Nº 91 / Noviembre 2019 / Correo del Alba / Año IX
40 años de canciones
El Papirri Polarización postelectoral: Nueva etapa de la conspiración imperialista en Bolivia
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Foto: JosĂŠ Lazo
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EN PERSONA
El
Papirri
íntimo
G
rabadoras, cámara, papel y lápiz en mano, nos allegamos hasta la casa de Manuel Monroy Chazarreta, “El Papirri”, quien nos atiende afectuosamente y nos invita a compartir una rica charla en una habitual mañana paceña. En la sala cuelgan pinturas de todo tipo, cómic y dibujos que le retratan –seguramente obras de algún fan o amigo–, aunque se impone omnipresente la guitarra. La guitarra y el abuelo, la guitarra y la madre, El Papirri y la guitarra. Partituras enmarcadas, algún que otro manuscrito, un equipo de música y discos. El Papirri que nos dice que le esperemos un segundo, entra a un cuarto y retorna con la guitarra. Todo conduce al arte. Y recuerdo a José Martí diciendo que “la música es la más bella forma de lo bello”. Mientras tanto, apretamos “rec” y retratamos parte de la vida de un imprescindible de la música boliviana. Acabas de cumplir 40 años de carrera artística y antes de remontarme a tus orígenes quisiera visitar el presente, ¿a qué le canta El Papirri hoy? Estoy componiendo muy poco, más que todo interpretando, versionan-
do mis propias canciones, que son más de 200. La última canción que hice la estrené en agosto en Santiago de Chile, en un concierto en la Sala Master de la Radio Universidad de Chile; hacía mucho que no componía. ¿Cómo se titula? “Para mi abuelo Manuel”. Es una canción a mi abuelo paterno, porque en mi familia siempre hablaban del abuelo materno, Andrés Chazarreta, un músico argentino, que empezó el movimiento folklorista en 1904 en Santiago del Estero, una zona poblada de arte popular, pero, como digo, nunca se hablaba del padre de mi padre, Manuel Monroy –que es mi doble tocayo–, y unas semanas antes de viajar a Chile, un primo mío, Enrique Rocha, que tiene más de 80 años, me contó su historia. Entonces me conmovió, porque resultó ser que mi abuelo Manuel fue un obrero de los ferrocarriles que nació en Antofagasta en 1876, cuando era Bolivia, punto que ya me pareció interesante, porque lo vuelven chileno a la fuerza, le cambian la patria. Él trabajó manejando la locomotora de Antofagasta a La Paz, de Arica a La Paz, y en ese trajín conoció a mi abuela en la parada de Viacha; ella era viuda y tenía un hijo en el cuartel
de Viacha. Ella y él tenían 35 años, se enamoraron y, como dice la canción, nació mi padre en un vagón de cristal, Germán Monroy Block. Mi abuelo nació en Bolivia y fue un chileno pobre, murió en 1925, siendo muy joven. Y mi abuelita, doble viuda, quedó con tres niños que criar, cosía día y noche bufandas, para venderlas en la parada de este tren. Eso narra mi última canción y tuvo un gran impacto en el concierto que dimos con Pancho Villa en Santiago. ¿Cómo compones? ¿La canción te la dicta un duende? La canción al abuelo Manuel –a quien olvidaron en mi familia porque, primero, era obrero pobre, y segundo, era chileno– es una historia de vida resumida en cuatro minutos y me costó bastante, pero eso es lo lindo, poder hablarte de mi última canción, porque un cantautor siempre quiere hablar de su última composición. Respecto a tu pregunta, me ha costado trabajo esa canción por las razones que te comento y porque trata de una vida ciertamente complicada. Esto me trajo insomnios, pues la historia me la contaron quince días antes de viajar a Santiago, y la música sospechosamente salió en una especie de chamamé, una cosa rarísima ya
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que realmente la canción tiene mucho de magia, de algo inconsciente, pero a la vez de trabajo. Yo suelo escribir las melodías de mis canciones, por ejemplo, estudio mi registro vocal, porque no soy un cantante, pero sí un contante, un cantautor que cuenta las historias, y sé mis limitaciones vocales, por lo tanto trato de pulir las melodías, ver qué pasa con lo que estoy tratando de plantear con los acordes y no perder esa pulsación que nos trae el folklore. No he dejado de tener esa pulsación de nuestra música popular. ¿Esa canción específica es un plan? ¿Soñaste que ibas a escribir sobre tu abuelo o te propusiste esa tarea? ¿Compones desde la melodía o desde la letra? En algunos casos es la música primero y en otros casos no, pero la mayor parte de las veces he compuesto el texto antes. Ahora, mientras escribo la letra empiezo a sentir la pulsación rítmica de la melodía y juntas me llevan a un género. Por ejemplo, tengo una canción que a mí me gusta, “La cabeza de Zepita”, dedicada a Margarita, una niña de 15 años, de la calle, de la zona de San Francisco, cuando estaba la cabeza del Mariscal de Zepita, una escultura de Ted Carrasco que el último gobierno municipal quitó y en cuyo alrededor vivían los jóvenes, niños y adolescentes de la calle que lustraban calzados, te hablo de los años 94 y 95. Margarita era una de esas niñas, aspiraba clefa y estaba embarazada, y su sonrisa en cámara lenta me llevó al glissando del trombón de la morenada, en la canción hay una pulsación del género de la morenada. Quiero llevarte a la raíz, ¿cómo recuerdas al pequeño Manuel aprendiendo a tocar la guitarra? Empecé tocando desde niño. Me regalaron una guitarra en mi cumpleaños, a los 7 años, en 1967; yo quería una bicicleta y mi madre apareció con una guitarrita que ahora tiene mi hija. En un año pude apren-
der a tocar la guitarra y en 1968 fue mi primer concierto de niño, que yo le llamo “Manuelito Cock”, porque él mismo decía que se llamaba así: Manuelito Cock. Cock empezó a tocar en el Club de La Paz con una orquesta de guitarras que tenía mi madre con 70 alumnas. Ahí interpreté “Capricho árabe” de Francisco Tárrega y unas zambas de mi abuelo, entre ellas, la “Zamba de Vargas”.
En este momento de mi vida no tengo ningún proyecto, solamente vivir el día a día, disfrutarlo O sea que pasaste del folklore a la escuela clásica. Sí, porque mi propia madre tuvo que adaptarse, ella era guitarrista clásica, fue alumna de Julio Salvador Sagreras y de Andrés Segovia, pero en Buenos Aires se enamoró de un boliviano revolucionario en el exilio, mi padre, y se vino a vivir acá; la concertista clásica se adaptó a la realidad boliviana. Debe haber sido de las primeras mujeres concertistas. Sí, fíjate que Segovia, quien le dio las clases máster en dos años, no la quería aceptar, porque en esa época, te hablo de 1946, no aprobaban alumnas mujeres. Para ella fue toda una lucha el poder ser guitarrista profesional. Pero el 52 estalla la Revolución, mi padre termina el exilio, se convierte en ministro y ella tuvo que acomodarse acá, de modo que combinó lo clásico con lo popular, y eso me lo pasó a mí. ¿Te formas en lo clásico y en lo popular a la vez –porque tu abuelo es un notable músico popular–? Sí, mi abuelo le dijo a mi madre: “No
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tienes que ser como yo, que ando ahí por las peñas, por los pueblos, tienes que ir a los grandes escenarios”. Y mi madre estudió guitarra clásica. ¿La viste en concierto? No, sin embargo toqué con ella; pero le agarro un cáncer cuando yo tenía cuatro años. Le agarro un cáncer en el seno y le empezó a paralizar la mano, y hemos tocado un par de años juntos. Pero en la época de sus conciertos con la Sinfónica de Buenos Aires estaba de novia con mi padre aún. Fue una gran guitarrista, aunque murió muy joven. Me dejó la guitarra en las manos y la escuela clásica. ¿Se conservan sus registros sonoros? No, es increíble. No tenemos nada registrado. Solo partituras. ¿Qué música escuchaban en tu casa? No se escuchaba música en mi casa, porque en el 64 fue el golpe y nos llegó la pobreza, no teníamos posibilidades de comprar discos y menos un equipo de música, los LP eran caros, por eso es que la música que yo escuchaba era la de las clases de guitarra de mi madre, la que enseñaba a sus alumnas. Recuerdo que alguna vez, en uno de los allanamientos de los paramilitares buscando a mi padre, se llevaron varias cosas, entre ellas unos discos, pero en verdad me crie escuchando las clases de guitarra y ayudando a mi madre, porque cuando se le empezó a paralizar el brazo a causa del cáncer, yo hacía su mano izquierda, y tocábamos Tárrega, repertorio clásico, zambas, taquiraris, chacareras. De las 70 alumnas, solo 20 estudiaban guitarra clásica, el resto querían cantar canciones; esa es la música que yo escuchaba. ¿Qué músicos y artistas bolivianos han influido en tu obra? Creo que Gilberto Rojas fue muy importante por los taquiraris y Simeón Roncal por las cuecas. Recuerdo “Huérfana Virginia”, cuando la tocábamos con el conjunto de
mi madre, una cueca de Roncal de principios del siglo XX. Igual interpretábamos “Tiquiminiqui”, “Viva Santa Cruz”, los taquiraris de Rojas, que son posteriores a los 40, y luego descubrí a Ernesto Cavour, quien me llamó muchísimo la atención la primera vez que lo escuché, porque era el juglar que contaba cuentos en las letras, narraba. Mucho después descubrí a Alfredo Domínguez, su guitarra. Porque cuando me fui a vivir a Japón en el 90, el empresario que me contrató me pedía que tocara 30 minutos de guitarra sola y 30 minutos de canciones latinoamericanas; así, en guitarra latinoamericana tocaba a Heitor Villa-Lobos, a Leo Brouwer, Antonio Lauro y fíjate que no tenía nada boliviano, de forma tal que descubro a Domínguez. La obra de Matilde Casazola, su cancionística, sus letras, me han sido muy significativas. Debo nombrarte además a Los Caminantes y Los Chaskas, y me gustaban esas cuecas que cantaba Carlos Palenque. Creo que esos son los músicos bolivianos que más he tocado. Siendo muy joven fuiste parte de un momento crucial de la cancionística boliviana, el Festival de la Canción Social. ¿Cómo es que se da en una época como aquella que te inclinas por lenguajes populares, cotidianos, alejados del discurso políticamente correcto? El lenguaje proviene de mi barrio, soy de un callejón de Sopocachi donde había un cine a la vuelta y yo cuida-
ba los autos de ahí, por lo tanto mis relaciones y amistades eran el boletero del cine, los maestros zapateros, la familia Coaquira –que era el zapatero–, los artesanos. Yo estaba con ellos todo el día, iba al colegio y al regresar convivía con ellos. Cuando perdí a mi madre, a los 13 años, mi padre estaba siendo perseguido, mis hermanos se casaron y me quedé prácticamente solo con la cholita Hilaria Chami, que es la que me sacó bachiller; fue mi madre adoptiva, de ella me viene el amor por lo aymara. ¿De dónde nace esa fusión sonora en tu música, la mezcla de géneros, ritmos? Pienso que de esa escuela de mi madre de pasar del taquirari a la cueca o a Tárrega. En mis primeras peresentaciones yo ya anunciaba lo plurinacional que tanto se habla ahora. En mi primer concierto en el Teatro Municipal estaban Donato Espinoza con el charango y el chelo de Willy Velarde fusionándose, yo intuía esa Bolivia diversa y extraordinaria, la que me ha dado la posibilidad de trabajar y tocar en numerosos escenarios. El pasado año cumpliste un sueño: “El Papirri sinfónico”. ¿Cómo fue esa experiencia? Todo el año pasado me atormentó la Orquesta Sinfónica Nacional. Ese trabajo fue una apuesta de su director, un joven Maestro que tiene un doctorado en Dirección, Weimar Arancibia, quien me propuso el proyecto y yo
le dije: “bueno, hagamos”. Tras esa decisión vino un proceso de cinco meses de labor y apareció un primer problema, los arreglos, porque hacer arreglos sinfónicos es un asunto muy delicado a la hora de abordar canciones como las mías. ¿Y qué ocurrió? Se me vino la idea de que diferentes arreglistas dieran su visión sobre mis canciones, y me metí en un problema mayor, porque hubiera sido más sencillo tal vez que haya habido un arreglista y no seis que dieran sus visiones. Fue una cosa muy atractiva y muy dura en cuanto al estudio de confrontación con algunos arreglistas, porque a veces ellos creían que eran los compositores y yo les decía que mi canción tenía tal o cual acorde. ¿Y ellos? “Yo quiero que suene así”. Al principio yo les escuchaba raro y, claro, esa cosa de no saber explicar al Director me llevó a estudiar para decir: “Mire el compás 43 está haciendo un acorde que no es”. Ese forcejeo duró varios meses y me trajo un desgaste, tuve que estudiar todas las partituras, imagínate que tienes 23 instrumentos a la vez, con 5 compases por página. Yo escuchaba y decía, por ejemplo, “aquel problema es del corno, que está haciendo un sonido que no corresponde”. Aquello me costó muchísimo. Y el segundo gran problema fue el montaje, porque los arreglos realmente estaban complicados, lo que requirió que los músicos de la Sinfónica tuvieran que estudiar demasiado; no era solo
Manuel
Manuelito Cock
Álvaro Montenegro, Manuel, Nico Suárez
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un acompañamiento, sino que había planteamientos sonoros. ¡Y todo ese lío para dos días de concierto! Pero… misión cumplida. Es cierto, cumplí, y sonó la orquesta con 56 músicos. ¿Te siente profeta en tu tierra? Sí. Inclusive en otros lugares, porque en mis últimos conciertos en Chile, Argentina y Colombia presenté mis canciones, no toqué cover para salir del paso, canté dos horas y me fue bien, quedé muy contento. Puedo decirte que por primera vez no fui profeta en mi propia tierra, claro, siento que es un poco tarde, pero me di el gusto. ¿Qué se te da más fácil, la creación de canciones o la escritura de crónicas? La canción es más difícil, es un género realmente complicado, porque tienes que hacer estrofas, o sea, se requiere un gran poder de síntesis. En cambio, en la crónica te puedes extender, me dan cuatro mil caracteres, lo que es un límite, pero no hay el asunto de la rima, las estrofas, lo melódico, me brinda muchísima más libertad de expresión. Es cierto que a veces me enfrento contra el papel y digo qué voy hacer, porque llevo 15 años escribiendo en los periódicos, sin parar. Pero, como te dije, las canciones son más difíciles de hacer. Lo importante es la calidad y no la cantidad de las canciones escritas, dicen los entendidos. Aproximadamente, ¿cuántas canciones has compuesto? He debido componer unas 400, de las cuales unas 50 he debido olvidar y otras se quedaron ahí. Unas 200 son firmes.
