Revista cultura o de mayo de 2014

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Cultura O Revista cultural para la región del Oriente Antioqueño / No 20, mayo de 2014

"La creación intelectual es el1918 más misterioso y solitario de los oficios humanos” 2013 Gabriel García Márquez, 1927 - 2014


Editorial

Por: Miguel Ángel Ríos Director

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omo un autoexilio quisieron hacer ver la penosa huida que de su propio país, Gabriel García Márquez tuvo que ingeniar y ejecutar en un santiamén. Como un cobarde abandono a su patria y a su gente lo han calificaron los de extrema derecha desde los tiempos del gobierno de Turbay. Como una lamentable pérdida lo asumimos los más resignados. Como una cuestión de supervivencia, fue para otros la búsqueda de un nuevo país donde se respetara más la diferencia y donde los artistas no fueran una amenaza para un estado que hace tres décadas amenazó a sus propios compatriotas con acabarlos a punto de violencias de las más diabólicas formas. Pero lo único que se le ocurre decir a las lenguas rápidas, a los analistas de escritorio, a los críticos

35 AÑOS DE EXILIO del prójimo, es que Gabo abandonó su patria. No se enteraron esos, que aun desde el exilio, él siguió escribiendo de su caribe y de los pueblos calurosos y polvorientos, como si los recorriera cada día. Él, el Nóbel, siguió recordando en la lejanía el abandono en el que el mismo estado, que ahora lo obligaba a marchar, tenía sumidos esos mismos pueblos costeros en la miseria más absoluta. Él mismo veía desde México, cómo la corrupción de la clase política impedía que sus caseríos caribeños progresaran y, al contrario, se volvieron cada vez más polvorientos, cada vez más desolados. Eso no lo vieron nunca los criticones ni los teóricos de la literatura que nunca han escrito una sola frase, ni de sí mismos, ni de su patria ni de nada. Yo amo entrañablemente a Colombia y siempre he pensado -en mi ignorancia de viajero o de aventurero- que preferiría mil veces los verdores de mi Antioquia querida a las grandes urbes norteamericanas o al barullo que las antigüedades europeas ofrecen. Soy un romántico

CONTENIDO Editorial La patria amada pero distante Cuando me vaya Cuellar y Duque: cuarenta años vida artística Cuento: La despedida El parloteo de don Clodomiro Con letra clara Crónicas del nuevo mundo: La nube ¿Sabemos qué y a quién elegimos? Poesía

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CULTURA O es una publicación sin ánimo de lucro que pretende exaltar la labor de personas y organizaciones que propenden por mejorar la calidad de vida de sus comunidades través de la cultura.

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que cree firmemente en el colombianismo y en la colombianada y que ama todo lo que tenga que ver con el tricolor patrio. Amo entrañablemente mi gente amable, de tantos colores, y extraño también los recuerdos de mi niñez inocente, de los abuelos consejeros, de los amigos de estudio, de la primera novia y de la primera fiesta. Tengo la fe puesta en la paz venidera, en el buen gobierno que vendrá algún día, en que las gentes volverán a hablar frente a frente sin artilugios tecnológicos, deseo fervientemente que todo marche bien y que de verdad cesen los partidos y se consolide la unión. Pero si esos deseos se volvieran fantasías, quimeras de enamorado patrio; si la violencia se recrudece y el arte dejara de ser esperanza, habrá que marchar, habrá que huir, solo o en desbandada. Pero la patria estará distante, aunque la amemos...

Director: Miguel Ángel Ríos Diseño Gráfico: María Alejandra Ríos Colaboradores: Carlos Eduardo Vásquez

Luis Enrique Atehortúa Alonso Ríos Vanegas

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Un producto de:


LA PATRIA AMADA AUNQUE DISTANTE Por: Gabriel García Márquez. Mensaje con motivo de los 200 años de la Universidad de Antioquia

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odas las borrascas que nos suceden, son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas, ya que no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca". Esta bella sentencia de Don Miguel de Cervantes Saavedra no se refiere a la Colombia de hoy sino a su propio tiempo, por supuesto, pero nunca hubiéramos soñado que nos viniera como anillo al dedo para intentar estos lamentos. Pues una síntesis espectral de lo que es la Colombia de hoy no permite creer que Don Miguel hubiera dicho lo que dijo, y con tanta belleza, si fuera un compatriota de nuestros días. Dos ejemplos hubieran bastado para desbaratar sus ilusiones: el año pasado, cerca de cuatrocientos mil colombianos tuvieron que huir de sus casas y parcelas por culpa de la violencia, como ya lo habían hecho casi tres millones por la misma razón desde hace medio siglo. Estos desplazados fueron el embrión de otro país al garete —casi tan populoso como Bogotá y quizá más grande que Medellín– que deambula sin rumbo dentro de su propio ámbito en busca de un lugar dónde sobrevivir, sin más riqueza material que la ropa que llevan puesta. La paradoja es que esos fugitivos de sí mismos siguen siendo víctimas de una violencia sustentada por dos de los negocios más rentables de este mundo sin corazón: el narcotráfico y la venta ilegal de armas. Son síntomas primarios del mar de fondo que asfixia a Colombia: dos países en uno, no sólo diferentes sino contrarios en un mercado negro colosal que sustenta el comercio de las drogas para soñar en los Estados Unidos y Europa, y a fin de cuentas en el mundo entero. Pues no es posible imaginar el fin de la violencia en Colombia sin la eliminación del narcotráfico, y no es imaginable el fin del narcotráfico sin la legalización de la droga, más próspera cada instante cuanto más prohibida. Cuatro décadas con toda clase de turbaciones

