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Un camino apurado (M. Martínez)…………………..………………..Pág
Un camino apurado
La castaña mujer, cuyos ojos eran como una turmalina marrón, le abrió la puerta. Pero Mora, de dorados cabellos, todavía se encontraba en aquel sillón que la había llamado para descansar un rato. Ese viernes, minutos después, Mora salió de la casa de rojos ladrillos, con una pequeña mochila en su espalda, unas calzas negras y un chaleco color lavanda. Se podía observar la avenida, que de autos estaba llena, todos parecían apurados, como si estuvieran participando de una gran carrera. En las veredas se veían algunos árboles, donde se encontraban descansando anaranjados frutos, esos de los que puedes disfrutar en una explosión de sabores, tan dulces como el azúcar, pero también suavemente ácidos. Algunas baldosas estaban en perfecto estado, pero otras yacían quebradas en el camino y debajo de ellas había mucha agua, pues el día anterior había llovido de una forma torrencial. Al mirar hacia la izquierda se podía observar a Mora, que llevaba junto a ella una expresiva cara de disgusto, a causa del gélido viento que soplaba en aquella nublada tarde, cuyo cielo se encontraba apagado. Al final de la avenida, se podía observar un alto poste amarillo, que sostenía el peso de tres luces cambiantes. Una de ellas era roja como la carne; otra, verde como la fauna en verano; y entre medio de estas dos, una de color amarillo, que irradiaba tanta luz como el sol. El semáforo tenía autoridad, con sus luces podía decidir lo qué podían hacer las personas. La espera se hacía eterna, mientras la chica rubia, de largos cabellos, miraba la hora en su celular y decía repetidas veces que llegaba tarde a su clase de baile. Luego, Mora se dio cuenta que hacía ya varios minutos habían pasado las cinco de la tarde, por lo tanto cruzó rápida y peligrosamente la calle. Así logró llegar al ensayo. Antes de entrar por la puerta, notó que la canción que tenía que bailar, estaba sonando fuertemente en el parlante. A toda velocidad cruzó por la blanca puerta.
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Morena Martínez