Foto: José Lazo
¿Qué estás leyendo ahora? En este momento he estado leyen-
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do simultáneamente El libro de arena de Jorge Luis Borges y el cuento La autopista del sur de Julio Cortázar. También estaba leyendo poesías que me regaló un amigo poeta que vino a visitarme, Benjamín Chávez, y mucha historia de música latinoamericana, porque entre junio y julio me invitaron a dar el módulo cuatro –en composición de canciones– de una maestría en producción musical de la Universidad Pública de El Alto y tuve que estudiar bastante, de modo tal que estaba leyendo al musicólogo argentino Carlos Vega y al musicólogo uruguayo Coriun Aharonian. Igual he estado releyendo La consagración de la primavera de Stravinski, ya que después de harto tiempo volví a retomar la lectura de partituras. ¿Y qué estás escuchando? Ahorita escuchaba a Jaime Roos, un cantautor uruguayo cuyo disco me traje de Montevideo. Además estaba con un disco que me regaló Panchito Villa. Igual he escuchado un poco de jazz, a Miles Davis, y a Luzmila Carpio. Un ch’enko, ¿no? ¿Tienes un libro de cabecera? Siempre me ha gustado Gabriel García Márquez. Me traje de Colombia una casita donde están sus 20 libros fundamentales. ¿Músicos que admiras? Después de un tiempo estoy volviendo a tocar a Brouwer, para superar una tendinitis. Me gustan Caetano Veloso y Chico Buarque, creo que son de mis preferidos. ¿Hay algún proyecto que nos pudieras adelantar? En este momento de mi vida no tengo ningún proyecto, solamente vivir el día a día, disfrutarlo. No tengo planificado conciertos ni viajes
Tengo tres rotundidades en la vida: ser antimperialista, stronguista y heterosexual
para el año próximo, creo que me voy a dar un año sabático. Finalmente, hace años se solía decir que “no hay revolución sin canción”. ¿Cuál es el rol del cantor en los procesos de cambio actuales? Hace 40 años que apoyo a la izquierda en Bolivia, en honor y memoria de mi padre, un gran luchador social. Siempre nos iba mal, desde la UDP, Izquierda Unida, Eje de Convergencia, y por fin lo estamos haciendo bien hace 13 años. Somos el país que puntea el crecimiento económico de la región hace seis años, se sacó a 2 millones de bolivianos de la pobreza, se eliminó el analfabetismo, es increíble todo lo que se hizo.
Es complicado tener compromiso en esta época, pero hay que cascarle. La mayoría de mis colegas cantautores están en el limbo. Otros históricos apoyan a Mesa. Yo sigo apoyando a Evo y a la Revolución boliviana. No es ningún pecado, ¿no? Me hubiera gustado ser un esteta y tocar Bach y Piazzola, pero la realidad boliviana y la memoria de mi padre me llevaron a tomar partido. Por eso digo que tengo tres rotundidades en la vida: ser antimperialista, stronguista y heterosexual.
Sumario Especial elecciones
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Nueva etapa de la conspiración imperialista en Bolivia
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Impostores disfrazados de demócratas
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¿Uruguay cambia de rumbo?
18 20
“Volvimos“
POR Eduardo Paz Rada
Por Esther Calderón
POR Alejo Brignole
POR Esteban Diotallevi
Elecciones en Colombia POR María Fernanda Barreto
América Latina
22
Chile: del ejemplo al colapso del neoliberalismo
26
Zibechi: “Las culturas de abajo son el cimiento del nuevo mundo”
por Rudy López
Javier Larraín Director Editorial
por Javier Larraín
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En Venezuela muchas cosas tienen que dejar de ser invisibles POR Manuel Azuaje Reverón
Mundo
40 años de canciones
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Arde Catalunya POR Raúl García
Género y diversidad
Autor: Manuel Monroy Chazarreta Categoría: Música Editorial: El Papirri, 2019 Páginas: 140
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Recorrido documental a través de fotografías, manuscritos y partituras de las cuatro décadas de creación artística de El Papirri.
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Expectativas del movimiento feminista y LGBTIQ+ de cara a la transición política en Argentina por Marielis Fuentes
Letra prometida Un viaje a Tinduf POR Jaume Domènech
Arte y cultura
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Marina, nuestra Frida... por Tamara Núñez del Prado
Deporte
45
Simone Biles: mucho más que la mejor de la historia POR LUIS BARRIL
Nos conoceremos
46 Plaza de las Tres Culturas POR CORREO DEL ALBA
Correo del Alba
Director Editorial: Javier Larraín | Editor: Rudy López | Redacción: Luisa López, María Fernanda Barreto | Corrector: Luis Barril | Colaboradores: Manuel Azuaje, Alejo Brignole, Esther Calderón, Ariana Campero, Esteban Diotallevi, Cris González, Nahir González, Patricia Guilarte, Sebastián López, Eduardo Paz Rada, Jaume Domènech | Diagramación: Josué Pérez Acha, José Lazo Quelca | Fotografías: ABI / AVN / Agencias | Dirección comercial: Luis R. Guilarte Aguilera Tel: +591 2-2782238 | Circulación y suscripciones: Yohania Arellano Tel: +591 2-2782238 | Contacto: correodlalba@gmail.com | Web: https://correodelalba.org | Redes sociales: Twitter: @laRevistaCorreo, Facebook: @laCorreo, Instagram: @laCorreo, YouTube: la Correo | Depósito legal: 4-3-20-18 | Impresión: Editorial del Estado
ESPECIAL ELECCIONES
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uando parecía que el proceso político electoral boliviano se orientaba hacia el fortalecimiento institucional de la democracia radical con el triunfo de Evo Morales en los comicios del 20 de octubre, apareció la cabeza conspirativa, en sus formas más conservadoras de racismo, odio y violencia a los indios y al pueblo, a través de las oligarquías regionales encabezadas por el Comité Cívico Cruceño y el candidato perdedor Carlos Mesa, ambos controlados por el imperialismo y su estrategia de frenar el proceso de liberación nacional y soberanía que se desarrolla en Bolivia en los últimos 14 años. El rostro del preparado golpe de Estado se desenmascaró dos días después de las elecciones, cuando el
presidente del Comité Cívico Cruceño, Luis Fernando Camacho, planteó públicamente posesionar a Carlos Mesa, de Comunidad Ciudadana (CC), como presidente de Bolivia y establecer su gobierno en Santa Cruz de la Sierra, desconociendo los resultados electorales. Su objetivo era inventar un “Guaidó boliviano” que fuera reconocido por EE.UU. y otros países, denunciando la existencia de un fraude electoral. A pesar del fracasado burdo intento inicial de Camacho, la táctica tuvo un cambio de orientación en el momento en que se reúnen varios dirigentes políticos neoliberales, como el propio Carlos Mesa y Samuel Doria Medina, dirigentes cívicos como Fernando Camacho y Marco Pumari del Comité Cívico Potosinista, y regionales como el gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas; y el de Tarija,
Adrián Oliva, quienes deciden formar la Coordinadora de Defensa de la Democracia (CDD) y convocan a la resistencia ciudadana, la misma que tuvo elevados grados de violencia, racismo e insultos contra la población popular de indios y cholas. Iniciativas oligárquico-imperialistas El argumento para justificar la trama conspirativa comenzó antes de las elecciones, cuando las encuestas daban una amplia ventaja a Evo Morales y la oposición y el Gobierno de Donald Trump denunciaban la existencia de un fraude. Con los resultados oficiales de la votación de casi 7 millones de personas que dieron el triunfo presidencial al Movimiento Al Socialismo (MAS) de Morales, con el 47.5% de votos, frente al 36.9% de votos de CC de Mesa, en primera vuelta, se dio paso a una campaña en
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medios de comunicación y en redes de internet, con bloqueos y marchas públicas, denunciando un fraude electoral y reclamando la realización de una segunda vuelta o balotage. A nivel interno, el periódico partidario de CC, con apariencia independiente, La Prensa, y la cadena internacional CNN, se convirtieron en las vías de difusión de mentiras noticiosas, rumores y medias verdades para crear un ambiente de incertidumbre sobre los resultados electorales y las acciones de violencia. La reacción internacional estuvo también presente: el Gobierno de EE.UU. y la mayoría de sus países aliados de la Organización de Estados Americanos (OEA), entre ellos Brasil, junto a la Unión Europea (UE), se pronunciaron por desconocer la victoria de Morales en la primera vuelta, en tanto que los Gobiernos de México, Venezuela, Cuba, China, Rusia y más de 90 países del Movimiento de No Alineados (Mnoal) reconocieron la victoria de Morales y el
MAS. El presidente electo de Argentina, Alberto Fernández, igual felicitó al ganador. Un tercer intento de cambiar la tendencia política y los resultados electorales se presentó con la demanda de realización de una auditoría técnica a cargo de la OEA, que tuvo una frondosa delegación como veedora de las elecciones. Esta demanda fue canalizada por el ministro de Relaciones Exteriores, Diego Pary, para realizar la mentada auditoría. Sin embargo, en un cambio radical de posición de Carlos Mesa, este rechazó la iniciativa de la OEA y planteó la anulación de todo el proceso democrático electoral, modificando su posición inicial y repitiendo los argumentos de Fernando Camacho. Enfrentamientos y correlación de fuerzas La razón de este cambio se debió a que Mesa, que ha tenido como acompañante vicepresidencial al cruce-
ño Gustavo Pedraza, se ha convertido en un prisionero de los sectores de la oligarquía agroindustrial y terrateniente del Oriente, representados por Camacho, puesto que gracias a la votación de Santa Cruz el candidato opositor pudo alcanzar un importante lugar en los comicios. Mesa ganó la votación en este departamento con el 48.85%, seguido por Morales con 34.76%, quedando muy rezagado el candidato oficial de la oligarquía cruceña, Óscar Ortiz, de Bolivia Dijo No (BDN), que solamente consiguió un 9.42% de apoyo. Esta movida política de la oposición estuvo acompañada de una movilización social mezclada entre grupos, familias, estudiantes y jóvenes de sectores medios y acomodados de las ciudades centrales de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz que manifestaban su disconformidad con el MAS y Evo Morales, con grupos de choque organizados para agredir con violencia a personas de apariencia étnica
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y vestimenta indígena o chola, como ocurrió en Santa Cruz, donde atacaron con armas de fuego a comerciantes que rechazaban los bloqueos, o en Cochabamba, donde grupos de motociclistas armados de palos golpearon a gente de los sectores campesinos. El diputado electo de CC y periodista, Edwin Herrera, anunció que los resultados electorales que daban el triunfo al MAS iban a generar una amplia protesta popular y llevarían a una guerra civil en Bolivia. Se recuerda que en 2008 se presentó una situación de guerra civil cuando las oligarquías del Oriente (Santa Cruz y Pando) se levantaron en armas contra el Gobierno, con bandas paramilitares que buscaban el federalismo y el separatismo, las que fueron derrotados por los movimientos campesinos, urbano-populares y colonizadores. Durante los primeros ocho días después de las elecciones, las fuerzas opositoras desarrollaron un amplio repertorio de acciones y movilizaciones denunciando el fraude, demandando la segunda vuelta electoral, identificando a Evo Morales como dictador o reclamando la anulación de las elecciones, frente a lo cual,
desde la segunda semana post-elecciones, los movimientos populares comenzaron una acción de respuesta, encabezados por la Central Obrera Boliviana (COB) y la Coordinadora Nacional por el Cambio (Conalcam). Dos proyectos históricos en disputa En la correlación de fuerzas sociales y política en las calles y las carreteras, las acciones masivas de mineros, campesinos, mujeres campesinas, cocaleros, vecinos, gremiales, transportistas, interculturales e indígenas de Oriente y Occidente consiguieron desplazar y someter a sus adversarios que, inclusive a través del la CDD, plantearon rodear y tomar la Casa del Pueblo en La Paz, donde funcionan las oficinas del presidente Evo Morales. El símbolo de esta disputa fue el ingreso al centro de la capital de los trabajadores mineros que, con la explosión de dinamitas, levantaron bloqueos y protestas opositoras e impusieron orden en la ciudad. Corresponde señalar que en el escrutinio general Morales tuvo en el departamento de La Paz una votación de 53.16% frente a 28.83% de Mesa, y en Cochabamba de 57.52% frente al 32.21% de su adversario. El
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MAS ganó en seis departamentos y CC en tres departamentos. Y la distribución legislativa da al MAS 21 senadores y a CC 15 senadores, en tanto que el MAS consigue 68 diputados, CC 50 diputados, Partido Demócrata Cristiano (PDC), la sorpresa del candidato ultraconservador de origen coreano Chi Hyun Chung, 8 diputados y BDN 4. La polarización política ha develado los alcances de las posiciones en pugna: por una parte la restauración del neoliberalismo, impulsado por las oligarquías locales junto a la alianza estratégica con EE.UU., que conspiran contra el Gobierno de Morales y su reelección, y por otra parte la imprescindible profundización del proceso nacional-popular y antiimperialista que deje de hacer concesiones a los poderes económicos internos y externos y desarrolle las fortalezas del poder popular en la economía y la política, con la democracia participativa y el control social, impulsando al mismo tiempo el proyecto de unidad e integración emancipadora de América Latina y el Caribe. Eduardo Paz Rada Sociólogo y docente de la UMSA
ESPECIAL ELECCIONES
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on el resultado de las Elecciones Generales del 20 de octubre en Bolivia emergió y se dio a conocer la verdadera cara de los impostores disfrazados de demócratas. Ellos no saben que su “lucha” por un ideal impuesto de “democracia”, obedece a intereses que superan el tamaño de su imaginación. Lo que sucede actualmente fue planificado años atrás y es provocado desde una estrategia geopolítica para convulsionar y desatar violencia y división en el país, dentro de un contexto similar en América Latina. ¿Cuál es el fin? Justificar la intervención extranjera.
