TRAS LA VIA DEL RETORNO. Julián Alberto Gärtner Naranjo.
-ICon la camisa rota pasó frente a un desconocido sitio, un caminante de unos pocos años, pero con el peso de la muerte a sus espaldas, con la corriente de su soledad en sus venas, con una rica pobreza en su ánimo... y con sus ideas milenarias. Estuvo recordando en silencio a la novia del pasado, regresando así a sus añoranzas; retomó por instantes la sensación de las alegrías tan lejanas y entre sueños no detuvo su marcha errante. Era un día caluroso y algo más: picante; como aquellos en los cuales los oscuros nubarrones envuelven un sol incandescente amenazando los campos con una lluvia inevitable ante cualquier oposición de las fuerzas de la naturaleza. Era uno de esos días! El solitario se detuvo para observar todo lo que su campo visual le ofrecía y descubrió que en aquel paraje olía a suave amargura. Y así fue como ambos, ser y tierra, se hicieron compañeros que pensarían mutuamente hasta lo que un futuro decidiera: si se separarían o si ninguno abandonaría al otro con imprudente hostilidad. De todas maneras era la
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alternativa que siempre se presentaba, que era inevitable, pero que a su vez estaba en el cauce de la normalidad. Así es la normalidad... así es el futuro! Exiliado de otras tierras ocupadas, el caminante de una tierra ya lejana descansaba en aquella menos estéril que muchas otras, menos estéril que su vida, reposando en todos los hospicios que ésta le entregaba. Pero temía que entre más camino dejara atrás, más arriesgado sería encontrarse con un desierto exiliador dentro de aquella tierra. Pronto llovería, y Andrés -nuestro caminante- bien sabía que después de que escampara, la serenidad sería algo maravilloso en ese mundo que algo grande le podría otorgar. Y así fue; una vez cesó lo anunciado, Andrés vio con regocijo a un semejante que se dirigía hacia él. Era éste, el propietario de aquella hospitalaria tierra. La generosidad del recién llegado hizo olvidarle parte del peso que llevaba consigo, encontrando en todo lo que le circundaba, una armonía particular. Conoció inmediatamente Andrés a otro propietario más de aquella tierra, tierra que parecía sin fronteras, a la que le dieron por nombre "Presentlandia" y de la cuál él mismo pasó a ser otro propietario. "Ambos, Sebastián y yo, sabemos muy bien que esta tierra es amiga de quien quiera ser su amigo y por ello no se certifica que la posesión de ella venga a partir de un negocio material", le dijo Pablo, uno de los dos acompañantes a Andrés en una ocasión. Andrés comprendió sus palabras y de inmediato recordó las tierras que antes había conocido, su trágico exilio que provino de sus propietarios egoístas y negociantes.
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Andrés sabía que no estaba abandonado; que no habría días picantes ni intemperie sino un lecho donde descansar, pensar y confiar en que "Presentlandia" llegaría a ser más extensa y frondosa cuando esos propietarios de antaño regeneraran y unieran sus tierras a las de Sebastián, de Pablo y de él mismo. (Periódico AVANCEMOS – Junio 1974)
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-IIEn Presentlandia las cosas fueron tomando un cariz incierto, a veces sórdido, a veces eufórico, pero al fin y al cabo real y un tanto misterioso. Estas iban tornándose en un raudo acontecer. Andrés, Pablo y Sebastián -como propietarios que eran de su tierra- comenzaron a indagar en los fenómenos que acumulados iban desencadenándose, conformando éstos un clima tenso que los hacía cavilar y los llevaba a temer por la suerte de ancianos, mujeres, niños y enfermos. Pero Presentlandia no era sólo de ellos tres. Pertenecía a todos sus moradores; precisamente a todos los que sin emigrar eran conocidos por Andrés y sus compañeros. Había entre estos habitantes, disímiles formas de pensar, pero todos al fin de cuentas convergían en su tierra que era lo que tenían que mantener, era ella realidad que cada cual sabía que debía de hacerse más fecunda, más trascendente. Ahora un motivo los concertaba frecuentemente en el afán por sopesar entre cuestionamientos los posibles puntos generatrices de la situación: El Hito de la Incertidumbre...