del orden público han absorbido a más de una generación de marginados sin un modo de vivir distinto de la subversión o la delincuencia común. El escritor Moreno Durán lo dijo de un modo más certero: "Sin la muerte, Colombia no daría señales de vida". Nacemos sospechosos y morimos culpables. Las conversaciones de paz –con excepciones mínimas pero memorables– han terminado desde hace años en conversaciones de sangre. Para cualquier asunto internacional, desde un inocente viaje de turismo hasta el acto simple de comprar o vender, los colombianos tenemos que empezar por demostrar nuestra inocencia. De todos modos, el ambiente político y social no fue nunca el mejor para la patria de paz con que soñaron nuestro abuelos. Sucumbió temprano en un régimen de desigualdades, en una educación confesional, un feudalismo rupestre y un centralismo arraigado, en una capital entre nubes, remota y ensimismada, con dos partidos eternos a la vez enemigos y cómplices, y elecciones sangrientas y manipuladas, y toda una zaga de gobiernos sin pueblo. Tanta ambición sólo podía sustentarse con veintinueve guerras civiles y tres golpes de cuartel entre los dos partidos, en un caldo social que parecía previsto por el diablo para las desgracias de hoy en una patria oprimida que en medio de tantos infortunios ha aprendido a ser feliz sin la felicidad, y aún en contra de ella. Hoy hemos llegado a un punto en que apenas se nos permite sobrevivir, pero todavía quedan almas pueriles que miran hacia los Estados Unidos como un norte de salvación, con la certidumbre de que en nuestro país se han agotado hasta los suspiros para morir en paz. Sin embargo, lo que encuentran allá es un imperio ciego que ya no considera a Colombia como un buen vecino, ni siquiera como un cómplice barato y confiable,

Por: Andrés Hoyos Cortesía del diario El Espectador para Cultura O Publicado el 17 de diciembre de 2013

sino como un espacio más para su voracidad imperial. Dos dones naturales nos han ayudado a sortear los vacíos de nuestra condición cultural, a buscar a tientas una identidad y a encontrar la verdad en las brumas de la incertidumbre. Uno es el don de la creatividad. El otro es una arrasadora determinación de ascenso personal. Ambas virtudes alimentaron desde nuestros orígenes la astucia providencial de los nativos contra los españoles desde el día mismo del desembarco. A los conquistadores alucinados por las novelas de caballería los engatusaron con ilusiones de ciudades fantásticas construidas en oro puro, o la leyenda de un rey revestido de oro en lagunas de esmeraldas. Obras maestras de una imaginación magnificada con recursos mágicos para sobrevivir al invasor. Unos cinco millones de colombianos que hoy viven en el exterior huyendo de las desgracias nativas sin más armas o escudos que su temeridad o su ingenio, han demostrado que aquellas malicias prehistóricas siguen vivas dentro de nosotros, por las buenas o las malas razones para sobrevivir. La virtud que nos salva es que no nos dejamos morir de hambre por obra y gracia de la imaginación creadora, porque hemos sabido ser faquires en la India, maestros de inglés en Nueva York o camelleros en el Sahara. Como he tratado de demostrar en algunos de mis libros –sino en todos–, confío

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más en estos disparates de la realidad que en los sueños teóricos que la mayoría de las veces sólo sirven para amordazar la mala conciencia. Por eso creo que todavía nos queda un país de fondo por descubrir en medio del desastre: una Colombia secreta que ya no cabe en los moldes que nos habíamos forjado con nuestros desatinos históricos. No es pues sorprendente que empezáramos a vislumbrar una apoteosis de la creatividad artística de los colombianos, y a darnos cuenta de la buena salud del país con una conciencia definitiva de quiénes somos y para qué servimos. Creo que Colombia está aprendiendo a sobrevivir con una fe indestructible cuyo mérito mayor es el de ser más fructífera cuanto más adversa. Se descentralizó a la fuerza por la violencia histórica pero aún puede reintegrarse a su propia grandeza por obra y gracia de sus desgracias. Vivir a fondo ese milagro nos permitirá saber a ciencia cierta y para siempre en qué país hemos nacido y seguir sin morir entre dos realidades contrapuestas. Por eso no me sorprende que en estos tiempos de desastres históricos prospere más la buena salud del país con una conciencia nueva. Se revalúa la sabiduría popular y no la esperamos sentados en la

puerta de la casa sino por la calle al medio, tal vez sin que el mismo país se dé cuenta de que vamos a sobreponernos a todo y encontrar su salvación donde no estaba. Ninguna ocasión me pareció tan propicia como esta para salir de la eterna y nostálgica clandestinidad de mi estudio e hilvanar estas divagaciones a propósito de los doscientos años de la Universidad de Antioquia que ahora celebramos como una fecha histórica de todos. Una ocasión propicia para empezar otra vez por el principio y amar como nunca al país que merecemos para que nos merezca. Pues aunque sólo fuera por eso me atrevería a creer que la ilusión de Don Miguel de Cervantes está ahora en su estación propicia para vislumbrar los albores del tiempo serenado, que el mal que nos agobia ha de durar mucho menos que el bien, y que sólo de nuestra creatividad inagotable depende distinguir ahora cuáles de los tantos y turbios caminos son los ciertos para vivirlos en la paz de los vivos y gozarlos con el derecho propio y por siempre jamás. Así sea. México, mayo de 2003


Poesía

CUANDO ME VAYA Carlos Alberto Boaglio

Cuando yo me vaya, no quiero que llores, quédate en silencio, sin decir palabras, y vive recuerdos, reconforta el alma. Cuando yo me duerma, respeta mi sueño, por algo me duermo; por algo me he ido. Si sientes mi ausencia, no pronuncies nada, y casi en el aire, con paso muy fino, búscame en mi casa, búscame en mis libros, búscame en mis cartas, y entre los papeles que he escrito apurado. Ponte mis camisas, mi sweater, mi saco y puedes usar todos mis zapatos. Te presto mi cuarto, mi almohada, mi cama, y cuando haga frío, ponte mis bufandas. Te puedes comer todo el chocolate y beberte el vino que dejé guardado. Escucha ese tema que a mí me gustaba, usa mi perfume y riega mis plantas. Si tapan mi cuerpo, no me tengas lástima, corre hacia el espacio, libera tu alma, palpa la poesía, la música, el canto y deja que el viento juegue con tu cara. Besa bien la tierra, toma toda el agua y aprende el idioma vivo de los pájaros.

y en el apartamento donde me ocultaba. No pronuncies nunca la palabra muerte. A veces es más triste vivir olvidado que morir mil veces y ser recordado. Cuando yo me duerma, no me lleves flores a una tumba amarga, grita con la fuerza de toda tu entraña que el mundo está vivo y sigue su marcha. La llama encendida no se va a apagar por el simple hecho de que no esté más. Los hombres que “viven” no se mueren nunca, se duermen de a ratos, de a ratos pequeños, y el sueño infinito es sólo una excusa. Cuando yo me vaya, extiende tu mano, y estarás conmigo sellada en contacto, y aunque no me veas, y aunque no me palpes, sabrás que por siempre estaré a tu lado. Entonces, un día, sonriente y vibrante, sabrás que volví para no marcharme.