Los “ciudadanos de a pie” que se movilizan incitando a la violencia y exacerbando el racismo, como si ese fuese el único camino hacia la “democracia”, creen que luchan por Bolivia, sin embargo, luchan para otros. No lo saben, pero lo hacen. Los impostores creen actuar desde sus convicciones personales, pero actúan a favor del poder hegemónico, que busca restaurar su control en nuestros países, así sea por la fuerza. Al impostor le es favorable construir un pensamiento provincial y neocolonial, por eso sus seguidores no comprenden la importancia geoestratégica de Bolivia en el mundo y no tienen idea de cuán impostergable es fortalecer la soberanía de nuestros pueblos para dejar
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de ser simples periferias y consolidarnos como actores de la economía mundial. No perciben que una posible restauración conservadora podría traducirse en el retorno a la pobreza y la exclusión. Mentalizados por su egoísmo, apuestan por el capitalismo porque creen que lo más importante es la “libertad económica individual”, aunque esta signifique empobrecer más al pobre y rendir tributo al 1% más rico del mundo, que los vuelve esclavos del capital transnacional. Hablan de Dios, pero nunca del Dios de los pobres, ni de las viudas, mucho menos de los huérfanos. Al contrario, se arrodillan ante el Diosdinero y le rinden culto todos los días.
Impostores
disfrazados de demócratas Quieren violencia, son emocionales y no razonan. Su mismo voto fue un acto puramente hormonal. ¿Cómo podría explicarse el amplio apoyo electoral al cómplice de la Masacre de Octubre de 2003, quien no tuvo la valentía de testificar en un juicio decisivo que habría traído justicia a decenas de familias de El Alto que perdieron a sus seres queridos? Hablan sin informarse y se niegan a buscar la verdad. Con todo, creen en memes, fotos, videos y mensajes reenviados de WhatsApp y los comparten como verdades absolutas, reafirmando los lugares comunes instalados por los medios de difusión y las redes digitales años atrás. Acto seguido, dicen que “luchan por Bolivia”. ¿Realmente luchan?
Los que incitan a la violencia tienen miedo al debate, pues ahí es donde pierden. No les interesa el diálogo, porque no conciben un país en el que se puede construir desde la conciliación. Hoy, usar la tricolor como capa de superhéroe y salir a las calles se ha convertido en una moda carente de contenido y de propuestas de país; una moda de frases hechas, consignas racistas y palabras soeces. Ciertamente, la violencia simbólica y los insultos jamás serán la respuesta. Violencia no es democracia. Democracia es respeto. ¿Qué debe hacer el Gobierno? Debe iniciar un proceso de autoreflexión profunda, abrirse al diálogo y ceder. En este momento es ineludible construir espacios de diálogo, paci-
ficación y respeto, camino necesario para evitar la violencia. ¿Cómo reaccionamos quienes buscamos la verdad? Si los impostores defienden su voto con violencia, defendamos nuestro voto con argumentos. Si ellos quieren imponerse por la razón o por la fuerza, nosotros hablemos respaldados por la fuerza de la razón. Si ellos insultan y agreden, respondamos con un llamado a la paz y al diálogo. Pues, cada quien da lo que tiene en su interior. Desbordados por la histeria, ellos creen que solo a través de la violencia se hace historia. Entonces, llegó el momento de cambiar la forma de hacer historia. Esther Calderón Politóloga, filósofa y escritora
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ESPECIAL ELECCIONES
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esde el 2005, año en que el Frente Amplio (FA) se hizo con la presidencia derrotando al Partido Colorado, en Uruguay gobierna la izquierda. Al entonces saliente (el conservador Jorge Batlle) le sucedió el médico y socialista Tabaré Vázquez, que logró romper el tradicional bipartidismo del mosaico uruguayo. Fue así que el pequeño y estable país rioplatense pasó a formar parte del ciclo virtuoso de la izquierda latinoamericana, que comenzara a darle forma Hugo Chávez en 1998. En Argentina ya gobernaba Néstor Kirchner; y a finales de ese mismo año 2005, Evo Morales ganaría sus primeras elecciones presidenciales en Bolivia. Le sucedería a Vázquez uno que se convertiría en un ícono progresista: José Pepe Mujica, que en 2015 volvería a ponerle la banda presidencial a Vázquez. Es decir, una seguidilla de tres gestiones progresistas –15 años de gobierno– en los que Uruguay vivió un crecimiento económico sostenido y una consolidación de los derechos sociales. Fue durante estos años en que el Estado ribereño se convirtió en el primer país latinoamericano en legalizar el cannabis para usos recreativos, y fue uno de los más proactivos en promover una reforma sanitaria nacional que diseñara la salud pública no como una oportunidad lucrativa, sino como un servicio
social desligado de cálculos economicistas. Como un derecho, en síntesis. Sin embargo, y tras una década y media de gobernanza sin sobresaltos, propia de un país que parece abominar de las fluctuaciones severas, en los comicios celebrados el pasado 27 de octubre el ciclo progresista uruguayo tiene cierto riesgo de escorar hacia la derecha. Con una victoria de apenas el 39.9% de los votos (contra el 29% de su rival, el derechista Luis Lacalle Pou), al FA no le alcanzó para ganar en primera vuelta y deberá ir al balotaje el próximo 24 de noviembre. Incluso ello podría no ser un problema si tomamos en cuenta el historial de triunfos en segunda vuelta que posee el FA, que se alzó con las respectivas presidencias en 2009 y 2014 mediante este trámite. Lacalle Pou tiene ahora el desafío de conformar un bloque que una al Partido Nacional con el Colorado (que tiene el 12.9%) y al ultraderechista Cabildo Abierto (más del 11%). Cabildo Abierto fue creado este año por el militar Guido Manini Ríos, excomandante en jefe del Ejército destituido por el presidente Tabaré Vázquez. Uno de cada diez uruguayos votó a los amantes de la esvástica, lo que marca la irrupción de la extrema derecha en la política uruguaya. Sin dudas, algo parece haber cambiado en el electorado local, infectado por esa toxina ambigua que tienta al cambio (y que sus países
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vecinos parecen haber probado con muy poca suerte y escasa felicidad en los años anteriores). Ni los desastres del macrismo argentino, ni la “primavera chilena” que visibilizó a una sociedad exhausta por los abusos corporativos, ni el caos brutal de Ecuador secuestrado por un Judas que entregó un país próspero a los designios de Washington, ha servido de brújula a los uruguayos para seguir en la senda progresista. O al menos parecen dubitativos hasta que dentro de un mes concurran a las urnas nuevamente. Si bien todos los estudios indican que Uruguay tiene las menores asimetrías sociales de América Latina y la clase media más extendida de la región, el precio que deben a esa homogeneidad es pagar todo tipo de impuestos y enfrentar gastos de combustible, comida o alojamiento análogos a los de Europa. A cambio, los uruguayos reciben servicios de salud razonables, una educación por encima de los índices latinoamericanos, estadísticas bajas en criminalidad y un marco de estabilidad que les permite proyectarse con mediana certeza. Eso obliga a sus políticos a moderarse y a enfundar discursos violentos o caer en la demagogia fácil. Algo que Jair Bolsonaro ejerce a la perfección en el vecino Brasil. Tal vez por esta idiosincrasia que no tolera demasiado las salidas de libreto, el vicepresidente en funciones, Raúl Sendic, debió renunciar
a su cargo el 31 de agosto pasado a causa del uso indebido –y excesivo– de tarjetas de crédito mientras estaba el frente de la deficitaria petrolera estatal Ancap. A ello se sumó que había mentido sobre su título universitario, supuestamente obtenido en la Universidad de La Habana, sobre una carrera en genética que en Cuba no existe. Hijo del histórico guerrillero tupamaro del que heredó su nombre, el caso de Sendic fue utilizado por los operadores mediáticos que despliega la embajada estadounidense en el escenario uruguayo. ¿El objetivo? Exacerbar un desencanto creciente con Tabaré Vázquez, quien a pesar de haber hecho un gobierno ordenado y eficiente en términos de gestión, ha perdido impulso reformista y los bríos inherentes que se esperan del progresismo latinoamericano. Pero para sus contrincantes del Partido Nacional tampoco resultó fácil el escrutinio popular. El aspirante a presidente, Luis Lacalle Pou, se enfrentó a un escándalo sexual en su entorno político cuando el público accedió a dos grabaciones con la voz del Intendente de Colonia de Sacramento, el integrante del Partido Blanco, Carlos Moreira. El primer audio mostraba cómo el dirigente ofrecía una pasantía en el ayuntamiento a cambio de favores sexuales. Una segunda grabación con su voz resultó una auténtica demostración de porno para ciegos. Sin imágenes, pero más obscena imposible.
El candidato del Partido Nacional que disputará la presidencia en el balotaje es un representante de los sectores más conservadores uruguayos. Egresado de colegios de élite y defensor de políticas de mercado de claro sesgo neoliberal y aperturista de la economía en el sentido más peligroso: privatizador y excluyente de las clases desfavorecidas. Lacalle Pou (hijo del expresidente Luis Alberto Lacalle 1990-1995) con sus 46 años y de aspecto yuppie, se presen-
ta como un modernizador opuesto a Daniel Martínez, el candidato del oficialismo que sucedería a Vázquez. Aunque tenga un discurso atractivo y bien empaquetado que ha hecho dudar a los uruguayos, Lacalle Pou intenta traer de nuevo a la política los viejos dogmas y rancias recetas que han hecho estallar al continente. Para muestra, basta Chile. Alejo Brignole Analista internacional y escritor
cambia de rumbo?
