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La plaza del árbol, un lugar de reunión (M. Otero)…………...………Pág

LA PLAZA DEL ARBOL,

UN LUGAR DE REUNION

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De estas calles que ahondan el poniente, una habrá, no sé cuál, que he recorrido ya por última vez, indiferente y sin adivinarlo.

Jorge Luis Borges

Las plazas son lugares de reunión, ideales para ir con tus amigos y tomar algo, para ir a pasear al perro, para ir a jugar, hacer ejercicio, y así, infinidad de

cosas.

Ahí estaba yo, en una plaza común, “la plaza del árbol”, sentado en un banco, mirando, vigilando, como un búhoque con ojos grandes y sin emitir ningún sonido acecha a su presa. Pero en este caso no eran presas, eran personas normales, algunas iban y venían corriendo, algunas pasaban de largo caminando, tomando la plaza como un atajo. Algunas bicis, pero en general poco movimiento. Era un sábado a la 1:15 de la tarde, pocos pibes, solo un par de poca edad, 6 o 7 años. Me quedé un rato mirándolos hasta que la mamá salió del súper que está en frente y los fue a buscar. Un nene y una nena, imaginando una situación fantástica, simulaban peleas, estaban en el centro de la plaza, cerca de donde yo estaba. Este espacio tiene una piedra, una piedra tallada en su frente con una historia. Después de que esos pibes se fueron, silencio, tanto que casi pude palparlo, un silencio tan puro que me hacía sentir el único ser vivo en el planeta. Y así pasaron 10 o 15 minutos que se me hicieron eternos, hasta que algo me sacó de mi mente y me puso de vuelta en la plaza, la plaza fría, a inicios de invierno. Una señora, con sus cuatro hijos, niños exaltados por la apertura de la calesita. Y así como ella, llegó otra madre, y después otra, y otra. Así llegaron cinco, cinco madres que, como quien tiene una rutina desde hace años, llevan a los pibes a la plaza y hablan entre ellas. Hablan de noticias, familia, accidentes, anécdotas, consejos y cosas varias. Los pibes, como si fuera su último día de vida, lo disfrutaban al máximo, sin desear que termine. Lo último que vi, antes de que el teléfono me interrumpiese, fueron un par de personas paseando al perro. Cuando

saqué el teléfono eran las 3:17 y tenía una llamada perdida de mi mamá. Devolví la llamada y lo único que me dijo era que la comida ya estaba lista, así que agarré mis cosas y partí rumbo a mi casa, pero más tarde volvería. Eran las 7:30 cuando me sentí que era un buen momento. Agarré mis cosas y volví. A las 7:34, me senté en el mismo banco y de la misma forma.Otra vez como ese búho acechante, pero que no acechaba las mismas cosas. Esta vez el ambiente era totalmente distinto, seguía siendo la misma plaza, el mismo frío, los mismos árboles, los mismos bancos, pero esta vez ya estaba anocheciendo.Algunos faroles ya estaban prendidos, las personas eran totalmente distintas, comparadas con las de hace varias horas. Los que hacían ejercicio se repitieron, pero no había pibes chicos, ni madres. Esta vez había pibes grandes, de 21 a 25 años, estaban la mayoría en la cancha de básquet jugando un partido 3 contra 3. Los que estaban sentados afuera de la cancha y, por así decirlo, alentando, tenían cajas de cerveza Brahma. También en la plaza había pibes más chicos, de 15 a 17 años, algunos sentados en los bancos, los otros, alrededor de estos. Estaban charlando. Vestían ropa holgada, generalmente negra, con pelos de colores y uñas pintadas, tanto hombres como mujeres, lo que está de moda en estos tiempos. Totalmente contrario con respecto a los pibes más grandes, los cuales estaban con remeras de entrecasa, zapatillas sucias y algunas un poco rotas. Incluso la mayoría con shores de fútbol, River, Boca, Racing, Huracán, clubes icónicos de Argentina. Así como lo era la gente de la plaza, gente icónica en una plaza icónica, una plaza que es lugar de reunión.

Mateo Otero

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