Si me extrañas mucho, disimula el acto, búscame en los niños, el café, la radio

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Tradiciones

CUELLAR Y DUQUE

40 años de vida artística Por: Nicolás Duque Gallego

nicoduga@hotmail.com lugar el 7 de abril de 1974 en la emisora La Voz de Tolima, por ello celebran este día como el día de erección del dueto. 15 días después se presentaron en la emisora ibaguereña Ecos del Combeima bajo la presentación de Camilo Sixto Vaquero. Luego de su lanzamiento se dedicaron a recorrer los pueblos del Tolima con total éxito. Después de algún tiempo decidieron venirse para Antioquia y en Medellín se conectaron con los hermanos Salazar Zuluaga que eran los propietarios del recocido grill “Los Recuerdos” donde se les abrió la posibilidad de actuar en otros reconocidos establecimientos como: La Casita Aquella, El Camellón de Guanteros, El Faisán Dorado, El Viejo Almacén, entre otros donde alegraban las maravillosas tertulias paisas. En 1977 el dueto LOS AUTÉNTICOS, nombre que tenían en ese momento, representaron a El Santuario en el festival Musical Antioquia le canta a Colombia, certamen en el cual el dueto ocupo el segundo lugar, lo que les dio derecho a grabar su primer sencillo para el sello Sonolux y donde incluyeron las canciones Amor Marino de Rodrigo

Nicolás Duque y Ómar Cuellar, Cuellar y Duque desde 1974

A principios del año 1974, se conocieron en el corregimiento de Payandé, San Luis, Tolima; Omar Cuellar y Nicolás Duque. Estos dos jóvenes de 16 años, respectivamente, vieron en la música colombiana y de antaño una oportunidad para encontrar un quehacer comercial y vocacional que los llevaría muy lejos. Omar es oriundo de Payandé, departamento del Tolima, hijo de los esposos Lázaro Cuellar y Rubiela Barrero. Está casado con Jazmín Otálvaro y sus hijos son: Jhon Jairo, Juan Carlos, Omar Felipe e Isabela. Nicolás es hijo de Luis Eduardo Duque y María Dolores Valencia. Está casado con Rubiela Gallego y sus hijos son: Jhon Ferney, Carlos Andrés, Diego Alejandro, Nicolás Esteban y Sara Valentina. Se conocieron en una pequeña tienda donde Omar atendía y tocaba la guitarra, a Nicolás, que se encontraba en esa población por que su hermano, el padre Enrique Duque, era el párroco de la población, le causó curiosidad porque también tenía la vena artística y se propusieron ensayar, empezaron a escuchar música colombiana y a estudiar guitarra en un libro de Radio Sutatenza. Su primera interpretación musical en público tuvo

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Cuellar y Duque, año 1974


Silva y Olvido de Nicolás Duque. Ya adoptando el nombre de CUELLAR Y DUQUE, nuevamente, y cuando estaban actuando en Los Recuerdos, tuvieron la fortuna de que en lugar se encontraba Luis López, quien estaba encargado de conseguir un dueto latino para presentarlo en Estados Unidos. Cuellar y Duque fueron seleccionados entre más de 50 duetos de Medellín para viajar al exterior y presentarse durante un mes en el establecimiento para latinos Monserrat Restaurant, propiedad de los señores Dino Gaviria y Consuelo Pérez. Ya en La Gran Manzana, tuvieron la oportunidad de conocer y actuar junto a grandes artistas de talla internacional como: Juan Piña, Lucho Bermúdez, Nelson Henriquez, Rodolfo Aicardi, Helenita Vargas, entre otros; además de un sinnúmero de anécdotas como la siguiente contada por Nicolás: “Recuerdo que en el año 81 estábamos tocando en Nueva York en el restaurante de don Dino y doña Consuelo, cuando un grupo de señores muy bien vestidos nos llamaron a una mesa. Ellos nos dijeron que estaban interesados en llevarnos a cantar en la embajada. Y así fue como el 20 de julio de ese año, y escogidos entre todos los grupos latinos de Nueva York, nos llevaron en una limosina negra a la embajada de Colombia en Estados Unidos y cantamos ante las más representativas instancias de dicha embajada. Esa fue una

Cuellar y Duque con Los Embajadores

experiencia inolvidable y muy reconfortante para nuestra carrera”. La acogida del grupo fue tanta, que iban por un mes y se quedaron por 4 meses y medio, visitaron Miami, Queens, New Jersey, Boston, Conecticut, entre otros sitios ,a punta de nuestra música autóctona. Regresaron a Colombia y se presentaron en un sinnúmero de establecimientos de Medellín y otras partes del país así como en varios programas de televisión nacional, departamental y regional, entre los que se puede contar que son invitados de honor en el Programa Serenata de Teleantioquia donde llevan un record de más de 30 serenatas. En 1996, la misma cadena televisiva nombró a Cuellar y Duque, Dueto del año. Omar Cuellar ha compuesto algunas canciones como el

Cuellar y Duque con Jorge Villamil (en el centro)

bolero A los Luceros; los pasillos Mi gran Tolima y En Primavera y el vals Certeza. Nicolás Duque ha compuesto los pasillos Olvido, Canción a mi Madre y En la Distancia; la guabina Terruñito Santuariano y el vals ranchero Mi gran amor. Estas canciones junto con algunas inéditas como Los consejos del abuelo se encuentran en el disco compacto que grabaron en el año 1994. A través de 40 años de vida artística Omar y Nicolás han forjado una cultura musical en cada una de sus familias y nosotros como familia nos sentimos orgullosos de saber que el legado de la música tradicional colombiana ha tenido unos intérpretes tan dignos. El Santuario no es ajeno a esta realidad, pues existen dos canciones interpretadas por el dueto que han sido compuestas a él. Una de ellas es Terruñito Santuariano, compuesta por Nicolás Duque y Rubiela Gallego y considerada como segundo himno del municipio. Y Este es mi Pueblo, pasillo compuesto por Humberto Gómez. ¡Felicitaciones CUELLAR Y DUQUE por 40 años representando a nuestro municipio y desgranando las bellas canciones que a muchos nos han hecho suspirar!