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ESPECIAL ELECCIONES
“ E
Volvimos
se es el grito de gloria de millones de argentinas y argentinos que salieron a las calles a festejar el retorno del peronismo al gobierno, el regreso de Cristina Fernández como protagonista del escenario político y, lo que es más importante, la recuperación de la “justicia social” como premisa fundacional del Partido Justicialista. El clásico cántico del peronismo: “Vamos a volver, a volver, a volver, vamos a volver...” (de ahí el gesto de los dedos en “V”, que no simboliza ni victoria, ni paz, sino el estandarte del pueblo con el que se proclamó el regreso de Juan Domingo Perón del exilio), desde el domingo 27 de octubre se convirtió en un rotundo: “Volvimos”. Sí, el peronismo regresará al poder cuando asuma la presidencia de la nación Alberto Fernández, el próximo 10 de diciembre; pero nada va ser lo mismo. El período virtuoso del kirchnerismo, también llamado en la Argentina “década ganada”, fue el de un progresismo que quiso construir la Patria Grande con la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que distribuyó la riqueza, que comenzó un proceso de reindustrialización del país, que apostó por la producción para generar trabajo, que invirtió en el desarrollo científico y tecnológico, en la educación y salud pública, ese proceso que inició Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2003 ya no será el mismo. “Volvimos”, sí, pero en el medio hubo un paréntesis neoliberal de
”
cuatro años, destructivo, que acabó con cada una de las conquistas del pueblo en su primer año de Gobierno y profundizó la debacle en los tres años restantes. Tarifazos, recesión, inflación, reducción del poder adquisitivo, pérdida del empleo, achicamiento del Estado en cada uno de los sectores fundamentales para la sociedad (donde un gobierno no puede fallar, ni faltar), reducción de aranceles en la importación, rebaja de retenciones a la exportación agropecuaria, incluso en algunos commodities claves la retención es de cero. Así, la situación Argentina está lejos de ser la ideal para retomar las políticas sociales llevadas adelante en la última presidencia de Cristina. Durante el segundo mandato de Cristina se promovieron cambios estructurales en la economía y sociedad, se construyó la idea de una América Latina unida, de relaciones internacionales no viciadas de neoliberalismo, también creció la conciencia de la importancia de la producción, el trabajo y el consumo interno, y se estaba a punto de concluir un proceso de desendeudamiento sin antecedentes en la historia reciente del país. Mientras que ahora una de las prioridades del presidente electo es la de frenar el hambre, la inflación, la devaluación del peso, la escalada del dólar y la fuga de divisas. Cristina igualmente planeaba una reforma judicial profunda, para democratizar la justicia, algo que hoy el gobierno electo del Frente de Todos no tiene en agenda en el corto o mediano plazo. Tampoco está entre las prioridades inmediatas recuperar la Ley de Medios, elogiada en todo
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el mundo y socavada por el macrismo, mucho menos se debate la vuelta de la “Ley Cerrojo” y de “deuda soberana”, que impedían al Estado endeudarse en el exterior o sobreendeudarse, como precisamente lo hizo Mauricio Macri. Ahora el tema es acabar con el hambre, luego, comenzar un lento proceso la recuperación de la producción, la industria, el trabajo, el ingreso y el consumo interno. Un largo trayecto para volver al camino del crecimiento, al de una Argentina más justa, a la senda de la redistribución del ingreso, donde no se repartan las migajas del neoliberalismo, sino las riquezas de un país productivo. El exministro de Economía y actual gobernador electo de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, en el acto donde se anunció el triunfo del peronismo, dio algunos indicadores sobre el distrito que le tocará gobernar en los próximos cuatro años, el más importante de la Argentina: “La desocupación en el 2015 estaba en el 5.8% y hoy está en el 10.6%. Los números de estos cuatro años muestran una caída de 9 puntos del nivel de actividad de la producción, del Producto Bruto Interno per cápita”. “Lo que tenemos hoy adelante, después de cuatro años del gobierno de Mauricio Macri y de María Eugenia Vidal, es de tierra arrasada”, señaló Kicillof, uno de los economistas fundamentales con los que cuenta el kirchnerismo, y sus palabras advierten un futuro que la Argentina ya comienza a transitar. Esteban Diotallevi Periodista
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ESPECIAL ELECCIONES
E
n Colombia hay una alegría generalizada por la derrota del uribismo en las pasadas elecciones del 27 de octubre, en las que se disputaron gobernaciones, alcaldías, asambleas departamentales, concejos municipales y juntas administradoras locales. Los resultados revelan el descalabro del partido de gobierno, Centro Democrático, en términos de poder real y votantes. Gobernaciones y alcaldías fueron ganadas sobre todo por un gran número de coaliciones, incluso en Antioquia, cuna y bastión de Álvaro Uribe. La doctrina que durante casi dos décadas dominara el escenario político colombiano, comenzó a mostrar su decadencia y eso no deja de ser importante para el país, ya que el uribismo representa el extremo más guerrerista de la derecha nativa, la oposición frontal a la búsqueda de una salida política negociada al conflicto social y armado, y es también el más beligerante enemigo de la soberanía venezolana en la región; dicho esto, queda claro que el resultado de los comicios merece
festejarse porque expresa el desprestigio popular del proyecto ultraderechista. Sin embargo, no se puede hacer un análisis superficial de una realidad política tan compleja como la colombiana. La recta final del uribismo comenzó en el año 2018, cuando al asumir la presidencia Iván Duque se dio inicio a una nueva etapa que, desde Washington, muy probablemente se pensaba sin Uribe. Pero el expresidente, con sus aires de patrón, no entendió o no quiso entender su propio momento político y, con su habitual soberbia, se mantuvo en el papel de genuino presidente, convirtiendo a su bisoño en un “hazmereír”. Elevando cada vez más el autoritarismo de su discurso y conservando la violencia de sus acciones, Uribe se convirtió en el primer exmandatario colombiano en ser llamado a rendir indagatoria ante la Corte Suprema de Justicia. Un año de desaciertos políticos, asesinato de testigos, genocidio de líderes y lideresas, sabotaje a los acuerdos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), retiro de la mesa de diálogo con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), y el debilitamiento
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sostenido de la figura presidencial, convirtieron al uribismo en una caricatura de sí mismo. Sin obviar las debilidades del sistema electoral colombiano, algunas otras cosas interesantes sucedieron en este proceso. Con un progresismo que no puede calificarse como de izquierda, la Alianza Verde fue el partido que más creció y se alzó con la importantísima alcaldía de Bogotá, además de Cali. El triunfo de la primera mujer electa como alcaldesa en la capital, Claudia López, ha representado igualmente el avance en políticas de inclusión de la comunidad de lesbianas, gays, b isexuales y transgénero (LGBT), que incluyó a una mujer trans que ahora ocupará el cargo de edilesa de Cali y diez personas más que ostentarán cargos similares. A esto habría que sumar el surgimiento del Movimiento Político de Mujeres “Estamos Listas”, quienes lograron una concejalía en Medellín, así como otras victorias locales que no alcanzaremos a enumerar. Pero el hecho de que López tenga una imagen de mujer honesta y enemiga de la parapolítica ha despertado muchas expectativas de que su gestión rompa con las anteriores; su
Elecciones en
Colombia El rey ha muerto, viva el rey
afán por diferenciarse de la izquierda colombiana y su expresa insistencia en calificar al presidente venezolano como un dictador a la par que manifiesta su respeto y aprecio por Duque, deberían moderar las expectativas. Por otro lado, Colombia Humana no hizo gala del acumulado que se esperaba tras las pasadas elecciones presidenciales y el partido FARC fue francamente derrotado, por múltiples factores que ameritan otro análisis. El sonado y contundente triunfo del excombatiente Julián Conrado en la Alcaldía de Turbaco, se logró sin el apoyo de este partido. En medio del asesinato de candidatos y candidatas, los resultados de las elecciones esconden otra realidad. Las coaliciones triunfantes que aparecen como una alternativa a los partidos tradicionales son mayoritariamente alianzas lideradas por el partido del expresidente Juan Manuel Santos, partido de la U, Cambio Radical, Partido Conservador y el Liberal, es decir, los mismos de siempre. La derecha colombiana solo cambió de proyecto para salvar el sistema. Se libera de Uribe, al que probablemente saque del juego con una pena corta por manipulación de testigos, y no con la que merece por masacres y falsos positivos. Mientras, el negocio de la guerra y el narcotráfico continuarán su marcha, sobreviviendo gracias a la alternancia en el poder de quienes nunca harán nada por enfrentarlos, porque lucran y tributan a ellos. La lucha por una alternativa real para Colombia aún continúa. María Fernanda Barreto Analista internacional
L
Democracia acomodada
os de la clase alta cómoda y la clase media acomodada, con mucha soltura se autonombran defensores de la democracia y tildan de “dictadura” a nuestro Gobierno, elegido por cuarta vez en las urnas. Refresquemos la memoria: su líder, Carlos Mesa, de corte neoliberal y actitud cobarde, con amplio léxico de consigna, pero nulo en verdades, tiene un pasado político que estableció nefastas alianzas, por ejemplo, con Samuel Doria Medina, quien regaló nuestras empresas públicas, o Tuto Quiroga, vicepresidente del dictador asesino Banzer. Mesa fue vicepresidente del Goni durante la Masacre de Octubre; ambos no ganaron las elecciones con el 51%, en su lugar, hicieron coalición entre los partidos de derecha para poder gobernar con la llamada “democracia pactada”. Sin ir tan lejos, el opositor Ortiz, en plena campaña, denunció que Mesa, el año 2002, condicionó a Goni su candidatura a vicepresidente a cambio de 1.2 millones de dólares. El personaje cuestionado solo respondió: “es guerra sucia”. ¿Con qué cara invocan la democracia? Las movilizaciones que convocó la oposición son racistas, xenófobas y violentas, demostrando que cuando los viejos politiqueros se asoman, el odio clasista sale a relucir pateando y pegando con palos a collas, indígenas, campesinos y obreros, es decir, a la clase popular de Bolivia. Según sus intereses acomodan el término “democracia”, cuando su historia los delata como la más rancia sobra neoliberal, que con poca sangre en la cara buscan desconocer la voluntad del soberano y enraizar su colonial conducta perversa. Aquellos que se amoldaron a la clase media, gracias a la fortaleza de nuestra economía, y hoy se encuentran al otro lado de la historia, solo les recuerdo que todos los bolivianos tenemos sangre indígena y si mañana retorna el “español de pedigrí” a gobernar, volverán a decirnos “indios igualados”, como en los 90. Orgullosa de mi identidad, promocionaré el triunfo electoral de Evo y defenderé pacíficamente la real democracia popular, la de los humildes. Ariana Campero Nava Embajadora de Bolivia en Cuba
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AMÉRICA LATINA
Chile:
A
l momento de escribir estas líneas, en Santiago recia un toque de queda, el silencio de las calles solo se interrumpe por los sonidos de las cacerolas que resuenan furiosas y las notas de la canción “El derecho de vivir en paz” de Víctor Jara, la que se ha vuelto todo un himno en estas jornadas, junto a “El pueblo unido jamás será vencido”.
del ejemplo al colapso del neoliberalismo
De día se vive una mezcla casi irreal de sentimientos y emociones; alegría, enojo, tristeza, llanto, confusión, pero sobre todo rabia, una rabia contenida por años. De noche reina el miedo, la incertidumbre de preguntarse: ¿quién caerá esta noche? ¿Cuántos más serán para mañana? Y en todo momento surge también la pregunta, ya en boca y mente de todos, ¿cómo llegamos a esto? ¿Por qué el pueblo de Chile despertó tan súbitamente? ¿Por qué el Gobierno reaccionó tan agresivamente?
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Cuando el modelo neoliberal se implementó en Chile en 1975, en plena dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet, padeció problemas que vimos en varios países, entre ellos Argentina o Bolivia. La crisis económica que devino a partir de su imposición fue de las más graves en la historia del país –porque el supuesto éxito económico de Pinochet es una mentira comprobada–, la que se tradujo en protestas generalizadas a lo largo y ancho de Chile. La diferen-
cia con parte de los países vecinos es que el neoliberalismo se impuso con un gobierno autoritario que reprimía fuertemente cualquier intento de manifestación en contra. Esto permitió que el neoliberalismo se aplicara en su totalidad, sin matices. Terminada la dictadura, los gobiernos que le sucedieron, de la coalición llamada Concertación, administraron aquel sistema y fue cuando la imagen del país comenzó a cambiar. Ingresaba mayor inversión extranjera, crecía la economía, había mayor cantidad de estudiantes en la educación superior, la pobreza se redujo considerablemente. A todas luces, Chile se convertía en el ejemplo de que el neoliberalismo era el camino correcto. Nadie puede negar el acelerado crecimiento, y no solo en cuanto a las cifras del Producto Interno Bruto (PIB), sino en temas de accesibilidad a numerosos servicios. El problema es que todo resultó ser una fachada. Efectivamente existe la posibilidad de un mayor acceso a salud y todos los chilenos y chilenas están en un sistema de salud (privado o estatal). No obstante, ese ingreso no sirve de nada si los fondos del sistema público subsidian al privado (gran parte de las clínicas privadas son financiadas con fondos públicos). Tampoco si, como ocurre actualmente, existe una crisis sanitaria por falta de medicamentos (el Colegio Médico ha hecho dos llamados a paro en el último tiempo a causa de esto). Igual sirve de poco si las listas de espera son interminables y muchas veces las personas son llamadas a tratamiento o trasplante cuando ya fallecieron (más de 10 mil muertes se contabilizaron el año pasado). Sí, hay acceso a salud, el problema es si logras recibirla o no, ya que el sistema público es precario en comparación con el privado, donde puedes acceder a una atención inmediata, pero a costa de pagar el doble o el triple. Ya se ve el principal problema entonces: la desigualdad. La educación primaria y secundaria es obligatoria desde 1920, pero
la superior, como en todas partes, ha sido un segmento privilegiado. No todos logran acceder a la universidad. Tenemos una tasa alta de alumnos inscritos en esta, eso es innegable, el tema de nuevo es la fachada. No cualquiera logra matricular en la Universidad de Chile u otra “tradicional” (llamadas así a las que otrora fueron estatales o privadas, pero con mayor trayectoria, como la Universidad Católica o la Universidad de Concepción), por lo cual queda ingresar a casas de estudio privadas, algunas con excelencia académica, pero altos costos arancelarios, y otras con baja relevancia académica, pero bajos costos. La distinción entre universidad pública y privada aún persiste. Las primeras reciben cierta cantidad de dinero proveniente del Estado, aunque insuficiente (Chile invierte el 4% del PIB en educación, contrastando con el 7% recomendado por Naciones Unidas) por lo que también exigen aranceles (la carrera de medicina en la Universidad de Chile cuesta 8365 dólares anuales, solo como ejemplo). Aún quedan temas en materia de educación en el tintero, lo mismo en salud, el acceso al agua, vivienda, desarrollo urbano, pensiones, endeudamiento, entre otros, pero volvemos a ver una palabra entre todo esto: desigualdad. Chile es el país más desigual de la región latinoamericana y de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Solo el 1% de la población ostenta el 26.5% de la riqueza generada en todo el país, mientras que el 50% de los hogares de menores ingresos concentra solo el 2.1% de la misma. La teoría de la cascada, de que todos recibiríamos los beneficios del sistema, obviamente no funcionó. Vivimos con inequidades hasta para habitar en un departamento (hay un cúmulo de estudios de vivienda y urbanismo que critican el sistema neoliberal).