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Día tras día meditaban en el comunitario desasosiego, al tiempo en que en Presentlandia se percibía el salobre olor que había provocado la incertidumbre: el estallido del Pasado. El Pasado hizo eclosión en un recodo insospechado y en forma impredecible empezó a esparcir por la atmósfera partículas tóxicas que se desprendieron al suscitarse la explosión. Tras nacer, pues, ésta se dilató incontroladamente haciendo que la barrera que lo contenía cediese ante toda su presión. Bajo los cielos de Presentlandia, algo infestados por el súbito olor, divagaban los tres compañeros entre esperanzas y recuerdos, propósitos y añoranzas , risas y nostalgias de cada cual, pues las dualidades constituían los componentes de la tierra en que sembraron los segundos de su particulares existencias. "Son recios los golpes que nos llegan de las cosas que, por morir, nos anuncian su imposible revivir!". Musitó Pablo con los ojos fijos en nada. "Es cierto. -Asintió Andrés- Bien parece que se impulsaran en el deseo que cada uno tiene de verlas imperecederas... Por ello es quizá que el impacto recibido lo sentimos más violento". En silencio forcejeaban contra el silencio. Sabían sobradamente que de muchas cosas no era posible alardear porque la incertidumbre no permite el más leve susurrar de ostentación. La súbita instancia parecía apocarlos, reducirlos... "¿Cómo es posible -cuestionaba Sebastián al grupo y a sí- que la cotidiana alegría de los ojos de todos yazca, como apagándose en la infinitesimales pero invencibles partículas de toda esta hededumbre? ¿Qué es razonable ahora hacer? ¿Qué es lo mejor para toda esta gente, lo mejor para ellos, lo mejor para todos nosotros? ¿Qué debemos, pues, hacer con todos y por todos?"
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"Abandonar Presentlandia!" -gritó Pablo- No podemos permanecer en un sitio arrebatado por lo fortuito; sólo podríamos ocuparlo cuando éste pudiera ser recuperado." Se miraron todos. La respuesta era razonable; era el sendero viable y preciso... pero dejaba sinsabores. "Abandonar Presentlandia!". Abandonar la tierra que encontraron, donde confiaron en formas para hacerla más extensa, más frondosa, más tierra, sin exiliadores -como en otras tierras- . Esta alternativa les habría un interrogante que ignoraban si podrían contestar: "A qué tierra conduce, entonces, el Destino?" Coincidieron en que emprenderían la marcha y una multitud de personas silentes esperó a que ésta se iniciara... (Agosto 1974)
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-III"¡Qué incómodo resulta no poder dormir!" -Protestó entre el grupo aquél que estaba recostado junto al árbol más cercano al manantial que por allí corría. "¿Por qué te quejas así ahora? ¿Acaso no hemos encontrado las mismas condiciones al detenernos repetidas veces durante el trayecto? -Le repuso quien estaba a cargo de la fogata- ¿Que te hace pensar que hoy hemos llegado al peor de los sitios?" A estas preguntas sólo siguió el sonido del agua que chocaba contra las rocas y el crepitar del fuego que vencía a las ramas, manteniéndose activo, con el propósito de disipar las sombras de la noche. Andrés había manifestado entonces su desazón ante la imposibilidad que de veras estaba teniendo para conciliar el sueño; justamente recordaba los días que vivió en su tierra ante el inevitable viaje que precedió a la emigración de la gente de siempre hacia rumbos diferentes. El infortunio había devastado enormes áreas del sitio de origen del particular grupo que deambulaba día a día en espera de un retorno feliz.
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No sólo Andrés había protestado. En varias ocasiones lo hizo Sebastián; a su tiempo lo hicieron todos. Quizá Sebastián reconvino en aquella oportunidad porque el pequeño fuego lo absorbía con sus formas imprecisas, acaso hasta arrobarlo... Lo cierto es que, como la mayoría, éste se quedó dormido. Entre tanto Andrés, Pablo y otros de la caravana pasaron la noche de largo. Ni siquiera conversaron de la quietud del aire. ¿De qué iban a hablar...? No había indicios en el camino que les notificara a todos que el tiempo de la peste hubiese terminado. Ninguna noticia así les llegaba. En su deambular encontraban habitantes de todas las tierras que aparecían ante sus ojos y que se mostraban satisfechos de lo que las mismas les deparaba a ellos. Al menos la despreocupación parecía indicar que en aquellos parajes nunca se habían conocido los reveses. Esto animaba un poco al errante grupo a que se congregara a ratos para intercambiar recuerdos que asociaban con algún evento que acaeciera entre los moradores delas regiones incursionadas y que a veces era referido, por no dejar, por alguno de ellos. La mañana que siguió a la noche en que se instalaron junto al manantial comenzó muy temprano y el sol calcinante amenazó con hacer más larga la jornada. Pablo se había ubicado al llegar, en un sitio alejado desde el cual podía divisar la región y se le facilitaba en esta forma enterar a todos sobre lo que pudiera presentarse. Se dirigió muy temprano, al despertarse, hacia el manantial y leyó un escrito de Andrés que éste había concluido el día anterior y al cual tituló "EPIGRAFE PROPORCIONADO A UNA VIDA".