Cuellar y Duque con El Dueto de Antaño

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Cuento

LA DESPEDIDA Por: Miguel Angel Ríos Restrepo

“Fresca Mona, esta noche nos tapamos”. - Dijo el apoderado. La chica lo miró con recelo y frunció los labios, luego se desnudó. “ ¿Seguro que no hay peligro?”, -Reiteró la joven su duda, mientras se acomodaba un vestido de baño rojo, acondicionado con lentejuelas plateadas, calzó unos tacones altísimos y deslizó hasta sus muñecas dos manillas de satín del mismo color del traje minúsculo. Por último cubrió su cuerpo esbelto con un gabán negro. “Tranquila Mona, “El Jefe” es uno de los duros” -Respondió el hombre vacilando. Salieron en silencio y en la camioneta ella apuró un cigarrillo. Ninguno pronunció palabra alguna hasta llegar al enorme Pent House a pocos kilómetros al sur de la ciudad. “Llegó el show”, -dijo el hombre al portero y entraron en la propiedad. El ruido y la algarabía de la fiesta trascendían por los muros y las ventanas, cuyos vidrios vibraban enloquecidos por el bochinche. La chica se quitó el gabán y se estremeció de frío, luego destapó la bolsa de aleluya, tomó dos grandes puñados y se sentó dentro de la caja, que fue cerrada luego por el hombre, de manera que fuera fácil de abrir, y adornada con un moño primorosamente elaborado con una cinta de un palmo de ancha. La puerta se abrió y el estruendo arrítmico de una improvisada rumba estilo europeo comenzó a escaparse hacia la noche fría. El hombre entregó la mercancía, recibió el pago y se marchó. La chica sintió moverse la caja hacia donde el ruido se hacía insoportable, al punto de que las paredes de ésta comenzaron a vibrar como el cuero de un tambor. Se detuvo, sintió golpes en la cara superior sobre

su cabeza y, creyendo que intentaban pararse sobre ella, apoyó los puños llenos de aleluya contra la tapa y esperó a que alguien cayera sobre ella, pero un grito hizo cesar los golpes: “¡no, todavía no!” A través de algunos orificios hechos al enorme paquete para que entrara aire, la joven no veía más que luces fugaces de colores, y por ellos, en cambio, se filtraba el aroma de la marihuana y un vaho alcohólico. “¡Todavía no!”, Repitió la voz. Entonces comenzó el estruendo de la pólvora: un revoltijo de explosiones secas y espaciadas acompañadas del tartamudeo de las recámaras y de los cañonazos que dejaban un eco desolador que intimidaba a la música endiablada. El humo espeso de la pólvora comenzó a colarse hacia el interior de la caja, las explosiones terminaron y un último trueno silenció la música. La chica se acuclilló, calculando que su momento había llegado. Sintió arrancar el moño bruscamente, la tapa se abrió, ella dibujó una gran sonrisa en su rostro inocente, se incorporó velozmente, desplegó los brazos y lanzó la aleluya por los aires. Los truenos sonaron de nuevo, y antes de que la aleluya alcanzara el suelo, la chica se estrelló contra un muro, impulsada por la fuerza del plomo escapado de los cañones que le despedazaron el pecho. Para cuando la aleluya terminó de descender sobre los cuerpos inertes de los festejadores, “El Jefe”, único conocedor del túnel de escape secreto de su propia casa, ya iba lejos en su convertible, golpeando el timón y gritando: “¡A todos, puta, puta vida!, ¡A todos! ¡Ahora, con quién termino la maldita fiesta! ”.


Desde la torre

La columna del Maestro

EL PARLOTEO DE DON CLODOMIRO Por: Alonso Ríos Vanegas

La primera vez que lo vi era mediodía; el hombre compraba el refrigerio con unas monedas que sacó del bolsillo del pantalón: naranjada y un pequeño pan blanco. En la cafetería de la facultad. Los estudiantes y profesores pedían el menú del día: sopa de arroz con verduras, bandeja de frijoles con carne de res o de pollo, tajada de plátano maduro, ensalada y jugo de naranja o guanábana o leche de sobremesa; de postre estaba bien una porción de deliciosa torta. Diferente a todos los demás comensales que utilizaban las mesas para almorzar en grupos y conversar e intercambiar opiniones, él se tomó el refrigerio de pie, solitario, sin mirar a nadie; embelesado, parecía mirar en dirección del museo, que en ese momento resaltaba por la luminosidad; sus ventanales y paredes brillaban por la acción de un día soleado del mes de junio. Con el frío envase en la mano, sorbía despacio el almibarado líquido, haciendo chasquear su lengua, saboreando, luego, mordisqueaba un pedazo de pan. Me pareció escucharle susurrar palabras que nadie oyó porque meditaba en voz alta. Su figura delgada de mediana estatura e imprecisa edad estaba vestida de cachaco: color azul pálido, arrugado y envejecido, corbata negra torcida, zapatos viejos de color indefinido, pero limpios, no obstante con aspecto de haber sido elegantes y de marca, su piel apergaminada olía a viejo, pero a decir verdad, no exhalaba olor a mugre; mi curiosidad me llevó a acercarme un poco más para observar mejor tan singular personaje que se me hacía estar fuera de contexto en una universidad en donde imperan la juventud y un profesorado destacado por su presentación y ademanes adocenados. Los bolsillos de la chaqueta se notaban voluminosos por la gran cantidad de papeles y objetos diversos que llevaba encima; de la pretina del pantalón se apreciaba una gruesa cadena de bronce con un llavero de una sola llave; la escasa cabellera se presentaba con trasquilones,