Con todo, era de esperar que un estallido se produjera en algún momento, sin que nadie supiera cuándo. Finalmente surgió en octubre, con el alza de 30 pesos al pasaje de Metro de Santiago. Comenzando con evasiones masivas por parte de estudiantes secundarios, las cuales fueron apoyadas por el resto de la población. Metro respondió cerrando estaciones (como un castigo a los ciudadanos por evadir), lo que generó protestas generalizadas en varias estaciones y culminó en el cierre total del sistema el día 18 de octubre, con reclamos en la ciudad de Santiago. Esa misma noche, el presidente Sebastián Piñera decretó Estado de Emergencia y seguidamente declaró la guerra al país y las protestas se intensificaron durante ese fin de semana (al día siguiente empezó a regir el toque de queda). Pero ya no era solo Santiago, también se sumaron a la protesta importantes ciudades, como Concepción, Valparaíso, Punta Arenas, Iquique, San Antonio, todo Chile salía a las calles. Se hizo evidente que no se trataba ya de los 30 pesos, sino de 30 años de injusticia y desigualdad. El Gobierno optó por la mano dura, porque Chile es el ejemplo del modelo regional y no puede caer. Como bien apuntó Atilio Boron, el derrumbe del modelo acá significa la muerte total de este, con Chile como su tumba. Muchas voces hablan de posibles soluciones a todas las demandas que han emanado a lo largo de estos días, pero la que más resuena es la de redactar una nueva Constitución que sustituya la de Pinochet, vista como el origen de todos los problemas de desigualdad. Al cierre de esta edición, el 30 de octubre, el pueblo chileno sigue en las calles, en todo el país, luchando por un mejor mañana, con la dignidad y la esperanza intactas. Rudy López Cientista político
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AMÉRICA LATINA
Principales demandas de la protesta social
en Chile
Salud | asegurar el acceso y atención, reducir el costo de fármacos, además de mejorar los recintos hospitalarios y asegurar los insumos (actualmente hay una crisis sanitaria).
Pensiones | sustituir el sistema de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), que mantiene la brecha de desigualdad, no asegura el pago hasta el día de la muerte y entrega pensiones por debajo del costo de vida (en promedio, las y los jubilados reciben menos de 250 mil pesos, llegando incluso a los 9 mil pesos de pensión, es decir, 340 dólares y 12 dólares respectivamente).
Fin de la privatización de aguas | Chile es el único país del mundo que mantiene privatizada el agua. Esto genera mayores costos y desigualdad en su acceso. En zonas del norte llevan meses con sequías, hallándose pequeños pueblos sin agua y grandes empresas agroexportadoras concentrando el recurso.
Educación | que sea pública, gratuita y de calidad.
Aumento de los salarios | actualmente, el salario mínimo no logra cubrir todos los gastos de una familia promedio, lo que obliga a estas a endeudarse –mediante créditos– exageradamente para poder sobrevivir.
Temas laborales | mejorar el Código del Trabajo, debido a la existencia de trabajo precarizado, subcontratado, sin contratos ni seguros, entre una gama de otros problemas relacionados.
Asamblea Constituyente | la raíz de todos los problemas de Chile se origina en la Carta Magna que los rige y los ha condenado a una desigualdad por décadas.
AMÉRICA LATINA
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Zibechi
“Las culturas de abajo son el cimiento del nuevo mundo”
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aúl Zibechi es un escritor, periodista, investigador y militante uruguayo. Por décadas ha recorrido decenas de países para conocer de primera mano y participar de todo tipo de experiencias populares de base, territoriales, siendo una de las voces más autorizadas del continente americano a la hora de hablar de “poder popular”. Autor de más de una decena de libros, entre los que destacan Dispersar el poder. Los movimientos como poderes antiestatales y Cambiar el mundo desde arriba. Los límites del progresismo, en un gesto generoso respondió atentamente cada una de las inquietudes de Correo del Alba. Usted ha hablado con frecuencia de los que pertenecen al “mundo que crece en silencio”, ¿quiénes son y cuál es su importancia? Abajo, en el subsuelo de nuestras sociedades, los mundos indígenas, afros y populares se están moviendo mucho más de lo que pensamos o de lo que se siente en los escenarios de arriba. Hay miles de acueductos comunitarios en Colombia y en todo el continente, millones de hectáreas recuperadas donde funcionan los asentamientos del Movimiento Sin Tierra (MST) y nuevos palenques y
comunidades, y un sinnúmero de iniciativas que suelen pasar desapercibidas para los medios y los políticos de arriba, pero que sin ellas no habría ni izquierda ni progresismo, como antes no pudo haber izquierda sin un sólido movimiento obrero. El tema central es cómo esos procesos van poniendo límites a la reproducción del capitalismo, a escala micro primero, y luego a escalas mayores. Mi impresión es que si no logramos núcleos no capitalistas en esos espacios, no habrá transición hacia una nueva sociedad, que puede llevar el nombre de socialismo o el que queramos, pero que ya no será capitalismo. En el MST, por ejemplo, tienen un debate muy interesante sobre el uso o no uso de agrotóxicos, porque si toman ese camino están reproduciendo el sistema que combaten. Lo mismo diría respecto al patriarcado, al racismo y a todas las manifestaciones opresivas vinculadas al capitalismo. En este momento creo que los pueblos originarios son los que están más pendientes de este debate, aunque no son los únicos, claramente. ¿Qué elementos mínimos debe tener un proyecto anticapitalista y emancipador? El núcleo de la lucha anticapitalista es la organización del pueblo y la construcción de poderes popula-
res. Como decía antes, esto empieza abajo y en los espacios pequeños, como señalaba Lenin respecto a los “sábados comunistas”, que para él eran lo nuevo en la Unión Soviética. Un primer elemento es el poder, quién manda. Sin poder del pueblo, de la clase trabajadora, de los pueblos negros y originarios, de las mujeres y de todos y todas las oprimidas, no podemos hablar de anticapitalismo. El poder es algo central. Y construir ese poder no puede esperar al día de la toma de la Bastilla o del Palacio de Invierno. En Rusia los primeros órganos de poder obrero se crearon doce años antes de la conquista del poder y en China dos décadas antes ya había zonas rojas donde mandaban los campesinos. Una segunda cuestión es la recuperación de los medios de producción, la tierra, las fábricas, los bancos. Fíjate que ahora los movimientos lo están haciendo mucho antes de tener el poder. El MST ya tiene 25 millones de hectáreas con 5 mil asentamientos, 1.500 escuelas y 2 millones de personas en espacios que hacen la reforma agraria desde abajo e intentan vivir de modo lo menos capitalista posible. Aquí hay otra enseñanza: no se corta con el capitalismo de golpe ni por decreto, sino en un largo proceso en el cual los pueblos ensayan y se equivocan, y vuelven a hacer, y así indefinidamente.
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Sin poder del pueblo, de la clase trabajadora, de los pueblos negros y originarios, de las mujeres y de todos y todas las oprimidas, no podemos hablar de anticapitalismo
Por décadas, parte de la militancia izquierdista regional se ha dividido en torno a la naturaleza de la revolución así como a las estrategias de poder. Hay quienes dicen “tomar atajo” para controlar el Estado y quienes renuncian a ello e invierten sus energías en la construcción territorial y de base, ¿son antagónicas estas dos formas de concebir y hacer política? Creo que sin poderes populares es imposible avanzar en alguna dirección emancipatoria. Lo fundamental es construir abajo, con la mayor solidez posible, y luego, si hay viento a favor (un gobierno popular que nos apoye), podemos avanzar más rápido. Pero la clave está abajo. El problema de Venezuela es que cuando Chávez llega al gobierno se encuentra con un movimiento popular casi inexistente, en particular en lo territorial, que es un punto clave. Entonces no tiene otra que crear organizaciones populares desde arriba, los comités de tierra urbana, del agua, y después las comunas, todas creaciones por decreto del Ejecutivo. No está mal, pero es un límite que no es fácil superar. Además, si se cambia el sistema desde arriba, el abajo depende de cómo camine el arriba y el día que ese arriba se desvíe o se neutralice, todo el proceso empieza a hacer agua. En paralelo, diría que si no hay una cultura popular u obrera autónoma, capaz de tomar iniciativas por sí misma (como fueron los soviets, que no los creó el partido), no hay posibilidad de superar el capitalismo. Por eso creo que una tarea central es educativa, de formación, en el sentido de recuperar esa cultura de abajo que el capitalismo consumista ligado al Estado Benefactor ha dinamitado. ¿Por qué proyectos enraizados en movimientos sociales han logrado –con distinto éxito– enfrentar el neoliberalismo pero no enrumbarse en dirección a una propuesta abiertamente anticapitalista? Ese no es un problema exclusivo de una corriente o de un país, sino del conjunto del movimiento anticapitalista mundial desde hace un siglo, cuando la Revolución rusa, pero que lo percibimos con toda su claridad recién con la caída de la URSS. Siempre fue más fácil ganar el poder o derrotar a la burguesía a escala local que avanzar hacia una sociedad mejor. Poco antes de su muerte, en el último congreso del partido en que participó, Lenin habló con enorme pesimismo sobre la incapacidad de los revolucionarios de gestionar el Estado y las empresas estatales mejor que la burguesía. Llegó a la conclusión de que los que realmente dirigían el país eran los burgueses, que supuestamente habían sido derrotados cinco años atrás. Esto es dramático, porque para poder dirigir las empresas, el Estado y su Ejército, los bolcheviques tuvieron que meter en esos lugares a los profesionales burgueses que habían desplazado del poder. Caminar hacia una nueva sociedad no capitalista es algo que se ha conseguido pero en períodos muy cortos, unos años en Rusia, mientras funcionaron los soviets, y así en todas partes. Este es un debate muy profundo que, y esto da enorme pena, no se está haciendo, porque le damos más importancia
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a las elecciones o las cuestiones de coyuntura. El último que planteó esto fue el Che en Cuba, cuando debatía si en el socialismo funcionaba la ley del valor y cuando hablaba de los impulsos morales para sustituir los económicos como clave de la economía. Ahora esto es un desierto teórico. ¿Hacia dónde debiera la izquierda conducir los debates referidos al desarrollo, el extractivismo, el medioambiente y los derechos sociales y humanos? No confundir lo urgente con lo importante y aceptar que el socialismo no es más desarrollo sino, seguramente, menos desarrollo, o algo diferente al desarrollo que ahora llamamos Buen Vivir, pero que no es tener más. Puedo aceptar que me digan que el extractivismo es necesario durante un tiempo para crear las condiciones de otra cosa, pero no puedo aceptar, como dijo Mujica, que “hay que hacerle un monumento a la soja” porque nos da muchos ingresos. Eso es un disparate. Si uno acepta la soja o la minería para tener un impulso, como se planteó en un tiempo en Bolivia, debe hacer planes concretos para encaminar la producción en otra dirección. Pero las urgencias nos comen y todo el empeño empieza a ser cómo seguir en el poder y lo demás se va postergando hasta que la nueva coyuntura te come. Debo decir que el caso de la industrialización del litio es muy aleccionador en cuanto a las enormes dificultades para que el Estado se haga cargo, porque las tecnologías las dominan las multinacionales y ellas ponen sus condiciones. Solo China ha logrado parcialmente superar este bloqueo, pero no para hacerlo en un sentido emancipatorio, sino para tener sus propias multinacionales que imponen condiciones similares. No es fácil salir del sistema por arriba, ni a escala de nación.
lista es necesaria y es posible, pero con algunas condiciones. No será el fruto de un proceso gradual de acumulación de fuerzas y de cambios, sino consecuencia de un colapso del capitalismo. Así como Roma colapsó por sus líos internos, en la Edad Media el feudalismo colapsó con la peste negra (13481352 aproximadamente), y se crearon las condiciones para algo distinto que despues supimos era el capitalismo. Abdullah Öchalan sostiene que siempre hubo capitalismo, o sea relaciones sociales capitalistas, pero que estaban acotadas y controladas por instancias como la Iglesia y las comunidades. No sé, pero es una explicación plausible. Debemos admitir que desconocemos cómo se sale del capitalismo, pero aceptando dos condiciones previas: un colapso similar al que fue la peste negra, que ya se anuncia con la crisis climática y las crisis sanitarias, sumadas a la crisis geopolítica y del capitalismo, y la crisis civilizatoria. No digo que el colapso sea inminente ni inevitable, pero no podemos salir del capitalismo sin superar, como mínimo, el consumismo, que es una de las cadenas más fuertes que nos atan al sistema y además “voluntariamente”. Pasolini decía que el consumismo era una mutación sistémica, y eso no se supera en cinco años de gobierno de izquierda, sino en todo un período histórico de crisis y cambios. La segunda condición es que cuando exista un colapso del capitalismo haya una masa crítica de espacios e iniciativas de abajo capaces de convertirse en un sentido común para la reconstrucción de la vida. Ya hay 400 fábricas recuperadas en Argentina, lo que me parece impresionante. Por eso creo que es central trabajar abajo. Debo decir que con este “programa” no vas a conseguir más que cuatro votos, o cuatro apoyos, y este es uno de nuestros dramas actuales como izquierda.
