial, lo cual habla de la conciencia del valor y entrega de la vida, así como de la claridad de la dimensión universal/católica de cada gesto, con dimensión de eternidad. No es de extrañar, pues, la dimensión sin fronteras de su vida. Por ello, no es un simple añadido el que el Papa Francisco lo haya nombrado copatrono de la cátedra de la paz de la Universidad Lateranense, claro mensaje de que la guerra no es el camino adecuado para la paz y la convivencia de los pueblos. De allí, la conexión profunda del pueblo con su persona y cómo esto ha generado expresiones diversas; es el catalizador de la unidad en una sociedad como la venezolana en la que se propone el enfrentamiento y la exclusión del otro como el camino de la sociedad. Su atractivo y devoción van más allá de la vivencia cristiana, por lo que atrae a personas de diversas confesiones o agnósticos, generando conversiones importantes en el campo de la convivencia que proclama la fraternidad y el servicio como la senda del verdadero progreso material y espiritual. Las expresiones artísticas lo hacen modelo a imitar como referente cultural presente en la cotidianidad de la vida de la gente. Los milagros, en la cultura latinoamericana y venezolana no son expresión tangencial de la existencia; el milagro permanente de la fraternidad y el servicio se convierten en motor de vida, lo que genera una corriente de gratitud para todo el que se acerca a él.

Invito a leer esta apretada síntesis de su vida que nos muestra una manera de vivir la fe que favorece el bien común, la reconciliación y la construcción de la paz social. Hacer presente su vida y obra es un himno que nos ayuda a potenciar el diálogo, el encuentro en la diversidad de pensamientos y posturas que nos lleven a la igualdad integral, la única que conduce a la paz.

Concluyo con las alentadoras palabras del Papa Francisco en su mensaje en ocasión de la beatificación del médico de los pobres, José Gregorio Hernández Cisneros, hecho relevante en medio de la pandemia que azotó al mundo: «A ejemplo del doctor José Gregorio, que sean capaces de reconocerse mutuamente como iguales, como hermanos, como hijos de una misma patria. Que se muestren disponibles para servir, y tengan la suficiente humildad para dejarse servir, para ayudar y dejarse ayudar, para perdonar y dejarse perdonar. No lo olviden: los unos a los otros, o, como decía aquella viejita, “y los otros a los unos”. Mutuo, siempre».

✠ Baltazar Enrique Cardenal Porras Cardozo Arzobispo Emérito de la Arquidiócesis de Caracas

Murales en las calles de La Pastora, el barrio más antiguo de Caracas, donde José Gregorio vivió los últimos años de su vida.

Introducción

«No enterraron a un hombre, sino a un ideal humano que pasó triunfante y en pos de su ataúd, todos experimentamos el deseo de ser buenos». Estas palabras, que se dice fueron pronunciadas por el literato venezolano Rómulo Gallegos, hacen comprender pronto que estamos delante de una humanidad excepcional.

La muerte inesperada del Doctor José Gregorio Hernández se transformó en un acontecimiento histórico que puso frente a todos un ideal de humano que sobrepasó cualquier creencia e ideología. Fue uno de esos momentos de gracia extraordinarios, donde la contundencia y la profundidad de lo vivido por este hombre, conectan con lo más genuino de cada ser humano, donde cada uno, sacando cuentas con el sentido último de su vida, puede reconocer un ideal por el cual vivir y morir.

Uno de sus contemporáneos lo comparó con Pascal, cuando afirmó: «Hubo en él un sabio, un cristiano, un hombre. Cada uno de los tres es uno, y el uno es el otro, y los tres no hacen más que uno»1.

El día de su funeral, el pueblo, por iniciativa propia, sacó el féretro del carruaje que transportaba sus restos al cementerio y lo llevó en hombros por cuatro kilómetros hasta su último destino terrenal, con el sencillo, pero profundo, llamado a una sola voz: «José Gregorio es nuestro».

Uno de sus primeros biógrafos refirió el sepelio en estos términos: «El gobierno, el clero, la prensa, las academias, los estudiantes, el comercio, la sociedad y el pueblo en su conjunto,

lo acompañaron desde el primer momento y se unieron a él para hacer la más suntuosa manifestación»2.

Ninguna figura pública en la historia de Venezuela ha unido a tanta gente y, a su vez, a todos los sectores de la sociedad. La ciudad de Caracas se calcula que tenía una población aproximada de 100.000 habitantes, y se dice que 30.000 asistieron a su funeral.