El viejo Autor: Alonso Ríos Vanegas

seguramente hechos por él mismo a manera de motilado. Pero la sorpresa mayor fue cuando, al terminar de ingerir su exiguo alimento, muy campante, eructando, lo vi dirigirse hacia la gran biblioteca en donde al parecer le conocían y no tenía ningún reparo en entrar y salir a voluntad. Concluí el almuerzo, descansé del duro trabajo de la docencia, tendido en la grama de la cancha para echarme una siesta; dejé de pensar en el personaje insólito y me dediqué a mis propias meditaciones, a mirar los atletas correr sudorosos dándole vueltas al polideportivo. Días después fui en busca de un libro a la biblioteca. Lo vi leyendo sentado muy cómodamente, debajo de la lucerna, como el más intelectual de los intelectuales; me acerqué curioso para ver qué leía. Un voluminoso libro de filosofía le acompañaba: Crítica de la razón pura de Immanuel Kant; al lado tenía: Historia de la humanidad, tomo diez - Siglo

Veinte I; debajo de éste, otro título: El universo. De uno de sus abultados bolsillos extrajo una ajada libreta y muy orondo hizo anotaciones al libro. Luego, con mucho celo, guardó la libreta en el fondo del bolsillo de la chaqueta al lado derecho y continuó la lectura; tan concentrado estaba en su labor, que no se percató de mi presencia. Al salir de la biblioteca pregunté perplejo a una amiga mías que trabaja allí, la encargada de mantener en orden los estantes: “¿Quién es ese señor tan particular?”. Ella, con cierto desdén, me contestó: “Es don Clodomiro, viene a diario, pero nadie sabe dónde vive, ni quién es su familia, ni su apellido. Nunca descansa de leer. Prefiere los libros de filosofía e historia”. Salí de la sala meditando en este singular personaje que cada vez que lo veía despertaba en mí la curiosidad. Luego me enteré que vivía en un estrecho rincón debajo de las escalas de un gran edificio en el centro de la ciudad. Una vecina generosa le permitía guardar su atrofiada maleta en la noche, lo mismo que le prestaba el baño para su aseo personal. También averigüé que en el bloque diecinueve un profesor de ingeniería le permitía guardar sus bártulos en el aula. A cada momento don Clodomiro despertaba más mi curiosidad. Había resuelto enfrentarlo, para conversar con él y averiguar otros asuntos desconocidos de tan particular personaje. Al fin y al cabo, ese es mi trabajo en el curso de psicología del arte. Este asunto me interesaba, quería saber cómo el conocimiento general de las personas afecta y de qué manera el carácter de las mismas, en esta sociedad, donde el arte cumple una razón social importante en el desarrollo de la creatividad. Siempre llegaba a las ocho en

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punto a la U. Sin importar si había lluvia o sol pleno, precavía sus enseres en el aula de ingeniería y luego ingería un café con leche y un pan en la cafetería de Artes. Miraba el cielo, escudriñando la atmósfera y se quedaba meditando brevemente, pulía con las manos los escasos cabellos para mejorar el aspecto y sin más dilación se dirigía a la biblioteca donde, haciendo una genuflexión al portero, se encaminaba luego a la sección de historia y filosofía, en el segundo piso. Cuánto diera yo por tener un rigor en la lectura tan tenaz como don Clodomiro. Se ubicaba en el mismo lugar de siempre, ponía encima del escritorio su infaltable paraguas, que cargaba aun en verano, con la propiedad de un investigador avezado, como un intelectual; sacaba de uno de sus maltratados bolsillos unas antiparras de marco redondas, sin ganchos para sujetar en las orejas, las ubicaba en el lomo de su larga nariz pálida, las amarraba con un cordel detrás de la cabeza y luego, con gran profesionalismo, se desplazaba a los estantes donde sabía el lugar exacto de todos y cada uno de los libros de filosofía e historia. Con decisión retomaba el libro de turno y luego, con solemnidad, se sentaba a leer. Comenzaba la lectura dando primero un carraspeo breve que pausaba con su puño levemente cerrado; observaba su entorno, sin mirar a nadie en particular, sólo para saberse acompañado, y emprendía la lectura, muy concentrado, hasta cuando el reloj de péndulo del recinto marcaba las doce, hora del almuerzo. En noviembre de ese año lo encontré saliendo de Ingenierías, presuroso en dirección a la cafetería. Lo abordé antes de que se me escabullera. Lo saludé cortésmente, como se debe a un filósofo, haciendo una leve genuflexión: “Don Clodomiro, ¿dónde va tan afanado?”. Me miró de pies a cabeza, como quien mira una rata muerta. Intentó seguir adelante, sin decir palabra. Cerrándole el paso le indagué: “Don Clodomiro, yo sé que usted es un sabio y por lo mismo le pregunto: ¿No cree que este mundo va a un despeñadero?” Me miró con ojos vidriosos hasta el fondo de mi alma, como desnudándome, se le escucharon dos tosecillas breves para aclarar la voz, como cuando emprendía una lectura de uno de esos voluminosos libros, y así me

