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Receta para endulzar los lunes (M. Rodríguez)………..…………..…Pág
Receta para endulzar los lunes
Eran apenas las 3:23 p.m. de un triste lunes, o por lo menos es lo que marcaba aquel aburrido reloj gris. Su constante “tic tac” me impacientaba bastante. Aunque tengo en cuenta que mi primer destino se encuentra relativamente cerca yque no es un recorrido de muy larga duración, por lo que me es conveniente salir en esta hora específica para poder llegar a tiempo. Al traspasar el umbral pude presenciar un ardiente y veloz frío, ese que te enrojece la nariz, o que cuando hablas hace que te salga ese extraño humito, con el cual de pequeños fantaseábamos que era humo de cigarrillo o simplemente humo con el que te divertías unos segundos. Me transporto a pasos calmos porque sé que tiempo hay de sobra. Al subir la mirada me encontré con el cielo, este se veía teñido de gris y daba la sensación de que en cualquier momento se largaba en llantos. Neutral, así definiría el entorno, ya que no se veía casi gente, pero llegando a la avenida, tres autos de colores en conjunto con el cielo, frenaron para dejar paso a una señora de mediana edad. Rápidamente ella pasó y yo seguí en dirección opuesta. A mí izquierda se encontraban infinidad de comercios; un quiosco de un color violáceo; un salón de encuentros, que por su aspecto parece desgastado o sin uso, aunque aún así se podían escuchar bulliciosas conversaciones que salían de dentro; más adelante, algunas casas. No era de sorprender que no cruzara nada más que autos y alguna que otra persona, ya que el clima no era muy motivante para salir de la casa. En el camino pude observar una hermosa casa de ladrillos, con una imponente planta color verde, no se le veían casi flores, pero aun así esta se mostraba bonita. También se veían más negocios por donde sea que mirase, una tienda de un resaltante y llamativo color naranja, con letras de una extraña tipografía, u otra con una inmensa vidriera con un gran título anunciando el nombre del comercio. En esta gigante vidriera se apreciaban muchas, casi infinitas cantidades de telas, todas ellas con atrayentes pero tranquilos colores. Era como ver un arcoíris sólido y brillante. Poco era lo que quedaba de camino para llegar al destino, ya que había caminado tres cuadras y solo quedaba cruzar una más y caminar unos metros para ya encontrar la hogareña casa de ladrillos, perteneciente a la familia Martínez. Su ubicación exacta es Sadi Carnot 64, se encuentra en un barrio con un ruidoso silencio, además de ser impacientemente tranquilo.
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Para mi suerte, ya estaba frente a la imponente reja oscura que separaba la casa de la vereda. Decidí apretar el timbre y como usualmente sucede, se pudo oír el agudo sonido que se producía dentro de la casa. Y en no menos de dos minutos se escuchó el chirrido que produce la gran puerta blanca al abrirse, de ahí se asomaba Morena. Se la veía como usualmente se prepara ella para ir al gimnasio, su larga cabellera morocha peinada y alisada, vestida con una calza deportiva de color negro, esas que me dan la sensación de ser como una segunda piel, ya que por su comodidad pareciese que no llevases una puesta. En sus pies tenia colocadas unas zapatillas deportivas de un color cian y, ya casi, por último, estaba usando un buzo color blanco. Este era de gran tamaño porque le escondía las rodillas.
Finalmente, cuando me alcanzó, nos saludamos con un beso en el cachete, compartiendo una sonrisa. Luego de platicar un poco, nos preparamos para emprender viaje hacia lo que ahora sería mi segundo destino, o mejor dicho nuestro destino, que con exactitud se encuentra a unas once cuadras. Así que como ya no teníamos tanto tiempo de sobra decidimos que lo mejor sería empezar a caminar para así poder llegar y concurrir de una vez por todas, en mi ya no triste tarde de un lunes.