En términos teóricos, ¿es viable la construcción de una sociedad más justa y liberadora reproduciendo el modo de producción capitalista? Creo que esa sociedad mejor a la capita-
¿Cuál es el peso de lo subjetivo en la construcción política y en la creación de una sociedad sin explotadores ni explotados? Es fundamental. Cuando decimos lo
subjetivo, debemos articularlo como una serie de ideas, creencias y sentimientos no capitalistas, formas de vivir y culturas alternativas al sistema. Es lo que te señalaba cuando hablaba de la cultura obrera y si te fijás todo el empeño del sistema en el último siglo fue aniquilar esta cultura, cerrar los espacios como las tabernas, donde esa cultura se reproducía, convertir las comunidades indígenas en algo neutro, como intentó hacer la Revolución del 52 con los sindicatos agrarios, que debían en el proyecto modernizador suplantar a las comunidades. Las culturas de abajo son el cimiento del nuevo mundo y sin esos cimientos no podemos construir un mundo no capitalista. Finalmente, ¿cómo nos desalienamos y descolonizamos? (Ríe) ¡Vaya pregunta! Paulo Freire trabajó en esa dirección, y Augusto Boal, por mencionar personajes vinculados a la izquierda. Bolivia es uno de los centros históricos de este proceso de descolonización, con una pieza inicial como el Manifiesto de Tiwanaku, que sigue siendo un referente importante. La desalienación puede o no ir de la mano de la descolonización. Silvia Rivera lo ha trabajado anudado, cuando formula su concepto de “desalienaciones colectivas”, en el proceso de investigación que llevó el Taller de Historia Oral Andina. En esa dirección, diría que la creación colectiva es un punto central de la desalienación y hoy quienes están a la cabeza de estos procesos son los movimientos feministas en todo el mundo.
Javier Larraín Director Editorial
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AMร RICA LATINA
Autoconstrucciรณn y poder popular en el Campamento de Pioneros 22 de Enero
En Venezuela muchas cosas tienen que dejar de ser invisibles
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D
e la lucha contra el neoliberalismo a la política de Estado En el sur del Municipio Chacao, en una zona que concentra en la misma proporción centros comerciales, parque industrial y edificios residenciales de lujo, se levanta un muro donde el retrato de Hugo Chávez llama la atención, sobre todo porque a poca distancia de ahí se han concentrado las principales acciones violentas contra el chavismo casi desde su origen. Detrás de ese muro está el Campamento de Pioneros 22 de enero, denominado así por el día que los pobladores organizados del municipio decidieron tomar un club abandonado de la Corporación Eléctrica Nacional. Dentro de la Sala situacional Bolívar-Chávez espero a Juan Carlos e Iraida, quienes pertenecen al campamento y al movimiento de pobladores. Hombres y mujeres entran y salen del espacio ataviados de acuerdo a la tarea. Suenan algunos teléfonos e Iraida Morocoima me saluda, “aquí estamos trabajando”, me dice mientras atiende varias solicitudes a la vez. Al poco rato, Juan Carlos Rodríguez se incorpora. En ese lugar conversaremos casi dos horas. En este terreno se construyen 300 viviendas y viven transitoriamente 50 familias, buena parte de las cuales permanecerán aquí una vez terminadas. Juan Carlos e Iraida narran los inicios de la organización que se remonta a la lucha contra el latifundio urbano y los movimientos contra el neoliberalismo en los años 80. Las Asambleas de Barrio fueron la semilla de lo que Chávez, en 2002, va a plantear como los Comités de Tierra Urbana (CTU). En aquel momento “esto vino a ser un reconocimiento histórico de la lucha, se empieza a reconocer la tierra que la gente creía que era puro monte”. En 2004 aparece el movimiento de pobladores, que buscaba “la democratización de la ciudad y la transformación urbana,
para lo cual se juntaron todas las organizaciones que venían de los comités de tierra y se incorporaron luchas como la de los inquilinos y las trabajadoras residenciales”. Los CTU se planteaban ubicar terrenos con la premisa de que “un barrio pare otro barrio” aunque “en condiciones distintas, con acceso al suelo, con recursos, con asistencia técnica”, apunta Juan Carlos. El movimiento social, que ya venía luchando contra unas políticas antipopulares, encuentra en el Gobierno de Chávez un aliado que permite la articulación hacia algo más grande, pasando de lo reivindicativo a la construcción de otra forma de poder. Por eso Iraida comenta que “a raíz del encuentro entre Chávez y el movimiento popular comenzamos a disputar terrenos reales en la ciudad, porque en la ciudad los lomitos no se peleaban y empezamos a plantearnos cómo íbamos a construir una política”.
En Venezue la existen 23 campamentos de pioneros que agrupan a 2 mil 80 0 familias.
“Nuestra meta era encontrarnos con Chávez”, dice Iraida, para explicar la relación con las instituciones del poder heredado y liderazgos políticos dentro de las instituciones. El vínculo entre los movimientos sociales y el Gobierno bolivariano estuvo definido por la necesidad de acabar con los intermediarios, era Chávez y el pueblo en una interlocución permanente y directa, por eso la estrategia pasaba por encontrarse con él, sabiendo que así podrían dar un salto hacia adelante. “Cuando lo logramos, una de las cosas que Chávez nos pidió fue que no perdié-
ramos nuestra autonomía” y hoy sigue siendo una tarea clave. Juan Carlos precisa que “para nosotros esa autonomía no es autárquica, es una autonomía en la definición de políticas y en nuestra agenda de lucha, siempre dentro del horizonte político que marcó el comandante Chávez, que sigue siendo el Estado Comunal, más allá de cualquier corriente”. En la actualidad es política de Estado lo que anteriormente era criminalizado: la localización de terrenos vacíos y la construcción de viviendas para el pueblo donde antes estaba reservado para unos privilegiados. A pesar de todo eso, siguen conviviendo tendencias frente a las cuales hay que mantener levantadas las banderas, ya que “el movimiento popular venezolano ha tenido mucha astucia, porque no es fácil luchar cuando tu enemigo también está dentro y no se identifica fácilmente”, advierte Iraida. Autogestión y alternativa sostenible al capitalismo Afuera del edificio se concentran grupos que colaboran para culminar la construcción de los mismos. Todos y todas construyen juntos. Mientras unos preparan el cemento, otros organizan los turnos de trabajo y llevan la cuenta de las horas. El trabajo no culmina cuando las viviendas estén listas. La construcción de una nueva sociedad no para cuando se satisface la necesidad inmediata. El poder popular es la articulación y concreción de prácticas colectivas. Por ello Juan Carlos considera que, visto históricamente, “este crecimiento de la organización popular se da porque hay unas condiciones favorables y es la existencia de Chávez, que recupera todas las banderas de luchas populares, pero este movimiento no surge de una institución, es una iniciativa popular y así se ha mantenido”. Caminamos hacia una de las torres más avanzadas. Dentro de los apartamentos las cuadrillas comparten el trabajo con algunas mujeres que vivirán ahí. La señora Dora Montilla se acomoda la gorra y la
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tela que la protege del sol, carga un tobo al hombro y cuenta que vivía cerca, en la casa de unas personas que la maltrataban constantemente, aprovechándose de su situación. En pocos meses tendrá su vivienda y no se cansa. Es el vivo ejemplo de que “este no es un movimiento popular que se quede viendo telenovelas, está protagonizado por mujeres que no se quedan en la casa”, como se encarga de recalcar Iraida. Ciertamente, por donde se vea, mujeres suben y bajan cargando cosas, ayudándose y ejerciendo un poder fundamental. Para Juan Carlos “la autogestión es la herramienta de construcción de poder y tenemos como horizonte común eso, porque no se trata solamente de disputarle la ciudad al capital, sino de producir la ciudad, y para ello es necesario hacerse con los medios de producción”. Como toda lucha de clases, el capital estaba ahí para detener el avance de estas experiencias, tanto que pasaron nueve años de batalla desde las primeras articulaciones en 2002 hasta el encuentro con Chávez en 2011. Tras un largo proceso de disputa, el poder popular se plantea “la construcción de una alternativa al modelo capitalista basada en la comunalización, a través de la estrategia autogestionaria; la construcción de una alternativa socialista para pensar la ciudad, habitar la ciudad y producir la ciudad desde una organización comunal, en un proceso colectivo de lucha en función de una alternativa civilizatoria”. Solo el pueblo organizado podrá resistir Mirando estos edificios escalar el cielo gracias a la unión de todas esas manos, salta a la vista la importancia que tienen las experiencias exitosas de organización. Como hemos
recogido, en el Campamento de Pioneros parten de que “la autogestión es el instrumento mediante el cual se desarrolla la capacidad de construcción colectiva de organización de tejido social”. No se trata de una cuestión individualista, sino de “una alternativa civilizatoria, porque hoy en día, cuando estamos destruyendo el planeta, es necesario que la gente vea que la autogestión es una forma para la liberación de lo colectivo”. En ese mismo sentido, la propia experiencia de los campamentos es un aporte a la región, porque la existencia de 300 familias organizadas solo en este lugar, más allá de las dificultades, sirve para seguir dando la lucha por el poder. El reto hacia afuera es visibilizar estas experiencias para tender puentes con organizaciones que en otras latitudes luchan por lo mismo. “En Venezuela muchas cosas tienen que dejar de ser invisibles” y un movimiento de 3 mil militantes tiene que cobrar la relevancia que merece. Los albañiles van de lado a otro, un grupo almuerza. Iraida pregunta, recorre habitaciones, toca las paredes y vuelve a preguntar. En un momento varios hombres la rodean, discuten sobre el frisado, pese a que son muchos más que ella, Iraida no se
deja intimidar, expresa su punto, no se altera, pero se da a entender; tras su autoridad se siente la ternura de la razón colectiva y el reconocimiento de un liderazgo trabajado arduamente. Tres habitaciones y dos baños tienen los apartamentos. Falta poco. Desde una escalera, la señora Dora contempla todo, tiene cara de preocupación, aunque al rato, cuando camino a su lado, se le nota satisfecha. Regresamos al punto donde antes conversábamos. Muchos reniegan lo que sucedió en las últimas décadas en Venezuela. Para algunos, incluso militantes de izquierda, lo que queda, cuando menos, es un espacio de resistencia antiimperialista, pero no un núcleo de construcción de alternativas. Ahí es donde la lucha contra el latifundio urbano y la transformación de la vida en comunidad con la autogestión permite defender la alternativa socialista comunal desde lo cotidiano. Contra quienes pregonan la crisis de las izquierdas, Juan Carlos ve una crisis civilizatoria de la modernidad capitalista, frente a la cual emergen “todas estas experiencias comunales que apuntan a una construcción de una nueva forma de Estado, en este caso el Estado Comunal, y a esa perspectiva grande hemos estado tributando desde estas experiencias pequeñas”. La contraofensiva neocolonizadora del capital arremete en toda la región contra estas prácticas y es donde se cruzan los sentidos comunes de resistencia, quienes militan en pobladores se entienden pares de la lucha de Milagro Salas en Argentina, las históricas luchas en Uruguay y los movimientos de pobladores y pobladoras en Chile. Con esto caemos en un punto clave en la conversación: frente a las crisis y la situación de empate catas-
La autogestión es la herramienta de construcción de poder y tenemos como horizonte común eso, porque no se trata solamente de disputarle la ciudad al capital, sino de producir la ciudad y para ello es necesario hacerse con los medios de producción
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trófico entre fuerzas, la organización popular tiene como objetivo táctico trazar una ruta de solución para avanzar cualitativamente. Desde los campamentos y el movimiento popular organizado, la paralización y el retroceso de la ofensiva popular debe combatirse “manteniendo el horizonte de la construcción del Estado Comunal y el poder comunal”, y es por eso que “seguimos políticamente insistiendo en continuar adelante con estas experiencias que tenemos, a pesar del contexto adverso”. Juan Carlos explica que la disputa actual contra el capital se expresa en todos los niveles, algunos grupos aprovechan la crisis para la restauración, en el caso del latifundio urbano se busca paralizar la lucha para desgastarla. Esta estrategia es la misma del imperialismo estadounidense, que utiliza el bloqueo como una forma de desgaste y colapso. Mantener los campamentos funcio-
nando es conservar el poder popular vivo como una forma de articulación sostenible, porque “este proceso avanza con recursos y sin recursos, y la gente no se ha rendido”. Frente al desplome de la modernidad capitalista con su forma de acumulación rentística en Venezuela “nosotros creemos que quienes no invirtieron durante el mejor momento de bonanza petrolera, menos lo van a hacer
LA EMPRESA AZUCARERA SAN BUENAVENTURA (EASBA) CONCLUYO SU SEGUNDA ZAFRA La Paz, 25 de octubre de 2019 Durante mucho tiempo, diferentes intereses y poderes políticos se opusieron a la implementación del Complejo Agroindustrial de San Buenaventura. Después de sesenta años de espera, la Planta Industrial Azucarera de San Buenaventura es una realidad. El día 24 de septiembre de 2019 concluyó la Segunda Zafra Oficial de nuestra corta historia. Se molieron 178.877,63 toneladas de caña y se produjeron 302.000 quintales de azúcar. La EASBA cuenta con 1.526.705 litros de alcohol de 96,26 grados que están siendo exportados generando divisas para el país. Asimismo, se logró producir 13.209,67 Mwh de energía eléctrica de las cuales se inyectaron 4.142 Mwh al Sistema Interconectado Nacional (SIN), contribuyendo a la seguridad energética de Bolivia.
