SAN SEBASTIÁN Y LOS MORRACHES DE CARRICHES (TOLEDO) Para Reyes comen los bueyes; para San Sebastián come el gañán.
Ya ha llegado el 20 de enero, y con él celebramos la festividad de San Sebastián, santo de singular renombre por su gran devoción en el siglo XVI gracias a su abogacía contra la peste y las epidemias. Según la tradición cristiana, Sebastián fue un soldado romano que se convirtió al cristianismo y se le dio muerte por razón de su fe. La Iglesia le venera, por ello, como mártir. Se le representa semidesnudo. De lo que no hay duda es de la presencia de este santo en la comarca según consta por la existencia de cofradías bajo su advocación en Malpica de Tajo, Torrijos, y también en Carriches.
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Sobre su vida Sebastián, oriundo de Milán, era hijo de familia militar y noble. Fue tribuno de la primera cohorte de la guardia pretoriana en la que era respetado por todos y muy apreciado por el Emperador Diocleciano. Cumplía con la disciplina militar, pero no participaba en los sacrificios idolátricos. Como buen cristiano, no solo ejercitaba el apostolado entre sus compañeros sino que también visitaba y alentaba a los cristianos encarcelados por causa de Cristo. Fue a partir del encarcelamiento de los jóvenes Marco y Marceliano cuando Sebastián empezó a ser conocido públicamente como cristiano. Los gemelos fueron arrestados y les fue concedido un plazo de treinta días para renegar de su fe en Dios. Cuando Cuándo Sebastián se enteró del arresto, fue a visitarlos a los calabozos para dar ánimos a los muchachos y convencerles de no abandonar su fe. Fueron condenados a los azotes. A partir de ese momento se produjeron muchas conversiones pero, también martirios, entre ellos el de los jóvenes. Debido a la situación, el Papa San Cayo nombró a Sebastián como defensor de la Iglesia. Sin embargo, el Emperador Diocleciano se enteró de que Sebastián era cristiano y mandó arrestarlo. Fue apresado en el momento en que enterraba a otros mártires, conocidos como los Cuatro Coronados. Fue llevado ante Diocleciano que le dijo: “Yo te he tenido siempre entre los mejores de mi palacio y tú has obrado en la sombra contra mí, injuriando a los dioses”.
San Sebastián reprendiendo a Diocleciano. Paolo Veronese. 1558. Venecia Página 2
San Sebastián no se acobardó con las palabras del Emperador y reafirmó su fe en Jesucristo. La pena ordenada por Diocleciano era que Sebastián fuera atado y cubierto de flechas en zonas no vitales del cuerpo humano, de forma que no muriera directamente por los flechazos, sino que falleciera desangrado, entre grandes y largos dolores. Los soldados, cumpliendo las órdenes: lo llevaron al estadio, lo desnudaron, lo ataron a un árbol y lanzaron sobre él una lluvia de saetas. Cuando acabaron su misión y vieron que Sebastián ya estaba casi muerto, dejaron el cuerpo inerte del santo acribillado por las flechas. Sin embargo, sus amigos, que estaban al acecho, se acercaron para llevárselo a casa de Irene, una noble cristiana romana, que lo mantuvo escondido en su casa y le curó las heridas hasta que quedó sano.
Cuando Sebastián estuvo nuevamente restablecido, le aconsejaron que se ausentara de Roma, pero el santo se negó rotundamente. Su corazón Página 3
ardoroso del amor de Cristo, impedía que él no continuase anunciando a su Señor. Volvió a presentarse con valentía ante el Emperador, cuando éste se encontraba en plena ofrenda a un dios en el Palatino, quedando desconcertado porque lo daba por muerto, momento que Sebastián aprovechó para arremeter con fuerza contra él y sus creencias. Allí mismo se ordenó su muerte a bastonazos (año 304). Este segundo y definitivo martirio del joven militar cristiano ha sido mucho menos desarrollado por la iconografía a lo largo del tiempo, hasta el punto de que muchos lo ignoraban. Cuando los soldados de Diocleciano apalearon hasta morir a San Sebastián, arrojaron su cuerpo a las cloacas para que sus amigos y seguidores no pudieran hacerse con él y tornarlo en un objeto de culto. No obstante, el mártir se le va a aparecer a Santa Lucina para indicarle donde se hallan sus restos: “in cloaca illa quae est iuxta circum invenies corpus meum”. Las cloacas del Palatino llevaban hacia un riachuelo, el Velabro, en cuyas riberas la loba había amamantado a los gemelos Rómulo y Remo, y que, tras recorrer los valles entre las colinas Celia, Aventina, Capitolina y Palatina, vertía sus aguas al Tíber. Sobre el lugar donde se recuperó el cuerpo de San Sebastián se erigió un oratorio dedicado al santo. Sin embargo, pronto se trasladaron las reliquias hacia los enterramientos de la Via Appia, en lo que hoy lleva el nombre de catacumba de San Sebastián. Esta catacumba era una galería subterránea, situada junto a la memoria de los apóstoles Pedro y Pablo que, tras la violenta persecución de Valeriano en el año 258, los cristianos ornaron con las reliquias de los apóstoles Pedro y Pablo, para poder venerar a sus apóstoles. Después, los restos de los apóstoles fueron trasladados a sus nuevos templos, y pronto este lugar tomó el nombre de Basílica de San Sebastián, ayudado por la extraordinaria fama que iba acumulando el santo, especialmente tras la obra de Pablo Diácono, Historia Longobardorum, donde presentaba a San Sebastián como el personaje bajo cuya intercesión fueron liberadas de las terribles epidemias de peste del 680 las ciudades de Roma y Pavía. Página 4