contestó: Elmundonovaaundespeñaderoelqu evaparaelfondodelosinfiernossonloshombr esqueensusoberbiaeindolencianovenloher mosodelanaturalezaelorbetodavíatienemuc hosmillonesdeañosdevidaperolaignorancia dequieneslohabitamosestandestruyendoel habitadycontaminandoelaguaqueesnuestra supremavidaporquedeellavenimoslareligión ylospolíticossonunaverdaderapestesalveme diosdeellosydelaignoranciapropiciadaporlo smismosperrosasquerososquesolopiensane nlasriquezasmaterialesyelorodescuidandola vidadelcongénerequesontambiénnuestrosf amiliares… Desconcertado lo escuché, sin darme oportunidad de formularle otra pregunta el parloteo continuó sin descanso; asumiendo una actitud de conferencista, pero, dirigiéndose solamente al suelo, estirando las manos, como señalando algo en el piso, dedicándole el parloteo a las baldosas, como si nadie lo estuviera escuchando, en un sin fin de proclamas sin ninguna puntuación ortográfica, sin ninguna pausa. Lo miré asombrado y temeroso, porque a cada momento subía más el tono de las palabras, de una voz áspera y rugiente. Al notar que no me determinaba ni un segundo, me alejé rumbo a mi facultad, pero al volver los ojos donde estaba el loco que seguía hablando sin descanso como una cotorra, gesticulando y peleándose con no sé quién, alcancé a escuchar: …mientraslaspolíticasdelospartid osylasreligionesnoasumanunaposiciónrespo nsableconlasgentesdelassociedadesestemu ndonotienesoluciónylomejorseriaqueunfen ómenonaturalladestruyerapo… Apresuré el paso, sin comprender el carácter y la originalidad de esa criatura que parecía haber entrado en trance, como iluminado; había tapado sus oídos al mundo, sólo miraba al suelo para dedicarle lo mejor de su repertorio. Una hora había trascurrido desde el incidente con don Clodomiro, el loco filósofo, y mientras tanto yo había terminado el curso de psicología del arte, cuando pasé nuevamente por el lugar donde lo había dejado, al lado del “Sembrador de Estrellas”. Observé una muchedumbre de estudiantes y profesores reunidos escuchando en corro; me acerqué y vi por encima de las cabezas a don

Clodomiro, en la misma actitud que lo dejé, y oí nuevamente su voz áspera y rugiente que decía: …quehacerconunmundoquec recesincontroldenatalidadespordemas preocupantequeeltriunfodelacienciaso lonosllevaaladestrucciondelaespeciehu manaytambiénlavidadelosanimalesyla splantasestangraveelproblemadelcreci mientodemográficoquedeseguircomo vamosenmenosdecincuentaañosyanoh abracomidayniaguanirecursosparaali mentarlasobrepoblacionelproblemaqu eseavecinaestanprofundoquelacaídad eunasteroidesobrelatierranocausaríael desastretangravecomoesnopermitirqu elanaturalezanoscontrolenaturalment eyelhechodecreenostansabiosdaraaltr asteconnuestraespeciequevacaminode laextincióndefinitiva… Las gentes curiosas no sabían qué hacer, si le hacían preguntas él no respondía y continuaba su verborrea sin fin. Sus manos, largas y finas, seguían señalando al suelo, como si éste le escuchara; su cabeza inclinada sólo tenía ojos para las baldosas, su tono de voz seguía en aumento, y había adquirido un matiz vehemente. Me alejé, preocupado de haber sido yo el causante de la liberación de tal torrente de palabras sin término, de un hombre que llevaba varios años sin hablar con nadie y que parecía embrujado, ahogándose en deseos de comunicar los conocimientos adquiridos en los últimos años. Parecía que aquel día tan especial para mí la jerigonza había terminado cuando los estudiantes se alejaron del lugar discutiendo entre sí, emitiendo palabras de desacuerdo con las del loco. La lluvia los había alejado. Mientras, don Clodomiro seguía en su fiero parloteo, hasta cuando la fatiga causada por el esfuerzo le segó la voz y de sus gruñidos y rabietas apenas se escuchaba un susurro apagado por los torrentes de agua que se precipitaron sobre la ciudad. La última imagen que vi de él ese día, fue la de una estatua encorvada, hincada las rodillas en tierra, mirando y señalando al suelo, como sembrando las palabras; empapado de agua, rugiente, peleándose contra el mundo.


Gramática

CON LETRA CLARA LETRAS QUE CAMBIAN DE NOMBRE Y LETRAS QUE DESAPARECEN

CLARA INÉS OROZCO ARANGO Licenciada en Lengua Castellana

L

a “ve corta”, ahora será uniformemente “uve” en todo el ámbito hispánico. En consonancia, también recomiendan que a la “doble ve” se la llame “doble uve”. Para la RAE, decir “y griega”, es complicado y se confunde con la “i latina”, por lo que habrá que llamarla “ye”. La asociación española dedicada a la lengua determinó, por otro lado, la eliminación de la tilde en palabras con diptongos o triptongos ortográficos, por ejemplo: “guion”, “truhan”, “fie, “liais”. También quitó el acentro gráfico de palabras como “solo” (por más que refiera al adverbio) y de pronombres demostrativos como “este”, por más que puedan existir ambigüedades en el significado. La tilde vuela además de la conjunción disyuntiva “o” cuando se usa para separar cifras. La RAE clarificó a su vez el uso de los prefijos y unificó criterios: cuando van al lado de una sola palabra, van pegados, no importa cual sea el vocablo en cuestión (“antiadherente”, “exjefe”, “vicesecretario”, “probritánico”). Cuando la palabra principal empieza con mayúscula, se separan entre sí con un guión (“antiALCA”, “mini-USB”, “pro-Chávez”). Sólo se admiten casos en que el prefijo va separado de la base, cuando esta está conformada por más de una palabra, como es el caso de “ex relaciones

públicas”, “anti pena de muerte” o “pro derechos humanos”. Los conceptos extranjeros incorporados en las construcciones gramaticales españolas o castellanas deberán, además, marcarse en cursivas preferentemente (también pueden ser comillas) si se utilizan en su idioma original. No así si se castellanizan, por ejemplo: “Me encanta elballet clásico / Me encanta el balé clásico”. Se incluyen también todas las palabras del latín que no hayan sido incorporadas al lenguaje español como “post mortem” o “status quo”. DESAPARECEN: La RAE suprimió las letras “ch” y “ll” que fueron retiradas oficialmente del alfabeto, dejándonos así con 27 letras “oficiales”. La RAE también decidió cambiar la escritura de algunas palabras donde la letra “q” se encuentra presente, tal es el caso de “Iraq” que ahora será “Irak”, “Qatar” por “Catar”, “quásar” por “cuásar” y “quórum” por “cuórum”. Para terminar, el prefijo "ex" se escribirá unido a la palabra tal y como son "exesposa", "exconvicto" o "exdirector", pero seguirá escribiéndose separado cuando se trate de palabras compuestas, como "ex gerente general".