Quisimos introducir esta publicación, iniciando un recorrido desde este acontecimiento excepcional, su partida al cielo, en el cual salió a la luz la humanidad de un hombre que, al dar todo de sí mismo a Cristo, realizó una profunda síntesis entre ciencia y fe, educación y caridad.

Por este motivo, nuestra intención al escribir estas líneas que siguen, redactadas por el Profesor Carlos Izzo, especialista en Historia y Filosofía, director de la Escuela de Filosofía de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, es ofrecer con sencillez algunas notas biográficas que pongan en evidencia los aspectos fundamentales de la vida y obra del Dr. José Gregorio Hernández, pero a su vez, colaboren en identificar la pertinencia de un modo de vivir que no solo muestre un ideal humano y de santidad a seguir, sino sobre todo identificar su pertinencia en el “presente” de nuestra nación, así como una opción clara que debemos asumir y favorecer desde nuestra iglesia católica: un laico, profesional, un científico y docente, con una opción clara por los pobres y la paz universal.

Pbro. Leonardo Marius

Breve biografía

1864 Nace el 26 de octubre en un pueblo llamado Isnotú, en el Estado Trujillo, Venezuela.

1870-1880 El general Guzmán Blanco expulsa a varios obispos, cierra los seminarios, expulsa a las congregaciones religiosas y expropia iglesias.

1878 A la edad de trece años emprende un largo y peligroso viaje hacia Caracas para completar sus estudios en el prestigioso Colegio Villegas.

1882-1888 Estudia Medicina en la Universidad Central de Venezuela.

1888 Fundación del Hospital Vargas.

1889 Se adhiere a la Orden de Franciscano Seglar.

1889-1890 Va a París a especializarse.

1891 Primer profesor universitario de los departamentos de Histología Normal y Patológica, Fisiología Experimental y Bacteriología (el primero en América Latina) en la Universidad Central de Venezuela.

1902 Cofundador de la Academia Nacional de Medicina.

1908 Ingresó en la Cartuja de Farneta (Lucca, Italia).

1909 Sale de la Cartuja por problemas de salud, regresa a Venezuela donde es admitido en el Seminario Santa Rosa de Lima en Caracas. Por solicitud de los estudiantes al obispo, vuelve a enseñar en la universidad y a practicar la profesión de médico.

1912 Se publica su obra Elementos de Filosofía. El general dictatorial Juan Vicente Gómez cierra temporalmente la universidad.

1913 Entra en el Pontificio Colegio Pio Latinoamericano de Roma para estudiar teología.

1914 Debido a una enfermedad pulmonar regresa a Caracas y retoma la docencia y la profesión de médico.

1917 Estudia en Nueva York y Madrid.

1918 Es nombrado miembro del National Relief Board durante la pandemia de Gripe Española.

1919 Muere en Caracas el 29 de junio en un accidente, atropellado por un automóvil.

1949 Inicio de la Causa de Canonización.

1972 Declarado Siervo de Dios.

1986 Declarado Venerable.

2020 Declarado Beato.

2021 Celebración en Caracas de su beatificación (30 abril).

En las páginas siguientes:

Mural a lo largo de la vía de la Cota Mil (Av. Boyacá) en Caracas; retrata a José Gregorio debajo de un árbol de mangos mientras da clases de Medicina.

DE UN PUEBLO DE LOS ANDES PARA EL MUNDO

«Mi madre, que me amaba, me enseñó la virtud desde la cuna, me hizo crecer en el conocimiento de Dios y me dio como guía a la santa caridad».

LA VIDA ES UNA VOCACIÓN

UNA COMPAÑÍA MILAGROSA, UNA DEVOCIÓN SIN FRONTERAS

Toda la vida de José Gregorio Hernández pone en evidencia como un laico – científico, profesor y médico – puede incidir desde el particular de su vida y su vocación en la unidad de todo un pueblo.

Hoy repican las campanas del corazón, antes que las de los templos y capillas, porque la fe se lleva primero en el alma. Es la fiesta del santo del pueblo, del médico de los pobres. Es la fiesta del santo fiel de Dios, el que sufre, ama y espera.

Pero la fiesta no es solo para los católicos, ni solo para los venezolanos, es también para los hombres y mujeres de otros pueblos, lenguas y culturas.

El Beato José Gregorio nos hizo comprender que la bondad, el amor y el servicio no tienen fronteras. José Gregorio es de todos y para todos... ¡Un símbolo en sí mismo y un desafío a nuestra responsabilidad por el Bien Común de nuestra Nación de hoy!

BALTAZAR ENRIQUE CARDENAL PORRAS CARDOZO

Arzobispo Emérito de la Arquidiócesis de Caracas

14,00

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