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Quizás en esas líneas se remontaba a su propio pasado y no a los momentos postreros conocidos por todos en Presentlandia; lo cierto es que lo subnombró "En una jornada opaca" dejando con ello cierta ambigüedad para un análisis. El escrito en verso y sin rima decía: "Un mundo tibio, indeciso, con sobrantes desperdicia huesos, pudre vientres; abre grietas, cierra la paz, ciega lo blanco. Nací y crecí con desmesurada calma y entre acicates sangre infantil fluía... Sangre que se transforma en sucio pasto; ¡acicates necesito, al menos, bien húmedos para regar el jardín que ya está seco! Una sepultura, un pequeño ataúd, una cuna y un tierno llanto; un contraste entre lo normal y yo. Niños, jóvenes, adultos que caminan... algunos, parece, no aprendimos bien a hacerlo. El trayecto es largo y sólo una vía conduce a un lugar desconocido; senda es aquella por la que regresar es imposible. En la más común lobreguez se halla un hombre, un hombre que aplastado mira... piensa y ya es un loco porque mira al preguntar el por qué de los por qué. Algunas luces pueden encenderse pero son luces de fuego que el viento apaga. Y aquel hombre espera a que la muerte barra desperdicios, talle vida en los huesos, vierta ánimo en los vientres y florezca en el pasto, rojo sangre." (Periódico AVANCEMOS – 1973)
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La violencia de las palabras que tenía el escrito le recordó su propia violencia; hubo momentos en que al sentirse así, en esa misma forma escribió. Finalmente concluyó que entre los tres amigos algo había que los hacía inseparables: su similitud. Similitud para llevar al fondo del alma las cosas que en ninguna parte podrían estar. Alguna vez incluso escribió esto que consignó en su libro del Pasado, del Presente y del Futuro: «Qué difícil es expulsar de la mente todo lo que por mentira entró! Qué desconcertante resulta encontrarse con que todas las piezas del rompecabezas arman la imagen única de lo asqueante siendo la primera tan sucia como la última! «Se recogía entonces la enseñanza de los últimos años: Era lo más grotesco y cobarde recubierto por un disfraz de cordero apacible; parecía la ingenuidad, pero era el habilidoso egoísmo el canal traicionero de una mentalidad torva que atacó incesantemente, con sutil hipocresía y actitudes cicateras. Convincente era todo esto, pues la mentira se engalana para lograr su dominio; la verdad no siempre es creíble por la simplicidad con que se presenta. «Toda esa falacia se anidaba en un medio hostil, su medio, entre un espionaje y una acerba y continua crítica de todos contra todos, sin fin, materialista y maniqueísta, burda y despiadada, sin fe, viciosa y vacía, sin luz.
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«A su egoísmo estas personas disfrazan de falsa cordialidad. Con ella eligen a sus proveedores, pues sin saber qué es decir "amigo" son usuarios que están al acecho de quién pueda expiar su carencia de responsabilidades para consigo mismos y para con los demás. «Aunque se quiso comprender que toda injusticia era apenas producto de una mala suerte ambiental, se encontró con que entre asecho y asecho se confeccionaron las inculpaciones tras la incapacidad que fue contraria al deseo de un mejor rendimiento. «Aunque se quiso con buena intención que se obtuvieran beneficios imperecederos para un progreso, solidez, una mira más noble, se obtuvo a cambio, como pago, una cobarde acusación, un odio endiablado, apoyado en lo ficticio, en lo no entendido. «Aunque se quiso ilustrar de pronto un camino hacia la vida, fue contestada una declaración de guerra a muerte y sólo a muerte queda oliendo la vida. «Toda esa alevosía irá envuelta en cada nuevo ámbito que usa para sí hasta que exista un segundo en el tiempo que no soporte su presencia y que con dureza, sin el más mínimo interés por querer comprender, ni tener buenas intenciones, ni honestamente pretender orientar, entonces enfrente y destierre todo su conjunto. «Pero de ese ámbito ajeno, realmente diferente, y de ese segundo decisivo nadie conoce nada, nadie nada puede anticipar...