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CRÓNICAS DEL NUEVO MUNDO Por: Fredy Sánchez Caballero

LA NUBE Cándida, plácida y tranquila, vaga por el azul del cielo a ras de la copa de los árboles; extasiada, sin malicia y sin temores juguetea con las golondrinas que se ocultan en su regazo gris; distraída contempla los valles, los árboles gigantescos, los arroyos. Se divierte con los pequeños contrastes de la selva; las palmeras largas, altas y flacas le hacen mucha gracia. Le maravilla el amarillo de los guayacanes en primavera y los distintos tonos de verde cuando llega la tarde con sus ráfagas de luz. Toma un pequeño sorbo del lago; se deleita con sus formas caprichosas reflejadas en la superficie húmeda y serena; hace morisquetas, cabriolas, figuras reconocibles y extrañas; prueba otro buche del río hasta saciar su sed, y se cruza de piernas boca arriba para contemplar la infinitud del cielo mientras se broncea con los cálidos rayos del sol. Taciturna y soñadora se deja arrastrar falda arriba por la brisa del bosque. Al llegar a la cima, una mano gigante la toma del pescuezo: —Alto pequeña tunante —, dice una voz áspera y ronca —te he observado robando en mi lago y mi riachuelo; escupe toda el agua que lleves, pues tengo mucho calor y las plantas de los pies me hacen cosquillas. La pequeña nube se siente asfixiada, sofocada, no puede respirar. Tose y llora, llora y tose, hasta que de sus ojos grises no sale una gota más. Como puede escapa de las garras de aquella montaña enorme que penetra el espacio como una afilada pirámide azul. Un viento seco la arroja al vacío; trastabilla por el paisaje áspero y desigual hasta recuperar fuerzas. Su cuerpo frágil queda como un estropajo escurrido y el corazón se le quiere salir. Fugitiva y errante vaga largo rato hacia la línea de horizonte sin dios y sin ley. Necesita un hombro amigo, alguien que la consienta, una colina brumosa y solidaria sobre la cual descansar. El verano aumenta la temperatura, el cielo parece más grande; no existe otra nube, ni un nubarrón lejano

siquiera, está a merced de las corrientes de aire y los caprichos de una montaña despiadada. —Deberían existir leyes universales, de obligatorio cumplimiento que protejan a los indefensos; que estén del lado de los más débiles —, piensa. Acongojada, sobrecogida y adolorida, se queda dormida entre las oleadas oscuras de aire fresco y los arreboles del amanecer. Se siente reconfortada con los primeros rayos del sol. Solitaria deambula sin rumbo largas horas; Arrastrada a placer por la rosa de los vientos, cabalga perezosamente un basto pedazo de cielo hasta tropezar de

frente con la flor de lis que perfila su rumbo siempre hacia el norte; retoma el sendero melodioso del riachuelo; reconoce a lo lejos el parche amarillo de los guayacanes y vuelve a disfrutar del valle; descubre plantas exóticas nunca vistas en el follaje y orquídeas multicolores en las ramas de los caracolíes y ceibas gigantes, que sacan sus pétalos al sol. Contempla su rostro reflejado en el lago como un déjá vu; besa el río, toma un gran sorbo, se sumerge curiosa por entre las ramas tupidas del bosque y se contagia con la risa húmeda de las hojas y flores silvestres que se bañan desnudas a su paso. Poco a poco retoma su tono rozagante bellamente gris y se siente otra vez bienaventurada y preñada de agua; es feliz. Un torbellino de recuerdos fragmentados la invade mientras asciende, pero los descarta al instante. No existe un único sendero para ella, flota, y cada paso se borra una vez dado. Es su desventura:

siempre atrincherada entre un futuro incierto y un pasado brumoso e irreversible; —el tiempo es un concepto abstracto y engañoso, piensa; —nada como el aquí y el ahora… En medio de las cavilaciones, el monte con sus manotas azules la agarra de nuevo como un trapo y le exige bañar sus miserias y sus pies por siempre. —Tengo venas abiertas, carraspea, — miles de especies, animales, insectos, aves, plantas; todo lo que es fauna y flora depende de mi, y alguien debe refrescarme diariamente para que todo siga igual; es el sistema, dice, —y el doctor tinieblas me ha recetado nubecillas tiernas, dos o tres veces por día. La nube se siente infeliz, ultrajada y usada; quiere escapar, huir a otros valles, a otros riscos, a otros confines, pero es demasiado tarde, está afectiva y moralmente atrapada; sabe que no podría vivir con ese peso en su alma: — ¿Qué tal si es cierto y mueren las mariposas y las ranas de colores y las orquídeas por mi desidia y falta de solidaridad? —, se dice, — ¿qué tal que se seque el lago y el riachuelo?, — ¿y si el destino de todos depende realmente de mi?... Y llora a chorros de solo imaginarlo. El monte se siente complacido y se cruza de brazos con una mueca de satisfacción. Una vez más se sale con la suya. Es un acertijo para todos; la pequeña nube tiembla, palidece, se debilita, pero se reconforta cada día. Al verla bajar por las tardes, las guacamayas se burlan de su aspecto escuálido y desgarbado mientras acicalan sus plumas de colores, y los monos titíes cuchichean a su paso; por ello cuando la sienten tronar en la cresta de la montaña y ven relampaguear sus lágrimas cristalinas, solo pueden calificar tal portento como un milagro. Pero ella no se ocupa de trivialidades; por un tiempo su único propósito era

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Cerro Tusa, municipio de Venecia, Antioquia

ser feliz, pero incapaz de cambiar las cosas, acepta su desgracia como parte integral de su destino, y ahora su felicidad está inevitablemente ligada a ese paisaje denso y misterioso donde se nutren las esperanzas de las criaturas del monte; al delicado aliento del lago; al beso amoroso del río, y al abrazo incondicional de los árboles del bosque. Un sentimiento extraño la fuerza y recorre cada día, azaroso, sobrecogedor. Consciente de su responsabilidad camina errante sin perder de vista el monte; es como un inmenso imán sobre el cual gravita, llevando en su mochila siempre, su sonrisa húmeda y el gris de su mirada ingenua y dulce. No está convencida que el futuro de todos dependa de su decisión; es muy humilde para pensarlo siquiera, pero no puede tomar el riesgo. Quiere asegurarse que al llegar a la cima, el sistema conserve su equilibrio, y como en la maldición de un mito griego, lucha para que su esfuerzo no sea inútil. Gracias a ello, como ya es sabido, en esa montaña nunca falta el agua, y es considerada una de las zonas más lluviosas del planeta.