La industrialización de la Patria Avanza !!!
ahora, y además creemos todo lo contrario a la alianza con los privados, porque son este tipo de experiencias como los campamentos las que permitirían al pueblo resistir y luchar”. Al salir veo la fábrica de helados EFE, que tiene una historia de lucha sindical que da para un reportaje aparte. Bajo el sol, que continúa brillando intenso, me voy del campamento seguro de que cuando el mar crecido del Estado rentista venezolano se retira, lo que queda en pie son aquellas experiencias que han logrado consolidar estrategias de poder ancladas en la autogestión y la producción material de nuevas relaciones. Son estos núcleos los que permitirán sostener la construcción de alternativas frente a toda la arremetida que impulsa la contrarrevolución restauradora. Manuel Azuaje Reverón Filósofo
MUNDO
ARDE CATALUNYA E
n el momento que escribo estas líneas, se sacan los restos del genocida Francisco Franco del Valle de los Caídos, mausoleo construido por republicanos esclavos del franquismo. Repasemos algunos de sus hitos: golpe de Estado a una república democrática en 1936, guerra de tres años con el apoyo del fascismo internacional y dictadura de cuatro décadas aliada con el nazismo y luego con EE.UU. Antes de su muerte en 1975, Franco restauró la monarquía, abolida por la II República en 1931. Una transición pactada puso nombre al nuevo engendro: Monarquía Parlamentaria. Inteligencia norteamericana y socialdemocracia alemana coordinaron el proceso. Nació el Régimen del 78. Nada de ruptura democrática. Bastó un lavado de cara. Se impuso la ley del silencio. España regaló su soberanía a EE.UU. (entrada en la Organización del Atlántico Norte, OTAN) y a la Unión Europea (UE) del capital. La argucia para contener a la izquierda se llamó Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que se entregó a la
fiesta neoliberal y allanó el camino al Partido Popular (PP), heredero del franquismo. Impunidad ante los crímenes de la dictadura, conspiraciones, cloacas y corrupción definieron la alternancia en el poder. La continuidad quedó servida. Las estructuras siguen intactas. ¿Qué tiene que ver el franquismo y la monarquía con las revueltas en Catalunya? Defendemos que mucho. En la arquitectura del Estado español, cimientos franquistas sostienen lo político (PP, Ciudadanos o Vox), lo cultural (el llamado franquismo sociológico), lo económico (empresarios que financiaron a Franco o se hicieron ricos con él cotizan en bolsa) y lo judicial (magistrados que juraron lealtad al Caudillo). Esa justicia española es la que recientemente condenó por sedición a políticos catalanes y líderes de asociaciones culturales a penas de entre 9 y 13 años de cárcel. El mayor baluarte de la tradición fascista española siempre ha sido la unidad de España: “España una y no cincuenta y una” o “Una, Grande y Libre”, son algunas de sus consignas. Uno de los intelectuales fascistas, cerebro del golpe del 36, José Calvo
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Sotelo, afirmó que “entre una España roja y una España rota, prefiero la primera, que sería una fase pasajera, mientras que la segunda seguiría rota a perpetuidad”. Dentro del Estado español conviven diversos pueblos. Catalunya, Euskal Herria y Galiza, con lengua propia, son hoy nacionalidades históricas. El terror de Estado franquista reprimió con saña la identidad y los cuerpos en Catalunya y Euskadi. Catalunya tiene una larga tradición antimonárquica. A la muerte del dictador, la única parte del Estado español que reivindicó el reconocimiento de sus instituciones republicanas en el exilio, fue Catalunya. Las revueltas independentistas de octubre de 2019 son la saga de un problema irresuelto: la cuestión nacional. Varios factores engrosan la lucha independentista en los últimos años. Durante décadas se fabricó en España una interesada matriz de opinión anticatalanista. En 2010, el Tribunal Constitucional amputó el nuevo Estatut de Catalunya, aprobado en los parlamentos catalán y español. Fue un punto de inflexión. La dura crisis política, social y económica echó leña
al fuego. El rechazo al centralismo de Madrid y al Régimen del 78 se multiplicó. El 15M, movimiento de los indignados de 2011, en Catalunya añadió un nuevo ingrediente: la autodeterminación. La tísica situación del republicanismo español y su proyecto federal, sumó a mucha izquierda antes no independentista a un proceso en espectacular aumento. Las marchas por el derecho a decidir y la República de Catalunya se masificaron. El movimiento se desbordó, dirigido institucionalmente por el Gobierno de la Generalitat, en su mayoría compuesto por la burguesía catalana, representada en la derecha oportunista del Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCAT, antes CIU, hoy JxCat), aspecto que complejizó el apoyo desde la izquierda española. El 1 de octubre de 2017 el pueblo catalán dio una lección al mundo. El Estado reprimió a millones de votantes pacíficos en un referéndum censurado desde Madrid. Las imágenes indignaron a la opinión pública internacional. La tensión institucional llegó a su apogeo. El 27 de octubre el Parlament aprobó la Declaración Unilateral de Independencia. El Rey Felipe VI
compareció en televisión alentando la represión. Una interpretación del Artículo 155 de la Constitución del 78 fue la llave para el golpe del Estado español a las instituciones catalanas. Las usurpó, procesó a sus líderes y desató la persecución mediática y judicial hacia la militancia. La sentencia del Tribunal Supremo en días pasados condenó aquellos hechos. El pueblo se indignó y tomó por días las calles. El conflicto crece de manera no vista anteriormente. Si algo caracteriza al movimiento independentista en Catalunya es su expresión pacífica. Hoy, ante el fracaso de la vía institucional, aparece el ingrediente de la violencia. Las cámaras se enfocan en actos minoritarios, gota de agua en la marea popular. Los medios desfiguran la realidad, criminalizándola. Las fuerzas “del orden” reprimen de nuevo al pueblo. En un acto televisado muy parecido a un segundo funeral de Estado, 44 años después los restos de Franco han sido trasladados al Cementerio del Pardo, entre cantos del Cara al sol, himno fascista. La extrema derecha enaltecida coincidiendo con la sentencia de Catalunya y la proximi-
dad de las elecciones generales del 10 de noviembre. ¿Casualidad? La exhumación de Franco llegó tarde y sola, sin articularse con un ejercicio de memoria y justicia que combata la impunidad en el país con más desaparecidos después de Camboya: 114 mil 226. El genocida sale y todo sigue igual. La lucha por la autodeterminación en Catalunya, más allá de supremacismos y elitismos, que los hay en un movimiento complejo y heterogéneo, es más que una lucha por la independencia. ¿Es la revolución socialista? No. Es un pulso a la corona y a las instituciones heredadas de la dictadura. Un oasis republicano en el Reino de España. Es lucha por una sociedad diferente. Y es también expresión anticapitalista. Malestar acumulado ante la precariedad y la falta de oportunidades. Indignación popular, libertad, derecho de los pueblos, soberanía, dignidad. Oportunidad histórica para todos los pueblos de España. Raúl García Escritor y documentalista Vocesenlucha.com
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Género y diversidad
Expectativas del movimiento feminista y LGBTIQ+ de cara a la transición política en
E
Argentina
l pasado 27 de octubre tuvo lugar en Argentina una contundente manifestación popular, el escenario principal fueron las urnas de votación, a las que acudieron más de un 80% del padrón electoral. Con el 48% de los votos, el resultado de la contienda dio la victoria al Frente de Todos (FT), liderado por la fórmula Alberto Fernández y
Cristina Fernández, propuesta que se muestra como una luz al final de túnel en un panorama de recesión aguda, legado de la gestión saliente del macrismo. Un gran número del empadronado final fue integrado por jóvenes, feministas y personas lesbianas, gays, transgéneros, intersexuales, queer (LGBTIQ+), quienes en los últimos años han crecido en cuanto a número de movilizaciones y activismo político.
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La razón principal del auge militante de dichos sectores radica en que han sido uno de los principales afectados por las medidas neoliberales de Mauricio Macri, quien en su gestión hizo retroceder las conquistas sociales alcanzadas en materia de género y reconocimiento de la diversidad, en su gran mayoría alcanzadas en el periodo kirchnerista, como la Ley del Matrimonio Igualitario o la Ley de Identidad de Género.
Para la activista Juliana del Bao, parte de la Secretaría de las Mujeres ante el Partido Justicialista (PJ) y fundadora del Frente de Mujeres “Crece desde el pie”, el Gobierno de Macri representó una gran pérdida en materia de los DD.HH. y las garantías adquiridas por las colectivas feministas y LGBTIQ+; tan solo en lo que va del presente año se calculan 168 femicidios y 64 travesticidios, cifras que han declarado alerta máxima en las calles de las principales ciudades de Argentina, situación ante la cual la administración actual se mostró indiferente. “Tenemos una gran expectativa en el próximo gobierno de FernándezFernández, principalmente porque muchas conquistas de las mujeres y del colectivo LGBTIQ+ fueron logradas en el Gobierno kirchnerista. Alberto habla del Ministerio de la Igualdad, y es a través de este que se van a desarrollar las políticas públicas con perspectiva de género”, confesó Bao. Uno de los desafíos que para Juliana supone el venidero panorama administrativo en Argentina, es el de “asegurar una equidad en los organismos públicos, políticos y cargos
de dirección”, que aliente el avance de medidas que beneficien una mejor calidad de vida para las mujeres y las personas de sexualidades diversas. Previo a la contienda electoral se llevaron a cabo asambleas populares que contaron con la participación de una nutrida y heterogénea representación de movimientos sociales, organizaciones políticas y feministas. Reunidas en comisiones, pudieron plantear las principales dificultades existentes en los territorios, entre las que destacan la implementación de la Educación Sexual Integral, cuestión fundamental, según señala Bao, como paso previo para la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo. El aborto sin duda es otro de los puntos álgidos en la agenda del movimiento de mujeres del próximo año, la cual dependerá de cómo queden conformadas las cámaras del Congreso y el Senado, así como de la presencia de los grupos feministas organizados en las calles. Sin embargo, quienes encabezan la lucha por la interrupción voluntaria del embarazo albergan la esperanza de que en el Gobierno de los Fernández la despenalización sea un hecho, una garantía de la salud pública.
“Otra de las grandes pérdidas con el Gobierno de Macri fue la eliminación del Ministerio de Salud, algo que tenemos que recuperar rápidamente, apenas asuma el nuevo gobierno. Son muchísimas las mujeres que mueren día a día por los abortos clandestinos”, complementa la entrevistada. El próximo 10 de diciembre será la asunción de Alberto Fernández al cargo presidencial, en medio de una de los peores escenarios económicos que ha tenido que enfrentar este país en las últimas décadas, en el que se deberán materializar las propuestas esbozadas en la campaña en materia de prevención de la violencia contra la mujer, creación de regímenes jubilatorios para las amas de casa y la ampliación de la participación política de las mujeres y las disidencias sexuales, ardua agenda que sin duda se mantendrá acompañada por el calor popular, permanente e inquebrantable, de quienes ya han demostrado no retroceder, aunque suenen tempestades.