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«Ah de la mentira inicua que de pronto nos golpea pero que ignora poseemos fuerzas como para poder ser espectadores recios de toda su autodestrucción!» Cuando hacía evocación a sus líneas se decía a sí mismo: "Mejor hubiera sido nunca haber conocido esa mentira"... mentira por muchos conocida. ======
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-IVSe puso Pablo de pié , tomó agua del manantial y dijo en voz lo suficientemente alta como para ser oído por todos: "Hoy será un fatigoso día. Debemos desayunar bien. A los pobladores de esta zona, hemos visto, les desagrada nuestra presencia. Incluso se muestran renuentes, dada nuestra condición y actual apariencia, a intercambiar aún cuando fuese nimiedades. Mucho menos habrá de interesarles conocer nuestro origen y lo sucedido en nuestra tierra... en nuestra inolvidable Presentlandia! ¡Esta tierra en nada se le parece!" "Tratemos de seguir -continuó- hasta encontrar el río al cual debe morir este riachuelo para así instalar en ese lugar nuestras tiendas, contando con el agua que nos sea menester pues, por cierto, aquí nos será negada". "¿De veras, Pablo? -cuestionó Andrés- ¿Crees que será inútil solicitarles un poco de agua? ¿Si será así esta gente? ¿Tendremos que caminar tanto, buscando un incierto río del cual ni sabemos a qué distancia está?
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"Me temo que sí. -intervino Sebastián- De estas gentes quienes ni siquiera nuestro origen conocen, ni les interesa conocer, no obtendremos el vital líquido con que podríamos llenar nuestros vacíos recipientes... Los vez? Parecen indignados porque advierten que no tenemos nuestra propia tierra y les fastidia seguramente nuestro deambular. Indudablemente son personas que jamás han vivido algo parecido a lo que ahora estamos viviendo y que posiblemente, por su bien, nunca habrán de vivirlo... Además no veo fondo alguno en ellas como para que pudieran soportarlo". "Sí, es cierto. -Prosiguió Pablo a las palabras de Sebastián afines con las suyas- En nuestra propia tierra no tuvimos suerte y desde hace mucho tiempo sólo sabemos que está desolada, rodeada por lo aciago. Estas personas no pueden ni al menos llegar a imaginarse qué es el infortunio. Llegaron a estos sitios mucho después que nosotros llegáramos al nuestro en aquellos tiempos de prosperidad. La lógica obvia toda disertación al respecto; simplemente son personas "diferentes" porque son apenas personas de la cotidianeidad. Históricamente nunca ha tenido sentido que las personas del universo se traten entre sí todas porque somos una humanidad dividida en parcelas; parcelas para todos, parcelas para nadie, administradas por la mediocridad. Sólo será repudiable intruso aquél que irrumpa donde pre-establecido está que no le corresponde. También se pre-establece la condena a quien pretenda vivir su propia experiencia de vida si ésta no coincide con los parámetros mundanos, baladíes, fijados con rapidez contra la
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libertad de la existencia, es decir, el propio interior personal es violado con toda una pobre y ajustada mítica, que obligadamente toca aceptar, dentro de la que se amparan los intrascendentes tergiversadores, toda esa inmensa mayoría de copias en serie. Los humanos como "carniceros" somos los seres más especializados del planeta. El hombre pertenece al conjunto más depredador conocido pues es integrante de la especie que se devora acomodaticiamente a sí misma!. ¿No lo creen ustedes?" Todos asintieron como en profunda meditación y prepararon una nueva salida en medio del silencio impuesto por sus pensamientos. También recordaron a los ancianos, mujeres, niños y enfermos que habían dejado atrás, protegidos en un lugar seguro a la espera de respuestas para sus comunes necesidades... sueños de una comunidad entera. Así pues, los viajeros eran al tiempo expedicionarios porque pese a su esperanzada fe en el retorno, estaban conscientes de la posibilidad de concluir por aceptar que su tierra no estaría jamás dispuesta a que la vida en ella volviera a germinar. Bordeando el manantial emprendieron nueva jornada. Una cantidad indefinida de situaciones les habría de sobrevenir en lo sucesivo mientras, guiados por un mismo empeño, irían obteniendo conocimientos con los cuales, dejando el río por ya poder regresar, edificarían una nueva Presentlandia sobre los cimientos de la que fue su origen y que profundamente arraigada llevaban en el arca sagrada de sus almas. Una ciudad familiar acerca de la cual estas palabras se pudieran escribir:
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“TODO CUANTO HA NACIDO ESPERA UN TIEMPO PARA MORIR. SI NO MURIÉRAMOS, ENTONCES, ¿CUÁNDO EMPEZARÍAMOS A VIVIR? "
ANDRÉS SINCLAIR (Julián Alberto Gärtner Naranjo) Medellín, 1973.