Últimas obras del Maestro Alonso Ríos Vanegas: Talla en madera Título: Mujer con conejo Óleo sobre lienzo Título: Migrantes


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Columnista Invitado

¿SABEMOS QUÉ Y A QUIÉN ELEGIMOS?

Por: Luis Enrique Atehortúa Sánchez Docente UCO

¿Hoy diríamos entonces que Pékerman no deberá elegir a Radamel Falcao García como parte de la selección Colombia – Brasil 2014? Los medios, la prensa en general, dizque la mayoría de los colombianos y los patrocinadores están haciendo mucha fuerza porque el jugador vaya al mundial de fútbol. La pregunta es ¿bajo qué condiciones de competitividad y ánimo lo haría si nos remitimos a su problema de salud actual? Ese forzar las cosas de manera inmediatista, amarillista y hasta acudiendo a la “LÁSTIMA” que esto pueda generar, parece que en Colombia no es solo para las “clases o estratos bajos”. Se está generalizando en todos los ámbitos sociales de la nación y eso me parece a parte de grave !inaudito! Veamos; cómo se sentirán los demás jugadores de la selección que están esperando una oportunidad, que están en óptimas condiciones y esperando la oportunidad de también poder asistir a la justa orbital. Cómo se sentirán las personas que han visto el gran esfuerzo que todos los demás han hecho para merecer el mismo trato. Es claro que lo de Falcao no pasa sólo por la solidaridad, no. Es un problema que pasa por lo económico también. Yo he hecho el ejercicio mental y me resulta claro que en este momento las personas más interesadas en que el jugador no solo esté en la nómina sino que juegue el próximo mundial son las apostadoras… ¿saben cuánto dinero perderían los apostadores si “Rada” no juega el mundial? Incluso ya unos

están perdiendo con el sólo hecho de no estar en condiciones de hacerlo; además, de por medio están los patrocinadores, la “farsándula” - RCN y Caracol que ya nos tiene mamados con el temita -, los dirigentes deportivos de la Dimayor y por supuesto, está en juego el próximo traspaso y los contratos del jugador. Yo no sé cuánto puede costar esto en términos monetarios, pero les aseguro que no es ninguna bicoca.

Es posible entonces que se diga cuando se inicie el primer partido de nuestro amarilla, que el técnico no supo elegir, que llevó a los que no eran, que no eligió al mejor reemplazo y bla, bla, bla. Y así nos pasa con los dirigentes que elegimos, con la pareja que elegimos, con los amigos que elegimos, con la carrera que elegimos, con la comida que elegimos, con la música que elegimos, con las opciones que elegimos.

Pero como todo en la vida, hay cosas que podemos elegir; pero elegir el destino por otra persona no es posible por muy prospectivos que lleguemos a ser. Esto indica que parte del fracaso entonces no está en lo que elegimos muchas veces, sino cómo nos preparamos para las contingencias y el fracaso. Yo creo obviamente que el técnico debe estar pensando en las cantidades de opciones que tiene para reemplazar a uno, pero si llevamos esto al campo de lo social y lo político, ojalá no se deje calentar la oreja y elija mal; tal cual como nos pasa a nosotros para elegir a nuestro gobernantes, muy de moda por estos días.

La pregunta es: ¿hay real conciencia para elegir lo que elegimos? La vida no es una selección de fútbol. No es una comida ni una carrera universitaria ni una amistad o una pareja. La vida es una sola opción y una sola oportunidad de vivir con intensidad. La vida no pasa por las cámaras de televisión ni las revistas de farándula ni los medios de comunicación que incentivan el consumismo y el derroche a costa de las lágrimas de los que nada poseen. Debemos elegir a las personas que nos ayudan a elegir lo conveniente, como les digo yo a mis muchachos en clase: no es calidad de vida, es la calidad debida.

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Poesía

Por: Carlos Eduardo Vásquez

Dos poesías tremendamente sensoriales, del libro EL COLMILLO DE LA PALOMA. Autor: Carlos Eduardo Vásquez

LESBOS

CREDO Yo, chaman de los sueños sufro y me regodeo en la poesía viva Sufro por que voy desnudo con las heridas expuestas como todo poeta después de luchar contra sus realidades Camino sobre piedras engendrando palabras de barro y metáforas Aguzo los sentidos hasta la hipertrofia redentora Aprendí a leer entre líneas y a encriptar mis tesoros Alados Sé del verso que seduce como llama del infierno Adolezco, como los seres de la poética, de un vacío inmenso en el alma Soy violento, incisivo y claro porque juego mis noches con los fantasmas Para el amor es suficiente mi carne dura y tu vientre de ríos turbulentos Creo en la voluntad de un beso y en ofertorios nocturnos con olor a sexo Me baño en las cenizas de mis antepasados... huesos roídos hebras al viento Adoro la lluvia que susurra mantras sagrados a la noche de los solitarios Me entrego a bailes demenciales en rondas de licor de fuego y de sangre Mis amores secretos me retan cada doce lunas En mi sangre aún escucho el tum-tum atávico de la selva Soy el colmillo en la paloma y el corazón de la paloma Soy un poeta sin poeta y soy la espada de fuego Amén.

Dos mujeres desnudas no son dos mujeres son cuatro colinas verde-menta, cuatro anillos de Neptuno ocho calles y una selva. Dos mujeres desnudas son un nudo espeso imposible de soltar Un par de troncos enlazados un par de serpientes-humedad. Dos mujeres... Dos mujeres desnudas son una competencia insoportable para un honesto falo!



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