Marielis Fuentes Directora de la Oficina de la Diversidad Sexual de Caracas
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LETRA PROMETIDA
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e aquel marzo recuerdo unos días cálidos en medio del invierno, aún presiento el aroma de azahares de los huertos, los brotes de los almendros, el lejano canto de una cigarra ebria, un límpido tañido de campanas y la franja azul cobalto del Mar Mediterráneo. De aquello han pasado treinta años, pero el recuerdo de ese tiempo está más vivo que lo recién pasado. No es extraña esta afirmación, he entrado en la edad en que la memoria prehistórica se aviva, mientrás la reciente, quizás a propósito, se hunde en pozos resbaladizos y esquivos. Partí de Alicante a Tinduf un día así. No sabía aún que ese viaje iba a trastocar mi vida. Me había unido a los Linx, un grupo de radioaficionados que viajaba a los campamentos saharauis en Argelia, con la misión de mejorar las instalaciones de la emisora de la RASD y hacer posible
la mayor apertura de aquel pueblo desterrado. En Argel dormimos en el Sidi Radj y viajamos hacia Tinduf con miembros del Frente Polisario. En la wilaya de Smara nos recibió el penetrante sonido del zagharett que las mujeres saharauis hacían, dándonos la bienvenida, con el misterioso roce de sus lenguas y labios. Luego El Aaiun, Auserd y Dajla, nombres de las ciudades dejadas atrás en la diáspora provocada por la marcha verde marroquí de 1975, con la anuencia y entreguismo del Gobierno español. A poco de instalarme en la jaima que me fue asignada, se me acercó un anciano de rostro cuarteado. Seco como el mismo desierto. Un Zorba de tierra adentro. Se llama Ahmed –me dice–, mientras me muestra una especie de pasaporte de cubierta verde y rajada. Es un antiguo salvoconducto del Ejército español. De una tetera de plata cae en cascada a un vaso diminuto, casi
un dedal, el té verde que huele a salvia. Mi Zorba me cuenta que por los años 40 fue carpintero de ribera en la almadraba de Kenitra. Le digo que un abuelo fue almadrabero ahí y que conservo fotografías de esa pesca salvaje: las barcas estrechando el círculo, los marineros engarfiando los atunes entre espuma de sangre y de mar. Zorba tiene dos hijos luchando contra Marruecos. Esos hijos –me dice– se formaron en la Cuba generosa y solidaria. Ellos pertenecieron desde su fundación en el Sommet de 10 de mayo de 1973 al Frente Popular para la Liberacion de La Saguia, el Hamra y Río de Oro. El llamado Frente Polisario. 46 años después siguen luchando por la liberación del Sahara, de su patria arrebatada. El mundo mira hacia otra parte. Naciones Unidas y el Tribunal Internacional de los Derechos Humanos dictan resoluciones que no se cumplen. El 16 de octubre de 1975 el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya falló
Un viaje a
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que los vínculos jurídicos entre el territorio del Sahara Occidental, Marruecos y Mauritania no implican soberanía territorial, ni cosoberanía, ni inclusión territorial en una entidad única. Y la resolución 3458 B de 10 de diciembre de 1975 de las Naciones Unidas ratificó “el derecho del pueblo saharahui a la autodeterminación”. El referéndum auspiciado por Naciones Unidas se aplaza. A España los referéndums no le gustan, menos si son por autodeterminación. Marruecos falsea los censos. La geopolítica mundial obvia sin complejos el problema. A mi Zorba se le escapa una lágrima que se desliza por las grietas de su rostro cansado. Va a dejarme dormir –dice–, como si eso fuera posible: el té, la noche estrellada y el rumor bélico han hecho añicos mi cansancio. Viajo a la wilaya de El Aaiun. Centenares de refugiados saharauis conviven en aquel lugar. Allí me espera un mayor dolor por la perdida patria –y yo recuerdo a la que nunca tuve–, más siroco, más té, que ahí huele a lavanda, más alaridos de bienvenida. Pienso en las mujeres guerreras, en los soldados de la RASD sembrados en el desierto, en sus niños y niñas felices en medio de la nada, en la esperanza de un pueblo secularmente indómito. Se organiza una fiesta en honor al Secretario General de las Naciones Unidas, quien promete un referéndum. Laia, una hermosa mujer de ojos negros realzados por el khol, bella, perfecta en su shayla, me invita a bailar. Solo tengo en mi memoria la alegría de esos ojos de fuego y la fulgurante flama de la libertad con la que brillaba, como si yo fuera digno de esa mirada que creí mía ese instante. Si así fuera, Dante me reservaría el último círculo del infierno. Sonrío con la nostalgia de los años idos y pienso que si existiera el alma, yo había dejado una porción allá, en aquella boca y en aquellos campos de refugiados donde aprendí de la vida las cosas que jamás olvidaré. Volví a un Benidorm sin azahares, ni flores, sin cigarras, ni campanas. La franja de mar se volvió gris. Jaume Domènech Ambientalista
C
Viejos problemas, nuevas protestas
hile se sacudió y esta vez no fue un terremoto ni fue un maremoto, fue la impotencia y la rabia a un modelo implantado desde el Fondo Monetario Internacional (FMI), implementado insensatamente por el Gobierno de Piñera. En solo diez días el pueblo se apoderó de las calles, protestando y exigiendo reformas sociales. Escucharon a su Piñera decir: “Es verdad que los problemas no se han producido en los últimos días, se venían acumulando hace décadas” y “es verdad también que los distintos gobiernos no fueron y no fuimos capaces de reconocer la situación en toda su magnitud”. El modelo pinochetista siguió funcionando, las privatizaciones de servicios básicos como la luz y el agua continúan en manos privadas, lo mismo que en educación y salud, que trataron de ablandar con algunas pequeñas reformas, y resultó que Chile se fue convirtiendo en una empresa privada. En un país con tremendas desigualdades sociales donde el que manda es el mercado. La protesta ya se transformó en crisis política nacional. La primera fue durante la denominada “Revolución de los pingüinos” en 2006. La segunda fue el 2011, también conocida como “primavera chilena”. Sin llegar al nivel de estos dos procesos, el reciente llamado a realizar “evasiones masivas” contra el aumento del costo del Metro muestra que la juventud chilena puede volverse a poner a la cabeza de demandas que son sentidas por toda la población. Es por esto que los estudiantes secundarios se han ganado la simpatía y el apoyo popular de trabajadores, trabajadoras, mujeres y jóvenes que ya no toleran más ver cómo el Gobierno y los empresarios impulsan diversas medidas que apuntan a precarizar aún más las condiciones de vida; a la vez que se oponen férreamente a reivindicaciones básicas como es la reducción de la jornada laboral (actualmente en discusión), y responden mediante la represión policial, tal como ha sido denunciado en diversos videos donde se ve a carabineros y guardias del Metro golpeando con bastones a menores de edad. Y una vez más es la juventud con su rebeldía la que nos da esperanza. Katia Gumucio Periodista
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ARTE Y CULTURA
Marina, nuestra. Frida... 40 Correo del Alba I noviembre I 2019
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Siento la inmensa dicha de haber nacido bajo la tutela de los Andes, que son la expresión de la fuerza y el milagro cósmico; así mi obra expresa el espíritu de mi tierra andina y el espíritu de mi gente aymara”, declaró Marina Núñez del Prado. Cuando una revisa la historia de la ciudad de La Paz se encuentra casi siempre con el apellido “Núñez del Prado” –familia de abolengo y estirpe–, el Palacio Quemado –que hasta hace poco albergó a casi todos los presidentes de Bolivia–, el Teatro Municipal y muchas obras arquitectónicas estampadas con ese apellido.
Incluso las batallas de la guerra de independencia, Ayacucho y Aroma, fueron financiadas en parte por esta familia. Siempre cercana a los poderes, vinieron a conquistar nuestras culturas, a colonizar mentes por cientos de años. Ya en la época de los espíritus independentistas de las Américas se dieron cuenta que el paradigma cambiaba, así que no dudaron en abrazar las nacientes repúblicas para seguir apegados al poder. Después de la Revolución del 52 y la reforma agraria, unos cuantos migraron al departamento de Santa Cruz, para desde ahí montar sus nuevas tierras y servirse de los privilegios que les ofrecía su pertenencia a la burguesía criolla. Menciono esto porque Marina fue la primera oveja negra de la familia, la pionera de otras tantas que seguiríamos sus pasos. A la muerte de sus padres, Marina vivió experiencias que forjaron su carácter de mujer independiente, fuerte y feminista, en abierto desafío a los esquemas de su época. Pocos saben que apoyó al movimiento sufragista, aun cuando nació en 17 de octubre de 1908, tiempo en que las mujeres carecíamos de la mayor parte de los derechos civiles. Al igual que Frida Kahlo, con el ímpetu liberador de las mujeres revolucionarias, Marina se enamoró del escritor y comunista peruano Jorge Falcón, quien llevaba en sus venas a José Carlos Mariátegui. En plena dictadura de los años 70, decidió vivir en Lima junto a su esposo, en una mezcla de autoexilio por temas de salud y de pasión política que tenía la pareja. Se instalaron en las cercanías del Parque El Olivar de San Isidro. En este último domicilio tengo una anécdota con ella, en 1982. Vivía con mis padres el exilio en Perú y no teníamos familia en Lima, salvo a Marina, a quien mi padre visitaba con frecuencia. En algunas oportunidades yo le acompañaba en esas visitas, en otras me quedaba esperándole dentro del auto o entraba con él a casa de Marina. Recuerdo que a veces no compren-
día lo que pasaba o porqué tenía que esperar afuera de la casa; sin embargo, años más tarde le pregunté a mi papá acerca de este asunto y él me respondió que Marina no quería mucho a la familia Núñez del Prado, porque eran unos burgueses que buscaban favores de ella y que a él le guardaba cariño por ser comunista –otra oveja negra–. También entendí que me quedaba afuera porque tenían reuniones clandestinas, entre exiliados y guerrilleros, y que una niña no podía romper la compartimentación, además de tener que cuidar el espacio que brindaban Marina y Jorge. Pocos saben de ello y se sorprenderán al leer este relato con historias que me contaba mi padre y de las que fui parte. Lo cierto es que para 1987 seguía acompañando a mi querido viejo a la casa de San Isidro, aunque la situación política había cambiado y ya la visitaba para darle tratamiento como fisioterapeuta. Quedan cortas las palabras para describir a tan tremenda mujer, una de las grandes del siglo XX, creadora de técnicas en el arte, admirada por miles fuera de Bolivia –como toda una Frida–, pero olvidada en la memoria de los bolivianos. Es entristecedor su abandono, sobre todo en este proceso de revolución democrática cultural que revindica las luchas de los oprimidos, donde ella podría ser bandera y ejemplo, pues estuvo en la vanguardia de la revolución de la mujer. Si México tiene su Frida, Bolivia tiene su Marina. Es hora que nos apropiemos de lo nuestro, Bolivia tiene lo que se merece y Marina es nuestra, hace décadas ya era una reconocida escultora a nivel mundial, que brillaba en Nueva York, España, Egipto, Argentina y en las grandes capitales del arte. Marina Núñez del Prado llegó hasta donde nunca había llegado una mujer, por eso hoy que Bolivia llega donde nunca había llegado, vale la pena decir: ¡Recuperemos tu rostro y tu bandera… Marina! Tamara Núñez del Prado Activista trans
LECTURAS RECOMENDADAS Consejos para escribir más mejor Autor: Ramón Rocha Monroy Categoría: Narrativa Editorial: Kipus, 2014 Páginas: 490 Libro descrito por el autor como un juego místico que nos introduce al complejo arte de la escritura creativa.
América Latina en el proyecto de dominación de EE.UU. Autor: Juan Ramón Quintana (Coordinador) Categoría: Geopolítica Editorial: EGPP, 2019 Páginas: 225 Ahonda en el entramado del sistema de dominación continental impuesto por el imperialismo hace 200 años, a partir de la expansión de mercados, saqueos de los recursos naturales, ocupación de territorio, entre otros.
ARTE Y CULTURA
TINKUS, pasiรณn por el reencuentro
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itual andino milenario; en quechua, un llamado al reencuentro. Con transformaciones en el tiempo, actualmente se lleva a cabo en los departamentos de Potosí y Oruro, en la localidad de Macha, lugar de reunión de los guerreros Qarqara, quienes pasaron a ser guardias personales del Inca. Devino además en una ceremonia religiosa animista, en la cual se ofrece una vez al año sangre a la Pachamama, para que brinde buenas cosechas.
DEPORTE
Simone Biles
mucho más que la mejor de la historia
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icen que después de Tokio 2020 se retira. Claro, será una veterana de 23 años y llegará el momento de descansar. De ser así, el Campeonato Mundial de Gimnasia Artística Stuttgart 2019 fue el último en que pudimos ver a esta mujer prodigio estadounidense que llegó al mundo un 14 de marzo de 1997 en Columbus, Ohio. Ya se convirtió en la gimnasta más ganadora de toda la historia de los mundiales al sumar 25 preseas, 19 de ellas doradas. Y en esto no hay restricción de género, puesto que superó la marca histórica del ucraniano Vitaly Scherbo, quien contaba con 23 medallas. Un lugar común, muy común, es aquel que comienza con un “ni el me-
jor guion cinematográfico…”, referido a veces a cosas que justamente no califican para un guion. Pero acá sí, por supuesto que califican. Criada por sus abuelos, ya que su madre no pudo hacerlo con ella ni con sus hermanos por sus problemas de adicciones, abusada sexualmente por Larry Nassar, el médico de la gimnasia olímpica estadounidense, la atleta norteamericana es un ejemplo viviente en muchas aristas de la vida y vaya que lo practica. Dueña de una abultada cuenta bancaria, no ha querido pagar el millón de dólares que la justicia fijó como fianza para liberar a su hermano, acusado de sendos homicidios. Es más, desde sus redes sociales, Simone envió las condolencias a los familiares de las víctimas.
25 medallas, 19 de ellas de oro. Una cifra impactante que seguramente tardará años en ser igualada o superada, si es que fuera posible. Amberes 2013, Nanning 2014, Glasgow 2015, Doha 2018 y Stuttgart 2019 la tuvieron como reina indiscutida. Y es que en cada movimiento, con sus escasos 142 centímetros de altura y sus 48 kilos de peso, Biles combina lo feroz de su historia de vida con la sonrisa que nunca le pudieron borrar. Una mezcla letal para superar cualquier adversidad. Solo las barras asimétricas no la han dejado completar el que sería el legado más grande en la historia de la gimnasia artística. Luis Barril Periodista deportivo
NOS CONOCEREMOS
de las Tres Culturas
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istórica plaza ubicada en el centro histórico de la Ciudad de México, en el lugar exacto en que los españoles sometieron a los aztecas, sobre las ruinas del Mercado de Tlatelolco. Confluyen y se aprecian en este espacio las distintas etapas históricas del país: la prehispánica, la colonial y la moderna. La influencia arquitectónica española se refleja en la Iglesia de Santiago, construida con piedra volcánica a principios del siglo XVII. También se levanta en los alrededores el Memorial del 68, museo dedicado a las víctimas de la matanza de los estudiantes en 1968.
UBICACIÓN Ciudad de México | VISITANTES 40 millones al año | IDIOMA Castellano | CLIMA Templado lluvioso | MONEDA Peso mexicano | CÓMO LLEGAR Vuelo directo por Aerolínea Conviasa con destino al Aeropuerto Internacional Benito Juárez.
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