San Sebastián en Carriches De muy antigua devoción en Carriches, la imagen de San Sebastián pronto se ganó la piedad de los paisanos. Fue por ello la primera que contó con una cofradía, que tenía su sede en la parroquia, y aunque no tenemos datos del año de su fundación, sabemos que ya existen noticias de ella a mediados del siglo XVI (1551). Se encargaba de atender la imagen de culto y las necesidades de los hermanos, celebrando sus fiestas con vísperas, misa, sermón y procesión. Ha llegado hasta nuestros días la imagen titular, del siglo XVI, con muchos repintes y en mal estado de conservación. La talla muestra la figura de cuerpo entero del santo, que aparece de pie y desnudo, cubierto tan sólo por un paño de pureza. Aparece de mirando al frente, con los brazos atados a un tronco seco. Cinco flechas asaetean al joven. Tres de ellas están clavadas en el torso (dos a la altura del pecho y otra en el abdomen); y otras dos en las piernas (una en la ingle derecha y otra en el muslo izquierdo). San Sebastián es un muchacho casi adolescente, imberbe y enjuto, de piel blanca. Sorprende la serenidad del rostro del santo, que está sufriendo los tormentos del martirio. Sin duda, el siglo XVI fue la época de mayor devoción de San Sebastián en Carriches, debido a las continuas epidemias que asolaban nuestras tierras. Pero durante el siglo XVII, la devoción a Ntra. Sra. de la Encina, o la del Rosario, Santa Ana… hicieron que el santo soldado fuera perdiendo devotos entre los feligreses, y quedara relegado en el santoral carrichano.
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El Concejo, para seguir conservando la devoción y el voto realizado por el Lugar, se encargó desde entonces, con sus rentas, de pagar la función anual. Tenemos constancia de ello, por los datos entresacados de las cuentas de propios, al menos desde 1679. Y así seguía ocurriendo en 1832, donde en las cuentas de propios de dicho año se indica que pagan “por la Función de San Sebastián, 18 reales”. Fiestas En las Relaciones de Felipe II del año 1571 se refieren las fiestas de guardar en Carriches por particular voto con tres fiestas, entre ellas las de San Sebastián (abogado contra la peste). Como he dicho, se celebraban sus fiestas con vísperas, misa, sermón y procesión, participando en ella sus hermanos cofrades. Lo característico de esta cofradía carrichana eran los famosos “morraches”, muy conocidos en la actualidad por la localidad vecina de Malpica de Tajo. Carriches también contó con estos limosneros durante la celebración de las fiestas del santo. Después de la Guerra de la Independencia, extinguida la cofradía, siguieron saliendo los morraches a pedir limosna “en las funciones del día de San Sebastián”, pero esta vez, agregándose sus rentas a la Cofradía de las Benditas Ánimas del Purgatorio (1816), y así celebrar aniversarios por ellas. Sólo aparecen tres anotaciones sobre ellos: lo recogido de limosna entre los años 1816 y 1819 “según aparece en dhos. asientos y libro de caxa”, (747 reales); la compra de cinco sacos para los morraches Página 6
“que piden en la fiesta de San Sebastián” (sin poder precisar si eran para vestirse o para pedir la limosna); y por último, la limosna recogida entre 1820 y 1829, “en el tiempo de esta cuenta”, (1.079 reales, 19 maravedís). Aparece escrito como “marruches”. Y nada más. Con tan cortas referencias, no podríamos adivinar cómo se realizaban las salidas de estos personajes el día de San Sebastián, ni tampoco desde cuándo participaban en la fiesta, aunque sobre su indumentaria podemos intuir que los sacos servían para su adorno. Lo único claro: que no debieron continuar por mucho tiempo. En la década de los años treinta del siglo XIX ya no aparecen entradas de limosnas de los morraches. Desconocemos los motivos de su desaparición. Jesús Sánchez de Haro Cronista Oficial de Carriches
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA ARCHIVO DE LA PARROQUIA DE LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO EN ANTIOQUÍA Y SAN MIGUEL DE ADOVEA • Libro de Defunciones nº. 1 1546-1580. Signatura SD/1. ARCHIVO MUNICIPAL DE SANTA OLALLA • Cuentas de Propios. Ayuntamiento de Carriches. 1642-1703. Signatura SO/114 AGRADECIMIENTO Agradecer sinceramente al Excmo. Ayuntamiento de Santa Olalla (Toledo), y en especial a su Concejal de Cultura, Patrimonio y Nuevas Tecnologías, Josué López Muñoz, por su ayuda.
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